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Cómo se forma una patria

COMO SE FORMA UNA PATRIA
POR
FÉLIX CARUZZO
Palabras prontllllciadas en su presidencia de la comunicación de
Jean Ousset.
Debo mi presidencia aquí a la amistosa insistencia de Raoul
Pignat, un habitual de vuestras renniones que
posee el
espíritu de
persuasión.
Me ha hablado del "Office International" y de su congreso
anual con el calor de una vinculación profunda. Me
ha dicho cuán­
to servía para reconfortar a miles de cristianos en una disciplina
de pensamientos y una voluntad
de acción

tan sólidamente
basado
en

la realidad
-una realidad

que no está reducida a su caricatura
material-y tan plenamente fiel a la enseñanza divina y a la auto­
ridad del Papa.
Le he creído.
Esta solidez de pensamiento, esta fidelidad, son bienhechoras en
el momento en que tantas veletas sobre tantos tejedos
y campana­
rios se ,entregan a 1o.s vientos de la "contestación'~ --en la que
todo eslfuerzo de ,!mmación cr;stiana del ciudadano es denunciada
corno una constricción alienante, en la que todo juicio cultural de
iluminación
.cdstiana atrae el

sarcasmo y
,la, protesta-.
S.entimos una gran necesidad de verdad, de sinceridad, de com­
promiso, precisamente cuando, en nombre de la objetividad, este
siglo nos enseña sobre todo el si. .. , el pero, el quizá -la duda--.
Necesitamos coherencia, porque se nos ofrece un mundo en
piezas
sueltas sin lazos para unirlas, o bien unos modelos de uni­
dad somera y deshumanizantes.
N·ecesitamos también movimiento
-----,porque es
la vida
para el
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espíritu y el cuerpo-, pero un movimiento hacia un fin y no el
de la rotación sobre sí
misma de

la persona o de la veleta.
Vuestros congresos, vuestras publicaciones, toda vuestra
acción
quieren dar una respuesta válida a estas aspiraciones.
Y a por su título-programa, el "Office International" de "obras
de formación cívica y de acción cultural según el Derecho natura]
y cristiano" anuncia que pretende satisfacer esos deseos de verdad,
de coherencia
y Lo
sé muy

bien, y
m,e complace
ver que tiene una fuerza de
atracción suficiente para llevar a él a los hombres, e incluso a las
muchedumbres.
j Gracias a Dios!
El

tema general de este Congreso: ''Patrias, Naciones y Esta­
dos" es también en

Suiza uno de
los grandes temas de meditación
del

ciudadano.
Nuestra patria se ha creado, nuestra unidad nacional se
ha rea­
lizadó, nuestro Estado se ha afirmado
.en el

seno de Europa sin los
cimientos habituales de la lengua, de
la cultura, de la religión. Y
a menudo acabamos por preguntarnos por qué esta comunidad
se tiene

.en
pie cuando

precisamente contiene todas las fuerzas
explosivas imaginables. Tenemos que admitir, y esto es válido para
tOO.os los

países, que
esos cimientos de la unidad no son .esenciales a
la realidad-patria.
Se puede prescindir de ellos sin que se desintegren. Nuestras diferentes lenguas no facilitan ciertamente nuestra
cohesión,
perÓ los

problemas que nos plantean son ante todo de
orden práctico, administrativo. No afectan a nada
fundamental y
son superables con bastante facilidad.
Pero
la lengua es también el vehículo, la expresión de una cul­
tura, y los polos culturales de las tres zonas ligüístiras a las cuales
pertenecemos se encuentran fuera de nuestras fronteras. Esto tam­
poco dificulta para nada nuestra unidad. No aspiramos a una "cul­
tura suiza". Pensamos que el tesoro cultural de la humanidad,
incluso si está constituido
por aportaciones

nacionales, a
veces:
muy

importantes, es indivisible, y que en esta materia todo
replie-
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glle sobre sí mismo es empobrecedor, y que, en definitiva, es una
oportunidad para nosotros poder beber en varias fuentes.
Por .el contrario, lo que es difícil de superar; lo que ha provücado
en el pasado enfrentamientos graves y permanece como materia de
preocupación, es nuestra división religiosa.
La fe compromete a
todo hombre, y el acuerdo entre gentes de creencias
diferentes no
puede·nunca ser total. Siempre habrá divergencias eSencia1.es; y en
este ámbito el mantenimiento de la unidad nacional no puede rea­
lizarse más que por
un gran r.eSpetO de
unos por otros, por mu­
cha reserva
y atención en las relaciones ·entre grupos. Digamos
que las necesidades de
la unidad nos Obligan a revestir nuestra fe
con mucha caridad, lo cual hay que reconocer que es una cosa bue­
na. Pero el puente tendido sobre la quebrada no la suprime. Ese
problema

de la unidad, a pesar de la diversidad religiosa, es per­
manente para: nosotros,
y por ello VoY a escuchar, con una atención
extraordinaria, dentro de breves momentos,
a' M. Jean Ousset
tratar precisamente este tema : Cómo facilitar la unidad espiritual
de un país dividido en sus creencias sin capitular ante el error, sin naufragar en
~ liberalismo o en un sincretismo inadmisibles
para la razón y la fe. Como se
ve, el
enunciado del tema ya indica
los límites bastante
estrechos en io posible.
* * *
Pero entonces, ¿ sobre qué descansa la cohe.5ión de ··un país?
¿ Cuál es su cimiento firme?
Por lo menos es el reconocimiento de un patrimonio común,
material
y espiritual. Cualqui.era que sea su origef!-, las patrias
no están
verdaderamente consolidadas
hasta que
el tiempo y las
pruebas vividas conjuntamente han constituido un capital de re­
cuerdos comunes, de realizaciones comunes, y han creado una cos­ tumbre de ser y actuar con juntamente, unos fondos de respeto mu­
tuo y de parentesco espiritual. Lo que une es la vinculación a ese
patrimonio, la voluntad, no solamente de mantenerlo, sino tam­ bién de enriquecerlo, porque la unidad no es una dejación, smo
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un esfue_rzo aceptado. Significa la aceptación de restricciones para
los individuos y los grupos. Esto es indispensable, y creemos que
una de las más serias amenazas contra las patrias es actualmente
el rechazo de restricciones y la erección en dogma por algunos
intelectuales de una completa libertad de conducta, de expresión,
de información: libertad-licencia que se quiere sustraer a toda re­
ferencia espiritual, moral, a toda convención social; en nombre de
la cual, bajo pretexto de objetividad, de universalidad, se escoge
lo anormal, lo amora1, fo degradante. Se hieren las convicciones
profundas de unoo, el derooho de otros y la dignidad de todos.
Ciertas

emisiones de radio o de televisión, por ejemplo, pueden
así alcanzar un extraordinario poder de desintegración nacional.
Lo repito: el nucleo duro de la unidad de un país es su pa­
trimonio, que es su verdadero anclaje en el tiempo y en el es­
pacio. Preservándolo, al mismo tiempo que se ensancha, es como
se llegará quizá a unas patrias mayores.
* * *
No quiero alargarme, porque J ean Ousset, presidente-fundador
del

"O/fice Internationa\", va a hablaros, y yo sé, por haber leído
atentamente su estudio
Patria-Nación y Estado, cuán profundo
conocimiento tiene del tema. También sé qué don de claridad
y
qué riqueza de imágenes puede poner al servicio de este conoci­
miento. Con ustedes, me
congrat1:1,lo de escucharle, y sin más pre­
sentación le ruego que tome la palabra.
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