Índice de contenidos
Número 100
Serie X
- Textos Pontificios
- Actas
- In memoriam
- Información bibliográfica
- Ilustraciones con recortes de periódicos
- Documentos

Autores
1971
¿Una Iglesia que se equivoca de siglo?
ILUSTRACIONES CON RECORTES DE PERIODICOS
Esta vez, estas ilusft'aciones no son nuestras sino de SAINT GtLLES.
Por su gran interiés actual las hemos tomado de t'HOMMB NOUVEAU.
núm. 557 del 5--IX--1971 y se refieren a la polvareda periodística levan-
tada por el artículo que el académico francés Mauri-ce Druon había pu-
blicado en LE MONDE del 14 de agosto1 con este título:
"UNA IGLESIA QUE SE EQUIVOCA DE · SIGW"
Louis Salleron comentó con moderación este articulo en CARREFOUR
del 25 de agruto de la siguiente_ manera:
«Maurice Drnon
se
ha situado como católico
deil exterior,
casi
incrédulo pero
vinculado a todo
lo que la Iglesia representa.
Se ha colocado en un punto de vista cultural, sociológico y pa
triótico. Para él, la lgl~a forma parte de nuestra civiliza'Ción,
según una imagen que han fijado }m; siglos. Suministra unas
«certidumbres
del pensamiento»
y unas
«certidumbres de
con
ducta». Desde este punto de vista es aceptada por todos, y fi
nalmente se comprueba que su aportación ha sido tan grande
que, «socialmente hablando»,
nuestra actual sociedad es más
cristiana
que nunca. Pero
es éste el momento que escogen los
clérigos para ha,cerse revolucionarios y «contestar» a la sociedad.
Ciertamente: «La Iglesia se equivoca de siglo.»
»Este punto de vista positivo, y hasta positivis-ta, ha wscitado
la
indignación
de numerosos cTistianos que ia han manifestado
francamente
al autor. Han expuesto unos puntos de vista
exac
tamente contrario~ lo cual permite hacerse una idea de la con
fusión que
reina hoy día en los espíritus acerca de las cuestio
nes religiosas.
»No nos agradó
la
lectura del artículo de
M. Druon. Tanto
lo que di'Ce de cierto como de falso no es agradable de oir. Con
to-do, nos ale.graríamos de
que este
artículo lo
leyeran el Papa
y los obispos· y se dieran así cuenta de cómo el desorden que
reina en la Iglesia afecta, incluso, a los que no
lo sufren como
cristianot1 sino como homhres.
»Porque
este artículo
ti'ene más
de verdadero que de
· falso.»
No es ésta, precisamente, la opinión del director de LA FRANCE
CATHOLIQUE.. En efecto, Luis~Enrique Parias escribió el 13 de agosto:
1070
«Se percibe bien, aqní, la herejía fundamental que el agnós
tico,
admirador de la I
g] esia, I padece siempre! Para él, la Iglesia
Fundaci\363n Speiro
es un aparato que hace cristalizar en las sociedades un equilibrio
que se enriquece
con los siglos y
que en ningún momento debe
discutirse. Se comprende, pu~ que e:l personal de este aparato
sea
criticado e
inclu1JO perseguido
por
ese agnóstico.
Pero, no
obstante, aquel elemento de cohesión, ofrecido
por la lgles-ia,
seguirá siendo
indispensable.
»Sabemos
que
semejante visión de
la Iglesia
es una mentira.»
En LA CR.oix del 15 de agosto; Joseph Maj,eau tampoco se muestra
blando:
«M. Maurice Druon pertenece a la raza de quien-es no juzgan
más
que por su imaginación,
y se dedican a
presentar la
verdad,
no tal
cual es, sino tal como la conciben o sueñan. Y o hubiera
deseado
vivamen~, por
ejemplo, que
antes de
intenta,r un juicio
fantástico de ciertas jerarquías
culpables, según
él, de
congraciar.se
desde
ahora con
las
potencias de
mañana, se hubiera informado
cerca
del Papa
actual, de quien
se complace
en
pensar que
de
biera haber sido -elevado al pontificado
unos cuantos años antes.
André Mandouze, en LE MONDE del 14 de agosto; quizá acierta a in.di~
car la clave de esas muestras de indignación. Describe asi el artículo de
M. Druon:
«Todo es recogido en él. Insinuado o denunciado, se halla
en
él cuanto en
estos últimos tiempos se
encontraba disperso en
hojas volanderas o
bajo diversas formas y
con
UD.85 dosis de in"
tegrismo más o menos diluidas. El estado de degradación general
de la
Iglesia; el escánda:lo de
un clero que ya no
trata de ser
una autoridad
capaz de hacer que se le respete,
.sill.o que «se
despoja
de todo signo distintivo»; la insubordinación de los
sacerdotes; la renuncia a
los esplendores
de los ornamentos
y de
los santuarios;
las innovaciones
litúrgicas
(misa en
francés co
rriente,
altar die ca-ra al
pueblo, intmsión de la guitarra en el
ámbito reservado al órgano .... ); y, por supuesto, la
colusión
con eil comunismo.»
Las dosis de integrismo ... ¡He ahí, quizá; las palabras reveladoras!
Tanto
más cuanto que; después de sus ckfini.ciones; M andouze dibuja el
perfil de los homb,es,
«En primer lugar, es cierto que este valiente fragmento no se
ha hecho para molestar a los-«silenciosos de la Iglesia» que es
timan que no les ha faltado un portavoz.. Llegado el caso, los
servicios
de un académico pueden resultar tan valiosos como los
1071
Fundaci\363n Speiro
de un cardenal. Tanto más euando, en este caso, la armonía
parece
·singularmente establecida: porque cuando uno se declara,
aunque sea en plural,
de aeuerdo con «unos prelados del más
alto
rango y
no del más
estrecho espíritu», todo e'l mundo piensa
que inevitablemente se refiere al mismo Cardenal, estando o no
de acuerdo.»
A lo cuat Salieron replica en CARREPOUR:
1072
« t He ahí, pues, al cardenal Danielou ! (¿ por qué no nom
brarlo si
está tan
claramente señalado?)
»Con
todo, extraña la
«armonía
preestahlecida». No
se sabe
que el cardenal haya tenido un largo pasado de integrismo
y de co·
lusión con
la
derecha que le predispusiese a justificar al aca
démico. Ni siquiera
cabe. imaginar que los cuarenta. años que
ha
pasado familiarizad'o con
Orígenes y con
Tertuliano,, le
hayan
podido dotar
de unos há:hitos espirituales de fijismo teológico Y
de conservadurismo político.
»Este punto debiera de haber requerido la atención de Man
douze. Si el cardenal Danielou deplora y denuncia el desorden
que sufre la Iglesia,
hay que pensar objetivamente que le pre
ocupa la Iglesia y no la V República.
»Lo decimos de é4 porque es el único intencionadamente
señalado y
porque su caso ilust-ra maravillosamente la falsedad
de
la posición de Mandouze. Naturalmente
· esto
es también
cierto para loa otros: Cuando los «silenciosos de la Iglesia» lu
chan
por
el bauti'8lllo de los niñ.os, ciertamente no se percibe
qué relación puede
estah'lecerese entre ese combate
de
la Fe y la
defensa de la Ley.
»Por otra parte, las antiguas da-sificaciones de la política están
hoy en día completamente periclitadas.
Y si uno
50lamente trata
de limitarse a
distinguir entre
quienes quieren
la Revolución
y los
que se
esfuerzan por
pre:servar de
ella a la sociedad,
ob
serva
que entre
estos últimos
los hay de
todos los
colores. No
es,. pues, nada de
extrañar que quienes luchan
contra la
Revolución
en la
Iglesia resulte qu~ al
mismo tiempo, están luchando
contra la
RevoiJ.ución en
la sociedad. La quiebra de
las estruc
turas y la di8'0lución de ias co-stumbres afectan conjuntamente
a
la sociedad eel'esiástica y a la sociedad civil. Así, pues, el
rechazo del caos
crea entre
las gentes de los más
diversos oríge
nes
una cierta actitud, común
.que sólo
puede
ser tachada
de
le
gali-sta
en un juego
fácil pero
mendaz.
»Porque a quienes tratan hoy en día de impedir el hundí-
Fundaci\363n Speiro
miento de la Iglesia les mueve únicamente la FE, aunque ésta
sea
muy
discreta y no confesada. Incluso cuando es igno,rada,
puede discernirse
a través dei Conjunto de los Valores confesa
dos,
tras de
los cuales está comprometida. El nombre de Peguy
resume hi~ a este respecto, la -actitud profunda. de innumera
bles franceses. Su actitud es la misma, vista a sesenta
años
de distancia, que le llevó a escribir el «misterio de la
caridad de
Juana de
Aréo», o
a ir en
peregrinación 3 Chartes.
¿No era •la Fe? O ¿acaso era la Ley? Bien se puede llá"m.ar cris
tianismo «-sociológico» a ese cristianisino del «umbrab-. Pero,
-
al
menos
manifiesta una
empeñada voluntad en pertenecer a
aqudlo de lo se tiene 'la plena conCiencia de hallarse fuera. Tal
~ez, en esta actitud, se percibe mejor aquello que se está perdieo,.
do en' la Iglesia, · porque a distancia sólo se percibe· 10 eseneiail.
»En
cuanto
a que esto sea integrismo ... el común de los mor
tales no ea apenas sensible más que a los RITOS y a las cos
TUMBRES -en la religión. El barullo litúrgico, las jovencitas en
minilldda y los curas que aeaparan la atención mundana · con
sus boda~ en modo alguno son considerados como manifestadó
nes
de un Espíritu Santo que ·sople fuertemente.»
LA PUNTUALIZAOÓN DEL CARDENAL DANIELOU.
Emplazado por M andouze, el cardenal Jean Danlelou ha escrito, en
LB MONDE del 24 de agosto, un 'artículo que en mi modesta :apínión, pone
punto· final al debate. Por su fuerza. Pot" sus matices. Por su prudencia.
Vuelve
a considerar, una -por. un~· las tesis ·de Maurice Druon: La
primera es que, en el momento en que la insuficiencia de la ciencia se
hace
evidente, ~uchos hombres· de
la Iglesia se" desvían
de le sagrado.
68
«E-e precisamente en . este momento cuando wi viento secu
larizador
sopla sobre la Iglesia. Sus teólogos descubren la muerte
de Dios y no se ocupan más que del hombre. La adoración, la
conte~plación, la oráción, han sido despreciadas y cl Evangelio
les
conduce
únicamente
al amor d·e] prójimo. Para ellos: Criirto ya
no
es el gesto de Dios buscai:tdo al hombre para introducirle en la
vida
dívin~ sino únicamente aquel que amó a los pobres, luchando
contra
la -inJustiCÍa, liberando los oprimidos. El 88-cerdote ya no
-quiere ~-el testig~ de un Dios en el" que cree, por el qu~ nadie se
interesa
ya, y
trata. de rea-daptarse 4?ll. la Universidad, en _la admi
nistración,
en los negocios. Se estima CJll-e no sirye para
nada cons
truir
iglesias en las ciudades modei-nas y que el dinero que se
1073
Fundaci\363n Speiro
hubiera dedicado a. ellas estaría mejor empleado en el Brasil o
en el Pakistá:Q.
»La Iglesia, por comiguiente, resultaría así con un siglo de re
traso._: _Era, ha~ un sjglo, en el momento en que la ciencia to
maba -su _mayo;r impulso, cuando hubi~ debido de tomar en
serio lo~ pl'.oblemas que ésta le planteaba, y revisar -en sus en
señanzas lo que proviniese de representaciones míticas.
Era en
el mom.ento -en qµe la sociedad industrial se forjaba al margen
, ,de: los c~pos en los que la Iglesia est-aba organizada, cuando la
. clase obrera estaba- condenada a vivir e:n, unas condiciones inhu
~anas, ~l ro.omento en que-ella hubiera debido no olvidar que
{)]_ Evangelio· es también amor al prójimo. Pero, hoy en día,
cuan.di) de lo
que
adolece la civilización es de f-alta d·e lo sa
, grado, -es cuando la Iglesia se aparta de lo sagrado.>
En este i11'farme, y_ en este punto, Dtuon -tiene, pues, razón. Por el
contr~iO¡ se equivoca al enjuiciar a la Iglesia en una "función de lo sa ...
grado-''._ qUe-_haría-·de los sacramentos cristianos una variedad de los miste-
tios. pagarws.
El crist'ianismo no es una religión entre otras.
1-074
«El segundo problema planteado por Druon se refiere a la
cultura. La
Iglesia aportaba a nuestra civilización
unos
valores
esenciales.
«Ella ha
influido en
todo,
tod,o lo
ha impregnado,
todo lo ha marcado. Los esquemas del pensamiento, las referen
cias-.de ,Ia·-memoria, los hábitos de la vida, los -comportamientos
inditidmdes y colectivos, las expresiones artisticas, e incluso el
derecho.» Aquí, cultura designa el conjunto
de los
valores de
los cuales vive una sociedad, ciertamente su arte, pero también
su filosofía.,
sus costumbres, y to-do lo
que se refiere a
las rela
ciones entre
los
hombres. Pero
la Iglesia,
actualmente, p~ece
volver
a plantearse todo esto. Lo
cual no
puede
dejar dC pro
dueh-desarreglos.
»De na~
le 'SiÍrve a
André_ Mandouze negar que
~a finalidad
de la Iglesia es ·impregnar la cultura de una sociedad. En el
f_ondo, tiene razón. Druon sí
_
enfoca a
la Iglesia desde el punto
de
vista ·de los· sefricios. que.
ella presta a la civilización.
-Pero se
trata
de ·un asipecto secundario .. El fin de la Iglesia sobrepasa
toda civilización. Está precisamente para enseñarnos que el des
tino del -hombre .. rebasa toda civilización,. incluso la cristiana.
Eso es lo
que constituye preeisamenle :s-u mensaje peeU!liar, sus
profundidades- únicas,
lo. que la hace incomunicable a todas las
-
ideologías. .Lo_
esencial es. que
Cristo
ha_ resuéita~o y que debe
mos
-resucitar con El.>
Fundaci\363n Speiro
No obstante> no ¡¡jta una intuición legítima en el perÍsariiiento de Mau..,
rice· Druon:
«Pero la cuestión existe. No se trata .úniC(IIDelll:e
Iglesia abandone
ciertas riquezas culturales de
su pasado.
Es
que, además, carece, trági~ente, de «creativid~d» cpltural en
el
presente. Puede deci,rse que la Iglesia se_ halla au~te en el
ámbito .de
la literatura
y de la filosofía y se mantiene al nivel
de
las ciencias humanas. No
profrmdiza en las
· norDlJ,s
morales
como
requieren
los grandes problemas planteados por las ciencias
de
la vida
y por la evolución-de la sociedad. No proporciona al
mundo los templos y las fiestas en fos que se expresaría el genio
de los
artistas.
»En esto, una vez más, va con un siglo de retraso.
»Porque,
precisamente hoy el mundo, _tiene hambre de lo que
ella· no le
da. El mundo moderno manifi-e8ta. su eficacia en el
plano técnico. Pero nece5itaría a
quienes
pudiera~_ dar a esos
instrumentos su sentido
humano. El drama de· la-cultura, hoy
en
dí-a, es la desproporción entre el_ altísimo nivel de la cultora
científica, y el de una cultura -moral, literaria, filosófica, que
nunca ha estado tan baja. El
mundo espera, no un -físico o un
sociólogo más, sino un metafi'sico, un moralista, un pintor, mien
tras los cristianos abandonan esos ámbitos esencial-es de
la cul
tora.
»Lamento que
Mandouze no haya comprendido
ea-to. Poco_ im
porta
que otros detractores
de Druon hayan dado pruebas de un
soberbio desprecio por la cultura, que la rechazasen como aris
tocrática, dando así
la razón a Nietszche que
, a~usaha a
la
po
breza
y
a la humildad
evangélica-s-de
ser
destructoras de
valores.
Desgraciadamente, no
hacen más
que
ilustr~ lo que digo. Pero
el propio Mendouze hubiera debí do
de reaecio~ar d_e otra ma
nera. -Aparte
de los defectos
que presenta la argumentación de
Druon,
hubiera debido ser sensible a
la parte seria
del problema
planteado.
No
se trata aquí ni de arcaísmo, ni de eetetismo,
sino
de
calidad intelectual, moral, espiritual.
Lo que_ amenaza a
la
Iglesia, es dejarse llevar de
la superficia'li,dad y ia _mediocri
dad
de un cierto lenguaje cultural que no hace más que disi
mular un vacío que
está traicionando la profundidad del hombre.
Y, en esto, es justo dar ~a alarma.»
Finalmente, la tercera tém de Druon:
«La última te.sis ,de Druon ·es que la Iglesia se equivoca de
siglo, cuando
dirige
sµ- atención a ·-Ia rev'oluc_i6n-. -en·· vez de. diri-
1075
Fundaci\363n Speiro
girla hacia el orden. Cuando la clase obrera, dice, se halle
·sometida a
condiciones de
vida inhumanas, cuando unos
regí
menes
totalitarios opriman las libertades fundamentales de
la
persona;· cuando unos plléhlos que aspiren a
la autonomía sean
mantenidos bajo dependencia,
entonces es cuando
la
Iglesia debe
protestar~ ¿Pero,
sucede
esto hoy
en día en un país como Fran•
cia?
¿ Acaso no está el peligro más bien en los abusos de la
libertad, del dinero, de la
licencia de costumbres, de
la libertad
de expresión? ¿No
se equivoca
la
Iglesia al
dar, en
eUa misma,
ejemplo
de indisciplina, cuando
debería contribuir a
ayudar a
que las
libertades se
disciplinasen?»
A lo cual, el Cardenal Óanie-lou res-ponde esencialmente esto:
«Druon y Mandouze tienen un punto común. Ninguno de los
dos
discute que la
Iglesia tenga un papel a desarrollar en la
política, Pero la cuestión
está en
saber en qué sentido debe ejer
cerse esta acción.
Es cierto
que
en la
medida que
se vea más en
la Iglesia el aspecto
institucional o
el aspecto profético,
se su
brayará
más, que es fuerza
de orden o bien
que es
fuente
de
«contestación». De hecho, lo esencial es colocar en su sitio
ambos
aspectos.»
( Lo cual, dicho sea entre paréntesis, no es fácil y requiere mucha ma,,
tización
en
estos tiempos
en los que se confunde fácilmente el apostolado
con la demagogia.)
La conclusión del Cardenal merece ser meditada:
«Ues.pués de todo lo dicho resulta que no se ha llegado al
fondo del pro-hleroa. Esto es fo que se puede reprochar del pre
sente
debate. Porque
al fin y al cabo no se han tratado más que
cuestiones marginales de la Iglesia. Si la Iglesia en esos diferen
tes ámbitos parece fallar en su misión es, en
primer lugar,
porque
está debilitada en su misma sustancia. El veridadero problema
está
en un cierto debilitamiento interior de la Iglesia, en una
crisis de la
práctica de
sacramentos, en una crisis de la
vida
interior,
en una crisis
de vocaciones sacerdotales. Y, detrás de
todo
esto, c9mo dice Druon
con razón, hay una crisis de la
fe,
de una fe que es certeza y no inquietud. Esta crisis es real y
gl'ave. Sería
culpable
si no lo reconociera. Tiene razón Mendouze,
cuando dice
que la
Iglesia ya
se
ha visto en otras ocasiones se
meJantes
y ha sobrevivido. Porque el
Espíritu está
con Ella.
Pero también
pOil'que ciertos hombres se erguieron para de
fender la integridad de la
fe.»
Esta es la última palabra de este debate si.gnificativo e importante.
1076
Fundaci\363n Speiro
Esta vez, estas ilusft'aciones no son nuestras sino de SAINT GtLLES.
Por su gran interiés actual las hemos tomado de t'HOMMB NOUVEAU.
núm. 557 del 5--IX--1971 y se refieren a la polvareda periodística levan-
tada por el artículo que el académico francés Mauri-ce Druon había pu-
blicado en LE MONDE del 14 de agosto1 con este título:
"UNA IGLESIA QUE SE EQUIVOCA DE · SIGW"
Louis Salleron comentó con moderación este articulo en CARREFOUR
del 25 de agruto de la siguiente_ manera:
«Maurice Drnon
se
ha situado como católico
deil exterior,
casi
incrédulo pero
vinculado a todo
lo que la Iglesia representa.
Se ha colocado en un punto de vista cultural, sociológico y pa
triótico. Para él, la lgl~a forma parte de nuestra civiliza'Ción,
según una imagen que han fijado }m; siglos. Suministra unas
«certidumbres
del pensamiento»
y unas
«certidumbres de
con
ducta». Desde este punto de vista es aceptada por todos, y fi
nalmente se comprueba que su aportación ha sido tan grande
que, «socialmente hablando»,
nuestra actual sociedad es más
cristiana
que nunca. Pero
es éste el momento que escogen los
clérigos para ha,cerse revolucionarios y «contestar» a la sociedad.
Ciertamente: «La Iglesia se equivoca de siglo.»
»Este punto de vista positivo, y hasta positivis-ta, ha wscitado
la
indignación
de numerosos cTistianos que ia han manifestado
francamente
al autor. Han expuesto unos puntos de vista
exac
tamente contrario~ lo cual permite hacerse una idea de la con
fusión que
reina hoy día en los espíritus acerca de las cuestio
nes religiosas.
»No nos agradó
la
lectura del artículo de
M. Druon. Tanto
lo que di'Ce de cierto como de falso no es agradable de oir. Con
to-do, nos ale.graríamos de
que este
artículo lo
leyeran el Papa
y los obispos· y se dieran así cuenta de cómo el desorden que
reina en la Iglesia afecta, incluso, a los que no
lo sufren como
cristianot1 sino como homhres.
»Porque
este artículo
ti'ene más
de verdadero que de
· falso.»
No es ésta, precisamente, la opinión del director de LA FRANCE
CATHOLIQUE.. En efecto, Luis~Enrique Parias escribió el 13 de agosto:
1070
«Se percibe bien, aqní, la herejía fundamental que el agnós
tico,
admirador de la I
g] esia, I padece siempre! Para él, la Iglesia
Fundaci\363n Speiro
es un aparato que hace cristalizar en las sociedades un equilibrio
que se enriquece
con los siglos y
que en ningún momento debe
discutirse. Se comprende, pu~ que e:l personal de este aparato
sea
criticado e
inclu1JO perseguido
por
ese agnóstico.
Pero, no
obstante, aquel elemento de cohesión, ofrecido
por la lgles-ia,
seguirá siendo
indispensable.
»Sabemos
que
semejante visión de
la Iglesia
es una mentira.»
En LA CR.oix del 15 de agosto; Joseph Maj,eau tampoco se muestra
blando:
«M. Maurice Druon pertenece a la raza de quien-es no juzgan
más
que por su imaginación,
y se dedican a
presentar la
verdad,
no tal
cual es, sino tal como la conciben o sueñan. Y o hubiera
deseado
vivamen~, por
ejemplo, que
antes de
intenta,r un juicio
fantástico de ciertas jerarquías
culpables, según
él, de
congraciar.se
desde
ahora con
las
potencias de
mañana, se hubiera informado
cerca
del Papa
actual, de quien
se complace
en
pensar que
de
biera haber sido -elevado al pontificado
unos cuantos años antes.
André Mandouze, en LE MONDE del 14 de agosto; quizá acierta a in.di~
car la clave de esas muestras de indignación. Describe asi el artículo de
M. Druon:
«Todo es recogido en él. Insinuado o denunciado, se halla
en
él cuanto en
estos últimos tiempos se
encontraba disperso en
hojas volanderas o
bajo diversas formas y
con
UD.85 dosis de in"
tegrismo más o menos diluidas. El estado de degradación general
de la
Iglesia; el escánda:lo de
un clero que ya no
trata de ser
una autoridad
capaz de hacer que se le respete,
.sill.o que «se
despoja
de todo signo distintivo»; la insubordinación de los
sacerdotes; la renuncia a
los esplendores
de los ornamentos
y de
los santuarios;
las innovaciones
litúrgicas
(misa en
francés co
rriente,
altar die ca-ra al
pueblo, intmsión de la guitarra en el
ámbito reservado al órgano .... ); y, por supuesto, la
colusión
con eil comunismo.»
Las dosis de integrismo ... ¡He ahí, quizá; las palabras reveladoras!
Tanto
más cuanto que; después de sus ckfini.ciones; M andouze dibuja el
perfil de los homb,es,
«En primer lugar, es cierto que este valiente fragmento no se
ha hecho para molestar a los-«silenciosos de la Iglesia» que es
timan que no les ha faltado un portavoz.. Llegado el caso, los
servicios
de un académico pueden resultar tan valiosos como los
1071
Fundaci\363n Speiro
de un cardenal. Tanto más euando, en este caso, la armonía
parece
·singularmente establecida: porque cuando uno se declara,
aunque sea en plural,
de aeuerdo con «unos prelados del más
alto
rango y
no del más
estrecho espíritu», todo e'l mundo piensa
que inevitablemente se refiere al mismo Cardenal, estando o no
de acuerdo.»
A lo cuat Salieron replica en CARREPOUR:
1072
« t He ahí, pues, al cardenal Danielou ! (¿ por qué no nom
brarlo si
está tan
claramente señalado?)
»Con
todo, extraña la
«armonía
preestahlecida». No
se sabe
que el cardenal haya tenido un largo pasado de integrismo
y de co·
lusión con
la
derecha que le predispusiese a justificar al aca
démico. Ni siquiera
cabe. imaginar que los cuarenta. años que
ha
pasado familiarizad'o con
Orígenes y con
Tertuliano,, le
hayan
podido dotar
de unos há:hitos espirituales de fijismo teológico Y
de conservadurismo político.
»Este punto debiera de haber requerido la atención de Man
douze. Si el cardenal Danielou deplora y denuncia el desorden
que sufre la Iglesia,
hay que pensar objetivamente que le pre
ocupa la Iglesia y no la V República.
»Lo decimos de é4 porque es el único intencionadamente
señalado y
porque su caso ilust-ra maravillosamente la falsedad
de
la posición de Mandouze. Naturalmente
· esto
es también
cierto para loa otros: Cuando los «silenciosos de la Iglesia» lu
chan
por
el bauti'8lllo de los niñ.os, ciertamente no se percibe
qué relación puede
estah'lecerese entre ese combate
de
la Fe y la
defensa de la Ley.
»Por otra parte, las antiguas da-sificaciones de la política están
hoy en día completamente periclitadas.
Y si uno
50lamente trata
de limitarse a
distinguir entre
quienes quieren
la Revolución
y los
que se
esfuerzan por
pre:servar de
ella a la sociedad,
ob
serva
que entre
estos últimos
los hay de
todos los
colores. No
es,. pues, nada de
extrañar que quienes luchan
contra la
Revolución
en la
Iglesia resulte qu~ al
mismo tiempo, están luchando
contra la
RevoiJ.ución en
la sociedad. La quiebra de
las estruc
turas y la di8'0lución de ias co-stumbres afectan conjuntamente
a
la sociedad eel'esiástica y a la sociedad civil. Así, pues, el
rechazo del caos
crea entre
las gentes de los más
diversos oríge
nes
una cierta actitud, común
.que sólo
puede
ser tachada
de
le
gali-sta
en un juego
fácil pero
mendaz.
»Porque a quienes tratan hoy en día de impedir el hundí-
Fundaci\363n Speiro
miento de la Iglesia les mueve únicamente la FE, aunque ésta
sea
muy
discreta y no confesada. Incluso cuando es igno,rada,
puede discernirse
a través dei Conjunto de los Valores confesa
dos,
tras de
los cuales está comprometida. El nombre de Peguy
resume hi~ a este respecto, la -actitud profunda. de innumera
bles franceses. Su actitud es la misma, vista a sesenta
años
de distancia, que le llevó a escribir el «misterio de la
caridad de
Juana de
Aréo», o
a ir en
peregrinación 3 Chartes.
¿No era •la Fe? O ¿acaso era la Ley? Bien se puede llá"m.ar cris
tianismo «-sociológico» a ese cristianisino del «umbrab-. Pero,
-
al
menos
manifiesta una
empeñada voluntad en pertenecer a
aqudlo de lo se tiene 'la plena conCiencia de hallarse fuera. Tal
~ez, en esta actitud, se percibe mejor aquello que se está perdieo,.
do en' la Iglesia, · porque a distancia sólo se percibe· 10 eseneiail.
»En
cuanto
a que esto sea integrismo ... el común de los mor
tales no ea apenas sensible más que a los RITOS y a las cos
TUMBRES -en la religión. El barullo litúrgico, las jovencitas en
minilldda y los curas que aeaparan la atención mundana · con
sus boda~ en modo alguno son considerados como manifestadó
nes
de un Espíritu Santo que ·sople fuertemente.»
LA PUNTUALIZAOÓN DEL CARDENAL DANIELOU.
Emplazado por M andouze, el cardenal Jean Danlelou ha escrito, en
LB MONDE del 24 de agosto, un 'artículo que en mi modesta :apínión, pone
punto· final al debate. Por su fuerza. Pot" sus matices. Por su prudencia.
Vuelve
a considerar, una -por. un~· las tesis ·de Maurice Druon: La
primera es que, en el momento en que la insuficiencia de la ciencia se
hace
evidente, ~uchos hombres· de
la Iglesia se" desvían
de le sagrado.
68
«E-e precisamente en . este momento cuando wi viento secu
larizador
sopla sobre la Iglesia. Sus teólogos descubren la muerte
de Dios y no se ocupan más que del hombre. La adoración, la
conte~plación, la oráción, han sido despreciadas y cl Evangelio
les
conduce
únicamente
al amor d·e] prójimo. Para ellos: Criirto ya
no
es el gesto de Dios buscai:tdo al hombre para introducirle en la
vida
dívin~ sino únicamente aquel que amó a los pobres, luchando
contra
la -inJustiCÍa, liberando los oprimidos. El 88-cerdote ya no
-quiere ~-el testig~ de un Dios en el" que cree, por el qu~ nadie se
interesa
ya, y
trata. de rea-daptarse 4?ll. la Universidad, en _la admi
nistración,
en los negocios. Se estima CJll-e no sirye para
nada cons
truir
iglesias en las ciudades modei-nas y que el dinero que se
1073
Fundaci\363n Speiro
hubiera dedicado a. ellas estaría mejor empleado en el Brasil o
en el Pakistá:Q.
»La Iglesia, por comiguiente, resultaría así con un siglo de re
traso._: _Era, ha~ un sjglo, en el momento en que la ciencia to
maba -su _mayo;r impulso, cuando hubi~ debido de tomar en
serio lo~ pl'.oblemas que ésta le planteaba, y revisar -en sus en
señanzas lo que proviniese de representaciones míticas.
Era en
el mom.ento -en qµe la sociedad industrial se forjaba al margen
, ,de: los c~pos en los que la Iglesia est-aba organizada, cuando la
. clase obrera estaba- condenada a vivir e:n, unas condiciones inhu
~anas, ~l ro.omento en que-ella hubiera debido no olvidar que
{)]_ Evangelio· es también amor al prójimo. Pero, hoy en día,
cuan.di) de lo
que
adolece la civilización es de f-alta d·e lo sa
, grado, -es cuando la Iglesia se aparta de lo sagrado.>
En este i11'farme, y_ en este punto, Dtuon -tiene, pues, razón. Por el
contr~iO¡ se equivoca al enjuiciar a la Iglesia en una "función de lo sa ...
grado-''._ qUe-_haría-·de los sacramentos cristianos una variedad de los miste-
tios. pagarws.
El crist'ianismo no es una religión entre otras.
1-074
«El segundo problema planteado por Druon se refiere a la
cultura. La
Iglesia aportaba a nuestra civilización
unos
valores
esenciales.
«Ella ha
influido en
todo,
tod,o lo
ha impregnado,
todo lo ha marcado. Los esquemas del pensamiento, las referen
cias-.de ,Ia·-memoria, los hábitos de la vida, los -comportamientos
inditidmdes y colectivos, las expresiones artisticas, e incluso el
derecho.» Aquí, cultura designa el conjunto
de los
valores de
los cuales vive una sociedad, ciertamente su arte, pero también
su filosofía.,
sus costumbres, y to-do lo
que se refiere a
las rela
ciones entre
los
hombres. Pero
la Iglesia,
actualmente, p~ece
volver
a plantearse todo esto. Lo
cual no
puede
dejar dC pro
dueh-desarreglos.
»De na~
le 'SiÍrve a
André_ Mandouze negar que
~a finalidad
de la Iglesia es ·impregnar la cultura de una sociedad. En el
f_ondo, tiene razón. Druon sí
_
enfoca a
la Iglesia desde el punto
de
vista ·de los· sefricios. que.
ella presta a la civilización.
-Pero se
trata
de ·un asipecto secundario .. El fin de la Iglesia sobrepasa
toda civilización. Está precisamente para enseñarnos que el des
tino del -hombre .. rebasa toda civilización,. incluso la cristiana.
Eso es lo
que constituye preeisamenle :s-u mensaje peeU!liar, sus
profundidades- únicas,
lo. que la hace incomunicable a todas las
-
ideologías. .Lo_
esencial es. que
Cristo
ha_ resuéita~o y que debe
mos
-resucitar con El.>
Fundaci\363n Speiro
No obstante> no ¡¡jta una intuición legítima en el perÍsariiiento de Mau..,
rice· Druon:
«Pero la cuestión existe. No se trata .úniC(IIDelll:e
ciertas riquezas culturales de
su pasado.
Es
que, además, carece, trági~ente, de «creativid~d» cpltural en
el
presente. Puede deci,rse que la Iglesia se_ halla au~te en el
ámbito .de
la literatura
y de la filosofía y se mantiene al nivel
de
las ciencias humanas. No
profrmdiza en las
· norDlJ,s
morales
como
requieren
los grandes problemas planteados por las ciencias
de
la vida
y por la evolución-de la sociedad. No proporciona al
mundo los templos y las fiestas en fos que se expresaría el genio
de los
artistas.
»En esto, una vez más, va con un siglo de retraso.
»Porque,
precisamente hoy el mundo, _tiene hambre de lo que
ella· no le
da. El mundo moderno manifi-e8ta. su eficacia en el
plano técnico. Pero nece5itaría a
quienes
pudiera~_ dar a esos
instrumentos su sentido
humano. El drama de· la-cultura, hoy
en
dí-a, es la desproporción entre el_ altísimo nivel de la cultora
científica, y el de una cultura -moral, literaria, filosófica, que
nunca ha estado tan baja. El
mundo espera, no un -físico o un
sociólogo más, sino un metafi'sico, un moralista, un pintor, mien
tras los cristianos abandonan esos ámbitos esencial-es de
la cul
tora.
»Lamento que
Mandouze no haya comprendido
ea-to. Poco_ im
porta
que otros detractores
de Druon hayan dado pruebas de un
soberbio desprecio por la cultura, que la rechazasen como aris
tocrática, dando así
la razón a Nietszche que
, a~usaha a
la
po
breza
y
a la humildad
evangélica-s-de
ser
destructoras de
valores.
Desgraciadamente, no
hacen más
que
ilustr~ lo que digo. Pero
el propio Mendouze hubiera debí do
de reaecio~ar d_e otra ma
nera. -Aparte
de los defectos
que presenta la argumentación de
Druon,
hubiera debido ser sensible a
la parte seria
del problema
planteado.
No
se trata aquí ni de arcaísmo, ni de eetetismo,
sino
de
calidad intelectual, moral, espiritual.
Lo que_ amenaza a
la
Iglesia, es dejarse llevar de
la superficia'li,dad y ia _mediocri
dad
de un cierto lenguaje cultural que no hace más que disi
mular un vacío que
está traicionando la profundidad del hombre.
Y, en esto, es justo dar ~a alarma.»
Finalmente, la tercera tém de Druon:
«La última te.sis ,de Druon ·es que la Iglesia se equivoca de
siglo, cuando
dirige
sµ- atención a ·-Ia rev'oluc_i6n-. -en·· vez de. diri-
1075
Fundaci\363n Speiro
girla hacia el orden. Cuando la clase obrera, dice, se halle
·sometida a
condiciones de
vida inhumanas, cuando unos
regí
menes
totalitarios opriman las libertades fundamentales de
la
persona;· cuando unos plléhlos que aspiren a
la autonomía sean
mantenidos bajo dependencia,
entonces es cuando
la
Iglesia debe
protestar~ ¿Pero,
sucede
esto hoy
en día en un país como Fran•
cia?
¿ Acaso no está el peligro más bien en los abusos de la
libertad, del dinero, de la
licencia de costumbres, de
la libertad
de expresión? ¿No
se equivoca
la
Iglesia al
dar, en
eUa misma,
ejemplo
de indisciplina, cuando
debería contribuir a
ayudar a
que las
libertades se
disciplinasen?»
A lo cual, el Cardenal Óanie-lou res-ponde esencialmente esto:
«Druon y Mandouze tienen un punto común. Ninguno de los
dos
discute que la
Iglesia tenga un papel a desarrollar en la
política, Pero la cuestión
está en
saber en qué sentido debe ejer
cerse esta acción.
Es cierto
que
en la
medida que
se vea más en
la Iglesia el aspecto
institucional o
el aspecto profético,
se su
brayará
más, que es fuerza
de orden o bien
que es
fuente
de
«contestación». De hecho, lo esencial es colocar en su sitio
ambos
aspectos.»
( Lo cual, dicho sea entre paréntesis, no es fácil y requiere mucha ma,,
tización
en
estos tiempos
en los que se confunde fácilmente el apostolado
con la demagogia.)
La conclusión del Cardenal merece ser meditada:
«Ues.pués de todo lo dicho resulta que no se ha llegado al
fondo del pro-hleroa. Esto es fo que se puede reprochar del pre
sente
debate. Porque
al fin y al cabo no se han tratado más que
cuestiones marginales de la Iglesia. Si la Iglesia en esos diferen
tes ámbitos parece fallar en su misión es, en
primer lugar,
porque
está debilitada en su misma sustancia. El veridadero problema
está
en un cierto debilitamiento interior de la Iglesia, en una
crisis de la
práctica de
sacramentos, en una crisis de la
vida
interior,
en una crisis
de vocaciones sacerdotales. Y, detrás de
todo
esto, c9mo dice Druon
con razón, hay una crisis de la
fe,
de una fe que es certeza y no inquietud. Esta crisis es real y
gl'ave. Sería
culpable
si no lo reconociera. Tiene razón Mendouze,
cuando dice
que la
Iglesia ya
se
ha visto en otras ocasiones se
meJantes
y ha sobrevivido. Porque el
Espíritu está
con Ella.
Pero también
pOil'que ciertos hombres se erguieron para de
fender la integridad de la
fe.»
Esta es la última palabra de este debate si.gnificativo e importante.
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