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La economía al revés

LA ECONOMIA AL REVES
POR
MARCEL DE CORTE.
Catedrátwo de la Universidad de Lieja.
Fundaci\363n Speiro

En las Ilustraciones con recortes de periódicos de VERBO,
núm. 85-86, recogimos de ITINERAIRES, núm. 141, marzo 1970, varios extractos del importante trabajo del Profesor
De
Corte, «L'ECONOMIE A L'BNVERS>). El extraordinario interés y
actualidad de este estudio nos ha movido a publicar íntegra
su traducción.
La personalidad del Profesor de Lieja Marce/ de Corte es
bien conocida por nuestros lectores para necesitar presentación
alguna. Recordemos, única.merite,
que
entre sus obras las que más
interés tienen para nosotros son
«L'HOMME CONTRE LUI MEME»
y «L'INTELLIGENCE EN PERIL DE MORT>>, editadas. ambas por
Nouvelles Editions Latines, en París, en 1962
y 1969, respec­
tivamente ( de la última puede verse una amplia nota bibliográ­
fica en VERBO 87-88) ;
y que esta revista ha tenido el honor
de publicar los siguientes trabajos de tan ilustre autor:
Núm. 40, «LA INFORMACIÓN DEFORMANTE».
Núm. 55, «INTRÍNSECAMENTE PERVERSO».
Núm. 59, «LA EDUCACIÓN POLÍTICA».
Núm. 87-88, «EL ESTADO EN LA DINÁMICA DE LA Eco­
NoMÍA».
Fundaci\363n Speiro

LA ECQNOMIA AL REVES
POR
MARCEL D]t CORTE.
Como indican los diccionarios, la palabra "socialismo" con­
tiene numerosos sentidos
que .giran, en la-teoría y en la práctica,
alrededor de dos puntos: la eliminación de la economía de "libre
competencia" en provecho de_ la economía dirigida, y
la atribu­
ción
al Estado

de
esta dir_ección.
Con este último

título, la ideología
socíalista se

ha
impuesto,
de

una forma o de Otra, en todas
fas naciones

del globo, ha pro­
vocado en los
países comunistas

la
total y

reciproca confusión
de
'10 político y lo económico y ha tejido en los paises llamados
'~libres" tantas inter.ferencias entre esos dos aspectos de la ac­
tividad humana qué-es it11POsible contarlas.
Por todas partes, el E.stado, "ese monstruo más frío que todos
los monstruos", cuya aparición denuncia
Nietzsche en la época
moderna, se imniscuye ert la esfera de la economía hasta mover
sus más íntimos resortes.
Basta comprobar adónde ha llegado -la economia privada bajo
la influencia de los subsidios del
Estado en
las naciones
reputa­
das como "libres". Sectores enteros de esta economía, aparente-,
mente

impermeable
ál colectivismo~ como las

minas
de carbón y
la agricultura, han pasado, a través del pulmón de acero de la:s
subvenciones, de la categoría de servicio privado a la de servicio
público, mientras continúan manteniendo una independencia cada
vez más firme.
¿
Cómo explicar este fenómeno bastante singular, cuando los
países donde el Estado posee los instrumentos de ,producción y
las palancas de mando de Já .-economía se reVelan como los más
atrasa.dos _económicamente, foS. inás 1enios en seguir· Ia curva
ascendente de la productividad, los más incapaces de satisfacer
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Fundaci\363n Speiro

MARCEL DE CORTE
las necesidades del consumidor, a pesar del enorme poder que
ponen en juego?
¿ Por qué la economía se hace estatal y se socializa cada vez
más cuando el Estado se muestra, día tras día, más impotente
para resolver los problemas
oconómicos?
Todo el mundo está de acuerdo en comprobar ía derrota del
Estado en los
diferentes ramos de

la economía de que se ha
adueñado (ferrocarriles,

seguros sociales, por ejemplo),
y a pe­
sar de todo se

puede observar que
el Estado tiene sobre todas
las actividades económicas un ¡poder que crece de año en año, sin
que a¡parezca ,el menor obstáculo o la menor resistencia efectiva
a su dominio. Las víctimas "de la estatización" consienten su
sacrificio, con un estupor resignado y, a veces, hasta con entu­
siasmo.
Antes de responder a esta pregunta conviene subrayar un
aspecto importante de las relaciones ,entre el Estado y la Eco­
nomía.
L Lo ECONÓMICO Y LO POLÍTICO.
Es evidente que el Estado, ,por su función, ·su poder y su
predominio, pertenece a ~ ·esfera púb1ica. No es menos manifies­
to que ía economía, por lo menos hasta estos dos últimos siglos,
ha

pertenecido
{sin otra
discontinuidad
,en Occidente que

el lar­
go período de decadencia que
coincide con

el
fin del
Imperio
Romano) a la esfera privada.
,
Como

lo demuestra un lihro reciente de Peter Laslett,
Un
mwr.da que hemos perdido, consagrado al estudio de las estruc­
turas sociales preindustriales de Inglaterra, toda la economía in­
glesa anterior al siglo xvn1 continuó siendo esencialmerite familiar
o patriarcal. Se puede decir lo mismo -salvo algunas excepcio;_
nes debidas en Francia al "co1bertismo"-de 1a economía europea
anterior al siglo XIX. Todas las actividades económicas estaban
centradas
sobre la

familia
y sobre el jefe de ésta, que a,grupaba
a su alrededor a su mujer, sus hijos y un número mayor o me­
nor de obreros y auxiliares. La cómunidad familiar no tiene so-
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Fundaci\363n Speiro

LA ECONOMIA AL REVES
lamente entonces un senfido más amplio que la familia moderna;
es, por su naturaleza misma, una entidad económica en la que se
practica este o aquel oficio, y así se ha perpetuado durante más
de dos milenios, a pesar de
las interrupciones debidas a las cri­
sis; la situación descrita por Hesiodo
y por Aristóteles, fundador
de la ciencia económica.
Para los griegos, la economía {de
oikas, casa) es la ciencia de
la familia o del h(1!:ar, célula social fundamental, donde se cum­
plen las actividades laborales que
permiten al
hombre vivir y trans­
mitir la
vida. Lo mismo que la transmisión de la vida por el ma­
trimonio, la adquisición económica, que tiene por fin proveer a
la fami'lia de los recursos y los medios de subsistencia indispen­
sables, son del
dom;nio privado.
El Estado se reserva el dominio
público.
Sería una equivocación profunda, de todas formas, imaginar
que el Estado y la economía fueron durante siglos cosa aparte y
sin comunicación recíproca. Es imposible, en efecto, limitar la
esfera
privada sin

definir
la pública, o viceversa: es privado lo
que no es público y es público fo que no es privado. Por esencia,
lo público
y lo privado son correlativos el uno del otro, y el ejem­
plo más claro es
el matrimonio, acto eminentemente público ¡pero
qué
no

deja de ser constitutivamente privado. La separación que
traza entre ellos
Ul[>iano pide

ser
correctamente interpretada
"PUBICUM

JUS EST QUOD AD
.STATUM REI ROMA­
NAE
SPECT AD, PRIVATUM QUOD AD SINGULORUM
UT}LITATEM"

; el derecho
públiro engloba
las normas que re­
gulan la institución estatal,
y el derecho privado las que regla­
mentan lo referente a los
particulares. Por
mucho que se preocu­
paran los antiguos
de distinguir

entre las actividades
politicas y
las económicas, no las -separaban : si éstas tenían por fin "hacer
vivir",
la finalidad de aquéllas era "hacer vivir bien". Las acti­
vidades económicas nos :son comunes, por lo menos ;parcialmenrt:e,
con fos animales; fas políticas son exclusivamente humanas. Lo
político es superior a lo económico, romo fa forma lo es a fa ma­
teria
y el alma al cuerpo.
La Ciudad

es una
obra de inteligencia y de voluntad que se
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MARCEL DE CORTE
encama en las familias que agrupa, para darles, más a1lá de la
economía doméstica de

subsistencia, un conjunto
de bienes supe­
riores, que la sola comunidad familiar es incapaz de conceder a
los hombres: el orden, la paz, el desarrollo del espíritu, las ar­
tes, etc. Ejerce así en las familias .y las actividades económicas
la misma prioridad que el todo con respecto a las partes y el inte­
rés general sobre los
particulares. La economía está siempre subor­
dinada
a
Ja política. ·La furma en que los reyes de Francia se
sirvieron de las corporaciones para abatir el feudalismo es un
ejemplo entre mil. Igualmente en nuestra época, el consentimiento
que ciertas potencias económicas y financieras dieron a la des­
colonización, con fa esperanza de mantener su predominio, ilustra
por sus resultados el alcance universal de este principio. Las
fuerzas económicas tuvieron que tratar con el nuevo Estado, por
muy fantasmagórico .e inestable que fuese y ponerse la máscara
políti,ca para restaurar su imperio.
No es neoesario ser historiador para comprobar que el "man­
chesteria1ismo" no ha sido nunca más que una teoría abstracta
( elaborada en su mayor parte con posterioridad) cuya aplicación
ha estado cada vez más determinada ¡por una decisión ¡política re­
suelta a favorecer la economía industrial en detrimento de la
agrícola.
Hace falta recordar que la '1ANTI -CORN -LA W -
LEAGUE",

cr,eada en Manchester en 1838, desembocó en 1846,
a causa de la presión que ejerció sobre el poder, en la abolición
de la ley que gravaba la entrada en Gran Bretaña de 'los trigos
extranjeros
con un
impuesto tanto
más fuerte que el
precio del
candeal

indlgena, que resultaba más
bar..to. ¿ Hay que añadir que
la reducción de los derechos de aduana es, evidentemente, un
acto de la . intervención estatal dentro del dominio de la economía ?
Toda la historía económica del siglo xrx, lejos de testimoniar
en favor de
la independencia de la economía con ,respecto a la
política, nos muestra, al contraTio, que los diversos Estados
europeos han

intervenido, con constancia
y perseverancia, en la
economía, a fin de favorecer la expansión industrial incipiente y
bajo la presión de los grupos financieros que alimentaban ésta.
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Fundaci\363n Speiro

LA ECONOMIA AL REVES
La política económica de esos Estados ha sido la de sostener a
los empresarios, como se 'les llamaba entonces, que les incitaban.
El ejemplo de Rusia lo atestigna : por el impulso de los Zares,
con toda la protección y los
íavores que ello implicaba, se llevó
a
cabo la industrialización de dicho país, y ninguno de los .promo­
tores
extranjeros que

se establecieron en
,la época en Rusia negó
su a,poyo. En Bélgica, los primeros reyes han ayudado con toda
su fuerza a la implantación de la industria siderúrgica. Todo el
mundo sabe, por otra parte, que la política colonial
de los Es­
tados europeos, en el siglo xrx, ha sido sometida constantemente
a las ,presiones de los empresarios de ,los diferentes países, deseosos
de descubrir materias primas barartas y de extender sus mercados
a dimensiones extracontinenta1es.
Lo contrario hubiese sido sorprendente. Una economía de tipo
moderno no se desa,rrolla
más que
dentro del
cuadro de
una po­
lítica que incluye como tal la intervención, directa o indireda, del
estado,
y esto es así porque lo económico está subordinado a lo
político, como lo particular a lo general. El Estado, por definición
y por función, es el que detenta
el poder snpremo. A él se subor­
dinan los individuos, que por eso se llaman sus súbditos.
La ,pol ica más fiel de laisser faire a los que detentan el poder
económico proviene .también de una decisión .política, tomada
por el organismo calificado para decidirla: el Estado.
La URSS. revela admirablemente, por su parte, la influencia
de la .política sobre 1a economía. Por mucho que el comunismo
proclame que
las infraestructuras
económicas determinan univer­
salmente las superestructuras políticas; por mucho que ,prediga
que a medida que venga la colectivización, el Estado entrará en
una fase de degeneración, y que al final, cuando el comunismo
esté definitivamente

instaurado, no habrá ni siquiera Estado
y,
poac tanto, no habrá política, la realidad .es que toda ,la historia de
la URSS. desmiente estas aserciones., que son, evidentemente,
falsas.
En efecto; de hecho no existe un país en
el mundo en donde
1a economía, hasta sus más ínfimos detalles, esté más sometida a
las decisiones ,políticas del ,Estado y de los que tienen en sus ma-
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Fundaci\363n Speiro

MARCEL DE CORTE nos las palancas de mando.
"La patria de los trabajadores" se
ha convertido en una inmensa fáJbrica, cuya función no es, de
ninguna manera, proveer a los consumidores de Jos bienes eco­
nómicos que reclaman, sino de reforzar la autoridad de los hom­
bres que están en el poder. "Un
solo cerebro

basta para mil
brazos", decía Goethe.
Encadenando a los trabajadores a la "edificación del socialis­
mo" y de la economía colectiva, los dirigentes de la ,Rusia So­
viética se reservan
para ellos

solos
[a dirección del país. La ·eco­
nomía colectiva sirve para mantener
y consolidar su autoridad
política. Toda su estructura está construida para atribuir eterna­
mente
(al menos
en teoría) el poder
pol ico a
uno solo o a algu­
nos. La menor liberalización del régimen, en la economía, signi­
ficaría su

fin.
Aunque sea diferente la evolución de las relaciones Ctl[re el
Estado y la
economía en
los países que no son de influencia mar­
xista, no es menos manifiesta la absorción de lo ·económico en fo
político y del dominio privado en el público, a pesar de todas las
apariencias contrarias.
I!. Er. PROCESO Dl ESTATIZACIÓN.
Parece, ,en efecto, que la política de los Estados modernos,
después de
hwber secundado, animado y p,-otegido a
ciertos gru­
pos financieros e industriales dinámicos, tuvo que sufrir
{por vía
de

consecuencia inevitable) sus presiones ulteriores desde el mo­
mento que su ,potencia
tomó suficiente

extensión. Esta primera
incursión del Estado dentro de la economía originó una reacción
en cadena : todas las agrupaciones ~onómicas exigieron el apoyo
del Estado. Los sindicatos obreros, que llegarnn a constituirse a
pesar de las
rprohibiciones legales,
se hicieron adoptar por el
Es­
tado, que impuso de~és a toda la economía una serie-de reivin­
. dicaciones que aún estár lejos de ser agotadas. Las agrupaciones
de agricultores y la clase media les signieron. No hay casi un
trabajador, en activo o pensionado, que no forme, al menos psi-
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Fundaci\363n Speiro

LA ECONOMIA AL REVES
cológicamente, par,te de un grupo de ¡,resión que incita al Estado
a introducirse~ de una manera o de otra. en los diversos sectores
de la economía. No es de ningún modo exagerado decir que los
grupos de presión económica están instalados dentro del Estado
de una manera semi-institucional y que la injerencia del
dicho
Estado

en toda la economía está hoy en curso de completarse.
"Llamado por los mismos interesados,
el Estado se inmiscuye en
la totalidad del proceso económico." Pareoe ser, pues, que los
detentares del poder económico hayan completamente subyugado
a los dueños del poder
¡político y
que, hasta en muchos casos y
durante períodos más o menos larg-os, se substituyen a ellos, di­
rectamente o por medio de personas interpuestas.
Nada de esto debe ser así. Al Estado le corresponde
,ser una
entidad

política y no puede rigurosamente transformarse en otra
cosa sin desaparecer, o dicho de otra manera, sin arrastrar .en
su ruina a la sociedad de la que ,es llave principal. Y esto es así
porque la función inalienable e inmutable del Estado es la de ser el
guardián del

interés general y no puede "asumir la tarea de
satisfacer los intereses", siempre· particular.es, como se verá, de
la -economía, "sin vaciar éstos de su substancia y convertirles en
interés general". La experiencia confirma, por otra ¡parte, este
pr1ndpio, que

no suire excepciones: pues
ha sido siempre en
nombre del interés general, que el Estado ha intervenido, inter­
viene o intervendrá en éste o en otro seotor industrial. El sostén
acordado por el Estado a la industria catibonera se ha justificado
a este titulo, y la comunidad .entera, cuya carga tiene el Estado,
es la que ha soportado el peso. Aunque concedamos que la in­
jerencia del Estado esté causada por la presión de las potencias
financieras y sindicales, ooaligadas al fin preciso de mantener sus
poderes respectivos, la una sobre un capital material y la otra
sobre un capital humano que, sin subsidios, estarían abocadas a la
desaparición; aunque deduzcamos que las potencias económicas
han triunfado en esta ocasión del poder del Estado y ,se han
substituido en su autoridad, sigue siendo
e1 Estado
el que "so­
cializa", más o menos profundamente, un sector de fa economía,
absorbiendo así los intereses partireufares en el interés general. Es
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Fundaci\363n Speiro

MAR.CEL DE COR.TE
el Estado y únicamente el Estado el que decide pasar tal porción
de fa economía de la rúbrica "privada" a la "pública". Sin el
Estado, que no -emite nunca más que decisiones políticas, las ma­
niobras de los grupos de pvesión económica serían vanas. A me­
nos de reducir a su discreción a todo el resto de
ía sociedad,
está

bastante claro que no
podrían alcanzar
sus fines.
La econo­
mía desemboca necesariamente ,en la política, se socializa, se co­
lectiviza desde el momento en que apeía al Estado ¡:,ara suplir
los
fallos de
los productores eu su propio dominio. En todo caso,
los detentores de la potencia económica que quieren
aumenta, su
imperio, obligando al Estado a sostener sus empresas o a man­
tenerlas artificialmente y a tomar a su cargo sus deudas, se enga­
ñan

con su victoria.
k'\.l recurrir
al Estado hacen bascular
infali­
blemente

la economía del nivel privado al público. En lugar de
asumir los riesgos, los reveses y los
fallos que

,toda empresa hu­
mana lleva -en sí, se -convierten ,en parásitos del poder .político.
Creen dirigir al
Estado, pero,

de hecho, es éste
el que -los opri­
me, toma una hipoteca sobre ellos y acaba, bajo las poesiones uni­
versales y coaligadas de todas las fuerzas {más exactamente, de todas
.ías debilidades)

económicas, ,por
convertirse en el

único
motor de la economía y el solo propietario de fos medios de pro­
ducción.
Todavía no hemos llegado a esto, pero nos aproximamos cada
vez más. No tratemos de olvidar esta gran evidencia, que casi
siempre ocultan
entre la
maleza
los que tienen en sus manos los
hilos
de un sistema eeonó,mico híbrido {y estéril en_ su mayor
parte} que "individualiza
fas ganancias" y "socializa las pérdi­
das": la intervención del ,Estado en favor de un determinado
grupo particular ,se hace "necesariamente en detrimento demás" y arrastra, por esto mismo, una reacción ci:rcular que
encierra y agrava oontinuamente el proceso, de tal manera que
se efect,úa "en perjuicio de todos". La frontera del dominio ,pú­
blico

y el
privado antes fluctuaba

entre
limites severamente
es­
trechos, que -solamente en circunstancias excepcionales se permi­
tía temporalmente pasar, se desplaza ahora continuamente en pro­
vecho de la autoridad del Estado. For una parte, éste incita,
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Fundaci\363n Speiro

LA ECONOMIA AL REVES
por todos los medios, a la .economía a aumentar su producción a
fin de
incrementar la
masa líquida de que
poder disponer ¡,ara
complacer a sus

favoritos del momento. Por otro lado,
extenúa
la

productividad con
impuestos cada
vez mayores,
obligándola, en
consecueru::ia,a apoyaTse en el poder público.
IIL UN· RÉGIM!lN rn¡ UNA NOVEDAD PRODIGIOSA.
La economía -contemporánea se encuentra de -este modo com­
prometida· y dentro de una bomba aspirante-expelente, cuyo mo­
tor es
el Estado y no ya la relación privada de ,productor a con­
sumidor. De una" reivindicación en otra y de -satisfacción en satis­
faCCión dada,· Se encuentra en un ciclo, cuyo .final es mantenerse
de un modo
"nominal" ·en la· -cartegoría privada Y. 'ciar su paso
"efectivo" a la ¡pública. Más exactamente, puesto que lo públi­
co y lo privado no tienen más que una
signi:ficación recíproca
y
que la
desaparición del

uno arrastra el "no ha lugar" del otro,
su -categoría de "púrblica" se desvanece a 'SU vez.-y a no hay ·in­
terés

general,
puesto que

no hay intereses
particnlaTes, Y si

no
hay interés general,
oo hay ya Estado,

y si conservamos este
nombre es por costumbre
y a falta de otra ¡,ala.bra. Si ya no hay
intereses partictÍlarés que ooricuerden entre· sí dellt:ro ·de laS re­
laciones priVadas, no quedan -más qtie individúos anóni111os, cuyas
relaciones son mecánicamente ordenadas- por un poder-anónimo~
omnipotente y ubicuo, Es nna sociedad de insectos, "el perfecto
y definitivo hormiguero",
hacia el que vamos a grandes pasos.
Y como un poder anónimo es una ficción,· es el reino de las vo­
luntades de ,poder disimuladas detrás de !la cortina de humo de
viejas ,palabras que han perdido sn
significado, que ya no quieren
decir nada y que, queriendo parecer al,go, nos impiden ver "la
prodigiosa novedad'' del régimen en el que nos hundimos pro­
gresivamente y al que "todavía no se le ha encontrado nombré".
Lo que hoy llamamos ·tota.1-itarisnio no es más que un 1"idículo es­
bozo. En él se supone todavía una oposición larvada. El nuevo
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MARCEL DE COR1'E
régimen se instaura con el consentimiento unánime de sus víc­
timas.
El instinto de conservación vita:l que anima al ser humano
y con respecto al cual la economía, creadora "del vivir", es el
completo desarrollo, nos oculta esta evolución acelerada. La eco­
nomía "parece progresar indefinidamente". Parece resiStir sin
grandes perjuicios a las injerencias múltipl,es, crecientes e incohe­
rentes del Estado, que da satisfacción a .todas las presiones qne
sufre, según ·el peso físico, en cierto modo, de los intereses par­
ticulares, individuales o colectivos, en juego, y no "Según -el interés
general, del que ya no es gnacrdián desde hace tiempo. El hom­
bre -reacciona espontáneamente a los a-oontecimientos que le afee­
.tan. Su capacidad de resistencia y de adaptación de ambiente en el
que está metido parecen ilimitadas. Sin cesar inventa nuevos
medios
¡para establecer
entre
él y 1as circunstancias que le ro­
dean un equilibrio externo que ¡prolonga el interno, que consti­
tuye ·su vida y .sin el cual estaría condenado a desaparecer, como
tautas otras especies. de animales. Puede uno preguntarse si este
reparto
eurítmico de los

factores vitales
indispensables a
su exis­
tencia no está su1iriendo temibles ¡perturbaciones. No es exage­
rado pretender que a medida que el hombre se adueña de las
necesidades de la naturaleza para
aprovecharse de
ellas se con­
vierte cada vez más en .esclavo de una "sociedad", si todavía se
puede emplear •tal nombre, cuyos imperativos despiadados le su­
jetan, le utilizan simplemente
romo un
medio
hacia lo
que
la loga­
maquia actual nombra descaradamente "la liberación de la huma­
nidad de toda alienación". El "mundo nuevo" que nos prometen
los marxistas y sus competidores cristianos desemboca dialéctica­
mente en esta
contradioción suprema, pero la humanidad fasci­
nada y ciega por
la voluntad del poder que le dirige se apercibe,
cada vez menos, que el infierno consiste, segrún Ia fu-ase de Simo­
ne 'Weil, en creerse por
-error en

el paraíso.
"La última adapta­
ción del hombre al medio del que quiere adueñarse es su retro­ ceso al nivel de las cosas
sobre las
que ejerce su poder soberano.
Es la frase del suicida." Hay un
-límite pasado el cual el acopla-
136
Fundaci\363n Speiro

LA ECONOMIA AL REVES
miento del hombre al mundo exterior se transforma en la absor­
ción del primero
por el segundo.
El crecimiento
prodigioso de
la producción en la época con­
temporánea contribuye también a engañarnos. A
pesar de

una
fiscalidad delirante y una r€¡¡lamentación cancerosa, 1a economía
ha podido hasta hoy mantener nna escala bastante regular de
crecimiento. A fas intervenciones estatales cuyos costes en canti­
dad y calidad provocan la escasez en el seno de la abundancia,
ha reaccionado siempre con una creación :reforzada. Pero, ¿ quién
puede imaginar por un solo instante que esta .progresión no ten­
drá
fin? Los_ "álamos no suben hasta el cielo", decía Bainville.
Siempre llega el momento en el que 1a invención técnica se ahoga,
en que la diferencia entre el precio de venta y el de
coste que
trata

de defender contra la
bulimia del Estado mengua hasta el
punto de desapaTecer, -en que el impuesto devora el líquido im­
ponible, o la auto-financiación, necesaria a1 crecimiento, se hace
imposible. Pero como este

momento no es inmediato, uno se per­
suade de que no llegará nunca. Se _convence de tal forma, que al
menor
n-etraso de
la producción
a¡pelá al Estado { que lo está de­
seando, puesto que es su parásito)
para avivar
el impulso, sin
darse cuenta que este estímulo llama a otro y éste a un tercero,
y, -en fin de cuentas, la economía, -rendida, tiene que dar paso a
un mecanismo burocrático,
y su vitalidad extenuada a un cúmu­
lo de aparatos de prótesis.
Qu-eda todavía "la inflación", que ya se sabe que es el es­
tupefaciente por excelencia que utilizan los Estados para camu­
ffar ·la

derrota de su injerencia en
la economía.
Es de notar que
la inflación se ha
manifestado, desde el final

de la guerra mun­
dial, en todos los Estados donde la economía está en expansión.
La causa ,es simple; consiste mucho menos en el exceso de la
demanda sobre la oferta (puesto que la economía produce cada
vez más} que en el aumento extraordinario del coste de dicha
producción, provocado por el choque en cadena de las interven­
ciones del Estado en ella.
No hay
una sola actividad
del Es­
tado

dentro de
su dominio
que no resulte deficitaria y no deba
ser rellenada por el impuesto, o el préstamo, que es una forma
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Fundaci\363n Speiro

MARCBL DB CORTE
disimulada de impuesto. Esto ha de operarse, evidentemente, sobre
la producción y aumenta sus gastos de .tal forma que cuanto más
se eleva -ésta más se inflan los gastos, provocando -un alza ge­
neral de pre<:ios. Esta, a su vez, incita a pedidos anticipados de
com¡pra, que

producen un sobresalto en la producción, seguido
de una inflación suplementaria formando bola de nieve; y esto
obliga al Estado a otras intervenciones masivas, cada vez más
profundas y, en consecuencia, más dispendiosas, que Ia acentúan
sin descanso.
Se puede demostrar de otra manera que es sólo el Estado, o
casi él solo, el responsable de la inflación que le mata. Hemos
visto

que los grupos tratan de echarse, unos sobre otros, la car­
ga de las intervenciones que han obtenido del Estado y que este
proceso tiende a girar .sobre sí mismo. Pero la situación relativa
de cada grupo en el conjunto de la economía está determinada
por la estructura de los precios y el
repa,rto de
las
rentas como
el mercado las establece. Mientras que los grupos se adaptao a
esta unión monetaria que, ¡por intermedio del mercado, fija· sus
posiciones relativas, las :relaciones no sufren ninguna presión de
carácter inflacionista. Pero si
todos, en
un movimiento -rotativo,
quieren ensanchar su parte de renta nacional contando con el
Estado, está claro que cada uno de ellos tiene, desde entonces, la
facultad de gastar
por encima de sus recursos normales sin
arriesgar la prisión; es el Estado, que nunca se declarará en quiebra, el que les autoriza al soco­
rrerles. Cuando se
cierra el

círculo y no queda ningún grupo
que desplumar en beneficio de los otros,
el Estado

es arrastrado
a una ronda inflacionista, que ya no puede parar y que da la ilusión de que todo "rueda bien", cuando
la realidad es que
"rueda loco".
Puede ser verdad que los Estados no vao nunca a la quiebra.
Pero hacen algo peor; como esos globos hinchados con exceso,
esta11an. Viene la revolución y surge ineludiblemente una nueva
sociedad reoonstituida alrededor de un grupo de presión más di­
námica, mejor dirigida, que domina todos los otros, ocupa sólo
los ,puestos de mando del Estado y realiza la perfecta confusión de
138
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LA ECONOMIA AL REVES
lo económico y 1o político propia de las ;'sociedades de insectos".
Tal Estado no
:puede ser
más que totalitario.
Que
esta revolución

pueda hacerse más lentamente, con
toda
clase de artificios, que su desarrollo sea dosificado, "planificado",
''.estructurado" y, ¡por tanto, menos visible, no importa; hemos
llegado ahí. La insensible compenetración del Estado y la econo­
mía,

de lo público y lo ¡privado,
'Se continúa bajo nuestros

ojos
cada día,
con variaciones perezosas, que .tardan generalmente

tan­
to
tiempo en

llevarse a cabo (como esas aguas de
infiltración
que

bajan
,por dos
pendientes
opuestas creando
una .laguna y ni­
velándolas poco a :poco por su base), que nos quedamos asombra­
dos, a veinte o treinta año,s de distancia, al comprobar su ampli­
tud. Desde la Liberación, un cambio radical se ha operado en el
Estado y en la economía, cuya naturaleza
paradoxal es
tal que
las generaciones futuras, si les queda
algún radocinio, tienen

que
aca,,bar ¡por comprender su extravagancia. Los -existencialista:s no
están equivocados calificando el mundo actual de a,bsurdo; lo es
aiún más, y su diagnóstico no va ail punto neurálgico del sistema.
En
efecto ;

el Estado
r.efuerza sin
cesar su potencia y al mismo
tiempo la debilita.
Exactamente lo mismo

sucede con la economía ;
se activa y acelera su ritmo, al mismo tiempo que
se estaciona
en

una situación febril, cuyas altas y
.bajas temperaturas alternas,
reveladas
por el termómetro monetario, descuhren la giravedad
crónica.

Desplazando
continuamente las

bornas que separan lo
público de lo privado,
el Estado exrtiende y acrecenta su potencia,
pero como actúa -en esta drcunstancia bajo fa presión de los gru­
pos económicos, la contrae
!Y la

enerva.
Su :poderío

se dilata den­
tro
de la medida en que es menos Estado, poder supremo al ser­
vicio del bien público. Si dirige, cada vez más, también es diri­
gido. Af efectuair unas tareas ¡para las cuales no ha sido hecho,
se usa y extenúa. En lógica se diría que pierde en comprensión
lo que gana en extensión. Al no
cumplir ya
su misión natural,
que es dedicarse a
la defensa y perfeccionamiento del

bien co­
mún, se vacía de su sustancia, y su vacuidad es inmediatamente
rellenada por los intereses pa-rticulares que le destruyan todavía
más. A pesar de sus disputas y luchas, éstos se coaligan en con-
139
Fundaci\363n Speiro

MARCEL DE CORTE
tra de él. Al extender su campo de acción, le paralizan. Al final,
un Estado que hubiese invadido en toda su extensión lo priva­
do, no sería ya un Estado, sino un enorme poder despótico, ejer­
ciendo sobre una inmensa máquina industrial y únicamente des­
tinado a perpetrar el
monopolio de

los que, de una forma cual­
quiera o ·bajo la
máscara de

cualquier
ideología, se
hubiesen
a,poderado de

ella. Toda noción de bien
¡,articular o
común habién­
dose desvanecido
no habría

a la vista
ningún otro,
salvo el que
tienen exclusivamente sus detentores. Sería el poder discrecional
e ilimitado de una asociación de rna:lhechores. Y a no sería un
Estado más que por usurpación del nombre. El "estadismo" es
la muerte del ·Estado.
El mismo razonamiento fundado sobre idénticas observacio­
nes ·es válido para la economía; ésta produce cada vez más, res­
pondiendo, bien a la presión fiscal del Poder o a las inyecciones
de energía artificial debidas a ese mismo poder, o bien a la com­
binación de estas dos reacciones. Pero oomo este flujo de pro­
ducción es captado cada vez más por el Estado colocado bajo su
dependencia,
la economía aumenta su débito sólo para multiplicar
la influencia de los poderes públicos sobre ella, y desvía así su
propia finalidad que es
el consumidor, en carne y hueso, sólo ser
en el mundo que da sentido a 1a producción, fo confiere existencia
y la justifica, marcando así a la economía un indeleble carácter
"privado" y ésta :pierde cada vez más su razón de ser. Si es
verdad que 1a esencia de un
ser es
su fin, se
amputa de
su esen­
cia. Ya no es más que una economía de productores, parásito del
Estado moderno y del que, a ·su vez, el Estado moderno es su
parásito. Ya no tiene de economía más que
el nombre. Es el
instrumento del cual se sirven los productores del más bajo al
más alto ,escalón pa·ra volver hacia ellos la riqueza que arrastra.
Hacer correr

la economía en contra de
la corriente necesita una
enocme fuerza capaz de obligar la conducta humana en el sentido
contrarío a lo espontáneo, y para ello hay que recurrir inevitable­
mente al Estado, máximo
poder. Pero

como la economía es una
actividad cuyo carácter privado -recae, en ,función de su fin, so­
bre su mismo origen, es infalible que una economía de produc-
140
Fundaci\363n Speiro

LA ECONOMIA AL REVES
lores debe abandonar esta marca específica que, por otra parte,
trata

de
oonservar y que se transforme en colectiva, con todo el
desprecio, justificado entonces, por
el consumidor que esta so­
cialización lleva en sí. Es rigurosamente imposible socializar la
consumición, que será siempre privada.
Una vez cerrado el ciclo de intervenciones del Estado, nada
es
más fácil que reunir
;bajo un
solo jefe los diferentes sectores
de la producción y rolectivizarla.
La operación se hace por sí
sola.
Pero es un engaño,
seg,ún hemos
visto.
La llamada de los
productores

al
Estado, o más exactamente, a lo que hoy lleva este
nombre,
oonduce a poner a:l Estado entae las manos de una maffia
parasitaria, que alimenta su voluntad de [)Oder con esta economía
(puesto que aún
hay que llamarla así, a falta de nombre ade­
cuado)
a la que
ha convertido en su presa.
El ejemplo de Rusia lo comprueba: la edificación del socia­
lismo, o
sea de

uua economía de productores
{ de
verdaderos
pro­
ductores, los obreros,

los campesinos), consiste en despojar a és­
tos de todo
poder económico

y político y transferir
el producto de
este -rapto a "una nueva clase dirigente'~, la cual, al no mirar más
que
por su

propia conservación
y el aumento de su poderío, no
puede tener piedad de nada.
Toda desobediencia al principio de identidad se
paga; no
se
puede confundir lo público con
Jo privado

sin arruinar al
Estado
y a la economía y reemplazarlos ¡por • sus ersatz.
U na consecuencia imnensa y de extrema importancia para el
destino de ,]a civilización le sigue: las entidades ambiguas que
llamamos
Estado y Economía se mecanizan y funcionarizan cada
vez más, mientras que su simbiosis engendra un tipo de socie­
dad, inédita en la historia, que se ha propuesto llamar "sociedad
industrial".
IV, Lo QUE LLAMAN SOCIEDAD INDUSTRIAL.
La degeneración de lo vital en lo económico, de la que ha­
bla Bergson a .propósito de las sociedades que declinan, es, sin
duda, el síntoma más grave de la enfermedad que roe nuestra
141
Fundaci\363n Speiro

MARCEL DE CORTE
civilización, floreciente en a.pariencia. Es inevitable desde el mo­
mento que las relaciones entre el
Esta,do y
la economía no están
reglamentadas por sus finalidades naturales respectivas, tal como
las codifican 1a costumbre y el derecho. Al amalgamarse el Es­
tado
y la economía, se deshacen de su propio ser, hecho para los
fines que persiguen: "vivía:-" y "vivir bien", el interés privado
y el público. La capacidad de adaptación al cambio, que carac­
teriza esencialmente todo organismo vivo, ~es falta cada vez más.
Pierden vitalidad y sUtPlen su carencia, segregando innumera:bles
mecanismos

de reemplazo. Ni la mentalidad de
los detentares
del
poder
público, ni

la de los diferentes posesores del
poder econó­
mico, han JJodido ajustarse orgánicamente, transformación que hace
pasar la totalidad de los bienes de consumo, de una forma de
producción estática, a otra dinámica. Por fa ,primera vez en su
historia, la humanidad afronta el problema de la abundancia y lo
hace en disposiciones ;psicológicas, morales y sociales, completa­
mente impregnadas todavía de la resonancia debida a la obsesión
de la escasez o de
la penuria. El Estado y los productores recrean
inmediatamente con su .forma de aduar una economía de esca­
seces que deben compensar, bajo la ¡presión del sistema nuevo en
el que están implicados, por una especie de idolatría de
1a pro­
ducción por la producción, una
~eligión del

trabajo
y un ;feti­
chismo

de lo que
podíamo~ llamar '1a producción

improductiva"
o 1a "máquina de hacer y cerrar agujeros". Aun suponiendo .que
la producción esté en alza, hay que preguntarse si ~a el con­
junto de una determinada sociedad y
por el
juego de
la bomba
aspirante-ex;pelente de

la que hemos hablado
no habrá

costado al
final demasiado cara "a falta de estar basada sobre la sola
finali­
dad

que puede reglamentarla":
el consumidor.
De hecho,
el Estado se apar-ta de su fin natural, la busca y
el
mantenimiento del bien común,
y dedica todos sus esfuerzos
a la imposible satisfacción de los
intereses particulares
de
todos
los

grupos productores, despreocupado de la finalidad natural
de la economía; es como el tonel de las
Danaidas.
Todo

lo que funciona al contrario de la naturaleza de
las co­
sas exige artificios más numerosos cada vez. Así podemos con-
142
Fundaci\363n Speiro

LA ECONOMJA AL R.BVES
templar esta aberración de una economía eu ¡,leno desarrollo que
carga con
a¡paratos de
prótesis múltiples.
La lista no tiene fin.
Parece

ser que no hay un solo Estado occidental que
couozca el
número

y el coste
exacto de las institucioues paraestatales

que
ha
creado para introducir un orden .ficticio y mecánico -en una eco­
nomía qne ya no sabe adónde va. "Proliferan, decia Chu~chill,
como

los conejos eu Australia, sin que
dispongamos del
virus de
la mixomatosis que podría destruirles." Estos di~itivos que
pretenden ser cmrectores son, de toda evidencia, tributarios de
una mentalidad estática y
resultan un
freno continuo del solo
sector de
la actividad humana, en el que nuestro tiempo manifies­
ta todavía un espíritu de creación. Oscilando de este modo entre
la escasez y la a:bundancia,
la economía está continuamente en
desequilibrio; la crisis apunta bajo la aparente
prosperidad. Y
para
¡,aliar esta inestabilidad, de

la que el más mínimo incidente
puede acrecentar desmesuradamente
la amplitud latente y desen­
cadenar una especie de seísmo social, como lo demostró la pro­
testa estudiantil

de mayo de 1968 en Francia, los Estados no
han encontrado otra cosa que un sistema de pesos y contrapesos, cuya lentitud y puesta en marcha provocan un enorme desperdi­
cio de -energía y la regresión de la economía a una etapa que pa­
recía

concluida en nuestra historia.
La -economía se hace artificial, a su vez, con una 1'"ápida ca­
dencia. Entre los fenómenos
económicos :reales y su interpreta·­
ción, la diferencia m,ece enormemente. La simplicidad del acto,
que consiste en producir bienes de consumo en .beneficio del con­
sumidor,
queda enterrada
.bajo un montón de abstracciones des­
dibujadas o a¡plastadas .bajo la rueda de molino de los cálculos,
no

figurativos, que expulsan de ella su finalidad.
El seutido de
la economía no proviene ya de las actividades
económicas ~eales, ni del fin que la naturaleza les impone. Está
impuesto
a los fenómenos económicos por el mismo sabio que
construye completamente los moldes en los cuales vierte la ma­
teria anteriormente preparada,
ta:n maleable, informe y despro­
vista de su propia significación como ·sea posible. Ya no es la realidad física pedida .por el consumidoir que entra, como tal, en
143
Fundaci\363n Speiro

MAR.CEL DE COR:IE
el circuito de la economía viva. Es una entidad sin volumen, ni
superficie, ni

contornos, ni color, ni olor, rigurosamente imper­
ceptible a los sentidos y que no tiene ya nada de "bien de con­
sumo". Dicho de otra manera, es un objeto imaginario, análogo
a una
-sustancia plástica
o a un
material -cualquiera, al cual el
economista da una forma, exactamente como el obrero a la cosa
qne trabaja, con la sola diferencia que la sustancia plástica, el
material, la cosa trabajada, son realidades tangibles, mientras
que
el .hilo que une el objeto imaginario a la realidad es cada vez
más imaginario. Como la propiedad del objeto
imagillM"io es
la
de ,prestarse a todas
las combinaciones,

a todos los arreglos, a
todas las estructuraciones, el economista se encuentra, más o me­
nos, como el técnico delante del montaje de una máquina cuyas
partes están separadas y desparramadas. Tiene que
ponerlas en
orden y formar una estructura en lo que está, ,por hipótesis, pri­
vado de orden y de estructura. Es el técnico de la Organización
de la desorganización económica. Como este orden y esta estruc­
tura no vienen ya de la realidad económica, definida por su fina­
lidad,

ni de la naturaleza de las cosas, tiene entonces, con
el apo­
yo del poder político, que
imponedo desde fuera como el ,plano
de una máquina a sus diversas piezas. El técnico de la economía
se convierte así, con la mayor facilidad, aunque no sea más que
para verificar su sistema, en un tecnócrata. El Estado sin ca­
beza llama en su socorro al técnico. -sin brazos para constituir ese
monstruo con mil cabezas y mil brazos qne es el Estado tecnocrá­
tico moderno.
A los .~rupos de presión arriba enumerados se añade así 1a
tribu út! los tecnócratas. Manejando las palancas que mandan, en
la sala de máquinas destinadas. a poner en movimiento la ad:ividad
humana, justo en el punto de intersección {o de fusión) del Es­
tado y la economía, su poder es cada vez más temible,
puesto que
se

multiplica a medida que el
Estado y >la economía
exhiben
fas
debilidades

de su gigantismo respectivo. Tienden a formar un
solo cuerpo con
los maquinistas y los que ,tiran los hilos del sis­
tema político-económico así construido. Adquieren su voluntad
de potencia, mientras aquéllos adoptan sus técnicas.
144
Fundaci\363n Speiro

LA ECONOMIA AL REVES
No hay casi necesidad de_ insistid-sobre ello. La eliminación
de la finalidad natural de
la_ economía y su reeJI\P)azamiento por
estructuras artificiales significan la prisión de la actividad polí­
tico-económica de los seres humanos "en un sistema mecánico"
del que sólo algunos iniciados conocen el manejo y la maquinaria,
cada vez más
complej,i. La locura de nuestros contemporáneos
atribuye a estos tecnócratas el ·nombre de "·Sabios", con Ja ma­
y:úscula hinchada que es de rigor.
Se
puede comparar esta situación

con la de un organismo
cuya vitalidad se
descompone, y

sustrayéndose a la ley
fi,md que
la dirige se .transforma en máquina productora de células,
cada
vez

más
numerosa;s y cada vez más anáTquicas. Una fecundidad
celular que no obedece a la ley de la vida degenera en cáncer mor­
ral. Es

el mal que
padecen las
sociedades modernas. Un sector
"terciario" compuesto de centenares de millares de metástasis y
formado por el personal de la ¡política, la administración, el fisco,
la sanidad, el deporte, la investigación universitaria, la ciencia,
el arte, la planificación, etc., invade el tejido social, antes elástico
y reactivo, se une a él y le automatiza. Canceroso, este sector se
paraliza.

Moviliza a su servicio todo e1 dinamismo eoonómico de
la nación e invierte su sentido; fa .finalidad de la economía es
captada desde el manantial e intmducida en las canalizaciones que
transportan su

poder
para alimentar,
consolidar y
extender la
tecnocracia. Las estadísticas no mienten y nos revelan el pro­
digioso crecimiento del funcionarismo, codificado por Parkinson
en una ley célebre: 1
+ 1 = 3. Todos los países lo ponen de
manifiesto. No sé cuál economista ,ruso ha calculado recientemen­
te que ¡ la sola preparación del ,plan quinquenal 1980 enrolará,
solamente
para trasladarlo

al
papel, a toda la población actual
de la URSS.!
La economía moderna, por próspera que pai-ezca, es una eco­
nomía "que gi,ra hacia atrás, en contra de su finalidad natural".
Abramos los ojOs y mi.remos. La economía moderna es una "eco­
nomía de ¡productores" y acentúa sin cesar esta característica.
Todos los productores, a cualquier- nivel que pertenezcan, pre­
tenden volver hacia ellos solos, .bien divididos o ooa1igados, el
145

Fundaci\363n Speiro

MAR.GEL DE CORTE
flujo de la productividad, de la que se proclaman la causa exclu­
siva. Como se trata de una operación "oontra natura" recurren,
pa,-a ello, al poder del Estado, al que cargan de esta manera con
una

función incompatible
con su

finalidad natural ; la busca y
el
refuerzo del bien común. Llegan,· sin saberlo, o a sabiendas, hasta
substituirse a 1a sociedad tradicional, más bien a lo que queda
de
ella, un

tipo de comunidad
sin ninguna re>,ponsabilidad his­
tórica
y cuya viabilidad está sujeta a caudón. Que se trate de
una "sociedad" compuesta únicamente de "trabajadores" ma­
nuales e intelectuales, a
1.a manera marxista, o de una "sociedad"
llamada "industrial", a -la americana, sólo la calidad de "¡produc­
tores" interviene para determinar su esencia y -existencia. El con­
sumidor no
ejerce más.

que la función inferior e instrumental de
intermediario, y esto, únicamente, porque el productor está obli­
gado a apela,-a él para que 1a máquina gire y que el circuito que
va de productor a
consumidm-quede
cerrado.
El fir, de la eco"
nmnía
es así, por tanto, el prodiictur a todos los "niveles". Y
como de nuevo hay
alú un

contrasentido al ordeo natural, se es­
fuerzan en transformar a todos los hombres
en productores,

de tal
forma que la
producción se infla peligrosamente

y
disimula la
fiebre

de la que sufre la economía bajo
el nombre menos malsano
de "recaleotamieuto".
-El aumeoto

de la producción del que se glo­
rifican está a:sí destinado no -sólo a pa:gar las intervenciones one­
rosas del Estado en los diversos sectores desfallecidos de la pro­
ducción, sino, además, a satisfacer las mfütiples reivindicaciones
de los productores y, en definitiva, a garantizar el reparto uni­
versal de beneficios al que tiende, bajo diversas deoominaciones
calmantes, el Estado, colonizado por los productores o por sus
mandatarios. El Estado se convierte únicamente en el órgano de
redistribución a los productores, de la riqueza producida y del
acrecentamiento de
la producción. La operación se lleva a cabo
por múltiples canales, con
frecuencia invisibles,
obteoción de nue­
vos mercados, subsidios, ventajas sociales, etc. Se llega a fin de
cuentas a "producir" porque si y a erigir la producción en cri­
terio "único" de la salud de una sociedad moderna y de fa soli­
dez de su economía.
146
Fundaci\363n Speiro

LA ECONOMIA AL REVES
V. LA FINALIDAD DE LA ,¡c;ONoMÍA.
¿ No es evidente, por el contrario, que "se produc-e paira con­
sumir"? Como todos los princi,pios que rigen lo real, el pensa­
miento y la acción, esto se ve claro al examinar sus términos. No
necesita demostración y, por lo tanto, está por encima de todas
las observaciones o inspocciones. Se impone directamente al es­
píritu y nadie podría discutirlo sin negar a
la vez el principio
universal de la finalidad. "Todo ser actúa con un fin."
No :tenemos, desgraciadamente, para estas evidencias .resplan­
decientes que ·salen de la realidad más que ojos de búho; como
hacía

notar Aristóteles.
Esta
onubilización del pensamiento arrte

las mayores eviden­
cias
ex¡plica la crisis y los callejones sin salida en los que se
compromete la humanidad.
Hay períodos en la historia en los que los hombres no ven la
realidad con
los ojos

del espíritu; sujetos a los de la carne, no
se dan cuenta de 1a enorme ·e:x1pansión de la economía que ven
por todas partes, y el porcentaje de la producción en alza ocupa
el lugar de su pensamiento. El ,consumidor, del que, en definitiva,
no se pueden .pasar, se ahoga en una abstracción gigante: el con­
sumo. La ley de multitudes le traga, mezcla, digiere y funde en
una entidad colectiva sin cuerpo ni cara; ªFrancia ha consumido
tantos hectolitros de vino o de leche; ha comprado tantos coches
este año". A la sociedad de productores corresponde así "una so­
ciedad anónima y global de oonsumo", dentro de fa cual los con­
sumidores se sumergen como las células dentro del plasma san­
guíneo; brillantes si la próduoción alimenticia de este líquido vi­
tal es fuerte; anémicos y cloróticos si es débil.
La sociedad de consumo, tan cacareada hoy entre ciertos me-:
dios, es necesaria a la sociedad de productores para subsistir.
Es
la rueda que les permite avanzar. Pero como las dimensiones
crecen en la misma medida que la producción, 1a rueda ciiece de
tal
forma que cor.re el riesgo de inmovilizarse. La fuerza de su
inercia. aumenta· a la cadencia del tratamíento que sigue. Las
147
Fundaci\363n Speiro

MARCEL DE CORIE
abstracciones se van tragando todo, hasta el momento en que se
da uno cuenta de que no queda nada.
¿ No resulta evidente, otra vez, que el fin de la economía no
es el consumo, sino el consumidor? ... y decimos el consumidor, el
individuo en carne
y hueso, ,provisto de un cuerpo que, como tal,
es

el único capaz de consumir bienes { un ser moral, Frrancia, no
puede), el ser humano, dotado de razón, de voluntad, de libertad
y

,responsabilidad, con un alma encarnada en un cuerpo, del que
es inseparable. No hay rigurosamente
ningún otro ser

en
el mun­
do que pueda consumir bienes más que el ser animado, y
espe­
cialmente, en el caso de la economía, el hombre "concreto".
El

proceso económico desemboca en un ser humano cuya
naturaleza, facultades y destino sobrepasa infin amente la calidad
de
producbOr de la que puede estar revestido y que, com¡prome­
tiéndole

en la fabricación de cosas materiales que le fuesen ajenas,
le vaciaría de su esencia si no fuese más que productor. Por muy
prestigiosas que sean las creaciones humanas, de su genio en el
dominio de la producción y aun en el del arte no son nada ante
el valor del propio hombre. Para salvar una vida nadie dudaría
en sacrificar una obra de arte. El hombre es siempre superior a
sus producciones y a su arte; lo que "es" sobrepasa a lo que
''hace''.
Así el consumidor no es sólo la condición de la producción,
es
la causa de que ésta exista y su solo fin posible. Su papel no
es el de absorber
el flujo de la producción como un vaso cuyo
volumen se dilatase indefinidamente. "El consumidor no consume
jamás por consumir." Basta observar
su comportamiento. Con­
sume para vivir. "Urtiliza" los bienes materiales producidos a su
intención con vistas al cumplimiento de sn ser y al solo fin po­
sible que persigue el ser humano:
su felicidad,
la satisfacción
plena de todas sus aspiraciones individuales, sociales, científicas,
estéticas, religiosas, conquistar una situación en la que nada le
falte. Y el primer paso hacia ello es, evidentemente, la satisfac­
ción de sus necesidades materiales, la .posesión de estos bienes
que le :permitan "vivir" y que son -como la peana o -el trampolín
para "vivir mejor", para la ascensión a un estado específicamen-
148
Fundaci\363n Speiro

LA ECONOMIA AL REVES
te hwnano. La economía cuyo "fin" es el ~onsumidor es también
uno de los
"medios" de
los que .se sirve para llegar a .realizarse
como ser humano.
Es, pues, como todo medio, .terminada y or­
denada por los valores superiores implicados en el destino del
hombre y su
cum,plimiento. Sin
la moral, el derecho y la reli­
gión, la
economía escapa al princ~io de finalidad que

la gobierna
y se vuelve un contrasentido. Nunca se insistirá demasiado sobre este punto. El consumi­
dor no será nunca esa especie de
receptáculo elástico,

cuya mul­
tiplicación engendra

un solo y único
receptáeulo gigante
llamado
"-consumo".
El "consumo" no consume, io mismo que la existencia no
existe. No es más que uno de esos nombres,
llave maestra,
de los
que se sirve el pensamiento que no se resigna a las evidencias del
sentido común y lo
proyecta hacia el exterior para hacer de él
un objeto, una de sus construcciones mentales.
Lo que existe en
economía, frente a los productores, son los consumidores "in­
dividtiales" r(r-epito, una vez más, que no hay otra cosa) que es­
tán cada uno ligado a su ser humano personal y total, como lo
intermedio está unido al
fin último

de la actividad
del hombre.
El análisis "real" del acto económico demuestra que el hombré
no consume nunca por consumir, sino para alcanzar

"a
través'_'
de los bienes materiales consumidos el fin superior al que le des­
tina su
naturaleza. Se

consume
por mil

razones, pero ninguna de
ellas es el solo consumo. La
satisfacción de fas necesidades

mate­
riales más elementales, sin las cual,es no habría consumición~ va
más allá de la sola actividad consumidora. Debemos ver en la sociedad
de. consumo
una especie de
in:
mensa

estómago mitológico, dentro del cual el hombre moderno
se diluye y se convierte a su vez en una
entidad m¡tica. Esta
sociedad

de consumo es el
resultado de
una economía al revés
que, queriendo ser una
economía de

pr,oductores, no puede ase­
gurar su continuidad
cun,tn, natwra más que aislando en el hom­
bre su facultad de consumir con exclusión del resto
y cebándole
a
la cadencia de la producción. Invirtiendo la relación del produc­
tor al consumidor, estaría obligado
para sobrevivir
a adaptar la
149
Fundaci\363n Speiro

MARCEL DE CORTE
consumición ,global a su producción global "¡,or todos los medios".
A.sí es que, repitámosio, porque es en esto y solamente en esto
que
podremos comprenderlo, porque el

Estado y
la economía mo­
derna, lo público
y lo privado, se confunden, que no hay otro me­
dio más poderoso y
eficaz {sobre todo

cuando los Gobiernos que
lo tienen en sus manos son débiles) que ,el ,Estado, poder supremo.
Antes existía la
Iglesia. Pero

desde que la Iglesia se ha abierto
al mundo, tiende ~ convertirse en un Estado más omnipotente
que el mismo Estado
y más universal, _y una "Iglesia" tal (o su
caricatura) es espontáneamente socialista y totalitaria.
Sea como sea, se deduce que el fenómeno mayor de nuestro
tiempo ,es la conquista del
Estado por

las agrupaciones
econ&­
miras, bien diversas o reunidas, de grado o por fuerza; en una
sola. Tal es e1 objetivo de toda eoonomía de productores. Su
efecto es la constitución de una "-sociedad de consumo". La Ru­
sia Soviética está todavía lejos de ello. Pero ésa es su única fina­
lidad.

Si hubiese conquistado el mundo, se
la asimilaría inevita­
blemente en
virtud de

la reducción del hombre en
hamo econ'O­
micusJ "corno ¡presupone su materialismo.
La promoción del feudalismo industrial se efectúa de una
forma -casi automática en una sociedad como fa nuestra a la que
el régimen democrático ha despojado de todo su tejido conjun­
tivo y transformado en una "anti-sociedad", cu,yos elementos
estancos no están unidos entre ellos más que por la similitud de
leyes y de reglamentos y por el fenómeno de
la "información

de­
formante". La erosión de fas comunidades naturales que el indi­
vidualismo,
el subjetivismo y el igualitárismo subyacentes en el
fenómeno democrático han provocado, no ha dejado eutre los
ciudadanos vaporizados y

la caldera estatal de energía totalitaria
diluida o eondensada más que
fa fina pantalla de los "cuerpos in­
terpuestos", degenerados, cuY'os elementos no pueden ya definirse
más
qlle por sus cualidades comunes de productores a niveles
diferentes y por su grado de participación en la producción: aso­
ciaciones
patromt!es, cuadros y

sindicatos de empleados y obreros.
La empresa, en la que encontramos la comunidad natural por
excelencia de la Vida económica, cuyos elementos se sitúan jerár-
150
Fundaci\363n Speiro

LA ECONOMIA AL REVES
quicamente los unos con respecto a los otros, igual que los ór­
ganos de
un mismo
cuerpo
según su
función, su vocación
y las
cualidades que la dirigen, infligen, sin duda,
el más fustigante
mentís a la "anti-sociedad" democrática y atomizada que la ro­
dea por todas partes. Pero se deja desintegrar, poco a poco, bajo
la acción de los factores disolventes que absorbe. Su tendencia
espontánea e irresistible a la verticalidad se ,compertetra, sea como
sea, con las corrientes horizontales y niveladoras del ambiente de­
mocrático. Los diversos factores humanos, articulados orgánica­
mente en su estructura y que hacen de ella una comunidad de
solidaridad
reciproca, se
proyectan
hacia la
"anti-sociedad" y se
estratifican
en un común mimetismo entre las diversas funciones
productoras: en lugar de que patronos, ingenieros,
emplados y
obreros

se sientan sometidos a un mismo destino, del que el éxi­
to o -el fracaso de la empresa constituyen los polos extremos, Ios
patronos se alían, los obrer,os se aglutinan ,y un vasto sector ter­
ciario y flotante -busca un común denominador. La "anti-s moderna no considera en la. empresa más que las capas super­
puestas de que se compone, y las conyierte, en función de su
"igualitarismo" congénito, en "clases" de unid!=l,des idénticas.
No puede ir más allá sin
caer en
el comunismo, que
coloca dog­
máticamente

sobre un
mismo pie a

todos los
"trahajadores y
que fracasa en su reducción igualitaria, ¡puesto que está obligado
a erigir al Estado en jefe solitario
y gigantesco de la economía,
con los

que "manejan los hilos" que este enorme teatro de ma­
rionetas
exige para

funcionar.
Por
otra parte,

si se .reduce a
las con:mnidades
naturales a
1a
porción

congrua, o se las elimina, se
l:a_..s convier,te
fatalmente en
un
sist~ma de

productores, más
o menos reconciliados

o someti­
dos al silencio de un acuerdo ficticio
por un

Estado todopoderoso,
propietario de los medios de producción.
La lógica lo exige. y los
hechos lo proclaman: si se expulsa lo natural de la sociedad, sólo
queda en ella el artificio, su
aSi~o técnic_o, sus

procedimientos
de. tr~bajo y _de expresión; en r~sumen,. todo lo que .concierne a
los mec;anisrpos: _necesarios a la prod_ucción de. objetos. La-sqciedad,
151
Fundaci\363n Speiro

MARCEL DE CORTE
o mejor la "anti-sociedad", tiende así a estar compuesta de pro­
ductores.
Y tal "sociedad" de productores no deja sitio para el con­
sumidor. Se borra el
aspecto "consumidor"
del hombre en pro­
vecho
exclusivo del

"productor".
De hecho, cada vez que el hom­
bre moderno trata de definirse en esta "sociedad" y encontrar
su puesto en ella, recurre a ·su calificación de "¡productor" o de
"trabajador". El lenguaje

actual lo demuestra; cuando queremos
hacernos una idea de alguien, preguntamos : ¿ Qué es lo que hace?
El cimiento del mundo contemporáneo, hay que
repetirlo incan­
swblemente, es

la producción, el
,trabajo, la

industria. Las expre­
siones u civilización industrial" o "sociedad industrial" no se han
acreditado hoy por casualidad, sino simplemente "porque no exis­
ten otras".
Una "sociedad" en fa cual la función del consumidor está
subordinada a
la del productor, no puede ser más que una "so­
ciedad de consumo", o dicho de otra forma y según la definición
misma de la consumición, una "sociedad" que produce objetos
con la intención de destruirlos o de inutilizarlos, con el fin de
sostener la continuidad de la producción y la seguridad automá­
tica de los productores.
VL AcruAR (agir) Y HACI\R (faire).
El análisis lo demuestra. Mientras el consumidor no consume
jamás porque sí, ·sino para "vivir" y, asegurando su vida, cum­
plir como ser humano, e.I productor, tomado como tal y cortado de
su referencia hacia el consumidor, persigue un fin situado fuera
de la línea del bien de la humanidad; la cosa que hacer, el obje­
to que fabricar. Cuando
el consumidor consume, su acto no está
dictado sólo por el instinto,
está integrado en el conjunto de ac­
tividades.

que todo hombre desarrolla para llegar a sus fines mo­
rales y sociales, que .están subordinados a Dios, última finalidad
de
la vida humana. Sn acto es un aclo hwmano dirigido ,por su
inteligencia
y su voluntad, exigido por el
apetito natural
que
152
Fundaci\363n Speiro

LA ECONOMJA AL RBVES
obra en él y que por ser verdaderamente bueno y humano debe
estar directamente en su línea de apetito humano, es decir, para su
propio bien; la
felicidad y el bien de "todo" hombre. Consumir
presupone
en él

que el apetito está reglamentado hacia un fin.
No vacilamos en repetir aquí lo que la sabiduría de las naciones
ha proclamado desde hace siglos ; consumir es un acto moral -:y
social-regido por la virtud de la templanza y ordenado para el
bien
"total" del hombre. El consumidor se siliÚa en el plano del
"actuar" (
agir).
El productor, al contrario, está en la línea del "hacer" (faire).
Desde el instante en que produce un objeto
y que éste :( el ali­
mento,
por ejemplo) está conforme con el fin "¡particular" al que
está destinado
{alimentar, en

este caso) ha obrado como buen
productor.
Al contrario

de
todas las

monsergas que nos cantan los
idó­
latras

teólogos del Trabajo, hasta el punto de
hacer de
él la ac­
tividad específica del hombre
y ,hasta substituirle a Dios como
finalidad de :su existencia, producir, "tomado como hecho'', tiene
por fin el bien de la oosa producida y de ninguna manera el del
que la produce; la "bonus operis" y :no el ";bonum operantis",
como dicen los escolásticos en su lengna breve y precisa. El pro­
ductor, considerado como tal, está enteramente fuera del dominio
de
la moral. Y es, "por esto mismo", completamente "asocial".
Sólo entra en el terreno de la moral por la relación económi­
ca que le une, más allá de su actividad productora, al consumidor,
subordinándole sus productos. En
el momento del cambio, o·de la
relación
de productor a consumidor,
la producción se convierte
"simultáneamente" en económica, rrioral y 'social, pueSto que des­
emboca en un ser humano
capaz d-e consumir, y pür este fin in­
termediario, ¡por este medio, alcanza su finalidad.
Si el primer término de la relación económica queda, pb1" el
contrario, separado del
segundo, como
sucede cuando los produc­
tores se erigen en fin de sistema, es necesario concluir, ¡por dura
que sea· la elecdón, que tal economía no sófo no· merece su-nom:
bre, sino que es enteramente ·"3.m.oral y asocial".
va: no es una ecotiom.ía, puesto que no responde a su firiali·
153
Fundaci\363n Speiro

MARCEL DE CORIE
dad natural: el consumidor, que es el hombre; y porque debe cons­
truir por entero ( como si este designio prolongase sus productos
propios
y sin salirse de su línea consumo, entidad ar,tificial y máquina de destruir o de consumir el
i:n:agot.able flujo de bienes· de consumo, "exactamente como un
combustible".
Esta "sociedad de consumo", punto final ineludible de la "so­
ciedad" de ¡productores por la que nos deslizamos, es la negación
misma del consumidor: el hombre. El impacto que el Estado co­
lonizado por los grupos de presiones ejerce sobre ella aumenta
fabulosamente su

potencia y atracción. Todos los productores la
celebran
y los parásitos ,la envidian. Todos los consumidores, libe­
rados de las coacciones morales y sociales que esta "sociedad"
disuelve continuamente, se precipitan ciegamente en ella. La des­
g,rada es que esta "sociedad .fertilizada" no es ni puede ser de
ninguna manera una sociedad, ni su economía es tal, ni el Es­
tado que Ia corona un Estado. ¿ Qué es entonces? Un montón
de seres hmnanos (si se puede emplear esta palabra) que no se
une más que gracias a-1 coagulante que le inyecta sin interrupción
la. tecnocracia económica y ,política que trata en vano de aglome­
rarla y que luego desintegra sin cesar porque su funcionamiento
(por hablar así aún) implica una "autodesagregación perpetua".
Una

sociedad de productores que no termina en
el consumidor es
una "antisociedad". "La sociedad de consumo", que la sigue
como su sombra, es una "antisociedad" complicada oon un vacío
moral y social.
El derroche fantástico al que se entregan los Estados moder­
nos "no es la causa" de las fiebres bruscas que 1es asaltan. Es-su
"consecuencia".
Esos

Estados que
"vampirizados" .por

ella no tienen
más re­
medio

que dilapidar los recursos que ésta
inventa sin cesar con
un dinamismo sin freno y sin .finalidad.
No es sólo a causa -de que las agrupaciones patronales o sin­
dicales pesan sobre él por lo que el Estado contemporáneo ha
consumido inútilmente centenas de mi-llares para mantener arti­
ficialmente
en· vida; -en -numerosos países, los yacimientos de -car-
154
Fundaci\363n Speiro

LA ECONOMJA AL REVES
bón agotados e incapaces de sostener la competencia con los com­
bustibles más económicos
y más cómodos, sino por razón de una
fatalidad interna. El Estado y la economía han llegado a "fun­
cionar al revés' a contra--corriente de sus .finalidades naturales.
Cuestan cada vez más
e.aros, a
medida
que se ,hacen más artifi­
ciales y menos próximas de la naturaleza humana. Es suficiente
contemplar otro abismo insondwble: el de los segnros sociales,
cuyo .principio, bueno en sí, se ha deteriorado oonstantemente,
dilatándose a las dimensiones de una pseudosociedad anónima e
imnensa des,provista de todo mecanismo de autocontrol. Todos
los
·Estados se están

arruinando con una
c~uera alegre
y con
la
entusiasta complicidad

de sus súbditos. "Es _posible que nues­
tra civilización muera, escribe Jacques Bainville, JX>r costar de­
masiado
cara."
He aquí dónde nos llevan el Estado y la economía modernos,
amputados de

sus
finalidades res,pectivas, privados

de las reglas
de
acción que estas finalidades

•les prohíben
seguir para poder
ser

realizadas.
A pesar de un aparato administrativo y de una
reglamentación proliferante, acerca de
.Jas cuales las sutilezas de
Bizancio no son más que
siffi\l)les telas de

araña, a
pesar de las
resplandecientes proezas técnicas y una abundancia de bienes de
consumo
que la humanidad
nunca conoció, oímos, bajo la fina
superficie social, que el Estado ·moderno, mezclado con la eco­
nomía, deja todavía subsistir bajo nuestros pies los rugidos de
un seísmo permanente que, tarde o temprano, estalla-rá · en una
catástrofe.
Un Estado cuyo poder es constitutivamente arbitrario y cu­
yo
sistema económico es
el resultado desordenado de dispersos im­
pulsos, no es viable, y una economía que marcha a1 revés, :no Io
es tampoco.
¿ -Cómo poner remedio a esta situación?
VIL CIUDADANOS IMAGINARIOS DE UNA SOCIEDAD IMAGINARIA.
No creemos que un cambio de régimen político pueda curar
al Estado moderno. Es, al contrario, altamente improbable. El
155
Fundaci\363n Speiro

MAR.GEL DE COR.TE
Estado moderno es la proyeoción de la ilusión democrática en el
vacío social que
puebla con su presencia inaprensible y omnipre­
sente. Ya no corona una sociedad real. Es el marco, el cofre, el
dogal o la prótesis, a elegir, que suple a la ausencia de sociedad
que la introducción del régimen democrático provoca infalible­
mente. El Estado moderno, lo he dicho y
~epito mil
veces, es
"un Estado sin sociedad".
Este monstruoso

fenómeno ha podi­
do embaucar a los hombr,es durante dos siglos mientras que subsis­
tieron los restos de las comunidades naturales, dislocadas
por la
democracia

individualista e igualitaria. Y les engaña
todavía. La
fascinación

que ejerce
sobre los espíritus está lejos de

extinguirse.
Las centenas de
millones de

seres humanos muertos y dispuestos
a morir por una quimera
lo testimonian. No hay manera de de­
mostrar a los hombres de hoy que lo propio de la democracia es
"no existir" o hacerlo sólo en la f:orma en que el mal o la muer­
te existen. Por mucho que se les incite a wbrir los ojos y mirar
esta evidencia: que
la democracia,
allí donde se instala, destruye
toda vida social y no deja subsistir más que un Estado totalitario,
oon el que se
coniunde, encargado
de
la imposible tarea de fabri­
car una "nueva ·sociedad" con irtdíviduos sey,arados entre si y que,
por otra parte, se niegan a integ,rarse en
ella. No

hay nada que
hacer: nueS-tros contemporáneos creen firmemente, a pesar de
que la experiencia se lo desmiente, en la cuacb-atura del círculo.
La
ficción democrática
penetra e impregna a tal punto su mentas
lidad, su comportamiento y su propio ser, que
extirparla a la
fuerza, por la persuasión o la luz radioactiva de la verdad, equi­
valdría .3. matar al ·enfermo. La democracia es una droga· aluci­
nógena que desarraiga al hombre de la sociedad real, siempre
constitutivamente jerarquizada. Le sumerge en una "sodedad"
imaginaria, compuesta de individuos iguales, o sea lo contrario
de una sociedad. Que este estupefaciente haya hecho perder la
cabeza a una institución tan sólida como
fa Iglesia Católica es la
prueba de la atracción incoercible que posee. La intoxicación oní­
rica es universal.
Precisamente porque
esta ilusión
es
ecuménica, porque todos
los burladores son burlados y los embaucados embaucadores, por-
15~
Fundaci\363n Speiro

LA ECONOMIA AL REVES
que el hombre no tiene ya ninguna r,ealidad social a la que asirse
(la
familia está
en hibernación prolongada y la empresa roída
desde
fuera, ya

lo hemos visto
por las
organizaciones horiwnta-
1es, opuestas a su estructura vertical --es por estas razones y
otras más-de las cuales la gran prensa, vendedora de informa­
ciones
deformadas, no es
la menor) que nuestros contemporáneos
se abandonan al Estado-Moloch.
La naturaleza humana tiene
horror
ál vacío

hasta el punto de preferir la prótesis del Estado
sin sociedad al vacío social, la anarquía encuadra quía pura.
Podemos avanzar todavía más. El nihilismo que trabaja la
inteligencia
política contemporánea, consecuencia

fatal del sub­
jetivismo democrático, deja
el campo libre a la imaginación.
Cuando no hay nada real quedan
·el sueño

y
la mentira. Arran­
cada

a la naturaleza
de los .seres y de las

cosas, la política se
hace
cada· vez más

irreal, visionaría, utópica, verbal. El hombre
ha vivido siempre hasta ahora dentro
de sociedades

políticas.
Estas desapa.recen unas tras ·otras de la historia porque ya n!} son
más que entidades espectrales que evolucionan ,en
el decorado
artificial de un Estado
nomimlmente democrático,

pero, de he­
cho, parasitado por innumerables coaliciones de intereses priva­
dos, individuales y colectivos que aumentan su potencia discre­
cional a cada una de sus funciones. Es uno de los espectáculos
que

dejan más estupefactos al observador, ver a este Estado con­
temporáneo hincharse más oon sus pérdidas de substancia y
transformar su fin, que era en nuestras sociedades occidentales
el cumplimiento supremo de la naturaleza del hombre, para con­
vertirse en una alucinante máquina cuyas bielas se propagan
automática:m-ente por sí
mismas para mover hasta el más íntimo
de los comportamientos humanos. El animal político se está mu­
riendo. Apenas no se
le dopa con la propaganda se hunde en la
inercia. Estremecimientos, ·sacudidas, temblores, ,hasta furores, le
agitan y le levantan todavía de una forma casi imprevisible, pero
¿ quién podría ver en estos impulsos ciegos los signos de reno­
vación? Cada vez más el hombre moderno, si reflexiona, se toma
por el
"ciudadano imaginario

de
una ciudad imaginaria".
157
Fundaci\363n Speiro

MARCEL DE CORIE
No es necesairio ser ¡pnieta para comprobar que entrarnos a
empujones en una
-era nueva, ,caracterizada por la aparición de un
tipo todavía informe de sociedad, que los sociólogos se han apre­
surado (con demasiada rapidez) a denominar "sociedad indus­
trial", y hasta, con el
clamor de la trompeta del mago que sondea
el porvenir, "sociedad post-industrial".
La verdad -es simple. Si el animal político puede morir o
transformarse en pelele que mueve las más groseras voluntades
de poder,
el anlÍimrÚ socú,l no muere.
La sociedad forma parte de la esencia del hombre. Se puede
alterar y hasta desaparecer a
la mirada del observador superfi­
cial. Pero no puede ser aniquilada sin suicidio general de la hu­
manidad.
La "anti-sociedad no es, por lo tanto, nunca total.
Se

puede desde ahora avanzar, al menos a
titulo de
hipótesis
razonada, que la evicción de todas las oomunidades naturales,
operada por el régimen democrático disociador, ha dejado el ins­
tinto social al desnudo", despojado de
toda la estructura insti­
tucional corespondiente a sus propósitos de origen y, por
de­
cirlo así, le ha obligado a irrigar, sea como sea, las solas socie­
dades todavía disponibles, en que las relaciones de hombre a
hombre pueden aún anudarse:
las agrupaciones
industriales y
comercia,les necesarias a la ,existencia en el sentido más material
de este término. Son estos "nudos
económicos" los
que ,ejercen
hoy su influencia de la que las comunidades naturales han sido
desposeídas y que constituyen, por antonomasia, "la sociedad
llamada industrial".
En
apoyo de
esta coyuntura citaremos
el caso de la primera
"sociedad" industrial ¡propiamente dicha, que sirve en cierto modo
de modelo a las demás sociedades del ¡,laneta, incluidas las co­
locadas

bajo el signo de
la hoz y el martillo; los Estados Uni­
dos, poblados en su mayoría
por desarraigados, es

tierra elegida
del
espíritu democrático

y ¡,ropagadora del sistema en las cuatro
esquinas del universo. La eoonomía y sus puntos de :reunión de
oferta y demanda eran y siguen siendo la sola salida ofrecida a
las tendencias sociales
del hombre

americano, extirpadas de sus
medios sociales de origen.
Es lo

mismo para el ruso, que ha to-
158
Fundaci\363n Speiro

LA ECONOMIA AL REVES
mado ( después del hundimiento provocado por los revolucionarios
comunistas) el único
camino que
se
wbría delante
de él:
fa re­
construcción materialista de su
país, del

que se
ha apoderado la
ideología
del sistema para consolidar

su vacío.
De hecho, el hombre contemporáneo, a medida que se va ame­
ricanizando, se convierte cada vez más en "un ser solitario", ató­
niéo o éxtravagante. Su medio fu.miliar se disloca sin cesar bajo
la presión de su nomadismo ,y de su individualismo casi -visceral.
Sus
relaciones sociales "reales" se
,concentran en
la vida que com­
parte con los demás en el seno de la ,empresa en la que ,trabaja,
y no son los atronadores oficios religiosos, dichos en comunidad,
en los cuales se sumerge de v-ez en cuando, los que le pueden
arrancar a su soledad, como tampoco sus diversiones de recluso
delante

de la :televisión, ni sus vacaciones
en el seno de una mul­
titud anónima o en los lugar,es que
,recorre de ¡prisa de
un polo a
otro de la tierra o de la luna.
Los contornos de esta "sociedad" industrial son indecisos y
raquíticos; ¿ no provienen históricamente de la hibridación in­
sólita
en la "antisociedad" democrática de elementos iguales y de
comunidades
-Organizadas en vista a 1a producción, cuya armadura
técnica está ir:reductiblemente jerarquizada? Su carácter bastardo
salta a la vista.
Por una parte, la "sociedad" industrial quiere ser democrá­
tica. Estamos de acuerdo en comprobar el declive y empequeñeci­
miento de la función
política de fos partidos
dentro de este tipo
de u sociedad" en gestación. Pero lo que se nota mucho menos es
su persistencia, a pesar de
todo, insólita. Cuanclo un órgano se
atrofia, no tarda en desaparecer. Los partidos políticos son la
excepción de esta regla. Como el régimen democrático no ha sido
todavía reemplazado ,(y esta
situación paradójica
arriesga
dura~
mucho, puesto que una "sociedad" industrial no puede transfor­
marse en "sociedad" política sin cambiar de naturaleza), sirve
de doble o de tapadera a los g,rupos económicos que constituyen
asociaciones paralelas a los partidos y ,están compuestas, como
ellos, de personas equivalentes en la escala profesional. Esta iden­
tidad
explica el desplazamiento

de lo legislativo hacia el ejecuti-
159
Fundaci\363n Speiro

MARCEL DE CORTE
vo en todas las ''sociedades'' industriales; los Ministerios no
emanan ya del Parlamento, proceden directamente, o por medio
de personas interpuestas, de los grupos de inter:eses económicos.
Así se salvan las apariencias; el régimen reposa todavía sobre
los poderes legislativo ,y ejecutivo tradicionales,
pero estos
dos
poderes no son ya más que una cosa ficticia.
La mezcla de la democracia política y de los grupos econó­
micos traen consecuencias que sus promotores ignoran general­
mente.
La forma de la institución democrática, ,por muy vacía que
esté de contenido, no deja, en efecto, de ejercer su influencia
sobre la nueva realidad social que contiene. El reverso configura
el anverso y la máscara modela la cara.
Es propio de la democracia estar basada en la ley de la ma­
yoría. Por mnchas habilidades y esfnerzos desplegados
por los
dueños del poder económico para colonizar
a,l Estado, siempre
saldrán

perdiendo. El capitalismo "del dinero" será vencido por
el "de los hombres", que los obreros representan cada vez más. Para
1a democracia es esencial
"centralizar"
y "esta.tizar".
Todas las actividades de los diferentes sectores económicos, com­
prometidos .para la conquista del Estado, desembocarán en su
decrota; estarán

fatalmente sometidos a un proyecto colectivo, a
una forma de ,planificación socialista.
El igualitarismo teórico de la democracia se traduce infalible­
mente en práctico.
Por mil medios, de los cuales el sistema fiscal no es el menor,
1a introducción del "factor econóinico" ,en el mundo de la demo­
cracia nos lleva a la constitución de un '\Estado de tr«ba jadores"
en
el cual
los representantes de los diversos niveles de empresas
estarán en un pie de igualdad. Esta democracia
económica evolu­
ciona .fatalmente hacia la "democratización de todas las· empresas
y de todas las actividades económicas". La co-gestión no es más
que una etapa.
160
Fundaci\363n Speiro

LA ECONOMJA AL REVES
VIII. A NIVlll, DE EMPRI\SA.
En otros términos, la fusión de fa democracia ry la economía
nos lleva inexorablemente a una "sociedad industrial" cuyos
miembros idénticos estarán no menos profundamente separados,
los unos de los otros, en las mismas actividades que les unen y
jerarquizan. La "sociedad industrial" que corxesponde al estado
democrático no puede ser más que lo contrario de lo que ,la té<;~
nica

y la economía exigen para funcionar:
,la solaridad y la subor­
dinación de -sus elementos.
Una "sociedad
industrial" se
oompone esencialmente de em­
presas. Los miembros de una empresa: el jefe, el personal de cua­
dros superiores y medi-0s, los obreros, están unidos entre sí por
relaciones de interdependencia, de subordinación recíproca ( el jefe
y los empleados no pueden actuar el uno sin los otros) y de je­
rarquía que les hacen parecerse .estrechamente a ·10s miembros de
una familia.
Aunque fa empresa no sea ya familiar, conserva este carác­
ter indeleble, propio a toda "fümunidad de destino" : si la fá­
brica prospera, todos sus miembros se alegran ; si hace malos
negocios, a todos les afecta. Además, en la
empresa se
observan
y se desarrollan todos los valores característicos de las romunida­
des
naturales y, sobre todo, de la familia: la adhesión, la fideli­
dad,
la responsabilidad, el

servicio,
la ayuda
mutua y,
por otra
parte,

la satisfacción del trabajo bien hecho.
"A nivel
de
empre­
sa", la economía contemporánea conserva los "mismos rasgos"
que Ia antigua y medieval, llamada con justicia "doméstica" en
la época en que la caaa familiar y la effi[>resa coincidían todavía.
Las leyes

de la
naturaleza son

inmutables, a pesar de todos sus
cambios.
Pero la
"sociedad" industrial no puede subsisti,r si desvía
su ruta hacia las asociaciones (que Se dicen "democráticas") de
miembro"s productores,

antagonistas
o coaligados. La nivelación
de· las empresas significa su muerte ·y,· a su vez, Ja muerte de to-
161
"
Fundaci\363n Speiro

MAR.GEL DE CORTE
dos sus -elementos ¡parásitos, desde los grupos econom1cos hasta
el mismo Estado,
bien sea

su cómplice, su
servidor o

su dueño.
La hora de escQger ha sonado. La e,;pecie de compromiso entre
la tendencia igualitaria de
la "sociedad" democrático-industrial y
la estructura de la empresa, inseparable de sus niveles jerárqui­ cos y de su autoridad
responsable, ha llegado a un punto en el
que la primera
oocre el riesgo de hacer bascular a la segunda
bajo su peso. Si no lo hace
hoy, lo
hará mañana inevitablemen­
te, porque no encuentra delante ninguna resistencia coordinada
y ,eficaz. Vamos a asistiT, más pronto o más tarde, a la :partida
decisiva
qUe ,se juega entre las últimas reservas de la vida social
y las fuerzas mortíferas de la disociación igualitaria:
mors et vita duello
c.onfli¾ere mirando.
Quiérase o.no, los últimos recursos de -la vida social "real" se
encuentran
ca,si ~teramente "en

las -empresas". Se puede diser­
tar indefinidamente sobre su grado de solidez.
Esto varía

hasta
el
infinito, segrún los lugares, el tiempo y las dimensiones de las fá­
bricas, su dirección,
etc.
Las relaciones que se anudan en las empresas, por frágiles o
tirantes que
sean, no son nunca nulas.

Son
fas solas,
en todo caso,
sobre las que
un pronóstico (al que

no le duelen las
!P"labras)
puede apoyarse; o

bien el
",estatismo igualitario
y centralizador"
vaciará
a .J.as empresas

de sus últimos
recursos sociales .para reen1~
plazarlo

por mecanismos
burocráticos que
paralizarán la
"sociedad"
industrial y la reducirán "al nido de termitas", o bien "las grandes
sacudidas de Ja naturaleza medicinal" accionarán para ella { como
decía
el ilustre Trosseau) los resortes secretos puestos al descu­
bierto en el organismo humano, atacado de grave enfermedad,
cuando las potencias de la vida
se niegan

a morir. Tal es el di­
lema que se presenta
para la

sola comunidad subsistente, que
es
la

empresa. Importa
apnyarse sobre 1o que queda en la empresa
de fuerzas salvadoras. Es
pooo. A primera vista casi irrisorio.
Porque la empresa, en definitiva manantial concreto de toda la
162
Fundaci\363n Speiro

LA ECONOMIA AL REVE5
productividad y de su orientación hacia el consumidor, ocupa cada
vez menos el lugar que le corresponde en Ja economía ¡,moderna"
de los grandes nombres y conjnntos industriales abstractos, cu­
yas
estructuras
artificiales
y socializadas pesan sobre su destino.
Por otra
parte, por

las :razones que resaltan en nuestro análisis,
la política económica de los Estados modernos
se ha

convertido
en una
jungla en

la que lo imprevisto es ,regla,
a pesaT de

todos
los acuerdos y .tratados.
La empresa, evidentemente, no se siente
segura en
una atmósfe.-a

tan tóxica. Está obligada a agruparse
oon otras similares y a :presentar así un frente común a las si­
tuaciones inopinadas que proliferan para constituir una
fuerza
unida y multiplicarse. Pero esta necesidad a la que tiene que
ceder -se compensa; las -características propias que hacen su fuer.:.
za y su originalidad como empresa se borran entonces en pro­
vecho

de
la idéntica
actitud a tomar
-re'1!)ecto de
los poderes
pú­
blicos, y ésta correlativamente agrava la situación ,en fa que se
encuentra al provocar una reacción en cadena que alcanza a las
otras ramas industriales amenazadas y hasta la misma agricul­
tura, -tradicionalmente formada
por diversas
explotaciones.
De esto se
desprende que

la organización jerárquica de la
empresa
no puede ¡por sí sola ejercer una intfluencia benéfica so­
bre
1a "sociedad industrial", que quiere nacer a la historia fun­
dando una
verdaqera sociedad.
Los países comunistas
conservan
y hasta endurecen la je.-arquía en sus empresas colectivizadas. Se
las pone al servicio de
"la construcción
del socialismo",
o sea de
una "sociedad" radicalmente
"artificial" en 1a que ·el hombre no
es más que una rueda.
Se necesita que los

miembros de
la em­
presa tomen conciencia del -carácter
"natural" de ésta y de .su
finalidad.

No es una paradoja .
.Si el traba jo es cosa natural al
hombre,

que debe -entregarse a él
¡para vivir y sobrevivir, la di­
visión de
éste no

lo es menos, lo mismo que
la relación
de pro­
ductor
a consumidor. Cuando ,hay ".sociedad", por muy rudimen­
taria que sea,
hay un embrión de empresa, esbozo de organización
de prodticción
de bienes y servicios y orientación espontánea· de
esta actividad hacia un consumidor. Siendo la sociedad un ferió­
meno
natui-al, la emprésa lo es

a su vez. Los antiguos lo habrán
163
Fundaci\363n Speiro

MARCEL DE CORTE
comprendido al ligar Ia economía a Ia primera y má:s elemental
de las sociedades humanas: la familia bajo
el nombre de "economía
doméstica". Robinsón, solo en su isla, se hubiera_ vuelto loco rá­
pidamente.
Con Viernes, forma a la vez una sociedad y una em­
presa en la que cada uno, como productor, tiene al otro de con­
sumidor. Nada es más natural que esta asociación y su finalidad. Pero como no
hay sociedad verdadera sin comunidades natu­
rales o seminaturales subyacentes,
ra "sociedad industrial", pri­
vada
-éJ.e sus

órganos necesarios,
-está en peligro de
evolucionar
hacia la "antisociedad" y el instrumental mecánico del Estado,
que toda "antisociedad" segrega automáticamente. El instinto
social, amputado de sus raíces naturales, se convertirá en des­
tructor, cualquiera que sea la abundancia de bienes de consumo
prodigados
por la

mecanización de la vida humana.
La "socie­
dad" industrial unirá la saciedad
y el hambre, la satisfacción y
el asco, las vacas gordas y las flacas, la anarquía y la esclavitud.
La 8a1vación, si viene, no podrá nacer en la "sociedad" de
estilo industrial, en la que de buen o mal grado nos hemos em­
barcado, -Sino de los elementos naturales inmersos en la empresa
como la nuez dentro de su
cáscara, cuya

presencia
y brillo oculta
la economía contemporánea. Sin una doctrina o una filosofía de empresa que penetre "has­
ta los principios esenciales", de los que "el ~er mismó" de 1a
empresa depende, y nos muestre a la vez· cómo éste está ame­
nazado .por un sistema económico de circulación invertida, no escaparemos a
la pendiente por la que rodamos. Las ciencias
económicas, por exactas que sean, no nos sirven aquí de ningún
socorro. No nos dicen
nada del "porqué" de la empresa ni de su
"esencia", ni

de sus
"c-0nstituyentes específicos",
ni
de su fina­
lidad. No analizan más que las
rausas secundarias y los factores
cuyas dimensiones han sido medidas que intervienen
en el fe­
nómerto
económico. Pero

el ma-1 es profundo, esencial. Alcanza
las empresas en sus
obras vivas y las incorpora a un mecanismo
gigantesco que las "deshumaniza", a ellas
y a sus ·miembros. "Los
jefes

de empresa" no pueden dejar de aperdbirse de que están
implicados en
un proceso

que hará de ellos los funcionarios de
164
Fundaci\363n Speiro

LA ECONOMIA AL REVES
un Estado omnipotente si continúan por el camino en el qne han
entrado. Son ellos
{en todas las agrupaciones
económicas que
por
sus ¡presiones transforman las empresas en máquinas, en .ruedas,
en correas de transmisión de la inmensa fábrica estatal, cuyo
enorme .poder anónimo les subyuga y les precipita en esta
"so­
cialización total", en la que el genio de Pío XII veia con razón
apuntar
el espectro de Leviathan, y del que un Obispo contem­
poráneo proclama sin sentir sonrojo que es "una gracia"). Son
ellos, si toman ,conciencia de las advertencias que la irealidad
económica menospreciada 1es lanza, los que_ pueden sacar a
la "sociedad industrial" del carril y preparar la resurrección de
las coinunidades naturales más diversas, sin las cua~es ninguna
vida social efectiva es posible. Disponen de una fnerza inestima­
ble que no puede serle arrancada sin su consentimiento: sus mismas
empresas.
A partir de esta fuerza, formando cuerpo con sus co­
laboradores y sabiendo que toda su finalidad está
en servir al
consumidor, única fuente de su ganancia legítima, pueden em­
prender la curación de la "sociedad industrial" de la que son
responsables, su interés coincide oon su deber.
* * *
Dos CONDICIONES SE REQUIERJ/;N PARA QUE ESTE PROYECTO
TRIUN:itE.
La primera es que los jefes de empresa y su ¡personal utili­
cen la fuerza que npresentan no para instaurar una economía de
productores
cuyo rescate es su funciori.arización
en todos los es­
calones, acompañada de la "desescalada" provocada por el fisco
y la inflación de ganancias, sueldos y salarios, sino ¡para liberar
al Estado de sus intervenciones, de sus
cargas y
de sus preten­
siones -exorbitantes, en el dominio económico y privado, que le
impiden,
Con detrimento

de
la misma economía, asumir su cargo
de garantizador y mantenedor del interés general.
La segunda está subordinada a la primera.
Se trata de .restituir al consumidor el puesto que le corres-
165
Fundaci\363n Speiro

MARCEL DE CORIE
ponde en el conjunto del proceso econom1co, del cual es el fin
regulador. Reanudar
la ligadura "esencial y directa" que unía
a la empresa y el consumidor es "fundamental". Hemos insistido
bastante sobre esto. Todo bien de consumo producido no tiene
otro destino que el consumidor, que regulariza la econ@mía di­
námica de la naturaleza, la calidad, la cantidad y el precio. La
producción no la hace un productor cualquiera, sino el productor
por antonomasia. Toda violación de esta finalidad natural es
pronto o

tarde castigada.
* • •
Se argüirá que esta última condición está cumplida en la eco­
nomía llamada lLbre. No lo está, ni tampoco en la economía mar­
xista, pues el consumidor es funcional e intencionadamente sa­
crificado al productor, que recibe la recompensa de su ·promoción,
entrando en forma de rueda en el aparato del Estado.
El ejemplo

de Suecia, tan
a:labado, aclara
bien este extremo;
todo el sistema productor, aparentemente capitalista, se
ha con­
vertido ·en -el proveedor del sistema quezas así producidas, sobre las ,cuales el Estado socialista y ni­
velador es amo y señor; proporciona al socialismo la energía que
le permite durar. La aparente prosperidad de este país está pa­
gada al precio de un materialismo cuyo espesor va en aumento.
Es
la consecuencia
de una economía que da preferencia a los
productores ,con detriménto del oonswnidor, "el hombre". Vamos
derechos
en esta direoción. No es dudoso que el colectivismo nos
está invadiendo bajo las formas más disimuladas que pretenden
ser "científicas", con frecuencia con la bendición de las autori­
dades religiosas el sistema económico de Occidente. El Estado
no
encuentra otro límite a
su expansión
que el de las presiones
que soporta y que, por azar, se anulan recíprocamente.
Los costos que jalonan fortuitamente estos apoyos incoheren­
tes y las necesidades
físicas diversas
que el fenómeno económico
lleva en sí, abren todavía más
es¡pacios propicios

al carácter hu­
mano
{y, ,por lo tanto, libre) de la producción y el consumo de
166
Fundaci\363n Speiro

LA ECONOMIA AL REVES
los bienes materiales; pero estos momentos de suerte por nume­
rosos
que sean,
como aquellos

a quienes aprovechan siguen siendo
desordenados y e:i "colectivizante" de la economía contemporánea, están englobados
en las estructuras que a,pagan su resplandor y hasta a veces sir­
ven de vehículo a la progresión de la socialización universal.
¿ Las empresas libres no son, como las administraciones del
Estado, "órganos recolectores" de im¡puestos y origen de seguros
sociales?
Es manifiesto que es muy relativa la diferencia entre el Es­
tado "colectivista", donde lo político y lo económico ,se identifi­
can, y el Estado de las "sociedades" llamadas libres, donde de año
en

año se unen cada vez más estrechamente. El que afirme lo
contrario cierra los ojos sobre esta ev·oiución o fija su mirada en
las pocas excepciones que quedan aún.
Es falso pretender que esta e"olución es ineludible. Aplicar­
le verbalmente e1 adjetivo "irresistible" no tiene otro fin que
desarmar psicológicamente a quien se niega a ceder. No hay
ninguna necesidad implacable en
el orden humano, salvo la muer­
te. Ciertamente se ¡producen :las consecuencias, pero siempre en la
medida que hayamos introducido las causas. Una economía tan
llena de artificios como
la nuestra no tiene, por otra ¡parte, nada
de
irreversible. Al contrario, girando
al revés de los mandatos de
la naturaleza a fuerza .de :procedimientos ficticios, no -tiene otros
resortes que
la coacción bajo todas sus formas, -colectivas e indi­
viduales. A la naturaleza, principio del movimiento, le repugna,
en
sí, el movimiento inverso que se le quiere imponer.
Todo depende, además, en la vida de los hombres, más de su
voluntad apoyada en la naturaleza de las cosas. El "movimiento
de la historia"
con el que nos abruman es un estupefaciente que
nos substrae "a lo que es". Basta, por lo tanto, volver a encon­
trar la re,¡plandeciente e inmutable realidad para recomenzar,
contra toda idea preconcebida, el enderezamiento de 1a economía
y quererlo.
167
Fundaci\363n Speiro

MARCEL DE COIU'E
IX, lNSTITUCION>;s JURÍDICAS FUNDADAS SOBRE EL D>;RECHO
NATURAL,
El que conoce el principio tiene ya la solución medio encon­
trada. Su voluntad advertida se adhiere con todas sus
fuerzas.
Y este principio es sencillo: "Si la economía es el consumidor,
pertenece por entero al dominio privado".
Según la

justa
y enér­
gica ifrase de Pío XII, "la misión del derecho público es la de
servir al derecho privado, no
la de absorberlo; la economía no es,
por naturaleza, como tampoco ninguna otra
rama de
la actividad
humana, una institución del Estado; es, ipor el contrario, el pro­
ducto vivo de la libre ;niciativa del individuo y de sus agrupa,
ciones libremente constituidas". Al consumidor, siempre indi­
vidual (abajo de la escala) corresponde la empresa privada {en
lo

alto de la misma) con toda la conexión que presupone en ella
la unidad del fin que persigue.
Ninguna fuerza del

mundo puede,
indefinidamente, alzarse contra ese
principio. Todo

lo que se
'1Pone a

la naturaleza de las cosas, termina por derrumbarse,
so­
bre todo en el dominio material. El consumidor de ideologías puede ser engañado durante largo
tiempo.
¡ El de bienes de consumo es mucho menos tonto! Los
miembros de la empresa, por otra parte, comienzan a compren­
der que si.ts intereses son convergentes. ¿ Y cómo no van a serlo
cuando la empresa no
púede subsistir

sin esta concordancia, exi­
gida po,r su finalidad? La tecnocracia planificada y el estatismo
se les han vuelto unánimemente sospechosos. Sería muy
posible
que la reacción, a este respecto, contra las invasiones y usurpa­
ciones de poder del Estado en el dominio económico provengan
de
los que· en

otro
tiempo las
reclama,ban y que ahora son sus
víctimas fo mismo que el consumidor acorralado ahora entre la
escacez forzada de los bienes de consumo provocada por la
voracidad
fiscal· de
los Gobiernos en el seno
de esta sociedad de
a,bundancia y, la inflación vertiginosa, callejón sin salida al que
les
lleva su

prodigalidad.
Aquí nos apercibimos de la
importancia ,extraordinaria

de las
168
Fundaci\363n Speiro

LA ECONOMIA AL REVES
"garantías jurídicas", de las que una "actividad privada", fun­
dada sobre la "naturaleza de las cosas", debe poder rodearse para
funcionar.

Efectivamente, lo
público y
lo privado se
oponen. Esta
pareja es "indisociaJble". Es imposible circunscribirse a una sola.
Hay que definirlas mutuamente. Sus fronteras no pueden ser de-­
limitadas más que Hpor el derecho" que las establece según la
norma objetiva de justicia, independiente a sus tensiones respec­
tivas, derivada de su acuerdo necesario y exduyendo cualquier
arbitrariedad de las dos patt"tes.
Imaginarse una economía perfectamente autónoma funcionando
seg-ún "los deseos" de un liberalismo impecable en el interior
de un Estado dotado por su régimen democrático de un poder
sin medida es una ilusión que -conduce fatalmente, como bien nos
la demuestra la historia, a la socialización y mecanización de la
vida humana. Sombras que se perfilan, conminatorias, sobre
nosotros.
El liberalismo económico, puro y simple, asociado al siste­
ma democrático, evoluciona ineludiblemente hacia la conquista
del ,Estado por los intereses
privados y

correlativamente hacia la
conversión patológica del carácter privado de la economía en "es­
tatismo", rosa o rojo, en detrimento de su finalidad natural, o
dicho de otra forma, en el empeño creciente y teórieamente ili­
mitado del a;parato a.-tificial, que la autoridad pública debe in­
ventar, para funcionar al revés de la naturaleza de las cosas.
Imaginar, por otra parte, que los productores de todos los nive­
les puedan tener bastante sentido
moral personal para no
ejercer
en ventaja de sus agrupaciones las presiones adecuadas sobre el
poder, cuya fuerza no tiene otras dimensiones que (la infinita) de
su debilidad, revela un idealismo y una confianza en la bondad
natural del hom·bre que nos parecen quiméricas. Una economía
que pasa de privada a colectiva, un Estado que deserta su fun­
ción de guardián del interés general para convertirse en campeón
de los intereses privados de tal o cnal grupo de trabajadores o de
un conjunto, "es el mundo al revés" entregado a la pura razón
de
fa fuerza, ante la cual, la sola moralidad de los individuos, por
intensa que supongamos que sea, se encontrará impotente. Creer,
169
Fundaci\363n Speiro

MARCEL DE CORTE
en fin, que una sociedad auténtica de predominio industrial pueda
nacer sin que "fas instituciones jurídicas" apropiadas la hagan -t0-
mar forma y mantengan su existenci.a por encima de Jos caprichos
de
sus miembros, sería -confiarse inconsideradamente a
la anar­
quía y a sus posibilidades creadoras. A ninguna sociedad le puede
faltar el armazón jurídico, como al cuerpo humano su esquele­
to, y a la Hsociedad industrial", si quiere perdurar y llegar a ser
la raíz de una sociedad verdadera, menoo aún que cualquier otra.
Su carácter inédito lo exige imperiosamente.
Sin duda es aquí donde se halla la mayor dificultad, a los
ojos del filósofo
preocupado en
mantener
el equilibrio entre el do­
minio ,público y
el privado, la estabilidad necesaria a la nueva
sociedad en gestación. No
di'iPOllemos de
ningún modelo jurí­
dico anterior que pue situación acéfala del Estado democrático y acentúa su poder a
tal punto que, en la situación actual, toda vuelta a un régimen
monárquico o aristocrático se revela tan ,peligrosa como 'los ma­
les de los que esta nueva salida nos pretende librar.
La historia reciente nos enseña que una cabeza puesta en fa
cima del gran cuerpo que es el Estado no es necesariamente
clarividente y que generalmente ha agravado la situación a la
que su voluntad quería poner rremedio, acentuando la tendencia a
la socia1ización, de
la que es presa fa economía contemporánea.
Volvemos
a caer sin oesar en
las mismas
rodadas,
y a falta de
empirismo organizador ante las -crisis a que nos arrastra todo
nuevo problema no ·resuelto, recurrimos a fas soluciones "socia­
lizantes" que sugiere inevitablemente la mezquina eoonomía an­
terior a la nuestra.. Así, -el dominio público penetra cada vez más
en el privado, porque tanto uno como otro están desprovistos de
normas. El poder del Estado, que [J<>r natuTaleza es superior al
del individuo, está tanto más
seguro de triunfar

sobre él cuando
éste recurre a su ayuda sin preocuparse de las oonsecuencias que
trae el auxilio de S. M. el León. El dominio privado está prác­
ticamente desprovisto de derechos frente al poder público.
Pero
lo

que hace
su debilidad

es también su fuerza. Además de que una
oposición constante y común se manifiesta en fa mayoría de los
170
Fundaci\363n Speiro

LA ECONOMIA AL REVES
hombres en contra del Estado, qne destroza y malgasta; el estado
de nulidad en que se encuentra el derecho
económico obliga
a los
productores y consumidores, que tienen una gran necesidad de
él ¡,ara preservarse de la usurpación del Estado, pletórico, a apo­
yarse en
el derecho natnral, del que nace el derecho positivo. Y,
según hemos visto, la economía natural :tiene por fin el consumi­
dor. Este principio fundamental incluye inmediatamente como
corolario
,el acuerdo entre los clementos productores, sin el cnal
esta finalidad esencial no sería
posible, lo
mismo
qne el
sistema
de mercado,
imprescindible al

consnmidor para ejercer el
acto
humano, razonable, voluntario y libre de consumir, con toda la
responsabilidad individual y la dignidad propia que tal acto impli­
ca.
"La o¡,ortunidad del derecho económico futuro ( si no sucum­
bimos a
la tiranía de nna felicidad colectiva imaginaria) será la
de ¡;eferirrse continuamente a los elementos fundamentales." Un
derecho fundado en la naturalidad se substituin-á a la especie de
amasijo caótico de reglamentadones cambiantes, bajo
cuyo peso
1a economía se hunde, y a las "exigencias" subjetivas de los
hombres, manejados por la volnntad de las potencias políticas,
que les desarraigan de la
rea:lidad. Nacido
de la e, su codificación, éste derecho no podrá dejar de apercibirse que
la
~elación económica

fundamental es la unidad de la producción
a el consumo, o sea entr,e la ,empresa y el comprador (que está,
na-turailmente, incluida

-en
fa naturaleza privada de
toda
econo­
mía) se disipará así, poco a poco, la espesa niebla de la economía
macroscópica, de sectores o nacional, predispuesta por .su carác­
ter abstracto y colectivo a los manejos del "planismo" que olvida
la naturaleza humana del
fenómeno económico.
Adosándose

a esta
concepción ".filosófica"
(fnndada en prin­
cipios "primarios" evidentes), fa economía ¡podrá recuperar su
dominio propio e inalienable y ~ empíricamente más vida a[
derecho privado que la rige todavía sobre una parte del planeta,
pero que la
expansión creciente
del derecho público y del esta­
tismo reduce cada vez más a la porción congrua. Anteo rehacía
sus fuerzas tendiéndose
sobre la Tierra, madre y nodriza. Así la
economía volverá a la posesión de 5U esencia y vigor, perdidos
171
Fundaci\363n Speiro

MARCEL DE CORTE
desde hace más de dos siglos, y cuyo dinamismo exasperado suple
mal
la ía:lta, apoyándose en los principios fundamentales que
la
regían, sin subs1:raerse jamás a ellos. Transformando un poco
una reflexión pertinente del economista alemán Mihsch, adepto del
ordo-liberalismo, nosotros diríamos que "la constitución económi­
ca que se deduoe de los principios éticos fundamentales se pre­
sentará

como una oombinación de
la ley natural y las leyes jurí­
dicas".
X. Dos DIFICULTADES.
El problema, naturalmente, no está resuelto por completo.
Al estar lo privado naturalmente subordinado a· lo público y
el
interés particular al ,general, es imposible separar la economía de
la ,política y asegurarle una autonomía total respecto del Estado.
Ningún

Estado
del mÍllldo puede

abandonar a sí misma una ac­
tividad tan vital oomo es
la economía. Por poco que se reflexione,
aparece que
la finalidad

de la economía, generadora del orden
económico, no se consigue automáticamente. Necesita para-desarro-
1la,rse y llegar a su fin de un "poder su¡perior" que la sostenga y
asegure su buen funcionamiento. La
prueba más
resplandeciente la
da
la actual economía de

productores que
la revuelve en su pro­
vecho.
No basta decir, con el frberalismo del siglo XIX : "Laisser
faire laisser passer." Esta actitud negativa respecto del Estado
contribuye, por otro lado, a su debilitación "política" y corre­
lativamente a su colonización por las potencias económicas, que
tratan en seguida de conquitarlo como instrumento de su interés.
¿ CuáJI es el Estado que podría dejar de tener una "política eco­
nómica"?
Quien dice "¡política ,económica" dice a la vez ejercicio del
poder en materia económica.
Es~ no
es de ninguna
forma una
concesión a la política planificada, dirigida o concertada. Es, sim­
plemente, el reconocimiento de un hecho. "Laisser faire - laisser
passer", tomado en un seutido obvio, implica que el Estado no
tiene ni puede tener ¡política económica y, en consecuencia, que
172
Fundaci\363n Speiro

LA ECONOMIA AL REVES
la economía es ,eJ resultado de una mU!ltitud de convenciones in­
dividuales entre el productor y el consumidor.
Está claro que los consumidores aislados no tendrán
nunca
bastante

peso
fu-ente a

los productores que disponen
del ¡poder
materíal

en capitales
y en hombres y de una organización que
sus contrarios en la relación económica no podrán tener nunca.
Para
permitir que la actividad económica alcance sus propios
fines es necesario,
JX>r lo
tanto, que el Estado intervenga "con­
forme a este fin, de manera que ,el interés general que tiene a
su cargo esté constantemente salvaguardado".
No se puede dudar que se trata de una tarea
dlfícll.
En primer Iugar, esta 1",boo-presupone que el Estado no ejer­
za, ni como tal ni a través de sociedades ¡para-estatales interpues­
tas, ninguna función económica de producción propiamente dicha.
Las nacionalizaciones nos muestran no solamente que el Estado
es

el más costoso de los productores
y el más perjudicíal a los
consumidores, a causa de sus monopoilios, sino que, además, re­
vela que es el más. sordo e insensible de los patronos. Salvo los
parásitos profesionales de este régimen, todo el mundo está de
acuerdo en esto. Desinteresándose en lo que concierne a .los in­
tereses privados, el Estado será más libre y más fuerte ,para llenar
su propia función: servir al interés general. Este no coincide
exactamente

en
una "sociedad" de predominio económico con el
bien común, del que antes el Estado era la salvaguardia en las sociedades preindustriaJes del ,pasado.
El bien
común no es ni la
suma de intereses
¡:,articulares ni

el beneficio de toda la sociedad,
considerada como un
total individual gigante, a

la manera
so­
cialista. El bien común consiste esencial.merite en una unidad de
orden entre las partes que la componen; dicho de otra forma,
en el mantenimiento y la defensa de los vínculos sociales que
unen a 'los individuos unos -con otros en una determinada comu­
nidad. Estos vínculos sociales son múltiples. Son de valor y
fuerza desigual. El bien común de las familias, que todo Estado
digno de ,este nombre tiene a su cargo, es seguramente el más
lleno de potencial comunitario sensible,
.pero está
subordinado
a1
bien común del conjunto del "que forma parte, y puede imagi-
173
Fundaci\363n Speiro

MARCEL DE CORTE
narse una situación en la cual las familias se verían obligadas a
los mayores sacrificios para salvar a la Patria amenazada.
"En las sociedad.es de ¡predominio económico", donde fas re­
laciones
sociales pertenecen
al dominio
privado, nos
encontramos
en el grado más bajo del bien común. Para que tal ti,¡,o de so­
ciedad

lo
,sea realmente

es absolutamente necesario que un poder
superior pueda inclinar unos hacia otros todos los intereses
pan-­
ticulares en juego, de forma que su converigencia cree -entre ellos
una especie de bien común inferior, pero real, que [a sahidu['Ía
de las naciones, sensible a su necesidad y a su r,ealización, ha
llamado siempre: prosperidad, aumento de riqueza material en
una determinada comunidad.
"Los pueblos

prósperos" que realizan
la unidad física, por decirlo así, de sus miembros están, con toda
evidencia, má:s dispuestos a perseguiir el bien común bajo sus
diversas formas superiores que los indigentes, miserables o
fa­
mélicos.
Lo mismo que individuos hay sociedades que no pueden llevar
una vida virtuosa sin un mínimo de bienes materiales. El interés
genera.J. se sitúa

exactamente a ese nivel, en que
io material
se
une a lo espiritual. Así, por el hecho mismo de que los intereses
en juego son todos privados en la esfera económica, hay
siempre
el riesgo de que se personalicen, o como si dijéramos se rq,lie­
guen sobre sí mismos. Es lo que ¡pasa en la "economía aA revés",
en la que los
productores se

coaligan en agrupaciones
que
buscan primero

sus propios
intereses-y que comprometen al
Estado para su defensa, en perjuicio de la finalidad natural de la
producción.
Si el ,Estado es el único productor, pondrá toda su voluntad
en beneficio de
su poder.
El interés

general, representado por
los consumidores
(que
son -siempre fos individuos), no puede ser asegurado más que ,si
el Estado, libre con respecto a los productores, sean quienes quie­
ran que fueran éstos, se ocupa de hacer respetar esta finalidad
natural de
la economía. No tiene otro medio a •su disposición del
que dispone como Estado preocupado del
bien común;
favorecer
cuantó haga conver:ger, unos hacia Otros, los intereses particu-
174
Fundaci\363n Speiro

LA ECONOMIA AL REVES
lares y poner obstáculos a lo que podría hacerlos divergir. En
régimen son producidos en abundancia y constituyen una especie de bien
oomún, al cua!l los consumidores pueden tener acceso, la conver­
gencia de los productores entre ellos debería ser fácil. Ya he­
mos dicho que no es así, y que por un ·remanente de las mentali­
dades del período estático, por otra parte ya superada, esta per­
cepción "re;rlist.a" de la .situación raramente tiene lugar. Es la
razón por la que los intereses particulares divergentes trepan al
asalto del Estado.
De aquí fa ,segunda y más grave de las difi­
cultades.

Encontramos aquí el gran obstáculo, que ya hemos men­
cionado y que nos parece inútil

abordar de frente:
la ideología
democrática, detrás de
la que

se
ocultan los intereses

materiales
y que sirve de
justificación a

sus antagonismos. Si es verdad que
todos los Estados modernos se prevalecen de este sistema, no lo
es menos que una oposición creciente al estatismo en materia
económica se
revela por todas

partes. Es por esto, pues, que se
puede efectuar la denuncia de un régimen cuyo carácter nomina-1
y
decorativo sirve de disfraz a los peores parasitismos.
La ver­
dadera democracia no tiene nada que ver con un sistema del que
no es exagerado pretender que es la negación absoluta. Todos
los que participan, sin saberlo o a sabiendas, en la construcción de
la "-sociedad
industrial", de la que forman parte de rbuen o mal
grado,

se aperciben,
cada vez más, de que la divergencia de sus
intereses es perjuidicial para ellos mismos; ninguna sociedad pue­
de edificarse -sobre "la base" de IJ.a división. Sin un acuerdo mí­
nimo entre 1os que forman
;parte de ella, "la sociedad industrial"
evolucionará hacia
-su ruina y a ia vez hacia la autodestrucción
de la economía, que es ,( si así puede decirse) su alma. Tal con­
cierto, aunque inaudible, no surge, menos aquí o allá, al azar ?e
los encuentros y más allá de las opiniones llamadas políticas".
Para escucharlo hace falta el ireactivo de una "doctrina". Se
queda
un<:> asombrado,

cuando
se lleva la enseñanza a sus princi­
pios -esenciales, al poder escuchar a los
intelleti san'i, a los que
han
conservado su· inteligencia indemne de toda sofisticación,
al
17)
Fundaci\363n Speiro

MAR.GEL DE COR.TE
ver cómo corresponden a la naturaleza de las cosas y -a 1a del es­
pírítu que las descubre.
Hay que contar con
el apostolado (no hay otra palabra) que
exige hoy la comprensión de las evidencias más simples. Hay
que contar con el
tiempo y

las ocasiones favorables. No
,hay que
cansarse

nunca de decir y repetir lo mismo.
La perspectiva de la
fosiliración estatal

de la "sociedad
industrial" y de su desapari­
ción como sociedad humana no es inmediata.
Es lenta, apenas
visible,
indolora. Dibuja para disimularse innumerables espejis­
mos en las imaginaciones. Pero, de vez en cuando, la realidad dis­
persa la seductora quimera. No hay que desperdiciar oportunidad
trazando una línea recta,
á la vez móvil e inflexible.
Así,
poco a poco, del Estado sin sociedad reharemos otro con­
forme a su misión de árbitro de
'1os antagonismos
de intereses, de
los que
toda la

historia humana
está tejida, y mantenedor del
interés 1general, esbozo del bien común, que la naturaleza exige
para que haya una sociedad viva.
En este tiempo en que todas las comunidades naturales se
destruyen sin cesar, tenemos que enderezar la economía para
s,rlvar lo que nos queda de sociedad.
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