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Número 97-98

Serie X

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Concepto cristiano del Estado

CONCEPTO CRISTIANO DEL ESTADO
POR
MICHEI, DE P'ENFEN'I'~NYO (*),
j Concepto cristiano del Estado! Este problema constituye,
justificadamente, una de fas más graves preocupaciones del es­
píritu
y del corazón de los católicos, resueltos a consagrar lo me­
jor de su existencia en pro de la realeza social de Nuestro Señor
Jesucristo.
Eso es verdad de tal forma que los pueblos no están seguros
de perseverar en los caminos de la salvación más que cuando
el Estado que los rige por medio de sus leyes, de sus instituciones
y de sus costumbres sociales, es fiel a la doctrina católica.
Y eso es así porque el Estado es el órgano supremo de un
pueblo que ejerce una "función arquitectónica" en la
vida na­
cional, utilizando las palabras de Santo Tomás de Aquino.
Los pueblos católicos no entraron en masa en el cristianismo
sino después de la conversión de sus príncipes
y de sus reyes ...
¿No querrá esto decir detrás de su Estado? Ya conocéis las pala­
bras
de San Alfonso María de Ligorio, doctor de la Iglesia: "Si
consigo ganar a un rey, habré hecho más por la causa de Dios
que si hubiese predicado centenares o millares de misiones" ...
La conquista de los Estados para Cristo debe, por tanto, ser
-indudablemente-fa suprema ambición temporal de todo ciu­
dadano católico digno de este nombre ... y
al hacerlo, ese ciuda­
dano cumple con su deber de
t(JIYidad política, según la expresión
de Pío XI, quien no tuvo miedo de decir que "la caridad política
constituye el campo de la más vasta caridad, por lo que podemos
decir que ninguna otra le supera, salvo la de la religión" (1).
(1) Discurso a la Federación Universitaria Italiana.
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MICHEL DE PENFENTENYO
A estas razones de principio para interesarse especialmente por
los prob!emas del Estado se agregan, en este momento, los más
urgentes y más graves motivos resultantes de las actuales acti­
vidades revolucionarias. Efectivamente, la subversión mundial ha
ganado para su causa a un gran número de Estados de los cinco
continentes, transformando numerosas nadones en verdaderas
ciudadelas de la acción revolucionaria.
Esa es la razón por la que no nos debemos de contentar con
el estudio de la filosofía cristiana del Estado llevado a cabo de
una manera platónica. Debemos t.ambién ejercitarnos en la bús­
queda de todos los medios susceptibles de concurrir a la reconquista
católica de nuestros Estados cuando se encaminan por el camino
de la revolución (2), y de esclarecer, fortalecer y apoyar a los
Estados que

tengan la gracia de quedar preservados de dicho
desvío.
I. El Estado revolucionario tiende hacia el totalitarismo.
Una de las mejores maneras de penetrar en el concepto· cris­
tiano del Estado consiste en partir de la observación de su con­
trario, el estado revolucionario.
Los Estados modernos, ¿ no son acaso el fruto de la gran
corriente libertaria de los siglos xvm y xrx? ¿No son el re­
sultádo del gran movimiento de ''liberación" que sacudió al pla­
neta entero durante cinco
o seis generaciones? Liberación de la
tutela sacerdotal, de la servidumbre a los reyes y a los psíncipes,
liberación de la razón, de las leyes y de las instituciones, man­
tenidas, según nuestros himnos revo1ucionarios, "en las cadenas
y en el oscurantismo".
(2} Bien entendido que cuando emp,leamos la expr_es1on "Revolución"
no la entendemos en el sentido de "revolución nacional" según el orden
natural, sino en el sentido que
antafio le

dio Alberto de Mun:
"La Re­
voludón es una doctrina que
p,retende fundar la

sociedad sobre la
v'olun­
tad

del hombre en vez de fundarla sobre
la voluntad de Dios" (discurso
a Ia Cámara de
Dip,utados en

noviembre
de 1873).
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CONCEPTO CRISTIANO DEL ESTADO
Entonces, ¿ cómo es posible que todos estos Estados moder­
nos cammen hacia formas cada vez más totalitarias? Funda­
mentados en una reivindicación
de las libertades, oprimen. Na­
cidos de una corriente igualitaria, se asientan en técnicas de go­
bierno

policíaco. Suscitados por una era de "fraternidad", en­
cuéntranse empeñados en un proceso de guerra total en el que
todos están permanentemente amenazados con el aniquilamiento. A esta cuestión, Pío XII dio una respuesta clara : la única
causa de la perversión de los Estados modernos reside en que
han olvidado su finalidad, de donde resulta que se ha corrom­
pido la propia noción de
DERltCHO nit GEN'.l'its. De esta fuente na­
cen todos los totalitarismos modernos. Citemos a Pío XII :
"Quitada ... al derecho su base, constituí da por la ley divina
natural y positiva, y por lo mismo inmutable, ya no queda sino
fundamentarlo sobre
la ley del Estado como su norma suprema,
y he ahí precisamente el principio del Estado absoluto. A su vez
el Estado absoluto intentará necesariamente someter todas las
cosas a su arbitrio y especialmente hacer que el derecho mismo
sirva a sus propios fines... Este ''derecho legal", en el sentido
aquí expuesto, ha trastornado el orden establecido por el Crea­
dor; ha llamado al desorden, orden ; a la tiranía, autoridad; a la
esclavitud, libertad, y al delito, virtud patriótica ... "
En otras palabras: desde que el Estado cesa de ser un
M®Io,
desde

que el Estado deja de someterse al primer principio y al
último fin de la vida social, ese Estado se convierte en su pro­
piÜ principio y en su propio fin, en su propia justific~ción, y
queda así arrojado el primer germen del totalitarismo moderno.
El Estado fuente de todo
derecho, el Estado norma de toda jus­
ticia, el Estado distribuidor de los
de,rechos sociales' particulares.
Desde

ese momento, nadie tiene derecho a vivir fuera de la
ab­
soluta

jurisdicción, de
la absoluta voluntad del Estado. Familias,
escuelas, sociedades económicas, autarquías locales, y aun hasta
las propias sociedades religiosas, en suma, todos los órganos de
la sociedad quedan bajo la absoluta dependencia del Estado, de
quien esperan el derecho a la vida y la propia regla de su exis­
tencia.
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MICHEL DE PENPENTENYO
Existe en esto una lógica inmutable. Si el Estado no se en­
cuentra sometido a un poder exterior a sí mismo, él sólo se cons­ tituye en legislador absoluto, en remunerador
exclusivo, en

úni­
co orientador de la vida pública,
y, en breve plazo, de la vida
privada, funciones todas que pertenecen a la divinidad, lo que
equivale a decir que el Estado se transforma en
Dios.
De

esta forma se comprende cómo Pío XI declaró a la Igle­
sia "totalmente hostil a cualquier concepción política que vea en el
país o en el Estado un fin último y que se baste a sí mismo" (3).
"Esta noción de la Ciudad y del Estado, decía también Pío XI,
está en contradicción formal con la doctrina católica" ( 4).
EL "ESTADO-IDEA" OPUESTO A LA NACION REAL
He aquí la monstruosidad del concepto revolucionario del
Estado. Según un punto de vista más filosófico podríamos afirmar
que esa monstruosidad es hija del idealismo: el Estado aparece
aquí como creador de la Nación. La Nación no posee -según
ese principio idealista- ninguna consistencia, ninguna realidad
anterior al Estado. Es el Estado quien fabrica a la Nación, es­
culpiendo en la historia de ésta las formas resultantes de su ge­
nio inventivo.
Al no ser el Estado el dispensador de todo derecho y de toda
vida social, se confunde con la vida nacional, un poco a la ma­
nera de la obra maeStra que hace cuerpo con el artista. En eso
reside el sentido estricto del maquiavelismo. El maquiavelismo
no es exclusivamente el arte
poco escrupuloso

de que se sirven
los gobiernos hábiles en embustes y en procedimientos sinuosos.
El maquiavelismos es el sistema según el cual el Príncipe (esto
es, el Estado) es el señor absoluto de sí mismo
y de su pueblo
(3) 14.12'1925.
(4)
20.12.1926.
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CONCEPTO CRISTIANO DEL ESTADO
y se erige en libre constrnctor del tipo de Nación que le inspira
su genio político. El Príncipe y el Estado
concebidos a
la
ma­
nera de esos grandes artistas que_ de una masa informe de már­
mol hacen una Venus, un Júpiter o un ánfora. El Príncipe o el
Estado que, no respetando
la vida privada de las familias, autár­
quías, grupos profesionales y otros elementos constitutivos de
la Nación, esculpen en la carne viva de su pueblo las formas ima­
ginadas por su inteligencia idealista. El Príncipe o el Estado que,
despreciando los antecedentes históricos, las vocaciones propias
y
las finalidades últimas de la vida humana, se levantan como
el alfa
y el omega de la vida nacional.
Pío
XII dio un nombre a ese despotismo totalitario: a/Jso­
tutismo del Estado•.
"El absolutismo del Estado ( que no debe ser oonfundido, en
cuanto tal, con la monarquía absoluta, de la cual no se trata aquí)
consiste de hecho en el erróneo principio de que la autoridad del
Estado es ilimitada y de que frente a ésta -incluso cuando da
libre curso a sus intenciones despóticas, sobr~sando los lími­
tes del bien y del mal-no se admite apelación alguna a una
ley superior moralmente obligatoria." (Radiomensaje de Navi­
dad
de 1944.)
II.
¿ Cuál será la concepción natural y católica del Estado?
El texto de Pío XII que acabamos de citar, al definirnos el
absolutismo totalitario del Estado, nos da negativamente la de­
finición del Estado según el orden natural
y cristiano.
Pío
XII nos dice que el absolutismo revolucionario del Es­
tado tiene por características :
-En primer lugar, considerarse ilimitado.
-
En segundo, no admitir ning,una apelación a una ley su-
perior que obligue morahnente.
Invirtamos la fórmula y encontraremos la definición
tado (pues definir es dar los límites de una realidad) .

del Es-
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MICHEL DE PENPENTENYO
El Estado, según el derecho natural y cristiano, encuentra,
por consiguiente, su definición y sus límites, por abajo, en la Na­
ción, y por encima, en el orden eterno de las leyes de Dios.
-Por aro jo, en la realidad histórica de la vida nacional y
de
los organismos

vivos que la constituyen, porque la vida na­
cional precede al Estado, y posee, por lo tanto, una precedencia
ontológica en relación con él.
-Por encinia, en la supremacía universal de los derechos
de Dios, en la realeza social de Jesucristo, rey de las Naciones,
como canta el salmo LXXI : "y a El habrán de adorar todos los
reyes, todos los

pueblos le han de servir".
Detengámonos algunos instantes en estos dos órdenes de li­
mitaciones que definen al Estado.
l.
El Estado, está definido por la, vida naciona,/, y no a la, inversa,
p,ues
la, mda nacional, ont,,lógícamente, es anterwr a,l E$toxlo.
Para comprender bien este principio natural basta con con­
siderar cómo la vida humana se desenvuelve a través de socie­
dades naturales, incluso antes de haber conocido al Estado.
En la especie humana, el pequeño hombre al venir al mundo
es tan débil, tan pobre e impotente, que se puede afirmar que
"cada niño que nace es un hombre de
la edad de piedra", pero
ese pequeño' hombre será en corto espacio lo que de él hará su Nación.
La Nación no lo abandonará y le comunicará, en la ma­
yoría de los casos sin saberlo, los tesoros tanto materiales como
espirituales de la Patria (la herencia): la vida física y espiritual,
el sentido moral, político y estético, así como las "maneras" que
distinguen al salvaje de l!honnete homme. Todo esto le es dado
por la vida nacional que es anterior y sobrevivirá a cada uno
de nosotros. Y esta tradición nacional dispone por todas partes
de múltiples bienes extremadamente diversificados, según
las fa­
milias, los oficios, las provincias e, incluso, las poblaciones. De
modo que se tiene que reconocer que la Nación constituye la uni­
dad de un pueblo compuesto por numerosas sociedades, o sea por
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CONCEPTO CRISTIANO DEL ESTADO
grupos que se mezclan de formas muy diversas, ya sea para dar
vida y transmitir los rudimentos de civilización --como la fami­
lia------, ya

sea para hermosear, fortalecer, hacer crecer o defender,
como es el caso de los municipios, de los sindicatos, de los cuer­
pos sociales, de los organismos literarios, científicos o artísticos
de cualquier especie, en fin, de las asociaciones religiosas. Nuestras tradiciones revolucionarias nos
preser:itan a. esas aso-­
ciaciones,

cuerpos o sociedades como grupos ficticios o arbitrarios
a los cuales el Estado puede conceder el derecho a la existencia.
Es algo así como si se confundiese el Código de la circulación
con los automovilistas. El
Estado, de hecho, hace el registro de
esos grupos o familias de
la misma forma que hace el registro
de los automovilistas.. Los reconoce. Los reglamenta si es ne­
cesario, pero no los ·crea, por la simple razón de que todos esos
organismos vivos son muy anteriores a
su existencia.
La vida nacional es anterior al Estado, siendole por eso su­
perior. Eso
fue lo que, no obstante ser
el autor de politique d' abord,
permitió decir a Charles Maurras: "La sociedad creó y fundó al
Estado, pero el Estado no puede crear a la sociedad. El Estado
se hace para servir a la sociedad y no para transformarla en
sierva" (5). El Estado, como órgano regulador
y protector, hace la poli­
cía en
el interior y en el exterior de su grupo; tiene todas las
ventajas si no sobrepasa estas funciones. Crea condiciones favo­
rables para el desenvolvimiento de la vida nacional, pero no es
el autor de esta vida.
Esto es lo que expresa tam bien el Presidente Marce/lo Cae­
tamo con su fórmula j1111Jorita, tan, concisa y ju~ta: "Mi programa
es
muy simple: servir los ffltereses vitales de la Nación." Esto
presu,pone, amte todo, un sentido muy agudo de

la distinción en­
tre
Estado y Nación. Esta distinción entre

Esrodo y
Nación es
una de las carar:"terística.s más original,es del

derecho-
social ca>-
· (5) uSous la MuraiUe de Cyprés", pág. 86.
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MICHEL DE PENPENTENYO
tM/Jco. En ella reside la fuente de múltiples soluciones pwra los
problemas en que se atascan los

Estados
nwdernos.
Esta distinción permite, por ejemplo, la solución a la apa­
rente contradicción del Estado soberano que reina Sobre diversos
pueblos, razas y culturas. Así fue como la República Francesa,
una e indivisible, laica y centralizada, no ha conseguido evitar
el
desmembra~iento de

su imperio colonial,
por no haber sabido
reconocer las legítimas diversidades, las costumbres ancestrales y
las tradiciones propias de los pueblos que pretendía federar, pues
en Francia, el Poder, la Prensa, los partidos y la uniformidad
de las leyes
y de la enseñanza estatal, continuaban, y continúan
aún, confundiendo la Nación con el Estado que
la representa.
Pocas personas en mi país habían comprendido que incluso el
pueblo argelino podía ser simultáneamente i:ntegrado y autónomo,
en el sentido de las tradiciones locales, de la vi de todo aquello que hace que un beduino del Aurés lleve un tipo
de vida totalmente diferente de
un campesino normando, y que,
al mismo tiempo, esté imtegrado en la soberanía del Estado francés.
Pero, p1or- estar entre nuestros queridos 'a'J'nigos portugueses,
que guarrdásteis un realisnw. y una sabidwrút que os p·ermiten
dar al murl;io entero una lección viva de la unidad que es po­
sible
mantener
en wn, Estado ,nulti-ra,cial y mu/ti-continental, no
no:s detendremos en este punto, y vamos a pasar inmediatamente
al segundo orden de limitación y de definición del Estado según
el derecho natural
y cristiano.
Este Estado, dijimos, está limitado, por
abajo, por
los de­
rechos de la vida nacional y, por arriba, por la obediencia que
debe a la trascendencia de los derechos de Dios.
2.
Sumósión del Estado a Dios.
La unión entre la Iglesia y el Estado constituye la condición
primordial de la existencia de un gobierno cristiano.
La tradición
católica aquí es una constante absoluta. Veamos cómo el Car-
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CONCEPTO CRISTIANO DEL ESTADO
denal Pie, sucesor de San Hilario en la sede episcopal de Poitiers,
resumía esta doctrina :
El perfecto acuerdo entre el sacerdocio y el imperio consti­
tuye el derecho común y el .estado normal de las sociedades cris­
tianas" ( 6). Comentando un pasaje del profeta Zacarías, el Cardenal Pie
afirmaba que esta doctrina de la unión entre la Iglesia
y el Es­
tado es una doctrina revelada: "Los comentadures de todos los
tiempos han sido unánimes en deducir del capítulo 4.0 y del
capítulo 6.
0 de Zacarías la doctrina divinamente revelada de la
unión y del acuerdo necesarios entre el sacerdocio y el imperio."
Y añade Bossuet:
"El mundo

gira enteramente sobre esas dos
potencias."
Y a veremos más adelante que la sociedad civil y la sociedad
religiosa no se deben confundir
bajo una

autoridad unitaria, re­
sultante de la confusión entre los dos poderes. El cesáreo-papis­
mo nunca fue una doctrina católica. Pero si la sociedad civil y
la sociedad religiosa constituyen dos sociedades realmente dis­
tintas e independientes en sus respectiyas esferas, no es menos
cierto que la sociedad civil debe estar unida y subordinada a
la Iglesia. Aquí
se encuentra

la
rafa de

la verdadera doctrina católica
del Estado.
· Desde

la divina advertencia de la Sagrada Escritura, que nos
avisa por boca de Isaías que "todo pueblo que no sirva a Dios
perecerá".
. . . Hasta las maternales advertencias de la Madre de Dios,
en 1917, en Fátima
(7), el aviso del Cielo es constante. Por eso,
no tenemos que indagar
para encontrar la raíz venenosa de los
males que amenazan de muerte a las naciones
modernas: esta
raíz es 1a apostasía explícita de los Estados que proclaman,
(6) Obras Completas, II, 32.
(7) "Solicitaré la Consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón
(.. .. ); si escucharen mi petición, Rusia se convertirá y habrá paz. S1 no,
divulgará sus errores por el mundo, provocando guerras y persecuciones
contra· la Iglesia ( ... ) Muchas naciones serán aniquiladas".
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MICHEL DE PENPENTENYO
por vía de autoridad constitucional, la separac1on, cuando no la
oposición, de su Ley social, de :;u Enseñanza pública, de sus
tribunales, de su moral y de su vida nacional, en relación con
la Ley eterna de Dios y de su Iglesia.
Y que no se afirme que esto son puntos de vista teóricos, des­
encarnados, enteramente desprovistos de realismo político.
A través de las lecciones de la historia, ¿ no está claramente
demostrado auténtico realismo político en favor de la doctrina
católica? "Hubo un tiempo, afirma León XIII en la Encíclica
Inmor­
tale Dei, en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados.
En aquella
época la
eficacia propia de la sabiduría cristiana
y
su virtud divina habían penetrado en las leyes, en las intitucio­
nes, en la moral de los pueblos, infiltrándose en todas las clases
y relaciones de la sociedad. La religión fundada por Jesucristo
se veía colocada firmemente en el grado de honor que le corres­
ponde y florecía en todas partes gracias a la adhesión benévola
de los gobernantes y a la tutela de los magistrados. El sacerdo­
cio y el imperio vivían unidos y en mutua concordia y amistoso
consorcio de 'voluntades. Organizado de este modo, el Estado
produjo bienes superiores a toda esperanza. Todavía subsiste
la
memoria de estos beneficios y quedará vigente en innumerables
monumentos históricos que ninguna corruptora habilidad de los
adversarios podrá desvirtuar u oscurecer ... "
Sí,
puede
decirse que este derecho cristiano fue durante un
milenio el derecho general de Europa. Y al mismo tiempo que
fuente de todos los beneficios, fue un principio de gloria incom­
parable.
El Cardenal Pie no tuvo miedo de afirmar que "las épocas
y los países cristianos Vieron mayores reinos, reinos más puros
y más santos que los tiempos de Israel. Que se comparen
los
libros de Jueces, Reyes y Macabeos con los Anales de las na­
ciones católicas y que se diga si la desventaja está del lado de Carlomagno
y de San Luis, de San Enrique de Alemania, de San
Esteban de Hungría, de San Wenceslao de Bohemia, de San Fer­
nando de Castilla
y de San Eduardo de Inglaterra y, en fin de
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CONCEPTO CRJSTIANO DEL ESTADO
tantos príncipes y princesas no menos ilustres por el brillo re­
ligioso de su reinado que por sus grandes y reales cualidades'' (8).
Ciertamente esa sociedad tuvo sus vicios ... , como hoy, se­
guramente muchos crímenes fueron cometidos. Las pasiones a
veces eran más violentas frente a virtudes más fuertes y a san­
tidad más luminosa. Pero el hecho indudable que aqui debe
atraer nuestra atención es el siguiente: el Estado era cristiano,
las doctrinas
y las instituciones eran cristianas, y, si a veces las
cortes flaqueaban, por lo menos los vicios
y los escándalos no
tenían su origen en /,a ley y las instituciones ... y la virtud no
aparecía como una incoherencia o como una excepción.
Y todo lo que aún subsiste de verdadera civilización y de
verdadera libertad fue producto del cristianismo encarnado en
los Estados de Europa.
Que no se vuelva a decir que esa época correspondía a un
período
de inconsciencia y de -subordinación pasiva de los pue­
blos en relación con la Iglesia. El ejemplo de Portugal y de su
estatuto
fundamental

como reino católico, en 1142,
basta para pro­
bar

hasta qué grado de fe sobrenatural, de inteligencia política y de
realismo histórico supieron llegar los santos fundadores de na­
ciones de
la cristiandad... porque fue precisamente en ese mo­
mento en el que,
en Roma~ el partido de los revolucionarios~ im­
buido
de las máximas subversivas de Arnaldo
dé Brescia, parecía
triunfar y amenazaba ya a los Estados Pontificios, fue en ese
momento en el que estalla en Italia la primera ola de "tempo­
ralismo laico", cuando el primer rey de Portugal, Don Alfonso
Henriques, a continuación de sus victorias sobre los reyes moros,
establecía la carta de "vasaJlaje y de fidelidad a San Pedro" en
la persona

del Papa Lucio II, carta admirable que fundó a Por­
tugal en su ilustre vocación particular de NACIÓN-APOS'I'IÓLICA de
Cristo Rey entre los pueblos de Ultramar.
Permitidme recordar aquí los principales párrafos de esa carta
del primer rey de Portugal:
"A Lucio

II, Alfonso, rey de Portu­
gal, sabiendo que las
llaves del

reino de los Cielos fueron dadas al
(8} Obras completas, V, 189.
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MICHEL DE PENPENTENYO
bienaventurado Pedro por Nuestro Señor Jesucristo, quiero tenerlo por patrono y abogado junto a Dios
todopoderoso a
fin de que
en la vida presente reciba su socorro y sus consejos en mis ne­
cesidades ( ... ) Es por eso que yo, Alfonso, por la gracia de Dios
rey de Portugal ( ... ), presto homenaje a
mi Señor y Padre el
Papa, y ofrezco también mi tierra al Bienaventurado Pedro y a
la Santa Iglesia Romana ( ... ) con la cláusula de que ( ... ) yo,
como siendo
el propio soldado de San Pedro y del Romano Pon­
tífice, obtendré, tanto para mi persona como para mi tierra,
aquello que pueda interesar a su dignidad y a su honra, y pro­
tección y asistencia de la sede apostólica" ... (viene a continua­
ción una reserva notable por su sabiduría y realismo, en donde
se ve
la justa autonomía en su dominio que el Príncipe tempo­
ral quería salvaguardar) con esta cláusula "que no reconoceré
jamz& en mi twrra la autor/,iad de cualqwier potencia, s siástica, sea seglar, a no ser la de la sede apostólica o la de su
legado. Esta carta de vasallaje y de fidelidad fue hecha en los idus de diciembre de la era de
1180" ( o sea el 13 de diciembre
de 1142).
Diferencia y no oposición entre los poderes de la Iglesia y los
poderes del Estado.
Permitidme retener por un instante vuestro espíritu en este
pasaje, rico en enseñanzas, de la Carta de
"vasallaje y fidelidad
a San Pedro" que acabamos de leer ... "yo, Alfonso H enriques,
no reconoceré jr,m& en mi tierra /,a a,¡;toridad de cualquier po­
tenda, sea eclesiástica, sea seglar, a no ser la de la sede (J)p·o·s­
tólica".
Ahí tenemos el resumen de toda la doctrina católica del Es­
tado... simultáneamente sometido con humildad a la Iglesia y
soberano y señor en los negocios de su competencia.
Doctrina capital tal mal comprendida por nuestros contem­
poráneos. Doctrina que, con todo, era tan familiar a los hombres
de
la cristiandad, como lo demuestra el cuidado de San Luis, rey
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CONCEPTO CRISTIANO DEL ESTADO
de Francia, de no dejar pisotear la antoridad real por la jerar­
quía eclesiástica... como lo demostró también, más reciente­
mente, en el siglo x1x, la magnífica audacia de García Moreno,
el "presidente mártir" del Ecuador (9), que, al restablecer el
Estado Católico en su país, no dejó de llamar la atención, afor­
tunadamente con todo respeto, al Papa Pío IX y a los obispos
ecuatorianos, en el sentido de reformar las costumbres sacerdo­
tales y religiosas, cuya decadencia y escándalos en ese país eran
una permanente fuente de contagio para la sociedad civil.
Encantramos otro ejemplo de esta necesaria distinción entre
los dos
poderes (
el sacerdotal de
/,a Iglesia y el temp,oral del
Estado),
en /,a actitud a la, vez valiente y rigurosa del Estado
portugués,
cuando, por un compromiso itncomprensible, el

Va­
ticano redbió a ww: comisión de revolucionarios de Angola (10).
La total sumiñón de vuestro Estl1do respecto a la Iglesia,
Madre
y Maestra de las naciones, no p,odia, implica.-una acep'la­
ción incondicional.
de las posiciones

adoptadas por
la política
par­
ticulwr del Vaticano y de dertas gestos diplomáticos que, inme­
dmtamente, fueran explo,tados por la

prensa mundial
contra los
derechos más legítimO'S
y los combates más saluda/Jles de Por­
tugal en

Africa.
Subrayamos con gran insistencia este punto de la doctrina
católica tan característico: los poderes civiles y religiosos están
diferenciados. No podrán mezclarse sin perjuicio. André Mal­
raux lo comprendió perfectamente cuando escribió: "La Cris­
tiandad no era totalitaria (porque admitía la doble autoridad del
(9) Gabriel García Moreno (1821-1'875). Después de dos años de
exilio en París, regresó a Quito en
1856. Habiendo salido victorioso de
los tumultos revolucionarios de 1859, se convirtió en señor del pais, al
cual otorgó,

en 1861, una c0nstitución
por la que se implantaba el su­
fragio universal.
Elegido Presidente

de
},a República
en 1862, restituyó
la vida católica ecuatoriana a
su antiguo

esplendor, suprimiendo la prensa
revolucionaria y-

entregando la enseñanza a la Iglesia. Su política dio al
Ecuador una

gran prosperidad económica y justicia
s'ocial. En 1,869 so­
focó

una revuelta
"liberal". Fue asesinado por insügación de la Maso­
nería.
(10) También de
Mozambique y

de Guinea.
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MICHEL DE PENPENTENYO
papa y del emperador). Los Estados modernos (pe>r el contra­
rio) nacen de encontrar una totaii-dad sln religión". Y como ya
vimos, esta totalidad
se vuelve
estatal. en cuanto que sólo es
temporal. Es pe>r eso que esta totalidad moderna secularista es
un complejo ... totalitarismo.
El po·der esp,iritual es enteramente _señor en su dominio. Tie­
ne entera autoridad ... sobre lo espiritual. Guardián de le>s prin­
cipios,
maestro de la doctrina, de la
moral y de la Fe. Magisterio
supremo en todo lo que es sustancia y ortodoxia de la enseñan­
za; consolador de las almas; dispensador de los tesoros de la
Redención. Ese es el dominio propio del poder sacerdotal que
no puede sobrepasar estos límites sin caer en el clericalismo.
El po/Jer temcJ!'oraJ del Estado no puede impunemente arro­
garse un poder sobre las almas que no le pertenece. Su misión
es "crear condiciones sociales. capaces de hacer a todos posible
y fácil una vida digna del hombre y del cristiano" (11). Porque
decía Pío XII, "de la forma dada a
la sociedad conforme o no
a las leyes divinas, depende y se irisinúa también el bien o el
mal
,en las

almas".
Ahí termina la misión del Estado. Para que nos demos cuen­
ta de esto, basta con considerar en lo que se convierten los "po­
deres espirituales" creados por los Estados modernos, desde que
éstos no se doblegan ante el
pc,der espiritual
de la Iglesia. Los
Estados que se declaran laicos e indiferentes a las cuestiones es­
pirituales no dudan en crear un
nuevo sacerdocio en 1a
perso­
na de sus comisarios políticos o de sus "animadores culturales".
Vémosles acaparar lo espiritual en vez de separarlo. Elaborar su
ideología, hacerla obligatoria, dogmatizar su mesianismo, reclu­
tar sus doctores y sus clérigos y fundar sns Casas de Cultura,
proclamando, corno lo hizo Malraux cuando aún era ministro
francés de Cultura, que esas Casas
están en c-ino IÍ!e con,ver­
tirse -con la relig,'6-n a mienos-en la Catedral áe los tiempos
modernos. He aquí lo que son los poderes espirituales cuando
degeneran, cuando apostatan
socialmente la
única
y VPrdadera
(11) Pío XII.
83~
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO CRISTIANO DEL ESTADO
Fe, y cuando levantan, en lugar del Poder espiritual cristiano,
su propio sacerdocio, el sacerdocio mesiánico de la Revolución.
Esta doctrina de
los dos

poderes, diferenciados y con todo
unidos por un solo principio, el principio universal del orden
cris-tiano, es una riqueza muy fecunda en materia política ...
. . . Principalmente en materia de paz internacional.
Hemos visto cómo los Estados de la Cristiandad podían
conservar enteramente su soberanía disfrutando de la muy fe­
cunda unidad que resultaba de su sumisión al mismo espíritu, a
la misma doctrina católíca, que, siendo superior a las Naciones
y
a los Estados, era por eso mismo capaz de esclarecer, ordenar,
corregir
y garantizar las uniones y alianzas internacionales.
Por eso no hay que buscar fuera de esta doctrina de los dos
poderes
lá fuente de esa unidad espiritual de la cristiandad.
Después del derrocamiento de la unidad europea se intentó
encontrar lazos espirituales de sustitución. Recordemos la So­
ciedad de las Naciones ... la actual O.N.U., caracterizadas no
sólo por su impotencia radical para realizar
1a unidad del mundo,
sino también culpables de la ruina de ese insustituible
priricipio
de

unidad que es Roma. El testimonio del agnóstico Charles Maurras es, en este caso,
precioso hasta para nosotros católicos:
"La Sociedad de Naciones no pertenece ni al presente ni al
porvenir. Es una supervivencia de formularios del pasado. No
se la encuentra
ya en el porvenir, sino en el pasado; no vamos,
volvemos. Hubo una Europa,
¿ dónde está? Esta unidad europea
misma era el resto moral
y material de Ja unidad del mundo cris­
tiano : fue
rota por

la Reforma, que hizo que a la comunidad re­
ligiosa
y moral de la Edad Media sucediera un desmenuzamiento
enorme de competencias
y de rivalidades ...
"Divinizados y sagrados, supuestos iguales e idénticos para
todos los pueblos, los patriotismos aparecerán cada vez más irre­
ductibles. A medida que se vayan mostra.ndo más feroces, serán
considerados más puros...
Se agravará la situación creada por
la Revolución: imbuidos de los mismos derechos, los pueblos co-
831
Fundaci\363n Speiro

MICHEL DE PBNFENTENYO
rrerán a los mismPs -fines, fijarán los mismos objetivos, y con
los mismos espejismos se lanzarán a las mismas matanzas.
"Hemos soñado

a menudo en ello; existe un poder interna­
cional sólido y antiguo. ¿ Por qué los internacionalistas no lo han
mencionado jamás sino para combatirlo? Existe una institución
cuya influencia va -tan lejos como los conflictos de la humanidad.
¿ Cómo los humanitarios ... no se han ocupado nunca de la ins­
titución
· humana

por excelencia, la única que puede vanagloriar­
se de ser casi adecuada a la humanidad ?
"Mientras que en la Internacional científica, literaria, socia­
lista, capitalista, cada grupo nacional ha seguido, durante la guerra,
la suerte
de la

nación a
la que estaba ligada, el catolicismo conserva
una existencia distinta y una ley independiente. Todas las organiza­
ciones europeas, sufriendo la ley de la guerra, han desaparecido
ante el Estado
del cual
son ciudadanas; sólo la organización ca­
tólica .ha dado un signo patente de vitalidad autónoma" (12).
CONCLUSION:
¿Qué hacer para consolidar o rehacer los Es­
tOJdas de OJcWerdo con

el derecho natural
y cristiano t
Llegarnos a una comprobación importante.
El mundo moderno ha rechazado el principio católico de uni­
dad entre los Estados ... mas no por eso deja de
ser regido
por
un principio de unidad... este principio, simplemente, es el de
la Internacional del ateísmo, del socialismo y del capitalismo apá­
trida.
El mundo ha rechazado a Roma como faro de unidad inter­
nacional, pero se arriesga a caer bajo la dominación unificadora
de Moscú o de Pekín.
Esto lo dijo también Nuestra Señora de Fátima en 1917.
Pero, entonces, los sabios, lo-s estrategas y los grandes políticos
se rieron. Ahí reside un grande
y· trágico fenómeno:
(12) Charles Maurras, Le Pape~ la guerre et 'la pai:r.
832
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO CRISTIANO DEL ESTADO
Nos encontramos actualmente en una época de subversión
mundial, de corrientes revolucionarias que atraviesan el planeta sembrando la duda entre los buenos, movilizando las fuerzas ideo­
lógicas y sociológicas, minando las instituciones del Estado y
apoderándose
de la opinión pública.
Vemos demasiadas naciones aplastadas bajo
el despotismo de
1os Estados totalitarios. Sin embargo, esas naciones se encontra­
ban entre los más nobles y valerosos florones de la cristiandad
(como, por ejemplo, Polonia). Otras naciones, designadas oficial­
mente como "libres" o "democráticas", de hecho han sido con­
quistadas por un proceso tecnocrático y socialista que esclaviza
a
la Escuela, a la Universidad y a toda la economía nacional ...
Finalmente, nos encontramos en una época en la que vemos,
por
lo menos en algunos países, un fracaso no despreciable del
clero, de las órdenes religiosas, de la prensa
y de los organismos
católicos que, colaborando activamente con
la Revolución, pactan
aquí con las guerrillas guevaristas,
y allí con los sindicalismos
revolucionarios
y con los "intelectuales" marxistas.
Ante tales corrientes de disociación social.
y religiosa, ¿ qué
les ocurrirá a nuestros Estados?
Nuestra doble limitación (por abajo, la nación; por arriba,
la Iglesia), esa
doble limitación
del Estado,
¿ no irá a volverse
contra los bienes supremos del orden social católico, contra la
herencia de nuestra civilización?
¿ Qué mayor confusión se puede uno imaginar que aquella
que se instaura con la garantía de las dos potencias '-'sobre las
cuales gira el Universo", como afirmaba Bossuet,
la potencia po­
lítica y la religiosa?
Tendríamos razón para d~sesperarnos, en efecto, amigos
míos ... si no tuviésemos una solución. Si no tuviésemos una vía
de salvación· temporal y espiritual...
Para comprender bien -esta vía de salvación, antes que nada
es preciso considerar que las
potencias revolucionarias
tampoco
escapan a la doble necesidad de articular su poder estatal, por
un lado sobre las instituciones nacionales, y por otro sobre un
óerto magisterio espiritual. (Ya lo habíamos visto anteriormente ...
53 833
Fundaci\363n Speiro

MICHEL DE PENFENTENYO
Esos Estados revolucionarios no se sostienen más que en la me­
dida en que disponen de un sólido encuadramiento ideológico ... ,
ya se denominen "comisarios políticos" o "animadores cultura­
les" ... ).
Por consiguiente, es en ese doble terreno ideológico y socio­
lógico que
es preciso

atacar a la Revolución.
Ese es

su tendón
de Aquiles.
Por otra
parte, la
influencia de los poderes religiosos dege­
nerados o comprometidos con la Revolución constituye un factor
que no
puede pasar al plana temporal desde el momento en que los
jefes
naturales

(familia, municipio, empresas, escuelas, Universi­
dades, ·Ejército) Sean conscientes de sus propios poderes y admitan
los límites temporales del Poder eclesiástico.
De donde resulta que la verdadera solución al problema de
la lucha contra la Revolución y contra sus auxiliares -religiosos
depende enteramente de una élite social.
Quiérase o no, los pueblos viven y se desenvuelven en función
de sus élites (13). El Estado no puede gobernar a la Nación sin
esclavizarla, de no estar apoyado por una élite, o sea por nues­
tros
mejores. Una élite, pero más ávida de servir que de ser
servida.
Elite del deber la nuestra, y por lo tanto, bastante consciente
de los valo,es permanentes de la vida nacional y de los peligros
que la hacen correr los manejos revolucionarios. Una élite ena­
morada de los reales valores de la tradición nacional que acepte
un combate permanente por la salvación del país. Una élite de
(13) Es de notar que la propia Rev·otución no escapa a esta necesi­
dad de poseer élites ideológicas
y poHticamente formadas para asentar
su
poder sobre la vida nacional de los pueblos. Stalin lo comprendió bien
al escribir: "de todos los capitales preciosos, el más precioso, el más
decisivo, son

los hombres".
"La tarea práctica más urgen.te, escribía por su lado Lenin (Obras
completas, t. IV), o_onsiste en crear una organización revolucionarria cwj,az
de asegurar
a la lucha política un carácter eniérgico, firme y continuo
(pág. 506). Nécesitam:os hombres que consagren a la Revolución no sólo
.l"UIS noches libre~, si"no toda su vida" (pág. 58).
834
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CONCEPTO CRISTIANO DEL ESTADO
hombres desintere~dos, "que no piense más que en el bien pú­
blico, que no pida nada para sí o para sus parientes, que no se
preocupe de la gloria o de la vanidad" (Le Play).
Una élite de hombres qne constituyen los motores múltiples y
diversos que son necesarios para promover la unidad de su es­
píritu en
la inmensa variedad de las sociedades, de los medios,
de las etnias y de las diversas tradiciones locales ...
Una élite que no sea, sin embargo, una casta, ni tampoco una
sociedad de intelectuales desencarnados, retirados de la práctica
y
de la responsabilidad de los asuntos sociales. Sino, por el con­
trario, una élite que haga cuerpo con las mil realidades de la
vida nacional. Una élite simultáneamente · instruida, cultivada y
cmn.p'etente} bien enraizada en la vida de las instituciones. Nada
de teóricos al margen del municipio, de la universidad o de la
fábrica. Sino jefes reales con los pies bien asentados en la tierra,
ejerciendo sus propios poderes, pero -sabiendo, mientras tanto,
evitar las especializaciones
exagerad.as y los monopolios abusi­
vos en sus asuntos.
He aquí una trama hecha de sólidas competencias especiali­
zadas y de buena formación doctrinal, poseída de un intenso pa­
triotismo y fortalecida por una auténtica vida sobrenatural, he
aquí el verdadero
y único medio de fomentar el progreso .nacio­
nal.
El verdadero y único medio de resistir eficazmente a la Re­
volución,
Ese deb riones
y p'!11Ya los

Estados
que son objeto

de los asaltos de
/,a
Revolució-n 111JU#dial, conw es el caso de Portugal, cuyo valor y
P'erseverOJneia e11I su misión civilizadora, multirracial y pluri-conti,..
nenia;/ constituye
wna lección viva e insoportable para los Estados
que han traicionado notoria-mente su misión colonizadora. Los
últimos Estados católicos dignos de ese nomhre serán imperdo­
nables si después de haber resistido v-ictoriosaimente' los asaltos
d-e la subversión durante los últimos veinte año'S llegasen a ·descuir
dar el refu,erzo y desenvolvimiento de su sistema vital de educación
de las élites. No dudemos que esos Estados serán a,saltados con cre­
ciente ímpietu por las corrientes,
tanto internas como· externas,
de la pro¡,agamda revolucionmü,,,
83)
Fundaci\363n Speiro

MICHEL DE PENFENTENYO
' ¡ Cuáutos Estados admirables ( comenzado por el de Luis XVI
en 1789) cayeron por falta de vigilancia en este aspecto! Un Estado puede colocar aduaneros y gnardias armados en
sus fronteras... Pero no se detiene la invasión de las ideas con
ráfagas de ametralladoras.
Si no está sostenido por una élite nacional, ese Estado, asal­
tado por todos lados, comenzará por multiplicar las bayonetas.
Durante algún tiempo las bayonetas podrán imponer el respeto
a la ola
subversiva. Pero errando aquellos

que empuñan las
ba­
yonetas comiencen a su vez a perder la razón, éstas se les caerán
de las má.nos y será la Revolución.
En Francia, nosotros asistimos a ese proceso a partir de
1945. Esa fue la historia de Indochina y de Argelia. Durante
veinte años, el Ejército francés, casi totalmente aislado del resto
de la nación, tuvo conciencia de lo que se ventila:. en una gueri-a
subversiva. Aunque solo, se abatió. Solo, pagó el precio de esos
combates contra la Revolución. En la retaguardia, todas las fuer­
zas de la prensa, de la universidad, de los partidos políticos y del
sindicalismo se adueñaron de la influencia moral y política sobre
el país y se coaligaron para sofocar al Ejército, para insultarle,
caricaturizar su misión, armar a aquellos que se ofrecían para
apuñalar a traición a sus mejores jefes en
su honra, cuandó no
era en su vida... Y luego que la oposición ideológica y moral
entre el Ejército y la Nación llegó al paroxismo y, sobre todo,
cuando
fue consagrada

por el Gobierno en el período de 1960-63,
el Ejército abandonado, traicionado y apuñalado, de un solo gol­
pe abandonó a ~u vez su misión cuando no colaboró ·en el ani­
quilamiento de las últimas resistencias franco-argelinas.
Este dramático ejemplo
francés muestra, finalmente, una úl­
tirna dificultad : la de un enemigo disimulado en el que no se
piensa bastante:
la laxitud, el desánimo, la confusa impresión de
fatalidad histórica. Por la Sagrada Escritura sabemos bien que "Dios hace a
las naciones capaces de curarse". También es preciso saber mos-
836
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CONCEPTO CRISTIANO DEL ESTADO
trar los caminos de curac1on queridos por Dios en el m-omento
en que hasta los mejores comienzan a ser ganados por la duda.
Eso es lo que Portugal, en wn ejemplo úni"co, ofrece a: los
catálicos del mwndo moderno decididos a bmi,-se según el espí­
ritu

de Dios. Es
un hecho que Portugal es el único país del
mundo que,
ha/,iendo descendido brulante en l<;s abism Revolución al cmnienzo de este siglo, ofrece un, ejemplo de re~
nacimiento 1/rttelectual, social, y p,o/ítico duradero ...
I mporla, tomar conciencia de esto y sacar las debidas lec­
ciones.
Y cuando interrO'[jaM1,,0S a la reciente histo,ria P'ortugu.esa, esa
historia discreta, pero rica en poderosas lecciones de política cns­
tian", he
OJqu/4 lo que encontramos:
Encontramos
en
1909
a un ra;p(J)Z t-v,nido, apagado, pero· fuer­
temllnle "ferrado Y" a la gran úiea de

su vida.
LlamáJbase Antonio
de Oliveira SaJa.zar. Ese rapaz de veinte años tenía ya formu­
lado lo esencial del pensamiento que convirtió en la gran pasión
docente de su vida; lo había formulado el 1 de diciembre de 1909
en
una conferencia dada en Viseo ante los alumnos del Colegio
de la Vía Sacra, que, según parece, es la primera cuyo texto se
conserva (14).
He aquí lo que decía ese joven portugués de veinte años:
"Se oye decir a cada paso en las calles, en los grupos, en las
plazas públicas, que Portugal está en decadencia, que nos en­
caminamos
hacia el aniquilamiento de nuestra nacionalidad. To­
dos hablan de desgracias.
Se encuentran demasiados Jeremías
en este pais llorarndo los tiemj)'os ant~gu.os; p1ero, amó-tenlo·, se­
ña-res, esos Jeremi,a,s lloran sentados. Se llora demasz'ado y no
se trabaja lo suficiente."
Sigue, a continuación, el enunciado elemental y preciso de la
única causa de las decadencias :
"Son las ideas las que gobiernan
y dirigen a los pueblos, son
los grandes hombres quienes tienen las grandes ideas. Ahora
(14) Citado por Jacques Ploncard d'Assac, "Salazar", pág. 23.
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MICHEL DE PENFENTENYO
nosotros no tenemos M,nhres porque no los forma1nos~ porque
no nos· ocupamos de los métodos de educación."
Salazar repetirá incesantemente está lección durante el medio
siglo que duró su gobierno. "El problema nacional de Portugal,
igual que en Franáa,, en Italia. o en Espama, es ante todo un pro­
blema de educación.

Poco
imp'Orta cambiar
el régimen
si no
se
comienza p1or cmnibiar a los hombres."
Y también: "Dos cosas me parecen esenciales: convencer a
nuestros gobernantes de que aquello de que tienen necesidad es
de un
ap<1,yo po,!ít/,co para su acción y de que ese apoyo sólo puede
venir de la
Umón Nacional. Ahora bien, la formación política
no puede ser abandonada al azar de lecturas o de influencias
fa­
miliares, sino que debe de ser confiada a una sección de for-ma­
c;ón doctrinal, sistemática y permanente." (Esta confidencia a J ac­
ques Ploncard d'Assac data de 18 de febrero de 1965.) (15).
Esa "acción de formación doctrinal sistemática y permanente?'
para "dirigir efócazmente el pensamiento y /a, mda de la Nación",
¿ no es la mejor definición de vuestra Obra? ¿No es la defini­
ción de nuestro deber más apremiante, teniendo a la vista en­
tregar nuestras naciones al dulce reinado social de Nuestro Se­
ñor Jesucristo?
Por mi pUll'te, pienso qwe Port1tgo,l tolÍ(wÚJ, no ha acabado su
mirión de nación,-testigo de'l orden social católú:o. No fue P'or
ca:swlidad que Nwestra Señora escogió a Portugal en 1917 pa,-a
poner
en gua;rdia a tas naciones modernas contra lo,, Re-voluci6n
mundial. Smnos
muchos

los que, a
trOJ1Jés del

mundo,
esperwmos
mucho
de

vuestro
p,,is.
(15) Vacances avec So,J,aza:r, Christine Garnier, págs. 112-113.
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