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La teología de la revolución: Cristianismo y revolución

LA TEOLOGIA J)E LA REVOLUCION: CRISTIANISMO
Y REVOLUCION
PO]¡
LOUIS SALLERON.
Desde el Concilio, la Revolución está de moda entre los seglares
y, sobre todo, entre los clérigos. Desde mayo del 68 se ha hecho
«profética»
y alimenta una literatura permanente. Pero está. literatura
consiste,
sobre todo, en reseñas de congresos,
illformes de
conferen­
cias y
artículos de

periódicos. Por esto, se siente uno hoy feliz de
poder hincarle
el diente a un robusto libraco de 300 páginas que se
titula pomposamente
Teología de la Revolución (1). Hablamos en
serio.
El autor es un sacerdote. Nació en 1923. Es doctor en teología
por la Universidad de Lovaina. Vive desde
h;ice una

_docena de años
en América del Sur.
Se llama Joseph Comblin.
Hasta ahora, yo no conocía a Joseph Comblin más
qu~, de la si­
gttiente manera:

Almorzaba, hace ya algunos años, en un monasterio.
Se hacía la lectura en alta voz. Se trataba del problema urbano. La
lectura en voz alta es una prueba terrible. Se leían unas páginas mal
escritas y muy discutibles. Después del almuerzo, pregunté a un mon­
je:
«¿Qué diantre es .ese-libraco que se leía en el refectorio?». Me
respondió:
¿No le conoce usted?. Es la «Teología de la ciudad», del
P. Comblin. Escribe mal. ¡Oh!, sin embargo, es un teólogo muy co­
nocido
y muy importante.
Pertrechado de mi experiencia monástica he abierto la < de la Revoluci6n» con un prejuicio desfavorable. Pero soy un es­
píritu libre. El libro merece la pena de ser leído. Verdad es que
(1) Editions Universitaires, 115, rue de Cherche-Midi, París 6,E y· Edi­
tions du Temoignage Chrétien, 49 ru.e du Faubourg Poissohiere, París 9.ª,
1970.
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LOUIS SALLERON
no brilla ni por el estilo ni por la composición. Pero se lee, es inte~
ligente, y está muy bien documentado.
Sobre todo, es revelador.
Nuestros clérigos revolucionarios son generalmente provocadores.
Tienen que apartar montañas de complejos personales y hereditarios.
Con José Comblin se está muy por encima de esas enfermedades de
la infancia. Lo mismo que par3: Jean~Claude Barrean el matrimonio
y el divorcio no plantean ningún problema, la revolución tampoco
plantea ningnno a Joseph Comblin. Es revolucionario como es belga,
como usted es bretón, charnpañés o parisino. El cree en
la Revolu­
ción como otros creen en Papá Noel,
y como otros creen que el
Pireo es un hombre. Esto hace que
la lectura de su libro sea agradable.
Expone una «teoría»,
y además le pone como título a su libro
el de «Teología de la Revolución». Una teoría puede ser apasionan­
te y apasionada. Pero no es una prédica, ni una acusación, ni una
apologética, ni una filípica. Es una teoría, es decir, una explicación
razonada de
la realidad. Después vendrán las peleas, si es riecesario.
Pero, ante todo, lo que es.
Entonées, ¿por qué, «teologia>>? Porque lo que es, es según el
plan divino. En lo que concierne al hombre y a su historia, todo es
teología.
Muy de acuerdo. Si uno se detuviera ahí, se podría soñar inde­
finidamente en lo que sería eventualmente una teología de
la revolu­
ción. ¿Por qué no? Toda
la creación gime con los dolores del alum­
bramiento.
Un «Discurso sobre la Historia Universal» puede ser ima­
ginado como una teologfa de la Revolución -la cual no sería más
que

una teología de la Historia considerada bajo
el áogulo de las
«consecuencias» del pecado original
y de las simples contradiccio­
nes de la naturaleza hwnana
qu"e afectan
al progreso de la organiza­
ción
·,ocia! y a la búsqueda del Reino de Dios.
Sin caer en ningún maniqueismo, es imposible que
W1a teología
de
la Revolución deje de resaltar la oposición que existe, al menos
a cierto
nivell, entre

la construcción del reino de
la tierra y la cons­
trucción del reino de Dios. La significación
y el valor de la Revolu­
ción deben ser estudiados
y apreciados bajo esta doble óptica.
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LA TEOLOGIA DE LA REVOLUCION
Joseph Comblin se situa en la perspectiva inversa. Sin identi­
ficar la Revolución con el Cristianismo .... , ......... «No se nos hará; pues, redu~
cir el cristianismo a la Revolución» (pág. 261 )- considera que la
Revolución está en la línea -del cristianismo, porque su esencia es
cristiana.
Geográfica e históricamente, se comprueba por el hecho de que
la fuente permanente de
la Revolución es el Occidente cristiano. Es
un lema
y consigna del libro: Europa es la madre de las revolúciones;
la historia de Occidente es la historia de sus revoluciones.
Es un aserto. Para aceptarlo así, sería preciso no preguntarse:
1) ¿Por qué no eran revoluciones antes del cristianismo, los movi­
mientos que se
han catalogado como tales después del cristianismo ? ;
2) ¿Por qué no son revoluciones ciertos movimientos del mismo es­
tilo que han podido producirse desde
el cristianismo en los países
ajenos a toda influencia cristiana, como, por ejemplo, China antes
del siglo
xDC?; 3) ¿Por qué han de llamarse revoluciones en los
países cristianos, desde hace dos mil años, ciertos movimientos que
en otras partes hay que llamar revueltas, sediciones, sublevaciones
o de cualquier otra manera? Dejemos aparte esta dificultad
y, de momento, sigamos leyendo
que
la Revolución es de esencia cristiana y, por tanto, encuentra el
clima
adecuado para

su eclosión en el cristianismo porque es
«cons­
titutio libertatis
1 en el más completo sentido de esta expresión», y
así resulta no ser «otra cosa que el corazón del mensaje cristiano».
(Pág. 216.) Para Joseph Comblin hay «dos aspectos de la
constitutio liber­
tatis: lo que está constituido, es· decir, el mundo nuevo que se en­
cuentra al final de la revolución,
y el acto de constituir, la transfor­
mación, la conversión.» (Pág. 216.) Los temas del «mundo nuevo» son
la <>, la «promesa»,
la «esperanza», la <>
y el «Espíritu>>. Son co­
munes, según Comblin, a la Revolución
y al Cristianismo (págs. 216
o

227). Habría que citarlo todo, pero, visto que se trata del mundo
nue­
vo,
se recela que la confusión esté entte lo eterno y lo futuro. Así,
piles, no

hay que extrañarse al encontrar algunas frases como ésta :
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LOUIS SALLERON
«En este plano, la novedad del Cristo está en un adelantamiento
continuo, en un movimiento- incesante de «trascendencia hacia ade­
lante ... » (pág. 218). «La existencia cristiana vive las promesas del
Cristo. Está mirando hacia
las po!ibilidades que le reserva el futuro.»
(Pág. 219.)
« [Ese Cristianismo] no acepta más que· las sociedades abiertas
hacia el porvenir, y viviendo de esperanza» (pág. 221) ; «La liber­
tad es la posibilidad de hacer algo nuevo, y la novedad cristiana es
la apertura de una era de libertad» (pág. 222); «[La idea de la
alianza}
-la volvemos a encontrar exactamente en el proyecto de la
comuna medioeval ( ... ). Corresponde al «covenant>> de los purita­
nos ( ... ). Es, en el fondo, lo que quiere decir el Contrato Social de
f. f. Rousseau» (pág. 224): «El Espíritu es la fuerza de lo imposi­
ble, de lo imprevisto, de lo que aún no ha sido hecho ( ... ) ; la
ma­
teria del materialismo histórico, ¿acaso no se parece mucho al Es­
píritu considerado en su aspecto de fuerza presente en la historia
temporal?» (pág. 226).
Diez páginas nos explican cómo todos esos conceptos --novedad,
promesas, esperanza, libertad, alianza, Espíritu- son los mismos en
el
Cristianismo y en la Revolución. De· cada uno de ellos, Comblin
demuestra lo que dice acerca de la libertad· cristiana:
«ese· concep­
to

de libertad es semejante al de las revoluciones» (pág.
223).
En cuanto al aspecto· de ·la constitutio libertatis anunciado. ·como
«el acto de constituir, la transformación,
la conversión»,
Joseph Com­
blin
la examina bajo el nombre de «cambio». Pasando revista al
«juicio de Dios», al «reino de Dios», a' la «conversión»; a la «ca­
ridad»,
al «partido de los pobres»; «muerte y resurrección», Combl.l.in
establece,

de ·diversas. maneras, su relación con
la Revolución. Limi­
témonos a dos citas :
< la acción revolucionaria en la línea de la conversión» (pág. 230):
«Sencillamente, la
caridad, para ser verdaderamente reconocimiento
del prójimo, debe· tender
a· s.uprimir la acción que hace -necesaria la
limosna.
Vuelve a poner la iniciativa en mano de los pobres
-y de
!o$ oprimidos: Lo cual aboca a afirmar que se coloca al servicio de
la revolución» (pág. 231).
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LA TEOLOGIA DE LA REVOLUCION
La Era Postconciliar.
Así, si el cristianismo es la revolución por naturaleza, se ador­
meció con
el constantinismo ; y los tres grandes momentos revolu­
cionarios de los últimos siglos son la Reforma Protestante; la Revo­
lución Francesa
y la Revolución Soviética ( todos de esencia cris­
tiana).
Y, según el autor, se hubiera podido acabar dudando de la Igle­
sia Católica si no hubiera resucitado en su pura esencia con _el Va­
ticano 11, Juan XXIII y Pablo VI.
Algonas citas :
«Para llegar a una teología de la Revolución, nos baita con pro­
longár la línea trazada piW «Gaudinm et Spes» y «Populorum Pro­
gressio», escuchando esta Vez no ya tanto a las preocupaciones de la
sociedad dominante como a las -de los

cristianos de la
sociedad do­
minada.» (Pág. 15.)
«Por ello los cambios conciliares contienen principios revolucio­
narios ( ... ). La negativa a incluir en los textos conciliares una nu,eva
condenación del comunismo, a petición de buen número de obispos1
es un signo de una voluntad de definir de una manera nueva las
relaciones entre la Iglesia y las clases sociales.» (Pág. 61.)
«Tomada en este sentido _:_allí donde la revolución aparece co­
mo un. movimiento

de fondo
d,e la civilización accidenta}-, se

puede
decir que

la revolución
está.ligada a
la
an_tropología conciliar.
Pode­
mos tomar como punto de partida la constitución «Gaudium et Spen>,
aunque
ésta no haya dicho
explícitamente todo
lo
que s, puede encon­
trar virtualmente contenido en ella
( ...

) . Es notable
que de

esta manera
el
Concilio vuelve

a juntarse con la antropología de las filosofías de
la
hist"'ia despertadas por

la Revolución francesa.»
(Págs. 153-154.)
«Porque el

Vaticano II ha
dado finalmente

la
razón, en
los dos
planos, a las aspiraciones de la gran
revolución laica: sobre

la liber­
tad pol!tica y los derechos de la conciencia religiosa, y sobre los de­
rechos de la
párticipación de

los seglares
en la comunidad eclesiás­
tica ( ... ) . Podemos decir de la Revolución Francesa lo que acabamos
de decir de la revolución de los segláres: El Vaticano II ha consagra-
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LOUIS SALLERON
do lo que tienen de esencial ( ... ) Es exacto que los conceptos de la
Revolución Francesa, Libertad, Igualdad y Fraternidad, Jon concep­
tos bíblicos» (págs. 246-247).
<
modo, el
programa del
Vaticano 11 es el de Joachim
de Flore»
(pág, 226).
Sencillamente, que el Vaticano II ha
vue'lto a
anudar los lazos
de la Iglesia y de la Revolución, como resultado de volver a encontrar
el sentido de
la historia. «La Revolución tiene siempre un carácter
utópico ( ... ). Esto no le impide ser el motor de la historia» (pági­
na 117).
¿Evolµción O Revolución?
La teología de Joseph Comblin es, pues, simplemente, la filoso­
fía de la Historia, tal como
la han concebido Hegel y Marx a partir
respectivamente de la Idea o de la Materia.
Pero, ¿por qué «revolución» mejor que «evolución»? Porque
la Revolución está hoy en día de moda, y ese es el momento de
la historia al que· hay que adherirse. < de progreso es la que predomina. Pero la idea de progreso y la idea
de revolución son incompatibles. El progreso es optimista
y evolu­
cionista. La revolución supone una conciencia trágica» (pág. 171).
Estas líneas son sigoificativas. Con la idea de revolución, Joseph
Combin, católico, reintrodu.ce lo absoluto en la historia, la eternidad
en el porvenir
y el d_evenir, la trascendencia en la inmanencia. Quie­
re crear la libertad del hombre nuevo, pero en un apocalipsis perpe­
tuo. La revolución permanente y su fracaso necesario son el umbral
del reino de Dios.
La inversión del Cristianismo.
En el fondo, todo el libro de Joseph Comblin consiste en una in­
versión radical-del cristianismo.
El tema evangélico es: < y· su justicia,
y el resto se os dará por añadidura.
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LA TEOLOGIA DE LA RBVOLUCION
El tema de Joseph Comblin, es: Buscad la justica terrena, y el
Reino de
Dios se os dará a
la vez.
Eritre el
humanismo y el cristianismo· no hay oposición en lo
concreto; ·hay prioridad ontológica y prioridad en el mandato evan­
gélico · del

cristianismo sobre el humanismo.
Hay que amar a Dios
y al prójimo. Si no se ama al prójimo no
se ama a Dios. Pero no se puede amar perfectamente al prójimo
si no se
ama. primero a Dios.
Son necesarias la fe y las obras. La fe sin obras no es la fe.
Pero las obras no sustituyen a la
fe y no conducen a ella necesaria­
mente.
Hay que contemplar y actuar. La contemplación és ya, en sí mis­
nia, una acción interior interisa de disciplina y accesiS ( sin lo cual
cae en el quietismo) y puede terminarse en una acción exterior. A la
inversa,
la acción se transforma en activismo si se corta de· su 'fuente
de contemplacióri y oración.
Sencillamente, el cristianismo es el soporte y alimento de un hu­
manisffio auténtico. Pero el humanismo no engendra el cristiall.ismo.
Separado del cristianismo, resulta su contrario, y aboca a la auto­
destrucción.
Joseph Comblin no piensa más que en «prójimo», «obras», «ac~
ción»

(por
sllpuesto que praxis) y «humanismo», y se cree dentro
del
cristianismo
adhiriéndose a

esa inversión del carácter «trágico»
de la Revolución.
-·--~
¿Misionero o militallte?
Joseph Comblin asoma la oreja en un párrafo que titula «Fi­
gura de la Iglesia>>. Reproduzcamos lo esencial :
«La Iglesia actual está a la b1Uqt1eda de su papel en medio del
mundo.
»La teología de la revoluci6n presenta una "figura concreta y esto
es lo que la hace afortunada ( ... ) La crisis del papel de la Iglesia
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LOUIS SALLERON
crea una especie de desafección por parte de los jóvenes. Una nueva
figura de

la
Ig/Mia tiene
por fin hacer posible
una nueva adhesion.
»En
posesión .de una tarea q11e realizar y de un mensaje que
dirigir al mundo1 la Iglesia vuelve a encontrct1' un potencial misio­
nero
semejante af, de las primeras generaciones. No basta insistir en
el papel misionero- de la Iglesia. Además. es necesario
dar un conte­
nido
al mensaje, un contenido en el cual los misioneros puedan creer.
Es sabido que ahí radica el problema de la crisis de las vocacionés
mi.rioneras.
»( ... ) La Iglesia ya no debe confundirse con lo r¡ue es actual­
mente, sino con lo que será ( ... ).
»La situación minoritaria fluye de la vocación misionera. La
Iglesia tradicional ti_ene una psicología habituada a Una situación
mayoritaria. Loi cristianos tradiciona/,es no soportan la condición
minoritaria. El clero
la resiste aún menos.

Para volverla a hacer
comprensible
y aceptable, la teología de lá revolución ofrece el fer­
mento

activo
y revolucionario.
»Devolver una misi6n a

la
Iglesia! es
devolverle
su credibilidad
( ... )» (págs. 222-223).
No se puede
ser más
franco.
Para Joseph Comblin ya no se puede predicar el Evangelio por­
que ya no es «creible». Hay que dar un nuevo contenido al mensaje
cristiano, un contenido
«en el

que los misioneros puedan creer» (
!) .
Es la Revolución lo que abrirá el paso al ..cristianismo.
Marx

hablaba de
IJa religión, opio del pueblo. Comblin cree que
hay que transformar este
opio en
droga
excitante?,ak6li01 o-análogo
ingrediente.

Bien drogados de revolución,
)os _misioneros venderán
su droga: y los convertidos a la droga
serán así cristia.n.o_s por
aña­
didura. La
-·crisis de las vocaciones

misioneras, para Joseph Comblin,
está en que los jóvenes ya no quieren difundir un mensaje de con­
tenido no creíble; sin embargo, todo indica que es al revés: la crisis
de
las vocaciones religiosas", misioneras

o de otras clases, proviene
del hecho de que los seminarios
y los noviciados ofrecen a 10s j ó­
venes
la Revolución en lugar del cristianismo. En otras palabras, no
hay
·crisis de
vocaciones,
1o· que ·hay es una crisis. de la Iglesia secular
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LA TEOLOGIA DE LA REVOLUCION
y regular. Lo cual se· -comprueba por el hecho de que los rarísimos
seminarios
y conventos que todavía practican la vida cristiana y. en­
señan la doctrina de la Iglesia, ven afluir las vocaciones.
Marce! 4e Corte que, con mucha razón, opina que la voluntad
de poder es la mayor tentación de los clérigos, y la
forma suprema
del

clericalismo no dejará de paladear lo que dice Joseph Comblin
acerca de
la condición «mayoritaria» o «minoritaria.>> de la Iglesia.
Con candor, Joseph Comblin nos explica que cuando
la Iglesia ya
no
puede ser teocrática porqué
yá no es mayoritaria, es necesario
que se haga revolucionaria. A él mismo le
pródudría extrañeza -si
se

le explicara que su «revolucionaristno».
para uso
de la situación
minoritaria, se alimenta exactamente de
la misma voluntad de poder
que tiene el uso de
la situac;ión mayoritaria. Para él, no hay término
medio entre las «reducciones» del Paraguay
y la revolución del Pa­
raguay.
Conclusión.
Me he contentado, en este breve artículo, con extraer la «subs­
tancia medular» de
la teología de la Revolución. No es que el
resto esté desprovisto de interés; en cierto sentido es incluso lo con­
trario, porque Joseph Comblin es insaciable en el tema revoluciona­
rio,
y muchas de sus observaciones son pertinentes.
Pero
lo que interesaba era hacer palpar
el desarrollo espiritual
y el debilitam1ettroJe la fe que hoy día son la señal de la crisis de
la Iglesia.
Desarreglo del espíritu, porque

la filosofía que impregoa a Jo·
seph
Cortíblin explica

en gran parte su teología. El realismo onto­
lógico, tradicional en el catolicismo, ha sido sustituido por una es­
pecie de ilusionismo del Devenir en el que se evaporan todas las
leyes del Ser.
Debilitamiento de la
fe1 porque para salvar al cristianismo, Jo­
seph Comblin sólo piensa en injertar en él, un «revolucionismo» de tal naturaleza que
lo haga «creíble».
La

lección que hay que sacar de esta obra ( a
la que, sin duda,
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seguirán otras) es evidentemente que los católicos deben a la vez
instruirse y convertirse.
La conversión puede bastar, porque la santidad basta para todo.
Pero en la práctica hay que comprobar que la «buena riueva» corre
el riesgo de pervertirse si nó está acompañada de sólida doctrina.
«Para hacer uná revolución -nos dice Joseph Comblin-el úni­
co camino

posible, es subirse al tren de la historia
y adoptar la re,
volui:ión que

se hace»
(pág. 265).
Estamos totalmente de acuerdo. Ese es, ert efecto, el único ca­
mino de la Revolnción.
· El camino· del cristianismo es otro.
42S
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