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Número 109-110

Serie XI

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VII. El drama del socialismo

V:ll. EL DRAMA DEL SOCIALISMO.
Este es precisa,nente un subtitul.o de la crónica semanal publicada por
Santiago Nada!, en DESTINO del 28 octubre 1972, con el título "Dr,
PÍCIL, EL SO DICA LA DIFICULTAD

DE HACER COMPATÍBLE
LA. IDEOLOGÍA SOCIALISTA Y LA.
LIBERTAD PO,ÚTICA E INDMDUAL", ck la que recortamos estos tres pá ...
rrafos:
10q2
«No
hay que.
mirar,
desde luego,
lo que sucede
en Chile
como
un problema
aislado: Debe situarse, más bien,
en una inmensa
y universal problemática que

gira en tomo al socialismo.
In­
mediatamente surge a
la mente, vistas las cosas así, lo sucedido
en Checoslovaquia. En · este

país,
se intentó
instaurar un «so­
cialismo con

rostro humano, y ya se ve lo que sucedió:
la sede
oficial mundial del socialismo introdujo en territorio checoes­
lovaco
sus tanques y

cañones y cortó por lo sano el experimento.
»¿Es posible, pues, o

no, el socialismo funcionarido plena­
mente,
sin violar

la libertad. la dignidad y los derechos del hom­
bre?
Por ahora

no se ha podido demostrar que esto sea
posible.
Ya

vemos cómo en Chile
el experimento

de un
e.ocialismo que
no
cierre definitivamente

las vías de la libertad está resultando
muy difícil V
eremos si, a

la postre, su aplicación es
posible.
Ya

se vió, como
recuerdo líneas

arriba, lo sucedido en Checos­
lovaquia.
Este es

el drama del socialismo.
»Porque
-no· hay

que olvidar esto:
el socialismo se ha reali­
zado en la Unión Soviétiea, pero a costa de la libertad política
y personal, a costa de un régimen
durísimo como

los hombres
nunca habían conocido seguramente, ya que a una voluntad de
poder y a una filosofía del absolutismo más completa que nin­
gún tiempo

ha
visto, se

une un factor
específico del
nuestro: la
posibilidad
del Estado de

ejercer su poder de un modo insos­
layable,
graeias a

los medios modernos de
comunicación y
de
vigilancia. «Soy obedecido
en París;

no
lo soy ya en Tours»,
decía Napoleón. Evidente-mente, no pueden decir
lo mismo los
hombres del Kremlin, que tiene a su disposición la aviación,
las
fuerzas motorizadas, el ferrocarril; el teléfono, etc., para ha­
cer llegar y cumplir por lo menos la mayor parte de voluntad
en todos
los rincones

del universo que
rigen.»
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