Índice de contenidos

Número 111-112

Serie XII

Volver
  • Índice

¿Quién paga los vidrios rotos por la inflación?

¿QUIEN PAGA LOS VIDRIOS ROTOS POR
LA INFLACION? •
POR
Loms SALLERON.
La inflación, desde la guerra, se ha convertido en un fenómeno
tan general que la única dificultad que parece suscitar es la de su
índice. Cuando los precios aumentan anúalmente un 6 por 100, em­
pieza la inquietud. Pero el 2 o el 3 por 100 parece un índice normal.
¿Qué quiere decir un índice normal? ¿Acaso será el que corres­
ponde a la buena salud?, ¿o simplemente el que la sociedad puede
soportar sin pena?
• * *
Estas sencillas preguntas dejan a los · economistas desarbolados.
En el siglo XIX no se concebía que una economía sana pudiera existir
sin una moneda saria. Entre la primera y la segunda gnerra, los
desórdenes unidos a la inflación, aún la condenaban en la opinión
de los expertos así como en la opinión pública. Se admitía que era
un mal necesario .después de la destrucción de un capital inmenso,
pero seguía considerándosela un mal respecto del cual lo importante
era que se pudiera curar o que fuera transitorio.
Desde hace veinticinco años, la infláción «rampante» ( así se la
llama) ha ido acompañada de tal acrecentamiento de la prosperidad
que muchos tienden a pensar que· ella es condición de ésta.
Antaño se veía en la inflación la traducción monetaria de un
desequilibrio económico profundo ( resultado de la gnerra). El pro-
(*) Por su extraordinario interés y actualidad nos honramos en publicar
en castellano este artículo de nuestro
amigo y prestigioso economista, Louis
Salleron,
apa_recido co·mo editorial

en ITINERAIRES 168, de diciembre de 1972.
Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALLERON
blema estaba en volver a encontrar el equilibrio económico y mo.
netario.
Hoy en día, algunos se preguntan si la inflación no será una
forma nueva de equilibrio ---el equilibrio dinámico de la prosperi­
dad moderna-. El índice normal de inflación correspondería a la
mayor creación de riquezas en una larga duración, cincuenta años,
por ejemplo.
• • •
Estas cuestiones son difíciles. La primera condición para acla­
rarlas, si no para contestarlas, es comprender bien que el carácter
esencial de
la inflación consiste en .que implica una transferencia.
¿ Una transferencia de qué? En primer lugar, una transferencia de
riquezas, y después, enhebradas, una transferencia de propiedad, una
modificación de la estructura social y de todo el < ciedad.
El problema es el siguiente ( en su primer grado). La inflación,
al transferir
la riqueza de un grupo A a un grupo B, no hace más
que repartir de manera diferente la riqueza que existe. ¿Disminuye
esta riqueza global o
la aumenta? Todo depende de las capacidades
productivas del país. Si no hay ninguna capacidad productiva ( caso
puramente teórico),
la inflación no hace más que repartir de mane­
ra diferente la riqueza. Si las capacidades productivas existen, tam­
bién reparte diferentemente
la riqueza existente, pero permite afectar
una parte de ella a
la producción. Digamos que cuando la analizamos
se nos manifiesta como un impuesto sobre el capital,
la única forma
de impuesto sobre el capital que es posible más aIJá de una débil
fracción
de la

renta globalmente disponible. Dicho de otra manera,
moviliza el capital, convirtiéndolo en disponible
para fines

produc­
tivos, es decir, permitiendo convertir un capital durmiente o poco
productivo en un capital más productivo que, volviendo a crear ri­
queza, permitirá reconstruir
el equilibrio destruido.
Esto se produjo, en una inmensa confusión, después de la pri­
mera guerra.
154
Fundaci\363n Speiro

¿QUIEN PAGA LA INFLACION?
También se ha producido después de la segunda, pero con la di­
ferencia de que el
fenómeno ha proseguido, y aún prosigue, porque
no se ha visto
el medio de tenerlo 1 raya, y de que, poco a poco, ha ido
pareciendo_ excelente porque se mostraba como generador de una ,,,
prosperidad permanente, y porque, en el fondo, todo el mundo tenía
con ello un aire de satisfacción perfecta.
Antaño se decía ( en los cuerpos de guardia) de cierto suplicio
oriental que empezaba agradablemente, pero que acababa muy mal.
Ahora se le encuentra indeciblemente delicioso.
* * *
Sin embargo, buena o_ mala, la inflación sigue siendo una trans­
ferencia. Un'a transferencia, ¿de quién a quién?; ¿de qué a qué?
Se puede estimar que estas preguntas son espinosas. Alguien dirá:
puesto que el crecimiento de la prosperidad es tal que aprovecha a
todos, poco importa que unos se aprovechen más que otros ; los
menos favorecidos aún lo resultan más que si no hubiera habido in­
flación.
La
causa profunda de la inflación es el carácter nuevo del pro­
greso técnico, el cual parece ilimitado y siempre finalmente venta­
joso. No se preocupa de destruir un capital, porque así se puede crear
un capital nuevo, de tal manera más productivo que el antiguo que
la operación siempre es rentable.
Admitamos que, contablemente, el razonamiento sea exacto. Ad­
mitamos que, por
la inflación, fo que se de5truye sea, en todo mo­
mento, inferior a lo que es producido; ¿qué es lo destruido, o si se
prefiere,
lo consumido? Necesariamete, es lo que resulta más débil.
El impuesto realiza la transferencia de rentas.
La inflación ( es
decir, el impuesto sobre el capital) realiza la transferencia de capital.
Esas dos formas de impuesto juegan en sentido contrario. La trans­
ferencia de las rentas (por ímpuesto) tiene por objeto moderar la desigualdad económica redistribuyendo a los más débiles una parte
de la renta nacional.
La transferencia del capital (por la inflación)
tiene por objeto acentuar
la desigualdad econ6mica favoreciendo a los
más fuertes. De lo cual resulta que cuanta más inflación hay; mayor
es el impuesto, y hay más transferencia social en los impuestos.
1'5
Fundaci\363n Speiro

LOUIS SAT.;LER.GN
¿Está cerra-do · este circuito? ¿Puede durar siempre? Es evidente
que no --como se va a ver-.
Como hay que hacer ·un análisis muy complicado, procederemos
por pequeñas catas, es decir, por observaciones sencillas, cuya adi­
ción
y convergencia permitirá percibir su valor demostrativo.
¿QUIEN ES .DESTRUIDO?
Consideremos una inflación del 6 por 100 anual. Cualquiera que
no vea aumentar sus ingresos, en valores nominales, por lo menos
el 6 por 100 anual, se empobrece.
¿Quiénes son éstos?
Los más débiles.
¿

Y quiénes son los los más débiles? Varían,
según las
épocas,
con
la variación de las relaciones de fuerza en la sociedad y en los
diversos medios sociales.
En toda hipótesis, quienes perciban rentas fijas que pierden cada
año
el 6 por 100 de su valor y todos aquellos que son alcanzados de
la misma manera. Alfred Sauvy estimaba, en 1963, en 1.200 billo­
nes de antiguos francos
la pérdida sufrida (durante el año), por
«los tenedores de títulos, de bonos, de billetes, títulos de cajas de
ahorro, etc.»

(1).
Ciemamente que
hoy en día se trata de mucho más.
Los poseedores de esos créditos, sin intereses (billetes de banco)
o a interés fijo, son diversos; pero en conjunto, son /01 más débiles.
Llamémosles, si se quiere, los ahorradore.s.
Incluso cuando se trata de instituciones que poseen y suscriben
unos títulos a interés fijo, son finalmente los individuos quienes pa­
gan los vidrios rotos de la depreciación, por razones bastante com­
plicadas, pero en conjunto fáciles de comprender: si, en efecto, no
hubiera pérdidas para nadie, sería que no había inflación. Una «es­
cala móvil» monetaria es una cotradicción en los términos. No pue­
de más que identificarse con la estabilidad de la moneda. A falta
de esta estabilidad, alguien tiene que pagar la pérdida. Serán for­
zosamente los individuos, porque las instituciones están en condicio­
nes de defenderse, porque son más fuertes que los individuos. Aparte de la categoría amplísima de los acreedores (pensionis-
( 1) Vid. nuestro libro: Diffuser la propiété, pág. 42.
Fundaci\363n Speiro

¿QUIEN PAGA LA INFLACION?
tas, retirados, etc.), los más débiles están hoy día muy repartidos.
Antaño, el
conjunto de los productores constituía el sector fuerte de
la sociedad. Hoy en día hay productores fu.ertes y productores débiles.
Los negocios pequeños y medianos corrientemente ya no se bene­
fician de la inflación, que es aprovechada por los grandes. Los asa­
lariados también padecen muy

diversa suerte. Son los de
los
grandes

sectores industriales, pues
al hallarse
poderosamente orga­
nizados, o simplemente por disponer de medios de presión
conside­
rables, mejoran sus salarios en unas proporciones a menudo superio­
res a la inflación.
Hoy no se puede ya
distinguir tan sencillamente como hace \in­
cuenta años entre jefes de empresa, asalaria,dos, campesinos e ip_de­
pendientes, etc. Si esta distinción vale a-ful,. parcialmente, se com­
plica, muy sutilmente, con
wia nueva
distinción:
sectores fuertes y
sectores débiles.
Los ,ectores fuertes son ... los que lo son. Simple comprobación
de hecho. Enumeremos las grandes
feudalidades financieras
e indus­
triales (públicas o privadas), todas las actividades que gravitan en
la órbita de esas feudalidades, y todas las actividades que disponen
de medios de presión. Fuerza económica> fuerza política, fuerza de
la opinión pública; hay una gran variedad de sectores fuertes.
Los .rectores débiles son los otros: todps los que no pueden situar­
se en el pelotón de creación del nuevo capital. Son, por tanto, , en
primer lugar, claro está, los acreedores de todas clases, todos los -po­
seedores de patrimomos que no se pueden transformar en un capital
productivo, todos los que están al margen del progreso, el
conjunto
de

los campesioos, de los independientes, de los «burgoeses», los
< contituyen la mayoría dei mundo asalariado-, los empleados· y los
funcionarios de los viejos sectores, en una palabra, todos los que
no disponen
para defeoderse

del número
organiza sindicalis­
mo y de los medios de comunicación social. En el seno de esta vasta
población, las familias numerosas ( a partir de tres hijos) son las
más afectadas.
La población de los sectores fuertes, ¿es más· ·o menos numerosa
que la de los sectores débiles? Esto es tanto más difícil de estimar
157
Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALLERON
cuanto que la situación general es movediza y que las situaciones
particulares no están siempre bien definidas. Cabria extrañarse de que la población, en cualquier hipótesis muy numerosa, de los sec­
tores débiles, sea
tan pasiva. Pero olvidaríamos los siguientes hechos :
que el aumento de los ingresos
nominales permanece,
durante muy
largos años, como un factor de satisfacción; que la mejora
de las
condiciones de vida ( enseres del hogar, televisión, coche, etc) es
~tro objeto de satisfacción; que /a.r pérdidas de capital resultan in­
visibles por

diferentes acrecentamientos de ingresos directos o indi­
rectos
( seguridad social) ; en una palabra, porque el cambio de la
vida social constituye
wia extraordinaria
«distracción>>. Y además,
porque los débiles son los débiles. Están inconscientemente resigna­ dos. A veces están convencidos de que aún son unos privilegiados.
¿QUE ES LO QUE F.S DESTRIDDO?
El carácter más llamativo de la inflación contínua es el cambio
de estructuras que ella opera.
Las inflaciones habidas entre las dos guerras mataban a los dé­
biles, pero no hacían más que arañar a las estructuras. Brutales, des­
ordenadas,

rechazadas por principio, eran, sin embargo, en relación
con
la inflación continua, lo que son los motines respecto de una
revolución.
Hoy en día, tenemos la revolución. Se ha franqueado el umbral
de la resistencia de la sociedad tradicional. Se ha pasado del régimen
financiero de la capitaliz_ación al del reparto, del régimen económico
de la propiedad personal al de la propiedad colectiva, del régimen
social de la
actividad independiente al de la actividad asalariada. A
esto se
ha llegado por evolución. Lo que hoy por regla general existe,
también existía anteriormente, pero a título excepcional ( aunque la
excepción fuera muy amplia); · Inversament~, lo que antaño era la
regla, subsiste, pero a título excepcional (incluso cuando la excep~
ción sigue siendo importante). El cuerpo social ha basculado de un
sistema mayoritario a otro.
Esta evolución-revolución,
esta mutación,
constituye la
socializa­
ción.
158
Fundaci\363n Speiro

¿QUIEN PAGA LA INPLACION?
La socialización es el acrecentamiento del número, de la comple­
jidad
y de la dependencia mutua de los elementos que componen la
sociedad. Ella lleva a la constitución de «centros de decisión» cada
vez más elevados. Dicho
de otra manera, produce concentración, en
los dos ámbitos
económico y político. También, dicho de otra manera,
produce super-capitalismo y estatismo.
La inflación no es la causa esencial de la socialización. La causa
es el progreso técnico. Pero la inflación es un poderoso acelerador.
El cambio de las estructuras es, pues, una creación de estructuras
nuevas concomitantes con la destrucción de estructuras antiguas.
¿Cuáles son las estructuras destruidas? Todas las que resultan de la
primacía de la persona, es deci~, todas aquellas que sostienen y todo
aquello que sostiene la libertad personal y la propiedad personal. Nu­
merosos vocablos podrían
enumerarnos bien las múltiples estructu­
ras así
destruidas, o al menos; quebrantadas: familia, patrimonio,
herencia, tradición, oficio, honor prdfésional, servicio del Estado en
sus estructuras básicas: magistratura, ejército, «grandes corporacio­
nes», etc . ...
Una vez emprendido, el proceso de socialización se desarrolla
por auto-generación. El nq asalariado se ve obligado a convertirse
en asalariado, para no pagar por los .otros, y para aprovecharse de la
seguridad social y de un régimen de retiros .. Aparte de los individuos,
todas las asociaciones y todas las instituciones resultan i'gualmente
obligadas a ponerse bajo el control del Estado, sin lo cual les sobre­
viene la muerte en breve plazo. Todas las actividades económicas
libres, individuales o asociadas, resultan obligadas a desaparecer o a
venderse a sociedades y a bancos que se hacen cargo de su-«control».
En todos los ámbitos, sin exceptuar los del libro, de la revista y del
diario, el fenómeno es visible.
Con las personas y las estructuras desaparecen o son lesionadas
lar
virtudes y los valores que encarnaban. No pasemos revista a las
mismas. Basta echar una mirada- alrededor -de uno mismo para darse
cuenta de lo que pueden significar hoy en día palabras como «honor»,
«independencia», «fidelidad», para comprender cómo es la vida de
millones de campesinos, artistas, escritores, profesores, jefes de em­
presa y jefes de familia. La máquina de machacar, machaca. Se llama
159
Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALLER.ON
Dinero, Estado, Iglesia. La inflación es su lubrificante, cuando no
es su prqpio motor.
¿LOS REMEDIOS? ¿Quiere esto decir
que. ese
Leviatán, que denunciaba Pío XII,
y
hacia el cual nos conduce la socialización, sea la realidad necesaria
de mañana? De ninguna manera. Un civilización que cambia ( como
en este caso)
conswne con la injusticia y el sufrimiento una enorme
cantidad de vida; pero
lo que muere no se convierte fatalmente en
ceniza.
El sacrificio es el precio de la redención y el grano que se
pudre produce la mies. Si lo que más llama la atención en
la marea
actual es la invasión de la materia · y del materialismo, también -son
perceptibles las fuerzas de resistencia espiritual. En los millones de
asalariados
que, en el seno de feudalismos iodustriales, constituyen
una clase privilegiada, la aspiración a una vida personal está muy
clara. Les repugna tanto la anarquía izquierdista como el totalitarismo
comunista. -Desean una familia, un hogar, una casa, la posibilidad
de ahorrar y de educar normalmente a sus hijos.
Si la propiedad estuviera inteligentemente difundida,
y si los di­
rigentes de la sociedad se preocuparan de favorecer la restauración
de los valores fundamentales ligados a la protección de la persona,
el profundo consentimiento de todo el país permitiría dar cuerpo a
una civilización digna de ese nombre.
La Iglesia podría hacer mucho en esto. Pero para ello haría falta
que se reencontrara a sí misma, pues es ella, desgraciadamente, la
más afectada.
En todo caso, no es de los remedios de lo que hoy queríamos
hablar, sino
de los
males. La inflación
ha durado demasiado. Ya se
empieza a. tomar._ conciencia de ello. Para saber lo que se tendrá que
construir o reconstruir es
necesario sab~r ~ primer lugar lo que está
· destruido. Esto es lo que hemos querido recordar brevemente.
160
Fundaci\363n Speiro