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La norma en los problemas morales de nuestra época

LA NORMA EN LOS PROBLEMAS MORALES DE NUESTRA EPOCA
Peligro de la mentalidad de cambiar todo, que del campo ju­
rídico pasa
al campo moral, 'h.asta horrar el sentido del
bien
y el mal.
« ... e.sta tendencia a cambiar, según nuevos y discutibles princi-
11pios,. la práctica eclesial pas_a fácilf!lente dfl campo }11rídico, al cam- -
"po m,oral, y. lo)nvade",y lo trastorna_con fermentos pe_ligrosbs, reba­
"jando. en. primé, lugar el coticepto_ Qbvio de derech.o natura/., de.r­
~'pue,s lá autoridad
de

la ley positiva, bien
1ea.r.eligip.ra o civil, porque
"es exterior

a la
autonomía per¡onaJ Q_ colectiva; y, .#berartdo -de tal
"mód_o a
la con_ciencia_ dé u_n claro, conocimiento y de la. honesta re-
11cepci6n de la Obligación mor.a/. objetiva, la hace, digamos, libre y
"sola, ciertamente, pero criteriq ciego., ¡'.ay!, del .obrt;tr humano, aban­
,, donada de este ~odo a_ la deriva y _expue.rta _al oportunismo de cada
npna
·de

las_ situaciones o a
lqs impulsos

instintivos psicosomáticos sin
"ordén auténtico.·alguno ni

freno verdaderamente
penona/.i disimu­
"lados por

un falso ideal de
liberación y por una sofística. prueba de
"la llamada
y difundida moralidad permisiv,z. ,,
»¿Qué queda del sentido del bien y del mal? ¿Qué queda de la
"nobleza
y de la grandeza del hombre? ¡Cuán verdad es que el hom­
"bre sin

ley no es
hoinbre!-¡Y cuán verdad esi en

la práctica,
que la
"ley,

sin
una autoridad que la enseñe, la

interprete
y la imponga, fá­
"cilmeilte se oscurece! molesta y ·termina por desaparecer! ¡Y ·que
"nuestra
libertad

cristiana debe distinguirse de
aquella otra
censura­
,, da

por
el Apóstol Pedro: <
la
libertad
"un
velo

para cubrir la
malicia, sino
como siervos de Dios» (1 Ped.
"2,16}!».
PAULO VI: Alocución al Tribunal de la Sagra­
da
Rota del 28 de enero de 1972 (O. R. de 29
de enero; Original italiano, traducción de Ecclesia
núm. 1.579 del 12 de febrero).
'315
Fundaci\363n Speiro

El timón moral de nuestra conducta en el vértigo del obrar actual.
«Tenemos necesidad de volver a encontrar los principios que
"deben

constituir la base de nuestra conducta,
,, . . . . . . . .
» ... Si el ser, es decir, el vivir, es el va/.or supremo subjetivo, es
"decir, para nosotros,

el obrar, o sea, el
empleo de
nuestra vida, es
nnuestro deber

supremo.
»El obrar plantea, pues, el

problema
fundamental: ¿Cómo
obrar?
"¿Qué hacer? ¿Y ·por
·qué obrar

de -una
forma, más bien que de
"otra? Sigue

siendo el problema
moral-, es
decir la norma de nuestra
11 conducta la que se presenta de nuevo a nuestra reflexión. ,,
» ... La vida es como una nave; lo que importa para una nave es
11el timón, adónde va, la dirección que toma, el puerto a que se
"dirige. Este

timón- es el juicio
moral, mejor
dicho, el
imperativo
"moral.
Ahora

bien, no hacemos
aquí un sermón

religioso ( sería el
"sermón que

abre el gran esquema de· los famosos Ejercicios Espiri­
"tuaJ.es). Nos basta haceros

notar que hoy la máquina de
nuest't'o
"timón,
es

decir, de nuestro juicio e imperativo moral, está bastante
n gastada,

o estropeada, o justamente querría
ser abolida. ,,
»¿Cómo, pues? ¿No es la cosa más natural y más sencilla el
"obrar? Mejor dicho, ¿no estamos en un
período de
intensidad ope­
"rativa? Todos hacen1 trabajan, aceleran, multiplican sus actividades;
"es verdad.

Pero con no poca confusión de ideas y, por tanto, de
"acciones.
Cómo y por qué obrar sigue siendo un problema doble,
"que para

noso:ros, muchísimos, se considera resuelto o se cree que
"no tiene

necesidad de solución; basta
obrar, se
dice, basta trabajar,
"basta tener

éxito, basta gozar. Pero después una especie de vértigo
"sucede a esta
ac.ividad, la cual no

sabe
dar razón de

sí. ¿No
asis­
",'imos a
fenómenos

de
contestación radical de

una sociedad orgullosa
"de los resultados del propio obrar, es decir, del propio bienestar?
"¿No vemos a muchedumbres

de jóvenes que muestran la
saciedad,
''mejor

dicho,
la náusea
del mundo
operante y en progreso?
» Yi además1 ¿No vemos que penetra la confusión justamente <(en
"la es.'ancia de

los bo:ones»,
es decir: en

la
psicología del
hombre
1
"allí donde él delibera sobre el gobierno que debe darse a sí mismo?
''La indiferencia moral, ¿no se presenta al hombre moderno como la
"solución de
tan:oj problemas
relativos a su hogar, a los cuales se
"fija hoy la
etiqueta de «:abú», y

se
descalifica de
este modo
el
316
Fundaci\363n Speiro

11contenido, dando por solución de los mismos la negación? ¿Y no
"asistimos a la
corrupción de
costumbres,
que hasta
ayer hemos lla­
"mado virtudes? ¿Y a la
afirmación de formas de

insinceridad, de
1'delincuencia, --de libertinaje, de egoísmo, de autolesionismo (o sea,
"la droga),
que todavía tenemos el
buen sentido de clasificar como
ufenómeno-s negativos,

si bien
-Jayl-muy
difundidos en la vida
"social? ,,
»Podríamos continuar ta investigación sobre la carencia de prin­
,, cipios

morales presentando otra serie de inconvenientes
perturba­
"dores .de la verdadera acción humana; los que son

provocados por
"influencias externas,
y que le dan al hombre la impresión de obrar 11 bien, porque no siente mucha fatiga para acomodarse a los mismos
"(por ejemplo,

la
política, la
moda, las diversiones, etc.), mientras
"que en

realidad se encuentra allí
más pasivo que activo.
»La
realidad

es
que la
acción humana, la
acción moral, a la que
"debemos atribuir mué ha importancia, no

es
sencilla, sino que

implica
"un conjunto

de factores, a su vez
muy complejos,' todos los cuales
"constituyen

hoy objeto de
estudio, de teoría, de
escuela, de
te'nden­
"cia,
de

divergencia, a los
que se refiere nuestra acción.

¿Cuáles son
"esos factores? L1. herencia, y luego la libertad, la conciencia, el deber1
"la ley1 la autoridad, las costumbres •.. , entran en la acción humana
''y dosifican su

eficiencia
y cualifican su mérito. Sería muy convenien­
''te
aclarar de

propósito las propias ideas si· queremos ser hombres
"inteligentes y

libres
y si queremos ser cristianos, dóciles y felices,
"por el

hecho de
ser tales.
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del miércoles 12 de julio de 1972 (O.
R. de 13
de
julio de 1972; original italiano; traducción de
Ecclesia núm: 1.602 del 29 de julio).
La debilidad y decadencia moral, agravadas por las condicio­
nes
criticas del pensamiento moderno: necesidad de algunas
certezas y peligros del relativismo e insidias de la "moral
de situación".
« ... hoy1 dávertimor pronto un fenómeno individual y social muy
"notable:

la incertidumbre moral. El hombre moderno, con
todas
"sus conquistas,
está

invadido
p.or la

duda sobre la norma
nzoral que 11deberíc1 orientar y dirigir su vida, en tanto que camina al-acaso, o
"como llevado

de
un flujo colectivo~ siguiendo

la moda del pensar
"y ·de las costumbres de que se siente rodeado. Se declara libre, sabe
Fundaci\363n Speiro

''reivindicar su propia autonomía liberándose de riertos vínculos tra­
,, 4icionales o

ambientales;
pero al mismo

tiempo se
de¡a plasmar
"interiormente
y maniobrar exteriot·mente por imponderables facto­
,,res
prevalentes, qae impresionan su experiencia de un modo i"es­
"ponsable
y dominador. Verdad es que la vida moral, que se refiere
"no tanto

a lo
que es,
cuanto a lo
que debe
ser, está, por Jo ·
que 11 afecta no a los principios, sino a los actos individuales, en estado
''problemático permanente,
por su naturaleza,- y la

conciencia, la
ley,
''la conversación social resuelven de ordinario los problemas morales
,, que la artividad a

desarrollar presenta continuamente
al espíritu,'
"así
es

nuestra vida presente,
empeñada en

un constante esfuerzo
para
,,
superar una duda

sobre la
actividad y darse a sí misma un plan
"práctico, aunque sea

momentáneo
1 de acción ejecutiva, ,,
»El fenómeno de la debilidad y de la decadencia moral se agrava
"por
las

condiciones críticas del pensamiento moderno, rebelde a
las
"formulaciones

filosóficas del pasado, e insatisfecho con las de nues­
"tro tiempo,' de

este modo, la
nueva generación
repudia con
muchas 11otras disciplinas también la rigt1rosa del pensamiento, y la sustituye
"por la

experiencia, sea la
que fuere, como criterio

restante de
verdad
,,
subjetiva,

no apto de
su_yo para proporcionar principios .rólidos a
la
"conducta humana, tentador, y cómplice incluso, si se abandona a
"sí mismo, dé tantas desviacione.r y degradaciones a que conduce la
,, guía de

la sola experiencia. Existe ahora un esfuerzo
por· deducir,
"incluso de

la
experiencia,-un

estímulo y hasta una
en.reñanza mo­
"ral;

pero,
¡qué esfuerzos

por llegar a ello,
qué dudas para conse­
"guirlo! (Confer.

Paolo
Valori, «La experiencia moral», 1971).
»Será preciso,

lo
que e.r un buen cambio, que volvamos a algunas
"certezas

morales inspiradoras
de nuestra
conducta,
que no
sean freno
"para la intensidad de acción reclamada por nuestro tiempo, sino eje
"fijo para un movimien.to seguro.

Debemos superar el gran peligro
,, de un.

relativismo infiel
a nuestros saludables principios
humanos
"y cristianos, y esclavo de las ideas triunfantes en un estadio deter-
11-minado cultural y político. ( ¿Recordáis el satírico y humorístico
''«brindis de
Girella>>, del

fusto? ), Especialmente nosotros, creyentes,
"deberíamos estar dispuestos a la difícil tarea de distinguir en el
pro­
"grarna
de

nuestra actividad
y de la de los demás lo que debe ser de­
"fendido y observado1 aun a costa de sacrificio ( ¿qué son los már­
"tires? ), de

lo
que puede
ser abandonado
O reformado.
Deberemos
ha­
,,

cernos idea de la llamada «moral de situación»; ver sus
insidias,
"cuando
erige

en norma
moral dominante
el instinto
Jubjetivoi utili­
"larista de

ordinario,
4e cómo adaptar 4e 4iversas formas

el
pr{)pio
318
Fundaci\363n Speiro

"comportamiento a ésta o aquella situación, sin tener debida cuenJa
"de
la obligación moral objetiva y de las exigencias subjetivas de
''una noble

coherencia .propia (Confer. Denz Sch., 3.918-3,921)».
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del

miércoles
30 de
agosto de 1972 (O. R. de
31
de

agosto de 1972; original italiano; traducción
de
Ecclesia núm. 1.609 del 16 de septiembre).
Crisis de costumhres y de civilización.
<<. .• ¿qué sucede? ¿Dónde estamo.s y adónde vamos a parar? De­
"litos de

todo orden, premeditados,
organízados, desaprensivos;
por
. "robo, por

rapiña, por extorsión, por
chanta¡e, por esta-fa, por
ven­
" ganza,

por sabotaje, por odio
tribal, por
pasión
politica; violando
"toda ley

humana
y civil,

secuestrando
y asesinando incluso

a perso­
"nas inocentes,

robando cuanto es po.rible,. desviando hasta los
avio­
"nes,
resistiendo

con
armas en

la mano a los guardianes del orden,
"atacando la

incolumidad de
gente, extrañas, burlando

las normas
"de defensa pública, etc., y todo esto por ansia de dinero o por
"odio político, cuando
no por
criminal
locura.,
»Y

nos seguimos preguntando con asombro si no hemos llegado
"a una

crisis de costumbres
y de civilización y si ya no va/,en los
"principios morales

sobre los cuales creíamos fundada la conducta
"del hombre civilizado y la solidez de la sociedad avanzada. Y, sin
"embargo, no. No debemos
dejarnos invadir
por el miedo
y por
el
"pesimismo. Debemos tener confianza.
,,
»Es necesario que las fuerzas del bien .re afirmen con mayor sa­
'' biduría y con

mayor cora¡e. Debe ponerse
algún remedio
a las
raíces
"psicológica.r
de

la
mentalidad moderna,-observad cuántOs incenti­
"vos
al desorden moral se encuentran hoy en _los espectáculos licen­
"ciosos,
en
la
publicidad indecente,
en la literatura ·pornográfica, en
"la ostentación

de la
vida mundana, etc., y mirad también con cuán­
"ta
indulgencia

el agnosticismo moderno no sólo excusa,
sfno que de­
"fiende toda

conducta
indiferente a las

normas éticas».
PAULO VI: Alocución en el Angelus del do­
mingo
20 de agosto de 1972 (O. R. de 21-22 de
ágosto de

1972; original italiano; traducción de
Eu/esia núm. 1.613' del 14 de octubre).
319
Fundaci\363n Speiro

No h_ay progreso si _la dignidad humana está expuesta a degra­
daroe y envileoerae en él libertinaje y las costumbres licen­
ciosas.
«~ .. en otras ocasiones hemos tenido la oportunidad de subrayar.,
''
la

firme defensa del carácter singular de Roma, que cierto
liberti­
''naje y ciertas costumbres licenciosas desearían atenuar, o más bien
"olvidar_
y ofuscar, en nombre del progreso y del «cosmopolitismo».
"
» ... no se puede hablar de progreso, nunca y en ningún sitio, donde
"la dignidad humana está expuesta al peligro de degradar,e y de
'' envilecerse».
PAULO VI: Alocución a la Junta Municipal de
Roma (O.
R. de 28 de enero de 1972; original
italiano;

traducción de
Ecclesia núm. 1.580 del
19 de febrero).
Bajeza de la moral permitiva.
<<. .. el programa del hijo de nuestro siglo, al que se propone, con
"las lisonjas de

la liberación, el que
vttelva a encotltrarse finalmente
"a sí mismo1 abandonándose a la vida amplia e impetuosa de la lla­
"mada «moralidad permisiva»; to· que implica· una conversión·

a
la
"inversa,
en

ciertos aspectos, no menos ardua
que la conversión para 11 el fin natural de nuestro ser; implica extirpar de las raíces profundas
"de la

conciencia el sentido del pecado, es decir, de nuestra responsa­
,, bilidad

hacia Dios
que vive y que ve; implica humillar en nuestro
"juicio viril

el sentido del deber
y de la ley justa; implica suavizar en
"nuestra
sensibilidad

superior otro sentido, el sentido del bien
y del
"mal, y dejar que el propio ser esté a merced de los impulsos sen­
"sibles
y de los instintos ciegos, si bien esto es evidentemente torpe
"y deshonesto. Esta es bajeza, ésta es vileza, no libertad. iLo saben
"los atletas del deporte. ¿Lo

deberán olvidar los atletas del
Espíritu?>>
320
PAULO VI: Homilía durante la estación cuares­
mal en la Iglesia de Santa Sabina (7-3-73); (O. R, de
9 de marzo de

1973; original italiano;
tra­
ducción

de
Er:desía nútn. 1.635 del 24 de marzo)_
Fundaci\363n Speiro

j
Indisolubilidad del matrimonio.
«Y aquí, concretamente1 se aclara la profunda verdad de· ta ins-
1-'titución del matrimonio indisoluble. Para un cierto número de hom­
" bres, lioy día afectados por

la
precaridctd de

nuestra condición
y los
"azares de. tiempos inciertos, un compromiso de carácter definitivo
'\barece imposible, y hasta incluso contrario a la razón. NingUna .ro-
11ciedad1 antes del cristianismo o fuera de él, a lo que parece, se ha
"atrevido a establecer con todo rigor semejante institución, aunque
"correspoñde al deseo secreto del corazón humano, íntimamente orien-
11tado a querer el matrimonio como una unión ·que dura 1iempre.
"Pero de este sentimiento al sacramento del matrimonio indiso­
" luble

existe una
distan.da que solamente

es
traspasada en Cri~to y
"por Et. En efecto, una unión que consiste en un reconocimiento y
''en un consentimiento mutuo, que llegan hasta la raíz de los seres,
"por
encima
de sus
mérito_s o
de
sus desméritos,
por
encima de lo
"que hacen o

dejan. de hacer, no puede estar fundada sino sobre
"Aquel que es el principio. el ,entro y el fin del tiempo. El s6lo
"puede asegurar a los cónyuges, contra los -cambios que sobrevienen
'' durante

una larga historia en los sentimientos, las
ideas, las cuali-
11 dades y los defectos, y hasta en las mismas conductas. En la fe, los
"esposos se prometen fidelidad, por
encima de todas las vicisitudes
"que pudieran

turbar su
vida común.
Y por la esperanza saben que
"el Señor

les
dará la
fuerza de
amar y, en

caso necesario, de perdo­
"nar lo

imperdonable; El, que ha sido el primero en amarnos ( cfr.
"1 Jn.!_4, 9-10; Rom., 5, 6-8). ¿No es éste el secreto y el trampolín
"del dinamismo de su amor, de
un amor que es, en

este mundo, el
"testigo del Amor indefectible de Dios?
Gu-ta del Cardenal Juan Villot como Secretario
de Estado, en nombre del Papa, a la cincuenta
y
nueve sesión de las Semanas Sociales de Francia
(O. R. de
5 de
julio de 1972; original francés;
traducd6n de Ecclesfa núm. 1.604 del 12 de agos­
to de 1972).
La emancipación femenina y el derecho a la vida del conceb-i,do.
«Falsas y alienantes son a es!e respecto ciertas desviacioes del ac­
"tual
y en si justo deseo de la emancipación femenina, o de la lla­
"mada libertctd sexual, al igual que las que repugnan no solamente
321
Fundaci\363n Speiro

"a la moral católica, sino a la misma ética universalmente humana.
"Lo mismo que el problema del aborto no puede ser planteado sola-
11mente
sobre
la consideración individualista
·de la
mujer, sino
que
"debe

serlo también bajo el
perfil del
bien
común y, sobre todo, bajo
"el perfil de

la personalidad del
que va

a nacer, la verdadera eman­
" cipación femenina_ no

consiste en una igualdad
formali.rta o
,,maieriali.rta Con el

otro sexo, sino en_ el reconocimiento de lo
que la
"personaüdad femenina

tiene de esencialmente específico, la
vo,ca­
"ción
de

la
mujer para ser

madre, En dicha vocación, en efecto, está
,,implícita, está de.rtinada a concretarse la primera y más fundamental
"de
las .relaciones constitutivas .Je personalidad:

la relación entre aquel
"nuevo ser humano,._ individualmente

considerado,
y aquella única
"mujer como su propia

madre. Ahora bien, quien dice relación, dice
,, derecho;

quien dice
relaci6n fundamental dice

correlación entre
un
"derecho y un deber igualmente fundamentales,· quien dice relación
"fundamental humana

dice
valor humano
universal, digno de ser
"protegido como contenido del bien
común_ jusiamente universa/., ya
"que todo

individuo es ante todo
y constitutivamente «nacido de
"mujer>>.
"
»Sobre estas normas, por tanto, los juri.rtas tienen el cometido,
"'.ruperior a

cualquier
otro, de
defender en la
.rociedad efte valor hu-.
"mano
universal

que está en
las fuentes mi.rmas de
la vida,
en las
"raíces
de

la civilización no solamente cristiana, sino sencilla
y uni­
"versalmente humana».
PAULO VI: Alocución al XXIII Congreso Na­
cional de la Unión de Juristas Católicos italianos
(9-12-72) (O. R. de 9-10 de diciembre de 1972;
or-iginal italiano; tr.aducción de Ecclesia núm. 1.626
del 20 de enero de 1973).
El respeto a la vida humana, aun aquella que despierta o que
se enoamina

hacia el ocaso.
« ... hay valores que son como la piedra de toque de una civiliza­
" ción;

si se atenta contra ellos, es el hombre mismo el que
es.'á ame­
"tiazado. As!,
pues,

atentar contra
la vida
humana, bajo
cualquier
"pretexto
y bajo cualquier forma que se considere! es desconocer uno
"de estos valore.r esenciales

de nuestra civilización. En lo
más pro­
"fundo de nuestras conciencias

-según podemos
experimentar to-
Fundaci\363n Speiro

"dos-'-, se afirma, como_ un principio íncontrovertiblf! y sagrado, el
"respeto
de toda
vida humana,

de
aquella que se

despierta, de
aque-
11lla
otra que no exige otra

cosa
que su

desarrollo, de aquella que se
"encamina hacia
su ocaiQ,
de

aquella, principalmente,
que es
débil,
11pobre, sin defensa, a merced de los demás. »El
Concilio lo
ha recordado recientemente con fuerza: toda vida
"es sagrada,

Exceptuando la legítima defensa, nada
autoriza ;amás
"a un
hombre

a
di.rponer de
la vida de
otro, como igualmente· tam­
"poco

de la suya propia. En
contra, si
lo hacen, de lo
que se
piensa
"y de

lo que se dice a ve-ces en
nuestro ·alrededor,
repitámoslo sin
"cansarnos: toda vida
humana debe

ser absolutamente respetada;
"igual que et aborto, la eutanasia· es un homicidio.
»Hermanos
y_ amigos que me escucháis: esta vida que es la vues­
"tra, la de vuestros padres, la de
vuestros hijos,· ta "vida de todos los
"hombres, esta vida frágil
y que pasa con tanta rapidez, -sigue siendo,
"a
pesar de las pruebas
que sufre,
nuestro bien más
precio.so. E.s un 11 convencimiento de fe para los que, entre nosotro.s, creen en Cri.sto
"y
para
los cuales el Evangelio enseña .que nuestra
muerte ·terrena es
"un paso

hacia la vida eterna.»
PAULO VI: Mensaje por la Televisión francesa
del
1-2 de
febrero de 1971; traducción de
Ec­
clesia núm. 1.529 del 13 de febrero).
El respeto a la persona humana no permite que e.u cuerpo sea
reducido a

objeto de la medicina.
« ... la Iglesia ofrece al mundo una visión integral del hombre. A
"sus ojos, el

hombre sigue siendo un ser frágil,
ciertainente, más aún
"por estar marcado por el

pecado, pero constituye igualmente el
cen­
"tro
y la obra maes:tra de la creación; su mismo cuerpo, creado Por
"Dios
y destinado a la gloria! exige respeto· y cuidado ( cfr. «Gau­
"dium et Spes»i núm. 14).

Toda persona humana, por la fe cristia­
"na, está -revestida de

una dignidad
que prohibe

reducirla
4 un objeto;
"por medio y más allá de sus actividades corporales afectivas, inte­
"lectua/,es, es

capaz de en:ablar con
o/ras personas relaciones

in:erper­
"sonales de una profundidad
maravillosa,' más aún, puede

entrar en
"contacto, por

la gracia delicada
·del alma,_ con

el mismo
Dio.s, o,
"mejor, convertirse en el

templo de
.ru presencia
y
en el lugar donde 11·se despliega ia acción de su E.spíritu. Esto significa el misterio que
323
Fundaci\363n Speiro

11rodea a toda persona y el respeto con el que todo médico del cuerpo 1
' o del alma debe acercarse a ella.»
PAULO VI: Alocución a los médicos de .Ja Co­
munidad Económica Europea
(24-XI-72) (O. R.
de 25 de noviembre de 1972; original francés;
traducción de
Ecclesia núm. 1.622 del 16 de di­
ciembre).
El aborto y el derecho natural.
«Sabéis perfectamente que la Iglesia ha condenado siempre el
"aborto,
pues las enseñanzas
de_ nuesíro predeces(}r, de

venerable me­
"moria, Pío XII (Discurso del 29 de octubre de 1951)
y del Con­
"cilio Vaticano II (Const.
«Gaudium et

Spes», núms. 27 y 51) no
"han hecho

o!ra cosa
que corroborar

su doctrina moral
¡amás álte­
"rada
e

inal:erable.
Sabéis también

que contra las recientes leyes o pro­
"posiciones de ley
.que en varios Estados

actualizan o pretenden
ac­
"tualizar
la

llamada «liberalización del aborto», se ha levantado el
"Episcopado de

todo el mundo, proponiendo los remedios
más idó­
"neos para eliminar

o contener al máximo esta
tan difundida
«plaga
"social».
»El aborto, como el infanticidio
--el Concilio

ha remachado­
"son delitos

horrendos» (lug ..
cit., n. 51}. LA razón teológica fue bien
"matizada en e!

discurso arriba citado de
Pío XII:
«Todo
ser hu­
"mano,

incluido
el niño en el seno materno, posee Pl derecho a la
n-,vida «inmediatamente»

de Dios, no de los padres, ni de cualquier
"sociedad o autoridad humana.

Por
tanto} no
existe hombre
alguno,
"autoridad humana
alguna,

ninguna
cie,ycia, ninguna
«indicación» mé­
"dica, eugenésica, social, económica,
moral, que pueda exhibir

o
dar
"un
titulo ¡urldico válido, para una

directa disposición deliberada
"sobre una vida humana inocente, es decir, una disposición
que tien­
" da

a su destrucción, bien como
finalidad, bien
como medio para
"otra finalidad,

por
sí quizá en

modo alguno
ilícita».
" . . . . . .
»En la constitución «Gaudium et Spes», el_ Concilio, dirigiéndose
"a todos

los hombres,
y no solamente a los cristianos, da también las
"razones de derecho natural y social. En primer lugar, la dignidad
"de la

persona, que queda herida no sólo
en la
inocente
víctima del
}Jasesindto, sino

también en la misma madre que voluntariamente se
"en1regue a ello, y en iodos --médicos o enfermeros- los que co­
"operen
al aborto voluntario. Además, no son menos graves las ra­
"'zones de derecho
social1 hoy particularmente válidas y de más
324
Fundaci\363n Speiro

nestricta competencia-de vosotros juristas, Si, como advierte el Con­
"cilio «Dios, Señor

de la
Vida, ha
confiado a los hombres
la. a/.tísima
"misión
de

proteger la vida, misión que
debe ser
realizada en forma
"digna del

hombre» (lug. cit., n. 51),
sobre todo
hombre,
sobre
"la.r comunidades intermedia.r
(comenzando.

por la familia)
y ante
"todo sobre

la
comunidad política

se funda esta misión,
que es al
"mismo tiempo deber y poder. Si el estado socia/, contemporáneo va
11 asumiendo
cada

vez
más sobre
sí esta
,tarea-de protección
y de promo­
"ción de la vida humana en forma digna del hombre,
y ello en con-
11formidad

con las
<
derecho! del
"hombre y del niño», no exiite duda a/,guna de que e1ta protección
,, debe

comenzar,
no con
el
nacimiento o
con la mayoría de edad de
11 la p-ersona humana, lino desde·

la concepción,
-por
ser el comienzo
"de un solo y unívoco proceso vital, que se termina.con el nacimien-
11to

de un
nuevo ser
humano.
"
. » ... el primero y más fundamental de los derechos del hombre
ºes el

derecho a la vida, es decir,
a la
protección de su vida:
y nadie
"puede tener

un derecho contrario, cuando se trata de un ser ino-
11cente. Cuanto más débil es el
sujeto está

más necesitado de protec­
"ción y más incumbe a todos el deber de protegerlo, y en máximo
"grado
a

la madre, desde el momento
que lo tiene en su seno.»
PAULO VI: Alocución al XXIII Congreso Na­
cional de la Unión de Juristas· Católicos italianos
(9-.12-72) (O. R. de 9-10 de diciembre de 1972;
original italiano, traducción de
Ecclnia núm. 1.626
del
20 de et?,ero de

1973).
La moralidad en el campo médico. Competencia en ella de la
Iglesia.
«La moralidad, en el

campo terapéutico de la medicina o de la
"cirugía, se

desarrolla según una
casuística con
implicaciones
cada 11vez más amplias y frecuentemente de una gravedad tremenda. Du­
"rante uná
audiencia,

se nos presentó a Nos también el caso de
ser
"interrogado

por un cirujano famoso: ¿Son
lícito! los
trasplantes de
"órgaflos? ¿Y en qué condiciones?

Con frecuencia también.
10mos
''consultados

sobre
101 famosos
problemas
que Je repiten

constante­
"men.'e: La «paternidad responsable», de la que ha hablado el Con-
11cilio,

los medios anticonceptivo1
1 las enfermedades sociales., la tor­
"tura,
la

droga, la eutanasia, etc.
Fundaci\363n Speiro

J>Por nuertra parte, no. estamos. ciertamente en condiciones de dis­
,, cutir No.s estos
problemas trfl s11 nivel específicamente científico;
"pero_ lo.

estamos, en
virtud de n11estra misión de custodio e intér­
"prete
de

la ley divina, por lo
que ,rfecta, durante todo

el
curso de
"la vida

desde
su comienzo a ,u final, a la defensa de esa vida, de
"toda
vida humana, lo

mismo
en su desarrollo

corporal
que en su
"desarrollo
moral

y
.espiritual.
»¿f:lá. ppdríamos pedir.os. hoy a vosotros, médicos y ciru¡anos,
".que
seáis
nurstros. abogados en el tumulto de las opiniones en boga,
"ante la dificultad de traducir, en pedagogía

práctica, la
justa norma
'''ética y -cristiana,-.·ante la urgencia de hacer frente a la-invasión de
"un· hedonismo indiferente y licencioso, que, al violar la ley moral,
"amenaza
la

dignidad y la
integridad de

la vida humana? Esta es
"nuestra esperanza.»
PAULO VI: Alocución al Congreso Mundial del
.Colegio Internacional
de Cirujanos
(1-6-72) (O. R.-de 2-3· de junio de 1972; original francés; tra­ducción de Ec-clesia núm. 1.597 del 24 .de junio d~ 1972).
La moral y :e} valor de fa castidad,
«... el tema-de la castidad_, en torno al cual habría mucho que
"decir_, debido a su

importancia en el desarrollo moral de nuestra
"vida; tantO "rjfl~, en la conversación ·ordinaria, absorbe para 1í, como
"por
antonomasia, el título de
«moralidad»; habría
mucho
que decir
"también a causa de

la
gravedad y
cantidad de
viejos y nuevos pro­" blemas que se acumulan sobre

este
tema tan delicado.
" . . . . . . . . . . ..... . · » ... baste enunciarlo para que cada uno le preste átenci6n y vigi­
" lancia. Veamo1 alguno1
puntos que os conciernen.
1. El tema se hace invadiente y obserivo. No pueden pasarlo por
"alto
quienes desempeñan funciones pedag6gicas en

medio de la
ju­
"ventud,
en .fa formación de las conciencias, en la

Salvaguardia
de
."las c'ostu_mbf"e's; ·en
la

moral
pública. Tema -delicado,· por ser de
"índole
que· imp-,esiona, 'j; por tant-o, tratado iradicionalmente con 11mucho recato, a veces· hasta excesivo, pues ie le cubría con reticen­
"cias, aparece hoy presentado

con estudiada
y a veces provocadora os­
"tentaci6n. En-el

campo
científico, el

psicoanálisis,· en el campo
li­
"terario, ·el erotismo obligado,· en el campo publicitario, la ha¡eza
':seductorit/-
en
el
cdmpo de
los
e1pectáculos, la exhibición

indecente
"encaminada a lo

obsceno; en el campo de las
publicaciones, revistas
Fundaci\363n Speiro

"pdrnográficas pérfidamente difundidas; en el campo de las diver­
,, siones,
la búiqtieda de las más rastreras y seductoras; en el campo
'-'del amor, que ,es el más elevado, la confusión entre el egoísf!J,o
nsensual, pasional y et 1Ueño /1,fco y generoso del ·don de si.
2. · Debemos tener en cuenta que vivimos

en
una época
en
que 11/a. ánimalidad, humana degenera frecuentemer,te .en una de.se"nfre­
"n"mia
.corrupción; se camina· en

el
fango. Si tenemos el .rentido de
"la dignidad personal y del respeto hacia. los otros, hacia la sociedad,
"y, wbre todo! el· sentido de nuestra elevaci6n al nivel cristiano~ de
"hijos

de
Diosy de

bautizados
y santificados. por la gracia (que es
"iluminación del J!,spí.t;itu Santo e.n nuestras personas.), debe-mo1 po­
"_nértios én Una postur~ de defensa,_ de rechazo, de renunci(f a tdnta.s
"exhibiciohes de )a. inmoralidad flioderna,' y no ceder, por -coitde1-
"_cendenáa o por reipeto hu.mano, a la c.orltaminación de la inmora,.
"lidad. del. ambiente. · · .
3. Debémof, ad_ef!tás
1 _percato/'nos de que la impureza a que, álu-
11 dimo'j no es un derec~_o del ¡oven._ que camina btt(ia la vida1 dtd
"hombre
moderno

que debe.
liberar.re de

/as tradiciones
dé .antaño1
n4el hombre;,maduro, como si éste·p.rtuviera inm"une de los desórde­
nnes que pfo_~ed.ert_:del canfa.gio
con ld. provocánte "inmun.dicia. Porque,
¿qué

entendemÓs por
impúreza?: entenii_emo.r el dominio ·de lo.r ins­
"tintos
y de las pasiones del hombre animal sobre el hombre racional 11y _ ~oral; Un dominio qfte_· e.rtim_u¿a, _ herhiza, exalta el primero,·
"degrada
y h1tmilla. el. 'segundo; hacii al primero vulgar, vicioso y
"triste, _al segun4o ·miope e fnfensible_ y escéptico ante las cosas del
"espíritu (cfr. /1 Cor;, 2, 14){es un ·desorden grave en nuestro ser
,, humano,

que es complejo
y compuesto,' desorden que fácilmente
"desciende a

lo
má.r bajo.
4.

No se pueden
silenciar los
peldaños inferiores hacia los que
"se dirige

nuestra sociedad resbalando sobre la llamada libertad de
"los sentidos
y de la.r costumbres. Son las grandes cuestione.r que no
"la hacen

ni fuerte, ni gloriosa: la_anticoncepción, el aborto, la in­
"fidelidad al

amor
conyugal, el
divorcio ...
Luego1 tras de la iniciación
"en

el
placer sensual,

brota la droga ... Es la vida del hombre la que
"está en

juego; es el amor
verdadero el

que
va a
la decadencia. Pro­
" blemas graves y actuale.r, de los cuales tanto se habla,-y aún se
"deberla hablar má.r.
5.

Terminemos con un párrafo positivo,
propio de
la formación
"cristiana: se concentra en una de las bienaventuranzas del Evangelio:
"«Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios»
"(Mt., 5, 8). En
estas palabras

se pueden descubrir muchas cosas: la
"relación entre

la vida religiosa
y la disciplina de las costumbres; la
"sede primaria de

la
pureza que es

el
coraz6n, es
decir,
nue.rtra inte-
Fundaci\363n Speiro

"rioridad, nuestros pensamientos, nuestros afectos, nuestras imagina­
''ciones, nuestra

conciencia (cf. Mt.,
5, 27
ss.¡ 15, 29); la austeridad,
"o lo
que es igual, la

fortaleza de
espíritu, la
integridad verdadera
"de nuestra

conducta, condición necesaria para mantener y engendrar
"el orden

de nuestro ser desensamblado por el pecado
original y
"convertido en custodio de

los tesoros del reino de _Díos (cf.
II, Cor.,
"4, 7),

la excelencia del amor
pu_ro, honeito y bendecido por el víncu­
"lo sagrado! la

mayor excelencia de la virginidad consagrada al Amor
"útiico, absoluto,

divino ...
La pureza es la atm6sfera en que respira
"el amor. _

_
6.
Queremos añadir

_todavía una palabra. En otra
ocasión hemos
"dicho que la moral. cristiana es, de

por sí, difícil. ¿Qué tendremos
"que decir

de este capitulo
relativo a
la castidad
y a la pureza que
"casi

todos los
que están a/, margen de la vida cristiana lo consideran
"imposible de observar? Diremos también
que sí, que es difícil,. te­
"niendo en

cuenta las circunstancias en que se des_envuelve la vida
"del hombre, especialmente hoy. Pero,
a,tJostillemos e.n seguida, y
"corrijamos prácticamente la primera afirmación general: no, es fácil;
"con el dominio de sí mismo, con la elección, cuando es posible, de
"un ambiente

de
vida sano, queriendo, la

pureza es posible,· más
aún,
''
con

la oración
y con los sacramentos es fácil y hace feliz.»
328
PAULO VI: Alocución en la, audiencia general
del rrúércoles 13 de septiembre de 1972 (L'OJ­
Jervatore Romano del 14 de septiembre de 1972;
original italiano; traducción de Ecclesia número
1.611 del 30 de septiembre).
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