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Número 115-116

Serie XII

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La legalización del aborto

LA LEGALIZACION DEL ABORTO
POR EL
DR. FERNÁNDPZ: ARQUEO.
l. Un problema sin liquidar.
Cuando hace aún pocos años se
esturliaban los
recién aparecidos
anticonceptivos hormonales (
«la píldora»), los

omnipresentes tergir­
versadores de
la doctrina del mal menor airearon, en todo el mundo,
cifras elevadísimas de abortos provocados,. Para evitarlas
-decían­
nada

mejor que autorizar, cuando no fomentar, los nuevos anticon­
ceptivos, de sencillez < Como pasa casi siempre en esta clase de planteamientos, ahora resulta
que coinciden
Wl sólido afincamiento de «la píldora>> con cifras tan
elevadas como antes de abortos provocados que, socialmente
acep­
tada

«la píldora», quitan a ésta dicha explicación lógica.
Tampoco han disminuido el volumen de abortos provocados las
redes oficiales o privadas de
dispensarios o
consultorios de planifi­
cación
famiiliar diseminados

por casi todo
el mundo y que tendrían
entre otros fines el de prevenirlos
y evitarlos, a radice, mediante la
propaganda activa
-ya no

sólo la mera permisión pasiva- de los
anticonceptivos.
Estas estadísticas

impresionantes se agitan ahora nuevamente, pero
con otro fin, el de convencer qne
la legalización del aborto sería
cuando n:ienos, otro mal menor, que remediada los muchos y mayores
males adheridos
al aborto criminal clandestino, como son las compli­
caciones quirúrgicas, las lesiones del
aparato genital y aun la muerte.
Los socialistas afü1;den, irritados, que es una injusticia social que sola­
mentes las mujeres ricas puedan abortar en esas condiciones de clan­ destinidad, y postulan no solamente la legalización sino su
servido
en la segncidad social, lo cual sería wia manera muy eficaz de fo­
mentarlo.
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Fundaci\363n Speiro

DR. FERNANDEZ ARQUEO
No creemos que las novísimas sustancias llamadas prostaglandi­
nas

que, según
parece, pueden dar un aspecto totalmente
fisiológico al
aborto criminal, lleguen a hacer innecesaria la asistencia médica en
esos momentos,
y a confinar el episodio en la intimidad de la emba­
razada, escamoteándole del planteamiento clásico
y permitiendo elu­
dir a
muchos la

precisión de sus posturas morales. Un católico cons­
ciente y s:in respetos humanos, verá en estos problemas, lejos de com­
promisos molestos de los cuales zafarse, ocasiones afortunadas de en­
señar la
verdad que

no debe dejar escapar. El Papa Juan XXIII nos
ha dejado un comentario del octavo mandamiento en el que dice que
no sólo prohibe mentir sino que hace meritoria la manifestación de
la verdad.
Estas semanas está lanzando
1a industria farmacéutica norteame­
ricana otro «boom» criminal, de fabuloso rendimiento económico:
píldoras de dietilestilboestrol, anunciadas
y conocidas ya popularmen­
te como
«la píldora

de la mañana siguiente», verdadera «rueda de
repuesto» para las mujeres que hayan descuidado las debidas «pre­
cauciones». Tomada antes de
las setenta y dos horas después de la
fecundación, impide la nidación
d~I huevo. Es, por ello, un auténtico
abortivo,
si bien su máxima precocidad le permite circular con el más
discreto aunque impropio nombre
df? contraconc_eptivo.
No creo que
tampoco él pueda erradicar el aborto visible.
Existen, pues., a pesar de importantes descubrimientos médicos
en tomo
suyo, un elevado número de abortos criminales que no se
pueden disimular. Creemos que en el futuro seguirán existiendo e
iguahnente sin disimulo posible.
Lo ya relatado acerca de la frustra­
ción de fas esperanzas puestas, con impecable lógica, en los anticon­
ceptivos, autoriza a conjeturado así.
Esta situación divide a la opinión en dos grandes bandos: el de
los que defienden que el aborto criminal
debe ser castigado por el
Estado y el de los que postula su legalización. Un tercero, expectan­ te, suspende el
juicio. Debemos,

pues, precisar el enunciado del tema,
y no hablar de polémicas en torno al aborto, sino de polémicas en torno a la legalización del aborto; más adelante veremos que esta pre­
cisión es más importante de lo que parece.
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LA LEGALIZACION DEL ABORTO
2. La polémica se recrudece.
Asistimos a W1 recrudecimiento de la polémica y, cosa curiosa, a
escala munwal. Su contemplación suscita una pregunta previa a su
análisis: ¿por qué hay épccas en que se abandona y otras, como la
actual, en que se exacerba?
Hay que distinguir entre la Revolución silvestre, y su pcsterior
organización por parte de organizaciones revolucionarias. Cuando ésta
sobreviene, se produce la exacerbación del mal. La Revolución silvestre es la que fluye de todos los males exis­
tentes y engendra otros espontánea y desordenadamente. En el caso
que nos ocupa,
el reciente maridaje entre las doctrinas de liberación
freudiana y
las neo marxistas de desalienación, ha constituido un pc­
tenciador muy importante del antiguo
libera1ismo, estacionarlo
y ago­
tado,
y entre todos han promocionado el concepto de cierta libertad
individual,
sui generis,
al primer puesto
de la escala de valores ; de
éste se desglosa la «democracia sexnal», o sea
la absoluta inhibición
del
Estado en

todo lo referente a
la sexualidad: desde la legalización
del aborto a la de las uniones homosexuales.
Las organizaciones revolucionarias, anticristianas en su misma
esencia, aprovechan esta floración del mal, desordenada, diséminada
y proteiforme, y tratan con espíritu y métodos de racionalización
del trabajo de potenciarlo, organizándolo en forma de campafias na­
ciona1es e internacionales.
Debemos, pues, investigar si las personas que defienden la
legalización del

aborto son
meros francotiradores
del mal, o agentes
de
organizaciones que

patrocinan esa campafia.
En el primer caso,
no tardarán en
pasar a la segunda condición.
3. Cómo llega la polémica a España.
En nuestra Patria no puede darse una polémica franca y abierta
sobre este tema, pcrque los artículos números 411 a 417 del Código
Penal prohiben aun la mera propagaoda
del aborto. Sin embargo,
es
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DR. FERNANDEZ ARQUEO
innegable que hay un ambiente polémico. Loo partidarios de la lega­
lización del aborto

se manifiestan mediante la reproducción de los
debates en el extranjero, en
la cual sus argumentos son meras no­
ticias. ¡ Viejo ardid éste de referirse al extranjero! Por supuesto que
la prensa extranjera, que entra en España en cantidades considerables, alimenta el frente abortista
sin problema lt!guno.
Cuentan, además, nuestr05 abortistas, con una guerrilla difusora
que. va desde el chiste malicioso a la brevísima e incidental alusión
velada.

Pueden exponer sus argumentos con
la técnica «a la contra»,
es decir, negando
1a razón con argumentos insuficientes a los que
postulan
la legalización apoyándose en prolijas razones. También es­
capan

a la ley sin mengua de su capacidad proselitista, ciertas encues­
tas cuyas preguntas hábilmente formuladas y cargadas de intención
no tienen en realidad por fina.L1dad
averiguar nada,

sino
suscitar de­
terminadas
respuestas

que modelan de manera también predeter­
minada
la mentalidad del que las da.
Esta curiosa situación es un ejemplo más -hay muchos- para
mostrar la dificultad de adaptar eficazmente una legislación y unos
procedimientos judiciales de corte clásico a la propaganda
ideológica
y a la guerra revolucionaria. Dificultad que es universal y está seña­
lada por todos los autores como uno de los rasgos. de la guerra psi­
cológica. De lo cual no se sigue, sin embargo, la sinonimia entre le­
gislación inadecuada e insuficiente,
y legislación inútil. La actual in­
su:f:idencia de
la legislación vigente no autoriza su desuso ni aban -
dono, sino que espolea a su pe.tfeccionamiento.
4. Contraste de pareceres.
Como luego diré, esta ru.estión es el comienzo de una reacción en
cadena que lleva la crisis a otros temas muy, importantes; tal vez por
esto, apasiona
y produce una cantidad Je literatnra que ni podemos di­
gerir entera, ni se detiene al aieffe de estas líneas. Harem.os, pues,
tan sólo un breve e incompleto esquema de actitndes y argumentos.
Pero antes convierté señalar un factor común que caracteriza estas
polémicas y es la mediocridad de los argumentos barajados, su falta
de
hondura y
fuste filosóficos, su
empirismo y
arbitrariedad en los
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LA LEGALIZACION DEL ABORTO
de unOB sectores y su dislocación del meollo de la cuestión en otroo;
,u parentesco con frases de fotonovela o de película y su enorme dis­
tancia del estilo
y rigor de las disputas académicas. Poc06 ejemplos
tan
demostrativos de la
ausencia de
la filosofía en nuestra época.
Aunque el tema
es jurídico, en

los médicos se advierte análoga
pobreza. Fenómeno debido a la falta
de una verdadera cultura cató­
lica.

Casi siempre que se habla
de la Universidad la atención es aca­
parada por la alteración del orden público en ella, pero no por el
espíritu que impregna las enseñanzas, Si católico fuera, al estudiar la
unión de las células seiruales, se repasarían las teorías y doctrinas de
la animación, que tanto deciden eo el enjuiciamiento del aborto.
Pero, no; las enseñanzas que se imparten de embriología humana no
se diferencian de las de embriología
animal más

que en cuestiones
físicas.
l. EN CONTRA DE LA LEGALIZACION
Un grupo de católicos invoca argumentos de autoridad y deja
intacto su empirismo porque entiende que con ello da una señal de
filial y devota sumisión a la Iglesia. Dicen :
l. l. El Magisterio de la Iglesia condena el aborto desde la mis­
ma concepción. La legislación del Estado en materias de
orden y moral social se inspira, o debe inspirarse, en ese
Magisterio, y sólo debe modificarse en función de las mo­
dificaciones del
mismo; pero permanece invariable, lo cual
es especialmente expresivo en estos tiempos de tantos
y tan
grandes cambios.
Otro grupo de católicos,
además de

suscribir el argumento de
autoridad
de los anteriores como manifestación piadosa, estudia el
problema
para enriquecer y respaldar el Magisterio Eclesiástico y
mostrar sus buenas razones para facilitar su aceptación. Su tesis es :
1.2. El Magisterio de la Iglesia aúna la interpretación de la
Revelación y la custodia del Derecho natural. La Reve-
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DR. PERNANDEZ ARQUEO
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lación ordena no matar. La cuestión se desplaza a saber si
este mandamiento alcanza o no al embrión acerca de cuya
animación la Revelación no nos ilustra. Este silencio nos
remite a otras fuentes de conocimiento y, en su defecto, al
principio moral de que en la duda hay que abstenerse.
La revelación nos enseña, en el qi.stigo de Ohan, que
debemos respetar las células germinales, aunque ciertamen­
te no están animadas; luego cabría suponer que, a fortiori,
se ha de _respetar a:l embrión, aunque -no estuviera animado ;
si bien de esta consideración no se seguiría una condena
legal contra el aborto, porque no existe c,tra previa contra
la masturbación.
Su
esfuerzo por

desarrollar el Derecho natural, implí­
dto en el Magisterio de :la Iglesia, se centra en demostrar,
con la moderna embriología, que el embrión está animado
desde la fecundación, para establecer sobre esto una seme­
janza -no

identidad- entre él
y el hombre adulto, que
le haga
correlativamente semejante

en el disfrute del
De­
recho natur3:1 a la vida que se reconoce al adulto.
l. 3. Hay también un grupo de personas, más numeroso en el
extranjero que en España, que sin ser católicas se oponen
a la legalización del aborto porque les repugna. Apoyan
sus pretensiones en el Derecho natural exclusivamente.
1.4. Como relativa novedad cabe señalar un grupo de católicos
vergonzantes o católicos liberales, que no quieren que el
Estado sea
confesiona:lmente católico y sólo le piden que
atienda al Derecho natural,
para ampliar
así la base de la
convivencia con la asimilación de gentes del tipo, 1.3. Como es lógico, ante un Estado
así, solo exhiben argumentos de
Derecho natural. Cometen el tremendo error de ignorar la fragilidad po­
lítica del Derecho natnral cuando no está custodiado
y
apoyado por la Iglesia, como muestra la evolución de este
problema en numerosos países extranjeros.
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LA LEGAUZAClON DEL ABORTO
2. A FAVOR DE LA LEGALIZACION DEL ABORTO
2.1. El Estado no debe ser confesional católico, sino laico,
y, en este caso, desconoce la existencia del alma y, a fortiori,
en el embrión. Un embrión .sin alma no se parece en nada
a un hombre adulto.
2.2.
El Estado
laico debe salvaguardar, ante todo, la libertad in­
div,idual, mediante 1a democracia sexual, o sea, la inhibi.
ción absoluta ante todo lo que roce la sexualidad y sus más
remotas manifestaciones.
2.3. El aborto es una cuestión privada inasequible al Estado, que
debe garantizar la libertad a disponer del propio cuerpo.
Estas son las tres posturas liberales
dá.s-icas, ahora renovad.as. Pero
lo

peculiar del
brote polémico
que ahora
se produce
es el refuerzo
de las mismas con un argumento nuevo, original de los socialistas,
que ven en la legalización del aborto una exigencia de la justicia
social.
2 .4. Ideologías aparte, la legalización del aborto es una exigen­
cia de la praxis política al
servicio de
la justicia social
y su
postulado de
la igualdad de oportunidades ; es inadmisible
la diferencia entre las mujeres ricas, que pueden abortar
clandestinamente con todas las garantías técnicas, y las mu·
jetes pobres, que sólo pueden esperar esas garantías y esas
facilidades de la Seguridad Social.
Los socialistas, pues, que siempre estuvieron con los liberales acep­
tando sus principios contra la confesionalidad del Estado, hacen abora
la aportación original transcrita. Pero, además, este frente recibe en
nuestros días, no sólo otra
aportaciór~ nueva,

sino
. una
presencia nue­
va, sorprendente: la de los llamados «progresistas», que más allá de
los católico-liberales se podrían llamar, admitida 1a licencia del len­
guaje, católico-marxistas. Sostienen que
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DR. FERNANDEZ ARQUEO
2.5. La extensión de la prohibición de abortar a las mujeres es­pañolas no católicas
y no seguidoras del Derecho natural,
es
una discriminación de inspiración religiosa contraria
al
esp!ritu del Concilio Vaticano II, recogido por la Asamblea Coojunta de Obispos y Presbíteros españoles de otoño del
71 (1),
Hay que registrar también en el grupo de postulantes de la li­
bertad o legalización para el aborto provocado, otro grupo distinto,
que reconoce implícita y silenciosamente al Estado el derecho a ser
exigente, bien por la
guarda de

la Religión o por la del Derecho Na­
tural, pero trata de justificar ante esas exigencias que admite su trans­
gresión ocasional.
2.6. El aborto provocado puede ser una legítima defensa de la madre frente a un extraño
qti.e anienaza su

salud, su vida,
o que va a condicionar su futura manera de vivir.
2.7. La legalización del aborto es un mal menor que evitaría los mayores males de su realización clandestina.
3. A FAVOR DE L,A SUSPENSION DEL JUICIO
3. l. La impunidad coo que eclesiásticos de todo el mundo de­
fienden la separación de
la Iglesia y el Estado, y las co'
rrientes

poderosas de desacralización en general, igualmen­
te impunes, autorizan a presumir
un cambio

en
la concep­
ción cristiana del
EstaJdo.
(1) La conclusión 40 de la Ponencia l.ª dice· así:
«En
todo caso, las relaciones entre la Iglesia y el Estado han de excluir
toda forma de limitación o instrumentalización de_ los derechos que a los ciu­
dadanos españoles han de reconocerse en razón de tales, independientemente de su situación religiosa, Quienes no sean o no se sientan católicos tienen
derecho a exigir que desaparezca toda forma de discriminación cívico-política
que tenga su origen en
razones de

fe o de
religión.»
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LA LEGAUZACION DEL ABORTO
En
tanto no se clarifique esta situación en torno a tan
fundamental prenlisa, debe suspender~ el juicio
3.2.
Cabe esperar que la medicina moderna aclare las teorías de
la animación, que nunca fueron dogmáticas. La censura
moral contra la masturbación a pesar de que el esperma no
está animado, no es precedente válido para castigar la muer­
te provocada del embrión no animado, porque la ley civil
no castiga la
masturbación.
La realidad es

que la moderna embriología, desgraciadamente muy
naturalista y nada espiritualista, si abordara el tema de la animación,
no aportaría sino evidencias masivas en favór de
la aniinación desde
la fecundación.
4. LOS QUE POLEMIZAN SOBRE EL ABORTO, PERO CON MIRAS
MAS LARGAS
En cualquier polémica vemos a los directamente interesados en
el tema debatido cortejados por
otras personas
en las que no es di­
fícil descubrir, debajo de un aparente entusiasmo, que su
verdadero
interés se dirige hacia otras cuestiones. Esto es tan habitual que no
merecería
la pena señalarlo aquí, si no fuera porque este grupo es­púren es en la confrontación del aborto más numeroso y diligente que
generalmente. La
legalización del

aborto provocado no es función de conoci­
mientos médicos sino de concepciones políticas que, a su vez, lo son
de otras, religiosas.
Lo que se ventila es mucho más que el aborto en
sí. Es la posesión de una primera línea de un complejo sistema de
fortificaciones que guarda en su centro las esencias de 1a civilización
cristiana.
Legalizado el aborto --con
más o menos eufemismos,

con
figuras más o menos ingeniosas.--, queda sentado un precedente fuerte y claro para que el Estado haga dejación de su sustancia cristiana _en
otros muchos asuntos

menores, a fortiori. No se abriría una brecha
sino que se hundiría el frente.
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DR. FERNANDEZ ARQUEO
Sostenida la prohibición de provocar el aborto frente a las invec­
tivas internacionales, sería una
senS!.ibilización permanente para dis­
tinguir, a

nivel político, el bien del mal. Sólo partiendo de esa su­
pervivencia de tal sensibilidad se podría pensar en aumentarla para
extenderla después a
la total recuperación de nuestra unidad católica.
5. Premisas y Conclusiones. ¿ A qué nivel actuar?
Como muchas otras cuestiones, ésta se puede y se debe abordar
en dos

niveles simultáneamente : el de los hechos y el de sus causas
;
el de la letra escrita y el del espíritu. Defender la verdad en uno solo
de los niveles sería defender solamente una parte de la verdad.
Decidir ilcerca ·de la existencia o no de una ley represiva del abor­
to, sin más, sin afincar una decisión sobre las premisas ideológicas
que la respalden, o
dejándolas no
ya confusas sino contradictorias, es
una convocatoria aplazad.a para la renudación de la polémica. Es ir tirando·, viviendo
al día, sin elaborar un sistema completo que, además
de servir a a
¡x>lítica, enriquezca
la cultura. Inversamente, una formu­
lación de grandes principios, como es
el de la confesionalidad del
Estado, que luego no se desarrollen hasta su aplicación; sirve de orien­
tación intelectual, pero no para el gobierno del pueblo. No se nos escapa, sin embargo, que en la práctica política no
siempre se puede, ni
aun se

debe, pretender un ajuste a rajatabla,
con
lógica implacable,

entre los principios generales
y las situaciones
particulares.

Acerca del punto de encuentro entre la corriente des­
cendente de los principios a
S!US aplicaciones, cuyo paradigma es el
idealismo, con la corriente ascendente que si se $oh revalora implica
una
estimación exagerada de los hechos aislados, de inspiración no­
minalista, puede
cottsultarse la

obra «Fundamentos de la Política» (2).
Esta salvedad no va a proteger totalmente a los principios de la
confesionalidad del

Estado
y de la libertad de cultos de las salpica­
duras que saltaran de la polémica de la legalización del aborto. A
su
vez, ello~ favorecen

a soluciones dispares. La polémica inicial pue­
de desencadenar una crisis mucho más amplia de lo que parece a
(2) «Fundamentos de la Polítíca», por Jean Marie Vaissiere; 218 págs.,
120 ptas., edición castellana de Speiro.
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LA LEGAUZACION DEL ABORTO
primera vista. Lo mismo puede suceder cOn el divorcio, la pornografía
y la eutanasia.
La falta de evidencia de una fuerte articulación lógica entre la
tepresión del aborto y la tolerancia y aun libertad para otros males,
justifica la preocupación por el tema, aunque
aparentemente· parezca
prematura.
Apenas

atraídos por
la alarma que producen los tanteos de legali­
zación del
· aborto;

muchos de sus
oponertteS se percatan en seguida de
que se trata de un caso particular del principio
más general de · que
la
verdad
y el error, el bien y el mal, deben tener los mismos dere­
chos civiles; principio erróneo· al que se adhirieron en cierto modo
cuando promovieron la separación de la lglesia y-del Estado, ef·Iai­
cismo o neutralidad ideológica de éste; y la igualdad de derechos
civiles
y otras oportunidades de las religiones falsas y de" la verdadera.
Espinosa
y ardua contradicción, que muchos, en vez de abordar fran­
camente y de buscarle soluciones, están tratando de eludir fugándose
del tema de la legalización hacia consideraciones psicológicas imper­
tinentes tratadas con ribetes de juegos florales.
Por esto, la siempre
necesaria vigilancia ~ra mantener cualquier- debate centrado dentro
de sus límites, es en éste imprescindible y debe de. ser redoblada.
Que
recq.o.o~can y resuelvan, si pueden, sus contradicciones quienes
en

ellas
i.t;Lcurrie:ron; que
lo hagan
privadámente si
creen que
no
es educativo -ni benefic.ioso este reconocimi~to _en. p"Ó.blico, pero que
por obstinarse en su contradicción no
Se

fuguen del epicentro de la
batalla, que va a necesitar
todos los

esfuerzos.
APENDICE
CONCLUSIONES DE LA "REAL ACADE.ML DE
MEDICINA" CONTRA EL ABORTO
(*)
• La condenttci6n de las prácticas abortivas e.s úna tradición cons­
tante en la
doctrina moral cat6lica1 desde los primitivos tiempos cris­
tianos hasta el Vaticano II.
(*) La Real Academia de Medicina, que a lo largo de las cuatro se­
manas del mes

de marzo de 1973 ha venido celebrando un coloquio
sobre
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DR. FERNANDEZ ARQUEO
• iLa razón de esta condenación __ taxativa· hay que fundamentarla en
la obligación moral
que se
deriva del quinto precepto de la
Ley de
Dios, mediante el
cual se

defiende la vida, desde
su momento

inicial,
como un valor en si, como un don de Dios, del cual el hombre es
mero administrador.
• De los principios morales
que fundamentan

la
condenación de
las prácticas abortiva.r se

deduce, como
l6gica consecuencia, rjue de
ninguna manera puede admitfrse como lícito el aborto directo por
motivos .rodales, demográficos, eugénicos, médicos.
• No siempre aparece clara la distinción entre aborto directo -esen­
cialmente
inmoral.-y cierto género de operaciones e intervenciones
médicas en las que la interrupción del embarazo no se busca, ni se
pretende directamente, sino que se sigue indirectamente al tener que
efectuar ciertas operaciones que en si son licitas y absolutamente ne­
cesarias.
• Las discusiones cientifjcas y teológicas sobre el momento de la
animación del embrión o feto
humano! no
tienen
una decisiva inciden­
cia

sobre la
moralidad del aborto, ya
que en este
terreno el
sumo res­
peto a
.su vida, en

si misma o
eri potencia,
exige
que no
se proceda
por meras probabilidades.
• La evolución y el perfeccionamiento constante de la Medicina mo­
derna hace
cada vez más raros los

pretendidos casos de conflicto entre
la vir/a materna y la vida fetal. Las indicaciones del así llamado < to terapéutico» son hoy día

excepcionales.
• La interrupción de la gestaci6n de un modo artificial, aun reali­
zada
bajo control
médico
y en clinica bien equipada, tiene una inci­
dencia de

complicaciones elevada. Asimismo la mortalidad materna
en estos casos no es despreciable.
Este peligro

para la madre es mucho
mayor en el
segundo trimestre

del embarazo.
• Desde el punto de vista jurídico
y de la ética médica parece
monstruoso cbnceder a la
mujer el

libre derecho a abortar como se
«Problemas Morales y Médicos en tomo al Aborto», ha dado a conocer el
día 3-IV-73 las conclusiones de la Corporación sobre dicho tema, anunciando
que serian elevadas a la Vicepresidencia del Gobierno y al fiscal del Tribunal
Supremo.
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LA LEGALIZACION DEL ABORTO
ha hecho recientemente en a/.gunos paises, y más todavía si este de­
recho se extiende
hasta la ,24 semana del embarazo, mom-ento este úl­
timo en el que el riesgo materno al interrumpir la gestación es con­
siderable.
• Desde el punto de
11ista demogrlefico, las prácticas

abortivas cons­
tituyen
un grave

peligro para la población del mundo, en primer
lugar porque
disminuyen altamente la natalidad, y en ,egundo lugar,
porque una frecuente 1ecuela de las mismas es la e.rlerilidad secun­
daria.
• Prescindiendo

de toda
razón moral y teológica, sólo desde el punto
de
vista de

la biología, el óvulo fecundado es una
11ida independien­
te
y dotada de indi11idualidad propia. Desde el punto de 1lista bio­
lógico, pues, cualquier práctica abortiva, por temprana que sea, debe
ser considerada como
un homicidio.
• La predicción de las malformaciones congénitas no puede esta­
blecerse
en la actualidad como una certeza completa. Por lo cual es
muy aventurado el pretender interrumpir_ una gestación en base a una
anormalidad fetal, ya que entonces se co"erla fácilmente el riesgo de
interrumpir gestaciones

con fetos perfectamente viables
y poco
o
nada
alterados.
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