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Número 117-118

Serie XII

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Michele Federico Sciacca, Ontología triádica y trinitaria

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Michele Federico Sciacca: "ONTOLOGIA TRIADICA
E TRINITARIA
(*)
No es nada fácil presentar este libro del profesor Sciacca, ilustre
representante
del pensar metafísico de nuestro tiempo. Primero, por
la dificultad misma del tema que trata: el de la razón última de
todas las cosas
ó Principio primero de donde todo procede y por
quien todo se explica, tratamiento que compromete con la más alta
especulación metafísica; segundo, porque el «filósofo de la integra­ lidad» acepta el compromiso
y lleva a cabo su obra de especulación
sobre el Ser
y los seres con un vuelo metafísico tan alto y vigoroso y un rigor dialéctico tan sutil que sólo los muy avezados a este género
de abstracción
y razonamiento pueden seguirle.
No obstante, puesto en
el trance de tener que decir algo sobre el
libro, comenzaré por decir que ni
la dificultad del tema ni la subida
manera con que es
tratado hacen

que
el libro resulte árido ni em­
palagoso, pues
el profesor Sciacca tiene el don de saber decir con
gracia
y amenidad lo que de suyo es frío rigor de raáocinio; y, además, Ja ascensión a las cumbres cimeras de 1a metafísica la sabe
hacer apoyado en
el báculo de la historía; por donde su pensar me­
tafísico es al · mismo tiempo examen crítico de los más altos genios
metafísicos,
y la especulación le sirve pará ponerse en un estado de contemplación ( theoria), propio del que «se para para ver», y desde
lo alto hacer juicio de
lo que acontece en la llanura de Ja tradición
y las instituciones, consolidando lo bueno hecho y asegurando el
acierto en lo que queda por hacer. De ahí las frecuentes referencias
a la problemática vital y religiosa hoy en boga, en la que muchos se
embarcan ayunos de metafísica, quedando por consiguiente en meros
cronistas de lo particular o coleccionadores del dato
; razón

por
la cual, sin duda, hoy la religión y la teología se pagan tanto de la so­
ciología
y la estadística y hacen poca cuenta de la metafísica y la
Revelación.
En su
vuelo metafísico,

Sciacca demuestra que
sólo el Ser creante
(*) Michele Federico Sciacca: Ontologia triadka e trinitaria. Marzorati­
Editore-Milano,
1972.
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o el principio de la creatio ex nihilo1 que la metafísica debe a la
revelación judeo cristiana, explica satisfactoriamente lo que es el ser
del Ser por excelencia,
y lo que tienen de ser los demás seres. Sólo
ese principio hace por un lado que el Ser sea trascendente, infinito,
eterno, inmutable en sentido propio, absoluto, independiente,
y de
distinta sustancia que la del mundo, sin necesidad alguna -de crearlo ;
y, por otro, que el ser creado finito sea un ser distinto del Ser;
por tanto, su propio ser. _Sin la creatio ex n.ihilo la relación entre el
Ser y los seres, la distinción .entre _el
~r-Causa primera y el

mundo­
efecto ,no se mantiene. Porque uno de los términos de la relación
s,e resuelve en el no ser frente al Ser, que sólo de verdad es. Lo finito
no es más que
lo que no es el Set; no se trata de otro ser1 sino de
una degradación o ·decadencia del Ser, que, por otra parte, queda
comprometido en su misma esencia_ de Ser, pues se degrada en los
seres
que de

él derivan
necesariamente, a modo de generación o ema­
nación. Siendo Uno
y otros de la misma sustancia, ni la alteridad
se salva, .ni
la perfección del Infinito tampoco.
«En las metafísicas no creacionistaS
el mundo o lo múltiple or­
denado no es más que una determinación del Ser ; de donde se sigue
que el mundo es
el misnio Ser con su orden variamente determinado ;
lo
que equivale a decir que «los muchos no son»
y sólo es el Ser
con su orden .. Pero así se pierde también
el Ser, por Ia sencilla razón
que no puede no determinars.e, no hacerse muchos, no evitar la «de­
cadencia» o degradación de sí mismo
en lo

finito
y lo múltiple».
Por eso en
la's metafísicas no' creacis,nistas el Ser como principio
metafísico es concebido a
modo de

Causa primera generante o ema­
nante lo finito, con más apariencia de ser que realidad de ser. Pero
por eso mismo, la concepción metafísica del Ser infinitq resulta
absurda, perdido como queda, tal ser, en la condición de los· seres
finitos, que son de la ·misma sustancia que
el Ser. «En consecuencia
sólo
la metafísica creacionista puede darnos «automáticamente»
el
ser de lo finito, en su concreción individual y total, y el Ser, principio
absoluto, en su «autosuficiencia>>. Como sólo ·esta metafísica explica
razonablemente
la diaJéctica metafísico-entológica entre el Ser y los
seres, y la posición de éstos frente a
la nada y el Principio primero.
Como

dice él mismo en
el «preliminar» a su libro, las filosofías
no creacionistas, puestas frente al problema del Principio o de Dios,
se ven abocadas al fallo, porque sin el principio
de creación no hay
verdidero teismo;

sobre él, asumido filosóficamente en toda su ori­
ginalidad, descansa o pierde pie
«la verdad»

del pensamiento
y la
realidad (p. 13). Esas filosofías resuelven
el Ser= Dios en pura
realidad

cosmológica) típica ·de los seres del universo, resultando
así metafísicas sin ontología. El
mismo Aristóteles,

con ser la cum-
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bre de esas metafísicas nó creacionistas y habernos dejado conceptos
metafísicos de perenne validez, no pudo, con su. concepción del
Ser Motor inmóvil
y Causa primera eficiente, superar esta aporía, ya
que para ese Motor inmóvil mover
el cosmos es su necesidad y· es
su esencia,
y la Causa primera eficiente _ está necesariamente unida
al cosmos y no lo transciende eri cuanto «otro» y como lo que puede
existir sin el mundo ; sólo se distmgu.e de éste porque carece de la:'
imperfección

de la potencia. Peor todavía· van' las cosas con las
me-
tafísicas posteriores, incluida la IDás alta, que es la de Hegel. ,
En el capítulo II de su libio, 'Sciacca analiza s_utilmente las re­
laciones entr_e el Creador y lo creado, para hacer ver que, comulgandó
en un mismo concepto de existencia puramente abstracta, son, sin
embargo, en realidad radicalmente distintos, pues Dios tiene un ser
o por mejor decir, no
tiene sino que es ·con un modo de ser exclu­
sivamente suyo, de ser Infinito, mientras los demás seres. son finitos,
y, más que ser lo que son,
tienen el ser que participan. Para ello le
sirve el concepto de analogía.
Y nota
que· mientras el concepto de Causa parece propio de las
metafísicas no creacionistas, el de Principio es el propio de la crea­
cionista. Aquel es un concepto excesivamente cosmológico, mientras éste es más metafísico y de
apertura personalista.

Por otra
_parte la
libertad

e independencia del Ser se salvan mejor en el concepto de
Principio, pues la causa en cuanto causa difícilmente
puede evitar
la

necesidad intrínseca de producir el
ef~to.
La

libertad y I a
bonda la creación se prueban y estudian en
el capítulo III, con tanto de saber metafísico
coino teológico, resol­
viendo maravillosamente, sobre base metafísica, la objeción contra
la bondad de Dios y del mundo por
la existencia del mal, que no
es más que una
defectio en modo alguno imputable a Dios, y muy
natural _en un ser finito.
El Capítulo IV va contraseñado por la temática que da título al
libro, se titula en efecto: < y finito tiene su máxima expresión en el hombre, una unidad cons­
tituida por las tres formas del ser, plenamente ser
y plenamente de­
terminado. «Cada ente finito, inteligente, es constituido
uno-'riádico
por el acto divino .creativo. La ontología humana es triádica y como
tal dialéctica, pues son dialécticas las tres formas que constituyen
al hombre
uno en la unidad-distinción de ellas y en relación con
los
demás seres existentes y con los reales, en el complejo de sus
relaciones
y en la relación al ser creante» (p. 92). Sólo desde el
Ser-Principio al Ser-Fin es metafísicamente c_omprensible el hombre,
siendo imposible en una metafísica creacionista el «humanismo»
antropocéntrico, que hace al hombre fin de Dios.
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Una auténtica antropología natural se funda sobre la metafísica
y la reclama, cuyo objeto más alto es el Ser que crea, Principio y
fundamento de la ontología humana o del ser del hombre, uno
y triádico, y total o integralmente en dependencia y relación a Dios.
Y en sola esta antropología especulativa o metafísica tiene explica­
ción cabal la realidad individual del hombre y su proyección social.
Como también en esta antropología se inscribe la sola fundada es­
peranza del hombre, esperanza que es · esencialmente «memoria>> o
conciencia de su Principio y de su Fin, pues en el Principio se re­
conoce· destinado hacia la Fuente. «Sin esta memoria ontológica y
teológica,
presente continuo
del acto creativo y nostalgia de la per­
fección de origen. recuerdos, presencias
y esperanzas nacen muertos»
(p. 94).
Lo trinitario en el Dios Uno es concepto que pertenece más a
la Teología que a la Metafísica; como Principio creante; la teología en sentido propio lo contempla
como Revelación por parte de Dios mismo», cuya expresión defini­ tiva o suprema está en Cristo, por quien el misterio trinitario nos
fue dado a conocer.
Y es en este último y más largo capítulo donde Sciacca despliega
toda la profundidad y bizarría de su ingenio, batiendo a un tiempo
el ala de
la especulación filosófica y teológica, para darnos una como
ONTOLOGIA ANTROPOLOGICA a nivel especulativo, desenvuel­ ta contemporáneamente sobre los dos planos, distintos y al mismo
tiempo inseparables:
el metafísico y el teológico, y afrontando si­
multáneamente el problema de
la salvación, coincidente con el de Ja
esperanza, para probar que sólo el principio de creación pone ci­
miento al
ser de lo finito y que por consiguiente sólo ahí está im­
plicada la voluntad salvífica de la criatura por parte del Creador.
Magníficas las reflexiones de Sciacca sobre el reflejo trinitario en
la unidad triádica del hombre
y sobre la «inhabitación» del Espíritu
y la Trinidad en el cristiano.
En conclusión, juzgamos este libro del profesor Sciacca una _sín­
tesis
filosófico-teológica. centrada

sobre los puntos capitales o cime­
ros de la filosofía y la teología, a los que el autor llega con un
aliento metafísico impresionante, un rigor dialéctico incuestionable
y sin que el vuelo por las alturas de la abstracción le hagan perder
contacto con
1a realidad de la historia y de Ja vida. Con razón ha
sido saludada esta obra de Sciacca como un exponente metafísico­ teológico impar en lo que
va de

siglo.
BERNARDO MoNSEGÚ, C. P.
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