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Número 119-120

Serie XII

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Poderosos y miserables

PODEROSOS Y MISERABLES
POR
JOSÉ MARÍA CAR.BALLO FERNÁNDEZ.
Doctor en Economía por. la Universidad de R~ma.
SUMARIO: l. Ancilla Proprietas.-2. Ecos de lsrael.-3. ¿Reconversión
liberal dél Socialismo?
l. Añcillae Proprietas.
El desacierto consiste en querer
concluir.
(FLAUBERT)
En un reciente artículo, publicado en ABC, escrito por la ele­
gante pluma de Salvador de Madariaga, se hacía un comentario sob_re
una frase (HAY RICOS PORQUE HAY POBRES) dada a la pu­
blicidad en ocasión de ciertos acontecimientos.
La frase, que nada nuevo tiene en sí, chocó
_al articulista

sola­
mente por la existencia, en ella, de ese «por
.qué» que

implica una
atribución causal de
la existencia de los pobres y los ricos.
Si se hubiera limitado la afirmación a poner de manifiesto el
hecho, incontrovertible, de la existencia de diferencias de poder entre
los hombres, la frase hubiera sido, naturalmente, tribial,
y nada alar­
maría en ella, en cualquier contexto ideológico, incluido
el catóHco
en

que fue f_ormu1ada.
Pero la cosa es diferente
si se

tiene en cuenta que
la expresión
parece

establecer un nexo causal entre
la pobreza y la riqueza, del
cual podría deducirse que
la-forma más simple y efectiva de superar
la miseria sería vetar la posesión de bienes,
y la disposición de poder,
que éar~cteriza a · los «ricos». -
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/OSE MARJA CARJJAUO FERNANDEZ
Y aquí surge la duda de si esta proposición es coordinable con
el contexto idéoiógico cristiano, ya que parece identificar
la propie~
dad de los bienes con· la explotación del pobre y sugerir la idea,
sobradamente manida, del origen de la propiedad en el expolio.
No siempre es fácil atribuir la transferencia de bienes. a una in­
cautación que bordee la moral, ya que el mismo Madariaga cita el
caso del enriquecimiento de Picasso y de los Beatles, a quienes la
Sociedad, de motu propio, concedi.ó una aJta remuneración por sus
actuaciones, incluso con
pujas de

demanda, producidas en el mayor
y más amplio campo de libertad y de decisión.
Pobres y ricos aparecen, en el tiempo y el espacio, como _una
constante de la Humanidad, y en los relatos evaogélicos se lee la
afirmación de Cristo de que siempre los pobres estarán entre nos­
otros, al responder a las críticas de despilfarro con que sus discípulos
juzgaban el homenaje 'de la

esencia de nardo con que María
ungía
sus

pies.
«Rico» aparece,

en el idioma castellano, con una semántica más
amplia que la mera posesión de bienes, procediendo del germánico
RIKJIA ( de donde REICH) que alude al poderoso, al de alto linaje,
en primer término. Pobre, de PAUPERE, alude, además al que no
tiene o tiene con escasez, pero también al humilde, al de poco valor
o entidad, al infeliz, al. desdichado ...
Y es evidente, eti la convivencia, y en cuantas empresas se han
acometido en 'la vida de los hombres, que fue inevitable la discrimina­
ción de los actores en
la clase de aquellos que pueden decidir, y la de
los que han de permanecer al nivel ·meramente ejecutivo, por care­
cer, de momento, de la facultad de dirigir.
Toda organización hwrnma acaba jerarquizándose, en función
de
las virhldes específicas que,_ en el momento y lugar, se requieren
para las acciones vitales que
s1.1. propia

existencia demanda.
En el Deoteronomio (cap. V vers. 21), en el Decálogo, se lee:
«No desearás la mujer de tu prójimo y no desearás la casa de tu
prójimo, su siervo, su sierva, su buey, su asno, nada de lo que per­
tenece a
tu prójimo».
Ningún sentido tendría un precepto semejante si no se admitiera
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PODEROSOS Y MISERABLES
la posibilidad de retener, para uso individual, los bienes que la vida
impone, como necesarios, para realizarse.
Pero, al parecer, no es misión especifica del espíritu evansélico
entrar a considerar la atribución de los bienes a unos u otros de los
humanos. Cuando uno de la turba interpeló a Jesús, para rogar su
intercesión a fin de que su hermano compartiera con él la herencia,
la respuesta que obtuvo fue: «¡Hombre!. ¿Quién me ha constituido
juez o repartidor entre vosotros?» (Lucas XII, 13-14). Cierto es que la idea de que la propiedad podría llegar a rozar
con el Derecho Natural se mantuvo por varios autores cristianos: «La
Naturaleza ha engendrado d derecho de la Comunidad y la ocupa­
ción ha hecho, más tarde, la propiedad», dijo San Ambrosio; y el
Padre Mariana afirmó que < dicar para sí ese don del Cielo, haciendo propiedad suya los alimen­
tos y las riquezas que no podían ser sino propiedad de todos».
El propio Santo Tomás, para. quien la Ley Natural constituye una
participación en la Ley eterna de la criatura racional, sustentó la tesis
de que la propiedad no es impuesta por el Derecho Natural, sino,
y unicamente, conforme a él, expresándose en esta forma:
«Proprietas possessionum non est contra Jus Naturale, sed Jure
Naturalis superadditur per adinventionem rationis humanae ...
La propiedad, para el «doctor por excelencia>> de la Iglesia, era
un JUS PROCURANDI ET DISPENSANDI, llegando a afirmar
que no se · comete pecado de hurto si se toma a otro lo que le sobra,
para satisfacer una necesidad PERSONAL, INMEDIATA Y UR­
GENTE.
Pero el rico, en su opinión, no comete culpa alguna si, tomando
primero posesión de una ,cosa, Ja participa con los demás. Peca cuan­
do impide,
a todos sin excepción, la comunicación del uso.
El Padre Victoria aclaró que, al afirmar esta «comunidad», Santo
Tomás sólo pretendió poner de manifiesto que el Derecho Natural
no hace división de ]as cosas, ni las otorga a. nadie en partirular.
Ahora

bien, en su Summa
I y en las tres lecciones de comentarios
a la POLITICA de Aristóteles, Santo Tomás (1) tomó los argumentos
(1) Ver su «Summa Theologica», IL!! 11'11 BAC, y el estudio sobre su
teoría de la propiedad de P. Schwalm, Revista Tomista, 1895.
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de éste para responder a la Questio: UTRUM NA TURALIS SIT
HOMINIS POSSESSIO RERUM EXTERIORUM? En su contesta­
ción a ella afirmó· la licitud y riecesidad que tiene el hombre de ser­
virse de los bienes ... En cuanto a otra Questio (UTRUM LICITUM SIT- QUOD ALI­
QUIS REM ALICUAM POSSIDENT QUASI PROPIAM?), tras
oponerse a ciertas tesis de propiedad en común de algunas sectas
heréticas, reprodujo los mismos razonamientos que usó el Estagirita
contra el «Comunismo» de la República de Platón.
La propiedad fue sostenida, como conforme al Derecho. Natnral
y exigida por la misma naturaleza del hombre, en todas las Encí­
clicas,
aun cuando
se hayan
con~emplado las
limitaciones que pudieran
imponerse, en orden
_al Bien

Común, en RERUM NOV ARUM
y
en QUADRAGESSIMO ANNO, para: atemperar al perfeccionamiento
de
la Comunidad el antiguo JUS EXCLUDENDI OMNES ALIOS.
Es útil recordar algunas de las afirmaciones de las Encíclicas:
«No es
1~ las leyes humanas, sino de la naturaleza, que emana el
derecho individual (de propiedad). La autoridad pública no lo pue­
de abolir. Todo lo que puede
es temperar

su uso
y conciliarlo con el
Bien Común» (RERUM NOV ARUM).
< para todos los hombres se _
halle0: equi_tativamente a la disposición de
todos, según los principios de la justicia y la caridad (QUADRAGES­
SIMO
ANNO) ..
«El
derecho

de propiedad, incluso de
los bienes
de producción,
tiene un
va}or permanente, por la precisa razón de que es un derecho
natural, fundado en la prioridad ontológica
y teológica de los indi­
viduos sobre
la sociedad» (MA TER ET MAGISTRA).
Ahora bien, no deja de
ser.._importante __ co,nsiderar que la pobreza
tiene un alcance humano que ~upera la: mera carencia de biehes. «La
pobreza, dijo Unarnuno, en «VIDA OE DON QUIJOTE Y SAN"
CHO», no es .la, escasez_ de medios pecuniariqs _para la vida; sino el
estado de ánimo_ que tal esc._asez_ engendra;_ 1~_ pobreza es,_a1go. _íntimo,
y de ahí su fuerza».
Y -era natural que .las encíclicas, dentro de este espíritu, expr~sa­
ran la necesidad de la-comunicad5!1 caritativa de· hierres:
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PODEROSOS Y MISERABLES
«La renta disponible no es cosa que quede abandoi:ada al libre
capricho de los hombres
y las especulaciones egoistas deben ser eli­
minadas» (POPULORUM PROGRESSIO).
<
comer a todo el
<]Ue muere de hambre, porque si no le
diste de comer, lo mataste» (GAUDIUM ET SPES). «Para satisfacer
las. exigencias

de la justicia
y de la equidad,
hay que hacer todos los esfuerzos posibles para que, dentro del res­
peto a los derechos de las personas y a las características de cada pue­
blo, desaparezcan lo más rápidamente posible las enormes diferencias económicas que existen
hoy, y frecuentemente aumentan, vinculadas
a discriminaciones individuales y sociales (GAUDIUM ET SPES).
Pero en ninguna de estas manifestaciones se ataca
la propiedad
privada) consustancial

con
la doctrina, reiteradamente manifiesta de
la Iglesia, que sólo pretendió superar el «Jus utendi et
ablltendi» en
la caridad y el amor, a través de la comunicación de bienes.
Interesantes son las palabras de Jesús a Zaqueo: «Daré, Señor, la
mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo ddraudé a alguno,
le
devolveré el cuádruple. JESUS le dijo: Hoy ha llegado la salvación
a esta casa (Lucas
XIX, 8-9).
Y
también lo es la admonición de Juan, en la primera de sus
epístolas: «El que
tuvi~re bienes de este_ mundo y ,viendo a su her­
mano pasar necesidad le cierra sus entrañas, ¿cómo mora en él
la
caridad de Dios? Hijitos, no amemos de palabras, sino con obras
y de verdad (Cap. IIII, Vers. 17). La
pobreza fue
exaltada en las bienaventuranzas del
Serm,óri de
la

Montaña
y también lo fue la Misericordia: «Bienaventurados los
misericordiosos, porque ello's alcanzarán misericordia>> (Mateo V, 7).
Pero, al lado de estas exhortaciones a
la caridad y a la comunión
de bienes, deberá recordarse que San Pablo manifestó, en su. segunda
epístola a
lós Tesalonicenses, que «si
aJguno no
quiei:e trabajar, que
tampoco coma» (III, 10-11). Doscientos años
después del Padre Mariana, Proudhon halló la
base de la propiedad privada en el· robo. y-el Marxismo, cincuenta
años
más tarde, con
la pretensión de ofrecer al hombre una solución
a problemas que, a su juicio, la Iglesia fue incapaz de resolver en
dos
miil años,
preconizó la propiedad
colectiva· de los medios de
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/OSE MARIA CAR,BALW FERNANDEZ
producción, afirmando que la propiedad aliena la individualidad de
los seres hu..nianos, al mislno tiempo que las cosas.
Cierto es que esta propiedad colectiva parece presentar múltiples
dificultades, pudiendo sintetizarse sus perspectivas con unas palabras
elocuentes de lsmoRE
FINANCE, en el Congreso de Lyon, en 1878:
«La propiedad impersonal, anónima, es la peor de las propiedades.
El propietario individuo puede todavía mostrarse accesible a la pie~
dad, a la justicia, a la vergüenza. El propietario-Corporación carece
de entrañas, de remordimientos».
Pero 1a cuestión más grave, que yace en el mismo subsuelo del
problema, reside en el hecho innegable de que no se puede impugnar
el derecho de propiedad, como
tai, en el individuo, y admitirlo en
las colectividades. ¿Cuándo empezaría a ser impugnable
el derecho
de propiedad, con cuál número de propietarios se desencadenaría
su ilegitimidad,
al pasar al número (n + 1)?
Si la propiedad tiene su origen en la incautación, por la fuerza,
de las cosas, este hecho sería, sin duda, independiente del
número de
los considerados propietarios. En último extremo, la propiedad serla
«contestable», con independencia de estas circunstancias. Las gestas
militares quedarían reducidas- a actos de barb~ie, las «patrias» a
exclusiones abusivas de los no pertenecientes a ellas, las fronteras
a una arbitrariedad y las leyes que apoyan él poder a la mayor de
las inmoralidades.
La SOCIEDAD HUMANA, A ESCALA PLANETARIA, debe­
tía di&alverse en W1a Tierra anárquica, una RES NULLIUS, como
consecuencia,
lejana y última, .de esta concepción. ¿Puede coordinar­
se esta tesis con las inveteradas
y secularmente sostenidas por la
Iglesia? De una encuesta de Lewis Mande!, de la Michigan University,
sobre una amplia muestra de la población de los Estados. Unidos,
resultó que:
l. El 10 por 100 de las familias americanas, las ricas, perciben
en
-conjunto el 29 por 100 de la Renta Nacional.
2. Otro 10 por 100, el de las pobres, perciben menos del 1 por 100 de la Renta Nacional.
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PODER.OSOS Y MISERABLES
3. Un .10 por 100, el de las familias ricas, retienen el 56 por
100 de la riqueza nacional.
4. Un 10 por 100, el de las pobres, sólo tiene deudas.
¿Podría esperarse una superación, por acción político-económica,
de esta situación?
JANTSCHER, del Brooking lnstitute, especialista en temas de po­
lítica fiscal, no cree posible
que una acción fiscal pueda corregir la
distribución del poder económico.
Por otra parte, Melvin Reder, del National Bureau of Economic
Researcb, considera que cualquier desplazamiento de capitales de ma­
nos de los ricos, esencialmente ahorradores, a los pobres, radical­
mente c~msumidores, podría dar origen a una «t~mible tensión in­
flacionista», capaz de esterilizar todo efecto positivo.
En un reciente estudio se propugnó, por algunos escritores del
llamado Grupo de los Diez ( en realidad, doce), la superación de-la
idea de
la propiedad, por considerarla u.na arcaica reminiscencia del
imperativo animal del territorio, como una tara de la que debería
liberarse la sociedad occidental en nuestros días.
Pero es interesante advertir que los mismos redactores de dicho
estudio, en vez de establecer la lógica consecuencia de la «desapro­
piación»
de-las

cosas, sustentan la tesis de que, por el momento, los
«abusos» de
la apropiación podrían s-er más soportables que los per­
juicios de una inmediata supresión de
-la «nefasta» propiedad ...
Es simplista la pretensión de liberarse de la obligada comunica­
ción de bienes
y de la caridad, a través de la acción estatal y de
unas teóricas normas de derecho,- que no permitirían acallar las. con­
ciencias de
quienes se

mantengan alerta,
y sí solamente las de aque­
llos que, a toda costa, buscan, únicamente, un aparato ortopédico
para continuar con sus ambiciones.
La convivencia caritativa contempla, en plenitud, al hombre, de
igual a igual, con cordialidad
y amor, lejos de la fría y «despersonali­
zada apariencia» de atenciones asistenciales, de carácter técnico-bu­
rocrático.
Nada más grave que
la convicción de que, transferido a la socie­
dad el cuidado del amor al prójimo, podemos quedar en paz con
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/OSE MARIA CARBALLO FERNANDEZ
las exigencias de la moral, inhibidos del dolor y del drama de nues­
tros inmediátos semejantes,
y seguir adelante, justificándolos, con
nuestros egoismos.
_No se es justo o injusto en abstracto, sino
en concreto, y de nada
sirven los sacrificios sin la misericordia. La doctrina evangélica debe
ser, para el cristiano, amor, no simple política. El dijo: ((Vosotros
sois
quienes os proclamáis, a vosotros mismos, justos ante los hom­
bres, pero Dios conoce vuestros corazones. Porque lo que es ante los hombres honorable,
es, a

los ojos de Dios, abominable» (Lucas
XVI, 15).
2. Ecos de Israel.
El instinto revolucionario es el
genio mismo de Israel.
Frente a la pos1c10n filosófica, centrada y orientada a la com­
prensión
y entendimiento del Mundo, Marx afirmó la necesidad,
pura y simple, de modificarlo, erigiéndose en una especie de profeta
del Materia1ismo Dialéctico (DIAMAT), que ofreció al hombre
una pretendida vía salvadora, fundada s,olamente en el conocimiento
científico.
En el punto de partida del mesianismo marxista, se encuentran
las viejas ideas de David Ricardo, que apoyaban la tesis de un estado
de insailvable mínimo_ de existencia en los trabajadores, originándose
los ricos a
co"nsecuencia de
la expoliación
de los pobres, mediante la
apropiación de las plus-valías, tomadas por Marx, acaso el más apro­
vechado discípulo de las ideas ricardianas, como tema central para
su construcción ideológica.
Joan Robinson pretendió poner de relieve
fas contradicciones
cien­
tíficas en
qlle, a

su juicio, ·incurrió Marx, por carecer de estadísticas
adecuadas sobre los «Ejércitos Industriales de Reserva», y Keynes
motejó al marxismo de
«hubio disparate».

Pero, sin
duda, no puede
negarse
la agudéza de las observaciones de Man, aplicables, acaso,
solamente al mundo por él contemplado, del capitalismo británico
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PODEROSOS Y AIISEMBLES
decimonónico. Las extrapolaciones a otros contornos constituyen un
posterior intento, y un craso error, y conducen a_ consecuencias irreales.
Ni Marx ni Engels podían prever la eclosión tecnológica, que iba
a modificar profundamente las estructuras productivas
y las rela­
ciones sociales, permitiendo la salvación de los rendimientos y la
superación de la miseria, por 1a vía del incremerito constante de la
producción de bienes.
Desde el punto de vista de Marx, influido por las caracte­
rísticas específicas del sistema productivo de sus tiempos, los capita­ listas (los ricos) eran las únicas máquinas de ahorrar, ya que, enton­
ces, el ahorro individual era el único origen de las inversiones
y el
ahorro institucional al estilo de hoy aún no había aparecido, como
instrumento
y palanca de la economía.
Lenin expuso las líneas de desarrollo del capitalismo, en la
si­
guiente

forma:
< de la producción, como conse­
cuencia de los monopolios, fusiones o interpenetración de los ban­
cos y la industria, he abí la historia de la formación de capital finan­
ciero y el contenido de esta noción».
Claro que el pretendido libre cambio económico de los clásicos de
la economía, y su contenido ideológico, han ido experimentando hon­
das mutaciones, a todas luces evidentes: modificación dimensional
(muchas veces multinacional) de las empresas; variaciones esenciales
en
la concurrencia del mercado; desvinculación ( a veces contradic~
ción)

entre dirección
y propiedad; creciente intervencionismo de] Es­
tado ; inversión de
la economía, con el destronamiento del consumi­
dor y el apogeo de la función productiva, prevista, en cierta manera,
por
Marx.
El golpe mortal al librecambismo, afirmó Luis Salieron, refi­
riéndose a Francia, procede de la abso!ción, por un número pequeño
de empresas, de
la masa de pequeñas unidades productivas.
No se puede negar, en cualquier caso, que el Marxismo, que so­
lamente constituye
uria de las formas

en que puede manifestarse
el socialismo,-va adquiriendo, para muchos, el carácter de un autén­
tico humanismo, que suponen destina-do a luchar, codo con codo al
lado del cristianismo, contra las fuerzas de la deshumanización, si se
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JOSE MARIA CARBALLO FERNANDEZ
llegase al tácito equilibrio de dejar el mundo del más allá a Cristo
y el del más acá al mesianismo, hebraico y materialista, de Marx.
No es suficiente, para eliminar
esta pretensión
de esponsales cris­
tiano-marxistas, el hecho, subrayado por Sartre,
de· que «la experien­
cia histórica haya revelado, en forma innegable, que el primer mo­
mento de
la Sociedad Socialista en construcción, considerada en el
plano abstracto del poder, no podría ser otra cosa que la indisoluble
agregación de la burocracia,
del terror y del cnlto a la personalidad».
-Pero el hecho ~ que Cristo, que nadó en una nación ocupada y
sometida, oprimida por el yugo romano y por el de una clase po­
derosa del mismo pueblo judío, convivió con ricos y pobres y rechazó
las incitaciones a convertirse en redentor político y material de su
pueblo.
Toda fa predicación cristiana se dirigió al individuo, a su inser­
ción
en el Mundo del Espíritu, a su salvación en singular y, ruando
se vio tentado a proriunciarse frente a las prerrogativas políticas del
César, contest6 con una tajante divisoria entre
el Reino

del César
y el Reino de Dios. Ahora bien, al mismo tiempo que la creciente «mitificación»
socialista, parece

ir p.roduciéndose la
«sociailización» del
cristianismo,
hecho que promovió obras como
«El Papado

Socialista», de Spado­
iini, considerada como un antecedente del Vaticano 11, en
la que se
afirma que
«la Iglesia

no puede sino preferir el proletariado a
fa
burguesía, el socialismo al liberalismo».
En opinión de Spadolini, el catolicismo,
al socializarse, al insti­
tuirse en «socialismo católico», busca la caridad. Pero, ¿No serían,
acaso, la
caridad y el amor, los que. deberían salvar a aquél, según
el espíritu de las predicaciones del Maestro?
3. ¿Reconversión liberal del socialismo?
Hay quienes sueñan que son ellos
los que hacen la historia. Hay tam­
bien la vida, que oye otra
historia:.
(WOLFGAN RIEBBERMAN)
David Ricardo, en una carta a Trower, decía: <(debería más bien
denominarse (La Economía) una investigación de las leyes que de-
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PODEROSOS Y MISERABLES
terminan la distribución del producto de fa industria entre las qases
que conrurre1:1
a

su form<;1.ción».
Y
este es, sin du que depende en
última instancia la participación que en e.l producto
de la Sociedad corresponde a los factores_ productivos _ex-an_te (Zu­
rechnung) y ex-post (Verteilung), por la acción político-económica.
Los tratadistas clásicos partieron de
fa convicción de estilo Smith~
iano,

de la coincidencia de
la máxima utilidad_ individual con el
máximo de bienestar
socfal. -Y-e_n-est~ sentido-~e desarrollaron, d~sde
esta

hipótesis, todas las investigaciones, a
las.; q_ue se pretendió dotar
de

rigor,
análogo al de las entonces triunfantes ciencias físico-mate­
máticas, en los trabajos de Marshall, WaJras
y Cournot, que con
Quesnay son los más preclaros representantes, de la Ci<:11-cia ECO­
NOMICA ( tres franceses, frente a un inglés) al decir de Schum­
peter.
En la misma línea de optimización de la acción individual con­
tinuaron los planteamientos de Pareto y las aportaciones, más cer­
canas, de Dantzig, Kantorovich, Wald, von Neumann, ...
Pero las hipótesis walrasianas y paretianas pronto experimen­
taron modificaciones,· que dl.:'svirtuaron su contenido, introduciéndose,
en
épocas recientes

(en este siglo), induso en-el Mundo Occidental,
técnicas planificadoras
y macroeconómicas, de regusto marxista, so­
metidas a aguda crítica,
entr( otros
autores, por Fermin Oules, de
Laussane, en su ECONOMIC PLANNING AND DEMOCRACY,
por entender que implican el fracaso virtual de la concepción pro­ ductiva, sin ser cap,.ces de superar las ISLAS DE MISERIA,
y, por
el contrario, contribuyen a aumentar las deseconomías internas
y a
provocar la tiranía de las tecno-estructuras y del establishment. Stigler habló de
la problemática económica actual como de un
entresijo incoherente,

de una mezcla informe y compleja de econo­
mía dirigida y de economía de mercado.
Tinbergen, primer «Premio Nobel» de Economía, anunció, como
cuestiones cardinales, en este fin de
siglo, Ja

del Proletariado externo
del Tercer

Mundo, la de
la explosión demográfica y la de la polución,
cuyas soluciones parecen problemáticas, dentro del actual pseudoli­
beralismo. Pero, ¿podrían serlo, acaso, en
el socialismo? Frente a la
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/OSE MARJA CAII.BALLO FERNANDEZ
tesis .del capitalismo ex-liberal, el socialismo ha adoptado el aspecto
del Capitalismo de Estado, sistema en el que éste acapara todo el
poder económico
y los súbditos quedan reducidos. a simples asala­
riados del patrono, gubernamental
y único.
Si «hay ricos potque háy pobres», en el colectivismo sólo de­
bería haber un rico, el Ente Estatal abstracto, disfrutado y usado,
más que representado, por
los dirigentes, y un conjunto inagotable
de proletarios,
d resto de la población. ¿Quién podría impedir la
apropiación de las plus-valías a un rico todopoderoso, que no sólo dispone de la fuerza económica sino también de todo el aparato co­
activo y policial?
No· obstante, no puede silenciarse el hecho de que, en el campo
socialista, hayan aparecido tendencias como
el LIBERALISMO
y el
uso
·de témicas,

como las
de _SARATOV y l aroericanizaote,

y
hayan renacido

(en la URSS) unas actividades
privadas, en

gran parte clandestinas, con las que se pretende atender
a una demanda defraudada, en cantidad y calidad, por los productos
de las empresas estatales. Mecanismos típicamente «capitalistas», como los beneficios y los incentiv_os sobre ventas, han comenzado a hacerse
preserites, hasta
el extremo de

que el economista
rttarxista BETTELHEIM
llegó a asegurar que en Rusia se está asistiendo al restablecimiento
del capitalismo, desde la reforma de 1965, con el renacer de muchas
cosas muertas cincuenta años antes.
Por otra parte, en la R. D. Alemana, las empresas privadas, de
un pequeñO número de Obreros, que no exceda de 10, están auto­
rizadas desde el principio de su estructuración socialista.
Y también es digno de mención el hecho de que, recientemente,
en un
Kolkhose, soviético,

se haya descubierto una organización
productiva clandestina, con un cierto número de obreros que se de­
dicaba a
la fabricación de determinados productos auxi'Iiares, sobre
la base de materias primas fraudulentamente sustraídas, los cuales
se vendían después a las principales plantas industriales del país.
Cada_ vez son mayores los contactos de las empresas e instituciones
del área del COMECON con entidades occidentales, a través de la
constitución de diversas empresas multinacionales (y apátridas), que
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PODEROSOS Y .MISERABLES
están en franca contradicción con todos los principios declarados por
el socialismo.
Kossyguin, patrocinador
de la reforma- de 1965,
a,caso preocupa­
do

por el giro de los acontecimientos, advirtió, en 1971, que: «cual­
quier sustitución del papel de la planificación central por la
Ley del
Mercado, debía ser rechazada ...
».
Pero, en 1968, poco tiempo después de la reforma, había ya más
de 3.000 empresas soviéticas basadas en el nuevo sistema de incenti­
vos, establecidos en función de
la productividad y las ventas.
La perspectiva de lograr
fa superación de la discriminación entre
ricos
y pobres, a través de _una forma específica de atribución de la
propiedad de los medios de producción, no parece haber sido, hasta
ahora, satisfactoria.
En los sistemas que se acostumbra a suponer enfrentados (Capi­
talismo y Socialismo), siguen existiendo pobres y ricos, poderosos
y miserables, y, tanto en uno como en otro, si bien con diferentes as­
pectos externos, se pueden producir presiones
y violencias sobre el
individuo, objeto de
las críticas severas de los adelantados literarios
de uno y otro mundo.
Tinbergen encontraba un posible remedio en la llamada POLI­
TICA DE RENTAS, que pretende conseguir una distribución (Vertei­
lung) más equitativa
de ellas. Pero la experiencia de semejante tipo
de política no es muy concluyente
y sus resultados fueron esencial­
mente variables, en el espacio
y el tiempo: Eficaz allí, en un dado
momento; ineficaz aquí, en otro.
La realidad es
que una política de _rentas exige, sin remedio, cier­
to consenso
y un-as condicione.~ de ·«sentido social», de información
y de conocimiento de las que1 hastá. ahora, parecen carecer nuestras
sociedades occidentales
y, desde luego, tambiéri las colectivistas.
En estos aspectos, como acaso en todos,
el arte
de progresar reside
en saber conseguir el cambio en medio del orden
y mantener el orden
en el cambio, siguiendo una expresión de Whitehead. Pero esta ar­
monía de cambio y orden sería muy difícil de lograr si no se tiene
el cuidado de no estimular los resentimientos,
los instintos
agresivos
y revanchistas de aquellos que, por su estado de necesidad, son pro­
pensos a sentirse expoliados
por los
aparentemente más afortunados.
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/OSE MARIA CARJJALLO FERNANDEZ
Mandeville, .en su conocida. «Fábula de- las abejas», sustentó la
tesis, antecedente en
el tiempo de otra análoga de Wenceslao Fer­
nández Flórez, en su obra _Las Siete Columnas, de que son los de­
seos de los hombres, sus «pecados capitales», los que promueven
el
desarrollo

de
las sociedades.
El emponzoñamiento de éstas no pro­
cede del uso, sino posiblemente
del mal

uso que pueda hacerse del
poder
y de la posesión de lo::. bienes, cuya faz maldita no se deriva
de las cosas, ni de su atribución individual, sino del endurecimiento
y envilecimiento de ciertos hombres y de ciertas instituciones.
La superación del grado de miseria, material o moral, que exista
en
la Sociedad sólo será posible mediante la salvación del hombre
dentro de sí mismo,
mediante el autodominio de sus pasiones, sus
egoismos y sus violencias.
El mal surge del propio hombre, de sus faltas, de su mediocridad,
de
su carencia
de
.amot; -en
su sentido «convivencia!» con el prójimo.
Pero
a nada

·conduce excitar
fas frustraciones
que angustiari al
des­
afortunado y alimentar

sueños que la realidad se encarga, después,
de
convertir en

un sarcasmo,
Todos, al
vivir, incidimos

en
el vivir de nuestros 5:emejantes. To­
dos,
en la medida de nuestras fuerzas (las de cada cual), influimos
en nuestros prójimos, principalmente aquellos
que, por

su capaádad,
su poder o su alto rango son, en
-cierto aspecto,

un
poco pastores
de
la grey social. Y a ·ellos conviene recordarles la prudente recomenda­
dón de Suetonio: < no déscortezarlas».
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