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Número 119-120

Serie XII

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Paul Le Moal, Padres separados, hijos perturbados

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Dr. Pw,,l le Moal: PADRES SEPARADOS, HIJOS
PERTURBADOS
(*).
"Padres separados, hijos perturbados", es el título de un libro
que describe, con ejemplos reales,
las diferentes situaciones que se
presentan
a todos aquellos cuyos padres están separados, analizando
su problemática. Paul le Moa!, en un apartado que titula
"H i¡os ilegítimos"', da
en primer lugar una serie de cifras que demuestran
la mayor predis­
posición del hijo ilegítimo a
las enfermedades y accidentes, y el ma­
yor riesgo para acabar en delincuente.
En segundo lugar, trata el problema de la ausencia del padre,
refiriéndose concrétamente a los hijos de madre célibe, problema que
se plantea al
formar. el

hijo ilegítimo
y su madre un bloque interrela­
ciona! complejo
y patológico, en razón de la psicología propia de
este tipo de madre
y en razón de la ausencia habitual del padre.
Pasa, en tercer lugar, a comentar
las reacciones de la madre célibe,
normalmente escéptica y· desengañada, que desvaloriza no sólo al
hombre, sino también la sexualidad y el amor. Paul Le Moa!, señala
tres elementos principales que sellan la psicología de la madre célibe
sobre el fondo psicosocial preexistente: inferioridad, culpabilidad
y ansiedad, íntimamente interrelacionados. Inferioridad, a causa del proceso
de su
relación con
el hombre, proceso que_ es, además, público.
Culpabilidad respecto a sí misma; a sus padres y a su entorno;
respecto
al acto sexual practicado con desprecio de ciertas normas,
y culpabilidad respecto al niño, por haber comprometido una vida
sin
haber ·tomado las

precauciones elementales que le aseguren una
existencia "como la de todo el
mundo", por

no haber sabido
retenerle
a

su padre.
La ansiedad resulta contagiosa, y los tres elementos, siempre mez~ ciados,

condicionan de una forma clarísima
al hijo. Así, puede darse
el. caso

de la madre culpabilizada, que
mima exageradamente a su
hijo para "recobrarse", fracasando rotundamente en su
edutación.
O

el de
la madre que sintiéndose culpable ante la sociedad, trata
(*) Ed. Ma:rfit, S. A., Alcoy, 1972, 213 págs.
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de encubrir su maternidad haciéndose pasar por hermana de su hijo, fingiendo la abuela del niño ser su madre; el descubrimiento de
esta_ situación así como la situación misma, marcarán la psicología
del hijo ilegítimo. Concluyendo con las palabras del autor, diremos que "sentimien­
tos de inferioridad, culpabilidad, ansiedad, vividos por la madre
añadiéndose a la actitud que ella adopte frente a la sexualidad y al
hombre, han de. repercutir sobre
la orientación que tomará su propia
vida
y sobre la educación que dará a su hijo hasta en los minúsculos
detalles de la vida cotidiana". Acaba
el capítulo dedicado a los hijos ilegítimos, con los pro­
blemas educativos derivados, del grado de aceptación del hijo por
parte de la madre. Dando una visión esquemática, el autor dice que
la aceptación de la madre puede ser válida, equilibrada, o bien se
comportará como madre rechazante o como madre hiper-aceptante. Las madres hiper-aceptantes son las que quieren
'.'redimirse" re­
servando

todo entero su amor para
el hijo que han hecho su víctima,
rech:12ando el matrimonio.
Las madres rechazan tes son las que no pueden querer al hijo. De
éstas, las que abortan o cometen un infanticidio, reprochan al hijo su nacimiento, haciéndole sentirse culpable por haber «estropeado su
vida". Los hijos de madres
rechazantes generalmente

son cuidados
por las abuelas o por nodrizas, o en pensionados. Esto origina con­
flictos psíquicos efectivos de trascendental impottancia en su vida.
También el matrimonio de la madre célibe puede plantear pro­
blemas. El Dr. Le Moa! presenta al final del primer capítulo los di­
ferentes casos· de matrimonio
y describe algunos de sus problemas.
La unión oficial puede constituirse a base de 1a unión del padre y
madre narurales, o puede componerse de la madre natural y de un
¡,adre legal

ajeno al niño.
Las uniones hechas únicamente "a causa del hijo" no suelen dar
buenos resultados
y repercuten negativamente en el hijo que se
siente culpable por ser considerado por sus padres como
"el que
les obligó

a casarse".
El padre legal crea también una serie de conflictos en el hijo
que acepta, cuando esta aceptación no es equilibrada. Son frecuentes
los problemas de padres
hiper-aceptantes.
La

interpsicología madre-padre-hijo, plantea, entre otros, un pro­
blema de orden
sexual en

ciertos casos.
El hijo il_egítimo cuya madre ha contraido nuevo
n1a.trimonio,
podrá

ver ampliado el número de problemas si el padre legal tiene
hijos de una unión anterior, por ser viudo o divorciado. Como punto final de este primer capítulo
Le Moa! concluye:
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"Afortunadamente, todos los hijos ilegítimos no van a presentar tras·
tornos
graves del desarrollo psico-afectivo o de comportamiento, pero
parece quedar patente que todos están marcados, poco o mucho,
directrunente por

el hecho de ser ilegítimos e
indirectrunente, por
todo

lo que esto ha de implicar de incidentes o accidentes en su vida,
y de reacciones en todos cuantos con ellos se van a relacionar".
En un segundo capítulo o apartado,
el autor se refiere, concre­
tamente a los
niños adulterinos, distinguiendo dentro de ellos dos
categorías: los que Paul le Moal denomina "verdaderos adulterinos" (hijo nacido de relaciones extra-conyugales, en un hogar
nom.alrnente
constituido) y los "adulterinos administrativos" (nacidos de la unión
de un padre o de una madre, o de ambos, en instancia de su divorcio,
que han abandonado ya su hogar y sólo esperan la sentencia judicial).
Los adulterinos "administrativos'' son, de hecho, hijos ilegítimos,
y, por tanto, conocen sus mismos problemas.
Los adulterinos verdaderos son víctimas de situaciones
psicoló.
gicas

complejas.
Si la adúltera es la madre puede ocurrir que las circunstancias
le permitan guardar en secreto la verdad scbre el origen de su hijo.
En este caso,
la madre puede sentirse culpable, por tener que per­
manecer en constante situación de mentira frente a su marido, o
puede sentirse dichosa, si es fruto de un amor
extra.conyugal apasio.
nado,

pero melancólica a la vez, por tener que darle el apellido de un
marido
al que execra, teniendo que cuidarle lejos de su padre.
En cualquier caso este hijo no recibirá el mismo trato que
"sus
otros

hijos", si los tiene, no podrá escapar a la culpabilidad.
Si la adúltera no puede ocultar la verdad, o prefiere confesarla a
su marido, el hijo puede ser fácilmente víctima de las reacciones del
padre, que lo aceptará, oficialmente, para no hacer patente _que fue
engañado por su mujer, pero que considerará "bartardo" a ese hijo
que no es suyo.
Hay, sin embargo, "padres", cuya humildad y bondad los con­
vierte en padres excelentés.
Si el adúltero es el padre, este puede negar o despreciar la
pa·
ternidad,

abandonar su primer hogar para fundar otro o bien
conser­
var

el "statu quo" ocupándose lo mejor posible del niño y de la
madre. Cada una de estas modalidades complicadas por la situación
de la madre, plantean diferentes problemas que son analizados por
el Dr. Le Moa! al final del segundo capítulo.
Un tercer apartado se titula
"hijos de divorcio".
El autor empieza diciendo que el tema del divorcio es un tema
litigioso que conoce defensores
y acusadores, pero en el que no va a
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entrar, ya que sólo trata de mostrar cuáles son las repercusiones que
el divorcio ocasiona a los hijos de divorciados.
Previamente trata-"las disputas entre los padres", como fase an­
terior al divorcio en la mayoría de los casos. Señala que esta situación
de disputa entr~ los padres daña al niño, que observa que sus pro­
genitores no responden a lo que él espera de ellos.
Otro punto de este capítulo se refiere a "la dislocación de la
familia". Punto muy unido al siguiente: "Custodia o guarda del niño".
Puede ocurrir. que uno de los padres se marche desinteresándose de
sus hijos, pero de no ser así, aunque no aparezca el sentimiento de
abandono, nacerá el de inseguridad. El proceso judicial, y el ser
confiado a uno solo de sus padres, mientras es reclamado por el otro,
marcarán
· una

huella profunda en
el hijo. El mezquino sentimiento
de venganza contra el otro hace que se use al hijo de arma de guerra,
aprovechándose el menor incidente para revisar el derecho de cus­
todia.
En un punto- aparte Le Moal trata de descubrirnos la "Psicología
de los hijos del divorcio".
Estos hijos sufren por el solo hecho de no tener el estatuto social
común.
Sin embargo, los que creen en los
"buenos divorcios"
dicen:
-Un divorcio logrado para los hijos, necesita primero una acep­
tación del divorcio por parte de los padres.
- Los padres deben sriperar su fracaso y aceptarlo, sin conten­
tarse con buscar solamente las responsabilidades en su excónyuge
investigando los propios.
-Los padres deben hacer de su divorcio una especie de con­
cordato
y admitirlo como un tratado de paz y no como un acto de
guerra dentro de un conflicto inacabado.
-El

hijo no debe percibir una situación conflictiva debida al
rencor; jamás se criticará
al excónyuge delante del niño.
-El

hijo deberá
conocer la
verdad de la situación de divorcio.
No se .criticará la decisión del juez
y el respeto mutuo; la calma y
la dignidad deberán imperar siempre.
- En caso de nuevo matrimonio es importante que el hijo vea
que cada uno de sus padres
acepta eventualmente
ver a
sl..l excónyuge
feliz, sin sentirse humillado o culpabilizado por haber conseguido
el otro u otra--más éxito que él.
Pero Paul Osterrieth afirma que no existe una "buena" solución
en
caso de divorcio, ya que esta medida de adulto
cons#tuye siempre
algo falso e inaceptable para el niño.
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Buen o mal divorcio, en cualquier caso, los hijos de divorciados
apuntan siempren junto a
la idea de felicidad familiar, la noción de
un hogar unido y acorde.
Uno de los problemas mayores que se plantean al hijo de divor­
ciados es
el de "la elección".

Escoger para
el niño supone traicionar
a

uno de los dos, lo que le crea un sentimiento de culpabilidad.
Ocurre, además, que se verá bajo distinta óptica
al padre educador,
con el que se vive;
y al agasajador, con el que se está de visita.
Otro

_problema frecuente es el que se refiere
al "fenómeno de
fijación" del hijo único que está en total dependencia del padre
con
quien

vive, incapaz de iniciar
y alcanzar su autonomía, y que acaba
siendo un retrasad<;> mental, retrasándose paralelamente su evolución
sexual, que incluso puede detenerse o desviarse. Pueden establecerse
verdaderas "nupcias" psicológicas: madre-hijo, madre-hija, padre-hija
(llegando a veces a las relaciones· incestuosas) o, más raramente, padre­
hijo.
Supone un conflicto más "el nuevo matrimonio o nueva unión".
Tanto si el padre o madre recién estrenado
es bueno como si es
malo, resulta un problema
para el nifio adaptarse y convivir en la
nueva situación.
Se idealiza generalmente al padre ausente
y se desprecia al nuevo.
Pero
todavía puede complicarse más la situación si el nuevo pa­
drastro o madrastra aporta sus hijos al hogar. Unos hijos "que no son nada de
Jos otros" y con los que tienen _que congeniar.
Los hijos de la nueva unión serán los "verdaderos hijos"- del
hogar
y, así, los hijos de divorciados se verán ocupando un segundo
puesto.
Concluye su libro Paul Le Moa! diciendo: "una educación sexual
bien realizada [Le Moa! llama "educación sexual bien realizada" a la
educación completa para el matrimonio
y la paternidad], bien con­
ducida, deberá ser una prevención contra los nacimientos irregulares
y contra el mismo divorcio, en el sentido de que se debe preparar
tanto al hombre como a
la mujer a asumir, en el matrimonio, su
sexualidad
en toda su totalidad [es decir, no de relación sexual, sino
de relación plena, espiritual
y física, entre dos personas de sexo dis­
tinto, constituyendo matrimonio].
Y, en otra parte: "Es desmesura el que, partiendo de un interés
legítimo de limitación de la natalidad, se llegue necesariamente a. una
dicotamía de
la sexualidad o incluso a aislar dos especies de sexua­
lidad; una,
extraña a toda- ferundidad, otra, que le incluya en sí, es
contrá.dicción, cuando,

conociendo hoy mejor que nunca todo cuanto
el niño necesita para crecer armoniosamente, se_ favorece o fomenta,
directa o indirectamente, todo cuanto va en
contra de

ello".
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El Dr. Le Moa! aclara que una concepción de la sexualidad que
no sitúe, ya desde el principio, de golpe y rondón, al hijo como for­
mando parte integrante de ella, como incluso su coronamiento, es
una decapitación de la sexualidad. Algunos pretenden que con un
"aprendizaje de amor", incluso los hijos se benefician, ya que'"ellos
(los

hijos) no
estarán seguros
mientras no estén seguros de sus padres
y de su amor". -A esto alega el autor: "Pero ¿una pareja puede acaso
estar verdaderamente segura de la solidez de sus vínculos matrimo­
niales o de su amor en tanto que no haya tenido hijos? Porque la
llegada de los hijos pone a veces en evidencia una inmadurez afec­
tiva (tal como la de la mujer que se olvida de ser esposa desde el
momento que es madre, o el hombre que se vuelve celoso de su hijo ... ).
Entre la idea de los pasados siglos que ponía el acento en la fe­
cundidad de- la pareja,
y la de los tiempos actuales que pretenden
constituir una pareja o unión, con exclusión de la fecnndidad, Paul
Le Moal dice que la_ verdad está en el centro: "no es suficiente pro­
crear para constituir, para ser un verdadero matrimonio, pero en
realidad no puede darse un matrimonio, una pareja completa, reali­
zada a extramuros de
la paternidad y de la maternidad".
MAITE V ALLET REGÍ.
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