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Número 119-120

Serie XII

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Las lecciones del profesor Sciacca en el VII Curso de la «Cátedra de Rosmini»

LAS LF.CCIONES DEL PROFESOR SCIACCA EN EL vn
CURSO DE LA "CATEDRA DE ROSMINI"
Me parece que no son muchos en España los que tienen noticia
a fondo de la Cátedra Rosminiana de Stresa (Italia), cuya figura
señera viene siendo desde hace años, desde su fundación, el Prillante
y sutilísimo filósofo italiano, tan conocido y querido en España como
en Italia, don Miguel Federico
Sciacca. El, por no ser menos, nos
distingue a los espafloles con sus preferencias de amor
y esrudio,
sabiéndose
al dedillo nuestra historia, comulgando con riuestro es­
píritu, enfrascándose en los libros de -nuestros literatos. y pensadores,
visitándonos constantemente para deleitarnos con alguna de sus sa­
bias y amenas conferencias (Sciacca habla perfectamente español).
¿Qué más? Hasta fumar gusta .eJl exclusiva del tabaco negro español.
Yo he tenido la suerte
e~te año de Verme honrado con la invita­
ción a seguir el "VII Corso della Cattedra Rosmini", que -ru.vo lugar del 7
al 23 de septiembre en el Centro Internacional de Estudios Ros­
minianos de Stresa. Y tengo que _decir algo forzosamente, no sólo
sobre este VII Curso sino también sobre la Cátedra Rosminiana, su
emplaz.amiento, sus

trabajos
y el éxito que les sonríe. Comenzaré por
el lugar. Stresa está enclavada en uno de los más bellos parajes de toda
Italia. Al borde del Lago Mayor, donde está
la faruosa y transparente
"Isóla Bella". Esta "cittadina" italiana es un paraíso n.u:ístico, como
lo
prueban los innúmeros
y elegantes hoteles que la llenan, y es un
punto de partida
para las

más bonitas excursiones no sólo por el lago
sino también por todos sus alrededores, muchos kilómetros a la re­
donda, hasta llegar a Suiza, con su Locarno y Lugano, bañadas tam­ bién por las aguas del lago. Y
allí estuvimos un día, efectivamente, los
congresistas. No lejos de Stresa está Gallarate, otro centro también
de estudios filosóficos, de cuya presidencia parece tener el monopolio
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nuestro Muñoz Alonso, tan amigo -y con tanto parecido con el pro·
fesor

Sciacca. Espiritualmente se entiende.
Pues bien, el visitante que llega a Stresa, a poco que se adentre
por sus calles puede encontrarse con una, dedicada a Ruggero Bonghi.
Fue Bonghi un literáto
y pólftico italiano, que llegó a senador del
reino. Era napolitano de origen,
y en su juventud gustaba de pasar
su tiempo en Stresa. A hacerle tomar ese gusto fue parte precisamen­
te el gran Rosmini, santo
y sabio sacerdote italiano, que allí habitó y
que estuvo convertido en punto de mira de toda la Italia del ''Ri­
sorgimento ", gozando de
la veneración y amistad de los personajes
más
corupicuos de

su tiempo, así políticos como eclesiásticos, desde
el Piamonte al Vaticano. Los Papas le honraron con su amistad. Bonghi dejó escrito un
libro titulado

exactamente:
"Le Stresiane",
porque
en él se

cuentan las conversaciones o tertulias que tenían
lugat en Stresa, en la Casa de Bolongato, donde habitaba, desde 1850, Rosmini y que es la misma convertida hoy en el Centro
In­
ternacional de Estudios Rosminianos. Los contertulios de "Le Stte·
siane»

eran
el mismo Rosmini, el gran Manzoni, G. Gavour y el
autor del libro. Vale
la pena evocar la descripción que hace de la escena, vista
por vista de ojos, de una de las llegadas a Stresa del autor de
I Pro­
messi Sposi, que iba con mucha frecuencia a visitar y conversar con
su venerado maestro_
y amigo Rosmini. Pero no quiero detenerme a
recoger ese relato. Simplemente diré w:i,e, según Bonghi, la llegada
de Mazoni a
la casa de Ros.mini era cada vez una fiesta, no por los
agasajos, sino por
la emoción que embargaba el ánimo de estos dos
grandes hombres, que eran un corazón
y un alma sola. Y que las
horas se les pasaban muertas, en conversación sobre temas de religión,
de filosofía, de literatura, de arte
y de contemplación de la naturaleza
que les rodeaba. A la entrada del Centro hay ahora un medall6n en
bronce, obra del escultor Canonica,
con las efigies gemelas de Ros­
mini y Manzoni y esta estupenda inscripción de Fogazaro:
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A. MANWNI. A. ROSMINI
DUPLICE. VERTICE. SUBLIME.
DI. UNICA -FIAMA.
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Cuando Rosmini agonizaba, Manzoni se hizo presente y le besó
los pies, aún vivo, considerándolo un santo.
Dicho esto sobre el lugar de
la "Catedra Rosmini" y el personaje
que le da nombre, digamos algo sobre los trabajos que la Cátedra
viene desarrollando,
y más concretamente sobre 1? que ha sido este
VII Curso.
La Cátedra congrega anualmente centenares de alumnos para es­
cuchar a los mejores maestros del pensamiento filosófico italiano.
Y no sólo italiano sino también internacional. Se
dan cita de un
modo especial quienes se ocupan del pensamiento
y la obra de An­
tonio Rosm.ini,
ruya producción

intelectual fue verdaderamente in­
gente,
y no circunscrita a llll solo campo, sino vagando por todos
los campos del saber, desde
la ascética a la más alta especulación me­
tafísica. Así que
la temática de la Cátedra es siempre rica y varia­
dísima. Al curso anual acuden por centenares. Y
el Centro ofrece un
concurso de 150 becas de estudio, facilitando así
la asistencia al
Curso. También hay
otras 50

medias becas. A lo largo de estos años
de docencia en la Cátedta Rosmini la literatura filosófica italiana se
ha enriquecido con notables contributos. Y algunos
. de

los mejores
libros del profesor Sciacca fueron antes lecciones impartidas desde esa Cátedra; sin ir más lejos, ese último libro, de
tan subida especu­
lación metafísica, sobre "Ontología Triádica e Trinitaria" del que en el núm. 117-118 de "Verbo" hicimos reseña.
Este año el Curso, bajo la presidencia de Sciacca,
ha querido ser
un homenaje rendido conjuntamente a
Ros.mini y Manzoni,

por el
hecho de transcurrir el centenario de la
muerte del

autor de
I Promesi
Sposi. Y el profesor Felipe Piemontese, de la Uniyersidad de Ber­
gamo,
le consagró cinco lecciones, estudiando
la concepción artís­
tica
y filosófica del gran literato italiano, así como su concepción
religiosa. Probó suficientemente que si Manzoni no puede decirse un filósofo en estricto sentido, pues tampoco se propuso nunca hacer
filosofía, su mente filosófica era grande
y su ideario estaba penetrado
de un sentido de seguridad
y serenidad clásico, que le hace siempre
actual y válido.
Las cinco lecciones del profesor Sciacca fueron dedicadas a la
"lectura de
Lo, gigantes de la Montaña", última obra de Pirandello.
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Pero_ en vez de cinco fueron seis las lecciones, como hubieran po­
dido
ser otras
seis más, pues Sciacca
tiene la virtud de hacer inago­
table cualquier tema, enriqueciendo a cada paso el tema que estudia.
Con la particularidad de que sus lecciones no cansan nunca, como
lo prueba el hecho que la asistencia ru, decreció ni un solo día y
hubiera ido en aumento de haber sido posible llenat lo que desde
la primera lección ya estuvo lleno. ¡ Qué catedrático éste que así en­
candila a los alumnos y que, además, junta en uno la profundidad del
filósofo
con la
clatidad
y fluidez del discurseador! Sin hablat de la
mímica, que hace ~davía más sugestiva su palabra.
Desde luego, el
gian Pirandello,
literato
y no filósofo, aunque
a través de su
literarura quepa

descubrir una su peculiar concepción
filosófica de la vida, nunca pudo soñat pata sí un mejor prepatado
lector e intérprete, el que con mucha filosofía ha sabido decirnos lo
que de -bueno
y-malo tiene esa su concepción de la vida. Ni el
mismo Pirandello hubiera sabido decir mejor lo que late de pensa­
miento y ·vida en los personajes a que dio vida, con su teatro y sus
novelas. Y no es el menor de los méritos de un gran escritor el
hacer posible que otros
encuentr~ en

sus creaciones literarias teso­
ros de

reflexión
y aplicación que ni él mismo jamás soñó. Aquel
sicilano brillante e imaginativo, que_ supo intuir
y describir también
los males de nuestra civilización sin alma, señalando además la in­
eficacia de los recursos puramente humanísticos y técnicos para re­
mediarlos, se ·ha encontrado con este otro siciliano,
,vivaz pero
pro­
fundamente reflexivo que, sin restar a Pirandello ninguno de los
altos méritos que corno literato le corresponden,
ha sabido ponerle
los puntos sobre las íes y hacerle decir
más y mejor de lo que él
mismo habría sabido decir, reflexionando sobre sus mismas obras,
sobre el mal endémico de la humanidad y sobre los remedios falaces
que se le ofrecen pata
superarlo:
Ni el mito de la razón, ni el mito del humanismo, ni el mito de
la justicia social, ni el
, mito
de la técnica tienen
la clave de la re­
dención humana, porque, a juicio de Pirandello,
el hombre es irre­
dimible,

tan sustancialmente
Corrompido está.

Tampoco
la religión
cristiana, vivida como
la viven los cristianos, sirve, a juicio del li­
terato siciliano, para obrar esa_ redención. No
cabe más
que refugiarse
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en la Isla de la Scalogna, abandonándose a un mundo de ilusi6n y
fantasía, salir, en una palabra, de este mundo, para liberarse del
mal
del mundo.
I giganti de la montagna simbolizan el fracaso de nuestra civiliza­
ción ocidental. Son gente embrutecida por la técnica, que cree que
con dinero
y placer todo se ha resuelto. Perb el hombre se muere,
porque esta civilización afrodisíaca y técnica se ha convertido en
una espeice de cámara pneumática que hace el vacío al pájaro divino
del ama. Nuestra civilización -comentaba Sciacca- es una civili­
zación efectivamente ciclópea. Pero como el cíclope de la leyenda
tiene un ojo sólo: el de la materia. Le falta el dd espíritu, y sin ése,
que es el más propi3.ll1:ente humano, el ·hombre queda en tinieblas,
el hombre civilizado de hoy es un gran
birbaro, porque
no hay
mayor ni peor barbarie, como ya di jo Scheler que
la barbarie cien'
tífica y técnicamente establecida.
De este tipo de sociedad y de civilizaci6n, Pirandello fue senci­
llamente un crítico implacable, pero crítico con mucho arte. Más
aún, su obra es esencialmente artística, poética, personalísima y ge­
nialísima. Sus personajes le ofrecen ocasión para convertirse en crí­ tico implacable de -la sociedad que· le rodea. La historia de la
huma~
nidad

es para Pirandello un
asco, una

bancarrota continua. El hombre
un sufrimiento
graru.ito, una

criatura doliente. El mundo es teatro
gigante de infinitas voces, pero con una sola
y constante melodía:
la del lamento humano por este mal de la vida humana. Hay que salir
de

la vida y de
la historia y perderse en el país de la fábula, la Sca­
logna de
l giganti della Montagna. Allí uno se libera de todo, se
libera sobre todo de la tierra, para volver
a_l fluido
originario o pri­
mitivo, donde no hay tierra sino sólo fuego, aire y agua, reacción
a toda forma.
x
Pirandelio no fue un creyente, aunque su madre lo fuera. No asi­
miló nunca bien lo cristiano, ni siquiera en
½'-idea. De _ahí que· aún
considerando al cristianismo católico
como la única religión hipo­
téticamente, para él, aceptable,
1~ condenase

también como otro de
lós grandes

mitos incapaces de sacar al hombre de la alienación en
que
perperu.amente vive.
Quizás

el gran yerro, en este punto, de P_irandello estuvo en no
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saber distinguir bien entre cr1st1anismo y cristiandad, y, dentro de
esta
diStinción, entre

lo que es
posrulado

ideal
y es pobre deficiencia
humana para alcanzarlo. De acuerdo que la cristiandad no ha sabido
hacer siempre honor al ideal cristiano, al cristianismo. Pero, a pesar
de ello, a pesar de éste desacuerdo entre el ideal y la realidad, tanto
el ideal cristiano como el ideal
de cristiandad son susceptibles de
conservación y defensa. Ni lo cristiano ha de rechazarse por el rnero
hecho de· que muchos cristianos no sepan hacer honor a su cristianis­
mo;
ni tampoco la cristiandad ha de considerarse como traición al
cristianismo por el mero hecho de que
la sociedad cristiana no ha
sido capaz de ser reflejo fiel del cristianismo. El ideal de cristiandad es siempre eso, un ideal que nunca alcan­
zará en plenitud pero por cuya consecución posible hemos de traba­ jar de dentro afuera y de fuera adentro, ayndándonos de los recursos
que ofrece la cristiandad, que ha de ser ante todo cristianismo, por
consiguiente espíritu. Ese espíritu de que está vacío nuestro mundo
de hoy.
Resumiendo el contenido de sus lecciones, dijo Sciacca que la
concepción pirandelliana de la vida es cristianamente inaceptable,
porque es esencialmente pagana. Pirandello es un griego primitivo, culturalmente hablando. Es,
además, un
nihilista.
La vida es un mal.
Tiene de ella un sentimiento trágico. La razón es la causante de sus
mayores males. Por
eso Pirandello critica tan acerbamente· al racio­
nalismo. En conclusión hay que decir que
el escritor siciliano nos ha lega­
do una galería inmensa de personajes de la vida,
y a través de ellos
nos ha dejado sugestiones maravillosas, aceptables, dentro de lo in­
aceptable de su concepción de la vida.
Para que esta crónica del VII Curso de la Cátedra Rosmini no
quede excesivamente manca, diré también que, aparte esta doble serie
de cinco lecciones, -
a cargo respectivamente de Sciacca y de Piemon­
tese,
·tuvieron lecciones,

una o dos cada uno, los profesores: Nunzio
Icardona, de la Universidad de Palermo, que trató del concepto de
contemporaneidad y humanismo en la cultura; Pedro della Srella, que
disertó sobre los problemas de la restauración religiosa: la espiritua­
lidad rosminiana (1815-1830), y es profesor de la Universidad de
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Bari; Alfeo Valle, que habló sobre las relaciones e influencias entre
la ascética ignaciana y la rosminiá.na; y, finalmente, el excelentísimo
señor, profesor Mario · Pedini, subsecretario del ministerio de Asuntos
Exteriores de Italia, que expuso, como político enyoriano, los pro­
blemas de Europa y el tercer mundo.
A todas estas
charlas siguieron
los respectivos coloquios o semi­
narios. Participaron más de 200 ·congresistas
y se ofreció una triple
opción (uno de los días de la semana) para una excursión por los
alrededores o cercanías de Stresa. Fue un Curso muy lleno, quizás
excesivamente lleno, pero del que, sin embargo, quedaron todos al­
tamente satisfechos.
B. MONSEGÚ.
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