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El valor de un juramento. El pensamiento contrarrevolucionario español: Pedro de Quevedo y Quintano, Obispo de Orense

EL V AWR DE UN JURAMJtNTO
EL PENSAMIENTO CONTRARREVOLUCIONARIO
ESPilOL: PEDRO DE QUEVEDO Y QUINTANO,
OBISPO DE ORENSE
POR.
FRANCISCO JosÉ FBRNÁNDEZ DE LA 'ÜGOÑA.
SUMARIO: J.-Un obispo ejemplar; 11.-El viento de Ja revolución llega
a Orense; -III.-El defensa de la Iglesia, si es preciso, frente a.l rey.¡. N.­
El consejero real; V.-Patriota de romance; VI-si postrado me adora­
. res ... ; VJI.-El despotismo de los liberales; VIII.-La Inquisición libe­
ral; IX.-En olor de santidad. ·
I. Un obispo ejemplar.
Pedro de Quevedo y Quintano, obispo de Orense, Inquisidor
General, Regente del
Reino, cardenal de la· Iglesia, es una de esas
figuras de temple
extraordinario con que

de cuando en cuando nos
obsequia la Historia. Hombre que se crece ante las circunstancias adversas, su vida hubiera sido
la de un celosísimo pastor de una pe­
queña diócesis,

sin trascendencia alguna en
la vida nacional, de no
producirse
la conmoción que sacudió a Europa a finales del siglo
XVIII y que fue la Revolución Francesa.
No es Pedro de Quevedo autor de tratados de Filosofía o Dere­
cho público donde se pueda
estudiar su

pensamiento. En
él, como
en pocos, el pensamiento
y la vida van tan indisolublemente unidos
que no es posible analizarlos separadamente. Y, así, es su vida un
ejemplo de pensamiento
contrarrevolucionario y

es su pensamiento
la respuesta que su mente preclara se vio obligada a dar a los gra­
ves problemas que
la. vida le planteó.
Es también en Pedro de Quevedo, como en
la mayoría de los
16·5
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO fOSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
pensadores contrarrevolucionarios, escasa y mediocre la bibliogra­
fía (1). La obra fundamental, aparte su "Manifiesto a la Nación es-
(1) BIBLIOGRAFIA: Exposición que el Excmo. Obispo de Orense,
D. Pedro de

Quevedo y
Quinta.no hizo por escrito al tiempo de prestar su
juramento de obediencia a

la
Constitución española. Mallorca, 1812;
Que­
vedo
y Quintano, Pedro de: Manifiesto del Obispo de Orense a la Nación
Española, La Col'.uñá., 1813 (la edición manejada ha sido la' réimptesa en
Valencia,
en
la imprenta de Francisco BrUSola, en 1814); Bedoya, Juan Ma­
nuel: Retrato histórico del Eminentísimo, Excelentfsimo, e I/u.rtrísimo Señor
Don
Pedro de Quevedo
y Quintana, Madrid, 1835; Bedoya, Juan Manuel:
Oración fúnebre a la buena memoria del Emmo. Sr, D. Pedro de Quevedo 1
Quintano,
Santiago, Imprenta de Juan Bautista, 1818;, Bedoya, Juan Manuel:
Sermón en la dedicación del Panteón del Emmo. Sr. Cardenal de Quevedo y
Quitztano, Orense, 1840; Diario de Operaciones de la Regencia, publicado
por
D. Francisco de Paula -Cuadrado
en su Elogio histórico de D. Antonio
Escaño, Diario de la.r
Cortes· generales y extraordinaria.r, Madrid, imprenta
de
J. A. García, Corredera Baja,· 27, 1870; Fiestas y obsequios del Cabildo
de

Orense
a.su Prelado, en celebridad de haber sido condecorado con lasa­
grada púrpura, impreso por D. Miguel de ·Burgos, 1817; Impugnt«ión de
la

doctrina moral
y política ·del Iluslrisimo Sr.

D. Pedro de
Q•evedo y Quin­
tano1
obispo

de Orense, en
u, representación al Supremo Conseio de la Re.
gencia, con fecha de 20 de septiembre de 1812, Madrid, imprenta que fue
de Fuentenebro, calle de Jacoroetrezo, 1813; Lardizábal y Uribe~ Miguel de:­
Manifiesto que Presenta a la Nt«i6n el Conseiero de Estado D. Miguel de
Lardizábal y Uribe,

uno
de los cinco que compusieron

el
Supremo Conseio
de
Regencia_ de España e Indias, sobre su conducta política en

la
noche del
24

de setiembre de
1810, imprenta de Nicolás Carratalá Menor y Hermanos,
Alicante, 1811; Majada, Santos:
Oración fúnebre que a la inmortal memoria
del

Ilmo., Excmo.
y Emmo. Sr. D. Pedro de Quevedo y Quintano ... diio en
las honras que el

Ilmo. Cabildo celebró por
su dignísimo prelado ... , Santiago,
Oficina de D. Juan María de Pazos, 1818;
Vélez, Fray

Rafael
de, obispo
de Ceuta:
Apologla del Altar y del Trono o Hhtoria de las reformas hechas
en España en t~empo, fie leq /Jamadas Cortes

e
impugnación de algunas doc­
trinas publicadas
en · la Constitución, Diarios y otros ese.ritos cantra la Reli­
gión
y el Estado. Imprenta de Cano, Madrid, 1818; Amor Meilán, Manuel:
El Obispo de Orense, D. Pedro f,¿ueveda y Quintano, 'como patriota y como
po/ftico,
Lugo, 1908; Femández Alonso, Benito: Crónica de los Obispos de
Orense, imprenta de El Derecho, Orense, 1897; Le Brun, Carlos: Retratos po.
líticos
de

la
Revolución de Espaf1a, Filadelfia, 18_26; López-Aydillo, Eugenio:
El Obispo de Orense en la Regencia del afio 181.0, Junta para ampliación de
estudios e investigaciones científicas, Madrid, 1918;
Fernández Alonso,
Be­
nito:
Don Pedro de Quevedo y Q11intano, Boletín de la Comisión de Monu.
166
Fundaci\363n Speiro

PEDRO DE QUEVEDO l:'. QUINTANO
pañola" (2) es, sin duda, el "Retrato histórico del Emmo., Excmo. e
Ilmo. Señor Don Pedro de Quevedo y Quintano", escrita por Juan
mentos de Orense, marzo-abril, 1918; Macias, Marcelo: El Obispo Q•evedo
y su tiempo, Boletín de la Comisión de Monumentos de Orense, matzo--abril,
1918; Reyes, Alfonso: La noche del obispo ... y los deslinot de España, El
Sol,

4
de julio de 19l8j Risco, A.: Las Cortes. de Cádiz y el obi.rpo de Oren­
se, Razón y Fe, marzo de 1926; Rincón,. Jesús: Figuras extremeffas: el obispo
de Orense en las COt'tes de Cádiz, Revista C. de, estudios extremeños, enero­
abril, 1929j Herrero, Javier: Lós origenes del pensamiento rea&cionmio es­
pa!iol, Edicusa, Madrid, 1971; Quintana Ripollés, Alfonso: La·ca.ra de Q11in-
1ano y sus enlazados, con prólogo de Alfonso de Figueroa y Melgar, mar­
qués de Gauna, Madrid, 1967; Castro, Adolfo de: Hiltoria de Cádiz y su
provincia derde /o.r remotos tiempos hasta 1814, Cádfa:, 1858; Lafuente, Mo­
desto: Historia General de España, Madrid, 1862; Toreno, co_nde de: Historia
del
le1Jantamiento, guerra y ,evolución de España, Biblioteca de Autores Es­
pañoles, tomo LXIV, Madrid, 1953; Jovellanos, Gaspar Melchoi de: Mem_o-­
ria
en defensa de

la
Junta Cent,al, Biblioteca de Auto'.ces Espaáoles, tomo
XLVI, ·Madrid, 1951; Alcalá Galiano, Antomo·: Memorias, .Biblioteca de
Autores Españoles, tomo LXXXIII, Madrid,
1955; Villanueva,

Joaquín
Lo­
renzo: Mi 1Jiaje a las Cor~e's, Biblioteca de Autores Españoles, tomo XCVIII,
Madrid,
1957: Argüelles, .t\gustín: Exam,en histcfrico de la ,eforma consti­
tucion'ál que hicieron las Cortes generales·
y extraordinarias desde que se, ins­
talaron en
la Isla de León, el 24 de septiembre de 1810, hasta que cemwon
en Cádiz sus sesiones
en 1_4 del propio mes de 1813, con estudio, no.tas 1
comentarios de texto de Jesús Longares, lter Ediciones-, S. A., Madrid, 1970;
Menéndez y Pelayo, Marcelino: Historia de los heterodoxos españoles, tomo
11, BAC, Madrid, 1956; Copia literal exacta de lo ocu"ido en la sesión Je
Cortes
del dia· 16 de agosto de 1812, con motivo dé la-exposición que hizo
a las mismas el ·señor obispo de Orense~ y de la del dia 20 de n01liembre
del mismo año,· con

el de
las proposiciones hechas a. las mismas por 111 di­
putado -el señor don

Simón
López sacado de los pe,iódicos titulados «El Es­
pañol», núm. 39 y del «P,ocu,ador Gene,a/», núm. 52, unido todo en un
cuerpo para instrucción
del

público,
impreso de Cádiz en la imprenta de don
Antonio de Murguía, año 1812 y reimpreso en Mallorca en la imprenta de
Brusi,
año 1813; Cueto, Leopoldo Augusto del: Cfr. Historia del levanta­
miento, guerra y revolución de España, del conde de Toreno, estudio pre­
liminar.
Las obras que se mencionan en. esta bibliografía serán citadas en lo su­
cesivo
por la
primera o
primeras palabras
de título, Aquellas otras que
se
aduzcan

y no
figuren en esta nota llevarán su referencia: completa.
( 2) Quevedo y Quintana,
Pedro de: Manifiesto ...
167
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO ]OSE PERNANDEZ DE LA CIGONA
Manuel Bedoya (3); También es digno de consideración el libro
de .Eugenio López-Aydillo, "El obispo de Orense en la Regencia de
1810" (4). Este libro
"admira" a
Javier Herrero "por su erudición
histórica" (5). Su
interés no reside en esa erudición, demasiado dis­
creta, sino

en que
transcribe una
serie de documenros, del obispo o
relativos a
él, procedentes en su gran mayoría del Archivo episco­
pal de Orense. Esros documenros no los descubre
López-Aydillo, pues,
prácticamente

en su rotalidad,
figuraban ya en el Manifiesro del
obispo o en la obra de Bedoya. l.ópez-Aydillo permite que los
lectores de su obra saquen
la impresión

de que es él quien por
primera vez presenta esos documenros, por lo que no
es de

extrañar
que. quien no acude a fuentes de primera mano se admire de su
"erudición". Y este es el caso de Javier Herrero, que no
consultó
no ya a Bedoya sino, ni siquiera, al propio Obispo, al que cita, según
confesión propia, por los textt>s que incluye Lardizábal. al final de
su Manifiesro (6).
López-Aydillo parte en su libro de unos presupuesros ideológi­
cos muy distantes de los del obispo. Para
él, "el arbitrio de cerrar
las fronteras a las nuevas ideas (las de la Revolución)" no era más
que "infantil concepto de la idea que olvida es luz, perfume, vibra­
ción que se hurta a la torpe vigilancia del fisco" (7),
"las hogueras
de la Inquisición no eran
más que humaredas sin brasa" (8) y el
afrancesamienro es "apóstrofe que es tiempo que troquemos en loan­
za" (9).

Pese a ello, la impresionante personalidad del obispo llega
a cautlvarle. Y no podía ser de otr0 modo en quien conserve el es­
píritu de
honradez

que debe animar a
todo hisroriador. Esto no po­
día dejar de molestar a la idea preconcebida de Herrero, el cual,
pese a
sú "admiración"

por
l.ópez-Aydillo y
su desconocimiento del
obispo, no vacila en afirmar: "no comparro la actitud de
López-
(3) Bedoya; Juan Manuel: Retrato. hisJóriro ...
168
( 4) L6pez-Aydillo, Eugenio: El obispo de Orense ...
(5) Herrero, Javier: Lo.1 orJgenes ... , pág. 274.
( 6) Lardizábal y Uribe, Miguel de: Manifiesto ...
(7) López-Aydillo, Eugenio: Op. cit., pág. 5.
(8) López-Aydillo, Eugenio: Op. cit., pág. 5.
(9) López-Aydillo, Eugenio: Op. cit., pág. 7.
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PEDRO DE QUEVEDO Y QUINTANO
Aydillo acerca. del obispo de Orense" (10). No podía obrar de otra
manera después de habernos dicho que las figuras de la contrarrevo­
lución "constituyen la escoria de la época" (11). La parcialidad de
los historiadores de nuestro siglo
XIX es superada ampliamente · por
alguno de

sus epígonos en el siglo actual. Si bien
la habilidad de
aquéllos, que en ocasiones hace dudar de la interpretación por ellos
dada, brilla por su ausencia en sus discípulos aetuales, en los que la
animadversión es meridiana y la descubre cualquier lector. Alfonso Quintano
Ripollés, autor

de "Un linaje burgalés: la
casa de

Quintano y sus enlazados" (12), da una extensa nota bio­
gráfica del obispo (13) así como una referencia bibliográfica (14) que completa la de
López-Aydillo (15).
Don

Pedro de Quevedo y Quintano nació en Villanueva del
Fresno, el 12 de enero de 1736, de familia noble en la que milita­
res y eclesiásticos alcanzaron puestos notorios en la vida nacional
Estudió con los jesuitas, asiste a las Universidades de Granada y Sa­
lamanca, es nombrado
Lectora! en Zamora, Magistral en Salamanca
y,

por fin, pese a su resistencia, obispo de Orense, entrando en
su·
diócesis

el 13 de agosto de 1776. Contaba, pues, cuarenta
afios (16),
Su

entrada en la diócesis fue un modelo de sencillez. "llegó
a.
la ciudad -nos refiere Bedoya- .con tan sencillo aparato que venía
a

caballo en una mula, sin.
más comitiva de familia propia que el
paje que le ·servía en Salamanca" (17), lo que contrastaba con los
usos de la
época. Y así nos refiere también Bedoya que "al penetrar
en el obispado por la Puebla de Sanabria, el abad de
Villavieja. le
salió

al encuentro en una litera magnífica, escoltado de diez y seis
o diez y ocho clérigos todos a caballo" (18)
..
(10) Herrero, Javier: Op. cil., pág. 274.
(11) Herrero, Javier: Op, cit., pág. 24.
(12) Quintano Ripollés, Aifonso: La Ca.ra Je Quinlano ... ·
( B) Quintano Ripollés, Alfo oso: Op. cit., págs. 363 a 3 77.
(14)
Quintano Ripollés, Alfonso:
Op. cit., págs. 363 y 364.
(15)

López-Aydillo, Eugenio:
Op. cit., págs. 149 a 157.
(

16) Quevedo
y Quintano, Pedro de: Manifiesto •.. , págs. 46 a 48.
(17) Bedoya, Juan Manuel: RetraJo.histórico ... , pág. 17;
(18) Bedoya, Juan Manuel: Retrato hiJtórico ... , pág. 17 en nota.
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FMNCISCO /OSE PERNANDEZ DE LA CIGOfU
Una vez en Orense fue un pastor ejemplar. López-Aydillo, que
recoge y depura los testimonios de
Badoya en
su mente
liberal, nos
dice:

"Don Pedro de Quevedo y Quintano quería ser eso, obispo,
un buen obispo, celoso de su grey, y a eso se limitó con un fervor
apostólico admirable" (19).
Su
perfil humano hay que completarlo con estas palabras nada
sospechosas de lópez-Aydillo: "'Al lado de esta constante evange0
lización de sus fieles, resplandece su desinterés por todo fausto tem­
poral.
En sus visitas diocesanas, él sufraga de su cuenta todos los
gastos;· evita a los párrocos el desembolso extraordinario que siem­
pre producía la visita del prelado, alojándose· en casa de humildes
labradores, a quienes retribuía largamente. Una nota puesta al
mar­
gen
de

un libro que perteneció a D. Joaquín de Silva Reigosa, anti­
guo familiar
del obispo,

dice: "Cuando visitó la parroquia de Me­
sego, se hospedó en
casa de

la Motriña, familia lo
más pobre"
y
en una de estas , estancias en tales casas, el obispo cayó de tina sala
al corral -¡ cómo sería de confortable esta casa!-; dando sobre el
lomo de un · buey, lo que le ocasionó una hernia voluminosa, que, al
fin, había de ser la causa de· su muerte, más que sus ·muchos años.
En estas visitas había suprimido los derechos de visitador, por lo
cual -él mismo nos lo cueota en el manifiesto del año 13-, tenía
que solicitar por
favor · que

alguien sirviese dicho cargo.
Había su­
primido

igualmente toda suerre de derechos de Provisorato y Cá­
mara; y lo que le sobraba de las rentas, así mermadas, de · la mitra,
· dedicábalo a fundar casas de caridad (Hospital de San Roque, Casa
de las Mercedes para doncellas), a construir un seminario
y a cuan­
tiosas limosnas" (20).
He aquí un retrato ejemplar de un obispo del Antiguo Régi­
men (21). Que no todos eran como él, no cabe duda. Pero, qué dis­
tante esrá esta semblanza de
la de "unas clases sociales, uoos gru­
pos de intereses (que) encuentran (en la ideología reaccionaria) el
(19) López-Aydlllo, Eugenio: Op. cit., pág. 19.
(20) Quevedo y Quintano,
Pedro de: Manifiesto ... , págs. 50 y 51. Tam­
bién en
López-Aydillo: Op. cit., págs. 20 y 21.
(21) Quevedo y Quintano. Pedro de: Manifiesto ... , págs. 50 y 51.
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PEDRO DE ·QUEVEDO Y QUINTANO
instrumento ideológico que les permita aferrarse al poder y llevar a
cabo
una cerrada
guerra política contra
las fuerzas renovadnras" (22).
Al obispo de Orense no le preocupaba
otra cosa
que el bien es­
piritual de sus
diocesanos y

el alivio de sus
muchas necesidades.
A
ello dedicaba todas sus energías y las rentas de la Mitra que su
vida, sumamente austera, no precisaba. Hasta _ que en el hori~nte
surgió la Revolución francesa la cual, a la par que destruyó a Europa,
elevó a Pedro de Quevedo y
Quintano .a la

categoría de los héroes.
TI. El viento de la revolución llega a Orense,
Este obispo, olvidado en
una olvidada diócesis, pasa a adquirir
nombre nacional en los últimos años del siglo
XVIII. La Revolución
había
exilado en

Europa gran
número de

franceses
.. Sacerdotes y lai­
cos que llegaban a los países que
.los acogían

literalmente "con lo
puesto".
El obispo .de Orense se volcó con estos desgraciados. "Cuan­
tos lleguen a esta diócesis -escribfa a D. Ventura Cano- serán
por mí bien recibidos y tfatados. Es necesario que su número sea muy
grande para que piense recurrir ·a otto auxilio y, sea el que fuese,
cuento
con proporcionar en la diócesis hospedaje
y alimento a los
que lo
quieran. Pues

su causa es de tal calidad que ninguna
limosna
será más justa" (23).
Su caridad proverbial se superaba
todavía ante los

excesos de los
revolucionarios a los que acusaba de "haberse hecho regicidas,
· des­
rruido

el rrono
y los altares, perseguido a la verdadera Religión y
Santa Iglesia de Jesucristo con un furor
y una malignidad abomi­
nables, y desolado uno de los
más florecientes reinos del Cristianis-(
mo,

haciéndolo el reatro de
ia anarquía, de la miseria y del ho­
rror"

(24).
(22) Herrero, Javier: Op. cit., pág. 274.
(23) Quevedo y Quintana, Pedro ·ae: Manifiesto ... , págs. 53 y 54.
Cfr. también López-Aydillo, Eugenio: Op. cit., págs. 26 y 27.
(24) Quevedo y
Quinta.no, Pedro de: Bo"ador autógr":fo. Pap-eles del
cardenal Quevedo, Archivo episcopal ·de Orense, citado por López-Aydillo:
Op. cit., págs. 31 y 32.
171
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FRANCISCO ]OSE FERN,1NDEZ DE LA CIGOFIA
Esa ~insensata filosofía que se ha declarado contra todo género
de religión" (25) va a ser, desde entonces, la gran enemiga del obis­
po de Orense.
Para combatirla no vacilará ante

riesgo alguno
por
peligroso que sea. O,nocerá la prisión, el exilio y hasta la privación
de la ciudadanía. Nada le detendrá. O,nvencido de que
ella · es el
mayor peligro para la religión y para la patria se opondrá con to­ das sus
fuerzas a

su triunfo alcanzado, en ese desigual combate, si
no la victoria definitiva, una grandeza moral muy superior a la de
la mayoría de sus contemporáneos.
Las palabras de
López-Aydillo que,

conviene repetir, no simpa­
tizaba precisamente con los exiliados franceses y con los
· postulados
ideológicos

del obispo,
reflejan perfectamente

el recibimiento que
la diócesis gallega hizo a los que huían del.
terror francés. •·

A Oren­
se llegaron nutridos pelotones de
emigtados atraídos por

aquella
ge­
nerosa

e inesperada
acogida del

obispo.
Oérigos y

obispos.
franceses
encontraron

confortación y auxilio al lado del prelado orensano, quien
no reparaba en sacrificios para sostenerlos. La noticia de tanta gene­
rosidad cundió

por
España entera, y de todas partes llegábanle ben­
diciones y demandas de asilo por
parte de
los
emigrados (
... ). A to­
dos atendía y
aón recogió

a los que pesaban demasiado a los obis­
pos de Calahorra y Pamplona. ( ... ) (En el Archivo de la catedral de
Orense existen numerosas
cartas en

las que) vibra la emoción y la
ternura
de. un

agradecimiento infinito, encendidas frases de alabanza,
exclamaciones de

asombro ante el próvido reparto de limosnas que
no se explican cómo podían
arbitrarse en

tan humilde diócesis.
No sólo eran los eclesiásticos, sino que caballeros militares
fran­
ceses,

con sus esposas e hijos, también emigrados, recibían donati­
vos y auxilios del obispo de Orense; y no contento con
-atender

a
los que llegaban a las puertas de su palacio, libraba crecidas canti-
(25) Quevedo y Quinta.no, Pedro de: Representación- a Carlos IV en
stJp/ica de que
-se

templen las
_medidas de

rigor
decretadas a petición de
la
R_epúb/ica francesa contra los clérigos emigrados, Orense, 19 de mayo de
1798. CTr. Bedoya, Juan Manuel: Retrato histórico ... , pág. 256 y L6i,ez·
Aydillo, Eugenio: Op. cit., pág. 33.
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PEDRO DE QUEVEDO Y QUINTANO
dades para ayudar a obispos franceses que residían en otras diócesis
españolas" (26).
Quienes piensan que la Iglesia
ha descubierto
a los pobres
a
partir del segundo O,ncilio Vaticano, deberían tomar nora de lo que
decía este
obispo del
Antiguo Régimen al Vicario general de
la
diócesis de Mans, el 10 de noviembre de 1792: "Los bienes de la
Iglesia son el patrimonio de los pobres" (27)
.. Y
ral como decía,
obraba hasra extremos que parecían increíbles. La mísera situación de los emigrados,
la inmensa caridad del
obispo
y su convicción de que habían tenido que abandonar su país
por sostener una
jnstísitna causa,
cual
era la de la contrarrevolución,
fueron

el motivo de los múltiples socorros concedidos, pero
la guerra
contra la Francia de la Revolución no justificaba todo a los ojos
del
obispo de
Orense, como
se ha ,de ver . en otro suceso que por
aquellos. mismos afios acontecfa y que
eleva todavfa a roras más
airas la excepcional figura del obispo Quevedo (28).
111. En defensa de la Iglesia, · si es preciso, frente al rey.
El erario real esraba exhausto a causa de la guerra contra Fran­
cia.
La solución pareció, una vez más, el . pedir dinero a la Iglesia
redamaodn
la piara y las alhajas de los templos. "Todos los obispos
de

España, a requerimiento afectuoso del cardenal
auobispo de To-:
ledo

acudieron presurosamente
al· deseo
expresado por Su
Majestad.
¿Todos?

No; hubo una excepción: el
obispo de
Orense" (29).
(26) L6pe,-Aydillo, Eugenio: Op, ,;1,, págs. 27 y 28.
(27) Quevedo y Quintana, Pedro de: Archivo episcopal de Orense, ci­
tado por-López-Aydillo: Op. cit., .págs. 33 y 34. Para -todo lo relativo a los
exiliado_s ver también Bedoya, Juan Manuel: Retrato hiitórico ... , págs. 69
y siguientes. Citaremos, sin embargo, en primer lugar, los textos pOr la obra
de
L6pez-Aydillo poi considerar qué el lector interesado la localizará más
fácilmente
al estar
editada casi un siglo después de la de Bedoya. Pero vol­
veremos a indicar que la de Bedoya es imprescindible para cualquier aproxi­
mación al obis·po dé Orense.
(28) Quevedo y Quintano, Pedro de: Manifiesto ... ,. págs. 53 y 54.
(29) L6pez-Aydillo, Eugenio:
Op, di., pág. 35,
173
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO fOSE FERNANDEZ DE LA CIGOf:U
Pocos obispos habría en España que tuvieran más clara concien­
cia del peligro francés
y de la licitud de la guerra que Quevedo y
Quintano. Pocos también profesarían a la familia reinante una de­
voción como
la· del
obispo de Orense, como después sobradamente
se habría de demostrar. ,Pero su conciencia generosa, dispuesta siem­
pre a dar todo Jo suyo, no transigía con el honor de Dios. Y sus
exposiciones al
arzobispo de

Toledo, a
Godoy y al mismo rey son
un modelo de dignidad, de firmeza
y de resistencia ante unas me­
didas que no creía justas. Su
lectura hatá recapacitar sobre los nom­
bres de "servil"
y "absolutista'.' aplicados, con tanta ligereza como
ignorancia, a muchas de las figuras del pensamiento contrarrevolu­
cionario. Y sitúa en su -verdadera dimensión las relaciones entre súb­
dito y-monarca, tal co'tno las entendía el pensamiento tradicional es­
pañol que nada tenía que ver con el absolutismo (30).
"Nuestros reyes tan católicos
y piadosos" (31), "nuestros piado­
sos
y amables Reyes" (32), ·•el más reconocido de los vasallos de
Vuestra Majestad" (33)
y otras expresiones similares no eran, en
Pedro de Quevedo, meras cláusulas de estilo.
Lo sentía en lo más
hondo
de su

corazón
y así lo expresaba. Pero ello no era óbice para
que al mismo tiempo expresase también, con toda franqueza, su
oposición al expolio
basándose en
unas razones
tan sólidas que su
argumentación admira tanto como su valentía al exponerlas.
La de­
fensá

que
el obispo hace no es rolo de la Iglesia·· sino también de
los pobres. Que es todo lo mismo en un cierto sentido. Pero sin la
menor demagogia
y con el máximo espíritu constructivo. Muchos
(30) Cfr. Fernández de la Cigoña, Francisco José: El pensamiento contra­
rrevolucionario español: Fray Ati/ano Dehaxo So/órza'no, Verbo, agosto-sep­
tiembre-octubre, 1973, núm. 117-1.18, págs. 743 a 764.
(31) Quevedo y Quintano, Pedro de: Carta al cardenal arzobispo de To­
ledo de 12

de
febrero de 1795. Archivo episcopal de Orense, citada por L6-
pez-Aydillo: Op. rit., pág. 1n.
(32) Quevedo Y Quintano, Pedro de: Carta al cardenal, arzobispo de To­
ledo
de 12

de
febrero de 1795, MchiVo episcopal de Orense, citada por L6-
pél,-Aydillo: Op. rit., pág. 176.
(33) Quevedo y Quintano, Pedro de: Exposición al Rey de 8 de agosto
de 1793,
Archivo episcopal de Oiense, citada por López-Aydillo: Op. cit.,
pág. 184.
174
Fundaci\363n Speiro

PEDRO DE QUEVEDO Y QUINTANO
obispos de hoy deberían leer las cartas de su hermano en el episcopado
y tomar ejemplo del mismo. La Iglesia y la patria se lo agradecerían. Por el
interés del
tema, por estimar que reflejan
la esencia del
pensamiento contrarrevolucionario · en asunto tan impoitante como
es el de los bienes eclesiásticos y las relaciones . con el poder civil
y porque retratan
la extraordinaria personalidad. del obispo de Oren-·
se,

vamos a
transcribir extensos párrafos de estas cartas siguiendo a
López-Aydillo, que es el texto
más accesible.
«Yo aconsejaría
al Rey -escribe al cardenal de. Tole­
do
(33)-no recurriese a este .medio peligroso y de corrísi­
. ma

utilidad . . .
La guerra puede interesar a la Religión y
más a los que tenemos la dicha de profesarla. Pero interesa
al Rey el primero, y a toda la Familia Real. Interesa a todos
los. Grandes,

Ricos y Nobles con preferencia a los demás va­
sallos: y antes de unirnos en cierta manera con los conven~
cionistas para despojar los Templos, previni~ndolos, debernos
unirnos y sacrificar
cuanto tenernos
eo defensa
de la
Reli­
gión, del Rey y de la Nación.
»Cincuenta y tres Iglesias Catedrales en España no darán,
aunque se . sacara de ellas, ~ con otra, cien mil reales que
no es posible, sino cinco millones de reales y casi otro medio.
¿ Y
qué es
esto? Pocas economías en el gasto de
la Casa Real
darán mucho más .. Si los Grandes, los Obispos, los Títulos,
que

tienen más de cuatro mil ducados de
renta, los
hombres
conocidos por acaudalados, y ricos comerciantes contribuyesen
estos con lo que pareciese, y .aquellos con la tercera o. cuarta
parte, o la mirad si se requiere del todo de sus rentas: esta
cantidad sería más que suficiente para los gastos de la cam­
paña;
y si hubiere otra, era tolerable se repitiese el año si­
guiente. Este medio a mi parecer era· mejo~ y más suave que
los que se toman. La administración del escusado, los siete
millones del clero, el seis por ciento sobre los bienes de los
seculares, el papel sellado en los Juzgados Eclesiásticos, el
aumento del Tabaco, los que siguen de los Correos, pondrán a
la Nación en una miseria y estrechez lamentable. Un pobre
que tomé tabaco o que tiene un pleito; si no es mendigo, y
(34) · Quevedo y Quintana, Pedro de: Carla al cardenal arzobispo de
Toledo de 8 de febrero de 1795, Archivo episcopal de Orense, citada por
López-Aydillo: Op. cit., ¡xlgs. 171 • 174.
175
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGOfU
aún siéndolo basta recibir la información de Pobreza, tiene
sobre
los millones, sobre si, el ¡,a¡,e[ sellado, y el tabaro, que
sólo
este le ronsumirá la tercera parte, o mitad del
jornal
¿No

sería mejor que los que pueden un año o dos se estre­
chen a

la mitad de sus rentas, se excusasen tales rontribucio­
nes onerosísimas
y per¡,etuas por lo que se arostumbra, cesa­
sen
los vales reales
y sus réditos y se desempeñase el Erario
¡,ara
no

tener que exigir contribuciones
¡,ara los réditos e in­
tereses que
¡,aga?
»He
tenido

impulsos de proponer esto al Rey. Vuestra
Emis
uencia

que es del Consejo de Estado podrá hacer uso de lo
que digo si algo puede servir ... Concluyo que yo diría al
Rey (y no
tengo dificultad en que Vuestra Eminencia mani­
fieste mi
carta en el Consejo de Estado) que ronvendría die­
se Su Majestad un decreto pata que la mitad del gasto de la
Casa Real se excusase
y sirviese ¡,ara los gastos de la guerra,
y que a su ejemplo todos los Gtandes, etc., se ciñesen en sus
gastos
y por este año solo, si se terminase en él la guerra,
hagan
el mismo sacrificio, que tolerable, y sin ronsecuencia,
traerla

los mejores a la causa pública. Los pobres
no serían
gravados
directamente (

•.• ).
»( ...

) Si quiere Su Majestad (Yo lo disuadiré) la plata de
las Iglesias, nadie podrá impedírselo. Pero aronsejárselo, ofre­ cérselo
y excitar . los obispos y cabildos · a este despojo no se­
ría tanto edificar y dar ejemplo, cuando que se mirase romo
oficio que no
· demostraba
lo que ronviene a nuestro estado.
La Plata de las Iglesias no es nuestra: la Iglesia no quiere
guardarla, y. es según su espíritu expenderla. en las necesida­
. des urgentes

de los
fieles, Pero
no es ronforme (según en­
tiendo) a su espíritu sirva
·ª la guerra cuando los otros medios
no están agotados. El respeto a los templos, la fidelidad en
cumplir la voluntad de
los que

legaron o donaron
las alhajas
y plata de las Iglesias y la atención al culto de Dios serán
. mayor sororro ¡,ara el

Estado que los
poros millones que pro­
ducirá este
m.edio.»
He

aquí una carta de un obispo "servil" según la terminología
al uso de Javier Herrero (35)
y de otros historiadories: ¿Servil ron
quién?

¿Con Carlos IV al que dice que lo que tiene que hacer es redu­
cir los
gastoS de

su Casa? ¿Con el
cardenal de Toledo al que en
(35) Herrero, Javier: Op, cit., pág. 263.
176
Fundaci\363n Speiro

PEDRO DE QUEVEDO Y QUINTA.NO
la carta dice que aconsejar la entrega no sería "edificar y dar ejem­
plo"? ¿Con
sus hermanos en el episcopado a los que dice lo mis'
roo?

Aunque de
nada sirve probar una vez más lo archiprobado a
quienes
escriben la historia según
sus filias .y fobias, conviene dejat
constilncia
de

nuevo de lo que es
evidente.
¿

Y dónde
cabe aquí

la afirmación de
Elorza de
que,
para lo que
él llama pensamiento reaccionario, "la Providencia
hizo pobies y
ricos para que los primeros trabajasen para los segundos, y. éstos les
correspondieran con la caridad"? (36). Quien no conozca la ideolos
gía de los historiadores .que, desde
Bayo a nuestrQs días, se han ve­
nido

ocupando de
nuestra · historia reciente, si

se
. toma el · trabajo
de

cotejar lo que aquéllos· dicen con la realidad, llegará a
'la : con­
clusión

de que han
existido, mn eLmismo nombre,

dos
personajes
de vidas páralelas,
en los· casos del ,:íbispo de Orense, del P. Vélez,
del filósofo

Rancio
y de tantos otros. Uno de ellos será servil, am­
bicioso, rastrero, preocupado sólo de su situaeión social, en una pa­
labra,

la escoria de la
época. El OtrO,' que habría intervenido en los
mismos hechos, llevado el mismo nombre, nacido y muerto el mismo
día,

sería,
al menos un ser humano, cori sus pecados pero también
con sus virtudes y, .en mUchoS .casos, un hómbre· ·fuera de serie,
preocupado por su religión y por el· bienestar de su patria, que des­
taca sobie
la mayoría de sus contemporáneos y ciertamente sobie
los
Argüelles, Gallardos,
Quintanas, Villanuevas, Calatravas y de­
más personajes a los que hoy se quier~ hacer pasar por padres de
la patria.
Conviene
también llamar
la atención sobre el respeto que
el
obispo

de
Orense siente
a "la fidelidad en
cinnplir la voluntad de
los

que legaron o donaron las
alhajas y plata de las Iglesias". Hoy
en día, cuando tanto clérigo se siente indinado a hacet almoneda
de los bienes de los templos, muchos de ellos auténticos tesoros
at·
tísticos, no está de más recordar que destinarlo a uri fin diverso de
(36) Elorza, Antonio: La mentalidtld abso/11tis1a· de ~los orlgenes-de la
España contemporánea, Triunfo, 2 de julio de 1971, nú.m~--474. Trabajo re­
cogido posteriormente en La 11topJa anarquista ba;o la Segunda RePúhlica
española (precedido de otros trdbajos), Editorial Ayuso, Madrid, 197~.
" 177
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
aquel para el que fueron entregados es apropiarse de bienes contra
la voluntad de sus
dueños.
Insiste el obispo, en otra -carta al arzobispo de Toledo (37):
"Pienso

que en
las . circunstancias presentes no sólo no conviene
aumentat contribuciones de suyo odiosas, sino que
ningunas basta'
rán
a.

los gastos y
arruinarán la

Nación, sirviendo a
pagar intereses,
y
dejándola una carga perperua, y sobre sus fuerzas. Repito a Vues­
tra

Eminencia que
yo propondda al Rey redujese en tiempos tan
calamitosos a una mitad por Jo menos los gastos de su casa; y las
joyas, el oro y la plata de Palacio precediese al· destino que quiere
darse al de las. Iglesias. Que los Grandes, los Ministras, los títulos
y
caballeros ricos 'y comerciantes, , ere., imitasen este ejemplo. Los
Obispos
y Eclesiásticos que están bien dotados no se apartatían de
él". Una vez más la defensa de los más necesitados y de la Iglesia
frente a toda consideración de clase o· estado.
Y al ,entonces omnipotente Godoy (38): "Afiado no quisiera yo
se'verifii:ase este recurso, porque.,despojados los Templos no des­
merezcamos
la
protección del Se!íor,
que si permite por sus inescru­
tables juicios el insulto de los impíos, se da por servido,
y quiere el
aprecio
'y el respeto de sus fieles adoradores. Sobre todo parece in­
dispensable

se
llegue solo a este extremo, cualldo en los Palacios, y
Casas de los Grandes y Particulares, no baya vajillas y alhajas precio­
sas en
abundancia. La pobre2a en

el culto exige adoradores pobres:
Abundancia
y magnificencia en las casas de los fieles, y pobre2a en
las Iglesias son dos extremos que desdicen más de lo que puedo ex­
plicar.

Y, finalmente, me
ha parecido oportuno expresar que antes
que la plata convendría que
se renueven las oraciones de las Iglesias
y se repitan rogativas públicas".
De nuevo
al arzobispo de Toledo (39): "Interin no puedo dejar
(37) .Quevedo y Quintana,· Pedro dé: Carla IJ] cardenal arzQbispo de
Toledo de 12 de febrero de 179:;, Archivo episcopal de Orense, -citada por
López-Aydillo: Op. ,;,., pág. 176.
( 38) Quevedo Y Quintano, Pedi'o de: Carta al duque de -la Alcudia, de
10 dé íuliO de 1794, Archivo episcopal de Orense, citada por López.Aydillo:
Op. cit., pág. 181.
(39) Quevedo y Quintaáo, Pedro de: Carta al cardenal ·arzobispo de To-
178
Fundaci\363n Speiro

PEDRO DE QUEVEDO Y QUINT ANO
de repetir a Vuestra Eminencia que miro ( ... ) con una especie de
horror,
y una repugnancia insuperable, esta oferta de alhajas de las
Iglesias de parte de los obispos y cabildos, No me es fácil ver en
ella cosa que sea decorosa, o manifieste el desinterés de los obispos
y cabildos. Cuando unos y ottos han ofrecido, y ofrecen el todo o
parte de sus
rentas han obrado

con decoro
y desinterés propios de
su estado y fidelidad ¿pero qué desinterés es ofrecer alhajas, que no
son de los obispos,
ni de
los
cabildos; que
sirven sólo al culto en los
Templos:
y que casi todas son donaciones piadosas; y muchas, como
varias Lámparas con
dotación de

ellas
mismas para . su uso? ¿Será
decoroso ofrecer
aun. en

las ocurrentes urgencias
Jo· que está antes
ofrecido

a Dios,
y sirve al culto y ornato del Templo? ( ... ).
( .•. ) ¿Y si tener
buenas casas, sin construir la Casa de Dios o
el Templo Santo es reprendible
y disonante: no lo sería que se
prefiriese

el oro
y la plata y alhajas de particulares: que subsistan
estas:
que

en el público nada parezca
respecto a
esto: y que entre
tanto se

distraiga la de
las Iglesias? ¿Sería decorosa esta invitación
y esta oferta?
(

... ) Yo quisiera que Vuestra Eminencia
manifestase esto
mismo
a Su
Majestad. No

veo
tampoco inconveniente en hacerlo yo mis­
mo
por el Ministerio de Estado u otra vía, y acaso estimase esto
opornmo, y aun extenderme a otras consideraciones".
Esta oposición del obispo a las pretensiones de la Corona la
mantuvo después ante la Junta de .Cádiz según nos natta Adolfo de
Castro, testimonio que recoge
Lópe,-Aydillo (40):

"'Manifestaron
ledo de 7 Je mayo de 1795, Archivo episcopal de Orense, citada por L6pe:z­Aydillo: Op. cit., págs. 181 a. 184.
(40) Castro y Rossi, Adolfo de: Historia Je Cádiz ... , págs. 714 y 715, citada por López-Aydillo: op. cit., págs. 187-188. Sobre Adolfo de Cas­tro nos dice Pedro Sáin2 Rodríguez en Evolución de la.r ideas sobre la de­cadencia espariola (Ediciones Rialp, S. A., Madrid, 1962, pág. 118): «Repre­
sentante de la misma ideología política 'de los liberales de Cádi:z, y con el
mismo simplismo ingenuo· y delicioso que
ellos, explica· Adolfo de; Castro
(1852) lá decadencia española por el influjo de·la InqWSici6n. Es iriteresan­te la· figura de Adolfo de Castro, porque forma un pequeño grupo con Blan­co White y con el cuáquero don Luis Usoz y Río. Todos ellos, además de liberales, ·profundamente_· preocupados por el problema. .religioso; se dejan
H9
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
los de la Junta el único: vender la plata labrada de fos templos. In­
dignóse el obispo cual si le pmpusiesen una maldad que solo pu­
diera forjarse en depravados pensamientos, cuando sus autores no
influir" por el protestantismo y otras sectas reli8iosas y pare(en por su psico~
logía extr-aña en nuestro medio español, herederos espirituales de aquelloS
heterodoxos españoles del Siglo de_ Oro, que sucumbieron valien.temente en aras
de
sµ.s i,deas. Castro

( que_
po~ último murió católico.) y Usoz, dedicaron su eru­
dición admirable al estudio de nuestros protestantes y a rebuscar documentos y
datos recónditos con que auto.rízar s~s in"terpretacíones anticatólicas de la historia
de Espafia». Las palabras de Sáinz Rodríguez, aunque muy útiles para pre­
cisat la perspectiva desde la qúe Castro contempla al obispo de Otens~;
manifiesta, . por · otra -parte,. sin más que leer sus exabruptos, dejan a estos
personajes con· un nimbo admirativo que c~nvien~ ~~ipar, El «simplismo
inge11_uo· y delicioso», su profunda, preocupación religiosa, el ser «herederos»
de
q\lienes «Suéumbieron valientemente en aras de sUS ideas» y «su erudi­
ción -admirable'>>, -tod'o élio ségún· Sáinz Rodríguez, Í,uede iridtlCir a los Iéc­
tores-poco
iristruidOS a valorar indebidamente

la
petSOnalidad de

Blanco White,
de-· Castro y de_ Uso:z. Y como ,:sáinz Rodríguez se profesa discípulo y fer­
viente admirador de Menéndez y Pela yo unas citas del maestro de -historia­
dores pondrán las
cos¡1.s ~n su_

debido.lugar.
De Blanco White nos dice en ios Heterodoxos (edición de la BAC, tomo
II,
pág5. 91() y 911): «EÍ personaje de quien ~y a·escribir ahora es el úni­
co español del siglo
XIX qÚe, habiendo salido de las vías católicas, ha al­
can:zado notoriedad y
fama fuera

-de su tierra; el único que ha influido, si
bien desastrosamente, en el
movimiento religioso

de
Europa; el
único que
logra en las sectas disidentes renombre de teólogo y
exegeta; el único que,
escribiendo

en una lengua extraña,
ha mostrado cualidades de prosista ori­
ginal y nervioso. Toda creencia, todo capricho de la mente o del deseo se
convirtió en él en pasión; y como su
faó.tasía era

tan móvil como arreba­
tado y violento su carácter; fue espejo
lllStimosísimo de la desorganh:ación
moral

a que arrastra el predominio de las facultades imaginativas sueltas a
todo galope en medio de una época turbulenta. Católico primero, enciclope­
dista después, luego partidario de la iglesia anglicana y a la postre unitario
y apenas cristiano ... , tal fue
la vida teológica de Blanco, nunca regida sino
por el ídolo del

momento y el amor desenfrenado del propio pensar, que,
con ser adverso a toda solución
dogmática, tampoco

en el escepticismo se
aquietaba nunca,

sino que cabalgaba afanosamente y por sendas torcidas en
busca de
la unidad: -Dé igual manera su vida -:POiítica fue agitada por fos
más

contrapuestos ·vientos
y deshechas tempestades, ya partidario de la inde~
p'endencia
espáfiola, -. ya filibustero,-y abo~o oficioso de los insurrectos ca­
raqueños
y mejicanos, ya tory y enemigo jurado de la emancipación de los
180
Fundaci\363n Speiro

PEDRO DE QUEVEDO Y QUINT ANO
tenían otro_ fin sino el bien comÚQ.: .plandólos callar, negáronse los
de la Junta aleganclo que los representantes de Cádit tenían dere­
cho a ser oídos y que ·lo ,$erfa.n. Reiteraron y perseveraron en su
católicos, ya whig radicalísimo y defensor · de la más íntegra libertad religio­
sa, ya amigo, ya enemigo de· la causa de los irlandeses~ ya servidor de la
iglesia anglicana, ya

autor de
las mfi.~ vehementes . diatribas contra ella; ora
al servicio de Channing, ora protegido por lord Holland, ora aliado con el
arzobispo Whatel · y ora· en intimidad coñ Newmann y los puseístas, ora ayu­
dando
al Dr.
Channing en la te0rganizaci6n del unitarismo o protestantis­
mo liberal moderno.
Así pasó sus trabajosos e infelices días, como nave sin piloto en ruda
~empestad, entre

continuas_ apostasías y
cambio~ de
frente, -dudando cada día
de lo
que el

anterior afirmaba, renegando hasta de su propio entendimiento,
levantándose
cáda mañana con nu~os apasionamientos, _que él tomaba por
convicciones y

que
venían a
tierra
~n la facilidad que sUS hermanas
de
la
víspera; sincero quizá en el momento de exponerias, dado que a ellas sacri­
ficaba hasta su. propio· in~erés; alma débil en suma, que vanamente pedía a
la
cienciá lo qu.e la ciencia -no podía -~rle, la. serenidad y templanza de es­
píritu que perdió definitivamente
des4e que

el
orgul~o y
.la lujuria le.
hi..­
ci~n
abandonar b. benéfica so1_11bra del santuario».
El
~cter dé Usoz era inucho más temp,lado que

el
· de
Blanco,
pero· no
pór ello

menos
extravagante. Hombre' de

considerable
foltuná, encandilóse
con

la vida
y milagros de nuestros protestantes del Siglo de Oro y a ellos
dedic6

desvelos y bienes.
Menéndez y

Pelayo nos narra
en las

páginas
1035
y

siguientes de
la edición citada de sus Heterodoxo1, la aventura inteleétual
de este erudito investigador, bibliófilo, editor e inca1:1sable propagandista· del
protestantismo, empresa en
la que puso «no sólo la fe y estudio y entusiasmo,
sino el
más terco e indómito· fanatismo». «Enfmcado días, meses y año·s en
aquella
única lectura (la de los
protestantes españoles), habían

producido en
su mente los libros teológicos del siglo
XVI efecto algo semejante al que pro­
dujeron los de
caballeiía en

la mente del Ingenioso Hidalgo». Pero
algo hay,
ciertamente, en Usoz que le hace destacar sobre los heterodoxos contemporá­
neos al menos en dignidad. Seguimos citando a Menéndez y Pelayo: «Los
españoles que en
este siglo han abrazado el protestantismo, todos o casi todos
han salido de la Iglesia por los motivos más- prosaicos, miserables y vulgares,
todos o
casi todos
son frailes apóstatas que han renegado porque les pesaba
el celibato. Así, aun los más famosos: Blanco White, Calderón. Pero Usoz,
no; Usoz era seglar
y era opulentísimo; no pudieron moverle, y en efecto no
le movieron,
ni el-

acicate del interés
ni el -de Ja concuspicencia. Estaba
además seguro y bienquisto en su patria; nadie le perseguía, nadie le inquie­
taba. No
iba a

buscar en el protestantismo
ni refugio ni seguridad, ni honores
181
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGOÍ demanda. Calificóla de sacrilegio el de Orense. Replicáronle que
vender
las alhajas de los templos para lucrarse seria un delito; pero
para redimir de las necesidades a pobres, tan pobres como los sol­
dados que defendían la religión
y la patria seria un acto de miseri­
cordia.
Herejía llamó

a esta proposición el obispo; pero los de la
Junta le dijeron que
más querían ser herejes con San Ambrosio, que
no católicos como él; puesto que este santo en su tratado
De Offici­
bus decía: «Vasa saaorum vendere opus est, ut quis fide syncera
et perspicaci prudentia misericordiae manus impleat. Sane si aliquis
in sua declinat em.olumenta, crimen est; si vero pauperibus erogat,
redimit

misericordia
est».
La misma ira del de Orense fue la pregonera de su temeraria
ignorancia; levantóse de su sillón, arrojó
'la campanilla
que
convul­
sivamente

apretaba,
y se salió del aposento, dejando, sin más_ res­
puesta
que el desaire, a los mensajeros de la Junta. Estos, delante
de los
demils regentes,

anunciaron que el agravio inferido en
sus
personas a Cádiz, no quedaría impune, y qué desde aquel momento
la Junta cortaba
toda relación con la Regencia. Grave era el con­
flicto a no mediar Castaños,
el · cual con el favor de su afabilidad
procuró vencer el encono de la Junta
y evitar que las disidencias
pasaran adelante. No se vendió la plata labrada de los templos, pues
ni riquezas. Jba solo- a gastar las propias, no sólo én empresas de bibliófilo,
sino en el_
contrabando de

Biblias.
y en amparar todo género de tentativas
descahelladas de reforma religiosa, y

en mantener a
úna porción
de
Guzma­
nes

de Alfarache, que sabedores de su largueza. sentaban plaza de reformado­
res y de apóstoles:».
Como muy bien dice el maestro santanderino, «algo estrambótico había
sin

duda en
gérmen en

el
pensalD.iento de Usoz» cuando la lectura de Wl
libro· protestante, la Apología, de Barday, le hizo comprender que en él es­
taba la verdadera religión que buscaba. ¡ Y se hizo .. . cuáquero! Estamos,
pues, y es preciso decirlo · con lástima pero con sinceridad, en terrenos de la
Psiquiatría. Y la historia
'de nuestros heterodoxos está reclamando un estu·
dio médico de su heterodoxia mental. Ello no es óbice para. que algunos de
ellos sobresalgan en virtudes humanas, fruto en muchas ocasiones de su mis­
ma mente
desequilibrada, pero ello-,-JI.Q ,autoriza a embelesarse ante ellos
apreciando únicamente los rasgos que les son favorables
y callando lo más
significativo 'de su personalidad.
182
Fundaci\363n Speiro

PEDRO DE QUEVEDO Y QUINTANO
la obstinación del de Orense no pudo ser derribada; pero se busca­
ron

otros arbitrios para satisfacer las necesidades
del ejército".
No es difícil colegir, por el
,tono de

la cita,
cuáles eran las sim­
patías

de Adolfo de Castro. Pero Jo que queda claro es que el obispo
de Orense se las seguía manteniendo ante quien fuera en defensa
de los derechos de la religión.
Por. sus

escritos anteriores se ve
cJa.
ramente que en último extremo y, para socorrer a los pobres estaba
dispuesto a entregar la plata. Y por la solución encontrada, como
confiesa el mismo Castro, se percibe también, con
toda claridad,
que
las pretensiones· de la Junta eran despojar a la Iglesia de sus
bienes, pues el asunto podía
resolverse, como
se resolvió, de otro
modo.
Es, pues, muy verídica la actitud del obispo Quevedo. La. cita
latina y el campanillazo, anécdotas a comprobar. Y la "temeraria
ignorancia" del obispo, una
muestra más

de cómo se escribe la
Historia.
IV. El consejero .real.
El
obispo de Orense, tal vez más que por sus · virtudes y celo al
frente de su diócesis, que con ser sobresalientes no trascenderían
demasiado
de su remoto obispado,
por la acogida de los emigrados
y por su resuelta actuación en la cuestión de los bienes de la
Igle­
sia

era
ya una figura eminente de la Iglesia española. López-Aydi·
llo

nos
Jo demuestra palmariamente al incluir, entre la documenta­
ción de su
libro, la carta que Carlos IV dirigió a Quevedo consulC
tándole,

de su puño
y !erra por el secreto y trascendencia del asun­
to, sobre la conveniencia de dividir los dominios españoles en Amé­
rica, constituyendo en ellos reinos con personas de la Real familia
a su cabeza (41).
El que según López-Aydillo no hayan aparecido en otros archivos
episcopales referencias a esta
carta del rey, aunque Bedoya, en las
( 41) Carlos IV: Carta al obiJpo Je Orense· del 6 de 0&INbrir de 18061
para lo relativo a-este ásunto cfr. Bedoya, Juan Manuel: RelraJo hi.I.tórko .. :,
págs. 104 y siguientes y 291 a 304.
183
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSB FBRNANDBZ DE LA CIGONA
páginas 301 y 302 de su "Retrato", reproduce la dirigida al arw­
bispo

de Palmyra, Jo que parece
habérsele pasado
por
alto a López­
Aydillo,

demuestra .que fue casi exclusivamente
al obispo
de Orense
o, _a--lo más, _a escasísimos prelados a los que se hizo esta consulta.
Abona esta interpretaci6n, además, la importancia de Jo consultado
que de ningún modo debía trascender hasta que se ejecutasen los
planes regios
si fuera. esa la soluci6n a adoptar. Sea Quevedo, con
Amat, el único eclesiástico
consultado. o
haya alguno
más, que por
discreción hubiera eliminado las pruebas de la consulta,
queda de­
mostrada

la
alta estima

en que el rey
renía al obispo

de Orense. Por
ello, cuando Je dice: "no he querido tomar resolución sin oir antes
vuestro dictamen, estandó muy cerciorado de vuestro talento, cris­
tiandad y celo pastoral de las almas que gobernáis y del amor a mi
persona'.' (42),
las expresiones formularias parecen fiel reflejo del
convencimiento del rey.
La respuesta del obispo (43), hombre en aquel entonces aleja·
do de la política, está llena de sentido común y de no pocos
bri­
llantes

artisbos sobre el buen gobierno de América. Señala el
peli·
gro

futuro que para nuestros dominios constituirán los Estados
Uni­
dos

( 44), la amenaza,
ésta ya no remota sino inmediata, de Napo·
león, pese a tratados
y buenas
palabras (45) y expresa
al rey
el
disgusto del pueblo por
las constantes exacciones con una claridad
que
· bien

merece· ser
·reproducida: "Lo primero

de que
· resultaría
el
celo y amor de los pueblos casi entibiado por las nuevas imposicio­
nes a que· han precisado las tristes circunstancias que han ocurrido,
debiera ser una justa economía en todos los ramos de la real hacien­
da
y un método capaz de dar lo suficiente al erario, aliviando los
(42) Carlos IV: Caria al' obispo Je Orense del 6 de octubre de 1806,
dr. Bedoya, Juan Manuel: Retraio histórico ... , pág. 302 y támbién López·
Aydillo: Op. cit .. pág. 190.
( 43) Q~eved.o y Quintano, Pedro de: Borrador aN~ógrafo Je la carta
al rey, Archivo episcopal de Orense, citado por L6pez-Aydillo: Op, cit., pá­
ginas 190 a 203
y por Bedoya: Retrato histórico ... , págs. 291 a 301.
(44) Quevedo y QUlntano, Pedro de: Cárla rittida al ,ey, dr. López­
Aydillo,
Eugenio: Op, cit., pág. i9-1. Y también Bedoya, Juan Manuel: Re­
trato hist6,ko ... , pág. 292.
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Fundaci\363n Speiro

PEDRO DE QUEVEDO Y QUINT ANO
pueblos y no gravándolos con lo que se consume en sueldos de una
excesiva multitud de dependientes y ministtos
y pensionados y en
ejecuciones por el abuso de los ejecutores más gravosas que las
con­
ttibuciones.

¿No habtía medio de
minorar las

conttibuciones sin per­
juicio del real
erario? ¿De hacer cesat las nuevas, de evitar los con>
ttabandos, de

no poner en conocido peligro
las conciencias de los
vasallos, que casi se ven -precisad.os a surtirse de géneros de contta­
bando y hacer fraudes por una multitud de imposiciones que los pre­
sentan

continuos lazos
y peligros?"" (46).
Nótese una

vez
más, en estas palabtáS del obispo, su preocupa­
ción por
las gentes más humildes a quienes los impuestos lesiona­
ban
más.

También hay que notar,
lo que tampoco es nuevo en el
obispo, como hemos venido viendo,
la· claridad
con que dice al rey
lo de
"la justa economía en todas las ramas de la real hacienda".
Su decidida oposición a la
proliferación burocrática,
a todos los
ni­
veles. Y, por último, la constatación de que las ·contribuciones, cuan­
do el· pueblo ve que se gastan "én una multitud de dependientes y
ministtos y pensionados··, inducen al fraude y al contrabando y en­
tibian "el celo
y amor de los pueblos".
Constata el obispo
las pérdidas de terrirorios · sufridas, lo que le
hace
exclamar, "¡ Cuánto ha perdido (España) de lo que tenía en
Europa! Sin comparación,
respectivametÍte, más que en América. Un
sistema diverso del que hasta ahora se ha seguido y convino en
ottos tiempos

debe adoptarse si no me
engaño" (47).
Y

propone imitar lo
que hace

Inglaterra en
cuanro sea posible,
así

como
vatiat en

absoluto el sistema de relaciones económicas
en­
tte la mettópoli y las colonias.
(45) Quevedo y Quintano, Ped.r? de: Carta citada al _rey, cfr. López­
Aydillo, Eugenio: Op. Cit., págs. 191 y 192. También Bedoya, Juan Manuel:
Retrato hist6rico ... , pág. 292.
(46) Quevedo Y Quintana, Pedro de: Carta citada al rey, .cfr. L6pez­
Aydilló, Eugenio: Op, cit., págs. 192 y 193. También Bedoya, Juan Manuel:
Retrato hist6,ico ...• pág. 293.
(47) Quevedo y Quintano, Pedro de: Carta citada al rey, cfr. López­
Aydillo, Eugenio: Op. cit., pág. 192. También Bedoya, Juan Manuel: Retrató
hiJtórico ... , págs. 293 y 294.
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Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGOFIA
Dice Quevedo: "Deben promoverse en las Américas con el mis­
mo ardor y conato que se necesita en España la industria, las artes,
la agricultura y ponerlas en estado de no necesitar géneros extran­
jeros y de poder comerciar con los sobrantes no solo respectivamen­
te, en los propios dominios de
Vuestra Majestad,
sino en
los ajenos.
¿Por
qué no

habrá en varios parajes de las Américas
arsenales,
diques y todo lo necesario para la consrrucción de navíos, fragatas y
demás embarcaciones de guerra? ( ... ).
Si en
lugar de
mirar las
Américas como
una nueva dependencia
de la
Espalía y tenerse por el principal objeto enriquecerla con sus
metales
y producciones se atendiese a hacerla florecer con la indus­
tria, arte, comercio y agricultura en todo género de frutos, sin pri­
var a los naturales de cultivar
y coger los que se les quiere llevar de
España, si por este medio se aumentase su
población; allí tendría
Vuestra

Majestad
y lps señores reyes, sus sucesores, ejércitos numero .. _
sos,

armadas
y fuerzas navales respetables. ( ... ) (48).
El obispo no se
muestra propicio
a la
división de América en
los

reinos feudatarios
y estima que éstos, o serán débiles, en cuyo
caso su ayuda de
nada valdrá, o serán fuertes y entonces terminarán
independizándose de España. Su
solución va
pot el
camino . de

la
potenciación de las colonias en
eonrra de

la
pólítica que tradicional­
mente

se había venido siguiendo con América. Nadie podrá decir
que Quevedo se coloca al lado
de¡. inmovilismo.

O, mejor dicho, se
dirá, pero
será falso.
El

obispo "servil" y "absolutista" concluye diciéndole al rey (49):
"Quisiera, por último, con esta ocasión, suplicar a
Vuestra Majes­
tad

considere que ha ganado
la monarquía, que aumentos tiene el
erario real, que grandes cantidades se hallan en él, y que mayores
fuerzas tiene la España después del
recurso a

la plata y alhajas de
la Iglesia, de las
. gracias

pontificias, nuevas contribuciones del clero,
( 48) Quevedo y Quintana, Pedro de: Carta citada al rey, ár. L6pez­
Aydillo, Eugenio: Op. rit., págs. 194 y 195. También Bedoya, Juan Manuel:
Retrato histórico ... , págs. 294 y 29,_
(49) Quevedo y .Quíntano, .Pedro de: Carla citada al rey, Cfr. López­
Aydillo, Eugenio: Op. cit., pág.· 200. También Bedoya, Juan Manuel: Re­
-trato hi.stórico ... , pág. 299.
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PEDRO DE QUEVEDO Y QUINT ANO
enajenaciones de bienes de él y de las causas pías y de tantas nue­
vas imposiciones sobre el estado". Decididamente, este anciano de setenta años de edad, no callaba lo que en conciencia creía que de­
bla decir
ni ante el propio rey.
V. Patriota de romance.
Dos años después, el peligro atisbado por el obispo se habla cer­
nido sobre
España. Carlos
IV y Fernando VII se
hallaban cautivos
de Napoleón
y la Junta Suprema de Madrid, entregada a los fran­
ceses, llama a Bayona a "diputados de
las ciudades y provincias, y
de los
cuerpos principall'S del

Estadn: con su acuerdo formará
leyes
fundamentales

que aseguren
la autoridad del soberano y la felicidad
de los vasallos; y
ceñirá con la diadema de España las sienl'S de un
príncipe generoso que
· sabrá

hacerse
amar de

todos los
corazones
por
la dulzura de su carácrer ... " (50).
Pedro de Quevedo fue naturalmente convqcado a esa Junta en
la población francesa. Alegando sus muchos años y sus achaques
excusa la asistencia y dirige a Sebasrián Piñuela, ministro de Gracia
y Justicia, una carta memorable (51). El, que no se había recatado
de exponer a su
rey .cuanto, en conciencia, creía su deber brilla en
esta carta con
las luces del heroísmo. Desde su pequeño obispado,
sin más fuerza que
la de la razón, se enfrenta a Bonaparte y a la
Junta sin cuidar de seguridades ni peligros. Su actitud es todavía
más

de destacar si se tiene. en cuenta que
al pie de la Constitución
de Bayona habían de
figurar las

firmas de quienes componían
la
élite del Antiguo Régimen y que, indudablemente, no supieron estar
(50) Proclama Je la Junta Suprema de Gobierno de MmiriJ, de. La­
fuente, Modesto: Historia ... , tomo XII, págs. 235 y 236.
(51) La carta del obispo de Orense~ don Pedro de ·Quevedo y Quinta­
no puede consultarse en Lafuente, Modesto: Op. cit., tomo XII, págs. 236
a. 238 y también en Toreno, conde de: Op, cit., págs. 82 y 83. López-Aydillo
recoge aún algún párrafo en la obra que venimos citando (págs. 203 y 204)
añadiendo que el texto íntegro aparece, entre otros, eh Bedoya y en La.fuen­
te.
Bedoya lo reproduce en siJ. Retrato hisMrko ...• págs. 304 a 307.
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FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGO1M
a la altura que las .circunsrancias requerían. Se necesiraba un espíri­
tu muy snperior al de la
mayoría para arriesgar vida y fortuna cual
hizo el obispo de Orense. Lafuente nos da la lisra de los firmantes de la Constitución (52)
y, entre otros, figuran Aunza, Urquijo, Ranz Romanillos, Colón,
Idiáquez, el príncipe de Castelfranco, el duque del Parque, el arw­
bispo de Burgos, los vicarios generales de San Francisco, San Agus­
tín y San Juan de Dios, los duques de Frías e Híjar, los condes de
Orgaz, Fernán
N4ñez, Sanra
Coloma
y Taviana, los marqueses de
Sanra
Crµz, Castellanos, Bendaña y Monte-Hermoso, el duque del
Infanrado, el marqués de
Ariza, el conde de Castel-Florido, los mar­
queses de Espeja,. Casa-Calvo
y las Hormazas, Juan Antonio Llo­
rente, etc:.
Triste espectáculo el brindado por gran parte de la nobleza es­
pañola sólo comparable con el que ofreció Fernando VII. Ello hace
más heroico el
levantiun.iento del

.pueblo que, pese al ejemplo de
las clases directivas, no dudó en tomar las armas contra Napoleón en defensa de sn
patr_ia, de

su religión y de su rey, aunque éste bien
poco lo mereciese.
"Las renuncias de sos· reyes en Bayona e infantes en Burdeos,
dice el obispo a Piñuela (53), en donde se cree que no podían ser
libres,
en donde se han contemplado rodeados de la fuerza y el arti'
fido,

y desnudos de las
luces y asistencias

de sus fieles vasallos;
estas
renuncias

que
no pueden
concebirse ni parecen posibles,
atendiendo
a

las
impresiones naturales del: ainor
paternal
y filial, y al honor y
lustre de toda
' la

familia, que ranro interesa a todos los hombres
honrados; esras renuncias que se
han hecho sospechosas a toda la
nación,
y de las que pende toda la autoridad. de que jusramente pue­
de hacer uso el Emperador y Rey, exigen para su validación y fir­
meza, y a lo menos para la satisfacción de toda la monarquía espa­
ñola, que se ratifiquen estando los reyes e infantes que las han hecho
libres· de toda coacción y temor".
(52) Lafuente, Modesto: Op. (53) Toreno, conde de: Op. cil,, pág. 82; Lafuente, Modesto: Op. fil.,
pág. 237; Bedoya, Juan' Manuel: Relr'11o histórico ... ,-pág. 305.
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PEDRO DE QUEVEDO Y QUINT ANO
Y dice de Napoleón (54): "Por ahora, la España no puede dejar
de mirarlo bajo un aspecto muy diferente: se entrevé, si no
se des­
cubre,

un opresor de sus príncipes y de ella; se
mira como encade­
nada y esclava cuando se la ofrecen felicidades:
obra, aún más del
anificio, de la violencia y de un ejército numeroso, que ha sido
admitido como
amigo o por la· indiscreción o timidez, o acaso por
una vil· traición, que sirve a dar una autoridad que no es fácil es­
timar legitima".
Tampoco la Asamblea de Bayona sale bien parada de la carta
del obispo (5 5):
"¡ Qué confusión, qué caos y qué manántial de des­
dichas para
España! No puede evitarla una asamblea convocada fue­
ra
del reino, y sujetos que, componiéndola, ni pueden tener libertad,
rii, aun teniéndola, creerse que la tuvieran'". Y concluye el obispo con lo
qu_e es
ya habitual en sus
cactllS y
propio de quien no tiene
más temor que ei de Dios (j6). "Ruego,
pues,

con todo el respeto que debo, se
hagan presentes a la Suprema
Junta de Gobierno los que considero
justos ·
temores y
dignos de
su

reflexión, y·aún de ser expuestos al grande Napoleón". No es de
extrañar que
el propio Toreno, encarnizado ádversatio del obispo
eri las

Cortes de
Cádiz, J:econozai en su Historia dlll Zevamamien­
to (5 7) que "quien aventajó a todos en la resisrencia fue el reve­
rendo

obispo de Orense, D. Pedro de Quevedo y
Quintana. La con­
restación de este.
preládo al llamamiento de Bayona,. obra seiíálada
de patriotismo, unió a la solidez de las razones. un atrevimiento hasta
entonces

desconocido a Napoleón y sus secuaces. Al
nioclo de los
orádores más egregios de la antigüedad,
usó con arre de la poderosa
arma de la ironía, sin deslucirla
con bajas e impropias expresiones.
Desde Orense, y en 29 de mayo, no levantada todavía Galicia, y sin
noticia de la declaración de otras provincias, dirigió su contestación
(54) Toreno, conde de: op. cit.,. pág. 83; Lafuente, Modesto: Op. cil.,
pág. 237; Bedoya, Juan Manuel: Relrato histó,iCo ... ; pág. 306.
(5:5) To.reno, conde de: Op, cit., pág. 83; Lafuente, Modesto: Op, cit.,
pág. 237; Bedoya, Juan-Manuel: Retrdlo histórica .- .. ; pis. 307.
(
56) Toreno, conde

de:
-Op. cii., pág. s3; Lafu:ente, Modesto: Op, cit.,
pág. 238; Bedoya, Juan Manuel: Retrato hisidrico· :-:.J pág. 307.
(57) Toreno,

conde de:
Op.-cit., pág; 82;
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA ClGOf:U
al Ministro de Gracia y Justicia. Como en su oontenido se sentaron
las doctrinas
más sanas
y los atgumentos
más convincentes en favor
de los derechos de
la nación y de la dinastía reinante, recomenda­
mos muy particulatmente
la lectura de tan importante documento,
que a la letra
insercarnos en nota. aparte.

Difícilmente pudieran tra­
zarse con

mayor rigor y
maestría· las verdades

que en él se repro­
ducen. Así fue que aquella contestación penetró muy
allá en todos
los corazones, causando impresión profundísima y duradera".
Lafuente, también liberal, nos
dice en la misma línea que Toreno
y usando casi sus mismas
palabras. (58): "El obispo de Orense, don
Pedro de Quevedo y Quintano, que se
hizo célebre
por la vigorosa
y atrevida contestación que dio por escrito al ministro de Gracia y
Justicia, nutrida de verdades
y razones. en favor de los derechos de
la nación y de su dinastía, eq,uestas con notable desembarazo, y
cuyo documento q¡usó impresión profunda".
Es,
tal vez Bedoya, quien retrata más adecuadatnente el carácter
de Quevedo. cuando relata la lacónica
y entera respuesta que el obis,
podio

a su sobrino José de Quev.edo y Solís interesado en la asisten­
cia del prelado a la Junta de Bayona. Esa misiva decía así: "Queri­
do.
Pepe:

no va a Bayona
tu tío. Pedro" (59). Difícilmente se podía
decir
más con

menos palabras.
Se ha convertido, pues, el obispo de Orense, contrariando a su
modestia
acreditada -ya había

renunciado a
la atchidiócesis de Se­
villa en 1781
(60)-pero cumpliendo con su deber, en el centro de
la resistencia a Napoleón. Sorprende, por tanto, la afirmación de
Herrero (61) de que "el obispo de Orense, don Pedro de Quevedo
y Quintano, había aparecido a la vida pública al ser nombrado ln­
quisidor General por la Junta
Central el

14 de octubre de 1808".
Este nombramiento es
más bien el reconocimiento de la Junta a las
(58) Lafuente, Modesto: Op. <ÍI., pág. 236.
(59)

Bedoya, Juao
Maouel: Retrato hi,tóri De Bedoya recoge
la cita Quintaoo Ripollés, <;fr. Op. ,il., pág. 367.
(

60) Quevedo y Quintano, Pedro de:
Manifiesto ... , pág. 48, ar. tam·
bién Bedoya, Juan Manuel:· Retrato histórfro ... , pág. 44 y Quintano Ripo·
llés, Alfonso: Op. cit., ~g. ,61.
( 61) Herrero, Javier: Op, ,il., pág. 274.
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PEDRO DE QUEVEDO Y QUINT ANO
públicas actuaciones del obispo. Pero a Herrero, de cuyos procedi­mientos hay constancia a lo
largo de toda su obra, le interesa más
el que no aparezca la verdadera personalidad del obispo, al que in­
tenta retratar

antes sus
lectores con

las siguientes palabras de
Dé­
rozier ( 62):
•m simbolizaba, frente al progreso social, la supervivencia del
Antiguo Régimen, el tradicionalismo
extremo, el
absolutismo
agre­
sivo,

la oposición a
toda apertura y comprensión, el santo remor al
diálogo con un enemigo inquietante, del que estaba siempre dis­
puesto

a explotar los errores
tácticos". Esta burda semblanza, cari­
caturesca
y malintencionada, además de falsa, aparece en una obra (63)
(62) Herrero, Javiet:. Op. cit., págs. 274 y 275.
(63) Dérozier, Albert: Manuel /osef Q'llintana_ el la naissance d11 libe­
~alisme en Espagne, París, 1968, pág. '.519. Las menciones a_ Dérozier en el
texto de Herrero son muy desafortunadas. El lector ignora si tantos errores
se deben a que el autor cita de;: µiemoria, sin conocer seriamente al Mitor
francés y, por eso, cada vez le llama de' un modo distinto, o· si fas erra~
de

imprenta se
han cebado con Albert Dérozier. Si acudimos al índice de
nombres (páginas 104 del libro de Javier Herrero al que nos venlmos re­
firiendo) vemos que es citado en cuatrO ocasiones, en las páginas 9, 274, 385
y
388. La página 9 corresponde al Prefacio, . presumiblemente lo último que
escribió Herrero,
y el nombre de Dérozier está escrito .con todas SU$ letras
aunque a falta de un acento. En la
página 274 aparece el mismo autor, pero
como Dénozier, y en ella se transcribe un juicio, a mi parecer desacertado,
del
francés. En

la
página 275, no

citada en el índice de nombres, vuelve a
aparecer como
Dénozier confirmando

el error anterior. En
la página 385 apa­
rece
una nueva ortografía: Derosier_. Y en la
página 388
no
aparece por
sitio alguno el nombre de Dérozier ni -otro que_ se le parezca remotamente.
No me he tomado
el trabajo de repasar con lupa el texto de Herrero para
ver si en alguna otra página citaba de nuevo
al autor que venim.Qs conside­
rando,
pero
de lo

dicho
hasta aquí podemos concluir que efectivamente Dé­
rozier es citado cuatro veces como se dice en
el índice, pero en páginas_ dis­
tintas
de las indicadas en dos
ocasiones,_ Y

de las cuatro citas
ninguna es
correcta

en su
ortografía: Cabe, como decimos, la

posibilidad de que los
erro­
res

tipográficos se hayan concentrado
en Dérozier,
pero
__ también puede

su­
ponerse que
Herrero, siempre

más preocupad0;
por la diatriba que
por
la
imparcialidad, se haya dejado llevar· por la satisfacción de haber encontrado
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Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
que es -¿cómo no?- un "formidable trabajo", "obra utilísima"
de la que llega a afirmar que "no creo exagerar si la incluyo entre
estas obras maestras-a que nos tienen acostumbrados los historiado­
res franceses de este período" (64).
No parece,
en cambio,
exagerada
la afitmación de López-Aydi­
llo cuando afitma que "Don Pedro de Quevedo y Quintana es,
en
estos

días de
la Junta de Bayona, el primer patriota de España" (65).
"Patriota de romance",· cual dice Le Brun en sus malévolos Retra­
tos (66), al que fos hechos van a mantener ya en primera fila, hasta
casi el fin de
sus días,

como figura
central del

pensamiento contra­
trevoluciottario;
Es .riombrado, venciendo -una vez más su resistencia, Inquisidor
General (67), interviene en las deliberaciones de la Junta de Gali­
cia, a la que había sido llamado por su "justa popularidad" (68), asiste, en Lugo, a
las de Galidá, León y Castilla reunidas (69), pre­
side la
Junta de Lóbera, "convocada _en aquellas alturas y en cam­
po raso" (70), sin duda por su extraordinaria autoridad
moral y es
un pensamiento que concidía con sus prejuicios y haya recordado más el tono
de la obffl que el nombre del autor.
ne, .A.lb~ Dérozier Se ha publicado recientemen_te _ en Espafü1. la ·eclici6n
Qe las Poesias completas dé QuinJdna (Qásicos. Castalia, Madrid, 1969).
(64') Herrero, Javier: Op. c-il.~ pág. 275. En nota número 2(;.
(65) López-Aydillo, Eugenio: op. ,;,., pág. ,,.
( 66) Le Brun, Carlos: Op. (67)
Lópea-Aydillo, Eugenio: Op. de Inquisidor General. Archivo Histórico Nacional, Estado, 1egajo 28-C.
Documento 149. Ver también Bedoya., Juan Manuel: Retrato hist6rico ... ,
pág. 111.
(68) Toreno, ·conde de: Op. cit., pág. 61; La.fuente, Modesto: Op. cit.,
pág. 210; Quevedo y Quinta.no, Pedro de: Manifiesto ... , pág. 56; Bedoya,
Juan Manuel: Retrato histórico ... , pág. 109.
( 69) Quevedo y Quintan o, Pedro de: Manifiesta ... , pág. 56. Eugenio
López-Afdillo, en la ob_ra que venimos citando, toma el dato del Archivo
Híst6rico Nacional, Estado, Legajo 76-B, en la página ,4. Cfr. también Be­
doya, JU.ari Mapuel: _ Retraio histórico· ... , pág. 109 y Quintano Ripollés, Al­
foriso: op. cit., p!g. 367.
(70) Quevedo y Quintano, Pedro de: Manifiesta ... , pág. 56. También
Toreno, conde de: Op. cit., pág. 191 y Bedoya, Juan Manuel:-ReiraJO hiJió~
rico ... , pág. u;.
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PEDRO DE QUEVEDO Y QUINTANO
en Galicia la persoruficación de la resistencia al francés .. Bien se
comprende el interés del
mariscal. Soult, duque de Dalniacia, por
Gonseguir integrar al obispo entre los que aceptaban• la ,autoridad
del
rey José.

Su
carta a ,Quevedo, de 3 de ma,:zo de 1809 (71), es
un modelo de cortesía
"al hombre virnioso, que en la sede de esta
diócesis, ha
dado, durante muchos años

ejemplo de la mayor
cari-.
dad"

y al que desea expresarle
"los sentimientos de veneración que
le merece por sus virtudes".
Asegurándole, al
mismo tiempo,
"no
sólo protección y seguridad sino todas las consideraciones que le
son debidas" y que le promete "en nombre
de. Su
Majestad el
Em0
perador y de su Majestad el Rey José Napoleón".
Poco habían de importar esas promesas al obispo que, a los se­
tenta · .y tres años~ se retira _a . .Portugal "cam1oando u. veces-a pie y
por caminos ásperos y difíciles en el rigor delinvierno, a· su edad
y falta de fuerzas" (72). ·La contestación del obispo es del 21. de
marzo y está fechada ya en Portugal (73). Tan cortés como el sol­
dado le
expone, con . la ftanqu-· en él · acostumbrada, las• razones
de su marcha: .. Consideré, sin embargo, necesaria mi salida de Oren­
se
cuando esta ciudad· iba a ser ocupada por las tropas franeesas;
porque,

aunque un obispo puede
y debe ejercer su Mirusterio bajo
cualquier
dominio temporal, subsistiendo la Iglesia
.de Jesucrisro y
su jurisdicción en todas partes; ·con todo, interín pueda cumplir con
las obligaciones •de vasallo, le es indispensable, obrar, como lo exi­
gen este título tan justo, y en el día una causa tan legítima como
interesante

a toda la Nación".
Y responde
á la pretensión de Soult de que·· su ejemplo llevase
a

sus diocesanos a la
paz y a la aceptación del rey intrUSo con estas
palabras:

"No debo
ru puedo empeñarme• en

que los de los
pueblos
(71) "Carta del Mari.rcaJ Soult, citada poi' López-Audillo, Etigenio: Op.
cit., págs. 205 y-206. También Bedoya, Juan Manuel: Retrato histórico .... ,
págs. 112 y 113 y 319 y 320.
(72) Quevedo y Quintano, Pedro de: M.anifiesw ••• , pág. H; Bedoya,
Juan Manuel: Retrato histórico ... , págs. 121 y siguientes.
(73). Quevedo y Quintano, Pedro de: Carta al m,;ris,.,J Sotdt, citada por
López-Aydillo, Eugenio: Op. ,it., págs. 206 a 208. Y ·por Bedoya, .Juan Ma­
nuel: Retrato histórko ... , págs. 322 y 323;.
,, 193
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FRANCISCO fOSE FERNANDEZ DE LA CIGO!i/A
de la diócesis, de los que algunos están fuera de la Provincia, falten
a la fidelidad que les corresponde
y abandonen la causa de la Na­
ción. V. E. conocerá, sin duda, que• como un obispo francés o un
gobernador
de una plaza conquistada por un enemigo del Ei:nperndor
no

podía exhortar a
los que estaban fuera de la capital y de la plaza,
y no se
hallaban· subyugados reconociesen o militasen por otro que
su legítimo soberano
y se rindiesen al conquistador, me hallo en el
mismo caso

y
mí proceder no puede ser otro".
No se puede poner un pero a la argumentación del obispo.
La
Iglesia puede vivir bajo cualquier régimen, pero Quevedo y los es­
pañoles están defendiendo una causa legitima, a la que en
. concien­
cia les

obliga
su. patriotismo.

Y por ello no
teme arrostrar

peligros
e incomodidades y
.se
niega

a
toda colaboración con el invasor. No
haée más, son palabras suyas, que '' seguir siempre Jo que estima
justo y del servicio de Dios Nuestro Señor, único objeto de todo
cristiano verdadero, a que deben todos
los . otros estar subordina­
dos"

(74).
En días en que algunos obispos parecen olvidar su pa­
triotismo en pos de
no se.
sabe
qué utópicos
universalismos, las
pa­
labras•
del

obispo de Orense adquieren muy
acruales resonancias.
No

es a
Soult al único a quien Quevedo denuncia la injusta in­
vasión. de
España. por las tropa& francesas. Ya en julio de 1808 se
había dirigido al
~uprerno Consejo
de Castilla, con referencia al re­
conocimiento de José Napoleón, en
.los siguientes

términos: "El
obispo de Orense
reconoce en V. A. el. instrumento de que abusa el
emperador Napoleón I
para perfeccionar una obra que carece de
fundamento
y de solidez, por lo que no podtá jamás mbsistír"" (75).
Y
añade: "Lo que exigen la justicia, la buena fe, el amor de la paz,
las antiguas alianzas y la magnanimidad que debe caracterizar al em­
perador Napoleón,

es que haga
cesar_ la
opresión y el estado infeliz
en
. que

ha puesto a Fernando VII, que Je restituya a su reino que Je
ama, y está armado
y resuelto a sostener su causa, empeñados todos
sus vasallos en
Kaetificar por
ella los más preciosos intereses y
de­
rramar toda su sangre·· (76).
194
(74) Quevedo y Quintano, Pedro de: Manifies10 ... , págs. 55 y 56.
(75) Bedoya; Juan Manuel:' Retrato histórico, pág. 308.
(76) Bedoya, Juan Manuel:
Retritlo histórico ... , págs. 309 y 310.
Fundaci\363n Speiro

PEDRO DE QUEVEDO Y QUINT ANO
Bien se comprende el interés del invasor y de los afrancesados
en conquistar
para su causa a hombre de ral valor y decisión. La
carra del mariscal Soult
y la que al obispo dirigió Cabarrús pidién­
dole que se una a
José Napoleón,
transcrita también por Bedo­
ya (77), no hacen
más que confirmar la importancia de la figura
del

obispo y el ejemplo que representaba para
todo el
pueblo espa­
ñol levantado en armas contra el francés.
Entre tanto la Junta Central atravesaba mil dificultades en su
oposición a Napoleón. llega, así, a disolverse, nombrando para sus­
tituirla
el Supremo Consejo de la Regencia, el 29 de enero de
1810
· (78).

Constaba esta
Regencia de
cinco miembros y uno de ellos,
sin discusión alguna, fue

el obispo de Orense. De esta elección nos
dice Jovellanós (79): "F.s también admirable la imparcialidad y con­
formidad
ton que· se hizo esta elección. Casi todos a una hablamos
puesto los

ojos, primero,· en
el· venerable
obispo de Orense, por la
alta opinión que de
sus virtudes

apostólicas, su
sabiduría, su
patrio­
tismb · y firmeza de carácrer tenía

la nación entera".
Y una de las
cabezas del partido exaltado, Antonio
Alcalá Galiano, nos habla' tam­
bién
en
sus Memorias de este nombramiento, "en razón del alto
concepto que entre todos
los españoles
disfrutaba" (80),
aunque lue-
go censure acreménte 1o que en · el obispo era virtud. ·
Eran los otros miembros de la Regencia el consejero de Estado
Saavedra,
el generáJ Castaños, el

marino
Escaño y
Fernández de
León, inmediaíamente sustituido por Miguel de Lardiiábal.
No estaba el

obispo en
Cádiz y acuden a Galicia a recogerlo en
un navío.
Y en Vigo embarca

Quevedo en la fragata de guerra "Cor-
(77) Bedoya, Juan Manuel: Retrato hi,tó,ico ... , ~ágs. 314 a 319.
(78) Toreno, Conde: ·op. cit., págs. 240 y siguientes; La.fuente, Modes­
to:
Op. cit., p~. 465 y siguientes.
(79) Jovellanos, Gaspar Melchor ·de: Memoria en que se rebaten las
"JJ11mnia.r divulgadas contra los ináividuo.s Je la Junta Central del Reino, y
se da razón Je la conducta y opinionei del aulor desde que recobrV su Jiber­
itUl, Biblioteca de Autores Espafioles, tomo XL VI; pág. 560¡ Ediciones Atlas,
Madrid, 1951. López-Aydillo al citar a Jovellanos (op. cit., pág. 60) elimi­
na el calificativo de «venerable». Un ejemplo más de" la parcialidad liberal.
(80) Alcalá Galiana, Antonio: Op. cit., pág. 383.
195
Fundaci\363n Speiro

FJMNCJSCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGOl'IA
n!!lla'.',:1Wponiéndose a la nada cómo\!a travesía para un hombre ca­
rnino,3k_;lps setenta
y cuatro años.
,,·,'{w¡ellO, que

iba a convertirse en uno de los
más acérrimos opo­
swes d¡,l obispo, 110s traza,

en su
Historia del levantamiento (81),
una breve descripción

del prelado. Ya no brilla en ella la
admiración_
deq~µ~do
los

sucesos de Bayona, sino la malevolencia al más de­
clarado enemigo

de las Cortes,
tal como salieron de manos de los

Cádiz.
Estas son sus palabras: "No llegó hasta fines
d~ ¡nayo a

Cádiz el obispo de Orense, residente en su
diócesis. Aus­
tjl¡:0, !!11 sus costumbres, y célebre por su noble y enérgica contesta­
cjfu cuando le

convidaron a ir a Bayona, no
correspondió en
el des­
fl!llpeño de

su nuevo cargo a lo que de él se esperaba, por querer
ajustar a

las estrechas reglas del episcopado el gobierno político de
una nación. Presumía
. de

entendido, y aún ambicionaba la dirección
de todos los negocios, siendo con frecuencia juguete de
hipócritas y
enredadores. Confundía la firmeza con la terquedad, y difícilmente
se le desviaba de la senda derecha o torcida, que una vez había to­
mado".
Y Lafuente, que ronda el plagio en roda su Historia (82), sigue
una vez más la versión del conde de Toreno al decirnos: "Era el
obispo de Orense, Quevedo.
y Quintana, conocido por su carácter
entero

y firme, y su
reputación derivaba
de
aquel enérgico papel que
escribió negándose a concurrir a
las Cortes de Bayona, y que recor­
darán nuestros lectores. Pero pronto
iba a
verse que no era lo
mismo
manejar

la pluma y
regir un

obispado que gobernar un reino" (83).
Las alabanzas de antaño se han trocado en .reticen<:"'5 cuando no
en abiertas censuras. Creernos que López-Aydillo refleja fielmente la
situación cuando dice (84): "Percibimos ya
el ambiente en que el
Consejo de Regencia tenía que desenvolverse. El calificativo de Su­
premo no era
más que una expresión sin eficacia. Frente a él, el
desarrollo de los acontecimientos nos lo probará, alzábase orro po-
(81) .Toreno, conde de: Op. cit., pág. 244.
( 82) Reoorderiios su versión de la carta del obispo a Piñuela recogida
páginas· -antes y su similitud con la versión del conde de Toreno.
(8~) Lafuente, Modesto: Op. cil., pág. 471.
(84) López-Aydillo, Eugenio:
Op. 196
Fundaci\363n Speiro

PEDRO DE QUEVEDO Y @!lt.TANO
der tan efectivo que de su reconocimiento dependió,faneicistéiiciá
de

este Consejo Supremo, hasta tal punto que fue
precisa! u,: initer­
vención

de lord Wellington para que la Junta lo
aceptase., :!
En este ambiente de intriga, de asechanzas, de manidbias•polléi­
cas, entra nuestro obispo, sin otra preparación que la . vida· austera
y
humilde de su diócesis,
y sin más intención y propósito que su
ingenuo
anhelo de contribuir a la expulsión de los
franceses. de• Es­
paña y a la restauración del Rey legítimo, los dos problemas capita­
les

que a su
honiada consideración
se planteaban exclusivamente.
De ahí nace su inadaptación
inicial en el ambiente que reinaba
en
Cádiz. No

era la vanidad, la ambición o la ineptitud, como un
poco apasionadamente nos dice Toreno, la causa de sus· frecuentes
contratiempos, que le acarrearon el enojo del señor Conde y los tre­
mendos

disgustos de su
proscripción: era
que el buen
obispoi que
llegó

a Cádiz deseoso de expulsar a los franceses
y de traer al' ·Rey,
se encuentra sorprendido con la novedad de que estos problemas,
para él y para
España fundamentales,
constituían allí la preocupa­
ción accesoria y que su actividad
y diligencia habían de ocuparsé
en

el estudio de muy distintas cuestiones".
Y annque
López-Aydillo no

prosigue, bien
podemos decir
que
las cuestiones que preocupaban a las Cortes eran precisamente aque­
llas que
toda España combatía. Y no para combatirlas con el mismo
o redoblado afán,
sino más
bien para introducirlas en la legislación
que se preparaba, de forma que no es arriesgado
calificar a

la obra de
aquellas Cortes como inaeible traición
al. pueblo español.
Que ello era así pronto
· lo

vió el obispo. Había que convocar
Cortes. Quevedo decía: expulsemos primero
al francés, pues difi:­
cilmente

podrán convocarse con
el país ocupado. Replicábanle sus
adversarios: se
convocarán con

los diputados existentes
y se suplirátl
los ausentes con los naturales de aquellas provincias que se encuen­
tren en Cádiz (85). Pedía Quevedo la reunión por Brazos, como era
tradicional en España. Contestaban que había de ser en
cámara úni­
ca, como lo había sido pocos afias antes en la Francia de la _Revo-
(s,) Lafuente, Modesto: Op,--eit.-;_págs. 466 a 468. Texto de la «Instruc­
ción de la Junta Central Gubernativá. de España-e Indias».
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGOf
lución. Triunfan una vez más los oponentes al criterio de Quevedo
y de la Regencia y anee la fuerza del número aceptan los regentes
el criterio revolucionario. "¿Todos?. Todos, no; era nanual que el
obispo, fiel a su criterio, se resistiese hasta el fin; sólo por la fuer.
za arrolladora del número podían vencerle, y así el obispo votó y
quedó escrito el voto en contra de que la Regencia dejase al arbi­
trio de las Corres la convocatoria de los Brazos" (86).
Toreno relata, esca vez más desapasionadamente, su
intervención
anre

la Regencia, en unión del diputado por
Cuenca, Guillermo
Hualde,

comisionados por
los diputados de las provincias para reo­
clamar la pronta convocatoria de las Cortes, a las que la Regencia
era "desaficionada".
Y por lo que narra este testigo de excepción
vernos,
una vez

más, cómo el obispo de Orense era el centro de la
resistencia a las ideas revolucionarias que, contra todo derecho, se
querían imponer (87).
VI. Si postrado me adorares ...
Así las cosas, llega el 24 de septiembre de 1810,
fecha en que co­
mienzan sus actuaciones
las Cortes generales y extraordinarias. Era
por entonces presidente del Consejo Supremo de Regencia Pedro de Quevedo
y Quincano. Y a él tocó presidir el solemne acto, que tan
poco le agradaba, pronunciando "un breve discurso" (88). Retirada
después la Regencia comenzaron las Cortes sus deliberaciones
y
avanzada la noche reclamaron la presencia de los regentes a fin de
que
prestasen solemne

juramento.
A las Cortes se trasladaron y ju­
raron lo que se
les requería,

excepto el obispo que, fatigado
y mal­
humorado por la espera, se había retirado a sus aposentos. Quedó,
pues, el juramento de Quevedo
para el siguiente día. O, al menos,
eso se esperaba.
(86) Quevedo y Quintano, Pedro de: M.anifieslo
Aydillo, Eugenio: Op. cit., págs. 74 y 75.
198
(8_7) Toreno, conde de: Op. cit., pág. ~82.
(88) Toreno, conde de: Op. cíJ., pág. 287.
pág. 75; I.ópez.
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PEDRO DE QUEVEDO Y QUINTANO
El texto del juramento decía así (89): "¿Reronocéis la sobe,;a­
nía
de la nación representada por los diputados de estas Cortes
ge­
nerales

y
extraordinarias? ¿Juráis
obedecer sus decretos, leyes
y cons­
titución que se establezca, según los santos fines para
que se han
reunido, y mandar observarlos y hacerlos ejecutar? ¿Conservar la in­
dependencia,
libertad e
integridad de la
nación? ¿La
religión católi­
ca, apostólica y romana? ¿El gobierno monárquico del reino? ¿Res­ tablecer en el trono a nuestro amado rey don Fernando VII de Bor­
bón? ¿ Y mirar en todo por el bien del
Estado?"
En

este juramento, al lado · de exigencias por las que el obispo
estaba dispuesto a dar la vida, si preciso fuere, y que llegaban muy
al hondo de su
corazón, como

eran la defensa de la religión
y de la
patria, el
gobierno monárquico

y precisamente en la persona de Fer­
nando VII,
había dos

puntos en
los que no podía transigir, al me­
nos

sin
puntualizaciones. Eran

la soberanía popular y su lógica con­
secuencia de

que sus decisiones.
fuesen ley.
El mismo 25 el obispo hace · renuncia, alegando su avanzada
edad y sus achaques, de la dignidad de miembro de la Regencia y
solicita autorización
para retirarse a su obispado .. Acceden las Cor­
tes el 27 de septiembre a la
pretensión del

obispo (90), con lo que
parece concluirse el asunto. Pero la conciencia del
ol!ispo no

estaba
tranquila.
Y quien no había vacilado en exponer sus razones a Car­
los IV y al mismo Napoleón Bonaparte no se iba a detener ante
las Cortes. A ellas se dirige por carta el 3-de octubre y a la carta
acompalia un escrito en el que explica su negativa a jurar (91),
Estas
son
las razones del obispo: "Si la soberanía reside en la
Nación
y en sus representantes; si Fernando séptimo es Rey por la
voluntad general, y su renuncia es principalmente . nula por falta de ella, será forzoso convenir en que
Fernando séptimo

y sus sucesores
son los primeros vasallos de la Nación,
y . ésta su sobe,;ana. Y si
no esrá sujeta la Nación
a su

Monarca ni le debe
vasallaje, y su va-
(89) Lafuente, .Quevedo: op, cit., pág. '36. Real Decreto de las Cor­
tes Generales y Extraordinarias.
(90)
Archivo Histórico Nacional, Ca111a de Lardizábal, citado por Ló­
pez-Aydillo: Op, cit., pigs. 213 y 214.
(91)
Lópet-Aydillo, Eugenio: o¡,. cit., págs. 214 a 225.
199
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PR,ANCISCO /OSE PERNANDEZ DE LA CIGOfM
!untad general es la Suprema Ley, nada puede impedirle mude Re­
yes y Gobiernos
segón le

agrade, y forme tantas o más constitucio­
nes · q1,1e las que abortó la .revolución francesa. ¿ Y qué camino se
abrirá a José Napoleón para consumar la usurpación de la Corona
de España?
Le bastará seguir los pasos del actual Congreso nacional,
cuya mayor parre es de suplentes.
¿Quién le impedirá convocar a
·Cortes generales, hacer se nombren Diputados por las ciudades de
voto en

Cortes que domina, y son
las principales: por los pueblos
y provincias que están bajo su yugo; y suplentes de los que residen
en ellas por las que no
®mina aún?"

(92).
La argumentación· del obispo es impecable. Y señala el vicio de
la·
soberanía· popular
entendidá
• al
modo revolucionario y en contra­
posición a

la doctrina
tradicional sobre
el origen del poder. Si está
el poder en el pueblo este puede
altetar a

sn antojo gobiernos y
roristiíuciones y ·nada será-permanente· y duradero. Ahora bien, si
el poder viene de Dios a la autoridad, el sóbdito habrá de respetarla
sieiripre que no:· incurra én: tiranía.
· El obispo ve claramente que · los principios sustentados son los
de
la Revolución y· expbne a las Cortes el peligro que corren de
"llegar
a igualar,
y aun a superar si es posible, los delirios y aten­
tados de los
·revolucionarios franceses,

cuyas máximas
y principios
parecen
haber penetrado y prevalecido en

algunos españoles igno­
rantes, vanos

y preciados de sabios
y políticos por la lectura sola
de libretos · franceses y de gacetas y papeles públicos prodigados en
consonancia con

los falsos
fil&ofos y
publicistas de este
y el siglo
anterior; por
lo general anticatólicos. Cuando reflexiona (el obispo)
que el gran número se deja dominar y sigue con aplauso y admira­
éión lo que proponen· con audacia y tono de confianza y seguridad
jóvenes inexpertos

y pagados de sus
falsas ideas:

Cuando ve a la
España
fluctuar entre · 1os embates

de
llÍs olas furiosas de invasiones
y
guerras exteriores; y entre las más temibles ¡,or creerse amigas que
en el
interior queriendo

o aparentando llevarla al mayor puerto de
felicidad la miran
y aproximan a su ruina, se ve como forzado a ex-
(92) Quevedo y Quintana, Pedro de: Manifiesto ... , pilgs. 8 y 9; cita­
do también por
López.Aydillo, EUgenio: Op. tit., págs. 219 y 220.
200
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PEDRO DE QUEVEDO Y QUINTANO
clamar: Pueblo ¡nío: los qué te llaman feliz son los que te enga­
íia!L No esperes tu felicidad de ideas especiosas de libertad y domi­
nación popular, que

conducen siempre a la
más infame e intolera­
ble esclavitud. Teme la

triste suerte del pueblo francés que sirvien­
do con sus personas, bienes
y vida, y regando con su sangre los lau­
reles que siega su
Emperador, gime

bajo el
peso de hierro del des­
potismo
más cruel e intolerable. Desconfía siempre de los que quie­
ren labnu, su fortuna cimentándola

en
las desgracias y miseria ·pú­
blica,
y edificar sobre tu ruina" (93).
Lo menos que se puede decir de estas palabras de Quevedo es
que resultaron proféticas
pata él y para España. Y que una vez más
su

valentía, al denunciar lo que él considera
falso, no se detiene
ante nada y alcanza valores de heroísmo. ¿Quiénes eran los "jóvenes
inexpertos y pagados de sus falsas ideas"? Nada menos que los To­
reno,
Alcalá Ga!iano, Martínez de la Rosa ..• y demás diputados
revolucionarios
que se habían
hedio con

el poder en
Cádiz al
albo­
rear el siglo. No le importa al
obispo. si

se trata
de defendet
la
verdad. Quevedo expresa también tajantemente el porqué de su nega­
tiva al
juramentó: "Quien ningún provecho

o particular
interés ha
podido tener y ha trabajado y obrado sólo por lo que debe a Dios,
a

su Rey
y a su Patria, no se negaría a continuar (en Cádiz) un
corro tiempo

estando ya en los lugares, en
las ocupaciones y fatÍgas
que

pudieran convenir a su servicio
y bien espiritual y temporal de
la · Nación·. Su renuncia misma ha nacido de creer hacía mayor ser­
vicio a Dios y a toda :España negándose a pasar por lo acordado
en el decreto de
las Cortes, y a un juramento contrlllio al dietamen
de

su conciencia
y a obligaciones a que nunca puede renunciar" (94).
Por último,
dice a las Cortes que se extán excediendo en sus
atribuciones, pues el Congreso
"no ha sido formado para crear nue­
vas formas de Gobierno, o hacer nueva constitución, sino para res­
tablecer la antigua; dando vigor a leyes anticuadas que convenga re-
(93) Quevedo y Quintano, Pedro de: M,,nifiesto •.. , págs: 9 y 10; lam·
bién ·López.Aydillo, Eugenio: Op. cil:, págs. 220 y 221.
(94) Quevedo y Quintano, Pedro de: Manifiesto ... , págs. 11 y 12;
también-López-Aydillo, Eugenio: Op, cit., pág. 222.
201
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
novar; para hacer en las que rijan la variación que en alguna de
ellas pida la necesidad y el bien común de la Nación: para aclarar
y afiadir algunas .otras por el mismo fin y motivo. Y lo principal, a
más de

los medios
para atender a los gastos de una guerra dispen'
diosa,

estando ya los pueblos y contribuyentes
lucbaodo con la mi­
seria y necesitando auxilios en lugar de darlos, formar una Regen­
cia de una o
más personas conforme a la Ley, que tenga vigor y es­
tabilidad; y cuyo Gobierno no pueda ser debilitado por c:avilacio­
nes

u oposiciones de los que deban obedecerlo" (95).
Esta andanada en plena línea de flotación de las
recién nacidas
Corres generales y extraordinarias, de la que nunca se iban a recu­
perar, desató contra el obispo las iras de los diputados revoluciooa­
.rios. Pero no autori2a, en

modo
alguno, al calificativo de "servil''.
o "absolutista". Parece mucho más acertada la interpretación que
da en sus trabajos Federico
Suw:ez (96)

y con él
toda su
escuela
que
ha dignificado la historiografía patria eo lo que a este crucial
periodo
de

1:mestra Historia se refiere. El obispo no pide
la vuelta
a
la monarquía de Carlos IV en la que encontraba indudables defec­
tos, como él mismo señaló, según vimos en páginas anteriores.
Re­
cllllllll el restablecimiento de la "antigua" constitución de la monar­
quía española que
nada tenía de absolutista y, menos todavía, de ser­
vil en sus vasallos. Para ello habrá que dar. nuevo vigor a leyes ol­
vidadas,
variar en

lo necesario las existentes y
afiadir nuevas leyes en
lo
que oonvenga. Pero de oinguoa manera copiarlas del enemigo
como se disponían a
ha= los

diputados de
Cádiz. Prueba de la cla­
rividencia del obispo es la Constitución que alumbraron esas Cor­
tes que,
tal como señaló el P. Vélez en su Apologia del Abar y del
Trono
(97), tenía su antecedente inmediato en la Constitución re-
(95) Quevedo y Quintano, Pedro de: Manifiesto ... , pág. H; también
López-Aydillo, Eugenio: Op, dt., págs. 223 y 224.
(96) Suárez Verdagúer, Federico: La crisis polllica del Antiguo RégiM
men en España (1800-1840), Ediciones Rialp, S. A., Madrid, 19'58, 2.• edi­
ción aumentada.
(97) Vélez, Fray Rafael de: Apologla del Altar y del Trono o Historia
de las reformas hechas. e'n Erpaña en tiempo de las-llatizlfllas Cortes, e im­
pugnación de algunas dor:trina.r. publi&m:las en

la
Constiliuión, diario y otros
202
Fundaci\363n Speiro

PEDRO DE QUEVEDO Y QUINT ANO
volucionaria que se había promulgado en Francia pocos afios antes.
Pese a los
intentos de
algunos, como por ejemplo Diego Sevilla (98)
y Arrola (99), por refutar las tesis de Vélez, "el martillo pilón de la
O>nstitución de

1812" en
afortunada frase de

Federico Suárez (100),
Warren
M Diem

(101)
ha demostrado meridianarnente

cuánta ra­
zón tenía
el que luego habría de ser arzobispo de Santiago.
Quevedo preveía ya este copismo servil
--<>.quí sí puede

utili­
zarse
la palabra- de los revolucionarios franceses, y en su esfuerzo
por evitarlo se

negó a
prestar el juramento que las O>rtes le exi­
gían. Estaba mny
próximo a

cumplir setenta y cinco años y se en­
contraba abandonado

por rodos aquellos que debían defenderle. Pero
a aquel anciano lleno de achaques le sobraba arrojo
para hacer oon­
fesión de sus creencias y ejercicio de sus deberes. Las O>rtes revo­
lucionarias
no se lo iban a perdonar. Porque, como dice Agustín
Ar­
güelles (102), "la resistencia del obispo de Orense no era sólo una
singularidad oscura
y disimulable, sino una provocación abierta, he­
cha con

premeditación
y sostenida además por escrito'".
La réplica de las O>rtes no se hizo esperar. El 4 de octubre or:
denaba

al
O>nsejo de
Regencia
que "prevenga sin pérdida de

mo­
mento al

Reverendo Obispo de
Orénse qué permanezca

en
Cádiz
esN"itos contra la Religión y el Estado, por· Fr .... , del Orde,n de CapNchir,01,
obispo de Ceuta, Madrid; Imprenta de Cano, 1818, 2 tomos.
(98) Sevilla Andrés, Diego: La Conililurión española Je 1812 7 la fran­
cesa de
1791, Saitahi, VII, 1949, págs, 212 a 234 y La Constil11ciófl de 1812,
obra
de
tf'anskión, Revista de Estudios Políticos, noviembre-diciembre de 1962,
núm. 126, págs. 118 y 119.
(99) Artola, Miguel:· Memorias del tiempo de Fernando VII, Estudio
preliminar, Biblioteca

de Autores
Españoles, tomo XCVIII, pág. XXVII, Ma­
drid, 1957, y Los orlgenes de la Espada contemporánea, I, 415, Instituto de
Estudios
Políticos, Madrid, 1959.
(100) Suárez Verdaguer, Federico: Las ralees de las-reformas de la
Cons1iJ11ción , de Cádiz,
_Revista de Estudios Políticos; noviembre-diciembre,
1962, núm.

126,
pág. 4.
(101) Diem,
Warren M.: Es111diQs .sobre Corles- de Cádiz, Universidad
de Pamplona, Pamplona, 1967, págs. 351 a 486.
(102) Argüelles, Agustín: Examen hi.stórico ... , pág. 145.
203
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGOfM
ha.sta nueva orden" (103). Y el 17 de octubre exige por oficio el
juramento del obispo ante el arzobispo de Toledo, así como que se
"le preveoga que
se abstenga
de
expresat por
escrito o de palabra
especies ofensivas a
la Nación que debe amat y respetar, represen­
tada por sus Diputados, ·y que no se admita al Reverendo obispo
de Orense escrito o petición
alguna que
no se dirija a cumplir su
reconocimiento y
prestar el

juramento, sin
lo cual no podrá salir
pata su

obispado'' (104).
Estas medidas,

constitutivas de la más absoluta coacción,
adquie­
ren,

en la retórica de Argüelles, este
singular significado:

"Las Cor­
tes, lejos
. de perseguir a

este prelado,
ordenat0n únicamente
una
simple derención mientras
. se allanaban las

dificultades que podían
retraerle de reconocer su autoridad. No es posible haber procedido con más moderación" (105 ).
Los diputados liberales, aun pretendiendo la caída del Antiguo
Régimen, tomaban de
él lo que a sus intereses convenía, cual era el
más extremado regalismo del que hicieron gala algunos monarcas
de

la Casa de Borbón. Así Argüelles no duda en justificar
las me­
didas

contra el obispo diciendo que "como prelado no podía tener
expedita su jurisdicción eclesiástica sin r~nocer antes la autoridad
suprema del Estado" (106) y que "el extrañamiento y ocupación
de las temporalidades fue siempre un remedio saludable" (107). Este es, pues, el liberalismo que estos "liberales"
prepataban y

que
vió en el Trienio su culminación. La copla popular lo expresó con
la profunda sabiduría que en muchas ocasiones en ellas subyace, al
decir
"El pensamiento libre
proclamo en alta voz.
¡ Y muera el que no piense
igual que pienso yo!".
(103) Archivo Histórico Nacional, Causa de Lardizábal, citado por Ló­
péz-Aydillo: Op. cit., pág. 226.
(104) Archivo Histórico Nacional, Causa de-Lardi:dbal, citado por Ló­
péz-Aydillo: Op. cit., pág. 227.
· · (105) Argüelles, Agustín: Op. di., pág. 145.
(106) Argüelles,
Agustín: Op. cit., pág. 144.
(107)

Argüelles,
Agustín: Op. dt., pág. 146.
204
Fundaci\363n Speiro

PBDRO DB,QUBVBDO Y QUINTANO
Joaquín Lorenzo Vi!lanueva no se muestra menos extremado
ante
la actitud del obispo y ,propone a· las O,rtes, "consíderado, el
estrago que puede seguitse de este
mal ejemplo en materia -tan tras·
cendental

al orden público
y a la unidad· del Estado, por lo mismo
que este reverendo obispo, por su. anterior condueta pastoral, se
había hecho digno de
la buena opinión que goza en todo el reino,
entiendo que sobre este yerro suyo, nuevo e inesperado, debe re­
caer sin la menor indulgencia la detestación de la ley, que le mues­
tre como execrable a
los ojos
de
toda la
nación"
(108).
Es el conde de Toteno, dentrO de estos testigos de primera mano
liberales, quien

da
una versión más desapasionada del incidente· en
las páginas de su ya citada Historia dellevanlamiento, gue,ra 'Y re­
voluci6n
de España (109), aun con rodos los prejuicios propios .de
su formación. Y así reconoce que todas las. coacciones. al obispo, que
tan bien parecían a sus colegi1s e, incluso ran moderadas, "eran re­
sabios del
gobierno antiguo, y consecuencia asimismo del derecho
peculiar que daban a la autoridad
soberana, respi,cto al clero, las
leyes vigentes del reino"
(110).
Lafuente, como en tanras. otras ocasiones, sigue casi literalmen­
te a .Toreno, naturalmente sin citarle, ~ ~ reconoce _ló contradic­
torio de las ,presiones ,al obispo. con. la ·ideología ,que los diputados
decían.
profesar (111).
Al oficio .de. las Olrtes contesra el obispo con una cana adrnita0
ble el ~l de oetubre. De ella son estos párrafos: "Habiendo. renun'
ciado

a
la Presidencia del O,nsejo y al cargo de Dipurado en: O,rtes
por

no
acceder a

ello; el concepto de Obispo, lejos de
facilitarme
este

acto, me
acuerda y esti,mula a llenar .la ol:,ligación que c:omo
Obispo

tengo de hablar con
una libertad· cristiana; y, la. co.nstancia
y firmeza que exige el celo por la Religión, por los derechos del
Rey
y la felicidad de la Nación. Y si ha sido efe,cto de él mi con­
ducta anterior en tan grave negocio, es consiguiente sostenerla, y
no desmentirla.
(108) Villanueva, Joaquín Lorenzo: Mi •iaie .,., pig. 28.
(199) Toreno, conde de: Op. cit., págs. 293 y siguientes.
(110)

To:reno, -conde de:
Op. cit., pág. 294.
(111)

Lafuente, Modesto:
Op. cit., págs. 540 y siguientes.
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
"No puedo desnudarme del concepto de Obispo, pero puedo
sufrir cuantos sacrificios exija la constancia Episcopal. Si
el pre­
sente
gobierno quisiese

impedir la resistencia en mi Diócesis, Je·
sucristo
el bueno y univ'ersal Pastor velará sobre ella y no me fal­
tará

su asistencia
y ·consuelo en una privación tan· dolorosa. Si se
me confina a cualquier paraje, nada me será intolerable. Y si se
quiere
salga de

todos los dominios de
España, enviándome el pasa­
porte necesario, solicitaré sin dilación una simple acogida en cual­
quier país, que no sea del dominio de la Francia, y arrostrando a la
pobreza, y aun a la más
completa mendicidad,
podré llegar a decir
con
el. Apóstol: &io et humiliare; scio et abundare ... et penuriam
pati. Por último, porque
· no

hay que aliadir; estoy dispuesto y pre­
parado a morir ·antes-que prestar ·el reconocimiento y juramento con
la ilimitación que está prescri¡,to.
"Sin embargo de todo
esto, si
por lo menos se me permite ex·
¡,litar el

sentido
eri que
ejecute el reconocimiento y juramento; o
declatar las Cortes el qne debe ser (y explico con cuanta claridad
puedo en el papel adjunto firmado de
mi• mano), no me negaré a cuan­
to
permitan la,Conciencia y· la Justicia" (112),
Si

no
fuera el obispo

benemérito por todas sus anteriores actua·
dones, esta

carta de
un anciano,
enfermo y preso, le justificaría ella
sola ante la posteridad. Quien por amor a su
pequeña diócesis ha­
bía rénunciado a la

de
Sevilla, a la que volverá a renunciar afias
después· cuando Fernando

VII, nieto
de· quien
se
· la
había
· ofrecido
por primera vez, se la vuelve a ofrecer, tenía que ver como el mayor
de los
sacrificios e1 ser. arrojado de la sede a la que habfa dedicado
sus
mejores
esfuerzós por

un dilatado espacio de treinta
y cuatr0
afiOs. Quien por amor a España había arriesgado vida, tranquilidad
y honores, arrostraba el destierro de su patria
y estaba dispuesto a
asilarse en cualquier país que nÓ
fuera Francia.
Conocía
perfecta•
mente

lo que
era la

emigración, pues había atendido con infinita
caridad a

los que habían llegado a Orense huyendo del Terror
re-
(112) Queve<\o y Quintano, Pedto de: Cana a las Co,tes. Manifiesto ... ,
págs. 18 y 19; citada también en I.Qpez-Aydillo, Eµgenio: Op. cil., pági­
nas 231 y 232.
206
Fundaci\363n Speiro

PEDRO DE QUEVEDO, Y QUINTANO
volucionario. Por eso, cuando decía que estaba dispuesto a sufrir
"la más completa mendicidad" sabía muy bien lo que decía. Su
confiama en
aquellos momentos no radicaba
más que en "Jesucris­
to el bueno y universal Pastor"
y a sus manos se entregaba en de­
fensa de unos deberes que estimaba sagrados, pues
eran la defensa
de la religión y de la patria.
La explicación de cómo podría ser su juramento es, en su bre­
vedad, una lección de derecho público cristiano. Y una de . las re­
futaciones más concisas y exactas de los principios revolucionarios
que le acredita como una de las primeras figuras del pensamiento
contrarrevolucionario español.
Esta es la. represen™Oión del obispo (113):
"¿Reconocéis la soberanía de. la Nación representada por
estas Cortes generales y extraardiruu;ias? .. .
"Si se quiere reconozca el Obispo de Orense una verdadera
soberanía

e independencia de la Nación de
toda otra domina­
ción extranjera,
y que ella con su Rey es verdaderamente so­
berana: uno y otro está pronto a reconocerlo y defenderlo
cuanto pueda
y le sea practicable. Y conviene también 'y reco­
noce que el ejercicio
de la sPheranía, ínterin el Rey no pueda
tenerlo,
está en toda . la Nación española; y en las ru,cunstan­
cias acn¡ales, en las Cortes generales y extraordinarias, a quie­
nes
se han sometido el Consejo de Regencia
y los demás 'tri­
bunales
y estado militar de Cádiz y la Isla.
"Si se
pretendiese que

la soberanía
está absolutamente ·en la
Nación; que ella es Soberana de su mismo Soberano; o que el
Estado y la sucesión de la Monarquía depende de la voluntad
general de la Nación, a quien todo debe ceder; esto
ni lo re­
. conoce ni lo reconocerá · jamás el Obispo de Orense.
"¿Juráis obedecer

sus·
Decretos, Leyes y Constitución que
se establezca, según los santos fines
para que se han reunido,
y mandar observarlos, y hacerlos ejecutar?
"Sin perjuicio de reclamar, representar
y hacer la oposición
que de derecho quepa, a lo que crea contrario,
y no conducente
al bien del Estado, de la Nación misma, disciplina, libertad e
(113) Q11evedo y_ QuintanQ, Pedro de: ReP,esenlación a las Corte,. Ma­
nifiesto-... , pigs: 19 a 21. Tainbién se rep.roduCt; en J..6pe2~Aydillo, Eug_enio,=·
Op. cit., págs. 232 y 233,
207
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE PERNANOEZ DE LA CIGOFIA
inmunid~ Eclesiástica, a -fin de que no _ subsistan decretos o
leyes de esta naturaleza: En tal caso podía el Obispo hacer este
juramento, aunque
tan indefinido y de cosas fururas. Pero si se
exige una ciega obediencia, a aianto resuelvan, y quieran tsta­
blecer los representantes por la sola pluralidad de votos, no
podrá hacer este juramento el Obispo. Y ¿por
qué tantos

ju­
ramentos? Sin embargo de ser solo diez los mandamientos de
la Ley de Dios, y de obligar por si mismos y la divina autori­
dad, ¿sería conveniente que todos los cristianos jurasen guar­
darlos y hacerlos guardar? ¿Y cuántos decretos y leyes podráo
salir del Consejo Nacional? Esto podría pedir toda la reflexión
y circunspección de los legisladores.
"Si se pide un reconocimiento y un juramento como va. ex·
presado, el Obispo de Orense se prestará a hacerlo. Si se insiste
en que Jo ejecute ilimitado,
y susceptible del sentido, que no
puede dejar en su conciencia de reprobar, esta misn;ia le estre·
chá a resistirlo. No Jo causa tenacidad alguna de juicio. Es efec­
. to

del
convencinuento y de una obHgación,

a
que no
puede
faltar. En lo que resta del juramento, todo es llano y sin difi­
cultad.
Pedro Obispo
de Orense."
Todo, es llano, también, y

sin dificultad en el
razonamiento del
obispo.
Para él el poder no viene. del pueblo sino de Dios. Lo que
nada tiene que ver con
la monarquía de derecho divino ni con la
aceptación de lo que no sea acertado en los monarcas. Así había obra­
do él mismo con Carlos
N. Esta oposición a Jo que no sea justo tie­
ne unos límites en el respeto a la autoridad legítima, pero autori­
za a la rebeldía cuando esa autoridad deja de estar legitimada.
En segundo lugar, para el obispo no es ley la expresión de la
voluntad popular, como afirma el
pos~do básico
de la Revolu­
ción recogido en la fórmula del juramento por los diputados ga­
ditanos. Esto

no podrá nunca .jurarlo. Como tampoco habría jurado
una fórmula que expresase que la ley era la voluntad del monarca.
Tan absolutista es lo
uno como

lo otro.
Y el obispo conocía por pro­
pia experiencia cuánta hipocresía encerraban esas palabras,
tan so­
noras

como falsas, de la voluntad popular. Bastaban, efectivamente,
pocos días de estancia en Cádiz para comprobar cómo los que se
decían representantes del pueblo apenas
lo eran de sí mismos y enar­
bolaban postulados ideológicos radicalmente contrarios a los que
208
Fundaci\363n Speiro

PEDRO DE QUEVEDO Y QUINT ANO
entonces sustentaba el pueblo español. Y · bastaba también observar
sus métodos para

coaccionar a sus
adversarios para
comprobar que
la democracia que
defendían era

puto totalitarismo. Son
precisa­
mente

los tachados de absolutistas quienes más resueltamente se
oponen a este totalitarismo político,
sea monárquico

o republicaoo.
A esta
soberanía popular y a su consecuencia sobre lo que ha de
ser
la ley es a lo que se opone Quevedo impelido por su concien­
cia. Y añade, además, unas consideraciones sobre los j~ramentos .que
son anecdóticas peto cargadas de razón.
No
aceptaron las
Cortes tampoco el juramento que el obispo
proponía.
Lo que pone de manifiesto cuál era sú oculto sentir. Qué
el obispo de Orense
Jo percibía con toda claridad es evidente. Y
ello demuestra

su perspicacia. Por que había
entre los
diputados
muchos que· no se
habían percatado todavía

de a donde los
querían
conducir.
A la representación de Quevedo responden las Cortes ordenan­
do

se forme causa al obispo (114), el 3 de noviembre de 1810, al
mismo tiempo que maodao al Consejo de Regencia que "prevenga
al

Obispo de
Orense que
se
abstenga de hablar ni
escribir
una sola
palabra

sobre sus opiniones
acerca de
la
materia en cuestión, pet'
maneciendo entre tanto en Cádiz hasta nueva orden··.
El 21

de noviembre se dirige
el obispo al Consejo de Regen­
cia insistiendo en sus peticiones: "Me hallo confinado
· si
no preso
en esta

ciudad:
y pasa de mes y medio que cesó toda ocupación y
motivo · para dejar de residir en mi diócesis. Esta obligación tan es­
trecha
y tao sagrada me precisa a este recurso, que por V. R hago
al

Supremo Consejo de Regencia.
"Pido al Consejo me deje
en la

libertad que necesito para
transferirme a mi obispado. No puede haber causa justa que
lo impida;
y si es un obstáculo la falta de reconocimiento y
juramento prescrito eo el día. 24 de septiembre por el Decreto
de las Cortes generales
y extraordinarias; habiendo manifestado
ya cómo -puede. verificarse, no tengo que añadir sino que estoy
(114) Archivo Histórico Nacional, Ca1ua de LardizJbal, citado por Ló­
pez-Aydillo: Op. dt., págs. 233 y 234.
,. 209
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE PERNANDEZ DE LA CIGOFlA
pronto a hacerlo, según la fórmula prescripta; y puede rener
también lugar en Orense.
"Mi edad, la debilidad de mi salud, una ausencia
tan di­
latada, gastos insoportables
y perjudiciales a los pobres de mi
Obispado, a
más de donativos y contribuciones a que ha es­
tado
y está sujeta la corra renta de aquella mirra, y el rigor
del invierno inminente pueden exigir esta gracia, que parece
de rigurosa justicia" (115).
No ablandaron a las Cortes las súplicas del obispo
y detenido
permaneció hasta que el 2 de febrero de 1811 les comunicaba Que­
vedo: "Pasaré (queriendo Dios) el día de
mañana para prestar el
juramento
y reconocimiento segón la fórmula prescripta lisa y llana­
mente, como se previene, sin variación o
alteración alguna"

(116).
El
3 de

febrero prestaba Quevedo juramento
y el 4 autorizaban las
Cortes su marcha a Orense (117).
Cuatro meses

había pasado el obispo detenido hasta el día del
juramento.
Menéndez y Pelayo nos da en la Historia de lo, hetero­
doxo,
la siguiente versión de los sucesos: "El Obispo de Orense
D. Pedro de Quevedo
y Quintana, uno de los. individuos de la Re­
gencia, se
negó a

prestar juramento a la soberanía de
las Cortes, e
hizo dejación de su puesto y del_ cargo de diputado de Extretnadura,
expresando

los motivos de la renuncia en un papel
claro y enérgico
que dirigió a las Cortes en
3 de

octubre, donde
llegaba a

graduar de
nulo
y atentatorio a la soberanía real todo lo actuado. Las Cortes,
en vez de admitir lisa y llanamente la renuncia, sin entrometerse en
la conciencia del prelado, se empeñaron en hacerle jurar, y él en que
no había de hacerlo, a menos que el juramento no se le admitiese
con la salvedad de que
"las Cortes sólo etan soberanas juntamente
con el rey"
y "sin perjuicio de reclamar, representar y hacer la opo­
sición que conviniera a las resoluciones que creyese contrarias al
(115) Quevedo y Quintano, Pedro de: Manifiesto ... , págs. 34 y 35.
También

en López-Aydillo, Engenio:
Op. cit.1 pág. 238.
(116) Quevedo y Quintano, Pedro de: Comunh'adón a las Corle.r. Ma­
nifiesto ... , pág. 40. Y L6pez-Aydil!o, Eugenio: Op. cit., págs. 240 y 241.
(117) Orden de· las Cortes autorizando 1~ salida del obispo, Manifies­
to ... , pág. 41; López-Aydillo, Eugenio: op; cit., pág. 241.
210
Fundaci\363n Speiro

PEDRO DE QUEVEDO Y QUINT ANO
bien del Estado y a la disciplina e inmunidades Je la Iglesia". Las
Cortes insistieron en
pedir el
juramento liso y llano, y, arrojándose
a mayor tropelía,
cual si aún durasen los días de Aranda y del obispo
de Cuenca, le prohibieron
defender por escrito ni de palabra su pa­
recer en

aquel asunto
ni salir de Cádiz para su diócesis basta nueva
orden. Aún fue mayor extravagancia nombrar una junta
mixta de
eclesiásticos y seculares que calificase
ceológica y jurídicamente las
proposiciones del obispo, dáodose así atribucione~ de concilio, del
cual fue alma un clérigo jansenista de los de $an Isidro, de Madrid,
llamado D. Antonio Oliveros, que entabló correspondencia episto­
lar con el obispo pretendiendo convencerle.
Al fin,

el de Orense
cedió, bien que de
mala gana, juró sin salvedades, y se le permitió
volverse a su
diócesis, sobreseyéndose

en los procedimientos judicia­
les"' (118).
¿Cedió en algo el obispo? Todas sus actuaciones hacen suponer
que no
y si prestó juramento lisa y llanamente, "bien que de mala
gana», fue sólo para reintegrarse a su diócesis y abandonar Cádiz,
donde tantos sinsabores bahía pasado. Habiendo explicado en va­
rias ocasiones cuál eta el sentido en que
podía jurar, bien pudo pen­
sar que de todos era conocido
y que al no exigírsele una retractación
de

sus explicaciones, quedaba
claro que
en ese sentido juraba.
Los historiadores
liberales narran

el juramento de Quevedo de
forma sucinta y como un triunfo de
las Cortes sobre el obispo de
Orense.
Así dice Toreno: "El prelado, sometiéndose, pasó a las
Cortes el tres de febrero inmediato, y prestó el juramento reque­
rido, sin limitación alguna. Permitiósele en seguida volver a su dió­
cesis,
y se sobreseyó en los procedimientos judiciales" (119).
Joaquín Lorenzo Villanueva relata del siguiente modo la sesión
del 3 de febrero: "En
la sesión pública prestó ante las Cortes su
juramento
el reverendo obispo de Orense lisa y llanamente, bajo la
fórmula prescrita, sin añadir
ni quitar ni glosar nada ni hablar más
palabras _ que las precisas contestaciones, sí reconozco, sí juro, etc:
Este término tan satisfactorio para el Congreso tuvo la anterior .re-
(118) Menéndez y Pelayo, Marcelino: Heterodoxos ... , págs. 800 y 801.
(11!)) Toreno, conde de: Op. rit., pág. 294.
211
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGOl'U
sistencia del reverendo obispo a jurar bajo la fórmula prescrita. Mu­
chos temíamos que

hubiese hablado algo que hubiera puesto a
las
O>rtes en un nuevo compromiso; pero nos llevamos el agradable
chasco
de que procediese el reverendo obispo con absoluto silencio,
añadiendo sólo

al fin, dirigiéndose al señor Presidente: ¿Tengo que
hacer algo
más? Y oída su contestación, nada más, se retiró, salu­
dando

al paso a los señores
vocales con mucha corres/a" (120).
Lafuente
es a Villanueva a quien sigue en esta ocasión, incluso
en lo de los corteses saludos,
y nada añ¡,.de que pueda ser de inte·
rés (121).
Sin embargo, algo
más debió de ocurrir, pues proceder tan sumiso
chocaba con el indómito temperamento del obispo
poco dado a tran·
sigir en aquello en que tenía razón. Y es Miguel de Lardizábal, su
compaliero en

la Regencia, quien nos lo cuenta en su célebre
Ma­
nifiesto (122) que tantos disgustos le iba a costar. Por él fue dote-­
nido,

procesado, "pidió contra él el
fiscal la pena de muerte,. y el
tribunal, si bien no se conformó con dicho parecer, .condenó al acu­
sado,

en 14 de agosto del propio año, a que saliese expulso de
ro­
dos los pueblos y dominios de España en el continente, islas adya·
cenres y provincias de Ultramar, y al pago de las costas del proceso,
mandando que los ejemplares del
M.anifiesto se quemasen pública­
mente

por manos del verdugo" (123). Una muestra
más del libera·
lismo

de aquellas Coites. Pero
las hogueras sólo parecen contabili­
zarse cuando

los que
las encienden no son los liberales.
(120) Villanueva, Joaquín Lorenzo: Op. dt., pág. 143.
(121) Lafuente, Modesto: Op, cit., págs. 541 y 542.
(122) Lardizábal y Uribe, Miguel de: -Manifiesto ... Después del texto
propiamente dicho del
Manifiesto cita I.ardizábal, en la spáginas 41 a 99
de

la obra, una serie de documentos relativos, muchos de ellos,
al obispo de
Orense. No hacemos referencia a las páginas del
Manifiesl ya que esos textos han sido citados
ya directamente del

obispo, de Bedoya
o
de López.Aydillo. Eugenio López.Aydillo en

su libro
tantas veces citado
reproduce de
Lardizábal lo que constituye el Manifiesto, suprimiendo los do­
cumentos

anejos. Véanse
las páginas 296 a-.329 de su libro.
(123) Toreno,

conde de:
Op. cit., pág. 396.
212
Fundaci\363n Speiro

PEDRO DE QUEVEDO Y QUINTANO
Lardizábal en su Manifiesto oos dice (124): "El día señalado
fue (el obispo) a la
Isla y antes de pasar a las Cortes enttó en la
Regencia, donde estaban los ttes que la componen (125),
y nno de
los
Ministros, que si no me engaño me dijo (el obispo) que era
el de
E.,tado. Les

dijo que iba a jurar como le
mandaban lisa y lla­
namente, esto es, sin alterar
las palabras, en las cuales nnnca había
tropezado; pero

en el sentido que tenía explicado
y en que desde
el principio había ofrecido jurar;
y suponía que así lo entenderían
las Cortes, pues las tenía dicho repetidas veces que nnnca juraría
en atto sentido, ni con ambigüedad. Todos estos hechos,
tales cuales
los

he expresado, me los refirió a mí el mismo
señor obispo,
inca­
paz de faltar a la verdad
y a la sinceridad".
E.,ta versión

coincide
más con el carácter del obispo que el pasar
por
la soberanía popular y la desvinculación de la ley todo pre­
cepro divino.

Argüelles también
. la recoge

en su
.Examen hist6rico
tle la reforma consti#tteional: ''Súpose después que antes de entrar
en

el Congreso estuvo
en la. Regencia, dnnde hizo una especie de
protestación de
fe que neutralizase el juramento" (126). Y así de­
bió ser.
El
. obispo
había explicado en repetidas ocasiones cuál era la
forma en que podía jurar,
manifest'.ándola una

vez más a
la Re­
gencia el mismo día del
juramenro y se encaminó a las Cortes pen­
sando que
si le sometían la fórmula lisa y llanamente su respuesta
(124) Lardizábal y Uribe, Miguel de: Manifiesto ... , págs. 31. y 32.
También en López-Aydillo, Eugenio: Op. cit., págs .. 321 y 322.
( 125)

Habianse ya
las Cortes

cansado de
la primera y esta segunda es­
taba in_tregrada por el General Joaquín Blak.e, el. Jefe de escuadra Gabriel
asear y el Capitán de fragata Pedro Agar (dr. Toreno, conde de: Op. cit.,
pág.
304). No duraría tampoco mucho el mando de estos, pues serían sus­
tituidos por una tercera Regencia compuesta por el duque del Infantado,
Mosqueta y Figueroa, Villaviceocio, Rodríguez de Rivas y el conde de
La Bisbal, sustituido luego por .Pérez Villamjl (cfr. Toreno, conde ·de:
Op. cit., pág. 397). Tampoco satisfaría esta Regencia a las Cortes que la
eligieron y veremos una más compuesta ahora por Agar," Ciscar y el carde­
nal arzobispo de

Toledo
(cfr. Wuente,

Modesto:
Op. cit., tomo XIII, pá­
gina 228).
(126) Argüelles, Agustín:
Op. át., pág. 146.
213
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FRANCISCO /OSE PERNANDEZ DE LA CIGOIM
lo sería también, estando claro cuál era para todos el sentido en que
la profesaba. ¿Qué hubiera pasado si las Cortes hubieran querido
apurar la situaci6n y hubiesen exigido al obispo una renuncia de
sus convicciones repetidamente expre·sadas? Aunque es inútil con­
jeturar sobre acontecimientos pasados que no se han producido, todo hace suponer, dados los anetecedentes del obispo, que Quevedo
hubiera expuesto a las Cortes una vez
más, y con la solidez de sus
argumentaciones, su rechazo de las doctrinas revolucionarias.
Pero Lardizábal relata todavía más: "Restituido a Cádiz recibió
una carta

del individuo de las Cortes ya insinuado, en que le daba
las gracias

por el ejemplo que había dado a la Nación en haberse
reducido a jurar. Le
contestó que

ese ejemplo le había dado desde
el primer día, si
las Cortes hubieran querido, pues él no había jurado
sino en el sentido que desde el principio dijo que lo haría.
Tenía
esta carta sobre la mesa, abierta y ya firmada, esperando que su se­
cretario
entrase a
cerrarla para enviarla por el
porte de
aquella
noche, y me la enseñó. Yo, que entonces conocía ya el empeño de
las Cortes, y veía la conducta que habían tenido con el obispo de
Orense, le dije que no me parecía prudente que aquella
carta co­
rriera, porque había de desagradar
y se exponía a que revocaran la
licencia
que le tenían dada
para · irse a su obispado y siguiera su
detención en
Cádiz. Díjome

entonces: "El Nuncio, que ha estado
aquí hoy, me ha dicho lo mismo, y tomando el consejo de ambos no
dió curso

a la carta; pero he referido esto como una prueba evi­
dente de que el obispo de Orense mantuvo siempre lo que dijo
y
juró en el sentido que desde luego ofreció jurar, y no en otro, ni con
ambigüedad" (127).
Lardizábal es ·testigo excepcional,

pues había compartido la Re­
gencia con el obispo, había hablado con
él poco después de su ju­
ramento y publica su
Manifiesto el afio 1811, es decir, con los hechos
todavía calientes y
estando los

autores de los mismos
en estado
de
poder desmentir su relación. El que no lo hayan hecho confirma la
veracidad de la misma. Y el que se haya querido ofrecer a la His-
(127) Lardizábal y Uribe, Miguel de: ManifieJJo ... , pág. 32; también
en
L6pez-Aydillo, Eugenio:
Op. di., pág. 322.
214
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PEDRO DE QUEVEDO Y QUINTANO
toria la imagen del obispo aceptando los principios revolucionarios,
silenciando la versión verdadera, demuestra una
vez más la falta de.
honradez
de

muchos de nuestros historiadores.
Lardizábal continúa exponiendo· unos hechos que
confirman ía
rectitud del proceder del obispo. Si para evitar que un diputado
pudiera pensar que se
bahía retractado de cuanto bahía venido ex•
poniendo

en contra del juramento,
· estaba
dispuesto a arrostrar de
nuevo la prisión y a ver impedido así su ansiado regreso a su dióce­
sis, y sólo la intervención del Nuncio
y de Lardizábal le habían di­
suadido de responderle como quería, es fácil imaginar el efecto que
en él causó la versión que daba del juramento la
"Gaceta de la Re­
gencia

de Espafia e Indias" del
martes 12

de febrero de 1811 (128).
"Sin embargo
--continúa Lardizábal-, este

buen
.Prelado tuvo
el

disgusto
y gran pesai: de haber visto la "Gaceta de la Regencia" de
12 de febrero de esre
año, por cuya relación todo el mundo ha creído
que
al fin babia caído de su burro, como suele decirse, y se bahía
rerracraclo a!Jaoándose
a
hacer. lisa y llanamente lo que con tanta fir.
meza bahía resistido. Yo no he tratado un hombre. más desprecia­
dor de
.sí mismo

que el
obispo de Orense:. en haciendo lo que le
parece justo, que es lo que hace siempre,
nada le importa su opinión
entre los hombres ni hace caso
de. e!Ja, y así nada ha sentido las
injurias que le han hecho
ni la poca consideración que se le. ha te­
nido

(129):
nada se le ha dado de que pot esa Gaceta digan que
es débil, que es inconsecuente, o lo que quieran;
pero le llegó muy
a lo vivo el ver que su autoridad
y su nombre puedan S!'I ocasión
de que muchos incautos o poco
instruidos slgán un

ejemplo que él
no
ha querido dar y bagan lo que él en su conciencia reprneba,
porque tratándose de un
acto de Religión como es . el juramento,
¿quién será en
Espafia el

buen
cristiano que no tenga por bueno y
por seguro hacer lo que hizo el obispo de Orense? Por eso, a fin
de que nadie pueda eogafiarse, fue en su ánimo, según me dijo, de
publicar en Galicia
toda su correspondencia sobre el juramento. No
( 128) López-Aydillo, Eugenio: Op. cit., pág. 2H.
(129) Ciertamente el obispo nunca sale en defensá de su persona o de
su dignidad sino de sus ideas.
215
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
se si lo habrá hecho ya; y yo creo que debe hacerlo para ilustrar a
la Nacióo
en general y darle el único medio seguro que hay para
formar la opinión pública sobre un asunto de
tanto interés

e im­
portancia para la misma Nación, cual es el remover toda duda y
oscuridad acerca de su
Soberanía y saber de cierto en quién reside
y debe respetarse según
la voluntad de la misma Nación" (130).
Estas manifestaciones de Lardizábal
las confirmará poco después,
en momentos muy críticos
para él, durante el proceso que en Cá,!iz
se

le instruye. Lo que da todavía mayor valor a sus aseveraciones.
Así se deduce de los folios
273-276 de su causa, reproducidos por
López-Aydillo, especialmente de lo instruido el día
21 de febre­
ro (131).
"Que el haber hecho
el Señor

Obispo de Orense el jura­
mento llano sea:· una prueba de su convencimiento, esto es,
de que se retract:ó de lo que dijo desde el principio, no lo
pudo
ni puede creer el Señor Confesante por las razones que
anoche
expuso, la última de las cuales es, que
el mismo Se­
ñor Obispo le dijo lo contrario. Que el Señor Obispo profanase
la verdad y
religión del
juramento, usando para engañar al
Supremo Congreso de una
cautela mental,

tampoco lo ha creí­
do el Señor Confesante,
ni puede creerlo nadie, pues quien
un momento antes de ir a hacer
el juramento
dijo en una
concurrencia
tan respetable

como la Regencia, que iba a ha­
cer el juramento en
el. sentido

que
tenía explicado
y no en
otro, ciertamente ·no usó de cautela o restricción mental. Que
el Señor Obispo de Orense no pudiere persuadirse que el So­
berano Congreso Jo entendería en el primer sentido, tampoco
Jo cree el Señor Confesante, por lo que el mismo Señor Obis­
po dijo a
la Regencia que suponía lo entenderían así las Cor­
tes, y refirió esto mismo al Señor Confesante. Y sobre todo
para satisfacer completamente a este cargo, se remite a lo
que diga el miSmo Señor Obispo en vista de lo expuesto aquí
por el Señor Confesante."
Que los hechos fueron así no parece quepa la menor duda. Y
en el mismo sentido se expresa quien tan intensamente vivió aque-
(130) Lardizábal y ·Uribe, Miguel de: Manifieslo ... , págs. 32 y 33;
citado también en López-Aydillo, -Eugenio: Op. cit., págs. 322 y 323.
(131) López-Aydillo, Eugenio: Op. cit., pág. 257 ..
216
Fundaci\363n Speiro

PEDRO DE QUEVEDO Y QUINT ANO
llos tiempos: Fray Rafael Vélez. En su Apologla del Alt,.,. y del
T ,ono se ocupa del juramento del obispo de Orense, "modelo de
pastores, honor de nuestra
España", con
estas palabras: "Se empe­
ñan las Cortes en que el obispo de Orense jure la soberanía de la
Nación. Este señor se
niega, y

al instante se le detiene para que no
vaya a su Iglesia: se le insta que jure, y hallan igual resistencia: se
le forma proceso,
y si al cabo de algunos meses se le petmite volver
a su Iglesia
y restituirse al obispado es por que dijeron había ya
jurado como se pedía. Sus opresores publican· su triunfo por una
falsedad notable: pero el señor obispo luego que se restituyó a su
obispado protestó contra esta calumnia. Esto sólo
bastó para que la
persecución fuese la
más cruel, la más sostenida. Las Cortes no pa­
raron hasta que le arrojaron de España, declarándolo indigno del
nombre español y
privándole de
todos sus bienes" (132).
Más adelante, cuando nos ocupemos del Manifiesto del obispo,
veremos
.como éste. confirma las

declaraciones
. de

Lardizábal sobre
el sentido de su juramento. Quienes reprochan a Quevedo la doblez
de su actitud dében pensar que a
nada hubiese conducido un nue­
vo enfrentamiento cori las Cortes, pues su posición estaba ya
clarí~
simamente definida. m obispo· jugó a la posibilidad de que las Cor­
tes no le interrogasen sobre el sentido del juramento y las Cortes
no le interrogaron. Si lo hubieran hecho, el obispo no habría podido jurar.
La manera en que lo hizo, no estando por medio explicación
alguna,

no podía entenderse de otro modo· que de acuetdo con sus
sonadas declaraciones anteriores.
A la inexpérencia de los diputados
revolucionarios se
escapó este detalle. Aunque, ¿se les escapó real­
mente? ¿No pensaron ellos en terminar el enojoso asunto, a sabien·
das de que el obispo juraba en el sentido constantemente manifes­
tado por él, pero pensando utilizar ese juramento en el sentido re­
volucionario? ¿No tenían para ello la prensa en sus
manos mientras
que

el obispo volvía a su remota diócesis desde donde pensaban que
sus declaraciones apenas
podrían tener resonancia?' ¿No hubo dipu­
tado que pidió se
privase al

obispo, a su regreso a Galicia, de tinta,
(132) Vélez, Fray :\Wael de: Op. rit., tomo I, Apolog/a del Altar,
pág. 259.
217
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO TOSE FERNANDEZ DE LA CIGOFlA
papel y pluma? En ese caso, ¿dónde estaría la doblez? El estado ac­
tual de la cuestión no permite precisar más que lo que el obispo
jru6 no fueron los principios revolucionarios. Tal vez posteriores
estudios permitan mayores esclarecimientos.
VII. El despotismo de los liberales.
El 19 de marzo de 1812 se promulga la Constitución que habían
venido elaborando las Cortes generales
y extraordinarias. No cabe
aquí un
análisis, siquiera

somero, de
la misma y menos de sus an­
tecedentes.
y consecuencias para España. Ordenóse, con el respeto ca­
racterístico por las conciencias de estos sedicentes liberales, que
por
todos fuese jllWla. Francisco Pons nos describe la ceremonia en
Palma de Mallorca, análoga a la de
las otras ciudades del reino (133):
"'El 6 de abril, el Ayuntamiento Constitucional. publicaba un bando
invitando al
acto de
publicación, que tendría lugar el 8 siguiente
en
la Casa Consistorial, y ordenando que para el día 9" se proce­
derá a recibirse el
juramento a

todo el pueblo, que
prestará cada
vecino en su respectiva parroquia. Este acto será presidido por una
comisión del Ayuntamiento y tendrá principio con una
misa solem­
ne,
la que hallándose en el ofertorio será suspendida por la lectura
de la Constitución y por una breve exhortación del Cura
Párroco o
del

que
ésre designe, alusiva y correspondiente al objeto, y acabada
dirá en

alta
voz el

presidente
de la

Comisión: ¿Juráis a Dios
y por
los Santos Evangelios guardar la Constitución
política de la mo­
narquía española

sancionada pot
las Cortes generales y extraordina­
rias, y ser fieles al
Rey? A lo que responderá el clero y demás con­
currentes: Si, juro. Prestado este
.juramento se cantará Tedéum,
tri­
butando
las debidas gracias al Ser Supremo que nos ha restablecido
en el
goro de
nuestra libertad
polltica".
El obispo de Orense, esta vez en su diócesis, se ve obligado, en
conciencia, nuevamente a
hacer una declaración antes de prestar el
(133) Pons, Francisco: La Inq11isici6n de Mallorca, Palma de Mallorca,
1965, págs. 149 y 150.
218
Fundaci\363n Speiro

PEDRO DE QUEVEDO Y QUINTANO
juramento, para que a tenor de ella se interprete· lo jurado (134). Y
entre otras cosas dice el obispo: (135): "Dejaré por ejemplo y su­
friré porque no quiero impedirlo, que los señoríos y jurisdicciones
de la mitra de Orense le sean quitados; pero no consiento en ello ni los cedo, porque sería obrar contra el
juramento que

hice en el
acto de
mi consagración, y es contra los cánones también, a cuya
observancía estoy obligado por
mi parte.
"Lo mismo es respecto a la· inmunidad y libertad eclesiástica, ya
real, ya
personal Y

lejos de obligarme con
juramento a
hacer que
subsista esta constitución, dispuesto. y pronto a obedecer
y ejecutar
lo que prescribe, me reservo
y protesto proceder por medios legíti­
mos
y de derecho por representaciones y oficios, que en nada se
opongan al respeto
y subordinación al gobierno presente y futuro,
ni puedan perturbar en manera
alguna la
pública tranquilidad, a
que sean
atendidos los

derechos
. legítimos,
de que no desisto, y en
cuanto pueda justamente debo promover".
La oposición no
podía ser más mesurada y el obispo aseguraba
que solamente
utilizaría medios

legítimos
y de derecho en sus in­
tentos de restaurar la justicia
y la verdad en lo que la Constitución las
lesionase
y en forma "que Óada se. oponga al respeto y subordina­
ción
al gobierno . . . ni puedan perturbar en manera alguna la pú­
blica tranquilidad". La respuesta de
aquellas Cortes-que decían que­
rer acabar con los despotismos y que habían restablecido a los es­
pañoles en el
goro de

su libertad política está contenida
. en el

De­
creto que reproduce López-Aydillo y que a continuación
transcri­
bimos

(136):
(134) Quevedo y Quintano, Pedro de, cfr. Bedoya, Juan Manuel: Re­
trato hiitóri&o ... , págs. 327. a 329. Eugenio López-Aydillo confrontó la cita
en los Papeles del cardenal Q11e11edo, en el Archivo episcopal de Orense y
la reproduce en las páginas 260 a 263 de su libro.
(13,) Quevedo

y Quintana, Pedro de:
Archivo episcopal de Orense.
Gtado por Lópet-Aydillo, Eugenio: Op. cit., pág. 263; también_ Bedoya,
Juan Manuel: Retrato histórico ... , pág. 329.
(136) Decreto Je las CorleJ contra el obiJpo Je Orense de 17 Je agos­
to de 1812, .A«:hivo Hist6rico Nacional. atado por L6pez-Aydillo, Eugenio:
Op. cit., págs. _267 y 268. También lo reproduce Lafuente en la página 156
del tomo XIII de la obra antes citada. -
219
Fundaci\363n Speiro

PMNCISCO /OSE PERNARDEZ DE LA CIGORA
"Las Cortes generales y extraordinarias, en vista de la
certificación remitida

a S.
M. de orden de la Regencia del
Reino por oficio del Secretario de Gracia y Justicia fho. en
13 del
a>rriente en

la
cual se acredita lo ocurrido en el act0
de prestar el Rdo. obispo de Orense el juramento de guardar
y hacer guardar la Constitución política de la monarquía es­
pañola;
y resultando de ella haberla verificado dho. Rdo. obis­
po después de hacer
varias protestas, reservas e indicaciones
contrarias al

espíritu de la
misma Constitución y el decreto
de
18 de marzo de este año, y repugnando a los principios
de toda
sociedad, según lo cual no puede ni debe ser reputado
como miembto de
ella ningún individuo que rehuse confor­
marse
con las leyes fundamentales que la constituyen, así en
la sustancia como en
el. modo
prescrito al efecto por la com­
petente y
legítima autoridad, hao venido en decretar y de­
cretan:
l.º El Rdo. obispo ele Orense D. Pedro Quevedo y Quin·
tano es indigno consecuencia destituido
de todos los honores, empleos, emo­
lumentos y prerrogativas procedentes de la potestad civil.
2.º . Será

además expelido del territorio de la monarquía
en
· el término de

veinticuatro horas, contadas desde el punto
en que le fuera intimado
el presente

decreto.
3.º Esta resolución comprenderá a todo español que en
el acto de jurar la Constitución política de la monarquía usa­
se, o hubiere usado de reservas, protestas o restricciones, o no
se condujere, o hubiere conducido de un modo enteramente
conforme a
Jo prevenido en el decreto de 18 de marzo del
corriente año. Y en el
caso de

ser eclesiástico, se le ocuparán
además las temporalidades".
Cuesta trabajo comprender cómo a la vista de actuaciones como
la presente, que desgraciadamente no es excepción en la historia de
las Cortes,
pueden algunos

seguir presentándolas como el paradig­
ma de la
libertad frente al reinado de Fernando VII. Sin pretender
disculpar a éste en absoluto, hay que poner a las Cortes por lo me­
nos a su nivel en lo que a despotismo se refiere. Teniendo en cuen­
ta, además, que el monarca se encontraba con todos los recursos
del poder en su mano mientras que las Cortes pretendían ejercer su
soberanía en

un país conquistado por el enemigo. De haber do­
minado efectivamente en toda
España, posiblemente

habrían hecho
220
Fundaci\363n Speiro

PEDRO DE QUEVEDO Y QUINTANO
que . se recordase al mismo Fernando VII <;amo a un rey benóvolo
aún · sin

haberlo sido eo modo alguno. Y, sobre todo, pretendiendo
las Cortes que sus actuaciones las dictaba la Libertad.
El decrew que acabamos de ver es un monumeoto al prÍilcipio
de

retroactividad de la ley,
al despotismo, a la intolerancia y hasta
al latrocinio. Basta él solo para desacreditar a cualquier Parlamento
consagrándolo, cualesquiera que sean sus
declaraciones, como
ejem­
plo de tiranía. El tomo V del "Diario de Sesiones" recoge los párrafos más
bochornosos e

indignos pronunciados eo las Cortes con motivo de
este asunto (137). Después de leerlos se compreode bien que los
historiadores liberales paseo sobre estas páginas
i;omo sobre

ascuas
o
las silencien sin más. Vamos a seguir nosotros aquellos hechos por
un
fallero i;ontemporáneo (138)

que da de ellos una versión viva
y
abreviada. Los testimonios de los. diputados liberales son
antológii;os. Así:
Argüelles:

"pidió se leyese un acuerdo tomado eo
secrew
el

día
antés de firmarse · la Constitución, declarando que

todo
diputado que se niegue a firmar la
Constitución lisa y llana­
meore el guardarla, será
declaiado indigno

del nombre espa­
ñol, .despojado de todos sus honores, distinciones, ere. y. ex­
pelido de todos los dominios de
España: propuso, que esre
acuerdo
fuese extensivo a

todos los
. espafioles
( ... ). ¿Puede
haber tranquilidad pública en un estado eo que un prelado
adornado de tantas cualidades hace semejantes protestas en
un
acto solemne? No puede haber ni nación, ni Constitución,
ni Congreso con tales escrúpulos.
¿Los tuvo
cuando se le nom­
bró regente? ¿Hizo tales reservas? No hablaría así, o
al me­
nos no lo haría impunemeote en
. tiempos

de Carlos IV, ni a
la Regencia de que fue individuo. Si
yo me dejara llevar de
hablillas
diría que tal vez hubo concesión de indulgencias a
los que no asistieran a las funciones públicas de la publica­
ción de
la Constitución ... " (139). El "divino" Argüelles re­
curre
aquí a
la ·calumnia -no solo el obispo no concedió in­
dulgencias a quieoes no jurasen sino que fue él quieo eovió
(137) Diario de Sesiones de la.s Cortes ...
(138) Copia literal ...
(139) Copia literal ... , págs, 8 y 9.
221
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGO.i
la Constitución a los sacerdotes de su obispado (140)-y a
los más odiosos
efecros de

la retroactividad
de las leyes man­
teniendo
decretas en secreta para

luego aplicarlos, ampliados,
a su conveniencia.
Como se ve por el decreta de las Corres antes citado la
proposición de Argüelles se aceptó en su integridad. No vale
la pena
hablat de

la falsedad de la sumisión del obispo "en
tiempos de Carlos IV" o en la Regencia. Hemos visto
ya cuál
fue entonces su valiente y digoa actitud.
Calattava: Dijo entte ottas cosas: "Estos son los primeros
frutos de la blandura o debilidad de V.
M (las Cortes se ha­
blan dado

esre ttatamiento) Quieren un rey déspota, no quie­
ren Constitución ... váyase de entte nosottos: aquí no obliga­
mos a nadie"
(141). Si llegan a obligar ...
Duefias: "Se acaba
de oír la sentencia de Lardizábal, ¿por
qué no ha de sufrir (el obispo) la misma suerte? Aíiadió, que
de los bienes
de ambos se erijan en Toledo y en Zamora dos
monumentos,
unn en honor de Padilla
y otto en el del obis­
po de
Zamora, degollados

ambos sin oírlos en tiempos de
los comuneros, por haber sostenido los derechos de la na­
ción"
(142). La falta de audiencia que Duefias reprobaba en
el caso de los comuneros parece no estorbarle cuando se trata
del obispo de Orense.
La incautación de los bienes propuesta
es también· medida llena de liberalidad.
Capmany:
"Es necesario

rener entendido todo Jo que an­
reriormenre ha pasado,
y los amargos días y aun noches que
ha hecho pasar al Congreso: en secreto unos sefiores, incluso
los eclesiásticos,
querían fuese

a Malvinas, ottos que a Ceu­
ta, ottos que se Je decapitase: presentáronse por su parte
protestas llenas de todas las cavilosidades de que es suscepti­
ble
el escolasticismo te6lógico: tuvimos la bondad de perdo­
narle, quiero decir
. pasarlo
a un Tribunal: habló de los in­
sultos que
hiw al

Congreso hasta ofrecerse al martirio, a lo
cual me levanté
yo pidiendo no se le diese gusto: cuando no
obedece al gobierno un hombre es tanto más peligroso, cuanto
más austero y virtuoso: esre prelado es
tenaz, rerco, y se opo­
nía a

todas
las órdenes de todo gobierno, y no reconoce más
autoridad que la suy~. tiei;ie su conciencia peculiar, comó Buo-
(140) Quevedo y Quinta.no, Pedro de: Archi1'o episcopal, citado por
L6pez-Aydillo, Eugenio: Op. cit., págs. 142 y 266.
(141)
Copia literal ... , pág. 9.
(142)
Copia literal ... , pág. 9.
222
Fundaci\363n Speiro

PEDRO DE QUEVEDO Y QUINT ANO
naparte tiene su política: cuando fué a· Galicia pedí no le
diesen tinta, papel ni
pluma para que

no escribiese ni sem­
brase en el pueblo su desesperación apostólica: pidió pasase esta exposición a una comisión compuesta de tres eclesiásti­
cos
y tres seculares" (143). Otra muestra más de la magna­
nimidad de las Cortes que piensan que
perdonarle es
entregar­
lo a los Tribunales.
Y una medida muy acorde con _la liber­
tad de

imprenta que las Cortes habían aprobado es la soli­
citud de
dejarle sin

tinta, papel ni pluma.
Y eso que se tra­
taba

de
un obispo "austero y virtuoso" o, como decía Argüe­
lles,

respetable y disculpable "por su
virtud y ancianidad".
Toreno: "No se dé lugar a que los ánimos se resfríen: vó­
tese la proposición del señor Argüelles: la Regencia cuidará
de

su
=plimiento, así. como

ha sabido
pasar por cima de las
· leyes, cuando se ha arriesgado la seguridad de la patria; aun­
que según el. contexto de sn papel, más bien merecía se le
destinase a
una. de ciertas casas que hay en España" (144).
Los procedimientos
utilizados ciento
cincuenta años después
por el comunismo en Rusia, de internar a los adversarios po­
líticos en clínicas psiquiátricas, pueden encontrar -un pre<;e­
dente en el Cádiz de 1812.
Gallego: "Sin resolución
geoeral, sin_ ley,

sin
nada, se
sabe
que todo individuo que no reconoce las leyes de una sociedad se le echa de ella; estoy viendo que se va a
salir por el re­
gisttO de que esta ley

no ha de tener
efecto retteacrivo ...
esta

ley es inherente
a toda

sociedad de todo el mundo.
Dígase
a

la Regencia, que no siendo español quien no reconoce
111$
leyes de la monarquía, las Cortes quieren se le expela del te­
rritorio español" (145). García
Herreros: "Si un diputado hubiera hecho lo del
obispo
de Orense,

a
las 24 horas se le hubiera expelido sin
hablar una

palabra,
¿y ahora estamos perdiendo tiempo en
esto?" (146).
"Opúsose Ostolaza diciendo que no podía tener efecto
retteacti­
vo

el decreto con el obispo. Impugnáronle fuertemente los señores
Gallego, Calatrava y Argüelles, manifestando este último,
_que a

una
(143) Copia literal ... , págs. 9 y 10.
(144)
Copia literal ... , pág. 10.
(145)
Copia literal ... , pág. 10.
(146)
Copia literal ... , pág. 10.
22¼
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSE PERNANDEZ DE LA CIGORA
nación nada se le disputa: explicó los efectos retroactivos y de qué
modo se entienden, que en ningún modo se puede quedar
impune
este delito, que es de lesa nación, que se hace ilusoria la santidad
del
juramento, y concluyó dic;iendo: yo no reconozco ya al obispo
como dudadano" (147).

Quedó
así, por boca de Argüelles, justifica­
do cualquier despotismo.
A una

nación nada se le
disputa. Con esto
se abre el camino a los mayores excesos. Realmente los veiotinueve
diputados que
votaron a
favor del
obispo acreditaron
ese
día su
valor. Todo
estQ hace exclamar al autor de la "Copia literal ... ": "Los
que han vivido
siempre bajo

un monarca despótico no pueden
iola­
ginarse. que hay despotismo sino en los reyes. La tiranía es, en su
opinión, una
especie de

enfermedad hereditaria, y limitada a
ciertaS
familias: basta que el poder salga de las manos de sus individuos
para que no puedan figurarse la posibilidad de que se abuse de él.
La verdad. es que las pasiones son la base de las más de las teorías
políticas
que han deslumbrado a mucha parte del mundo en estos
&timos tiempos,
y que bastaba que tirasen a humillar el orgullo de
los reyes y señores
para que
las
creyésemos como
a verdades
inspi­
radas.

Que
habla necesidad de poner trabas al poder que abrumaba
a los pueblos del continente¡ es una cosa indudable;
.pero que no
fuese también preciso
sujetar a

los que
hablan de mandar a nom­
bre del pueblo: sólo
podía ocurrir

a
caletres acalorados \por un es­
píritu
de

indignación, que aunque en su origen era
natural y dis­
culpable, ha

sido
y será muy funesto en sus consecuencias" (148).
' Lo que le lleva a concluir con esta verdad meridiana: "La esen-
cia del despotismo está
en el

modo con
que, se

ejerce el
poder; no
en

el número ni en los
tirulos de

los que lo ejercen" ·(149).
Imagina el autor de la "Copia literal ...
" que, en

vez de
las Cor­
tes, habla la nación elegido, para combatir el despotismo, un nuevo
rey que
. proclama la soberanía del pueblo y una Constitución. Y
continúa: "A este tiempo un obispo venerado de toda la nación por
( 147) Copia literal ... , pág. 10.
(

148)
Copia literal ... , pág. 11.
(149)
Copia literal ... , pág. 11.
224
Fundaci\363n Speiro

PEDRO DE QUEVEDO Y QUINT ANO
su inteligencia y sus virtudes pastorales, y mirando al principio de
la revolución que colocó al soberano popular sobré el trono, como
uno

de sus primeros móviles, llamado a firmar
la nueva Constitución,
expone que en
ella hay máximas y principios que se oponen al dic­
tamen de su conciencia; y que habiendo estado dispuesto toda su
larga vida a
sacrificarlo todo

antes que ir
contra lo

que cree ser de
su obligación
pasroral, no

puede ahora, cercano
ya al sepúlcro, san­
cionar
con juramento
lo. que no se conforma con aquellos · deberes.
Así
que lo
ónico que

puede hacer en
. favor
de la
tranquilidad· pú­
blica es

reservarse la
facúltad de
representar al futuro representan­
te
de la nación soberana sobre ciertos· puntos que juzga que deben
reformarse; y
hecho esto jura obedecer a
la nueva Constitución, y
al soberano.
"Llega esta representación a manos del ministro,
y se dirige al
cuarto del rey
para dar cuenta a

S. M. Apenas
lo oye monta en CÓ'
lera, y empieza a exclamar tontta el obispo de esta manera. "Mu­
chos
ratos amargos me ha dado ya ese obispo, y lo que
más me, irri­
ta
es, que siendo un prelado adornado de tantas
cwilidades, su
opi­
nión debe tener mucho
(mucha influencia

sobre esta materia). No
hablarla así, o al menos no lo
haría impunemente en tiempos

de
Carlos Cuarto
"(aquí hay

una
nota que dice: .S. M.

se engañarla;
·por­
que

es pública fama que resistió
firmemente a

varias órdenes de
Carlos IV, porque
las creyó contrarias a la ley eclesiástica que· tocia
su
vida ha defendido con un espíritu que de
cada cien españoles,
los noventa y
nueve llaman apostólico). No es lá primera vez que
mi indignación me ha dictado mandarlo a
Malvinas, y aún ya me
ocurrió decapitarlo. Pero ya que
la otra vez no di oídos al enojo,
no demos lugar (ahora) a que mi ánimo se resfríe. Pronto;
extien•
de

un decreto desterrándole, confiscándole los bienes, privándole del
obispado,
y ••• ". Pero señor (dice el ministro) perdone V.M. que
le interrumpa: ese
decreio serla llamado' arbitrario por

los enemi­
gos de V. M.
Lo más que se pudiera hacer serla poner al obispo en
la disyuntiva de hacer el juramento sin protesta o sufrir la pena que
el decreto le imponga; mas de
otro modo

sería
darle un efecto
retroactivo"
.

• .
"¡ Qué dices! . . . a un soberano que babia en nom­
bre de una nación nada se le disputa. Extiende al momento, por ley,
,, 225
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
que tanto ese prelado como todo espafiol que se halle en el caso del
obispo, sea tenido por indigno del nombre de
espafiol: despojado
de

todos sus empleos, sueldos
y honores, y expelido del territorio
espafiol en

el término de 24
hoHS".
"Al
rey

representante de
la nación (aunque lo fuese por votación
nominal) dice el anónimo autor del folleto que procediese de este
modo, Je llamaría yo
tan déspota como Carlos IV; y compadecería
a
la nación que Je hubiese confiado su soberanía tan sin modifica­
ciones, que, sin
más formalidades ni procedimientos que su decisión
repentina pudiese sancionar una ley con pena
poco menos, y acaso
para algunos más, que de muerte, movido por las razones que S. M.
ha alegado,
y sin dar tiempo a que su ánimo se resfríe. Hecha de
este modo, es despótica hasta
la misma justicia" (150).
Y páginas
más adelante añade: "A una nación nada se le dis­
puta; establece . por principio fundamental el corifeo de las Cortes.
¿ Y quién es esa nación? Las Cortes. Según eso, justos o injustos,
no hay recurso contra sus decretos. Infeliz
nación soberana que tan
pronto ha tenido que .entregar su poder supremo en manos ajenas,
sin saber, no digo
ya si lo delegaba, pero ni aun si lo poseía. La
mayor parte de la nación española apenas sabía que se habían
reunido Cortes en Cádiz.
Y estas Cortes declaran
de repente su
SO·
beranía a título de nación, para asegurar en seguida que nada pue­
de disputársele, ni aun por esta nación misma, en cuya soberanía
funda su. poder absoluto" (151).
Dificil
seril. rebatir
lo achacado a las
Cortes en
cuanto a gobier­
no despótico
y tiril.nico. Pero volvamos al obispo que había salido
de Orense refugiándose en una aldea de su diócesis, San Pedro de
Torey, enclavada en Portugal. Allí, en el destierro y fechada el 20
de septiembre de 1812, hace Quevedo una representación a la Re·
gencia en
la. que

reafirma sus posiciones (152).
Protesta al principio de como
"sin saber

cómo, ni por qué, se
(150) Copia literal ... , págs .. 12 y 13.
(151) Copia literal ... , pág. 15.
(U2). 'Quevedo y QuintanO, Pedro de: Representación a la Regencia,
Archivo episcopal de Orense. Citado por López-Aydillo, Eugenio: Op, cit.,
págs. 270 a 277.
226
Fundaci\363n Speiro

_PEDRO DE QUEVEDO Y QUINT ANO
Je declara indigno del nombre español, se Je exrraña del Reino, se
l.e priva de todos sus honores, y derechos civiles, y se le trata, sin
oirlo, ni hacerle cargo alguno, como pudiera hacerse con un reo de
estado y convencido de grandes delitos contra él, y de una verda­
dera traición" (153).
Quevedo afirma que "el obispo ha jurado guardar,
y hacer guar­
dar la nueva Constitución. N(! manda otra cosa ni se ha publicado
otra ley. ¡ Cuál es la inobediencia o falta de conformidad con la
sociedad?" (154).
Y a
continuación arremete a fondo, con
to rigor de su fortn?:ción escolástica, contra 1~ fundamentos mismos
de la obligación del voro.
"Jurar
la Constitución no es jurar la certeza y verdad de los
principios en_ que se ·funda, ni _las _asercio_nes_ contenidas en ella; y
siendo indispensable a los que mandan jurarla, (es obligació,:i) ha­
ber
examinado . la justicia de .lo que mandan jurar; pues el juramen­
to no puede ser de. cosa injusta e inicua, porque tal jurarne,:itcr se­
ría
un perjuicio,.
y deliro execrable, y por orra parte, no siendo po­
sible a
la multitud enterarse por la sola lectura de algunos artículos
en los sitios públicos,
y los que al siguiente día en. que se presta el
juramento se

leyeren en
la Iglesia: el examen que ha debido pre­
ceder en los que
ordenan el juramento puede
mover a creer son
jusras y honestas las Leyes que contiene
la Constitución, no debien,­
do

comprender
en ningún caso Jo que sea ilícito, e injusto. ¿Y que
hay que censurar .en esro? ¿Qué se opone al espíritu de
la Consti­
.tución o es contrario a. la nueva sociedad.?
Seguramente no es conrra la Constitución, ni contra su espíritu
la doctrina sobre el juramento, que antecede: porque .es la de rodos
los teólogos,
la de los Santos Padres, la de roda la Iglesia, y la que
la misma razón natural demuestra verdadera. ¿Qué seri, pues, lo que
se estima contrario a
la Constitución o a su espíritu? No puede ser
(t,3) Quevedo y Quintano, Pedro de: Representación a la Regencia,
Archivo episcopal de Orense. Citado por L6pez·Aydillo, Eugenio: Op. cit.,
pág. 270.
(1'4) Quevedo y Qu.intano, Pedro de: Repre;entación a la Regencia,
Archivo episcopal de Orense. Citado por López-Aydillo, Eugenio: Op. cit.,
pág. 271.
227
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGOEM
otra cosa que decir el obispo que juraodo la Constitución no es
necesario jurar la

certeza, ni la verdad de los principios en que se
funda, o :de sus aserciones. Pero esto es imposible jurarlo, y es evi­
dente que no puede caer bajo juramento. ¿Se puede jurar que es
cierto y verdadero lo que const:a no ser ciertO, y se· controvierte, y
duda si es verdadero? ¿Se puede mentir y jurar la mentira? No es
necesario alegar autores, o doctrinas
contrarias. Los
debates y dic­
támenes de muchos diputados, en nada
conformes en

las sesiones
públicas, son una demostración de que los principios no son
ciertós,
y

pueden no ser
verdaderas algunas aserciones. (
... )
¿Qué autoridad,
no

siendo la de Dios mismo, puede obligar a los
hombres a
que
tengan por

cierto e
irifalible lo
que se les dice, y renuncien del todo
a sus

luces y a su propio juicio? ( ... ) No piensao todos los
espa­
fioles cómo.
el

mayor
número de
los diputados, y muchos
no se
aco­
modarán y

dificultarán jurar lo que les era desconocfdo" (155).
Y añade: "¿Cómo podrá entenderse sancionada la Constitución
por la voluntad
· general

de la Nación, si se le propone
esta Cons­
titución

como una
Ley forzosa independiente de su voluntad?" (156).
Por
último el

obispo rompe ya definitivamente con la
obra de
las Cortes de' Cádiz. Manteniendo un respero formal a la autoridad
pero rechazando

sustancialmente sus ideas. Este
respeto formal
entra
dentro de la lógica tradicional del obispo en
cuaoto que

las Cortes
y la Regencia son la única autoridad civil en el
país y

a ella debe
obedécérse mientras otra

más
perfecta no h sustituya. Lo contrario
sería

la
aoarquía. Pero

el obispo, prácticamente, está postulando el
derrocamiento de

esa autoridad que ha dejado de
sei legitima.
"Se debe,

pues, distinguir entre la Sociedad de los Diputados y
la verdadera Sociedad de la Nación. El obispo no
ha querido, ni
quiere, ni querrá, sociedad con los Diputados, y ser uno de los cons­ tituyentes. Renunció este honor,
y explicó el motivo que para ello
(155) Quevedo y Quintana, Pedro de: Representación a -la Regeníia,
Archivo

episcopal de
·orense. Citado por López·Aydillo, Eugenio: Op. cit.,
págs. 271 y 272.
(15!5) Quevedo y Qlllntano, Pedro de: Representación a la Regencia,
Archivo episcopal de Orense. Citado por López-Aydillo, Eugenio: Op, cit:,
pág. 273.
228
Fundaci\363n Speiro

PEDRO DE QUEVEDO Y QUINTANO
tenía, y subsi~te aún. Pero n~ ha , r~nunciado, ni renuncia y antes
aprecia tanto como .el que más la de la Naci6n. Es espaííol verda­
dero,
y lo será sin embargo de juzgarlo indig,io de tan ilustre título
el
Congreso extraordinario, y sin arrogancia, ni vanidad alguna, por­
que
lo exigen las circunstancias, puedo decir que entre los 84 Di­
putados que han votado
fo contrario no hay uno que pueda acre,
ditar

con pruebas
más decisivas, públicas y demostrativas su amor
a la Nación, su fidelidad a su Rey,
y muchos de estos Diputados
apenas podían dar otra prueba que la de amantes
.de la
Constitu­
ción, que siendo obra suya, la aman como los
padr.es aman

a sus
hijos por feos que sean" (157).
La voz del obispo adquiere ecos paulinos en su afirmación de
patriotismo. Ese
"y yo
más" arrojado, con
toda razón, al rostro de
los diputados
gaditanos que

prerendían despojarle de su más pre­
ciado
galardón después

del de cristiano, el de ser espaííol, parece
desmentir su tradicional modestia
y humildad. Pero es que había tres
cosas en las que
. nunca.

admitió ser menos que nadie. El amor· a la
religión católica,

el amor a su patria
y el amor a su rey. Poco le im­
portaba que le llamasen viejo o poco inteligente. Que esas cosas las
daba Dios y el no tenía
por qué responder de ellas. Pero el amor y
la fidelidad eran incumbencia propia
y .fruto de su voluntad. Y en
eso era él
el responsable. Ahí era

el obispo inflexible
y no admitía
superioridad
alguna en

quienes, desde
Cádiz, combatían, aunque
proclamasen
lo contrario, a sus tres
grandes amores.
Pedro de Que­
vedo
hizo verdad

en su propia carne el grito por el que años des­
pués caerían miles de
espaííoles fertilizando con

su sangre el
fu¡uro
de

España. El fue un adelantado del por Dios, por la Patria.
y el Rey,
"Ei obispo -<0ntinúa diciendo--confiesa que no ama la Cons­
titución; porque no la estima útil y conveniente, sino perjudicial
y contraria al bien de la Nación: y por razones poderosas que piden
y necesitan una obra a que la debilidad de fuerzas corporales, la
ancianidad
y falta de vigor y viveza de espíritu en el obispo son
un obstáculo casi insuperable.
(157) Quevedo y Quintano, Pedro de: ReP,-esentaci6n a la Regencia, Archivo episcopal de Orense. Citado po.r L6pez-Aydillo, Eugenio: Op. ~it., págs. 274 y 275.
229
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
Con todo, si el obispo no ama la Constimción, ama a su Nación,
y admitida, y establecida por ella, siendo una Ley del Estado, e
ínterin lo sea,

la
observará y hará observar por su parte en cuanto
le corresponda. ¿Puede pedírsele
algo más? ¿Qué le importa a la
Nación, ni aun al Congreso revestido de
su representación, que ame
o -deje de amar el obispo la Constituei6n, con tal que se sujete a
ella,
y sea fiel y exacto en su observancia? ( ... ). Juzgar que se debe
obedecer la Constitución, siendo
una Ley del Estado, y quererla ob­
servar, es debido
y necesario. Pero juzgar que ella es buena, cuando
se opina lo contrario, y amarla como hermosa creyéndola fea, sería
un
empeño tan inasequible

como irrazonable. Sobre lo que precede
debe observarse que la nueva Constitución no se impone a veinte
millones de habitantes
errantes por

los bosques sin enlace, ni civili­
dad alguna anterior. No se miren los españoles como los salvajes
del soñador ginebrino, ni sus diputados son de este
número. Si

se
ttatase de
una Constitueión o sociedad a que ninguna precediese, era
consiguiente no fuese miembro de ella el que no quisiere confor­
marse; y· aun entonCes lo que poseyera y era suyo antes, no se le
podía quitar" (158).
Al leer las réplicas del obispo a las invectivas de los Argüelles,
Calattavas, Torenos
y demás diputados liberales forzoso será con­
cluir que la razón, el desapasionamiento
y la defensa de la libertad
estaban

al lado del prelado de Orense. Aunque por esa falsifica­
ción que

sufrió nuestta Historia, obra precisamente de los libera­
les de Cádiz
y de sus discípulos, pudo llegar a pensarse que ellos
eran los paladines de la libertad y quienes a ellos se oponían los que
postulaban el más radical absolutismo.
Por ello Leopoldo Augusto del
Cuero, de

la Academia españo­
la, autor de la biografía del conde de Toreno que precede a su His­
toria del levantamiento, guerra y ,evoluci6n de España (159), ha po-
( 158) Quevedo y Quintano, Pedro de: Representación a la Regencia,
Archivo episcopal de Orense. Citado por López-Aydillo, Eugenio: Op. cit.,
págs. 275 y 276.
(159) Cueto, Leopoldo Augusto del: Don Josl Maria Q11eipo de Uano,
conde de

Toreno.
Estudio preliminar a la obra de Toreno que venimos citan­
do. Biblioteca de Autores Españoles, tomo LXIV, págs. v a LIV.
230
Fundaci\363n Speiro

PBDRO DE QUEVEDO Y QUINTANO
dido escribir: "Otro acto reprensible, y aun opresivo, de aquel Con­
greso, a que
contribuyó con

sus amigos el Conde, fue el decreto ex­
pedido contra el obispo de Orense, D. Pedro Quevedo
y Quinrano.
Este

prelado, generalmente venerado por su integridad
y sus virru­
des, y cuya noble y enérgica respuesta a las proposiciones que por
ganarlo le hicieron los franceses había
tenido notable influjo para
excitar al pueblo español a la resistencia; llamado a jurar la nueva
Constirución, expuso

en términos dignos
y mesurados que, aunque
estaba dispuesto

a
prestat el

juramento que se Je exigía, creía con­
forme a sus deberes pastorales hacer presente que hallando en aquel
código
máximas y disposiciones contrarias al dictamen de su con­
ciencia, se reservaba la
facultad de representat, cuando
hubiese lu­
gar, sobre ciertos puntos que en su concepto debían reformarse. El
Congreso, sin tener en cuenta ni su_ venerable carácter, ni sus escla·
recidos antecedentes, ni su avanzada edad, ni el respeto que · Je te­
nían los pueblos, y no advirtiendo que exigit juramento bajo penas
gravísimas era ejercer la coacción más contraria a la verdadera li­
bertad, trató de infamar al obispo de Orense declarándole indigno
de la consideración de español, y ordenó que fuese expelido del te­
rritorio de la Monarquía veinticuatro horas después de intimado el
decreto. Hecha
de· este modo, es despótica hasta la misma justicia, decía
con razón un periódico de aquel tiempo. Y en
verdad; si
la
esencia
del

despotismo
consiste. en

la manera de ejercer el poder,
y no en
el
número ni en los títulos de los
que lo ejercen, ¿no era un escar­
nio

que un gobierno apellidado libre impusiese a los individuos del
pueblo que había declarado soberano la alternativa de jurar sin res­ tricción una
instirución flamante

y desconocida, o de ser
extrañados
del

país en que habían nacido?
¿O no

era parte, por
venrura, de
ese
pueblo
el que se atrevía a pensar de distinto modo que las Cortes,
o dudar de su infalibilidad? ¡ Y hay quien imagine que el poner
el poder en manos de muchos
basta para el afiamamiento de la li­
bertad!" (160).
Hay que decir en honor de Toreno que conociendo la semblanza
(160) Cueto, Leopoldo Augusto del: Op. cit., pág. xx.
231
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA ClGOflA
biográfica que de él había trazado Leopoldo · Augusto del Cueto, le
dirigió, el 18
de. noviembre.
de 1842, es decir, treinta afíos después
de los sucesos que venimos comentando, una
carta agradeciéndole
su biografía.
En ella le dice entre otras cosas: "Le doy por el aga­
sajo: muchas gracias;y aún más, y muy rendidas, por el buen des­
empeño de la
tarea en cuanto a mi roca; dispensándome elogios que
no merezco.
Daráselos a

V. el público ilustrado por
haber enrique­
cido

nuestra literatura con un opúsculo
lleno de buenos pensamien­
tos,. dispuesto _acertadamente, imparcial en ·sus juicios, de estilo puro
y muy bello; superior en todas sus partes" (161).
Calmadas las exaltaciones juveniles el conde de Toreno debió
reconocer
cuan injusto fue su proceder, y el de sus compafíeros en
las Cortes, éon el obispo de Orense. Al menos nada objeta a la crí­
tica del de Cueto. Ya en 1820, cuando se volvió a imponer la Cons­
titución de 1812, era Toreno elemento moderado y menos
fervoroso
de

aquella ConstituciQn que tanto contribuyó a alumbrar. Vió incluso
su vida en peligro a manos de
la turba. Que esto suele pasar a quien,
inexperto o malintencionado, se
dediéa a sembrar · vientos.
Por

fin, el
día 21

de abril de 1813
publica el

obispo de Orense
su Manifie.rto a la Nación española (162). En el figura toda la docu­
mentación que hemos venido citando en lo que se refiere al enfren­
tamiento del obispo a las Cortes
y alguna otra que hemos pasado
por alto. Confirma
· plenamente

cuanto
había narrado
Lardizábal en
su Manifiesto (163) y justifica el retraso en imprimir sus razones tal
como había dicho a Lardizábal por "el recelo en perjudicar en algo
la causa principal y defensa de la
nación'', lo

que prevaleció sobre
"lo que parecían exigir su propio honor,
y las expresiones de dia­
rios y periódicos que excitaban a ello" (164). El
Mamfiesto es, prin­
cipalmente, una descripción de todos
·¡os sucesos

que condujeron al
juramento de 1811
y al de la éonstitución de 1812 de Jo que dice
que "contraria al título que lleva, a juicio del obispo, antes que
(161) Toreno, conde de: Op. cit., pág. v.
(162)" Quevedo y Quintano, Pedro de: Manifiesto ...
(163) Quevedo y Quintana, Pedro de: Manifiesto ... , págs. 43 y sigs.
(164) Quevedo y Quint.a.no, Pedro de: Manifiesto ... , págs. 43 y 44.
232
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PEDRO DE QUEVEDO Y QUINTANO
Constitución, es destitución de la Monarquía española, y un ttastor­
no de su antigua
y verdadera Constitución" (165 ).
El
.Mmúfiesto nos confirma en todo cuanto hasta aquí se ha
venido diciendo y ttas su lectora se comprueba de nuevo cuánta ver­
dad hay en la queja de Quevedo: "¿Es el obispo quien hizo pasar
tantos ratos
amargos a los diputados,

o estos al obispo?" (166).
VIII. La Inquisición liheraL
Se equivocaban las Cortes ·si creían que con el destierro iban a
acabar con
.,1 obispo.
Los ataques de los diputados a la Inquisición
hacen que
dirijá: "a sus Venerables Hermanos e

Hijos en Jesucris­
to, el Deán
y Cabildo de nuestta Santa Iglesia Catedral, Abades,
Curas, Tenientes
y deniás eclesiásticos, y Fieles .de nuestta Dióce­
sis"

una carta pastoral sobre la Inquisición (167).
En
ella decía: "Nos ha parecido conveniente, y aun necesario
manifestaros,
y a toda la Nación, que este Santo Tribunal lejos de
perjudicarnos (

era el argumento de las Cortes que decían se oponía
a la jurisdicción episcopal), nos alivia,
y auxilia para el cumplimien­
to de nuestto oficio pastoral ( ... ). Por Jo
mismo deseamos que .,¡
Tribunal

de la Inquisición sea
COnsetVado, y tenga siempre la pro­
teeción · que

desde el
reinado de

los Reyes Católicos, D. Fernando
y
Dña. Isabel, ha obtenido, no sólo de ellos, sino de todos sus su­
cesores" (168).
Y aduce como justificación del Tribunal a la Historia que nos
muestra cómo
gracias a él nos vimos libres de herejías en nuestto
sudo: "La experiencia ha demostrado que España si no ha padeci­
do la suerte de los ottos reinos contagiados casi todos por la
here­
jía, sé debe atribuir este beneficio al Santo Oficio de la lnquisi-
(165) Quevedo y Quintano, Pedro de: Manifiesto ... , pág. 71,
(lp6) Quevedo y Quintano, Pedro de: Manifiesto •.. , pág. 73-
(167) Quevedo y Quintano, Pedro de: Carla Pmloral, Archivo episco­
pal de Orense. Citada.por López~Aydillo, Eugenio:· Op, cit., págs. _272.a 279,
(168) Quevedo y ·Quintana, Pedro de: Carta Pastoral, Archivo-episco­
cal de Orense. Citada -por López-Aydillo, ·Eugenio:· Op, dt., págs. 277 y ·278.
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FRANCISCO !OSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
ción; y es muy temible que quitada esta batrera, tenga la suerte que
los demás. Dios ha bendecido
el celo de nuestros religiosos Mo­
natcas, y el de un Tribunal erigido para baluatte y defensa de la
verdadera Religión. ¿Por qué los Obispos católicos no lo recomen­
datían y serían sus defensores? ¿Y qué cosa más propia ·que la so­
licitud de los Obispos unidos en Mallorca, y padeciendo por la
gloria de Dios, y la causa de la Nación, en favor de la Inquisición? Su santo celo excita el
nuestr0; y

hemos querido
hacer público
a nuestra Diócesis, y a toda la Nación, somos del mismo dictamen,
y es también el mismo nuestro deseo, y no nos extendemos a hacer
apología del Santo Oficio de la Inquisición, porque la autoridad de
tantos Sumos Pontífices y Reyes de Espafia en su favor es la más
completa; y porque nada resta que hacer después del Discurso his­
tórico

legal sobre el origen, progresos y utilidad del Santo Oficio
de
la illquisición de Espafia impreso en Valladolid en la Imprenta del
Real Acuerdo año
de 1802'" (169).
El
deseo del obispo era el de la mayoría del país, que veía en
la Inquisición
la defensa de una fe generalmente sentida. Otro era,
en

cambio, el parecer de los diputados gaditanos que consiguen apro­
bat el

decreto que extingue el Santo Oficio. Una vez publicado ese
decreto Quevedo rechaza tajantemente
la intromisión de las 0,rres
en materia eclesiástica y prohibe que sea leído en las Iglesias duran­
te el sacrificio de la misa, tal como pretendían las
O,rtes (170).
La razón de esa oposición está en
"la obligación de defender la
autoridad y jutisdicción eclesiástica. No debemos ni podemos suje­
tarla en

esta
patte a la civil y temporal, por soberana que sea" (171).
Las palabras de Quevedo alcanzan aquí resonancias de
la anti­
gua Patrística cuando protesta
.. si alguna

potestad laica! intentase
mandat y mucho más establecer
penas arrogándose derechos aun por
uso o costumbre que debe estimarse corruptela de ordenat directa-
(169) Quevedo y Quintana, Pedro de: Carta Pastoral, Archivo episco­
pal de Orense. Citada por López-Aydillo, Eugenio: Op. cit., pág. 278.
(170) Quevedo y Quintana, Pedro de: Instrucción a los edesiáJticos de
su diócesis.
Citada por L6pez-Aydillo, Eugenio: Op. cit., págs. 280 a 282.
(171)
Quevedo y Quintano, Pedro de: InstrRcción a los eclesiásticos de
su
diócesis. Citada por L6pez-Aydillo, Eugenio: Op. cit., ptg. 281.
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PEDRO DE QUEVEDO Y QUINTANO
mente por su propia autoridad preces públicas en las Iglesias des­
conociendo la autoridad de los obispos
y mandándolas en lugar de
pedírselo" (172). De
poco iba a servir la · petición con el obispo de Orense en
esta materia, pero el atropello de los derechos de la Iglesia colma
su indignación "cuando lejos de pedírselo se exige con imperio
de
los

obispos
y aun se habla de comunicaciones y penas gravísirnas
a

los que lo resistan. ¿Podía un obispo ceder por temor humano a
esta novedad que se quiere introducir,
y dar lugar a que se sigan
otras de esta clase?" (173).
La recta doctrina queda establecida una vez más por Quevedo:
"Los obispos deben, como partes de la
sociedad civil, respetar ·y obe­
decer los legítimos superiores y gobiernos de ellas en las cosas de su
jurisdicción; pero
deben ser

respetados y obedecidos de todos los
fieles en las que son
de la· eclesiástica. Son bien conocidas las pala­
bras
de San Ambrosio: Los Palacios pertenecen al Emperador. La
Iglesia a los Sacerdotes" (174). Cuan acertadas son estas palabras
y cuan aplicables también en nuestros días. Porque si la fatromisi6n
de

las Cortes en Jo eclesiástico. era
mntra todo clerecho, también Jo
es cualquier intromisión de
· la

Iglesia en asuntos de índole temporal.
Y concluye el Óbispo:
"En consecuencia repetimos, ordenarnos y
encargamos a nuestro Provisor y a todos los Párrocos '/ demás a quie­
nes

corresponde la cura de almas, y a cuyo
cargo están
las·
iglesias no
publiquen

y lean los decretos y exposición de los diputados en las
respectivas iglesias
y mucho menos dentro de la Misa, o al oferto­
rio" (175).
La desigual lucha entre las Cortes, con· todo el podet del Esta­
do, contra este indómito obispo, exiliado en
Portugal, continum
(172) Quevedo y Quintano, Ped·ro de: Instr11cción a los eclesiástkos de
su diócesis. Citada por Lópe2-Aydillo, Eugenio: Op. cit., pág. 281.
(173) Quevedo y Quintana, Pedro dé: Instrucción a los eclesiástkos de
su-diócesis. Citada por L6pez-Aydillo, Eugenio: Op. cit., piigs. 281 y 282.
( 174) Quevedo y Quintana, Pedro de: Instrucción a los eclesiástfror de
su
Jiócesis, Citada por ·L6pe2-Aydíllo, Eugenio: Op. cit., pág. 282.
( 1 7'.5) Quevedo y Quintano, Pedro de: In'str11cci6n a los edesiásticos de
su diócesis. Citada

por
López-Aydillo, Eugenio: Op, cit., pág. 282.
235
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGOf'IA
después de esta declaración episcopal. Protesta por ella el Gobierno
español al portugués
y trasmite éste la queja al obispo (176). Y con­
testa Quevedo sin vacilaciones al Ministerio de Estado de Portu­
gal (177). Denuncia. el prelado la verdadera persecución religiosa
que estaba sufriendo la Iglesia española y que había conducido "a
la ocultación de algunos Rerevendos Obispos
y en particular del
Muy Reverendo Arzobispo de Santiago,
y aun al arresto del Reve­
rendo Obispo de Oviedo conducido al Ferrol extraído de su dióce­ sis
y vuelto a salir fuera de España" (178).
Señala la

oposición de la Iglesia española a la abolición de la
Inquisición: "Hasta treinta obispos por Jo menos de los que pudie­
ron hacerlo representaron
_para evitar esta abolición; y despreciados
y aun no leídas en las O,rtes sus · representaciones sufrieron este des­
aire sin quejarse; y sólo han resistido a una
lectura, que sobre esti­
marla

nada
. oportuna y proporcionada al sitio y a la acción del
augusto
sacrificio de nuestros altares, podría persuadir apelaban
y
autorizaban la abolición, y aun .las cansales menos sufribles que
ella" (179).
Denuncia también
las. vejaciones sufridas por el cabildo oren­
sano
y su Provisor por cumplir las intrucciones del obispo, deteni­
dos,
amenazados y ocupadas sus temporalidades. Y añade que como
obispo no Jo puede consentir por razón de un
cargo "que
ha puesto
sobre mi, no la Nación española, sino el Espíritu Santo" (180).
{176) Ofitio del Ministro de -Estado al -obbpo, Citado por L6pez-Aydi­
llo, Eugenio: Op. cit., págs. 283 a 284.
(177) Quevedo y Quintano, .Pedro de: Carta al Mi•istro de &tmlo de
Portugal
del W/9/1813, Citada por L6pez-Aydillo, Eugenio: Op. cit., pági­
nas 284 a 292.
( 178) Quevedo y Quintano, Pedro de: Carta al Ministro Je EsttJdo de
Portugal del 10/9/1813. Citada por López-Aydillo, Eugenio: Op, cit., pági­
na 285.
(179) Quevedo y Qui_ntano, Pedro de: Carta al Ministro de Estado de
Portugal del 10/9/1813. Citada por López-Aydillo, Eugenio: Op. cit., pági­
na 285.
( 180) Quevedo y Quintano, Pedro de: Carta al Mi•istro de &tado de
Portugal
del 10/9/1.813. Citada por López-Aydillo, Eugenio: Op, cit., pági­
na 288.
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PEDRO DE QUEVEDO Y QUINTANO
De nada servirá qne el Jefe Político de La Coruña ordene "que
ninguna persona ni autoridad de la Diócesis de Orense tenga comu'
nicación

en cosas de
oficio con

el R. Obispo D.
Pedro Quevedo y
Quinrano ... y que no se admitan ni obedezcan órdenes algunas su­
yas

bajo la más estrecha responsabilidad y
las penas correspondien­
tes a los contraventores"
(181). Esta batalla del obispo contra las
Cortes
estaba ganada de
antemano. por el

primero ante el
tribunal
de

la Historia por muchas tergiversaciones que hayan intentado los
corífeos del liberalismo. Fue la lucha de la verdad
contra la menti­
ra,

del débil
contra el

poderoso
y, pese a cuanta manipulación his­
tórica

se ha hecho,
foe la lucha del defensor de la libertad contra
los

auspiciadotes de todos los despotismos.
IX. En olor de santidad.·
El Manifiesto de 1os · Persas había seiíalado, y de justicia era,· las
persecuciones a este anciano veneiable · como uno· de los · ,m61tiples
actos tiránicos del régimen de las Cortes. Este es el texto del Ma,
nifiesto: "En 17 de agosto del propio año·ampliándo las Cortes la
autoridad legislativa como•·única
qne · se habiao reservado, privaton
de

honores, empleos,
y expatriaron al reverendo Obispo de Orense,
por haber
jurado la

Constitución después de hacer
varias protestas,
y

se
extendió igual pena a todo espáñol que en el acto de jurarla,
usare o hubiese usado de iguales reservas:
y que en el caso de set
eclesiástico, se le ocupatiao además las temporalidades. Este em­
peño

de aterrar porque jurasen, en época en que se titulaba a todos
libres para manifestar su pensamiento por
escrito y de palabra, es
lo que
más prueba la falta de libertad en el" juramento, la de con­
sentimiento

general de 'la Nación, y el
recelo ile c¡ue

no
lo ha­
bría" (182).
(181) Archivo epiJcopaJ de Orense,· Citado por Lópéz-Aydillo, Euge­
nio: Op. cit., pág. 293.
(182) Manifiesto '.de /01 Rersai,' .Cfr. Diz-Dois,, María ·Cristina: El Ma­
nifiesto de -18"14 (con el texto del ·Manifiesto). Ediciones Universidad de·Na-
vaira, S. A., Pamplona, ·1967, págs. 236·-y-237. ·
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FRANCISCO /OSE PERNANDEZ DE LA CIGOFIA
"El empeño de aterrar" a los que se oponían a· las reformas li­
berales. Está
perfectamente definida

por los diputados que, en un
total de sesenta y nueve, firmaron el
Manifiesto, la

política de
las
Cortes. Que esta política no haya dado fruto con Pedro de Queve­
do y Quintano no
es por
ello menos odiosa.
Al hacerse público el Manifiesto habían terminado ya los sin­
sabores del obispo. Vuelto Fernando VII le concede la Gran
Cruz
de Carlos_ IlI y le propone de nuevo para la Sede metropolitana de Sevilla. Una vez más
renuncia el obispo que ha venido demostrando
a lo
largo de toda su vida un amor por Orense realmente excepcio­
nal. En 1816 se le concede la púrpura cardenalicia como último re­
conocimiento a su apasionada entrega a la .defensa de los derechos de Dios
y de España. Poco le restaba ya de vida. El 28 de marzo de
1818, a los ochenta
y dos años de edad, fallece con el Miserere mei
en los labios. En estos últimos años sigilió brillando su inmensa ca­
ridad incluso con
los liberales, ahora perseguidos, a los que protege
y. para los que solicita clemencia a Fernando VII.
Fernández Alonso, en su
CrómCtJ de los Obispos de Orense (183)
nos dice: "El Sr.

Quevedo murió en olor de santidad, quedaodo en
Orense
y la p,ovillcia memoria irrefragable de sus infinitas bonda­
des, de sus penitencias, de su pobreza
y hasta de milagros obtenidos
por mediación de sus oraciones. Propagó el
vulgo tradiciones que,
de .padres a hijos, fueron transmitiéndose hasta llegar a nuestros
tiempos. Nadie desconoce en Orense
las virtudes ni la historia del
Sr. Quevedo ... ".
Fue,
efectivamente, una

gloria de aquella diócesis y de España.
Su combate y su pensamiento merecen ser conocidos no sólo por los
orensanos sino por todos los españoles, porque sus· ideas siguen te~
niendo vigencia y, de haberse impuesto entonces, habrían evitado el
más desgraciado siglo de nuestra. historia desde aquel otro en que
los musulmanes cruzaron
el estrecho de Gibraltar.
(183) Femández Alonso, Benito: Crónica ... , pág. 557. La nota biográ­
fica que da Fernández Alonso es bastante extensa, ocupando las páginas 544
a 561_ de su. libro.··Aunque López-Aydillo cita una edición de 1899, fa que
hemos consultado y que .creemos única figura con fecha de 1897, si bien,
al fin, dice que
el libro acab6 de imprimirse el 30 de septiembre de 1898.
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