Índice de contenidos
Número 147
Serie XV
- Textos Pontificios
- Actas
- Estudios
- Documentos
- Crónicas
- Textos
- Notas
Autores
1976
Las élites
LAS ÉLITES (*)
POR
HENRY BoBDEAU:X:.
De l'Academia Fran~aise.
Me parece que son unos textos de Bossuet los que mejor han
fijado, en
breves fórmulas
vivaces, el papel de las élites tan
mol
comprendido
o eludido en Francia,
y por cuyo defecto nos hemos
precipitado en la
confusión en que estamos. Bossuet inrerpela uno
tras otro a los grandes, los poderosos, los ricos, pero bajo esos v!>
cablos reconoce fácilmente a aquello,; que se hallan investidos con
una
misión de mando. En La Pali#que tirée de l'Escritwre Sancte
escribe: "Dios sólo ha hecho a los grandes para que protejan a .los
pequefios: sólo ha dado el poder a los reyes para que ,procuren el
bien
público
y para que sean el soporte del pueblo"'. Admirable
definición
que precisa aún más
algo más adelante: "Los pensa
mientos regios son aquellos que miran hacia el bien gener,d: los
grandes hombres no han nacido para sí mismos; las grandes poten
cias a las que todos miran han sido hechas para el bien dcl mundo
entero".
Abro las Meditati
rige a Dios
para tornarJ:e por testigo del orden establecido: "Habéis
encargado a los ricos de la subsistencia de los pobres··. Enciende por
ricos, por
,poderosos, por grandes a aquellos hombres que, merced
a la fortuna ( que entonces no era casi más que territorial e impli
caba al propietario en la labor de la tierra), el rango, la situación,
el talento, el genio, están colocados por encima de los demás; no han
sido ascendidos a este pavés para su propia satisfacción,' sino para
(*) Creemos de interés para nuestros lectores publicar, traducido al
castellano, este
interesante artículo
del que fue gran
éscritor y
académico
francés, Henry
Bon:leaux, aparecido en Candide el 9 de agosto de 1942.
1027
Fundaci\363n Speiro
HENR.Y BORJJEAUX
el bien público. Tienen que rendir cuentas, a sí mismos, al pueblo,
a
Dios. De
ahí reronoce el gran moralista su derecho a la autoó
dad. De
golpe
aparta el er,or denwcrático, no hay gobierno para el
pueblo,
si todo gobierno ha de ser para el pueblo. Fuera de !as éli
tes, que secundan al poder, no hay feliz influencia y, po,: tanto, no
hay progreso en la civilización, las cosrumbres, el arte de vivir, el
entendimiento
entre las
naciones, pues
la
paz, según explica Char
les Maurras, es obta del arte, una opetación del espíritu, un hecho
de la inteligencia en
manos de quienes gobiernan, mientras que la
gnerra es
un
estado de
cosas
siempre anrenazador.
El pueblo no. puede ser el soberano, pero todas las grandes fuer
zas del país deben ponerse a su servicio. Maurioe Barrés ·había co
piado en sus "Cahiers" este pasaje de una catta de Bismark: "El
pueblo
es
una invisible multitud de "1.mas. Es la nacwn viva y orgt<
nizada para su misi6n histórica. Es la nacwn de a,yer y la de mañana.
No tiene voz material que lo exprese; pero en la conciencia de su
tradición toma
la fuerza que le
conduce a los bienes para los que
está predestinado: sólo es el soberano quien sabe escuchar en él las
vooes
silenciosas
de su providencial
poder". Pero enae nosotros
(N.
del
t.: en Francia), y mucho antes de Bismark, Joseph de Mais
tre habla prerisado esta fórmula más prieta y concisa: "Un gobierno
es
la voluntad nacion
la misma nad6n que no sabe f,mu/s lo que quiere: es la tradición
que vive,
habla
y sabe querer".
Es así que la tradición regia en Francia foe mantenhla duron
te cerca de ochocientos años en este mismo plano: la coosecución
de
la unidad
francesa en una Europa .dividida.
Así, también,
hacia
mediados del dieciocho comprendió
con
cla
rividencia, combarida po,: toda la opinión, desde la de los inteloc
tuales como Voltaire y Raynal y la de los salones hasta la de la
calle, que más tarde se excitaría contra María Antonieta llamán
ddla "la Austríaca",
que
e'! Imperio de Austri,i, el Imperio, tráS una
lucha secular, no era ya el rival que babia que temer y que, en ,.de
lante,
el
peligro
vendria de la joven Prusia activ,i y prep,ir,Ja.· po
lítica incomprendida por la Convención y el Directorio, que fue
recogida
·demasiado tarde por Napoleón. Un trá!torno de 4ianzas
1028
Fundaci\363n Speiro
LAS ELJTES
choca fatalmente con esta opinión pública, sentimental y mal in
formada.
S6lo un poder perspicaz y fuerte lo puede imponer para
el bien general.
Mos
este poder, sobre todo hoy en día, ya no se puede ejercer
a musa de la complejidad de los problemas que hay que resolver:
político, militat, diplomático,
económico, moral, social, mediante la
acci6n de un
solo
hombre; mejor
dicho, ese
jefe
supremo que im
pone
sus directrices no puede realizar su doctrina si no es
por
in
termedio de sus ministro, y comisionados. El papel esecciail de las
élites es el de procutarlos. Cuando el Estado pretende instaurar entre
los
hombres una igualdad contraria a la naturaleza, deseca las fuen
tes
del
valor y de la prosperidad nacionales. Taine, en Les origenes
de la Frar,ce contemporaine,
demostró con argumentos ir.efuta
bles este daño
del
estatismo. Pau1 Bourget repetía, frecuentementt;
la observación de que la fuerte disciplina impuesta tmkmo por la
familia, la sociedad,
la nación, lejos de someter y romper la perso
nalidad,
por
el
contrario, la desarrollaba,, como caballo que se ence,.
brita por
el bocado y las espuelas, mientras el relaj~o de e,ttM
mismas disciplinas
y el abandono de las jerarquúis desembocan en
el debüitamiemo de
los
care,cteres, en esta penuria de individlldli
dades que podfamos constatar tllJBr y que constatamos todavla hoy.
Pero esta formación a base de pruebas implim luego el sentido
de
la iniciativa y el respeto hacia la invención. La prueba tar,to más
es provechosa al principio para madurar cualquier VOCllción y ofre
cer al mérito la ocasión de prevalecer por su 1'e11acidad y energía,
cuanto más
necesaria vuelve
a
resultat luego la libertad para la
eiopaosión de las fuerzas vitales. No hay creaci6n sin inicJativa e
incluso sin audacia. Nada le es más hostil que costumbres de nive
laci6n igualitaria, o clasificaciones por categorlas y antigüedad:
"Habéis encargado a los ricos de la subsistencia de los pobres",
declara Bossuet ditigiéndose a
Dios.
Esta contribución voluntatia,
esta hipot= impuesta a sus bienes, son combatidas incesantemen
te por su egoismo, su cupidez, su avaricia: más aún, es preciso para
que
puedan ejercer ese
ministerio que tengan conocimiento de los
infortunios
privados
por medio de la visión directa del tostro de la
miseria
y el dolor, y que la desconfianza popular no les excluya de
1029
Fundaci\363n Speiro
HENR.Y BOIWEAUX
esa ntisión que implica el intercambio de la caridad entre quien la
ejerce y aquel a quien es dirigida y que con su hunúldad da incluso
mucho más de
Jo que recibe.
La penuria de mdividttalidades cr,p,ices de servÍ4" útilmenes al
bien f>tlblico
se ha hecho sentir crucimente entre las dos guerras,
ya sea potque hayamos perdido entre
1914
y 1918 la calidad a la
vez que la cantidad, ya parque los hombres de valía, expulsados me
diante vergonzosas co,stumbres electora/,es se h(IJan retff'tJt/,o a sus
tiendas y refugiado en su profesión, cerrándose a cualquier otra ..m
bici6n o bien. porque efectw,imente hayan devenido escasos a causa
de la debilitaci6n de los caracteres, en l6gica consecuencitl del error
democrático que cree hallarlos
en la muchedumbre. La antigua
Francia sabia
desarrolla,r la petsonalidad mejor que la Francia del
inmediato ayer. Para esta eduaici6n contaba con la Iglesia, la tierra,
la familiá, la elección del soberano. La Iglesia pot el examen inte
rior y por su doctrina de elaboráción mota1 y de sometimiento al
deber, proporcionaba, además del
conocimiento de sí
ntismo, una
dirección espiritual
que
amplia
las · metas temporales. No
sin sor
presa ieí, en la última obra de · Girandouic, muy justamente llamada
"Litteráture"; está ol:,;etvación acerca
de
una
pretendida deficieocia
de los "éscriitos íntimos" de los grandes escritores, "primero por
que son católicos y temeo ese aburrimiento de sí mi6mos que nuru:a
sienten
los protestantes": "Un pueblo católico --escribe con esta
superabnndancia
de
ingenio en el
romeotatio que ie es peculiar
acostumbrado por la confu.si6n, y por la confesión deotro de una
sombría alaceoa
mediaote un lenguaje casi
cifrado
para el peniten
te, a caocelar . las insensateces y los depósitos de su vida, se sentía
poco inclinado a: cambiar esta liquidación mensual o semestral pot
un debate cotidiano". Pero esta liquidaci6ii es precisamente· la con
secueil.cia de un examen· diario ·y si nuestra literatura es·, en gran
parte, una literatura de moralistas es debido a ese examen interior
impuesto por la religión católica. Los escritos son innumerables
entre nosotros: solamente
han
tomado una forma
difeteote de
esos
memoraoda demasiado a
menudo
vanidosos o
complacientes, pero
proyectan a · Veces una luz sobre' nuestros resories interiores. Se
Cónvierten entonces en los "Essáis" dé Montaigne, las "Pensées" de
1030
Fundaci\363n Speiro
LAS ELITES
Pascal, los "Meditations" de Bossuet y el análisis humano, por ser
generalizado
en
él,
guardando en el borde
del espejo la
imagen del
autor.
La Bruyere, en una célebre frase, dmracaba los grnndes hombres
prescindiendo de sus orígenes y los comparaba a aquellos astros
que atravresan el cielo sin que se pueda saber de dónde vienen ni
adónde van. "No tienen antepasados ni descendientes". Pero, por el
contrario, son el florecimiento, la expansión de una raza, de una
fami
lia, y en la antigua Francia de una familia habitualmente numerosa,
como
si la naturaleza pusiera a prueba loo tipas buscando su per
fección. Bayardo era el mayor de ocho hijos, el mMiscai de Montluc
el mayor de once, San Francisco de Sales de once también, Jooeph
de
Maistre de doce,
y ¡ cuántos otros! Estas cifras sólo tienen valor
indicativo.
Corroboran esta
observación
h..:ha hace un
tiempo
por
cierto médico rural, e/ doctor Labat, que en su llbto digno de ser
clásico, "L'Áme Paysanne", enumeraba los síntomas de la decaden
cia rural: "Un pueblo que quiera vivir ha de manreoer la cruidad
ele la simiente, es decir, la salud y el vigor de loo gérmenes. No lo
logrará con una natalidad reducida.
La calid,ad implica posibilidad
de escoger
y esta presupone el número. La cantidad, en lugar de
excluir la calidad, como sucede en otras partes, es aquí condición
primeta
y soberana".
La tierra también aporta sus lecciones. Todas aquellas infancias
de antaño fueron campesinas.
Todas esas
biografías de hombres
ilustres empiezan con la descripción de una
fim:a: se aprende en ella
la continuidad del esfuerzo, la virtud de la paciencia, la 'sumisión
a
las
estaciones, la diversidad de las culturas, la incertidumbre ele
los resultados que no debe jamás detener la empresa. Es una buena
escuela de aguante y responsabilidad. Si hace falta vdlver a
empe:zar,
se
volverá a
ernpe:zar. El
suelo exige,
y como el suelo, la patria.
Queda la elección que viene de arriba. El
mejor arte del jefe
es
acaso el
de saber
rodearse. Enrique N llama a Sully y Luis XIII
a
Ricbe[ieu. Luis
XIV no se equivocaría más que una -sola
vez
de
manera ostentosa cuando rehusó los
servicios del Príncipe Euge
nio
de
Saboya que luego fue el mejor general de Austria contra
Francia.
Napoleón
distinguió perfectamente en Fouché al
mejor
1031
Fundaci\363n Speiro
HENRY BORDBAUX
ministro del Interior y en Talleyrand al mejor ministro de Asunto\S
Exteriores,
pero
ambos le
traicionaron. Es inexacto invocar las ba
rreras que antaño separaban las clases: los reyes tomaban por do
quier sus mejores servidores y no se preocupaban en modo alguno
sólo de la nobleza. Fue Versailles la que sustituyó por los cortesa
nos :la floración dispersa en las provincias.
Iglesia, fumilia, tierra, elección formaban., así, esa carta de -•
ridades sociales, como más tarde diría Le Play, que sostenían la
nación. La restauración de la
élite francesa,
ya sea por idénticos
pro
cesos
de fabriaición o bien por otros que aún se hayan de definir,
se impone
hoy como necesidad de nuestra salvación.
1032
Fundaci\363n Speiro
POR
HENRY BoBDEAU:X:.
De l'Academia Fran~aise.
Me parece que son unos textos de Bossuet los que mejor han
fijado, en
breves fórmulas
vivaces, el papel de las élites tan
mol
comprendido
o eludido en Francia,
y por cuyo defecto nos hemos
precipitado en la
confusión en que estamos. Bossuet inrerpela uno
tras otro a los grandes, los poderosos, los ricos, pero bajo esos v!>
cablos reconoce fácilmente a aquello,; que se hallan investidos con
una
misión de mando. En La Pali#que tirée de l'Escritwre Sancte
escribe: "Dios sólo ha hecho a los grandes para que protejan a .los
pequefios: sólo ha dado el poder a los reyes para que ,procuren el
bien
público
y para que sean el soporte del pueblo"'. Admirable
definición
que precisa aún más
algo más adelante: "Los pensa
mientos regios son aquellos que miran hacia el bien gener,d: los
grandes hombres no han nacido para sí mismos; las grandes poten
cias a las que todos miran han sido hechas para el bien dcl mundo
entero".
Abro las Meditati
para tornarJ:e por testigo del orden establecido: "Habéis
encargado a los ricos de la subsistencia de los pobres··. Enciende por
ricos, por
,poderosos, por grandes a aquellos hombres que, merced
a la fortuna ( que entonces no era casi más que territorial e impli
caba al propietario en la labor de la tierra), el rango, la situación,
el talento, el genio, están colocados por encima de los demás; no han
sido ascendidos a este pavés para su propia satisfacción,' sino para
(*) Creemos de interés para nuestros lectores publicar, traducido al
castellano, este
interesante artículo
del que fue gran
éscritor y
académico
francés, Henry
Bon:leaux, aparecido en Candide el 9 de agosto de 1942.
1027
Fundaci\363n Speiro
HENR.Y BORJJEAUX
el bien público. Tienen que rendir cuentas, a sí mismos, al pueblo,
a
Dios. De
ahí reronoce el gran moralista su derecho a la autoó
dad. De
golpe
aparta el er,or denwcrático, no hay gobierno para el
pueblo,
si todo gobierno ha de ser para el pueblo. Fuera de !as éli
tes, que secundan al poder, no hay feliz influencia y, po,: tanto, no
hay progreso en la civilización, las cosrumbres, el arte de vivir, el
entendimiento
entre las
naciones, pues
la
paz, según explica Char
les Maurras, es obta del arte, una opetación del espíritu, un hecho
de la inteligencia en
manos de quienes gobiernan, mientras que la
gnerra es
un
estado de
cosas
siempre anrenazador.
El pueblo no. puede ser el soberano, pero todas las grandes fuer
zas del país deben ponerse a su servicio. Maurioe Barrés ·había co
piado en sus "Cahiers" este pasaje de una catta de Bismark: "El
pueblo
es
una invisible multitud de "1.mas. Es la nacwn viva y orgt<
nizada para su misi6n histórica. Es la nacwn de a,yer y la de mañana.
No tiene voz material que lo exprese; pero en la conciencia de su
tradición toma
la fuerza que le
conduce a los bienes para los que
está predestinado: sólo es el soberano quien sabe escuchar en él las
vooes
silenciosas
de su providencial
poder". Pero enae nosotros
(N.
del
t.: en Francia), y mucho antes de Bismark, Joseph de Mais
tre habla prerisado esta fórmula más prieta y concisa: "Un gobierno
es
la voluntad nacion
que vive,
habla
y sabe querer".
Es así que la tradición regia en Francia foe mantenhla duron
te cerca de ochocientos años en este mismo plano: la coosecución
de
la unidad
francesa en una Europa .dividida.
Así, también,
hacia
mediados del dieciocho comprendió
con
cla
rividencia, combarida po,: toda la opinión, desde la de los inteloc
tuales como Voltaire y Raynal y la de los salones hasta la de la
calle, que más tarde se excitaría contra María Antonieta llamán
ddla "la Austríaca",
que
e'! Imperio de Austri,i, el Imperio, tráS una
lucha secular, no era ya el rival que babia que temer y que, en ,.de
lante,
el
peligro
vendria de la joven Prusia activ,i y prep,ir,Ja.· po
lítica incomprendida por la Convención y el Directorio, que fue
recogida
·demasiado tarde por Napoleón. Un trá!torno de 4ianzas
1028
Fundaci\363n Speiro
LAS ELJTES
choca fatalmente con esta opinión pública, sentimental y mal in
formada.
S6lo un poder perspicaz y fuerte lo puede imponer para
el bien general.
Mos
este poder, sobre todo hoy en día, ya no se puede ejercer
a musa de la complejidad de los problemas que hay que resolver:
político, militat, diplomático,
económico, moral, social, mediante la
acci6n de un
solo
hombre; mejor
dicho, ese
jefe
supremo que im
pone
sus directrices no puede realizar su doctrina si no es
por
in
termedio de sus ministro, y comisionados. El papel esecciail de las
élites es el de procutarlos. Cuando el Estado pretende instaurar entre
los
hombres una igualdad contraria a la naturaleza, deseca las fuen
tes
del
valor y de la prosperidad nacionales. Taine, en Les origenes
de la Frar,ce contemporaine,
demostró con argumentos ir.efuta
bles este daño
del
estatismo. Pau1 Bourget repetía, frecuentementt;
la observación de que la fuerte disciplina impuesta tmkmo por la
familia, la sociedad,
la nación, lejos de someter y romper la perso
nalidad,
por
el
contrario, la desarrollaba,, como caballo que se ence,.
brita por
el bocado y las espuelas, mientras el relaj~o de e,ttM
mismas disciplinas
y el abandono de las jerarquúis desembocan en
el debüitamiemo de
los
care,cteres, en esta penuria de individlldli
dades que podfamos constatar tllJBr y que constatamos todavla hoy.
Pero esta formación a base de pruebas implim luego el sentido
de
la iniciativa y el respeto hacia la invención. La prueba tar,to más
es provechosa al principio para madurar cualquier VOCllción y ofre
cer al mérito la ocasión de prevalecer por su 1'e11acidad y energía,
cuanto más
necesaria vuelve
a
resultat luego la libertad para la
eiopaosión de las fuerzas vitales. No hay creaci6n sin inicJativa e
incluso sin audacia. Nada le es más hostil que costumbres de nive
laci6n igualitaria, o clasificaciones por categorlas y antigüedad:
"Habéis encargado a los ricos de la subsistencia de los pobres",
declara Bossuet ditigiéndose a
Dios.
Esta contribución voluntatia,
esta hipot= impuesta a sus bienes, son combatidas incesantemen
te por su egoismo, su cupidez, su avaricia: más aún, es preciso para
que
puedan ejercer ese
ministerio que tengan conocimiento de los
infortunios
privados
por medio de la visión directa del tostro de la
miseria
y el dolor, y que la desconfianza popular no les excluya de
1029
Fundaci\363n Speiro
HENR.Y BOIWEAUX
esa ntisión que implica el intercambio de la caridad entre quien la
ejerce y aquel a quien es dirigida y que con su hunúldad da incluso
mucho más de
Jo que recibe.
La penuria de mdividttalidades cr,p,ices de servÍ4" útilmenes al
bien f>tlblico
se ha hecho sentir crucimente entre las dos guerras,
ya sea potque hayamos perdido entre
1914
y 1918 la calidad a la
vez que la cantidad, ya parque los hombres de valía, expulsados me
diante vergonzosas co,stumbres electora/,es se h(IJan retff'tJt/,o a sus
tiendas y refugiado en su profesión, cerrándose a cualquier otra ..m
bici6n o bien. porque efectw,imente hayan devenido escasos a causa
de la debilitaci6n de los caracteres, en l6gica consecuencitl del error
democrático que cree hallarlos
en la muchedumbre. La antigua
Francia sabia
desarrolla,r la petsonalidad mejor que la Francia del
inmediato ayer. Para esta eduaici6n contaba con la Iglesia, la tierra,
la familiá, la elección del soberano. La Iglesia pot el examen inte
rior y por su doctrina de elaboráción mota1 y de sometimiento al
deber, proporcionaba, además del
conocimiento de sí
ntismo, una
dirección espiritual
que
amplia
las · metas temporales. No
sin sor
presa ieí, en la última obra de · Girandouic, muy justamente llamada
"Litteráture"; está ol:,;etvación acerca
de
una
pretendida deficieocia
de los "éscriitos íntimos" de los grandes escritores, "primero por
que son católicos y temeo ese aburrimiento de sí mi6mos que nuru:a
sienten
los protestantes": "Un pueblo católico --escribe con esta
superabnndancia
de
ingenio en el
romeotatio que ie es peculiar
acostumbrado por la confu.si6n, y por la confesión deotro de una
sombría alaceoa
mediaote un lenguaje casi
cifrado
para el peniten
te, a caocelar . las insensateces y los depósitos de su vida, se sentía
poco inclinado a: cambiar esta liquidación mensual o semestral pot
un debate cotidiano". Pero esta liquidaci6ii es precisamente· la con
secueil.cia de un examen· diario ·y si nuestra literatura es·, en gran
parte, una literatura de moralistas es debido a ese examen interior
impuesto por la religión católica. Los escritos son innumerables
entre nosotros: solamente
han
tomado una forma
difeteote de
esos
memoraoda demasiado a
menudo
vanidosos o
complacientes, pero
proyectan a · Veces una luz sobre' nuestros resories interiores. Se
Cónvierten entonces en los "Essáis" dé Montaigne, las "Pensées" de
1030
Fundaci\363n Speiro
LAS ELITES
Pascal, los "Meditations" de Bossuet y el análisis humano, por ser
generalizado
en
él,
guardando en el borde
del espejo la
imagen del
autor.
La Bruyere, en una célebre frase, dmracaba los grnndes hombres
prescindiendo de sus orígenes y los comparaba a aquellos astros
que atravresan el cielo sin que se pueda saber de dónde vienen ni
adónde van. "No tienen antepasados ni descendientes". Pero, por el
contrario, son el florecimiento, la expansión de una raza, de una
fami
lia, y en la antigua Francia de una familia habitualmente numerosa,
como
si la naturaleza pusiera a prueba loo tipas buscando su per
fección. Bayardo era el mayor de ocho hijos, el mMiscai de Montluc
el mayor de once, San Francisco de Sales de once también, Jooeph
de
Maistre de doce,
y ¡ cuántos otros! Estas cifras sólo tienen valor
indicativo.
Corroboran esta
observación
h..:ha hace un
tiempo
por
cierto médico rural, e/ doctor Labat, que en su llbto digno de ser
clásico, "L'Áme Paysanne", enumeraba los síntomas de la decaden
cia rural: "Un pueblo que quiera vivir ha de manreoer la cruidad
ele la simiente, es decir, la salud y el vigor de loo gérmenes. No lo
logrará con una natalidad reducida.
La calid,ad implica posibilidad
de escoger
y esta presupone el número. La cantidad, en lugar de
excluir la calidad, como sucede en otras partes, es aquí condición
primeta
y soberana".
La tierra también aporta sus lecciones. Todas aquellas infancias
de antaño fueron campesinas.
Todas esas
biografías de hombres
ilustres empiezan con la descripción de una
fim:a: se aprende en ella
la continuidad del esfuerzo, la virtud de la paciencia, la 'sumisión
a
las
estaciones, la diversidad de las culturas, la incertidumbre ele
los resultados que no debe jamás detener la empresa. Es una buena
escuela de aguante y responsabilidad. Si hace falta vdlver a
empe:zar,
se
volverá a
ernpe:zar. El
suelo exige,
y como el suelo, la patria.
Queda la elección que viene de arriba. El
mejor arte del jefe
es
acaso el
de saber
rodearse. Enrique N llama a Sully y Luis XIII
a
Ricbe[ieu. Luis
XIV no se equivocaría más que una -sola
vez
de
manera ostentosa cuando rehusó los
servicios del Príncipe Euge
nio
de
Saboya que luego fue el mejor general de Austria contra
Francia.
Napoleón
distinguió perfectamente en Fouché al
mejor
1031
Fundaci\363n Speiro
HENRY BORDBAUX
ministro del Interior y en Talleyrand al mejor ministro de Asunto\S
Exteriores,
pero
ambos le
traicionaron. Es inexacto invocar las ba
rreras que antaño separaban las clases: los reyes tomaban por do
quier sus mejores servidores y no se preocupaban en modo alguno
sólo de la nobleza. Fue Versailles la que sustituyó por los cortesa
nos :la floración dispersa en las provincias.
Iglesia, fumilia, tierra, elección formaban., así, esa carta de -•
ridades sociales, como más tarde diría Le Play, que sostenían la
nación. La restauración de la
élite francesa,
ya sea por idénticos
pro
cesos
de fabriaición o bien por otros que aún se hayan de definir,
se impone
hoy como necesidad de nuestra salvación.
1032
Fundaci\363n Speiro