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Número 147

Serie XV

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¿Qué significado tenía la Cruzada Española para Francisco Cambó?

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LA CRUZADA ESP.A.l'i,OLA
POR
FRANCISCO CAMBO.
(Para La Nación), París, octubre de 1937.
Los que no ven en la
gmn tragooia española ID$ que una guemi
civil, con los horrores que acompaña siempre la lucha entre her­
manos, sufren lamentable ceguera. Um lucha interior, en un país
fuera
de las corrientes del tráfico de fas mercancías y de las ideas,
que no tiene peso específico bastante para influir en la vida inter­
nacional, ni por su fu=a eoonómica, ni por su potencia militar, ni
por su posición política, podría haber despertado algún interés en
los
tiempos
tranquilos que

vivió
la humanidad •lgunas déoidas atrás.
Pero

en los momentos
agitados y frenéticos que

vivimos nadie le
prestaría hoy

atención. Y la
realidad nos dice que desde sus comien­
:,,os la guena civil española es el acontecimJento que más preocupa
a las cancillerías y

aquel que
ID$ profundamente agita y apasiona
las
masas.
Es que el mundo entero se da cuenta de que en tierras de Es­
paña, en medio de horrores y de heroísmos, está entablada una con­
tienda que interesa a todas las naciones del mundo y a todos los
hombres del planeta_
Para comprender
su

magnitud
hay que recordar el año 1917, el
de la
instauración del bolcheviquismo en Rusia, y ¡,eo&adC en todas
las desdichas que de aquel hecho se hao detivado
para todos los
pueblos.
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FRANCISCO CAMBO
La implantaeión del sovietismo en Rusia, uno de los mayores
retrocesos históricos de

la humanidad, significó el triunfo, eu un
gran
imperio,

del
materialismo sobre
todos los valores
espirituales que
basta entonces
habían guiado a la huroonid•d camino del pro~­
so, y habían agrupado a los hombres en naciones y en estados.
La lucha entre las más opuestas concepciones de ,1a vida de hom­
bres y
pueblos surgió inmediata y
no ha
oesado un momento, por­
que los directores del bolcheviquismo ruso tuvieron, desde luego, la
clara visión de que
su régimen no podía subsistir más que pertur­
bando la paz y disminuyeodo el bienestar en el resto del mundo,
único modo de
enturbiar la visión de la espantoso miseria en que
ti<0en sumido

a su pueblo.
La Rusia bolchevique alcanzó la ventaja que en toda lucha ob­
tienen
los que
emprenden
Ia ofensiva, y su brutal agresión no en­
oontró más que una débil
resistencia en
la endeble
estructura polí­
tico-social-religio.sa de la vieja Rusia, auxiliada sin energía ni cons­
tancia por los estados que mayor interés tenían en impedir el triun­
fo de
aquélla.
Después,

todos
los países cristianos, uno tras otro, ya ron la
esperanza de obtener un 'iuoro, ya por la inercia que impele a se­
gui,-la corriente, no sólo reconocieron al gobierno bolchevique, sino
que le prestaron toda

suerte de
ooncursos para que pudiera forjar
las
airmas con

que
trataría luego de

aniquilarles.
La
cruzada de la F.spafia nacional es, exactamente, lo oontratio
de la victoria del bolcheviquismo en 1917, y su triunfo puede tener
y tendrá para el bien la miscendencia que para el mal tuvo aquélla.
Significa

que
allá, en el extremo sudoccidental de Europa, se levantó
un
pueblo
dispuesto a
todos los sacrificios para que los
valores es­
pilrituales (religión, patria, familia) no fuemn destruidos por la in­
vasión bolchevique
que se estaba adueñando del poder.
Es porque tiene un valor universal Ia cruzada española por lo
que interesa no sólo a todos los pueblos, sino a todos los hombres
del planeta. Ante ella no hay, no puede
haber indiferentes. La guerra civil
que
asola España existe, en

el orden
,espiritual, en

todos
los países.
En vano prochunan algunas potencias que hay que evitar Ia forma-
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LA CR.UZADA ESPAFIOLA
ción de bloques a base de idearios contrapuestos. Los que tal afa­
man,
si exa mfoa o la situación de su propio país, verán que estos
bloques ideológicos existen ya y tienen una fuerza inquebrantable.
Los encontrarán dentro de los partidos y de las agrupaciones pro­
fesionales,

aun en los
grupos más restringidos de sus relaciones ¡,ar­
ticulares
y familiares.
A España

le
ha correspondido, una vez más, el terrible honor
de ser el paladín de una causa universal. Durante ocho siglos, Bi­
zancio en la e,cttemidad oriental y España en la extremidad occi­
dental
defendieron a Europa en lucha constante; aquélla con
las in­
vasiones

asiáticas
y ésta con las asiáticas y con las africanas. Y cuan­
do
Bizancio cayó para siempre, España preparaba el último y formi­
dable
esfueno que

le
dio definitiva victotia, que
la Providencia quiso
premiar dándole otra misión de
trascendencia universal:

la de des­
cubrir
y cristianizar un nuevo mundo.
Cuando
la Iglesia católica, en el siglo XVI, sufrió el más duro
embate de

su
eocistencia, fue

España la que
asumió la
misión terre­
na de
salvru,la. Y

ya en el siglo
XIX, cuando el destino de Napoleón
se · apartó del

servicio
de su patria para servir únicamente su propia
causa, fue España, la España inmortal, la que ofreciendo al hétoe
hasta entonces invencible una resistencia inquebrantable, salvó a
Europa y a
la propia Francia.
Hoy se cumple una vez más la ley providencial que reserva a
España el
cumplimienro de

los
grandes destinos, el servicio de las
causas más

nobles, que lo
son tanto más cuanro implican grandes
dolores

sin la
esperanza de provecho alguno.
Y
las grandes democracias de la Europa occidental, que miran
con
reserva y prevención la gran cruzada española, se empeñan en
no
ver que

para ellas
será el
mayor
provecho, como para ellas sería
el
mayor estrago si el bolcheviquismo ruso tuviera una sucursal en
la
Península Ibérica.
No es hoy momento de discutir cómo se regirá la nueva España.
Pero una cosa podemos decir: España, como lo dejó probado de
modo
krebatible Menéodez
y Pelayo,
fue un más grande va:lor uni­
versal en

cuanto fue
más españok, más

íntimamente unida a la
so­
lera medieval que la forjó preparando la gran obra de los Reyes
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Católicos y de los primeros Austrias, mientras que las etapas de su
decadencia
coinciden ron las de su decoloración tradicional. La nue­
va
España será, de ello estamos seguros, genuinamente española, y
para crear las instituciones que deben regirla no ru:cesitatá copiar
ejemplos de fuera, porque ,en el riquísimo arsenal de su tradición
más que milenaria enco,:¡ttará Ias fórmulas para mejor servir y aten­
der
fas necesidades de la nueva etapa de su historia.
No

hay
qu,, olvidar
un
heoho en
el cual
se encuentran
en
ger­
men muchos de los ingredientes que han producido fa guerra civil
Es un hecho que nunca, y hoy menos que nunca, han de olvidar los
españoles: al ttiunfar el espíritu patriótico-religioso en la resisten­
cia espafíola a la dominación napoleónica, se reunieron, primero en
la
isla de León y después en Cádiz, los hombres que habían de focjar
las instituciones que rigieron 1a España qu,, ron su sangre habían
conquistado sus hijos. Y la Constitución llamada de Cádiz olvidó
la tradición española para inspirarse en las doctrinas de la Revolu­
ción
francesa: ¡el vencedor implantaba

las
doctrinas del vencido! Y
así quedó frustrado el glorioro y triunfal esfuer20 y desconectada la
corriente tradicional espafíola de sus nuevas instituciones polítiCllS,
iniciándose

una pugna que
ha m!minado en

la
lucha actual
Es indispensable que el caso no se repita; la sangre de los mi­
llares de

héroes que
están dando

su vida
por salvar a España del
materialismo y la barbarie bolcheviques, ha de servir, por lo menos,
para que

nuestra patria vuelva a
marchar por

la
senda que le se­
ñala la tradición y que no debió· abandonar jamás.
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