Índice de contenidos
Número 148-149
Serie XV
- Textos Pontificios
- In memoriam
- Noticias
-
Estudios
-
Doctrina y acción
-
Dignidad y dignificación de la persona
-
El campo, hoy
-
El progresismo religioso. Orígenes, desarrollo y crítica (I)
-
Sobre la aproximación entre los dos sistemas. (Capitalismo y Comunismo)
-
Civilización o subversión: Lo que está en juego (Respuesta a un oficial argentino)
-
Economía política. Para una nueva doctrina económica
-
- Actas
- Crónicas
- Ilustraciones con recortes de periódicos
- Información bibliográfica
Autores
1976
Civilización o subversión: Lo que está en juego (Respuesta a un oficial argentino)
RESPUESTA A UN OFICIAL ARGENTINO
CIVILJZACION O SUBVERSION: LO QUE ESTA
EN JUEGO(*)
POR
MARIO CÉ:SAR.
Mi Teniente: Su carta obliga nuestro reconocimiento por la aten
ción que ha tenido a bien ¡,restar a lo que constituye el fundamen to de
nuestra acción: saber que cl hombre
no se ha hecho solo, al
azar de mutaciones
biológicas o
de
transformaciones económicas,
sino
que ha sido creado por
Dios. Que, en consecuencia (1), se en
cuentra
sometido a leyes
y a un orden que debe observar y al que
debe
conformar_ tanto sus actos jndividuaJ:es como sus relaciones
con sus semejantes, a un orden objetWo, eterno, t-rascendente e in
manente a
la vez y cuyo respeto constituye el criterio ohjetwo de
la moral.
El Orden Divino (por su fuente) es cl orden impuesto por Dios
Creador a todas las criaturas en general. Y como ese "plan de
Dios"
se
aplica, especialmente, al
mundo en que
vivimos, el
"Orden del
Mundo" (por
su aplicación) se capta más
particularmente a través
(•) Reproducimos de nuestra homónima argentina VERBO, núm. 157,
de Buenos Aires, esta carta de palpable interés formativo,.
(
1) En virtud del principio según el
cual un ser de cualquier natw:a
leza
está sometido a las leyes que
han presidido su formación. Si el hombre
fuera. el fruto de transformaciones económicas, a
las leyes
económicas
y sólo
a ellas debería conformarse: presidirían su destino así como han dominado sobre su formación. El marxismo es, al respecto, lo más coherente con re
lación al materialismo. Por el contrario, habiendo sido el hombre creado por
Dios, las leyes de su naturaleza son las
que Dios
le ha sefialado. No puede
transgredirlas sin perder de
algún modo
su naturaleza de hombre.
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MARIO CESAR
de las leyes instituidas por Dios para este mundo: el número de las
leyes naturales que rigen
constituyen
más particula,mente el
mundo.
No se
trata, pues, de "" orden más o menos "establecido" en el
mundo
o en alguna de sus
paroes, sino
de
aquel al
que debe
confor
n1MSe el
mundo.
Y el mundo permanece sumiso a él allí donde
"la
utopía malsana, la rebelión o la impiedad" no han llegado. Pero con
frecuencia se
encuentra perturbado y hasta d,sfigurado: a "instau
rarlo
y a restaurarlo
sin cesar" deben ~plicarse los hombres de
bue
na
voluntad y las comunidades ---,religiosas y civiles- a las que
pertenecen. De
ese orden
del mundo bbla
S. S. Pío XII en el dis
curso que usted recuerda y que nosotros mimnos hemos citado tan
tas veces (2).
También hemos hablado del "Orden Humano" como de uno de
los
aspectos de
ese Orden del mundo
y quisiéramos señalar las leyes
que Dios, al crearlo, asignó más particularmente a
la naturaleza hu
mana:
Plan de Dios con respecto al hombre, incluido totalmente
en
la siguiente
frase de San Ignacio de la que León XIII decía que
su meditación bastaría P"'ª resolver la cuestión socld: "El hombre
ha sido creado
para alabac, honrar y servir a Dios Nuestro Señor y,
por ese medfo, salvar su a!lma; y todas las cosas que están sobre la
tierra han sido creadas a causa del hombre
para ayudarlo en la con
secución
del fin
que Dios le ha señalado al
crearlo ...
".
El orden humano es el hombre creado
por Dios y por lo tanto
dependiente de aquello que sin él es
ya real, la verdad, frente a la
cual no
hay libertad para pronunciarse en falso. Es también "el fin
último" del hombre, que
es la
posesión o
la privación
de Dios
----6U
fin natural y soboenatural-según que el ooden natural -y sobre-
natural-
haya sido seguido o
rechazado. Son, en fin, todas las co
sas de este mundo dadas al hombre para que se sirva de ellas con
forme a ese orden
-ronforme a
su naturaleza y a
la de ella,,-, y
no de otra manera.
El Orden divino, cl Orden del mundo, el Orden humano, todo
(2) El texto del discurso de Navidad de 19-57 es el que podría invocarse
aquí. Lo confirmarán nuestras citas ú.lteriores.
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ese conjunto es el que expresa San Pablo: "Todo es para vosotros,
pero
vosotros
pertenecéis a Jesucristo" ...
Ahora bien, usted dice que "podría hacerse una asimilación
enrre el Orden divino
y la civilización ocddenral". Después de lo
que hemos dicho a=ca del Orden divino y de lo que vamos a decir
de la
civilización, no
deberá subsistir ningún equívoco.
En primer lugar, el término mismo "civilización occidental"
prácticamente nos
desagrada y nos rehusamos a
emplearlo
(3 ) .. No
sólo por
·haber sido
en
nuestro país usado frecuentemente para cubrir
intereses bastardoo o
fórmulas políticas
sumamente discutibles,
sino
por una
razón más honda y universal. En efecto, hablar de una
civilización "occidental" es admitir que podría existir otra que no
fuera occidental y que se opondría a ella.
Es plantear ya el proble
ma
en términos
dialécticos y preparar los espíritus para el "materia
lismo dialéctico" ai aceptar sus premisas. Inmediatamente, porque
el corazón
y
el espíritu del hombre nunca pierden totalmen11e su
innata ligazón a un orden único, es buscar la "síntesis" entre la
"tesis"
y la "antítesis". Es, pues, desde ese momento obligarse a
desrruir esta civilización "'occidental"
por medio de orra que no lo
es, con el fin de que, a rravés de su lucha recíproca, surja una ter
cera "civfü7a:Ción" que, sobre las ruinas de una y otra, sería ha.u~
tir.ad-a con un nombre, que sin duda, no se encuentra sino en los
escritos de Marx o de Lenin. Fase además efímera porque en razón
de esa
misma dialéctica
esa
nueva "tesis" suscitará por
sí misma
la
"antítesis" cuya lucha dará a luz por destrucción ... , etc.
Pero detengámonos en esos absurdos mortíferos que nos rondu
cen a esa "Revolución continua" cuya inspiración conocemoo muy
(3) Quizá solamente por alusión al hecho de que Occidente actull'lmeil
te defiende ciertos «vafores fundamentales» que son fruto de la Civilización.
«.Situación singular» dice Pío XII, la que
le ocurre
en
Occidente a
hombres
«que 0t11pan cargos públicos» y que, «aunque carezcan de sentido religioso,
quieren y deben, en pro del bien común, defender valores -fundamentales
que solo encuentran consistencia en la religión y en Dios» (Discurso de
Navidad de 19,6). Luego, es un ·hecho, esos valores fundamentales de los
que habla el Papa han sido puestós de relieve en Occidente por efecto de
la
CiviHzación.
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MARIO CESAR
bien, olas con amairgo sabor a mazdeísmo. y a. maniqueísmo renova
dos a través de
una apariencia "científica" (4) y que darían valor de
ser a lo que es el no-'ser, valor de Orden a lo· que es subversión del
orden, valor de civilización a lo que no es sino Revolución.
Porque aún hay cosas
que no
hemos dicho
y que queremos de
cir aquí: y es que existe una antinomia radical, esencial dirían los
metaflskos, enuce la Civfüzación y la Subversión. La primera trata
de construir, de
reailizar por los hombres
y
para los hombres, mien
tras que el objeto fijo, coniesado y sistemático de la segunda es
destruir, si es
posible de
arriba a abajo,
por los hombres
y contra
los hombres. Así como la
Civilización constituye,
al menos prácti
camente, un homenaje al Orden divino al que tiene por objeto
instaurar a través de
sus
propias vías, la Subversión profesa un
ateísmo al menos práctico
por el. odio que confiesa a ese Orden
divino
en el mundo.
Porque
si nos engañamos gravemente al percibir en la Subver
sión sólo las
perturbaciones más o menos violentas
que suscita
frecuentemente --y que para-ella no son sino "etapas tácticas"
igual haríamos si abusáramos de las palabras y redujéramos la Ci
vilización a ese conjunto
de costumbres actuales que no fueron las
de ayer y cuya suerte futura es incierta; usos respetados aquí y, sin
embargo, ignorados más allá (5). Cada una de esas costumbres,
prácticas, _ h4bitos de vida, modas del pensamiento o concepciones
acerca
de las cosas, son más o menos conformes
al orden
divino;
son más o .menos aptas para desarrollar a los hombres que de ellas
se benefician,
para orientatlos
a su destino
natural -y sobrena-
( 4) Apariencia pasa.da de moda, es cierto, desde el tiempo en que «el
enemigo de la naturaleza humana» hizo un púlpito del «árbol de la ciencia».
Sabemos
fo que
le ha costado
al género humano: para dejamos aún engañar
por ese trabajo «científico», ¿deberemos ver multiplicarse las operaciones
«científicas», también ellas llamadas Dachau y Katjyn, convento de las Car
melitas, y pontones de Nantes, Budapest y Meluza?
( 5) Si
nos
ceñimos a
la definición de
la palabra «integrismo» dada por
el Cardenal Suhard, efectivamente existe un error al «confundir la integri
dad
de la doctrina con la conservación de su revestimiento pasajero». Cual
quier
tendencia a
to.mar como
orden divino tales
·usos, ta:l forma de gobierno
o
tal estado del movimiento soda:!, sería una señal de integrismo.
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CWILIZACION O SUBVERSION
tura!-(6) y a hacerles más fácil (7) la "consecución: del fin que
Dios les ha señalado al crearlos". En
una palabra, son
más o
me
nos
"civilizados",
pero no son la Civilización.
La Civilización, con artículo y C mayúscula, es la acción ejer
cida
por
la ciudad conforme a su objeto (8). Y como la ciudad
tiene
por objeto facilitar a sus miembros el oonocimiento y el res
peto all orden natural y aun eventualmente sobrenatural, la Civili
zación ,es la acción ,ejeocida por la ciudad con miras a qure la ley
natural se manifieste
y sea más fácil de observar. No es, pues, un
"orden establecido", un
cierto estado
que habría sido,
sería o debe
ría
ser realizado un
día en todo o en
patte del mundo. Es una, ac
ción,
una acción de 'la ciudad,
ron miras
a un
cierro fin, el fin· por
excelencia de la ciudad, es decir, la perrfección de sus miembros: por
esto
la Civilización
es la
acción
par excelencia de la ciudad, al punto
de
ser casi
sinónimo de perfección de la ciudad.
Elegiremos un punto de aplicación:
la educación de los hijos,
complemento
necesario de
su
proa,eación, que por derecho natural
es tatea de sus padtes. Civilizada será, pues, 'la ciudad que actúe
de tal suerte que esta ley sea
reconocida y tatnbién 1o más fácil
posible
de
observar; la
que,
por esta razón · reconozca a los padres
la libertad
y el poder efectivo de confiar a sus hijos a la escuela de
su
elección. Toda negación de
esta ley natural,
cualquier restricción
de su aplicación constituye lo contrario de la Civilización: un re-
( 6) Un bien sobreoaturd se concibe romo un perfeccionamiento de
orden divino, injertado en el bien natural al -que sobiei,asa sin medida. ·De
De
suerte_ que
el hombre no puede realiur su · fin sobrenatural que es Dios
sobrenaturalmente conocido y amado, sin _perseguir al mismo tiempo y como
si fuera previo, su fin natural que es Pios_ naturatlllente conocido en su
Obra, y respetando esta obra mediante la sumisión a las leyes naturales.
(7)
Cf.
esta definición significativa del Papa León XIII: «La libertad
consiste en que, por ·el recurso de las 1eyes civiles ( es decir, en general por
las instituciones, las
costumbres ....
, etc.),
podamos más
cómodamente
vivir
según las prescripciones de la ley eterna».·
(8) La palabra «civilización», etimológicamente, está formada por las
palabras «civ:itas» (ciuda.d) y por el sufijo «acción» que señala la operación,
la acción, como en las palabras «colonización-(acción de la colonia)»; Evan
gelización» ( acción del Evangelio, etc.).
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tomo a la barbarie, como lo hiciera notar Pío XII: "Se puede
afirmar
sin temor: el lugar "que un país reserva a la escuela pri
vada -es decir, a la escuela que no está manejada por el &tado
refleja muy exactamente el nivel de vida espiritual y cultun!l de
ese país" (9).
Igualment!e ca1ificamos con justicia de civilizado a:l Código Pe
nal que, como la mayor parte de los que están en uso en Occidente,
interpreta el contenido del Decálogo. Pero si, contrariament!e al Dé
cimo Mandamiento, una nación inscribe en sus leyes que la "pro
piedad es el robo", notaremos, en este punto
al menos, un
retroce
so de la civilización.
Otro
caso: Dios ha instituido el matrimonio indisoluble. E.se es
el orden. La acción de la ciudad que tienda a hacer conocer y res
petar ese orden será Civilización. Por el contrario, la institución del
divorcio o la indulgenáa frente a
la licencia, es retornar a la bar
l>a.rie, ·sin que ningún pretexto, de tipo artístico -por ·ejemplo, salve
a la Civilización comprometida. Cuando loo legisladores introduje
ron en los código, el divorcio, puede decm;e que la acción de la
ciudad
con miras a hacer respetar en ese dominio el otden naturra'l
y divino, cesó: esta es una fa:lta contra la civilización. Y si aún hay
en el mundo, en esta materia, hombres "civilizados", se debe a que
todavía se benefician con loo efectos de la acción civilizadora ante»
rior o del apoyo de un "consentimiento genero,!" que no ha des
aparecido completamente
y que también es un elemento de la ciu
dad, una
voz por medio de la que a veces actúa con y contra sus
instituciones legales.
A menos que ese r,speto del otden divino que
ya
no mantiene la ciudad sea obtenido pot acción de fa Iglesia, es
decir, por la Evangelización.
Potque,
y lo
demostrará claramente
el
siguient!e ejemplo, la ac
ción de
la ciudad y la acción de la Iglesia convergen. Esta apunta
más alto
y
más profundo
en razón de que
manifiesta no solamente
el
orden natural sino
también el sobrenatural. Con frecuencia la
Evangelización
precede a
la
Civilización -y la historia demuestra
(9) A lós miembros del Primer Congreso Internacional de Escuelas Pri
vadas.
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CIVIUZACION O SUBVERSION
que después de Cristo, en efecto, nunca ha ocurrido de otra mane
ra-y la Civilización no es llevada a un a:lto grado sino por la
Evangelizadón. Todo Jo que
debe conseguir la ciudad ha sido teni
do en vista por la Iglesia, y la Civilización y Evangelización no pue
den,
prácticamente, marchar una
sin la
otra. Así
corno le es prácti
camente imposible
a la ciudad
furulat su acción sobre el orden na
curn:l si éste no le es indicado por cl magisterio infalible de la Igle
sia, es también prácticamrote imposible evangelizar profundamente
a los miembros de
una ciudad
cuya aa:ión se opone al orden natural.
Además,
¿el Evangelio no se dirige tanto a las dudades como a los
individuos? De
manera que
no
,es posible evangelizar a los hombres
sin
llevar
igualmente a
sus ciudades a conformarse al orden natu
ral. Falso sería el evangelio que pretendiera dejar sumergirse a ,las
ciudades "irresistiblemente" en la revolución para consagta,se sola
mente a
""1var las almas: tal fue el de Lutero y el de algunos otros.
Evidentemente,
no
obstante, la Civlfü:ación y la Evangelli:ación
no
se
confunden.
La
Evangelización es la acción propia de
la Iglesia -
de los
Obispos y de los pastores en unión con el Papa-; la Civi
lización
es la acción propia de
la ciudad, de aquellos que presiden
sus instituciones
y de todos los que de alguna manera col•boran en
la cosa pública.
La Evangelización se efectúa a través de enseñanza apostólica,
de la celebración del culto, de la oración y los sacramentos, de la
lucha oontra los espíritus infetnales, de la distribución de las indul
gencias
y, subsidiariamente, a través de obras temporales de miseri
cordia;
mientras que la Civilización
es realizada por
el poder
civil
a través del ejercicio de la justicia, de la promulgación de
feyes po
sitivas conformes al orden natural, de la
lucha contra las fuerzas
que subvierten ese orden· querido por Dios y nunca tota:lmen:re se
guido por los hombr,es, nunca totalmente "establecido". Por esto
siempre es necesaria la acción que "lo instaure y restaure sin ce
sar". Cuando esta acción. es ejercida por la dudad se llama Civlli
zación.
Y
porque está especificada por su objeto -que es hacer cono
cer
y observar el plan divino por los medios que le son propios-,
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MARIO CESAR
porque Dios, que no cambia y que se burla de las "revoluciones
técnicas", time. un
solo plan, una sola ley,
la misma Civilización es
única en su esencia. Podrán vaciar sus manifestaciones como varían
los idiomas en la expresión de una mi.mi verdad. Los hábitos que
suscita, las costumbres que crea o deshace, los modos de vida que
instaura y transforma, no son ella misma (10); no son sino realiza
ciones más o menos
perfectas según
los
hombres, [os tiempos
y los
lugares en los que ella se ejerce, los
recursos de
los que dispone,
según también la docilidad que encuentra a los obstáculos que le
opone
"la utopía malsana, la rebelión o la impiedad".
De esta civilización
única quería hablar
San Pío X cuando es
cribía: "¡Not Es preciso recordarlo fuertemente en
estos tiempos
de
anarquía social e intelectual
,en que cada cual
se ubica en doctor
y en legislador ... : no se construirá la ciudad de otra manera que
como Dios
la ha construido . . . ¡ No! La civilización no está por
inventarse, ni la ciudad nueva por construirse en las nubes. Ella ha
sido,
,ella es:
la Civilización Cristiana,
la Ciudad Católica. No se
trata. sin.O de instaurar y restaUl'ar sin cesar sus fundamentos natu
rales y divinos contra los ataques siempre renadeQ.tes de la utopía
malsana, de la rel,e)ión y de la impiedad ... ".
Esos ataques siempre renacientes contra la acción que debe efec
tuar la ciudad en favor del orden divino, esos ataques, desde hace
mucho tiempo provienen de la Subversión. Hemos demostrado que,
por sus· fines,
ésta se
opone diametralmente a esa acción. No tiene
otra mira sino destruir -no a la manera de los anarquistas, sino
"científü:amente"-todo lo que pueda ser una :,plicación del orden
natural
y divino en el mundo. Su propósito es -al haber rechaza-
(10) ¿No bendice la Iglesia a todas las civilizaciones? Antes de respon
der a esta pregunta es necesario precisar el sentido de la pafabra empleada.
Si
se entiende por civiiízación a los componentes accidentales de Ja vida so
cial ( idiomas, costumbres, régimen político, elementos estéticos, etc.), es
evidente que el catolicismo no puede ligarse a ninguno de esos elementos ni
rechazarlos a priori. Pero si con esa pa1abra se caracteriza al coniunto de los
principios que rigen la vida de
las colectividades
y que crean así un clima
favorable u hostil
al cristi,mismo, la fe no puede acomodarse a todas las
«civilizaciones» (Monseñor Rupp, en La France catholiq11e1 17 de febrero
de 1956).
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CIVIUZACION O SUBVERSION
do toda noaon acerca de .un orden objetivo-refundar la socie,
dad a partir de =edicros subjetivoo del hombre (11), o de loo
hombres
en
masa. "Utopía malsana" que no podía obrener crédito
a
no
ser inventando la teoría dialéctica de
la identidad de
1os con
tradictorios
y de la "Revolución continua", porque era preciso ttas
trocar hasta 1os "p•iocipios rectores del conocimiento" y suprimir a
la
vez la
a
una sociedad en la que el orden
natural estaría totalnrente ausente.
Oposición
radkal, pues, entre
la
Subversión y la Civilización.
La Civilización tiende a promover, desarrollar y defender loo
"valores fundamentaJes" de
los que
habla Pío
XII en su
Discurso
de
Navidad de 1956, que
sería preciso citar aquí casi enteramente:
"Valores
humanos
porque el hombre los
realiza y de elloo saca
ventaja,
pero también valores
religiooos y divinoo si considewoos
su
fuente". Ellos son, en primer Jugar, el
conocimiento de la =
dad, de la naturaleza de las cosas, a través de la metafísica, la on
tología,
obras propias de
la
Civilización. Son
bienes sociales la fa.
milia protegida, las comunidades naturales florecientes y el1 orden
en el
seno del F.stado. Lo son los progresos de las artes y de la téc
nica por el sano uso de los productos de fa naturaleza y de las leyes
que
los rigen. Puede decirse que la Civilización se
reconoce en
el
hecho de
que no
hay un dominio de la actividad de los hombres
que
eocape a
sus
efectos benéficos y que su intervención en un
punto no
perjudica al. desarrollo de sus frutos, además, en todas
partes.
Consideremos, por ejemplo, el antiguo Egipto. No es compren
sible una Civfüzación que
encierre su ciencia en sus
pirámides, por
que, precisamente, la vetdadera Civilización no hubiera encerrado
ese conocimiento
sino
que hubiera
extraído de él benefkios aplica
bles a todos los dominios de la vida. Y no hubiera
sacrificado la
vida de
millones de
esclavos para realizar sus construcciones arqui-
( 11) Es comprensíble que contra la Subversión no podamos admitir que
«el verdadero punto de
partida de una : ética totalmente humana y universal
sea el sentir de la pemona humana». El hombre no puede ser a la vez el
sujeto y el criterio de la moral. Nunca podrá la Iglesia contentarse con Una
noción ta.ti subjetiva.
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tectónicas. (¿No habría que hacer la misma observación con respec·
to
a
ciertos satélites artificiales?).
¿Y el Islam? ¿No fue el primero en leer y en dar noticias de
Aristóteles? ¿
Y sus palacios y su arte y sus dinastías poderosas? Le
reconocemos todo eso que nadie podría poner en tela de juicio.
¡Pero qué
miseria
en la sociedad! Las mujeres reducidas durante
siglos
a
la condición de bestias de carga; la más completa esterili
dad en
Jos cultivos y aun
en la industria, salvo el caso de algunos
artesanados.
Consideremos, por el contrario, la Civilización cristiana en cual
quier parte donde haya extendido su acción. V eremos que no hay
un solo dominio donde no haya producido los frutos más perfectos.
Podría
haber sido
más rica, más grande o poderosa en algún terre
no determinado, pero hubiera sido en detrimento de todo el resto.
La verdadera Civilización actúa en todas partes sin sacrificar nada
y lo
que aún supera a esto es que en todo establece el orden y la
armonía.
La Subversión, cuya ~resión más coherente es el ma:rxism.o
leninismo, al rechazar · el orden objetivo que los constituye busca
destruir y "desconstituirº' al mayor número posible de esos bienes,
de
esos valores
fundamentales y, sobre todo, la armonía y
el orden
que
debe existir entre ellos. En primer lugar no
les reconoce
ningún
valor de "bienes" para no aceptarlos como tales y, si viene aa caso,
solamente "valor de acción". Es decir, que los bienes de los que
dispone el hombre o que produce, no son
considerados por lo que
son y valen en sí mismos, sino únicamente en razón de la fuerza que
son susceptibles de poner en movimiento en provecho de 1a Sub
versión. En consecuencia, esos bienes, en tanro sea posible, deberán
ser
destruidos como tales
y sólo serán conservados en 1a roro.ida en
que sirvan a la expansión de la Subversión y no por mucho tiem
po. El mismo hombre no escapa a esta ley. Por eso, aquel que no
es "rea.tperable" para servir a la causa revolucionaria; aquel que,
por
el contrario, demuestra ser "contrarrevdlucionario", ése es más
perjudicial que átil; no tiene ningún valor y lógicamente, debe ser
suprimido.
Guerra, pues,
a la familia, a la que se reduce en lo posible a
la
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pareja generadora, salvo si la desnat"'1.idad que esto trae como ron
secuencia
se revela en el tiempo como demasiado funesta para la
expansión
de !a Subversión. Guerra a los cueipos iotlemledios de
todo tipo. Las agrupaciones en que se reunirá a los hombres serán
concebidas solamente para servir a la causa revolucionaria. Guerra
también al Estado cuando actúa como protector del verdadero onlen.
Sólo
el
Estado revolucionario merece ser ,espontáneamente "roo,no
cido" romo gobierno legítimo.
La Subversión no solamente destruye esos bienes, esos valores
fundamentales. Los fuerza a destruirse a sí· mismos al arruinar hasta
el orden que los constimye y la armonía que debe existir entre elloo.
MienPras que la Civilización suscita y desarrolla las armonías so
cial.es, la SulwMsión explota en todaJ partes los tmtagonismos so
cüites. Lo.s hwenta si no existen y pM doquier siembra su veneno
dialéctico (12).
Antagonismo, separación entre la Iglesia y el Estado, y el víncu
lo social queda arruinado en su origen.
Antagonismo, oposiciones
en
el -mismo seno de la familia, entre
los esposos,
entre padres e
hijos,
entre la
escuela
y la libertad de
las
familias,
entre alumnos
y profesores.
Antagonismo,
opooiciones en el seno de la empresa entre capi
tal
y trabajo, entre empleadores y empklados, entre oficio y em
presa.
Antagonismo,
oposiciones en el seno del Estado por !a separa
ción de los
poderes que se vigilao y desconfían unos de otros; opo•
sición
entre "país real" y "país legal"; oposición entre el país y
( 12) Para alimentar esos antagonismos dialécticos el marxismo ha in·
ventado fa teoría de la alienación. Extrayendo las consecuencias de la no
ción
liberal de la. libertad concebida. como un rechazo a todo lo que desde
el exterior puede ordenar la acci6n del hombre, de todo aquello que, siendo
distinto
a
él, puede im.ponérsele o actuar en
la
determinaci6n de su compor
tamiento, el marxismo persigue la «desalienaáón» hasta llegar a la lucha,
no solamente contra los· cuadros sociales partirularmente «ordenadores», sino
también contra
el principio mismo de un orden objetivo que no ha sido con
cebido por el hombre. En definitiva, pues, ataca al orden natural y divino
para «desalienar» mejor todo lo que ese orden mantiene ordenado, jerarqui
zado y armonizado.
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las Fuerzas Armadas; oposición entre la noción y una de sus partes,
entre "integración" y "estatuto personal"; oposición entre F.stados
y bloques de Estados; oposición. entre "civilizaciones". Por todas
partes la Subversión suscita estass luchas explorando las particula
rismos de clase o de raza que le brindan la ma11etia de las guerras
revolucionarias (13).
La
Civilización despierta
y prorege uno
de los bienes más pre
ciosos
del hombre: su
libertad para
colaborar con el Orden
,en d
ruundo. La Subversión apenas si le deja, y de maoera controlada,
la
licencia de
destruí< ese
orden.
La
Civifuación, finalmente, es cristiana, al menos prácticamente:
su
obra es un homenaje al
Soberano Ordenador, San Pío X lo afir
ma: "La Civilización de la humanidad es La Civilización Cristia
na. Es tanto más verdadera, más duradera y más fecunda en frutos
preciosos cuanto más netamente cristiana es; tanto más decadente,
para mayor desgracia de la sociedad, cuanto más se sustrae a la idea
cristiana" (14).
La Subversión es un
ateísmo práctico,
mucho
más destructor
que el a~eísmn dogmático siempre un poco ridícuJo en sus demos
traciones negatorias. Por esto la Iglesia no ha· cesado de condenar a
la Subversión. La ha condenado por revolucionaria, en
consecuen
cia,. atea, y no porque es atea bien que revolucionaria como algunos
querrían hacer creer, como si su ateísmo sólo fuera un derecto
accidental
del
que pudiera
curarse. Por
el contrario, precisamente
por
ser subversiva, no con
respecto a cualquier "orden establecido"
sino al orden natural y al mismo orden divmo, la Iglesia la ha cas
tigado.
Peste, cáncer, monstruo
espantosO, son
los
nombres más
( 13) «Es preciso, escribe Lenin, excitar a las naciones burguesas a
devorarse entre sí». ¿Existen antagonismos profundos a explotar en el mundo
capitalista contemporáneo ....
? La política oomunista tiene como tarea prác
tica explotar ese conflicto excitando a los enemigos unos Contra otros .... Es
necesario transformar la· guerra exterior en guerra civil. La transformación
de
la guerra de" los pueblos en guerra civil es el único trabajo socialista. ....
¡Aba.jo las tonterías sentimentales·.y los sllspiros imbéciles después de la paz
a
cualquier
precio! Levantemos el. estandarte de la guerra civil» (Obras com~
p/etas, edición r111a, t. XXV, 592; t. XIII, 12).
( 14) Enáclica 11 fermo propo.rito.
1206
Fundaci\363n Speiro
CIVIUZACION O SUBVB~ION
suaves que le dan los Soberanos Pontífices desde Pío VI hasta nues
tro
tiempo.
Y cuando ella alcanza su forma total y coherente en el
marxismo-leninismo, el calificativo "intrÍJJs
perverso" le
cuadra perfectamente, porque
su perversión no
eo aocidenta!l y como
surgida de un defecto del que se la podría curar, sino porque es to
ta!lmente el rechazo al orden objetivo del que el hombre no es
autor,
y porque lo sustituye, a título de regla de conducta, por los
juicios subjetivos del hombre.
Y esto es el mal mismo, el pecado.
Pío XII,
al renovar la orden dada a las personas individuales de
no
mantener ningún
trato con
la Subversión, Je atribuye un nombre
que el mismo Jesucristo y la Tradición reservan para Satanás: "El
enemigo del género humano" a la vez "uno e innumerable" (15).
Por
el contrario, el recordado Pontífice se complace en alentar
como a "cooperado reo de Dios en el mundo" a aquellos que por
medio de las instituciones, del ejercicio del poder en sus manos,
luchan contra la Subversión y sostienen el orden natural y divino.
El Papa aprueba que estos "que sostienen una focha que se leo im
pone injustamente consideren también como una cruzada" la de
fensa "de los valores
absolutos del hombre y de la sociedad". Cru
zada en favor del orden en el mundo para el mayor bien de los
hombres. Cruzada en pro de la Civilización, de la qne puede unir a
los
hombres y por medio de la cual la humanidad podrá encontrar
su
unidad,
la Civilización Cristiana que "llama Caridad al sacri
ficio
ofrecido
a Dios
para establecer su reino", el respeto de su
Orden.
Con Usted y con tantos otros camaradas, llevaremos adclante
esta cruzada: "Combatiremos por Dios, contra sus enemigos, pero
también
contra
nc'6otros mismos"
Su camarada de armas.
(15) Discurso del 18 de noviembre de 1956 .
• 1207
Fundaci\363n Speiro
CIVILJZACION O SUBVERSION: LO QUE ESTA
EN JUEGO(*)
POR
MARIO CÉ:SAR.
Mi Teniente: Su carta obliga nuestro reconocimiento por la aten
ción que ha tenido a bien ¡,restar a lo que constituye el fundamen to de
nuestra acción: saber que cl hombre
no se ha hecho solo, al
azar de mutaciones
biológicas o
de
transformaciones económicas,
sino
que ha sido creado por
Dios. Que, en consecuencia (1), se en
cuentra
sometido a leyes
y a un orden que debe observar y al que
debe
conformar_ tanto sus actos jndividuaJ:es como sus relaciones
con sus semejantes, a un orden objetWo, eterno, t-rascendente e in
manente a
la vez y cuyo respeto constituye el criterio ohjetwo de
la moral.
El Orden Divino (por su fuente) es cl orden impuesto por Dios
Creador a todas las criaturas en general. Y como ese "plan de
Dios"
se
aplica, especialmente, al
mundo en que
vivimos, el
"Orden del
Mundo" (por
su aplicación) se capta más
particularmente a través
(•) Reproducimos de nuestra homónima argentina VERBO, núm. 157,
de Buenos Aires, esta carta de palpable interés formativo,.
(
1) En virtud del principio según el
cual un ser de cualquier natw:a
leza
está sometido a las leyes que
han presidido su formación. Si el hombre
fuera. el fruto de transformaciones económicas, a
las leyes
económicas
y sólo
a ellas debería conformarse: presidirían su destino así como han dominado sobre su formación. El marxismo es, al respecto, lo más coherente con re
lación al materialismo. Por el contrario, habiendo sido el hombre creado por
Dios, las leyes de su naturaleza son las
que Dios
le ha sefialado. No puede
transgredirlas sin perder de
algún modo
su naturaleza de hombre.
1195
Fundaci\363n Speiro
MARIO CESAR
de las leyes instituidas por Dios para este mundo: el número de las
leyes naturales que rigen
más particula,mente el
mundo.
No se
trata, pues, de "" orden más o menos "establecido" en el
mundo
o en alguna de sus
paroes, sino
de
aquel al
que debe
confor
n1MSe el
mundo.
Y el mundo permanece sumiso a él allí donde
"la
utopía malsana, la rebelión o la impiedad" no han llegado. Pero con
frecuencia se
encuentra perturbado y hasta d,sfigurado: a "instau
rarlo
y a restaurarlo
sin cesar" deben ~plicarse los hombres de
bue
na
voluntad y las comunidades ---,religiosas y civiles- a las que
pertenecen. De
ese orden
del mundo bbla
S. S. Pío XII en el dis
curso que usted recuerda y que nosotros mimnos hemos citado tan
tas veces (2).
También hemos hablado del "Orden Humano" como de uno de
los
aspectos de
ese Orden del mundo
y quisiéramos señalar las leyes
que Dios, al crearlo, asignó más particularmente a
la naturaleza hu
mana:
Plan de Dios con respecto al hombre, incluido totalmente
en
la siguiente
frase de San Ignacio de la que León XIII decía que
su meditación bastaría P"'ª resolver la cuestión socld: "El hombre
ha sido creado
para alabac, honrar y servir a Dios Nuestro Señor y,
por ese medfo, salvar su a!lma; y todas las cosas que están sobre la
tierra han sido creadas a causa del hombre
para ayudarlo en la con
secución
del fin
que Dios le ha señalado al
crearlo ...
".
El orden humano es el hombre creado
por Dios y por lo tanto
dependiente de aquello que sin él es
ya real, la verdad, frente a la
cual no
hay libertad para pronunciarse en falso. Es también "el fin
último" del hombre, que
es la
posesión o
la privación
de Dios
----6U
fin natural y soboenatural-según que el ooden natural -y sobre-
natural-
haya sido seguido o
rechazado. Son, en fin, todas las co
sas de este mundo dadas al hombre para que se sirva de ellas con
forme a ese orden
-ronforme a
su naturaleza y a
la de ella,,-, y
no de otra manera.
El Orden divino, cl Orden del mundo, el Orden humano, todo
(2) El texto del discurso de Navidad de 19-57 es el que podría invocarse
aquí. Lo confirmarán nuestras citas ú.lteriores.
1196
Fundaci\363n Speiro
CIVILIZACION O SUBVERSION
ese conjunto es el que expresa San Pablo: "Todo es para vosotros,
pero
vosotros
pertenecéis a Jesucristo" ...
Ahora bien, usted dice que "podría hacerse una asimilación
enrre el Orden divino
y la civilización ocddenral". Después de lo
que hemos dicho a=ca del Orden divino y de lo que vamos a decir
de la
civilización, no
deberá subsistir ningún equívoco.
En primer lugar, el término mismo "civilización occidental"
prácticamente nos
desagrada y nos rehusamos a
emplearlo
(3 ) .. No
sólo por
·haber sido
en
nuestro país usado frecuentemente para cubrir
intereses bastardoo o
fórmulas políticas
sumamente discutibles,
sino
por una
razón más honda y universal. En efecto, hablar de una
civilización "occidental" es admitir que podría existir otra que no
fuera occidental y que se opondría a ella.
Es plantear ya el proble
ma
en términos
dialécticos y preparar los espíritus para el "materia
lismo dialéctico" ai aceptar sus premisas. Inmediatamente, porque
el corazón
y
el espíritu del hombre nunca pierden totalmen11e su
innata ligazón a un orden único, es buscar la "síntesis" entre la
"tesis"
y la "antítesis". Es, pues, desde ese momento obligarse a
desrruir esta civilización "'occidental"
por medio de orra que no lo
es, con el fin de que, a rravés de su lucha recíproca, surja una ter
cera "civfü7a:Ción" que, sobre las ruinas de una y otra, sería ha.u~
tir.ad-a con un nombre, que sin duda, no se encuentra sino en los
escritos de Marx o de Lenin. Fase además efímera porque en razón
de esa
misma dialéctica
esa
nueva "tesis" suscitará por
sí misma
la
"antítesis" cuya lucha dará a luz por destrucción ... , etc.
Pero detengámonos en esos absurdos mortíferos que nos rondu
cen a esa "Revolución continua" cuya inspiración conocemoo muy
(3) Quizá solamente por alusión al hecho de que Occidente actull'lmeil
te defiende ciertos «vafores fundamentales» que son fruto de la Civilización.
«.Situación singular» dice Pío XII, la que
le ocurre
en
Occidente a
hombres
«que 0t11pan cargos públicos» y que, «aunque carezcan de sentido religioso,
quieren y deben, en pro del bien común, defender valores -fundamentales
que solo encuentran consistencia en la religión y en Dios» (Discurso de
Navidad de 19,6). Luego, es un ·hecho, esos valores fundamentales de los
que habla el Papa han sido puestós de relieve en Occidente por efecto de
la
CiviHzación.
1197
Fundaci\363n Speiro
MARIO CESAR
bien, olas con amairgo sabor a mazdeísmo. y a. maniqueísmo renova
dos a través de
una apariencia "científica" (4) y que darían valor de
ser a lo que es el no-'ser, valor de Orden a lo· que es subversión del
orden, valor de civilización a lo que no es sino Revolución.
Porque aún hay cosas
que no
hemos dicho
y que queremos de
cir aquí: y es que existe una antinomia radical, esencial dirían los
metaflskos, enuce la Civfüzación y la Subversión. La primera trata
de construir, de
reailizar por los hombres
y
para los hombres, mien
tras que el objeto fijo, coniesado y sistemático de la segunda es
destruir, si es
posible de
arriba a abajo,
por los hombres
y contra
los hombres. Así como la
Civilización constituye,
al menos prácti
camente, un homenaje al Orden divino al que tiene por objeto
instaurar a través de
sus
propias vías, la Subversión profesa un
ateísmo al menos práctico
por el. odio que confiesa a ese Orden
divino
en el mundo.
Porque
si nos engañamos gravemente al percibir en la Subver
sión sólo las
perturbaciones más o menos violentas
que suscita
frecuentemente --y que para-ella no son sino "etapas tácticas"
igual haríamos si abusáramos de las palabras y redujéramos la Ci
vilización a ese conjunto
de costumbres actuales que no fueron las
de ayer y cuya suerte futura es incierta; usos respetados aquí y, sin
embargo, ignorados más allá (5). Cada una de esas costumbres,
prácticas, _ h4bitos de vida, modas del pensamiento o concepciones
acerca
de las cosas, son más o menos conformes
al orden
divino;
son más o .menos aptas para desarrollar a los hombres que de ellas
se benefician,
para orientatlos
a su destino
natural -y sobrena-
( 4) Apariencia pasa.da de moda, es cierto, desde el tiempo en que «el
enemigo de la naturaleza humana» hizo un púlpito del «árbol de la ciencia».
Sabemos
fo que
le ha costado
al género humano: para dejamos aún engañar
por ese trabajo «científico», ¿deberemos ver multiplicarse las operaciones
«científicas», también ellas llamadas Dachau y Katjyn, convento de las Car
melitas, y pontones de Nantes, Budapest y Meluza?
( 5) Si
nos
ceñimos a
la definición de
la palabra «integrismo» dada por
el Cardenal Suhard, efectivamente existe un error al «confundir la integri
dad
de la doctrina con la conservación de su revestimiento pasajero». Cual
quier
tendencia a
to.mar como
orden divino tales
·usos, ta:l forma de gobierno
o
tal estado del movimiento soda:!, sería una señal de integrismo.
1198
Fundaci\363n Speiro
CWILIZACION O SUBVERSION
tura!-(6) y a hacerles más fácil (7) la "consecución: del fin que
Dios les ha señalado al crearlos". En
una palabra, son
más o
me
nos
"civilizados",
pero no son la Civilización.
La Civilización, con artículo y C mayúscula, es la acción ejer
cida
por
la ciudad conforme a su objeto (8). Y como la ciudad
tiene
por objeto facilitar a sus miembros el oonocimiento y el res
peto all orden natural y aun eventualmente sobrenatural, la Civili
zación ,es la acción ,ejeocida por la ciudad con miras a qure la ley
natural se manifieste
y sea más fácil de observar. No es, pues, un
"orden establecido", un
cierto estado
que habría sido,
sería o debe
ría
ser realizado un
día en todo o en
patte del mundo. Es una, ac
ción,
una acción de 'la ciudad,
ron miras
a un
cierro fin, el fin· por
excelencia de la ciudad, es decir, la perrfección de sus miembros: por
esto
la Civilización
es la
acción
par excelencia de la ciudad, al punto
de
ser casi
sinónimo de perfección de la ciudad.
Elegiremos un punto de aplicación:
la educación de los hijos,
complemento
necesario de
su
proa,eación, que por derecho natural
es tatea de sus padtes. Civilizada será, pues, 'la ciudad que actúe
de tal suerte que esta ley sea
reconocida y tatnbién 1o más fácil
posible
de
observar; la
que,
por esta razón · reconozca a los padres
la libertad
y el poder efectivo de confiar a sus hijos a la escuela de
su
elección. Toda negación de
esta ley natural,
cualquier restricción
de su aplicación constituye lo contrario de la Civilización: un re-
( 6) Un bien sobreoaturd se concibe romo un perfeccionamiento de
orden divino, injertado en el bien natural al -que sobiei,asa sin medida. ·De
De
suerte_ que
el hombre no puede realiur su · fin sobrenatural que es Dios
sobrenaturalmente conocido y amado, sin _perseguir al mismo tiempo y como
si fuera previo, su fin natural que es Pios_ naturatlllente conocido en su
Obra, y respetando esta obra mediante la sumisión a las leyes naturales.
(7)
Cf.
esta definición significativa del Papa León XIII: «La libertad
consiste en que, por ·el recurso de las 1eyes civiles ( es decir, en general por
las instituciones, las
costumbres ....
, etc.),
podamos más
cómodamente
vivir
según las prescripciones de la ley eterna».·
(8) La palabra «civilización», etimológicamente, está formada por las
palabras «civ:itas» (ciuda.d) y por el sufijo «acción» que señala la operación,
la acción, como en las palabras «colonización-(acción de la colonia)»; Evan
gelización» ( acción del Evangelio, etc.).
1199
Fundaci\363n Speiro
MARIO CESAR
tomo a la barbarie, como lo hiciera notar Pío XII: "Se puede
afirmar
sin temor: el lugar "que un país reserva a la escuela pri
vada -es decir, a la escuela que no está manejada por el &tado
refleja muy exactamente el nivel de vida espiritual y cultun!l de
ese país" (9).
Igualment!e ca1ificamos con justicia de civilizado a:l Código Pe
nal que, como la mayor parte de los que están en uso en Occidente,
interpreta el contenido del Decálogo. Pero si, contrariament!e al Dé
cimo Mandamiento, una nación inscribe en sus leyes que la "pro
piedad es el robo", notaremos, en este punto
al menos, un
retroce
so de la civilización.
Otro
caso: Dios ha instituido el matrimonio indisoluble. E.se es
el orden. La acción de la ciudad que tienda a hacer conocer y res
petar ese orden será Civilización. Por el contrario, la institución del
divorcio o la indulgenáa frente a
la licencia, es retornar a la bar
l>a.rie, ·sin que ningún pretexto, de tipo artístico -por ·ejemplo, salve
a la Civilización comprometida. Cuando loo legisladores introduje
ron en los código, el divorcio, puede decm;e que la acción de la
ciudad
con miras a hacer respetar en ese dominio el otden naturra'l
y divino, cesó: esta es una fa:lta contra la civilización. Y si aún hay
en el mundo, en esta materia, hombres "civilizados", se debe a que
todavía se benefician con loo efectos de la acción civilizadora ante»
rior o del apoyo de un "consentimiento genero,!" que no ha des
aparecido completamente
y que también es un elemento de la ciu
dad, una
voz por medio de la que a veces actúa con y contra sus
instituciones legales.
A menos que ese r,speto del otden divino que
ya
no mantiene la ciudad sea obtenido pot acción de fa Iglesia, es
decir, por la Evangelización.
Potque,
y lo
demostrará claramente
el
siguient!e ejemplo, la ac
ción de
la ciudad y la acción de la Iglesia convergen. Esta apunta
más alto
y
más profundo
en razón de que
manifiesta no solamente
el
orden natural sino
también el sobrenatural. Con frecuencia la
Evangelización
precede a
la
Civilización -y la historia demuestra
(9) A lós miembros del Primer Congreso Internacional de Escuelas Pri
vadas.
1200
Fundaci\363n Speiro
CIVIUZACION O SUBVERSION
que después de Cristo, en efecto, nunca ha ocurrido de otra mane
ra-y la Civilización no es llevada a un a:lto grado sino por la
Evangelizadón. Todo Jo que
debe conseguir la ciudad ha sido teni
do en vista por la Iglesia, y la Civilización y Evangelización no pue
den,
prácticamente, marchar una
sin la
otra. Así
corno le es prácti
camente imposible
a la ciudad
furulat su acción sobre el orden na
curn:l si éste no le es indicado por cl magisterio infalible de la Igle
sia, es también prácticamrote imposible evangelizar profundamente
a los miembros de
una ciudad
cuya aa:ión se opone al orden natural.
Además,
¿el Evangelio no se dirige tanto a las dudades como a los
individuos? De
manera que
no
,es posible evangelizar a los hombres
sin
llevar
igualmente a
sus ciudades a conformarse al orden natu
ral. Falso sería el evangelio que pretendiera dejar sumergirse a ,las
ciudades "irresistiblemente" en la revolución para consagta,se sola
mente a
""1var las almas: tal fue el de Lutero y el de algunos otros.
Evidentemente,
no
obstante, la Civlfü:ación y la Evangelli:ación
no
se
confunden.
La
Evangelización es la acción propia de
la Iglesia -
Obispos y de los pastores en unión con el Papa-; la Civi
lización
es la acción propia de
la ciudad, de aquellos que presiden
sus instituciones
y de todos los que de alguna manera col•boran en
la cosa pública.
La Evangelización se efectúa a través de enseñanza apostólica,
de la celebración del culto, de la oración y los sacramentos, de la
lucha oontra los espíritus infetnales, de la distribución de las indul
gencias
y, subsidiariamente, a través de obras temporales de miseri
cordia;
mientras que la Civilización
es realizada por
el poder
civil
a través del ejercicio de la justicia, de la promulgación de
feyes po
sitivas conformes al orden natural, de la
lucha contra las fuerzas
que subvierten ese orden· querido por Dios y nunca tota:lmen:re se
guido por los hombr,es, nunca totalmente "establecido". Por esto
siempre es necesaria la acción que "lo instaure y restaure sin ce
sar". Cuando esta acción. es ejercida por la dudad se llama Civlli
zación.
Y
porque está especificada por su objeto -que es hacer cono
cer
y observar el plan divino por los medios que le son propios-,
,, 1201
Fundaci\363n Speiro
MARIO CESAR
porque Dios, que no cambia y que se burla de las "revoluciones
técnicas", time. un
solo plan, una sola ley,
la misma Civilización es
única en su esencia. Podrán vaciar sus manifestaciones como varían
los idiomas en la expresión de una mi.mi verdad. Los hábitos que
suscita, las costumbres que crea o deshace, los modos de vida que
instaura y transforma, no son ella misma (10); no son sino realiza
ciones más o menos
perfectas según
los
hombres, [os tiempos
y los
lugares en los que ella se ejerce, los
recursos de
los que dispone,
según también la docilidad que encuentra a los obstáculos que le
opone
"la utopía malsana, la rebelión o la impiedad".
De esta civilización
única quería hablar
San Pío X cuando es
cribía: "¡Not Es preciso recordarlo fuertemente en
estos tiempos
de
anarquía social e intelectual
,en que cada cual
se ubica en doctor
y en legislador ... : no se construirá la ciudad de otra manera que
como Dios
la ha construido . . . ¡ No! La civilización no está por
inventarse, ni la ciudad nueva por construirse en las nubes. Ella ha
sido,
,ella es:
la Civilización Cristiana,
la Ciudad Católica. No se
trata. sin.O de instaurar y restaUl'ar sin cesar sus fundamentos natu
rales y divinos contra los ataques siempre renadeQ.tes de la utopía
malsana, de la rel,e)ión y de la impiedad ... ".
Esos ataques siempre renacientes contra la acción que debe efec
tuar la ciudad en favor del orden divino, esos ataques, desde hace
mucho tiempo provienen de la Subversión. Hemos demostrado que,
por sus· fines,
ésta se
opone diametralmente a esa acción. No tiene
otra mira sino destruir -no a la manera de los anarquistas, sino
"científü:amente"-todo lo que pueda ser una :,plicación del orden
natural
y divino en el mundo. Su propósito es -al haber rechaza-
(10) ¿No bendice la Iglesia a todas las civilizaciones? Antes de respon
der a esta pregunta es necesario precisar el sentido de la pafabra empleada.
Si
se entiende por civiiízación a los componentes accidentales de Ja vida so
cial ( idiomas, costumbres, régimen político, elementos estéticos, etc.), es
evidente que el catolicismo no puede ligarse a ninguno de esos elementos ni
rechazarlos a priori. Pero si con esa pa1abra se caracteriza al coniunto de los
principios que rigen la vida de
las colectividades
y que crean así un clima
favorable u hostil
al cristi,mismo, la fe no puede acomodarse a todas las
«civilizaciones» (Monseñor Rupp, en La France catholiq11e1 17 de febrero
de 1956).
1202
Fundaci\363n Speiro
CIVIUZACION O SUBVERSION
do toda noaon acerca de .un orden objetivo-refundar la socie,
dad a partir de =edicros subjetivoo del hombre (11), o de loo
hombres
en
masa. "Utopía malsana" que no podía obrener crédito
a
no
ser inventando la teoría dialéctica de
la identidad de
1os con
tradictorios
y de la "Revolución continua", porque era preciso ttas
trocar hasta 1os "p•iocipios rectores del conocimiento" y suprimir a
la
vez la
una sociedad en la que el orden
natural estaría totalnrente ausente.
Oposición
radkal, pues, entre
la
Subversión y la Civilización.
La Civilización tiende a promover, desarrollar y defender loo
"valores fundamentaJes" de
los que
habla Pío
XII en su
Discurso
de
Navidad de 1956, que
sería preciso citar aquí casi enteramente:
"Valores
humanos
porque el hombre los
realiza y de elloo saca
ventaja,
pero también valores
religiooos y divinoo si considewoos
su
fuente". Ellos son, en primer Jugar, el
conocimiento de la =
dad, de la naturaleza de las cosas, a través de la metafísica, la on
tología,
obras propias de
la
Civilización. Son
bienes sociales la fa.
milia protegida, las comunidades naturales florecientes y el1 orden
en el
seno del F.stado. Lo son los progresos de las artes y de la téc
nica por el sano uso de los productos de fa naturaleza y de las leyes
que
los rigen. Puede decirse que la Civilización se
reconoce en
el
hecho de
que no
hay un dominio de la actividad de los hombres
que
eocape a
sus
efectos benéficos y que su intervención en un
punto no
perjudica al. desarrollo de sus frutos, además, en todas
partes.
Consideremos, por ejemplo, el antiguo Egipto. No es compren
sible una Civfüzación que
encierre su ciencia en sus
pirámides, por
que, precisamente, la vetdadera Civilización no hubiera encerrado
ese conocimiento
sino
que hubiera
extraído de él benefkios aplica
bles a todos los dominios de la vida. Y no hubiera
sacrificado la
vida de
millones de
esclavos para realizar sus construcciones arqui-
( 11) Es comprensíble que contra la Subversión no podamos admitir que
«el verdadero punto de
partida de una : ética totalmente humana y universal
sea el sentir de la pemona humana». El hombre no puede ser a la vez el
sujeto y el criterio de la moral. Nunca podrá la Iglesia contentarse con Una
noción ta.ti subjetiva.
1203
Fundaci\363n Speiro
MARIO CESAR
tectónicas. (¿No habría que hacer la misma observación con respec·
to
a
ciertos satélites artificiales?).
¿Y el Islam? ¿No fue el primero en leer y en dar noticias de
Aristóteles? ¿
Y sus palacios y su arte y sus dinastías poderosas? Le
reconocemos todo eso que nadie podría poner en tela de juicio.
¡Pero qué
miseria
en la sociedad! Las mujeres reducidas durante
siglos
a
la condición de bestias de carga; la más completa esterili
dad en
Jos cultivos y aun
en la industria, salvo el caso de algunos
artesanados.
Consideremos, por el contrario, la Civilización cristiana en cual
quier parte donde haya extendido su acción. V eremos que no hay
un solo dominio donde no haya producido los frutos más perfectos.
Podría
haber sido
más rica, más grande o poderosa en algún terre
no determinado, pero hubiera sido en detrimento de todo el resto.
La verdadera Civilización actúa en todas partes sin sacrificar nada
y lo
que aún supera a esto es que en todo establece el orden y la
armonía.
La Subversión, cuya ~resión más coherente es el ma:rxism.o
leninismo, al rechazar · el orden objetivo que los constituye busca
destruir y "desconstituirº' al mayor número posible de esos bienes,
de
esos valores
fundamentales y, sobre todo, la armonía y
el orden
que
debe existir entre ellos. En primer lugar no
les reconoce
ningún
valor de "bienes" para no aceptarlos como tales y, si viene aa caso,
solamente "valor de acción". Es decir, que los bienes de los que
dispone el hombre o que produce, no son
considerados por lo que
son y valen en sí mismos, sino únicamente en razón de la fuerza que
son susceptibles de poner en movimiento en provecho de 1a Sub
versión. En consecuencia, esos bienes, en tanro sea posible, deberán
ser
destruidos como tales
y sólo serán conservados en 1a roro.ida en
que sirvan a la expansión de la Subversión y no por mucho tiem
po. El mismo hombre no escapa a esta ley. Por eso, aquel que no
es "rea.tperable" para servir a la causa revolucionaria; aquel que,
por
el contrario, demuestra ser "contrarrevdlucionario", ése es más
perjudicial que átil; no tiene ningún valor y lógicamente, debe ser
suprimido.
Guerra, pues,
a la familia, a la que se reduce en lo posible a
la
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Fundaci\363n Speiro
CIVIUZACION O SUBVBRSION
pareja generadora, salvo si la desnat"'1.idad que esto trae como ron
secuencia
se revela en el tiempo como demasiado funesta para la
expansión
de !a Subversión. Guerra a los cueipos iotlemledios de
todo tipo. Las agrupaciones en que se reunirá a los hombres serán
concebidas solamente para servir a la causa revolucionaria. Guerra
también al Estado cuando actúa como protector del verdadero onlen.
Sólo
el
Estado revolucionario merece ser ,espontáneamente "roo,no
cido" romo gobierno legítimo.
La Subversión no solamente destruye esos bienes, esos valores
fundamentales. Los fuerza a destruirse a sí· mismos al arruinar hasta
el orden que los constimye y la armonía que debe existir entre elloo.
MienPras que la Civilización suscita y desarrolla las armonías so
cial.es, la SulwMsión explota en todaJ partes los tmtagonismos so
cüites. Lo.s hwenta si no existen y pM doquier siembra su veneno
dialéctico (12).
Antagonismo, separación entre la Iglesia y el Estado, y el víncu
lo social queda arruinado en su origen.
Antagonismo, oposiciones
en
el -mismo seno de la familia, entre
los esposos,
entre padres e
hijos,
entre la
escuela
y la libertad de
las
familias,
entre alumnos
y profesores.
Antagonismo,
opooiciones en el seno de la empresa entre capi
tal
y trabajo, entre empleadores y empklados, entre oficio y em
presa.
Antagonismo,
oposiciones en el seno del Estado por !a separa
ción de los
poderes que se vigilao y desconfían unos de otros; opo•
sición
entre "país real" y "país legal"; oposición entre el país y
( 12) Para alimentar esos antagonismos dialécticos el marxismo ha in·
ventado fa teoría de la alienación. Extrayendo las consecuencias de la no
ción
liberal de la. libertad concebida. como un rechazo a todo lo que desde
el exterior puede ordenar la acci6n del hombre, de todo aquello que, siendo
distinto
a
él, puede im.ponérsele o actuar en
la
determinaci6n de su compor
tamiento, el marxismo persigue la «desalienaáón» hasta llegar a la lucha,
no solamente contra los· cuadros sociales partirularmente «ordenadores», sino
también contra
el principio mismo de un orden objetivo que no ha sido con
cebido por el hombre. En definitiva, pues, ataca al orden natural y divino
para «desalienar» mejor todo lo que ese orden mantiene ordenado, jerarqui
zado y armonizado.
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Fundaci\363n Speiro
MARIO CESAR
las Fuerzas Armadas; oposición entre la noción y una de sus partes,
entre "integración" y "estatuto personal"; oposición entre F.stados
y bloques de Estados; oposición. entre "civilizaciones". Por todas
partes la Subversión suscita estass luchas explorando las particula
rismos de clase o de raza que le brindan la ma11etia de las guerras
revolucionarias (13).
La
Civilización despierta
y prorege uno
de los bienes más pre
ciosos
del hombre: su
libertad para
colaborar con el Orden
,en d
ruundo. La Subversión apenas si le deja, y de maoera controlada,
la
licencia de
destruí< ese
orden.
La
Civifuación, finalmente, es cristiana, al menos prácticamente:
su
obra es un homenaje al
Soberano Ordenador, San Pío X lo afir
ma: "La Civilización de la humanidad es La Civilización Cristia
na. Es tanto más verdadera, más duradera y más fecunda en frutos
preciosos cuanto más netamente cristiana es; tanto más decadente,
para mayor desgracia de la sociedad, cuanto más se sustrae a la idea
cristiana" (14).
La Subversión es un
ateísmo práctico,
mucho
más destructor
que el a~eísmn dogmático siempre un poco ridícuJo en sus demos
traciones negatorias. Por esto la Iglesia no ha· cesado de condenar a
la Subversión. La ha condenado por revolucionaria, en
consecuen
cia,. atea, y no porque es atea bien que revolucionaria como algunos
querrían hacer creer, como si su ateísmo sólo fuera un derecto
accidental
del
que pudiera
curarse. Por
el contrario, precisamente
por
ser subversiva, no con
respecto a cualquier "orden establecido"
sino al orden natural y al mismo orden divmo, la Iglesia la ha cas
tigado.
Peste, cáncer, monstruo
espantosO, son
los
nombres más
( 13) «Es preciso, escribe Lenin, excitar a las naciones burguesas a
devorarse entre sí». ¿Existen antagonismos profundos a explotar en el mundo
capitalista contemporáneo ....
? La política oomunista tiene como tarea prác
tica explotar ese conflicto excitando a los enemigos unos Contra otros .... Es
necesario transformar la· guerra exterior en guerra civil. La transformación
de
la guerra de" los pueblos en guerra civil es el único trabajo socialista. ....
¡Aba.jo las tonterías sentimentales·.y los sllspiros imbéciles después de la paz
a
cualquier
precio! Levantemos el. estandarte de la guerra civil» (Obras com~
p/etas, edición r111a, t. XXV, 592; t. XIII, 12).
( 14) Enáclica 11 fermo propo.rito.
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CIVIUZACION O SUBVB~ION
suaves que le dan los Soberanos Pontífices desde Pío VI hasta nues
tro
tiempo.
Y cuando ella alcanza su forma total y coherente en el
marxismo-leninismo, el calificativo "intrÍJJs
perverso" le
cuadra perfectamente, porque
su perversión no
eo aocidenta!l y como
surgida de un defecto del que se la podría curar, sino porque es to
ta!lmente el rechazo al orden objetivo del que el hombre no es
autor,
y porque lo sustituye, a título de regla de conducta, por los
juicios subjetivos del hombre.
Y esto es el mal mismo, el pecado.
Pío XII,
al renovar la orden dada a las personas individuales de
no
mantener ningún
trato con
la Subversión, Je atribuye un nombre
que el mismo Jesucristo y la Tradición reservan para Satanás: "El
enemigo del género humano" a la vez "uno e innumerable" (15).
Por
el contrario, el recordado Pontífice se complace en alentar
como a "cooperado reo de Dios en el mundo" a aquellos que por
medio de las instituciones, del ejercicio del poder en sus manos,
luchan contra la Subversión y sostienen el orden natural y divino.
El Papa aprueba que estos "que sostienen una focha que se leo im
pone injustamente consideren también como una cruzada" la de
fensa "de los valores
absolutos del hombre y de la sociedad". Cru
zada en favor del orden en el mundo para el mayor bien de los
hombres. Cruzada en pro de la Civilización, de la qne puede unir a
los
hombres y por medio de la cual la humanidad podrá encontrar
su
unidad,
la Civilización Cristiana que "llama Caridad al sacri
ficio
ofrecido
a Dios
para establecer su reino", el respeto de su
Orden.
Con Usted y con tantos otros camaradas, llevaremos adclante
esta cruzada: "Combatiremos por Dios, contra sus enemigos, pero
también
contra
nc'6otros mismos"
Su camarada de armas.
(15) Discurso del 18 de noviembre de 1956 .
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