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Número 148-149

Serie XV

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Civilización o subversión: Lo que está en juego (Respuesta a un oficial argentino)

RESPUESTA A UN OFICIAL ARGENTINO
CIVILJZACION O SUBVERSION: LO QUE ESTA
EN JUEGO(*)
POR
MARIO CÉ:SAR.
Mi Teniente: Su carta obliga nuestro reconocimiento por la aten­
ción que ha tenido a bien ¡,restar a lo que constituye el fundamen­ to de
nuestra acción: saber que cl hombre

no se ha hecho solo, al
azar de mutaciones
biológicas o

de
transformaciones económicas,
sino

que ha sido creado por
Dios. Que, en consecuencia (1), se en­
cuentra
sometido a leyes
y a un orden que debe observar y al que
debe
conformar_ tanto sus actos jndividuaJ:es como sus relaciones
con sus semejantes, a un orden objetWo, eterno, t-rascendente e in­
manente a
la vez y cuyo respeto constituye el criterio ohjetwo de
la moral.
El Orden Divino (por su fuente) es cl orden impuesto por Dios
Creador a todas las criaturas en general. Y como ese "plan de
Dios"
se
aplica, especialmente, al

mundo en que
vivimos, el
"Orden del
Mundo" (por

su aplicación) se capta más
particularmente a través
(•) Reproducimos de nuestra homónima argentina VERBO, núm. 157,
de Buenos Aires, esta carta de palpable interés formativo,.
(

1) En virtud del principio según el
cual un ser de cualquier natw:a­
leza

está sometido a las leyes que
han presidido su formación. Si el hombre
fuera. el fruto de transformaciones económicas, a
las leyes

económicas
y sólo
a ellas debería conformarse: presidirían su destino así como han dominado sobre su formación. El marxismo es, al respecto, lo más coherente con re­
lación al materialismo. Por el contrario, habiendo sido el hombre creado por
Dios, las leyes de su naturaleza son las
que Dios

le ha sefialado. No puede
transgredirlas sin perder de
algún modo

su naturaleza de hombre.
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MARIO CESAR
de las leyes instituidas por Dios para este mundo: el número de las
leyes naturales que rigen constituyen
más particula,mente el

mundo.
No se
trata, pues, de "" orden más o menos "establecido" en el
mundo
o en alguna de sus
paroes, sino

de
aquel al

que debe
confor­
n1MSe el
mundo.

Y el mundo permanece sumiso a él allí donde
"la
utopía malsana, la rebelión o la impiedad" no han llegado. Pero con
frecuencia se
encuentra perturbado y hasta d,sfigurado: a "instau­
rarlo

y a restaurarlo
sin cesar" deben ~plicarse los hombres de

bue­
na
voluntad y las comunidades ---,religiosas y civiles- a las que
pertenecen. De
ese orden

del mundo bbla
S. S. Pío XII en el dis­
curso que usted recuerda y que nosotros mimnos hemos citado tan­
tas veces (2).
También hemos hablado del "Orden Humano" como de uno de
los
aspectos de

ese Orden del mundo
y quisiéramos señalar las leyes
que Dios, al crearlo, asignó más particularmente a
la naturaleza hu­
mana:
Plan de Dios con respecto al hombre, incluido totalmente
en

la siguiente
frase de San Ignacio de la que León XIII decía que
su meditación bastaría P"'ª resolver la cuestión socld: "El hombre
ha sido creado
para alabac, honrar y servir a Dios Nuestro Señor y,
por ese medfo, salvar su a!lma; y todas las cosas que están sobre la
tierra han sido creadas a causa del hombre
para ayudarlo en la con­
secución
del fin

que Dios le ha señalado al
crearlo ...
".
El orden humano es el hombre creado
por Dios y por lo tanto
dependiente de aquello que sin él es
ya real, la verdad, frente a la
cual no
hay libertad para pronunciarse en falso. Es también "el fin
último" del hombre, que
es la

posesión o
la privación
de Dios
----6U
fin natural y soboenatural-según que el ooden natural -y sobre-­
natural-

haya sido seguido o
rechazado. Son, en fin, todas las co­
sas de este mundo dadas al hombre para que se sirva de ellas con­
forme a ese orden
-ronforme a
su naturaleza y a
la de ella,,-, y
no de otra manera.
El Orden divino, cl Orden del mundo, el Orden humano, todo
(2) El texto del discurso de Navidad de 19-57 es el que podría invocarse
aquí. Lo confirmarán nuestras citas ú.lteriores.
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CIVILIZACION O SUBVERSION
ese conjunto es el que expresa San Pablo: "Todo es para vosotros,
pero

vosotros
pertenecéis a Jesucristo" ...
Ahora bien, usted dice que "podría hacerse una asimilación
enrre el Orden divino
y la civilización ocddenral". Después de lo
que hemos dicho a=ca del Orden divino y de lo que vamos a decir
de la
civilización, no

deberá subsistir ningún equívoco.
En primer lugar, el término mismo "civilización occidental"
prácticamente nos
desagrada y nos rehusamos a

emplearlo
(3 ) .. No
sólo por
·haber sido

en
nuestro país usado frecuentemente para cubrir
intereses bastardoo o

fórmulas políticas
sumamente discutibles,
sino
por una
razón más honda y universal. En efecto, hablar de una
civilización "occidental" es admitir que podría existir otra que no
fuera occidental y que se opondría a ella.
Es plantear ya el proble­
ma

en términos
dialécticos y preparar los espíritus para el "materia­
lismo dialéctico" ai aceptar sus premisas. Inmediatamente, porque
el corazón
y
el espíritu del hombre nunca pierden totalmen11e su
innata ligazón a un orden único, es buscar la "síntesis" entre la
"tesis"
y la "antítesis". Es, pues, desde ese momento obligarse a
desrruir esta civilización "'occidental"
por medio de orra que no lo
es, con el fin de que, a rravés de su lucha recíproca, surja una ter­
cera "civfü7a:Ción" que, sobre las ruinas de una y otra, sería ha.u~
tir.ad-a con un nombre, que sin duda, no se encuentra sino en los
escritos de Marx o de Lenin. Fase además efímera porque en razón
de esa
misma dialéctica
esa
nueva "tesis" suscitará por
sí misma
la
"antítesis" cuya lucha dará a luz por destrucción ... , etc.
Pero detengámonos en esos absurdos mortíferos que nos rondu­
cen a esa "Revolución continua" cuya inspiración conocemoo muy
(3) Quizá solamente por alusión al hecho de que Occidente actull'lmeil­
te defiende ciertos «vafores fundamentales» que son fruto de la Civilización.
«.Situación singular» dice Pío XII, la que
le ocurre
en
Occidente a
hombres
«que 0t11pan cargos públicos» y que, «aunque carezcan de sentido religioso,
quieren y deben, en pro del bien común, defender valores -fundamentales
que solo encuentran consistencia en la religión y en Dios» (Discurso de
Navidad de 19,6). Luego, es un ·hecho, esos valores fundamentales de los
que habla el Papa han sido puestós de relieve en Occidente por efecto de
la
CiviHzación.
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bien, olas con amairgo sabor a mazdeísmo. y a. maniqueísmo renova­
dos a través de
una apariencia "científica" (4) y que darían valor de
ser a lo que es el no-'ser, valor de Orden a lo· que es subversión del
orden, valor de civilización a lo que no es sino Revolución.
Porque aún hay cosas
que no
hemos dicho
y que queremos de­
cir aquí: y es que existe una antinomia radical, esencial dirían los
metaflskos, enuce la Civfüzación y la Subversión. La primera trata
de construir, de
reailizar por los hombres

y
para los hombres, mien­
tras que el objeto fijo, coniesado y sistemático de la segunda es
destruir, si es
posible de

arriba a abajo,
por los hombres

y contra
los hombres. Así como la
Civilización constituye,

al menos prácti­
camente, un homenaje al Orden divino al que tiene por objeto
instaurar a través de

sus
propias vías, la Subversión profesa un
ateísmo al menos práctico
por el. odio que confiesa a ese Orden
divino
en el mundo.
Porque
si nos engañamos gravemente al percibir en la Subver­
sión sólo las
perturbaciones más o menos violentas

que suscita
frecuentemente --y que para-ella no son sino "etapas tácticas"­
igual haríamos si abusáramos de las palabras y redujéramos la Ci­
vilización a ese conjunto

de costumbres actuales que no fueron las
de ayer y cuya suerte futura es incierta; usos respetados aquí y, sin
embargo, ignorados más allá (5). Cada una de esas costumbres,
prácticas, _ h4bitos de vida, modas del pensamiento o concepciones
acerca

de las cosas, son más o menos conformes
al orden
divino;
son más o .menos aptas para desarrollar a los hombres que de ellas
se benefician,
para orientatlos
a su destino
natural -y sobrena-
( 4) Apariencia pasa.da de moda, es cierto, desde el tiempo en que «el
enemigo de la naturaleza humana» hizo un púlpito del «árbol de la ciencia».
Sabemos
fo que

le ha costado
al género humano: para dejamos aún engañar
por ese trabajo «científico», ¿deberemos ver multiplicarse las operaciones
«científicas», también ellas llamadas Dachau y Katjyn, convento de las Car­
melitas, y pontones de Nantes, Budapest y Meluza?
( 5) Si

nos
ceñimos a

la definición de
la palabra «integrismo» dada por
el Cardenal Suhard, efectivamente existe un error al «confundir la integri­
dad
de la doctrina con la conservación de su revestimiento pasajero». Cual­
quier
tendencia a
to.mar como

orden divino tales
·usos, ta:l forma de gobierno
o
tal estado del movimiento soda:!, sería una señal de integrismo.
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CWILIZACION O SUBVERSION
tura!-(6) y a hacerles más fácil (7) la "consecución: del fin que
Dios les ha señalado al crearlos". En
una palabra, son

más o
me­
nos

"civilizados",
pero no son la Civilización.
La Civilización, con artículo y C mayúscula, es la acción ejer­
cida
por
la ciudad conforme a su objeto (8). Y como la ciudad
tiene
por objeto facilitar a sus miembros el oonocimiento y el res­
peto all orden natural y aun eventualmente sobrenatural, la Civili­
zación ,es la acción ,ejeocida por la ciudad con miras a qure la ley
natural se manifieste
y sea más fácil de observar. No es, pues, un
"orden establecido", un
cierto estado

que habría sido,
sería o debe­
ría
ser realizado un

día en todo o en
patte del mundo. Es una, ac­
ción,
una acción de 'la ciudad,
ron miras

a un
cierro fin, el fin· por
excelencia de la ciudad, es decir, la perrfección de sus miembros: por
esto
la Civilización
es la

acción
par excelencia de la ciudad, al punto
de
ser casi

sinónimo de perfección de la ciudad.
Elegiremos un punto de aplicación:
la educación de los hijos,
complemento
necesario de

su
proa,eación, que por derecho natural
es tatea de sus padtes. Civilizada será, pues, 'la ciudad que actúe
de tal suerte que esta ley sea
reconocida y tatnbién 1o más fácil
posible

de
observar; la

que,
por esta razón · reconozca a los padres
la libertad
y el poder efectivo de confiar a sus hijos a la escuela de
su
elección. Toda negación de

esta ley natural,
cualquier restricción
de su aplicación constituye lo contrario de la Civilización: un re-
( 6) Un bien sobreoaturd se concibe romo un perfeccionamiento de
orden divino, injertado en el bien natural al -que sobiei,asa sin medida. ·De
De

suerte_ que
el hombre no puede realiur su · fin sobrenatural que es Dios
sobrenaturalmente conocido y amado, sin _perseguir al mismo tiempo y como
si fuera previo, su fin natural que es Pios_ naturatlllente conocido en su
Obra, y respetando esta obra mediante la sumisión a las leyes naturales.
(7)

Cf.
esta definición significativa del Papa León XIII: «La libertad
consiste en que, por ·el recurso de las 1eyes civiles ( es decir, en general por
las instituciones, las
costumbres ....

, etc.),
podamos más

cómodamente
vivir
según las prescripciones de la ley eterna».·
(8) La palabra «civilización», etimológicamente, está formada por las
palabras «civ:itas» (ciuda.d) y por el sufijo «acción» que señala la operación,
la acción, como en las palabras «colonización-(acción de la colonia)»; Evan­
gelización» ( acción del Evangelio, etc.).
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tomo a la barbarie, como lo hiciera notar Pío XII: "Se puede
afirmar
sin temor: el lugar "que un país reserva a la escuela pri­
vada -es decir, a la escuela que no está manejada por el &tado­
refleja muy exactamente el nivel de vida espiritual y cultun!l de
ese país" (9).
Igualment!e ca1ificamos con justicia de civilizado a:l Código Pe­
nal que, como la mayor parte de los que están en uso en Occidente,
interpreta el contenido del Decálogo. Pero si, contrariament!e al Dé­
cimo Mandamiento, una nación inscribe en sus leyes que la "pro­
piedad es el robo", notaremos, en este punto

al menos, un
retroce­
so de la civilización.
Otro
caso: Dios ha instituido el matrimonio indisoluble. E.se es
el orden. La acción de la ciudad que tienda a hacer conocer y res­
petar ese orden será Civilización. Por el contrario, la institución del
divorcio o la indulgenáa frente a
la licencia, es retornar a la bar­
l>a.rie, ·sin que ningún pretexto, de tipo artístico -por ·ejemplo, salve
a la Civilización comprometida. Cuando loo legisladores introduje­
ron en los código, el divorcio, puede decm;e que la acción de la
ciudad
con miras a hacer respetar en ese dominio el otden naturra'l
y divino, cesó: esta es una fa:lta contra la civilización. Y si aún hay
en el mundo, en esta materia, hombres "civilizados", se debe a que
todavía se benefician con loo efectos de la acción civilizadora ante»
rior o del apoyo de un "consentimiento genero,!" que no ha des­
aparecido completamente
y que también es un elemento de la ciu­
dad, una
voz por medio de la que a veces actúa con y contra sus
instituciones legales.
A menos que ese r,speto del otden divino que
ya
no mantiene la ciudad sea obtenido pot acción de fa Iglesia, es
decir, por la Evangelización.
Potque,
y lo
demostrará claramente
el
siguient!e ejemplo, la ac­
ción de
la ciudad y la acción de la Iglesia convergen. Esta apunta
más alto

y
más profundo
en razón de que
manifiesta no solamente
el

orden natural sino
también el sobrenatural. Con frecuencia la
Evangelización
precede a

la
Civilización -y la historia demuestra
(9) A lós miembros del Primer Congreso Internacional de Escuelas Pri­
vadas.
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CIVIUZACION O SUBVERSION
que después de Cristo, en efecto, nunca ha ocurrido de otra mane­
ra-y la Civilización no es llevada a un a:lto grado sino por la
Evangelizadón. Todo Jo que
debe conseguir la ciudad ha sido teni­
do en vista por la Iglesia, y la Civilización y Evangelización no pue­
den,
prácticamente, marchar una

sin la
otra. Así

corno le es prácti­
camente imposible

a la ciudad
furulat su acción sobre el orden na­
curn:l si éste no le es indicado por cl magisterio infalible de la Igle­
sia, es también prácticamrote imposible evangelizar profundamente
a los miembros de

una ciudad
cuya aa:ión se opone al orden natural.
Además,
¿el Evangelio no se dirige tanto a las dudades como a los
individuos? De
manera que
no
,es posible evangelizar a los hombres
sin
llevar
igualmente a

sus ciudades a conformarse al orden natu­
ral. Falso sería el evangelio que pretendiera dejar sumergirse a ,las
ciudades "irresistiblemente" en la revolución para consagta,se sola­
mente a
""1var las almas: tal fue el de Lutero y el de algunos otros.
Evidentemente,

no
obstante, la Civlfü:ación y la Evangelli:ación
no

se
confunden.
La

Evangelización es la acción propia de
la Iglesia - de los
Obispos y de los pastores en unión con el Papa-; la Civi­
lización
es la acción propia de
la ciudad, de aquellos que presiden
sus instituciones
y de todos los que de alguna manera col•boran en
la cosa pública.
La Evangelización se efectúa a través de enseñanza apostólica,
de la celebración del culto, de la oración y los sacramentos, de la
lucha oontra los espíritus infetnales, de la distribución de las indul­
gencias
y, subsidiariamente, a través de obras temporales de miseri­
cordia;
mientras que la Civilización

es realizada por
el poder
civil
a través del ejercicio de la justicia, de la promulgación de
feyes po­
sitivas conformes al orden natural, de la
lucha contra las fuerzas
que subvierten ese orden· querido por Dios y nunca tota:lmen:re se­
guido por los hombr,es, nunca totalmente "establecido". Por esto
siempre es necesaria la acción que "lo instaure y restaure sin ce­
sar". Cuando esta acción. es ejercida por la dudad se llama Civlli­
zación.
Y

porque está especificada por su objeto -que es hacer cono­
cer
y observar el plan divino por los medios que le son propios-,
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porque Dios, que no cambia y que se burla de las "revoluciones
técnicas", time. un

solo plan, una sola ley,
la misma Civilización es
única en su esencia. Podrán vaciar sus manifestaciones como varían
los idiomas en la expresión de una mi.mi verdad. Los hábitos que
suscita, las costumbres que crea o deshace, los modos de vida que
instaura y transforma, no son ella misma (10); no son sino realiza­
ciones más o menos
perfectas según
los
hombres, [os tiempos

y los
lugares en los que ella se ejerce, los
recursos de

los que dispone,
según también la docilidad que encuentra a los obstáculos que le
opone
"la utopía malsana, la rebelión o la impiedad".
De esta civilización

única quería hablar
San Pío X cuando es­
cribía: "¡Not Es preciso recordarlo fuertemente en
estos tiempos
de

anarquía social e intelectual
,en que cada cual

se ubica en doctor
y en legislador ... : no se construirá la ciudad de otra manera que
como Dios
la ha construido . . . ¡ No! La civilización no está por
inventarse, ni la ciudad nueva por construirse en las nubes. Ella ha
sido,
,ella es:
la Civilización Cristiana,
la Ciudad Católica. No se
trata. sin.O de instaurar y restaUl'ar sin cesar sus fundamentos natu­
rales y divinos contra los ataques siempre renadeQ.tes de la utopía
malsana, de la rel,e)ión y de la impiedad ... ".
Esos ataques siempre renacientes contra la acción que debe efec­
tuar la ciudad en favor del orden divino, esos ataques, desde hace
mucho tiempo provienen de la Subversión. Hemos demostrado que,
por sus· fines,
ésta se
opone diametralmente a esa acción. No tiene
otra mira sino destruir -no a la manera de los anarquistas, sino
"científü:amente"-todo lo que pueda ser una :,plicación del orden
natural
y divino en el mundo. Su propósito es -al haber rechaza-
(10) ¿No bendice la Iglesia a todas las civilizaciones? Antes de respon­
der a esta pregunta es necesario precisar el sentido de la pafabra empleada.
Si
se entiende por civiiízación a los componentes accidentales de Ja vida so­
cial ( idiomas, costumbres, régimen político, elementos estéticos, etc.), es
evidente que el catolicismo no puede ligarse a ninguno de esos elementos ni
rechazarlos a priori. Pero si con esa pa1abra se caracteriza al coniunto de los
principios que rigen la vida de

las colectividades
y que crean así un clima
favorable u hostil
al cristi,mismo, la fe no puede acomodarse a todas las
«civilizaciones» (Monseñor Rupp, en La France catholiq11e1 17 de febrero
de 1956).
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CIVIUZACION O SUBVERSION
do toda noaon acerca de .un orden objetivo-refundar la socie,
dad a partir de =edicros subjetivoo del hombre (11), o de loo
hombres

en
masa. "Utopía malsana" que no podía obrener crédito
a

no
ser inventando la teoría dialéctica de

la identidad de
1os con­
tradictorios
y de la "Revolución continua", porque era preciso ttas­
trocar hasta 1os "p•iocipios rectores del conocimiento" y suprimir a
la
vez la a

una sociedad en la que el orden
natural estaría totalnrente ausente.
Oposición
radkal, pues, entre

la
Subversión y la Civilización.
La Civilización tiende a promover, desarrollar y defender loo
"valores fundamentaJes" de

los que
habla Pío

XII en su
Discurso
de

Navidad de 1956, que
sería preciso citar aquí casi enteramente:
"Valores
humanos

porque el hombre los
realiza y de elloo saca
ventaja,

pero también valores
religiooos y divinoo si considewoos
su

fuente". Ellos son, en primer Jugar, el
conocimiento de la =­
dad, de la naturaleza de las cosas, a través de la metafísica, la on­
tología,
obras propias de

la
Civilización. Son
bienes sociales la fa.
milia protegida, las comunidades naturales florecientes y el1 orden
en el
seno del F.stado. Lo son los progresos de las artes y de la téc­
nica por el sano uso de los productos de fa naturaleza y de las leyes
que

los rigen. Puede decirse que la Civilización se
reconoce en
el
hecho de

que no
hay un dominio de la actividad de los hombres
que
eocape a

sus
efectos benéficos y que su intervención en un
punto no
perjudica al. desarrollo de sus frutos, además, en todas
partes.
Consideremos, por ejemplo, el antiguo Egipto. No es compren­
sible una Civfüzación que

encierre su ciencia en sus
pirámides, por­
que, precisamente, la vetdadera Civilización no hubiera encerrado
ese conocimiento
sino

que hubiera
extraído de él benefkios aplica­
bles a todos los dominios de la vida. Y no hubiera
sacrificado la
vida de

millones de
esclavos para realizar sus construcciones arqui-
( 11) Es comprensíble que contra la Subversión no podamos admitir que
«el verdadero punto de
partida de una : ética totalmente humana y universal
sea el sentir de la pemona humana». El hombre no puede ser a la vez el
sujeto y el criterio de la moral. Nunca podrá la Iglesia contentarse con Una
noción ta.ti subjetiva.
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tectónicas. (¿No habría que hacer la misma observación con respec·
to

a
ciertos satélites artificiales?).
¿Y el Islam? ¿No fue el primero en leer y en dar noticias de
Aristóteles? ¿
Y sus palacios y su arte y sus dinastías poderosas? Le
reconocemos todo eso que nadie podría poner en tela de juicio.
¡Pero qué

miseria
en la sociedad! Las mujeres reducidas durante
siglos

a
la condición de bestias de carga; la más completa esterili­
dad en

Jos cultivos y aun
en la industria, salvo el caso de algunos
artesanados.
Consideremos, por el contrario, la Civilización cristiana en cual­
quier parte donde haya extendido su acción. V eremos que no hay
un solo dominio donde no haya producido los frutos más perfectos.
Podría

haber sido
más rica, más grande o poderosa en algún terre­
no determinado, pero hubiera sido en detrimento de todo el resto.
La verdadera Civilización actúa en todas partes sin sacrificar nada
y lo
que aún supera a esto es que en todo establece el orden y la
armonía.
La Subversión, cuya ~resión más coherente es el ma:rxism.o­
leninismo, al rechazar · el orden objetivo que los constituye busca
destruir y "desconstituirº' al mayor número posible de esos bienes,
de
esos valores
fundamentales y, sobre todo, la armonía y
el orden
que

debe existir entre ellos. En primer lugar no
les reconoce

ningún
valor de "bienes" para no aceptarlos como tales y, si viene aa caso,
solamente "valor de acción". Es decir, que los bienes de los que
dispone el hombre o que produce, no son
considerados por lo que
son y valen en sí mismos, sino únicamente en razón de la fuerza que
son susceptibles de poner en movimiento en provecho de 1a Sub­
versión. En consecuencia, esos bienes, en tanro sea posible, deberán
ser

destruidos como tales
y sólo serán conservados en 1a roro.ida en
que sirvan a la expansión de la Subversión y no por mucho tiem­
po. El mismo hombre no escapa a esta ley. Por eso, aquel que no
es "rea.tperable" para servir a la causa revolucionaria; aquel que,
por
el contrario, demuestra ser "contrarrevdlucionario", ése es más
perjudicial que átil; no tiene ningún valor y lógicamente, debe ser
suprimido.
Guerra, pues,

a la familia, a la que se reduce en lo posible a
la
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pareja generadora, salvo si la desnat"'1.idad que esto trae como ron­
secuencia
se revela en el tiempo como demasiado funesta para la
expansión
de !a Subversión. Guerra a los cueipos iotlemledios de
todo tipo. Las agrupaciones en que se reunirá a los hombres serán
concebidas solamente para servir a la causa revolucionaria. Guerra
también al Estado cuando actúa como protector del verdadero onlen.
Sólo

el
Estado revolucionario merece ser ,espontáneamente "roo,no­
cido" romo gobierno legítimo.
La Subversión no solamente destruye esos bienes, esos valores
fundamentales. Los fuerza a destruirse a sí· mismos al arruinar hasta
el orden que los constimye y la armonía que debe existir entre elloo.
MienPras que la Civilización suscita y desarrolla las armonías so­
cial.es, la SulwMsión explota en todaJ partes los tmtagonismos so­
cüites. Lo.s hwenta si no existen y pM doquier siembra su veneno
dialéctico (12).
Antagonismo, separación entre la Iglesia y el Estado, y el víncu­
lo social queda arruinado en su origen.
Antagonismo, oposiciones

en
el -mismo seno de la familia, entre
los esposos,
entre padres e

hijos,
entre la

escuela
y la libertad de
las
familias,
entre alumnos

y profesores.
Antagonismo,
opooiciones en el seno de la empresa entre capi­
tal
y trabajo, entre empleadores y empklados, entre oficio y em­
presa.
Antagonismo,
oposiciones en el seno del Estado por !a separa­
ción de los
poderes que se vigilao y desconfían unos de otros; opo•
sición
entre "país real" y "país legal"; oposición entre el país y
( 12) Para alimentar esos antagonismos dialécticos el marxismo ha in·
ventado fa teoría de la alienación. Extrayendo las consecuencias de la no­
ción
liberal de la. libertad concebida. como un rechazo a todo lo que desde
el exterior puede ordenar la acci6n del hombre, de todo aquello que, siendo
distinto

a
él, puede im.ponérsele o actuar en
la
determinaci6n de su compor­
tamiento, el marxismo persigue la «desalienaáón» hasta llegar a la lucha,
no solamente contra los· cuadros sociales partirularmente «ordenadores», sino
también contra
el principio mismo de un orden objetivo que no ha sido con­
cebido por el hombre. En definitiva, pues, ataca al orden natural y divino
para «desalienar» mejor todo lo que ese orden mantiene ordenado, jerarqui­
zado y armonizado.
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las Fuerzas Armadas; oposición entre la noción y una de sus partes,
entre "integración" y "estatuto personal"; oposición entre F.stados
y bloques de Estados; oposición. entre "civilizaciones". Por todas
partes la Subversión suscita estass luchas explorando las particula­
rismos de clase o de raza que le brindan la ma11etia de las guerras
revolucionarias (13).
La
Civilización despierta
y prorege uno
de los bienes más pre­
ciosos

del hombre: su
libertad para

colaborar con el Orden
,en d
ruundo. La Subversión apenas si le deja, y de maoera controlada,
la
licencia de
destruí< ese

orden.
La
Civifuación, finalmente, es cristiana, al menos prácticamente:
su

obra es un homenaje al
Soberano Ordenador, San Pío X lo afir­
ma: "La Civilización de la humanidad es La Civilización Cristia­
na. Es tanto más verdadera, más duradera y más fecunda en frutos
preciosos cuanto más netamente cristiana es; tanto más decadente,
para mayor desgracia de la sociedad, cuanto más se sustrae a la idea
cristiana" (14).
La Subversión es un
ateísmo práctico,

mucho
más destructor
que el a~eísmn dogmático siempre un poco ridícuJo en sus demos­
traciones negatorias. Por esto la Iglesia no ha· cesado de condenar a
la Subversión. La ha condenado por revolucionaria, en
consecuen­
cia,. atea, y no porque es atea bien que revolucionaria como algunos
querrían hacer creer, como si su ateísmo sólo fuera un derecto
accidental

del
que pudiera
curarse. Por
el contrario, precisamente
por

ser subversiva, no con
respecto a cualquier "orden establecido"
sino al orden natural y al mismo orden divmo, la Iglesia la ha cas­
tigado.

Peste, cáncer, monstruo
espantosO, son

los
nombres más
( 13) «Es preciso, escribe Lenin, excitar a las naciones burguesas a
devorarse entre sí». ¿Existen antagonismos profundos a explotar en el mundo
capitalista contemporáneo ....
? La política oomunista tiene como tarea prác­
tica explotar ese conflicto excitando a los enemigos unos Contra otros .... Es
necesario transformar la· guerra exterior en guerra civil. La transformación
de
la guerra de" los pueblos en guerra civil es el único trabajo socialista. ....
¡Aba.jo las tonterías sentimentales·.y los sllspiros imbéciles después de la paz
a

cualquier
precio! Levantemos el. estandarte de la guerra civil» (Obras com~
p/etas, edición r111a, t. XXV, 592; t. XIII, 12).
( 14) Enáclica 11 fermo propo.rito.
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Fundaci\363n Speiro

CIVIUZACION O SUBVB~ION
suaves que le dan los Soberanos Pontífices desde Pío VI hasta nues­
tro

tiempo.
Y cuando ella alcanza su forma total y coherente en el
marxismo-leninismo, el calificativo "intrÍJJs
perverso" le
cuadra perfectamente, porque

su perversión no
eo aocidenta!l y como
surgida de un defecto del que se la podría curar, sino porque es to­
ta!lmente el rechazo al orden objetivo del que el hombre no es
autor,
y porque lo sustituye, a título de regla de conducta, por los
juicios subjetivos del hombre.
Y esto es el mal mismo, el pecado.
Pío XII,
al renovar la orden dada a las personas individuales de
no
mantener ningún

trato con
la Subversión, Je atribuye un nombre
que el mismo Jesucristo y la Tradición reservan para Satanás: "El
enemigo del género humano" a la vez "uno e innumerable" (15).
Por
el contrario, el recordado Pontífice se complace en alentar
como a "cooperado reo de Dios en el mundo" a aquellos que por
medio de las instituciones, del ejercicio del poder en sus manos,
luchan contra la Subversión y sostienen el orden natural y divino.
El Papa aprueba que estos "que sostienen una focha que se leo im­
pone injustamente consideren también como una cruzada" la de­
fensa "de los valores
absolutos del hombre y de la sociedad". Cru­
zada en favor del orden en el mundo para el mayor bien de los
hombres. Cruzada en pro de la Civilización, de la qne puede unir a
los
hombres y por medio de la cual la humanidad podrá encontrar
su

unidad,
la Civilización Cristiana que "llama Caridad al sacri­
ficio
ofrecido

a Dios
para establecer su reino", el respeto de su
Orden.
Con Usted y con tantos otros camaradas, llevaremos adclante
esta cruzada: "Combatiremos por Dios, contra sus enemigos, pero
también
contra
nc'6otros mismos"
Su camarada de armas.
(15) Discurso del 18 de noviembre de 1956 .
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