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Número 153-154

Serie XVI

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Emilio Silva de Castro: Semblanza personal y pensamiento filosófico

INF'ORMACION BIBLIOGRAFICA
Emilio Smva: SEMBLANZA PERSONAL
Y PENSAMLENrO FILOSOFICO
fil pensamiento de inspiración cristiana es, sin duda, una de las
dimensiones principales de
la filosofía hlspanoamericana actual. Su
presencia en
el mundo

académico,
intelectual, artístico

o político
del continente

no
ha conocido prácticamente interrupciones, y por
sobre

modas
y espíritus imitativos. ha alcanzado a configurar una
línea
permanente de
esfuerzos que

trasciende el terreno filosófico
para influenciar los más diversos aspectOS de la vida americana.
En este panorama, la figura del Padre Emilio Silva, natural de
Sarriá
(España) y afincado desde 'hace años en Brasil, destaca con
singular
relieve. La reciente publicación de un AutOf'retrato filos6-
fi&o
(1) nos petmite ofrecer una síntesis de su posición filosófica.
Nacido en 1902, Silva es
Doctor en Filosofía por la Accademia
R.omana di S.
Tomasso d'Aquino y por la Universidad brasileña de
Río de Janeiro. Ha dictado
cursos y desempeñado cátedras en Es­
paña
y Brasil, y sus estudios y artículos de carácter filosófico y
religoso han sido publicados en España, EE. lm. y, sobre todo,
Hispanoamerica.
EnmreDJl:ro OOID. la ñloeofía.
El contacto con la petrona y el pensamiento de Angel Amor
Ruibal, hacia fines

de la
década del
20, marca el punto inicial de
su
vocación y dedicación al quehacer filosófico. Los problemas ftm­
damenta/,es de la Pilosoffa y el Dogma constituirán para Silva una
verdadera revelación, frente a un ambiente caracterizado por la
me­
dioaidad
de petspectivas, el

tedio
y el desaliento. La escolástica su­
fría
por aquel entonces las secuelas de su decadencia, arrastrada
desde el siglo
XVIII, en un ambiente de agnosticismo genera:lizado,
( 1) En el volumen Rumos da filosofia alual no Brasil. Em auto-re~
t-raios.
Comp. por el prof. Stanislaus Ladusans S, J. Sao Paulo, Ed. Loyola,
1~76, págs. 171-220.
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INFOR.MACION BIBUOGRAFICA
representado por las a>rrientes neokantianas, idealistas, posit1v1Stas,
vitalistas
o pragmatistas. Un
escepticismo acerca de
las posibilida­
des

de
la razón humana llevaba a la negación misma de la tarea
filosófica.
En el campo del pensamiento cristiano, ello se reflejaba
en
la opinión de que sólo por un modo externo, por vía de autori­
dad podían
los hombres a1canzar verdades, que luego la tradición se
encargaría de transmitir. En vano se buscaría una fignta de renom­
bre que
defendiera la tradición clásica aristotélica de una manera
decidida, y lo propio ocw:ría con
la escolástica. Si esto era evidente
en
Europa en general,
España representaba, de alguna manera, un
ámbito aislado
y protegido, resistente a la penetración de las doc­
trinas
materialistas, panteístas y agnósticas. Ya en el siglo XIX había
brillado
Balmes, abierto

a
las rorrientes de la época y a los nuevos
rumbos del
pensamiento y, al mismo tiempo, crítico decidido de los
mismos en su
Filosofla Fumkmental. La restauración escolástica im­
pulsa Saoseverino,
'.Z.eferino Goozález, etc., aunque no llegara a realizar
acabadamente el proyecto papal originario. Para Silva, el rigor y la
brillantez del renacimiento neotomista no alcanzaría a coofigntar
una crítica lo suficientemente definitiva contra las corrientes mo­
dernas. Para un espíritu agodo y exigente como el suyo, se imponía
aún una profundización crítica en los errores corrientes
y, sobre
todo, una refutación de índole auténticamente
filosófica. La

lectura
de Menéndez
y Pelayo le permitÍa avizorar la posibilidad y los ho­
riwntes de dicha crítica, complementada por la frecnentación de
los clásicos
griegos y

latinos
(2).
Estas preocupaciones se cot1SOlidao en una vocación definitiva
a ttavés del encueotro con

Amor Ruibal.
En él ve Silva la posibili­
dad

de síntesis entre una vasta
rultura moderna y una deputada
criteriología filosófica fundada en
la tradición, elementos ambos
de toda posible revisión
y formulación nueva de los problemas per­
manentes de la .tarea filosófica. El contaeto personal con el pensador
gallego
lleva a
Silva a
peosa,: en una tarea de esa índole, y en fun­
ción de ello,
a frecnentar a las grandes líneas del pensamiento con­
temporáneo
-Hartmaon, Cohen, Cassirer, Betgson, Bradley, Cro­
ce, etc.-, frente a las cuales formula la acusación de ocasionalismo
.( 2) Crítica, por otra parte, que constituía una vigorosa corriente en el
pensamiento de la época. No debe olvidarse que en Europa y América se
consolidaba la restauración católica que en Francia contaba con figuras como
Jacques y Raisa Maritain, füienne Gilson, R. Garrigou-Lagrange, Humbert
Clerissac o
Georges Bemanos,
y en Inglaterra, el
Cardenal Newman, Francis
Thompson,

G.
K. Chesterton o H. Belloc, entre otros muchos nombres de
importancia en
el orden

de la filosofía, la
literatura, la historia y la política.
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INFORMACION BIBUOGRAFICA
y desroncierto interno. Son épocas en las que nace en Silva la in­
tención de elaborar una Ontologúi, designio aún no cumplido de
abarcar las perspectivas modernas en el marco de una visión tras­
cendente

de índole
metafísica. En el clima intelectual de la época,
marcado por el trabajoso resurgir de la especulaci6n filosófica en
pugna con las corrientes dominantes --existencialismo y neopositi­
vismo del Círculo de Viena-, la. metafísica es para Silva una ins­
ta.ocia de integración de lo tradiciona:l ron algunos resultados posi­
tivos de
la reflexión contemporánea. Y Amor Ruibal es su influencia
no sólo inicial, sino permanente
h,sta la actualidad.
Filosofía y rool!ldad naoionail.
Intimamente vinculado
al ámbito de

temas y
problemas hispa­
noamericanos, el

pensamiento
de Silva no ha podido dejar de pre&­
tar
atención al tema de la posibilidad de una filosofía vernácula,
ptopia

de y
para Brasil Para él, la base religooa, lingüística, a.rtls­
tica,

intelectual
y política del mundo hispanoamericano está dada,
indudablemente,

por
el sustento cristiano-ibérico originario. El si­
glo
XIX transcurriría en cambio bajo la influencia ptedominante del
positivismo, reinante sobre tocio en el campo jurídico y de allí pro­
yectado a las instituciones y la política, sobre todo en Brasil Pa­
ralelamente, los ideales dernoliberales ptovenientes del área anglo­
sajona configuran otto de los elementos operantes en ese momento
constitucional. Las consecuencias lógicas de estos ingredientes inte­
lectuales y políticos no tarda.rían en manifestarse: los pueblos latinos
-obsetva Silva-, ptopeuden a llevar las cosas hasta sus últimas
consecuencias, en tanto que los anglosajones, por el
rontra.rio, mi­
tigan
las consecuencias lógicas de un sistema de ideas mediante una
afirmación pragmática de los intereses por sobre cualquier otra con­
sideración
moral o
jurídica, La quiebra de este equilibrio, en el caso
brasileño e hispanoamericano en general,
contribuye a
explicar el
movimiento
pendular que lleva a las estructuras políticas a oscilar
entre
períodos

dictatoriales
y períodos de democracia parlamenta.ria.
Falta

inclusive una
pt0fundizaci6n filosófica
de
la propia identidad
nacional, y cabe por ello pensar que el trabajo especulativo en
Brasil debe dirigirse, en ptincipio, al cultivo del patrimonio
filosófico permanente de
la humanidad, aunque acentuando, para­
lelamente, los esrudios filosófico-jurídicos y
sociales,
para ptevenir
los efectos disolventes del positivismo y fundar así las bases para
un

sólido
derecho político, como puntos
de partida
pata afrontar
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INFORMACION BIBLlOGRAFIOA
las tareas que hoy de.,afían la capacidad dé los países hispanoame-.
ricanos.
.En esta tarea futura de la inteligencia brasileña no cabe para
Silva
el pesiroisroo Brasil presenta ricas posibilidades de aporte a
la
cultura universal.
Su vida intelectual no
romienza con la Inde­
pendencia,

sino que
es solidaria

con la tradición cristiana e
His­
pánica . .En este sentido, frente al problema de una "filosofía na­
cional" es posible,
ciertamente, hablar
de una
filosofía brasilefia,
entendiendo

por ello a una filosofía que,
como tal,
no puede eludir
jamás los
temas fundamentales que Je son propios, aunque los afron­
te
desde unas

también inevitables determinaciones espado-tempo­
rales.
La filoeofía en l,a actwilidad.
El tema de la muerte de la. filosofía preocupa especialmente al
padre
Silva.
Aun en

el seno del pensamiento escolástico
y de ins­
piración cristiana
es posible escuchar voces

que proponen la
supe­
ración

de la
metafísica, en

busca de una consideración
pntaroente
inmanente,

en la que la antropología
fllosófica, la

psicología o la
filosofía analítica operarían como saberes sustitutivos, en
el marco
de una
civilización volcada

a un interés exclusivo por los adelantos
de la ciencia
y de la técnica. Para Silva esta perspectiva es
totalmente insuficiente. El espfritu bum.ano · aspira a una visión
trascendente de Jo real, frente a la cual el criticismo, el empirismo
o el neopositivismo del Círculo de Viena
--expresiones significativas
del

espíritu
antimetaffsico-revelan

bien pronto sus insuficiencias.
Tales orientaciones ignoran
el hecho de que tanto el biólogo corno
el químico o el matemático buscan siempre en sus investigaciones
"causas", "efecros", "fórmulas fijas", facrores comunes, demostra­
cione, pruebas, evidenci~ etc. Y sólo por medio de la metafísica es
posible
arribar al
conocimiento de tales
conceptos. La
negación de
la metafísica torna contradictoria e imposible toda posible
wea
científica,
al impedir el acceso a los principios de la inteligencia y
de las cencias, Sin metafísica, el hombre no podría entenderse a
sí mismo

ni a los
detnás, vivirla bajo

los
dilemas de
una ética siem­
pre
provisional; la

religión
serla hija del tiempo; la

virtud,
la verdad,
la justicia; etc., no pasarían de ·ser verdades relativas, hoy ciertas,
mafiana dudosas y algún día falsas. Por ello; es . indispensable reco­
nocer

al
espíritu bumann el

poder y
el· derecho que naturalmente le
asisten
para elevarse por sobre los hechos, examinarlos en ·profundidad,
captar
la razón de
su
armonía, inquirir las leyes que los presiden y
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
constituyen; en una palabra, abrirse a una visión trascerulénte de
la realidad, que petntlta al hombre descubrir el sentido auténtico
del

mundo y
de. su propia

vida. Y
las reflexiones de Sil,¡,a en torno
a la
unidad orgánica objetin de las diversas ramas del saber filosó­
fico, sus
conshleraciones sobre

las ciencias experimentales, la
lin'
güística y otros saberes hoy en · expansión contribuyen a perfilar en
este
Autorretrato su visión integral de la filosofía en el momento
actual, a la luz del correlacionismo de Amor Ruibal.
Ateísmo
moderno y ñlosof:ia.
Para Silva, el hecho del ateísmo es antiguo en la historia del
pensantlento, aunque

la forma multitudinaria de sus manifestacio­
nes es
innegablemente contemporánea.

Ante el mismo, deben des­
cartarse, a su

juicio, las
expliqicionés psicologistas y sociologistas del
fenómeno. Toda la etiología del ateísmo contemporáneo es
suscep­
tible

de ser resumida en una sola
pslabra: naturaUsm(). Por sobre sus
diferencias de
matiz, las corrientes de ideas que coinciden en la
negación de Dios -racionalismo, libre examen, empirismo, subje­
tivismo, marx~sm.<.>, hedonismo, etc.~ parten de una afirmación ab­
soluta de la naturaleza y la razón humanas, y de una negación de lo
sobrenatural. En nuestros días, ese naturalismo rei'l'indica para sí el
nombre
de
hu,m.an,smo, y en sus variadísimas formas, que van desde
el cientificismo al existencialismo, desde el psicoanálisis hasta el
be­
haviorismo o desde el evolucionismo biológico hasta el neopositivis­
mo, el mismo implica la consagtación de un
clima de incredulidad,
materialismo
y escepticismo. Tal es el sentido de un tiempo que
proclama la
muerte de

Dios
y de la filosofía. La teología de la muerte
de Dios exige, a su vez,
una religión

sin Dios trascendente, ronce­
bida como puro compromiso de transformación de
la sociedad hu­
mana, en el marco de las modernas aglomeraciones industriales y
urbanas. Pero un dato paradójiro quiebra, sin embargo,
la aparente
necesidad fatal del diagnóstico: entre los genios del pensamiento,
en cualquier aspecto de
éste que se trate, no es posible encontrar
ningún ateo. Expresión elocuente de las posibilidades siempre abier­
tas de ·un retorno a la genuina especulación metafísica y teológica.
¿Es posible uná filosofía
· cristiana? Y si lo fuera ¿qué debe
entenderse por
tal? El Auto,retrato Nlosófico del P. Silva se cierra
precisamente con
la consideración de esta cuestión esencial· para el
pensamiento de

inspiración
cristiana.
Desde

un punto de vista
histórico, para
el autor
es innegable la
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existencia de una gran filosofía de orientación nítidamente cristia­
na, la cual, teniendo presentes
las verdades dogmáticas, no sólo no
ensefia ni

demuestra nada que se
les oponga, sino que con frecuen­
cia se
coloca ""'plícitamente en

la condición de
,mcil/a teholo gü,e,
¿Es ello posible y legítimo?
Para Silva, es evidente que el cristianismo no tiene un método
propio ni un núcleo de verdades filosóficas exclusivas. Su nota pe­
culiar y propia es la Sagrada Teología. No puede existit en la fe
religiosa de un pensador una incompatibilidad con la actividad fi­
losófica, desde que su
tarea en
este sentido procede racionalmente,
y no pretende sustituir la
evidencia racional

intrínseca de sus
pro­
posiciones por pruebas de catáctet tealógico. ¿Acaso podtía afit­
marse

que todo filósofo precede sn
quehacer específico
de un
acto
de al)juración de su fe religiosa? Evidentemente, no.
La filosofía es una actividad· originaria, intrínseca y connatural
a

nuestras
facultades intelectuales.
El
pensar teológico es lógicamen­
te posterior
y se sustenta al, extrimeco en determinados elementos,
que

son
factores o verdades sobrenaturales, que advieneó externa­
mente

al hombre, y que son
asnmidos y
asimilados a
través de
las
mismas facultades cognoscitivas, de acuerdo a las leyes
naturales del
intelectO.
La existencia de una fe religiosa es, en el filósofo, perfec­
tamente

compatible con el libte y genuino
ejercicio de
su
tarea pro­
pia.

El pensador cristiano puede, sin duda, recibir sugestiones e
impulsos de
parte de las vetdades de su fe religiosa; puede también,
estimulado por esas vetdades, "prolongar la filosofía racional" - dice F•bro-en los puntos más arduos, como son los del origen y
fin último de
los setes, el origen de la vida o el destino de las
almas humanas individuales. Pero ello en maneta alguna afecta a la
liben:ad del pensamiento filosófico. Nuevamente encuentra Silva
una expresión clarilicadora en el magistetio de Amor Ruibal: el
elemento sobrenatural, en cuanto es
medio necesario para un fin
que está muy por encima de la naturaleza es, sin duda, de dignidad
superior. Sin

embargo, los
factores de

orden
natural, en
orden a su
necesidad
y exigencia mutua, llevan también ventajas a los de orden
sobrenatural mutua, llevan también ventajas

a los de orden sobre­
natural, en

cuanto que
aquéllos pueden
existir sin éstos, mientras
que éstos necesitan de aquéllos.
En el pensador cristiano, la fe re­
Egiosa
no obsta a
la plena libertad de su empeño especulativo, en
tanto se
mueva con

amor puro e irrestricto
hacia la
verdad. El
aspectO sobtenatural, debidamente

acentnado,
contr;b,iye a
sn
veo: a
prestar inestimables

beneficios al común edificio de la sabiduría· hu­
mana, conciliando
asL en plena armonía, dos dimensiones esenciales
del espíritu humano. Toda escisión de ambos
aspecros mutila
al
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lNFORMACION BlBUOGRAFlCA
hombre y lo condena al fracaso de su vocación más profunda. Con­
clusión -y también

principio
o. punto
de partida- de un genuino
filosofar como el que
nos propone, a través de las !/neas de su
Autorretrato, el P. Emilio Silva.
ENRIQUE ZULETA PuCEIRO.
José Orl!andi,,: LA IGLESIA !EN LA ESPAll Y MEDIEVAL (*)
El presente volumen reúne temas de historia de la Iglesia en
España durante las épocas visigótica y medieval. Trataré de resu­
mir aquí lo más interesante de los once arnenols capítulos de que
consta el libro.
Capítuilo I: El cristíít,msmo en l,a España visigóti,ca,.
Antes de la llegada de los pueblos germánicos, la Iglesia espa­
ñola

había dado ya
pruebas de
gran vitalidad: en
el siglo IV se reu­
nió

el Concilio de
Iliberis que impuso la continencia de los clérigos,
resolución
q°ue se extendió a toda la Iglesia de Occidente. El con­
cilio

de Nicea, que
condenó el arrianismo, asamblea presidida por
Osio, obispo de Córdoba, "pujante personalidad que llenaría medio siglo de vida de
la Iglesia universal". A finales del siglo IV surge el
Priscilianismo condeuado por el I Concilio de Toledo.
La población hispano-romana era en su gran mayoría católica,
cuando los pueblos germánicos irrumpen a comienzos del siglo v
en
la Península. Estos pueblos, a excepción de los suevos, eran arria­
nos.
El

arraigo del Arrianismo en los godos, cuando ya ha dejado de
ser un
problema teológico,

no se
debe a

razones doctrinales, sino al
hecho de ser un
rasgo diferencial más frente al pueblo invadido, y
un elemento fortalecedor de sn personalidad nacional.
Los visigodos
quieren conservar
las peculiaridades que mantenían viva la separa­
ción

entre los pueblos --el dominado muy superior en número- y
que
eran garantía de

su propia preeminencia. Por ello,
más que de
enfrentamientos religiosos
·habría que

referirse
a tensiones

entre
dos
pueblos de razas diferentes.
(*) Ediciones Universidad de Navarra, S. A. Pamplona, 1976, 400 págs.
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