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Número 153-154

Serie XVI

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Marcel de Corte: De la prudence. La plus humaine des virtus

INFORMACION BIBUOGMFICA
tardía. Este estado, de cosas llegó a prolongarse hasta la época de
los Reyes
Católicos, quieoes terminaron con los interesados privifo­
gios

de
los antiguos propietarios de iglesias. ·
El

capítulo XI, lo
dedica Otfandis al esrudio minucioso

de
la
estructurll edesiástic,, de un domima: monástico, el de Leire. En él
analiza detalladamente
el sistema

de
donaciones eclesiásticas

eo re­
lación
ct>n el sistema patrimonial característico del régimen de co­
munidad
familiar, y en el que abundaton las donaciones post ob#um
o con reserva de usufructo.
MAI'.l'E
V ALLET REGÍ.
Mweel De Corte: DE LA PRUDENCE. LA PLUS
HUMAJNIE DES VERTUS (*).
En su bello estudio sobre la: virtud de prudencia. observa Josef
Pieper que

existe
una mánera de enseñar"- la moral que guarda es­
trecha relación con el -voiuntarisn:io, aunque ·con frecuencia es tenida
co11lo t:ípicatllente ·-· cristiána". Dicha manera· falsea

la conducta ética
del hombre, viendo eri ella una suina incoherente, de "prácticas de
virtud" y de obligaciones "p&sitivas" y «negativas" aisladas, con
lo cual se despoja a fa ación, mo..i:al de· sus raícés ·eh· el suelo nutricio
del conocimiento de la realid:id y de la existencia ct>ncteta del hom­
bre.
Semejante rnoralismo

no sabe o no quieré saber y, sobre todo,
impide
saber, que

sólo es
bueno lo que sé ,ulecúa a la eseocia del
hombre
y a la realidad (1). Considerado equivocada-mente como nú­
cleo · esencial de la ética· _ctistiana, esté. punto · dé Vista nace de un
piofundo error

metafísico,-
que Cónsist-e en la escisión disgregadora
entre ser y deber ser, a partir de la cual el deber es imperado categó­
ricamente,
ct>n independencia de su relación con la realidad. Mandato
incondicionado, su esencia radica en el acátamiento· 'de la conciencia
a toda imposición de la voluntad ordenadora.
Frente a
esta .posición, tendenciosamente criticada por NietZSChe
a
través de su antedicha asimilación al men.saje cristiano, y posterior­
mente puntualizada
por Scheler, la dialéctica ideológica de la mo­
dernidad ha oscilado hacia
el extremo opuesto: frente al moralismo
inauténtico y esclavizador, debe afirmarse a· la "situación" como mo­
menró funaainental de la moral. Anre la indereí:inioabilidad abso­
luta de
la existeocia, sólo cabe a.firmar la unicidad e irreirerabilidad
dé cada décisión. La exis~eilcfa es, ·ante todo, riesgo, ·y en su libre
(*) París, Dom.inique Martín. Morin Editeurs, 1974; 81 págs.
(1). Pieper,
-J.: Prudencia y _templanza. Madrid, 1969, págs. 15 y 77.
Cfr. asimi~mo su El descubrimiento de la realidad. Madrid, 1974, espec.
cap. II.
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
desenvolvimiento no acepta otro criterio_ que los contenidos de la con­
ciencia
y la proyección de la "autenticidad".
Es innegable que ambas_ posiciones resultan divergentes, no sólo
en sus planteamientos iniciales, sino también en sus consecuencias
prácticas. No es menos evidente, sin emhargo, que amhas comulgan
en lo esencial: en su
negación del
fundamento metafísico de
todo
imperativo

moral, en su olvido de que
todo deher _ser

se funda ne­
cesariamente en el ser, de que la realidad es el fundamento del orden
ético, "y de que el bien es, en consecuencia, io que es conforme con
la realidad. Hay, pues, un mal metafísico de fondo que explica en
buena medida el
eclipse de
las nociones
hásicas de
la moral católica
y muy especialmente el de la virtud de prudencia
-" alma, forma,
madre,

maestra, directora y moderadora
de todas las demás virtudes
morales'', en rotunda expresión del P. Santiago Ramírez-. Las con­
secuencias de_ este ocultamiento minan la -estructura íntima del hom­
bre y la sociedad de nuestro tiempo. El nihilismo, la
voluntad de
poder,

la masificación o el totalitarismo político no son procesos
naturales. e irreversibles, como los que se desarrollan en la Natura­
leza. Muy por el contrario,_ son el fruto de ertores intelecruales y del
desorden de
.Ja voluntad; de una profundización de males de fondo
que la "conciencia" del Occidente moderno porta consigo como un
verdadero instinto
hacia la muerte.
Al diagnóstico de esta enfermedad dedica precisamente esta nue­
va obra el Profesor Marce! de Corte -publicada anteriormente en
las páginas de ItinertMes, núms. 180 a 182, de febrero a marzo de
1974-. Escrita

con elegancia,
rigor y apasionamiento, transita con
fidelidad e inteligencia analítica destacables
la doctrina aristotélica
y tomista de la virtud de prudencia, para culminar con un análisis
de la crisis del mundo moderno,
efecruado a
luz de esa pérdida de
la perspectiva prudencialista a que hemos hecho
referencia_ Las sec­
ciones I a IV cobran así un carácter de exposición doctrinal propia­
mente
dicha; la sección V

analiza
las proyecciones poi/ricas de la
virtud de

prudencia,
y las secciones VI a VIII están específicamente
dt-stinadas a
la reflexión crítica acerca de nuestro tiempo, tema este
último que ocupará especialmente nuestro comentario.
El estudio de De Corte sobre la prudencia transcutre por sen­
deros rigurosamente apegados a
la exposición aristotélica y tomis­
ta_ Para esta tradición, la prudencia es la primeta cualidad del hom­
bre,
la que realiza su esencia en el sentido más pleno e integtal, pot
cuanto Jo orienta hacia sus fines propios, sean naturales o sobrenatu­
rales. En este sentido
-y en la elocuente expresión del subtírulo--,
la prudencia es la más htlmána de las virtudes. La verdadera práctica
del cristianismo consiste en la medida que determina la virtud de
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INPORMACION BIBUOGRAPICA
prudencia; el justo medio en que se realizan todas las virtudes es la obra de la prudencia. De acuerdo a esto, es
claro. que
la
. pruden­
cia

es la virtud
más necesaria a la vida del hombre: gobierna la vida
moral, regula el obrar en
todas sus manifestaciones, individuales y
sociales y orienta el dinamismo ético de la persona hacia sus fines
supremos.
Sin una

adecuada consideración del momento prudencial
del obrar, la decisión queda condenada
al· oportunismo. La pruden­
cia
marca precisamente el punto de contacto entre sabiduría y vida.
Si
la sabiduría comanda a la prudencia al proponerle los fines y ob­
jetivos

de la vida humana,
la prudencia, a su vez, prescribe a los
hombres los moclos para llegar· a la sabiduría. La sabiduría es la
fuerza motriz de la prudencia; en su aspecto de sindéresis o hábito
superior referido a los primeros principios del obrar, contenidos
en la ley
moral, la misma suministra los puntos de partida de la
actividad práctica, equivalentes a los primeros principios en el orden
especulativo.
La virtud, en general, no sólo implica el dominio de
las
pasiones y facultades del hornbre, sino, sobre todo, el b11m #SO
de éstas, y de allí la primacía e importancia que cabe a la prudencia
con relación a la totalidad de
la vida moral. Es imposible ser pru­
dente -subraya De
Corte--si

no se es moralmente bueno, ya que
la prudencia, como virtud
suprema del

intelecto práctico, es inte­
lectual por su sede, su esencia y su objeto, y-moral por su materia:
la justicia, la fuerza, la templanza y sus correspondientes virtudes ad­
juntas.
Es destacable el análisis que el autor efectúa de la noción clá­
sica de
acción ht1ma1111 y el papel que dentro de la misma debe atri­
buirse a la virtud. Para De Corte, como para Aristóteles y Santo To­
más, la virtud es un "habitus, disposición estable de la voluntad,
consistente en la elección de un justo medio relativo a
nosorros,
determinado
por

la recta razón y tal como lo fijaría un hombre
prudente". Esta definición no
oolo permite

subrayar
la importancia
del fundamento intelectual de
la moral, sino también la nota de
objetividad que le es propia. Para
la tradición clásica, las verdades
prácticas no son menos objetivas, seguras e infalibles que
fas ver­
dades

de la
razón especulativa.

El
justo medio,
fruto de la labor
prudencial, no se revfla, precisamente, a la razón especulativa, sino
a la rawn práctica. El acto prudencial, la elección de los medios
apropiados al fin del
acto, no
sólo participa de la objetividad de este
fin, sino que llega a coincidir con él. La prudencia -afirma De
C.Orte en

frase
expresiva-es

la reina de un
reino· que
jamás
ter­
minará de explorar: el de las realidades contingentes que dependen
de su lucidez y de
su mando

para llegar a
ser. El
bien arduo en que
en definitiva radica su tarea es precisamente
la ordenación de la
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
conducta humana, oscilante siempre entte los. principios supremos
y las circunstancias, y requerida •iempre de una conciliación inex­
cusablemente

única y
particular.
Esta

concepción de la prudencia
y de su importancia en la vida
moral imperaría hasta el Renacimiento, en todas las
ramas del pen­
samiento y la filosofía práctica -,-ética, política, derecho- para
luego conocer un período de decadencia en la consideración
filosó­
fica,
que

llega
hasta nuesttos días. Más rigurosamente, para De Corre,
desde el siglo
XVII, bajo la influencia de San Alfonso Llgorio, la
casuística inicia el movimierito que erigirá a la conciencia,. siempre
individual por definición, en juez único del bien y del mal. La con­
ciencia pasará a convertirse en una especie de "doble" del ser hu­
mano, investido de mandato
para dirigir la. conducta de manera ab­
soluta. La consecuencia se expresa en un volverse la inteligencia y
la imaginación sobre sí mismas, en un acto que no puede sino des­
embocar en una ruptura de las relaciones entte las facultades cog­
noscitivas, la voluntad, las pasiones
y el mundo exterior. La con­
cieacia, hipostasiada, convertida ea una verdadera sustancia espiri­ tual ea la que radica la ley moral y
el sentido

del deber, pasa a con­
vertirse ea un mito.
Queda fundada así la moral del subjetivismo e
inaugurada la condena del sujeto a una suerte de esquizofrenia per­
maneate.
La lógica sustituye a lo real y la utopía al ser; el mundo
pasa a ser una materia plástica
y dócil ante Ja ilimitada expansión
de

la voluntad de poder.
En este contexto de "virtudes eoloquecidas"
-como decía O,es­
terron-, la "conciencia colectiva" -y ·hoy la "ronciencia universal",
son sucedáneos generados de la prudeacia, virtod clásica y realista
por definición.
!'ara el subjetivismo moderno,

la
prudencia se
ca­
racteriza en un sentido puramente negativo, como facultad
para elu­
dir y soslayar los riesgos de la
existencia. !'ero las

consecuencias no
se detieaen ea
el deterioro de los conceptos. En el campo de la po­
lítica, eliminada la

prudencia, la decisión
quedará definitivamente
a

merced de la arbittariedad y el decisionismo (2). La política
es,
para la perspectiva moderna, objeto del arte; su contextura es la de
las
manufacturas y

las consttuciones artificiales.
La sociedad y el
Estado,
lejos de

coadyuvar y posibilitar el logro
pleno de
las fina­
lidades naturales, se sustitnye a la
naturaleza. Una tal sociedad es,
ea verdad, lo conttario: es una
disaciedad ea la que sus miembros
(2) Con el eclipse de la concepción del saber político como un saber
práctico y la virtua:l desaparición del tema de la prudencia, la ciencia po­
lítica y la teoría del Estado se precipitarán a una crisis que conserva aún
toda su
gravedad. Cfr. sobre esto Hennis, W;: Polltica y filosofía práctica.
Buenos Aires, 1973, cap. l.
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INFORJ\fAClON BIBUOGR.AFICA
se yuxtaponen mecánicamente entre sí, en una unidad que sólo es
posible merced al aparato coactivo del Estado. Pero esto es, para
De

Corte, la fase
final de un proceso de subversión. profunda, cuyas
raíces se remontan a la quiebra de la .concepción clásica de la pru­
dencia. La proclamada "supresión de las alienaciones" concluye así
con la instauración de
-la · Alienación
suprema y total del
hombre,
disuelto

en
la pseudosociedad.
Pero
el diagnóstim de De Corte aborda dimensiones aún más
profundas: la subversión moderna, la sustitución de la prudencia por
el moralismo o por el situacionismo ético, sólo ha sido posible
merced a la secularización del Cristianismo.
Los mitos modernos
son la cara inversa, distorsionada
y grotesca de verdades afirmadas
por el Evangelio.
Debe tenerse en cuenta -'/ esta· es tal vez una de
las ideas
más fecundas de la obra que comentamos---, que el cris­
tianismo es la única religión que: ha puesto especialmente de relieve
la noción de persona; no sólo en su elaboración del dogma de la
Trinidad, sino inclusive en la organización misma de
la Iglesia. La
Iglesia es la única sociedad compuesta de personas que la historia
conoce. Sus miembros no ingresan a ella en virtud de características
sociales, sino que lo hacen · -en virtud del bautismo. La Gracia es
recibida de forma rigurosamente personal y
su receptor es, en con­
secuencia, el individuo y no las coinunidades. ·La noción veterotes­
tamentaria de "pueblo elegido" ha sido sustituida en el Nuevo Tes­
tamento
por la noción de persona elegida, y es ésta la depositarla
de
la Gracia

y de las riquezas
.obrenaturales que
la misma conlleva.
La tragedia del mundo moderno radica en el olvido de esas ver­
dades fundamentales; en
la quiebra y desaparición coniunta de lo
natural
y lo sobrenatural y en la primacía de la "religión de la
Humanidad" anunciada por el utopismo del siglo XVIII. Con la
muerte de los fines y la conversión de la política en un arte confor­
mador de artificios represivos, la prudencia,
"la más humana de _las
virtudes", ha llegado a significar
-en virtud

de la demoníaca de­
generación lingüística de que
ha habládo Pieper-exactamente lo
contrario a su significado genuino y tradicional. El _l)t:Onóstico de
De Corte es pesimista: Iá búsqueda de los medios es hoy el fin de la
vida humana y esta inversión radical del orden natoral compromete
inclusive a
-la más alta jerarquía espiritual: ¿Cómo reaccionar? Por
de pronto, este breve tratado sobre
la virtud de prudencia, al que el
profesor De Corte ha agregado otro profundo tratado sobre la Justicia
al que próximamente dedicáremos_ nuestra atención, nos pone en
el camino de la recuperación del Fundamento.
ENRIQUE ZULETA PUCEIRO
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