Volver
  • Índice

La finalidad de la educación

LA FINALIDAD DIE LA. EDUCAClON
POR
.EsT.ANISLAO CANTERO.
SUMARIO: A) Necesidad de la educación .-B) Aprender a querer hacer
un recto uso de sus facultades: inteligencia y voluntad.-CJ La. educación
religiosa, ¿es imprescindible ?-D) Educación y enseñanza.-EJ Actualidad
del concepto tomista de la educación.
A) Neioesidad de la educación.
El hombre es hombre desde que nace, e incluso desde el mo­
meoto

de su concepción tiene en potencia la rondición de
tal. Pero
mientras
que funciones como la respiratoria o la de nutrición las
ejercita desde que viene al mundo poniéndolas inmediatameote en
vigor, en cambio,
las facultades intelectiva y volitiva no son de
actualización inmediatamente,

sino
que las posee de momento en po­
tencia, las cuales se van actualizando a medida que va creciendo.
Esta actualización de sus facultades a medida que crece, puede rea­
lizarse de modo más o menos recto o incluso de modo pernicioso.
La educación es el proceso por
el cua:l el hombre consigue ir ha­
ciendo un recto uso de sus facultades hasta lograr adquirir el hábito
de ello. Esto es evidente para cualquier persona con una mínima
dosis de sentido común; la
discusión y la discrepancia podril surgir
en torno a que sea lo recto, acerca de lo que consista el recto uso de
sus facultades, pero no acerca de la consideración de la educación
como un proceso tendente
a:l fin señalado.
Pensar, por ejemplo, como Rousseau
. en
el Emilio -pese a la
existencia de
una corriente

revolncionaria que le
ha seguido (1 )-
(1) CTr. Jacques Tremolet de-Vill-ers: La ed11cación revolu&ion_aria, en
VERBO 119-120, noviembre-diciembre 1973, págs. 973 y sigs.
Jea.n de Viguérie: «Aux Órigines de la pédagogie modeme» en L'Ordre
FranfaiS, núm. 199, abril 1976, págs. 42 y sigs.
1173
Fundaci\363n Speiro

EST ANISLAO CANTERO
que «la primera edw::ación debe ser puramente negativa» (2), que
«el único hábito que se dtbe dejar que adquiera el niño es el de no
adquirir ninguno» (3 ), es algo que nadie racionalmente puede creer;
y de creer tal cosa, ha de ser guiado por -wia conciencia revolucionaria,
plenamente extraviada ( 4). El niño nace absolutamente desvalido en todos
los campos;

aban­
donado a si mismo, no tardaría en morir. Necesita largos cuidados
hasta poder manejarse por sí mismo
física, intelectual y moralmente.
El hombre
necesitat sobre

todo en su infancia
y en su adolescen­
cia, que le ayuden
para lograr su desarrollo armóuico. Lo cual se
consigue por medio de
la educación, por lo que se la puede considerar,
en palabras del profesor
Puy (5) como «el conjunto de actividades
(2) Jean Jacques Rousseau: Emilio, Fontanella, Barcelona 1973, pág.
131; J. Tremolet de Villen, op. cit., pág. 978.
(3)
J. J. Rousseau, op. cit., pág. 110; J. Tremolet de Villiers, op, _cil.,
pág. 980. Incluso las corrientes libertarias y anarquistas desde Tolstoi a nues­
tros días, a pesar de rechazar teóricamente toda educación por ser contraria
a

la libertad del
nifio, acaban
por reconocer en la práctica. ( e incluso a veces
en sus escritos) la influencia en
el niño

d_e la
~cuela y
del maestro,
por muy
anarquistas
o libertarios que sean la una o el otro; no podía ser de otro modo,
pues desde que existe una escuela
o un maestro, necesariamente siempre in­
fluye en el nifio,
y por consiguiente se le guía, conduce o ayuda en alguna
dirección, aunque
ésta sea anarquista o libertaria. Cfr. por todos, Jean Marie
Besse:·
Las corrientes libertariar1 en el volumen «La pedagogía en el siglo XX»,
Narcea, Madrid,
1977, págs. 1'5-189; señala_ que «a pesar de sus prop6sitos,
los libertarios no

dejan d_e influir en sus nifios a través de su modo
de vida,
sus

actos, sus relaciones, lo
mismo .que

les influyen la sociedad en la que
viven,
sus hábitos y sus costumbres. Toda sociedad influye en sus miembros,
de modo que puede afirmarse en este sentido que
siempre existe
la educa­
ción» (pág. 185).
( 4) La influencia de Rousseau es notable en gran parte de la pedago­
gía moderna. Basta consultar cualquier manual al respecto. Así, J. M. More­
no,
_A. Poblador y D. del Río: Historia de la educación, Paraninfo (BIE),
Madrid·, 1974, págs. 420 _y sigs., Francisco Larroyo: Historia gener-al de /a
pedagogía, Porrua, 12 ed., México, ·1973, págs, 612 y sigs.; Dante Morando:
Pedagogía
1 Miracle, 5.!-ed., Barcelona, 1972, págs. 3S0 y sigs; Emile Plan­
chard:
La pedagog1a contemporánea, Rialp, 6.! ed., Madrid, 197S, págs. 374
Y sigs.
(5) Francisco Pu.y Muñoz: La educación anfe el derecho natural, VERBO
núm.

109-110, noviembre-diciembre
1972, pág. 915.
1174
Fundaci\363n Speiro

LA FINALIDAD DE LA EDUCACION
humanas conducentes al desarrollo a,,mónico e ilimitado de la per­
sonalidad

(
física, psíquica, cultural y moral) humana en un sentido
íntegro
y total».
Pero para ello, y como consecuencia de ese desvalimiento en que
nace, necesita ser guiado, conducido. Por ello, escribe
Crenzet (
6) :
«Educar es conducir al hombre en su crecimiento: físico, intelectual,
estético, moral, social y religioso».
Desarrollo
armónico que
se logra cuando se adquiere el hábito de
usar rectamente de sus facultades,
y en eso consiste la conducción en
su
crecimiento; sólo así es posible
evitar que caiga en los mayores
extravíos.
Sólo si se le proporciona una guía certera será posible un desarro­
llo armónico
y un crecimiento sano y adecuado a su naturaleza de
hombre. La educación tiene que proporcionar
al hombre esa guía,
ese
camino, esas

reglas
y pautas de conducta conforme a las cuales
ha de habituarse a
obrar para lograr su fin, para actuar rectamente (7).
De aquí se desprende que la educación no es un _fin en sí misma,
sino un medio; el medio para desarrollar correctamente las facultades
del hombre.
( 6) Michel Creuzet: «U Enseignement», dub du livre civíque, París,
1965, pág. 7. ar. págs. 342 a 358.
CTr., del mismo autor, Enseignement-Ed11tation, Montaba, París, 1973,
parte I, cap. l.
(7) Ya Aristóteles había
observado que. eran tres los elementos que in­
tervenían en la educación: naturaleza, hábito y nu:ón. La educación había de
procurar la adquisición de hábitos de las virtudes por las que el hombre
hiciera un recto uso de sus
faacltades, subordinadas y ordenadas según la
recta razóh.
Cfr.

Aristóteles:
Etica a Nicomaco, traducción de María Araujo y Julián
Marías,
ed. Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1970, II, 1·~. págs. 19-27;
VI, 13, págs. 100-101.
Aristóteles: Politica, traducción de Patricio de Azcárate, ed. Espasa Calpe,
col. Austral, 10.• ed. Ma Sobre la educación según Aristóteles: María Angeles Galino: Historia de
la
educación. Edades Antigua y Media, ed. Gredos, 2.! ed. Madrid, 1973,
págs. 201 y sigs.
1175
Fundaci\363n Speiro

ESIANISLAO CANTERO
Como escribe Valle! de Goytisolo (8), «la educación completa
ha de abarcar los sentidos, Ja conciencia,
la inteligencia y la volnn­
tad». Y como señala Marcel de Corte, «sin que pueda haber corte o
separación entre
ellas, pues no cabe hablar de educación de la inteli­
gencia,
educación de la volnntad, sino de
la educación

que las en­
globa a
todas».
B) Aprender a querer hacer un recto neo de SW1 facnltades:
inteJ½;encia y voluntad.
El hombre se mueve por su volnntad, que le lleva a obrar según
Je informa la inteligencia. Inteligencia y volnntad son las facultades
primordiales y características que, a
excepción de

los ángeles, dis­
tinguen al hombre de todos los demás seres de la creación. Pero la inteligencia puede informar al hombre erróneamente, por
lo que
necesita aprender

a usar bien de ella, para lo
cual hay que
educarle. Al mismo
,tiempo necesita

habituarse a obrar de acnerdo con
el bien propuesto por aquélla y no según su capricho, para Jo que
igualmente
debe ser educado.
Por otra parte, el hombre conoce la realidad primeramente a tra­
vés de

sus
senHdos, Jo
que, unido al lenguaje, le permite diferenciar
las cosas nnas de otras de modo que esa diferenciación que él hace
sea la misma

que
realiza el resto

de la sociedad.
Por último, hay que añadir que
rulo/ bien y mal moral y que no
es lo mismo una cosa que otra; que
hay que

hacer el bien y evitar el
mal. Pues
biro, ·los

sentidos,
la inteligencia y la volnntad, así como la
conciencia, necesitan ser guiados, educados, para que su uso sea recto,
adecuado a la realidad.
El deber primordial de la educación consiste en mostrarle al niño,
al hombre,
la naturaleza de las cosas, su ser; desarrollando su inteli­
gencia para que sepa leer en la naturaleza;
para que aprenda a pensar
(8) Juan Va.llet de Goytisolo: Sociedtld de masa.r y Derecho, ed. Tau.rus,
Madrid, 1969, pág. 614.
1176
Fundaci\363n Speiro

LA FINALIDAD DE LA EDUCACION
en contacto con la realidad que le rodea; para que aprenda y descubra
que hay unas leyes que la gobiernan; que hay una causalidad y una
finalidad; para que capte que
hay. un

orden de
valores; que

unos
fines son superiores a
otros; para

que su voluntad se mueva couforme
a ese orden de
valor .. , prefiriendo los más altos a los inferiores; para
actuar según la jerarquía de los fines; que ello es posible advertirlo
en el orden de la naturalza; que no
puede hacer

su capricho
y que
toda transgresión

de ese orden lleva
en sí

misma, a
plazo más o menos
cor-ro, su castigo, no sólo en la vida-eterna sino también en este
mundo.
Sólo así es posible evitar que
el hombre se figure la realidad «a su
modo», con lo que caería en utopías_ y deformaciones fundamentales.
No se trata de que la educación proporcione al niño todos los
cómos

y porqués, aunque debe darle las bases para que pueda llegar
a conocerlos, sino de hacerle comprender la existencia de una verdad;
que la realidad de las cosas, la naturaleza, tiene unas reglas a las cuales
obedece. Y que
al hombre mismo le han sido dadas unas leyes que
no puede impunemente transgredir.
La educación ha de dar a conocer desde la primera infancia la
existencia de un orden. Orden que es objetivo
y que, por tanto, no
depende de su imaginación,
ni puede crearlo según su voluntad, sino
que ha de descubrirlo en la
naturaleza, a
través de cuya observación
es posible conocerlo. El recto uso de sus fucultades a que antes aludíamos, ese
hábito
que mencionábamos, es

precisamente la
actuación humana conforme
a esas leyes que no se pueden transgredir; la adecaución de la acti­
vidad 'humana a ese

orden; orden natural
y objetivo.
Pero el hombre no se agota en esa dimensión meramente natural.
El hombre es un ser de fines. Fines que están jerarquizados. Por en­ cima de todos los fines posibles que
el hombre pude perseguir, se alza
uno último
y supremo que es específico del hombre y común a todos
ellos, por
estar todos dotados de un alma inmortal : la salvación eterna.
La educación ha de hacer especial hincapié en esto, pues en de­
finitiva, es lo
más importante para el hombre y frente a lo cual, cua:1-
quiet" otra cosa, con olvido de ese fin, carece en absoluto_ de im­
portancia.
1177
Fundaci\363n Speiro

ESTANISLAO CANTERO
Ese fin último y supremo es precisamente la meta del desarrollo
de sus facultades, pues es la meta del hombre,
y, por eso mismo, la
meta de la educación. El recto uso de sus facultades, esa serie de
hábitos que
ha de
adquirir, consisten fundamentalmente eu que
tengan como meta, hacia la cual siempre ha de tender, a Dios.
La educación, por lo tanto, persigue que el hombre alcance su
último
y supremo fin. El fin más importante de la educación, el
verdadero fin, por ser el fin del hombre, es el desarrollo de las
fa.
cultades del hombre para conducirlo, para guiarlo hacia Dios. La ad­
quisición de háhitos
que le

conduzcan a Dios
es su
finalidad pri­
mordial. Por ello, ha de educársele en el conocimiento de Dios
y de que
El
·ha establecido un ley eterna por la cual, en definitiva, se gobiernan
todas las cosas, de la cual se deriva la ley natural
y el orden de la crea­
ción, del que forma parte el orden social. En
ese proceso que es la educación, ésta tiene qne enseñar a
pensar, y a pensar bien. Pero como
observaba Balmes (9), «el pensar
bien consiste en conocer la verdad o en dirigir el entendimiento que
conduce a ,ella. La verdad es la realidad de las cosas. Cuando las
conocemos como son en sí, alcanzamos la verdad».
Educación y verdad, por tanto, se encuentran íntimamente ligadas,
porque todo conocimiento se basa en la verdad. Toda aquella edu­
cación que no sea· fiel a la verdad, por eso mismo, dejará de serlo
y se convertirá en corrupción. Porque sólo fundamentándose en la
verdad puede el hombre educar su entendimiento
y su voluntad, per·
seguir el bien.
C) La educación religiosa ¿es imprescind:ihJe?
Pero la verdad no es sólo natural; hay verdades naturales y ver­
dades sobrenatnrales, religiosas.
La educación no puede tener en
cuenta tan

sólo las primeras (
el orden de la naturaleza) sino que ha
(91) Ja:ime Balmes: El criterio, Obras completas, Tomo III, ed, B.A.C.
Madrid, 1948, pág. 488.
1178
Fundaci\363n Speiro

LA FINAUDAD DE LA EDUCACION
de tener en cuenta conjuntamente unas y otras. Porque tauto el orden
natural como el orden sobrenatural son creaciones de Dios
y entre
ellos no sólo no
hay contradicción alguna sino armonía perfecta,
y que además ambos órdenes se complementau ¡,e,,fectamente.
~hora bien, dada la finitud del hombre, éste no puede alcanzar
la infinitud del fin supremo que
es el mismo Dios por sí solo, sino
que

necesita necesariamente
la ayuda de Dim. La educación ha de
proporcionar al hombre el conocimiento de la necesidad de esa ayuda así como de
lm medios

para alcanzarla
y mantenerla.
La educación, por tanto, ha de ser educación religi06a. La edu,
cación

no puede concebirse más que educando en
la verdad, y como
la única religión verdadera es la religión católica, la educación ha
de ser en
la verdad católica, única verdad. Lo cual, para todo católico
es incuestionable, por lo que
para él no subjetiva sino objetivrunente
considerado,

no puede caber duda alguna, no ya de que la educación
más perfecta es la educación cristiana, la educación católica, sino que
tampoco puede dudar de
que es la única que como tal católico y
como educador puede admitir. Es por eso por lo que Pío
XI ( 10) en la. encklica dedicada a la
educación, Divini illi11s Magistri, señaló: «La educación consiste esen­
cialmente en la formación d tarse
en esta vida terrena para conseguir el fin sublime para el
cual ha
sido creado» por lo que, «es evidente que -así como no puede existir
educación verdadera que no esté totalmente ordenada
1hacia este fin
último, así también en el orden presente de la Providencia, es decir, después de que Dios
se nos ha revelado en su unigénito Hijo, único
que es camino, verdad
y vida, no puede existir otra completa y per­
fecta educación que la educación cristiana». Y éste no es el fin específico
de la educación religiosa, sino de
toda
la educación, porque toda disociación que pretenda establecer dm
tipos

de educación, una laica, es decir, al margen de la religión,
y
(10) Pío XI: Dioini.illius Magistri, 5 en Doctrina Pontificia, Documen­
tos-
políticos, B.A.C., Madrid, 1958, pág. 530. Sobre el contenido de esta
encíclica,
puede consultarse

con provecho pese a algunas salvedades, José
An­
tonio Riestra: «La libertad de enseñan.za», Palabra, Madrid, 1975. En él se
explica.
el contenido de
la encíclica, i~corporada como apéndice.
1179
Fundaci\363n Speiro

EST ANISLAO CANTER.O
otra religiosa.., no hace sino diferenciar en el hombre, como dos par­
tes, si no antagónicas al menos separadas una de otra, lo que no pue­
de hacerse, porque

la
naturaleza del
hombre es una. Como recordaba
Pío XI (11), «nunca se debe perder de vi•ta que el sujeto de la edu­
cación cristiana

es el
hombre todo entero, espíritu unido al cuerpo en
unidad de naturaleza,
con todas sus facultades, naturales y sobrena­
turales, cual nos lo
hacen conocer
la recta
razón y
la revelación».
Por consiguiente,
en pa!ses cristianos y para todos los católicos
donde quiera que se
encuentren, la educación ha de ser católica. Otra
cosa es que existan
lugares y

personas a
las que no haya llegado la
doctrina católica o que no sean católicos. Allí no podrá
pretenderse
que

la
educación sea católica, y respecto a aquéllos no se les podrá
imponer una educación católica para que sea conocida
y practicada,
respecto a los cuales,
ufla verdadera libertad de enseííanza penni­
te que reciban la educnci6n que los padres deseen para sus hijos.
Ahora
bien, ello no
es porque cambie la norma, en virtud de la cual
la educación ha de ser católica por ser la educación completa y per­
fecta, sino porque cambia
la materia sobre la que actúa la norma.
Pero en esos casos
la educación será imperfecta, aunque en todo caso
deberá cefiirse a la ley
natural, respecto a la cual, todos los hombres,
católicos o no, estamos sometidos
y obligados a su cumplimiento.
D) Educación y Enoeñanza.
Hay que hacer notar que este concepto de educación que hemos
consignado, es decir,
el aprendizaje del hombre en la adquisición de
hábito5 por

los que use rectamente de sus facultades, encierra en sí
mismo todas
las facetas de la personalidad.
Hoy,

sin embargo,
pese a hablarse de «educación integrab> y qui­
zá por eso mismo al adjetivarse
lo que por su mismo concepto no
debiera
nocesitar ser

adjetivado, se desvirtúa el significado
de la
educación, restringiéndolo en ocasiones, deformándolo en otras, pro­
ducto de la
actual confusión terminológica y conceptual que se dis-
(11) Pío XI, op. rit., 43, pág. 553.
1180
Fundaci\363n Speiro

LA PINAUDAD DE LA EDUCACION
tingue, como señala VaJlet de Goytisolo (12) por «la actual Babdl de
ideologías,
en virtud de la
cual en lugar de usar todos palabras di­
ferentes
para expresar la misma cosa, expresamos distintas cosas
con
la misma palabra».
Y así, no es extraño que se hable de educación y se piense única­
mente en la educación intelectual; o se la considere tan sólo como la
adquisición de técnicas y conocimientos meramente librescos o memo­
rísticos,
y se dedique tan sólo a proporcionarlos, independientemente
de
aspectos tan fundamentales
como la
formación moral o la forma­
ción
del, carácter.
Así
se

llega a
reducir la educación a la instrucción, mermando el
campo
y el concepto de aquélla. La instrucción es un aspecto de la
educación, forma
parte de ésta, pero

ha de ser lo más variada
y aco­
modable a las características de lugar
y tiempo según la que requiera
cada
hombre en particular, precisamente porque la educación es
educación de
cada hombre concreto.
Por otra parte, esa misma. instrucción que se recibe con la ense­
ñanza no puede ser contraria a la educación tal como la consideramos,
ni entrar en conflicto con ella, de tal modo que el fin de la educación
no puede verse no ya atacado o
impedido por

la instrucción, por
la en­
señanza, sino ni siquiera nublado o empañado.
Una enseñanza que prentendiera hacer abstracción de la finalidad
de
la educación, sería por sí misma perjudicial, por pretender disociar
en el hombre una serie de facetas y caracteres que forman una unidad
que no puede dividirse, o por prescindir de alguna de ellas.
La enseñanza, por tanto, ha de procurar también ( como elemento
integrante de la educación)
la adqu.i>ición por parte del hombre de
hábitos por

los que el desarrollo
y uso de sus facultades sea recto. Há­
bitos que consisten en la adquisición de fa virtud, en el crecimiento
del hombre en la virtud, tal como consistía para Sócrates (13) la
(12) Juan Vallet de Goytisolo: Algo sobre temas de hoy, ed.. Speiro,
Madrid, 1972, pág. 105.
(13) Cfr. Estanislao Cantero: Paulo Freire y la educación liberad-ora,
Speiro, Madrid,, 1975, págs. 65 y sigs., o en VERBO núm. 133-134, marzo-abril
1975, págs. 423 y sigs.
1181
Fundaci\363n Speiro

EST ANISLAO CANTERO
verdadera sabiduría, de tal manera. que el sabio era el que practicaba
la virtud y el hombre más sabio el más virtuoso.
O,mo
escribía Ba!mes (14): verdad; la voluntad, sometida a la moral; las pasiones, sometidas al
entendimiento
y la voluntad, y todo ilustrado, dirigido, elevado por
la religión; be aquí el hombre completo, el hombre por excelencia.
En él la ral!Ón da luz, la imaginación pinta, el corazón vivifica, la
religión
diviniza».
La enseñanza ha de tener presente esto y iio creer que es inde­
independiente de todo aqudlo que no sea la mera transmisión de
conocimientos.
Porque la enseñanza ha de ser eduradora. O,mo observaba Henri
Oharlier (15): «La meta de la enseñanza no consiste en hacer retener
a los niños en su memoria -las más cosas posibles, sino enseñarles a
pensar. Que la memoria se llene de innumerables conocimientos
amasados por generaciones de hombres es del todo inútil si
la inte­
ligencia no sabe
unirlos en

ideas
y clasificarlos» (16).
Ese aprendizaje y desarrollo en que consiste la educación no lo
puede conseguir el hombre por sí solo, por imposibilidad natural,
sino que requiere
la ayuda y la guia de otros hombres. Se llega así
a
la cuestión

que será objeto del siguiente capítulo, esto es: a quién
corresponde educar
y enseñar, por qué razones tiene tal competencia,
cuestión que hoy día tiene
la máxima importancia, pues, de la respuesta
que se le dé, depende nada
más y nada menos (y con dio no se desor­
bita en absoluto la cuestión),
el futuro del hombre y su libertad, y, por
consiguiente, el futuro de
la sociedad y la civilización.
(14) Jaime Balmes, op. cit., cap. XXII, núm. 60, pág. 673.
(15) Henri Charlier: «Culture, école, métier», NouveJles Editions Lati­
nes, París, 19,9, pág. 2,
(16) Or. Jean de Víguerie: op. cit., sobre el desprecio de la naturaleza
real de la inteligencia humana, ed rechazo de la facultad intelectual por exce­
lencia que es el poder de abstracción, por parte de la pedagogía moderna.
1182
Fundaci\363n Speiro

LA FINAUDAD DE LA EDUCACION
E) Actualidad del oonoopto tomista de la educación.
Sin embargo, y para concluir este capítulo, es conveniente consig­
nar el
concepto de educación según
Santo Tomás de Aquino, que
en
su brevedad, es perfecto (17):
«Traductionem et promotionem usque ad perfectum statum ho­
minis in quantum horno es~ qui est status virtutis», esto es, ·«conduc­
ción y promoción { de la prole) al estado perfecto de hombre en
cuanto hombre, que
es eJ. estado de virtud» (18).
En dicho concepto se contiene la causa final de la educación,
«el

estado de
virtud». Ese es el fin último que engloba al hombre en­
tero,
alma y cuerpo.
Junto

a
ese fin
último de
la educación, se recoge también el fin
próximo o

inmediato,
cual es

la
perfección de las facultades, la for­
mación de

hábitos morales e
intelectuales, mediante

la
conducción y
la promoción, que lleven al estado de virtud.
La persona humana, el hombre, el educando es la causa eficiente
próxima de la educación, por eso es «promotionem», promoción o de­
sarrollo del ser que se perfecciona hasta llegar al estado de virtud,
por su propia voluntad, dirigida
por su inteligencia; pero también
mediante el auxilio del padre o del maestro ( del educador),
por eso
es
«traductionern», los cuales le

van conduciendo,
guiando, de

modo
que son causa eficiente remota de
la educación.
El
mismo 'hombre es la causa material de la educación : sus fa.
cultades de modo próximo
y la misma persona la causa remota.
(17) Santo Tomás de Aquino: Suma Teológica, Suppl. q. 41, a. 1 en la
B.A.C., tomo XV, Madrid, 1956, pág. 176.
(18) Sobre la educación en Santo
Tomás, aparte los

textos
del Santo CTr.: Juan Tusquests: «La posición de Santo Tomás, respecto a las cuatro
causas de la educación», en
Revista española de pedagogia, núm. 59, julio­septiembre 1957, págs. 175-186.
Antonio-Milián Fuelles: «Con.repto de educación en Santo Tomás», en
Revista española de pedagogía, núm. 64 págs. 359-382.
María Angeles Galino, op. cit. págs. 555-563.
También,
Víctor García Hoz: Cuesti01'Jes de Filosofía de la Ed11tttción, C.S.J.C., Mlidrid, 1952, Caps, I, II, III y VI.
1183
Fundaci\363n Speiro

BST ANISLAO CANTERO
Y, por último, la causa formal, que reside en la voluntariedad
del hombre, del educando
y también en la del maestro o padre edu­
cador.
De ahí que la educación no pueda considerarse sólo instrucción,
formando sólo las facultades intelectuales y prescindiendo de las mo­
rales; ni que se proponga un fin distinto del que abarca toda la
persona; ni que se pretenda que la educación se limita a recibir
pasivamente el educando, sin poner nada de su parte,
con lo que el
educador haría una especie de hombre robot. Es
el propio educando
la
causa eficiente de la educación; por eso, modernas teorías pedagó­
gicas como las de Paulo Freire (19), parten de una base falsa cuando
pretenden

hacer
la revolución en la edru::ación alegando la pasividad,
la actitud meramente receptiva del educando.
Pero tampoco
rnbe dejar que sea el propio sujeto de la educación,
el educando, quien se eduque a si mismo, sin la guia y la ayuda del
padre o
del maestro. Estos son elementos, partes fundamentales en la
educación, en cuanto que son auxilio nec:esario al proceso educativo, al
desarrollo armónico que ha de alcanzar la persona.
Por ello, tanto en uno como én otro caso, si se prescinde de la
ca.usa eficiente próxima o de la causa eficiente remota, se tratará de
una educación fa.Isa, de una actividad perniciooa, por prescindir de
alguno de sus
aspecros fundomenmles.
Como

veremos,
gran parte de los errores actuales se deben a tomar
la parte
por el todo.
En
el capítulo siguiente veremos precisamente cuál es la causa
eficiente remota, es decir, a quiénes corresponde educar y enseñar.
(19) Cfr. Estanislao Cantero: op, últ. cit. Cfr. Santo Tomás, tanto las
cuestiones de la Summa como la cuestión XI De verítate: De Magistro.
1184
Fundaci\363n Speiro