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Ética protestante y Estado moderno

ETICA PR011ESTANTE Y ESTADO MODERNO (*)
POR
ENRIQUJI ZuLBTA PucEmo.
La introducción dentro del programa de estas Jornadas de Estu­
dios Históricos, de una perspectiva no estrictamente histórica sino
más bien filosófiro-política, requiere una explicacióii Nuestra inter­
vención no se :referirá, en efecto, a los acontecimientos históriros de
la Reforma, ni a sus prorecciones en el pensamiento de la época.
Tampoco se referirá
a su importancia en la formación de la moder­
nidad, ni aventurará
tan siquiera alguna nueva hipótesis interpreta­
tiva.

Su
terna, es a la vez, más preciso y más ambicioso, y parece, por
tanto,
erizado de dificultades. Se trata de reflexionar acerca de los
fundamentos
de orden espiritual de esa realidad omnipresente y
todopoderosa que es el Estado Moderno. ¿Cuáles son los posibles
nexos entre esta parricular respuesta al problema de
la organización
del poder político
y la vasta conmoción de orden religioso, cultural y
político
que fragmentó a Occidente a partir del siglo XVI?
Como se desprende de los términos del interrogante propuesto, la
respuesta que al mismo se dé podría ofrecer, a su vez, luces clarifi­
cadoras frente a otra cuestión, más general y profunda, cuyo plantea­
miento nos sitúa ya en
el terreno de la filosofía de la Historia: ¿Cuál
es la incidencia efectiva de las concepciones religiosas en el proceso
de configu.-ación de las estructuras políticas? Y en definitiva, ¿es lo
espiritual un componente esencial en la gestación de lo institucional?;
o, por lo contrario, ¿es tan sólo un subproducto de las ideologías y
de los mecanismos falaces que pretenden justificar puras relaciones de
dominación?
(*) Conferencia de cierre de las Segundas. Jornadas de Estudios His­
tóricos, _realizadas en el Salón de Actos ~e la Caja de Ahorros Popular de
Valladolid durante los días 20, 21 y 22 de mayo de 1977.
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ENRJQUE ZUIErA PUCEIRO
El materialismo contemporáneo no sólo ha rechazado la inter­
vención de la Providencia divina en el acontecer histórico, sino que ha
recusado inclusive toda incidencia de las creencias religiosas que
mueven a
105 hombres, considerándolas como un mecanismo más de
alienación y de auto•negación del hombre. Para Marx, el < miento religioso» es también un producto social,
al igual que

las
ideas, las instituciones
y los productos culturales. El individuo abs­
tracto que dicho

sentimiento considera pertenece, en realidad, a una
determinada forma de sociedad. En consecuencia,
«la vida

social es
esencialmente práctica. Todos los misterios que descarrían la teoría
hacia el misticismo, encuentran su solución racional en la práctica
humana y en la compresión de esta práctica» -Tesfr sobre Feuerba.h,
VII y VIII-. Nutrido en la idea del progreso y en el misticismo
activista que se deriva de los textos antedichos,
el aparato interpreta­
tivo de
la teorla materialista de la historia, queda reducido en defini­
tiva a una praxis transformadora, en
la que
los datos objetivos de
la realidad son irrelevantes. No otro puede ser el sentido de la
afirmación de que «el problema de si
al pensamiento humauo se le
puede atribuir una verdad objetiva, no
es un problema teórico, sino
un
problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que
demostrar
fa verdad, es decir la realidad y el poderío, la terrenalidad
de su pensamiento. El litigio sobre
la realidad o irrealidad de un
pensamiento aislado de la práctica, es un
problema puramente escolás­
tico» -Op. Cit.,
II-.
La Historia como pensamiento queda así radicalizada,
tal vez por­
que la propia Historia como. acontecimiento ha asumido un contenido
revolucionario. Nuestra conciencia -hist6rica, derivadá en sustancia
del pensamiento judeo,cristiano, queda inmanentizada y secularizada
a partir de la Modernidad,
y el materialismo histórico no hace otra cosa
que volcar en los nuevos moldes del determinismo materialista el
contenido de un progresismo iluminista de remotas raíces en el me­
sianismo jud!o. Tanto la antigüedad clásica --mndenada a la repe­
tición cíclica de los arquetipos- como la civilización cristiana -li­
berada por la Revelación neotestamentaria- fueron ajenas a la idea
del progreso indefinido. Para
el cristianismo, la Historia es duración
temporal, sobreelevada en
el horizonte que fijan la Creación y la
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EI'ICA PROTESTANTE Y ESTADO MODERNO
Consumación fina:! de la historia como datos trascendentales de la
misma. Frente a esto, es posible que, como indica
Lliwith, la
men­
talidad moderna

padezca de una profunda falta de sinceridad. En
primer lugar, porque se entrega a
la fe en una progresión lineal,
sin el supuesto previo de un
·terminus a quo y de un terminus ad quem,
esto es, de un principio y de un fin, presentes _en la Revylación cris­
tiana. En segundo lugar, porque asimila la idea pagana de la conti­
mridad incesante

de la historia, sin el correlato de su estructura cir­
cular y áclica. «Ve con un ojo de la fe y otro de la razón» (1). Y tal
vez por eso queda cerrada
.en esa

utopía totalitaria, para la que la Histo­
ria es aquel dios
lejano, de

designios indescifmbles,
voluntad pura e
imperativo incondicionado.
A nada de esto -como a nada de lo que en sustancia es la
Modernidad- es ajeno el pensamiento protestante. Tornar concien­
cia de ello está lejos del propósito momentáneo de nuestro trabajo.
En todo caso, creemos que un análisis en profundidad de los
factores
genéticos

de la mentalidad política moderna puede ponernos en el
camino de ello. La inquietud no es nueva, ya que fue avizorada en su
tiempo por figuras como Balmes o Donoso Cortés, hace ya más de
siglo y medio, y redescubierta posteriormente
por nombres ilustres
como los de Weber o Tawney en
el terreno del pensamiento socioló­
gico, Schmitt o Kelsen en el de
la teoría del Estado, Sombart o Fan­
fani en el de
la Economía o Troeltsch en el de la teología. Es que de
comprobarse la proyección efectiva del pensamiento protestante en
la gestación del moderno concepto de Estado no sólo quedaría demos­
trada
la esterilidad e inutilidad de la interpretación materia:lista de
la Historia, sino que quedaría de manifiesto la índole profunda de
las construcciones políticas de la Modernidad y de las elaboraciones
ideológicas que confluyen a sus justificación.
Es un conocido texro, trascendente. para la teoría política occi­
dental, Donoso Cortés

resumía nuestra clave explicativa en los si­
guientes térnrinos : «Posee la verdad pol!tica el que conoce las leyes a
que están sujetos los gobiernos; posee la verdad social
el que conoce
las leyes a que están sujetas las sociedades humanas; conoce estas
(1) LóWJTH, K.: El ,sentido de la historia, Mp.drid, 19173, pág. 234.
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ENRIQUE ZULEI'A PUCEIRO
léyes el que conoce a Dios; conoce a Dios el que oye lo que El afirma
de si, y cree lo mismo que
oye. La teologla es la ciencia que tiene por
objeto esas afirmaciones. De donde se sigue que toda afirmación
rela­
tiva

a la
sociedad o al gobierno, supone una afirmación relativa a
Dios;
o
lo que es lo mismo, que toda verdad política o social se con­
vierte
forzosamente en
una verdad teológica» (2).
Todos los
conceptos sobresalientes

de
la moderna teoría del Es­
tado -afirm•ba Car! &hmitt en un ensayo sugestivamente titulado
Teología Po//tica (3)- son conceptos teológicos secularizados. No
(2) DONOSO CORTÉS, J.: Ensayo sohre el catolicismo, el libera/irmo y el
sociaJismo1 Madrid, ed. Ribadeneyra. 1851, pág. 7.
(3)
SCHMITT, C.: Teología Politica, en Est11dios Polítfro.r; Madrid, 1975,
pág. 65. Para STRAuss, la. idea de la Historia subyacente a la economía po­
lítica y. a la teoría de~ Esta.do de la modernidad, surge de una alteración
de
la creencia tradicionaJ en la Providencia, que de una manera general puede
denominarse «secularización». Ello implica un cambio radical en el orden
del pensamiento y el esfuerzo por «temporalizar» lo espiritual y lo eterno, a
través de una labo.tt que no se limita únicamente al campo teológico y que
culmina con el «abatimiento» general de los fines del obrar humano en todos
los campos del
pensamiento. CTr. STR.Auss, L.: Droit Naturel el Histoire,
P;u-ís, 1954, págs. 327-328. Las investigaciones de ScHMITT -sobre todo Der
Wert des Staates (1914); PoHtis,he Romantik (1919) y Die Di.tatur (1912),
tienden
a sefialar la importancia de la sociología de los conceptos políticos,
subrayando que es en
los escritores

políticos
contrarrevolucionarios como
Bonald,

De Maistre
y Donoso Cortés donde mejor quedan expresadas las
analogías
existentes
entre el dogma cristiano y los modos de conceptualización
de
la reali~ad política. Las analogías son claras y sistemáticas y se expresan
incluso
en el terreno lingüístico. Estrechamente liga.da a esta cuestión se
encuentra
la de
la afinidad metódica entre "la Teología y la Teoría del Estado
--especialmente en
la vertiente tributa.ria de la Dogmática-, ya señalada por
Leibniz y retomada en nuestro
siglo por

el propio Schmitt y
por Kelsen.
Ambos insistieron en la relación existente entre toda sociología de los con­
ceptos políticos
y un determinado sustrato ideológico consecuente y radical,
fundándose
en las explicaciones contrarreyolucionarias de los cambios políticos
mediante el

recurso
a los cambios en la cosmovisión europea introducidos
pcr el espíritu de la Ilustración y la Revolución Francesa. ·Lo que en Kelsen
e.· exigencia de rigor y pureza metódica que culmina en un reduccionismo
de especie diferente
al que se intenta criticar, ien Schmitt es, en cambio, pro­
puesta de fundamentación de toda
con.ceptualización y argumentación política
en una visión del mundo
·de carácter

espiritual.
CTr. ScHMITI, C.: Teología
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EJ:ICA PROTESTANTE Y ESTADO MODERNO
sólo en relación a su génesis y desenvolvimiento histórico -en cuanto
advienen a la política desde
el ámbito, de la teología-, sino también
en
razón de su propia estructura sistemática. Los conceptos modemós
de
«estado de excepción»,
«dereclm de
resistencia
a la opresión>>, o las formas de la democracia representativa, son
ejemplos de este proceso de
inmanentización de

nociones originaria­
mente teológicas. Desde
el momento en que la Reforma incorpora
elementos decisivos a la conciencia ética y política moderna, interesa
especialmente el análisis de estas proyecciones, no sin antes efectuar
algunas

precisiones conceptuales.
l. "Etica protestante" y "Estado Moderno".
La
polémica acerca de loo orígenes religioooo de la modernidad
no está en manera alguna conduída. Aunque prematuramente aca~
liados, los términos del debate siguen suscitando disensiones, desa­
cuerdos y nuevas investigaciones. Tal vez por ello convenga fijar,
ante todo,
el sentido y significado de los conceptos más importantes.
Por
«ética protestante»

entendemos la ética inspirada en el pensa­
miento teológico de los reformadores, habida cuenta de que ni Lu­
tero ni
Ca,Jvino elaboraron

una doctrina sistemática en
el campo de
la moral. Tampoco lo hicieron respecto a la política. Lutero sólo se
volcó incidentalmente a
la consideración de problemas políticos con­
temporáneos,
y es evidente su inclinación especial hacia los temas pu­
ramente religiosos. Calvino, mucho más radicatl. y activista, autor de
un nuevo credo de reconstrucción de la Iglesia y la sociedad política,
ofrece mayores matices, sin alcanzar tampoco la claridad del sistema.
política ... , cil,, págs. 73-74 y KELSBN, H.: Esencia y valor de la Democracia,
Barcelona, 1934, págs. 133 y sigs., y la aplicación concreta de su propuesta
metodológica a algunos de los temas fundamentales de la teoría pura eri
Teoría Pura del Derecho, Buenos Aires, ed.. Nilve, 1974, págs. 101-105, 113,
116-118, 183-184,
188, etc, En el campo de la ciencia política, uno de los
intentos más lúcidos de interpretación de los símbolos y conceptos políticos
modernos

a
la lu2 de .su trasfondo religioso puede verse en VoEGELIN, E.:
Nueva ciencia de la polltica, Madrid, 1968.
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Fundaci\363n Speiro

ENRIQUE ZULETA PUCEIRO
Las obras de ambos suponen, sin embargo, la proposición de una
nueva interpretación
acerca del
Derecho y del Estado, nutrida de
elementos-anteriores-, provenientes de tradiciones diversas aunque
incorporándolos en una nueva síntesis místiro•religiosa.. Más que de
«ética protestante» cabría hablar en rigor de «éticas protestantes», ya
que las diversidades son.con frecuencia más profundas que las afini­
dades. Con todo, es posible referirnos a un conjunto de elementos
doctrinales cuya identidad
.de fondo

permite hablar de la manera
general que proponemos. Al hacerlo aludimos, pues, al pensamiento de Lutero y de
Calvino -como ,las dos

grandes fuentes de inspi­
ración de la Reforma- y no al de otros pensadores, ni
a sus

con­
secuencias o
proyecciones histórico-doctrinales

posteriores.
La expresión «Estado Moderno» adquiere en nuestra
eo un

sentido igualmente preciso. La palabra Estado no puede ser pre­
dicada de cualquier forma histórica de organización política. Nace y
se consolida en wia época determinada, con referencia a manifesta­
ciones institucionales y políticas muy circunscritas en el espacio y en el
tiempo, respecto
a las curules -y
a ninguna otra- cobra significado.
En este sentido, «Estado» es un concepto histórico en el significado
que otorgan
a· 1a expresión las modernas ciencias humanas ( 4) «Es-
( 4) Debe insistirse especialmente en este sentido específico del vocablo
«Estado»
y en su concreta inserción histórica y doctrinal. Esto permite-en­
tender no sólo sus aspectos estructurales de fondo, sino también sus tenden­
cias evolutivas principales. Es evidénte que si el Estado adviene a la exis­
tencia como una forma de solucionar el problema de la organización del
poder -social en una época detenninada; es posible pensar en su desaparición
histórica
por· idénticos motivos. ·Pero tal alternativa cobraría, en los términos
en
los-que la planteamos, un significad.o radicalmente diferente a la contenida
en la teoría de la
<(Superación» o

«desaparición» del Estado expuesta
por
el marxismo. En esta última perspectiva, la disolución del Estado es conse­
cuencia
de la disolución de lo político; considerado como dimensión «alienada»
de
la existencia. Para nosotros, en cambio, el Estado es, en este sentido
histórico
y estricto-, una forma de sistematización de la conducta política,
de
la misma¡ manera que el · capitálismo -como sistema- lo puede ser de
la. conducta económica. Sobre esto dr. F':REUND, J.: L'ennemi et le tier.r dan.r
l'Etat,
en Arcb. Phi/. J-U Droit, XXI, 1976, pág. 24. Lo que es accidental
y mudable en la Historia es, pues, la presencia de las notas típicas a que
hemos hecho referencia, con lo que
quedaría condicionada
históricamente esa
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Fundaci\363n Speiro

ETICA PROTESTANTE Y ESTADO MODERNO
tado Moderno» es, para nosotros, la forma de organización del poder
político que nace de
la fragmentación de la Cristiandad medieval,
sobre la base de la
secularización del
concepto de
,fo político iniciada
con el
nominalismo y sistematizada por Maquiavelo y Moro. Las
teorías de la Razón de Estado
y -en un plano estrictamente político-­
de

la soberanía, son su principal ingrediente teórico,
complementad°"
en el plano

de las fuerzas históricas por la afirmación de
la realidad
del Estado-Nación.
Notas características de esta nueva realidad en ,el orden de ria.
convivencia

política pueden ser las siguientes : 1)
La secularización
creciente de las estructuras, hábitos y comportamientos políticos; 2)
La cosideración del Estado como una «obra de arte» (Burckhardt),
o
sea como

fruto de una
«poíesis» o
técnica productiva; 3) La conse­
cuente afirmación de la primacía de
105 aspectos técnicos-funcionales
del

ejercicio
del poder
por scbre los
aspectos ético-prácticos,
con
la
lógica afirmación del mando como proceso de dominación y de la
institución como artefacto; 4) La delimitación de un ámbito espacial de validez del poder
-el territorio---

a
consecuencia del resquebra­
jamiento

del
univer,o político de la Cristiandad y del nacimiento del
pluriverso moderno de fos Estados Nacionales; 5) el proceso de ra­
cionalización

del poder político, presente sobre todo en el nuevo
principio de legitimidad del· poder político que viene a representar la
ley, concebida como declaración abstracta, general e impersonal de
la voluntad social, que resume en sí toda posible experiencia jurídica;
forma particular de Estado a la que las mismas adscriben. Sobre este problema
es
también
de interés BRANCOURT, J.-P.: Des «eJtals» a l'Etat: evolution d'un
mot,
en Arch. Phi! du Droit, XXI, 1976, págs. 39 y sigs.; PASSERIN D'EN­
TREVES, A.: La noción del Estado, Madrid, 1970, caps. 3 y 7; FUEYO J.: El
sentido del
Derecho y el Estado moderno, en La mentalidad moderna, Madrid,
1967, págs,
85 -y .sigs. Para un enfoque de la problemática específica de los
«conceptos históricos», dr. GoNZÁLE'Z VICEN, F.: La fHosofia del Derecho
como concepto hiJlórico,
en An. Fil. del Derécho, XIV, 1969, págs. 15-19,
y
~bliografía allí citada, y GARCÍA-PELAYO, M.: Del mito y de la razón en
el pensamiento poJitico, Madrid, 1968, págs. 141-142. Pueden encohtrarse
valiosas sugerencias en torno al tema en él volumen de ensayos España; ¿en
el
banquiJlo?, de V. MARRERO, ·a quien debe el autor indicaciones de gran
importancia.
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ENRJQUE ZULET A PUCEIR.O
6) el nacimiento y consolidación de una burocracia estatal, con la pre­
sencia

de un cuerpo de
funcionarios estables y de normas técnicas de
gestión administrativa, que van definiendo paulatinamente una
zona
de

la vida del
Estado marginada

de los
vaivenes de
la
lucha política;
7)

en
el orden del pensamiento, primacía nominalista en el orden
metafísico,
y contractualista e individualista en el orden ético-político,
expresada sobre todo en la doctrina demoliberal acerca de la natura­
leza del

Estado
y la sociedad y prorectada sobre todo en la democracia
moderna -tanto en sus variantes pluraHstas como en sus variantes
totalitarias--; 8) una concepción voluntarista y autoritaria del Dere­
cho;

9) la consolidación del modelo económico del capitalismo, enten­
dido en el sentido específico de forma de organización económica erigi­ da sobre la
base del

cálculo económico
y de la «ordenación racional del
trabajo formadmente libre>> (5)

Unificados, modelados
y desarrolla-
(5) WEBER, M.: Lo ética protestante y el espírit11 del capitali.rmo, Bar­
celona, 1969, pág. 12, y SoMBAllT, W.: Le bo11rgeois. Contrib11tion a l'histoire
mora/e n intellectuelle de J'homme economiq11e modeme, París, 1926, y L'afro­
gée da capitalisme, París, 1932, págs. 73-75. En su Problemas de legitimación
del capitalismo tardío, J. HABERMAS ha propuesto un «modelo descriptivo del
capitalismo tardío», cuya generalidad lo hace extensible prácticamente a lo
que por nuestra
parte hemm denominado «Estado Moderno». De las notas
allí expuestas no nos parece correcto el agrégar a nuestro análisis lo referente
al sis1e1n4 de legitimación por no ser -suficientemente universal. Para JiABEll­
MAS el Esta.do capitalista carece de toda posibilidad de invocar como fuente
de

legitimación
al acervo de tradiciones propio del Estado precapitalista, ago­
tado y socavado precisamente por el momento de la «transición». Ello impone
acudir a nuevas forma, de legitimación tales como, en un primer momento,
las éticas universa.les propias de la ideología burguesa y, en definitiva, el
sistema del sufragio
universal. Para el

adalid
actual de la Escuela de Prankfurt,
«Las

instituciones
y procedimientos de la democracia formal han sido dise­
ñados
para que las decisiones del gobierno puedan adoptarse con suficiente
independencia de
motivos definidos de

los ciudadanos. Esto se
logra con
un
proceso de legitimación que provee motivos generalizados (una lealtad
de masas difusa en su contenido), pero
evita la participación» (pág. '.53). la
democracia formal surgiría así de una necesidad de legitimación de la orga.­
nfaación capitalista del

mundo
económico. Pero aquí surgen las dificultades
propias de

este tipo de
análisis «sinaón-icos»,

por ruanto
queda sin explicar
1:t génesis real de las construcciones ideológicas de la· modernidad, cierta­
mente anteriores a
las manifestaciones económicas del capitalismo. Aun con-
1418
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ETICA PROTESTANTE Y ESTADO MODERNO
dos por la moderna razón de Estado, estos caracteres generales arom­
pañan
a

la
institución estatal
desde
!ns albores
de la Modernidad
hasta nuestros días. Para que ello fuera así habría de acontecer una
quiebra profunda de !ns supuestos de la política clásica desde el na­
cimiento de la especulación filosófico-política en Grecia, hasta los
siglos de la Cristiandad. La Reforma es tal vez el episodio central
de dicha quiebra.
2. Testimonio históricos.
La apreciación de las proyecciones de la Reforma en la sitnación
espiritnal y

política del mundo
moderno fue
contemporánea ya a !ns
mismos sucesos de la misma. Resulta notable, por ejemplo, la perspi­
cacia del
anMisis que efectnaba en 1611 el carmelita Fr. Jerónimo
Gracián, amigo y colaborador de Santa Teresa de Avila. En sus Diez
lam.entaciones sobre el miserable estado· de los atelstas en nuestro
tiempo afirmaba: «La cuarta causa y raíz del ateísmo es la misma doc­
trina de Lutero y sus secuaces. Que como enseñan que cada uno siga
su propio espíritn y no haga caso de ningún Autpr, por santo que
sea, viene el Luterano o
Cailvinista, después que

por seguir la secta
luterana se ha apartado
de la Iglesia Católica, es decir, que dejó a San
Agustín
y a San Jerónimo, y !ns demás santos, cuya santidad leo en
tantas obras, para seguir mi libertad, y el sentido de la Sagrada
Escri­
tnra que me diera gusto». La coronación lógica del argumento era
para Gracián evidente: «¿Por qué me tengo que sujetar a Lutero a
Calvino, borrachos
y deshonestns?», etc. Y así deja todas las herejías
particulares y desciende al profundo del ateismo» (6). Gracián, que
cediendo que este punto es siempre susceptible de correcciones empíricas y,
por
tanto, de debate, es evidente la insuficiencia del planteamiento de cara a
la propia experiencia histórica, que revela la escasa y relativa d.ifusi6n his­
tórica de

la
democracia formal
como
sistema de
legitimación frente a la uni­
versalización
del sistema capitalista. La insuficiencia surge nuevamente cuando
se analiza el esquema habermasiano de las «crisis» de la legitimidad tardo­
capitalista. Cfr. HABERMAS, J.: Op. cil,, Buenos Aires, 1975,
( 6) GRACIÁN, J.: Diez lamentaciones del miserahle estado de los atelstas
en n11e1tro tiempo, Ed. Steggink, Madrid, 1959, pág. 261.
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ENRIQUE ZULETA PUCElRO
terminarla una vida de luchas eniitentando al protestantismo en el
Norte de Europa, advertía ya en su tiempo los excesos doctrinales y
prácticos a que conduciría

el
moderno concepto
de libertad.
Pero seria en el siglo XIX
cuando testimonios de la importancia
de

los de Balmes y Donoso
Cortés aportarían
los primeros enfoques
propiamente sistemáticos acerca de la infiJ.uencia del protestantismo
sobre la mentalidad política moderna.
La obra

de Balmes
El protestantismo comparado con el catolicirmo
en sus relaciones con la civilización europea (1842) es uno de los
ma\s completos y profundos tratados de doctrina social católica, a la
vez que una reflexión esencial acerca de las bases de la civilización
europea. Para Balmes, el
proteslantismo ha
significado sobre todo la
primacía del
espíritu de

rebeldía contra el orden natural.
B1 libre
examen sienta las
bases de la anarquía y, con ello, las del despotismo.
Las figuras de Calvino o Enrique· VIII son para él arquetípicos del
proceso según
el cual la destrucción de la autoridad divina engendra
el
reforzamieoto sin

límites de la autoridad terrena, con un doble
resultado, eo aparencia paradójico: «El someterse las verdades reli­
giosas al fallo de la
razón debía acarrear tarde

o temprano la indi­
ferencia; así como la inspiración
particular o

el espíritu privado ha­
bría de
eo!l"rulrru: el fanatismo" (7). Luego ... «¿Quién se extrafutría
que se hayan visto entre los protestantes tan ridículos visionarios, tan
fudbundos faoáticos?» (8). En la negación protestante del libre al­
bedrío ve Balmes la genésis de una
desmoralización crecieote,
de un
fatalismo envilecedor de
la moral, de las leyes, del orden público y
de la dignidad del hombre; la
raíz de
la anarquía y de la opresión.
Como bien
se ha señalado muchas veces, la obra de Balmes no
sólo constituye un inapreciable testimonio de su tiempo y un aporte
fundamental a la dogmática católica, sino que constituye
un verdadero
hito en el prooeso 9e configuración de la moderna sociología empí­
rica resulta notable que sea . precisamente el terna de la incidencia
del
protestantismo en fa civilización moderna su material básioo
de

trabajo. Las páginas de
El protestantirmo discuten sobre todo la
(7) BALMBs, J:: El ·Prote.rtanfismo comp'a.rado-con el catolicismo en sus
,daciones con
la d11i/ización eurof,ea, Barcelona, 1949, pág. 71.
(8) Op. cit., pág. 77.
1420
Fundaci\363n Speiro

ETJCA PROTESTANTE Y ESTADO MODERNO
opinión de quienes ven en el protestantismo la condición de posi­
bilidad
de una libertad
y un progreso social tada vez mayores. Todo
lo contrario, la Reforma socava, en el análisis de Balmes, la
fueru
más importante y decisiva de Occidente: su unidad. prt>funda, estable­
cida

sobre todo
por la síntesis armoniosa entre individuo, familia y
sociedad propuesta por el Catolicislll(). «Ill protestantismo ~be-­
sigue principios diametralmente opuestos, aplica también a la vo­
luntad

el espíritu de individualismo que predica
para el entendi­
miento, y así es que de suyo-es enemigo de las instituciones. Concen­
trándonos en el objeto que nos ocupa, .vemos que su primer paso en
en el momento de su aparición fue destruir lo existente, sin pensar
cómo podía reemplazarse» (9). Destruida la fundamentación objetiv-a
del

poder en el Derecho
natural -entendido éste en

su versión
cJási.
ca, greco-romano-católica-, el vo!untarismo de la roncepción protes·
tante

llevará la
anarquía al despotismo. Comparando la expansión de
la Reforma en los diversos países de Europa, nota Balmes cómo en
Italia
o en España, donde las libertades
populares reales, las tradi­
ciones y el bienestar del pueblo eran sólidas, · el Protestantismo casi
no había podido penetrar, en tanto que en sitios como Alemania,
Holanda, Escocia o Inglaterra, donde la situación era diametralmente
opuesta, el carácter originariamente aristocrático de los nuevos plan­
teamientos derivaría hacia un11 alianza con el poder de los príncipes y
de allí hacia la entronización de un absolutismo creciente. Testigo silencioso de esa primera mitad del siglo pasado,
Soren
Kierkegi,ard
exclamará, desde su atormentado

protestantismo, en
tan·
tos

sentidos
catolizante: «¡Oh
Lutero, Lutero, qué inmensa
respon­
sabilidad

la tuya! Cuanto
más veo, más claramente aprecio que has
invertido el papel del Papa
y puesto al «público» en el trono. Has
alterado la noción neotestamentaria de «martirio», y enseñado a los
hombres a vencer
mediante el

número» (10)
Pocos testimonios
tan
claros y demoledores acerca de esta conciencia de los mejores espí­
ritus europeos de la época acerca de los componentes religiosos de
las
ideologías
por· aquel entonces nacientes.
(9) Op, cit., pág. 329.
(10)
K!ERKEGAARD, S.: Pap. XI l. A Hl8, pág. T>, cit., por Roos, H.:
Kierkegaard et le catholicisme, Lovaina, 19 :5 5, págs. 29-30.
1421
Fundaci\363n Speiro

BNRJQUE ZULETA PUCEIRO
Será en el campo de las Í1:lvestigaciones aceoca de la formación del
capitalismo. moderno, te11lizadas sobre

todo a comienzos del presente
siglo, donde tendrán lugar
-Ias primeras

sistematizaciones científicas
de la cuestión que
nos ocupa.

Heredando preocupaciones como las
que hemos
°"puesto, Max

Weber ofrecerá
algunos estudios
aún no
superados, que contribuirían
a fijar

los términos de una polémica
de perfiles aún significativos
(11 ). Los trabajos de Weber en tomo
al Protestantismo aparecen entre
1904 y 1911 y se encuentran reunidos
en el volumen
Die Prr>testantische Ethik unJ der Geist der Ktl[Jitalis­
mus.
Para Weber, la Reforma no significó solamente la recusación
del

poder de
la Iglesia sohre la comunidad de los fieles, «sino más bien
la sustitución de
la forma entonces actual del mismo. por unas formas
diferentes. Más aún, la sustitución
de un poder extremadamente sua­
ve,
de hecho
casi puramente

formal, por otro que habría de intervenir
de modo infinitamente
máyor en

todas las esferas de
la vida pública
y privada, sometiendo a regulación onerosa y min_uciosa la conducta
individual» (12). Gi11ebra, Escocia y gran parte de los Países Bajos
(11): Cfr. a este respecto la síntesis de FANFANI, A.: CatoliciJmo y p;o.
testanti.rmo en la génesis del cdpiltiJismo, Madrid, 1953 y BBSNARD, Ph.: Pro·­
testantisme et capita/isme, París, 1970.
(12) WEBER, M.: La ética protestante ... , cit., pág. 29. Recientemente,
A. MITZMAN ha puesto de manifiesto la influenda de los planteamientos teo~
lógicos
de

W. E.
Chanoing en ·la idea de

Weber acerca de las relaciones entre
ética protestante y espíritu del capitalismo. Cita a· tal efecto un resumen ela­
borado
por
Marianne Weber acerca

de la
po5ici6n · de Channing: «Captamos
a Dios no

en
el emocionalismo estático, sino en el cumplimiento de los de.
beres
más simples. "Sacrificar un deseo a la voluntad de Dios es más impor­
tante que
todos los
arrobamientos". El mayor
bien es la energía moral de
u.ha santa

resoluci6n, la libertad
espiritual. Su

esencia es: dominar
los sentidos,
dominar

la materia,
·dominar el destino,

el temor, las costumbres,
indepen­
dientemente
de

toda autoridad:.
«yo llamo

libre al alma que
protege vigilan­
te.mente su propia libertad e independencia, que se defiende de la inmersión
en

otras, que no se siente satisfecha con
una., creencias heredadas o pasivas,
que acepta cada nueva verdad como un ángel del cielo, que
considera el poder
sobre sí mismo
más importante

que el poder sobre el mundo, que, superando
1422
Fundaci\363n Speiro

BTICA PROTESTANTE Y ESTADO MODERNO
son para Weber ejemplos de una forma de control eclesiástico mucho
más insoportable que la que pudieron llegar a imaginar los siglos
católicos. El contenido ético
del protestantismo · inaugurá una ascética mun­
dana que
operará como

soporte religioso de las formas crecientemente
racionalizadas de

la conducta
ecónomica moderna.
Frente a la opinión
que intentará explicar este fenómeno
y fenómenos paralelos -como
podría ser el de la primacía de los protestantes en los puestos deci­
sivos
del comercio y la indnstria en los países de religión mixta-,
mediante factores puramente económicos o históricos, Weber afirma de modo
terminante que «han sido

siempre los protestantes los que,
como oprimidos o como opresores, ·como mayoría o minoría, han
mostrado singular tendencia hacia el racionalismo económico, tenden­
cia que
ni se daba ni se da entre los católicos, en cualquier situación en
que se encuentren>> ( 13).
La razón debería bnscarse, por consiguiente,
en factores más profundos, de orden espiritual más que históricos
o políticos;
de orden esrructural, anres que puramenre circunstancial.
La

explicación de Weber, referida específicamente
a,l problema
del capitalismo, es sugestiva
Fª nuestro tema. Para él, Lutero trae
a

Occidente una
nueva noción

de
'Beruf ( vocación, oficio). La doble
significación de este vocablo en nuestro idioma nos pone -en el ca:~
mino de la explicación buscada. «Vocación» -llamada de lo trascen­
denre-y «oficio» son para el Protestantismo manifestaciones reli-
los límites marcados por el tiempo o la inuerte, espera un eterno progreso
y

encuentra en la
esperanza de

inmortalidad una fuerza inagotable
para su
acción y sufrimiento». Señala acertadamente Mitzman que si sustituimos 1a
palabra «Dios» o alguno de los atributos divinos mencionados en el texto
precedente
por el de «Rai6n de Estado», tendremos· Ja· sustancia de la inves­
tigación weberiana: una

filosofía política, que mantiene que la verdadera-moral
y la. libertad intelectual nacen no de dar rienda suelta a Jos instintos, ni de
aceptar ciegamente las costumbres, sino exclusivamente del control racional
sobre los propios instintos, del sacrificio de los deseos egoístas o hedOOistas
a los intereses del bien común. El Estado y las instituciones. tienen como meta
el desarrollo
y la protección de la humanidad hecha a imagen de Dios. Mrrz­
MAN, A.: La jaula de hie"o: una interpretación histórica fle Max Weber,
Madrid,

1976, págs. 38-39,
(13) WEB"ER, M.: La éti~a protestante .... , cit.,-p6.g. 33-
1423
Fundaci\363n Speiro

ENRJQUB ZULEI'A PUCBIR()
giosas del deber iru:ondicionado de amor al prójimo en que se funda
la .convivencia social. Lo que en Lutero -atado aún a la cosmovisión
económlca y política del medioevo, como Ío muestran sus escritos en
tol"no al probleroa del préstamo a interés o a la rebelión c:arnpesina­
es meramente un atisbo, se proyectará en todas sus virtua1idades en
el
calvinismo
y especialmente en la corriente puritana. Para Calvino,
el
trabajo social
es esencialmente in m,iiorem Dei gloriam. El Dios
del
Calvinismo no

determina el contenido concreto de
las obras, sino
«una santidad en
el obrar elevado a sistemll» (14). La iglesia puri­
tana.
_cobra ·por ello la fison()1DÍa de. una ordenación militante de la
existencia, que aspira al. sacerdocio
ascético de
todos los fieles,
trans­
poniendo a· términos de wia ascesis terrenal el -ascetismo supraterrenal
propio del Catolicismo. Es el espíritu judaico, presente en el Antiguo
Tes.táment<>; el que es rescatado_ como actitud ética fundamental. «El
hombre
es-ran sólo un administrador de los bienes que la gr.,cia divi­
na
se ha dignado a roncederle y, como el criado de la Biblia, ha de
rendir
cuentas de cad~ céntimo que se le confía, y por lo menos es
arriesgado
gastarlo .en algo cuyo

fin no es la gloria de Dios, sino el
puro
goce-,> (15). Este ascetismo laicizado no sólo operará contra la
despreocupación y el goce egoísta desprovisto de limites de los
bienes, sino que
logrará frutos
en un sentido radicalmente opuesto,
en la medida en que logrará liberar al hombre de los lazos y frenos
de
la ética midiciona:l. Si los usos del capitalismo eran, aun para
Lutero, un fenómeno rondenable por la fe, para el puritanismo son
más
bien condiciones constitutivas de
la propia realidad y, por consi­
guiente, datos expresivos de la voluntad divina en
el orden
terrenal.
No se
trata, pues,

de una
lucha contra

el
lucro racional y calculado de
la economía burguesa, sino
contra la ganancia que

aparece como un
resultado mecánico

de impulsos
y ambiciones irracionales. Para Weber,
es evidente que el ascetismo puritano adviene en un punto cronoló­
gicamente postetior al del na.cimiento del fenómeno económico del capitalismo moderno. Actúa, sin embargo, como un elemento im­
pulsor, no
sólo, en el campo estricto de la economía, sino en general
(14) Op, (ll) Op. cit., pág. 241.
1424
Fundaci\363n Speiro

ETICA PROTESTANTE Y ESTADO MODERNO
en el de la propia conducta social, que queda así sometida al imperio de la racionalidad burguesa, espiritualmente apoyada en las nociones
protestantes de
«vocación» y «profesión».
Los escritos en tomo a la ética protestante son pa:ra Weber un
intento de establecer los orígenes religiosos,
psicoJógicos e intelec­
tuales del
espírit« .capitalista -ya que el sistema económico como tal le
es anterior en siglos-.
La contribución de Weber se alza en explí­
cita
contraposición a

la noción marxista de que las
· ideas
religiosas y
políticas son simples reflejos
superestructurales de un

juego profundo
de intereses materiales que se condensa en
el mecanismo de la lucha
de

clases. Su
énfasis robre la idea de «oausalidad múltiple» en la
historia, recusa todo intento de absolutiiJaci.ón de los motivas · econó­
micos,

al tiempo que funda
,los supuestos

de
una visión
pesimista del
poder -y
pot consiguiente de la acción de sus snpuestos espiritwcles
en

la
modernidad--, que
quedará
gráficamente expresada en

sus ideas
de
la «inevitable burocratización universal» o «la esclavitud del futuro».
y que poede
notarse, también,
por ejemplo, en la obra de Pareto,
Mkhels, Mosca o Tiinnies.
La investigación de Weber no avanza sobre las implicaciones
filosófico-políticas de su diagnóstico acerca de
la génesis del «espí­
rim>> capitalista.

Su idea del progreso de la racionalidad occideotal
y del apoyo que a este respecto presta el hecho histórico de la ascé­
tica puritaoa será desarrollado

luego en los estudios acerca de
la «ra­
cionalidad formal» contenidos
en Economía· y Sociedad. De todas
formas, su coosideración de
las proyecciones del ingrediente religioso
-y concretamenre de la noción calvinista de predestinación- en la
formación del moderno
homo· econoinic11s y de las cada vez · más
racionalizadas y fonnalizadas e:stnicturas de la vida institucional,
pueden
coosiderarse como uno

de los aportes perdurables de la socio­
logia weberiaoa del hecho
religiooo. Podrá disentirse el

alcance
dado
por el sociólogo alemán a la idea de Ber11f -Robertson o Fan­
fani

han aportado críticas fundamentales a este respecto--, sin por
ello desconocer el fenómeoo por. el
cual ciertoo fa,chos -la orgaoi­
zación capitalista, la

tendencia a racionalizar
el natural afán de lucro
en que reposa la conducta
económica de

los· hombres, etc.-
recibeo
el

impulso formidable de un nuevo espíritu de formalización que,
142:!
Fundaci\363n Speiro

ENRJQUE ZULEI'A PUCEIRO
proveniente de la esfera religiooa, se proyecta hacia todos los ámbitos
de la e>:periencia vital de la Modernidad.
Contemporáneamente a
los estudios de W el>er, cupo a Werner
Sombatt la profundización específicamente económica de las vincula­
ciones
entre orden capitalista
y ética protestante. En cierto modo,
Sombart tiende a subestimar la Prefiere enfatizar, en cambio, los elementos judíos y
aun católicos, u
otro tipo de fenómenos como las predisposiciones
éticas o las circuns­
tancias de carácter político (16).
Otro contemporáneo, hoy revalorizado, Tawney, agregará mati­
zaciones de orden político. Para este autor, Lutero es el fundador del
igualitarismo moderno,

mediante sus desarrollo de la distinción entre
vida secular y vida religiosa, o su combinación entre radicalismo reli­
gioso
y conservadurismo político-económico (17). Calvino suminis­
trará, a su vez,
las bases para una nueva concepción de lo social, que
se
apoya
'ya en

los
factores económicos · que proportiona la empresa
industrial y comercial
propia de la economía w:bana. En este conte>:to,
la

nueva noción de
Santijicarión será el instrumento destinado a mol­
dear al hombre y a
la ·comunidad de la modernidad; En el caso inglés,
la verdadera reforma estará representada por el puritanismo, cuyo
voluotarismo .di:,cipiinado y metódico reconoce vinrulaclones esen­
ciales . roo. el · flrm clase
media inglesa

tradicional. Razones indudables de orden his­
tórico impiden
asegurar que este· espíritu

operó como causa determi­
nante
. del

auge del
capitalismo. Aun

así -subraya Tawney- es
evidente que la ética puritana contribuyó al menos a remover los
obstáculos que
la doctrina católica oponía al libre uso del· dinero,
aunque
lo.hiciera
para instaurar; a su vez; un disciplina social mucho
más fuerte, acentw1ndo esa. dicotomía que presenta ya el plantea­
miento de
Calvino (18):
Un

jalón de
gran importancia en la linea historiográfica que
(1.6) _SOMBt,.RT, W,: Der mod,erne Kapitalismus (1902-1903); DieJuáen
1 (17) TAWNBY, Jl fl:.: Religion anti the rise .of Capilalism. Londres,
1926. Hemos utilizado la edición esp,fiola de Madrid, 1936. .
(18) TAWNEY, R. H.: Ofr, cit., pág. 368. · · '
1426
Fundaci\363n Speiro

ETICA PROTESTANTE Y ESTADO MODERNO
venimos exponiendo está representado por la obra del teólogo protes­
tante Ernst Troeltsch Die
Bede111ung des

Protestantismus für die
Entstehzmg der moderne Welt, de 1911 (19). Para este
autor, la

cul­
tura europea nace con la cultura
eclesiástica· católica, fundada 'en la
creencia

en una Revelación divina, absoluta
y directa, y· en la orga­
nización de esta
Revelación y de su correspondiente economía de la
Salvación por parte de la Iglesia.
Se generará así un ideal de cultura
y de humanidad básicamente orientado hacia la salvación por medio
de los sacramentos. Nace por ello una cultura
autoritaria en
la que la
ley bíblica confluye con la ley natural de los estoicos en una ascética
orientada hacia la trascendencia, que bajo la administración
eclesial' se
proyecta

en un doble sentido:
. quietista
-por cuanto lo finito se
ordena
y disuelve en lo infinito---y metódico -puesto que el obrar
humano en el orden terrenal se orienta en ·últirÍla instancia a la conse ..
cución de fines trascendentales--. El mundo católico supo armonizar
de forma
admirable ambos ideales, sintetizando· ascesis y autoridad,
palabra revelada
y magisterio de la tradición.
Frente a esta cultura
eclesiáJtica, la
cultura
~oderna configura
un vasto esfuerzo destinado a su sustitución por un nuevo cuerpo de
ideales, cuya validez no reside en la autoridad de la tradición, sino
en la autonomía, fuerza persuasiva
y directa capacidad de impresionar
y argumentar. Las consecuendas de este nuevo espíritu son diversas.
En primer lugar,
el individualismo, la concepción relativista y volun­
tarista de

la autoridad, la primacía de
la Ópinión, la proclamación de
la tolerancia como principio de organizaci6n de la convivencia. En
segundo lugar, un carácter dentlfico-racionalista de la cultura, que
desplaza
á la teologia de su puesto central en el esquema explicativo
de la realidad. De una manera general, el relativismo propio del
mundo modemo es el resultado

de
una intramundanización
de la vida,
en
tanto que la crisis de la autoridad es precisamente la conse­
cuencia directa de la negación de un criterio objetivo de verdad
que, como tal, pudiera tener pretensiones de absolutización. El rela­
tivismo es así, al mi9lllo tiempo, o~misliló Utópico, c'reerici:a ~ el
( 19) Utilizamos la traducción española bajo el título: El protestantismo
y el mundo moderno. Trad. E. Imu. México, ·1967.
1427
Fundaci\363n Speiro

ENRIQUE ZUUITA PUCEIRO
despliegtll' indefinido e ilimitado de las fuerzas humánas. Estas son
las fuerzas espirituales constitutivas del «mundo moderno»,

no menos
importantes,· por
otra part<,, qne las fuerzas reales o históricas a través
de las cuales.

se
manifiesta este mismo

espíritu: los
estados nacionales
y militarizados, h frustración del sueño del imperio eclesial univer­
Slll,
el

desarrollo
del capitalismo y la: inauguración de la éra de las
confrontaciones impeTiales a niveLmtindi.al (20).
Coresponderá a Troeltsch
el establecimiento de.· una distinción
metodológica· de
gran valor

para este tipo de estudios.
Se trata de
su diferenciación
entre un «viejo» protestantismo -presente

sobre
todo
en la

obra de
Lutéro .y Ca!Vino, aun ligado a la idea de una cul­
tura· eclesiástica y que aspira, por tanto a la cofuolidación de otra
concepción autoritaria de
la vida religiosa y civil-y un «viejo»
prorestantismo -notable 'SObre todo a pa:rtir. del siglo XVII, ro el
contexto del Estado Moderno y de su concepción secularizada del
poder-. La teología humanista, el baptismo o el espiritoalismo son
así ejemplos

de
renovaciones aún tributarias del

espíritu eclesiástico,
en las que es evidente todavía un cierto desdén por la
participación
directa

de los. fieles en
la· vida política y económica, considerada
és¡ta como un valor · en sí. El protestantismo «nuevo», en cambio, se
desarrolla en el seno de una . mteva concepción de la política, • para la
que la tolerancia no es
ya una percepción particular del tema de la fe
o

un reflejo
de fa libertad religiosa, sino la· e>:presión de un orden
social secularizado,: presidido · por

instituciones
ya vacías de toda po­
sible

misión religiosa,.
Esta es

la idea, presente ya en
Balmes, de la
tolerancia como nivelatión arrasadora. de los antiguos criterios de
verdad, como
sigc,o patológico de. una conce¡,ción desespiritualizada
de
1a vida.
La distinción propuesta por Troeltsche peca de un esquematismo
excesivo, aunque ggarda como ·hemos dicho, un importante valor
metodológico, a la luz de la misma es posible apreciar cómo la Re­
forma sienta las
bases. de Ulla nneva visión de la política, operando
aquí con otras fuerzas históricas de muy diverso origen. Una vez arti­
culada esta nueva concepción del Estado, la misma parece revertir
(20) TROELTSCH, E.: Op. cit., pá8' 2.
1428
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ETICA PROTESTANTE Y ESTADO MODERNO
sobre sus fundamentos espirituales, transformando al protestantismo
en

una
«nueva» cosmovisión
para
la que los resabios «antinaturalistas»
del legado luterano
o calvinista

han desaparecido, quedando asi es­
tablecidas las
bases para la consolidación del espiritu laico. Se trata de
una
suerte de proceso lógioo, en el que his premisas de origen __,_
tadas por la teologia de las épocas «fundacionales», desarrollan todas
sus
virtualidades lógicas
en el nuevo orden de
fuerzas históricas y
doctrinales.
El
tema del
Estado constituye un
material para abundantes veri­
ficaciones. Es daro,
por ejemplo,

que
el conservadurismo luterano
«ayuda en
la transformación del Estado estamental hacia un absolu­
tismo
territorial, y al poner en sus manos por completo el poder
eclesiástico

aumenta, en grado
máximo, los recursos del poder de este
absolutismo» (21). El puritanismo de los
calvinistas de
Nueva Ingla-
(21) ThoELTSCH, E.: Op. cit., pág. 63. Lutero es daro en su afirmación
la

necesidad de
sometimiento total
del
cristiano al poder. En su importante
La libertad .Je/ crirtiano (1250), explica: ·«En esta misma línea, prescribe
San Pablo (RoÍn. 13 y Tit. 3) el sometimiento y la disposiáón de los cris­
tianos a la autoridad secular. No quiere .decir qu.e con ello se vayan a justi­
ficar, sino que deben estar al servicio de los demás y de la autoridad, cwn­
pliendo
su voluntad con libertad
y en amor. Qui~ les infunda este senti­
miento puede_ fácilmente avenirse con todos esos· incontables preceptos y leyes
del Papa. de 'los Obispos, de los conventos, -de los· monasterios, de los prín­
cipes
y de los señores que algooos insensatos se empefian en urgir como ne­
cesarios
para la salvación y los llaman injustamente mandamiéntos de la
Iglesia._ La forma de pe_nsar de un cristiano liberado es. la -siguiente: «Deseo
ayunar, orar,
cumplir

este
precepto y
el
de más
allá,
pero no porque lo ne­
cesite _para. lograr la justicia y la salvación, sino por_qut; con ello quiero dar
ejeioplo
y rendir uri servicio al Papa, al Obispo, a la comunidad o a mi
hermano, por amor al Señor, haciendo ésto-y padeciéndolo .al igua!l ·que Cristo
hizo y padeció tanto más por mi causa necesitándolo mucho menos, No me
importa que los
tiranos cometan una injusticia
al
exigirlo, mientras que no
se oponga a Dips». Ohrd.I, ed. T. Egido, Salamanca, 1977, pág. 169. El texto
permite apreciar la fundamentación del acto de poder en la ley di~ina po­
sitiva -para usar una terminología propia de la tradición escolástica--y no
en el derecho natwa:l. En este sentido debe entenderse su afirmación de que
«Un
reino temporal no podrá subsistir sin la desigualdad de Jas personas, sin
que
unos sean libres y
otros encadenados, sin que unos sean señores y ~s
vasallos,

etc ....
-»: ExhorttKMn a la Paz, en Obras, pág. 267.
1429
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ENRIQUE ZULETA PUCEIRO
tetra, lejos de la presión ejercida por los elementos institucionales de
la tradición
centroeuropea podrá, en

cambio, articnlar
loo ideales
de
la democracia
pluralista, en

los que la alianza bíblica se traslada al
terreno de las formas. políticas,
y en las nuevas constituciones la
igualdad de los
ciudadanos refleja

la comunidad eclesial· de
los fieles,
reunida

en
tomo al

cultivo de un ideal
étic<>-religioso de
profundas
proyecciones en

el terreno de las costumbres
y los comportamientos
políticos. La libertad de conciencia, las declaraciones universales de
Derechos
y las formas de la democracia representativa son manifes­
taciones elocnentes de
este espíritu. Pero para que esto sea posible,
tiene
razón Troeltsch

al
afirmar que el legado calvinista originario ha­
bría

de experimentar
mnsformaciones de
importancia, sobre todo en
su
raíz autoritaria.

Las colonias puritanas de América del Norte no
llegarán al indiferentismo religioso
y a la libertad de conciencia, sino
al final de procesos muy lentos y complejos, en los que el anti indi­
vidualismo o anti indeferentismo religioso de las
primeras épocas irá
dando
paso a las formas definitivas del espíritu moderno. La idea lute­
rana de la resistencia al poder carece absolutamente de los matices
activistas de la doctrina moderna acerca de la misma
-o aun de los
que también caracterizan a la construcción escolástica a
este respecto---.
La resistencia es, en
Lutero, resignación y oración; aceptación callada
y pasiva de la voluntad divina y sus formas de expresión terrenal.
Para que esta concepción de la acción desemboque en el militarismo religioso, la disciplina racional del
trabajo erigida

en sistema o en el
ideal prusiano de la «obligación» habrá de acontecer una transfor­
mación íntima del Protestantismo, a
la que no pueden considerarse
ajenas las formas de incideru:ias del

mundo moderno
-y del Estado
como una de \sus máximas concreciones-en sus propios supuestos
espirituales. Es posible que este movimiento circnlar de influencias
mutuas sea la clave de
muchas cuestiones
que la óptica
materialista
ha
contribuido

a
plantear, aunque
sin ninguna capacidad ni posibi­
lidad de respuesta.
1ln todo caso, es uno de los temas a la vez más
importantes y menos estudiados de la historia espiritual de Occidente.
1430
Fundaci\363n Speiro

ETICA PROTESTANTE Y ESTADO MODERNO
4. Protestantismo y mentalidad política moderna.
Las ideas expuestas nos permiten ya esbozar algunas conclusiones
acerca del problema que nos ocupa. Si
de una manera general puede
afirmarse que tanto el Estado Moderno
como la
visión de la pólitica,
de la libertad
y del poder que le es subyacente son anteriores crono­
lógicamente a
la Reforma, aunque se ven reforzadas por el nuevo es­
piritu religioso y sus implicaciones ético-políticas, ¿cuáles son los
elementos principales de
la nueva visión del mundo que de una ma­
nera directa inciden en lo político?
Ante todo debe notarse una influencia no específica o indirecta.
Los autores mencionados precedentemente coinciden en señalar la
importancia de
la Reforma
como factor revolucionario, destinado a
remover los obstáculos que la ética tradicional y la cultura «autori­
taria» de la Iglesia parecían oponer a los fenómenos económicos y
hábitos de conducta del capitalismo en auge. Es verdad que el Pro­
testantismo ha contribuido
al desplazamiento de la tradición iusnatura­
lista clásica del puesto de primacía que conservó hasta el siglo XVI,
aun a pesar de los embates del nominalismo
y el voluntarismo... Las
revoluciones
,inglesa y americana o la ilustración alemana son aconteci­
mientos históricamente explicables en un terreno previamente abo­
nodo por la mentalidad religiosa de la Reforma y su principio de
autonomización de
la vida política. La Revolución francesa, en cam­
bio, arrasa con todos los elementos religiosos de la tradición católica, en su búsqueda de una modificación radical de la realidad misma (22).
Este potencial
revohiciohatio de

la
Reforma no
es
evidénte en las
manifestaciones iniciales de la misma. El Protestantismo < -para usar la expresión de Troeltsch- representa má,s bien lo contra­
rio a una rebelión política. Para que la
recusación de
la
tr•dición y
del Magisterio operada por Lutero o la doctrina de la predestinación
calvinista funden una visión revolucionaria
de la ¡iolíticá, será me­
nester que ciertas premisas de fondo, presentes
desde un comienzo
aunque de manera oculta en los planteamintos religiosos,
y teológicos
(22) TROBLTSCH, E.: Op. <ÍI.,' págs. 91•92.
1431
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1!.Nl/IQUB ZULEJ' A PUCBIRO
de los reformadores, desarrollen todas sus virtualidades lógicas (23).
¿Cuáles son,
pi;ies,. estas .. pretrusas .potencialmente .revolucionarias y,
por tauto, netamente «modemas» que creemos incluidas en el legado
protestaute a la Modernidad?
(23) ia. discusión en tomo al papel del -calvinismo en la formación de
los sistemas id~lógicos modepios •. y particularmente de la democracia, es .aún
viVa. Es sabido que para TROELTSCH, Calvino __ implica una afirmación funda­
mentalmente aristocrática, poco compatible, en verdad, con las formas pos­
k'riores del pr~testan:tismo. Etl contra de esta opinión, uno de los-biógrafos
más importantes de Cal.vino, Jmrile DOUMERGUE, subraya el hecho de que
junto a la idea calvinista de la Iglesia como institución - divina ----de la cual
podría desprenderse una visión a.ristocratizante de. la política- destaca tatnbién
la importancia otorgada a la i<;l~ de comunidad fra.temail de_ los fieles, que
es la que verdaderamente se trasla,da a la posteridad, tanto ~ lo que a In­
glaterra como al N0rté de América se refieié. Jean Cal11in, les hommes et les
choses de .ron temps, Lausana~ 1917, V, págs. 440, 450-453;611-614, 701-706.
Debemos
insistir, sin
embargo, en el ·hecho de

que
los principi05 democráticos
son
ciertamente anteriores al calvinismo, indusive, como

lo
·ha notado-GBOR­
GBS DE lAGARDB; en lo que a-la __ propia_experiencia_con~t;itucional _de ~ebra
se
refiere. Cfr. su Reche1ehes sur l'e.rprit politiq11e de la Reforme, _París, 1926,
págs.
66, 453-455 .. Clí. MmtCIER prefiere resaltar, en cambio, la h(?~da influen­
cia ejercida por la:· idea calvinista del autogobierno · individual sobre · el dogma
de: J.a ,oberanía pópu.lar. Para este ·autor, fa idéa. del· Pá.cto-de Dios con los
horilbres es es·enda.lmente voluntarista, y proporciona el .basamento de toda
ht. teoría política-posterior, _como :queda demostrada en la propia definición
ro_usseauniana del _contrato sociM. Cfr. L'esprit de Calvin et /tJ-dimMratie, en
Rev.ue d'Histoir,e Ecclesitutique, ·_1934, págs. 50-53. W. S. HUDSON, autor de
destacables estudi05 -en torno al· ·problema de la libertad moderna~ r~vindica
la import:ancfa de la teoría calvinista

de la
resistencia, a la que· concede

un
"alor cruciad. para todo el andamiaje teórico de la democracia. Es especial­
mente
.valioso. su ensayo Demm:r41ic freedom and ·religious faith in the
,efo,med
trdlli#on, e,:i. Church History, XV, 1946, págs. 177-194. Lo impor­
tante de la tesis de Hudson es su. interés en subrayar la heterogeneidad y di­
namismo· del legado calvinista, aJ mismo tiem¡xi que su relativa in4ependen­
d8. respecto -a los escritos del fundador. Hudson habla de «base·· potencial~
para la moderna _ d=-ocracia., aunque al igual que otro de los especiaHstas
en -el rema, E. CHBNEVIhB,._ reconoce las variad~- experimentadas por _el
propio_ Qtlvino y,_ (!l definitiva, su .declarada_ preferencia por una suerte de
forma mixta de gobierno que conjugará libertad y autoridad. Cfr. la obra de
este último:
La pensée politique de Calv;n, París, 1937, págs. 181-190. En
este mismo sentido, BoHATBC,-J.: ·CaJviizs Libre f! 1432
Fundaci\363n Speiro

ETICA PROTESTANTE Y ESTADO MODERNO
Ante todo, resulta evidente que en Lutero se opera una quiebra
de
la tradición clásica del
Derecho Natural.
El mismo no podrá ser
considerado ya

como un
«método de
conocimiento de lo
jllSto» (Vi­
lley),

orientado por esa
noción connatural e

inmediata acerca del bien
y del
mal que es la sindéresis. La tradición· clásica· habla distinguido
-como ha
notado Midiel Villey-

entre la Justicia del Reino, la
justicia de Dios, de la justicia de los hombres, como dos esferas
de
ejercicio

distintas aunque en última
instancia integradas,
destruyen­
do así el
clericalismo jurídico

y liberando a los
juristas de
la
Europa
cristiana

de la dictadura de las fuentes bíblicas. De esta manera,
dere­
ÚJo y moral quedaban también claramente distinguidos, aunque no
separados en la unidad del
dinamismo ético
humano. En la obra de
Lutero, el derecho natural queda netamente confundido con lo que en
el
pensamiento de Santo Tomás

es la
ley dh,i,na positw", los mandatos
bíblicos.

Su noción de
la libertad cristiana es completamente ajena al
horizonte clásico de la
ley eterna como ordenación objetiva del cos­
mos. La fe luterana está
desprovista de
contenidos o
tefer,ncias
objetivas

y
aparece como

un
acto de unión mística eri ún mundo que
1937, págs. 158 y sigs. La fórmula calvinista es, como se sabe,· «aristocracia
temperada. por la democracia», expresión q'ue para algunos autores, un tanto
deseosos de la «santificación» doctrinal de ciertas instituciones, vendría a
resultar un

equivalente de «democracia
representativa», En
este
_sentido,. J. T.
Me NEILL: Democratic element.r in CaJvin's Thougf;t, en Church History,
XVIII, 1949, págs. 159-171. Posiciones de interés en esta vasta. polémica
pueden encontrarse en trabajos como los ·siguientes: WÁLZER. M.: The rl!flo~
iJ.tion
c,f Jhe Saints, Cambridge, Mass, Harvard, 1965 --especialmente desta~
ca:ble por sú síntesis interpretativa de la política moderfla; McNEILL, J. T.:
The History and Character of C"'viniJm, Nueva York, 1967; WARFIELD, B. B.:
Ca/vin and caJvinism, Nueva York, 1931; HuNT, G. L.: Calvinism and the
politfraJ
order, PhHadelphia, 1965; MuELLER, W. A.: Church and Sta/e in
Luther and Calvin, Nashville, 1954; DAVIES, R. E.: The prohlem <>f authority
in the continental reformers, Londres, 1946; PBARSON, A· F. S.: Chu,.ch and
State: po/iticaJ aspects of Sixteenth Century Puritanism, Cambridge, 1928;
DODGE, G. H.: The po/itical theory of the Hugenots qf the Dispersion, Nueva
York, 1954; Una síntesis bibliográfica puede encontrarse en KINGDON, R. M.
y l.INDBR, R. D.: Calvin and calvinism. Source.r of Democracy, Lexingto-n,
Mass. 1970.
1433
Fundaci\363n Speiro

ENRIQUE ZULETA PUCEIRO
por naturaleza es extraño al Derecho (24). En este sentido, «debemos
tener la certeza de que
el alma puede prescindir de todo menos de la
palabra de

Dios, lo único capaz de ayudarla. Nada
más necesita si
posee la palabra de Dios; en. ella encuentra. toda satisfacción, comida,
gozo,
paz, luz, inteligencia,
justicia, verdad, sabiduría, libertad
y
todos los bienes en sobreabundancia» ... «Por eso la única obra, el
ejercicio único de todos los cristianos debiera cifrarse en grabar
bien hondo en
sí mismos a Cristo y a la palabra, para actuar y forta­
lecer esta fe de manera permanente; ninguna otra obra puede trocar a
un hombre en cristiano», como dijo Cristo a los judíos ... (25). Para.
su visión de la naturaleza humana como materia absolutamente
c rrompida

por el pecado original, no puede
haber sitio para esas
inclinaciones buenas en las que
en definitiva

se funda la teoría de las
virtudes en

que se centra la ética católica.
Razón humana y orejee.
natural

quedan
así escindidoo, prefigu.t'a.ndo ya la •escisión entre
res cogitans y res extensa en la que quedarán definitivamente fijados
los perfiles del subjetivismo moderno. La
razón humana es

de por sí
incapaz para discernir los datos de rel.evancia ética en el seno del
orden natural: sólo la
paJ.bra de

Dios es condición
para la Salvación.
En una frase terrible, Lutero
escribirá a

Melanchton:
«Sé pecador y
peca fuerte, pero coofia y alégrate más fuerteroente aún en Cristo,
vencedor del Pecado,
de Ja muerte y del mundo. Hay que pecar
mientras que
vivamos aquí.

Esta vida no es la morada de la justicia,
sino que, como dice Pedro, estamos a la
espera de

nuevos cielos, de
una tierra

nueva en la que habite la justicia» ... «Reza fuerte aunque
seas un pecador fuertísimo» (26). Ante esto, es explicable
el porqué
de la ausencia en. el Protestantismo de una teoría de 1a prudencia, de
una teoría de la justicia, o la quiebra de la doctrina clásica de
la
epieikel,, (27).
(24) Sobre las dif_ereo,das _existentes entre la noción clásica del derecho
natural y ·eI pens_amiento de la Reforma. cfr. VILLBY, M.: La form-ation de la
pensée ;uridique moderne, París, ed. 1975, págs. 276-337.
(25) LUTERO, M.: La libertad del -fristiano, cit.,_ págs. 158~159.
(26) Wtt'ta a Melanchtqn del 1 de agosto de 1521, en Obras, cit., pág. 387.
(27) Este tema escapa, no obstante su extraordinaria importancia, a los
límites de nuestro trabajo. ar. entre la bibliografía más reciente, el excelente
1434
Fundaci\363n Speiro

ETICA PROTESTANTE Y ESTADO MODERNO
Desarrollada en sus virtualidades íntimas, para la nueva concep­
ción no hay
otras fuentes
del
Derecho que
la ley positiva, el man­
dato de la autoridad -,sea ésta divina o, como expresión directa de la
misma, humana-. Si
para Aristóteles o Santo Tomás la justicia apa­
rece entonces como una medida
objetiva de
la ley, y una ley injusta,
carece en consecuencia de obligatoriedad en conciencia, para la volun­
tarismo
que contribuye a fundar la doctrina de Lutero ya no importa
el contenido de justicia de una ley, sino tao sólo la condición formal
de su
prooodencia de
la voluntad efectiva de la autoridad.
Como muestra de los
lazos que unen al fideísmo exarerbado de
esta
concepción con
el voluntarismo y el positivismo estatal, véase la
Exhortación a

la
Paz. A
propósito de los
doce artic11los del campesi­
nado
de S11abia, de 1512, donde

Lutero estampa una de las más radica­
les afirmaciones de la Razón de Estado moderna: «Diréis que la autori­
dad es demasiado mala e intolerable , ya que se empeña en pedir la pre­
dicación del Evangelio, nos oprime con toda clase de cargas sobre
nuestros bienes temporales, y busca la
perdición corporal

y espiritual.
Os contesto
,que la

maldad e injusticia de la autoridad no disculpan
el
amotinamiento ni la

revuelta, porque el castigar la maldad no perte­
nece a un particular cualquiera; es asunto exdusivo de 1a autoridad
civil, que es la portadora de la espada y la que, corno dice San Pablo
(Roro. 13)

y Pedro ( 1 Pe 3 ) ,
ha sido establecida por Dios para cas­
tigar
a los malvados» (28) ... «Ahí tenéis la verdadera forma cristiana
de liberarse de la desgracia
y del mal: aguantar e invocar a Dios»
(29). El príncipe es, para Lutero, un agente de Dios, un servidor de
su cólera, y su arenga a los príncipes es igualmente definitiva: «Por
eso, queridos señores, ¡liberad, salvad, ayudad a esa pobre gente, tened
piedad de ella!
Y quien pueda, ¡pinche, raje, golpee y estrangule!
(30).
D'AGOSTINO, F.: La tradizione de/l'Epieikeia ne// <_Medioevo· latino, Milán,
i976, págs. 299 y sigs.
(28) Obras, cit., págs. 257-258.
(29) Obras, cit., pág. 264.
(30) Contra las hard4l ladronas y aseJinas de loJ campe.rinoJ (1525), en
Obras~ cit., pág. 276. «Porque en estas circunstancias un príncipe tiene que
considerarse t:omo agente de Dios, como .un servidor de su cólera. (Rom. 13)
1435
Fundaci\363n Speiro

ENRJQUE ZULET A PUCEIRO
Más filosófo, jurista y político que Lutero, Calvino lo continúa
sin embargo en lo
mú profundo, aunque agregando matices de impor­
tancia
esencial. Su

doctrina de la
Predestinádón funda
una
nueva
ética para la que la razón humana se encuentra radicalmente incapaci­
tada
para el conocimiento natural de la ley moral. Sólo la palabra
bíblica, como recurso directo
y libre a la Escritura, es capaz de operar
oomo
instancia salvaciorutl. Es

la
fe la que jnstifica a los «elegidos»,
y sólo a patili de ella cabe pensar la vida social. En el Primer catecismo
de Ginebra, de 15 3 7, expresa : «Esto nos conduce a colegir que no
tenemos
dereoho a
imponer reglas ni leyes a nuestro prójimo. Porque
San Pablo, en otra ocasión testifica que «todos
heffi05 de comparecer
ante .el tribunal

de Cristo». No somos quiénes para erigimos en jueces,
ni para apropiarnos, como usurpadores, ninguna jurisdicción. Si
go·
bernarnos, hagámoslo de

manera que la autoridad de
Dios quede por
encima

de
-nosotros y que ninguno intente forzar a su prójimo. Por­
que

supondría reducir la autoridad de
Dios si
cada cual pretendiese
erigirse en
juez» (31).

Relativismo
stibjetivista que reconoce, por
su
parte, bases idénticas a las de Lutero : «Igualmente reconozcamos
que a causa de la maldición de toda nuestra naturaleza hemos de buscar
nuestra Justicia fuera de nosotr?S mismos, que aquella justicia que
nuestro Señor Jesucristo ha adquirido para nosotros y que solamente
con una fe viva contemplarnos en su Santo Evangelio» (32).
y como depositario de la espada contra estos canallas; si no castiga, si no se
opone
y deja de cumplir su función, peca a los ojos de Dios tan gravemente
como
el qué asesina sin haberle sido confiada la espada. Porque si teniendo
esa potestad
llo castiga con

la
muerte o la efusión de sangre, se hace respon~
sable

de
todos los

-asesinatos
y maldades que cometen estos canallas, lo mismo
que quien, descuidando deliberada.mente la orden divina que ha recibido,
permite el mal que puede y debe impedir. Por eso, no hay que dormirse ahora,
no vden ya la impaciencia ni la misericordia. Es la hora de la espada y de la
cólera .. y no la hora de ~ gracia», op, cit., pág. 27'.5. Sobre el sentido de la
autoridad en el pensamiento de Lutero, cfr. BIDINGER,-
J.:-Zur Hermeneutik
der Rechtslehre Martin Luthers,
en Ar-ch. für Rechts- und Sozialphil, 51, 1965,
págs. 337-360, y BEYER, H. W.: Luther und da! Recht, Muních, 1935.
~31) Recogido en CALVINO: Antologla, Selec. de M. Gutiérrez Marín,
Barcelona, 1971, pág. US.
(32) En los «Coloquios de Ginebra», en -Antología, cit., pág. 167.
14%
Fundaci\363n Speiro

ETICA PROTESTANTE Y ESTADO MODERNO
La noción Ql.lvinista de predestinación subraya este nuevo sentido
del
Derecho y del Poder en el que fatalismo y voluntarismo se com­
penetran

íntimamente.
La argumentación a este resperto es conocida:
«Como la Iglesia es el pueblo de los elegidos de Dios, no es · posible
que
los que son verdaderos miembros suyos puedan perecer finalmente
o puedan perderse con daño
irreparable. Su

salvación, en efecto, se
basa en fundamentos
tan sólidos y ciertos que aun cuando tóda la
máquioa
del universo se descompusiera, la salvación de ellos
jamás
se

derrumbarla.
En primer lugar, está hecha con la elección de Dios,
y a no ser que aquella sabiduría eterna pndiera variar, tampoco variarla ella.
Los elegidos pueden titubear y fluctuar, y aun pueden
caer; pero
no se herirán o dañarán, porque el Sefio< pondrá debajo
su mano, esto es, como dice Pablo (Rom.
11 : 29) : Porq11e sin arre­
pentimiento
son las mercedes y la vocación de Dios» (33). De acuerdo
a esta tesis, de claras reminiscencias gnósticas, no está en manos· de los
hombres el juzgar acerca de si sus semejantes son réprobos o elegidos,
ya que ello es una prerrogativa singularlsima de Dios.
Ello no
obstará sin embargo para que su relativización del juicio
humano
acerca de

la salvación del prójimo vaya acompañada de
una
visión acerca del _poder civil que lo inserta en el orden más amplio de
la autoridad religiosa, convirtiendo a la comunidad polltica en una
forma de comunidad religiosa imbuida leza providencial

del poder.
En su Instrucción subraya al respecto:
«Pues no ·solamente tiene ( la autorida conviene a las personas, o
sea, que respiren, que coman, que beban,
que se favorezcan enrre si (naturnlmente que la rnagisrratura abarca
todas

estas cosas, ya que contribuye a que los hombres puedan convivir
unÓS con

otros) ;
· no

sólo digo, tiene la mira puesta en
esto, -
sino
también en que no se levante.o. idolatrías y sacrilegios contra Dios, que
no se pronuncien blasfemias contra su santa verdad u otras ofensas
contra la religión y no se esparzan entre el pueblo; mira también que
no
se perturbe la tranquilidad
pública., para que cada cual pueda
conservar su propiedad,
para que no se fomenten desór (33) Texto de la Instrucción de la religión cristiana, recogido en Anto~
logia, cil., pág. 233.
1437
Fundaci\363n Speiro

ENRJQUJ! ZULET 4 PUCEJR.O,
comen:Jo y p11eda estiu: defen e,$ta _entre los cristianos una .fornia. pí,blica de religión, y se mani­
fieste

entre
lo,; hombres la hllll)Jlni!iad. No debe parecer cosa extraña
que yo remita a la vigilancia de_ los hombres. el cargo de ordenar bien
la religión, cuando ya lie manifes.tado arriba que este cargo está com:
pletamente
fuera del atbit¡io hlllJ]allo. Pues, ahora como antes, no per­
mito. decir
que las leyes ele

la religión y del culto
¡le Di66 estén libra­
das al
capricl¡o de los. hombres~ cuan que

tiene
en cuenta que la verdaclera religión contenida en la ley de
Dios. no
sea violada y clespre,;iaga abiérta e impunemente con sacrile-.
gios públicos»
(:14). .
Lá solución calvinisia "1 problema de ¡._. relaciones entre poder
rempora:l y poder espirirua:l ejercerá una honda influencia en la .géne­
sis qe la ideología democrática, debida no sólo al vigor de los condi­
cionamientos docrriruiiles, sino.también
a las propias tensiones históri­
cas,
ya que
las guerras de religión =P""' citar -un fenómeno de es­
pecial relevancia- no
sálc;, fragmentarán definitivamente

el .orbe
político cristiano, sino que
impulsarán las aspiraciones hacia .la for­
mulación
de
bases políticas para la concordia civil. No otro ,sentido
tiene

la polémica en torno a. la tolerancia, como bien
· Jo había.

obser­
vado
ya Balmes al apuntar los rasgos de

.una
nueva, concepción
de la
misma, basada n,o en

el diálogo
.en pP$ de la verdad, sino en el aplas­
tamiento de las diferencias
y divergencias de opinión.
Expresión elocuente

del.
legado clavinista a

la teoría política
mo­
derna es. el

capítulo dedicado· por Rousseau en su
Contrato Social al
tema
_de la religión civil. Siguiendo

a
Hobbes, pa,ra Rousseau

la solu­
ción cristiana
al problema de 1a potestad civil en sus relaciones con
la potestad religiosa es, desde
two punto . de

vista, insostenible:
«Two lo

que rompe
la-unidad social
no vale
nacla. Todas las

institu­
ciones que ponen
al hombre. en contradicción consigo mismo no valen
nada». (35).
:C.a idea
de una
«república cristiana»
es,
para Rousseau,
contradictoria ~ sµs t.é.rmi110s. El cristianismo. es 1.)lla religión de la
(34) Anlo/ogia, cit., págs. 287-288.
(35) RoussBAU, J. J.: Contrato ,ociaJ, Trad. C. Berge:,, Madrid, 1973,
pág. 142.
Fundaci\363n Speiro

ETICA PROTESTANTE Y ESTADO MODERNO
servidumbre y la tiranía. Expectante , ante ·¡a seguridad de una patria
que oo es
de este mundo, el cristiano airea: dre capacidad de compor'
miso

efectivo -con
las cuestiones políticas. Es por ello qué importa al
Estado el que cada ciudadano tenga una religión que junto a aquellos
dogmas de relevancia memmente privada tematice e,q,resamei>te los
deberes sociales, Esto último seria objeto de una profesión de fe pu­
ramente civil, «cuyos artículos
corrl'Sl'Onde al soberano

fijar, no pre­
cisamente como
dogmas de

religión, sino como
sentimientos de
socia­
bilidad,
· sin los cuales es imposible ser buen ciudadano no sóbdito
fiel»
(36). Los dogmas de este credo civil, mfiiimum de moralidad
colectiva
socialmente exigible, controlable y penalmente defendible
en la concepción del
pensador ginebcino, deben ser

sencillos y claros.
En el aspecto positivo, la exis'tencia y providencia · de Dios, la vida
futura, la felicidad de los justos, el castigo de los
malos, la «santida,d
del

contrato social
y de las leyes>>
0
(37). En el aspecto negativo, un
solo

precepto: la prohibición radical de la intolerancia, taoto en su
dimensión religiosa como en su dimensióo civil,
inseparables ambas.
Este

corpus de normatividad religiosa no
puede ser sómetidó a: discu­
sión : «Sin poder obligar a nadie a creerlo, puede desterrar del Estado
a todo el
que no la crea; y pude desterrarle no ·como impío, sino
como insociable, como inca,PQZ de amar sinceramenre las leyes, la jus­
ticia
y de inrnola,c, llegado el caso, su vida a su debet. Si a:lguien, des­
pués
de haber !:eOOnocido públicamente esos mismos dogmas, se con­
duce

como no creyendo en
ellos, sea condenado a muerte: ha cometido
el mayor de los crímenes,, ha mentido ante las ieyes» (38). Resalta
así
la validez

de
la ap concedida

a
la expresión pública de la. fe corno· íodioe de civistoo en
las
primitivas comunidades puritanas de América ·del Norte. A partir
de la noción

calvinista de providencia
es posible
entender no sola­
mente su idea
del poder y de

la autoridad, sino también la peculiar
solución otorgada al
problema de

los fundamentos
extrapolíticos de
la
obediencia por

parte de
la ideología democrática, sobre todo en su
(36) Op. cit., pág. 146.
(37) Op. cit., pág. 147.
(38) Op. cit., pág. 147.
1439
Fundaci\363n Speiro

BNRJQUBiZULETA· PUCBIRO
váriante totalitaria. Los padres de la democracia moderna -Hobbes,
Locke, Rousseáu~ no estaban . tal· vez tan lejos de la noción clásica
deL poder,
desde el momentQ en

que
SIL fondamentaci6n del poder y
de la ley en factores inmanentes como la opinión y, el acuerdo o la efi­
cacia
iba, en

sus
obras fundamentales, complementada

por una
reflci­
ici6n
de

la religión civil que
tendía a

fijar en
factores situados más allá
de la politica las fuentes de· la legitimidad ,politica .. La democracia de
masas, en cambio, buscaría posteriormente una legitimación basada en
elementos .exdusivWente racionales,-opuestos en .consecuencia a. la
«irracionalidad» de la legitimaci6a tradicional · (39).
Este proceso·evolutivo acontece en el interior de esa e5ttuctWa de
donunación que en sentido propio hemos denominado .«Estado Moder­
no», y de ali{ la importancia de las mices intelectuaik,s que lo rondi­
cionan. · La reivihdkaci6n de la· importancia de lo religioso como base
de la obediencia. civil presente ,en los teóricos de la democracia nace,
como rn,moa visto, del aohelo de soluciones inmanentes al problema
de la fragmentación y escisión del poder en el Estado secularizado. Las
construcciones del Derecho Natural racionalista· en tomo al derecho
de

gentes· constituyó,
en el orden internacional, lo que la teoría de la
religión civil implicó
como intento de

fundamentación legítima del
poder en
el orden del Estado-Nación. El fundamento último de esta
linea de concreciones
doctrinales radica en

el
clericalismo a

que con­
duce la concepción
calvinista del Poder. Idéntico fundamento tendrá,
páradójicamente, la-ütra tendencia básica de la democracia moderna,
ya .. que

la objetivación
racionalizada de

la legitimidad es corolario
directo de aqui,lla noción que

ve en
las estructuras políticas el signo
terreno de la aoci6n de Ja Providencia. Estas doo líneas de fuerza con­
cretao

nuevamente
la doble orientación

voluntarista
y fatalista deri-
(39) A ·este res-pecto ·es del ~ayor interés la polémica actual en tomo
al concepto de : «legitimidad>f -tan ligado, en· nuestra opinión, al de «gober­
nabilida de

la cual son
expresiones los

trabajos de
-HABBllMAS, J.: ·Pro­
blemas de legitimaci6n en el capitalismo tardío, cit.,· La Jegitimidm:J· hoy, en
Rev. de Occidente, julio de 1976, págs. 3-12, y, sobre todo, fa respuesta de
HBNNIS, W.: Legitimitiit, Z11 einer Kategorie der biirglichen Guellscht;ft, en
el volumen Legitimationspro-bleme Politischen Systema, Wesd-eutscher Verlag,
1976, págs. 9-38.
1440
Fundaci\363n Speiro

ETICA PROTESTANTE Y ESTADO MODERNO
vada desde el calvinismo hasta las c la mentalidad política moderna.
En este contexto, las instituciones, la ley son, ante todo, lo dddo,
los hechos verificables como regularidades en la conducta social. Tal
es
el único contenido
posible de la declaración de

la voluntad esta.tal.
Frente
a la presencia

elocuente de
la voluntad
divina en
la historia
¿acaso
¡,uede la razón humana discutir

el
sentido y validez de sus de­
signios
para con los hombres y las sociedades 1 La usura, fenómeno
condenado todavía por Lutero --que en esto continuaba siendo

un
escolástico con
escasa percepción

de
las dimensiones

no sólo socio-eco­
nómicas, sino inclusive filosóficas
y· teológicas

del problema de la pro
0
piedad-será para Calvino una expresión reveladora de la· acción 'de
la

Providencia en
los negocios

humanos.
La ley _ha dejado entonces de
ser «ordenación: de la
razón al

bien común» para constituir una
consta­
tación

social de lo socialmente
d
acatamiento de la voluntad
estatal hacia
otra Voluntad más alta, igualmente indescifrable en sus
,designios.
Lejano
en el tiempo pero proful,damente próximo en: los funda­
mentos, J.J. Rotisseau sintetizará esta culminación doctrinal del vo­
luntarismo
en la fórmula últiím del Estado moderno: «Encontrar una
forma

de
asociación que
defienda
y proteja con toda la fuerza común
a
la persona
y los bienes de cada asociado, y por la cual, uniéndose
cada
uno

a
todos, no _obedezca., sin · embargo, más . que a sí mismo y
permanezca tan libre como antes» ... Puesto que «Cada uno 'de nosotros
pone
en
común su persona
y todo su poder bajo la suprema dirección
de
la voluntad general; y recibimos en cuerpo a · cada mieinbro como
parte indivisible

del todo» (40). Tal
la expresión del principio de to­
talidad, constitutivo de
la noción moderna del poder bajo cualquiera
de sus -formas de legitimación, razón. por la cual-no es excesivo_. reco~
nocer en el Estado autoritario -'/ luego totolitatio--la forma más
consecuente de concreción -del Estado M;oderno.
Situados ya en este horizonte de realizaciones es posible com­
prender la doble esencia de la realidad estatal en el mundo moder­
no. Por un
lado, la

identificación entre
realidad y razón; la «unidad
(40) RoussEAU, J J.: Op, <ÍI., págs. 16-17.
1441
Fundaci\363n Speiro

BNRJQ(JB ZULI!t A PUCEIRO
de la voluntad subjeti"" y .. ~ lo universal» que, es en esencia el
Estado
(41), Para Hegel, momento
fundamental .de esta.orientación,
«sólo en

el Estado tiene el
homl>re existencia racional» ... «El

hombre
debe
cuanto es al Estado». «&lio en éste tiene su eaencia» ... «La. verdad,
es
la unidad de fa, vol~d. gen~ y ,la voluntad subjetiva; y lo uni,
versa:] est~ en las leyes del Es,tado,. en .!11S ,determinaciones universales
y racionales» ( 42). Porqµe lo dado es realización trascendentalmente
providente

es,
•ª su vez, lo debido.
Por otro .lado,. la oposición entre realidad y razón,.' presente en el
Rousseau del Emilio O de los D;scursos o en el fulgor nietzscheano
del
. nihilismo político

· contemporáneo, donde
la política pierde toda
relación de
referencia hacia

un
cua.dro ol>jetivo de finallda~ y, ante
una naturaleza ciega
y muda, se convierte en objeto de la decisión
absoluta
e, inmotivad,a .~ las voluntades superiores,

individual
"o colec­
tivamente revolucionarias ..
Ambos aspectos atañen de forma esencial a la estructura del Estado
Moderno, Ambos confluyen a su vez en una común negación del sen­
tido de la responsabilidad moral
y polltica en el ámbito personal y, en
cons~en{:ia, ·eri su-·-abandono del hambre á· la .. indifetenda de una
opción radical entre «la indiferencia política irresponsable y la irres­
ponsable opción política» ( 43). Un testimonio tan calificado como el de Norberto Bobbio consi­
dera
a: Maquiavelo y Lutero los máyores escritores del Renacimiento.
Ambos
son realistas y pesimistas, en· el sentido de• que, en. sus con­
cepciones, el

Estado no
·puede menos
que fundarse en la fuerza o
en el engaño, ya que la indocilidad e
incapacidad del nómbre para: lcis
esfuerzos

nobles impone al
Estado el. papel de instrumentO de control
y represión social ( 44), Acierta el pensador italiano · al señalar la
intima Compenetración existente _ent11e el pesiinismo antropológico,
(41) HEGEL: Lecciones sobre·la Filoso/la de la Historia Universal, Trad.
Gaos,

Madrid,
1974, pág. 100. '
·(42) Op. cit., pág. 101.
( 43) En la,-acertada expresión de STRAuss,. -L.: ¿Qué es filoscfia j,olJtka?,
Madrid,· 1970, pág. 73,
(44) BoBBIO, N.: ¿Qué socialismo? Discusi6n de una alternativa, Madrid,
l'T/7, pág, 104,
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Fundaci\363n Speiro

ETICA PROTESTANTE Y ESTADO MODERNO
la idea tnoderna de Ra>ón de Estado y la. configuradón institucional
del
Estado
posterior al

Renacimiento, aunque no queden del todo
claras sus argumentaciones al

respecto. A
1a luz de Jo que hemos di­
cho, queda
suficientemente expuesta la incidencia de factores que
trascienden ampliamente el marco de las relaciones económicas o polí­
ticas. La mentalidad política moderna se afiauza en un campo abouado
por la erradicación del conoepto clásico del Derecho Natural
y por el
nacimiento de una idea de «lo público» divorciada en principio de la
noción ético práctica de Bien
Común. La idea de sociedad queda
escindida de la de Estado, limitada ésta última a su
sentido estricta­
mente

instrumental. El «realismo»
de Jo., modernos no es así otra
cosa que

la
entronización de

«lo dado» como
·máximo criterio mate­
rial

de valoración
y decisión política.
Es seguro que las consecuencias últimas
de este proceso escaparon
a los fundadores teóricos, del Estado Moderno. La
C11estión rebasa,
de

todos modos, los límites del interés inmediato del historiador de
las ideas. En todo caso, es evidente que las mismas estaban básica­
mente prefiguradas en la noción renacentista del Estado como obra
de arte_y de la política como poíesi~ oirganizadora. Una ciencia histórica
no del todo consciente aún de su misión «de~veladora>> deja aún en la
penumbra muchos de los nexos y ~~ad_enamientos existentes entre la
noción luteraua y calvinista del poder y de la ley y las concreciones del
Estado
Moderno. Aun así, la respuesta a las cuestiones plauteadas al
comienzo de esta reflexión sólo
puede afrontarse,

como lo demuestra el
terna abordado, desde una perspectiva integral, basada en la noción de
causalidad múltiple
y en la negación del reduccionismo materialista. Li­
gámenes y relaciones, próximas o remotas, directas o indirectas vincu­
lan de forma indisoluble a nuestra mentalidad política con fas raíces
religiosas e
intelectuales de la Modernidad.
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Fundaci\363n Speiro