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¿Es posible una fórmula de autogestión en la empresa?

¿ES POSIB,LE UNA FORMULA DE AUTOGESTIOiN EliN LA
EMPRESA?
POR
J..oUIS SAil.ERON.
¡ Autogestión I Esta pa.lahra, que suena bien, ejerce hoy día una gran se­
ducción. ¿Por qué? Por la razón de que evoca, al contrario del ~no tec­
nocracia, que todo el mundo aborrece, tma profundizt«ión de las. libertades;
centros de poder dercentralizados,- deciJione¡· adoptada,.; lo más_ .CIMWI po1ible
de los ciudadanos (*). -
¿c.ómo no ver en este «coosensu.s», prácticamenre establecido en torno
de los vínculos persona.les y sociales, la pnieba. experimental del bien funda.do
principio de 11,blldiariedd? « ..• Lo miJmo que no se p11;de arram-ar ~ los
partic11/ares1 para tranrferirlas a la CQtnllnidml, las atrib11riones que son capa­
ce.r de des4Trollar por su sola iniciativa y con s11s propio:r medios, también
sería cometer una injusticia, al mismo tiempo q 11e perturbar dé una manera
per¡11dicial el orden social, retirar a los grupos de orden inferior, para con­
fiarlos a la colectividad más amplia y de iln rango máJ elevado¡ las funciones
qNe están
en condkioneJ de cumplir por JI misma.r».
«El

objeto
ntllural de toda intervenci6n en materia JQCia/ consiste

en
ayudar
a Jo; miembros del cuerpo ;ocia/ y__ no de.rtruir/oJ ni. alnorberloJ» (**).
Si la autogestión debiera revelarse como la fórmula más adecuada para
realizar aquello a que no puede dejar de aspirarse, ¿cómo, fuera· de toda con­
sideración ideológica

partidista, no adherirse a
ella· con placer?
En otro momento (ver Permanená-J, núm. 90, de mayo de 1972) hemos
ya recogido las reflexiones de Louis Salieron sobre este tema. Lo .mismo que
él,
_creemos que detrá.r del sueño de -la aNtogestión, los asa/ariado.r entrevén
una organizacián de
la empre;a. que no depewieria de eJtOJ monstruos /ri~s y
l~¡an"as que Íon el Estado y el dinerf!, ;ino · q11_e se ref~rla, por el contrario,
a esas-realidadf!J concretas ·que ·Jon la empre.ra, el oficio; e~· l11?ar dt: frabai_o 'J
(*) Véase la ficha sobre la «auto~ti_6n», ~egún el ~iµ-tid() Soci~~ta,
publicada por C.L.C.
(••) Maier ét MagiJJra, parte 2, citada en Los CU'.BllPOS INTERMEDIQS,
pág. 73, de Michel Creuzet.
,, ao9:
Fundaci\363n Speiro

WUIS SALLERON
la obra cumplida en común, en la que cada uno debe poder encontrar su puesto
y su responsabilidad.
Loui& Salieron ha querido, esta vez, confiamos el texto de una conferen­
cia pronunciada. en la. Cámara. de Comercio e Industria de Rennes, en diciem­
bre pasado, '.Este análisis metódico facilitará a nuestros amigos argumentos
sólidos
que

le
permitirán :confrontar las reaJ.idades de·

la autogestión
Con las
justas aspiraciones que las contradicen.
(Preámbulo de PERMANENCES, 142,
agosto-septiembre, 1977).
SUMARIO: Introducción: el programa común.-I. ¿QUÍl ES LA AUTOOES,­
TIÓN?-ll. ÜRIGEN y ÁLCANCB DB LA AUTOGESTIÓN, A) El origen lejano
es también doble; B) El origen pr6ximo está en el comunismo sovié­
tico.-m. EL EJEMPLO YUGOSLAVO.-IV. EL CONTENIDO DE LA AUTO­
GE.STIÓN, 1. La autogestión; 2. La propiedad social de los medios de
prodticción y de cambio; 3, La planificación democrática.-V. LA
TRANSICIÓN HACIA LA AUTOOESTIÓN.-Vl. ¿Es POSIBLE tJNA FÓRMULA
DE

AUTOGBSTIÓN EN
LA EMPRESA? A) La cooperaci6n,· B) ¿Qué hacer,
entonces?-CONCLUSIÓN.-BmuOGRAFÍA. SUMARIA SOBRE LA AUTOGESTIÓN.
Introducción: el programa común. ·
El programa común de Gooierno, establecido por loo socialistas
y loo comunistas en julio de 1972, tiene un capitulo importa.o.te con­
sagrado a la
democratlzadón de
la economía. El acuerdo,
re,rlizado
sobre

lo
esmdal, dejá sub.sistir ciertas divergencias, principalmente
por

lo que se refiere a la
gestión de las empresas.
As!,
por ejemplo, se lee que
« ... la intervención de los trabaja­
dores en. la geJtión y la dirección de la empresa ( del sector público)
tldoptará formas nuevas, que ~ Partido Sociali!ta inscribe en la pers­
pectiva de la dlltogestión, y el Partido Comunista Francés en el des­
arrollo perma,rente de la geJtión democrática, determinadas por ac11er­
do rmtre
el

poder
democrático, la dirección de la emp,-esa a que se
refiera y los Sindkato'f».
La fórmula es sibilina. Nada, en d programa común, permite
saber
lo que loo sooialistas entienden por dlltogestión y loo comu­
nistas
por
gestión demO'Crática. Si, no obstante, unoo y otros han ad­
vertido, sin insistir, la divergencia, es que tiene, a sus ojos, alguna
210
Fundaci\363n Speiro

¿ES POSIBLE LA AUTOGESTION EN LA EMPRESA?
importancia. ¿En qué consisto? Las palabras apenas 11os mforman,
porque

se
podría definir la «Autogestión» como .«Gestión Democrá­
tiau>,
y «Gestión Democrática» como «Autogestión». Como siempre,
es
la historia,
aún •ocienre, la que nos permite saber los significados
de

este género de vocablos. Siel
régimen soviético nos deja adivmar
lo que el Partido Comunista entiende · bajo la expresión «Gestión
Democrátiau>,
nos
es
preciso· contemplar
un poco más de cerca lo
que
el Partido

Socialista
opone a ella be.jo el término de < tión».
L ¿QUÉ ES LA AUTOGESTJÓN?
Habláoo.mos de itlstoría: la palabra 'autogestión nació en 1960, si
hemos de
creer al diccionario Robert, que da la definición siguiente:
«Gestión de """ empresa fl/J1' el p,,rsQnal ( dwecci6n y oonsejó de
gestión)».
Según el pequefio diccionario Larrousse: «En ciertos paises
de tipo soda/isla, ges#ón de tltla empresa por tm comité de traba¡a­
dlJ1'es» (1).
Esta es la idea que todo el . mundo se hace, respecto de la a11to­
gestión.
Intentemos,

sin embargo, profundizar un poco la noción, aún
permaneciendo en el domiinio de las generalidades.
En aurogestión •existe el «auto», pero también Ja «gestión». Un
cierto
nún,ero de palabras (
autonomía,
autodetermÍllación, autogestión)
evocan

ideas bastante semejantes.
La autogestión se especifica por el
conrenido
de la _¡,,;labra gestión. La gestión es el hecho de administrar;
y admiinistra., de la que el pequeño Robert nos da una lista de si­
nónimos aproximados (administrar, conducir, dirigir, gobernar, regir),
evoca una
relación

con los bienes, con
particular caracrerística finan­
ciera._ Se dirige o gestiona un negocio, un dominio, un comercio, una
empresa, es decir, que se ocupa de estás ges;tiones, en una perspectiva
en la que
el equilibrio fmanciero tiene una importancia capital. Una
gestión puede verse
implicada con consid«aciones diversas
(políticas,
(1) La C.F.D.T, et l'autogeJ#on, por A. Detraz, F. Krum.ov, E. Maire, y
la C.F.D.T., o,,f, 1973, pág. 70.
211
Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALLBRON
éticas, estéticas, ideológicas, re!ligiosas, etc.). Pero est:á, ante todo,
centrado
sobre las rosas, sobre ios bienes; es, ante todo, de naturaleza
~ómica.
Y ésta es la razón de que 1a. palabra autogestión haya sido lanzada,
respecro de la empresa, realidad -económica por eiroelencia, y ésta es
también -la . ra.z6n de que el pequeño Robert defina la autogestión
romo la gestión de la empresa por el personal.
;Hoy, la noción de a.utogestión se extiende a dominios cada vez
más divetsos. Esta extensión significa, simplemente : 1) Que los
fenómenos
económicos invaden

cada vez más todos
los dominios
de
la vida social;
2) Que numerosos espíritns _permanecen ligados a la
vieja
idea saint-simoniana de que la administtoci6n de las cosas debe
sustituir al

Gobierno
de -los hombres.
Globalmente,
por

lo
tanto, la

ideolog!a a.utogestionaria
es la afir­
mación, más o menos cotisci.ente, de la PRIMACÍA DE LO )!CONÓMICO
SOBRE LO POLÍTICO.
La palabra ha nacido, según hemos dicho, en 1960. Pero so­
lamente desde 1968 se extiende
romo un
reguero de pólvora.
La
C.F.D.T., que ha hecho de ella su bandera, la empleó por primera
vez en
un comunicado

del 16 de mayo de 1968:
«A la libertad en ltM
11rr/11ersidades
Jebe corresponder la misma libertad en lat emprestM ... ».
«A la monarquía irrdustrial y administrativa es preciú, sustituir es­
tructurat Jemo Je

la
autogestión» (2).
En mayo de 1970, la auto¡¡esnón iba a ser uno de los ternas cen­
trales del congreso nacional de la C.F.D.T.
Preguntamos, por lo tanto, a esta Central Sindical, lo que entiende
por
autoge!fiór1. ae aquí su definición:
«La auto gestión es un cambio radical en la situdCión Je los tr~
baiadMes.
Estos

ya
no· están subordinado·s a un poder exterior, pues/o
que, Je simples vendedores
Je su fuerza Je traba¡o a un patrono,
se wnvierten coleetlvamente
en sus propios patronos, dueños Je/, pro­
ducto Je su /r,1ba¡o y Je su utilización en el marco Je la planificdCión
Jem(lcráticd>>.
(2) La C.F.D.T. et 1'"1llogestion, citada, págs. 76 y 77-
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Fundaci\363n Speiro

¿ES POSIBLE LA AUTOGESTION EN LA EMPRESA?
«Para derir /a, """' ·todaví,i más simplemente, la t:ltllogemón es,
de hecho
y para los trdbi,¡adores, dirigirse por sí mismos» {3 ).
El segundo párrafo puede pasar, en rigor, por una definición,
mientras el primero es más bien una ilustración de lo qué es la
autog<,stión.
Reconocemos que no es fácil dar una definición ~imple. Si se
dice
que la

autogestión,
para una

colectividad cualquiera, es
la ges­
tión
por sí misma de sus propios negociós, se ha dicho todo, pero no
se ha
dicho gran cosa. La ,definición es perfecta, pero. apenas ll06
aclara algo sobre el contenido de la autogestión, en tanto. que . esta
palabra

desea
sugerir algunas ideas nuevas. Por otro lado, si se dice
demasiado, ya no

se trata de una definición.
En
la definición-ilustración de la CF.D.T. hay un punto que
aparece claro: se trata de la referencia al marxismo. Hablar de la
venta de la fueri:a de trabajo a un patmno es proclamar UQá doctrina
no equivoca:
la doctrina comunistac La encontraremos ooeva.cnenie en ' . . . cada momento. . ·
Como el romuhismo soviético y los diferentes partidos có111uhis­
tas que de él dependen no preconizan la autogestión, -hay que coo:
cluir
que ésta es una concepción OO!l'lunista heterodoxa, frente al co­
munismo en -el poder. Su única refei-encia· conCreta. es-·el· coniurii~mo
yugoslavo, que, en ruptura COll el comnnis11il> soviético, se autotittíla
autogesrionario. Volveremos
a hablar de ello. Pero ·digamos antes
de mida que el Sr. Michel Rocard, antiguo secretario dcl P .SU.; que
ha escrito' el prefacio a la obra de MJJ.ojko Drulovic robre la Amo­
gestión
á p,,,eb,i (4), ll06 aplica qire el,, /Jlltogestión es menos una
nueva
mane,¡, de orgamzar ¡,. producció1r que: tma cl1m'epción de la
sociedad entera(
...

), es,
prob,:,blemmte, ía búsqueda de 1111-, sociedad
en la que
el mvel de complejidad se_ aproxime 1111 poco· más a la ri-
queza de la vida miS11NIJ> (pág, XXII). ·
C.F.O,T.
y P.S.U., hoy P.S.,. estos grandes campeones· de la auto­
gestión, están de 1lalerdo sobre ello. Es' decir, que es inútil pedirles
una definición precisa de 1A autogestiótt. Toda defíruciótt breye les
(3) Lugar citado, pág. 25.
(4) Pay•d, 1973.
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WUIS SALLERON
parecerla incompleta y, por esta razón, engalio6a. Tratándooe de una
concepción general de la sociedad, una definición semejante sólo
tendría
sentido después de una
exposición detallada
de esta concep­
ción,. fuera de
1a cual las palabras corren el riesgo de ser mal com­
prendidas.
ll, 0ruGEN Y ALCA.NCll DE LA AUTOGESTIÓN,
La ideología auto~tJionaria · actual tiene un doble origen : lejano
y próximo.
l. Hay, en primer lugar, el S(Jcia/ismo francés de la primera
mitad del siglo
XIX. Este socialismo era esencialmente asociacionista.
Los trabajadores de la industria, aplastados por el capitalismo liberal,
que era el principal regalo que les
había beclto la revolución (por
las
leyes de Ala.de y de Le Chl>pelier), intentaban reaccionar en un
clima que .todavía
era el de la

organización
corporativa, cuyo, recuerdo
subsistía.
Solamente

después del manifiesto comunista y del
fracaso
de la revolución de 1848, sumergirá el marxismo al viejo socialismo
nacional,

sin
ahogar, no obstante, sus aspiraciones profundas. En
1895, en la «R,evista &;x:ialist:a>>, Jaures, esquematizando los rnrarteres
del

Estado
socialista del futuro, veía dos direcciones posibles: admi­
nistrativa y corporativa. «0 bien -escribía-la naciórr hará de cada
rama de la indmlt'ÜI una admmi,stración, y la fn'oducción será admi­
niJ/r~tJ, o bien delegará la prc,piedad efectiva y et uso
del mJtru­
mental ir,d11Jtrial en grupos de profe1iondfes, ba¡o condiciones deter­
mmar:la.r, y la producci6n será corporitwa.» Es 'la. segunda fórmula
-4as minas para los mineros--la que ha obrenido preferencia. No
quería que el Esta burocracia,
mo, llegó, incluso,

a
afirmar: «antes la anarquía que el de,potismo,
cualquiera q11e se'ai>), y concluía: «La justicia. es, pr#'a nos0:tros, inse­
,parab/e de ltJ libertad».
214
Fundaci\363n Speiro

¿ES POSIBLE LA AUTOGESTION EN LA EMPRBSA?
2. Hay, después, el cmarqms,rw. Proudhon, naturalmente, y des­
pués, todos los
anan¡uistas rusos. En la revista. Atitogesti6n y So­
cú,li,,rw se encuentra una abundante literatura sobre este ·tema.
Hojeando las obras de los viejos autores del socialismo y el anar­
quismo, encontramos a cada
instaure desarrollos de

los
que podría
apropiarse
el actual Movimiento Autogestionario.
Nos contentaremos aquí con citar algunas frases, que tomamos
de la obra muy
.clásica Historia de las doctrina, econ6mk,¡¡, de Gide
y de llist.
· - < los traba¡adores, lo mismo q11e

la
perfección política está en la in­
dependencia absoluta de los ciwdadanos» (Proudhon : L,, Revol11tion
demonwée
t-le coup d'Etat, págs. 53-54) .
.:.... «L,, asociación, q11e prme fin al antagonismo, no ha encon­
trado todavía
.ru .,erdadera forma. Se ha _hecho p4rtic11lar. Las tMocia­
ciones partk11/,u-es han luchado entre sí y
el antagonismo nr; ha
podido encontrar ,11 final. Desaparecerá el. día en que la a,ociación
ss haya he&ho 11nwersal» (Exposition
ds la doctf'im -de Saint-Simon,
primer año, pág. 177).
-[La libertad no es un derecho ... ] «consiste en el poder otor­
gado al hombre

de
,¡ercer y desarrollar sus fac11ltdlles, ba¡r; el imperio
de la ¡11,ticia y ba¡o la salrug11arda de la ley,> (Louis Blanc).
-< el socidlrsmo, sin libertad, es la esc!,,vit11d y la br11t,ilidad» (Balrunine:
Oeuvres, tomo I, pág. 59).
Se podrían multiplicar los textos de este tipo. Citatemos sola­
mente uno, mucho
más reciente, que les
hace
eco después
de un
siglo de ckrepciones.
-«Solamente la r;rganización antónoma del mttndo del iraba;o
podri" oponerse eficáZmente a esta amenáZa
[ 4, presión del Esta­
do] (

... ). Se
trata meno, de emfrJÍdr la meda pilra socializar, ttacio­
nalizar y estatificar a br,izo, · que
de insuflar a esta constr11cción to­
lectwista qus se elabort1
-aqul, ba;o la égid,, de una burocracia estatal;
alU, ba;a
el, impulsa del cap#alismó h,,,.acratiiada, y en tr;da, pMtes,
ba¡o la presión de los mismos témico.r-11n espí1*11 rt!tHJmente co­
lectivo y cofl'lllnitario, el alm;, que hoy falta a este hormigón buro-
215
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LOUIS SALLER.ON
crático, un im¡,11/so dldéntic1111umte hum(#lo» (Luáen Laurat: Le Ma-­
nrfeste communistede 1848 et le monde d'dtl¡ourd'hui, Ed. Self, 1948,
págs. 188-189).
Todas
estas frases ilustrnn bien, si no la fórmula autogestlonaria
contemporánea, por lo menos su .c/im".
B) El origen próximo eSIÚ en el coTlWJÚsmo SOt1iétJi,x,.
Por oposición, bien entendido, la tiranía burocrática, la planifi­
cación estatal, la sumisión serv;J de los individuos,. provocan una
reacá6n

en
numerosos marxistas. Esta revuelta ha crisralliado en
torno
de la Autogesti6n en el Estado yugoslavo, por una
parte, y en
la consciencia, por otra, de los militantes del P.S.U. y de la C.F.D.T.
(y algunos otros) en Francia.· Est:os militantes se consideran marxis­
tas, pero prefieren denominllJ.'Sé socialistas a llamarse comunistas. No
intentamos zanjar la rui.sti6o de saber cuál es el· venladero marxismo
o el verdadero comunismo. Esta c:uesti6n sólo tiene, aquí, un interés
secundario.
En todo caso, es evidente por si misma que la perspec­
tiva
aurogestionaria es la de· un marxismo auténtico. Pero ¿ruál es,
exactamente?... '
La ¡,ers¡,ertiv,, dtll/Jgestiondri" s~ distingue ya d.¡,,,,,ente, a través
de
lo que se ha dicho. La precisaremos, sin embargo, indiburdo ciertos
rasgos <¡ue se encuentran uri poco repartidos por todas partes en la
literatura de aquellos que la propagan.
l. La Autogestión vale no solwente para la empresa.· Desborda,
incluso, la eronomla y conciéme a la totalidad de la vida social. «La
dtll/Jges,lón, en lá empresa, sólo tiene sentM/J si el con;unto· de la
socieddd
es autoge.rtwnadu,, (5).
2. La Autogestión generalizada, o la sociedad autogestionada,
implican una
organización política que evocan palabras tales como la
democracia, federalismo, desCélltrá.Iización, etc.
3. En '1a tensión que existe, necesariamente, eotre lo alto y lo
bajo, en toda
colectividad orgánfaada, es preciso que

el
..:..UO. se
(5) La C.P.D.T. et l'álllogestion, pág. 37.
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¿ES POSIBLE LA AUTOGESTION EN LA EMPRESA?
coloque sobre lo bajo. Todo debe partir de abo.jo, en todos los do­
minios. La democnicia directa es el ideal ; pero como su ejercicio es
imposible, salvo en los grupos elementales o para ciertas decisiones
importantes y raras, debe
acomodarse a mcxlalidades representativas,
pero
evitando que las
delegaciones de poder puedan
llegar
a recons­
truir,

de nuevo, un
poder más o

menos autónomo que
escape a las
voluntades de aquellos sobre los cuales se ejerce.
4. Aunque
la perspoctiva de la autogestión sea wüversal, su
terreno
más adecuado es .el económico. Se libera a los trabajadores
de

la
explotación, de la alienación y del dominio. Para

lograrlo, se
sustiruirá, por la propiedad social, la propi~ privada de los medios
de prcxlocción. En este aspecto es, ante todo, anticapitalista y mar­
xista, incluso comunista (no olvidemos qúe l,µtx dijo que el comu­
nismopuede resumirse en la abolkión de la propiedad privada).
5. Como es anti capitalista, la áutogestión es también anticomu­
nista, en el sentido que la palabra crmzun,smo ha adquirido .en los
Estados
comunistas, empezando por la lJR.SS. ¿Por qué? Porque, en
este comwüsmo, el poder no procede ya realmente de abajo, y se
ha. hecho omnipotente, tirano, burocrático, etc. En. r~ ha su,
ptimido la libertad, mientras que la autogestión desea el socialismo
en libertad. ·
6. En fin, la autogestión es revolucionaria. Lo es en sus obje­
tivos, que
significan una mutacloo radical de .la sociedad. Lo es tam­
bién en sus medios, que no excluye, si .fuera. necesario, la. violencia.
Pero
más bien es la estrategia lo que es revolucionario. El rechazo
absoluto

del orden establecido implica una
volMtad de acción· ron­
timia,
cuyas

modalidades
son. estudiadas para que los resultados .sean
positivos.
Tales
son los prim:ipales trazos de la· perspoctiva autogestionária.
¿Se trata, acaso, de una utoplá? La palabra no ha de ·set, necesaria­
mente, rechazada, porque, en nuestros · días; la · utopía se considéra
como

un
poderoso motor para llega, lo más pronto, posible al ideal
deseado. Se aproxima
entonces a lo que Jacques Maritain denominó
un
«ideal histórico
roncreto»; Queda por ·saber si ·la· autogestión · es
una
uroplá de este género (lo que nos invita a examinar el cóncenido
217
Fundaci\363n Speiro

WUIS SALLERON
dé forina más detallada). A este respecto (y fuera evidentemente. de
los
programas y de los proyectos), no se puede citar apenas más que
un ejemplo: el de
Yugoslavia. Examinelll05, por

tanto,
su caso.
ll[. EL EJEMPLO YUGOSLAVO.
Cuando se trata de referencias a la autogestión, apenas se en­
cuentra otra que la de Yugoslavia.
La URSS de los sovi~, la España de la Guerra Civil, la Ar­
gelia naciente, no
ofrecen ruida importante. Las épocas a que se re­
fieren son momentos cálidos de la revolución. Ni lo que se puede
encontrar
.en ellas de entusiasmo o de anarquíá puede ser invocado
en

pro o en
contra de un sistema que únicamente la prueba del
tiempo

permite
apreciar objetivamente.
Yugoslavia, por el contrarit,1 es un MODELO que merece el examen,
ya que está en funciona,;,,iento desde hace un cuarto de siglo.
¿Cómo
hacer este examen?
Una encuesta en el
mism!) lugar sería un buen método. Pero exi­
giría largós meses do. trabajo de un equipo de varias personas, dada
la
amplitud del dominio a explorar. A nuestra manera de ver, jamás
ha sido
realizada encuesta semejante. Esto no quiere decir que sean
despreciables las informaciones recogidas por todos aquellos, y son
numerosos; qu.; han inrentado formarse

una opinión «sur le
tas». Pero
su Conjunto no éonstimye un archivo científico.
A través de la lirerat:ura consagrada a la cuestión, apenas se llega
a
palpar la realidad. Si, en efecto, se nos dice que la totalidad de
las estructuras dcl Estado· es lo que es áritogestionorio · y que, en
consecuencia, sólo han de tenerse en cuenta los resultados
globales
de

la
ecooomla para juzgar sobre el volor de la autogesti\Sn, necesi­
taríamos
saber, ·todavía, si estos resultados, supuestos pooitivos, se
deben
a la
autogestión de las .unidades de base de .J'a !llllCÍón o, por
ejemplo, al liberalismo, o al vigor de las autoridades éentrales, o a
la
exce.leru:ia de la política, o a la afluencia de los capitales extran­
jeros~ : cfr. Y si-· para rdSponder _·a estas · ruestiones ·se nos · muestran
textos de ley, estatutos de empresas, informes sind:icales, eo resumen,
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¿ES POSIBLE LA AUTOGESTION EN LA EMPRESA?
todos los documentos susceptibles de asegurarnos sobre la realidad
autogestiooaria
de las unidades de base ( empresas, comunas, etc.),
sentimos que seria necesario

ir a
verlas alH. Porque las palabras y
las cifras no SOll la vida.
En resumen, ¿cómo saberlo?
Tomaremos
como guía un libro: l}a,,togestron tl l'ép,euve
(Fayard). ¿Por qué razón elegir este libro mejor que otro? La razón
es que está consagrado exclusivamente a
Yugoslavia.: Y

también por
ser reciente: 1973. Y por ser un autor, Milójko Drufovic, yugoslavo,
cpulblicista», direct!>r de una ediroriaJ. de libros y de prensa, Politika;
redactor eu
jefu dd diario má:s antiguo y más popular de Yugoslavia,
J:'ol;lika, y ser un átllogeslionario convencido, aunque lúcido. Y,
en fin, por estar. prologado el librQ por Mithel Rocard, ,_,,,.ada
y amigo del autor, lo cual constituye un aval mutuo de ortodoxia.
Precisemos, para comenzar, que -el Sr. Rocard se niega a ver en
Yugoslavia un modelo de autogestión, en el preciso sentido de fa
palabra. Las diferencias eutre los dos países son demasiado grandes.
Pero está de acuerdo con Dnrlovic en ver en Yugoolavia una expe­
riencia
de socialismo reconciUado con la libertad, lo que significa,
para

uno y
otro, una autogestión no reducida a la vida de ·las em,
presas,
sino extendida a todos los aspectos d-e la vida social ( anima­
ción

de
barrios, equipos para acoger a la pequelia infancia, cuadro
de vida, comunas, universidades, hospitales, seguridad social, etc.);
el máximo de democmcia directa; la elección, el conttdl y la revoca­
ción posible de los dirigentes por 1os dirigidoo; la combinación de
la autog cohabitación del mercado libre con los principios fundamentales del
manGismo, etc.
Para
M. Rocard, fa autogestión es 'menos 1111a mmera ntt6'1/a de
orga,;izar la praducci6n que una concepción de la sociedad entera.
Esta es también, sin duda, la · idea de Drulovic. Pero como :la orga­
nización de la producción es lo que
pl'antea más problemas y, para
todo. el mundo, constituye la originalidad de la autogestión con re­
lación al capitalismo y al comunismo, veamos cu.á:l es esta organiza­
ción en Yugoslavia.
La autogestión fue instituida por una Ley de 27 de juniQ de
219
Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALLERON
1950. Ese mismo d!a, el presidente anunciaba la intención ante el
Pa.rlammto: «La toma a su cargo de l<,s medius de producción por
¡,arte
del E.!tado no marca todavía la realización de la palabra de
o,den de acción del movimiento obrero: "[As fábricas, par,, los obre­
ros".
En efecto, la divisa "las fábricr,¡, para los o,breros; la #err11, para
los que la cultivan", no es 1111a paltNJra de orden abstracta derivada
de la prop11ganda. Tiene un sigmfieado hin susta,,ci,,l coma profundo,
po, lo que
se refiere a la propietkd socia/, y también por lo que con­
cierne " los derechos y deberes de los trabajado,es. Puede y debe, por
tanto, tratkcwse
en hechos, en tanto deseemos edificar el .soGÍ
(pág. 41).
Esta dedru:ación es, a!I mismo tiempo, wga y precisa. Es vaga
en el sentido de que es muda en cuanro s:I modo de propiedad socü,l,
que podría dar las fábrioo a los 'obreros y la #erra a los que la cul­
twan. Es precisa en el sentido de que opone netamente el socialismo
a la toma a su cargo de los medios de prüducción :por el Estado
que·propúgnael comunismo soviétiw.Pero la palabra·romnnismó no
ha sido pronunciada por Tito, cuyo socialismo ,pretemle ser el ro'
munismo venlaxlero.
La Ley de 1950 ha oído modifimda o com¡,lemda por la Consti­
roci6n
de 1963, que reconoce e1 estatuto de autogesti6n a todas las
formas de trabajo ·social,
y por·la ~eforma ronstituciona!I dcl verano
de 1971, que h~ conferido ¿ las rolectividaries de trtNJajo ,,,,;,. gran
autimomía en ONanto · a la orgamzaci6n de la a,,u,geitión, coil el dé­
signio evidente de aumentar. ttl.
máximo ·el n,J;me,o de las dedsiones
dkectas.
Entremos, ahora, en el detalle:
Según la dimensi6n y la com,plejidad de ¡,., empres!JS, existen ac­
tuttlmente hes modelos de orgamzadón de la autogestión: ·
l. AUTOGESTIÓN DE UN SOLO ESCALÓN (:Pequeñas empresas
simples)
.
. 2. AUTOGESTIÓN A DOS NIVELES (empresas que implican unida-
des de trabajo). · · ·
3. AUTOGESTIÓN DE TRES NIVELES (grandes empresas complejas,
220
Fundaci\363n Speiro

¿ES POSIBLE LA AUTOGESTION EN LA EMPRESA?
empresas integradas, .~ombinadQIS, ferrocarriles, etc.) (pági­
na 52).
Los 6rganos de t,, · atadgesti6ii fon la colectwüt«d de trabajo, el
consejo obrero y el romité de ge,tion (pág. 52).
La colectividad de rrabajo ejeroe la aurogesrión, se,i direct,m,en,te,
,ea meitkmte re"114Qnes de trabajado,e,
,m las diferente, flartes ele
la emjlresa (pág.
51).
¿Qué es lo que comprende? Aparentemente, todos los trabajadores
de la empresa. Pero no está muy claro.
La colectividad de trabajo é!lige el consejo obrero ( que puede re­
vocar) en escrutinio· secrero. Sus propias ~ones interesan, sobre
todo,
a los asallariados cuando son discutklas lar cuestiones re/atw,is
a los alujllTlliemos, a los· ingresos· flersOfklles y, más generalmente, al
nivel de vid,, (pág. 57).
El consejo obrero tiene oompetencias más exrensas, que habituaD.­
mente conciernen a:
l. ORGANIZACIÓN DBL TRABAJO: ADOPTA LOS PLANBS Y PRO­
GRAMAS Di¡ DBSARROLLO

Y
TOMA LAS MEDIDAS NBCBSARIAS PARA
SU BJECUCIÓN.
2. ÜJADROS: NOMBRA AL

DIRBCTOR
Y A OTROS NUMEROSOS "CUA­
DROS"
DIRBCTIVOS DB LA
BMI'RBSA. SE OCUPA

DB LA PROMO­
CIÓN PROFESIONAL, DB LA CONTRATACIÓN Y DBSPIDO, SI ESTA
TAREA NO

HA SIDO CONFIADA A
.LOS CONSEJOS
DB UNIDADES
DE TRABAJO.
3. ÜJBSTIONBS FINANC.IERAS Y COMERCIALBS: DECIDB SOBRB LA
PRODUCCIÓN (
QUÉ SB PRODUCIRÁ, A QUÉ PRECIO
Y BN QUÉ
CANTIDADBS), DE

LAS
INVBRSIONES, DB LA UTILIZACIÓN Y DE
LA

AFECTACIÓN DE LOS FONDOS.
APRUEBA BL BALANCE ANUAL.
4. ORGANIZACIÓN GENERAL: DBFINB, SIGUIENDO. UN PROCEDI­
MIENTO DEMOCRÁTICO, LA

ESTRUCTURA DB LA
AUTOGBSTIÓN
Y

LAS
COMPETENCIAS DB LOS

DIVERSOS ÓRGANOS
(pág. 58).
El consejo obrero, además, adofltt, dwers,is regk,m~ .in­
temas que tienen fuerza de ley en la empresa (pág. 58).
221
Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALLERON
Su., miembros son elegidos, habitualmenre, por dos años.
No
conviene dejar de advertir que estas competencia, son tan
amplias c¡ue, si corresponden a poderes rea:lmenre ejercidos, no es ex­
cesivo afi empresa y que, asl, la autogestión es, de hecho, lo que la palabra
sugiere al esplritu.
Al

lado del consejo obrero,
y puestas en su lugar, según parece,
por él, funcionan cr,mi,iones permanentes especiaUzadas que lo asis­
ten y preparan sus decisioues (pág. 59).
El oomil'é de gestión, elegido aida año por el consejo obrero, es
un ót-g,mo de ejecución de eSlle último, pero goza, sm embttrgo, de
,m cierto grado de -onomía (pág. 59).
En la pr;íctica, su inflluencia es considerable, tanto en la e¡ecución
de
las dedsiones del conseio obrfflJ, conw flor estttr habilitttdo flttra
somt1terle firoflosit;iones, El director
forma fltWte <:ex offioio» del
comité de gestión,
pero no goza de derecho fltlrtictdar alg,mo. (pá­
gina 60).
Ta.bi son. los

rres
órganos de autoges#ón enumernd.os por Dru­
Jovic.
De hecho hay otros, ya que Drulovic no sólo halJla de ellos, sino
que

les cousagra bastante
espacio en

la presentación que nos
hace. Di­
gamos, por tanto, algunas palabras:
lll
direc"for tiene el papel de director. En especial, aplica las de­
cisiones
dEil consejo obrero y del comité cíe gestión. Si entm en con­
flicto con ellos, el litigio es zan¡ado, en última instrmcia, flor el
órgano de arbikaje de la comunidad (pág. 60). Es elegido por cuatro
años, por vía de =, por la co'lectividad de rrnb obrero
(según

la
discusión de la empresa). Puede rod,,,,se de exper­
lOS que constituyen comités de negocios, elegidos por d consejo
obrero. Estos e,opertos son generalmente
elegidos enrre los cuadros
de la dirección. Drulovic ve. en ello un pe'ligro. La aparición de la
tecoocr'llcia ie parece inevitable (pág. 67).
La reunión de trabajttdores parece ser la colecúvidad de trabajo
misma, por l.o menos en las pequeñas empresas. En las grandes, se
descompoue
en grup,os de trabajo. También pueden dlegirse delegados
por los uniáttdes de trabajo.
222
Fundaci\363n Speiro

¿ES POSIBLE LA AUTOGESTION EN LA EMPRESA?
LaJ unidddes d• HStos
de producción
pueden cal,cuk,rse de manera distmta. Hacen. pemai:
un poco en los equipos ataónomos en

las
diversas fórmulas de gestión .presúpuestaria qué conocemos en
las grandes empresas occideni.:les. Er.i' 1970, una empresa de cada seis
comprendía unidades de trabajo.
¿Cómo funciona esta estruau.ra rompleja? Unicamente una en­
cuesta profunda permitiría r~ a la arestión, p<
que si en la
lectura de los texros éP""éC" que el consejo obrero es =daderamenre
el que derenta el poder en la empresa, no cuesta mucho imaginar que
en la realidad puc;de succ;der de forma muy diferente. Lo más pro­
bable es que las situaciones sean muy diferentes, segón, naturalmente,
la dimensión de las empresas, pero mmbién · según la emergencia de
las fuertes personalidades, a tal o oual nivel, en td o cuall secror de
la empresa.
Bajo cualquier regimen lega[ en que funcione, una empresa, pru:a
poder mardhar, debe esta<" dirigida; io cullil supone, necesariamente,
jerarquía en ias responsabilidades y, a cada nivel, una responsabilidad
únim o compartida entre un nómero muy pequeño de personas.
No podría ser de manera diferente en Yugoslavia, y bastará que
citemos algunas frases del Sr. Drulovic ;para demostrar que es pre­
cisamente
así:
«El riesgo de usurpdCión tecno,:;-dtica e,, por arí deci<-lo, ~
nente, en lo, comité, de ge,tión» (pág. 67).
«En el pl,ano de la dirección se está tentado, ,in ce,ar, a fdl/orecer
las eJHUcturar tecnocráticar> (pág. 67).
«La, C constituyen
el ob¡eto de debtJte, frecuente,, -o en la -prJctica como
en la ttJOt'ÚI> (pág. 67).
« .•. Por dwer,as rtJZ01'18J, e, b111tante dificil ,;portar una resf>Ne,ta
-preciJa y r""10na/ a la cue!ti6n
de la re,ponsabi/Jtlad de lo, 6rgtmo,
de t>11togesti6n ( ... ). ú, re,pomabüidad ,o/amente pue¡J,e ,er indivi­
dual,, ya que ,e parte de la dwiia: "el htilwiduo puede equwocar,e,
pero la colecti,v;dnd no"
(

... ).
Frecuentemente, sin embargo, ,on lot
dkectorei
o lo, c,,,,boi Ménicos los qi,,, obfetwameme· rendtan """
pons&,.
Sm embargo, .,,, retprmáen de · su inCllria; ,e didmtdan
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LOUIS SALLERON
detrás de las deoisio= de,.los consejos ob1'6ros, ks. esCNÍpulos y los
falsos allrtmmos · de su medi<) o ,u,,nan de /os reglllmtmto, imer1'0s
que defmen. com/}elefl&MS y respo,¡,sabil,id,¡,tes. J!n muchos casos, el
poder de dei;ir;(m del cons•jo obrero es sol4m61'/lki f01'mlll. L4S ded­
siones, en l,, retliidad, se adoptan por el director y por su estado m,,yor
técnico, que lrtlkm de h,._ c"'1rw s# aawiddtl por los órganos de
autogestión~
(págs. 67-68).
«C#ando l,, ~ 15 alllorizó, en 1968, " las oolectwidades
de trabt,¡o
para de/ermin"4' por si mismas la naturaleza, la composición
y l,, importancia numérica de los com#é; de ges#ón, se comprobó
rápidamente
que es1"ban formadas esencialmente por cuad,,o, de di­
rección
y de expertos encargados de l,, dif'ección de los negocios co­
rrientes. Estos comités de geslión se p,¡,-ecúm más a colegios de téc,
nicos que
a órga1'0s de autogesei4n» (pág. 187).
No
se puede dejar de elogia,: al! Sr. Dllltlovic por su lucidez y
su lealtad. Como tJDS indica, ·por otra pa,,te, que, fuem de las pequeñas
empresas, el 91 % de las restantes son de dos escalones y el 9 %
de tres (pág. 57), noo vemos llevados a suponer que el conjumo de
la industria derenta un poder mitad dkectorial y mitad recnocrático.
Lo que sería intieresao.te conoc:er es en qué medirla los múiltiples
6rganos de autogesti6n favoteéen, o bien obsmcul.izan, este poder.
La cuesti6n se oomplica todavía por el hecho de que a los 6tganos
de autogesti6n se añaden otras f<>rnws: desde agrupaci6n o encua­
dramiento de

los
uabajadotes.
Loo sindicaros no ,11an desaparocido. ¿Para qué ·pueden setVir si la
fábrica es de los obreros? De hecho, parecen tener, aproximadamente,
el
mismo pa,pel que

en
nuestros países. < ••. A """és de l,, d#IOges­
#ón
es como lr>s obre,os ejercen su ·"pode," [los enl!temmillados son
de Drulovic] -en l,, producdrm y el rep11Ttr>-'-; 1'f/4e'llkas que " ,,,..
vés de los si,ndi,c11tus eje,cen su derecho a ,.,,;,.se, a defender sus pro­
pios it,¡e,eses
de irumera organizada, a actullf oon toda aut<>nomía
y a asumir su funoión sqcia/ y ptJUlica> q,ágs. 158-159).
Ptál:ticamente, .los· sindiáuos parecen ocuparse de la defensa; de
los
sallarios y, más generalmente, de la ¡,rotecci6n · de los obreros
«en caso de de,piJ<,, de i,mgularid,tdes ó dé tUJUsos bt,,-oetWwr» (pá­
gina 160). Y esto es Jo que ·queda un poco difuso acerca del contenido
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¿ES POSIBLE LA AUTOGESTION EN LA EMPRESA?
rea:l del poder de ios órgaoos de aurogesti6n. Añadarn'>" que son los
sindicatos los que «organizan las elecciones y proponen los candiddtós
al, ·c único, aunque sea probohle,
la Liga de los comtmistas y la Alianza socialhta, qüe es ¡.,, org,..
mzación mJ.r. grande del !istll1h.á yugosktvo (ron ocho millones de
miembros),
desempeñan también un pepe! impo.ttante. Sin que po­
clamós discernir cuál es exactameute, patéce que dcl>e ser análogo al
de los partidos ~wústas: «Propaganda ideológica y recluta de mili­
tántes por 1os sincllcatos y los órganos de autogestión».
Esre tonjunto oom¡,iejo se inregra en sí mismo, no !lo olvidemos,
en el conjunto m~ amplio de una organización social fundada por
completo sobre ia aurogesción. la· tener relaciones estreehas con la industriá, ]o que se ~lica fácilmentP
pero

significa,
sin duda, una disminución suplementaria de das ca­
pacidades de autogestión de la empresa.
¿Se puede, por [o meuos, juzgar la aurogestión yugoslava por sus
resu!ltados? Ya hemos dicho qüe ·éi; muy difícil, porque· es imposible
disociar,
en estos resul.tlldo&, lo que se puede imputa.r a la autt>g\,Stión
y lo que se puede imputar a otros factores: el plan; un relativo libe­
ralismo; · la descentrallización, que es un elemento necesario de. la
autogestión, pero que no está ligado a ella; etc. Aún más: en la me­
dida
en que los resultados son positivos, es difkil ""ber eu qué medi­
da se deben a la autogesti6n ci, por elcontrarió, a!H1ooho de que ésta
constituya solamente la faohada que OCU!lta una realidad ·difetente.
la tasa de crecimiento yugoolavo ha sidó, nos dio, Druiovic, del
7 % anual para el período 1950-70 y del 8,2 % para el período
1957-70. Es una i:asa mur elevada. Si es exacto, tamo mejor para
Y:ugoslavia, pero sería preciso analizarlo, para saber a qué és debido.
Cuando venios a Ios p,.,,.., rociaüsUJ ácreditados con un 7,5 % · pru:a
1950-65 y a 1os pat.rei B#ropeos 2,8
% ,.¡ 3,5 % par,i 1953-61 (pág: · 164), esta diversidad nos re­
cuérda que
las cipacidades · de crecimiento están l.igaclas a numerosos
,.
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LOUIS SALLERON
factores y que, por añadidura, las estadísticas de este género deben
particulamiente tomarse
con

cautela
y son rar,unente comparables.
¿l,ln .qué medida a,erovecha a los trabajadores la riqueza creada?
El prodact() social pm-ht1bit,mte era, en 1969, de 1/3 del de los países
capitalistas desarrollados (pág, J65). ¿C6mo estaba, sin em!,¡,,rgo,
repartido? Dejemos .al margen, por no ,poder ver claro, la disrribu·
ci6n entre· la inversión y el .consumo a es<:ala nacional La empresa
dispone

de
cerca.del 60 %. de sus re.oras (pág. 88). ¿Cuál es, más allá
de este poocentaje, la parte que se dedica a las r<'J:Ouneraciones indio
viduaJ!es?
Una

vez
más, no

podemos
ver ron claridad. En todo OISO,
el abanico es bastante ~: de 4 a l. «Un ingenitWo s,q,eria,, o un
directa, general, gtinti C1Jalro
veces ,más que un oh1-ero oo cualifi­
cado»
Gpág. 96). Pero cuando el Sr. Drulov'ic nos dice que el abanico
es también del 4 en !la .URSS, del 59 en Fr.,ncia (en 1964), del 4,3.
en Dinamarca (en 1965), del. 7 en Italia (en 1966), del 2,4 en No­
ruei;.,:
(en 1964) y

del 3,2
e~ Suecia (en 1963), somos un poco es­
cépticos sobre las cifras y su aproxirnad6o, aun cuando, en grandes
líneas, reflejan tendencias exactas. Cuando se piensa en la variedad
de

los modos de
remuneración, directa e indirecta, en dinero y en
especie, se desconff¡, de las estadfstiOlS.
Las remuneraciones varían según !las regiones, los secrores profe­
sionales y las empresas; hasta. el punto de que es preciso, a veces,
recurrir _a_ intervenciones administrtN,ivas. o pollticas, tales como-el
blor¡ueo de los ingresos. personales, de los. recursos financieros, etc.
{pág. 88). Las ~ategorlas mejor, remuneradas soo los representan·
tes de. comercio y los. agentes · de publicidad, los internacionales
del fútbol (!) y ciertos ingenieros (?) y arquitectos, los altos funcio­
narios,
los
plloms, eoc. (pág. 97). «Esttis sumar. -precisa Drulovic­
,w cm,¡prenden los ingre,QS accesqrios y los extf'tis» (pág. 97). · De
hecho, todo indica que hay un gran mercado negro de ingresos,· fac
vorecidos
por el hecho de que ·el «secreto de l<>s dep6sit<>s banc,;rios
dews ptir#cuklres está gtir"11tizadu,, (pág. 98).
Hay una especie de capitalismo salvaje que apenas se siente
amenazado, si hemos de juzgar por las ,estadísticas, según las cúales
sdlamente 223 personas disponían, en 1971; de 8.000 d6lares por año,
a efectos
fiscales (!) (pág. 99). Este capitalismo salvaje está proba-
~26
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¿ES POSIBLE LA AUTOGESTION EN LA EMPRBSA?
blemente favorecido por :la existencia de -un secror privado, cuya par:
ticipo<:ión en el ,p,-oducto social, es de aproximadamente un 2_0 % y,
refugiado príncipolmente en la agricu,Jmra y ~ artesanado, si, ha
desarrollado muoho en el cw:so de los últimos año¡¡, a causa del tuf­
rismo, en :la hostelería y ios traasportes por carrer,,ra (14.700.000 tll·
ristas, en 1970, con 22 millones de permanencias nQCtlllrnas).
• • •
¿A partir de estos datos su=ios, es _pos;J:;le emitir un juicio sobre
la autogestión yugoslava? No lo creemos así; se puede solamente ren,,r
una impresión.
Pongamos, ante todo, a!lgunas opiniones en el «dossiér» ..
Hemos

citado
yá al drl Sr. A1aín Tow:aine, en uuestro pequeño
libro sobre TA a,ganización del pod« en_¡., emp,esa.(6): consúl,.,.ar como """ i111Sión
la mea tk """ p-articipadón de t,,, tra-_
bajad.ores en
.la gestión de /,aj_ empresas, que se extiend« cada vez
más al ,p,-oblema de dedsión, hast,. desembocar en la antogestión de
las
empresas por /Qs 1rab,.¡atW1"es. TA dlltogestión yugo,la-va no puede
invocarsé cowra este
llrgtlmenfD. Su int.,.es pro-viene, precisamente,
de inscribirse
en un sistema dualista: por un lado, los consejos' obr.,. o más exactamente las unittades económicas, tknen ,,;,, pod... d~
autogestión soda/ y se "/)oyan, ¡,,.,.a de ·1a· empres,i, SQbre las com11,­
na, y sobre su representadón poUtica; por otro lmlo, lo, dd,-i,aa,e, se
tJj}O'Jan en el t>p,wato _del Estado y tkl partido. Entre /Qs dos; los
consejos obreros propü,mente· dichos no solamente no lftiministran,
econ6mí&a 'Y socúdmente, a la em,presa, fi.no que ven cada vez :más
reducido su p"/}el al de un consejo de administración sin po,J.,. efec­
tivo» (7).
Este texto, en su época (1964), nos ha chocado por su línea muy
fillllle. A pesar -del tiempo 1'11lLtlSCllrrido desde enronces, el libro de
Drulovíc nos parece que, en -lineas generales, lo ron.fuma.
En la revista Autogestión y sooialismo, en los núms. 22-23, de
(6) Entreprise modeme d"éditi ( 7) Economie apj,liqflée, óctubre-dicicrobre 1964.
227
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LOUIS SALLER.ON
er,ero-mar:ro 1973, figura un attlculo ticu'lado Socialismo y autoges­
tMn:
el poder de los trabajado,res será f.X1Utiro o no será puder, ar­
tlcuilo atribuido a CF.D.T. y firmado Lucha obrer", en el cual se
dice de pasada: « •.. En el peor de los casos, puede tratarse de la auto­
gesúón al estilo y11gosl,,vo, en la q11e
fin psetldocomejo obrero es
invitado a exponer s11 opinión sobre la marcha de la empresa, opi­
nión q11e en ningún caso
se tiene en e11enta» (pág. 144).
En
la misma revista, y en el mismo número, Gaston Lespoir, de
l1H1111Umité Ro11ge, consagró un artículo a la critica sumarii> de la
alltogestión. Está radicalmente en contra de la autogestión en ,general
y deaconfla de la diversidad de todos los movimientos que propug­
nan
la

autog"91:ión.
Sobre Yugoslavia escribió: «Es una realidad ya
bien conocida: el desorden,
la anarqma económica, dominan la p,o­
duoción y11gosl,,va; Una clase neoburg11esa.
se ha desarrollado, con
impetuosidad, tanto en
las ciudades como en los campos. Burocracia
y IIIIIOritarismo caracterizan las relaciones ent,e aquellos que tienen
en sus m,;nos ,Jguna
responsab#idad y la masa de lo, trabajado·
res(
...

).
Yugoslavia ya no es"" país socialñta, desde hace largo tiem­
f.Xl, sino fin país en el que las estr11&turas c,q,i,talistas han florecido de
nuevo, dependJendo esencialmente del eXJranjero. Préstmnos
e mver­
slones de las BanctJs y sociedades imperialistas, en partlctdar ameri­
c,mas, han hecho dé ella una nación c,,yo grado de ;,.dependencia es
cerci>no al de la mayoria de los países de América Latina» (págs. 154-
156). Juicio de
un partidista, pero que es interesante anorar, porque
revella bastante bien la parte de llberalismo. que el Gobierno yugos­
lavo mantiene, e incluso desarrolla,· m la -estruetura autog-estionaria
deLpaís.
No

se pueden dejar de
menk:ionru-las reflexiones de
Miohel
Ro­
card, en el prefacio del l±bro del Sr. Drulovic. Se abstiene de criticar,
pero, a partir. de la . experiencia yugosJa,va, se interroga sobre seis
problemas que plantea la aurogestión. Destacamos dos de ellos:
l.
«La 11Ut'J°' incertidumbre --e;cr±bió--recae sobre las rela­
ciones entre
la empresa t>Utodirlgida y el plan, en Yugoslavia»; Sus
ei plan demasiado constrictivo respecto de la empresa. En todos los
casos veo un defecto de ajuste entre la planificación y la autogestión.
228
Fundaci\363n Speiro

¿ES POSIBLE LA AUTOGESTION EN LA EMPRESA?
2. Aunque el partido comunista no ocupe todos los puestos, «el
monopolio polltico
ds la linea de los comumstm yugosk,uos p"-ea
,,,. p,-oblema
al, lector frrmcés, que está t,m bab#uado a la mnlti-pl>­
cidad de las oomentes de expre,ion
'Y de la, fo-rmtHiones pqllticas.
¿Lll P,-eservación de MI monopolio poll#co es compatible con la U,
berkld de decisMn en ma1eria económica? ¿Hatta dónde llega el
derechc de oposicMni' Esta, P,-eguntm no tienen aquí respue,ta»,
En su obra sobre la Ataoge.rti-ón, Albe.rt Garand OJ ginas, muy clarns y muy lúcidas, a. la experiencia yugoskiva. Pasa él;
_«los-t'eftdtatJo.r económÜ;os han súkt, oierJtJtll't-e1lte, en SN conjunto,
positwos> (pág. 149). Pero estos resuitados se deben princi,¡:,almente
al hecho de que la áutogestión ha implicado «el· declinar de· la pla­
nifidacMn
y ta rest-aci6n del mercado» (pág. 151); Si a!iru:limos a
ello la ayuda eittranjem, el·. mantenimiento de un s,cror privado rela­
tivamente imporc,.nte
y los recursos que provienen de ,os trabaja­
dores
emigrados,

se
o!,tiene un contexio eronómiro · muy dlfetelite
de aqu,el que evoca la autogestión, considerada como una alternativa
colectivisra
al ce111:ralismo soviético.
Concretamente,
la autogesti6n yugoslava pas«:e set. cualquier rosa
menos una atar,gesli6n; es decir, no es una gestión de la empresa
por
su personal de .base. Hay una conttadk.ción .entre las necesidades
de la competencia y de la jerarquía. y la deioocrada directa. La masa
de trabajadores, en la empresa yugoslava como en todas las empresas,
se interesa, ante todo, por el salatio, por el emplro y por las condi~
clones
de trabajo. A este respecto, es posible que los trabajadores yu­
goslavos hayan encontrado en la autogestión una protección superior
a la de los países d el hecho de que la inflación ha sido siemprt, considerable ( wbre la
bate
100 en 1960, el, caste de la viáa se situaba en 190 en 1965 y
en 323 en 1970) (pág. 150). La eioperiencia yugoslava parece poder
resumirse bastante bien si decimos que el gran mérito de 1a autogas­
tión ha sido preservu al país de una centralización del tipo soviético.
Se trara de un mérito de carácter meramente negativo.
229
Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALLERON
IV. EL CONTENIDO DE lL, AUTOGESTIÓN,
Acabamos de ver, ,en grandes lineas, io que es la aurogesti6n, en
qué corriente hist6'im se inserta, cuál es su orientación y qué ejem­
plo
rws facilita Yugoolavia. Pero todo estO es muy vago: La cuestión
que
salta a la mente es ésta: Práctic,mu,nte, en Francia, ¿cómo se
pretende que funcione la autogestión? Sus partidarioo nos dicen cuál
es el ideal ai que aspiran: pero ¿qué proyecto concreto de la socie­
dad quieten que ron ,ella se ooootruya? Dicho de otta. forma, ¿cuál
es el contenm de la autogestión?
Supongamos una empresa autogestionada. ¿Cuáks van a ser los
mecanismos y cómo van a asegurat la ma:rcha de la empresa?
Supongamos que roda la noción esté autoadministrada, ¿cuáles
van a ser las instituciones y cómo van éstas a ajustatse entre sí pata
que reinen la libertad, la justicie. y la eficacia?
Estas cuestiones son tan naturales y tao fundamentales que uno
podtía imaginarse que bastaría leer la literatura aurogestionaria para
encontmr en ella las respuestas deseadas. Pero, ron gtan asombro,
constatamos, después de una lectura atenta, que estas respuestas no
existen.
El Sr. Al!bert Garand tiene perfecta razón cuando escribe: «Siem­
pre nos choca, cuando leemos las numerosas declaraciones hechas en
f,wor de /a autogestión, e/ oomtt,ta, que no existe ,m proyecto auto­
gestio1'flrio. Los partidarios de /a autogesti6n han partido, ante todo,
de· ciertas Ueas de esencia negddva: la refuttN:i6n del capitalimw li­
berál, la condena desde el punto de vistt, socialista del sistema co­
mtmista bolchevique. A partir de ahí, se han adoplada ,m cierto mi­
mero de fómw,/as que se, creían valiosas, pero sin relación álg""" con
las reaüdades, p esoogidas únic,m,ente por ser contrtirias a los princi­
pios en vigor de los dos sistemas cieados> (8).
Son imaginables, en estas condiciones, cuantas dificultades· eocisten
pata analizar el contenido de la aurogestión, .puesto que no se le
encuentta en

la
realidad, ni en los libros.
(8) L'a11togestion1 ed. Fra.nce-Em¡,ire, 1974, pág. 163.
230
Fundaci\363n Speiro

¿ES POSIBLE LA AUTOGESTION EN LA EMPRESA?
Por esta razón hemos hablado de orientación, de utopía y de
idea'!. Si la autogestión fuera el Reino de Dios .insllllado sobre la
tierra, ¿quién a.arfa recba=la? Pero ¿quién puede creer en ella, fuera
de los cmilenaristas»?
Hablemos del Reino de Dios. Es bien sabido que los idealistas
y fos utopistas son espíritus religiosos y es interesante advertir que
tanto en el P.S.U. como en el C.F.D.T. son muy .numerosos los ais­
tia.nos. Cuando la füb!ia pone en conmoci6.n los sentimientos e.n co.n­
traposición con
las

disciplinas de
la fe y de Ia inteligencia, conduce,
fácilmente,

a los
caminos de la revolución.
La aaitud del militante de la autogestión es, aproxiroedaJJ1Pn.te,
la siguiente: para él la autogestión es lo que debe ser. 0m los ojos
fijos

en su
estrella, escruta en la noche. Noble en sus inspiraciones,
esta actitud condure, casi invariablemente, a todos los desarreglos del
espíritu
y del comportamiento .
. El marxisnw favorece esta aaitud. Como esencialmente es una
praxis, una acción práctica, mantiene perpetuamfflte el alieotO del
militante. Lo cual hace que la autogesti6n _sea mucho más vivida como
una
acci6n que como un proyeceo. La autogestión es la autogesti6n
en march"-
Su En cuanto a lo que sería una autogesti6n realizada, no nos perece
una imagen suficiente la resultanté de e,opresarla como la supresión
de todos los deyect:OS que se observan en la sociedad actual No se ,
llega a intetrogat acerca de los defedos de otro género que podrían
resultar de :la desaparición de aquellos que se denuncian.
Tratemos de
establecer algunas indicaciones sobre el co.ntenido de
la
autogestión, a mwés de la literatura autogestionaria.
La

C.F.D.T.,
en su co.ngreso de 1970, ha explicdo qu4 tipo de
sociedad desea
comtmk: cun sacidtismo denwcrática fundado. sobre
tres
p#lwes, la tiutogesti6n, la propiedad ,o,cial de los medJ,¡s de
producci6n
'Y de CtPmbio, y la planificaci6n democrática. Estos-tres
elementas
-dice-no pueden sepdt'arse» (9).
Vemos, pues, que la autogestión propiamente dicha se distingue
(9) La O.F.D.T. et l'autogestion, págs. 2,-26.
231
Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALLERON
aquí de la propiedad y de la planificación, y se 1105 advierte que no
pueden se.l""'U'se esros tres elementos. .
Veámoslos, por lo tanto, uno después de otro.
l. La autogeetión.
La autogestión dcl>e. dar el poder a los trabajadores. ¿De qué
forma?
»--son los trabajadores quienes elegwán los responsables de la
empr.esa, a los dqerentes nw;les
( desde el. taller al conjunto de la
empresa); ,._. son /ps trabajadores q,,;enes deciawán colectw"1nQnte
sobre
la orgamzación y ú,s oondiciones del trabajo; ·
»-son los trabajadores qllienes determinarán, en el marco de
un plan democrático, la política
de la empr.esa en materia de fabri­
c,,ci6n, de d,stribuci6n de las ·i,wersiones,
de remunert ¡ lls de una simplicidad veniadet)llllente maravillosa! No puede
evitarse 1a pregun,ta de c6rno la C.F.D.T. puede enunciar tan tran­
quilamente propósitos tan faltos de reclidad. · l!l prooeso psicológico
de una redacción semejante es el siguiente, sin duda:
lln toda fubricación, en todo taller, en toda oficina, los miembros
del persona! ronocen bien lo que condiciona su trabajo. Conocen a
sus jefes, a sus máquinas, así romo los mérodos de trabajo impuestos,
los reglamentos, etc. Sobre los homhres y las crnas tienen sus ideas,
que pueden
ser falsas, pero qne con frecuencia son ju.tas. Corno nada
es
perfecto, en este mundo de aquí ¡¡bajo, su reflejo narural es: «Si
fuéramos nosotros q,,;enes nos hubiéramos debido pronunciar, htJ­
brfamos decidido de otrá manera>,
E.,te sentimiento es perfectamente
nórmal.

e
implica consecuencias: para todo lo que toca a su trabajo,
los interesados deben ser consmtados; en ciertos casos, podrían ser
llamados

a decidir
por sí mismos, y, en todo caso, las decisiones qne
les conciernen

deben serles
expliOl (10) Id., pág. 29,
2~2
Fundaci\363n Speiro

¿ES POSIBLE LA AUTOGESTION EN LA EMPRESA?
de ahí a rondluir -que loo Jmbaji!dores rienm que elegir a quienes les
mandany decklli en todo, es saltar a la utopía.
Tomemos
la. cuestión de la. elección de los responsalies. Tratán­
dose de una reivindicación tan funda.Q'.lental, é(ebería estudiarse de una
manera profunda. Pero es inútil _ consultar por encima la literatura
autogestionaria.
La pi.labra elección parece zanjarlo todo. Sin em­
bargo, todo régimen electoral debe ser organizado. Las ruestiones que
plantea la organización de las responsabilidades en_ la empresa, . a
partir de la elección de Jos responsables, son innumerables.
¿Elección en uno o varios grados? ¿Dereclio de voto ignal para
todos o diferente según la e ¿Larga duración
de

los
poderes otorgados a los elegidos o sistema
de reelección o de reivindicación frocuente?, etc, fatas dificultades
considerables, vinculadas al problema de. la elección de los respon­
sables, resultan todavía mayores para cuantcs estamos informados de
que,
en
la antogestión, son los trabajadores quienes decidirán coler­
tlwmente
de la organización del tr bajo,
así como también ellos son q11ienex determinarán, en el 111dl'co
del plan df!l1Wcrático, ltJ política de la empre,,, en materia de fabri­
cación, de diftribución de inversione1, ; de' f'emuneraciones. ¿Cuál será,
enronres, el papel de loo responsábles elegidos? ¿Se puede set respon­
sable

sin
rener los poderes correspondientes? Si el poder de los ele­
gidos reside simplemente

en
hacer-ejecutar las decisiones adoptadas
por

la
colectividad, sú responsabilidad seria verdaderamente pesada,
porque existe el riesgo de que estas decisiones parezcan, en muchos
casos,
absurdas o foexplicables. No se puede construir la organización
de
la empresa sobre una conjunción de poderes colectivos sin res­
ponsabilidad y de responsabilidades_ petsonales sin poder.
En cualquier caro, no hallamos respuestas a estas preguntas, que
ni
siquiera son plantead ...
2. La propiedad social de los medios de producción y de
cambio_
Este constituye el segundo pilar del denominado rodali,mo de­
mocrático. No vamos a tratar de él, ya que, por sí mismo, es exterior
233
Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALLERON
a la autogestión. Sin ~go, debemos advertir que esta propiedad
social se
opone, a

veces, a
la propiedad privada del capitalismo y la
propiedad col gestionario. ¿En
qué consiste, entonces? Imposible saberlo. O, más
bien,
la respuesta es siempre la. misma: «La noúon misma de propie­
dttd, tal como la conocemos, será fl'"<>fundamente transformttd,,». ¿De
qué manera.? Nllda sabemos. Todo lo que se nos dice es que no son
fos trabajadores quienes serán

propietarios de
1a empresa. cDe hecho,
en un sistema autogestionario, los atributos de la propiedad, los dife­
rentes poderes que
otorga al propietario estarJn distribuidos entre los
diferemes &81'tros de dedsióm el piar,, la regiót1, la i11nfWesa» (11).
¿Sti piensa en el modelo yugoslavo? Es probable. Pero serian desea­
bles a1gunas precisiones. Pero la consistencia jurídica de esta propiedad
' social no parece pertw:bar a los defensores de la autogestión.
3. La planificación democrática.
Es el tercer pilar del sistema. No hay autogesti.ón sin pla<>.ificación;
pero esta planificación debe ser democrática, a diferencia de la con­
cepción comunista, según la cual la planificación está centralizada.
¿Cómo puede ser democrática la planificación? No lo sabemos exac­
tamente, pero la orientación no es. dudosa: el establecimiento del plan
debe
hacerse por confrontación, a todos los niveles, procediendo siem­
pre de

abajo a
arriba. Para la

C.F.D.T., es
preciso autogestionar la
plamj)cad6n y plamficar .la autogesti6n. cAUlfJgestionar la pla,dfica­
ción es poner en pie un plan cuy"' decisiones se adopten democráti­
camente. Planificar
la autogeNión es coordinar las actividades de las
diferemes cédulas de la sodedad» (12).
El cómo' de esas aserciones está confiado a la libertad de nuestra
imaginación.
234
(11) . Id., pág, 42.
(12) Id.,
pág. 50.
Fundaci\363n Speiro

¿ES POSIBLE LA AUTOGESTION EN LA EMPRESA?
V. LA TRANSICIÓN HACU LA AUTOGESTIÓN,
Si el contenido de la autogestión sigue siendo vago, a través de
lo
que nos dicen los autogestionarios, acaso lograremos un.a idea más
precisa PYJ1roioando el régimen que ellos consideran adecuado para
asegurar la

transición entre lo
que hoy. es y lo que. será después de
la revolución.
Desgraciadamente, también en este punto nos quedamos con. las
ganas. No obstante, la C.F.D.T. nos asegura que «si bien no· piensa
que
todo puedtJ c11mbiar en un dia», también ve «que es poco adecuado
diferir todos
los problemas para mañ/Jl1a o para después de ma­
ñ1J11a>> ( 13).
Mira las cosas en dos tiempos:
En el pcimer tiempo, es decir, desde hoy, en régimen capitalista,
trata
de
oponerse sin relajación: ·
«-a la expl »--al dominir,: puesta en cuestión de ltJS relaciones ¡erJrquicas,
luchtJ contra la 11rbitrariedad pt11ronal;
»--a la alienación: vposición al modelo de• desarrol/r, capita­
lista>> (14).
Dejemos a un lado el vocabulario, que es simplemente el de la
lucha de clases. ¿No hay acaso en ello, concretamente, materia para
estimular las reformas? La C.F.D.T. manifiesta, a propósito de estas
reivindicaciones, su t11Jluntad de extender las libertades y las respon­
sabilütades de los trabajadores. Podrían adoptarse acuerdos; acuerdos
que, manifestando el ejercicio de la libertad, podrían definir respon­
sabilidades
correspondientes a

poderes de tipo autogestionario.
La
C.F.D.T., una vez más, calla sobre este punto importante y preciso.
¿Terne
que las libertades parciales, las responsabilidades parciales, los
poderes
pt1rciales, disminuyan el espíritu revolucionario? Es proba­
ble. Sin
embargo, no habría mejor medio de prepuar a Jos trabaja­
dores

para
la autogestión total ( si . es. que .. tiene un sentido) que
(13) Id., pág. 62.
(14) Id, pág. 68.
235
Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALLER.ON
darles ocasión de practicar una autogestión parcial. Sólo forjando
es
como se hace uno forjador, y es haciendo o.utogestión como es
posible que se puedan asegurar mejor las oportunidades de un des­
arrollo. ¿Pero se trata verdaderamente de autogestión? ¿No se trata
más bien de revolución?
En el
segundo tiempo, es decir, «desde la conqllÍJta del t>parato
del Esktdo por mta mayoría comdenlfe, reunida en torno de 11n pro­
yecto socittUsta» (15), se trata de a:lca:nzar ciertos obietwos significa­
t-ivoJ.
Aquí noa acordamoa del pro grarru, común. Contentémonos ron
hacer una enumeración:
el. SocittUzaci6n de los principales med.ios de producción y de
cambio
(

... ).
2. Puesta en pie de la gestión por los interesados mismos, en
· escalones descentr,,Nzados de las empresas ya centralizadas,
en las insfrtudones sociales
( seguridad sorial, etc.) (

.•. ).
3. Propiedad socitll inmediata, y a11togestión, de los grandes me­
dios

de
cultura, de brfom,ací6n y de formación ( ... ).
4. DescentralizacMn de los poderes econúinicos y políticos, prin­
cipalmente al
nivel

de
las regiones (

... ).
5.
Dominio de las inversiones, incluso para las empresas tod,wía
privadas
(

•.. ).
6. Reformas importantes en el ámbito de la enseñanza ( ... ).
7. Reemplazo de las estructuras jerárquicas actuales por nuevos
modos
de organkdCión, que harán progresar hacia la auto­
geslión»
(16).
Cada uno de estos puntos merecería una explicación. Limitémonos
a
las dos ideas directrices: la del socialismo integrail y la de la des- ·
centralización.
La lógica y la experiencia muestran, hasta ahora, que
entrambas son contradictori\lS. El

socialismo integral
es el comunis-
(15) Id., pág. 62.
(16)

Id.,
pág. 62.
Fundaci\363n Speiro

¿ES POSIBLE LA AUTOGESTION EN LA EMPRESA?
mo, estatal y totalitario. La descentralización es el ejercicio, a todos
los niveles, de la libertad, que postula la propiedad y · el contrato en
una economía de mercado. El ·sueño au.togestionario consiste_ ·en.;su.-.
. perar esta contradicci6n. La proyecci6n del sueño en el porvenir es
lo

que
prevé.
¿No bar, sin embargo, otras ideas que las de C.FD.T. sobre
las etapas de
la transici6n entre lo que es y lo que deberá ser? No.
Bajo
formas diversas,
son siempre las mismas. En su libro A11togestión,
Daniel Chauvey consagra un postfacio de 15 páginas a las etapas de
transici6n. Lo
esencial está

consagrado a
poner en. guardia a

los tra­
bajadores· contra el
doble peligro de la rec11peración por el neoca­
pitalismo, si aceptan colaborar ( pselldocontrato, de pse11dainterés, por
accionariado q11e se dice corNr'1<'tual,
o cualquier otr" fórmula de aso­
ciación del caprtal con

el
trabaj()), y la caída en el comwrismo, que
no
haría más que

sustituir por el
doniinio del

Estado
al de los jefes
de
empresa. En
total, he aquí lo que sugiere, como procedimiento
para resolver los problemas del personal en el período de transici6n:
«-los sindicatos, como iales, definen n()fmas g•11erales consig­
nadas en convtmdottes colectivas, iregúdadas C011 el Esitllio . pdlrón
de lelS empresas nd&iom,Jizadas;
»-los comités de empresa determinan las modalidtllies de apli­
cación de estas com,enciones colectivas_, de_ acuerdo con las comisiones
de las unidtllies de trabajo;
»-lar comisiones de unidades de traba¡o reguldn los problemas
del personal a su nivel, segútt estar modalidtllies de aplicdeión;
»-----en fin, los delegtllios sindicales ejercen su control por el
di¡Nog{) a todo•s los niveles de

la
organización de la empresa.
El¡ árbitro, en última instancia, es el comité -de· ·empresa, que, p01'
()/ra parte, ges/i()na directamente el conjunto de fos servicios del
-,persont>fl,, "'1 como lar 0brar sociatr,s d• la emprestl>> (17). ·
Hay, en estas proposiciones, vocablos que exigen ser definidos.
Pero algunos de entre ello• están
en· la
línea
d., lo posible. Desde el
( 17) Daniel Chauvey: Autogestión, Seuíl, 1970; pág. 246.
237
Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALLERON
instante en que una solución resulta de un aruerdo contractual y un
poder

de
responsabilidad, toda reforma puede ser in­
tentada.
VI. ¿1Es POSIBLE EN LA EM!l'Bl!SA UNA FÓRMULA
A.UTOGES'l'IONAIIIA?
Henos aqul llegados a la cuestión que constitnye el objeto mismo
de este estndio, aunque
acaso se encuentre que el rodeo ha sido m:l.s
bien

largo.
¿Pero hubo

en realidad
un rodeo? ¿Y todas las inv gaciones

a las que nos
hmos dedicado·no constituyen acaso, al mismo
tiempo,
la formulación exacta de la cuestión planteada y la respuesta
que puede darse a
ella?
En efecto, lá auto.gestión, para aquellos que lá reclaman, sólo
se
concibe después de

la supresión
· del capitalismo, es decir, de la
propiedad privada,
y no consiste,. finalmente, en otra cosa que en un
comunismo que

no conduciría
aJ. estatismo ni, en general, a cualquier
centralización polltica o económica. Un modelo semejante pertenece
al dominio de la utopía, y lo que a él se aproxima o lo que se re­
clama, fundamentalmente en Yugoslavia, no existe m:l.s que én propor­
ción
al medio· hberal y ca pi tallista en el que funciooa.
En consecuencia, a nosotros
nos corresponde
buscar por qué la
fó,mula
atUtogestionaria se revela imposible, como forma exclusiva,
en
la empresa. Aparte de ver, en todo caso, si existe en ella. algo
que pueda
aceptarse.
Una reflexión se presenta, de manera inmediata, a la mente. Es
la de que existe en nuestra sociedad una fórmula autogestionaria: la
fórmula ·cooperativa. ¿Qué autogestión m:l.s perfecta se puede ima­
ginar que la autogestión de una cooperativa?
Los cooperativistas son
propietarios del capital de su
sociedad y son libres de organizarse
como les plazca. La cooperativa suprime, en consecuencia, la
explo-
238
Fundaci\363n Speiro

¿ES POSIBLE LA AUTOGESTION EN LA EMPRESA?
!ación y el. dominio capitalista y suprime el beneficio, o por lo menos
lo distribuye entre los
cooperati'l'istas, áil establecer la escal)I de re­
muneraciones
tal como

las entienda
(pudiendo, incluso, instaurar la
completa
igll&ldad), e instituir a su gusto, por aruerdo de los co­
operativistas, la jerarquía. o la ausencia de jerarquía, la disciplina o
la ausencia de disciplina, la dieo:isión del trabajo o la ausencia·. de
división del trabajo.
.Añadamos que,

lejos de
resultar penafu:ada por
medios discrimfuatorios, la coopetación es más bien favorecida, en
materia del crédito en

el
aspecto fucal. ¿Por qué, entonces, no tea•
lizar la autogestión mediante.la cooperación?
Ninguna respuesta se
lia dado
a
esta pregunta, a sáilvo la respues·
ta apriorística de que en el régimen capitalista, siendo intrínsecamente
malo, nada puede ni debe intentarse .. Mediante la revolución en el
E$do es como se hará la revolución en fa· empresá, contra el Estado.
Pero es muy raro que, cuai.ido se apelá,a_un·salvador,-éste no~ ins­
tituya, acto seguido, en vuestro ·proted:ot" y, · de. heclio; en vuestro
dueño.
Por nuestra
parte, estimamos que el examen del fenómeno coope­
rativo es rico en en~anzas, y,por .ellasi compien<),,;,,,,ros :l:a razón de
que
los
autogestionarios ,no se dediquen a este :examen:' .
Lo que choca, en efecto, en la .cooperación,. es que si globalmente
ha fracasa.do .en
la

industria
y. en elcomercio,,liaya logrado éxito en
la
agricultura y

en
el consumó. Las condiciones ; jucldips: de ~ rea­
lización soo, aproximadamente, las mismas en todos los sectores de
actividad
económica. ¿Por qué, pues, ha, teriido éxito en unos sectores
y ha fracaso en otros? Debe, nattiralmente; existir una razón.·
Esta razón,
a

nuestra
manera. de -..,r, es la siguiente: En la coope­
ración agrícola y de'consumo, lo que se pone en común no es el tra­
bajo,· es decir, la persona ·n,js,m¡, del cooperativista, sino el producto de
este trabajo, o
bien un acto ciertamente económico, pero exterior al
trabajo:

el hecho de comprar. En
los.dos casos,

la
coopetación'recae
sobre

nna
realidad homogénea que no se presta a críticas.
Tomemos, por ejemplo, el caso de una cooperatieva; lediera, La
leche es 111i producto homogéneo y el precio puede determina!se fá­
cilmente; según criterios precisos, -tales como la proporción de máte,;.
rias grasas, la pureza,· etc. Los cooperativistas pueden, por fo tintt>,
Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALLBRON
deliberar y pooerse de aruerdo. La di,rección de la cooperativa, asa­
lariada, puede
recibir sus ót,denes de la asamblei general de produc­
tores

y del
comejo de administración elegido entre sus miembros.
Asimismo, los coopemdores pueden
determinar !á polítitá a seguir
(
inversiones, acuerdos con otras cooperativas,

contratos
de ventas,
etoérera).
El hecho de que sea el producto y no el trabajo· Jo que se pone
en
común, y el hecho de tratarse de un producto homogéneo, explica
el éxito de las cooperativas lecheras. Es tan cierto que, si el producto
agrícola no
es homogéneo por naturaleza, la cooperativa ya no es po­
sil>le o es, por lo menos, dificil de realizar. Esto sucede, por ejemplo,
en eL
caso del virio. Si se trata de un vino ordinario, la cooperativa
puede funcionar.
Son numerosas las cooperativas vitivinicolas. Si el
vino
es _de calidad y se diferencia notablenieitte en· función de las
cepas y los emplazamientos, el producto ya -no es homogéneo y la
-cooperativa ya no es posible, no-teniiendo ya razón de ser, o bien
no puede
ser otra cosa que un mandatario o comisionista de 1os pro­
ductores indivi En el amS11mo, el acto de comprar es rigurosamente homogéneo,
ya

que
se traduce en una cifra_ La cooperación no es otra cosa que
la puesta

en común del
poder de compra. El interés que enruentran
en

ella los cooperativistas consiste en el
mejor precio
que
puedeo ob­
tener por la poteni:ia de una demanda que está en condiciones de
discutir con la oferta.
Que la agrirultura y el consumo sean sectores más propicios a la
autogestión cooperativa
resulta probado por el hecho de que, eo el
mundo eotero;

son los
dos ,ectores eo los que ha florocido la coope­
ración, -cualquiera

que
sea la naturaleza del régimen polltico. Es
preciso el comunismo más duro para abolir la cooperación y todavia,
en muchos casos, las explotaciones
agrícolas

del Estado
se presentan,
oficialmente,

como
cooperativas.
¿Hay

un límite
para el desarrollo de la cooperación eo los séc­
tores de la agricultura y del consumo?
Podemos_ responder que no hay limite·
follinal; pero si

un
limite
real. Dicho de otra forma, cooperativas que se uneo, cooperativamente,
en· federaciones y confederaciones, no tienen ya de cooperativa otra
240
Fundaci\363n Speiro

¿ES POSIBLE LA AUTOGESTION EN LA EMPRESA1
cosa que el nombre. El gigaót:ismQ y la distancia entre el· or_ganismo
de direcci6u y los a,operativistas de la base mata.o, o por lo meuos
alteran sustaucialmente,
el

poder
efectivo de

los
cooperativistas y <:l
espíritu
a,operativo. Esto es cierto en el sector de la agricultura, pero
todavía lo

es
más en el sector del consumo. El ama de casa, miembro
de
una a,operativa de

consumo, no
presenta prácticamente diferencias
con la cooperativa, el almacén con sucw:saJ!es múltiples, el «gran su­
perficie» y el detallista. Asimismo, el a.Imacén de una gran coope­
tiva
y los organismos directos de los almal:enes con sucursales mµl­
tiples, o 1as «grandes superficies», están dirigidos· de la misma ma­
nera,
y con el mismo espíritu. Hay en esto una noción profunda que
debemos retener sobre la rea:lidad económica,
cuya naturaleza no
se
deriva

de
teorías " ¡,riori. Los partidarios de la autogestión deberían
meditar esta lección.

El tejido social
es sustantivamente diversidad y
complejidad, Ya se trate de la realklad poHtica O de la realidad eco­
nómica,
a medida

que nos
remontamos, de
las
unidades de base de la
esca:la humana a

las unidades
más altas, nos encontramos en presencia
de

problemas nuevos, que tienen soluciones
propias. Ya
se
hable de
autogestión o

de
democracia, nos

encontramos aute la necesidad de
enlaces que

solamente
otorgan a

los individuos
unos poderes

ínfi­
mos, cuya
preparación y salvaguarda son extremadamente diflciles de
realizar.

Si
se pretende abolirlos, para valornr al

individuo, instituyen­
do la
democrw:ia directa, surge entonces la certeza de

la
dictadura y
de la aniquilación de las libertades individuales. Jamás se· había po­
dido
comprobar
esto, en la
medida en que se ha hecho en nuestros
días, en el mundo entero.
Pero volvamos
a

la cooperación. ¿Por qué, habiendo
tenido éxito
en

la
agrirultura y el consumo, ha fracasado en la industria y en el
comercio ( el gran comercio, se entiende, ya que el pequeño comercio
es
una actividad
illdividual como el artesauado)? Hemos dado ya
la respuesta. Ha
fracasado a consecuencia de
que
en la industria y
en el gran comercio los cooperativistas deben hacer la aportación de
su
trabajo, es decir, de
su actividad personal,
mientras la di11ersidad
del trabajo crea problemas de organización, de jerarquía, de especia­
lización,
de remunéración y de disciplina, en las que la fónnula coope­
rativa

hace muy difícil la solución.
NÓ · obstaute, el fracaso no es total.
,6 241
Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALLERON
Hay cooperativas de prQducción, y llegan a algunos centenares. en
Francia. Per-0 el

ejemplo de estos raros
éxitos es,
por sí
mismo, ins­
tructivo.

Las cooperativas de producción que
han renido éxito soo
pequeñas

empresas. Más
allá de unas decenas de miembros, sólo se
sefutlan un

número
infimo de. cooperativas,

en las que la fórmula
jurídica
enmascam un furuionamiento muy

poco
autogestionario.
Esto se
comprende

muy
bien. Un
número pequeño de
cooperati­
vistas

pueden
interesarse y

participar en la gestión de una
obra per­
seguida

en común, pero un gran número ya no puede
hacerlo. La
función de

dirección es un verdadero
oficio. Las responsabilidades
que

implica exigen un poder que no es posible poner en cuestión
indefinidamente, en

su
ejercicio, bajo la

pena de una
amenaza per­
manente •de anarquía. El único punto que podría discutirse es el de
la
colaboración de

los poderes.
¿El jefe
de la
empresa, acaso
no
podría
ser elegido por el personal más bien que por los acciottistas, o ser
nombrado por
el. Estado? De hecho, es bastante más difícil y parece
que no tenga
el mismo

aire. Pero, bajo
rualqnier hipótesis, con

un
jefe elegido para. una duración suficientemente larga,
fa empresa no
sería
·o.utodirigida,
Se ve, en consecuencia, cómo el cooperativismo muestra claramente
los problemas con los. que tropieza la autogestión. Y si los protago­
mstas
de la autogestión nos diren que ésta sólo es concebible en un
régimen no capitalista, les
responderemos: mirad a Yugoslavia. Es
significativo que, tan.to en la economía liberal como en la economía
socialista, se planteen los
problemas de la misma
forma. Tomemos el
ejemplo de las
empraas cooperativas

de la
economia liberal o el de
las empre;as autodirigidas de la economia socialista de tipo yugos­
lavo; las dificultades son prácticamente idénticas. De hecho, la
auto­
gestión

de las empresas no existe en
parre alguna, porque es impo­
sible, porque

es contraria a la
naturaleza de
los
hombres y
a
la na­
turaleza ·de las

cosas.
B) ¿Qué haoer, enumces?
Si e; preciso no soñar en una mitica autogestión, debemos esfor­
zarnos
en
responder a

sus
partidarrios, cuando
nos
aseguran que tratan ·
242
Fundaci\363n Speiro

¿ES POSIBLE LA AUTOGBSTION EN LA EMPRESA?
de desarrollar las libertades y las responsabilidades de tooos los co-
laboradores de

la empresa.
_
Este

es
el objeto mismo del pequeño, libro que hemos consagrado
a La org<1nizadón del poder en la empres" (18).
Ateniéndonos a la. noción de gesti6n ce-puesto que se trata de
autogestión-, serla preciso, para facilitar la solución de.los problemas,
hacer
una doble
distinción: 1)
Distinción entre
dertrlros frente
al
Poder,
derechos en el seno del Poder y. derechos sobre el Poder;
2) Distinción entre los aspectos sociales,
técnicos · y ecooómicos de la
empresa.
Por lo que se refiere a la primera distinción, los derechos frente
al Poder se reducen a los
derechos personales del asalariado en

la
empresa. Estos
derechos constituyen

libertades
y son definidos por la
vía legal
y la vía contractuail ( conventios colectivos, acueJX!os diver­
sos). Los derechos en el seno del Poder son la expresión de una
cooperación en el
Poder, y
corresponden a lo que se denomina co­
múnmente
la participación. En este aspecto, la ley y el contrato de­
finen
esos derechos,

que pueden ir desde la simple
consulta a una
cierta participación en el Poder. En la medida en que esta participa­
ción exista, es

decir,
en la medida

en que hora Poder efectivo, debi,
ir acompañado de una
responsabilidad proporcional. Ni Poder sin
responsabilidad, ni

responsabilidad sin Poder.
En fin, los derechos
sobre el Poder son
aquellos que,

en
el límite, subordinan los gober,
nantes

a los
gobernados. Esta subordinad&, es

contraria
aJ ejercicio
del Poder. Si
por razones filosóficas se desease afirmarlo, sólo podría
ser establecido como designación o control del Poder, pero conduciría,
casi
necesariamente, como confirma

la
experiencia, no
a la subordi­
nación
de los gobernantes a los gobernados, sino a la subordinación
de
los gobernantes a

instancias
exteriores, reputadas
como
derivadas
de

los gobernados: Estado, partido,
comités diversos,
etc. Sería,
inoluso, Jo contrario a la Autogestión, tanto en su definición como
en sus aspiraciones.
Por lo que se refiere a la segunda distinción, la organización del
(18) Louis Salieron: L'Organisaticm d11 PoNvoir Jan; J'Enlreprise. En­
treprise modeme d'éditioo, Parí,, 1966.
Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALLERON
Poder, en el plano social, se confunde casi coa la organización de
las libertades peisona.!es. Estas libertades pueden implicar aspectos de
gestión, sea individual, sea cola:tiva. Se puede, en efecto, considerar
la
gestión de obras sociales por los miembros del personal, constitui­
dos
en
comisión al efetto. Se trataría de Autogestión en el sentido
pleno
de
la palabra, a condición de que la totalidad de los intere­
,ados
a:suman la responsabilidad· en tal o cual poder para:lelo. El
contenido de

este
poder socillJ. sería establecido por la vía contractual
entre
el conjunto del

personal interesado y
el jefe de la empresa.
-
En

el plano
técnico, la mmpetencia hace la 1ey. Como sus efec­
lDs sobre la producción son dírectcs, el nombramiento para los puestos
de poder se
impone, por regla general. Todo esto no excluye, sin
embargo, ciertas modal.idiides de consu1ta, de sondeo, incluso de co­
optación. Pero J.a. elección parece, en todos los casos, imposible o llena
de
inconvenientes .marores.
-
En el plano económico, en fin, es decir, . en el dominio de la
gestión propiamente dicha, la autogestión, como · hemos visto, es
utópica. Pero es posible
responder a las aspiraciones de la autogestión por
los
métodos
más modernos de la rngani7.ación: gestión del presu­
puesto, consulta de intereses,
delegación de poderes de decisión, in­
formación

desarrollada,
etc: En

ciertos
casos se
puede
recurrir a
equipos operdt'ion,,/es, es decir, a equipos constituidos por un tiempo
determinado, coa vistas a -la
solución

de
un problema preciso.

Se
puéde, iincluso, en casos mudio más raros, constituir equipos autó­
nomos, según la fórmula de Hyacinthe Dubreuil, pero los ejemplos
de
éxitoo se cuentan con los dedos de la mano.
CoNCLUSIÓN.
¿ Hay alguna conclusión que pueda extraerse de esta serie de re­
flexiones?
Si,
· hay una; es
aquella que
figum en todas las lineas de nuestra
exposición.
La autogestión en la empresa es una utopía, y esta utopía es tanto
más
peligro,;a cuando,

al inscribirse en la linea
del más puro marxis-
Fundaci\363n Speiro

¿ES POSIBLE LA AUTOGBSTION EN LA BMPRJJSA?
mo, no puede desemhoca.r en otra cooa. qne en lo que quiere preci­
samente evitar:
el totalitarismo estatal y el aplastamiento de las l~­
tades personales.
Pero
a

esta utopía corresponde
una aspirad6n cuya sinceridad no
podemos negar: la aspiración de la expansión de las personalidades
de

los
trab«jadores, por el desarrollo de las 'libertad,s y de sus res-
ponsabilidades. · ·
La

fórmula política reivindicada
es rigurosamente éoottadictoria
a

la
aspiración conresada y nos corresponde estudiar y poner en . pie
las

fórmulas
jurídicas más adoo,adas para .responder a las aspiraciooes.
La tarea es difícil., en sí mi,ma, ante todo, y en la medida en
que ttopima con la hostilidad, la sospecha o la indiferencia de loo
interesados.

Sin embargo,
.no está por encima de nuestras fuerzas.
Ya

por
la infomraci6n, por la formac:ión, por la otganizacióndel
trah;Ljo,.
por el diálogo y ¡,or las múltiples: a¡,roximaciooes de la par­
ticipación,
se · ha · realizado mucho. · Ciertai,,,,;,te, estalnós todavía muy
lejos
de
k, que se puede observar en AletlllUlia ¡y en los Estados
Unidos.

Pero
el mismo hecho de que est¡,s dos pa,íses sean, al mismo
tiempo; Jos de
mayor éidto industtiwl y de• coodición obrera más fa­
vorable, muestra que la vla·a seguir .es la.del progreso, la justicia y
la
libertad, al

mismo
tiempo que d.el progteso técnico. Y, sin duda
alguna, hay algo mejor todavía que hacer, por la difusión de la pro­
piedad correlativa
a la de los poderes y las responsabilidades.
Cualesquiera
que seán los choques y los cónfli~, que la crisis
actnal hace más duros, no · debernos disimular ante nosotros mismos
que los
fraoceses son,
en el fondo
de sí lnismos; y sin saberlo, infini­
tamente
más proudhónianos que ma,mstas. No se ttata, por lo tanto,
de otra
cosa, sino de. orientar la aspiración a la realidad, para hacer
la
realidad. Es, desde luego, difícil, pero .la tarea es, cierta.mente,
pooib'le.
BIBLIOGRAFÍA SUMARIA SOBRE LA AUTOGESTIÓN.
Desde que el Partido Socialista ha inscrito la Aut:Qgestión en su
programa, la. literaturll antogestionaria está en .los diarios, Es, por
lo tanto, superabundante, pero se repite indefinidamente. Nos li-
.245
Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALLERON
mitamos aqul a la bibliografía propiamente dicha, es decir, a la lista
de
libros consagrados a la autogesti6n.
I .. [} Aut"gestion, por Albert Garand, Eclitions France-Empire,
1974,
312 págs. Presidenre delegado de l' i\Jleps, el autor no
cree en la Autogestión. Y él dire Ja razón en este libro, que
ronsti!u'.f" actualmente el

estudio
más completo y más obje­
tivo sobre la
cuestión.
II. Aut(lgestión, por Daniel Chauvey. Prefacio de Bdmond Maire,
Ed.
du Seui,l, cdlecci6n «Politiqae», 1970, 254 págs. Una visión
utópica

a
fa que se mezclan interesantes observaciones con­
cretas.
III. La C.F.D.T. et l't1111ogeslion, por Eclmond Maire, Alfred Krum­
nov y Albert Detraz. Ed. du Cerf, 1973, ~6 págs. Todo lo
que haoo sal:,er de la autogestión es la óptica de la C.F.D.T.
IV.
l[JAut"ge,tfon a l'épre11Ve, por Milojko Drulovic. Prefacio de
Marce! Rocard. Ed; Fayard, 1973, 234 págs. Estudio honesto
de la experiencia yugoslava por un dírigente yugoslavo. Nu­
merosas informaciones y evidentes
fagunas. El prefacio de
Marce! Rocard subraya objetivamente los limites

de la expe­
riencia yugoslava.
V.
La revista Autogestión et Sorialisme ha publicado desde hace
algunos aiios una treintena de «Cahiers» sobre. fa autogestión.
Es una mina inagotable para el estudio profundo de las id,,as
y de los movimientos autogestionarios. Señalemos. el número
doble consagrado a La gauche, /' extreme gauche et i' autoges­
.tion.
Se encuentra en él, principalmente, .un. estudio de 35 pá­
ginas,
preciso y bien info~mado, por Pierre Dubois (C.N.R.S.,
Grupo de Sociología del
Trnbajo) sobre la autogestión
y otros
elementos del proyecto socialista.
VI. Las «Editions Anwhopos» han publicado varios volúmenes
relativos a la antogesti6n. Señalemos La délivrance de Prome­
thée, por una teorfo: politica de la autogesti6n, 1970, 288 pá­
ginas,
por YvÓnBourdet; Ou va l'autoges#on yougoslave?,
246
Fundaci\363n Speiro

¿ES POSIBLE LA AUTOGESTION EN LA· EMPRJJSA?
1970, 388 págs., por Albert Meister; Etdtisme el "1ttogestion,
bailance
critico

del
socialismo yugoslavo, bajo la dirección de
Rdui Supek, 1973, 388
págs.
VII. Controle Ot111rier, conseils ouvriers, antogestion, por_ Emest
Mandel, Ed. Fran~ois Maspero. Preciosa antología eu tres
pequeños volúmeues, de textos y documentos diversos que
figuran
eu el ,origen de las ideas y movimleutos autog,:stio­
narios contemporáneos.
OBRAS DE LOUIS SALLERON:
- En venta en CLC, r11e Des Rtmaudes, 75 -Paris-17.
«AUTORITE

ET
COMMANDEMENT DANS
L'ENTREPRISE»
«DIFFUSER LA PROPRIETE»
«FONDEMENT DU

POUVOIR DANS
L'ENTREPRISE»
«L'ORGANISATION

DU POUVOIR DANS L'ENTREPRISE»
«POUVOIR ET PROPRIETE DANS L'ENTREPRISE»
«SIX
ETUDES SUR

LA PROPRIETE COLLECTIVE»
«LIBERALISME ET

SOCIALISME»
-l'uBLICADOS POR SPEIBO:
«PODER Y PROPIEDAD EN LA EMPRESA»
«PODER Y PROPIEDAD
EN LA GAUDIUM

ET SPES»
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