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Número 163-164

Serie XVII

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Sobre la muerte de Dios (Breve meditación en torno a la desilusión socio-política del hombre contemporáneo)

SOBRE LA MUERTE DE DIOS
(Breve meditación en tomo de la desilusión socio-política del hombre
contemporáneo)
POR
,J:os, MAl<íA NIN nn CARDONA
«Frente al problema dramático y profundo de todos los
hombres ante los misterios eternos, no se nos puede con­
testar con evasivas. Contesta. esas preguntas la voz de
Dios, o cantes~ la voz satánica del antidiós ... ».
José Antonio _PRIMO DE RlvmlA
I. La problemática ,d,, ser hombre
H•blar de Dios es siempre peligroso. La advertencia es de Orí­
genes, y de Daniélou el recuerdo de la frase. Pero ¿po,, qué? Se me
ocurren varias razones, todas ellas resumidas en una intuición de
Hoiderlin, glosada con profundidad por Heidegger. Porque el len­
guaje
es un bien peligroso, el más peligroso de todos los bienes.
Cuando el lenguaje
se ocupa de

Dios,
se corre
el riesgo de encubrir
con el velo de las
palabtas Ja castidad transparente de su imposible
irrealidad.
Hablar de Dios es siempre peligroso -subraya mi inolvidable
maestro (1)-, si las palabras con que se habla de Dios no están
arrancadas del diccionario manejado por . Dios . para h,blar. de sí
mismo. En rigor, como recuerda Da.niélou, esta vez citando a Barth:
"sólo Dios

habla de Dios". Un
poeta, y no precisamente religioso,
había escrito

que
hablar, hablar con profundidad poética, sólo Dios
habla.
Dicl:iosos los que

han hablado· de Dios, tratando de escudriñar
(1) · Muñoz Alonso, Adolfo: Dios, ateismo y fe, Ediciones Sígueme,
Salamanca, 1972, pág. 15.
4.19
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/OSE MAmA NIN DE CARDONA
lo que Dios ha dicho de sí mismo en las páginas sonoramente si­
lenciosas de los
libros inspirados por él. Nosotros hemos de descen­
der a

hablar de Dios,
tomando como

alfabeto el
lenguaje de
hambre
y de sed de los hombres de este tiempo, que rehúyen a voces el
manantütl de agua viva. Se:rá como

un
hablar de
Dios, a sabiendas
de que, al
hacettlo,
no
hablamos con Dios.
El dilema que acongoja la exisrencia del hombre de nuestro
tiempo -su rebelión ante Dios--tiene, como es bien sabido, muy
hondas raíces. Fue Nietzsche, el genio pensante enfermo, quien
emitió el grito
dramático que
todavía se
escucha con
absoluta
ni­
tidez: "Dios ha muerto; queremos· que viva el superhombre". Acaso
el superhombre nos traiga lo que buscamos de positivo y
creador
en Nietzsche -ha comentado un historiador de la filosofía (2)-,
la conclusión deseada. "Por
algún lado tiene que aparecer el hombre
salvador, el que prescribió a
la tierra su

fin ... , ese
vendedor de
Dios
y de
la nada". Pero no viene. Si se confrontan los pasajes en los que
Nietzsche h•bla de

ello,
nos quedamos al

fin con lo de siempre; se
proclama la tarea, se

expresa
la misma
exigencia; se
exalta, se pinta
con nuevas
palabras lo bueno y grande que ello sería. Pero de ahí
no

pasamos. Falta el contenido,
aquel contenido
que efectivamente
se encumbre
sobre el mero biologismo

y natnralismo; porque
ahí
está la dificultad

del problema, una
vez que Nierzsohe clesech6 la
moral

antigua y, por
otra parte, no quiso qnedarse en un ejemplar
brutal de la naturaleza humana, sino que anunció un hombre nuevo
que dejara atrás todo
el pasado, ...
Pero, curiosa y pe,:plejamenre, a

la
voz solitaria del filósofo en­
fermo se le han ido anexionaodo otras muchas voces. De aquí que,
efectivamente,
u,w de los hechos fundamentales qtlB ci>rtl&leriian
ntlBska época
es

que
en ella, por primer,, vez en la histori,i, se pre­
senta
la no creenoia en Dws como un fenómeno colsctivo. Aunqne
en este punto son imposibles las estadísticas, es indiscutible, dígase
lo

que se diga -ha escrito recientemente M.
Benzo (3)-,
que
son
(2) Hirschberger, Johannes: Historia de la filosofla, Editorial Herder,
Barcelona, 1960, tomo 11, pág. 302,
(3) Benzo, Miguel: Teologfa para univef'sitarios, Ediciones Cristiandad,
Madrid, sexta. edición, 1977, pág. 125.
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SOBRE LA MUERTE DE DIOS
muchos nuestros contemporáneos que están. ciertos

de que Dios
110
existe, e i110umerables los que 110 están. ciei:tl>s de que exista. l.o6
orieotad()tes religiosos saben bien con cuánta frecuencia, al buscar
el

origen
óltlmo de
los
problemas religiosos y ético-religiosos dé
quienes
acuden

a
ellos, se. descubre ·que está enferma, atacada por
la
duda en cualquiera

de sus
grados, la raíz misma de la religiosidad,
la
creencia en

Dios. De
otra parte, sin embargo, es igualmente cierto
que la
preocu,pación .religiosa

es también
intensa e_n
nuestro
tiempo.
Hoy, por obra y gracia del influjo y de la manipulación llevada
a
cabo por ciertas ideologías . políticas, especialmente por los secto­
res marxistas y socialistas, la religión ha adquirido un nuevo matiz.
Se 'ha cumplido así, como en tantas Otras cosas, la profecía que el
pensador Ortega anunciaba por los años veinte: "La religión consiste
en un
repertorio de actos específicos que el ser humano dirige a. la
realidad
superior: fe, amor,
plegaria, culto.
Pero esa
realidad divina
tiene otra vertiente, en la cual se pretenden Otros actos - mentales
perfectamente ajenos a .la religiosidad. En este sentido cabe decir
que hay un Dios laico, y este Dios, o flanco de Dios, es Jo que ahora
está a la
vista" (

4).
El
hombre, pues, para sentirse fiel a la condición de tal, ha v~
nido

luchando,
en no pocos ,lugares de Occidente, por eliminar, con
todos ios medios a
su "1cance, a

Dios de la ciudad
terrena. Y
es
que, como diáfanamente ha
manifestado un pensador cristiano,

la
duda de Dios, si no es estímulo para
una búsqueda

más
profundi­
zada sino fin en sí misma, es también una negación del principio
de
la verdad del set, sustituyéndolo por el puro hacer; y del principio
de
la moral al que sustituye por una felicidad terrena o fí.sica, hasta
llegar
al ateísmo
y más allá. Consecuentemente, de tal modo es dis­
rutido

Dios, incluso
por algunos

cristianos, que el ateísmo resulta
una de
las formas más vanales del conformismo; por eso, hay una
"teología de la
muerte de

Dios" y
exiSteO los

llamados cristianos
ateos. Realmente,

se reducen hoy a dos
las principales

formas de
poner en duda la existencia de Dios hasra llegar a negarla.
( 4) Ortega y Gasset, José: El Espectador, Biblioteca Nueva, Madrid,
1950, ¡nlg. 674.
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/OSE MARIA NIN DE CARDONA
La primera puede enunciarse así: el hombre, con sus poderes
intelectivos y racionales -como se dice comúnmente-, no puede
probar que Dios existe, es
decir, que existe el Ser, primet principio
y fin de todo el universo y trascendente del mismo universo, pro­
videncia; tanto es así que si~e se 'ha venido discutiendo y no
tenemos aún prueba alguna incontrovertible. Por tanto -se conclu­
ye-, que por Jo meoos la duda existe. Queda sólo la pura fe, y
quien la tenga, que la tenga; creer es un hecho personal y privado.
Con este discurso se exilia a Dios de la ciudad terrena, se le coo­
dena
al olvido, se le relega a un fideísmo estrictamente privado, in­
diferente
" este
o a aquel Dios, sea
un fetiche
o el Dios cristiano.
La segunda .forma, hoy más difundida, se presenta con matices
diversos
y nos limitaremos a presenciar sólo los principales. Uno
es:
si Dios existe, el hombre no es libre; Dios viene siendo conce­
bido

como el patrón del
hombre, el tirano que
Jo domina
y oprime
casi caprichosamente, como el maestro que puede enseñarle todo;
corno si

el hombre
fuese siempre

un menor de edad, aparece como
el ser que somete
al hombre y, por consiguiente, no lo deja libre.
Otro matiz

es éste: si existe Dios
y es concebido como fin ú:l­
titno, bien absoluto y beatitud eterna, el hombre, atraído por ese
fin
supremo, se abstrae de
las cosas de la ciudad terrena, se ocupa
de ellas
sin ernpefío, pues

se
preocupa mucho
más de
la vida eterna;
y de esta atracción suya a la o_tra vida, con la consiguiente absten­
ción de empeño por
ésta, resulta

que
se aprovechan
quienes la
dis­
frutan; de ahí la frase ,corriente: 1" religión es el opio del pueblo.
Para evitado, es preciso Hberar al hombre de Dios, de la perspectiva
de la eternidad, de
la esperanza de la vida eterna, y, para efectuarlo,
basta

considerar
-dicen los

sostenedores de esta
tesis--que
en el
fondo Dios no es sino un producto de
la imaginación humana: no
ha sido Dios quien
ha creado al hombre, sino que el hombre, con
su imaginación, ha creado a Dios
( tesis
de Feuerbach, repetida
por
Marx) (5).
Cuanto antecede explica, coo no poca solidez doctrinal, que,
(5) Sciacca, Michele Federico, y varios autores más: La sociedad a la
deriva, Editorial Speiro, Madrid, 1977, pág. 207.
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SOBRE LA MUERTE DE DIOS
efectivamente, el "tipo" de ateísmo moderno difiera del antiguo.
Cuando los hombres desconocen o niegan a Dios,
y -para sustituir-.
lo- necesitan est~blecer un

"absoluto" que dé sentido
y estabilidad
a
sus vidas,

ya
no "divinizan" la naturaleza, el mundo; han perdido
la confianza
en ella; no la ven como algo que les parezca indiscu­
tible.
En consecuencia,
de los tres elementos -Dios, hombre y
mundo- no les queda más que el hombre, el propio yo. Y a Jo
que atribuirán un valor absoluto, io que divinizarán, serán precisa­
mente las realidades humanas; éstos -serán sus ídolos: la ciencia, el
buen funcionamiento de la sociedad humana, el equilibrio psico­
lógico propio, la
libertad del hombre

...
Así aparecerán los "ateís­
mos"

cientifistas,
el ateísmo marxista, el de Freud y los psicoana­
listas o el ateísmo exi-stencialista. El colmo de los colmos, en esta
línea, será la aparición de individuos empeñados. en conservar la
fuerza absoluta de la religión, pero ¡de una religión sin. Dios!;
una
religión puramente humanitaria, "de ·rejas abajo"; y eso, a la vez
que

pretenden seguir llamándose cristianos, pero con un
"cristianis­
mo ateo" (6).
II. Crisis ·de espiritualidad
Es harto evidente, y no -es menester allegar mayor argumenta­
ción,
que

hoy,
también, Jesús, que camina a nuestro lado, nos hace
la misma pregunta de antaño: "¿quién diceu los hombres que es el
Hijo del hombre?". Y, si somos sinceros, hemos de
.contestarle que
hay respuestas para todos los gustos, pues unos dicen que fue un
revolucionario; otros, un líder, un visionario· o un reformador social;
algunos aseguran que es un mito, una leyenda, y no faltao quienes
utilizan su nombre para llenar

las salas de espectáculos o hacer
fa­
bulosos negocios a su costa ... (7).
Pero, en
rigor, la verdad es que Dios no suele resultar "cómodo".
( 6) Pero-Sanz, José Miguel: Ateísmo, hoy, Editorial Magisterio Español,
Madrid, 1975, pág. 57.
(7) Perruca, Joaquín Esteban: Jesucristo, a l_a luz del Evangelio, Edito­
,;.¡ Magisterio Español, Madrid, 1976, pág. 5.
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Ciertamente, una excesiva placidez nunca es pasible pata quien
sinceramente trata

de vivir cara a Dios. No será
un hombre angus­
tiado, presa del escrúpulo ni

de la
intranquilklad; pero tampoco
puede ser un "tranquilo", entumecido por el confortable letargo
de una
quietud apacible,

tibiamente acogedora.
En el ámbiro reli­
gioso, "descanse en paz" es algo que sólo se desea para los muertos,
para quienes

han llegado a la meta. Precisamente
ahí radica una de
las dificultades para aceptar a Dios; ese obstáculo consiste en la
tendencia de
todos los hombres

a la
"instalación" (8).
¿Está

realmente
Dios ausente
de la
sociedad contemporánea? A
la
hora de señalar una nora esenciable del cosmos intramundano en
el que el hombre actual es, vive y muere -en el que el hombre
contemporáneo es, se muere
y vive--, cabría elegir, como la más
ampliamente significativa y la más representativamente rigurosa, la
de
la ausencia
de Dios ,en el mundo. No es que el mundo se haya
quedado sin Dios; es que se
ha llegado a asegurar la humanización
del mundo en los
quicios armados por

el olvido de Dios, o por
la
pérdida del recuerdo de Dios. Tratar de mostrar, demostrar, eviden­
ciar o señalar la existencia de Dios es una cuestión que carece hasta
de sentido en el mundo del olvido de Dios. Se ha profanado la frase
de
Cristo de

que "su reino no era de
este mundo",
tomándola en
una literalidad
escalofriante y

deicida. Si el reino de Dios no es
de este mundo,
tampoco lo es Dios. Y lo que no es de este mundo,
no
,es. La mundanización de la realidad ha decretado el exilio de las
fantasmagorías imaginativas a -tcxlo lo que no sea realidad intta­
mundana. No es el hombre el que ha matado a Dios, sino que Dios
mismo es

el que ha
tenido la
originalidad de presentarse como lo
que en verdad
es, el cadáver visible y risible de un fantasma invisible
y trágico.
¿Qué ha pasado o qué nos ha pasado, hasta llegar a una situa­
ción tan radicalmente distinta y contradicroria, respecto del mundo
y de la humanidad, de tiempos que parecen definitivamente idos?
Porque el proceso no

se
ha CQOSumado todavía, y existen indicios de
que hasta el nombre de Dios será borrado del diccionario de la
(8) Pero-Sanz, José Miguel: ob. cit., pág. · 144.
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SOBRE LA MUERTE DE DIOS
vida, como el _ de una especie animal, desaparecida por la fuerza de
la evolución, y cuyos rastros vivieran en -los lll1:(!VOS vivientes,: ali~
mentados a,n la sombra de la especie que yace desmayada en el
olvido
de
la prowhistoria o de -la subhistoria. El nombre de Dios
sólo cuenta
pata mostrat su inexistencia y tomarlo como antítesis
en

el proceso
dialéctico de

la historia de la
humanidad,
A noSOttos se

nos
ocurre que _la situación actual y la imagen del
mundo son radicalmente distintas,
precisamente porque la

situación
actual no es radical,

y la imagen
del mundo -ha suplantado al mundo,
disolviendo su
realidad en mera imagen. A nosotros se

nos ocurre
que la situación actual no es legalmente
.-con legalidad mental
humana- una
situación, sino una deficiencia situacional, y que la
imagen del mundo
es una

sombra evanescente de
-una

situación en
la que el hombre está desencajado. Desencajado, en el doble sentido
que este vocablo admite en es¡,a.fiol: sin ajustar al medio propio, y
desfigurado y como desorbitado en su porte y en su faz, -irrecono­
cible (9).
A la altura en que nos ,encontramos, nadie, ciertamente, se -sen~
tirá sorprendido. de que, entre otras muchas cosas, consideremos que
son los ideólogos, los políticos
y los tecnócratas quienes mayores
intereses rponen

en juego
pata que el hombre resulte "alienado" por
las est:ructuras de la "organización". La "administración" del ser
humano asesina, en la flor de la lozanía, cua!lquier -esperanm:
"Desdicbadamenre
no

se trata en
la actualidad de hipótesis y previ­
siones,

sino que ya existe
esta triste realidad: allí
donde el demonio
de la
organimción invade y tiraniza al espíritu humano,

se
mani­
fiestan rápidamente los síntomas de la falsa y anormal orientación
del desarrollo social. En no
pocos países el Estado moderno va con­
virtiéndose
en

una gigantesca máquina administrativa: toda
la
escala de lbs sectores político, económico, social, intelectual, !hasta
el nacimiento y :la muerte; quiere convertirlos ·en materia de su ad~
ministración. Nada de .maravillar, por tanto, si en este ambiente im_.
personal, que tiende a penetrar y envolver toda la vida, el sentido
del bien común
se entumece
en las conciencias
de· 1os_ individuos
(9) Muñoz Alonso, Adolfo: Dios, ateismo y fe, pág. 30.
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y el Estado pierde cada vez más el primordial carácter de una co­
munidad moral delos ciudadanos" (10).
Por eso mismo, cosa que puede afirmarse dogmáticamente, la
cri,i, del pensmrdento actual e, crid, del mfrte-rio del hombre. Grisú
de fe, de sabiduria'ht1m,ma. Y por ser crisis del misterio del hombre,
es crisis del
hombre en· su raíz y en su savia. El pensamiento acrual
es fecundo en problemas. Me atrevería a
decir que
es
· el
siglo de
la exaltación del problema del hombre. Y la resolución de la inc6g­
nita, cuando ,el tema es no problema, sino misterio, lejos de aclararlo,
lo sume en negruras. Si hay algo profundamettte claro en el hombre
es el hombre
mismo como

misterio;
y como tenebroso, el hombre
problema. No hay más luz esclarecedora en el hombre que
la luz del hom­
bre
cons,igo misrilo -no

sólo de su pensamiento--, en cuyo más
hondo
y secreto rincón encuentra algo que no es él, pero sin lo cual
no sabe
ni ser, ni ·habría empezado a tejer los hilos de la vida, ni
las horas del ensueño, ni la gracia de su discurrir, si no es para irse
destruyendo a sí mismo (11).
Consecuentemente, con la presencia de Cristo en la tierra, las
cosas, cada cosa, es otra cosa de lo que sin Cristo puede parecer.
Es como si cada cosa temblara de nuevo en
su raíz para encontrar
con savia reciente su nombre más antiguo. El nombre con que salió
cada una de las manos de Dios en los días virginales --- y espíritu-, primeros del mundo ...
ID. Victoria de la fe
Sólo manteniendo una fe
en!hiesta es ·posible, ha dicho Marce!
Clément (12),

llegar a
la victoria. Si el combate fuese simplemente
natural, á cada hombre habría que oponer otro hombre, a cada téc-
(10) Pío XII: Mensaje radiofónico de Navidad de 1952.
(11)· Muñ.oz .Alonso, Adolfo: Andamios para las ideas, Colección Aula
de Ideas, Murcia, 1952, pág. 134.
{12) Clémen.t, Marcel: El comunismo frente a Dios, Editorial Speiro,
Madrid, 1974, pág. 160.
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-SOBRJJ LA MUERTE DE DIOS
nica otia técnica, y a cada -métodó· ·Otro :método,· Pero la perspectiva
cambia si no somos los soldados de Dios ,eti · este- combate. En ese
caso,

la
primera cosa que deberemos hacer será revestirnos con

las
armas de la
luz, arrodillarnos ante el

Señor
y recurtir a sus sacra­
mentos.

No podemos
oponer al avance del comunismo un ejército
de hombres abandonados

a sus pasíones
o a su orgullo. Semejante
ejército

más bien le
refottru:ía.
Todo,

en estos momentos, es objeto de
"politización". Y, con­
secuem:~nte, nada_ tiene de extraño que la relación eD.tre el hom­
bre y Dios se haya, igualmente, politizado. El proceso de infi!rradón
de _la teología

católica por el
marxismo no
fue tan fácil como en la
protestante, pues la curia rom~a mantenía, nos ha dicho Miguel
Poradowski (13), una actitud de permanente vigilancia y, en el caso
de detectar algún síntoma de la· influencia
marxista, intervenía · in­
mediatamente, tomaru:lo medidas muy

severas. Basta
recordar la clau­
s]!ta -por

orden de la Santa
Sede-del

periódico
francés S,q,t_ y de
su sucesor
Tem-ps_Présent El momento favorable para la i,,jüPra&ión
marxista en la teología católica llegó durante el Conciüo Vaticano II
cuando esta teologla em-pezó a toierdlr en su seno la así llamada
"nueva Teologúl' ,_ que conc(!11Ha· su . atención en el hombt-e y !'º
en Dios. Además, el proceso de, la il)filrración del marxismo en la
teología católica res~lta, al mismo t~empo, facilitado por la influen­
cia en el ambiente católico del neoprotestantismo y del neomoder­
nismo,
reforzados también por el progresismo. Una ayuda muy

efec­
tiva, en favor . d~ marxismo, vino de parte del ecumenismp, pues
és;e facilitó los_ contactos entre fa teología cat61.ica y la teología ya
marxistµada.
Es dolorosamente trágico, por ende,. el hecho de. que el. terna de
la

plena liberación del
,hombre, uno

de los
1;e1nas teológicos más
interesantes
y más bellos, haya ~ido enfocado desde .el principio de
tal manera .que se haya originado su despla.?arniento del plano teo,
lógico

al plano político, con lo .cual
se ha facili_tado su. utilización
(13) Poradowski, Miguel: «La. "Téólog!a 'de la liberación"», Revista
Verbo, Madrid, 1974; núm. 128-129, pág. 917. ,
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/OSE MARIA NIN DE CARIJONA
por ,las. fuerzas no cristianas e incluso anticristianas, para sus fines
de lucha contra el cristianismo.
¿Por qué Dios está ausente de la sociedad de nuestro tiempo?
La respuesta es sumamente sencilla: . el mundo. actual se ha desaxro­
llado
sin

Dios; a lo
~nos las

líneas que han conducido
su progreso
no
arrancan de

una
consideración en la que Dios estuviera presente
con

voz. Si a Dios se le admite
a condición de que organice con su
omnipotencia
el _progreso científico y técnico, resulta obvio que sin
ella
el mundo ha progresado y se ha afianzado en sí mismo. Dios
ha frac,,sado en
el hombre, y esta sensa&ron de fracaso· de Dios en el
hombre
es la que el mundo actual fMetende trfifl!jormar en opti­
mismo,
fo,rzanda "1 hombre a que se cotWierta "1 mtmdo con fide­
lidad, socializaci6n y trabajo. El éxito de ·esta operación salta a la
vista, . si se reconoce que en nu~stro mundo Dios no está presen~
te (14).
Como se apreciará fácilmente, en
todo el
proceso discursivo del
mundo
actual el h~mbre aparece signado por el espíritu del mundo
con el
sello de la irreflexión. El hombre del muodo aetual es funda­
mentalmente un ser carente de refllexión. O, lo que es lo mismo, un
hombre sin fundamento, ya que el fundamento del hombre se des­
cubre en los
acros reflejos.

Si la
palabra no
tuviera una
carga ex­
cesiva, diríamos que el hombre del mundo es esencialmente un
deroente. No porque no ejercite la mente en los actos con que per­
sigue
y prosigue la transformación del mundo, sino porque no re­
flexiona
su mente

aplicándola a la consideración del
fundamento del
ser.
Cabe, por

lo
tanto, decir con verdad que

la
pérdida de
Dios en
el mundo aotual se debe a la
ausencia de

reflexióo del
hombre.
Conseru.entemente, en es~ momentos --de conformidad con
la tesis defendida por el profesor Adolfo Muñoz Alonso (15)-, el
ateísmo no
es una desazón intelectual

o vital, provocada
por unos
razonamientos lógicos que autoricen una

conclusión negativa sobre
la existencia de Dios, sino que se
puede nacer y vivir bajo la pre­
si6n
atea de algunas de las situaciones sociales y políticas. Ahora
428
(14)' Muñoz Alonso, Adolfo: Dios, ateísmo y fe, pág. 37.
(15) Muñoz Alonso, Adolfo: Dios, ateJsmo y fe; pág. 121.
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SOBRE LA MUERTE DE DIOS
bien, este hecho, examinado en su· raíz, nos descubre que el. atélsmo
actual, al menos en .su situación" ~te~ .no·. es la negación de un ser
designado con el vocablo Dios, sino que el ser designado con ese
nombre

queda fuera del ámbito de cualquier consideración intelec­
tual, moral, política o social. Dios viene a ser considerado como un
fantasma lejano que proyecta
tcidavÍa una
sombra que hay que ir
oscureciendo y borrando 91<1a día ...
A las
ideologías de

elata
inrencionalidad, marxista y socialista les
molesta, naturalmente, la idea de la existencia y presencia de Dios.
Por eso tratan de ir uri poco más lejos de lo que fue el pobre filó­
sofo enfermo con su desaforado grito -"i Dios ha muerto! "-.
Marxistas
y socialistas.aspiran a algo más: "¡Dios no ha existido
nunca! ". Observando
las cosas desde esta otra cara del prisma, es
hatto
evidente que puede afirmarse, incluso

con estremecedor acento
dogmático, que no son los .reres hu.numos los que hatn progresado
hasta ahora, Jino· que e,. el pode,< poUtico el que ,e ha alzado con
los éxito,, disponiendo Ju utilización en fund6n polf#ca. No siem­
pre pata fines
políticos, pero

siempre en
función política..
No ha
sido la reconquista y la vigorizasión de la. libertad personal,
interior
y

profunda,
lo que se ha conseguido con el progreso cientifico­
técnico,
sino

que el progreso
se. ha utilizado para ahogar esa libertad
o

pata un
dirigismo despersonalizador.
De esta forma,
los hombres
se

van percatando de hasta dónde.
,pueden ser c;onducidos, pero .tam­
bién van adquiriendo conciencia _de sus límites. Advierten que si
no tienen en cuenta sus límites -no ya sus limitaciones-pueden
difuminarse. La humanización del cosmos es Jo que Je hace cómodo,
cuando son hombres los que le habitan.
las fuerzas

planetarias,
des­
compuestas de su ritmo, si OQ se acompasan en otro más perfecto,
revelan sus energías bélicas y no sus posibles usos pacíficos y paci­
ficadores. Los
éxitos científico-técnicos se. pueden resolver en pro­
greso si con ellos el hombre reafirma su. coi!dición h11mana, y se
vale de ellos y de su amenaza como de una voz oral catártica.
El hombre, por la gracia de Dio,, es el gran intérprete del
mundo;
y de acuerdo con la exége,is que el hombre haga, el mundo
--y con el mundo el hambre misml)-- ,e eleva o degrada.
429
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