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Número 165-166

Serie XVII

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En la festividad de San Fernando Rey 1978

EN LA FESTIVIDAD DE SAN FERNANDO RE:Y
Una vez más = hemos reunido los amigos de la Ciudad Cató­
lica en torno a nuestro Patrón San Fernando, para testimoniar con
la participación en el Santo Sacrificio de la Misa y en la cena en
común, la adhesión a los ideales de la Civilización Cristiana
y la
voluntad de defenderlos y propagarlos.
Fieles a la cita anual, hemos concurrido seglares y eclesiásticos,
jóvenes y adultos, españoles de todas las provincias y amigos de
Europa
e Hispanoamérica. Muchos, los mismos de

siempre: los que
perseveran en tiempos difíciles, sumados a numerosas caras nuevas
que al contacto de las ideas y el calor de los hombres, hacen suyas
con entusiasmo,
las ideas que

desde
las páginas de Verbo se difun­
den
desde hace ya
muchos años.
El

carácter entrañablemente
amigable de

los
actos, la

alegría del
reencuentro, la espontaneidad alejada
de formulismos, han revelado
de nuevo
la solidez de los vínculos de quienes asisten a los actos.
En esta ocasión fue el padre Pablo, quien a los pies de la ima­
gen
de Nuestra Señora de Montserrat recordó a los presentes la vida
del Rey Santo y su ejemplaridad, así como
las graves

obligaciones
que pesan sobre quienes conocen mejor el patrimonio doctrinal
y
cultural de la Iglesia. Recordó la figura egregia del Rey castellano,
de quien se podría
decir con
toda propiedad lo que se dijo del Cid:
«se ensancha

España al paso de su caballo».
Jaén, Córdoba y Sevilla dan testimonia de su genio militar,
Burgos de su filial devoción, la Universidad de Salamanca de su
amor a las ciencias. Pero la mayor virtud de San Femando fue la
de haber vencido la soberbia y la vanidad a pesar de ser victorioso e
invencible.
Continuó el padre Pablo refiriéndose a la situación
ac­
tual de
España,

de su
,crisis y de la apaxente falta de unas ideas claras
entre los

que llevan
el timón. Prueba de la gran confusión idroló­
gica presente, son los

significados equívocos que
se dan a las pala·
bras; libertad, por

ejemplo.
Finalmenre, señaló la responsabilidad de
los intelectuales católicos: exponer la Doctrina sin pretender elevar
todas

sus opiniones a dogma, investigar
y buscar la verdad, vivirla,
defenderla y transmitirla.
La

celebración de la Misa,
las preces, los cantos y el recogimiento
de todos fueron
el clima en el cual se impetró a Dios, por media­
ción de
San Fernando, la fortaleza para continuar la ratea.
Reunidos más tarde en

un céntrico
restaurante de
Madrid, los
actos continuaron con una cena en común. La conversación usual
en estas ocasiones -bien lo saben quienes han asistido a ellas.­
versaba, generalmente, sobre prQfectOS de acción, intercambio de
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experiencias, de criterios ; comentarios sobre la situación de España
y del mundo, etc. De la mano, entusiasmo juvenil y la experiencia
de los mayores, focmarcm el marco de cordialidad que co las

intervenciones de los oradores al final de
la cena. En esta oca­
sión los jóvenes predominaron y disertaron con, entusiasmo, ellos
fueron Javier Urcelay, Paloma SánclJ.ez y Robert de Tieulenaer. Por
los adultos, D.

Enrique Zuleta
Alvarez disertó
con
brillantez y pre­
cisión.
Javier Urcelay expuso cómo han llegado a España todas las se­
cuelas del Estado laico y cómo
Cristiandad frente a los embates de la marea revolucionaria, se in­
corpora al mundo llama.do moderno, justamente en el momento en
que éste, ya agónico, inicia
casi su descompasición». Explicó cómo
la Civilización Cristiana toca a su fin, víctima de los problemas
nuevos a

los
que no

supo
dar solución, y, «sobre todo, de las fisu­
ras introducidas en
el edificio por el ·enfriamiento del espíritu in­
terno que le daba vida». .Asistimos a un momento crucial en la his­
toria universal, en el que al periclitar una civilización se asiste al
difícil alumbramiento de la que habrá de socederle. Esta nueva ci­
vilización será o bieu
la Ciudad de Dios, o bieu la ciudad de Sa­
tanás. Continuó el orador, escuchado con gran interés, exponiendo
los hechoo por los cuales aparece lógico que la nueva civilización
sea una «Civilización Ecuméni-ca>>, una nueva «Universitas cristiana»,
que llegará de la mano de una nueva primavera de la Iglesia. En
tanto
se llega a ella, vivimos tiempos difíciles, de interregno, de
cuaresma. Pero implorando la ayuda de Maria, de la misma forma
en que lo hacia San Fernando, «marcharemos, haciendo que la im­
posibilidad se convierta en suceso histórico». La intervención fue
muy aplaudida por los asistentes, de la misma forma que se haría
con las restantes.
Robert de Tieulenaer, joven belga hablando en correcto castellano,
trajo el
mensaje de los jóvenes del combativo grupo hermano «Sa­
voir et Agir». Expuso brevemente su actuación en ámbitos· universi­
tarios
y de la inseñanza y destacó los beneficios e interés de conti­
nuar los contactos e intercambio
de experiencias entre nuestros
grupos
católicos de aquí y de allá.
Las jóvenes estuvieron representadas por Paloma Sánchez, que
nos habló del triunfo de las minorías. Si hace cuarenta años -ex­
plicó----el comunismo fue expulsado de nuestra Patria, fue po realizó

un ataque frontal contra el catolicismo. Hoy en dla, ha
vuelto a la ofensiva, pero con otra estrategia: penetrar en nuestro
país por medio de una minoría de intelectuales que apropiándose
de los puestos

clave difundan una visión atea del mundo
y de la
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vida. Pero el cáncer que envenena nuestra sociedad, más que la in­
hibición de
los que

no
son marxistas,

es la
pasividad de los católicos.
Ha

llegado el tiempo de actuar, afirmó;
pero no

con una acción
solitario, sino unificada,
es la

minoría la
que dirige

a
la masa,
España

necesita una minoría conquistadora. Minorías que
actúen en
todos
los campos y

que puedan
desarrollar un

gran influjo; sólo
hace falta una cosa:
el convencimiento y la acción.
Finalizó el turno de intervenciones don
Enrique Zuleta Alvarez,
argentino

y católico, por tanto hispanista. Afirmó que «por América
llegamos a
España, y sólo desde

España podemos
proyectarnos a
una

comprensión
abarcadora de

la peculiaridad que
nos caracteriza.
Estamos

entonces ante ese ente
histódco que
Maeztu
definió como
la hispanidad y que debe ser declarado como premisa fundamental
toda vez que un
americaoo se refiera a la realidad fundadora de su
existencia.>>. Debemos reflexionar sobre la índole de la crisis actual
desde una perspectiva que afirme la vigencia indubitable de la his­
panidad. Dijo que
«nuestros pueblos

habrán de contar con la verdad
de una doctrina
y la bondad de una voluntad firme en el obrar
ejemplar; todo ello bajo
el imperio dulce de la caridad que proyecta
su

sentido trascendente sobre
las penurias de

una historia que sin
la
fe quedaría reducida al sin sentido pagano». ·
Enfatizó
la
necesidad de reactualizar la tradición hispánica y
católica para los pueblos hispanoamericanos, oonduyendo su inter­
vención con una
vibrante alusión
al reencuentro con lo mejor del
alma de la juventud
española, expresado

inmejorablemente por Rubén
Darío en los versos que resonattdo en nuestros oídos pusieron fin
a esta reunión: «Mientras
el
mundo aliente,
mientras la
esfera gire,
mientras la onda cordial aliente
un ensueño,
mientras

haya una
viva pasión,
un noble
empeño,
un

buscado imposible, una imposible hazaña,
una América
oculta que hallar; ¡vivirá España!»
E.M. D.
DISCURSO DE JAVIER URCELAY
Un afio má.r nos reunimos para ronmemorar la fe.rtividad de San Femando,
nuestro
Santo patrón y protector. Un año má.r que tiene, no ob1tante, algo
que
lo

singulariza
y da especiaJ relieve, y es el hecho de que éste puede ser
el último año
que nos re11namos bajo

la
techumbre· de un Estado que, al

me­
nos
nominalmente, ·sigue siendo, y lo Jeguirá siendo todavía hasta la apro­
bación de la Constitut:ión1 .onferionalmente católico.
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