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El hombre y el pecado original. La resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro

EL HOMBRE Y EL PECADO ORIGINAL.
LA
RESURRECCION DE LOS MUERTOS Y LA VIDA DEL
MUNDO FUTURO
Lo que somos los hombres y el hecho misterioso del pecado
original
«Recordemos dos dates de hecho: primero, nosotros, los hombres, 11somos1seres complejos, po,tivttien'tes, polifacéticos; y es un principio
n de la sabiduría natural y cristiana el intento continuo de estructurar
"en un

orden lógico
y moral este nuevo .ser complicado y capaz de
"suyo
de
formas diversas de acci6n y de wmportamiento. La sabi­
,, duría natural, incluso pagana,
ya había advertido- esta necesidad
"de animi concordia ( concordia de ánimo'), en la expresión de Sé­
"neca (cfr. De vita beata, 8, 6); igualmente Epicteto, el humilde y
"gran filósofo,
que enreñó la armonía entre la lib " ( cfr. sus <<.diatribas>> o disertaciones, que tanto gustaron a Leopardi,
"que
hizo una elegante traducción de ellas: Opere 1, págs. 539-566);
"Después,
el segundo hecho capital, misterioso y !realísímo ( cfr. Pas­
" cal): el pecado original, que ha dejado un desorden congénito' en
"el hO'mbre' (cfr. Denz.-Sch., 1512) que lleva consigo una especie 11 de tendencia centrífuga de sus facultades, lt:M cuales, sin una acción
"ri:gurosa
y refleja de coordinacióni y sin una ayuda divina, no puede
"ya construir de nuevo
el perfil ideal, es decir, la santidad, la per­
"fección, a la que está llamado precisamente el hombre.»
PAULO VI: Catequesis en la audiencia general
del miércoles 3 de marzo de 1976, L'Osservatore
Romano. Edición semanal en lengua española. Año
VIII, núm. 10 (375), domingo 7 de marzo de
1976.
La libertad caprichosa, inestable y falible concedida a este "ser
minúsculo
y terrible que se llama hombre".
«La primera considerac/ór, confortan/e la debemos pedir a la
"existencia y bondad de Diot1 que no libra a kt existencia ·humana
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Fundaci\363n Speiro

"de los hechos siniestros que pueden derivarse de la libertad capri­
"
cho,a, inestable, falible, 1crmcedidtJ por la economía del alto go­
,, bierno del mundo- a ese ser, ·minúsculo y terrible ai la vez, que se
"llama hombre, el cual, por incapacidad o por 'mdicia ( con la com­
"plicidad de otro ser misterir,so
y maléfico, ¡el diablo,!), puede tur­
,, bar el desenvolvimiento tdeail y ordenado de la acción del mismo
n hombre. Pero este deso'f'den no inmabiliza la mano de Dios, que
"puede intervenir y sacar bienes nuevos del mal causado por la per­
"versidad de su critJlttra.»
PAULO VI: Catequesis en la audiencia general
~el miércoles 17 de mayo de 1978, L'Osservatore
Romano. Edición semanal en lengua española. Afio
X, núm. 21 (490), domingo 21 de mayo de 1978.
Dos cuadros de la realidad del hombre: su condición existen­
cial, heredada del pecado original, y el de la intervenCión
divi·na en nuestra salvación.
< "hombre, una condición realmente desdichada, cual es la de una
"criatura frustrada, es decir, que· vive en una natttrd/eza caída ·y vi­
,, ciada, y actúa con un funcionam'Zento anorrtMI, condición heredada
"desde el nacimiento mismo y agravada ;ordinariamente por faltas
"personales e imputables;

o
sea, la condición del pecado original
"empeorada
por las culpas volunttJfias, incapaz por sí mism;, de
ndevolver al propio ser un estado de inocencia e incapaz, por tanto,
"de relaci,ones positivas y lfelice'S con DiO's, a las que estaremqs des­
,,tinados
como a nuestra auténtica vida y a nuestra perfecta felicidad.
"La
diagnosis teológica, de acuerdo con la fe, convalidada por la
"diagnosis ético-espiritudl e, inclt1s0" podemo'S decir, hf.rtórico-bioló­
" gica, resultado
de la experiencia, nos lleva a ·esta desoladora corr­
,..clusión sobre M vida humana considerada
sólo en tí misma: la 11concl11sión de una necesidad de sdivación. 'Es a esta dolorosa con­
"ciencia adonde nos debe conducir el hum,mismo profano y pagano,
"es decir, a lolJ umbrales de la demencia y del pesimismo. El hombre
"no puede sa/,varrse po,-sí mismo·.
»El segundo cuadro, el estupendo y original de nuestra religión,
"nos :presenta el mist.erio de la intervenci6n diuina en orden a nttes­
"tra salvación. Sí, _DiO's ha venido- en ayuda de la humanidad, hun­
" dida en la ruina tr'1S la rotura del prime, eslabón que la enganchaba
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Fundaci\363n Speiro

"a larVida misma de Dios, y enferma, además, por las culpas propias
"de
los hombres pecadores.
Una prodigiosa revelación, que de

suyo
"no merecemos

nosotros,
criat111'as a,,rastradas en la des gracia de

Adán
"y oprimidas por nuestras propias faltas, nos anuncia esttJ sorpresa:
,;«Donde abundó
el

pecado,,
sobreabundó la gracid» (Roro. 5, 20};
"y esto: «por J eJ'ttcristo nuestro Señor>> (ib., 21),
Nuestra herida, inferida por el pecado original, nos pone en
la
necesidad de
una salvación
trascendente frente
al opti­
mismo falso
y orgulloso de la eoncepción de Rousseau,
«¿Cómo se encuentra la mentd#dad m>oderna anle esta exigencia
"de salvación,
de vida auténtica y al final victoriosa, como, la de
"Cristo sobre la muerte? ¿La recrmoce a la impugna? Aquí se plan/ea
"una
de las reflexiones capitales de l" psicologla

moderna: ¿tiene
"el bo,mbre ne »Si la humanidad reconoce esta exigencia, se encuentra a las
"puertas de la salvación. Podemos decir, simplificando por ahara 11 cualquier otra cuestión existencia/i, que no- se N!quiere nada má.r.
"De est~ conciencia nace el descubrimiento de nuestra verdad, de
"nuestra dramática stluaclón: samos seres condenados a fracasar en
"la fatal experiencia de nuestra vid" en el tiempo, ,i no Je mn ron­
"cede ese suplemento de vida misma que llamam.os salvación, y que
",ólo no, puede vemr de una intervención planificada, de una «eco­
"nomÍ> prr,digiosa pr,r parte divina. Vemos, ,in embargo, que una
"gran parte
de lo, hombres de hoy

no
qttieren admitir e,ta funda­
"menlál, realidad.
La gran de'JVentura hereditaria, que ha herido, a
"nuestra naturaleza -misma, a todo el género humano, el pecado ori­
,, ginal que no, ha colocado en una p,nición de desgracia re,pecto al
"Dio,
de la bondad y nos ha merecido el caNficativo de «hijos de
"la ir> (filii irae), mere "Agustín,
Enarr. in Ps. 37, 5; PL 36,' 398), no tiene hoy fácil acceso
"a la mentdiidad profana, aun cuando todav!a tenemos que decir,
"con
Pascal, que toda la condición del hombre depende de este
"p,mto
imperceptible (Pensées, 445 ). Hoy, el pemamientr, humano
"Je alterna en k, balanza de un peJimi,mo de,esperado y delincuente
"o

de
un optim/Jmo falso y urgulloso (cfr. Rottsuau), decidido, en
"todo caso, a rechazar la nue1sidad incolmable y ang111tiosa de una
"salvación transcendente.»
794
PAULO
VI:
Catequesis en la audiencia general
del miércoles 7
de abril de 1976, L'Osseroatore
Romano. Edición semanal en lengua española. Afio
VIII, núm. 15 (380), domingo 11 de abril de
1976.
Fundaci\363n Speiro

El hombre es un ser incompleto y que incluso cuando está
sati&fooho no

está
saciado.
< ,, chtso cuando está satisf'echo no está saciado,-es 1111 ser hecho de tal
"mlJdo que siempre ,e halla alorment,ulo por el hambre y la sed,
npor los deseos que estarían reclamando mayores satisfacciones.
»El hombre es como fosé, el hijo predilecto de facob, a quien
"él

de
fine en la Biblia hijo que crece', retoño que se

abre ( cfr.
Gén.
"49, 22}.
»E; aspecto· positivo de esta tendencia a derear, crecer y tener,
"consiste en que esté de acuerdo con la justicia, er decir, con el
"designio, concepción modélica, buena, del hombre, tal como Dios
"Creador lo ha inferido implicit"1'!U!nte en la concepción modélica,
'' buena, del hombre mismo; de1c11brir este designio en vías de per~
"feccí-ón, señala la línea de desarrollo, o sea1 el hambre y la sed de
"justicia asignados por Dios a la suerte del hombre; es la «justicia1>>
"implícita que el hombre debe desear y llevar a cumplimiento ex­
"pliáto; es la promesa evangélica que figura al final de esta bien­
,, aventuranza.
»En la economía evangélica, el hambre y la sed de esta perfec~
"ción serán al fin· ,aciados; y el hambre y la ,ed de tal perfecci6n
"conslituyen ya una biend:Venluranza.
»Y, ¿qué er la justicia que el Evangelio reñala como objeto del
"hambre
y la sed del hombre evangélico·?
»Er lo que debe ser, pero que tod,,vía no lo e, a la perfección.
"Es lo que la ciencic, moral llama deber, obligaci6n moral, ley que
"se ha de observar, voluntad divina que se debe cumplir; es a to, que
"se debe aspirar en fuerza de una intervención divina por caminos
"de lógica racional o

también por
inspiración carismática. Y este
"coeficiente fundamental de la vida moral puede tener aplicación
"a la vida espiritual
y efectiva del hombre; el deber puede ser el
"peso
del alma y puede tener s11 propia energía.»
PAULO VI: Catequesis en la audiencia general
del miércoles 3 de mayo de 1978, L'Osservatore
Romano. Edición semanal en lengua española. Año
X, núm. 19 (488), domingo 7 de mayo de 1978.
795
Fundaci\363n Speiro

El cristianismo es una reli,gión de salvación; de redención del
pecado de Adán
y de nuestrO!! pecados.
« ... el cristianismo·, fundado, ;t1stamente sobre ¡esucristo, e'S una
"religión de salvación; festis quiere decir "salvador" (cfr. Mt. 1,
"21; Le. 1,31); ésta es la razón inmediata de su venida al mun~
do·,'
al recitar el Credo en la Misa lo decimos claramente: npo,
"nosotros y por nuestra salvaci6n bajó de h,s cielos'' ( cfr. St. Th.
'ºJII, 46-59;
¡, Riviere: Le Dogme de la Rédemphion; B. de Mar­
"gerie;
Le Ghrist pour le monde; G. Bevilacqua: L'uomo que co­
"nosce il. soffrire; etc.), Sí, la Pascua es la fiesta de la Redención.
"El misterio, de la salvación tiene en ella su celebración principal,
"conmemorada en su divino autor, ¡esús: renovada ritual y sacra­
"mentalmente en la Iglesia y en cada uno de los fieles que en e/la
"toman parte dignamente.
»Pero, dicho·
esto, hemos suscitado una serie de enseñanzas riquí­
" simas. La Redención supone una condición infeliz de la humanidad,
"a la que está destinada; supone el pecad(}, Y el pecado es una
"historia extremadamente larga y complicada; supone una caída de
"Adán; supone: .una herencia que traspasa, con el nacimiento mis~
''mo, un estddO" de privaci6n de la grad~,
es decir, de la relación so­
,, brenatttral deli hombre con Dios; supone efi no.Jotros un desajuste
"psíquico-moral que
nos induce~ nuestros pecados personales; su.pone
"la pérdida de la plenitud de ,vida a la que Dios nos había dertinado 11por encima de las ex;gencias de nuestru ser natural; es dedr, su­
"pone una necesidad de expiación y de reparación, imposible para
,, nuestras fuerza.r solas; supone 1'a adverfendtJ de una ;ustkia, ;mpl~
,, cable, considerada en
sí; 1upone un concepto, de suyo·, perimista
"sobre el destin(J humano•; supone una derrota de la vida y nn
ntriunfo macabro de la muerte,' suprme, o mejor reclama, un de­
,. signio de rfllsericordia divina1 div;namente restaurador ( cfr. Apost.
"Actuos. núm. J y núm. 7).
»Y he aquí, ahora, el gran anuncio de Cristo entrando en el
"mundr,: "¡Yo vendré!" (Cfr. Hebr. 10, 5-10}. Jesús viene como
'1Salvador1 cO'mo·
Redentor, es decir, cdmo el que paga, el que satis­
"face por toda lti humanidad, por nosotros, Trt1$emos de dercifrar el
"significado· de e1ta palabra: victima. fettis viene al mundo

como
"la
víctima expit1$oria, como síntesis de la
justicia realizada y de la
"mfrericordia reparadora,
El Evangelio, por labios del Precursor,
"tiene
la definción más exacta de

Cristo,
y más impresionante y
'1conmovedora
para nosotro'.f: "He ar¡ul el Cordero de Dios (es
796
Fundaci\363n Speiro

"decir, la víctima, por fin digna de Dio, y e-ficaz para noSO'tf'os),
"he aquí el que quita el pecado del mundo" (Jn. 1,29 ). fesús es
"/,; obligaci6n voluntaria (cfr. Is. 53,7; Hebr. 9,14; Efes. 5,2} de
"sí mismo,

Sacerdote
y víctima, que por todos paga la deuda de la
"justicia divina, imporible
de pagar por noSO'tros, y la transforma en
"trofeo

de misericordia. Por
algo el Crucifijo está colocado en nues­
"tros altares; El

está
suspendido, como clave de b6veda, en /() alto
"del edificio que llamamos iglesia, porque dentrr, de sus paredes
"nosotros nos convertimos en Iglesia redimida.»
PAULO VI: Alocución en la audiencia. general
del 29 de marzo de 1972; ( «O. R.», 30 de marzo;
original
italiano; traducción de Ecclesia número
1.587, del 15 de abril).
La resurrección de los muertos y 1a vida del mundo futuro.
< "difícil. Difícil, porque nr,s falta incluso la c1>pacidad para imaginar
"cómo puede realizarse una palingénests de este tipo; pero no insu­
"perable para quier, concluye su prO'jesi6n de fe con las victoriosas
"palabras de nuestro "Credo"; "Creo en la resurrección de los muer­
"tos y en la vida del mundo fuJ'uro·".
»N-o se trat.a de una imagen fantástica y triunfalista que se pre­
,, senta a la mente, parque éstcA .re rebele ante la idea de que nuestro
"ser tenga que' disolwerse en !'d nada. y porque esté dispuesta a S(J­
"ñrJ:r en una revancha final sobre nuestra intolerable caducidad. Es
n la palabra de Crist'o la que así se expresa con un omnipotente acento
nde desafio y de victoria. Victoria que resuena en el EvaJngelio
"(cfr. Mt. 22, 23-33; Jn. 6, 39-40; 11, 23-25; etc.), constituye el
"tema de

la
primera predic "23, 6) y
adquiere' la amplitud de una lecci6n en la primera Carta
"de San
Pablo

a
los corintios

(15, 12, ss.);
escuchem(Js algunas dii
"Jus afirmaciones: "Cristo ha resucitado de entre los muertas como
"primicias de l(Js que duerm1en. Porque CO'mo por un hombre vino 11 la muerte! también por un hombre vino· la resurrección de los muer­
"tos. Y

como
en Adán hemos

muerto todos,
así también en Cristo
"somos

todos
vivificados ...
Se
Jiembra en corrupción y se resucita en
"inco"upción. Se

siembra en
vileza y se levanta en gloria. Se siem~
"bra en fl,tqueza y se levartta en poder. Se siembra cuerpo animal y
"se levanta un cuerpo espiritual ... " (1 Cor. 15, 42-44).
797
Fundaci\363n Speiro

»La cuesti6n es tan imporkmte y tan compleja 11 contró, en la literaJura cristiano, sus exposiciones y apologías (cfr.
"Atenágort1S, Tertuliano). San Agustín nr,s ofrece hasta tres sermo­
"nes wbre este tema
(240-241-242; PI. 38, 1130, ss.) y m11cbt1S
"ctrt>S rejerencit>S (por ejemplo,
Enchir. 34, PI. 40, 272; etc ... , cf.
"Michel,
Dict. Tu. Cath. XIII, II, 2501-2571).
»Si, el misterio pascual desemboca en esta escatología, es decir1
"esta do·ctrina acerca de nuestro destino final.
»Nosotros ahora celebramos el momento de su plenitud en Cris-
11to en la historia evangélka¡ experimentamos s11 primera fase de
n aplicación a nosatro.r en el tiempo· de. nueistra vida eclesial y litúr­
'1 gica; pero .rólo constituye para nosotros 11n primer período inicial,'
"su cumplimiento tendrá lugar en el último día.»
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PAULO VI: Catequesis en la audiencia general
del miércoles 26 de mayo de 1976, L'Osservatore
Romano. Edición semanal en lengua espafiola. Afio
VIII, núm. 22 (387), domin¡¡o 30 de mayo de
1976.
Fundaci\363n Speiro