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Número 167
Serie XVII
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Autores
1978
El socialismo «educador»
EL SOCIALIBMO "EDUCADOR"
POR
ÜIARLBS R.umAUD
Es difícil hablar del sociallismo, pues no existe esa famosa ser
piente de
mar con rostro
humano.
Lo que existe es ese otro socia
lismo
que ronocemos bien, desde su semilla liberal, hasta su madurez
marxista y su cooecha ahn1lrerutda en los osarios... 66 millones de
muertos, solamente en Rusia; 66 millones, de muertos que, agarrán~
de
rostro
huma.no no existe. Es,
al pie de la letra, uoa ilusión; es
decir, algo
distinto, a
la
V"2, de la ,realidad y del ,ruueño. Revel, en
l., tenttJ;;ión totalitaria, lo reconoce: «La idea socialista progresa
cada día, pero no en la realidad». Y añade que «lr1s experien
cid!Jstas
han fracasado en todas partes». Esta ilusión, que aquellos
que la han
experimentado no pueden . tomar por la realidad, es to
mada por un sueño por aquellos que la esperan todavía. Tiene la
fuerza de
un
sueño; y la fuerza de los sueños es la de parecer como
e.a paces de ser reilida.d. ¿Qué sueño ,es el que proponemos,?... pues
el
hombte no
vive
solamente del pao de co mcl.
No disfrutemos demasiado de prisa de la confesión de Revel. Es
una falsa
ron.fesión. BI socialismo social-demócrata, que opone al
socialismo totalitario y policiaco, ha sido experimentado durante CUA
renta y cuatro años en Suecia. Al libro de Revel, I., tentación totdr
litar/a, responde otro libro, el de Huntford, que se llama, por una
coincidencia que sirve
de ejemplo, El nuevo totalitarismo. El autor
demuestra, en
él, que Suecia es uno de los palses más realmente mar
xistas que pueda haber. Que se ha realizado allí al pie de la letra
el mejor
de los
mundos de
Hwcley, y que el hombre está en él to
talmente sacrificado a la colectividad. Es para eso, para defender al
hombre, y no para defender los monopolios, por lo que Juan XXIII
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CHARLES RAMBAUD
repetía que el sociallismo, aun moderado, era «inaceptable» pa,:a
un cristiano.
Entendámonos bien, no se trata de hacer procesos a las inten
ciones.
Es falso el pretenderlo
y ridículo el poner cara de creer que
los socialistas no sueñan
más que en el Gulag, tan falso corno decir
que
la derecha arde por
sacrificar la
libertad
y llama con sus votos
a la dictadura; pero es muy cierto que, por la sola
lógica de
un sis
tema mal evaluado, cada uno
puede llegar
a encontrarse donde no
quisiera ir.
La
seducción socialista
Lo expuesto nos plantea una pregunta. Siendo así que por todas
partes el socialismo ,es un
fracaso que
ha
provocado y continúa ali
mentando el
más monstruoso holocausto al más monstruoso ídolo,
el Estado totalitario,
¿cómo y
por qué
conserva intactas casi
todas
sus seducciones? ¿Cómo es .posible que, pese a tantas ruinas, tantas
gentes crean en sus promesas de ciudades felices?
Si la mitad de los
franceses vota
socialista, no es
para edificar
el Gulag.
Esos franceses
piensan elegir la felicidad
y, más que la
felicidad, la verdad, el bien. Y, en-cima, quienes no votan así apare
cen a sus ojos como quienes quisieran perpetuar las injusticias que
ellos
rechazan. ¡No solamente nos
hemos dejado desposeer de nuestra
propia herencia, sino que nos dejamos
disfrazar, enmascarar! Y nada
es
más urgente ni más difícil que el dar a conocer nuestro verdadero
rostro.
A la ilusión socialista es preciso oponer la ilusión de un pro
yecto realista que
sea capaz de poesía. Cuando los hombres no com
parten el mismo sueño, están reducidos a compartir la misma ilu
sión. En la ilusión socialista, hay hombres que ponen su esperanza
en
un terreno en el
cual no hay más que mala hierba.
Es preciso, pues, mostrar que frente a la tiranía del desorden
no pretendemos oponer ninguna
-tiranía, aunque
fuera la de un
o.rd.en, sino que, estando, contra la revolución, estamos contra aquello
que la provoca.
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Fundaci\363n Speiro
EL SOCIALISMO «EDUCADOR»
Al combatir también el socialismo, no defendemos el orden so
cial del siglo XIX, que, no lo olvidemos, fue producto inmediato de
la
revolución
burguesa del 89, f, más lejano, de la Reforma; no
soñamos
en volver a la época en la cual, como muestra un reglamento
de fábrica de
1880, el personal estaba autorizado a calentarse con
la
condición de suministrar el carbón,
trabajaba once
horas
y a cambio
de este horario
considerahkmiente aligerado, como dice el texto, se
le
autorimba a comer en media hora, a condición de no interrumpir
el
trabajo;
no tenía autorización de hablar, y podía ceder a l,ts lla
madas de la naturaleza bajo reserva, de que fuera en un orden per
f ect(). Los niños menores de catorce años debían llegar con cuarenta
minutos de
adelanto sobre
la apertura
y quedarse después del cierre
para asegurar la limpieza. Es lo que la direcr:ión de la época llamaba
condiciones casi utópicas, que justificaban un acrecenkmtiento consi
derable del rendimiento.
Se compara la situación actual con la anterior y es un orgullo
pensar que
las leyes sociales
fueron
hechas por
los católicos
y no
por los socialistas, que
a principio de siglo votaron cootra el primer
proyecto de vacaciooes pagadas.
No es solamente a causa del Gulag po,r lo que estamos contra
el socialismo, pues no es sólo a causa del látigo por lo que rechaza
mos la esclavitud. Ningún país del mundo posee más alto nivel de
vida
y de seguridad material que Suecia, pero yo digo que el esclavo
feliz es
dos veces esclavo.
Bemanoo decla: «La sodedad burguesa n()
ha liberado al pobre, lo ha enriquecido, lo ha enriquecido corrom
piéndolo.
Lo
ha enriquectdo con su propia corrupción». No apela
mos a ninguna tiranía, pues la prohibición quita toda posibilidad al
ejercicio de la templanza como virtud,
y otorga a la intemperancia
el prestigio de la libertad.
El socialismo de lo cotidiano
No hay socialismo con rostro humano, no hay sino un socialismo
totalitario con
máscara humana.
Y esto
no es una amenaza, es un
heoho cotidiano, un medio ambiente,
es decir, a
la
vez un
terreno
y
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CHARLES RAMBAUD
un dima. No vamos a combatir un proyecto socialista, sino las rea
lizaciones socialistas.
El socialismo
institucional político
no fundará
un socialismo cotidiano, sino que éste será su fruto de alguna forma
lógica. Es por eso que Revel "5ctibe: <
cen un patentesco con el ideal- socialista son los regímenes social
dem6cratas, que no se constituyen sino " partir del capitalismo liberal
más drllanzado». Esto nos recuerda una canción. Es cada vez más evi
dente que entre el liberalismo avanzado y el sociailismo que toma
su tiempo, hay la misma diferencia que entre una botella vacía a la
mitad y una botella llena
hasta fa mitad. No son más que la cara
y la cruz de la misma falsa moneda. He dkho antes que el socia
lismo es ya un medio en el que vivimos, un aire contaminado que
respiramos creyendo respirar el buen alre de siempre. Para esto hay
muchas razones.
Hay lo que yo llamaría el nuevo peso del mundo. El mundo se
ha
empequeñecido, se ·le
da la
vuelta en veinticuatro horas, y al hacer
esto ha
aument•do terriblemente
su
densidad, y el hombre, que sobre
sí no
sentía sino el peso de uu pueblo, sabe ahora lo que pesa el
mundo. La información punzante
y planetaria es desproporcionada
a nuestras
posibilidades personales de adaptación y de reacción. Todo
esfuerzo
personal parece vano, inútil, perdido por adelantado. Tanto
da entoru:es confiarse,
abandonarse
a soluciones
de
masa que
parecen
únicas a escala de
los
problemas planteados.
En ese
sentido, los
me
dios de masa son socializantes, pero
lo son también por naturaleza
y con doble motivo. No
pueden cnmpfü su
papel de difusión de masas,
sino a
con
dición de que su lenguaje sea el común -de la mayoría; solicitan un
público homogéneo y lo crean. «La antena de televisión, dice Bogart,
es el simbo/o de un pueblo que espera y recibe "Un m·ensafe idéntico».
Además, los mass media habitúan el espíritu a confundir lo imagi
nario y lo real, dan aipariencia a la ilusión y acostumbran a la utopía,
permitiendo creer
que la realidad puede
ser tan plástica como la
imagen trivial
de lo real puesta en su lugar.
Nuestra
época es la de la publicidad. Señalemos, primeramente,
que
la publicidad,
ar! afirmar implícitamente que todo el mundo tie
ne derecho a
todo,
resulta:, inmediatamente, igualadora. ¿ Y sobre
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EL SOCIALISMO «EDUCADOR»
qué reposa esencialmente, sino sobre ese hecho de que los donantes
tra
certezas se
han puesto a la búsqueda con la firme
intención de no encontrar nada, mientras ella propone certezas y
señala cuál es el truco para llegar a ellas? Los hombres, a menudo,
desean cosas legítimamente deseables, pero no cuentan con ellos
mismos ni con la gracia de iDios para llegar a ellas; piensan que
«hay truco».
La publicidad lo sabe; ella no propone una crema, sino
la
belleza; no
propone naranjas,
sino la salud; no una casa, sino la
felicidad; no un coche, sino la libertad; no un dentífrico, sino el
amor.
El hombre moderno, arrastra
habitual, cree que hay trucos
para todo; para triunfar en el amor,
para edncar a los
hijos, para ser feliz, para envejecer con alegría,
para olvidar
la muerte.
El hombre
cree que hay un truco, puesto que profesa la religión
del progreso, de la ciencia.
Le parece impensable que haya un truco
para ir a la Luna y que no haya trnco para
ser feliz
en nn
matrimonio.
Conozco
a una señora que,
hablando de una amiga que estaba muy
desolada
por tener las caderas
demasiado anchas,
decía:
«Debería
hacer
un trt11am;en10 de psic()ferapitt>>. No pensaba sugerirle la prác
tica de la bicicleta. Así, el
hombre a
a otros su propio
destino. El
hombre occidental está solo y es «viejo».
Como los trucos se hacen cada vez más complejos, se pide a la
sociedad tecnocrática que nos los suministre con su receta y gratui
tamente. Y en eso consisten el Estado'providencia y el sueño, socia
lista.
Creyendo
que
un sentimiento exacerbado de la justicia puede
ocupar
el
lugar del
sentido de la justicia
en el hombre, estima ya
toda
obligación dolorosa como iojusta, ea tanto es obligación y en
cuanto produzca dolor.
Esta
socieda
derroche
se adapta así al socialismo. El hecho
de disponer de objetos corrieotes que
se tiran después de usarlos
deshabitúa
a
la
afecci6n, al a,,ralgo, así como a la originalida
Las mismas informaciones, los mismos objetos cotidianos, todo esto
prepara al
hombre para
percibirse a
sí mismo
únicamente como miero
bro de un grupo, 'hasta el punto de que, como dice Ram.U2 de las
patrias, el paciente carnal es reemplazado por el próximo ideológico,
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CHARLES RAMBAUD
imagen ilu.soria que se era el hombre desposeído de sus verdaderos
deberes
hacia su
verdadero prójimo.
Se sabe que es difícil hacer por decci6n lo que se hacía por ne
cesidad.
La solidaridad, la ayuda mutua, eran antiguamente necesi
dades.
El progreso
técnico parece dispensamos de
ello. La necesidad
ya no
cuenta para
nada y, al ser difícil la virtud,
el hombre pide que
sea el
Estado quien tome a su cargo
sus
propios deberes
y
le libere,
cada
vez más, de la necesidad. Un día, un prefecto me contó que
había recibido
la visita de una señora que, coomovida por la soledad
de
algunos viejoo, le
sugería
la creación de un cuerpo de fuocio
narios encargados
de ir a
visitar a
los viejos en los hospicios, los
domingoo y
días
de fiesta. Esta dama ignoraba quizá que ya era so
cialista.
La ideología, nuevo confonnis.mo
Nos es preciso reaccionar contra los lugares comunes que surgen
un poco por doquier. La idea de que todo es político, por ejemplo.
La polñtizacióo de tod05 los sectores de la vida constituye uoa
agresión
pem,aneote contra la felicidad e instaura el reino de la
ideología. Toda ideología es totalitaria; es una imagen de pensa
miento, 1.ID ~samiento de una concepción que se intenta imponer
por 1a fuerza a lo real. Toda idedlogfa me hace pensar en aque
lla película de Charlie
OMplin, en
que
Gharlot, a
toda prisa, llena
una
maleta de ropa, echada talmente en un montón y que, una vez
está la maleta cermda, sale de ella por todos los lados. Entonces
Gharlot, cuidadoso del
ooden, toma unas
tijeras
y corta lo que sobra.
Es
[a suerte
de lo
real en la ideología,
La ideología
es, para
una
generacióo que
sólo piensa
en términos
«políticos»,
lo mismo que el
confomúsmo burgués era en uoa ge
neración, que no pensaba sino en términos «morales». Se trata siempre
de un conjuoto de reflejos y de reacciones que han llegado a ser
espontáneos por
seguoda
naturaleza, siempre por
desconfianza ante
el pensamiento personal, siempre con aplastamiento de la persona
lidad considerada como
virtuaJ en
beneficio de las actitudes de grupo
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Fundaci\363n Speiro
EL SOCIAUSMO «EDUCADOR.»
y oon el descargo de ser confortada por éstas en busca siempre de la
promoción del estereotipo con dignidad
de modelo y, a fin de cuen
tas, oon análoga mutilación de lo real e idéntica buena conciencia
inalterable y no verificarda.
Los ideólogoo, y me dan ganas de. decir loo «idiólogoo», son
obsesoo, hablan, y en su voz se escucha un disco muy antiguo. Los
destrozos causados por esta neurosis son evidentemente más consi
derables entre loo sujetos sin forma.ción intelectual. La ideología
viene a llenar nn vacío, a responder a nna es.pera, a disimular un
hambre, a satisfacer un deseo. Les da la ilusión de ser lo que no
son,·
intelectuales, impidiéndoles
llegar a serlo. Serán toda su vida
hombres agri06, revueltos, decepcionaJdos, pues sus sueños puros no
tienen nada de común con loo proyectoo de sus amos. No esc~parán a
la
desesperanza de haber sido 105 artífices de un mal que no querrían,
sino aceptando el papel
de cómplices conscientes o
negán.dose a
ver
la realidad.
Siento que se a
nante el trabajo, no
puede realizarse el hombre sino en el ocio, y
resignándose a sufrir una dialectizwión tal de la vida, como si un
ocio
de
c-.1idad pudiera
existir
para quien hace un trabajo estúpido,
como si
un ocio tal,
supooiéndolo posible,
pudiera compensar un
tal subempleo
social de
las
faculmdes más
altas del hombre.
Es pre
ciso
remontar esra pendiente y deci< que el trabajo por hacer,
obligatorio y liberador, debe desarrollar todas las facultades huma
nas, como deseaba Simon,e Weil -'la lJf'Ulde-, y, en ese caso, el
problema del ocio y de fa rukura quedará resuelto y el socÜ!lismo
entenrado
en el demenrer:io de las ilusiooes sin empleo.
Finalmente, el
socialismo,
en cuanto
es un
racionalismo, es
la
expresión política
dcl romanticismo. Cuando la apariencia cotidiana,
la superficie tranquilizadora se fisura,
deja eotrever
simas olvidadas,
cuando la razón se trastorna. hasta dudar de sí misma, cuando la
inteligeocia clara no llega a poner un dique a la subida de las ti
nieblas, cuando las
certidumbres están s~idas por las oscuridades,
lo real por sueños transformados en pesadillas, cuando las razones de ser
son reemplazooas por los irr\pulsos del instinto, cuando el tem
blor colectivo
exaspera a
la
conciencia individual
que se
enajena, el
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CHARLES RAMBAUD
romanticismo se hace la expresión misma de una aspiración que es
también una huida. Entonces,
la sinceridad
del propio canto en
ciende sus
luces
de alegría dorule antes, vivía la verdad recibida y
toma apariencia de inocencia. Se sobe dónde tal estado ha llevado
a Aletl1
y no olvidemos que el naciOMl-socialismo fue esencial
men1le un socialismo que, siendo naciona:Hsta, daba a una raza el
papel redentor que
el
social.ismo m.rxista atribuye a una clase.
La,,
necesidades
vitales del
alma humana
Ante la
difieutlmd práctica de distinguir las
opciones
y las me
didas liberales a,vanzadas de las opciones y las medidas que lleva
en sí
el socialismo, denomino aquí socialistas todas las opciones que
tienden a
despooeer al
hombre de lo que le
pertenece como propio.
Es socialismo todo cuanto transfiere al grupo la responsabilidad de
derechos y deberes de la persona, todo lo que al hombre dictan sus
sueños
y borra sus remordimientos, todo lo que destruye los cuerpos
inrermclios o trata de ,:,educir su papel.
Si
somos los
defensores
de la propiedad, es
porque, como Proud
hon, vemos en ella la
condición misma de la libertad ... , pero la pro
piedad no
es sólo
material, engloba la herencia de la tultura y la
fe. Dicho de otra mane'ra, frente a aquellos que sueíían con quitársela
a todos, no
soñ= en reservarla sólo para algunos, pues creemos
que, como decía Chest1erton, la situación de un hombre que posee
10.000 hectiÍre&s «es tan contraria ,u dereoho de propiedad como
sería contrario
ol derecho del matrimonio el que poseyera todas nues
tras mujeres
en un harén». Es necesario pa,m todos. Y sabemos que
el derecho de compra, La Gioconda nn da el de pintatle bigotes,
pues el dinero no compra todo.
En
,/./ enracinement, Simone Weil definía a las necesidades del
hombre
y las enumeraba así: «et orden, la libertad, la obediencia, la
responsabilidad, la ;glldldad, la jerarquía,
el honor, el· castigo, la
libertad de r,pinión, ¡,. seguridad, el riesgo, la propiedad privdda, la
propiedad colectiva
y w, verdad». Sería bueru, toda sociedad que pu
diera satisfacer estas necesidades fundamentales del alma.
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Fundaci\363n Speiro
EL SOCIALISMO «EDUCADOR.»
La familia como r""puesta
¿Quién no constata que estas necesidades así definidas encuentran,
en primer
lugar, en
la familia su medio natural de eclosión y ex
presión? ¿Dónde esas nociones aparentemente contradictorias se or
ganizan mejor en un tejido orgánico y se conjugan de una manera
más necesaria.
el
orden y
la libertad, la obedieru:ia y la responsabi
lidad,
la igualdad y la
jerarquía, el orden y
el castigo, la seguridad
y el riesgo, la propiedad privada y la propiedad colectiva? ¿Dónde
se ·encuentra más· a gusto la verdad, si, corno dice Chesterton, «educar
es estar lo bastante seguro de que 11na cosa es verdadera ¡,ara osar
decirsela a un
niño·»?
La familia constituye, pues, el primer lugar de resistencia al
socialismo,, un
medio en el
cuaJ la
experiencia
socirulista desembocaría
infaliblemente en la destrucción del grupo que intentara tal aventura.
La familia segrega instintivamente anticuerpos, tanto para el libera
lismo como para el socialismo. ¿ Es irnaginabk, una familia en la que
cada uno estuviera liberado de sus deberes con una
hipertrofia ri
dícula de los poderes de una especie de «maestro ciruela», mitad
contable, mitad de mozo de
comedor? ¿Es
imaginable
una familia
en la que no reinaran efectivamente la libertad y la obediencia, el
honor
y el
castigo, fa igualdad y la jerarquía, la propiedad privada
y la propiedad colectiva? Toda familia, por humilde que
sea, integra
una dinastía con
sus tradiciones, sus costumbres, sus ritos, su herencia material y
espiritual. No nos extrañemos, pues, de que la familia sea un blanco
predilecto del socialismo. Hun.tford cita al profesor sueco Rexel:
«Es preciso
socializar a los niños desde la edad más tierna para eli
minar
la herencia social». Y un
arquitecto añade:
«Al
suprimir una
parte
del confort de los pisos y al
transforirlo a
los
locrules comunes,
se
puede forzar a
la gente a vivir en romun.idad» ; y, más adelante,
añade:
«Nada aisla tanto
como la
oomida tomada
en familia entre
cuatro
paredes». Nos
han prevenido. A la
familia puesta
en cuestión
es preciso oponer
la familia como respuesta. Sería preciso que nues
tras familias fueran
contagiosas.
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CHARLES RAMBAUD
Socialismo en la escuela
Si la familia, a pesar de los 311:aques de que es objeto, permanece
sólida,
aunque
reducida ahora a
la
pareja y a los niños, lo que cam
qia la manera de vivir, no h,ty duda de que su prolongación, la
escuela, es
un lugar
privilegiado y
más difíál de controlar para la
acción soáalizante. No pienso prioritariamente en las reformas for
ma!les que trata de instaurar ,eJ. socialismo en la escuela, sino, más
bien, en el clima que pennitirá a esas reformas echar raíces. Nuestro
amigo Callen,, ha demostrado en estudios muy documentados, a los
que
yo les
remito, la opción lil,ero-social-marxista de la reforma
escolar. Querría solamente hacer a:lgunas oboorvaciones.
En El mundo de la educddón leo esto: «La campaña llamada
crítica de Lin-Ptao,
y de Confucio ...
pone
en cuestión toda la tra
dición escolar china desde
milenios: el
respeto al maestro, el respeto
al pasado nacional». Por su parte, Huru:ford, al hablar de Suecia,
escribe: <
es
deseable sepd!Farl,os del P"-'ado. En Sue'cia, 'el estudio de la historia
ha
sido amputado». «Nada
importante ocurrió aotes del año
32», grita
un estudiaote de e:onomía política "probado por un magistrado, que
declara: «Todo
lo que
existía antes del 32 debe olvidarse».
Simon Leys afirma de China que «la cari totalidad de la litera
tura china
1 desde sus orígenes hasta nue.rtro'! dla.rJ há sido simple
mente
borrada de la existencia».
Ustedes piensan
que esto no ocurre en Francia, pero ¿acaso la
reforma Haby no va ciertamente
en el rismo sentido,? El programa
de historia
es aligerado y lo que queda de él es tratado de manera que
hace perder el sentido de la cronología, del tiempo, y, por tanto, de
de la Historia.
El conocimiento de la Historia es llberador; permite no coofundir
la aotigua
gimnasia con la moderna magnesia, y corresponde de tal
modo a una necesidad que las revistas y las emisiones que tratan de
la
Historia
y tienen siempre un éxito permanente.
La
relación de maestro a
discípulo implica la noción de una ver-
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Fundaci\363n Speiro
EL SOCIAllSMO «EDUCADOR»
dad que se trata de transmitir; en cambio, la tendencia actual es la
de presentarla
como alienante, despreciando la experiencia mis evi
dente. Los grandes pintores fonnadoo por maatros jamás han imi
tado
a
sus maestros. Estos les habían dado 105 medios de ser libres
y creadores. Giotto, el antepasado de la pintura moderna, y que abre
el Renacimiento, había sido formado por Cimabue, uno de los úl
timos mantenedores del arte bizantino. A estas pruebas por la His
toria
nadie puede
oponer el menor
argwnento. Se
comprende, por
ello,
el encarnizamiento contra la Historia.
Otra. característica socialista de nuestra enseñanza es el favor del
que goza la no directivid,d, por otra parte impuesta muy diroctiva
mente a
al= que no lo desean, y el trabajo de grupo.
Uno de los
creadores de
la política cultural sueca dice:
«El in
dividuo no tiene ningún significado sino
como
miembro, de un gru
po», y el señor Olof Palme, ministro en aquel entonces de Educación
N acioo.al, precisaba que «el niño no va a la escuela para llegar a un
resultado personal, sino para aprender a funcionar en el interior de
un
grupo». Por esto, se
comprendo la huida de
las élites, de jueces;
pero no
olvidemos que
el modelo
sueco es
el del liberalismo avan
zado.
Ahora, la maní-a socialista del igualitarismo va a abdr automá
ticamente a todos los alumnos la entrada en sexta clase, pues la doc
trina oficial
es qire todos los niños. son
iguales
en capacid•d, y el
único
imbécil, como subraya Gustavo Thibon, es el profesor, incapaz
de llevar a todos los allllil006 al mismo resultado. Estas medidas
.igualitaristas prohíben,
sobre todo a los niños pobres, alcanzar el nivel
que sus dones les permitiría, y es preciso una cierta dosis de cinismo
para presentarlas como manifestaciones de justicia social.
La educación tradicional, por haber creldo constatar cierto nú
mero de
diferencias morfológicas mtre las chicas y los muchachos,
había deducido de ello que
tenía
la función de desarrollar la mas
culinidad
entre los muchachos y la feminidad entre las chicas, es
decir,
ir en el sentido de
lo real. El tabú socialista de la igualdad
postula uoa nueva educación; y, como ,en Suecia, se dará preferente
mente cochecitos a las niñas y muñecas a fos chicos. De ahí la mez
cla escolar que procede mucho más de un ,error intelectual ,que de
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CHARLES RAMBAUD
una perversidad moral de la que acusau los puritanoo un poco ob
sesionadoo para ser lúcidos. Y, en, nombre de
la
igualdad, las mujeres en Rusia efectúan trabajos duros que, ¡taras
del
capita:lismo del siglo
XIX!, han llegado a ser una de las conquis
tas de la mujer liberada.
No cabe duda de qu.e la moda del <, tarta de
crema de las pedagogías modernas,
al eliminar al
máximo posible
las eopecificidades, tiene
por
fin esclavizar
loo hombres a
las ne
cesidades de
la economía. <
vuele»,
dice una guía oficial suoca. Debemoo agradecer a Huntford
que
nos
haya mostrado cómo las tNttoridades suecas han comprendido
que
<
doras de rebelión». Es cierto que nosotros somos los únicos rebeldes
coherentes. Aprovechemos, pues,
la ocasión de
beoeficiamos del
li
rismo que rodea a los rebeldes.
Sin duda alguna, no es po.-casualidad que, aun cuando la mitad
de los franceses hayan votado por el programa común ----<¡ue prevé
la
nacionalización de
la enseñaoza, que fue libre y que ahora no es
más que «privada» ... , a menudo sin realizar lo que es su razón de
ser, la educación de la fe-, el 78 % de ellos se declarao favorables
a
la libertad de enseñanza. Incluso Mitterrand efectúa un prudente
paso atrás ante
el
prorecto Mexandeau; y la propia dirección de la
Enseñanza Libre se extraña de este resultado. Honestamente no pen
saba merecer esto. Este sondeo prueba qoo el 78 % de los franceses
han
conservado alguna consciencia del hecho de que la autoridad
de los profesores no, tieoe su fuente en el
E.stado, o
en su técnica,
sino que
deriva de
la delegación de fa autoridad de los padres. Hasta
los «gauchistas» están de
acuerdo en
esto,
puresto que reclaman el
derecho de enviar a sus hijoo a escuelas conformes con sus coovic
ciones.
Piden, sin saberlo, el Derecho natural que
niegan y la moral
cristiaoa que
rechazan.
Ta:! convergencia acerca de una libertad ca
pital prueba, por lo rn=, que corresponde a una exigencia irre
futable.
Pero el clima cambia. El trabajo manual no es tan menospreciado,
así
lo prueba
el nuevo interés por él suscimdo por los Comp~gnons
du devoi,r. E., cierto que un muchacho que ,descubre fa verdad al
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EL SOCIALISMO «EDUCADOR»
contacto con lo real es mocho menos man,ipulable que aquel a quien
se le
ensefia que la inteligencia no es la aptitud para conocer lo real,
sino
que se
confunde con
la pura lógica sin referencia a la verdad.
Simon W eiJ, que, dicho sea de paso, estimaba que una democra
cia no puede funcionar más
que bajo
la condición de
prohibir todos
los
partidos polítirus, escribía
que el
trobajo manual, al eiercitar
toda.r las facultades h""'""""', deberla encontrarse en
el centro de la
cultura. Es efecto de las relaciones orgánicas que suscita ientre la
visión lúcida de un problema, la imaginación que se emplea en re
solverlo, la intelígen!cía que concibe, la voluntad que se aplica y
la rn,mo que fo realiza. Esta.roo, <:relltalD.ente en el campo de la cultura.
La revolución es cultural
La primera evidencia es que la Revolución es cultural y que el
68 fue una revolución culturail que fracasó en su rentativa de real.izar
una revolución poütica, pero cuyas consecuencias culturales son mu~
cho más importantes que las consecuencias sociales y políticas. Se
mezcló
en ella lo mejor, con un cierto re1ehazo que expresaba, y lo
peor, o lo más ridículo, en la expresi6n de ese rechazo y de los re
medios que se proponían. Aun admitiendo la existencia de manipu
lruiores perfectamente
formados, no deja de ser cierto que su incen
dio
halló un materiail que nadie hubiera creído tan inflamable. Se
conservan en
nuestras paredes s/o gam contradietorios y reveladores,
como está p,rohibido p,rohibir y la libertad es un luio b~gués. Pero
¿quién
había
enseñado a los estudiantes que en una creación a<:abada
nada es ilimitado, nada existe sin forma, que toda forma está hecha
de límites
y que más
allá de los límites que determinen su forma,
toda cosa, toda noción, deja de ser y se convi
de igual modo que la claridad sin 0a verdad no es sino dar vueltas
a una madeja, la libertad sin verdad no~ más que agresión, com
plicidod o abandono?
Si
hay decenas de definiciones del socia[ismo, las definiciones
de la cultura abundan
igualmente. Para mi, la cultura
es
el conjunto
de
medios de que
el hombre dispone para mantener su temperatura
867
Fundaci\363n Speiro
CHARLES RAMBAUD
a 37º, única forma de adaptación a lo real para los animales de tem
peratura constante. El socialismo nos propone la adaptación pot con
formidad al
medio
runbiente. Ill fin de la cu!ltura socialista es la so
ciedad, el fin de la cultura cristiana es el hombre. Ilsta se apoya en
el pasado, pero no debe olvidarse que, a veoes, la ttadición no con
siste en que en tiempos de Luis XIV se
amueble al
estilo
Luis XIII,
sino que consistió en que se reunieran aquellas condiciones que per
mitieron crear el estilo Regencia. Es, pues, dinámit:a. La cultura so
calista, en cambio, a pesar
siempre volvet a comen= partiendo de cero, haciendo tabla rasa
de lo anterior.
Las veletas también están todo e!l tiempo dando re
voluciones, están estudiadas ,pa:m eso, y son las reinas en el reino del
viento.
La concepción actual de la cu[tura tiene como finalidad el grupo
y no la persona. La animación rultural parece tenet como principal
objeto no el descubrimiento,
la reflexión, sino 11a constitución de un
grupo. También con eso favorecen el cambio, el diálogo, el contacto
social.
Se llega a creet que el fin del cine-dub no es la puesta al
día objetiva de
fo significado por la obra, sino de la expresión de
fo sentido por cada cual. Aunque fos cambios no son sino medios
que penniten un descubrimiento
más
profundo de
la realidad, hoy
se los
considera en
sí
mismos como
el objetivo principal. Pero lo
más
impottante no es lo
que las gentes dicen, sino
el hecho de qué
hablan.
En la perspectiva actual resulta evidente que el hombre com
petente, cultivado,
se hace sospechoso. Se le reprocha el aplastar a
los demás, el
hacetse valer,
marcar desigualdades,
perpetuar dife
rencias, y siempre o casi siempre hay un eclesiástico que considere la
estupidez corno un refinamiento de la c,,ridad.
Si e[ fin de la cultura no fuese el hombre, sino la sociedad, en
tonces solamente contarían los cambios de estructuras que realizaran
el sueño de una sociedad donde no solamente sería fácil ser bueno,
afectuoso y fraternal, sino que resultaría imposible no setlo. Hay
gentes que
confunden los castrados con los castos.
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Fundaci\363n Speiro
BL SOCIALISMO «EDUCADOR>
El lenguaje manipulado
Se ha conseguido dar a la palabra «cultura;> un sentid<> no sola
mente difeJ:1ente, sino casi contrario a su sentido tradicional. Se ha
olvidado, a veces, que se podía ser Hetrado y cultivado. La manipu
lación
del
lenguaje es
una técnica
clásica de '1a subversión. Otwell
ha
explicado el procedimiento en su novela de 1984
-ya es maña
na-, y a Orwell es a quien Hundottl y Simon Leys aluden para
analizar esta marupulación en Suecia y en China.
«En sueco -dice Huntford-la palabra tradicional para designar
al ama
de casa o mujer de hogar, "busmor", término perfectamente
honorable, se h" reempla.ado por el
neologismo
"hemafru", que /#e
ra/mente
significa la mujer-que-queda-en-la-casa, lo que es casi pe
yort11i110.» Bastaron sólo algunoa meses para que, con su uso por las
mass media, el nuevo ténnino sustituyera al antiguo. A partir de fi
nales de 1969, resulta casi imposible que en una conversación coti
diana se
hablara de
una mujer en el hogar sin producir la impresión
de
censurar'1a o
de bromear. La lengua sueca había
sido cambiada en
las mismas narices de los suecos.
Simon Leys decribe una operación igual en China. Se trata de
quitar
a las palabras -todo sentido objetivo. «Así los chinos deben
distingu/.r entre
los e,timulantes materiales (prohibidas) y las justas
relrib«ciones
proporcionales al trabajo (estimuladas), entre r=lución
permanente
( herejía troskysta) y la revolución continua ( desarrollo
genial
y creador aportado por Mao al pensamienta marxista). Así
-dice el autor-el régimen cree poder salvarse de la bancarrota
ideol6gic,¡ refugiándase en la inflacMn verbal».
Es el reino de la memira, denunciada por Soljenistsyn, esa !ogo
cracia revelada por Besan~on en su Trtllado de Sovie1olo'!Jfa, y por
Ch. Jalen en
Les Normalisés.
También, mediante una manipuilación del lenguaje, hemos visto
cómo se
ha convertido el aborto
en una anodina interrupción del
embarazo. Del exclaustrado se dice que está reducido al estado laico;
a
la pornografía se Je llama erotismo.
El primer patrimonio es la lengua. Es preciso, pues, trabajar,
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CHARLES RAMBAUD
como decía Mallarmé, para dar un sentido más p,,ro a las pal,alnas
de
h, tribu.
Enro.ntramos ot!tO ejemplo más de esta técnica de cambiar el sen
tido del lenguaje en la suerte reservada a la palabra «consumo», ahora
teñida de
un sentido peyorativo. Los mantenedores de
la nueva cul
tura no tienen adjetivos suficientemente infamantes para zaherir el
consumo
culturatl ni bastante füicos para exaltar la expresión y la
creatividad.
El hombre es, por naturaleza, consumidor de bienes materiales,
culturales y espiriruales. No hay alimento, ni, por tanto, acción, sin
consumo.
La muerte del pasado
Refiriéndose a:! a,nsumo ~rural, se trata de atacar al patrimo
nio y de oponerse al arraigo. Un director de escuela de Bellas Artes
me decía un día: «Lo nuryoria de mis estudiantes ign,,r,m, que Miguel
Angel
y V ,m, Gogh no son del mJsmo siglo». Trns esa broma ta:! vez
no se
escondía una
verdad absoluta, pero
sí al menos la afirmación
de
una voluntad política de ignorar el pasado.
Además, a quien
ignora fos dibujos
de
Durero le
es
más fácil creerse un genio.
Esta obra de
destrucción del
pasado no se contenta con producir
el olvido, pues éste es susceptible de demasiados despertares. Un
país socialista
es más radical. «En China -dice Simon Leys--, el
nombre del actual régimen quedará para siempre asociadO' a un ul
h'aje memorable infringido al, patrimonio cultural,
de la hum,m,iddd
entera:
h, destru&ci6n de la ciudad de Pekin». El autor cita las in
numerables
desrrocciones debidas
a un urbanismo a
la rusa, que es el
más
siniestro de'l mundo y que tiene la misma imag= del régimen.
En
Suecia, los barrios viejos
eran condenados en la medida en que
no
favorecían la rolectivizaciÓIL
La
mansión de Strindberg, a pesar
de su
valor histórico y arquitectónico, ha sido derruida. Monsieur
Holm,
director de
la planificación
DJ1cional, afirma, por otra parte:
«No podemos autorizar que /.,,s gentes manten g,m, sus diferencias:
deberán renunciar al, derecho de elegir a sus vecinos».
No nos ex-
870
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EL SOCIALISMO «EDUCADOR»
trañemos de que, según Huntfonl:
dinariamente elevad<> de intelectuáles y escritores se han suicidado ... ;
es como
si
alrededor de un terci-0 de los prmcipáles poetas, novelistas
y autores drcmui#cos de Inglaterra y de América, se hubieran suici
dado. El artista, más que ningún 0#01 tiene, quizá, necesidad de un
cierto ter,ruño, p·ara enraizcwse, y una cierta calidad de ait'e para
respi,-tH"».
Hay otra °""""ª de atacar al patrimonio damlo la apatiencia de
servirle, que consiste en lo que se llama efectuar una lectura actual
de una obra del pasado, dándole 1lfl vetdadero cambio al sentido.
Un
marxista me
ha afirmado, sin
i::eír, que
antes
del siglo xx no se
sabía
leet, es decir, dar una significación totalmente extraña al pen
samiento del autor. Planchon, y con talento, hace de Georges Dandin,
con una cietta ,insolencia, en la
interpelación del personaje de Dan
din, una pieza del siglo XVIII. Contrariamente a las indicaciones del
autor, Dandin
espeta a 'la cara
de su suegro una frase prevista pata
un aparte y se convierte súbitamente en un aldeano revolucionario.
Sin duda, las grandes obtas permiten intetpretaciones difetentes que
corresponden
a
orros tantos aspectos de
una misma realidad,
peta
en la actualidad las intetpreraoiones toman muy a menudo tales li
bertades con la obta, que ésta resulta totalmente desnaturalizada
en
beneficio de
la vanidad petsooal. de quien la pone en escena, o de
la ideología
El arte y el conformismo burgués
Es preciso, sin embargo, reconocer que ia a.tlrura no estaría en
el punto que está si, de hedho, un gran número de artistas, de escri
tores, no compartieran las opiniones socialistas, poniendo así su in
teligencia y su talento al servicio del etror. Setía derrui.siado fácil el
creet que no buscan sino un medio
pci,:ticamente indispensable de
hacerse conocet, dada la colonización a que el socialismo tiene so
metida a la información. Pero aún hay más.
Desde la toma del poder por
la burguesía
en 1789, encontramos
rantos artistas
ail lado de la revolución, en oposición a la sociedad
871
Fundaci\363n Speiro
CHARLES RAMBAUD
en la que viven, hasta tal punto qire nos llega a ,¡,,,recer una cooa
natural.
Se olvida que quien 006 es presentado como el más absoluto
de nuestros reyes, Luis XIV, a.poyó a Moilil:re y no tuvo ningún rigor
con La Fontaine por su fidelidad pública a Fouquet, que estaba en
prisión. Se
ha perdido la costumbre de tal respeto a Jo que en el
hombre escapa legítimamente al poder de la autoridad. El
«89» ha
marcado
el paso de una sociedad que, a pesar de sus
errotes y sus faltas, se fundaba sobre la calidad, a una sociedad que
tiene
por criterio
la cantidad. La burguesía triunfante ha marginado
al atrista,
ya
que
vi-.e apegada a la noción materialista de lo útil y
no sobre la noció.n estética de lo bello. No ha animado sino a los
artistas qu-e exaltaban -sus propios sistemas de valores, y romo estos
sistemas eran mediocres, ha resultado que no ha animado sino a los
artistas mediocres.
En consecuencia, ios verdaderos artistas se han encontrado recha
zados en el romanticismo, es decir, en el r-echam, la evasión o la re
vuelta. En este sentido, el romanticismo aparece como una oposición
espontánea a
una sociedad
dedicada a
enriquecerse, como una tenta
tiva
desesperada de salvar valores más
altos. El romanticismo es una
reacción del
mismo tipo que la fiebre, es decir, es, a la -.ez, .eJ pro
dncto
y
el síntoma de una enfermedad y, al mismo tiempo, una reac
ción sana del organismo atacado. Desgraciadamente, los atristas han
confundido la fiebre y la salud, el rechazo y el ideal. Han hecho de
,1a fiebre
un estado que han
creído normal en
la medida en que
se
oponía a un estado anormal. Se han opuesto al conformismo, exal
tando la
anarquía, que
es un producto suyo,
y no la tradición, que
era lo contrario. Se han opuesto a una organización social injusta,
cantando el <\esotden, que es el fruto de ella y de su mantenimiento,
y
no al orden, que es el remedio.
Como sea
que una
sociedad no
puede
vivir sin
arstistas, la burguesía ha tolerado el arte a condición
de que fuera aseptizado por ías escudlas y los diplomas. Ha creado
al artista
maldito. Bajo
otro régimen,
Gauguin no
hubiera huido a
Tahití, y
Van
Gogh, honrado, puesto en su verdadero lugar, no se
hubiera, quizá, suicidado. Sin duda, los más grandes han realizado, a
pesar de
todo, su obra;
pero,
por falta de una inserción social del atrista, esta obra ha que-
872
Fundaci\363n Speiro
EL SOCIALISMO «EDUCADOR>
dado solitaria y no ha podido consistir en la edificación de una civi
lización. Cuando
ha sido fiel a la verdadera tradición, ha sido recha
zada por
aquellos que
creían
defender la tradición apilando madera
muerta.
No
ha podido ser fecunda, y solameute testimonia lo que
hubiera
podido ser.
Creo
que en este horroroso revoltijo, en este derroche insensato
de talentos, es donde es
preciso buscar el origen del estado acrual
de la cultura. Pensad en los más grandes y en su suerte miserable.
Pensad en
V erlaine, Rimbaud,
Baudelaire, Corbier,e, Lafforgue.
Hasta
hemos
enrendido a Appollinaire decirnos:
«Solo la religi6n ha pemumeddo com,plet<>mente nneva, la re-
ligión. »Ha quedado sencilla romo
los hang""'81 de Port-Aviation.
»En Eu,ropa s6lo tú no eres anticuado-, ¡oh cristianism-0/
»Et europec, má.r modemo sois Vo~, Papa Pío 'X.»
En bu.sea de los bienes perdidos
La reivindicación de un derecho, quizá, puede corresponder a
una
necesidad nueva. En la mayor parte de los casos denota, en rea
lidad, la
pérdida de un bien talmente natural que sólo su desaparición
nos revela su precio.
Así se reiviodica por la pureza del aire. Ocurre
lo
mismo con
la reivindicación cultural, el derecho a la cultura, del
que tomamos conciencia en
e!l momento en que no está asegurado
por
la vida social misma. Se han construido, pues, equipos para este
uso. Ahí, en
esre tema, la planificación se ha tomado demasiado a
menudo
por
el orden, segón una concepción segregativa y dialéctica.
Equipos para niños, para jóvenes, para personas adultas que entre
tienen el
antagonismo de
los grupos;
y, en el interior de los grupos,
el de las clases o de los clanes que luchan para apropiarse del equipo.
Aforruoadarnenre, bajo la presión de lo rea:!, la situación cambia,
y un poco en todas partes se orienta hacia fórmulas más abiertas,
más arentas
¡,ara acoger las complementariedades oaturales. A la
hora de las grandes concentraciones se expresa la necesidad de vol
ver a encontrar una vida de barrio; y es, por otra parte, de subrayar
sn
Fundaci\363n Speiro
CHARLES RAMBAUD
que cuando los eclesiásticos, <
albur
con el
que
siempre insisten con retraso en
un
etror, rechazan
la noción de parroquia, es en el momento mismo que los urbanistas
sueñan con barrios. También vemos cómo· la reivindicación regiona
lista es recuperada por la revolución, siendo así que propiamente
corresponde a nuestro patrimonio, y que sus padres fueron Mistral
y Maurras. No debemos de olvidar que los prinreros defensores del
regionalismo fu~ron los
curas bretones, manteniendo la lengua bre
tona en el momento mismo en que la Educación Nacional, con un
fin político,
separaba por
la
fuerza y coo violencia a los chicos de
sn familía y de su patria más carnal.
En los equipos de que antes he haMado se ha desarrollado la
animación cultural. Todo el mundo sal:,e que ésta a menudo se la
han anexionado los marxistas, y aún se cree que constituye para ellos
un terreno escogido de modo natural Terreno preferido por su efi
cacia en
la sociedad
liberal, lo que
es innegable, pero que no les
resulta
tan seguro como les parecía.
Algunos intelectnales marxistas no ocultan que consideran la ani
mación como una maniobra de la burguesía para imponer sus va
lores y desposeer a la clase obrera de sus verdaderos combates, wrto
oitcuitando sns organizaciones políticas y sindicales.
Además,
y también es cuestión de cultura, a pesar del cambio de
sentido sufrido por esta palabra, no se puede excluir
totalmente el
patrimonio
cultural.
Las emp•esas de desmitificación de este patri
monio no divierten sino
a los snobs y caen mal a un público popular
que
ha guardado intacta su necesidad de admirar y que, descora.zo
nado
de las payasadas de los
intelectuales, se encueotra con subpro
dncros televisados. Simone
Weil
decía ya
que
el pueblo
no rechaza
nuestra
cultura porque es demasiado alta, sino porque es demasiado
baja.
Las oportunidades 'del poder cultnral
En fin, y creo que es importante, surge al día un fenómeno nue
vo. Este fenómeno
ha sido estodiado por Dwnazedier en su libro
So'Ciedad educdtiva y poder cu/tu,-a/,. Lo que él llama precisamente
874
Fundaci\363n Speiro
EL SOCIAUSMO «EDUCADOR»
poder cultural lo \'e relativamente distinto de las ideologías; dicho
de otro
modo, sucede que
un
animidor cultural se
opone a
la propia
ideología
a
la que, por orra parre, dice pertenecer, y se opone en
nombre
de
las exigencias de su función, es decir, bajo la presión
de lo real. Cuando Dumazetlier describe el Estado como El Levúitd,n
moderno ... , cada vez más tentacular, vuelve a reitemr, quizá sin sa
berlo y con retraso, los términos empleados por Pío XII. Afirma que
«la dinámica socio-cultural, de la oreaci6n, de la ammaci6n y de la
participación puede cada vez reducirse menos a la dinámica so·
cio-politica».
«El combdte por el pode,-cultural, se ha emprendido»;
poder que él ve dife
cales. Se comprenden, pues, las reticencias marxistas. Es seguro que los
partidos políticos temen
un poder cultural autónomo, lo mismo que
temen, y por las mismas razones, un poder sindical que no sea una
correa de transmisióo de las ideologías políticas. Es, pues, tiempo
aún de impedir que el poder cultural que nace se convierta, a su vez,
en amplificador o vehículo baoalizado de las ideologías.
Ahí
hay para nosotros un terreno de acción favo.rable, pues se
defiende
normalmente contra
las pretensiooes del Estado, en la li
bertad de
asociación, el
derecho a la expresión personal, la voluntad
de ser consultado sobre
las condiciones de la vida social, !as liberta
des municipales, las lenguas regionales, -el derecho a diferienciarse,
siendo así que todo esto, .paradójicamente, es considerado como per
teneciente a la opcióo socialista. Pero, permítarune la expresión, no
es porque se haya dejado "segar" por ellos el patrimonio po.t lo que
se hace detestable. Fs preciso volver a reroger!o y, primeramente,
haJlarse presente
a
condición
de esmrlo oomperentemeote. No se
crea un cine-club para pasar enrre amigos las pelírulas conformes
con nuestras convicciones, sino para aprender a conocer el cine. En
un medio llamado cultural, la coodena moral o intelectual de una
película no
es •=ptible de ser escuchada si no va acompañada de
una •eflexión críti1:a sobre la lengua y el estilo. Con esta coodicióo
es posible hacerse ofr y hacerse estimar.
Es
preciso tarobién estar presente por otras
razones. Es
legítimo
el
sostener fa vida
asociativa
y hasta promover un cierto poder cul
tural, pero vigilando que en
las asociaciones no se formen jerarqufus
875
Fundaci\363n Speiro
CHARLES RAMBAUD
paralelas, con elementos ocultos de dialectización de la vida socia[.
Somos partidarios de los cuerpos intermedios, pero, en su lugar, no
reprochamos al príncipe que nos gobierne, sino que nos tiranice sin
gobernarnos.
Si no tenemos nada -en contra de quienes se asocian
en nombre de una misma pasión por el trigo germinado o en de
fensa de las mariquitas, no hemos de olvidar que bajo sus pretextos
anodinos y
bucólicoo puede deslizarse un
proyecto
propiamente po
lítico y que en las asociaciones es fácil de practicar la técnica comu
nista en el núcleo dirigiente. Las asociaciones pueden convertirse en
pequeñas sociedades de pensamiento cuyas actividades apo,ezcan romo
heterogéneas, pero cuyos fines son idénticos o coherentes a menudo
y sin que se den cuenta de ellos los mililllll~ ni los adheridos.
Sin duda, cierto
número de quienes defienden bienes auténticos
contra el Estado totalitario
lo hacen po,a no separarse de las reivin
dicaciones populares, y
porque a
ese Estado se le llama
burgués. Es
posible que,
una
vez hecha la Revolución, consideren esos bienes como
adquiridos
gracias a ésta, aunque sea cerrando los ojos a la eviden
cia, pero no podrán
dejar de contar ron las cosrumbres que habrán
contribuido a crear. Y,
salvo una coacción ll!I estilo camboyano, la
actirud contestataria, la interrogación impertinente
(o demasiado
per
tineote), no desaparecetán por sí mismas. Y desaparecerán tanto me
nos cuanto más esremos.
Pot haber ct-eído, comn Duhamel, que el cine era una diversi6n
de ilotas, hemos dejado que el cine se haga sin contar con nosotros.
Por no
haber creído en la
necesidad del arte,
hemos dejado el teatro,
la canción, la poesía, que se han hecho sin msoo:os. Y cuando tenemos
un poeta, un pintor, un cineasta,
¿qué hacemos por
él? ¿Qué público
somos nosotros? Tengo mucho miedo de que hayamos heredado la
vieja desconfianza burguesa ante
el arte y ante el artista que tiene su
propia manera para él, que no es la que los contables y los intelec
ruales utilizan
para hablar
a los hombres, que consiste en
ser ena
morados
de la
,.erdad, en
preferir
los caminos
difíciles a las carre
teras
señalizadas, en preferir la manzana a la receta de la compota.
Jean Ousset, en
Márxism" y Revoluci6n, nos recuerda que el mar
xismo
ha sido rebatido desde hace mucho
tiempo, desmontado,
demo
lido, descalificado, pero que no deja
por eso de hacer el mal que
876
Fundaci\363n Speiro
EL SOCIALISMO «EDUCADOR»
puede. Tengo miedo de que nos batimos sobre un terreno abando-
nado
por el
ad\"ersario, mientras
que éste
campa sin
riesgo sobre el
que él
ha elegido. Agra.dable espectáculo el de dos ejércitos que no
se encuentran, pues el uno Sel mantiene al nivel de la argumentación
intelectual, mientras que el otro se mueve en el de la acción, de la
praxis. Velamos sobre la biblioteca, mientras que el marxismo pe
netra en la sala de juego con el son programado de los aparatos de
música.
El socialismo sobrepasado
Pero nuestra esperanza no es solamente sobrenatural. Las técnicas
modernas han jugado en sentido favornble a la colectivización, en
los mass media, la arquitectura, el 1'1'abajo industrial. Y el socialismo
recibía
con 'esta evolución
una
,especie de justifiOlción práctica; pa·
recia
que
era
la doctrina adaptada a la nueva realidad. Pero, ¿acaso
esta situación
no está a
punoo de cambiar? El trabajo en cadiena. está
condenado,
tiene sus
días
contados. La Mquitectll!a se orienta hacia
espacios cuyo poseedor determina el arreglo, la copropiedad progre
sa
y la reivindi<:aciól', por la casa individuai es siemplle muy fuem:.
La
televisión por cables,
el 111deo-cd.J"setle, cortará el monopolio del
Estado.
Se habla en los !Estados Unidos y en el Japón de periódicos
personalizados.
¿Quién sabe si maliana la técnica no nos permitirá
fabricar
nuestrn propia
electricidad?
Puede ser que la técnica vuelva .a dar sus oportunidades a un
sano individualismo. ¿Fs que todo di esfuerzo de la civilización no
ha consistido en hacer al hombre cada vez menos tributario de la
colectividad? ¿Cómo se a¡,a,-ecerá el socialismo en el sentido de la
hisroria, si vuelve ai hombre tan dependiente de la rolectividad oomo
Jo, eran los miembros de una horda?
No es seguro, que el hombre
liberado asi de la colectiv,idad sea
cada
vez más
egoista. Si
la
necesidad de
la
aynda mutua
no
jugara
a
nivel material, seria, quizá,
bastante fuerte
en el plan psicol6gico
pa:ra imponer actitudes sociales afortunadas, lo que no ocurre cuando
el hombre, dependiente de la colectividad, espera todo de ella y no
877
Fundaci\363n Speiro
CHARLES RAMBAUD
se quiere considerar responsable de nada, ni de las cosas ni de los
hombres. La
libertad es una de 1as concliciones de la caridad.
Quiero
ahora decir
algo que me tiene muy preocupado.
Hay
gentes a quienm debemos mucho. Les debemos el habernos
enseña:do a servimos, de nuestra inteligencia, nos han dado un idioma;
han construido la parte más oscura y más necesaria de un edificio:
las cimentaciones; nos
han dado
lámparas, armas y útiles.
Y esto
al precio
de algo más
que el trabajo,
~l precio de
una
abnegación
de
la cual solo Dios sabe
el precio. Creo que esperan de nosotros
otra cosa
diferente del recital de sus
obras completas. Esperan que
esas lámparas a1u.mbren un ramino. Querrían ver esos útiles en otra
parte que en nuestros armarios secretos y no esperan vemos pasar
toda nuestra vida guarda,ndo ,en ellos esas armas.
La vicroria diel partido independentista canadiense es la vict0ria
de una canci6n,
una
victoria de Félix
Leclorc, Charlebois, Vignauit.
Nos hacía falta
un
poco d,e lirismo, un poco de poesía. No se res
ponde
a una canción
de Ferrat demostrando que su «Francia» es
esencialmente ideológi<:a. ¡ Él ha visto en Roncesvalles al ángel re
cibir de Rolando ,su guante como una rosa, él ha visto a San Luis
hacer justicia bajo un roble y al gran Ferré beber demasiado fresco!
Nosotros,
nosotros estábamos
alll. No
se responde tampoco con
cantos
militllires. No
nos
dejemoo marginar más tiempo en el campo
cultuml.
Bl dfa en que nuestro pensamiento, que era de a:ire libre, volverá
a
la calle, el día en que aliente de nuevo a nravés del artista,
cuadros, piezas de teatro, películas, canciones, emisiones de televisión,
planes de urbarrisrno y de viviendas de renta limitada, festivales. folk
y fiestas populares, sabremos que está vivo, pues lo veremos fecundo.
¡Es preciso que nuestro pensamiento vuelva a ser una hija de la
calle! Ha llegado
el tiempo de las obras.
Por eso es por lo que
yo saludo
al trabajo de Arte 24, espetando
que
sepa desembocar
en la creación .
.Lo bello, lo sabemos, es el es
plendor
de
fa vetdad, y amarnos demasiado la verdad para no que
rerla espléndida.
878
Fundaci\363n Speiro
EL SOCIALISMO «EDUCADOR»
El sentido de nuestro co:mhate
Para terminar, quiero ·haceros una confesión, o más bien una
confideruiia. Todo lo que acabo de decir no vale lo que una canción
acompañada de una
guitarra embarcada para
un
viaje que la llevara
donde
aparejan los sueños de los hombres,
una canción,
por ejemplo,
que contara
la historia de esa pequeña muchacha pelirroja de la que
habla Chesterton.
En esta época, en Inglaterra,
una ley obligaba a cortar
los
cabe
llos
de las
chicas pobres a causa
de los piojos, pues el capital-so
cialismo prefiere siempre agarrarse a los cabellos más que
a los
piojos;
es
más fácil. Chesterton escribe:
«Yo parto de lor CtWellos de una much,.chita. Eso yo sé que es
bueno en lo absoluto. Si otras cosas son contrál'ias a eso, que de,"f)""
,ezcan. Si
los p,opietc,ri,os; 1M leyes y 1M ciencias están en oontra de
eso,
que los
p,opietc,ri,os, l"' leyes y las ciencias des"f)arezcan. Con el
cabello pelirro¡o de 11na chiquita de las calles ponemos fuego a toda
una civilización moderna. Porque una chica debe tener los cabellos
largos, es preciso que los tenga limpios; puesto que debe tener los
cabellos limpios, · no· debe tener una casa sucia; puesto· que no de-be
tener una casa suda, es preciso que su madre sea libre y que tenga
tiempo libre; pue,to que su madre debe ser libre, es preciso que no
tenga un propietario usurero; puesto que no debe tener un p,opie
lario usurero,
es preciso redistribuir la propiedad; puesto que
es
preciso redistribtlir la propiedad, haremos una revolución ... »
«No se le cortarán lo-s cabellos cfJf'to:r como a un forzado. No,
todcs los -reinos de la tierra serán vueltos a tallar y corkldos a su me
dida. Los vientos del mundo se c,,l,marán para ese cordero que no
e,tará pelado. Todas las coronas que no le V"Jlan bien de tamtmo a
su cabez", se romperán; es la imagen sagrada de la humanidad. Todo
al,ededor de ella en la fábrica social debe mclinarse, romperse y hun
dirse,
las cr;lumnas de la so,ciedad serJn quebradas y los arcos de
b6veda se dermmbarán; pero,
ni un cabello de su cabeza será tocado.»
Este es todo el sentido de nuestro combate.
879
Fundaci\363n Speiro
POR
ÜIARLBS R.umAUD
Es difícil hablar del sociallismo, pues no existe esa famosa ser
piente de
mar con rostro
humano.
Lo que existe es ese otro socia
lismo
que ronocemos bien, desde su semilla liberal, hasta su madurez
marxista y su cooecha ahn1lrerutda en los osarios... 66 millones de
muertos, solamente en Rusia; 66 millones, de muertos que, agarrán~
rostro
huma.no no existe. Es,
al pie de la letra, uoa ilusión; es
decir, algo
distinto, a
la
V"2, de la ,realidad y del ,ruueño. Revel, en
l., tenttJ;;ión totalitaria, lo reconoce: «La idea socialista progresa
cada día, pero no en la realidad». Y añade que «lr1s experien
han fracasado en todas partes». Esta ilusión, que aquellos
que la han
experimentado no pueden . tomar por la realidad, es to
mada por un sueño por aquellos que la esperan todavía. Tiene la
fuerza de
un
sueño; y la fuerza de los sueños es la de parecer como
e.a paces de ser reilida.d. ¿Qué sueño ,es el que proponemos,?... pues
el
hombte no
vive
solamente del pao de co mcl.
No disfrutemos demasiado de prisa de la confesión de Revel. Es
una falsa
ron.fesión. BI socialismo social-demócrata, que opone al
socialismo totalitario y policiaco, ha sido experimentado durante CUA
renta y cuatro años en Suecia. Al libro de Revel, I., tentación totdr
litar/a, responde otro libro, el de Huntford, que se llama, por una
coincidencia que sirve
de ejemplo, El nuevo totalitarismo. El autor
demuestra, en
él, que Suecia es uno de los palses más realmente mar
xistas que pueda haber. Que se ha realizado allí al pie de la letra
el mejor
de los
mundos de
Hwcley, y que el hombre está en él to
talmente sacrificado a la colectividad. Es para eso, para defender al
hombre, y no para defender los monopolios, por lo que Juan XXIII
Fundaci\363n Speiro
CHARLES RAMBAUD
repetía que el sociallismo, aun moderado, era «inaceptable» pa,:a
un cristiano.
Entendámonos bien, no se trata de hacer procesos a las inten
ciones.
Es falso el pretenderlo
y ridículo el poner cara de creer que
los socialistas no sueñan
más que en el Gulag, tan falso corno decir
que
la derecha arde por
sacrificar la
libertad
y llama con sus votos
a la dictadura; pero es muy cierto que, por la sola
lógica de
un sis
tema mal evaluado, cada uno
puede llegar
a encontrarse donde no
quisiera ir.
La
seducción socialista
Lo expuesto nos plantea una pregunta. Siendo así que por todas
partes el socialismo ,es un
fracaso que
ha
provocado y continúa ali
mentando el
más monstruoso holocausto al más monstruoso ídolo,
el Estado totalitario,
¿cómo y
por qué
conserva intactas casi
todas
sus seducciones? ¿Cómo es .posible que, pese a tantas ruinas, tantas
gentes crean en sus promesas de ciudades felices?
Si la mitad de los
franceses vota
socialista, no es
para edificar
el Gulag.
Esos franceses
piensan elegir la felicidad
y, más que la
felicidad, la verdad, el bien. Y, en-cima, quienes no votan así apare
cen a sus ojos como quienes quisieran perpetuar las injusticias que
ellos
rechazan. ¡No solamente nos
hemos dejado desposeer de nuestra
propia herencia, sino que nos dejamos
disfrazar, enmascarar! Y nada
es
más urgente ni más difícil que el dar a conocer nuestro verdadero
rostro.
A la ilusión socialista es preciso oponer la ilusión de un pro
yecto realista que
sea capaz de poesía. Cuando los hombres no com
parten el mismo sueño, están reducidos a compartir la misma ilu
sión. En la ilusión socialista, hay hombres que ponen su esperanza
en
un terreno en el
cual no hay más que mala hierba.
Es preciso, pues, mostrar que frente a la tiranía del desorden
no pretendemos oponer ninguna
-tiranía, aunque
fuera la de un
o.rd.en, sino que, estando, contra la revolución, estamos contra aquello
que la provoca.
856
Fundaci\363n Speiro
EL SOCIALISMO «EDUCADOR»
Al combatir también el socialismo, no defendemos el orden so
cial del siglo XIX, que, no lo olvidemos, fue producto inmediato de
la
revolución
burguesa del 89, f, más lejano, de la Reforma; no
soñamos
en volver a la época en la cual, como muestra un reglamento
de fábrica de
1880, el personal estaba autorizado a calentarse con
la
condición de suministrar el carbón,
trabajaba once
horas
y a cambio
de este horario
considerahkmiente aligerado, como dice el texto, se
le
autorimba a comer en media hora, a condición de no interrumpir
el
trabajo;
no tenía autorización de hablar, y podía ceder a l,ts lla
madas de la naturaleza bajo reserva, de que fuera en un orden per
f ect(). Los niños menores de catorce años debían llegar con cuarenta
minutos de
adelanto sobre
la apertura
y quedarse después del cierre
para asegurar la limpieza. Es lo que la direcr:ión de la época llamaba
condiciones casi utópicas, que justificaban un acrecenkmtiento consi
derable del rendimiento.
Se compara la situación actual con la anterior y es un orgullo
pensar que
las leyes sociales
fueron
hechas por
los católicos
y no
por los socialistas, que
a principio de siglo votaron cootra el primer
proyecto de vacaciooes pagadas.
No es solamente a causa del Gulag po,r lo que estamos contra
el socialismo, pues no es sólo a causa del látigo por lo que rechaza
mos la esclavitud. Ningún país del mundo posee más alto nivel de
vida
y de seguridad material que Suecia, pero yo digo que el esclavo
feliz es
dos veces esclavo.
Bemanoo decla: «La sodedad burguesa n()
ha liberado al pobre, lo ha enriquecido, lo ha enriquecido corrom
piéndolo.
Lo
ha enriquectdo con su propia corrupción». No apela
mos a ninguna tiranía, pues la prohibición quita toda posibilidad al
ejercicio de la templanza como virtud,
y otorga a la intemperancia
el prestigio de la libertad.
El socialismo de lo cotidiano
No hay socialismo con rostro humano, no hay sino un socialismo
totalitario con
máscara humana.
Y esto
no es una amenaza, es un
heoho cotidiano, un medio ambiente,
es decir, a
la
vez un
terreno
y
857
Fundaci\363n Speiro
CHARLES RAMBAUD
un dima. No vamos a combatir un proyecto socialista, sino las rea
lizaciones socialistas.
El socialismo
institucional político
no fundará
un socialismo cotidiano, sino que éste será su fruto de alguna forma
lógica. Es por eso que Revel "5ctibe: <
dem6cratas, que no se constituyen sino " partir del capitalismo liberal
más drllanzado». Esto nos recuerda una canción. Es cada vez más evi
dente que entre el liberalismo avanzado y el sociailismo que toma
su tiempo, hay la misma diferencia que entre una botella vacía a la
mitad y una botella llena
hasta fa mitad. No son más que la cara
y la cruz de la misma falsa moneda. He dkho antes que el socia
lismo es ya un medio en el que vivimos, un aire contaminado que
respiramos creyendo respirar el buen alre de siempre. Para esto hay
muchas razones.
Hay lo que yo llamaría el nuevo peso del mundo. El mundo se
ha
empequeñecido, se ·le
da la
vuelta en veinticuatro horas, y al hacer
esto ha
aument•do terriblemente
su
densidad, y el hombre, que sobre
sí no
sentía sino el peso de uu pueblo, sabe ahora lo que pesa el
mundo. La información punzante
y planetaria es desproporcionada
a nuestras
posibilidades personales de adaptación y de reacción. Todo
esfuerzo
personal parece vano, inútil, perdido por adelantado. Tanto
da entoru:es confiarse,
abandonarse
a soluciones
de
masa que
parecen
únicas a escala de
los
problemas planteados.
En ese
sentido, los
me
dios de masa son socializantes, pero
lo son también por naturaleza
y con doble motivo. No
pueden cnmpfü su
papel de difusión de masas,
sino a
con
dición de que su lenguaje sea el común -de la mayoría; solicitan un
público homogéneo y lo crean. «La antena de televisión, dice Bogart,
es el simbo/o de un pueblo que espera y recibe "Un m·ensafe idéntico».
Además, los mass media habitúan el espíritu a confundir lo imagi
nario y lo real, dan aipariencia a la ilusión y acostumbran a la utopía,
permitiendo creer
que la realidad puede
ser tan plástica como la
imagen trivial
de lo real puesta en su lugar.
Nuestra
época es la de la publicidad. Señalemos, primeramente,
que
la publicidad,
ar! afirmar implícitamente que todo el mundo tie
ne derecho a
todo,
resulta:, inmediatamente, igualadora. ¿ Y sobre
858
Fundaci\363n Speiro
EL SOCIALISMO «EDUCADOR»
qué reposa esencialmente, sino sobre ese hecho de que los donantes
tra
certezas se
han puesto a la búsqueda con la firme
intención de no encontrar nada, mientras ella propone certezas y
señala cuál es el truco para llegar a ellas? Los hombres, a menudo,
desean cosas legítimamente deseables, pero no cuentan con ellos
mismos ni con la gracia de iDios para llegar a ellas; piensan que
«hay truco».
La publicidad lo sabe; ella no propone una crema, sino
la
belleza; no
propone naranjas,
sino la salud; no una casa, sino la
felicidad; no un coche, sino la libertad; no un dentífrico, sino el
amor.
El hombre moderno, arrastra
para todo; para triunfar en el amor,
para edncar a los
hijos, para ser feliz, para envejecer con alegría,
para olvidar
la muerte.
El hombre
cree que hay un truco, puesto que profesa la religión
del progreso, de la ciencia.
Le parece impensable que haya un truco
para ir a la Luna y que no haya trnco para
ser feliz
en nn
matrimonio.
Conozco
a una señora que,
hablando de una amiga que estaba muy
desolada
por tener las caderas
demasiado anchas,
decía:
«Debería
hacer
un trt11am;en10 de psic()ferapitt>>. No pensaba sugerirle la prác
tica de la bicicleta. Así, el
hombre a
destino. El
hombre occidental está solo y es «viejo».
Como los trucos se hacen cada vez más complejos, se pide a la
sociedad tecnocrática que nos los suministre con su receta y gratui
tamente. Y en eso consisten el Estado'providencia y el sueño, socia
lista.
Creyendo
que
un sentimiento exacerbado de la justicia puede
ocupar
el
lugar del
sentido de la justicia
en el hombre, estima ya
toda
obligación dolorosa como iojusta, ea tanto es obligación y en
cuanto produzca dolor.
Esta
socieda
se adapta así al socialismo. El hecho
de disponer de objetos corrieotes que
se tiran después de usarlos
deshabitúa
a
la
afecci6n, al a,,ralgo, así como a la originalida
prepara al
hombre para
percibirse a
sí mismo
únicamente como miero
bro de un grupo, 'hasta el punto de que, como dice Ram.U2 de las
patrias, el paciente carnal es reemplazado por el próximo ideológico,
859
Fundaci\363n Speiro
CHARLES RAMBAUD
imagen ilu.soria que se era el hombre desposeído de sus verdaderos
deberes
hacia su
verdadero prójimo.
Se sabe que es difícil hacer por decci6n lo que se hacía por ne
cesidad.
La solidaridad, la ayuda mutua, eran antiguamente necesi
dades.
El progreso
técnico parece dispensamos de
ello. La necesidad
ya no
cuenta para
nada y, al ser difícil la virtud,
el hombre pide que
sea el
Estado quien tome a su cargo
sus
propios deberes
y
le libere,
cada
vez más, de la necesidad. Un día, un prefecto me contó que
había recibido
la visita de una señora que, coomovida por la soledad
de
algunos viejoo, le
sugería
la creación de un cuerpo de fuocio
narios encargados
de ir a
visitar a
los viejos en los hospicios, los
domingoo y
días
de fiesta. Esta dama ignoraba quizá que ya era so
cialista.
La ideología, nuevo confonnis.mo
Nos es preciso reaccionar contra los lugares comunes que surgen
un poco por doquier. La idea de que todo es político, por ejemplo.
La polñtizacióo de tod05 los sectores de la vida constituye uoa
agresión
pem,aneote contra la felicidad e instaura el reino de la
ideología. Toda ideología es totalitaria; es una imagen de pensa
miento, 1.ID ~samiento de una concepción que se intenta imponer
por 1a fuerza a lo real. Toda idedlogfa me hace pensar en aque
lla película de Charlie
OMplin, en
que
Gharlot, a
toda prisa, llena
una
maleta de ropa, echada talmente en un montón y que, una vez
está la maleta cermda, sale de ella por todos los lados. Entonces
Gharlot, cuidadoso del
ooden, toma unas
tijeras
y corta lo que sobra.
Es
[a suerte
de lo
real en la ideología,
La ideología
es, para
una
generacióo que
sólo piensa
en términos
«políticos»,
lo mismo que el
confomúsmo burgués era en uoa ge
neración, que no pensaba sino en términos «morales». Se trata siempre
de un conjuoto de reflejos y de reacciones que han llegado a ser
espontáneos por
seguoda
naturaleza, siempre por
desconfianza ante
el pensamiento personal, siempre con aplastamiento de la persona
lidad considerada como
virtuaJ en
beneficio de las actitudes de grupo
860
Fundaci\363n Speiro
EL SOCIAUSMO «EDUCADOR.»
y oon el descargo de ser confortada por éstas en busca siempre de la
promoción del estereotipo con dignidad
de modelo y, a fin de cuen
tas, oon análoga mutilación de lo real e idéntica buena conciencia
inalterable y no verificarda.
Los ideólogoo, y me dan ganas de. decir loo «idiólogoo», son
obsesoo, hablan, y en su voz se escucha un disco muy antiguo. Los
destrozos causados por esta neurosis son evidentemente más consi
derables entre loo sujetos sin forma.ción intelectual. La ideología
viene a llenar nn vacío, a responder a nna es.pera, a disimular un
hambre, a satisfacer un deseo. Les da la ilusión de ser lo que no
son,·
intelectuales, impidiéndoles
llegar a serlo. Serán toda su vida
hombres agri06, revueltos, decepcionaJdos, pues sus sueños puros no
tienen nada de común con loo proyectoo de sus amos. No esc~parán a
la
desesperanza de haber sido 105 artífices de un mal que no querrían,
sino aceptando el papel
de cómplices conscientes o
negán.dose a
ver
la realidad.
Siento que se a
puede realizarse el hombre sino en el ocio, y
resignándose a sufrir una dialectizwión tal de la vida, como si un
ocio
de
c-.1idad pudiera
existir
para quien hace un trabajo estúpido,
como si
un ocio tal,
supooiéndolo posible,
pudiera compensar un
tal subempleo
social de
las
faculmdes más
altas del hombre.
Es pre
ciso
remontar esra pendiente y deci< que el trabajo por hacer,
obligatorio y liberador, debe desarrollar todas las facultades huma
nas, como deseaba Simon,e Weil -'la lJf'Ulde-, y, en ese caso, el
problema del ocio y de fa rukura quedará resuelto y el socÜ!lismo
entenrado
en el demenrer:io de las ilusiooes sin empleo.
Finalmente, el
socialismo,
en cuanto
es un
racionalismo, es
la
expresión política
dcl romanticismo. Cuando la apariencia cotidiana,
la superficie tranquilizadora se fisura,
deja eotrever
simas olvidadas,
cuando la razón se trastorna. hasta dudar de sí misma, cuando la
inteligeocia clara no llega a poner un dique a la subida de las ti
nieblas, cuando las
certidumbres están s~idas por las oscuridades,
lo real por sueños transformados en pesadillas, cuando las razones de ser
son reemplazooas por los irr\pulsos del instinto, cuando el tem
blor colectivo
exaspera a
la
conciencia individual
que se
enajena, el
861
Fundaci\363n Speiro
CHARLES RAMBAUD
romanticismo se hace la expresión misma de una aspiración que es
también una huida. Entonces,
la sinceridad
del propio canto en
ciende sus
luces
de alegría dorule antes, vivía la verdad recibida y
toma apariencia de inocencia. Se sobe dónde tal estado ha llevado
a Aletl1
men1le un socialismo que, siendo naciona:Hsta, daba a una raza el
papel redentor que
el
social.ismo m.rxista atribuye a una clase.
La,,
necesidades
vitales del
alma humana
Ante la
difieutlmd práctica de distinguir las
opciones
y las me
didas liberales a,vanzadas de las opciones y las medidas que lleva
en sí
el socialismo, denomino aquí socialistas todas las opciones que
tienden a
despooeer al
hombre de lo que le
pertenece como propio.
Es socialismo todo cuanto transfiere al grupo la responsabilidad de
derechos y deberes de la persona, todo lo que al hombre dictan sus
sueños
y borra sus remordimientos, todo lo que destruye los cuerpos
inrermclios o trata de ,:,educir su papel.
Si
somos los
defensores
de la propiedad, es
porque, como Proud
hon, vemos en ella la
condición misma de la libertad ... , pero la pro
piedad no
es sólo
material, engloba la herencia de la tultura y la
fe. Dicho de otra mane'ra, frente a aquellos que sueíían con quitársela
a todos, no
soñ= en reservarla sólo para algunos, pues creemos
que, como decía Chest1erton, la situación de un hombre que posee
10.000 hectiÍre&s «es tan contraria ,u dereoho de propiedad como
sería contrario
ol derecho del matrimonio el que poseyera todas nues
tras mujeres
en un harén». Es necesario pa,m todos. Y sabemos que
el derecho de compra, La Gioconda nn da el de pintatle bigotes,
pues el dinero no compra todo.
En
,/./ enracinement, Simone Weil definía a las necesidades del
hombre
y las enumeraba así: «et orden, la libertad, la obediencia, la
responsabilidad, la ;glldldad, la jerarquía,
el honor, el· castigo, la
libertad de r,pinión, ¡,. seguridad, el riesgo, la propiedad privdda, la
propiedad colectiva
y w, verdad». Sería bueru, toda sociedad que pu
diera satisfacer estas necesidades fundamentales del alma.
862
Fundaci\363n Speiro
EL SOCIALISMO «EDUCADOR.»
La familia como r""puesta
¿Quién no constata que estas necesidades así definidas encuentran,
en primer
lugar, en
la familia su medio natural de eclosión y ex
presión? ¿Dónde esas nociones aparentemente contradictorias se or
ganizan mejor en un tejido orgánico y se conjugan de una manera
más necesaria.
el
orden y
la libertad, la obedieru:ia y la responsabi
lidad,
la igualdad y la
jerarquía, el orden y
el castigo, la seguridad
y el riesgo, la propiedad privada y la propiedad colectiva? ¿Dónde
se ·encuentra más· a gusto la verdad, si, corno dice Chesterton, «educar
es estar lo bastante seguro de que 11na cosa es verdadera ¡,ara osar
decirsela a un
niño·»?
La familia constituye, pues, el primer lugar de resistencia al
socialismo,, un
medio en el
cuaJ la
experiencia
socirulista desembocaría
infaliblemente en la destrucción del grupo que intentara tal aventura.
La familia segrega instintivamente anticuerpos, tanto para el libera
lismo como para el socialismo. ¿ Es irnaginabk, una familia en la que
cada uno estuviera liberado de sus deberes con una
hipertrofia ri
dícula de los poderes de una especie de «maestro ciruela», mitad
contable, mitad de mozo de
comedor? ¿Es
imaginable
una familia
en la que no reinaran efectivamente la libertad y la obediencia, el
honor
y el
castigo, fa igualdad y la jerarquía, la propiedad privada
y la propiedad colectiva? Toda familia, por humilde que
sea, integra
una dinastía con
sus tradiciones, sus costumbres, sus ritos, su herencia material y
espiritual. No nos extrañemos, pues, de que la familia sea un blanco
predilecto del socialismo. Hun.tford cita al profesor sueco Rexel:
«Es preciso
socializar a los niños desde la edad más tierna para eli
minar
la herencia social». Y un
arquitecto añade:
«Al
suprimir una
parte
del confort de los pisos y al
transforirlo a
los
locrules comunes,
se
puede forzar a
la gente a vivir en romun.idad» ; y, más adelante,
añade:
«Nada aisla tanto
como la
oomida tomada
en familia entre
cuatro
paredes». Nos
han prevenido. A la
familia puesta
en cuestión
es preciso oponer
la familia como respuesta. Sería preciso que nues
tras familias fueran
contagiosas.
863
Fundaci\363n Speiro
CHARLES RAMBAUD
Socialismo en la escuela
Si la familia, a pesar de los 311:aques de que es objeto, permanece
sólida,
aunque
reducida ahora a
la
pareja y a los niños, lo que cam
qia la manera de vivir, no h,ty duda de que su prolongación, la
escuela, es
un lugar
privilegiado y
más difíál de controlar para la
acción soáalizante. No pienso prioritariamente en las reformas for
ma!les que trata de instaurar ,eJ. socialismo en la escuela, sino, más
bien, en el clima que pennitirá a esas reformas echar raíces. Nuestro
amigo Callen,, ha demostrado en estudios muy documentados, a los
que
yo les
remito, la opción lil,ero-social-marxista de la reforma
escolar. Querría solamente hacer a:lgunas oboorvaciones.
En El mundo de la educddón leo esto: «La campaña llamada
crítica de Lin-Ptao,
y de Confucio ...
pone
en cuestión toda la tra
dición escolar china desde
milenios: el
respeto al maestro, el respeto
al pasado nacional». Por su parte, Huru:ford, al hablar de Suecia,
escribe: <
deseable sepd!Farl,os del P"-'ado. En Sue'cia, 'el estudio de la historia
ha
sido amputado». «Nada
importante ocurrió aotes del año
32», grita
un estudiaote de e:onomía política "probado por un magistrado, que
declara: «Todo
lo que
existía antes del 32 debe olvidarse».
Simon Leys afirma de China que «la cari totalidad de la litera
tura china
1 desde sus orígenes hasta nue.rtro'! dla.rJ há sido simple
mente
borrada de la existencia».
Ustedes piensan
que esto no ocurre en Francia, pero ¿acaso la
reforma Haby no va ciertamente
en el rismo sentido,? El programa
de historia
es aligerado y lo que queda de él es tratado de manera que
hace perder el sentido de la cronología, del tiempo, y, por tanto, de
de la Historia.
El conocimiento de la Historia es llberador; permite no coofundir
la aotigua
gimnasia con la moderna magnesia, y corresponde de tal
modo a una necesidad que las revistas y las emisiones que tratan de
la
Historia
y tienen siempre un éxito permanente.
La
relación de maestro a
discípulo implica la noción de una ver-
864
Fundaci\363n Speiro
EL SOCIAllSMO «EDUCADOR»
dad que se trata de transmitir; en cambio, la tendencia actual es la
de presentarla
como alienante, despreciando la experiencia mis evi
dente. Los grandes pintores fonnadoo por maatros jamás han imi
tado
a
sus maestros. Estos les habían dado 105 medios de ser libres
y creadores. Giotto, el antepasado de la pintura moderna, y que abre
el Renacimiento, había sido formado por Cimabue, uno de los úl
timos mantenedores del arte bizantino. A estas pruebas por la His
toria
nadie puede
oponer el menor
argwnento. Se
comprende, por
ello,
el encarnizamiento contra la Historia.
Otra. característica socialista de nuestra enseñanza es el favor del
que goza la no directivid,d, por otra parte impuesta muy diroctiva
mente a
al= que no lo desean, y el trabajo de grupo.
Uno de los
creadores de
la política cultural sueca dice:
«El in
dividuo no tiene ningún significado sino
como
miembro, de un gru
po», y el señor Olof Palme, ministro en aquel entonces de Educación
N acioo.al, precisaba que «el niño no va a la escuela para llegar a un
resultado personal, sino para aprender a funcionar en el interior de
un
grupo». Por esto, se
comprendo la huida de
las élites, de jueces;
pero no
olvidemos que
el modelo
sueco es
el del liberalismo avan
zado.
Ahora, la maní-a socialista del igualitarismo va a abdr automá
ticamente a todos los alumnos la entrada en sexta clase, pues la doc
trina oficial
es qire todos los niños. son
iguales
en capacid•d, y el
único
imbécil, como subraya Gustavo Thibon, es el profesor, incapaz
de llevar a todos los allllil006 al mismo resultado. Estas medidas
.igualitaristas prohíben,
sobre todo a los niños pobres, alcanzar el nivel
que sus dones les permitiría, y es preciso una cierta dosis de cinismo
para presentarlas como manifestaciones de justicia social.
La educación tradicional, por haber creldo constatar cierto nú
mero de
diferencias morfológicas mtre las chicas y los muchachos,
había deducido de ello que
tenía
la función de desarrollar la mas
culinidad
entre los muchachos y la feminidad entre las chicas, es
decir,
ir en el sentido de
lo real. El tabú socialista de la igualdad
postula uoa nueva educación; y, como ,en Suecia, se dará preferente
mente cochecitos a las niñas y muñecas a fos chicos. De ahí la mez
cla escolar que procede mucho más de un ,error intelectual ,que de
865
Fundaci\363n Speiro
CHARLES RAMBAUD
una perversidad moral de la que acusau los puritanoo un poco ob
sesionadoo para ser lúcidos. Y, en, nombre de
igualdad, las mujeres en Rusia efectúan trabajos duros que, ¡taras
del
capita:lismo del siglo
XIX!, han llegado a ser una de las conquis
tas de la mujer liberada.
No cabe duda de qu.e la moda del <
crema de las pedagogías modernas,
al eliminar al
máximo posible
las eopecificidades, tiene
por
fin esclavizar
loo hombres a
las ne
cesidades de
la economía. <
dice una guía oficial suoca. Debemoo agradecer a Huntford
que
nos
haya mostrado cómo las tNttoridades suecas han comprendido
que
<
coherentes. Aprovechemos, pues,
la ocasión de
beoeficiamos del
li
rismo que rodea a los rebeldes.
Sin duda alguna, no es po.-casualidad que, aun cuando la mitad
de los franceses hayan votado por el programa común ----<¡ue prevé
la
nacionalización de
la enseñaoza, que fue libre y que ahora no es
más que «privada» ... , a menudo sin realizar lo que es su razón de
ser, la educación de la fe-, el 78 % de ellos se declarao favorables
a
la libertad de enseñanza. Incluso Mitterrand efectúa un prudente
paso atrás ante
el
prorecto Mexandeau; y la propia dirección de la
Enseñanza Libre se extraña de este resultado. Honestamente no pen
saba merecer esto. Este sondeo prueba qoo el 78 % de los franceses
han
conservado alguna consciencia del hecho de que la autoridad
de los profesores no, tieoe su fuente en el
E.stado, o
en su técnica,
sino que
deriva de
la delegación de fa autoridad de los padres. Hasta
los «gauchistas» están de
acuerdo en
esto,
puresto que reclaman el
derecho de enviar a sus hijoo a escuelas conformes con sus coovic
ciones.
Piden, sin saberlo, el Derecho natural que
niegan y la moral
cristiaoa que
rechazan.
Ta:! convergencia acerca de una libertad ca
pital prueba, por lo rn=, que corresponde a una exigencia irre
futable.
Pero el clima cambia. El trabajo manual no es tan menospreciado,
así
lo prueba
el nuevo interés por él suscimdo por los Comp~gnons
du devoi,r. E., cierto que un muchacho que ,descubre fa verdad al
866
Fundaci\363n Speiro
EL SOCIALISMO «EDUCADOR»
contacto con lo real es mocho menos man,ipulable que aquel a quien
se le
ensefia que la inteligencia no es la aptitud para conocer lo real,
sino
que se
confunde con
la pura lógica sin referencia a la verdad.
Simon W eiJ, que, dicho sea de paso, estimaba que una democra
cia no puede funcionar más
que bajo
la condición de
prohibir todos
los
partidos polítirus, escribía
que el
trobajo manual, al eiercitar
toda.r las facultades h""'""""', deberla encontrarse en
el centro de la
cultura. Es efecto de las relaciones orgánicas que suscita ientre la
visión lúcida de un problema, la imaginación que se emplea en re
solverlo, la intelígen!cía que concibe, la voluntad que se aplica y
la rn,mo que fo realiza. Esta.roo, <:relltalD.ente en el campo de la cultura.
La revolución es cultural
La primera evidencia es que la Revolución es cultural y que el
68 fue una revolución culturail que fracasó en su rentativa de real.izar
una revolución poütica, pero cuyas consecuencias culturales son mu~
cho más importantes que las consecuencias sociales y políticas. Se
mezcló
en ella lo mejor, con un cierto re1ehazo que expresaba, y lo
peor, o lo más ridículo, en la expresi6n de ese rechazo y de los re
medios que se proponían. Aun admitiendo la existencia de manipu
lruiores perfectamente
formados, no deja de ser cierto que su incen
dio
halló un materiail que nadie hubiera creído tan inflamable. Se
conservan en
nuestras paredes s/o gam contradietorios y reveladores,
como está p,rohibido p,rohibir y la libertad es un luio b~gués. Pero
¿quién
había
enseñado a los estudiantes que en una creación a<:abada
nada es ilimitado, nada existe sin forma, que toda forma está hecha
de límites
y que más
allá de los límites que determinen su forma,
toda cosa, toda noción, deja de ser y se convi
a una madeja, la libertad sin verdad no~ más que agresión, com
plicidod o abandono?
Si
hay decenas de definiciones del socia[ismo, las definiciones
de la cultura abundan
igualmente. Para mi, la cultura
es
el conjunto
de
medios de que
el hombre dispone para mantener su temperatura
867
Fundaci\363n Speiro
CHARLES RAMBAUD
a 37º, única forma de adaptación a lo real para los animales de tem
peratura constante. El socialismo nos propone la adaptación pot con
formidad al
medio
runbiente. Ill fin de la cu!ltura socialista es la so
ciedad, el fin de la cultura cristiana es el hombre. Ilsta se apoya en
el pasado, pero no debe olvidarse que, a veoes, la ttadición no con
siste en que en tiempos de Luis XIV se
amueble al
estilo
Luis XIII,
sino que consistió en que se reunieran aquellas condiciones que per
mitieron crear el estilo Regencia. Es, pues, dinámit:a. La cultura so
calista, en cambio, a pesar
de lo anterior.
Las veletas también están todo e!l tiempo dando re
voluciones, están estudiadas ,pa:m eso, y son las reinas en el reino del
viento.
La concepción actual de la cu[tura tiene como finalidad el grupo
y no la persona. La animación rultural parece tenet como principal
objeto no el descubrimiento,
la reflexión, sino 11a constitución de un
grupo. También con eso favorecen el cambio, el diálogo, el contacto
social.
Se llega a creet que el fin del cine-dub no es la puesta al
día objetiva de
fo significado por la obra, sino de la expresión de
fo sentido por cada cual. Aunque fos cambios no son sino medios
que penniten un descubrimiento
más
profundo de
la realidad, hoy
se los
considera en
sí
mismos como
el objetivo principal. Pero lo
más
impottante no es lo
que las gentes dicen, sino
el hecho de qué
hablan.
En la perspectiva actual resulta evidente que el hombre com
petente, cultivado,
se hace sospechoso. Se le reprocha el aplastar a
los demás, el
hacetse valer,
marcar desigualdades,
perpetuar dife
rencias, y siempre o casi siempre hay un eclesiástico que considere la
estupidez corno un refinamiento de la c,,ridad.
Si e[ fin de la cultura no fuese el hombre, sino la sociedad, en
tonces solamente contarían los cambios de estructuras que realizaran
el sueño de una sociedad donde no solamente sería fácil ser bueno,
afectuoso y fraternal, sino que resultaría imposible no setlo. Hay
gentes que
confunden los castrados con los castos.
868
Fundaci\363n Speiro
BL SOCIALISMO «EDUCADOR>
El lenguaje manipulado
Se ha conseguido dar a la palabra «cultura;> un sentid<> no sola
mente difeJ:1ente, sino casi contrario a su sentido tradicional. Se ha
olvidado, a veces, que se podía ser Hetrado y cultivado. La manipu
lación
del
lenguaje es
una técnica
clásica de '1a subversión. Otwell
ha
explicado el procedimiento en su novela de 1984
-ya es maña
na-, y a Orwell es a quien Hundottl y Simon Leys aluden para
analizar esta marupulación en Suecia y en China.
«En sueco -dice Huntford-la palabra tradicional para designar
al ama
de casa o mujer de hogar, "busmor", término perfectamente
honorable, se h" reempla.ado por el
neologismo
"hemafru", que /#e
ra/mente
significa la mujer-que-queda-en-la-casa, lo que es casi pe
yort11i110.» Bastaron sólo algunoa meses para que, con su uso por las
mass media, el nuevo ténnino sustituyera al antiguo. A partir de fi
nales de 1969, resulta casi imposible que en una conversación coti
diana se
hablara de
una mujer en el hogar sin producir la impresión
de
censurar'1a o
de bromear. La lengua sueca había
sido cambiada en
las mismas narices de los suecos.
Simon Leys decribe una operación igual en China. Se trata de
quitar
a las palabras -todo sentido objetivo. «Así los chinos deben
distingu/.r entre
los e,timulantes materiales (prohibidas) y las justas
relrib«ciones
proporcionales al trabajo (estimuladas), entre r=lución
permanente
( herejía troskysta) y la revolución continua ( desarrollo
genial
y creador aportado por Mao al pensamienta marxista). Así
-dice el autor-el régimen cree poder salvarse de la bancarrota
ideol6gic,¡ refugiándase en la inflacMn verbal».
Es el reino de la memira, denunciada por Soljenistsyn, esa !ogo
cracia revelada por Besan~on en su Trtllado de Sovie1olo'!Jfa, y por
Ch. Jalen en
Les Normalisés.
También, mediante una manipuilación del lenguaje, hemos visto
cómo se
ha convertido el aborto
en una anodina interrupción del
embarazo. Del exclaustrado se dice que está reducido al estado laico;
a
la pornografía se Je llama erotismo.
El primer patrimonio es la lengua. Es preciso, pues, trabajar,
869
Fundaci\363n Speiro
CHARLES RAMBAUD
como decía Mallarmé, para dar un sentido más p,,ro a las pal,alnas
de
h, tribu.
Enro.ntramos ot!tO ejemplo más de esta técnica de cambiar el sen
tido del lenguaje en la suerte reservada a la palabra «consumo», ahora
teñida de
un sentido peyorativo. Los mantenedores de
la nueva cul
tura no tienen adjetivos suficientemente infamantes para zaherir el
consumo
culturatl ni bastante füicos para exaltar la expresión y la
creatividad.
El hombre es, por naturaleza, consumidor de bienes materiales,
culturales y espiriruales. No hay alimento, ni, por tanto, acción, sin
consumo.
La muerte del pasado
Refiriéndose a:! a,nsumo ~rural, se trata de atacar al patrimo
nio y de oponerse al arraigo. Un director de escuela de Bellas Artes
me decía un día: «Lo nuryoria de mis estudiantes ign,,r,m, que Miguel
Angel
y V ,m, Gogh no son del mJsmo siglo». Trns esa broma ta:! vez
no se
escondía una
verdad absoluta, pero
sí al menos la afirmación
de
una voluntad política de ignorar el pasado.
Además, a quien
ignora fos dibujos
de
Durero le
es
más fácil creerse un genio.
Esta obra de
destrucción del
pasado no se contenta con producir
el olvido, pues éste es susceptible de demasiados despertares. Un
país socialista
es más radical. «En China -dice Simon Leys--, el
nombre del actual régimen quedará para siempre asociadO' a un ul
h'aje memorable infringido al, patrimonio cultural,
de la hum,m,iddd
entera:
h, destru&ci6n de la ciudad de Pekin». El autor cita las in
numerables
desrrocciones debidas
a un urbanismo a
la rusa, que es el
más
siniestro de'l mundo y que tiene la misma imag= del régimen.
En
Suecia, los barrios viejos
eran condenados en la medida en que
no
favorecían la rolectivizaciÓIL
La
mansión de Strindberg, a pesar
de su
valor histórico y arquitectónico, ha sido derruida. Monsieur
Holm,
director de
la planificación
DJ1cional, afirma, por otra parte:
«No podemos autorizar que /.,,s gentes manten g,m, sus diferencias:
deberán renunciar al, derecho de elegir a sus vecinos».
No nos ex-
870
Fundaci\363n Speiro
EL SOCIALISMO «EDUCADOR»
trañemos de que, según Huntfonl:
es como
si
alrededor de un terci-0 de los prmcipáles poetas, novelistas
y autores drcmui#cos de Inglaterra y de América, se hubieran suici
dado. El artista, más que ningún 0#01 tiene, quizá, necesidad de un
cierto ter,ruño, p·ara enraizcwse, y una cierta calidad de ait'e para
respi,-tH"».
Hay otra °""""ª de atacar al patrimonio damlo la apatiencia de
servirle, que consiste en lo que se llama efectuar una lectura actual
de una obra del pasado, dándole 1lfl vetdadero cambio al sentido.
Un
marxista me
ha afirmado, sin
i::eír, que
antes
del siglo xx no se
sabía
leet, es decir, dar una significación totalmente extraña al pen
samiento del autor. Planchon, y con talento, hace de Georges Dandin,
con una cietta ,insolencia, en la
interpelación del personaje de Dan
din, una pieza del siglo XVIII. Contrariamente a las indicaciones del
autor, Dandin
espeta a 'la cara
de su suegro una frase prevista pata
un aparte y se convierte súbitamente en un aldeano revolucionario.
Sin duda, las grandes obtas permiten intetpretaciones difetentes que
corresponden
a
orros tantos aspectos de
una misma realidad,
peta
en la actualidad las intetpreraoiones toman muy a menudo tales li
bertades con la obta, que ésta resulta totalmente desnaturalizada
en
beneficio de
la vanidad petsooal. de quien la pone en escena, o de
la ideología
El arte y el conformismo burgués
Es preciso, sin embargo, reconocer que ia a.tlrura no estaría en
el punto que está si, de hedho, un gran número de artistas, de escri
tores, no compartieran las opiniones socialistas, poniendo así su in
teligencia y su talento al servicio del etror. Setía derrui.siado fácil el
creet que no buscan sino un medio
pci,:ticamente indispensable de
hacerse conocet, dada la colonización a que el socialismo tiene so
metida a la información. Pero aún hay más.
Desde la toma del poder por
la burguesía
en 1789, encontramos
rantos artistas
ail lado de la revolución, en oposición a la sociedad
871
Fundaci\363n Speiro
CHARLES RAMBAUD
en la que viven, hasta tal punto qire nos llega a ,¡,,,recer una cooa
natural.
Se olvida que quien 006 es presentado como el más absoluto
de nuestros reyes, Luis XIV, a.poyó a Moilil:re y no tuvo ningún rigor
con La Fontaine por su fidelidad pública a Fouquet, que estaba en
prisión. Se
ha perdido la costumbre de tal respeto a Jo que en el
hombre escapa legítimamente al poder de la autoridad. El
«89» ha
marcado
el paso de una sociedad que, a pesar de sus
errotes y sus faltas, se fundaba sobre la calidad, a una sociedad que
tiene
por criterio
la cantidad. La burguesía triunfante ha marginado
al atrista,
ya
que
vi-.e apegada a la noción materialista de lo útil y
no sobre la noció.n estética de lo bello. No ha animado sino a los
artistas qu-e exaltaban -sus propios sistemas de valores, y romo estos
sistemas eran mediocres, ha resultado que no ha animado sino a los
artistas mediocres.
En consecuencia, ios verdaderos artistas se han encontrado recha
zados en el romanticismo, es decir, en el r-echam, la evasión o la re
vuelta. En este sentido, el romanticismo aparece como una oposición
espontánea a
una sociedad
dedicada a
enriquecerse, como una tenta
tiva
desesperada de salvar valores más
altos. El romanticismo es una
reacción del
mismo tipo que la fiebre, es decir, es, a la -.ez, .eJ pro
dncto
y
el síntoma de una enfermedad y, al mismo tiempo, una reac
ción sana del organismo atacado. Desgraciadamente, los atristas han
confundido la fiebre y la salud, el rechazo y el ideal. Han hecho de
,1a fiebre
un estado que han
creído normal en
la medida en que
se
oponía a un estado anormal. Se han opuesto al conformismo, exal
tando la
anarquía, que
es un producto suyo,
y no la tradición, que
era lo contrario. Se han opuesto a una organización social injusta,
cantando el <\esotden, que es el fruto de ella y de su mantenimiento,
y
no al orden, que es el remedio.
Como sea
que una
sociedad no
puede
vivir sin
arstistas, la burguesía ha tolerado el arte a condición
de que fuera aseptizado por ías escudlas y los diplomas. Ha creado
al artista
maldito. Bajo
otro régimen,
Gauguin no
hubiera huido a
Tahití, y
Van
Gogh, honrado, puesto en su verdadero lugar, no se
hubiera, quizá, suicidado. Sin duda, los más grandes han realizado, a
pesar de
todo, su obra;
pero,
por falta de una inserción social del atrista, esta obra ha que-
872
Fundaci\363n Speiro
EL SOCIALISMO «EDUCADOR>
dado solitaria y no ha podido consistir en la edificación de una civi
lización. Cuando
ha sido fiel a la verdadera tradición, ha sido recha
zada por
aquellos que
creían
defender la tradición apilando madera
muerta.
No
ha podido ser fecunda, y solameute testimonia lo que
hubiera
podido ser.
Creo
que en este horroroso revoltijo, en este derroche insensato
de talentos, es donde es
preciso buscar el origen del estado acrual
de la cultura. Pensad en los más grandes y en su suerte miserable.
Pensad en
V erlaine, Rimbaud,
Baudelaire, Corbier,e, Lafforgue.
Hasta
hemos
enrendido a Appollinaire decirnos:
«Solo la religi6n ha pemumeddo com,plet<>mente nneva, la re-
ligión. »Ha quedado sencilla romo
los hang""'81 de Port-Aviation.
»En Eu,ropa s6lo tú no eres anticuado-, ¡oh cristianism-0/
»Et europec, má.r modemo sois Vo~, Papa Pío 'X.»
En bu.sea de los bienes perdidos
La reivindicación de un derecho, quizá, puede corresponder a
una
necesidad nueva. En la mayor parte de los casos denota, en rea
lidad, la
pérdida de un bien talmente natural que sólo su desaparición
nos revela su precio.
Así se reiviodica por la pureza del aire. Ocurre
lo
mismo con
la reivindicación cultural, el derecho a la cultura, del
que tomamos conciencia en
e!l momento en que no está asegurado
por
la vida social misma. Se han construido, pues, equipos para este
uso. Ahí, en
esre tema, la planificación se ha tomado demasiado a
menudo
por
el orden, segón una concepción segregativa y dialéctica.
Equipos para niños, para jóvenes, para personas adultas que entre
tienen el
antagonismo de
los grupos;
y, en el interior de los grupos,
el de las clases o de los clanes que luchan para apropiarse del equipo.
Aforruoadarnenre, bajo la presión de lo rea:!, la situación cambia,
y un poco en todas partes se orienta hacia fórmulas más abiertas,
más arentas
¡,ara acoger las complementariedades oaturales. A la
hora de las grandes concentraciones se expresa la necesidad de vol
ver a encontrar una vida de barrio; y es, por otra parte, de subrayar
sn
Fundaci\363n Speiro
CHARLES RAMBAUD
que cuando los eclesiásticos, <
con el
que
siempre insisten con retraso en
un
etror, rechazan
la noción de parroquia, es en el momento mismo que los urbanistas
sueñan con barrios. También vemos cómo· la reivindicación regiona
lista es recuperada por la revolución, siendo así que propiamente
corresponde a nuestro patrimonio, y que sus padres fueron Mistral
y Maurras. No debemos de olvidar que los prinreros defensores del
regionalismo fu~ron los
curas bretones, manteniendo la lengua bre
tona en el momento mismo en que la Educación Nacional, con un
fin político,
separaba por
la
fuerza y coo violencia a los chicos de
sn familía y de su patria más carnal.
En los equipos de que antes he haMado se ha desarrollado la
animación cultural. Todo el mundo sal:,e que ésta a menudo se la
han anexionado los marxistas, y aún se cree que constituye para ellos
un terreno escogido de modo natural Terreno preferido por su efi
cacia en
la sociedad
liberal, lo que
es innegable, pero que no les
resulta
tan seguro como les parecía.
Algunos intelectnales marxistas no ocultan que consideran la ani
mación como una maniobra de la burguesía para imponer sus va
lores y desposeer a la clase obrera de sus verdaderos combates, wrto
oitcuitando sns organizaciones políticas y sindicales.
Además,
y también es cuestión de cultura, a pesar del cambio de
sentido sufrido por esta palabra, no se puede excluir
totalmente el
patrimonio
cultural.
Las emp•esas de desmitificación de este patri
monio no divierten sino
a los snobs y caen mal a un público popular
que
ha guardado intacta su necesidad de admirar y que, descora.zo
nado
de las payasadas de los
intelectuales, se encueotra con subpro
dncros televisados. Simone
Weil
decía ya
que
el pueblo
no rechaza
nuestra
cultura porque es demasiado alta, sino porque es demasiado
baja.
Las oportunidades 'del poder cultnral
En fin, y creo que es importante, surge al día un fenómeno nue
vo. Este fenómeno
ha sido estodiado por Dwnazedier en su libro
So'Ciedad educdtiva y poder cu/tu,-a/,. Lo que él llama precisamente
874
Fundaci\363n Speiro
EL SOCIAUSMO «EDUCADOR»
poder cultural lo \'e relativamente distinto de las ideologías; dicho
de otro
modo, sucede que
un
animidor cultural se
opone a
la propia
ideología
a
la que, por orra parre, dice pertenecer, y se opone en
nombre
de
las exigencias de su función, es decir, bajo la presión
de lo real. Cuando Dumazetlier describe el Estado como El Levúitd,n
moderno ... , cada vez más tentacular, vuelve a reitemr, quizá sin sa
berlo y con retraso, los términos empleados por Pío XII. Afirma que
«la dinámica socio-cultural, de la oreaci6n, de la ammaci6n y de la
participación puede cada vez reducirse menos a la dinámica so·
cio-politica».
«El combdte por el pode,-cultural, se ha emprendido»;
poder que él ve dife
partidos políticos temen
un poder cultural autónomo, lo mismo que
temen, y por las mismas razones, un poder sindical que no sea una
correa de transmisióo de las ideologías políticas. Es, pues, tiempo
aún de impedir que el poder cultural que nace se convierta, a su vez,
en amplificador o vehículo baoalizado de las ideologías.
Ahí
hay para nosotros un terreno de acción favo.rable, pues se
defiende
normalmente contra
las pretensiooes del Estado, en la li
bertad de
asociación, el
derecho a la expresión personal, la voluntad
de ser consultado sobre
las condiciones de la vida social, !as liberta
des municipales, las lenguas regionales, -el derecho a diferienciarse,
siendo así que todo esto, .paradójicamente, es considerado como per
teneciente a la opcióo socialista. Pero, permítarune la expresión, no
es porque se haya dejado "segar" por ellos el patrimonio po.t lo que
se hace detestable. Fs preciso volver a reroger!o y, primeramente,
haJlarse presente
a
condición
de esmrlo oomperentemeote. No se
crea un cine-club para pasar enrre amigos las pelírulas conformes
con nuestras convicciones, sino para aprender a conocer el cine. En
un medio llamado cultural, la coodena moral o intelectual de una
película no
es •=ptible de ser escuchada si no va acompañada de
una •eflexión críti1:a sobre la lengua y el estilo. Con esta coodicióo
es posible hacerse ofr y hacerse estimar.
Es
preciso tarobién estar presente por otras
razones. Es
legítimo
el
sostener fa vida
asociativa
y hasta promover un cierto poder cul
tural, pero vigilando que en
las asociaciones no se formen jerarqufus
875
Fundaci\363n Speiro
CHARLES RAMBAUD
paralelas, con elementos ocultos de dialectización de la vida socia[.
Somos partidarios de los cuerpos intermedios, pero, en su lugar, no
reprochamos al príncipe que nos gobierne, sino que nos tiranice sin
gobernarnos.
Si no tenemos nada -en contra de quienes se asocian
en nombre de una misma pasión por el trigo germinado o en de
fensa de las mariquitas, no hemos de olvidar que bajo sus pretextos
anodinos y
bucólicoo puede deslizarse un
proyecto
propiamente po
lítico y que en las asociaciones es fácil de practicar la técnica comu
nista en el núcleo dirigiente. Las asociaciones pueden convertirse en
pequeñas sociedades de pensamiento cuyas actividades apo,ezcan romo
heterogéneas, pero cuyos fines son idénticos o coherentes a menudo
y sin que se den cuenta de ellos los mililllll~ ni los adheridos.
Sin duda, cierto
número de quienes defienden bienes auténticos
contra el Estado totalitario
lo hacen po,a no separarse de las reivin
dicaciones populares, y
porque a
ese Estado se le llama
burgués. Es
posible que,
una
vez hecha la Revolución, consideren esos bienes como
adquiridos
gracias a ésta, aunque sea cerrando los ojos a la eviden
cia, pero no podrán
dejar de contar ron las cosrumbres que habrán
contribuido a crear. Y,
salvo una coacción ll!I estilo camboyano, la
actirud contestataria, la interrogación impertinente
(o demasiado
per
tineote), no desaparecetán por sí mismas. Y desaparecerán tanto me
nos cuanto más esremos.
Pot haber ct-eído, comn Duhamel, que el cine era una diversi6n
de ilotas, hemos dejado que el cine se haga sin contar con nosotros.
Por no
haber creído en la
necesidad del arte,
hemos dejado el teatro,
la canción, la poesía, que se han hecho sin msoo:os. Y cuando tenemos
un poeta, un pintor, un cineasta,
¿qué hacemos por
él? ¿Qué público
somos nosotros? Tengo mucho miedo de que hayamos heredado la
vieja desconfianza burguesa ante
el arte y ante el artista que tiene su
propia manera para él, que no es la que los contables y los intelec
ruales utilizan
para hablar
a los hombres, que consiste en
ser ena
morados
de la
,.erdad, en
preferir
los caminos
difíciles a las carre
teras
señalizadas, en preferir la manzana a la receta de la compota.
Jean Ousset, en
Márxism" y Revoluci6n, nos recuerda que el mar
xismo
ha sido rebatido desde hace mucho
tiempo, desmontado,
demo
lido, descalificado, pero que no deja
por eso de hacer el mal que
876
Fundaci\363n Speiro
EL SOCIALISMO «EDUCADOR»
puede. Tengo miedo de que nos batimos sobre un terreno abando-
nado
por el
ad\"ersario, mientras
que éste
campa sin
riesgo sobre el
que él
ha elegido. Agra.dable espectáculo el de dos ejércitos que no
se encuentran, pues el uno Sel mantiene al nivel de la argumentación
intelectual, mientras que el otro se mueve en el de la acción, de la
praxis. Velamos sobre la biblioteca, mientras que el marxismo pe
netra en la sala de juego con el son programado de los aparatos de
música.
El socialismo sobrepasado
Pero nuestra esperanza no es solamente sobrenatural. Las técnicas
modernas han jugado en sentido favornble a la colectivización, en
los mass media, la arquitectura, el 1'1'abajo industrial. Y el socialismo
recibía
con 'esta evolución
una
,especie de justifiOlción práctica; pa·
recia
que
era
la doctrina adaptada a la nueva realidad. Pero, ¿acaso
esta situación
no está a
punoo de cambiar? El trabajo en cadiena. está
condenado,
tiene sus
días
contados. La Mquitectll!a se orienta hacia
espacios cuyo poseedor determina el arreglo, la copropiedad progre
sa
y la reivindi<:aciól', por la casa individuai es siemplle muy fuem:.
La
televisión por cables,
el 111deo-cd.J"setle, cortará el monopolio del
Estado.
Se habla en los !Estados Unidos y en el Japón de periódicos
personalizados.
¿Quién sabe si maliana la técnica no nos permitirá
fabricar
nuestrn propia
electricidad?
Puede ser que la técnica vuelva .a dar sus oportunidades a un
sano individualismo. ¿Fs que todo di esfuerzo de la civilización no
ha consistido en hacer al hombre cada vez menos tributario de la
colectividad? ¿Cómo se a¡,a,-ecerá el socialismo en el sentido de la
hisroria, si vuelve ai hombre tan dependiente de la rolectividad oomo
Jo, eran los miembros de una horda?
No es seguro, que el hombre
liberado asi de la colectiv,idad sea
cada
vez más
egoista. Si
la
necesidad de
la
aynda mutua
no
jugara
a
nivel material, seria, quizá,
bastante fuerte
en el plan psicol6gico
pa:ra imponer actitudes sociales afortunadas, lo que no ocurre cuando
el hombre, dependiente de la colectividad, espera todo de ella y no
877
Fundaci\363n Speiro
CHARLES RAMBAUD
se quiere considerar responsable de nada, ni de las cosas ni de los
hombres. La
libertad es una de 1as concliciones de la caridad.
Quiero
ahora decir
algo que me tiene muy preocupado.
Hay
gentes a quienm debemos mucho. Les debemos el habernos
enseña:do a servimos, de nuestra inteligencia, nos han dado un idioma;
han construido la parte más oscura y más necesaria de un edificio:
las cimentaciones; nos
han dado
lámparas, armas y útiles.
Y esto
al precio
de algo más
que el trabajo,
~l precio de
una
abnegación
de
la cual solo Dios sabe
el precio. Creo que esperan de nosotros
otra cosa
diferente del recital de sus
obras completas. Esperan que
esas lámparas a1u.mbren un ramino. Querrían ver esos útiles en otra
parte que en nuestros armarios secretos y no esperan vemos pasar
toda nuestra vida guarda,ndo ,en ellos esas armas.
La vicroria diel partido independentista canadiense es la vict0ria
de una canci6n,
una
victoria de Félix
Leclorc, Charlebois, Vignauit.
Nos hacía falta
un
poco d,e lirismo, un poco de poesía. No se res
ponde
a una canción
de Ferrat demostrando que su «Francia» es
esencialmente ideológi<:a. ¡ Él ha visto en Roncesvalles al ángel re
cibir de Rolando ,su guante como una rosa, él ha visto a San Luis
hacer justicia bajo un roble y al gran Ferré beber demasiado fresco!
Nosotros,
nosotros estábamos
alll. No
se responde tampoco con
cantos
militllires. No
nos
dejemoo marginar más tiempo en el campo
cultuml.
Bl dfa en que nuestro pensamiento, que era de a:ire libre, volverá
a
la calle, el día en que aliente de nuevo a nravés del artista,
cuadros, piezas de teatro, películas, canciones, emisiones de televisión,
planes de urbarrisrno y de viviendas de renta limitada, festivales. folk
y fiestas populares, sabremos que está vivo, pues lo veremos fecundo.
¡Es preciso que nuestro pensamiento vuelva a ser una hija de la
calle! Ha llegado
el tiempo de las obras.
Por eso es por lo que
yo saludo
al trabajo de Arte 24, espetando
que
sepa desembocar
en la creación .
.Lo bello, lo sabemos, es el es
plendor
de
fa vetdad, y amarnos demasiado la verdad para no que
rerla espléndida.
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Fundaci\363n Speiro
EL SOCIALISMO «EDUCADOR»
El sentido de nuestro co:mhate
Para terminar, quiero ·haceros una confesión, o más bien una
confideruiia. Todo lo que acabo de decir no vale lo que una canción
acompañada de una
guitarra embarcada para
un
viaje que la llevara
donde
aparejan los sueños de los hombres,
una canción,
por ejemplo,
que contara
la historia de esa pequeña muchacha pelirroja de la que
habla Chesterton.
En esta época, en Inglaterra,
una ley obligaba a cortar
los
cabe
llos
de las
chicas pobres a causa
de los piojos, pues el capital-so
cialismo prefiere siempre agarrarse a los cabellos más que
a los
piojos;
es
más fácil. Chesterton escribe:
«Yo parto de lor CtWellos de una much,.chita. Eso yo sé que es
bueno en lo absoluto. Si otras cosas son contrál'ias a eso, que de,"f)""
,ezcan. Si
los p,opietc,ri,os; 1M leyes y 1M ciencias están en oontra de
eso,
que los
p,opietc,ri,os, l"' leyes y las ciencias des"f)arezcan. Con el
cabello pelirro¡o de 11na chiquita de las calles ponemos fuego a toda
una civilización moderna. Porque una chica debe tener los cabellos
largos, es preciso que los tenga limpios; puesto que debe tener los
cabellos limpios, · no· debe tener una casa sucia; puesto· que no de-be
tener una casa suda, es preciso que su madre sea libre y que tenga
tiempo libre; pue,to que su madre debe ser libre, es preciso que no
tenga un propietario usurero; puesto que no debe tener un p,opie
lario usurero,
es preciso redistribuir la propiedad; puesto que
es
preciso redistribtlir la propiedad, haremos una revolución ... »
«No se le cortarán lo-s cabellos cfJf'to:r como a un forzado. No,
todcs los -reinos de la tierra serán vueltos a tallar y corkldos a su me
dida. Los vientos del mundo se c,,l,marán para ese cordero que no
e,tará pelado. Todas las coronas que no le V"Jlan bien de tamtmo a
su cabez", se romperán; es la imagen sagrada de la humanidad. Todo
al,ededor de ella en la fábrica social debe mclinarse, romperse y hun
dirse,
las cr;lumnas de la so,ciedad serJn quebradas y los arcos de
b6veda se dermmbarán; pero,
ni un cabello de su cabeza será tocado.»
Este es todo el sentido de nuestro combate.
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