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Número 173-174

Serie XVIII

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Presentación del libro del padre Santiago M. Ramírez, O. P.: La prudencia

Presentación del libro del padre~ M. Ro,nírez, O. P.,
LA PRUDENCIA(º)
POR
VICl'OIUNÓ. RODlÚGUBZ, 0 .' P.
La prudencia ha tenido desigual fortuQa en la historia del pen­
samiento. Cierto que con Aristóteles adquirió autonomía intt!lectual
como

saber
práctico, normativo de_ todo.

el
comportamiento. humano,
en
contraposición al

arte, a
. la ciencia y . al voluntarismo · in:acional.
Santo Tomás completó Ja imagen_ del sabfo bíblico · (hombre prudente)
con
la normativa patrística de la vida santa y los amplios cuadros de
la frónesis aristotélica, dándonos un_ trata4o- n¡agnífico de prudencia,
articulado en
diez amplias cuestiones

de
la. Suma Te"ló9ica (II-II,
47-56).
La amplitud y meticulosidad del análisis antropologico-moral
del tratado tomista
ahorraron por
muchos siglos
tentativas de
mayor
profundización o ampliación
en el estndio de esta virtnd fundamental,
la primera y principal de las cardinales, _alma y forma de toda la vida
moral, reguladora de todo . el comportamiento hnmano digno del
hombre. En este sentido, el estudio. de
Rarnírez. resulta excepcional,
bien que
sea en

continui_dad con
la linea ari~élica-toinista.
También
es

verdad que
no_ es lo mismo el conocimiento ético­
teológico_ de la prudencia ( ciencia especulativa) que la virtnd de la
prudencia viva_ y opera.n!:e en la vida de~ individuo y de !_a comuni­
dad;
pero un desconocimicnto o, lo que es peor, una idea falsa de
la pru.denda o del criterio del obrar. honesto resultan funestos para
la existencia del ilábito prudencial en la. persona y en la sociedad.
Nuestro tiempo

se
ha hecho muy sensible a las exigencias de la se­
gunda
de
las virtndes cardinales -la jnstida.-, pero no así a las de
la prudencia, que precede y da auténtico sentido a la jnsticilt, como
a
las
demás virtudes morales. La descristianización del mundo occi-
dental tiene aquí una de sus raíces. · · · ·
(*)-·Este mismo afio d!:!' 1979 a.caha: de aparecer· en. la._ ~Biblioteca Palabra»;
de-Ed. Pa:labra, el libro "1unciado. Va· pr«edido de su presentación por el
pll9re Victori,no ~, O. P., qi¡e -no_s hB:, .. 41-u,torizado. ~ .reproducirlo
en Verbo, lo que. hacemos agradecidos, no , s6Io 'como noticia del libro, sino por su valor intrínseco i'lustraávo y Orientador. · · · ·· · · · ·'
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VICTORJNO RODRJGUEZ, O. P.
Porque la prudencia ha perdido sentido -y éste es su infortu­
nio-para el liberalismo individualista ( alérgico a las normas mo­
rales),
para el liberalismo democrático ( voluntad soberana del
pueblo,
a

lo Rousseau),
para el individualismo axiol6gico (conciencia per­
sonal como última instancia), para el antropocentrismo agn6stico ( el
hombre sin Dios, autonomía sin heteronomía), para el determinismo
positivista
y para el marerialismo ..
Pero aun sin referirnos a estos sectores descristianizados, dentro
del pensamiento católico, la teología de la prudencia ha perdido vi­
gencia o sufrido
desenfoque. Ji• perdido vigencia, por ejemplo, en
la moral
casuística con

la
apelaci6n a las reglas

de
los sistemas mo­
rales de conciencia para dilucidar situaciones problemáticas: todo un
recetario
frío e
impersonal

( de estilo
legal, en la

mayoda de los
casos)
como sucedáneo integral

de la conciencia.
prudencia.l. Ha
perdido
tam­
bién vigencia en la «moral de la situaci6n» al sustraer a su dictamen
racional, alimentado de los principios

de la sindéresis, de la ciencia
moral y de
loo impulsos más nobles del coraz6n humano, las viven­
cias
concretas y

variables de cada cual, convirtiendo
los hechos en
normas

de sí
mismos, reduciendo la conciencia moral ( acto de la pru­
dencia) a la conciencia
psico16gica.
del hombre,
según ellos
(los partidarios de la "moral de la situaci6n"), no de­
pende,
como
lo enseña la ética objetiva en los autores de mayor
cuantía, de la
aplicaci6n de la ley objetiva a cada caso particular,
atendidas
y

ponderadas las
peailia.res circunstancias de fa s.ituád6n
según

las reglas de la
prudencia, sino

de aquel inmediato e
interno
juicio». Así veía

las
cosas Pío

XII
el 2 de febrero de 1956. Veinte
años más tarde (4-3-1976), /Pablo VI sigue observando que «la' es­
pontaneidad parece ser el derecho fundamental

de la acci6n humana.
Triunfa
Ronsseau. La. espontaneidad se ha fomentado, en primer lugar,
por las
exigencias de
la conciencia personal;
s.in percata:rse muchas
veces

de que la conciencia psicológica ha
prevalecido sobre la con­
ciencia moral,
privando a ésta de su visi6n sobre la obligaci6n intrín­
seca y extrínseca que la debe guiar; y de ahí la explosi6n de una li­
bertad ciega, de
un instinto

pasional, de
una delincuencia desenfre­
nada;

de.
ahí, en suma, fa abdicaci6n de la voluntad inteligente y
verdaderamente
responsable».
El

desenfoque
se ha

hecho y
se hace
especialmente sensible en
el orden sociopolítico. Santo Tomás había prestado atenci6n a la
pseudoprudencia,. que

es la «prudencia de
la carne», y a su servidora
la astucia. No ol:>stante, lii!ilatada escuela

de Maquiavelo entiende
y
practica la prudencia en ese" sentido, con explicable éxito. Esta pseu­
doprudencia
rest6 prestigio a la noble virtud cardinal, que no puede
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LA PR.UDENCIA
ser astuta o interesada; que prefiere serlo, aunque sea con heroísmo,
más que
parecerlo a
la mirada frívola de
la gente.
La publicación de este magnífico tratado de Santiago Ramírez, O. P., sobre la natura.leza o esencia de la prudencia personal, pretende ayudar a conocer y vaJorar esta gran virtud, rectora de toda la vida
moral. Pienso que
aquí está la clave de la educación de la conciencia, de

la moral
casuíS!tica, de la humanización de la polltica, de la com,
prensión de

las demás virtudes
morales -definidas
por
el «medio
prudencial» en sus propias materiás----. .
El análisis psicológico-moral de 1a interdependencia de lo inte-,
lectual y de lo afectivo en la formación del dictamen prudencial ( ca­pítulo V) creo que es único en calidad y extensión en la historia de
la Teología. Sin caer en el
determinismo psicológico
de la sitnación.
afectiva,
la recta razón prudencial tiene que habérselas vital y conti' nuamente
con el corazón, porque «qualis nnusqnisqúe est, talis finis videtur ei» ( según es cada nno, así le parece a él el fin). Ramírez
sabe como
nadie completar

a
Santo Tomás en su propia línea y, a
ser posible, con sus propias

palabras,
. tomadas

de
otro. lugares. No se trata de su tratado completo De prudentia. Este constituye
el tomo :xm de su Oper" omnia, que edita el C. S. I. C. de Madrid,
en latín.
Lo que se ofrece aquí es parte de una reelaboradón que
había
emprendido posteriormente
y que quedó interrumpida en el comentario al artículo séptimo de la cuestión primera de Santo Tomás
sobre la prudencia..
Los artículos 8-9 los tomo ele su tratado completo,
para redondear la parte referente a la naturaleza de la prudencia pemmal.
A pesar de la limitación temática, se trata de la parte fundamental y de mayor calado teológico; también la más fecunda, en consecuencia: realmente, la prudencia personal es ·la base de la prudencia comuni­
taria, y el estudio .de su esencia da ~do· al análisis de sus partes; al estudio de su evolución perfectiva o involución viciosa, y al de su
obligatoriedad. La división en capítulos es del
ant,;,r, excepto el.capítulo V,

cuyo
título he
inrercalado yo.

La numeración de artículos corresponde a la
cuestión 47 de Santo Tomás. Por
mi parte, he procurado numerar e! texto conforme a

los
sucesivos pasos del pensamiento, y he traducido
al castellano todos los
textos latinos. En lo demás la obra es fiel al
manuscrito que me dejó el autor al morir,
.., 1967.
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