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Número 175-176

Serie XVIII

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Discurso de Miguel Ayuso [San Fernando 1979]

lucha frente a Dios; "y es frente a esa obra destruc10ra y moligna
a

la que nosotros oponemos la
restau
la Ciudad
Católica". Como
broche de oro. para esta celebración, don Sebastián Mariné
nos dirige las últimos palabras de la nodbe: "San Fernando, el rey
que
conquistaba los reinos a pares'", nos
habla del
Rey santo, del Rey
que
en las puertas de la muerte no quiso comwgru: en el lecho, que
se levantó, se at!todilló y con una soga al cuello .. para significar que
era un esdaivo de Dios, comulgó por última vez. Nos habla don
Sebastián
Mariner de

la
España actual, que va camino de dejar de
set la España conquistada por San Fernando, la que él iba unien°
do, para ser ahora la España desmembrada, la. que va camino de
dejar
de ser católica; nos recuerda
um frase: "cuando España deje
de
set católica seguirá siendo España"", pero él no está de acuerdo
con ella y nos trae a la memoria orra: "cuando España deje de
set católica habrá dejado de ser España".
Tras estas palabras todo está dicho.
Cerca de la
·una de la madrugada terminamos la celebración de
la festividad de San Fernando los amigos de '.la Ciudad Católica; es
el momento de

las despedidas
y poco a poco el salón se ha ido que­
dando
vacío. Ya
sólo nos resta decir a todos ¡basta pronto!
M'. Angeles Badía
DISCURSO DE MIGUEL AYUSO
U na vez más nos 1'eunimo1 los amigos de la Cim:lad Católica para con­
memorar
la festividad de

San
Fernando, baio cuya protección nos acogemos.
San FernandfJ, modelo de monarca cat6/ico y a quien podriamos aplicar. lás
conocidas palabra.r de San Agustin: .«Cqmo hombre le .rirve a Dios viviendo
fielmente, como rey frromu/ga:ndo ley_e,1 religiosas y haciéndolas cumplir con
11n rigor conveniente». Hay,

sin
embargo, una doloro.ra r:ir,unstancia qlffl separa y distingue ra.-·
dicalmente ella conmemoración de

la de
años anteriores,- y es que, tras
muchos años,
nos hallamos _cobiiados por una estructura politica frontalm.ente
laicista,
nos

hallamos
baio un Esiado aconfesional.
Pero aun
.riendo grave -gravfsimo-el

abandono
dé lo que Rafael Gam·
bra

ha
llamado la

«ortodoxia
p,íblica» pues
supone
una renuncia y deserción
culpable
a

la obligación
que tod~ sodeáad tiene Je dar culto público a
Dios,
y produce efectos desmoralizadores al olvidane el valor educativo de
las leyes, no es éste el problema p,incipial. Porque este abandono de la
confesionalidad no es
más que el refle¡o, eco y reverberación producidos por
la
pérdida de la
unidad católica, que era -y ahí está el qllÍd de la_ cuestión­
«aon Je orden
y calidad superior para la promoci&n social, civil y e.rpiritual
del pals» en palahras de

Pablo
VI, y principio y fundamento de" nuestra. na-­
cionalidad.
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Fundaci\363n Speiro

. Tras estas c01JSlaltXion1s, '¿cómo no dar crédito a Jm apodiclicas conciu­
sione.I
de Menéndez. 7 Pe/ayo, cR111Jdo 11emos fJ.Ne a la pérdida de la Nnidad
cat&Jica úgue la dilución
de España como 11nidad de convivencia? Porgue nq
hay unidd política, . social ni territorial sin 11nidtld religi,osa, sin uriidad de
éfeencias
en 11ri mismo Dio.s y ofrenda de sacrificio.s en un mismo ara,
Y cómo no recordar lo,¡ dos termómetros (el.

religioso
y el político) de
que
nos hablara Donoso Cortísl Porq11e reducida la reP,(!.sión interior y religio­
sa, y .sublevadas las· potencias inferiores del alma contra

la inteligencia
y la
voluntad, quedamos abocado.s
al nihilismo más disolvente, que se traduce en
el
totalitarismo má.t Jiránko: del hombre esclavo de sll! pasiones desatadas.
Sólo por 1111 e11loq11ecimiento colectivo de la razón o-por una posesión
diabólica comunitaria se puede entender este

delito
'de felonía
a
la esencia
misma
de

las
Españas y que, en 111 camino expedito y

sin
obstáculos, no ha
levantado protestas -ni ha produdico condena idguna. Hemos vendido n11e1tros derecho; de primogínita de la Crisli111tdad -Fran­
cia
los perdió por
el horrible
J!,t!cado. Je la Revolución de 17Br;--;-por un
plato

de
lenteias, PM un p11esto mediocre en la Europa laicista y revolucio­
naria,
y

este
hecho tiene 11na gravedad excepcional, pues

como
sentenciaba
Donoso

Cortés
al término de una de ·sfll escalofriantes projeclas: «yo he visto
señores,

y
conocido a muchos inditJiduos q11e salieron de la fe y han 1Jt16lto a
ella;
por desgracia, señores,

no he
·vi1to iamás a ningún pueblo fJ.tle ha.ya
vuelto
a

la fe
después de haberla perdido». Pero

los
err01'es vienen

de
largo. Y Ji bien la estructura po/Jtica Jiberal
es

fácil de
construir, la mentalidad democrática no

se
improvha precipitada­
mente.
Y

esa
mentalidad y~ existla en

el pueblo,
pues habla sido inoculada
por elemento.s izquierdistas ante la pasividad ~uando no complicidad-
de
las altas ierarqitias del Estado Surgido de

la
Cruzada.
De nll/U sirvieron los gallardos y amargos lamentos de Eugenio Vegas
y tantos otros que pregonaron con insistencia, pues desde el poder, en vez de
soldar las tete/as diversas del hermoso y poJicromado motaico de nuestra
patria mediante una adecuada praxis de la armonía, se optó por colocar un
b4Stidor, y, claro está, cuando Je quita
el corsé o desaparece la ortopedia, el
mosaico se desmorona CQm('} tm -¡;astillo de naipes porq11e no tiene cohesión
interna.
La unidd no era real

sino
ficticia, no era orgánica
sino
propiciada por
unas ·rígidas estructuras que comprimlan la realidad social, y al desaparecer
éJtas, se ha podido comprobar que
lo que se creia un p11eb/,o arraigado y
sOlidario no es más que una masa itrforme, un conglomerado homogéneo q#e
101
apóstole.s de la R81Jolución han maneiado con hahilidad .para sus inequí­
vocos
fines.
Por

tanto,
las situaciones que vivimo.s ahora

son
frutos de unas ideas
sembradas hace largo

tiempo, No son
conclusiones extraídas «per accidens»
de unas premisas correctas,
sino las implacables consecuencias deducidas de
unos principios erróneos, de

los
pri11cipios de
la
Revolución.
Y aqui enlazamos con

San
Fernando pues, como todos sabemos y_ me van
a perdonat' que lo

recuerde otra
vez, eJ la Revolución la que dio la puñalada
traidora
a

la Cristiandad
trastrocando la armonla de contrastes en equilibrio
de fuerzas paralelas

y de
sentido contrario cuando no en lucha dialéctica,
mutando
la comunidad estructNrda en torno a unoJ principios religiosos en
mera coexi.stencia, y convirtiendo el otrora sillar berroqueño del orden social
en
una pedriza o

en
un canchal por efecto de

la
e,01ión _revolucionaria.
Y
nuestra a&ción cultural está enca,pinada _ a la restauración de

ese orden
maravilloso, Je ese «corpus mysthfru,h», de esa agr11pación ierárquica de
pueblos

en
tor-no al sol del Papado y a la l11na del Imperio, de aquella di-
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Fundaci\363n Speiro

&hosa ed-ad «en la q11e la filosofía del B,1angelio gobernaba los Estados»
según
el texto de León XIII en la Inmortale D«; o sea, de la t:iviUza&ión
cristit111a, aJIStera, Verárq11i,;a
y sacra/
Para este objetivo de construirlo todo en Cristo -«Omnia instaurare in
Christo» es nuestro lem~, San Fernando nos

-sigue dando
una gran lección:
- de
catolicismo militante frente a quienes nos incitan a la «herejia
blan,a» del angelismo;
r-de fortaleza e intemperancia con el errar frente a qllÍenet fomn,tan
un falso ireni.rmo que amenaza
con destruir nuestra je¡
-
de prmlen,ia, templanza y longt111imidd &ontra la temeridad y la ira
de qllÍenes aplican br11talme11te y sin m4Jices la doctrina; y
-- de caridad y justica ,ontra lo.r que arocian eq11ivocadM1Jente justicia
e igualdad.
San Fernando, tan .ragaz político como denodlltio gue"ero, dic6n sus
biógrafos, con .rUJ virtudes h11manai
y sobrenaturale.r, con s11 11ida y s11s aecio­
nes, ,on su poder no omnímodo, sino /;mitado par la 1111toridad de la Iglesia,
por la ley natural y

por
la.r agr11paciones injrasoberanas, e1 un testimonio
permanente en favor de la monarquid católica y iradicional, de ese régimen al
que me gusta comparar con Un empedrado en. el que cada canto es distinto
de
los demá.r, pero ptJ:rtidpa con ellos e11 una superiar unidad de finalidad,
mientras que
el Estado centralista y moderno es como ,ma carretera de a.r~
falto, en la que los diferentes pueblot .ron reducido.r a grava1 perdiendo su
identidad
1 y .ron recubiertos por una capa de alquitrán· uniforman/e y conge.r~
tivo:
el

alquitrán de la
bur FintJ.lme"te, tenemos razones para

la
Esperanza. A"te el «oscurecimiento
de

la
inteligencia» hay que recuperar la «recta ralio» y el ¡11icio prudente;
ante
la angustia vital de un
mundo que no enc11entra sitio para Dios, hay que
afirmar la necesidad Je esperar «contra spem in spe» como diiera San Pablo;
ante

el
orgullo y

la
sensualidad desf/1/tttkn, hay que ejercitarse en

la
humildad
y en la lem plaza.
Lo importa11te es no cejar en el empeño, es no ceder: «a11tes que rendir
mi navio lo be de fJolar o echar a pique», decla Cosme Damián Ch11rr11ca en
la baJalla de Trtt{algar.
¡Que somos pocos! No importa. Todo obedece a la Sabiduria divina,
porque, como en

el
pasa¡e biblico Je Gedeón, confliene q11e._ seamos cons~
cientes Je
n11e.rtra insignifican,ia, para q11e en la hora. Je/ triunfo sepamos
que f11e
Nuestro Señor q11ien con SIi Diestra poderosa s11jetó la espada con
fa que combatiamos por su Causa.
O er, palabras de Carlos VII: «Dios quie­
re

salvar a
EsJ,t,ma pero q11iere q11e vea r¡11e es El q11ien la sa/11111>.
Y

es
menester en

este
P•fllo tener

11n
r"11erdo para quienes b«e muchos
años itticiaron
esta lucha en favor del Derecho nf/1/ural y crisll'ano, en

fa­
vor de

la Iglesia
y de España; para esos hombres que ,on su com/11,ta inta­
chable
y su · hombría Je bien han sido· un estandarte enhiesto en torno al
cual
nos hemos ido

congregando
quienes esperábamoI 11na nueva primllfJera
de la
Iglesia y 11n resurgir de E.rpalia. S11s nombret están en nuestras·.menles,
y s11 magisterio vivo en nosotros. S11 perseverancia, fraguaáa en la adversidad
y su
ga/Ja,,J/a en la defensa de la fe, les hace meret:edMes de repetir org11~
llosas con &,,miro
de MMztu -y ojalá todos pod-amot repetirlo algún di~:
«No envidié
·nunca

la
·agilirhd del pá¡aro, que Vflela donde quiere, si,ro el
destino del .árbol, g11e muere donde nace».
¡ S11rs11m corda!
Fundaci\363n Speiro