Índice de contenidos
Número 195-196
Serie XX
- Textos Pontificios
- Estudios
- Actas
- Información bibliográfica
- Ilustraciones con recortes de periódicos
-
Crónicas
-
En la hora de comenzar la restauración de la Universidad: I Seminario de formación para la acción
-
Crónica de la Festividad de San Fernando de 1981
-
Discurso de Leonor Vegas Latapie [San Fernando 1981]
-
Discurso de Javier Urcelay [San Fernando 1981]
-
Discurso de Francisco José Fernández de la Cigoña [San Fernando 1981]
-
Autores
1981
Discurso de Francisco José Fernández de la Cigoña [San Fernando 1981]
estatuas de sal, establecer seriamente qué podemos hacer, cuándo y
cómo. El estudio Y la reflexión, nunca
suficientemente profundos, para
saber
exdctamente qué
queremos, pero la voluntad férrea de actuar
y el con_vecimiento firme · de que su plasmación en leí realidad es el
mejor homenaje que podemos ofrecer a nuestras ideas. No ama más
al
Ideal el que más lo acaricia en su pensamiento, sino el que
más
Se sacrifica por él, el que hace _de su vida, de su tiempa. y de su di
nero, donación generosa
a su servicio, el
que, por
qué
no decirlo
en
los tiempos que corren, acepta de
antemaiio ver
su día truncada en
flor entrégada
·por la
Causa.
Trabajar
intesamente; poniendo
en
juego los
mejores de nuestros
talentos,
realizar planes a
corto
plazo, pero
también a medio
y largo,
cosechar triunfos
.y derrotas y de ambos sacar lecciones, abrir con in
teligencia
el
circulo a
los que hoy no piensan como yo pero mañana
pueden luchar a mi lado, saber que en
las guerras
hay también que
ceder provisionalmente algunas posiciones para hacerse fuerte en otras, elegir en tanto sea posible el terreno y las armas a emplear, luchar
sin
descanso y
prever al tiempo el relevo, combatir con moral · de
vic
toria,
como quien milita en una Causa que sabe al fin triunfante,
ago
tar
la paciencia buscando la unidad... he ahí
las consignas
para la
reconquista.
Y como San Fernando, sentirse cruzados en los éxitos y en los
fracasos, sabiendo
que como decía Santa
Juana de
Arco, cuya fiesta
también hoy conmemoramos, los guerreros lucharán, pero sólo Dios
dará la victoria. Y que el mejor triunfo del cristiano ~¡no había de
ser el
discípulo más
que su
maestro!--es la Cruz de Cristo, escándalo
para los judíos
y necedad para los romanos.
Y termino. Hubo si(flos en los que, como ahora, todo parecía per
dido
para la cristiandad, pero en los que al final,
gracias a
los
sacri
ficios,
a
las oraciones
y a la denodada acción de una minoría de co
rdz.ón ardiente,
Dios quiso compadecerse de ellos, por su fidelidad, y
darle el triunfo a los que luchaban por Su Causa.
Nuestro st"glQ tiene
mucho de semejanza con aq_uellos tiempos caó
ticos. Aunque
ahora, a diferencia de entonces, se ha olvidado el
infi
nito
valor de la
oración, aunada
al sacrifico y a la
acción.
Tenemos
mucho que aprender de San Fernando. Acerquémonos a
él. Imitemos su ejemplo.
Y para algunos de vosotros, que sentís el peso de los años cansan
do vuestros cuerpos, que habefs entregado una larga vida a la Causa
y aún seguís cada mañana despertando con
nuáo ímpetu
y renovada
fideUdad, y
para otros de nosotros, más jóvenes, que alentados por
vuestro ejemplo estamos dispuestos a entregar nuetras vidas con ansias
de nuevas gestas
y deseos de heroísmo, pidamos a Dios Nuestro Señor
ser siempre como San Fernando soldados suyos, y que algún día, por
su
intercesión, la muerte
nos sorprenda. a nosotros
como sorprendió
al santo rey: soñando con nuevas conquistas para Cristo.
Muchas gracias.
DISCURSO DE FRANCISCO JOSE FEUNANDEZ
DE
LA
CIGO~A
Una vez más, esta ya tradición de. honrar a nuestro patrón San Fer
nando
nos convoca a esta cena. El que .os habla, que cree haber asistido
815
Fundaci\363n Speiro
a todas cuantas se han celebrado, tiene hoy una especial sensaci6ri de
háber él
también entrado en la tradición. Me
han pedido
que cierre
este acto, lo que es ya una proclamación de que he penetrado en la ca
goria del "carroza" o del "retablo".
Y ello es. vivencia si cabe más pun
·zante al
recordar cómo muchos años mi
.. bnportante" papel
en estas
cenas era, al llegar el postre, golpear con un cuchillo una copa, impo
ner silencio
y levantarme para anunciaros los que iban a hablar.
Pero
hay todavía más. Me han precedido en el uso de la palabra
la
belleza y
la
envidl'able juventud
de Leonor Vegas Latapie
-¡a cuánto
te
obliga queridísima Leanor ese apellido!----y la joven -madurez de Ja
vier U rcelay. Y no
puedo dejar de recordar lo que he jugado con un
bebé encantador que me
debía llegar
por las rodillas
y que hoy debuta
en esta Ciudad Católica que tanto debe a su
p
Vegas.
Y
también cómo conocí a Javier, casi niño, y cómo después me pareciste
una gran
promesa, que graciü$ a
Dios_ hemos
visto cuajada
en tus tra
bajos en Ciudad Católica
y en esa Corporación Universitaria que es una
de
las pocas
cosas
serias· que
se han hecho en nuestra Universidad.
Es, pues, evidente que soy un
.. carroza", y
el hablaros de recuerdos
es cosa suplementaria. Pero espero todavía acreditar mayores méritos
en esa
consideración con lo que me vais a oir. Porque hablaros
hay de
San
Fernando, de sus ideales
y de su ac_tualidad parecerá, a no pocos,
yo diría que a la casi totalidad de nuestros contemporáneos, la suprema
descalificación en' esta
España democrática,
asexuada y apóstata en que,
para desgracia nuestra
y vergüenza de todos, nos ha tocado vivir.
Y pienso que nada mejor para comenzar estas palabras, en dias
traidores
que preludian la muerte de la patria, que recordar un epitafio.
Lo tra¡o a una de estas
cenas otro
querido amigo, hoy en
México, En
rique
Mendoza, y de ella
lo tomo.:
"Aqui
yace
muy onrrado Don Fernando, Señor de Castiella e de
Toledo, de León, de
Geücia, de_ Córdoba., di! ~evilla_ e
de
Jaén.
El
que conquistó toda España.
El que más quebrantó e destruyó a todos sus enemigos.
El que más alzó e onrró a todos sus amigos, e
El más leal, e
El más verdadero.
El más franco.
El más grande, e El
más sufrido, e
El más omildoso, e
El que más temió a Dios."
¿Es necesario -que vuelva a leerlo? ¿Cabe·
más ·cumplido
retrato de
un rey? San Fernando se queria Caballero de Dios, Siervo
de. la
Virgen y
Alférez de Santiago. En
Verbo de septiembre-octubre de 1979 tenéis la
bellísima
semblanza que
Sebastián M ariner nos hizo en otra de estas
cenas del rey santo. A ella me remito y a todos os_ exhorto a que la releáis y meditéis, pues sin duda os será de provecho. Mas creo que en
estos dias desolados de la
patria, San
Fernando no puede ser conmemo
ración gozosa, sino
pretexto para _nuevas_ reconquistas.
Porque hoy no
estamos en
tiempos
Uusiona
los que la cruz
coronaba Jaén
y Se
villa arrebatados
a la Media Luna, sino en los negros de Guadalete,
en
816
Fundaci\363n Speiro
los que España sucumbía víctima de la traición de sus clases dirigentes.
Hoy proliferan los Oppas y Julianes, uno
era obispo
y
otro conde, y, en
cambio, nada recuerda la fuerza expansiva de una raza que desde los
Picos de Europa y los Pirineos se derramó por la España conquistada
y la convirtió en la nación más gloriosa que jamás vieron los siglos.
Pero no seria
justo dejar sólo en los políticos como don Julián, en
los obispos mucho
más políticos
que religiosos, como Oppas,
y en un
desdichado don Rodrigo que entretenfa con Florinda los afanes que de
bía empeñar
en la salvación de la patria la responsabilidad de lo que,
en el siglo ·VIII,
sucedió. Porque
hubo también un pueblo que, olvidado
de su fe
y _de sus gestas, se entregó al enemigo, abrazó su religión y ol
vidó
inme,diatamente a
Oppas, don Julián
y don Rodrigo, que es la única
decisión que
le
(lplaudo. Y
suele ocurrir con frecuencia que basta sen
tarse a la puerta de la casa para ver
pasar pronto
ante ella los cadá
veres de
los traidores.
Nuestro patrón fue santo y caballero. Hoy no está de moda ni
lo
uno ni lo otro. Y si ambas cualidades coincidían en una persona nos en
contramos con el
paradigma del
rey que fue Fernando 111.
No cabe ninguna acción fecunda, no es dado pensar en -recon
quistas de patria
si no asumimos en nosotros esa doble llamada hacia
lo alto de
la santidad y la caballero~idad.
No hay otro
camino ni programa. Lo tenéis
trazado en versos
de
belleza inmarcesible compuestos por Jorge Manrique
a la
muerte del
Maestre de Santiago, don Rodrigo Manrique,
su padre.
Todas las estro
fas tienen tal carga de filosofia cristiana que bien
podrían ser
medita
ción obligada y provechosa para todos nosotros. Y resulta imposible no ser nostálgicos ante reyes como san
Fernando y
señores como el
maestre don Rodrigo. Porque hemos de convencernos que:
"Este mundo
es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar; mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar. Partimos cuando
nacemos,
andamos
mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que · fenecemos;
asf que
cuando
m'orimos
descansamos.
Este
mundo bueno fue
si bien usásemos de él,
como debemos,
porque según nuestra fe,
es para ganar aquel
que atendemos.
Ved de cuán
poco valor
son
las cosas tras que andamos
817
Fundaci\363n Speiro
y corremos;
que en este mundo
ttai_dor
aun
primero que muramos
las perdemos.
De ellas deshace la edad,
de ellas casos desastrados
que acaescen, de ellas, por su calidad,
en los
más altos estados
desfallecen."
Y
cdn este
convencimiento sobrenatural, ¡qué hermosa vida
en este
mundo!
.Si era bellísimo el epígrafe· de San Fernando, no lo es menos el
que Jorge Manrique hace a su padre:
"¡Qué amigo de sus amigos! ¡Qué
señor para
sus criados
y valientes!
¡Qué enemigo de
enemigos!
¡Qué maestro de esforzados
y valientes!
¡Qué seso para discretos!
¡Qué
gracia, para donosos/
¡Qué
razón!
¡Cuán
benigno a los
sujetos
y a los bravos y dañosos
un
león!"
Esto
fue un caballero. Como San Fernando.
¿PÓdremos ver
algo
pa
recido si miramos en derredor? Pues ahí está la causa de los males que
hay nos
afligen. Porque,
como en
tiempos de don Rodrigo Manrique,
se sigue hoy ganando el
cielo y
haciendo España del mismo modo.
Aunque ello pueda
asombrar a
la mayoría de- la Conferencia
episcopal:
"... mas
los buenos religiosos
gánanlo en oraciones
y con lloros;
los · caballeros famosos
con trabajos
y aflicciones
contra moros."
Hoy
los moros tienen otro nombre. Pero
la "tarea es
la misma. Y sin
trabajos
y· aflicciones no se llevará a cabo.
Eso es lo que· tenemos delante y
lo' ·que de
una vez hay que afrontar,
pues con quejas
y lamentos nada ha de resolverse.
Cierto que hoy el caballero no va
a ser
tenido por la sociedad en la
consideración que fueron tenidos San Fernando o don Rodrigo. Mas bien causará el
aso.mbro que el
caballero de la Triste Figura. ¡No im
porta! Invoquemos también a
don Quijote
que cabalga
asimismo a nues
tro lado:
818
"j Ruega poT nosotros hambrientos de vida,
con el alma a
tientas, con
la
fe perdida,
Fundaci\363n Speiro
llenos de congoias y falios de sol;
por advenedizas· almas de manga ancha,
que ridiculizan el ser de la Mancha,
el ser generoso
y el ser' español!
Ruega
generoso, piadoso, orgullosa;
ruega, casto, puro, celeste, animoso;
por no! intercede,
suplica
l)Or nos,
pues
casi ya estamos sin
savia, sin brote,
sin alma, sin vid_a, sin luz, sin Quijote,
sin pies
y sin alas, sin Sancho y sin Dios.
De rudos malsines,
falsos paladines,
y espíritus finos y blandos y ruines,
del hampa que
s~ia
su canallOCl'flCia
con
burlar
la gloria, la vida, el honor,
del puñal con gracia, ¡líbranos,_ señor!
..................... ¡Ora por nosotros, seftor de los tristes,
que de
fuerza alientas y de sueños vistes,
coronado
de áureo yelmo de
ilusi6n;
que nadie ha podido v-enctrr todavía,'
por
la adarga al brazo,
i'oda fantasía,
y la lanza en rist,'e, toda co,v:zzónl"
La España que se deshace necesitci el caballero cristiano que la salve.
Tras el Guadalete eJtá
Covadofl,ga y de ella es hijo y heredero San Fer
nando. Jaén,
Baeza;· Córdoba y Sevilla están en · germen a los pies de
la Stu,.tina y ella regó la simiente y_ cuidó la flor hasta que granó en la
espléndida cosecha de una hispanidad
'para Cristo. El ejemplo de San
Fernando y su patronazgo exigen hoy de nosotros que volvamos a to
mar
la espada
'limpiándola de
herrumbres· que nunca debimos dejar de
crecer en
la hoja'. Y con ella sa_lv.emos a España y devolvámosla a Dios.
Esta España cantada por un poeta maldito con_ cuyor versos quiero
terminar mis palabras. Poeta maldito porque
cantaba a
su patria y a
su Dios,
y que. muy bien pudiera ser el poeta de la Ciudad Católica,
porque lo fue
cíertámente y en bellfsimos versos del amor matrimonial
y de la fidelidad, de la vida honesta
de. los put;blos, del trabajo honrado,
de la virtud en la mujer; de la
sana ;erarqufa s.oclal, de la religión y de
la patria. De todo
lo que 0'fldmos, lo que creem0s y; por lo que esta~
mos
dispuestos a luchar._
·
Asf dicen: · -
FE
I
¡Señor! ¡Mi patria llora!
La apartaron, ¡oh
Dios!, de tus
cdminos,
y
ciega
-hácia el abismo corre
ahora
'819
Fundaci\363n Speiro
820
la del mundo de ayer reina y señora
de gJo.riosos destiños.
Hijos
desatentados,
que ya la vieron
sin pudor
vencida,
la arrastran por atajos ignorados ....
¡Señor,
qu_e-va
perdida!
¡Qué no
lleva en su pecho
la encendida
luz de tu Fe que alumbre su carrera!
¡Qué
no lleva el apoyo de· tu mano!
¡Qué. no lleva la Cruz en la bandero
ni en los labios tu nombre soberano!
¡Señor! ¡Mi patria llora!
¿
Y quién no llorará como ella ahora
tremendas desventuras,
si fuera
de tus vías
sólo hay horribles soledades frías,
lágrimas
y negruras?
¿Quién que de Ti se aleje
camina en derechura a la grandeza?
¿Ni_ quién_ a
Ti te deje
su brazo puede armar de fortaleza?
Solamente unos pocos pervertidos,
hijos
envanecidos
de esa Madre
fecunda de creyentes
pretenden, imprudentes,
alejarla de Ti:
son insensatos:
olvidan
tus favores: son ingratos,
desprecian tu poder: están dementes.
Pero la
patritr mta,
por
Ti feliz
y poderosa un día,
siempre te ve, Señor, como a quien eres,
y en Ti, gran Dios, en Ti sólo conffa,·
que
es grande quien
Td quieres,
fuerte
quien tiene tu
segura guía,
sabio quien
te conoce,
¡y feliz quien te sirva
y quien te goce!
¡Señor/ ¡Mi
patriá llora!
Ebria,
desoladora,
la frenética turba
parricida
la lleva a los abismos arrastrada,
la lleva empobrecida ...
,
la
lleva deshonrada! .. .
¡ Alza, Sellar, tu brazo justiciero,
y
sobre ellos
descarga el
golpe fiero,
vengador de sus ciegos
desvaríos! ...
¡No
son hermanos
míos
· ·ni
hijos tuyos,
Señor! ¡Son gente
impla!
¡
Son
asesinos de la patria mfli!
Fundaci\363n Speiro
II
¡Señor, Señor; detente!
¡No hagas caer s_obre la impurit gente
el rudo· golpe. grave
de la iracunda mano justiciera,
sino el toq_úe suave
de
la ·
man·o que
funde y regenera!
Y a Ti ya convertidos,
los hijos ciegos a tu amor perdidos,
aplaca tus enojos,
la noche ahuyenta, enciéndenos el dia
y pon de nuevo tus divinos ojos
en los destinos de la patria
mfa.
¿No
es ella la que hiciera
con los lemas sagrados
de la Cruz y el honor una bandera?
¿La que tantos a Ti restituyera
pueblos ignotos de tu fe apartadoa,
y con sangre de intrépidos soldados
y con sangre de santos redimiera?
¿Y Tú no eres el Dios Omnipotente
que quitas o derramas con largueza
gloria :V poder entre la humana gente?
¿No eres pristina fuente
de donde ha de venir toda grandeza?
¿No eres origen, pedestal ingente
de toda fortaleza?
¿No es toda humana gloria
dádiva generosa de tu mano?
¿No viene la victoria
delante de tu soplo soberano?
¡Señor, oye los ruegos
que
ya te elevan los hermanos mios!
i Y a ven, ya ven los ciegos!
¡Yá rezan
los
imptosl.
¡ Ya el soberbio impotente
hunde en el
palvo, ante
tus
pies, la frente!
¡Ya
el demente blasfemo, arrepentido,
cubre su rostro,
el pecho se golpea
y clama compugido:
"¡Alabado el Señor; bendito sea!"
Y los justos te aclaman,
alzando a Ti los brazos, y te llaman;
821
Fundaci\363n Speiro
822
y porque E1paña sólo en Ti conffa,
al
unísono claman
todos
los hijos de la Patria mía:
¡Salva a España, Señor; enciende el día
qile , ponga fin a abatimient0; tanto/
¡Tú,
Señor _de la vida o de 1a muerte/
¡Tú,
Dios de Saliahot, tres. veces
Santo,
tres
veces Inmortal, tres veces Fuerte/ ...
Fundaci\363n Speiro
cómo. El estudio Y la reflexión, nunca
suficientemente profundos, para
saber
exdctamente qué
queremos, pero la voluntad férrea de actuar
y el con_vecimiento firme · de que su plasmación en leí realidad es el
mejor homenaje que podemos ofrecer a nuestras ideas. No ama más
al
Ideal el que más lo acaricia en su pensamiento, sino el que
más
Se sacrifica por él, el que hace _de su vida, de su tiempa. y de su di
nero, donación generosa
a su servicio, el
que, por
qué
no decirlo
en
los tiempos que corren, acepta de
antemaiio ver
su día truncada en
flor entrégada
·por la
Causa.
Trabajar
intesamente; poniendo
en
juego los
mejores de nuestros
talentos,
realizar planes a
corto
plazo, pero
también a medio
y largo,
cosechar triunfos
.y derrotas y de ambos sacar lecciones, abrir con in
teligencia
el
circulo a
los que hoy no piensan como yo pero mañana
pueden luchar a mi lado, saber que en
las guerras
hay también que
ceder provisionalmente algunas posiciones para hacerse fuerte en otras, elegir en tanto sea posible el terreno y las armas a emplear, luchar
sin
descanso y
prever al tiempo el relevo, combatir con moral · de
vic
toria,
como quien milita en una Causa que sabe al fin triunfante,
ago
tar
la paciencia buscando la unidad... he ahí
las consignas
para la
reconquista.
Y como San Fernando, sentirse cruzados en los éxitos y en los
fracasos, sabiendo
que como decía Santa
Juana de
Arco, cuya fiesta
también hoy conmemoramos, los guerreros lucharán, pero sólo Dios
dará la victoria. Y que el mejor triunfo del cristiano ~¡no había de
ser el
discípulo más
que su
maestro!--es la Cruz de Cristo, escándalo
para los judíos
y necedad para los romanos.
Y termino. Hubo si(flos en los que, como ahora, todo parecía per
dido
para la cristiandad, pero en los que al final,
gracias a
los
sacri
ficios,
a
las oraciones
y a la denodada acción de una minoría de co
rdz.ón ardiente,
Dios quiso compadecerse de ellos, por su fidelidad, y
darle el triunfo a los que luchaban por Su Causa.
Nuestro st"glQ tiene
mucho de semejanza con aq_uellos tiempos caó
ticos. Aunque
ahora, a diferencia de entonces, se ha olvidado el
infi
nito
valor de la
oración, aunada
al sacrifico y a la
acción.
Tenemos
mucho que aprender de San Fernando. Acerquémonos a
él. Imitemos su ejemplo.
Y para algunos de vosotros, que sentís el peso de los años cansan
do vuestros cuerpos, que habefs entregado una larga vida a la Causa
y aún seguís cada mañana despertando con
nuáo ímpetu
y renovada
fideUdad, y
para otros de nosotros, más jóvenes, que alentados por
vuestro ejemplo estamos dispuestos a entregar nuetras vidas con ansias
de nuevas gestas
y deseos de heroísmo, pidamos a Dios Nuestro Señor
ser siempre como San Fernando soldados suyos, y que algún día, por
su
intercesión, la muerte
nos sorprenda. a nosotros
como sorprendió
al santo rey: soñando con nuevas conquistas para Cristo.
Muchas gracias.
DISCURSO DE FRANCISCO JOSE FEUNANDEZ
DE
LA
CIGO~A
Una vez más, esta ya tradición de. honrar a nuestro patrón San Fer
nando
nos convoca a esta cena. El que .os habla, que cree haber asistido
815
Fundaci\363n Speiro
a todas cuantas se han celebrado, tiene hoy una especial sensaci6ri de
háber él
también entrado en la tradición. Me
han pedido
que cierre
este acto, lo que es ya una proclamación de que he penetrado en la ca
goria del "carroza" o del "retablo".
Y ello es. vivencia si cabe más pun
·zante al
recordar cómo muchos años mi
.. bnportante" papel
en estas
cenas era, al llegar el postre, golpear con un cuchillo una copa, impo
ner silencio
y levantarme para anunciaros los que iban a hablar.
Pero
hay todavía más. Me han precedido en el uso de la palabra
la
belleza y
la
envidl'able juventud
de Leonor Vegas Latapie
-¡a cuánto
te
obliga queridísima Leanor ese apellido!----y la joven -madurez de Ja
vier U rcelay. Y no
puedo dejar de recordar lo que he jugado con un
bebé encantador que me
debía llegar
por las rodillas
y que hoy debuta
en esta Ciudad Católica que tanto debe a su
p
Vegas.
Y
también cómo conocí a Javier, casi niño, y cómo después me pareciste
una gran
promesa, que graciü$ a
Dios_ hemos
visto cuajada
en tus tra
bajos en Ciudad Católica
y en esa Corporación Universitaria que es una
de
las pocas
cosas
serias· que
se han hecho en nuestra Universidad.
Es, pues, evidente que soy un
.. carroza", y
el hablaros de recuerdos
es cosa suplementaria. Pero espero todavía acreditar mayores méritos
en esa
consideración con lo que me vais a oir. Porque hablaros
hay de
San
Fernando, de sus ideales
y de su ac_tualidad parecerá, a no pocos,
yo diría que a la casi totalidad de nuestros contemporáneos, la suprema
descalificación en' esta
España democrática,
asexuada y apóstata en que,
para desgracia nuestra
y vergüenza de todos, nos ha tocado vivir.
Y pienso que nada mejor para comenzar estas palabras, en dias
traidores
que preludian la muerte de la patria, que recordar un epitafio.
Lo tra¡o a una de estas
cenas otro
querido amigo, hoy en
México, En
rique
Mendoza, y de ella
lo tomo.:
"Aqui
yace
muy onrrado Don Fernando, Señor de Castiella e de
Toledo, de León, de
Geücia, de_ Córdoba., di! ~evilla_ e
de
Jaén.
El
que conquistó toda España.
El que más quebrantó e destruyó a todos sus enemigos.
El que más alzó e onrró a todos sus amigos, e
El más leal, e
El más verdadero.
El más franco.
El más grande, e El
más sufrido, e
El más omildoso, e
El que más temió a Dios."
¿Es necesario -que vuelva a leerlo? ¿Cabe·
más ·cumplido
retrato de
un rey? San Fernando se queria Caballero de Dios, Siervo
de. la
Virgen y
Alférez de Santiago. En
Verbo de septiembre-octubre de 1979 tenéis la
bellísima
semblanza que
Sebastián M ariner nos hizo en otra de estas
cenas del rey santo. A ella me remito y a todos os_ exhorto a que la releáis y meditéis, pues sin duda os será de provecho. Mas creo que en
estos dias desolados de la
patria, San
Fernando no puede ser conmemo
ración gozosa, sino
pretexto para _nuevas_ reconquistas.
Porque hoy no
estamos en
tiempos
Uusiona
coronaba Jaén
y Se
villa arrebatados
a la Media Luna, sino en los negros de Guadalete,
en
816
Fundaci\363n Speiro
los que España sucumbía víctima de la traición de sus clases dirigentes.
Hoy proliferan los Oppas y Julianes, uno
era obispo
y
otro conde, y, en
cambio, nada recuerda la fuerza expansiva de una raza que desde los
Picos de Europa y los Pirineos se derramó por la España conquistada
y la convirtió en la nación más gloriosa que jamás vieron los siglos.
Pero no seria
justo dejar sólo en los políticos como don Julián, en
los obispos mucho
más políticos
que religiosos, como Oppas,
y en un
desdichado don Rodrigo que entretenfa con Florinda los afanes que de
bía empeñar
en la salvación de la patria la responsabilidad de lo que,
en el siglo ·VIII,
sucedió. Porque
hubo también un pueblo que, olvidado
de su fe
y _de sus gestas, se entregó al enemigo, abrazó su religión y ol
vidó
inme,diatamente a
Oppas, don Julián
y don Rodrigo, que es la única
decisión que
le
(lplaudo. Y
suele ocurrir con frecuencia que basta sen
tarse a la puerta de la casa para ver
pasar pronto
ante ella los cadá
veres de
los traidores.
Nuestro patrón fue santo y caballero. Hoy no está de moda ni
lo
uno ni lo otro. Y si ambas cualidades coincidían en una persona nos en
contramos con el
paradigma del
rey que fue Fernando 111.
No cabe ninguna acción fecunda, no es dado pensar en -recon
quistas de patria
si no asumimos en nosotros esa doble llamada hacia
lo alto de
la santidad y la caballero~idad.
No hay otro
camino ni programa. Lo tenéis
trazado en versos
de
belleza inmarcesible compuestos por Jorge Manrique
a la
muerte del
Maestre de Santiago, don Rodrigo Manrique,
su padre.
Todas las estro
fas tienen tal carga de filosofia cristiana que bien
podrían ser
medita
ción obligada y provechosa para todos nosotros. Y resulta imposible no ser nostálgicos ante reyes como san
Fernando y
señores como el
maestre don Rodrigo. Porque hemos de convencernos que:
"Este mundo
es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar; mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar. Partimos cuando
nacemos,
andamos
mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que · fenecemos;
asf que
cuando
m'orimos
descansamos.
Este
mundo bueno fue
si bien usásemos de él,
como debemos,
porque según nuestra fe,
es para ganar aquel
que atendemos.
Ved de cuán
poco valor
son
las cosas tras que andamos
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Fundaci\363n Speiro
y corremos;
que en este mundo
ttai_dor
aun
primero que muramos
las perdemos.
De ellas deshace la edad,
de ellas casos desastrados
que acaescen, de ellas, por su calidad,
en los
más altos estados
desfallecen."
Y
cdn este
convencimiento sobrenatural, ¡qué hermosa vida
en este
mundo!
.Si era bellísimo el epígrafe· de San Fernando, no lo es menos el
que Jorge Manrique hace a su padre:
"¡Qué amigo de sus amigos! ¡Qué
señor para
sus criados
y valientes!
¡Qué enemigo de
enemigos!
¡Qué maestro de esforzados
y valientes!
¡Qué seso para discretos!
¡Qué
gracia, para donosos/
¡Qué
razón!
¡Cuán
benigno a los
sujetos
y a los bravos y dañosos
un
león!"
Esto
fue un caballero. Como San Fernando.
¿PÓdremos ver
algo
pa
recido si miramos en derredor? Pues ahí está la causa de los males que
hay nos
afligen. Porque,
como en
tiempos de don Rodrigo Manrique,
se sigue hoy ganando el
cielo y
haciendo España del mismo modo.
Aunque ello pueda
asombrar a
la mayoría de- la Conferencia
episcopal:
"... mas
los buenos religiosos
gánanlo en oraciones
y con lloros;
los · caballeros famosos
con trabajos
y aflicciones
contra moros."
Hoy
los moros tienen otro nombre. Pero
la "tarea es
la misma. Y sin
trabajos
y· aflicciones no se llevará a cabo.
Eso es lo que· tenemos delante y
lo' ·que de
una vez hay que afrontar,
pues con quejas
y lamentos nada ha de resolverse.
Cierto que hoy el caballero no va
a ser
tenido por la sociedad en la
consideración que fueron tenidos San Fernando o don Rodrigo. Mas bien causará el
aso.mbro que el
caballero de la Triste Figura. ¡No im
porta! Invoquemos también a
don Quijote
que cabalga
asimismo a nues
tro lado:
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"j Ruega poT nosotros hambrientos de vida,
con el alma a
tientas, con
la
fe perdida,
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llenos de congoias y falios de sol;
por advenedizas· almas de manga ancha,
que ridiculizan el ser de la Mancha,
el ser generoso
y el ser' español!
Ruega
generoso, piadoso, orgullosa;
ruega, casto, puro, celeste, animoso;
por no! intercede,
suplica
l)Or nos,
pues
casi ya estamos sin
savia, sin brote,
sin alma, sin vid_a, sin luz, sin Quijote,
sin pies
y sin alas, sin Sancho y sin Dios.
De rudos malsines,
falsos paladines,
y espíritus finos y blandos y ruines,
del hampa que
s~ia
su canallOCl'flCia
con
burlar
la gloria, la vida, el honor,
del puñal con gracia, ¡líbranos,_ señor!
..................... ¡Ora por nosotros, seftor de los tristes,
que de
fuerza alientas y de sueños vistes,
coronado
de áureo yelmo de
ilusi6n;
que nadie ha podido v-enctrr todavía,'
por
la adarga al brazo,
i'oda fantasía,
y la lanza en rist,'e, toda co,v:zzónl"
La España que se deshace necesitci el caballero cristiano que la salve.
Tras el Guadalete eJtá
Covadofl,ga y de ella es hijo y heredero San Fer
nando. Jaén,
Baeza;· Córdoba y Sevilla están en · germen a los pies de
la Stu,.tina y ella regó la simiente y_ cuidó la flor hasta que granó en la
espléndida cosecha de una hispanidad
'para Cristo. El ejemplo de San
Fernando y su patronazgo exigen hoy de nosotros que volvamos a to
mar
la espada
'limpiándola de
herrumbres· que nunca debimos dejar de
crecer en
la hoja'. Y con ella sa_lv.emos a España y devolvámosla a Dios.
Esta España cantada por un poeta maldito con_ cuyor versos quiero
terminar mis palabras. Poeta maldito porque
cantaba a
su patria y a
su Dios,
y que. muy bien pudiera ser el poeta de la Ciudad Católica,
porque lo fue
cíertámente y en bellfsimos versos del amor matrimonial
y de la fidelidad, de la vida honesta
de. los put;blos, del trabajo honrado,
de la virtud en la mujer; de la
sana ;erarqufa s.oclal, de la religión y de
la patria. De todo
lo que 0'fldmos, lo que creem0s y; por lo que esta~
mos
dispuestos a luchar._
·
Asf dicen: · -
FE
I
¡Señor! ¡Mi patria llora!
La apartaron, ¡oh
Dios!, de tus
cdminos,
y
ciega
-hácia el abismo corre
ahora
'819
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la del mundo de ayer reina y señora
de gJo.riosos destiños.
Hijos
desatentados,
que ya la vieron
sin pudor
vencida,
la arrastran por atajos ignorados ....
¡Señor,
qu_e-va
perdida!
¡Qué no
lleva en su pecho
la encendida
luz de tu Fe que alumbre su carrera!
¡Qué
no lleva el apoyo de· tu mano!
¡Qué. no lleva la Cruz en la bandero
ni en los labios tu nombre soberano!
¡Señor! ¡Mi patria llora!
¿
Y quién no llorará como ella ahora
tremendas desventuras,
si fuera
de tus vías
sólo hay horribles soledades frías,
lágrimas
y negruras?
¿Quién que de Ti se aleje
camina en derechura a la grandeza?
¿Ni_ quién_ a
Ti te deje
su brazo puede armar de fortaleza?
Solamente unos pocos pervertidos,
hijos
envanecidos
de esa Madre
fecunda de creyentes
pretenden, imprudentes,
alejarla de Ti:
son insensatos:
olvidan
tus favores: son ingratos,
desprecian tu poder: están dementes.
Pero la
patritr mta,
por
Ti feliz
y poderosa un día,
siempre te ve, Señor, como a quien eres,
y en Ti, gran Dios, en Ti sólo conffa,·
que
es grande quien
Td quieres,
fuerte
quien tiene tu
segura guía,
sabio quien
te conoce,
¡y feliz quien te sirva
y quien te goce!
¡Señor/ ¡Mi
patriá llora!
Ebria,
desoladora,
la frenética turba
parricida
la lleva a los abismos arrastrada,
la lleva empobrecida ...
,
la
lleva deshonrada! .. .
¡ Alza, Sellar, tu brazo justiciero,
y
sobre ellos
descarga el
golpe fiero,
vengador de sus ciegos
desvaríos! ...
¡No
son hermanos
míos
· ·ni
hijos tuyos,
Señor! ¡Son gente
impla!
¡
Son
asesinos de la patria mfli!
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II
¡Señor, Señor; detente!
¡No hagas caer s_obre la impurit gente
el rudo· golpe. grave
de la iracunda mano justiciera,
sino el toq_úe suave
de
la ·
man·o que
funde y regenera!
Y a Ti ya convertidos,
los hijos ciegos a tu amor perdidos,
aplaca tus enojos,
la noche ahuyenta, enciéndenos el dia
y pon de nuevo tus divinos ojos
en los destinos de la patria
mfa.
¿No
es ella la que hiciera
con los lemas sagrados
de la Cruz y el honor una bandera?
¿La que tantos a Ti restituyera
pueblos ignotos de tu fe apartadoa,
y con sangre de intrépidos soldados
y con sangre de santos redimiera?
¿Y Tú no eres el Dios Omnipotente
que quitas o derramas con largueza
gloria :V poder entre la humana gente?
¿No eres pristina fuente
de donde ha de venir toda grandeza?
¿No eres origen, pedestal ingente
de toda fortaleza?
¿No es toda humana gloria
dádiva generosa de tu mano?
¿No viene la victoria
delante de tu soplo soberano?
¡Señor, oye los ruegos
que
ya te elevan los hermanos mios!
i Y a ven, ya ven los ciegos!
¡Yá rezan
los
imptosl.
¡ Ya el soberbio impotente
hunde en el
palvo, ante
tus
pies, la frente!
¡Ya
el demente blasfemo, arrepentido,
cubre su rostro,
el pecho se golpea
y clama compugido:
"¡Alabado el Señor; bendito sea!"
Y los justos te aclaman,
alzando a Ti los brazos, y te llaman;
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y porque E1paña sólo en Ti conffa,
al
unísono claman
todos
los hijos de la Patria mía:
¡Salva a España, Señor; enciende el día
qile , ponga fin a abatimient0; tanto/
¡Tú,
Señor _de la vida o de 1a muerte/
¡Tú,
Dios de Saliahot, tres. veces
Santo,
tres
veces Inmortal, tres veces Fuerte/ ...
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