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Número 199-200

Serie XX

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Las tres claves de la economía

LAS TR.E.S OLA YES DE. LA. ECONOMIA
POll
JULIÁN Gn. DB SAGR.BDO
El estudio de la economía puede resumirse en tres claves: t>b­
j~o, sujeto y d.fción, que constituyen, respeotivam-en.te, en cierto mo­
do, su causa final, eficiente y constitutiva. Si reconocemos el fin de .la
acción

económica,
. el

motor que la
impulsa y su desarrollo en su
doble condicionamiento,

espacial y temporal,
. tendremos
resumido
~-esos tres· punl:o5 el _conocimiento sustancial de la economía.
Clave primera: Objeto de
la economía.
El

hombre, como compuesto de
alma y cuerpo, tieoe dos pro­
yecciones: 1111a de orden espiritual, q{re tiende hacia la verdad a
través de su entendimiento y hacia d bien a través de su voluntad,
y
t>trá de

orden material, que tiende. hacia los• bienes sensibles a
través de su cuerpo. Esa doble proyección,
espiritua,I y

material,
brota
de

las tres
necesidades fundamentales

que tiene
la naturaleza hu­
mana:

necesidad de la verdad para satisfacer a su entendimiento,
necesidad del bien para satisfacer
a su voluntad y necesidad de
los medios
materiaJles para satisfacer

la subsistencia de
su· vida
cor­
poral.
La economía tiene precisamente por objeto la satisfacción. de
la necesidad material en orden a la subsistencia corporal. Por ello
ocupa el último
Iugar en la escala de valores (San Agustín, De li­
bero arbitrio),
y el primero en la escala de los medios para al­
caru:ar squéllos, ya que como dice Santo Tomás, «lo que es pri­
mero en el fin, es ·lo -último en su _consecuci6n», respecto a los
medios que lo posibilitan.
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Fundaci\363n Speiro

JUUAN GIL DE SAGREDO
En efecto: la triple fase de la actividad económica, producción,
di.rtribución
y consumo, significa un orden, a través del cual la pro­
ducción, mediante la distribución de los bienes, se orien.ta hacia el
consumo, que es su
fin inmediato. Y como el consumo tiene su tér·
mino en el hombre, se deduce qué todo el proceso económico ten·
drá
como
fin mediato y ti/limo a. la persona humana.
Esa doble dependencia de la economía en razón de medio res·
pecto a su fin inmediato, el
. éonsum;,, . y

respecto a su fin mediato
Y. último, el hombre, está demostrando que no puede . ser autóno­
ma, independiente ni soberarui., Por ello el Cóncilio Vatii:an;, II,
que entre sus penumbras . emite,··. de vez eti cuarido, destellos luz, dice en Gt111dium et spes: «El hombre es el autor, centro' y
fin de la vida económica. De esta mariérá el problema económico
en su última instancia es lnoral, y, por lo rnismo, la rectá otdena­
ci6n
exige que lá economía esté .. r servicio de la pol!tica, la pól
Htica al servicio del hombre y el hombre al servicio de Dios».
Tal fue
la concepción doctrinal que prevaleció en la Edad Me­
dia:

subordinación de
1a· economía a la polltica y·de la política:•
la Moral, siguiendo las leyes de la armonía, que es como la huella
de. Dios

en la creación. El
Renacimiento rompió el equilibrio' ec<>­
!)Ómico, al. romper previamente el equilibrio reíigioso · entre fe y
razón. Al eliminar al consumo como fin de la producción y por
taotq al librar a ésta de sus. {imitaciones. como medio ord'°aclo a
un. fin, nace la concepci6n ca]?.italista que tr"!'"Íorma la obtención
de riqu,,zas en algo totalmente autónomo, eti una. especie de ma­
quin,aria dotacla «costos. compa,rados»,
etc.

Y así se produce
~· doble
paradoja:
~ leyes artifiéktles' que crea el ingenio de Adam Smith, David
~cardo, Juan

Bautista
Say ...
se transforman en
leyes naturales y,
'Uf aut<>res, promotores del desequilibrio econ6mko, pol!tico y mo­
ral, se transfoMla!l en los :«mdestros cláskor». Invertido el fin
d~ la econmnla, ..¡plantada la ~rsoná por . el luc~o. nac~ el h=o
oéronomicus, foent~ ,fo! lnat~ia!isrno, que Carlos M~ eleva a ca'.
tegorla
sacra!. . . . . ' . . . . .
En consecuencii, entrl! el hombre é<:on6rnico. li~ y el hom•
bre
econ6mico revolucionario

mediarán
dttec~ciás d~ estilos; '.mé.
J:116
Fundaci\363n Speiro

LAS _ TRJJS Cl.AVBS DE LA ECONOMIA
todos y medios para la obtención de la finalida~ lucrativa, pero ,I
espíritu y la mentalidad son idénticas, porque tanto uno como otr9
pesan y miden todas· ¡as -cosas en fúnción de · lo económico. A. to­
das ·esas· aberraciones lleva el considerar a la economía _como fin
de
$Í misnia y no como medio o instrumento _ subordinado al l:>ien
material y moral de la persona humana, que constituye su autén­
tico objeto.
Clave segunda: Sujeto de la economía:
En esta causa estudiamos la causa eficiente de la acción eco­
nomica,
lo cual equivale a determinar quiénes deben ser los sujetós
activos de
la misma.
Caben tres
posiciones principales,
sin perjuicio
de 'las posibles
combinaciones
entre ellas : lá marxista en su doble rama, sociil.isht
y comunista, que otorga al Estado el monopolio de la gestión eco­
nómica; la libert-dd., ,.que COnfiere -en exclUSiva ·a los--ciudadanos, . in.
dividualmente o agrupados en sociedades, la competencia de las ac­
tividades económicas. Frente a ambas posiciones, opuestas entre sí
al menos en
apariencia, el

Derecho natural
y . su fiel intérprete, la
Iglesia Católica, conjugan armoniosamente en el campo económico
los derechós de

los
ciudadanós y
de
la sociedad con los derechos
del
Estado, a

través del
juego de

dos principios,
el de totalizarión
o· integración de º!as partes en el todo, que mira hacia el bien común,
y ei de s11bndiar/edad O respeto a las partes -dentro . del todo, que
mira· hacia el bien particular.
a) El principio de totalización-
Al inspirarse en el bien común, uno de cuyos pilares es la eco­
nomía, requiere la integración de los intereses º¡mticulares en el
interés general de la comunidad mediante la subordinación de aqué­
llos a éste. Y como
el representante de la comunidad es el Esti0
do, tendrá -dentro de la esfera cicoo.6mica ciertos derechos, -aquellos
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JUUAN GIL DB SAGIIBDO
que conciernen a .procurar la ordenación de los .bienes económico,
privados hacia el

bien público de la sociedad.
Juan
XXIII expresa esta doctrina en MJtMr et MagiJtra, CUWl­
do dice que la aroión del Estado posee, entre otros caracteres, el ele
intgración. Como órgaoo integrador del J,ien común, el Estado p¡¡e­
de alcanzar esta meta a. través de dos vertientes, mediant!! una in­
tervención de carácter pooitivo y directo, en la cual debe tener siem­
pre presente
el principio de sul>sidiariedad, del cuaJ hal>lamos des­
pués, y mediante una intervención de signo negativo e indirecto,
que tiende a
evitar la
desintegración que
se refleja en fa lucha de
clases, en
el antagonismo entre capital y trabajo, en la exaltación
de la
competencia sin

freno
ni limitaciones, en la fórmula lil>eral
del

automatismo de las
leyes económicas,
en
las pretensiones
de
soberan!a de lo económico sobre lo político. El Estado,
· por consiguiente, por virtnd de su propio fin que es
el
bien común, tiene derecho a intervenir en
la vida económica como
fuerza integradora

de los
intereses particulares en el interés supe,
rior

de
la sociedad, cuando aquéllos =•dan de sus límites propios.
b) Principio de sub•sidiariedad en la economía.
Junto al principio de totalización, que · mira al bien común,
principio de dirección que corresponde
al &tado y lleva· el signo
de la autoridad, el Derecho natural coloca el principio de subsidia­
riedad, que mira al bien particular
y tiende a respetar la libertad de
los miembros sociales dentro de su propia órbita de acción. Dada
la prioridad
absoluta de

la persona
en el

plano ontológico, el de­
recho
del Estado

a intervenir
fa vida económica no se justifica por
si -mismo, sino como medio o instrumento para crear el ~o so-­
da! adecuado, dentro del cual pueden realizarse y concretarse los
derechos
personales.

Por ello, Juan
xxm; en Mater et MagiJtra,
sin negar al Estado su legitima competencia para integrar los inte­
reses
particulares en

los generales
dé la

comunidad, le
atribuye ca­
rácter de suplencia respecto· a la iniciativa privada, motor auténtico
y verdadero 'de las creaciones económico-soda:les, de tar niatiera que
1278
Fundaci\363n Speiro

LAS TRJJS CLAVBS DB LA BCONOMJA
si a través de la misma se lograse la conjunción de aquellas fuer­
:,as hacia el bien común, el Estado no podría legítimamente inter­
venir su acción.
Pío XI, en Q11ddragessimo anm,, define el principio de subsi­
diariedad de la siguiente manera: «Como no se puede quitar a los
individuos y darlo a
la comunidad lo que ellos pueden realizar por
su
propio esfuerzo e
indust!Tia, así tampoco es justo quitar a las
comunidades menores e inleriores lo que ellas pueden realizar y
proporcionar y dárselo a una sociedad mayor y
más elevada».
Teniendo

presente que donde hay un cuerpo
social, existe
el
bien común inherente al mismo, corresponderá

su promoción a
la
autoridad o principio rector de dicho cuerpo. Y, as!, en la co­
munidad familiar, pertenece a los padres la competencia en la eco­
nomía de la familia; al A yuntarniento
COIIlpete la promoción

del
bien común de la comunidad municipal y, por tanto, el derecho a
disponer de hacienda propia
y de los medios adecuados con plena
independencia respecto

a órganos superiores; a
la Diputación u
,organismo análogo

corresponderá las atribuciones sobre el
bien co­
mún provincial o comarcal ; a las Regiones el bien común de las
comarcas que las componen, y al Estado incumbirá el bien común
de las
estructnras superiores,

que pueden ser las regiones. Y como
la familia, el municipio,
1a comarca y la región son antedores on­
tológica
y cronológicamente al
Estado, el
bien común de
aquéllas
en

su conjunto y pot separado precede y es
la base sobre la cual
debe
girar el

bien común de toda
la nación, cuya rectoría ostenta
el
poder polltico.

Y llevando la doctrina
expuesta hasta
sus últi­
mas consecuencias, el Estado, en rigor, tendría como objeto propio
inmed}at,, sobre el cual recaería su acción, las estructurás regiona­
les, así como la acción de éstas recaería sobre las estructuras comar­
cales; la de éstas sobre las municipales, y la de éstas sobre las fa.
miliares, de tal manera que desaparecería, lógicamente, en este orden
justo
y natural la acción directa e inmediata del Estado sobre el
individuo, del gigante sobre el
enano.
· La Iglesia Católica, que por el principio de totalización otorga
al Estado ciertos derechos de orientación, coordinación e integra­
ción en
el campo económico, lo relega a un plano accesorio y se-
1279
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/UUAN GIL DE SAGREDO
cundario por virtud del principio de subsidiariedad, otorgando a las
personas y a los cuerpos sociales el derecho primordial de creación
y gestión de la actividad económica. Rechaza, en consecuencia, tanto
la
doctrina marxista del monopolio económico estatal, como la doc­
trina liberal de un disimulado monopolio económico social;
Son, pues, las personas, la sociedad y el Estado, en sus respecti­
vos campos de acción, los sujetos activos de
la gestión económica.
Clave tercera: La. acción económica.
Conocido el objeto y el sujeto de la economía,. resta por deter­
minar su acción a través de
los dos
factores
que la condicionan, y
dentro de los cuales se desenvuelve, el espado y el tiempo.
La orientación doctrinal económica sobre estos dos factores es
reflejo de las tres posiciones filosóficas que cabe asumir respecto a
ellos : a)
como simples entes 4e razón o creaciones mentales puras;
b)
romo realidades fisicas, sensibles y tangibles; y c) romo entes
de razón ron funddtnento real.
Esas
tres posiciones filosóficas sobre el espacio y el tiempo re­
vierten a la economía en tres teorías: la dJsira, que hace. abstrac­
ción del espacio
y del tiempo como irreales, y se traduce en inter-
1\8,cionalismo y estancamiento; la progresist", que confiere al espa­
cio
y al tiempo tanto realismo como si de hecho eocistieran, y se tra­
duce en planificación y dinamicismo; · y ¡,. católica, que consideran­
do al espacio
y al tiempo como abstracciones mentales, pero impe­
riosamente promovidas
por la realidad de la extensión y del mo­
vimiento, mantiene una: postura .intermedia -y armoniosa ~tre na­
cionalismo e intemaciona:1.ismo, entre estatismo y d1nam.icismo.
a) La ·a-ec:ióil ®nómica en · el espacio.
•Los llamados economistas clásicos, al contemplar al espacio como
pura
y exclusiva abstracción mental, franquean a ·fa actividad eco­
nómica todas

las fronteras sin respeto alguno a
la soberanla polí­
tica
de· las

naciones.
Para ellos

sólo existe el individuo
y la colec­
tividad universal que
lfaman Humanidad.
1280
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LAS TRBS CLAVES DE LA BCONOMIA.
Sin embargo, el ámbitu n,,tura/ dentro del cual se desarrolla la
·actividad económica

es la
Nación, desde dos puntos de vista: 1,nu,
material, por cuanto dicha acción se realiza· normalmente dentro de
los límites de un territorio
nacional, incluso
tratándose de
transac­
ciones

internacionales; y
otro, moral, por cuanto el recto orden de
los divel'Sos .intereses parciales, propios de las agrupaciones que in­
tengran la comunidad, tiende por·
sí · mismo

hacia
el bien .común de
todo el cuerpo social, que es el ruerpo n.acional. Ese orden a
través del cual los cuerpos económicos intermedios desembocan en
una
,¡omunidad económica
superior que los integra a todos,
deterc
mina la unidad económica
de la nación, que

es
él soporte y el
complemento necesario de su
unidád politictJ, Las mismas fuerzas
sociales

que al agruparse. en sus estructuras superiores forjan la
unidad política de
la nación, al actuar como fuerzas económicas
forjan, iguolmente, el

soporte material de su unidad económica.
Esa. ordenación de
las fuerzas económicas que confluyen hacia la
unidad económica nacional
brota de la necesidad, porque examina­
clo
el . proceso desde su misma raiz, se observa que el individuo
queda vinculado a la
fa.milla por

lazos económicos,
sin perjuicio de
la

unión consanguínea,
y las familias se enlazan por engarces su­
cesivos

y graduados a otras
agrupaciones superióres a

través dé re­
laciones ecoliómicas, y así suéesivam.enÍ:e hasta conformar sobre di­
chas bases la· estructura de la comunidad nacional. Por éllo la eco­
nomía, producto

de todas
las fuerzas sociales, que satisface en su
aspecto material el bien· común de la nación, constituye una
wii,
dad económica natural. Esa unidad aconómica que es
el soporte de la nación como uni­
dad política, debe
ser, en

cierta medida, autosuficiente
para cubrir
sus

necesidades
más élementales. Como dice Aristóteles en su' Po­
liti,a, «la ci~dad debe bastarse a sí misma». Es, pties, necesaria
dentro de determinadas coordenadas una cierta tmtarqufti econ4-
mica, al menos la indispensable para la subsistencia de la nación
tomo cuerpo

político independiente. Sin dicha independencia
eco'
nómica,

la independencia polltica,
· mis aparente que real, deri:,;a
inexorablemente
hacia

el coloniaje o
""l · protectorado.

La
naeión,
entonces,

empieza a girar como satéÍite al ritmo que
le imponen Ías
i:is1
Fundaci\363n Speiro

JUUAN GIL DB SAGRBDO
fuerzas de gravitación de otras potencias. La independencia nacio­
nal, por consiguiente, se
convierte de

esta manera en el
primero
de los valores económicos en el orden práctico, y, por tanto, el
«interés naaondl», no

el estatal, es el juez que
debe medir y so­
pesar
las ventajas o desventajas de los actos económicos bajo la
orientación del Estado, sin perjuicio de
la autonomía de las em­
presas dentro de su propia esfera de acción.
Esta doctrina, inspirada en el
Derecho natural, rechaza el in­
ternaaond/ismo patrocinado por Quesnay en su teoría sobre la li,
bertad del comercio, y por Adam Smith en su concepción librecam­
bista,

que al dejar en juego sólo dos factores, individuos y huma­
nidad, abre el camino hacia
la implantación del imperialismo eco­
nómico mundial, cuyas consecuencias hoy estamos padeciendo. «La
Patria está donde se está bien» es el postulado que rondensa, en
pocas palabras,
la quintaesencia del materialismo ecooómico.
Pío

XII,
por el contrario, en Summi Ponlijicdlus, sustituyen­
do
el concepto de comercio
económico sin limitaciooes territoriales
como base de la coovivencia humana por el concepto jurídico-social
que emana de
la misma Ley natural, funda las relaciones econó­
micas

entre las. naciones
en la ley de la solidaridad,

derivada de la
unidad sustancial de la
naturaleza humana y elevada por la unidad
sobrenatural de
la caridad, la cual implica entre los pueblos unos
vínculos de
subsidiaridad mutua, poesto

que la nación
qu.e
presta
subsidio
. en

un
determinado campo económico, poede
necesitarlo
ella de otra nación en otro campo· distinto.
b) La acción eoonómica .en el tiempo.
Las posiciooes económicas doctrinales respecto al faaor #empo
siguen la misma pauta que mantenían respecto al factor espado,
según

su peculiar coocepción filosófica de
ambo& elementos. Se
encuadran, pues; en dos. sistemas. opuestos, el uno, puramente con­
ceptoal, al contemplar el tiempo como simple ens ralionis, crea­
ción exclusiva

de la
mente sin
base
real, y el otra, · hiperrealista, · y
por
lo
mismo· pseudorrealista,

al contemplar al tiempo como rea­
lidad física identificada.
coa el

movimiento,
1282,
Fundaci\363n Speiro

LAS TRJ3S CLAVES DB LA BCONOMlA
l. Los denomÍrr po como pura
abstracción conceptual,

prescinden del mismo, como
antes prescindieron

del factor espacio.
Eliminado en
el tiempo su
sentido real como medida del movimiento, pierden. el contacto con
la realidad inherente a la movilidad de las economias. El resultado
es

que
por centrar acesivamente su atención en los elementos in­
ternos del proceso económico, se
mantienen al
margen del contorno
histórico, determinando un sentido estatista de la economia, que ahoga todo legitimo avance
y progreso.
2.
Los economistas progresfrtas, por el contrario, al concebir
el tiempo como realidad fisica,
cifrada en
el
movimiento, adoptan
un

sentido dinamicista de
la economía que desemboca en evolucio­
nismo indefinido. Cabría
afirmar, hasta
cierto
. punto, que la pos·
tura inmovilista de los primeros responde a la concepción metafisica
de
Parménides sobre
el ser, asi como
la postura evolucionista de
los segnndos responde a
la concepción metafísica de Heráclito. Son
dos
concepciones ontológicas que determinan en economía,
como
en otros ramos, el estatismo y el evolucionismo.
Dado que hoy la ontologia de Heráclito prevalece en todos los
campos: filosófico, jurídico, teológico, sociológico, económico ...
¡ nos
vamos
a detener especialm~te en la teoría dinamicista.
Conste por anticipado que no negamos, dentro de las
corrientes
dinámicas

de la economia, los logros obtenidos
por la modellstica
o aplicación de
fas matemáticas al campo económico para representar
las principales variables que presidirían
la dinámica del desarrollo,
y, entre ellos, cabe señalar los referentes a valor y capital de Hicks,
a la demanda
y sistemas de precios de Schultz, a la interdependen'
cia

sectorial de
· Leontief y su culminación en· la ley económica de
los rendimientos marginales decrecientes. Pero sin menospreciar
la·
les logros en cuanto efectivamente lo ~. lo cierto es que la diná­
mica o dinamización de la economía imp1ica en sus derivaciones fi ..
nales la falsa idea del progreso indefinido de la Humanidad, ideo­
logía madre de
la revolución moderna, según la cual la hisforia
marcha

inexorablemente hacia
la utopía de un paraíso perdurable
en

la tierra. Por ello, aquellas teorías de la modelística, sin perjui­
cio de sus átisbos certeros-· en materias puramente técnicas de ca-
1281
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/UUAN GIL .DE SAGREDO
rácter tangencial arrastran hacia el racionalismo filosófico, que pre­
tende unificar los comportamientos humanos: para. facilitar los
aná:
lisis matemáticos.
En el fondo de todos esos estudios aparece la
misma raíz racionaJistá, las mismas explicaciones mecánicas y auto­
matistas y un alejamiento cada vez más. acentuado de la realidad;
todo
ello impregnado de la· petulancia del cientifismo propio de los
económetraS.
El principio del desarrollo por el desarrollo, sin meta extrínse­
ca al mismo, implicaría una especie de m01limiento contin110, en el
cual los fenómenos económicos, confignrados como nn todo evolu­
cionista quedarán absorbidos bajo
una dirección
única, que
des•
embocaría
en

totalitarismo por arriba
y colectivismo por abajo. Sus
resultados
Jinales son

bien
coo.ocidos. «Ar quédar reemplazado . el
¡,ropietario
privado por el Estado -'escribe Ropke en «La crisis del
cOla:tivismo»--, sobreviven inevitablemente· .-las ·Colas "ante los.: CCh
mercios y las oficinas públicas, los formularios interminables, certi •
.ficados y· sellos oficiales a granel, burcx:~cia, controles constantes;
torrentes de leyes, decretos y reglamentos, propaganda oficial, arbi­
tráriedad, corrupción, represión,
coácción y ¡,olida por todas partes».
El colectivismo

bajci mando único
totalitario; producto del evc,.
lucionismo económico, arrastra consigo, por otra. parte, la epidemia
de las
planificaciones y de

los planificadores, los cuales,
sustituyen­
do

el
momento presente

por el porvenir lejano,
Iibrnndci constante­
mente
batallas importantes, prometiendo

siempre un trianá
que nun­
ca llega, mantienen

a la econotrifa en estado
permanente de
crisis.
· 3. 1A tercera ¡,o,irión filosófica respecto· del 'tiempo· lo consi"
dera como ens reitionis cum j,mdamento in re.~ &i" una "poskión in­
térmedia entre fas dos extremas · señaladas, fa esfátiéa · y la diná­
mica. Por
ser el

tiempo
en, rdtioni!, carece de realidad física, y
eri :este sentido participa de la posición de los economistas dá­
sié:os; pero· por· tratarse de una .ficción mental, ·no caprichosa ·ni
arbitraria; sino derivada riecesaiiarnente desde la realidad dél · mo­
vimiento,
el

tiempo,
aun sin ser entidad física realmente existente;
participa
no

obstante
dé cierto carácter real. ·Esta· posición es la
correcta y poi ella· se miden certeramente los fenóménos económi­
cos

sín
incurrir en
los errores del estatismo que impiden el
legíti-
1284
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LAS TRBS CLAVES DE LA ECONOMIA
mo _ pro_greso, ni en !(?S de~ dinamicisl110, q11e. p~e degenecy en
evol\lcionismo indefüúdo.
La Iglesa

Católica
res11elve Ja
antinomia entre la estática con­
ceprual y

la dinámica hiperrealista
armonizando el
desarrollo econó­
mico
q11e s11pone la

dinámica
O= XXIII, Máler et M,,gistrl,J,
con el servicio a todos los hombres en sus valores ¡,erm,tnentes y
en tal sentido estáticos (Pablo VI, Pop,,lorurn f1rogressio).
Resumiendo, la dinamización de · ta economía, entendida como
concepto relativo al servicio de los valores permanentes y superio­
res

de
la persona humana, es la posición correcta ante el factor
tiempo.
Conclusiones.
_ En. este
estudio

filosófico-económico,
_ cuya
inspiración debemos
a
.Enrique Díaz

Araújo (El proyecto nacional
y la economia), he­
mos pretendido
abarcar las

tres claves fundamentales
·de la _ eco­
nomía en
las tres causas que la explican: la causa final u objeto,
la causa eficiente o sujeto,
y ]a causa constitutiva o acción en el es­
pacio
y· en el tiempo. Hemos presentado en cada a.usa las versio­
nes erróneas
y la verdadera, procurando llegar a la raíz de las mis­
mas.

Como resumen de
lo expuesto, deduciinos_ las siguientes con­
-~usiones:
I.• Recha.zamoo:
1) El e,onomir:ismo, que atribuye áutonomia absoluta a lo eco­
nómico y está preconizado tanto por la escuela libetal tomo por la
escuela marxista. Ello demuestra el íntimo lazo de .únión entre ambos
sistemas;
2) El intemdeiomdfrmo, para el cual no hay naciones, sino sólo
individuos
y humanidad,
3)
El -·eillltim,o de Jos factores económicos, -o la estática de
la
economía,' propugnada. tanto. por Jos.·economJ,tas liberales
romo
por los
marxistas.
-1285
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/UUAN GIL DE SAGJUIDO
4) El diniimmsmo progresista, utopista y voluntarista, que pue­
tende refabricar al hombre con su ingeniería social.
2.
1 Defendemos:
1) Subordinación de la economía a la política y a la Moral.
2) Un sano nacionalismo económico.
3) Una dinámica económica, intermedia entre estatismo y pro­
gresismo.
4) Un capitalismo, cuyas reglas económicas mantengan su ca­
rácter instrumental al servicio del hombre.
Epilogo.
Puesto que sin

solución
política no

puede haber solución eco­
nómica, las tres claves de la economía exigen previamente
tres cla­
ves políticas, que podrían ser
. las

siguientes:
l.! Reducir la maquinaria estatal a sus debidas proporciones,
evitando que sea una
cabeza de
gigante en un cuerpo de enano.
«Más .sociedad y menos Estado» (Vázquez. de Mella).
2.! Devolver a la sociedad las funciones y servicios públicos
que
el Estado le ha venido usurpando.
La consecuencia de estas
dos claves, al quedar desgravado el Estado de funcionarios
y de
burócratas
y de obras y servicios, sería la reducción de impuestos
y gravámenes fiscales.
3_!
Legislar
lo indispensable, reduciendo las
tres mil dispo­
siciones anuales al menor número posible.
Con ello la sociedad que­
daría aliviada

de ataduras y coacciones reglanientistas
y podría des­
envolverse
con
libertad y eficacia. La labor del Poder hoy no es
tanto la de promulgar leyes, cuanto de
derogar las inútiles y las
innecesarias. Si
esas tres

claves políticas se hallan impregnadas de la reforma
interior del espíritu en
·consonancia con

Cristo, el
éxito sería

defi­
nitivo. En realidad, bastaría con que Jesucristo reinase
én el cora­
zón de cada hombre.
1286
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