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Número 201-202

Serie XXI

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Jesús Jorge Perdomo Rangel: La cuestión social y la ciencia de la administración

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Jesús Jorge Perdomo Rangel: LA CUESTION SOCIAL
Y LA CIENCIA DE LA ADMINISTRAGION (*)
Siempre es grato encontrarse con un libro escrito «desde el vér­
dadero espíritu hispano» y «con la esperanza de su triunfo», puesto
que

ello nos proporciona un sentido de
solidaridad fundamental
con
el autor y su obra.
La meritoria obra del licenciado Guzmán Valdivia encuentra con~
tinuación en el trabajo del licenciado Petdomo Rangel, del que és­
perrunos nuevas aportaciones.
El texto de J. J. Perdomo está muy documentado, con numerosas
citas bibliográficas. que lo enriquecen y que sugieren nuevos temas
dt meditación.
El centro del análisis es el problema de la llamada «cuestión so­
cial», análisis. que parte de una constatación : la expansión espaciál
del comunismo, considerado como «solución inevitable» por muchos
a pesar de su inapelable fracaso intelectual y económico.
Se sabe que no es ni puede ser «solución» un sistema totalita­
rio que engendra una nueva clase o nomenklatura cuya función
es ejercer la dictadura del proletariado ( el leninismo engéndra es­
talinismo), sin conseguir que dejen de existir proletarios; cuando
éstos intentan un cambio, tienen que recurrir a los medios que se
ha visto aplicar en Hungría, Checoslovaquia, Vietnam, Camboya o
Polonia. Si no intentan cambiar, la «pax soviética>> ofrece colas in­
terminables, certificaciones y formularios sin fin, propaganda ofi­
cial irritante, control de desplazamientos y pequeñoo «gulag>> di­
suasorios.
Pero debemos trabajar para que no sea «inevitable» un avance
que si bien acude
al baño de sangre cuando lo cree necesario (Cuba,
Angola, Afganistán, Nicaragüa), suele adoptar como más conve­
niente la tái:tica de utilizar los medios puestos a su disposición por
las democracias occidentales. Una vez que obtienen la respetabi­
lidad social, sus esfuerzos van siempre dirigidos a promover
la «mu­
tación cultora!» (hacer predominantes las vivencias laicistas y las
valoraciones permisivistas), y a acelerar la «maduración socio-econ6-
mica» ( agravando en lo posible las divisiones sociales) ; esfuerzos
en los que una cobertura «científica>>, «prestigiosa», «artística» o
«progresista» mansamente otorgada, permite mantener aquella res­
petabilidad. A
estos esfuerzos
hay que hacer frente; a sus
ideas hay
que opo-
(*) Universidad Naáonal Aut6noma de México, 1981.
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ner la Verdad; a .sus mecanismos hay que hacerlos resplandecer; hay
que evitar que

se presente
'Ulla circnnstancia
propicia en la que pué­
dan establecer el supremo intervencionismo internacionalista como
la «solución inevitable». Así lo intentó Allende, desde un 35 % del
sufragio de la población chilena de un momento histórico, pero su
salto del socialismo con libertades al socialismo sin libertades no
se vio culminado; así lo intentan otros aquí y allá, _vanamente, por­
que el hombre y su vitalidad resurgen por naturaleza.
El

trabajo de
J. J. Perdomo nos muestra también las raí~es de la
cuestión social en la contraposición de la naturaleza humáná que ás­
pira al Bien y a la Verdad pero que no los acepta plenamente con
su

voluntad y su inteligencia. Con palabras de Ovidio,
«veo lo

mejor y lo apruebo, pero hago
lo peor>>, o de
San Pablo, «no hago el bien que quiero sino el mal
que no quiero», nos conduce Perdomo al núcleo de esta contradic­
ción: no se puede entender sin recurso a. la Teofogía, es decir, al
pecado original y su redención. De este hecho básico y su deficiente
comprensión, deriyan causas particulares de tipo económico, social,
político o cultural y que Guzmá'n Valdivia califica como de «direc­
ción sooial ineficaz».
Por ello, en todas las sociedades humanas se producen unas
«deficencias del orden social en lo que respecta a su cometido dé
realiza el Bien Común» (Messner), que constituyen
la llamada
cuestión so-cid/r.
La cuestión social evoluciona con las épocas y 'SUS característi­
cas. La actual se inicia en
-el Renacimiento, con el trasváse del cen­
tro de atención de la vida humana de Dios al hombre; se agodiza
con las revoluciones francesa y primera industrial, al generarse la
cuestión obrera; se acentúa con la revolución rusa, que niega al
hombre; y desemboca en una cuestión mundial de países pobres
y cicos después de las guerras mundiales y la era espacial.
Perdomo
caracteriza estas fases como de rebelión de lo racional
contra
lo
sobrenatural (Renacimiento)
; rebelión de lo sensitivo coo­
tra lo racional (Rev. francesa); rebelión de lo algo contrá lo sen­
sitivo (Rev.

rusa). No cabe por tanto mayor trastocamiento en lo
que respecta a la esencia del
ser humano, y de ahí la grávedád de
fa cuestión social actual, cegada por el mito del progreso inde­
finido hacia el paraíso terrenal.
La manifestación de la cuestión social se observa en diversa
medida
según circunstancias y países, pero es visible en cualquier
sociedad moderna
a través de deficiencias del orden social.
Deficiencias sociológicas, como la masificación del hombre mo­
derno, su educación _consumista para tener
y no para ser, su utili-
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tarismo vivencia! qw, le lleva a no tener en cuenta lo qw, no pr0-
porcione un mayor bienestar material ... ; en definitiva, tui predo-­
minio del secularismo antropocéntrico en d planteamiento de los
comportamientos sociales.
Deficiencias
ontológicas, originadas

por la extensión de filoso­
fías degradantes,
nihilistas o exaltadoras del

hombre cuyo efecto es
de:,centrarlo y corromper sus costumbres, desarraigarlo con la con­
vicción de que nada es estable ... ;
en definitiva, un predominio del
hombre-engranaje sin conciencia de su ser.
Deficiencias éticas, originadas por la preocupación por la efi­
ciencia ( adaptación de causas a efectos sin consideráción morál de
los fines propuestos), en lugar de perseguir la eficacia ( adaptación
de medios a fines
con un
sentido moral) ... ; estas
conductas llevan
al predominio del humanismo falso, inmanente.
Deficiencias religiosas, originadas por la mentalidad
dd hom­
bre

.moderno: hombre que se libera de
los principios y de la autori­
dad
trascendentes para echarse en brazos de la orgánizáción estátál
o
industrial, del camb'o fugaz,
del «dominio» de un mundo cuan­
tificable.
Hasta aquí
la patología social, su situación actual, origen· y evo-­
lución.

El trabajo de
J. J. Perdomo continúa con una segunda parte
en la que establece
la te,is de la Ciencia de la Dirección Social y
su contribución a la solución de la ruestión social.
Al
problema caracterizado como «dirección social ineficaz»,

se
propone la solución de una «dirección social eficaz»; es decir, di­
rigentes formados en la Ciencia de la Administración y en la pru-
dencia.
· ·
Esta

fórmula, semejante
a la del Evangelio ( < sal de la tierra») o a la de la «minoría inasequible aiI desáliento»,
resulta quizá la única viable
para mover a unit sociedad pluralistá
( sociedades de organizaciones)
enfrascada eu ganarse la
vida
y me­
jorar su nivel de
bieuestar, hacia el

respeto
y práctica de los va­
lores
del Derecho nafural cristiano.
La Ciencia de la Dirección Social contiene unas normas funda­
mentales que regulan
la conducta de los dirigentes (teoría), un
conjunto de reglas
para efectuar los

necesarios métodos, procedi­
mientos
y sistemas (técnica) y debe encamarse en la vida concreta
de los dirigentes (profesión).
Desde el punto de
vista de la teoría, Perdomo resume las nor­
mas fundamentales en relación con
las deficiencias observadas.
Así, en lo sociológico, la
norma es «conocer la
realidad históri­
ca concreta
·y cambiante sobre lit que se ejerce la dirección social».
En
lo ontológico, «la eficacia depende en gran medida del res-
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peto que se tenga con la naturaleza del hombre y de la sociedad»
( inmodilicables).
En Jo
ético, «la eficacia exige la justilicación ética de los fines
que

a la función directiva
se señalen».
En

lo teológico, «la
eficacia depende
de la vida interior del di­
rigente ( «Sin Mí nada
podéis hacer»)».
Desde el

punto de
vista de
la
técnica, se recogen normas funcio­
nales
y reglas técnicas.
Las normas funcionales, que derivan de las fundamentales, son
las relativas a la planeación ( congruente con
lá naturále>:á humáná
y el medio en que se va actuar), la organización ( coordinando de­
rechos e intereses individuales con
el Bien Común, señalando fines
y responsabilidades), la integración (respetando la autonomía de
las cuerpos

intermedios
y velando por el respeto de las normas fun­
damentales)
y el control ( recogiendo información sobre la realiza­
ción de las normas anteriores para reiniciar el proceso con la nueva
información disponible).
Cada una de estas fw1diones tiene, a su vez, una serie de reglas
técnicas que las dearrollan.
Desde el punto de vista de la
prafesión, es una encamación en la
vida cotidiana de teoría
y técnica ( ¿Mens '""" in co.-pore sa,w?).
Finalmente, J. J. Perdomo efectúa unas consideraciones vibran­
tes sobre la
misión de
la Ciencia de la Dirección Social
en relación
a la cuestión social, que se resume en fa búsqueda de soluciones
eficaces, es
decir, conformes al Derecho natural y con respeto de la
libertad humana; en el alumbramiento de una· nueva Sociedad ecumé­
nica en
que triunfe el Amor.
La Reconquista 1no la harán las masas sino sus Jefes, y formar
jefes para la Restauración del Reinado Social de Cristo bajo el
Ma­
gisterio

de la Iglesia es
la responsabilidad seria, la misión noble, y
la gran dignidad de la ciencia de la Dirección Social. Esta es, a grandes rasgos, la aportación de Jesús Jorge Perdomo;
de
la que, a pesar de nuestra solidaridad fundamental, hay algunos
puntos a comentar.
Su di,,gnóstico de la cuestión social, 1., deficiencias de todo tipo
que se observan en la sociedad moderna y su aparentementé inevita­
ble
«solución», es bastante superior al triJJamiento que sugiere.
La Ciencia de la Dirección Social es un esfuerzo trascendental
de los licenciados Guzmán V aldivia y Perdomo Rangel, entre otros,
para superar el «management» de Peter Druker, fundado en
él uni­
versalismo gerencial de Henri Fayol. Sin embargo, su propuesta de formación de dirigentes
segón la
Ciencia de la Dirección Social, o principio de la élite, aún en el caso
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de que estoo dirigentes fueran capaces de hacer predominar loo sen­
tidos de
la realidad, del orden natural, de la jerarquía de valores,
del

Derecho natural
en suma,
puede adolecer de un cierto dirigismo
sustitutivo de la legítima dinámica social. Como hemos visto en la
«Laborem exercens», la espiritualidad y el amor no se imponen, sino
que deben emanar de la solidaridad de una rica gamá de cuerpos
intermedioo que gocen de una autonomía efectiva respecto de los
poderes públicos. Como vimos en
la «Octogesima adveniens», la
cualidad
y la verdad de las relaciones humanas, el grado de pártici­
pación y de responsabilidad, no son menos significativos e importan­
tes ¡,ora el porvenir de la sociedad que la cantidal y variedad de
bienes producidos y consumidos ; el verdadero progreso, está en el
desarrollo de
la conciencia moral, que conducirá al hombre a tomar
sobre sí las solidaridades ampliadas.
Así,
pues, no
es suficiente (con ser importante)
la formación de
dirigentes
«responsables en
el pensar, en el obrar, en él querer y en
el sentir», que
«sean capaces

de prescindir de la ayuda estatal
pará
evitar

su manipulación
y dominio» (Vallet). Habrá que desarrollar
el principio
comunitario: la
organización de
la sociedad según el
principio de subsidiariedad, creando
y organizando la acción de gru­
pos naturales, capaces de fortalecer la acción en sus respectivos
cuerpos intermedios.
Por tanto, la aportación de la Ciencia de la Dirección Social pre­
cisa de una mayor concreción en su vertiente individual, alejándose
del equívoco de
la ternoburocracia, haciendo un hueco a los igno­
rados mass-media, y definiendo el objetivo de encarnación de los
principios
eo la vida cotidiana; y al hablar de la vida cotidiána, vidá
social, se menciona ya la otra dirección en la que esperamos una ma­
yor concreción de esta ciencia tan joven como prometedora.
Jos!Í ANTONIO SANTOS ARRARTE
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