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Número 207-208

Serie XXI

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Ética personal y cultura en el pensamiento de Juan Pablo II

ETICA, PERSONA Y CULTURA EN EL PENSAMIENTO DE JUAN PABLO II
(*)
POR
JOSÉ MARÍA CORZO
Profesor de Filosofía del Derecho (Cáceres).
l. Currículum filosófico de Karol Wojtyla.
Cuando el Cardenal Wojtyla fue elegido Papa, las agencias
de noticias se apresuraron a resaltar que desde Adrián VI, desde
hacia cuatro siglos,
la Iglesia Católica no tenía un Papa no-italiano.
Ningún periódico
hizo caer en la cuenta que también desde
hacia
siete siglos,

desde Juan XXI, no
bahía vuelto
a subir al
solio de Pedro un profesor de Filosofía. Porque, efectivamente, Wojtyla llevaba veinticinco años como
profesor de Etica en la Universidades de Cracovia y
Lublfn, y
había seguido dando clases a pesar de las enormes responsabi­
lidades de su
cargo como

arzobispo de Cracovia y cardenal. Más
aún, era el fundador, el cabeza de serie al menos, de una nueva
y brillante escuela filosófica conocida como «escuela de Lublín
y Cracovia».
Bien mirado, Karol había sido una auténtica vocación filo­
sófica. A
los dieciseis años, cuando terminaba sus estudios
me­
dios,

visitó el colegio, donde estudiaba, el cardenal Adam
Ste­
phan

Saphiea. Karol fue elegido para pronunciar el discurso de
bienvenida, por ser el mejor estudiante. El cardenal
quedó pren­
dado

de las dotes de aquel joven
y le preguntó si querría ser
{*) Este trabajo es la transcripci6n de una ~nferencia dada con este
mismo título

en
Cácetes, en
junio
de 1982, por invitación de los estudian­
tes de 5.º curso de la Facultad de Derecho, bajo el pattocinio de «&:ten­
sión Universitaria».
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sacerdote. Karol respondió: «No, Eminencia. Yo voy a estudiar
Filosofía».
Y así lo hizo. Ingresó en la Universidad de Cracovia, y
allí
le sorprendió la ocupación alemana, que prohibió los esrudios
superiores en Polonia. Karol fue sometido al trabajo obligatorio
desde 1940 al 44, primero en una cantera y luego en una fábri­
ca de

productos
quúnicos. Mientras
tanto siguió los
estudios de
Filosofía

por libre. En 1942 comienza los
estudios propiamente
eclesiásticos

en
la clandestinidad. No es de este momento inves­
tigar por qué y cómo aquel joven decide entregarse del todo a
Dios. El caso es que cuatro años después es ordenado sacerdote
y enviado a perfeccionar estudios a Roma.
Allí preparó

el Doctorado en Teología, en el «Pontificium
Atheneum Angelicum» en tomo a «la doctrina de
la fe en
San Juan de
la Cruz», bajo la dirección de los famosos Padres
Dominicos Garrigou-Lagrange y Paul Philippe. Al trabajar sobre un autor hispano se obliga a aprender español; por estar en Iralia habla italiano; como vive en el «Belgium» (colegio mayor
belga) ha de
utilzar el

holandés para convivir con sus compañe­
ros. Y dicen que cuando llegó a Roma ya dominaba francés, inglés, ruso y alemán. Todo esto aparte del
latín y griego, nece­
sarios para la carrera eclesiástica,
estudios que

en aquellos años
se tomaban

con toda seriedad.
De regreso en Polonia obtuvo el doctorado en Filosofía en
la Universidad del Estado de Cracovia con un tema que indica
ya sus preocupaciones: «sobre la fundamentación de la Etica»; y para conseguir la cátedra de la Universidad preparó el estudio
monográfico sobre Max Scheler titulado «Apreciación de la po­sibilidad de construir una Etica cristiana con premisas del sis­
tema de Max Scheler».
Otros libros de contenido estrictamente filosófico son:
Amor
y responsabilidad, prontamente traducido al español; Primado
del
esp!ritu, traducido al alemán; Persona y Acto, sin duda el
libro más fundamental, publicado en
la famosa Analecta Husser­
liana,
y traducido al inglés, y su colaboración en la obra La lu-
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ETICA, PERSONA Y CULTURA SEGUN JUAN PAJJW II
cha por el hombre, que es una fundamentación personalística de
la Etica. Simultáneamente con este trabajo de investigación y estudio
desarrolla una actividad docente múltiple. No sólo da sus clases
ordinarias sino que pone en marcha una organización que muy bien
podría llamarse «universidad volante» o «universidad paralela». Son clases particulares que se dan bien en un lugar, bien en
otro,
casi

siempre en casas particulares, clases de tipo clandestino que
intentan llenar las lagunas de la enseñanza oficial carente de toda
espiritualidad. Casi igual finalidad tienen los «cursos universi­
tarios nocturnos» que también organiza en Iglesias y que
tratan
de corregir las deformacinoes de la verdad, propias de la ense­
ñanza oficial marxista, al mismo tiempo que presentan la con­ tribución católica a la cultura y al pensamiento.
Este tema de la deformación de la verdad va a ser una cons­
tante preocupación de Karol Wojtyla. Pero al mismo tiempo
nos introduce en la segunda parte de este discurso: el entorno
filosófico que toca vivir a nuestro autor en Polonia, y que,
se­
gún

pienso, puede haber servido de acicate para centrar sus pre­
ocupaciones filosóficas en torno a la Etica y su fundamentación.
2. El marxismo polaco contemporáneo de Wojtyla.
Dentro del marxismo polaco, dos me parecen los pensado­
res más interesantes, y en cierto modo representantivos, que han
marcado el ambiente en que ha vivido, enseñado y escrito nues­
tro autor.
El más conocido es Adam Schaff, del que se han traducido
al español varios libros, y que es tenido por revisionista por dos
razones fundamentales. Primero por haber escrito, en plena des­
estalinización, un libro
La filosofía del hombre en el que denun­
cia, como defecto del sistema socialista, que, dentro del mismo,
el hombre permanece esclavo de la injusticia y del privilegio.
Unos años después publica otro libro:
El marxismo y el individuo
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humano, en el que vuelve a insistir en el mismo tema: «el mar­
xismo

no garantiza a nadie la felicidad; dentro del socialismo
ei hombre sigue acuciado por el problema de. la libertad, pues
el sistema hace surgir complicaciones especiales sobre la misma; también dentro del socialismo el hombre se pregunta por el
sen­
tido

de la vida humana ... ». El .segundo motivo,
y determinan­
te, de ser considerado revisionista, está en su concepción de la
ideología y de la ciencia que se opone a la docttina de Marx y
Engels en Ideología alemana. Schaff tuvo que exiliatse de Polonia.
En cambio, con respecto , al problema antropológico por
ex­
celencia -el sentido de la vida humana-, que es lo que aquí
nos interesa; Adam Schaff es un marxista clásico: La solución
no puede venir de la religión, que es un mito; Dios es un pro­
ducto

humano. La solución al problema de la vida humana sólo
puede venir del trabajo
y de la ciencia; no se puede ser al mis­
mo tiempo marxista y cristiano.
Schaff tuvo su influjo en la juventud universitaria polaca
de los años sesenta, pues por una patte ponía de relieve las
limi­
taciones socialistas y desmitificaba el sistema, y por otra incitaba
a la juventud a comprometerse en el trabajo
y la lucha esperán­
dolo

todo de sí mismo.
Con todo, Adam Schaff se ponía nervioso contra aquellos
marxistas que pensaban que no se debía combadr la religión.
Era el caso de su disdpulo Leszek Kolakowski, catedrático de Filosofía Moderna en Varsovia; el otro pensador que influyó no
poco en el ambiente universitario polaco,
y al que he de referir­
me de modo especial por sus incursiones en el
campo de
lo
re­
ligioso,
Aquí sí nos encontramos con un autor que lleva sil revisio·
llismo a tal extremo que se separa de su matriz marxista, fue
expulsado del Partido y tnvo también que exiliarse de Polonia.
Ko!akowski, con

motivo de la desestalinización, propone una
rigurosa revisión de las tesis marxistas. Pattiendo de sus estu­
dios históricos encuentra que los conceptos como «verdad» o
«libertad» no derivan única y necesariamente de la dialéctica
histórica -de

modo que cada tiempo tenga su verdad
y su liber-
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tad según las relaciones económicas que están a la base-, sino
que son dos características únicamente humanas, y pre-existen
a la historia y a su dialéctica. Con ello Kolakowski destruye una
de las
pretensiones constitutivas del marxismo: la de ser una
verdad absoluta, la de ser
la única explicación científica de la
Historia. Idéntica actitud adopta frente al cristianismo. No puede acep­
tar que éste tenga verdades dogmáticas, definitivas y absolutas.
Por eso
él propone, en una obra titulada Cristianos sin Iglesia
una nueva actitud: la de búsqueda, problematización, crítica,
libertad. Actitud tomada -lo dice él expresamente- de las sec­ tas herejes del siglo
XVII, movimientos religiosos que estudia
como encarnación de un cristianismo fuera de
la Iglesia; de ahí
el título del libro. En otro libro:
Sentido y sinsentido de la tradici6n cristiana,
este autor marxista insiste en la misma idea. Distingue dos cris­
tianismos: uno que llama «integrista», y que diseña según el
cliché ya conocido y manoseado por los periódicos y revistas
laicistas: el integrista tiene miedo a cualquier cambio, está an­
gustiado frente a la secularización, está ligado a la organización
capitalista. Pero hay otro cristianismo, dice, «abierto», «progre­
sista», que también diseña con los rasgos ya archísabidos de la
propaganda: es un nueva conciencia, de acuerdo con nuestro
mundo, que renuncia al poder de la Iglesia, que piensa en la
coexistencia con el socialismo a quien, incluso, le hace la com­
tencia, que trata de asimilar elementos culturales procedentes
del mundo laicista y marxista. La labor del filósofo y del teologo, dice Kolakowki, es llevar
a las masas desde el cristianismo integrista al cristianismo abierto.
Por eso la lucha contra el catolicismo es un error táctico. Hay
que utilizar la mediación del cristianismo abierto: dialogante,
modernista, comprometido, progresista. Literalmente escribe: «des­
de el punto de vista del socialismo la difusión de la indiferencia
religiosa es un hecho deseable.
Por eso mismo es también de­
seable todo el progreso que hace el catolicismo abierto a costa
del conservador».
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¿ Y en qué consiste este catolicismo moderno, abierto, tole­
rante,
iluminado, progresista? La tesis de Kolakowki es simple:
la historia del catolicismo es un momento de la historia del mun­
do; Jesús es un gran personaje como Buda, Sócrates, Marx.
Lo
divino no existe; no es más que lo humano. Y algunos pensa­
dores cristianos lo han entendido así: por ejemplo, Teilhard de
Chardin cuando habla de la sacralización del ser creado. No hay
pues que rechazar, ni atacar, al cristianismo. Lo que hay que
haceh es

explicarlo, desmitificarlo, con la razón iluminista. El
cristianismo es nada más
un mensaie

moral carente de cualquier
realidad sobrenatural. Entendido de este modo el cristianismo
es un elemento más de civilización. Y este es el fundamento del
diálogo con el marxismo. Creyentes y ateos pertenecen a la mis­
ma civilización, a
la misma sociedad, a la misma tradición moral,
como pertenecen a la misma especie. Schaff intentaba perseguir
la religión católica. Kolakowski
la envilece, la temporaliza, hace olvidar lo específico, lo sobre­
natural. Por eso se ha podido escribir que cuando Kolakowski
habla de religión no es de religión de lo que habla. Frente al mensaje de Kolakowski a los universitarios católi­
cos «pertenecemos a la misma cultura moral», Wojtyla, también
profesor universitario, demuestra, con todo rigor, que la ética
cristiana es completamente original,
y no tiene la misma tradi­
ción que una ética iluminsta. Frente a la tesis de Adam Schaff
-que vuelve a repetir las últimas palabras de Feuerbach en
«la
esencia

del cristianismo»-,
«el hombre
es el único Dios para
el hombre», Wojtyla ahonda en el estudio de los valores éticos
para demostrar que reclaman un sujeto personal, y que
la per­
sona tiene tal dignidad que no puede tener su fin en ninguna
cosa creada, que reclama una trascendencia. Y ahondando en lo
que es
la persona podrá exponer que la cultura no es una ideo­
logía, ni nace de unas relaciones de producción, sino que
es la
proyección de la persona y creación de la personalidad.
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3. La crisis del mundo.
Simultáneamente con el estímulo anteriormente mencionado,
pienso que otro
gran determinante de la predilección de Wojtyla
por los estudios éticos está en su sensibilidad tan enorme a las
voces del mundo. Como pensador siente profundamente el viraje
que está empezando a
dar la lústoria en el último tercio de nues­
tro
siglo. Esas

voces del mundo -los signos de los tiempos-,
reflejan una gran esperanza y una gran inquietud. Una gran esperanza, porque el hombre ha extendido, como
nunca, su poder sobre la naturaleza, porque tiene un conocimien­
to más profundo de su comportamiento; porque tiene una con­
ciencia más clara de la unidad de la familia humana por encima de las fronteras
attificiales creadas

por la geografía; por la ca­
pacidad creadora del hombre, multiplicada en nuestros días gra­
cias a
la informática.
Una gran inquietud, porque aumenta el temor existencial,
derivada de
las guerras, masacres y miedos de otros conflictos;
porque de hecho se está dando una primacía de las cosas sobre
las personas, no obstante las enfáticas declaraciones sobre
dere­
chos

humanos; por la creciente subyugación pacífica de los
in­
dividuos a través de la manipulación de los medios de comunica­
ción; por ese conjunto de defectos en la estructura de la economía contemporánea que no permite a
la familia humana despegarse
de situaciones injustas, como ese espectro del hambre que con­ dena a la muerte a decenas de millones.
Sacando la conclusión
lógica de

este análisis, en el que por
un lado se han abierto iomensas posibilidades pata la generación
actual, y por otra parte existen unas situaciones tan injustas,
Wojtyla concluye que la presente crisis tiene eatácter ético.
Y como confirmación pasa revista a una serie de experiencias
humanas contemporáneas que demuestran el declinar de los va­
lores éticos fundamentales: la falta de respecto a la vida humana
desde' su

concepción,
la crisis de verdad en las relaciones inter­
humanas, la falta de sentido en la determinación del bien co-
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mún, la relaci6n puramente utilitaria entre hombre y hombre,
etcétera.
Este derrumbamiento ético de la conciencia contemporánea
ha sido acompañado también por el eco de unas corrientes filo­
s6ficas deshumanizadoras. Frente a todo ello Wojtyla se impone
la tarea de trabajar en
el mundo del saber moral y fundamentar
la ética en la persona recuperando, de paso, al hombre
y a la
metafísica para el mundo del saber filos6fico.
4.
La Etica.
Karol Wojtyla considera que en nuestros días
el único punto
de partida posible en
la investigaci6n ética ha de ser la experien­
cia. Y esto no s6lo por los hechos vividos por la naci6n polaca,
en una guerra en la que perdió seis millones de personas, que
ha llevado a sus compatriotas a preguntar qué es lo justo y qué es lo injusto como primer problema de sus vidas, sino también
porque la gran corriente del neopositivismo y de la filosofía ana-
1ítica impone -en la consideraci6n de los pensadores contem­
poráneos- un método que se atiene estrictamente a los datos
de la experiencia. Ahora bien, Wojtyla, que ha sido discípulo de Roman Ingar­
den ( discípulo éste a su vez de Husserl, por lo que introdujo la
fenomenología en las Universidades polacas), profundiza en la
experiencia, ampliándola al campo de la conciencia y teniendo,
por tanto, como insuficiente la experiencia de la que parten las
corrientes analíticas. Estas corrientes pueden agruparse, en ra~
zón de la brevedad y de la claridad, en dos grandes apartados. Para unos, Wittgenstein, Stevenson, el lenguaje moral no riene
. valor cognoscitivo, y no cabe interpretarlo
más que

de una ma­
nera emotivista ( tiende a suscitar emociones). Para estos autores
la Etica no puede ser una ciencia. Otros autores, por ejemplo, Moritz Schlick, reconocen el contenido cognoscitivo de los enun­
ciados éticos, pero los reducen a comportamientos sociales, y,
por tanto, toman dichos enunciados como expresiones de hechos.
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Para estos otros autores la Etica es una ciencia social, no es
una ciencia normativa.
Wojtyla, que conoce la obra de Max Scheler a la perfección,
opina que la experiencia interna debe ser
profundizada con
el
método fenomenológico. De este modo se descubren en el cam­
po de conciencia unas realidades, que no pertenecen al mundo
de los

entes físicos, que son los valores, así como sus relaciones
esenciales. En su virtud no puede ser reducida
la Etica a un sa­
ber positivo de hechos, sino que
la descripción eidética de lo
dado en la conciencia, en
la experiencia fenomenológica, obliga
a admitir enunciados normativos.
Ahora bien, estos enunciados no bastan para construir . una
Etica. En efecto, en ellos se ve que una conducta es buena o
mala, justa o injusta, y que se debe obrar, o no, en tal sentido.
Y esto es posible que se vea con claridad y distinción, como
quería Descartes. Pero no aparece el porqué esa conducta es bue­
na o mala, justa o injusta. Sin embargo, para construir una Etica
como disciplina filosófica hay que saber el porqué, hay que ex­
poner su último fundamento. Por eso Karol Wojtyla ha distinguido dos géneros de cuestio­
nes que tienen cabida en
la investigación ética, a las que corres­
poden dos saberes distintos, con dos métodos distintos. Y yo entiendo que aquí es donde está su gran originalidad.
Una serie de cuestiones interrogan sobre qué es lo bueno y
lo malo, qué conducta es la justa, cuál es la norma que se debe
seguir. Su respuesta
da origen a una teoría de la moralidad, que
es un saber descriptivo que se logra por el método fenomeno­
lógico. Otra serie de cuestiones preguntan, en cambio, por qué tal
actitud, tal decisión es justa; por qué es preferible padecer la in­
justicia antes que cometerla, como ya quería Sócrates. La res-,
puesta es propia de la Etica en sentido filosófico, y conduce a uoa Antropología, y utiliza otro método:
el regresivo.
En la primera parte, teoría de la moralidad, esta escuela pro­
cede describiendo una serie de datos o evidencias axiológicas.
Entre ellos el reconocimiento del valor de la condición personal
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JOSE MARIA CORZO
de cada hombre. La evidencia del valor de ser persona da lugar
a
esa norma superior que se encuentra en la base de las demás
exigencias morales, y que puede expresarse de este modo: «hay que
afirmar la persona por sí misma». -Wojtyla la llama «la nor­
ma personalista».
Para la escuela de Lublín y Cracovia basta este conocimiento
para que el hombre se sienta obligado a cumplir las normas.
Pero eso no quita que el hombre busque el fundamento, las ra­
zones
últimas, de

los valores que aparecen en su experiencia mo­
ral. Es el contenido de
la segunda parte, como ya hemos dicho,
es la Etica en sentido estricto.
Para ello hacen uso del método reductivo, y mejor dicho:
de la reducción regresiva.
Toda reducción, como es sabido, procede desde
la premisa
menor conocida a la premisa mayor desconocida. Los lógicos di­
viden
la reducción en progresiva y regresiva. La progresiva co­
mienza desde la premisa mayor, desconocida según su valor de
verdad, y apoyándose en la premisa menor conocida, se verifica
la mayor. Por eso se suele llamar este método verificación. Por
el contrario, en la reducción regresiva comenzarnos en la premisa
menor conocida, y buscamos la premisa mayor desconocida. Se
la suele llamar explicación. Es indudable que para la validez
científica de este método se requiere
una necesidad

en
la infe­
rencia, en
la' conexión.

Por ejemplo, y tomando los ejemplos de
Tadeus Styzen, si vemos el suelo mojado y
deci.mos que ha llo­
vido, nos podemos equivocar en este método regresivo, porque
pueden haber regado. Pero si ante una situación imprevista de
violencia para una tercera persona decidimos intervenir o no in­
tervenir, y de aquí inferimos con el método regresivo que somos
libres,· acertamos; porque hay una conexión necesaria entre nues­
tra libertad y nuestro actuar; si no fuésemos libres no podríamos
elegir actuar o no actuar.
Aplicando este método
dé reducción

regresiva de
iníeréncias
necesai-ias se pone de manifiesto, al estudiar las exigencias mo­
rales del hombre, que tales exigencias implican necesariamente
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ETICA, PERSONA Y CULTURA SEGUN JUAN PABLO II
una determinada índole metafísica de su sujeto. Esta índole me­
tafísica

es a lo que se ha llamado persona. De modo que el ser
personal del hombre, así descubierto, viene a constituirse, viene
a mostrarse, como el fuodamento del deber ético.
Bien mirado, pues, la Etica en sentido estricto viene a ser
uoa Antropología metafísica de la teoría moral. La Etica en sen­
tido estricto requiere un saber filosófico del hombre como ser
personal descubierto a partir de los fenómenos de la experiencia
moral.
Quiero llamar la atención sobre la originalidad de esta ma­
nera de proceder.
La radical novedad de este método aparece
al contraponerlo con el método clásico de la Etica. En el saber
filosófico de tipo clásico y tomista, la Etica es uo saber apoyado
en la metafísica y construido deduciendo las normas, el deber ser, del estudio de la realidad y del estudio del ser del hombre,
para sacar de ahí cómo debe ser su conducta moral. Ahora bien,
ya desde Hume se advirtió, y cada vez con más fuerza, que se­
mejante modo de prooeder planteaba uo problema lógico ¿cómo pasar en el razonamiento moral, de premisas que manifiestan lo que las cosas son a conclusiones que manifiestan lo que deben
ser? Desde entonces los autores no han cesado de dar vueltas a
esta cuestión.
La investigación que establece Karol Wojtyla y su escnela,
utilizando para descubrir los valores morales el método
fenome­
nológico y para fuodamentarlos el método reductivo, salva total­
mente la dificultad que se planteaba desde Hume, pues en lugar
de partir del ser para deducir
el deber, permite partir del deber
para inferir, desvelar, el ser del hombre que se manifiesta como .
persona, y que así descubierto viene a convertirse -a su vez-,
en fuodamento del deber ser.
Es el estudio de la persona, como fundamento de
la Etica,
lo que constituye el seguodo puoto del quehacer filosófico de
Wojtyla.
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/OSE MARIA CORZO
5. La persona.
Es en su obra principal
Persona en acto (otros traducen Per­
sona actuante,
y otros Persona y acto simplemente), donde se
investiga qué es una persona, partiendo de
la acci6n moral. Más
que seguir a nuestro autor en sus finos análisis fenomenol6gicos
para llegar al concepto de persona, prefiero exponer algo de lo que él dice sobre la persona, y para ello me voy a valer ahora
de documentos más al alcance de todos. Me refiero a las encí­
clicas de Juan Pablo II. Me refiero a la
Redemptor hominis (la
primera,

y en cierto modo programática, en la que el hombre
se convierte en el tema central en
la tercera parte), y a la Vives
in misericordia, cuya parte antropológica ha merecido un estudio
de Julián Marías, y que en opini6n del P. B. Sorge director de
La Civilta Cattlica, complementa a la primera. Estas encíclicas
son fundamentales, pero pueden ser complementadas con los
discursos de Juan Pablo II en la sede de la ONU (el 2-X-79),
y en la UNESCO (2-VI-80).
En todos estos escritos aparecen una serie de caracteres que,
por facilidad de comprensi6n, voy a enumerar.
l.º Aparece en esta doctrina el hombre concreto, «el hom­
bre en su única e irrepetible realidad», «cada hombre», «en su
realidad singular», «con su historia escrita de forma propia por
sus innumerables lazos, contactos, situaciones, desde el primer
momento de su existencia». «Este hombre, cada hombre, como
persona, es capaz de remover desde sus cimientos los sistemas
que estructuran la existencia humana».
2.° El
hombre «integralmente considerado» es la «persona,
que vive al mismo tiempo en
la esfera de los valores naturales
y de los valores espirituales». A veces la define como «subjetivi­
dad espiritual y material». Otras veces dirá «ni una absolutiza­
ción de
la materia, ni una absolutización del espíritu expresan
la verdad de
la persona».
3.° Esta

persona es «única, irrepetible, completa, indivisi­
ble». «No es resultante a modo de suma de todas las condicio-
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ETICA, PERSONA Y CULTURA SEGUN JUAN PABLO II
nes concretas de la existencia, resultante, por ejemplo, de las relaciones de producción que aparecen en una
época determinada».
4.º La

persona no tiene su
fin en ningún objeto de la na­
tutaleza; es su dignidad tan alta que no puede ser querida para
algo; al contrario aparece como la única criatuta querida por sí
misma. Es un valor particular y autónomo, portador de una
trascendencia.
5.º Esta trascendencia obliga a decit: «hay que aíitmar al
hombre por sí mismo, y no por ningún motivo o razón». Ex­
presión que impide reducir a la persona, a cada hombre, a un objeto manipulable de la natutaleza, a una pieza de las relacio­
nes sociales.
6.º Esta trascendencia supone que el hombre tiene su fin
en un ser Superior a
él, pero igualmente supone una constitu­
ción, una estructura del todo especial. 7
.º Esta estructuta es la que constituye a la persona, a
cada hombre, imagen de Dios. Esta imagen se puede describir
como ejercicio de la inteligencia y de la voluntad
-<:onocimien­
to

y amor como ha señalado siempre la Tradición-, pero que
Juan Pablo

II subraya más bien como ejercicio de la creatividad,
del trabajo, de la cultura, en un palabra: como contiouación de
la acción creadora de Dios sobre el mundo. Quiero detenerme aquí.
Estos mal
hilvanados caracteres son
el punto de partida para comprender una serie de afirmaciones
de Juan Pablo II que, a primera vista,
pudieran parecer

expre­
siones propias de un pastoralismo religioso,
cuando en

realidad
son también fruto de un hábito mental de trabajo filosófico, y
expresión de un convencimiento sobre lo que es el hombre en
sentido filosófico.
Así por ejemplo, cuando afirma en la
JJives in misericordia:
«la verdad sobre el hombre nos es revelada en Cristo», y allí
mismo otra vez «no se puede entender al hombre sin Cristo»,
estaría expresando la conclusión de un proceso filosófico. Este
proceso sería:
a) la reflexión sobre las experiencias personales,
sobre todo en lo más propiamente personal que es
la conducta
ética, descubre ciertos caracreres no explicables de modo
natu-
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]OSE MARIA CORZO
ral, y cierta estructura que plantea nuevos interrogantes; b) esta
estructura, en líneas generales, se compone de una realidad
his­
tórica,

con sus limitaciones, y de una subjetividad personal con
sus aspiraciones;
e) a través de los análisis de esas limitaciones
y de esas aspiraciones se pueden descubrir verdades ( como por
ejemplo, la herida o decaimiento en la naturaleza de cada
hom­
bre;

o también el apetito o deseo natural de ver y poseer la
ver­
dad

y bondad infinita), que se relacionan con lo sobrenatural.
Posteriormente la Revelación -y Cristo que es su centro-,
aclararían cuáles son esos datos sobrenaturales.
Desde esta perspectiva se entienden otras expresiones que
podrían parecer atrevidas; así, cuando afirma «la vinculación
fundamental de la Revelación y del Evangelio con la persona en
su humanidad misma»; y también «el conjunto de afirmaciones
que se refieren al hombre pertenecen a la sustancia misma del
mensaje de Cristo ... , a pesar de los espíritus críticos ... , a pesar
de las diversas corrientes ideológicas opuestas al cristianismo.
Pertenecen al mensaje del
cual es depositaria y pregonera la Igle­
sia.

Por eso la Iglesia tiene en el hombre su camino primero y
fundamental. Pero en el hombre
en toda su dimensión, en toda
su verdad».
Ahí se ve, sin necesidad de más comentarios, la originalidad
de la Antropología cristiana frente a cualquier tentación
neo­
marxista o neo-iluminísta. «Mientras estas varias corrientes -dice
en la
Dives in misericordia»--, tienden a separar o contraponer
teocentrismo y antropocentrismo, la Iglesia los une de manera
orgánica y profunda». El P. Sorge, ya citado, escribe que
las
dos encíclicas primeras de Juan Pablo II son en realidad una
sola con un solo tema: el hombre cristiano, porque los dos
te­
mas

que tratan, la dignidad del hombre y la misericordia de
Dios ( o sea el amor paternal de Dios que eleva al hombre a la
filiación divina), son los dos goznes de todo auténtico humanismo.
Desde esta concepción de
la persona, de «cada hombre»
--que es

la expresión que le gusta repetir-, hay que entender
también sus discursos en torno a la defensa de los derechos
hu-
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ETICA, PERSONA Y CULTURA SEGUN JUAN PABLO II
manos. Los textos son numerosísimos. Baste citar, a modo de ejemplo, algunos.
«El conjunto de los derechos del hombre -dice al Cuerpo
Diplomático, el
14-1-80-, corresponde a la sustancia de la dig­
nidad del ser humano comprendido en su
integridad y no reduci­
do a una sola dimensión». «Proclamar y defender los derechos
fundamentales de
la persona humana, sin anteponerlos a los de­
rechos de Dios, ni silenciar los deberes a que correspoden, es
una constante de
la vida de la Iglesia, en virtud del Evangelio
que le está confiado», dice al Presidente del Brasil el
6-VIl-80.
Y al Presidente de Kenia, el 18-V-80: «La actitud fundamental
a adoptar si se quiere conseguir un progreso real es
la de respeto
de
la dignidad humana, respeto a la dignidad de cada hombre,
a la dignidad que posee todo ser humano no porque le haya
sido adjudicada por los otros hombres, sino porque la ha recibi­
do de Dios».
Este mensaje sobre
la persona, Wojtyla, filósofo, lo ha sa-
bido también plasmar en poesía:
Por las calles, peatones de chaqueta corta
y cabellos ondulando cuello abajo, rasgan con el filo de su paso
el espacio del gran misterio,
que en cada uno se dilata
de
la muerte a la esperanza.
En ese espacio estás TU,
y ahí cobro sentido
yo que me hundo en la tumba
que paso hacia
la muerte.
Deja el misterio obrar en mí, enséñame a operar con mi cuerpo gastado [de flaquezas.
Deja el misterio obrar en
mí,
enséñame a actuar por mi alma
por los actos que en el espíritu humano [grabarán huella indeleble.
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Fundaci\363n Speiro

]OSE MARIA CORZO
6. La cultura.
Los últimos versos que acabo de citar me dan pie para en­
lazar con la última parte de esta exposición. Dice el poeta
Wojtyla: «enséñame a actuar por mi alma, por los actos que en el espíritu humano grabarán huella indeleble».
¿ Quién

no ve aquí
reflejada la actividad creadora del hombre,
la cultura?
Texto
guia para estudiar la idea que Juan Pablo II tiene
de
la cultura en relación con la persona es la alocución pronun·
ciada en
la UNESCO el 2,VI-80, así como un articulo publicado
en la Revista de Filosofía neoescolástica en 1977 titulado «el
problema de constituirse
la cultura a través de la praxis humana».
Si dejamos a un lado las formalidades propias de un discurso
ante la UNESCO, nos encontramos con una concatenación de
conceptos del más absoluto rigor filosófico. El punto de partida es sencillo: «Sólo el hombre es el único sujeto de
culruta en

el
mundo». ¿Por qué eso es así? Porque la cultura es un dato sin­
gular . que especifica el ser del hombre. Y no sólo lo especifica,
sino que lo plenifica. «La cultura es aquello por lo que el hom­
bre accede cada vez más al ser». Confieso que es la primera vez que he leído esta definición
que puede parecer simple
pero que

tiene una gran profundidad,
que Juan Pablo
U esclarece

a la luz de la distinción entre lo
que
el hombre es y lo que el hombre tiene. La cultura se sitúa
siempre en la relación esencial a lo que el hombre es. En cambio
todo el tener del hombre no es factor creador de cultura sino en la medida en que, a través de lo que
tiene, puede

el hombre
llegar cada vez más a ser persona en todas las dimensiones de
su exsitencia.
El hombre, sujeto de la cultura, autor de la culruta, se ex­
presa en
ella y por ella, de modo que se convierte también en
objeto de la cultura. Por todo ello ocurre que no se puede en­
tender la cultura sin la causalidad humana, lo mismo que no se
puede entender sin su objeto primero que es el hombre. El hom­
bre que crea cultura es también en cierto modo creado, canfor-
7IO
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ETICA, PERSONA Y CULTURA SEGUN JUAN PABLO II
mado, por ella. Y por eso se puede afirmar que el hombre es
el hecho primordial de la cultura. Cuando Wojtyla se refiere al hombre habremos de decir,
una vez más, que entiende la persona humana concreta, en el
conjunto integral de su subjetividad material y espiritual, pues
las obras de la cultura hacen aparecer siempre una espiritualiza­
ción de la materia, una sumisión de los elementos materiales a
las fuer¡,as espirituales

del hombre; del mismo modo que las
obras de cultura espiritual manifiestan una materialización del
espíritu, una encarnación de lo que es espiritual. En las obras de cultura esta doble característica es esencial y permanente.
La cultura debe ser entendida, pues, como sistema auténticamen­
te humano, síntesis espléndida de alma y cuerpo, sin que sea
posible superponer a la cultura divisiones y oposiciones precon­
cebidas en ideologías. Y por tanto la cultura obliga a considerar
al hombre íntregamente y hasta sus últimas consecuencias, al
hombre como valor autónomo, al hombre como portador de la
trascendencia de la persona.
De todo esto se desprende un cierto número de conclusiones
capitales. Al analizar alguna de ellas nos vamos a dar cuenta
hasta qué punto es profunda la alienación contemporánea.
a)
La educación.-Ante todo se pone de manifiesto que la
primera y esencial tarea de la
cultura es
la educación. La educa­
ción, toda educación, consiste en que la persona llegue a ser cada ·
vez más persona, que sepa ser más, y no sólo tener más. Pero
a causa del olvido de la prioridad del ser sobre el tener se ha
producido un traslado unilateral desde la educación en sentido
estricto a la instrucción. No
ha acentuado la educación lo que
deber ser, sino que
ha ido dirigida a proveer al hombre de unas
técnicas que puedan llevarle a dominar, a poseer la naturaleza.
Simultáneamente se está dando el fenómeno de la crisis de los
individuos, y en
. concreto

de
la juventud.
Lo cual testimonia
que la
· obra

de la educación no
se realiza sólo éon estructuras,
planes,

instituciones, sino que
lo más importante es el hombre,
el hombre
y su autoridad moral, lá cual proviene -según el pen-
711
Fundaci\363n Speiro

/OSE MARIA CORZO
samiento de Juan Pablo II-, de la verdad de sus principios y
de la conformidad de sus acciones con sus principios.
La consecuencia de una educación mal encauzada está en el
desposeimiento actual de la subjetividad; más claro: la falta de
la formación de la persona en el hombre deja a éste expuesto
a múltiples formas de manipulación que se actúan a través de
de ideologías políticas, de fuerzas económicas y de medios de
comunicación social. b)
La familia.-Esta situación nos permite entender -en
sentido contrario- el significado de la familia como órgano de
transmisión de va!lores y

el porqué de los ataques que está re­
cibiendo. Esos ataques actúan tratando de desposeer al hombre y a la familia de la confianza en su propia humanidad, en su
propia
significación. Juan

Pablo II
utiliza, para
explicar la pre­
s1on a que se ve sometida la
fanti!ia, una locución de

rigurosa
precisión, y a la que, sin embargo, no han sacado fruto ni la Iglesia en sus predicaciones,
ni las asociaciones católicas de fa­
milia. Esta expresión es la de «imperativos aparentes», falsos
imperativos, que no obstante ser falsos tienen hoy autoridad
porque son pronunciados en nombre del progreso, interpretado éste según las versiones del laicismo y del marxismo.
La civiliza­
ción contemporánea,

dice el Papa, intenta imponer al hombre
y a la familia una serie de imperativos aparentes que sus porta­
voces justifican recurriendo al prinicipio del progreso. Así por ejemplo, en lugar del respeto a la vida el imperativo de desemba­
razarse de la vida y destruirla; en lugar del amor que es co­
munión responsable

de personas, el imperativo del máximo pla­
cer sexual fuera de todo sentido de responsabilidad; en lugar de
la primacía
de. la

verdad en las acciones, el imperativo del com­
portamiento de moda o del
éxito inmediato.

En todo esto hay
implícito, sigue añadiendo el Papa Wojtyla, una gran renuncia
sistemática, la renuncia a la sana
ambición de

ser hombre. El
sistema· formado sobre la base de estos falsos imperativos puede
determinar
el futuro de la cultura y el futuro del hombre».
c)
La naci6n.-La tercera consecuencia importante es la
aplicación del orden cultural a la propia
nación. En
este punto
712
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ETICA, PERSONA Y CULTURA SEGUN JUAN PABLO II
creo que es muy necesario comparar el tema del discurso ante
la UNESCO con
otros tres discut$0S, Se da la coincidencia que
estos
tres discursos

a que me refiero
han sido pronunciados en
naciones católicas por su tradición. Y que el Papa, que taoto
repite los temas importantes, únicamente ha tocado este asunto
en estos tres momentos. Hao sido en su visita a Polonia ( en la
Misa de clausura, el 10 de junio de 1979), en su visita a Turín
(Italia), en su discurso al pueblo (el 20 de abril de 1980), y en
su visita a Portugal
(a los

universitarios y hombres de cultura
reunidos en Coimbra, el
25 de mayo de 1982).
Ante todo Juan Pablo II, procediendo con su rigor acostum­
brado, establece un principio fundamental, en concatenación con
sus aoteriores afitmaciones sobre la cultura y el hombre. Si la
cultura es creación del hombre y a su vez crea también al hom­
bre, es claro que «todo el proceso histórico de la conciencia y de
las decisiones del hombre está íntimamente unido a la viva tradi­
ción de la propia nación». En las naciones católicas -Polonia,
Italia, Portugal ...
· España-

«a través de todas las generaciones
resuena con eco vivo las palabras de Cristo, el testimonio del
Evangelio, la cultura cristiaoa, las costumbres nacidas de la fe».
Toda esta tradición «es un grao bien común». Claro es que
el
hombre permanece libre y puede decir «no» a esta tradición. Pero
sigue la pregunta fundamental: «¿es lícito hacerlo? ¿Y en nom­
bre de qué es lícito? ¿Qué argumento racional puedes tú poner
delante de ti mismo, del prójimo, de la nación para rechazar
aquello de lo que todos hemos vivido durante más de
mil años?
En el discurso de Turín expresamente señala las corrientes
«características de la existencia actual», corrientes de pensamien~
to, «de una potente elocuencia y eficacia negativa» que pueden
influit para tentar al hombre a decir «no» a sus raíces, a la cul­
tura cristiana. Expresamente dice que ve en Turín como una
especie de expresión emblemática. Turín,
«·de alma cristiana»,
ha visto sobre sí la influencia de «toda la herencia racionalista,
iluminista, cientifista, del llamado "liberalismo laicista" de las naciones de Occidente que ha
traído consigo la negación

radical
del cristianismo». Por otra parte «está la ideología y la práctica
713,
Fundaci\363n Speiro

]OSE MARIA CORZO
del marxismo ateo que ha llegado, puede decirse, a las extremas
consecueucias de sus
postulados matetialistas».
Freute a estas
dos corrieutes está la espiritual y cristiana, negada
y atacada por
ambas, pero que constituye el estrato más profundo de aquella
comunidad.
Y en las palabras pronunciadas en Coimbra -discurso que
constituye, junto con el de la UNESCO, el más rico filón del
pensamiento filosófico del Papa sobre el hombre y la cultura-,
hacer vet que el hombre, como ser cultural, no es prefabricado.
El hombre debe construirse con sus propias manos, porque es
el destinatario de la cultura. Pero, ¿según qué proyecto? ¿Qué
modelo debe teuer ante los ojos? «Aquí como es sabido, aparece
la importancia de la antropología filosófica». Wojtyla eutiende que para que sea válido el proyecto de hombre debe apoyarse
sobre una filosofía del «ser» ( tanto el liberalismo como el mar­
xismo son filosofías del «tenet» ). Y con toda claridad dice: «en
el ejercicio de la misión que ... me ha sido confiada, en las pe­
regrinaciones apostólicas . . . siempre me anima el deseo de set
portador de un mensaje . . . y de colaborar con la aportación hu­
milde, pero para mí irrecusable, de que prevalezca en las meutes
un auténtico sentido de hombre . . .
Teuéis eu

vuestra tradi­
ción . . . una especial considetación a la persona. Fundado en esto
me permito repetir: abrid a la potestad salvadora de Cristo los
extensos campos de la cultura». (Un poco antes había hecho una
llamada a los intelectuales católicos para que se empeñen en la
construcción de una auténtica cultura a la luz de los principios
de! Evangelio).
Por todo esto, a los intentos de compromiso entre pensa­
miento cristiano y laicismo iluminista o marxismo ateo, Wojtyla
propone en todos estos discursos la recuperación de la tra­ dición religiosa como fundamento simultáneamente de la propia
cultura
y de la identidad nacional. Hay, pues, tres pasos rfgida­
meute encadenados,
, que
corisrituyen un argumento válido para
los países de raigambre católica: tradición-cultura-nación. El cris­ tianismo es el sustrato más fundamental de esa cultura, y la cul­
tura forja la identidad de u.na nación.
714
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ETICA, PERSONA Y CULTURA SEGUN JUAN PABLO II
Las palabras del Papa ante la UNESCO, proponiendo el ejem­
plo de Polonia son tertninantes. Son palabras que no se pueden
recitar sin honda emoción: «Soy hijo
dé una nación que ... ha
sido condenada a muerte por sus vecinos en varias ocasiones,
pero que ha sobrevivido, y ha seguido siendo ella tnisma. Ha
conservado su identidad, a pesar de
haber sido dividida y ocupa­
da por extranjeros, no porque se apoyara en
los recursos
de su
fuerza física sino apoyándose exclusivamente en su cultura. Esta
cultura
resultó tener

un poder mayor que rodas las otras fuerzas».
E inmediatamente Juan Pablo II aplica el modelo a nuestro
tiempo y a otras latitudes: «Pienso con adtniración también en
las
culturas de

las nuevas sociedades que luchan por mantener
su propia identidad y sus propios valores contra las influencias
y las presiones de modelos propuestos desde el exterior». Hasta aquí las palabras del Papa. Palabras que no puedo
dejar de referir también a España. Entiendo que el mantenitnien­
to -y quizá recuperación-, de nuestra identidad nacional com­
porta el mantenitniento de una cultura fundada en valores ab­ solutos. Valores que por ser absolutos son suprahist6ricos, y por
ello deben ser entregados a las generaciones siguientes. Si ustedes
observan ahora los ataques que la cultura católica. está soportan­
do, desde hace unos años, en nuestra Patria comprenderán
lo
ptofundo de la intención: ruptura de las raíces, pérdida de la
identidad nacional, surgimiento de una nueva sociedad -más
bien masa- perfectamente manipulable.
Soy consciente del peligro que afecta a nuestra patria. Me
alienta, como signo de esperanza, la
próxima visita

de este «maes­
tro itinerante», cuya palabra animará este decaído catolicismo
de nuestros días. Sé que él, Papa, Padre, está deseando venir.
Sus palabras nada más recuperar la lucidez, tras la operación a
causa del atentado del
13 de

mayo de 1981, indicaron su preocu­
pación y su propósito: «tengo que ponerme bien porque tengo
que hablar en España». Dios
lo haga.
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