Índice de contenidos
Número 209-210
Serie XXI
- Textos Pontificios
- Estudios
-
Actas
-
Crónica de la XXI Reunión de Amigos de la Ciudad Católica: ¿Crisis en la democracia?
-
San Leandro y la unidad católica de España. Homilía en la XXI Reunión de Amigos de la Ciudad Católica
-
Oración ante el Santísimo en el acto litúrgico final de la XXI Reunión de Amigos de la Ciudad Católica (14 de noviembre de 1982)
-
- In memoriam
- Monográficos
- Ilustraciones con recortes de periódicos
- Información bibliográfica
- Verbo
Autores
1982
El socialismo imposible: de la utopía socialista a la realidad del totalitarismo. Jean-François Revel: El Estado megalómano
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
EL SOCIALISMO IMPOSIBLE: DE LA UTOPÍA SOGIALISTA A LA REALIDAD
DEL TOTALITARISMO.
Jean-Fran~ois Revel: EL ESTADO MEGALOMANO (*).
Este verano se ha publicado en España la traducci6n del
último libro de Revel, La Griice de l'Etat que, publicado en
Francia el año pasado, se ha convertido en un
bestseller en di
cho
país. Sin duda ha contribuido a ello el hecho
de que se
trate de
la crítica de las primeras realizaciones del partido en
el gobierno. A eso se debe su
éxito editorial.
Si el. socialismo
en Francia no hubiera ganado las elecciones, muy probablemen
te este libro no se hubiera escrito; y, de haberse escrito, su
difusi6n hubiera sido muy limitada pese a que Revel no es
ningún desconocido. Escrito a los pocos meses del triunfo de Mitterrand en
las
elecciones, los franceses sentían ya en su vida cotidiana los efec4
tos de la práctica del socialismo; por lo que, en el libro de
Revel, encontraron expuesto y explicado lo que ellos estaban
percibiendo y soportando. No se trataba de advertir de lo que
pasaría si los socialistas ganaban las elecciones o de señalat los
males de un socialismo que no se siente pr6ximo o al que no se
teme porque aún no se ha sufrido, sino de describir lo que
es
taba
ocurriendo, con lo que, el campo estaba abonado para
re
cibir un libro como el de Revel. Por el contrario, cuando el socialismo no es más que una
alternativa o un fantasma, cuando el socialismo es una teoría
o una realidad en otra naci6n, cuando no se le considera como
un peligro o lo que es peor aún, cuando se le considera como
una esperanza, las críticas al mismo pasan muy desapercibidas, al tiempo que se las considera exageradas e incluso poco
hon
radas y hasta inmorales, porque, ya se sabe, ocultan intereses
de clase. Revel no dice nada nuevo; no señala aspecto alguno en
el
socialismo de Mitterrand que no supiéramos ya. Las críticas al
socialismo son tan antiguas como el mismo socialismo. Baste
para recordarlo la doctrina de la Iglesia cat6lica en la que se
encuentra la mejor crítica a los fundamentos del socialismo. El acordarnos de Santa Bárbara cuando truena es la raz6n del éxito
del libro de Revel. Sin duda su crítica es brillante, incisiva e
(*) Planeta, Barcelona, 1982, 181 págs.
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irónica y su libro, escrito con fluidez, se lee con gusto. Pero no
hay nada nuevo en
él. El mismo Revel, en un libro anterior, en
La tentation totalitaire, había señalado todos los aspectos que
encontramos en
El Estado megalómano, tal como tendremos oca
sión de ver. Y a desde el comienzo, y en muy breves pinceladas, Revel
destaca cómo para merecer la calificación de socialista, un go
bierno «ha de cumplir tres condiciones: bajar el nivel de vida,
incrementar las desigualdades y restringir las libertades» (pá
gina 12). Y es que, como indica Revel, los hechos no mienten;
por ello, «los hechos son reaccionarios». Por tal morivo, como todo régimen de izquierdas cumple
esas condiciones, tal criterio para discernir la izquierda de la derecha constituye una deshonestidad intelectual (pág. 13 ). La
ironía de Revel no puede confundirse con una caricatura, por
que la realidad es
así. Porque
para la izquierda, y Revel lo señala
con acierto, es reaccionario juzgar un gobierno por sus resultados.
Además, el sistema socialista, aun cuando no da buenos resul tados, se trata de un buen sistema que se ha descarriado, mien
tras que los buenos resultados de los sistemas capitalistas
---es
decir, no socialistas- no son más que ataques de euforia que
ocultan males incurables (cfr. pág. 14).
Cuando el socialismo llega al poder, fracasa, pero no por su
culpa, sino, sobre todo, por culpa del enemigo interior, del ene migo anterior y del capitalismo. Este siempre tiene la culpa,
pues constituye también un axioma del socialismo el que «cuando el capitalismo fracasa, es evidentemente culpa del capitalismo;
cuando el socialismo se embarranca, también es culpa del capi talismo» (pág. 16). No se trata
de ridiculizar al socialismo atribuyéndole lo que
no le pertenece. Revel tan sólo pone de relieve que «la realidad
es reaccionaria», que los hechos son contrarios al socialismo.
Que la naturaleza de las cosas desmiente y derrota al socialismo
cuando éste pone en práctica las teorías que profesa. Pero eso no es todo, Revel señala cómo no es posible una
crítica de buena fe al socialismo; cómo el socialismo rechaza
toda crítica. Y es que, para el socialismo, cualquier crítica que
se le haga es una crítica de derecha y no puede ser una crítica
desinteresada, por lo que para el socialismo es
una. «suposición
risible» el que
«una
critica de derecha pueda contener aunque
sea una brizna de verdad» (pág. 19). Como advierte Revel, no
cabe apoyarse en los hechos, ya que «todo socialista consecuente
extraerá del
examen de las criticas de derecha una preciosa en-
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señanza: que toda la llamada crítica de izquierdas que apela
a los hechos, aunque
sejlll éstos
una disminución pasajera del
bienestar de los humildes es, en esencia, una crítica de dere cha» (pág. 20). Por ese motivo nunca serán tomadas en consi
deración. Sin embargo, como indica Revel, el socialismo no se con
tenta con prescindir de los hechos, que rechaza por «reacciona
rios», sino que a ello une la falsificación de los mismos a tra
vés del lenguaje. Basta la repetición de las palabras unidas al
paso del tiempo para que se acepte cualquier cosa. El paso del
tiempo hace olvidar y las nuevas generaciones, que no han co
nocido lo anterior, caracen de puntos de referencia con que po
der comparar lo actoal. Tan es así, que Revel recuerda, como muestra del poder de las palabras sobre la imaginación colectiva,
que pese a los resultados catrastróficos de los sistemas socia
listas, no se asocia, en la opinión corriente, el socialismo con
la idea de un fracaso total. Dado que, según el socialismo, éste siempre
ha fracasado
por culpa de los golpes de la derecha, el partido socialista fran cés se apresta a realizar un cuidadoso control sobre la cultora y
los medios de comunicación, especialmente la televisión, para
evitar
que tal
cosa suceda, vigilando a todos aquellos que se le
oponen e impidiendo que destruyan el nuevo paraíso que la
instauración del socialismo ha provocado. ¿Cómo se justifica esa instauración
y esa vigilancia? Revel
lo explica mediante
el efecto Dtimbreuse y el método Olivares.
Mediante el primero resulta que los pusilánimes, los miedosos,
los cobardes y,
en fin,
todos aquellos que temen perder algo,
corren a declararse socialistas de toda la vida a fin
. de
congra
ciarse con el socialismo. El segundo consiste en declarar malo
todo lo anterior a la llegada del socialismo, para hacérselo creer
al pueblo y que éste los absuelva de antemano por sus propios
fracasos, que se imputarán
sielljpre no
a la propia incapacidad
sino a
la de los otros.
Si el objetivo del socialismo francés, como todo
socialismo,
era
cambiar el sistema económico, la supresión del capitalismo
privado,
¿ cómo logró vencer en las elecciones? Aparte de los
errores de su antecesor, que con su política perjudicó a las
cla
ses medias, Revel se refiere a los propios méritos del socialismo
francés. En primer lugar, la táctica socialista de practicar el do
ble lenguaje. Dicha táctica «tuvo el efecto de engendrar el es
cepticismo con respecto a la seriedad de sus convicciones, cuan
do esas convicciones eran terriblemente sinceras» (pág. 66). no
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se creía en la aplicación del programa hasta el final: el deshaucio
del sistema capitalista. No se trataba de un cambio, sino de una
verdadera revolución puesto que
el marxismo impregnaba todo el
cuerpo doctrinal del socialismo de Mitterrand (cfr. págs. 65-69).
Pero con esa táctica, empleada para ganar votos, decían un día
que
sí y otro que no, para ganar votos a la derecha sin perder
los de la izquierda. De
ahí el estupor de quienes vieron las nue
vas medidas de las nacionalizaciones. Pero, como señala Revel, el objetivo verdadero, auténtico
del socialismo, no es económico sino político: crear un hombre
nuevo en una nueva sociedad
(pág. 73).
Por ello, en las naciona
lizaciones, será vano intentar encontrar una razón de índole téc
nica, puesto
que la única que existe es ideológica. Las naciona
lizaciones son un «medio al servicio de un fin
político, cuyo
verdadero
sentido será arrebatar la iniciativa económica a la so
ciedad civil como manera de fundir, en un único centro de de
cisión, el poder económico y el poder político» (pág. 76). Como Revel indica más adelante, el socialismo, quiérase o
no, al absorber el poder político al poder económico y retirarle éste a la sociedad provoca, inexorablemente, la pérdida de la li
bertad: «El conjunto de las responsabilidades económicas del
Estado, la multitud creciente de controles a los cuales debe re
currir para cumplir su tarea de agente económico universal, le
obligan, sin desear la menor
tiranía al
comienzo, a invadir cada
vez más la sociedad civil. Esta misma es insensiblemente des
pojada
de sus medios de defensa frente a un poder político y
administrativo del que cada
dfa depende
más la existencia ma
terial de cada uno» (pág. 108).
Sin embargo, como la naturaleza de la sociedad no permite
que se la doblegue
sin resistencia, ésta se muestra en forma de
fracasos
y, tal como indica Revel, para evitados y ocultarlos,
todo ha de ser politizado, con lo que termina por instalarse el
despotismo en nombre de la salvación pública (pág. 111 ),
y
como el objetivo del socialismo es político ---<:rear el hombre
nuevo--..:. y no económico, para implantarse exige el sacrificio de
la economía (pág. 111 ). Revel señala certeramente la paradoja
del socialismo, «un sistema político particular que, durante la
ascensión hacia la conquista del poder
y el comienzo de la pre
sencia en el poder, -tuvo como vector una orientación económica
y social. Después de algún tiempo de socialismo real, resulta
que la consolidación
y la defensa del socialismo, en tanto que
sistema
político, justifica
la relegación al segundo plano de los
objetivos económicos
y de las aspiraciones populares al bienes'
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tar. La defensa del socialismo fundamenta, entonces, el recurso
a medidas autoritarias,
sin las cuales el socialismo se expone al
peligro de ser barrido por una reacción autoritaria de derecha,
como fue el caso de Chile» (pág. 112). Y ese objetivo político del socialismo es el que explica el
paso
«de la
información de Estado al
dirigismo cultural».
Como
observa Revel,
«en un
primer momento, los socialistas anuncia
ron que querían liberar la información, ya que caía por su pro
pio peso
que era sierva en los "regímenes de derecha" y que
accedía a la libertad gracias al régimen de izquierda. Y el po
der y el dinero, en adelante, deberían respetar la independencia
de la misma» (pág. 133 ). En un segundo momento, el peligro
es sólo el dinero, puesto que el socialismo se encargará de que
el poder no constituya peligro alguno.
«En un
tercer momento
se llega a la conclusión de que la tutela del Estado sobre los
medios de expresión debe extenderse y reforzarse, ya que es el
único poder suficientemente fuerte como para contrarrestrar al
del dinero. Así se justifica el tránsito a la información de Esta
_do con
la ayuda de argumentos democráticos» (págs. 133-134).
Y para protegerla e impedir que se convierta en un instrumento de desestabilización, el argumento socialista «desemboca en la
necesidad, para protegerla mejor, de
destruir la
libertad» (pági
na 134 ). Y como toda crítica al socialismo o toda exposición
doctrinal diferente de
la socialista es alienante y desestabiliza
dora del sistema instaurado, que es el único admisible, el socia
lismo afirma que la prensa es más libre y objetiva a medida que se
la retira de la iniciativa privada para confiarla a los poderes
públicos» (pág. 138 ). Así, el socialismo desemboca en el mono
polio de la información y en
el dirigismo cultural. La televisión
y las radios privadas no tienen, por tanto,
razón de
ser en
el
sistema socialista. Por último, Revel se refiere a la entrada en el gobierno de
los ministros comunistas. ¿Cuál fue la razón cuando previamen
te se había anunciado que no
sería así?
Revel señala que ese
fraude al electorado, que de saberlo de antemano no hubiera dado
la victoria a Mitterrand, se debe a que éste no es un sim
ple socialdem6crata y a su deseo de
unir las dos ramas dividi
das de la izquierda y quizá, también, al pago al PCF por in
vitar a sus electores a votar a Mitterrand sin poner ninguna con dición, lo que hizo creer a la franja del electorado que le dio la
victoria, que los socialistas gobernarían sin los comunistas, pues to que ese temor fue el que imposibilitó siempre a
la izquierda
francesa ganar las elecciones.
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De la crítica realizada por Revel me parece importante des
tacar el
hecho de que pone el dedo en
la llaga al señalar que
el realismo es algo por completo ausente y ajeno en la
izquier
da;
la incompatibilidad
entre realismo
y socialismo. De
ahí que
el socialismo sea imposible, cualquier socialismo.
Ello es
fruto, aunque
Revel no lo diga, de que el socialis
mo constituye una
ideologla, y lo que caracteriza a toda ideo
logía,
en sentido estricto, como indica Vallet de Goytisolo
(1 ),
es que se trata de «una concepción del mundo orientada a su
puesta en práctica, para
fabricarlo a
tenor suyo y fundada en
ideas intuidas, en puras construcciones mentales», una «cons
trucción del mundo, o de una parte de la realidad, intentada a
partir de una idea» (2). Por eso el socialismo, aun haciendo
abstracción de lo erróneo de sus teorías, siempre fracasa cuando
pasa del reino de las ideas, cuando pasa dé la teoría a la prác
tica. De
ahí que, necesatia e inelucrablemente, la utopía socia
lista desemboca siempre en el totalitarismo. Al
leer El Estado megal6mano, lo que Revel observaba en
el
socialismo de
Mitterrand recordaba
que algo muy parecido,
prácticamente lo mismo, lo había leído en un libro anterior suyo, referido al totalitarismo, en
La tentaci6n tatalitaria. En efecto,
así, por ejemplo, el
suponer que
existe un modelo cuya verdad
ha sido demostrada para siempre respecto al cual
«la realidad
debe
converrirse en
copia pura
y simple de ese modelo» (3), o
cuando señala
que los hechos no
penetran en
el universo en el
que viven las ideas sin que, en
ningún caso, puedan influir sobre
ellas (4), o cuando advierte que los
errores lo
son siempre de
ejecución pero jamás de dirección
y menos aún de principio ( 5),
o
cuando indica
como subterfugio del estalinismo, esencia del
comunismo, el pretender que «la represión cultural por
él efec
tuada,
atentaba, no a
la libertad de pensar, sino a las maniobras
políticas disimuladas tras el uso que se hada de esa liber
tad» ( 6 ), o cuando sefiala que «el totalitatismo politiza, de en
trada, todos los dominios,
para denunciar,
seguidamente, males
políticos en toda disidencia culturál» (7).
(1) Juan Vallet de Goytisolo, Ideologla, praxis y mito de /a tecno
cracia, Montecotvo, 3.ª ed.1 Madrid, 1975, pág. 42.
(2) Juan Vallet de Goytisolo, Algo sobre temas de hoy, Speiro, Ma
drid, 1972, pág. 18.
(3}
Jean-Fran~is Revel1 La tentation totalitaire, Laffont, Le Livre
de Poche, París, 1976, pág. 47.
(4) Op. cit., pág. 50.
(5) Op. cit., pág. 52.
(6) Op. cit., pág. 64.
(7)
Op. cit., pág. 65.
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¿ Y cómo no ver reflejada en la siguiente observación la rea
lidad del socialismo de Mitterrand?: «Toda crítica del comunis
mo proviniente de la derecha es desacreditada por adelantado,
porque emana necesariamente de un perjuicio ciego, al servicio
de intereses de clase» ( 8 ), «el problema de la objetividad del
conocimiento histórico y de su testimonio,. se encuentra resuel
to sin llegar a ser planteado, ya que si la información proviene
de la derecha, es tendenciosa y, por tanto, superfluo molestarse
por tenerla en cuenta; si proviene de la izquierda, se parece
tanto a la que habitualmente procede de la derecha que no cabe sino entristecerse por aquel que asume la poca apetitosa tarea
de difundirla, probablemente para ajustar cuentas, por otra par te, de índole personal» (9). Casi con las ·mismas palabras aca
bamos de ver
lo mismo en el socialismo francés, a quien, por
otra parte, le es de perfecta aplicación esta otra observación: «cuando se trata del comunismo no hay ninguna relación entre
la causa y sus efectos. El anaálisis político ha de prohibirse
re
montarse de las consecuencias al principio. Si el .agua a veces
es impura, eso no
prueba · nunca
que la fuente de donde mana
esté envenenada» ( 10 ). Por eso, puesto que en la práctica no hay difencia entre la
realidad del socialismo y la del comunismo, ya que ambos cons tituyen el totalitarismo, hay algunas apreciaciones que hace Re-
vel que no podemos compartir.
.
En
primer lugar, el considerar
la ausencia originaria de ti
ranía en el proyecto socialista que Revel señala (pág. 108) y a
lo que anteriormente aludimos. Es cierto que Revel señala que
el socialismo, por su misma dinámica y por el desenvolvimiento
lógico de sus presupuestos teóricos de los que parte neceariamente
desemboca en la tiranía. Pot eso no parece congruente con la afir
mación de que al comienzo no se desea la menor tiranía, porque
no cabe realizar prácticamente la utopía socialista sin caer en la tiranía; ya que, como ha observado Raymond Aron ( 11
), «los
regímenes
no se han hecho totalitarios en hase a una especie de
entrenamiento progresivo, sino a partir de una intención, un
propósito origial, la voluntad de transformar fundamentalmente
el orden existente en función de una ideología». El socialismo es totalitarismo por su propia ideología; no
(8) Op. cit., pág. 84.
(9) Op. cit., pág. 101.
(10)
Op. cit., pág. 87.
(11) Raymond Aron, Democracia y totalitarismo, Scix Barral, Barce
lona, 1968, pág. 240.
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es una consecuencia no querida de una práctica determinada,
sino algo inhereote, consustancial a su propia ideología. Quizá esa salvedad de Revel respecto a la no existencia,
a priori, de ánimo tiránico o totalitario, se deba a cierta sim
patía hacia un socialismo antiestaliniano y hacia la socialdemo
cracia, que se aprecia en ciertos pasajes
de La tentación totali
taria
y en Ni Marx ni Jesús. Y, dada la personalidad del autor
del
Estado megalómano, no parece ocioso referirse a ello.
Así, en esos libros,
afirmaba· que
el socialismo es posible
tomando como punto de partida una sociedad capitalista con
democracia política que evolucione hacia
una democracia econ6-
mica .( 12), enteodieodo por socialismo un «socialismo científi
co»,
no en el seotido que
Marx y Engels daban a esta expre
sión, sino como que «tan sólo en una sociedad en que la cien
cia es activa puede convertirse en socialista» (
13 ), un sistema
«que ponga la economía al servicio del hombre» ( 14 ). Pero Revel cae aquí en una contradicción insoluble. Porque
ese socialismo posible no ha existido jamás
-y Revel as! lo
dice
(
15)--, y
cuando un nuevo socialismo se implanta tampoco
aparece ese socialismo posible, como el socialismo francés de
muestra.
Para Revel el socialismo, según indicaba en La tentación
totalitaria,
se debate ante un dilema inexorable: o elige el ca
mino de la social democracia o deriva inexorablemente hacia el
comunismo, es decir, hacia
el totalitarismo (16).
Ravel advierte que «el totalitarismo está ya incluido en el
marxismo de Marx» (17), y que «el camino de las nacionaliza
ciones,
el estatismo, es la recaída en el centralismo burocrático,
con
el estalinismo como estructura política obligada» (18). Por
tanto, para ese socialismo posible, no totalitario, es preciso aban
dt!mar el marxismo, siendo condición necesaria, como indica en
Ni Marx ni Jesús, la libertad de critica (19) y la libertad cul
tural (20).
Ahora bien, ese socialismo posible resulta inencontrable, si-
(12) Jean-Fran~is Revel, Ni Marx ni Jésus, editions J'ai Lu, colec-
ción Documents, París, 1972, pág. 124.
(13). J. F. R.evel, Op: últ. cit., pág. 128.
(14) J. F. Revel, La tentation ... , pág. 63.
(15)
J. F. Revel, La tentation ... , pág. 13 y si¡¡,.
(16) J. F. Revel, La tentation ... , capitulo 8.
(17) J. F. Rcvel, La tentation ... , pág. 172.
(18) J. F. Revel, La tentation ... , pág. 185.
(19)
J. F. Revel, Ni Marx ... , pág. 126.
(20)
J. F. Revel, Ni Marx ... , pág. 128.
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gue permaneciendo en el reino de la imaginación. Sigue siendo
una utopía. Revel rechaza la consecuencia de la aplicación del
principio socialista, pero admite o al menos admitia ese prin cipio. Así, Revel señalaba, en
La tentación totalitaria, que «el socialismo
no puede enraizar más que en el interior del capi
talismo, formarse rebasando y no destruyendo las civilizaciones
capitalistas y a condición de conservar los dos aportes esencia
les: la capacidad de producción y las libertades políticas, indivi duales y culturales. Hasta ahora todas las revoluciones
realiza
das
o esbozadas bajo la etiqueta socialista han sido fatales para
estos dos aportes y es la razón, la única razón profunda, por la
que sus autores
han sido barridos o han tenido que recurrir al
totalitarismo policíaco a fin de perpetuarse» (21). Pero ese socialismo tampoco es posible a no ser que deje
de ser socialismo; todo lo demás significa pretender un círculo
cuadrado.
Por otra parte, la socialdemocracia si es la que constituye el
socialismo posible, no deja de constituir otra forma de totalita
rismo,
tal como Roland Huntford ha puesto de relieve en su
libro
Le nouveau totalitarisme, para quien en el paraiso sueco, máximo ejemplo
de la socialdemocracia, «la libertad todavía
no siguifica exactamente esclavitud, pero empieza a sonar a su
misión» (22).
Por los mismos motivos, tampoco estamos de acuerdo con
la apreciación de Revel del reconocimiento de las medidas hu manistas que marcaron el inicio de la actividad del socialismo de
Mitterrand, como «el hecho de que los socialistas respeten los derechos del hombre; la preocupación que tienen por ampliar el
campo de las libertades; sus esfuerzos, aquí y
allá, para huma
nizar la legislación» (pág. 129), porque los dos aspectos princi
pales señalados del socialismo, las nacionalizaciones y
el dirigismo cultural, desmienten fehacientemente ese respeto y esa preocupación. · . Los
derechos del hombre y
el campo de las libertades arran
can de la naturaleza humana, objetiva y creada por Dios y se
proyecta en la totalidad de las manifestciones del hombre, por
lo que no reconocer los derechos y las libertades en el campo
(21) J. F. Revel, La tentation ... , pág. 384.
(22) Citado por Raymond Aron: En defensa de la libertad y de la Europa liberal, Argos-Vergara, Barcelona, 1977, pág. 190. Cfr. Juan Vallet de Goytisolo, .«La social democracia», en Más sobre temas de ~oy, Speiro, Madrid, 1979, págs. 320-331.
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económico y cultural, significa· que no se respetan más que aque
llos derechos que al socialismo interesan, eliminando los que no
aprecia. No cabe, por tanto, admitir que se respetan los dere
chos del hombre y, por ejemplo,
eliminar la libertad económica
que es fundamental para
la existencia del resto de las libertades.
Naturalmente, tampoco se puede compartir cierto anticris
tianismo de _Revel que aflora en cita de Bayle (págs. 22-23 ),
cuando considera como ejemplo de doctrina antecedente del so
cialismo al catolicismo, como doctrina que disocia las intencio
nes de las obras. Si esta disociación es un hecho en el socialismo, como lo es
en toda ideología, pues sus obras, sus realizaciones, sus resulta
dos se encargan de· mostrar lo irrealizable de sus planteamientos
utópicos, no ocurre así con el catolicismo, tal como
la historia
demuestra y la apologética católica ha señalado frente a sus
enemigos.
La existencia de un orden natural que no es creación del
hombre, sino que ha sido ínsito por Dios en la naturaleza, que
es creación suya, es precisamente qu~en demuestra lo erróneo
del sistema socialista. La naturaleza es la que se encarga de des
mentir los intentos de fabricar «un mundo mejor», doblegándo
lo a las ideologías. Y la existencia del orden natural así como
la obligación de respetarlo, constituye uno de los pilares de la
doctrina católica (23 ), dejando de ser católica una sociedad a
medida que se aleja de la práctica de esa doctrina. No ocurre lo mismo en el socialismo, en el que esa disocia
ción es consustancial al mismo; cuanta mayor distancia hay en
tre sus proyectos y sus realizaciones mayor es el grado de ma
durez socialista que una sociedad alcanza. El ejemplo más claro
lo constituyen
la Unión Soviética, Cuba y demás países donde
el socialismo se ha instalado. En fin, si el socialismo se presenta como el sistema de la li
bertad, como el sistema humano por excelencia,
El Estado me
galómano
viene a confirmar, una vez más, que no hay más so
cialismo posible que el totalitarismo. De la utopía al totalita
rismo no hay más que un paso: el que ha dado Francia_, es decir,
que se instale el socialismo. Y para sentirlo y comprobarlo en
toda su crudeza sólo es preciso el paso del tiempo.
EsTANISLAO CANTERO.
(23) Cfr. Pío XII, La solemnitlt, Doctrina Pontificia., Documentos
Sociales, BAC, Madrid, 1964, 2.• ed., pág. 866-867.
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EL SOCIALISMO IMPOSIBLE: DE LA UTOPÍA SOGIALISTA A LA REALIDAD
DEL TOTALITARISMO.
Jean-Fran~ois Revel: EL ESTADO MEGALOMANO (*).
Este verano se ha publicado en España la traducci6n del
último libro de Revel, La Griice de l'Etat que, publicado en
Francia el año pasado, se ha convertido en un
bestseller en di
cho
país. Sin duda ha contribuido a ello el hecho
de que se
trate de
la crítica de las primeras realizaciones del partido en
el gobierno. A eso se debe su
éxito editorial.
Si el. socialismo
en Francia no hubiera ganado las elecciones, muy probablemen
te este libro no se hubiera escrito; y, de haberse escrito, su
difusi6n hubiera sido muy limitada pese a que Revel no es
ningún desconocido. Escrito a los pocos meses del triunfo de Mitterrand en
las
elecciones, los franceses sentían ya en su vida cotidiana los efec4
tos de la práctica del socialismo; por lo que, en el libro de
Revel, encontraron expuesto y explicado lo que ellos estaban
percibiendo y soportando. No se trataba de advertir de lo que
pasaría si los socialistas ganaban las elecciones o de señalat los
males de un socialismo que no se siente pr6ximo o al que no se
teme porque aún no se ha sufrido, sino de describir lo que
es
taba
ocurriendo, con lo que, el campo estaba abonado para
re
cibir un libro como el de Revel. Por el contrario, cuando el socialismo no es más que una
alternativa o un fantasma, cuando el socialismo es una teoría
o una realidad en otra naci6n, cuando no se le considera como
un peligro o lo que es peor aún, cuando se le considera como
una esperanza, las críticas al mismo pasan muy desapercibidas, al tiempo que se las considera exageradas e incluso poco
hon
radas y hasta inmorales, porque, ya se sabe, ocultan intereses
de clase. Revel no dice nada nuevo; no señala aspecto alguno en
el
socialismo de Mitterrand que no supiéramos ya. Las críticas al
socialismo son tan antiguas como el mismo socialismo. Baste
para recordarlo la doctrina de la Iglesia cat6lica en la que se
encuentra la mejor crítica a los fundamentos del socialismo. El acordarnos de Santa Bárbara cuando truena es la raz6n del éxito
del libro de Revel. Sin duda su crítica es brillante, incisiva e
(*) Planeta, Barcelona, 1982, 181 págs.
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irónica y su libro, escrito con fluidez, se lee con gusto. Pero no
hay nada nuevo en
él. El mismo Revel, en un libro anterior, en
La tentation totalitaire, había señalado todos los aspectos que
encontramos en
El Estado megalómano, tal como tendremos oca
sión de ver. Y a desde el comienzo, y en muy breves pinceladas, Revel
destaca cómo para merecer la calificación de socialista, un go
bierno «ha de cumplir tres condiciones: bajar el nivel de vida,
incrementar las desigualdades y restringir las libertades» (pá
gina 12). Y es que, como indica Revel, los hechos no mienten;
por ello, «los hechos son reaccionarios». Por tal morivo, como todo régimen de izquierdas cumple
esas condiciones, tal criterio para discernir la izquierda de la derecha constituye una deshonestidad intelectual (pág. 13 ). La
ironía de Revel no puede confundirse con una caricatura, por
que la realidad es
así. Porque
para la izquierda, y Revel lo señala
con acierto, es reaccionario juzgar un gobierno por sus resultados.
Además, el sistema socialista, aun cuando no da buenos resul tados, se trata de un buen sistema que se ha descarriado, mien
tras que los buenos resultados de los sistemas capitalistas
---es
decir, no socialistas- no son más que ataques de euforia que
ocultan males incurables (cfr. pág. 14).
Cuando el socialismo llega al poder, fracasa, pero no por su
culpa, sino, sobre todo, por culpa del enemigo interior, del ene migo anterior y del capitalismo. Este siempre tiene la culpa,
pues constituye también un axioma del socialismo el que «cuando el capitalismo fracasa, es evidentemente culpa del capitalismo;
cuando el socialismo se embarranca, también es culpa del capi talismo» (pág. 16). No se trata
de ridiculizar al socialismo atribuyéndole lo que
no le pertenece. Revel tan sólo pone de relieve que «la realidad
es reaccionaria», que los hechos son contrarios al socialismo.
Que la naturaleza de las cosas desmiente y derrota al socialismo
cuando éste pone en práctica las teorías que profesa. Pero eso no es todo, Revel señala cómo no es posible una
crítica de buena fe al socialismo; cómo el socialismo rechaza
toda crítica. Y es que, para el socialismo, cualquier crítica que
se le haga es una crítica de derecha y no puede ser una crítica
desinteresada, por lo que para el socialismo es
una. «suposición
risible» el que
«una
critica de derecha pueda contener aunque
sea una brizna de verdad» (pág. 19). Como advierte Revel, no
cabe apoyarse en los hechos, ya que «todo socialista consecuente
extraerá del
examen de las criticas de derecha una preciosa en-
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señanza: que toda la llamada crítica de izquierdas que apela
a los hechos, aunque
sejlll éstos
una disminución pasajera del
bienestar de los humildes es, en esencia, una crítica de dere cha» (pág. 20). Por ese motivo nunca serán tomadas en consi
deración. Sin embargo, como indica Revel, el socialismo no se con
tenta con prescindir de los hechos, que rechaza por «reacciona
rios», sino que a ello une la falsificación de los mismos a tra
vés del lenguaje. Basta la repetición de las palabras unidas al
paso del tiempo para que se acepte cualquier cosa. El paso del
tiempo hace olvidar y las nuevas generaciones, que no han co
nocido lo anterior, caracen de puntos de referencia con que po
der comparar lo actoal. Tan es así, que Revel recuerda, como muestra del poder de las palabras sobre la imaginación colectiva,
que pese a los resultados catrastróficos de los sistemas socia
listas, no se asocia, en la opinión corriente, el socialismo con
la idea de un fracaso total. Dado que, según el socialismo, éste siempre
ha fracasado
por culpa de los golpes de la derecha, el partido socialista fran cés se apresta a realizar un cuidadoso control sobre la cultora y
los medios de comunicación, especialmente la televisión, para
evitar
que tal
cosa suceda, vigilando a todos aquellos que se le
oponen e impidiendo que destruyan el nuevo paraíso que la
instauración del socialismo ha provocado. ¿Cómo se justifica esa instauración
y esa vigilancia? Revel
lo explica mediante
el efecto Dtimbreuse y el método Olivares.
Mediante el primero resulta que los pusilánimes, los miedosos,
los cobardes y,
en fin,
todos aquellos que temen perder algo,
corren a declararse socialistas de toda la vida a fin
. de
congra
ciarse con el socialismo. El segundo consiste en declarar malo
todo lo anterior a la llegada del socialismo, para hacérselo creer
al pueblo y que éste los absuelva de antemano por sus propios
fracasos, que se imputarán
sielljpre no
a la propia incapacidad
sino a
la de los otros.
Si el objetivo del socialismo francés, como todo
socialismo,
era
cambiar el sistema económico, la supresión del capitalismo
privado,
¿ cómo logró vencer en las elecciones? Aparte de los
errores de su antecesor, que con su política perjudicó a las
cla
ses medias, Revel se refiere a los propios méritos del socialismo
francés. En primer lugar, la táctica socialista de practicar el do
ble lenguaje. Dicha táctica «tuvo el efecto de engendrar el es
cepticismo con respecto a la seriedad de sus convicciones, cuan
do esas convicciones eran terriblemente sinceras» (pág. 66). no
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se creía en la aplicación del programa hasta el final: el deshaucio
del sistema capitalista. No se trataba de un cambio, sino de una
verdadera revolución puesto que
el marxismo impregnaba todo el
cuerpo doctrinal del socialismo de Mitterrand (cfr. págs. 65-69).
Pero con esa táctica, empleada para ganar votos, decían un día
que
sí y otro que no, para ganar votos a la derecha sin perder
los de la izquierda. De
ahí el estupor de quienes vieron las nue
vas medidas de las nacionalizaciones. Pero, como señala Revel, el objetivo verdadero, auténtico
del socialismo, no es económico sino político: crear un hombre
nuevo en una nueva sociedad
(pág. 73).
Por ello, en las naciona
lizaciones, será vano intentar encontrar una razón de índole téc
nica, puesto
que la única que existe es ideológica. Las naciona
lizaciones son un «medio al servicio de un fin
político, cuyo
verdadero
sentido será arrebatar la iniciativa económica a la so
ciedad civil como manera de fundir, en un único centro de de
cisión, el poder económico y el poder político» (pág. 76). Como Revel indica más adelante, el socialismo, quiérase o
no, al absorber el poder político al poder económico y retirarle éste a la sociedad provoca, inexorablemente, la pérdida de la li
bertad: «El conjunto de las responsabilidades económicas del
Estado, la multitud creciente de controles a los cuales debe re
currir para cumplir su tarea de agente económico universal, le
obligan, sin desear la menor
tiranía al
comienzo, a invadir cada
vez más la sociedad civil. Esta misma es insensiblemente des
pojada
de sus medios de defensa frente a un poder político y
administrativo del que cada
dfa depende
más la existencia ma
terial de cada uno» (pág. 108).
Sin embargo, como la naturaleza de la sociedad no permite
que se la doblegue
sin resistencia, ésta se muestra en forma de
fracasos
y, tal como indica Revel, para evitados y ocultarlos,
todo ha de ser politizado, con lo que termina por instalarse el
despotismo en nombre de la salvación pública (pág. 111 ),
y
como el objetivo del socialismo es político ---<:rear el hombre
nuevo--..:. y no económico, para implantarse exige el sacrificio de
la economía (pág. 111 ). Revel señala certeramente la paradoja
del socialismo, «un sistema político particular que, durante la
ascensión hacia la conquista del poder
y el comienzo de la pre
sencia en el poder, -tuvo como vector una orientación económica
y social. Después de algún tiempo de socialismo real, resulta
que la consolidación
y la defensa del socialismo, en tanto que
sistema
político, justifica
la relegación al segundo plano de los
objetivos económicos
y de las aspiraciones populares al bienes'
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tar. La defensa del socialismo fundamenta, entonces, el recurso
a medidas autoritarias,
sin las cuales el socialismo se expone al
peligro de ser barrido por una reacción autoritaria de derecha,
como fue el caso de Chile» (pág. 112). Y ese objetivo político del socialismo es el que explica el
paso
«de la
información de Estado al
dirigismo cultural».
Como
observa Revel,
«en un
primer momento, los socialistas anuncia
ron que querían liberar la información, ya que caía por su pro
pio peso
que era sierva en los "regímenes de derecha" y que
accedía a la libertad gracias al régimen de izquierda. Y el po
der y el dinero, en adelante, deberían respetar la independencia
de la misma» (pág. 133 ). En un segundo momento, el peligro
es sólo el dinero, puesto que el socialismo se encargará de que
el poder no constituya peligro alguno.
«En un
tercer momento
se llega a la conclusión de que la tutela del Estado sobre los
medios de expresión debe extenderse y reforzarse, ya que es el
único poder suficientemente fuerte como para contrarrestrar al
del dinero. Así se justifica el tránsito a la información de Esta
_do con
la ayuda de argumentos democráticos» (págs. 133-134).
Y para protegerla e impedir que se convierta en un instrumento de desestabilización, el argumento socialista «desemboca en la
necesidad, para protegerla mejor, de
destruir la
libertad» (pági
na 134 ). Y como toda crítica al socialismo o toda exposición
doctrinal diferente de
la socialista es alienante y desestabiliza
dora del sistema instaurado, que es el único admisible, el socia
lismo afirma que la prensa es más libre y objetiva a medida que se
la retira de la iniciativa privada para confiarla a los poderes
públicos» (pág. 138 ). Así, el socialismo desemboca en el mono
polio de la información y en
el dirigismo cultural. La televisión
y las radios privadas no tienen, por tanto,
razón de
ser en
el
sistema socialista. Por último, Revel se refiere a la entrada en el gobierno de
los ministros comunistas. ¿Cuál fue la razón cuando previamen
te se había anunciado que no
sería así?
Revel señala que ese
fraude al electorado, que de saberlo de antemano no hubiera dado
la victoria a Mitterrand, se debe a que éste no es un sim
ple socialdem6crata y a su deseo de
unir las dos ramas dividi
das de la izquierda y quizá, también, al pago al PCF por in
vitar a sus electores a votar a Mitterrand sin poner ninguna con dición, lo que hizo creer a la franja del electorado que le dio la
victoria, que los socialistas gobernarían sin los comunistas, pues to que ese temor fue el que imposibilitó siempre a
la izquierda
francesa ganar las elecciones.
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De la crítica realizada por Revel me parece importante des
tacar el
hecho de que pone el dedo en
la llaga al señalar que
el realismo es algo por completo ausente y ajeno en la
izquier
da;
la incompatibilidad
entre realismo
y socialismo. De
ahí que
el socialismo sea imposible, cualquier socialismo.
Ello es
fruto, aunque
Revel no lo diga, de que el socialis
mo constituye una
ideologla, y lo que caracteriza a toda ideo
logía,
en sentido estricto, como indica Vallet de Goytisolo
(1 ),
es que se trata de «una concepción del mundo orientada a su
puesta en práctica, para
fabricarlo a
tenor suyo y fundada en
ideas intuidas, en puras construcciones mentales», una «cons
trucción del mundo, o de una parte de la realidad, intentada a
partir de una idea» (2). Por eso el socialismo, aun haciendo
abstracción de lo erróneo de sus teorías, siempre fracasa cuando
pasa del reino de las ideas, cuando pasa dé la teoría a la prác
tica. De
ahí que, necesatia e inelucrablemente, la utopía socia
lista desemboca siempre en el totalitarismo. Al
leer El Estado megal6mano, lo que Revel observaba en
el
socialismo de
Mitterrand recordaba
que algo muy parecido,
prácticamente lo mismo, lo había leído en un libro anterior suyo, referido al totalitarismo, en
La tentaci6n tatalitaria. En efecto,
así, por ejemplo, el
suponer que
existe un modelo cuya verdad
ha sido demostrada para siempre respecto al cual
«la realidad
debe
converrirse en
copia pura
y simple de ese modelo» (3), o
cuando señala
que los hechos no
penetran en
el universo en el
que viven las ideas sin que, en
ningún caso, puedan influir sobre
ellas (4), o cuando advierte que los
errores lo
son siempre de
ejecución pero jamás de dirección
y menos aún de principio ( 5),
o
cuando indica
como subterfugio del estalinismo, esencia del
comunismo, el pretender que «la represión cultural por
él efec
tuada,
atentaba, no a
la libertad de pensar, sino a las maniobras
políticas disimuladas tras el uso que se hada de esa liber
tad» ( 6 ), o cuando sefiala que «el totalitatismo politiza, de en
trada, todos los dominios,
para denunciar,
seguidamente, males
políticos en toda disidencia culturál» (7).
(1) Juan Vallet de Goytisolo, Ideologla, praxis y mito de /a tecno
cracia, Montecotvo, 3.ª ed.1 Madrid, 1975, pág. 42.
(2) Juan Vallet de Goytisolo, Algo sobre temas de hoy, Speiro, Ma
drid, 1972, pág. 18.
(3}
Jean-Fran~is Revel1 La tentation totalitaire, Laffont, Le Livre
de Poche, París, 1976, pág. 47.
(4) Op. cit., pág. 50.
(5) Op. cit., pág. 52.
(6) Op. cit., pág. 64.
(7)
Op. cit., pág. 65.
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¿ Y cómo no ver reflejada en la siguiente observación la rea
lidad del socialismo de Mitterrand?: «Toda crítica del comunis
mo proviniente de la derecha es desacreditada por adelantado,
porque emana necesariamente de un perjuicio ciego, al servicio
de intereses de clase» ( 8 ), «el problema de la objetividad del
conocimiento histórico y de su testimonio,. se encuentra resuel
to sin llegar a ser planteado, ya que si la información proviene
de la derecha, es tendenciosa y, por tanto, superfluo molestarse
por tenerla en cuenta; si proviene de la izquierda, se parece
tanto a la que habitualmente procede de la derecha que no cabe sino entristecerse por aquel que asume la poca apetitosa tarea
de difundirla, probablemente para ajustar cuentas, por otra par te, de índole personal» (9). Casi con las ·mismas palabras aca
bamos de ver
lo mismo en el socialismo francés, a quien, por
otra parte, le es de perfecta aplicación esta otra observación: «cuando se trata del comunismo no hay ninguna relación entre
la causa y sus efectos. El anaálisis político ha de prohibirse
re
montarse de las consecuencias al principio. Si el .agua a veces
es impura, eso no
prueba · nunca
que la fuente de donde mana
esté envenenada» ( 10 ). Por eso, puesto que en la práctica no hay difencia entre la
realidad del socialismo y la del comunismo, ya que ambos cons tituyen el totalitarismo, hay algunas apreciaciones que hace Re-
vel que no podemos compartir.
.
En
primer lugar, el considerar
la ausencia originaria de ti
ranía en el proyecto socialista que Revel señala (pág. 108) y a
lo que anteriormente aludimos. Es cierto que Revel señala que
el socialismo, por su misma dinámica y por el desenvolvimiento
lógico de sus presupuestos teóricos de los que parte neceariamente
desemboca en la tiranía. Pot eso no parece congruente con la afir
mación de que al comienzo no se desea la menor tiranía, porque
no cabe realizar prácticamente la utopía socialista sin caer en la tiranía; ya que, como ha observado Raymond Aron ( 11
), «los
regímenes
no se han hecho totalitarios en hase a una especie de
entrenamiento progresivo, sino a partir de una intención, un
propósito origial, la voluntad de transformar fundamentalmente
el orden existente en función de una ideología». El socialismo es totalitarismo por su propia ideología; no
(8) Op. cit., pág. 84.
(9) Op. cit., pág. 101.
(10)
Op. cit., pág. 87.
(11) Raymond Aron, Democracia y totalitarismo, Scix Barral, Barce
lona, 1968, pág. 240.
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es una consecuencia no querida de una práctica determinada,
sino algo inhereote, consustancial a su propia ideología. Quizá esa salvedad de Revel respecto a la no existencia,
a priori, de ánimo tiránico o totalitario, se deba a cierta sim
patía hacia un socialismo antiestaliniano y hacia la socialdemo
cracia, que se aprecia en ciertos pasajes
de La tentación totali
taria
y en Ni Marx ni Jesús. Y, dada la personalidad del autor
del
Estado megalómano, no parece ocioso referirse a ello.
Así, en esos libros,
afirmaba· que
el socialismo es posible
tomando como punto de partida una sociedad capitalista con
democracia política que evolucione hacia
una democracia econ6-
mica .( 12), enteodieodo por socialismo un «socialismo científi
co»,
no en el seotido que
Marx y Engels daban a esta expre
sión, sino como que «tan sólo en una sociedad en que la cien
cia es activa puede convertirse en socialista» (
13 ), un sistema
«que ponga la economía al servicio del hombre» ( 14 ). Pero Revel cae aquí en una contradicción insoluble. Porque
ese socialismo posible no ha existido jamás
-y Revel as! lo
dice
(
15)--, y
cuando un nuevo socialismo se implanta tampoco
aparece ese socialismo posible, como el socialismo francés de
muestra.
Para Revel el socialismo, según indicaba en La tentación
totalitaria,
se debate ante un dilema inexorable: o elige el ca
mino de la social democracia o deriva inexorablemente hacia el
comunismo, es decir, hacia
el totalitarismo (16).
Ravel advierte que «el totalitarismo está ya incluido en el
marxismo de Marx» (17), y que «el camino de las nacionaliza
ciones,
el estatismo, es la recaída en el centralismo burocrático,
con
el estalinismo como estructura política obligada» (18). Por
tanto, para ese socialismo posible, no totalitario, es preciso aban
dt!mar el marxismo, siendo condición necesaria, como indica en
Ni Marx ni Jesús, la libertad de critica (19) y la libertad cul
tural (20).
Ahora bien, ese socialismo posible resulta inencontrable, si-
(12) Jean-Fran~is Revel, Ni Marx ni Jésus, editions J'ai Lu, colec-
ción Documents, París, 1972, pág. 124.
(13). J. F. R.evel, Op: últ. cit., pág. 128.
(14) J. F. Revel, La tentation ... , pág. 63.
(15)
J. F. Revel, La tentation ... , pág. 13 y si¡¡,.
(16) J. F. Revel, La tentation ... , capitulo 8.
(17) J. F. Rcvel, La tentation ... , pág. 172.
(18) J. F. Revel, La tentation ... , pág. 185.
(19)
J. F. Revel, Ni Marx ... , pág. 126.
(20)
J. F. Revel, Ni Marx ... , pág. 128.
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gue permaneciendo en el reino de la imaginación. Sigue siendo
una utopía. Revel rechaza la consecuencia de la aplicación del
principio socialista, pero admite o al menos admitia ese prin cipio. Así, Revel señalaba, en
La tentación totalitaria, que «el socialismo
no puede enraizar más que en el interior del capi
talismo, formarse rebasando y no destruyendo las civilizaciones
capitalistas y a condición de conservar los dos aportes esencia
les: la capacidad de producción y las libertades políticas, indivi duales y culturales. Hasta ahora todas las revoluciones
realiza
das
o esbozadas bajo la etiqueta socialista han sido fatales para
estos dos aportes y es la razón, la única razón profunda, por la
que sus autores
han sido barridos o han tenido que recurrir al
totalitarismo policíaco a fin de perpetuarse» (21). Pero ese socialismo tampoco es posible a no ser que deje
de ser socialismo; todo lo demás significa pretender un círculo
cuadrado.
Por otra parte, la socialdemocracia si es la que constituye el
socialismo posible, no deja de constituir otra forma de totalita
rismo,
tal como Roland Huntford ha puesto de relieve en su
libro
Le nouveau totalitarisme, para quien en el paraiso sueco, máximo ejemplo
de la socialdemocracia, «la libertad todavía
no siguifica exactamente esclavitud, pero empieza a sonar a su
misión» (22).
Por los mismos motivos, tampoco estamos de acuerdo con
la apreciación de Revel del reconocimiento de las medidas hu manistas que marcaron el inicio de la actividad del socialismo de
Mitterrand, como «el hecho de que los socialistas respeten los derechos del hombre; la preocupación que tienen por ampliar el
campo de las libertades; sus esfuerzos, aquí y
allá, para huma
nizar la legislación» (pág. 129), porque los dos aspectos princi
pales señalados del socialismo, las nacionalizaciones y
el dirigismo cultural, desmienten fehacientemente ese respeto y esa preocupación. · . Los
derechos del hombre y
el campo de las libertades arran
can de la naturaleza humana, objetiva y creada por Dios y se
proyecta en la totalidad de las manifestciones del hombre, por
lo que no reconocer los derechos y las libertades en el campo
(21) J. F. Revel, La tentation ... , pág. 384.
(22) Citado por Raymond Aron: En defensa de la libertad y de la Europa liberal, Argos-Vergara, Barcelona, 1977, pág. 190. Cfr. Juan Vallet de Goytisolo, .«La social democracia», en Más sobre temas de ~oy, Speiro, Madrid, 1979, págs. 320-331.
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económico y cultural, significa· que no se respetan más que aque
llos derechos que al socialismo interesan, eliminando los que no
aprecia. No cabe, por tanto, admitir que se respetan los dere
chos del hombre y, por ejemplo,
eliminar la libertad económica
que es fundamental para
la existencia del resto de las libertades.
Naturalmente, tampoco se puede compartir cierto anticris
tianismo de _Revel que aflora en cita de Bayle (págs. 22-23 ),
cuando considera como ejemplo de doctrina antecedente del so
cialismo al catolicismo, como doctrina que disocia las intencio
nes de las obras. Si esta disociación es un hecho en el socialismo, como lo es
en toda ideología, pues sus obras, sus realizaciones, sus resulta
dos se encargan de· mostrar lo irrealizable de sus planteamientos
utópicos, no ocurre así con el catolicismo, tal como
la historia
demuestra y la apologética católica ha señalado frente a sus
enemigos.
La existencia de un orden natural que no es creación del
hombre, sino que ha sido ínsito por Dios en la naturaleza, que
es creación suya, es precisamente qu~en demuestra lo erróneo
del sistema socialista. La naturaleza es la que se encarga de des
mentir los intentos de fabricar «un mundo mejor», doblegándo
lo a las ideologías. Y la existencia del orden natural así como
la obligación de respetarlo, constituye uno de los pilares de la
doctrina católica (23 ), dejando de ser católica una sociedad a
medida que se aleja de la práctica de esa doctrina. No ocurre lo mismo en el socialismo, en el que esa disocia
ción es consustancial al mismo; cuanta mayor distancia hay en
tre sus proyectos y sus realizaciones mayor es el grado de ma
durez socialista que una sociedad alcanza. El ejemplo más claro
lo constituyen
la Unión Soviética, Cuba y demás países donde
el socialismo se ha instalado. En fin, si el socialismo se presenta como el sistema de la li
bertad, como el sistema humano por excelencia,
El Estado me
galómano
viene a confirmar, una vez más, que no hay más so
cialismo posible que el totalitarismo. De la utopía al totalita
rismo no hay más que un paso: el que ha dado Francia_, es decir,
que se instale el socialismo. Y para sentirlo y comprobarlo en
toda su crudeza sólo es preciso el paso del tiempo.
EsTANISLAO CANTERO.
(23) Cfr. Pío XII, La solemnitlt, Doctrina Pontificia., Documentos
Sociales, BAC, Madrid, 1964, 2.• ed., pág. 866-867.
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