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Número 209-210

Serie XXI

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El socialismo imposible: de la utopía socialista a la realidad del totalitarismo. Jean-François Revel: El Estado megalómano

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EL SOCIALISMO IMPOSIBLE: DE LA UTOPÍA SOGIALISTA A LA REALIDAD
DEL TOTALITARISMO.
Jean-Fran~ois Revel: EL ESTADO MEGALOMANO (*).
Este verano se ha publicado en España la traducci6n del
último libro de Revel, La Griice de l'Etat que, publicado en
Francia el año pasado, se ha convertido en un
bestseller en di­
cho

país. Sin duda ha contribuido a ello el hecho
de que se
trate de
la crítica de las primeras realizaciones del partido en
el gobierno. A eso se debe su
éxito editorial.
Si el. socialismo
en Francia no hubiera ganado las elecciones, muy probablemen­
te este libro no se hubiera escrito; y, de haberse escrito, su
difusi6n hubiera sido muy limitada pese a que Revel no es
ningún desconocido. Escrito a los pocos meses del triunfo de Mitterrand en
las
elecciones, los franceses sentían ya en su vida cotidiana los efec4
tos de la práctica del socialismo; por lo que, en el libro de
Revel, encontraron expuesto y explicado lo que ellos estaban
percibiendo y soportando. No se trataba de advertir de lo que
pasaría si los socialistas ganaban las elecciones o de señalat los
males de un socialismo que no se siente pr6ximo o al que no se
teme porque aún no se ha sufrido, sino de describir lo que
es­
taba

ocurriendo, con lo que, el campo estaba abonado para
re­
cibir un libro como el de Revel. Por el contrario, cuando el socialismo no es más que una
alternativa o un fantasma, cuando el socialismo es una teoría
o una realidad en otra naci6n, cuando no se le considera como
un peligro o lo que es peor aún, cuando se le considera como
una esperanza, las críticas al mismo pasan muy desapercibidas, al tiempo que se las considera exageradas e incluso poco
hon­
radas y hasta inmorales, porque, ya se sabe, ocultan intereses
de clase. Revel no dice nada nuevo; no señala aspecto alguno en
el
socialismo de Mitterrand que no supiéramos ya. Las críticas al
socialismo son tan antiguas como el mismo socialismo. Baste
para recordarlo la doctrina de la Iglesia cat6lica en la que se
encuentra la mejor crítica a los fundamentos del socialismo. El acordarnos de Santa Bárbara cuando truena es la raz6n del éxito
del libro de Revel. Sin duda su crítica es brillante, incisiva e
(*) Planeta, Barcelona, 1982, 181 págs.
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irónica y su libro, escrito con fluidez, se lee con gusto. Pero no
hay nada nuevo en
él. El mismo Revel, en un libro anterior, en
La tentation totalitaire, había señalado todos los aspectos que
encontramos en
El Estado megalómano, tal como tendremos oca­
sión de ver. Y a desde el comienzo, y en muy breves pinceladas, Revel
destaca cómo para merecer la calificación de socialista, un go­
bierno «ha de cumplir tres condiciones: bajar el nivel de vida,
incrementar las desigualdades y restringir las libertades» (pá­
gina 12). Y es que, como indica Revel, los hechos no mienten;
por ello, «los hechos son reaccionarios». Por tal morivo, como todo régimen de izquierdas cumple
esas condiciones, tal criterio para discernir la izquierda de la derecha constituye una deshonestidad intelectual (pág. 13 ). La
ironía de Revel no puede confundirse con una caricatura, por­
que la realidad es
así. Porque

para la izquierda, y Revel lo señala
con acierto, es reaccionario juzgar un gobierno por sus resultados.
Además, el sistema socialista, aun cuando no da buenos resul­ tados, se trata de un buen sistema que se ha descarriado, mien­
tras que los buenos resultados de los sistemas capitalistas
---es
decir, no socialistas- no son más que ataques de euforia que
ocultan males incurables (cfr. pág. 14).
Cuando el socialismo llega al poder, fracasa, pero no por su
culpa, sino, sobre todo, por culpa del enemigo interior, del ene­ migo anterior y del capitalismo. Este siempre tiene la culpa,
pues constituye también un axioma del socialismo el que «cuando el capitalismo fracasa, es evidentemente culpa del capitalismo;
cuando el socialismo se embarranca, también es culpa del capi­ talismo» (pág. 16). No se trata
de ridiculizar al socialismo atribuyéndole lo que
no le pertenece. Revel tan sólo pone de relieve que «la realidad
es reaccionaria», que los hechos son contrarios al socialismo.
Que la naturaleza de las cosas desmiente y derrota al socialismo
cuando éste pone en práctica las teorías que profesa. Pero eso no es todo, Revel señala cómo no es posible una
crítica de buena fe al socialismo; cómo el socialismo rechaza
toda crítica. Y es que, para el socialismo, cualquier crítica que
se le haga es una crítica de derecha y no puede ser una crítica
desinteresada, por lo que para el socialismo es
una. «suposición
risible» el que

«una
critica de derecha pueda contener aunque
sea una brizna de verdad» (pág. 19). Como advierte Revel, no
cabe apoyarse en los hechos, ya que «todo socialista consecuente
extraerá del

examen de las criticas de derecha una preciosa en-
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señanza: que toda la llamada crítica de izquierdas que apela
a los hechos, aunque
sejlll éstos
una disminución pasajera del
bienestar de los humildes es, en esencia, una crítica de dere­ cha» (pág. 20). Por ese motivo nunca serán tomadas en consi­
deración. Sin embargo, como indica Revel, el socialismo no se con­
tenta con prescindir de los hechos, que rechaza por «reacciona­
rios», sino que a ello une la falsificación de los mismos a tra­
vés del lenguaje. Basta la repetición de las palabras unidas al
paso del tiempo para que se acepte cualquier cosa. El paso del
tiempo hace olvidar y las nuevas generaciones, que no han co­
nocido lo anterior, caracen de puntos de referencia con que po­
der comparar lo actoal. Tan es así, que Revel recuerda, como muestra del poder de las palabras sobre la imaginación colectiva,
que pese a los resultados catrastróficos de los sistemas socia­
listas, no se asocia, en la opinión corriente, el socialismo con
la idea de un fracaso total. Dado que, según el socialismo, éste siempre
ha fracasado
por culpa de los golpes de la derecha, el partido socialista fran­ cés se apresta a realizar un cuidadoso control sobre la cultora y
los medios de comunicación, especialmente la televisión, para
evitar
que tal

cosa suceda, vigilando a todos aquellos que se le
oponen e impidiendo que destruyan el nuevo paraíso que la
instauración del socialismo ha provocado. ¿Cómo se justifica esa instauración
y esa vigilancia? Revel
lo explica mediante
el efecto Dtimbreuse y el método Olivares.
Mediante el primero resulta que los pusilánimes, los miedosos,
los cobardes y,
en fin,

todos aquellos que temen perder algo,
corren a declararse socialistas de toda la vida a fin
. de

congra­
ciarse con el socialismo. El segundo consiste en declarar malo
todo lo anterior a la llegada del socialismo, para hacérselo creer
al pueblo y que éste los absuelva de antemano por sus propios
fracasos, que se imputarán
sielljpre no

a la propia incapacidad
sino a
la de los otros.
Si el objetivo del socialismo francés, como todo
socialismo,
era

cambiar el sistema económico, la supresión del capitalismo
privado,
¿ cómo logró vencer en las elecciones? Aparte de los
errores de su antecesor, que con su política perjudicó a las
cla­
ses medias, Revel se refiere a los propios méritos del socialismo
francés. En primer lugar, la táctica socialista de practicar el do­
ble lenguaje. Dicha táctica «tuvo el efecto de engendrar el es­
cepticismo con respecto a la seriedad de sus convicciones, cuan­
do esas convicciones eran terriblemente sinceras» (pág. 66). no
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se creía en la aplicación del programa hasta el final: el deshaucio
del sistema capitalista. No se trataba de un cambio, sino de una
verdadera revolución puesto que
el marxismo impregnaba todo el
cuerpo doctrinal del socialismo de Mitterrand (cfr. págs. 65-69).
Pero con esa táctica, empleada para ganar votos, decían un día
que
sí y otro que no, para ganar votos a la derecha sin perder
los de la izquierda. De
ahí el estupor de quienes vieron las nue­
vas medidas de las nacionalizaciones. Pero, como señala Revel, el objetivo verdadero, auténtico
del socialismo, no es económico sino político: crear un hombre
nuevo en una nueva sociedad
(pág. 73).

Por ello, en las naciona­
lizaciones, será vano intentar encontrar una razón de índole téc­
nica, puesto

que la única que existe es ideológica. Las naciona­
lizaciones son un «medio al servicio de un fin
político, cuyo
verdadero

sentido será arrebatar la iniciativa económica a la so­
ciedad civil como manera de fundir, en un único centro de de­
cisión, el poder económico y el poder político» (pág. 76). Como Revel indica más adelante, el socialismo, quiérase o
no, al absorber el poder político al poder económico y retirarle éste a la sociedad provoca, inexorablemente, la pérdida de la li­
bertad: «El conjunto de las responsabilidades económicas del
Estado, la multitud creciente de controles a los cuales debe re­
currir para cumplir su tarea de agente económico universal, le
obligan, sin desear la menor
tiranía al

comienzo, a invadir cada
vez más la sociedad civil. Esta misma es insensiblemente des­
pojada
de sus medios de defensa frente a un poder político y
administrativo del que cada
dfa depende
más la existencia ma­
terial de cada uno» (pág. 108).
Sin embargo, como la naturaleza de la sociedad no permite
que se la doblegue
sin resistencia, ésta se muestra en forma de
fracasos
y, tal como indica Revel, para evitados y ocultarlos,
todo ha de ser politizado, con lo que termina por instalarse el
despotismo en nombre de la salvación pública (pág. 111 ),
y
como el objetivo del socialismo es político ---<:rear el hombre
nuevo--..:. y no económico, para implantarse exige el sacrificio de
la economía (pág. 111 ). Revel señala certeramente la paradoja
del socialismo, «un sistema político particular que, durante la
ascensión hacia la conquista del poder
y el comienzo de la pre­
sencia en el poder, -tuvo como vector una orientación económica
y social. Después de algún tiempo de socialismo real, resulta
que la consolidación
y la defensa del socialismo, en tanto que
sistema
político, justifica
la relegación al segundo plano de los
objetivos económicos
y de las aspiraciones populares al bienes'
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tar. La defensa del socialismo fundamenta, entonces, el recurso
a medidas autoritarias,
sin las cuales el socialismo se expone al
peligro de ser barrido por una reacción autoritaria de derecha,
como fue el caso de Chile» (pág. 112). Y ese objetivo político del socialismo es el que explica el
paso
«de la

información de Estado al
dirigismo cultural».
Como
observa Revel,
«en un

primer momento, los socialistas anuncia­
ron que querían liberar la información, ya que caía por su pro­
pio peso

que era sierva en los "regímenes de derecha" y que
accedía a la libertad gracias al régimen de izquierda. Y el po­
der y el dinero, en adelante, deberían respetar la independencia
de la misma» (pág. 133 ). En un segundo momento, el peligro
es sólo el dinero, puesto que el socialismo se encargará de que
el poder no constituya peligro alguno.
«En un

tercer momento
se llega a la conclusión de que la tutela del Estado sobre los
medios de expresión debe extenderse y reforzarse, ya que es el
único poder suficientemente fuerte como para contrarrestrar al
del dinero. Así se justifica el tránsito a la información de Esta­
_do con

la ayuda de argumentos democráticos» (págs. 133-134).
Y para protegerla e impedir que se convierta en un instrumento de desestabilización, el argumento socialista «desemboca en la
necesidad, para protegerla mejor, de
destruir la

libertad» (pági­
na 134 ). Y como toda crítica al socialismo o toda exposición
doctrinal diferente de
la socialista es alienante y desestabiliza­
dora del sistema instaurado, que es el único admisible, el socia­
lismo afirma que la prensa es más libre y objetiva a medida que se
la retira de la iniciativa privada para confiarla a los poderes
públicos» (pág. 138 ). Así, el socialismo desemboca en el mono­
polio de la información y en
el dirigismo cultural. La televisión
y las radios privadas no tienen, por tanto,
razón de

ser en
el
sistema socialista. Por último, Revel se refiere a la entrada en el gobierno de
los ministros comunistas. ¿Cuál fue la razón cuando previamen­
te se había anunciado que no
sería así?

Revel señala que ese
fraude al electorado, que de saberlo de antemano no hubiera dado
la victoria a Mitterrand, se debe a que éste no es un sim­
ple socialdem6crata y a su deseo de
unir las dos ramas dividi­
das de la izquierda y quizá, también, al pago al PCF por in­
vitar a sus electores a votar a Mitterrand sin poner ninguna con­ dición, lo que hizo creer a la franja del electorado que le dio la
victoria, que los socialistas gobernarían sin los comunistas, pues­ to que ese temor fue el que imposibilitó siempre a
la izquierda
francesa ganar las elecciones.
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De la crítica realizada por Revel me parece importante des­
tacar el

hecho de que pone el dedo en
la llaga al señalar que
el realismo es algo por completo ausente y ajeno en la
izquier­
da;

la incompatibilidad
entre realismo

y socialismo. De
ahí que
el socialismo sea imposible, cualquier socialismo.
Ello es
fruto, aunque
Revel no lo diga, de que el socialis­
mo constituye una
ideologla, y lo que caracteriza a toda ideo­
logía,

en sentido estricto, como indica Vallet de Goytisolo
(1 ),
es que se trata de «una concepción del mundo orientada a su
puesta en práctica, para
fabricarlo a
tenor suyo y fundada en
ideas intuidas, en puras construcciones mentales», una «cons­
trucción del mundo, o de una parte de la realidad, intentada a
partir de una idea» (2). Por eso el socialismo, aun haciendo
abstracción de lo erróneo de sus teorías, siempre fracasa cuando
pasa del reino de las ideas, cuando pasa dé la teoría a la prác­
tica. De
ahí que, necesatia e inelucrablemente, la utopía socia­
lista desemboca siempre en el totalitarismo. Al
leer El Estado megal6mano, lo que Revel observaba en
el
socialismo de
Mitterrand recordaba
que algo muy parecido,
prácticamente lo mismo, lo había leído en un libro anterior suyo, referido al totalitarismo, en
La tentaci6n tatalitaria. En efecto,
así, por ejemplo, el
suponer que

existe un modelo cuya verdad
ha sido demostrada para siempre respecto al cual
«la realidad
debe
converrirse en

copia pura
y simple de ese modelo» (3), o
cuando señala

que los hechos no
penetran en
el universo en el
que viven las ideas sin que, en
ningún caso, puedan influir sobre
ellas (4), o cuando advierte que los
errores lo

son siempre de
ejecución pero jamás de dirección
y menos aún de principio ( 5),
o
cuando indica

como subterfugio del estalinismo, esencia del
comunismo, el pretender que «la represión cultural por
él efec­
tuada,

atentaba, no a
la libertad de pensar, sino a las maniobras
políticas disimuladas tras el uso que se hada de esa liber­
tad» ( 6 ), o cuando sefiala que «el totalitatismo politiza, de en­
trada, todos los dominios,
para denunciar,

seguidamente, males
políticos en toda disidencia culturál» (7).
(1) Juan Vallet de Goytisolo, Ideologla, praxis y mito de /a tecno­
cracia, Montecotvo, 3.ª ed.1 Madrid, 1975, pág. 42.
(2) Juan Vallet de Goytisolo, Algo sobre temas de hoy, Speiro, Ma­
drid, 1972, pág. 18.
(3}
Jean-Fran~is Revel1 La tentation totalitaire, Laffont, Le Livre
de Poche, París, 1976, pág. 47.
(4) Op. cit., pág. 50.
(5) Op. cit., pág. 52.
(6) Op. cit., pág. 64.
(7)
Op. cit., pág. 65.
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¿ Y cómo no ver reflejada en la siguiente observación la rea­
lidad del socialismo de Mitterrand?: «Toda crítica del comunis­
mo proviniente de la derecha es desacreditada por adelantado,
porque emana necesariamente de un perjuicio ciego, al servicio
de intereses de clase» ( 8 ), «el problema de la objetividad del
conocimiento histórico y de su testimonio,. se encuentra resuel­
to sin llegar a ser planteado, ya que si la información proviene
de la derecha, es tendenciosa y, por tanto, superfluo molestarse
por tenerla en cuenta; si proviene de la izquierda, se parece
tanto a la que habitualmente procede de la derecha que no cabe sino entristecerse por aquel que asume la poca apetitosa tarea
de difundirla, probablemente para ajustar cuentas, por otra par­ te, de índole personal» (9). Casi con las ·mismas palabras aca­
bamos de ver
lo mismo en el socialismo francés, a quien, por
otra parte, le es de perfecta aplicación esta otra observación: «cuando se trata del comunismo no hay ninguna relación entre
la causa y sus efectos. El anaálisis político ha de prohibirse
re­
montarse de las consecuencias al principio. Si el .agua a veces
es impura, eso no
prueba · nunca

que la fuente de donde mana
esté envenenada» ( 10 ). Por eso, puesto que en la práctica no hay difencia entre la
realidad del socialismo y la del comunismo, ya que ambos cons­ tituyen el totalitarismo, hay algunas apreciaciones que hace Re-
vel que no podemos compartir.
.
En

primer lugar, el considerar
la ausencia originaria de ti­
ranía en el proyecto socialista que Revel señala (pág. 108) y a
lo que anteriormente aludimos. Es cierto que Revel señala que
el socialismo, por su misma dinámica y por el desenvolvimiento
lógico de sus presupuestos teóricos de los que parte neceariamente
desemboca en la tiranía. Pot eso no parece congruente con la afir­
mación de que al comienzo no se desea la menor tiranía, porque
no cabe realizar prácticamente la utopía socialista sin caer en la tiranía; ya que, como ha observado Raymond Aron ( 11
), «los
regímenes

no se han hecho totalitarios en hase a una especie de
entrenamiento progresivo, sino a partir de una intención, un
propósito origial, la voluntad de transformar fundamentalmente
el orden existente en función de una ideología». El socialismo es totalitarismo por su propia ideología; no
(8) Op. cit., pág. 84.
(9) Op. cit., pág. 101.
(10)
Op. cit., pág. 87.
(11) Raymond Aron, Democracia y totalitarismo, Scix Barral, Barce­
lona, 1968, pág. 240.
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es una consecuencia no querida de una práctica determinada,
sino algo inhereote, consustancial a su propia ideología. Quizá esa salvedad de Revel respecto a la no existencia,
a priori, de ánimo tiránico o totalitario, se deba a cierta sim­
patía hacia un socialismo antiestaliniano y hacia la socialdemo­
cracia, que se aprecia en ciertos pasajes
de La tentación totali­
taria
y en Ni Marx ni Jesús. Y, dada la personalidad del autor
del
Estado megalómano, no parece ocioso referirse a ello.
Así, en esos libros,
afirmaba· que
el socialismo es posible
tomando como punto de partida una sociedad capitalista con
democracia política que evolucione hacia
una democracia econ6-
mica .( 12), enteodieodo por socialismo un «socialismo científi­
co»,

no en el seotido que
Marx y Engels daban a esta expre­
sión, sino como que «tan sólo en una sociedad en que la cien­
cia es activa puede convertirse en socialista» (
13 ), un sistema
«que ponga la economía al servicio del hombre» ( 14 ). Pero Revel cae aquí en una contradicción insoluble. Porque
ese socialismo posible no ha existido jamás
-y Revel as! lo
dice

(
15)--, y

cuando un nuevo socialismo se implanta tampoco
aparece ese socialismo posible, como el socialismo francés de­
muestra.
Para Revel el socialismo, según indicaba en La tentación
totalitaria,
se debate ante un dilema inexorable: o elige el ca­
mino de la social democracia o deriva inexorablemente hacia el
comunismo, es decir, hacia
el totalitarismo (16).
Ravel advierte que «el totalitarismo está ya incluido en el
marxismo de Marx» (17), y que «el camino de las nacionaliza­
ciones,
el estatismo, es la recaída en el centralismo burocrático,
con
el estalinismo como estructura política obligada» (18). Por
tanto, para ese socialismo posible, no totalitario, es preciso aban­
dt!mar el marxismo, siendo condición necesaria, como indica en
Ni Marx ni Jesús, la libertad de critica (19) y la libertad cul­
tural (20).
Ahora bien, ese socialismo posible resulta inencontrable, si-
(12) Jean-Fran~is Revel, Ni Marx ni Jésus, editions J'ai Lu, colec-
ción Documents, París, 1972, pág. 124.
(13). J. F. R.evel, Op: últ. cit., pág. 128.
(14) J. F. Revel, La tentation ... , pág. 63.
(15)
J. F. Revel, La tentation ... , pág. 13 y si¡¡,.
(16) J. F. Revel, La tentation ... , capitulo 8.
(17) J. F. Rcvel, La tentation ... , pág. 172.
(18) J. F. Revel, La tentation ... , pág. 185.
(19)
J. F. Revel, Ni Marx ... , pág. 126.
(20)
J. F. Revel, Ni Marx ... , pág. 128.
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gue permaneciendo en el reino de la imaginación. Sigue siendo
una utopía. Revel rechaza la consecuencia de la aplicación del
principio socialista, pero admite o al menos admitia ese prin­ cipio. Así, Revel señalaba, en
La tentación totalitaria, que «el socialismo
no puede enraizar más que en el interior del capi­
talismo, formarse rebasando y no destruyendo las civilizaciones
capitalistas y a condición de conservar los dos aportes esencia­
les: la capacidad de producción y las libertades políticas, indivi­ duales y culturales. Hasta ahora todas las revoluciones
realiza­
das

o esbozadas bajo la etiqueta socialista han sido fatales para
estos dos aportes y es la razón, la única razón profunda, por la
que sus autores
han sido barridos o han tenido que recurrir al
totalitarismo policíaco a fin de perpetuarse» (21). Pero ese socialismo tampoco es posible a no ser que deje
de ser socialismo; todo lo demás significa pretender un círculo
cuadrado.
Por otra parte, la socialdemocracia si es la que constituye el
socialismo posible, no deja de constituir otra forma de totalita­
rismo,
tal como Roland Huntford ha puesto de relieve en su
libro
Le nouveau totalitarisme, para quien en el paraiso sue­co, máximo ejemplo

de la socialdemocracia, «la libertad todavía
no siguifica exactamente esclavitud, pero empieza a sonar a su­
misión» (22).
Por los mismos motivos, tampoco estamos de acuerdo con
la apreciación de Revel del reconocimiento de las medidas hu­ manistas que marcaron el inicio de la actividad del socialismo de
Mitterrand, como «el hecho de que los socialistas respeten los derechos del hombre; la preocupación que tienen por ampliar el
campo de las libertades; sus esfuerzos, aquí y
allá, para huma­
nizar la legislación» (pág. 129), porque los dos aspectos princi­
pales señalados del socialismo, las nacionalizaciones y
el diri­gismo cultural, desmienten fehacientemente ese respeto y esa preocupación. · . Los

derechos del hombre y
el campo de las libertades arran­
can de la naturaleza humana, objetiva y creada por Dios y se
proyecta en la totalidad de las manifestciones del hombre, por
lo que no reconocer los derechos y las libertades en el campo
(21) J. F. Revel, La tentation ... , pág. 384.
(22) Citado por Raymond Aron: En defensa de la libertad y de la Europa liberal, Argos-Vergara, Barcelona, 1977, pág. 190. Cfr. Juan Va­llet de Goytisolo, .«La social democracia», en Más sobre temas de ~oy, Speiro, Madrid, 1979, págs. 320-331.
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económico y cultural, significa· que no se respetan más que aque­
llos derechos que al socialismo interesan, eliminando los que no
aprecia. No cabe, por tanto, admitir que se respetan los dere­
chos del hombre y, por ejemplo,
eliminar la libertad económica
que es fundamental para
la existencia del resto de las libertades.
Naturalmente, tampoco se puede compartir cierto anticris­
tianismo de _Revel que aflora en cita de Bayle (págs. 22-23 ),
cuando considera como ejemplo de doctrina antecedente del so­
cialismo al catolicismo, como doctrina que disocia las intencio­
nes de las obras. Si esta disociación es un hecho en el socialismo, como lo es
en toda ideología, pues sus obras, sus realizaciones, sus resulta­
dos se encargan de· mostrar lo irrealizable de sus planteamientos
utópicos, no ocurre así con el catolicismo, tal como
la historia
demuestra y la apologética católica ha señalado frente a sus
enemigos.
La existencia de un orden natural que no es creación del
hombre, sino que ha sido ínsito por Dios en la naturaleza, que
es creación suya, es precisamente qu~en demuestra lo erróneo
del sistema socialista. La naturaleza es la que se encarga de des­
mentir los intentos de fabricar «un mundo mejor», doblegándo­
lo a las ideologías. Y la existencia del orden natural así como
la obligación de respetarlo, constituye uno de los pilares de la
doctrina católica (23 ), dejando de ser católica una sociedad a
medida que se aleja de la práctica de esa doctrina. No ocurre lo mismo en el socialismo, en el que esa disocia­
ción es consustancial al mismo; cuanta mayor distancia hay en­
tre sus proyectos y sus realizaciones mayor es el grado de ma­
durez socialista que una sociedad alcanza. El ejemplo más claro
lo constituyen
la Unión Soviética, Cuba y demás países donde
el socialismo se ha instalado. En fin, si el socialismo se presenta como el sistema de la li­
bertad, como el sistema humano por excelencia,
El Estado me­
galómano
viene a confirmar, una vez más, que no hay más so­
cialismo posible que el totalitarismo. De la utopía al totalita­
rismo no hay más que un paso: el que ha dado Francia_, es decir,
que se instale el socialismo. Y para sentirlo y comprobarlo en
toda su crudeza sólo es preciso el paso del tiempo.
EsTANISLAO CANTERO.
(23) Cfr. Pío XII, La solemnitlt, Doctrina Pontificia., Documentos
Sociales, BAC, Madrid, 1964, 2.• ed., pág. 866-867.
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