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Número 217-218

Serie XXII

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Psicología del aborto

PSICOLOGJA DEL ABORTO
DANIEL TEJERO DEVILLERS
Profesor de Psicología General en la Universidad Complutense
Doctor en Psicología
por la ·Universidad Complutense
Licenciado en Psicología por la Urtlversidad de la Sorbona
Para conocer los aspectos psicológicos relacionados con el abor­
to es necesario, ante todo, tener en cuenta la influencia decisiva
que desempeña el contexto social en las decisiones de abortar:
a) La legalización, por un lado, aumenta las repeticiones:
en Estados Unidos pasaron del
U%, en· 1973, al 23 %
en 1979.
b) Los hogares desfavorecidos resisten mejor la tentación de
abortar que los hogares cultos y acomodados.
c) El caldo de cultivo más facilitador lo constituyen las re­ laciones sexuales tempranas y las extraconyugales, que,
por lo general, en las primeras, llevan a un fracaso aca­
démico, a embarazos repetidos
y a una permanencia de
las madres en un status inferior de la sociedad. Estas re­
laciones sexuales tempranas _son motivo de aborto en un
40 % de los casos (Stack, 1974).
d) Una falsa libertad que impone a nuestros hijos modelos
de conducta desviados, e incluso
, en
Estados Unidos el
ejemplo
de un · embarazo temprano de las madres, se . ve
acompañado de un aumento de las enfermedades menta­
les,
de neurosis, de desórdenes de personalidad impulsiva,
de desunión familiar, de una afirmación de la identidad
femenina en contra de
la masculina, y conduce a una
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mayor dependencia de las hijas con relación a sus madres,
que es lo contrario del efecto esperado por ellas. Puede
parecer paradójico hablar de falsa libertad cuando el clima social respira permisividad por todos sus poros; sin em­
bargo, es evidente que la publicidad,-el cine, la televisión,
imponen a nuestros sentidos de una manera continua y
subliminar, a veces, modelos de conducta y formas sen­
soriales desviadas.
e) Sólo una defensa de 'la vida en su integridad y pureza
puede constituir una vacuna que fortalezca
la vida fami­
liar. Butts y Sporakowski nos muestran que en los ho­
gares que son sexualmente permisivos, en aquello que
es ilegítimo, las hijas no abortan.
f) La influencia del padre sobre la hija es decisiva, y la de
la madre también, en la medida en que más de la mitad
de las niñas de doce a diecisiete
afias que
abortan en
Estados Unidos envuelven a sus madres en la decisión
de abortar.
¿ Representan los anticonceptivos una alternativa válida
al aborto?
Los anticonceptivos constituyen una respuesta de miedo a la
vida, de desconfianza en la Divina Providencia del Padre y des­
confianza en la amorosa Providencia de la Madre, que no pueden
constituir una alternativa válida al aborto, que es también una
respuesta de miedo, aunque criminal. Blumenfield nos muestra que mujeres que abortaban tenían
pleno acceso a una contracepción
eficaz, pero

deseaban inconscien­
temente quedar embarazadas. Por otro lado, hay muchas mujeres
que se abstienen de los anticonceptivos
por miedo

legítimo a sus
efectos secundarios: ¿deben quedar

reducidas a utilizar el aborto
como medio de contracepción? Esto no es una hipótesis de Or­
well; Hunton, en 1981, nos·muestra que la mitad de las pacientes
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abortivas utilizan el· aborto como un medio de contracepción. Y
la cultura no es educativa en este sentido, se
pueden dar
estas
actitudes en mujeres con alto nivel de instrucción (Tang, 1982).
Los anticonceptivos son una respuesta de miedo, fundamen­
talmente a la pobreza, y hacen a las familias esclavas de los bie­
nes
materiales que se han hecho tan insustituibles que pueden
cambiarse por una nueva vida humana.
¿ Cuál es la psicología de la mujer abortiva?
Estas mujeres se considerlUl a sí mismas como competentes,
autodirigidas, autosuficientes, como personas sexualmente legiti­
madas, en oposición a las actitudes tradicionales de la mujer. Hay
dos autores americanos, Kearl y Harris, que encuadran_ sus ac­
titudes dentro de lo que llaman la moderna «ideología de la muer·
te», que se caracteriza por el individualis.ttlo y hace lµncapié en
que el individuo es dueño de controlarlo todo: Se agrupan en
esta moderna ideología las actitudes
fav0rables al
suicidio, al
aborto, a la eutanasia (
«bautizada» como

derecho a morir, en nom­
bre del autocontrol individual, de la divinización del yo, nuevo señor de la vida propia y ajena). Estas actitudes correlacionan,
aunque no

de manera fatal, con el individualismo.
Las mujeres que abortan están poco socializadas y son poco
femeninas (Falk, Gispert y Baucom, 1981, así como Dixon, 1977),
o por lo menos tienen una femineidad
poco definida, dándose
en ellas actitudes andróginas y masculinas (Alter, 1979). Por su­
puesto, son actitudes libres: Una mujer con tendencias hormona­
les masculinas o constitucionales no tiene necesariamente por qué
exacerbarlas, las puede asumir como una limitación cualquiera,
sin tener por qué sentirse obligada a comportarse por una espe­
cie de fatalidad biológica, ignorando su docilidad y sus compo­
nentes femeninos. En todo· caso, en esta dotación andrógina no
hay ninguna especie
de fatalidad, todos la tenemos en mayor o
menor
medida:
¿O es

que no existe un hombre varonil con dul­
zura y una mujer dulce con firmeza? ¿Son estos casos
imposibles?
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Es un hecho, de todas maneras, que la mujer que asume un
rol de ama de casa· se siente menos predispuesta al aborto (Alter,
1979).
¿ Cuál es la ideología que favorece el aborto?
La principal actitud ideológica que favorece el aborto es una
actitud permisiva hacia una sexualidad ilegítima (Finlay, 1981 ).
Una educación sexual mal
· orientada

también puede favore­
cerla.
No hay tampoco que ign9rar el papel que puede jugar una
mal llamada «apertura de ideas», que no es apertuta de corazón
(Menaldino, 1981).
También es muy importante
el papel que juega la nueva mo­
ral que consiste en hacer a la persona subjetiva dueña y reina de
toda decisión, por encima de una moral objetiva, como si la de­
cisión sobre la vida de una tercera persona fuera una decisión
exclusivamente
«personal•.
Hay,

incluso, tratados de moral pública que la falsean, y que
presentan las

decisiones abortivas en un contexto de «autonomía»,
«derechos» y «responsabilidad» (Silber, 1980).
Pero
el aspecto más grave para nuestra juventud contempo­
ránea consiste en concebir a la persona humana sin ahna, sin ver ..
dadera autonomía, como un simple producto de la interacción del
organismo y del medio, diluyendo la noción de un centro autó­
nomo de atribución de la conducta en las relaciones sociales, ig­
norando la noción de responsabilidad, y silenciando la de libre
albedrío, como capacidad de elegir entre motivos, por ejemplo,
entre una motivación egoísta y criminal y una motivación de
amor por la vida.
Los jóvenes

abortivos tienden a presentar sus
decisiones como «externamente determinadas», como determina­
das desde fuera y no
por 'ellos mismos. El concepto de relaciones
sociales, de «sociedad» (y no el de contexto social) sustituye al
concepto de alma.
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En este sentido, cabe .resaltar que una educación católica, que
una formación real en la
fe católica, y una práctica ferviente co­
rrelacionan negativamente .con el aborto (Bardis, 1975).
¿ Cuáles son los aspectos psicopatológicos del aborto?
¿Existe una enfermedad mental en las personas que abortan?
Es .un
hecho que
una relación perturbada, uua ausencia de
partenaire, una falta de apoyo social, facilitan la decisión abortiva.
Las mujeres solas, separadas, en uniones precarias, son más vul~
nerables. Las jóvenes aisladas, que no hablan con sus padres del
problema, las jóvenes impulsivas, reflejan uua ambivalencia .que se
manifiesta en hechos como el de posponer el admitir el hecho de su propio embarazo, o como el de la ocultación a las personas que
desaprueban el embarazo, o en intentos de olvido más específicos. Para algunas jóvenes el embarazo es uua manera desdichada
(hay otras) de atraer la atención sobre sus problemas personales
o
de familia

( Gro ver y Tinkham, 1979) o de probar su indepen­
dencia, sobre todo en los casos de inmadurez. Es frecuente que las madres abortivas consideren a sus
fetos
como

criaturas ioanimadas, sio vida, y si se les pide que lo dibujen
representan un simple monigote.
Sio embargo, no podemos hablar con claridad de una patolo­
gía de las decisiones abortivas, ya que la mayoría de los estudios
han sido hechos sobre madres que ya han tomado la decisión de
abortar: ¿ Estaban enfermas antes de tomar esa decisión? Es frecuente en las madres que ya han tomado la decisión de
abortar, el que aparezcan sentimientos de culpa exagerados, por
el embarazo, un cierto masoquismo femenino en colusión con un
sadismo médico (Pellet y Michaut, 1975), uu mayor nivel de an­
siedad y neuroticismo, como resultado del embarazo, en algunos
casos, una disociación de personalidad y unas reacciones emocio~
nales alteradas.
Sin embargo, no conviene exagerar el papel de estos aspectos
de psicopatología, consecuentes a una decisión de abortar, ya que,
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por ejemplo, Kahn-Edrington nos muestra que en el 75 % de los
casos las motivaciones abortivas serían consideradas como muy sanas por sectores egoístas
de nuestra

sociedad: El evitar, por
ejemplo, la interferencia en la carrera, en la educación, en la «li­
bertad» personal.
Paradójicamente, las familias numerosas que hoy se considera­
rían injustamente por algunos como patológicas, no registran
abortos. Cuando, en todo caso,
el marido o el acompañante instigan al
aborto, sí que es frecuente la presencia de desórdenes psiquiátricos
o de rasgos en ellos de rivalidad con
el propio padre, de tipo
regresivo. Es, en todo caso, evidente, que en estas consideraciones de tipo
patológico pesa

lo que desde siempre se ha llamado la
carne,
con

su cortejo
de culpa y enfermedad.
¿ Cuáles son las seeuelas del aborto?
Existen datos que pretenden minimizarlas, pero son extrema­
damente endebles desde
el punto de vista científico: En efecto,
las investigaciones se detienen a los seis ·meses, no se utiliza un
grupo de comparación, de control en ellos; por otro lado, los casos
de efectos negativos no participan en estos seguimientos, y lo que
es más grave, es que se falsea el vocabulario científico: Por ejem­
plo, se utilizan términos equívocos, como
el de «depresión suave»
(Fingerer,
1979), entendiéndose por ello que no ha habido sui­
cidio o
internannento muy

prolongado. Por ejembplo, Wenderlein
(1978), psiquiatra de la clínica de Erlangen, nos dice que una reacción depresiva después de un aborto es una reacción «normal»,
sólo «patológica» si es duradera
y profunda; para él, recuerda una
situación de luto «normal». Hay un autor como Gloor, que llega
a afirmar extrañamente que un recurso al psiquiatra está más in­
dicado después de la operación ( cuando no hay remedio) que
antes.
Es preciso señalar que el mal llamado «aborto terapéutico»
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no reduce los peligros psíquicos para la mujer: la mujer que·está
diagnosticada con enfermedad psiquiátrica antes del aborto, con­tinúa con su dificultad después (Simon y Senturia, 1966). Incluso
Ekbad llega a afirmar que cuanto mayores son las indicaciones psiquiátricas para el aborto, mayor es el riesgo de secuelas
ad­
versas. El aborto terapéutico por razones psíquicas está, pues,
totalmente contraindicado.
También es muy importante señalar ante la inconsciente, para
algunos, y criminal para otros, ley que se prepara en España, que
si el aborto sigue a un diagnóstico prenatal de defecto genético
las consecuencias se agravan ( el 9
2 % muestra una reacción de­
presiva) (Blumberg,
Goldus, Hanson,

1975; Donmai, Charles, Ha­
rris, 1981).
De una manera general diremos que se registran en casos de
aborto alteraciones psíquicas graves:
Spaulding y Cavenar ( 1978) registra casos de psicosis después
del aborto. Freeman, Pickels, Huggins, García y Pohi, registran
un fuerte
stress emocional en las relaciones interpersonales (1980).
Ney apunta ( 1979)
que el
aborto aumenta los malos tratos a los
niños y el infanticidio. Kaltreider, Goldsrnitb y Margolis ( 1979) señalan que la depresión después del aborto afecta también a las
enfermeras. Las consecuencias psicológicas son más graves en la
mujer casada, produciéndose una mayor ansiedad (Bracken, 1978).
Cavenar, Maltbie, Sullivan, registran depresión y dolor abdo­
minal en la fecha en que el niño deberla haber nacido (1978).
Lipper y Feigenbaum, registran un caso de neurosis obsesiva
compulsiva después de ver al niño durante el «aborto terapéutico».
Ashton (1980), nos indica que alteraciones de corta duración
afectan a la mitad de todas las pacientes abortivas.
Por caridad, debemos decir que el grado de apoyo del contexto
social de personas muy determinadas, puede evitar el desmorona­
miento total de estas mujeres desdichadas (Moseley, Follingstad,
Harley, Heckel, 1981).
Son muy frecuentes las indicaciones de sentimiento de culpa,
citaremos a título de ejemplo:.
Patt, Rapaport, Barglow (1969).
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Estos datos no son patticulares a un país determinado: Wies­
law Mikrut, en Polonia ( 1981 ),
seiiala:
-

Que en el
58 % de las mujeres el .acto conyugal se reduce
en su frecuencia.
- Que en el 44
% la intensida,tdel goce se reduce.
- Que en el 31
% los orgasmos son menos frecuentes.
-

Que en el 80
% aumenta el miedo al embarazo.
-

Que en el 42
% se desarrollan reacciones neuróticas.
- Que en el 38
% se producen alteraciones de la relación
con el pattenaire.
En Dinamarca, Somers ( 1979) ha
realizado un

estudio epide­
miológico muy importante, que registra los abortos y los ingre­
sos en hospitales psiquiátricos de uria manera exhaustiva en toda
la población (no tiene en cuenta, sin embatgo, las visitas a las
Clínicas o Gabinetes de consulta psicológicos). En este estudio hay una clara asociación entre ambos, pero no
una relación causa-efecto,
lo que nos muestra que el remordimien­
to no es mecánico y
·que puede
todavía haber una mediación libre
de arrepentimiento.
Las secuelas después del tercer mes, son mucho más fuertes,
con un mayor
~entimiento de

miedo y de duelo (Kaltreider, 197
3 ).
¿ Existen soluciones alternativas?
Estos datos deben set complementados con una puerta abíerta
a la esperanza para las mujeres que se vean en una situación di­
fícil, y mal tentadas de abortat:
Muchísimas mujeres a quienes les ha sido negado el aborto
se ajustan a su situación y creceo por amor al niño (Illsley y
Hall, 1972; Hook, 1963, en Suecia; Fotssman y Thuwe, 1966;
Dytrych, Matejek, Schuller, David, Ftiedman, 1974).
Forssman
y Thuwe nos muestran también en un estudio de
seguimiento de treinta y cinco años de niños de embarazos no
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deseados nacidos entre 1939 y 1942, que no presentan diferen­
cias psicológicas con niños normales ( salvo si
han sido educados
en instituciones). Por último, hay
ún estudio importantísimo de Dahman ( 1980)
que nos muestra que unas
mujeres repartidas

en tres grupos, se­
gún
la alternativa elegida:
-Aborto.
- Guardar el

niño.
-Darle

en adopción.
presentan muchos menos problemas psicológicos, en caso de em­
barazo no deseado, cuando
dan el niño en adopci6n. La adopción
se considera como socialmente aceptable y produce menos
stress.
Es evidente también que esta medida reduce o anula el stress de
una mujer cuyo embarazo ha sido forzado.
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