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Número 217-218

Serie XXII

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Forjadores de México (I)

FORJADORES DE MEXICO
POR
NEMESIO RODRÍGUEZ LoIS
Licenciado en. Derecho.
Editorialista de El Heraldo de México.
SUMARIO: I. Inrtoducci6n.-IJ. El imperio de Huichilobos.-III. Una
cruzada misionera se pone en marcha.-IV. Tres obispos.-V. El huma­
nismo cristiano.-VI. Nueve semblanzas edificantes.-VII. El renacer de
Eapaña en México.-VIII. El tejedor de calumnias.-IX. La Bula Su-
blimis Deux.-X. Un rayo de esperanza. '
l. Introducción.
Este trabajo nació con la definida intención de rebatir una te­
sis absurda que de unos años a esta parte vienen difundiendo
con ahínco clérigos, monjas
y obispos progresistas; la falacia de
que la Iglesia de Iberoamérica se encogió siempre de hombros ante la suerte de los humildes, que se alió con los poderosos, ben­
diciendo sus ambiciones
y que solamente empezó a preocuparse
de-.Jos pobres cuando irrumpieron con violentá soberbia en el es­
cenario elementos como un Caffiilo Torres, un Sergio Méndez
Arcea o un Samuel Ruiz.
Aparte de tendenciosa, dicha tesis es falsa
y no hace falta
escarbar mucho para demostrarlo. Basta con echar una ojeada a una época de nuestra Historia
que ha sido menospreciada
y a la cual ninguna atención se le
presta. En una
de sus últimas obras, -el_.maestro Octavio Paz nos
dice que, «aunque .los mexicanos estamos preocupados -mejor
dicho, obsesionados-- por nuestro pasado, no tenemos una idea
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NEMESIO RODRJGUEZ LOIS
clara de lo que hemos sido. Y lo que es más grave: no queremos
tenerla. Vivimos eotre el mito y la negación, deificamos a ciertos
períodos, olvidamos a otros. Esos olvidos son significativos; hay
una censura histórica como hay una censura psíquica. Nuestra his­
toria es un texto de pasajes escritos con. tinta -negra y otros es­
critos con tinta invisible. Párrafos pletóricos de signos de admi­
ración, seguidos de párrafos tachados. Uno de los períodos que
han sido tachados, borroneados y enmeodados con más furia ha
sido el de la Nueva
España» (*).
Sucede que cuando el ammte de la verdad histórica decide
penetrar en lo relativo a la época de la Nueva España, le ocurre
lo mismo que a aquel explorador que, hallándose perdido eo el
monte, enci.lentra sin proponérselo la entrada de una mina que
ha sido abandonada desde mucho tiempo atrás; quita la maleza
que cubre el acceso, penetra con sumo cuidado y va adeotrán­
dose en túneles que él mismo creía llenos de fango y alimañas.
Y cuál no será su sorpresa al encontrar una espaciosa galería
en la cual se encueotran -en perfecto orden e iluminados por
brillantes lámparas- tesoros fabulosos, tales como oro, plata, dia­
mantes, obras de arte
y demás piedras preciosas que, sin duda al­
guna,
fueron abandonados
por sus propietarios de modo rápido e
inesperado.·
·
Un

tesoro de valor incalculable del que nadie imaginaba su
existencia.
Igual ocurre con la que consideramos como la época decisi­
va en
la integración de. la nacionalidad mexicana: la Nueva.Es­
paña, conocida
:por los
historiadores liberales como la época de la
dominación colonial.
Tomás
Girlyle, histo.riador británico del

siglo pasado, nos
dice que la Historia no es el fruto de las masas, sino. de
la acción.
de
los héroes;. afirma

que
son estos

individuos excepcionales -los
héroes- quienes; señalan los rumbos a los demás.
Por su parte, San Agustín sostiene que la Historia humana no
(*) Sor Juana'Inés de_la Cruz· o· las Trampas de la Fe, Pondo de Cul-'
tura lloonómicn; 1., ed., Méodco, 1982, pág; 23. ·
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FORJADORES DE MEXICO.
es otra cosa que una lucha entre dos reinos, el de Dios y el del
mundo. Según el obispo de Hipona,
la. llegada. de Cristo -o sea, la
Redención- es el punto central. porque, gracias a ella, la Ciudad
de Dios se levanta sobre la dudad terrena; por lo
tanto, el
ob­
jetivo
final en la historia dt!l mundo no será otro más que el triun­
fo de los. bienaventurados. ,
La
Historia es una labor tanto de la Providencia como del
hombre. Solamente
.la idea

de Dios podrá ,darle un
autéptico sen­
tido

a
la vida y el mundo sólo estará bien encauzado cuando se
oriente hacia
la Ciudad de Dios.
Pues bien, al estudiar, con
.cierto detalle,
esa interesante
eta,
pa

de nuestra. historia, etapa que correspondió a
la forja de la
nación mexicana, coincidimos tanto con Carlyle como con San
Agustín. Si Tomás Carlyle nos dice que
la Historia es el producto de
la acción de los héroes, llegaremos a
la conclusión de que México
fue forjado por hombres de talla .excepcional.
Y, si San Agustín nos dice que el concepto de Historia •sólo
encuentra su verdadera explicación en la lucha entre los reinos de
Dios y del mundo, llegaremos a la conclusión de que los héroes
que forjaron a México llevaban, como propósito primordial,
ex,
tender

hasta los más alejados confines
el Reino de Dios cuyos
fundamentos se hallaban en el Evangelio. De todo esto concluimos algo muy importante: nuestro
Mé­
.xícO fue forjado por héroes, pero' no por héroes- comunes y co­
rrientes de los que se encuentran en libros de caballería, en no­
velas de capa
y espada o en películas del Oeste.
Nuestro México fue forjado por
héroes que
también fueron
santos.
Varones de talla excepcional que· -poseídos de un sublime
afán- dejaron atrás patria y familia, cruzaron
el Mar Tenebro­
so, se -adentí:-aron en tierras desconocidas1 -cotiVivieron con seres
rudos y_ salvajes y se dedicaron; en cuerpo y alma,' a comunicarles
la
Feliz Noticia de que ya el Hijo de Dios había redimido nues­
tras culpas:
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NEMESIO RODRIGUEZ LOIS
V aron es de talla excepcional que amaron a las gentes con las
que se iban
encpntrando y que hicieron esfuerzos sobrehumanos
para incorporarlos al mundo occidental
y cristiano.
Una labor ardua, tenaz -pletórica de sacrificios
y de marti­
rios-. Y, al
final, fue

coronada por el
éxito.
Uno

de los fenómenos que más angustian al hombre de nues­
tros
dias es

que, a toda costa, busca modelos dignos de ser imi­
tados.
Esto provoca que la propaganda consumista le presente una
serie de tipos extraños, que manejan el revólver con destreza, que
poseen un gran atractivo físico o que visten elegantemente, a la
moda. Esos son los héroes que se le venden al hombre de hoy. Y al ver que el hombre se cansa, incluso, de esos seres fan­
tásticos que no pueden ser reales, la propaganda consumista llega
aún más lejos, presentando, incluso, a un extraterrestre --el fa­
moso E. T.-, al cual se le adorna con cierta ternura e ingenui­
dad que, por hallarse tan escasas dichas virtudes entre nosotros,
hacen que el público se le entregue por completo.
Hubo un tiempo en que
los: modelos de nuestra juventud fue­
ron héroes que luchaban por causas nobles y santas.
Pero el liberalismo despreció la santidad y exaltó únicamen­
te la destreza
física de

los protagonistas de una gesta; fue así
como nos quedamos con los vaqueros de Oeste, que mataban in­
dios corilo si fuesen moscas o con espías que se jactaban de te­
ner varias amantes~
Total, que se llegó a la aberración de admirar y aplaudir a
tipos cínicos y viciosos a los que todo se les
disculpaba porque
eran diestros y apuestos.
Pero también de ellos se· cansaron las gentes;· quizás esto ex­
plique la predilección por seres pertenecientes a otras galaxias y
que· no
están manchados con nuestras faltas.
Por todo lo anterior, es
qrie consideramos

de justicia el re­
calcar que este México nuestro, y con él
el resto del mundo, so­
lamente lograrán salvarse si hacen que
de su seno surjan héroes
dignos de acometer empresas grandiosas.
Pero no héroes diestros
y apnestos que se queden en me-
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ras hazañas superficiales. Necesitamos héroes de talla excepcional.
Necesitamos
héroes que
sean santos.
Si este
México nuestro,

de nuestros pecados y de nuestra es­
peranza fue forjado gracias a la obra benemérita de héroes que
también fueron santos, lógico será concluir que solamente podrá salvarse cuando acudan en su auxilio héroes
que también estén
poseídos

por el sublime ideal de la santidad.
De lo contrario todo esfuerzo será inútil.
Y será inútil porque esta noble nación guadalupana es mere­
cedora
de la mejor de las suertes. Y si santos héroes la forjaron,
sería un atentado a su vocación el pretender que cualquier
figu­
rín de pacotilla -pudiese redimirla.
Para alcanzar
la salvación de México se requiere de varones
excepcionales, que sepan estar a la altura de aquella intermina­
ble constelación de mártires
y misioneros que un feliz día cruza­
ron

el mar para traernos el Evangelio.
En las páginas siguientes
-'--de un modo somero y sin pre­
tender agotar
el tema-resaltaremos las cualidades más relevan­
tes, así como
la obra principal realizada por varones_ excepcionales,
cuyas hazañas no tienen parangón en la Historia universal.
11. El imperio de los Huichilobos.
A finales del siglo xv el Océano Atlántico se llamaba Mar
Tenebroso, y era considerado como algo misterioso e
impene,
trable. Tras

el horizonte se veía morir el sol día tras día, se oculta­
ban profundos misterios para los europeos de la Edad Media.
Y esos misterios atraían, interesaban y provocaban a los bus­
cadores de aventuras. Pero un denso velo ocultaba celosamente
un mundo nuevo y fantástico que muy pronto saldría a
la luz.
Eran aquellos los años en que el navegante Cristóbal Colón
recorría los caminos de Europa tratando de convencer a los mo­
narcas de que era posible llegar hasta el lejano Oriente nave­
gando hacia Occidente. Eran los años en que los Reyes Católicos,
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NEMESIO RODRJGUEZ · LOIS
don Fernando y doña Isabel; estrechaban el cerco del reino moro
de Granada e intentaban
poner.fin a la Reconquista,
·
Al

respecto. nos
dice·· el

historiador norteamericano
J oseph
Schlarman: «Si

a
Cristóbal.Colón. por

esa época
le-hubiera sido
posible

correr el velo, que
fue. atrancado treinta.

años más tarde,
habría podido mostrar'-a .]a reina .isabel .una escena tan sangrienta,.
tan repugnante y
tan inhumana, como precisamente aquel año de
1487 se desarrollaba en México, que
la soberana se hubiera des­
mayado de espanto» (
1 ).
Muy

lejos de allí -a miles de kilómetros y meses de
nav"'
gación-,

en una ciudad rodeada por lagos
y que por fondo tenla
dos majestuosos volcanes ocurría algo --impresionante.
En el fatídico año de 1487, en Tenochtitlán, el rey Ahuízotl
se disponía a inaugurar un templo gigantesco en
honor.de Huitzlo­
pochtli,

el siuiestro dios de la guerra.
En su construcción habían trabajado durante cuatro años
mi­
llares de indios · esclavos. Y también, durante esos cuatro años,
guerreó Ahuízotl contra
muchos pueblos
vecinos con
ún definido
propósito: capturar-·priSioneros' par.a sacrificarlos en el estreno
del gigantesco santuario.
Y llegó el gran día. El templo se abrió al culto público y los pr1S1oneros captu­
rados -cuyo número excedía de los 68.000- fueron ordenados
en cuatro filas, que comenzaban al pie de las gradas del templo
y seguían,cada una de ellas hacia los cuatro puntos cardinales.
A la cabeza de cada fila había un sacrificadero. Fueron subiendo las víctimas hacia los mataderos. Allí,
cua,
tro

sacerdotes sujetaban al prisionero .por los brazos
y los pies,
otro
le aseguraba la cabeza, y un topiltzin o sacerdote le desear,
gaba

sobre
el pecho un golpe con el cuchillo de pedernal, le sa­
caba el corazón, lo ofrecía al sol; y
~aún palpitante-,. lo

arrojaba
a los pies del implacable Huitzilopochtli.
A continuación se arrojaba el cadáver escaleras abajo
y, allí,
(1) México, tierra de volCanes (traductor;· Carlos ·de María y Cam­
pos), Eclitorial Porrúa, 7.• eclic,, México, 1965, pág. 21.
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FORJADORES DE·MEXICO
la multitud luchaba desesperadamente entre si para lograr cortar
algún
pedazo
y comérselo en el acto, aunque fuese crudo.
La sangre
corrió a
raudales sobre las gradas del templo.
Los
sacerdotes

la
recogían ron jícaras,

untando después las paredes,
los ídolos y sus propios rostros. El hedor que se .extendió por
toda la

ciudad era insoportable.
Cuatto días duró esta· horrenda carnicería.
:Oesde que

el sol
salia hasta
·que el

sol se metía
y,, según doctos historiadores, se
calcula que murieron en tan
tétrica ceremonia
más de 80.000
hombres. Según el historiador Mariano Cuevas, S, J.: «Este fue, sin
duda, el acto más culminante de barbarie, no
·sólo en

la historia
mexicana, sino en :la historia universal»
(2):
Y ese fue sólo el comienzo ya. que, una vez inaugurado el san­
tuario, no había mes en que --con un pretexto o con otro- no
se repitiesen tan dantescas escenas.
Se calcula que más de 20,000 personas perdían la vida anual­
mente en aras del sangriento
dios de
la guerra.
Todo esto propició que Justo Sierra -famoso historiador me­
xicano de tendencias anticlericales- se espantase por tal crueldad
y afirmase horrorizado:
«... Los sacrificados fueron matanzas de pueblos enteros de
cautivos que tiñeron de sangre a
la ciudad y a sus pobladores; de
todo ello se escapaba un vahó hediondo de sangre. Era preciso
que ese delirio religioso terminara; bendita la Cruz o la espada
que marcasen el fin de los ritos sangrientos»
(3 ).
Era un imperio de terror el que existía sobre el pueblo azteca.
Huitzilopochtli
-la deidad caníbal de Tenochtitlán- era in­
saciable, y los humildes habitantes de sus dominios vivían en un
continub · sobresalto esperando que, de un momento . a otro, cayera
sobre ellos el filoso pedernal de los sacrificadores.
· Esa

horrible· deidad que tan espantado y embrutecido tenia al
(2) Historia de la naci6n mexicana, Editorial Porrúa, .3.ª edic., México,
1967, pág, 69.
(:3) Evoluci6n polltica del pueblo mexicano, Universidad Nacional Autó­
noma de México, 2.• edic,, México, 1957; ¡;ág, 44.
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NEMESIO RODRIGUEZ LOIS
pueblo azteca era un dios de aspecto tan horroroso que los espa­
ñoles lo llamaron Huichilobos. Huitzilopochtli representaba al dios del Mal.
Según la leyenda, era hijo de Coatlicue -mujer muy devota
de los ídolos-. Cuando los hijos de esta mujer intentan matarla
para evitar el deshonor que
supon,lría el

nacimiento de un her­
mano de padre desconocido, salió Huitzilopochtli del vientre de su madre, hizo aparecer una serpiente de pino, se arrojó sobre sus
hermanos y los mató. Huichilobos nació matando. El cronista Berna! Díaz del Castillo
llegó_ a

ver dicho ídolo y
dijo, de
él, que

«tenía la
cara y
rostro muy ancho y los ojos dis­
formes y espantables» ( 4 ). Pues bien, ese ídolo sucio, espantoso, cruel
y con olor perma­
nente a sangre humana era el dios principal de los aztecas. La serpiente que se enroscaba sobre su pecho bien podría
re­
prenentar

a la serpiente infernal que tentó a nuestra madre Eva
en el Paraíso Terrenal. Por todo ello, bien pudiera pensarse que los aztecas, al adorar
a Huichilobos, estaban adorando al
·demonio, o

sea, al Mal hecho
autoridad presente entre ellos. Los topiltzin bien pudieron haber elegido otro dios para que
fuese el favorito; por ejemplo, Quetzalcoatl
-el blanco

y bon·
dadoso anciano de la canosa barba-, pero no, los hechiceros
eli­
gieron al sangriento Huitzilopochtli y, ante su repugnante figura, sacrificaron miles de víctimas en medio de ritos bestiales y sa­
tánicos.
San Buenaventura nos dice que «es tanta la crueldad del de­
monio
que nos devoraría a toda hora si la providencia divina no
nos guardase». Y, por su parte, San Agustín afirma que, «si
el diablo por
su iniciativa pudiese algo, no quedaría un hombre sobre la
tierra».
Odio terrible el

que Satán siénte por
el linaje humano, lina­
ie formado

por seres inferiores a él, que están destinados a ocupar
(4) Historia verdadera de la· conquista de la -Nueva España, Fernán·
dez, Editores, S. A., 8.• edk., México, 1972, pág. 199.
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en el Cielo los lugares que un día. los ángeles rebeldes. perdieron
por su soberbia. Corrado Balducci, experto en cuestiones demonol6gicas, sos­
tiene que «Satanás odia terriblemente
a:l género humano, sea por
la voluntad obstinada en el mal, y, por lo mismo, enemiga irrecon­
ciliable de Dios y de todos los que pueden unirse a El con un
amor recíproco; sea porque
el hombre, viviendo en gracia, puede
merecer aquella salvaci6n eterna por él miserablemente perdida; sea, por fin, por la preferencia que Dios demostró por la natura­
leza humana con motivo de la Encarnación»
(5 ).
El demonio odia al hombre por dos razones principales:
a) Por odio a Dios, bajo .cuya imagen y semejanza fuera el
hombre creado.
b) Por envidia, pues sabe que ese débil barro lastrado por la
concupiscencia está destinado a salvatse,
lo cual
Satán y sus án­
geles rebeldes jamás podrán alcanzar.
«Esta posición de privilegio convirtió al hombre en blanco
y
víctima de un odio y envidia implacables, que se desahogan por
un trabajo constante
y tenaz para separarlo de Dios o, al menos,
en todo cuanto pueda acarrearle un daño,
.un sufrimiento»
( 6 ).
Si hubiera que presentar una imagen
fiel de Satán, quizás la
más cercana

a la realidad sea la de un grabado hecho por Gustavo
Doré: presenta un demonio gigantesco mirando a un grupo de
seres humanos no con odio, sino con un sentimiento lastimero
que explica ese odio: Tristeza.
Sí, la tristeza que se siente ante la vista del bien ajeno y que
conocemos como envidia.
Y esa envidia causa el odio con que Satán ve al humano lina­
je que fuera creado a imagen
y semejanza de Dios.
Con estos antecedentes no es, pues, descabellado pensar que
(5) Los endemoniados, hoy (versión española por José Zahonero Viv6),
Editorial Marfil, S. A.; L' edic., Valencia, 1965, pág. 59.
(6) Ibld., pág. 60.
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la foria con que eran tiranizados los· pueblos del Anáhuaé era una
furia de origen satánico, ya que tanto odio, tanta saña contra
gentes
inermes sólo.

puede tener una explicacion metafísica: un
odio que traspasa
las barreras del tiempo y del espacio y que tuvo
su origen en aquel primer pecado, cuando el ángel rebelde excla­
mó con altanería: «¡Non serviam!».
El P. Rafael Ramfrez Torres, S. J., en una obra magnífica,
que
en

forma
poética canta

las gestas y desventuras de nuestro
pueblo, hace hablar a Satán, qujen, con un deje de amargura re­
conoce:
936
«Hubo un tiempo en que fui reverenciado
como supremo dios omnipotente
en cada ciudad, cada poblado,
por la
.. ancha

faz de todo el Continente
con
muy. dh:ersos nombres.

Trono empero
tan firme y absoluto y permanente
por más que recordar mis tronos quiero
nunca jamás en otro suelo tuve
desde que en lo alto fui limpio lucero
y me daban el nombre de querube».
«¡Y
fui Huitzilopochtli! Cómo añora
mi pecho el tiempo aquel de ídolo torvo
en que
.la tribu

humilde nos adora.
No hay
enemigo que

mi culto altere,
ni sentimos el pie · de la Señora
ni del alto Y avé la ira nos hiere» .
. «Huitzilopochtli fui. Melancolía
me causa el recono,erlo. Porque cierto
en todo . .el Continente no, no había
pueblo más dócil a mis leyes. Yerto
de omino~a: t~rror., todos los meses _
me ofrendaba un magnífico concierto
de gemidos de víctimas. Las heces
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FORJADORES DE MEXICO
bebió en mi cáliz de odio ,que envenena
sus gozos, sus dolores y sus preces» (7);
El atribulado pueblo azteca gemía día y noche bajo tan infer­
nal· tiranía y no hallaba la manera cle liberarse de su tétrico des­
tino.
Ese era el· siniestro misterio que el Océano Atlánrico ocultaba
celosamente

a los piadosos ojos de la cristiandad europea de
fi­
nales del medioevo.
· Esa era

la escena tan sangrienta y repugnante que, al decir de
Schlarman, si la reina Isabel la hubiera contemplado «se hubiera
desmayado de espanto,,.
«Los

demás pueblos de Anáhuac tenían también
sus sacrifi­
cios

humanos. Los· tarascos sacrificaban esclavos; las
víctimas de
loS niay8s eran de otdinário ·niños. y caUtívos, a quielles queina­
ban en tin ídolo hueco· que tenía forma de bómbre; los zapotecas
inmolaban hombres a' sus

dioses
y ·mujeres a sus diosas: en uiia
palabra,

estaban las nacionés
y· razas todas. de Anáhuic entrega­
das
"á potestad de las tinieblas", y víctimils de la más es­
pantosa esclavitud, la del demonio, que es carnicería, desolación
e iniquidad.
»Pero Dios, Nuestro Señor, en el tiempo fijado por su mise­
ricordia iba a poner fin a tanias atrocidades, con
un golpe maes­
·ttO de su diestra y qué había de repercutir en todos los tiempos,
como· testimonio de amor prderente para con todos los reinos
del Anáhuac» ( 8 ).
Es curioso pero, antes de seguir adelante, prudente será po­
ner de realce un detalle muy singular. Fray Bernardino de
S.hagún, en sn libro

XI de
su monu­
mental
Historia de lr;s cosas de la Nueva España, nos cuenta
cómo; años antes de
la llegada de los conquistadores españo­
les al Valle
de" Anáhuac,

se,pródujeron en
la Gran TenochtitláiJ.,
, (7) La trilog/t< ,del pueblo mexicano, Editorial Tradición,-1.• edic.,
México,
1977, págs. 275, 289 y 292. .
(8) Bernaidó Bergoend, S. J., La naciónalidád mexicana y la Virgen
de Guadalupe,'
Editorial Jus, 2.• eélic.; México, 1%8, pág. 21. .
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unos sucesos misteriosos que los adivinos calificaron de funes·
tos augurios que ensombrecían
el ánimo de Moctezuma y de
sus cortesanos.
No tiene caso tratar con profundidad este asunto. Lo que sí
conviene resaltar fue que, uno de esos augurios funestos --con­
cretamente
el sexto--consistió en que, en las noches, se oía el
gemido lastimero de una mujer que con llanto desgarrador ex­
clamaba:
«¡Oh, hijos míos, que ha llegado ya vuestra destrucción!
¡Oh, hijos míos! ¿A dónde
os llevaré

para que no os acabéis de
perder?».
Durante la época colonial el llanto de esta mujer siguió es­
cuchándose en las calles y,
expertos en

temas de la época
-<:orno
don

Luis
González Obregón, José

María Marroquí y Artemio
del Valle
Arizpe--hablan de una

misteriosa mujer de hábito
blanco que gemía de un módo desgarrador y que acababa per­ diéndose en las aguas de la laguna. Este inexplicable suceso dio
origen a la famosa leyenda de «La llorona».
Nosotros le damos una interpretación muy personal. ¿Quién era la mujer que con tanto dolor aullaba pocos años
antes de la llegada de los conquistadores españoles?
¿Quién era la mujer que se sentía tan adolorida pocos años
antes de que santos misioneros llegasen portando una cruz?
¿Por qué, en el ardor de sus quejidos, decía que ya
tenía
que

irse? ¿Quiénes eran esos hijos que iban a quedar desam­
parados?
Realmente se nos erizan los cabellos al adentramos en
el
tema e intentar profundizar en el mismo, ya que vemos un fon­
do no sólo de ultratumba sino, incluso, diabólico. ¿No sería el demonio,
el mismísimo demonio quien aullaba
con furia, dolor e impotencia al ver cómo la Cruz Redentora
de Cristo llegaba ya a liberar de sus cadenas al infeliz pueblo
azteca?
Desde luego que ésta es una
. interpretación

muy personal,
pero que conviene medirar. y tener muy en cuenta.
«En el plan armónico de la historia todos
los hechos

tienen
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FORJADORES DE MEXICO
un oculto sentido que después resplandece. Fue necesario el
hundimiento de Grecia y el surgir magnífico del pueblo romano; fue preciso el poderío avasallador de su imperio dando unidad
al mundo y articulando sus partes dislocadas en un solo orga­
nismo jurídico, para que el acontecimiento central de la historia
humana, el advenimiento de Cristo, se produjera en el mundo en
condiciones de centelleante propagación. Los acontecimientos más sublimes generados por
la voluntad de Dios enlazan maravillo­
samente lo divino y lo humano,
el orden natural y la realidad
sobrenatural.
»En América ocurría lo mismo. Están dispuestos ya los
ele­
mentos humanos. Un pueblo en Anáhuac que ignora su destino.
Una raza cristiana que rebosa los mares. Un capitán denodado
con
la espada en la diestra y la Cruz en el pecho. El mundo,
expectante, presiente algo grandioso. El drama empieza, y la
Madre de Dios, la Virgen María, sabe que el momenio solemne
se acerca de ganar para sí
el corazón entero de un pueblo que
es el objeto mismo del drama» (9).
Y fue así como, por especial desigoio de Dios Todopodero­
so, llegó para estos sufridos pueblos del México precortesiano
el ansiado
día de su liberación.
Desde tierras de Oriente, tal y como siglos antes
lo profeti­
zara el bondadoso Quetzalcoatl, llegaron hombres· blancos y bar­
budos dispuestos a implantar toda una era de paz, progreso, dul­
zura y amor.
Como acertadamente nos dice el Padre Bergiiend: «La con­
quista del Imperio Mexicano por un puñado de españoles ofrece
tal cúmulo de circunstancias extraordinarias, que es preciso bus­
car fuera de lo humano la explicación que satisfaga» (10). La conquista de México fue un acontecimiento providencial
que vino a liberar del poder satánico de Huichilobos a multitu­
des de infelices aborígenes.
(9) René Capistrán Garza, La Virgen que fori6 una patria, Editorial
Biblioteca «Hoy•, 1.• edic., México, 1939, pág. 59.
(10) Bernardo
Bergoend, S. J., op. cit.,' pág. 33.
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NEMESIO RODRIGUEZ. LOIS
Era voluntad de Dios que el Mal fuese vencido, que el de.
monio

fuese destetrado y que
la dulce doctrina de NuestrO Se>
ñor · Jesuéristo

arraigase en los corazones del noble pueblo
mee
xicano.
Una de las escenas más impresionantes y significativas de la
conquista · de México es aquella en la cual Cortés -'-armado con
una
barreta
· de hietro-'-subió

al Gran Teocalli, dio un golpe
entre los. ojos del feroz Huitzilopochtli y, en pocos minutos, el
ídolo
demorúaco rodaba

por el suelo hecho
pedai:os.
En

esos momentos se escenificaba un episodio más de
la mul­
tisecular lucha entre el Bien y
el Mal.
El Bien -representado por
la Fe
de Cristo-, cuyo
brai:o
armado en esos
momentos

eta Hernán Cortés y, el Mal -per­
sonificado por

el brutal Huichilobos-, el cual en esos momen­
tos se

arrastraba destrozado
· por

las gradas del templo, al igual
que Luzbel cuando cayó vencido
á los ¡,ies del Arcángel · San
Miguel. Y,
Cortés -de
rodillas-., con lágrimas· de alegría· eri los
ojos

y adorando. un Crucifijo exclamó en
voz alta:
«Infinitas
alábazas te

seari dadas; Dios verdadero, en
los .si­
glos de los siglos, porque has pettnitido que al cabo de ·tantos
añcis que ·e1 demonio; con la abominación· de sus errores, tiraní~
zaba
estas 'incógnitas naciones; asentado en este trono, le haya,
¡iot nuestras indignas y débiles fuerzas, desterrado a los abismos
donde mora» ( 11 ).
A
partir de

ese momenío se cerró un doloroso capítulo de
la historia de nuestra patria y empezó· a forjarse la verdadera
nación · mexicana.
Qué bien encuadran aquí aquellas sonoras frases del ilustre
historiador don Alonso Trueba: «No nos cabe dtida de que el
demonio,
el real y auténtico demonio, había· tomado posesión de
los mexicanos, los había embrutecido y
puesto a· su

servició.
jGlorioso el día en

que apareció
la Cruz y puso en fuga a la
(11) José Vasconcelos, Hernán Cortés, creador ,;le la nacionalidad, Edi­
torial Tradición, J.• edic., México, 1975, págc 85;
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Fundaci\363n Speiro

FORJADORES DE MBXICO
legión satánica] Entonces,. el indio mexicano,. este indio. apaci,
ble y manso, fue rescatado de las garras del Malo y .pudo al fin
tener un día de paz»
(12).
111. . Una .cruzada _ misionera se. pone en .n:iarcha.
Dejemos . que .sea el hi.storiador y periodista José Fuentes
Mares
qui,;,n ne>s .describa

los últimos minutos del imperio az-
. . . . . '.
teca:
«Imposible que los defensores resistieran el turbión de hie­
rro y venganza. Unos luchab¡u1 entre cadáveres recientes o pu­
trefactos; otros caían al agua
y se ah<>gaban, o se. dejaban aho­
gar; mujeres
y piños famélicos se acogían temerosos a la protec­
ción de los téules;
. guerreros
aún firmes en las últimas albarra­
das
y azoteas. Paulatinamente amainaron los ruidos, y· la ciudad
se llenó de silencio como barco
maltre.cho al. posar . en

el fondo
de las
aguas. Los

bergantines. cástellanos navegaban junto a ca­
ne>as indiascon sus

mudos ocupantes. Era
.el fin del mundo. De
un mundo. En México-Tenochtitlán saltaban en pedazos los re­
lojes» ( 13 ). El
m.artes 13 de

agosto
. -,-día en

que la Iglesia Católica
festeja a San Hipólito--, Hernán Cortés entraba triunfante en las ruinas .humeantes de la gran Tenocht.itlán.
La conquista de México puede considerarse como un duelo
entre valientes.

Fue una lucha heroica en
la cual el paganismo
cedió su paso al catolicismo y, en la
c;ual, la antropofagia fue sus­
tituida por el humanismo cristiano. A partir de
entonc~s, bajo
el

pendón de los Reyes
de España, la civilización cristiana im­
primió un sello indeleble
.en el
alma de México.
El mérito mayor de Hernán Cortés fue el haber. liberado a
las razas indígenas del
Anáhllac; las

liberó de
1~ barbarie ca­
níbal
y de la práctica abominable de . los sacrificios humanos ..
(12). Húichilobos, Editorial Jus, 3,• edk, México, 1959, pág .. 42.
(13)
Cortés, el hombre, Editorla!Grijalbo, 1.• edi<., Méxko, 1981,
pág. 219.
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NEMESIO RODRIGUEZ LOIS
Hernán Cortés fue un verdadero libertador a quien la Providen­cia divina supo colocar en los destinos de México en el mo­
mento más oportuno. No obstante lo anterior, Cortés era un hombre de visión y,
por lo tanto, comprendía que para dar al país conquistado una
civilizacilón perdurable era necesario empezar
la obra desde los
cimientos: el gran edificio de la nacionalidad mexicana habría
de asentarse sobre poderosas columnas que -con el paso de los siglos- supiesen dar a obra tan gigantesca una resistencia
so­
brenatural. Por

eso fue que un buen
día el

heroico extremeño le escri­
bió al emperador don Carlos pidiéndole que enviase a México
misioneros de santidad acrisolada. Como atinadamente nos dice Robert Ricard: «Si cabe ha­
cer cargos

a Cortés no será, ciertamente, el de haber sido re­
miso en la evangelización de los indios» ( 14 ). Cortés, como hombre de talento que era, comprendía que
solamente la desinteresada labor de santos misioneros lograría
liberar al país de las prácticas paganas que renacían en cuanto
el
· sol

se ocultaba.
Pero dejemos por un instante a Cortés y a sus bravos ca­
pitanes preocupados por
la reconstrucción material de la anti­
gua ciudad de Tenocbtitlán y crucemos el Atlántico para llegar
hasta el convento de Santa María del Hoyo, en la árida Extre­
madura, en donde -algunos años antes de la conquista- los
frailes están rezando maitines en el coro. Ya terminados los salmos llegó
la hora de las lecciones, y
es entonces cuando un fraile se levanta de su asiento1 se encami­
na al púlpito y empieza a leer -con voz apenas perceptible-­
un fragmento de las profecías de !salas. «Poco a poco iba el fraile levantando la voz al recitar la
lección ságrada, hasta que, llegando a cierto pasaje, en que pa­
reció· deleitarse singularmente, como saliendo fuera de sí y lleno
(14) La éon,¡uista espiritual de México .(traductor: Angel María Ga­
ribay), edición conjunta de Editorial Jus y Polis, l." edic., México, 1947,
pág. 81.
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FORJADORES DE MEXICO
de júbilo, se interrumpió, exclamando: 'jLoado sea Jesucristo,
loado sea Jesucristo, loado sea Jesucristo!'».
«A estas
palabras, .proferidas casi
.a gritos, creyendo los de­
más religiosos que el lector se volvía loco, le tomaron
del púl­
pito, le llevaron a una celda, y enclavando la ventana y cerrando
la puerta por defuera, se dirigieron al coro a terminar los mai­
tines.
» Viéndose así encerrado, determinó aguardar pacientemente
a que se cerciorasen que no lo merecía y, entre tanto, puesto de
rodillas oraba con fervor, exclamando a veces: jÜh! ¿ Y cuándo
será esto? ¿Cuándo se cumplirá esta profecía? ¿No
sería yo
dig­
no de ver este convertimiento, pues ya estamos en la tarde y
fin de nuestros días, y en
la última edad del mundo?».
»El hombre a quien sucedía tan extraña aventura era, nada
menos que el futuro superior de la colonia franciscana, destina­
da a plantar el estandarte del cristianismo en estas regiones: era
el venerable P.
Martín de

Valencia» (15).
Fray Martío de Valencia, un austero fraile franciscano, ha­
bía tenido una visión premonitoria: había visto una gran muche­ dumbre
pe infieles

que se convertían a la Fe y que venían en
tropel a recibir el Bautismo. El santo varón pidió a Dios que dicha visión se
la dejase
ver con los ojos del cuerpo.
Esta escena tuvo lugar años antes de que Cortés sometiera al
indómito Cuauhtemoc, cuando el furor de Huichilobos se halla­ ba en su apogeo
y, cuando, al caer la noche, un llanto lastimero
anunciaba el fin de una época.
Como algo premonitorio, un santo varón que toda su vida
había transcurrido dentro de los muros de un convento y que se
había sometido a toda clase de penitencias, veía a futuro un país
exótico y distante en donde
millones de seres que

eran también
hijos de Dios, pedían a gritos
las aguas

regeneradoras del Bau­
tismo.
(15) Manuel Ranifrez Aparicio, Los ·conventos suprimidos en México,
Editorial Cosmos, l." edic., México, 1975, págs. 118 y 119.
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NBMESIO .ROD.RJGUEZ.LQIS
. No habíaJa menor dµcla, el sig\Q qµe se es¡aba iniciando in·
dicaba claramente
qµe. e) .. mun¡lo se hallaba

en víspera
de gran·
des acontecimientos.
Por. eso

fue
,qµe, con
sobrada razón, el
historiador Francis­
co
López de

Gómara le habla escrito
,µ_ emperador don Carlos
una
caria en la i:ua. le asegµraba .que «la mayor cosa después de
la creación del mundo, sacaodo la encarnación y muerte del que
lo creó». era el descubrimiento ele Indiás. Y tenia razón López de Gómara, puesto que
el linaje hu·
mano había sido ya
redimido por

Cristo, la grao culpa había
sido perdonada,; lo único que faltaba era da.r a conocer tao
bue­
na

noticia al resto de la humanidad que aún soportaba sobre
sus hombros el yugo satánico. Para entender mejor esta cuestión preciso
. será

remontarse
al
principio de

los tiempos y recordar elementos básicos de
la
Historia de la Salvación.
- Dios creó al mundo
e hizo al hombre a su imagen y
semejanza, destinándolo
· a

ocupar
el lugar que los ángeles ma·
los
-por soberbia- habían
· perdido
en el Cielo.
- Al ver el glorioso destino que le esperaba al linaje hu·
mano,
Satán -nombre

que viene del hebreo «Hassatán», que
significa «El Adversario»- se propone perder al hombre, lo
tienta, la primera. pareja peca y, con su culpa,
maocba a

todos
sus descendientes.
-
Satán ha

triunfado, pero el Dios Todopoderoso se com·
padece de la humanidad y le promete que, en un lejano día, le
enviará un Redentor que lave tan grande culpa.
~ Pasan los siglos, diferentes civilizaciones se suceden a lo
largo de la historia y Dios. Omnipotente va preparando la veni· da del Unigénito que lavará las culpas de la humaoidad.
- Jesucristo, el
Mesias anhelado

nace en Belén de Judá.
Predica por toda Palestina una nueva doctrina destinada a en·
cauzar a la humanidad
por la senda del Bien.
-:-El

siguiente acto. en
la historia d~ la humanidad es la
muerte de Cristo en la Cruz. El linaje humano ha sido redimido.
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INFORJ.!ACION BIBLIOGRAFICA
La deuda contraída por Adán y Eva ha .sido saklada de manera
sobreabundan te,
-Pero

ocurre que la gran mayoría de los pueblos no saben
que el Redentor ya naci6 y que
la gran falta ha sido perdonada.
Por eso es que los Ap6stoles se dispersan por el mundo anun­
ciando por doquier tan Feliz Noticia y tratando de llevar a to­
dos los hombres los copiosos frutos
de la Redenci6n. Esto hace
que los doce Ap6stoles se conviertan en los primeros misio­
neros.
Y llegamos así a fines del siglo xv, cuando el Evangelio de
Cristo ya había sido predicado en el mundo hasta entonces co­
nocido. Pero el mundo estaba incompleto y ocurre que un 12 de
octubre de 1492 el navegante genovés Crist6bal Gol6n encuen­
tra todo un continente que estaba oculto entre las tinieblas de
la idolatría y que a gritos pedía que alguien le llevara la Buena
Nueva de que Cristo había venido ya a pagar la gran culpa. Con todo esto estamos ya en condiciones de comprender la
gran verdad de lo afirmado por
L6pez de

G6mara en el sentido
de que
«la mayor cosa después de la creaci6n del mundo, sacan­
do
la encarnaci6n y muerte del que lo cre6, es el descubrimien­
to de Indias». A partir de ese mometo la Iglesia Cat6lica emprende
la labor
misionera más grande de su historia: son millones los seres que
no conocen a Cristo y hasta ellos habrá que llevar la luz de la Fe.
Refiriéndose a esos millones de seres, L6pez de G6mara nos
dice lo siguiente:
« Y como no conocen al verdadero Dios y
Señor, están en grandísimo pecado de idolatría, sacrificios de
hombres vivos, comida de carne hu.mafia, conversación con el
diablo; sodomía, muchedumbre de mujeres y otros así» (16).
Por eso fue que Dios dispuso que una gran naci6n, Espa­
ña -que se forj6 dentro de los fragores de una
Cruzada~,
(1(,) Historia general, de las- indias, Editorial Ibérica, l.ª edic., Barce­
lona, 1965, tomo I, pág. 5.
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NBMESIO RODRIGUEZ LOIS
fuese -el instrumento -providencial que ayudaría a la Iglesia den­
tro de la epopeya misionera más grandiosa de todos los tiempos.
Durante cerca
de ocho

siglos
y después de recias luchas con­
tra los hijos del
Islam; el

pueblo español salió fortalecido; es­
taba ya en condiciones
'de -extenderse

por todo un Nuevo Mun­
do, de dar la vuelta
al orbe

y de proclamar a los cuatro puntos
cardinales que la
hurttanidad ya

había sido redimida, que Cristo
era el Hijo de Dios vivo y que el humano linaje sólo podrá en­
contrar
la salvación si accede a transformarse en un hijo fiel
de la Iglesia Católica.
Ese gran hispanista que fue don Ramiro de Maeztu comen­
ta, con emotiVas frases, la misión providencial que España rea­
liza en aquel siglo XVI, en que un mundo nuevo y exótico apare­
cía más allá del Mar Tenebroso:
«Toda España

es
_ misionera
en el siglo xvr... Lo mismo
los reyes, que los
-prelados,

que los soldados, todos los
españo,
les

del siglo
XVI parecen misioneros ... La España del siglo XVI
concibe la religión como un combate, en que la victoria depende de su esfuerzo» ( 17).
Por todo lo anterior consideramos que
la visión que presen­
ciara Fray Martín de Valencia tiene un gran significado: era un
anticipo de la gran empresa que a España le aguardaba en esta
orilla del Atlántico.
El caso
es que

el emperador don Carlos envía misioneros a
tierras de la Nueva España y, el día 13 de mayo de 1524, en
San Juan de Ulúa
-(Veracruz),

desembacaron doce frailes fran­
ciscanos, pequeña
conmni?3d que

viene_ presidida precisamente
por el austero y piadoso Fray Martín de Valencia.
Los nombres de estos doce primeros misioneros deberían de
estar inscritos
con letras de

oro en la Historia de
la Iglesia en
México, no

obstante la mayoría· de las gentes
los ignoran.
Estos
(17) Defensa de -'9 Hispanidad, Editorial Pobkt, J.• edic., Bi,~os
Aires, 1952, pág. 117.
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FORJADORES DE MEXICO
varones que un feliz día . llegaron a tierras mexicanas eran los
siguientes:
-Fray

Martín de Valencia.
-Fray

Francisco de Soto.
-Fray

Martín de Jesús o
de La Coruña.
-Fray

Juan Suárez.
-Fray

Antonio de la Ciudad Rodrigo.
-Fray

Toribio de Benavente.
-Fray

García de Cisneros.
-Fray

Luis de Fuensalida.
-Fray

Juan. de Ribas.
-Fray

Francisco Jiménez.
-Fray

Andrés de Córdoba (lego).
-Fray

Juan de Palos (lego).
Estos piadosos varones, abandonando
la paz conventual · de
que
disfrutaban en
España, se

decidieron un buen día a cruzar
el Atlántico y a internarse en tierras ignotas, mágicas y. miste­
riosas.
Atrás lo dejaban todo: sus ancianos padres, sus buenos ami­
gos, la patria querida y los gratos recuerdos de un pasado que
jamás habría de volver.
En cambio, el porvenir se les presentaba incierto.
Hernán Cortés, al enterarse de su llegada,
hizo llamar

a los
caciques y principales de las mayores poblaciones de México y, acompañado por ellos, salió al encuentro de los misioneros.
Al hallarse frente a ellos, el indomable conquistador de la
gran Tenochritlán se apeó del caballo, puso
las rodillas en tie­
rra

y, de uno en uno, fue besando a todos las
marios. Inmediata­
mente

siguieron su ejemplo Pedro de Alvarado y los demás capi­
tanes y caballeros españoles.
Los indios no daban crédito a
lo que veían sus asombrados
ojos. No podían comprender cómo los poderosos blancos
-9ue
habían

logrado subyugar a los feroces
azteca8-' se humillaban
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NEMESIO RODRIGUEZ LOIS
un insignificante gtupo de hombres desarmados que, por su hu­
milde atuendo, semejaban unos mendigos.
¿ Qué extraños poderes poseían tan extraños e insignificantes
personajes?
Los indios -llenos de temor y sin comprender la
actitud de Cortés-
imitaron el

ejemplo de los conquistadores
procediendo a besar los hábitos
y las manos de los frailes.
Hernán Cortés
-el recio

capitán que
ganara innumerables
batallas
y que le diera al emperador don Carlos más dominios
que los que el monarca heredara de sus augustos abuelos- de­
mostraba con su ejemplo cómo lo espiritual predomina sobre
lo material. Esta actitud de don Hernando la comenta Salvador de Ma­
da,iaga del

siguiente modo:
«Esta escena fue la primera piedra espiritual de la Iglesia
católica en México ... Era, además, un acto en que el conquis·
tador, hombre de fuerza, ponía su fuerza a los pies del espíritu.
Hermosa escena para poner al lado de aquella otra en que Cor­
tés, saltando 'sobrenaturalmente' con
la barra de hierro en la
mano, se alzó para atacar el rostro repugnante
del dios de la
sangre, como actos dramáticos tallados en la roca viva de
la his­
toria con las líneas claras
y vigorosas de un carácter creador.
Esta ascensión
y esta humillación son los dos momentos más in­
tensos de
la vida de Cortés» ( 6 ).
Los doce misioneros entraron en
la ciudad de México el 17
de junio de 1524 y, a partir de esa fecha, iniciaron una incan­ sable labor tendente a propagar la Fe de Cristo
y la civilización
humanística de la Europa del siglo
XVI.
Mariano Cuevas, S. J., al referirse a estos doce frailes lo
hace en los siguientes términos: «Este grupo de hombres, ver­ daderamente .espirituales, serán siempre considerados como los
padres de la Iglesia mexicana
y constituirán siempre una verda­
dera gloria de la Iglesia
y de España. Con ellos, sencillamente,
vino
la civilización y desde entonces hay un México civilizado,
(18) Hernán Cortés, Editorial Sudamericana, 9.ª edic., Buenos Aires,
1973, págs, 578 y 579.
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Fundaci\363n Speiro

FORJADORES DE MEXICO
formado por cuantos han vivido de los principios de la fe y de­
voción que nos trajeron» ( 19). Era tal la pobreza en que vivían estos doce franciscanos que
los indios, al verlos, pronunciaban mucban veces
la palabra «mo­
tolinia». Esto llamó la atención de Fray Toribio de Benavente,
quien preguntó a un español qué queria decir aquel vocablo tan
repetido.
Le respondió su paisano:
- Padre, «motolinia» quiere decir «pobre».
- Este es el primer vocablo que sé de esta lengua
- Fray

Toribio- y para que no se me olvide, éste será de aquí en
adelante
mi nombre.
El insigne Motolinia nos daba de esta manera un fuerte tes·
timonio de su franciscano amor a la hermana pobreza. Este santo misionero
--{l lo largo de su apostolado- bautizó a más
de 400.000 personas y a
él se debe, en parte, la fundación de la
ciudad de Puebla, fundación que tuvo lugar
el 16 de abril de
1531. Los misioneros se dedicaron a aprender las lenguas indí­
genas, lo cual constituyó una «obra de romanos», ya que, se­
gún Orozco y Berra, en lo que hoy es la República Mexicana
existían más de 180 lenguas diferentes.
Para lograr esto, los misioneros tuvieron que s_ufrir nume­
rosos contratiempos; pero en cuanto lo consiguieron su labor
evangelizadora se multiplicó, dando frutos copiosos al cabo de
unos años.
Como dato interesante diremos que los primeros religiosos
en dominar la lengua nahuatl fueron Fray Luis de Fuensalida y
Fray Francisco Jiménez, debiéndose a este último la composi­
. ción

de una gramática que fue
de gran utilidad a los misioneros.
En medio de aquella babel, los misioneros se vieron en la
necesidad de buscar una lengua auxiliar y, para ello, se sirvie­
ron del nahuatl, lengua que era dominante en casi todas las re­
giones. del pais, puesto que
los indios sometidos a la domina-
(19) Historia de la Iglesia en México, Editorial Patria, 5.~ eclic.,
México, 1946, tomo I, pág. 181.
949
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NEMESIO RODRIGUEZ LOIS
ción azteca -en resumidas cuentas la mayoría de la pobla­
ción- tenían por lengua el nahuatl o por lo menos eran bi­
lingües. Con tal
. ardor

trabajaron los misioneros para difundir esta
lengua que, en 1584
--desde Zacatecas

hasta Nicaragua-, po­
ros eran

los indios que no la conocían.
Los doce franciscanos fueron los fundadores de la familia
indígena en México, ya que contribuyeron a desterrar
la poli­
gamia y a establecer el matrimonio católico entre los nuevos
miembros de la Iglesia. A partir de entonces, esa sagrada institución que es la fa­
milia cristiana, arraigó profundamente en
nu.estra patria y hoy
en día constituye uno de los pilares más firmes sobre los que
se
asienta nuestra sociedad.
Otro dato interesante digno de recordar es que el primer
matrimonio se celebró en Texcoco, en el año de 1526.
Hace veintiséis siglos el pensador chino Kuan-Tsú decía: «Si
das pescado a un hombre, se alimentará una vez; si le enseñas
a pescar, se alimentará toda la. vida».
Aquellos pioneros de la evangelización comprendieron la ve­
racidad de esta máxima oriental y, por ello, fue que se dedica­
ron a instruir debidamente a los indios. Comprendían que no basta con predicar la dignidad del tra­
bajo manual sino que es preciso
dar un paso más y ensefiar
también el modo de trabajar para poder ganarse honestamente
la vida; el indio que nada sabe, nada hace; por eso es que los
fraiJ.~s les enseñaron a ser herreros, carpinteros, albañiles, sas­
tres,_ zapateros, etc.
Hablar con detalle de la ingente labor de estos santos fun­
dadores de la Iglesia mexicana abarcaría una extensi6n digna de rebasar el propósito de este trabajo; por ello es
.que abreviamos
cit.ando

a don Alfonso Trueba, quien nos dice que «la pureza
de vida de
. los

primeros evangelizadores fue una predicación
viva y suplió la falta de milagros que hubo en la primitiva Iglesia.
»Los indios veían a los religiosos andar descalzos, con
há-
950
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FORJ_ADORES DE MEXICO
büps .de grueso __ sayal, cortos y rotos, dormir .. sobre un :¡,etáte
-con
un

palo o manojo. de bierbas secas por
cabe1;,:.ra, :.cubiertos
sólo

con sus mantillos viejos. Su comida era
tortilla_ de
maíz
Y
cbile, capulines o tunas. Sus casas, humildes y bajas. La: pobre­
za y estrechura en que vivían eran tan grandes, 'que _San Fran­
cisco
que viniera
de nuevo al mundo no les hiciera ventaja'.
»Admiraban los
indios en

los frailes el menosprecio de sí
mistnos,
la mansedumbre y la humildad; -su inviolable hon!'Sti­
dad

no sólo en obras sino en
la vista y en palabras; el desprecio
del oro
y de todas.las cosas del mundo, la paz, el amor y la éa­
ridad entre sí y con todos.
» Veían, además," cómo trabajaban sin descanso . por enseñar­
les
i fueron testigos 'de _los_,denuestos;_ illÍ\Jrias y molestias que
sufrieron de los
qu.e ,un tiempo gobernaro)'.i el

reino,
y de la mu­
cha paciencia

con
-que lo

llevaban.
»El
trato que .los nawrales recibieron

_de los frailes fue siem­
pre amoroso.
Si- algunas cnlpas venían á sil noticia, procuraban
reprenderlos en secreto,
y en especial a los principales porque
la gente común no ·les perdiese el respeto y los mviese en poco.
»Por todas estas razones los indios cobraron entrañable amor
a los misioneros»
(20).
Por todo lo anterior, ni duda cabe que el gran edificio de
la nacionalidad mexicana fue obra exclusiva de la Iglesia Ca­
tólica
y de la España tradicional; sin embargo, para poder cons­
truirlo fue necesario cimentado sobre bases sólidas; Doce pode­
rosas columnas, los doce primeros frailes. Robert Ricard tiene razón
cuando afirma

que
« solamente con
la llegada de los primeros misioneros franciscanos en 1524 co· menzó la evangelización metódica de
la Nueva España» (21).
Y para mayor abundamiento diremos que tan excelsa labor
ha merecido el reconocimiento incluso de historiadores anticle­
ricales y de tendencias prosocialistas como don Jesús Romero
(20) Doce antorchas, Editorial Jus, 3.• edic., México, 1975, págs. 42
y43.
(21) Robert Ricard, op. cit., pág. 79.
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NEMESIO RODRIGUEZ LOIS
Flores ----- sonalidad deslumbrante
.de estos

apóstoles no tiene más remedio
que reconocer lo siguiente: «Necesitaríamos llenar centenares de páginas para relatar la
obra meritoria

de las órdenes monásticas en el primer siglo de
la colonia, en México, cuando hombres de
espíritu abnegado
supieron

llevar hasta el corazón de las más intrincadas serranías
una palabra de aliento a la raza oprimida por el encomendero;
los que escribían gramáticas
y vocabularios en los idiomas in­
dígenas, reduciendo a reglas filológicas nuestros más humildes dialectos; los que fundaban colegios
y enseñaban en ellos las
lenguas de Homero
y de Virgilio, la filosofía y la retórica a los
hijos de los caciques indios; en una palabra, los que midieron
con sus

sandalias desde Guatemala hasta las Californias
y se des­
mayaban en
el camino de hambre y de cansancio» (22).
Ellos pusieron las bases o sea las doce columnas que son
el
sostén de nuestra civilización occidental y cristiana en tierras
de

México. Después vendría toda una pléyade de apóstoles que seguirían
adelante con la obra evangelizadora hasta integrar
el México
católico que hoy conocemos. Pero de ese tema nos ocuparemos más adelante.
(Continuará en el próximo número)
(22) México, historia de una gran ciudad, Ediciones Morelos, l.ª edi­
ción, México, 1953, pág. 101.
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