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Número 217-218

Serie XXII

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Mário Saraiva: Outra democracia. Uma alternativa nacional

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sido, quizá, superados en otra época. Su adhesión moral y reli­
giosa oscila entre
el ateismo materialista, el panteismo y el deísmo
agnóstico. Díaz Arauja señala también la relación entre las ideas
enciclopedistas y
el comunismo actual. Los soviéticos -dice-­
que, «a nuestro entender, son los herederos más conscientes de
este legado sistemático-destructivo, han hecho siempre
el elogio
de las premisas "burguesas"». Engels, en las primeras páginas de su
Anti-Dfihring, habla con elogio de los hombres que en Fran­
cia «ilustraron las cabezas para la revolución que habla de desen­
cadenarse».
Se cierra el libro con un agudo artículo del propio Patricio
R. Randle sobre la herencia que la Enciclopedia dejó en los sis­
temas de enseñanza. El prurito de «instruir» bajo el postulado
de que «es posible aprenderlo todo», ha desterrado de nuestra enseñanza las costumbres,
la prudencia, la experiencia, la fe misma:
la posibilidad, en fin, de que los discentes formen un criterio
en vez de un almacenaje ae conocimientos supuestamente «neu­
trales» y «objetivos». El
XVIII -se ha dicho- fue el siglo verdaderamente amo­
tinado contra Dios; lo posterior no ha sido sino sus consecuen­
cias. Hoy tocamos quizá las últimas, en esto que Camus llamó «la
revolución del siglo xx». No distintas ni peores en su impiedad,
sino simplemente operándose sobre un mundo en que ya no que­
dan ni la
fe, ni las costumbres, ni la familia vigorosa, ni la Igle­
sia disciplinada, qne fueron hace dos siglos antemurales para que
la revolución quedara localizada en minorías «ilustradas» y en
medios ciudadanos. Libro
éste armónico

y profundo, de cuya sosegada lectuta pue­
de extraerse una luminosa visión de la historia moderna y del
proceso espiritual en que
todavía estamos

insertos.
RAFAEL GAMBRA
Mário Saraiva: OUTRA DEMOCRACIA. UMA ALTERNATIVA
~ NACIONAL(*)
ANALISIS DE LA DEMOCRACIA SEGUN EL PENSAMmNTO DE MAURRAS
Hace algunos años, seis concretamente, en uno de los libros
más lúcidos escritos en aquel entonces explicando la génesis, de­
sarrollo y culminación de la revolúción en Portugal el
día 25 de
(·) Rei dos Livros, Lisboa, 1983, 126 págs.
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abril de 1974, fecha en la que según un autor liberal se produjo
«el fin histórico de Portugal» ( 1 ), su autor, casi al finalizar
la
obra, indicaba que «se perdió el país, pero se salvó (o se restauró)
la democracia» (2). Con toda razón hacía tal aserto, porque
la democracia mo­
derna, como
la histori.i demuestra cuando surge el conflicto entre
ella y
la Patria, es incompatible .con toda idea nacional. ¡Húndase
la Patria! Pero ¡que no se toque la .democracia!
La democracia es, así, intangible; una idea casi religiosa, como
acertadamente señaló Maurras, prácticamente con las mismas ca­
racterísticas que tiene la religión para ser creida, profesada y aca­ tada, si bien secularizadas y en la que las razones de la Revelación
han sido sustituidas por los caprichos de la
voluntad.
Intangibilidad

de
la democracia que advirtió el mismo Maurras
en Francia, al indicar que por ello se hablaba de «Francia
sí ... », de
«Francia
pero ... », de «Francia a condición de ... », proposiciones
que condicionan la aceptación y la defensa de la realidad de
la
nación a que ésta sea adjetivada por la diosa democracia, hasta
llegar a ser ésta el sustantivo al qu~ la nación, cada nación, ad­
jetiva.
Y lo que Maurras advirtió en Francia vemos que ha ocurrido
y ocurre en otros lugares, Portugal entre ellos, donde el éofasis
se coloca en la defensa y el bien, no de la patria sin más, sino de
la patria democrática, del Estado democrático. Por consiguiente,
la democracia por encima de todo, la .democracia ante todo y sobre todo, es la nueva mitología en coyos altares son sacrificadas a
los nuevos dioses las realidades nacionales. Hoy, nueve años después del 25 de abril y seis desde que
Jaime Nogueira Pinto subrayase la salvación de la democracia en su patria a costa de Portugal, Mário Saraiva plantea
la coes­
tión de la forma de gobierno y de Estado en Portugal en su misma
raíz, para intentar abandonar el callejón sin salida en que se en­
cuentra Portugal, que le imposibilita realizar una autéotica polí­
tica nacional. El t!tulo de
otra democracia y el subtítulo de una
altenativa nacional,
dan idea del contenido y de la propuesta del
autor.
Saraiva realiza un análisis crítico de la realidad del sistema
(1) Amorim de Carvaih.o: O fim bist6rico de Portugal, Prometeu, Porto,
1976. (2) Jaime Nogueira Pinto: Portugal, os anos do fim, tomo II: De
Goa

ao
Largo do Carmo, Sociedade
de
Public~&es economía e

Finanzas,
Lisboa. 1976,
pág. 267. Véase recensión en Verbo, núm. 163-164, marzo­
abril

de 1978, págs. 500-507.
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democrático actual portugués y propone una solución al mismo.
Nada hay que objetar a la crítica al sistema, pnes, como veremos, consiste en parte de
la crítica que ha realizado a la democracia
el pensamiento tradicional y contrarrevolucionario europeo.
En efecto,
.toda la

crítica gira en torno al régimen de los par­
tidos políticos al que se
ha ligado la democracia. El sufragio ge­
neral inorgánico que lo acompaña es absurdo y nocivo, puesto que
la masa popular, en su gran mayoría, no posee suficiente pre­
paración cultural para pronunciarse sobre las materias sumamente importantes y decisivas sobre las que, implícitamente, se les pide
que se manifiesten
c;uando emiten

su voto
(pág. 20),
careciendo
del conocimiento suficiente de los problemas políticos que pueda legitimar su opción de voto (pág. 20 ). Así, se da el disparate
de que se conceda el mismo valor al sabio que al ignorante, al
inteligente que al idiota (pág. 21 ), sin que el pretendido equiva­
lente nivel personal de cultura pueda lograrse más que mediante
una nivelación
por aba¡o, lo que implicaría la desaparición de las
élites, de los más capaces, y, con ello, todo progreso posible y
real (pág. 24 ).
Los partidos políricos constituyen una oligarquía de los jefes
de los mismos (pág. 29), situándose lejos del poder popular de
base sin el cual no es posible concebir un verdadero poder demo­
crático (pág. 29 ), y
sin que el hecho de votar a los partidos pueda
indicar otra cosa más que esa es la única opción, no constituyendo
en modo alguno una especie de refrendo del partidismo (pág. 30 ).
Por otra parte, los partidos políticos son extranjeros, y no
reptesentan ningún interés político de la nación, pues tienen gran­
des ligaduras y dependencias con los principales partidos y aso­
ciaciones internacionales (pág. 30 ). Así, las internacionales co­
muriista, socialista, social-.d.emócrata y demócrata-cristiana, por lo
que cabe preguntarse si no funcionan como representaciones ex­
trajeras en el propio país y no como poderes políticos populares
nacionales (pág.
31 ). ·
Los

partidos políticos, además, son la negación del país real
(pág. 29), po(prescindir de los verdaderos intereses, de los inte­
reses reales de la nación: agrícolas, industriales, comerciales, ru­
rales, culturales, locales, religiosos ... (pág. 32), que se encuentran excluidos de la representación nacional, la cual se confía a inte­
reses ideológicos que ignoran o combaten aquéllos. De ahí que
el pluralismo político partitocrático se sustituya en lugar del plu­
ralismo social de la nación (pág. 33 ).
Junto a ello
señala que

la partitocracia genera males endémi­
cos como la inestabilidad en el gobierno, pérdida de autoridad,
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agitación social, ruina económica y financiera del Estado (pági­
na 44 ). Al tiempo que la lucha entre los partidos, que es la acti­
vidad normal de
la vida parlamentaria y sin la cual el régimen
de los partidos no tiene sentido, debilita a los gobiernos. Mal que se agrava cuando se impone
la dictadura de un partido que
vence a los otros (pág. 47). Y males que la institución monár­ quica, la realeza, es insuficiente para impedir en el régimen par­
titocrático (pág. 49). Y como culminación, la cooperación al bien
común es inexistente, siendo sustituida por la lucha de los par­
tidos entre sí (pág. 50).
La desaparición del pluralismo social abogado por el pluralis­
mo político, que anula al país real, se ve claramente en el sindi­
calismo, tal como lo muestra Saraiva. El sindicalismo se encuentra
dominado por los partidos políticos a cuyas ideologías están ads­
critos los sindicatos, . dependiendo en su funcionamiento y .rei­
vindicaciones de aquéllos. Así, los. intereses sindicales reales y
no ideológicos, son manejados por las ideologías de los partidos
(págs. 68
y sigs.), por lo que según el autor, no existe hoy autén­
tico sindicalismo (pág. 7 4 ), de tal modo que «un sindicalismo sin
representación en el Parlamento, donde la tienen los partidos
políticos, es un sindicalismo abortado, estafado y ofendido» (pá­
gina 76).
En cuanto a un Parlamento partitocrático, por ideológico, es
incapaz para tratar los intereses reales nacionales, pues todás las
cuestiones acaban por tomar aspectos ideológicos (pág. 115 ). Señala tarobién el autor los males del principio electivo, indi­
cando cómo un Presidente elegido nunca podrá ser considerado
como el Presidente de todos, así como la
. transitoriedad

de su
jefatura, frente a
lo cual señala el autor los beneficios de la ins­
titución hereditaria, a quien, por otra parte, se vinculan las Fuer­
zas Armadas, la Diplomacia y la Justicia, que de ese modo podrán
ser auténticamente nacionales
y no dependientes del partido en
el poder (págs. 107
y sigs.).
El autor apoya su análisis no sólo en la realidad portuguesa
actual, sino en los sucesos históricos anteriores. Desde las demo­
cracias que no permiten las libertades políticas, como la Revolu­
ción francesa
y las democracias populares (pág. 15), hasta la in­
gobernabilidad de las sucesivas expetiencias democráticas con la
Primera República portuguesa, con cuarenta gobierrios en die­
ciséis años; la Tercera República francesa, con cuarenta y un
gobiernos; la Segunda República española; la actual República
italiana
y la actual República portuguesa (págs. 34 y sigs.).
En cuanto a la alternativa que propone Mário Saraiva a la
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partitocracia, señala que son los intereses reales los que han de tenerse en cuenta, frente a los ideológicos; el pluralismo social
-frente al· pluralismo político. La sociedad se compone de múlti-
ples sociedades, que tienen inter~es concretos, re;pecto a los
cuales los hombres que las componen tienen la suficiente com­
petencia y conocimiento directo. No se trata de participar los
hombres falsamente como masa en el Parlamento respecto a la
Res publica, sino como pueblo en las múltiples res publicas (pá­
gina 22).
Así, «el círculo común del voto deberá ser sustituido por
círculos diferenciados establecidos en equilibrio por las afinidades regionales, profesionales o de orden espiritual de los votantes»
(pág. 26).
El autor señala que el verdadero pluralismo es social y se
efectúa en los múltiples y variados cuerpos intermedios que com­
ponen la sociedad. Ahí debe verificarse la participación del pueblo,
al tiempo que la
representación nacional

ha de ser una represen­
tación social basada en la realidad de los órganos que la consti­
tuyen (pág. 96 ).
Hasta
ahí, a grandes rasgos, la crítica y la propuesta de Mário
Saraíva. Sin embargo, aun reéonociendo en todo lo expuesto la
concordancia con el pensamiento tradicional y contrarrevolucio­
nario; es preciso señalar algunos aspectos que consideramos im­
portantes y que no concuerdan con él. La obra de Saravia pretende demostrar que existe
otra de­
mocracia, que es la que constituye la alternativa nacional que
propone. Con ello se verifica, cuando menos, una confusión. El
utilizar la misma palabra
--democracia-para designar realida­
des no sólo diferentes sino antagónicas.
El autor señala que el antagonismo se da entre la partitocra­
cia y la democracia, pues considera una idea err.Qnea creer que
la democracia es inseparable del juego de los partigos, afirmando
que esa idea errónea está en flagrante contradicción con la esen­
cia de la democracia (pág. 17), añadiendo que hay
otros modelos
de

democracia (pág. 18). Pero lo cierto es que, salvo las democracias populares que son
auténticas tiranías oligárquicas constituidas
por la

nueva clase
y la nomenclatura, no hay más realidad democrática que la
de­
mocracia moderna,
lo que, por otra parte, el autor ha recogido
al señalar
las experiencias
anteriores de las repúblicas portuguesa,
francesa, española e italiana. Por ello, designar con la palabra
democracia a lo que el autor propone como
alternativa que

susti-
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tuya a la democracia portuguesa, es uo error. Incluso auoque se
la quiera adjetivar como democracia participada (pág.
H 7).
La

democracia no se organiza, como Maurras había señalado,
porque democratizar sigoifica igualar y organizar diferenciar. Por
ello, la democracia introduce la desorganización, el desorden. El
régimen que el autor propone podrá denominarse tradicional, fe­
derativo, social, corporativo, aristocrático, etc., pero nunca de­
mocrático. De ahí que no pueda hablarse con propiedad de otra
democracia.
Pensamos que desde la Revolución francesa no cabe hablar
de otra democracia
que no
sea
la democracia moderna -salvo
referencias históricas a épocas anteriores-, con sufragio general
inorgánico, con partidos políticos y con ausencia de representa­
ción corporativa de intereses. No hay más democracia que esa, tal es la realidad de los hechos. Por ello, no cabe valerse de la
mitología que hoy encierra la palabra democracia si se pretende establecer con efectividad uo régimen que es opuesto a ella.
Como decía Maurras, hay que suprimir la palabra democracia del
diccionario, y sus enemigos no deben emplearla nuoca. Por otra. parte, Mário Saraiva se esfuerza en señalar que el
régimen partitocrático no es democrático, porque no tiene en
cuenta lps intereses nacionales, porque prescinde de los represen­
tantes legítimos del país, es decir, el pueblo
-mnsiderado ge­
nuinamente como pueblo y no como masa.
Ahora bien, si es cierto que la partitocracia prescinde del
pueblo organizado, no quiere decir que no sea democrático, sino que no es auténticamente popular. Porque en la esencia de la
democracia está
el prescindir del pueblo en cuanto tal pueblo.
Auoque se intente afirmar que
la democracia
es lo propio del
pueblo.
·
Por

ello, no cabe decir que la partitocracia, al excluir del
Parlamento a quienes no forman parte de los partidos políticos,
es decir, a
la mayoría del pueblo, se coloca fuera de la legitimidad
democrática (pág. 38). Se colocará fuera de la legitimidad nacional,
popular, real,
auténtica,

pero no de la democrática. Quiérase o no la democracia
moderna, la única que hoy existe, es así. Por ello, creemos que
lo mejor es decirlo francamente y abandonar para siempre la
pretensi6n de
dar uo

sentido positivo, bueno, a uoa palabra que
no expresa sino males que
el pensamiento tradicional siempre ha
indicado y que, por su parte, Mário Saraiva,
¡,one de
relieve.
Como Maurras advertía,
la definición de las palabras es libre.
Se puede decir al póllo: te
bautizo carpa,
y llamar mesa a uo
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sombrero o gorra a un zapato: pero no es menos cierto que el
público debe ser advertido de esos cambios, y si no se le advierte
se le engaña; pero si se le advierte se pierde el
tiem),o: ¿pues
para

qué sirve cambiar las convenciones del lenguaje antiguo? Y
afirmaba que la democracia no es más que una idea falsa, seña­
lando que la misma palabra democracia tenía por sí misma un
incontestable poder de disolución y de
corrupción, indicando

que
no podía ser empleada por quienes pretendían organizar la so­
ciedad, pues organizar ésta significaba destruir la democracia.
EsTANrsLAO CANTERO.
Salvador Borrego: METAS POLITICAS (*)
Salvador Borrego es un prolífico autor mejicano sumamente
Conocido en todos los ambientes contrarrevolucionarios. Esta obra
tiene un especial interés, mayor que
el de nuestra opinión, en otras
obras del mismo autor, en las que trata con especulaciones más
o menos indemostrables cuando se trata de ciertas fuerzas ocultas,
que desde luego existen, pero que al no
poder probarse

sus ac·
ciones con hechos concretos, dan pie al ataque de los escépticos.
En este libro señala aspectos sumamente concretos del Méjico
actual, de la situación de abierto camino hacia el socialismo que
lleva dicho régimen, resultando muy útil para los lectores espa­
ñoles, y todo ello ilustrado con datos y acciones muy concretas. Y a en el capítulo l.º, y destruyendo tópicos al uso, se ve que
la famosa revolución mejicana fue prostituida en sus fines, y que los legendarios caudillos, hoy caídos de lleno en el tópico, como
Orozco, Villa y Zapata, fueron utilizados al verdadero servicio
de un régimen que se demostraría implacablemente más autori­
tario, despótico
y anti-popular que el de Don Porfirio Díaz. Un
personaje clave fue Ricardo Flores Magón, verdadero operador y manipulador de la ignorancia de los revolucionarios. Ya em­
pieza en esta época, incluso en el período de Carranza, a iniciarse
algo fundamental para la conquista de la sociedad, y es la defor­ mación y control de la enseñanza, la inoculación a la juventud a
través de medios pretendidamente asépticos, del socialismo,
y del
determinismo evolucionista como origen de la sociedad y del
hombre. El capítulo
2.° nos

ilustra de
forma muy

n!tida sobre los
(*) Editoml: Tradición,· Méjico, 1983, 123 págs.
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