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Número 219-220

Serie XXII

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José Adriano Pequito Rebelo

IN MEMORIAM
JOSE ADRIANO PEQillTO REBELLO
El

12 de enero de 1982 falleció Pequito Rebello, uno de
los últimos supervivientes del
lntegralismo lusitano, aquel movi­
miento intelectual
y político que llenó brillantísimas páginas de
la historia de
la' Contrarrevolución.
Le conocí, hará unos veinte años, en casa de Eugenio Vegas
en aquellas inolvidables tertulias doctrinales que se celebraban
en
el último aposento -y también el último reducto- de Ac­
ci6n Española. Y, ciertamente, no era casual el encuentro de la
obra de Eugenio Vegas con la de Antonio Sardinha. Porque am­
bas respondían a los mismos principios
y a las mismas lealtades.
Y, curiosamente, podría escribirse una historia paralela de los
dos movimientos.
Nacidos en abierta oposición
a sendas repúblicas disgregado­
ras
y sectarias, perseguidoras de la Iglesia y de las tradiciones
patrias, en torno a dos hombres carismáticos, Vegas
y Sardinha,
se articuló un grupo político e intelectual que
parecía destinado
a

cambiar los torcidos rumbos de las dos patrias hermanas.
Am­
bas repúblicas fueron el caos. O, como escribieron los portugue­ ses, una «balburdia sanguinolenta».
Acci6n Española y el Integralismo razonaron la resistencia y
alentaron a las fuerzas sociales para que impidieran la disgre­
gación de la patria. Y el ejército acabó con dos sistemas políticos
que estaban acabando
COri España y Portugal. Y así, como eran
gemelas las repúblicas, casi lo resultaron también los regímenes que las sucedieron. El
Estado nuevo y el Estado novo se pare­
cían hasta en el nombre. Y, en
muchos de

sus postulados, re-
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IN MEMORIAM
cogían las ideas de Acción Española y el Integralismo Lusitano.
Tengo para mí que en mucha mayor medida que lo que la pa­
rafernalia fascista aparentaba ocultar. Y muchos de los hombres
de
Acción Española y el Integralismo se integraron en la nueva
situación en
la que disfrutaron de cargos y honores.
España y Portugal conocieron entonces una etapa de orden y
de desarrollo indudables. La Iglesia dejó de ser perseguida. Las
leyes parecían inspirarse en muchos de los principios sustenta­
dos por los dos movimientos contrarrevolucionarios. Los obispo,;
bendecían al nuevo régimen ... Y. sin embargo, hubo destacadas
personas -Pequito Rebello fue una de ellas-, que se opusie­
ron a los
nuevos sistemas. Creían que

tras una fachada de apa­
riencia tradicional
habla poco más que un personalismo y el
vado ideológico en el que pronto se
moverían a
sus anchas los
fermentos disolventes que la mayoría
creía destruidos

para
siempre.
No fueron, evidentemente, razones de provecho personal las
que les movían. En la nueva situación hubieran alcanzado rangos
que colmarían con mucho
apetencias por
otra parte no sentidas.
Los antiguos amigos, embarcados en la nueva nave, les miraban
con incomodidad y desvía. Los adversarios de siempre, embarca­
dos no pocos de ellos también en la nueva nave aunque ahora di­ simulando sus verdaderas ideas, con desprecio. Y la multitud ig­
nara, la que hoy derriba las estatuas que ayer erigió, con in­
comprensión y rabia. Hasta que llegó el
día en

que aquella fachada se derrumbó
estrepitosamente dejando ver que no había nada detrás. Y el
«25 de

abril» Pequito Rebello estaba donde siempre. Dispuesto
a defender a Portugal con la voz y con la pluma. Y con la vida
si preciso fuera. Los otros ... Cuando le
conocí, mis

años mozos admiraron en él la gesta
de Monsanto, donde vertió la sangre por sus ideas. Después com­
prendí que aquello fue sólo una anécdota sin apenas importan­
cia. Hizo lo que
tenía que

hacer. Era un caballero portugués que
creía en

unos principios, que amaba unas lealtades y que espe­
raba en la resurrección. En
la resurrección de la patria, porque
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]OSE ADRIANO PEQUITO REBELLO
naciones como Portugal y España no pueden morir aunque los
mortales no podamos saber en qué momento volverá a brillar la
aurora. Y en la resurrección de los hombres que encontrarán un
día, si han sabido servirle, un lugar distinguido a la diestra de
Dios.
Su vida fueron noventa años de combate por
el Portugal
eterno, por el Portugal católico, por
el Portugal de la tradición
y de la gloria. Labrador, escritor y, sobre todo, soldado. En
Flandes
y en Monsanto, en la España nacional y en el Africa
portuguesa. Bien comprendió que
el combate por la civilización
cristiana es universal y que no puede
refíirse en el pequeño
campo que se divisa desde el campanario de la aldea. La admi­
rable sangre portuguesa, sangre de descubrimientos
y conquis­
tas de magnitud
inverosímil si

atendemos a
la pequeñez --<¡ue
no

al
ánimo-de los conquistadores, le empujó a un apostola­
do permanente de la contrarrevolución. Como había escrito en 1949, en O
meu testemunho, para «gloria de Dios, servicio del
Rey y bien de la República». Por ello investigó técnicas
agrí­
colas

con las que mejorar los campos de su patria, fundó
el In,
tegralismo Lusitano, que quiso devolver a Portugal, y cerca es­
tuvo de conseguirlo, la conciencia de una nación grande y glo­
rio~a y combatió a los enemigos de su Dios y de su patria, que
son también los de España, dondequiera que los encontró.
El siervo bueno y fiel ha agotado ya su larga carrera en este
mundo. Los ángeles de Portugal
le habrán señalado el camino
que conduce en derecho a la patria inmortal de sus mayores.
Y
allí
le habrán recibido, como al viejo compañero de armas, el
Infante don Enrique y
el Rey don Sebastián. Y Carnoens, Vasco
de Gama, Paiva Couceiro, Antonio Sardinba ...
Y, sobre todos
ellos, y sobre Portugal, habrá derramado su dulce
mirada, su
hermosa

sonrisa, la Virgen portuguesa de los tres pastores, la
Reina
del cielo, de Fátima y de Portugal.
FRANCISCO J. FERNÁNDEZ DE LA CrcoÑA
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