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Número 227-228

Serie XXIII

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¿Hubo mártires en la guerra de España?

¿HUBO MARTIRES EN LA GUERRA DE ESPilA?
POR
JosÉ ANTONIO GARciA NoBLEJAS
Notario

de
Madrid.
Académico C. de la Real de la Historia.
Ex-Director

General
de Archivos y Bibliotecas.
Se trata de materia importantísima, fundamental, para la
Iglesia de todos los tiempos. Desde su origen, la Iglesia ha hon­
rado sin interrupción a sus mártires, elevándolos a la santidad, como firmes testigos
de.la fe

de Cristo. Para la Iglesia, el mayor
sigoo de fortaleza de los cristianos lo es
el martirio,

el de ser
perseguidos hasta la muerte por causa de Cristo, muchas veces luego de atroces e increíbles sufrimientos. El cristianismo naci6
precisamente· de
una muerte

singular y cruenta, la de Nuestro
Señor Jesucristo,
y se robusteció con las de sus apóstoles y se­
guidores. Su máximo signo, ,Ja Cruz, fo es de martirio, y a la
Santísima Virgen la invocamos como «Regina Mártirum». Los
mártires vienen a ser como piedra de toque
para contrastar la
fidelidad a la Iglesia: o estamos a su
fado, honrándolos y forta­
leciéndonos con su
ejempo, o

frente a ellos,
dlau hay
términos
medios.
Mas <1! considerar ahora el concepto de mártir debo confesar
cierto temor, consciente
· de mi falta de preparación teol6gica.
Pero Doctores tiene
la Iglesia que nos ilustran con doctrina uná­
nime y continuada. A ella
y al magisterio de algún egregio Pre­
lado

procuro atenerme.
843
Fundaci\363n Speiro

]OSE ANTONIO GARCIA NOBLEJAS
Mártires en sentido estricto.
Digamos, así, con el sabio teólogo que firmó G. V. en el nú­
mero de la revista
Mundo de septiembre de 1982, que el nombre
de mártir significó en su origen haber •ido testigo de la vida de
Cristo,
y más tarde se aplicó a toda persona que sufre tormento
y muere, que da su sangre a manos del verdugo, por causa de
su
fe en Jesucristo, o en defensa de las virtudes cristianas, acep­
tada por quien la recibe antes que renegar o apostatar de la fe.
El martirio producido en tales términos otorga gracia total para
el mártir, encaminado de inmediato al Cielo. con aureola pe­
culiar entre l0s Santos.
Doctrina de Su Santidad Juan Pablo II.
El Santo Padre, felizmente reinante, ha hablado de los már­
tires con luminosas palabras que establecen doctrina, en Otranto,
el 5 de octubre de 1980, a donde se rraslad6 para conmemorar
el V centenario
de aquellos mártires.
Es Otranto una pequeña villa al sur de 1a península itálica,
inmediata

al mar, que en 1480 fue asaltada por piratas sarrace­
nos. Los ócbocientos campesinos que componían su vecindario
defendieron con las armas al pueblo, a sus familias
y a la fe, hasta
caer todos, confesando a Cristo. Es necesario reproducir aquí al­ gunas de las palabras
del Papa

en aquella ocasión. Dicen
así:
844
«La verdad sobre el martirio tiene en el Evangelio
una elocuencia llena de
penetrante profundidad y, al mis­
mo tiempo, de transparente sencillez. Cristo no promete a sus discípulos éxitos terrenos o prosperidad material,
no presenta a sus ojos "una
utopía" como ha

sucedido
más de

una vez,
y sucede siempre en la historia de las
ideologías humanas. El dice sencillamente a
'sus discípu­
los,

"os perseguítán, os entregarán a los organismos
de
Fundaci\363n Speiro

¿HUBO MARTIRES EN LA GUERRA DE ESPA1M1
las varán

ante los diversos tribunales. Todo esto por amor de
mi nombre ... ". Nosotros
llamamÓs mártires

a los
cristia­
nos

que, en el curso de
la historia, han padecido sufri­
mientos, frecuentemente terribles por su
crueldad "in
odium fidei", a aquellos a quienes "in oclium fi.dei" se
les infligía finalmente la muerte».
«El
martirio es
una gran prueba, en cierto sentido es
la prueba de la digoidad
del hombre

delante de Dios mis­
mo. Es difícil, a este propósito, decir más de lo que afir­
ma precisamente el Libro de
la Sabiduría: "Dios los prob6
y los halló dignos de Sí"».
«A través de esta prueba han pasado, en el curso de
la historia, numerosos confesores
y A través de esta prueba pasaron los
mártires de. nuestro
siglo,
mártires frecuentemente

desconocidos, aun cuando
no se hallan lejos de nosotros».
Otras especies martiriales: los mártires de la Patria. Doctrina
pontificia.
Los conceptos precedentes conciernen a los mártires en sen­
tido estricto, mas los teólogos, desde Santo Tomás a nuestro tiempo, sitúan junto a ellos otras especies de
mártires, que

lo son
en cierto sentido lato o más amplio, pero que gozan
de igual
grado de gracia, de gloria
y de santidad que los anteriores, y
han estudiado minuciosamente la casuística de las circunstan­
cias exigibles en cada caso. Para adentrarme en tan elevados
conceptos carezco de ciencia suficiente, mas
de la mano de tex­
tos

autorizados me atrevo a referirme, al menos
de entre aque­
llas

variadas especies de
martirio, a

los cristianos sacrificados en
defensa de
a:lguna virtud

cristiana, como puede ser
la del
pudor
propio o ajeno, o la defensa de los
padres, o

de
la familia, o
" 845
Fundaci\363n Speiro

]OSE ANTONIO GARCIA NOBLEJAS
de fa Patria, siempre que acepten la muerte con la conciencia
de

cumplir tales virtudes.
Y es preciso
aclarar que

la defensa
de la Patria, el patrio­
tismo, constituye para los cristianos un deber y una virtud, por
extensión del precepto contenido en
el cuarto mandamiento de
la
Ley de Dios. Ha sido también el Santo Padre Juan Pablo II
quien se ha referido, directa
y eJ tiana del patriotismo en la misma ocasión
de su visita a Otran­
to,

con estas palabras:
«Aquellos ochocientos otrantinos que,
. tras

haber de­
fendido por todos los medios la supervivencia, la dig­
nidad y
la libertad de su querida ciudad y de sus casas,
también supieron defender de manera sublime
el tesoro
de la fe ... ¿Eran quizá unos ilusos, unos hombres fuera
de

su tiempo? ¡No, queridísimos jóvenes!, aquellos
eran
hombres

auténticos, fuertes, decididos, coherentes, bien
enraizados en su historia, eran hombres que
amaban in­
tensamente a su ciudad ... Nos han dejado, y sobre todo
os
han dejado a vosotros, dos testimonios fundamentales:
el amor hacia la Patria terrena y
la autenticidad de la fe
cristiana».
«El cristiano ama a su Patria terrena. El amor hacia la
Patria es

una
virtud cristiana; sobre el ejemplo de Cristo,
los primeros discípulos manifestaron siempre una
sincera
"pietas",

un profundo respero y un limpia lealtad en re­
lación con
la Patria terrena,..
No

creo
que ningún
católico pueda objetar.
tan clarísima doc­
trina
pontificia aplicable al martirologio
español contemporá­
neo,
tanto a

los que sufrieron
martirio en la persecución, como
a los que,
ep defensa

de la fe
y conscientes de ella, · dieron la
vida combatiendo; de donde aquella expresión tan repetida, de
«Caídos por
Dios y por España», resulta también hoy de abso­
luta ortodoxia
y válida a la luz de la ensefianza de Juan Pablo II.
846
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¿HUBO MARTIRES EN LA GUBRRA DB BSPMA?
-4,rgucias
contrarias.
A las consi.ooraciones generales acabadas de exponer parece
oportuno añadir
la de que, para el martirio, tienen poca rele­
vancia las personas y los motivos o pretextos
de los persegui­
dores. Lo esencial es el hecho sustancial de sacrificar la vida
«in odium fidei» o «in odium ecclesiae». Y es indispensable
subrayarlo así, porque cuando hablamos
de los mártires espa­
ñoles
contemporáneos, . estamos

hartos de escuchar, incluso a
cristianos de buena voluntad y
a ciertos clérigos de· voluntad
más dudosa, que aquellas persecuciones fueron originadas, más que por
el odio a Jesucristo o a su Iglesia, por causa de luchas
políticas y
sociales, en
las que la Iglesia se decidió a favor de
uno de los bandos beligerantes, afiadiendo a
veces esta pregun­
ta capciosa, ¿se odiaba a los sacerdotes por causa de Cristo, o
se odiaba a Cristo por causa de los sacerdotes? '
Af
paso de tales argucias salió hace tiempo don Antonio
Montero,
actual obispo de

Badajoz,
en su conocida obra La
persecuci6n religiosa en España, formulando, a su vez, otra pre­
gunta: -«¿No ocurrió otro. tanto con las persecuciones roma­
nas?... Rara es la vez en que las víctimas
del odio a la Igle­
sia,

tras de riguroso examen de cada caso, haya considerado
vá­
lida

la razón religiosa de su
muerte,. producida

casi siempre con
otros considerandos políticos,
militares, económicos

o
socia­
les»--.
Aclaraciones

de
Juan Pablo II. Los mártires de España.
¿Cómo podemos olvidar que el más grande mártir de la
Iglesia, es decir, Nuestro Señor Jesucristo, no fue condenado
por causa religiosa sino por acusación política? Con autoridad suprema
lo afirma asi Su Santidad Juan Pa­
blo

II con inequívocas palabras en su alocución de Otranto,
afirmando: «Muy frecuentemente se trata de calificar a
los már-
847
Fundaci\363n Speiro

]OSE ANTONIO GARCIA NOBLEJAS
tires como culpables de reatos políticos. También Cristo fue
condenado a muerte aparentemente por este -motivo ... Por esto
no olvidemos a los mártires de nuestro tiempo. No nos com­
portemos como si no existieran. Demos gracias a Dios porque
ellos han superado victoriosamente
la prueba... Permanezcamos
en comunión con los mártires».
Y, refiriéndose directamente a los mártires de España, tam­
bién
ha hablado el Pontífice. El 9 de marzo de 1982, concluida
en Roma
la visita «ad limina» de los obispos de la provincia
eclesiástica de Toledo (a saber: Toledo, Coria-Cáceres, Ciudad
Real, Cuenca,
Plasenciil y Sigüenza-Guadalajara), más el Vica­
rio
General Castrense, el Santo Padre reunió a todos y les di­
rigió un importante discurso
y a •eguido les invitó a comer.
Durante
la comida ( aproximadamente una hora y media) man­
tuvo con ellos una conversación distendida, interesándose par­
ticu.larmente por

cuatro puntos: 1 ) Puede decirse que
España
sigue siendo católica; 2) Eficacia misionera de España. 3) Es
preciso impulsar la canonización de los mártires españoles de
la guerra de 1936, sin caer injustamente (como tenía dicho en
Otranto) en pretextos políticos, que ya en tiempos del Imperio
Romano se alegaban contra los mártires,
y 4) Preocupación
por la ensefianza religiosa en las escuelas.
Alarma ante el recuerdo de los mártires.
¿Podría pronunciarse con mayor claridad el Santo Padre?
¿Pudiera alguien, con autoridad semejante, rehatir sus palabras? Pues desgraciadamente as! se hace, acaso desde
el mismo
seno de
la Iglesia, aunque con inferior autoridad. As!, ciertos
sectores políticos y eclesiásticos, ante las noticias recientes que
nos llegaban de Roma,. perfectamente claras, pero opuestas a
sus posiciones doctrinales y conveniencias, se sintieron muy alar~
mados. En ABC, de 28 de abril de 1982, próxima la venida
del Papa a España, escrihfa
el Padre Martín Descalzo un artícu­
lo pretendido, a su juicio, salir
· al
paso de los intentos de
politización de su venida; un artículo con dos
subtítulos llama-
848
Fundaci\363n Speiro

¿HUBO MARTIRES EN LA GUERRA DE ESPA~A?
tivos: -«¿Es cierto que la Jerarquía eclesiástica nacional está
girando hacia formas de involución?»----y -«¿Ayudará el via­
je del Papa a la convivenaia o abrirá el foso eotre
las dos Es­
pañas?
»-, en el cual el autor no se planteaba ni resolvía Clies­
tión

religiosa alguna,. sino exclusivameote políticas.
Y el Gobierno que entonces
presidia Calvo Sotelo

Bustelo
pocos
días antes

de la ·llegada del Papa ( y
también eo
vísperas
de cesar eo el Gobierno), se sintió igualmente alarmado ante la
posibilidad de que
el Santo Padre repitiera en España los con­
ceptos que antes hemos expresado,
de modo que la prensa del
26 de septiembre informaba. de que
el Gobierno «se interesa­
ba» por la veracidad
y alcance de tales opiniones, encargando
a su Director General de Asuntos Eclesiásticos, Luis Apostúa,
sendas notas ante el Vaticano
y la Nunciatura de Madrid.
Y, más
recientemente, el

26 de octubre de 1983, a
raíz de la
reapertura en Roma de los procesos de beatificación de los már­
tires
de nuestra guerra, el diario Pueblo explicaba en un edito­
rial que, indudablemente, el cambio de Pontífice
y la llegada
al Poder de
, un

Gobierno socialista, planteaban roces
y tensio­
nes entre la Iglesia y el Estado ( divorcio, aborto, educación, et­
cétera) con imprevisibles consecuencias, pero que
afortunada­
mente

prevalecía en
el episcopado el «espíritu Tarancón», re­
representado ahora por Monseñor Y anes, Arzobispo de Zara:
goza, contrario a desempolvar motivos, como
el de la canoniza­
ción de las
víctimas de la guerra (no se atreve el editorial a
llamarles
mártires), que

pudieran dividir a los españoles. ¡ En
mal lugar dejaba
Pueblo al' Arzobispo zrucs,gozano y al episco­
pado español! Y algunos
meses antes, con

motivo de
.fa aparición· de cier­
tos libros

relativos al holocausto de Paracuellos del Jarama,
la
periodista Pilar Urbano titulaba así su colaboración en ABC
de 15 de abril de 1983, -«¡No remováis las tumbas!» y, con­
cluía, -«¡Dejen en páz la guerra
y dejen en paz ·ta paz!», omi-'.
tiendo

en
la cuestión toda consideración religiosa.
Cualquiera puede

imáginar las motivaciones del temor o
alarma que en tales sectores provoca la
memoria de los mártires.
849
Fundaci\363n Speiro

]OSE ANTONIO GARCIA NOBLE/AS
Ideas católicas positivas. Frente a los escritores que acabamos
de citar, otras plumas
con mayor respeto y mejor sentido
religioso han terciado en
la cuestión. El Obispo dimisionario
de Vicb, monseñor Ramón
Masnon, escribía en el semanrio
Cataluña cristiana, diciembre
de 1983: «No hay nada que objetar a que los políticos hon­
ren a sus mártires, pero es injusto que por opinión
de algunos
políticos, los cristianos sean mal interpretados cuando quieren
honrar
a los mártires de la fe ... Los Santos no hacen daño».
Y con dialéctica contundente, Manuel de Santa Cruz pu­
blicaba otro artículo
(Alcázar, 24 de mayo de 1983) afrontando
la llamada «utilización
J?Qlítica de

los mártires de la Cruzada»,
denunciando el escándalo farisaico que en ciertos sectores pro­
duce la

reanudación de sus
procesos de canonización, cuando
exclama:

«No se debe
permitir su
utilización política», y
el
señor Santa Cruz se preguntaba, «¿Y porqué no?, porque del
otro lado se podría afirmar, "no se debe permitir la inutiliza­
ción política de los mártires de
la Cruzada", ya que tal inuti­
lización, que se viene haciendo a mayor
loscala que su utiliza­
ción,
sirve para

borrar diferencias entre el bien y
el mal, cuya
determinación es misión del cristianismo.
La inutilización po­
lítica de los mártires presta indudable servicio a los enemigos
de
la fe. Ellos llaman utilizar
políticamente a
los mártires al
hecho de

presentarlos de manera que la gente, al ver lo que
hicieron los rojos de ayer, comprendan lo que pueden hacer los
rojos de hoy y de mañana, y se apresten a combatirlos. No utili­
lizar a los mártires en cualquier terreno es despreciar unos me­
dios que Dios nos
ofrece para

servirle. Y
el articulista termi­
naba diciendo: «Hay que poner de relieve las diferencias. Hay que
ei
unos fueron mártires y Otros
asesinos. .
. Dirán
los Kerenskis de turno: "bueno,
s!, pero

ahora no es oportuno",
y efectivamente
para ellos y sus combinaciones no será oportu­
no, pero para
la religión es oportunísima también la utilización
pol!tica de los
mártires».
850
Fundaci\363n Speiro

¿HUBO MARTIRES EN LA GUERRA DE ESPA8A?
Finalmente, recordemos que el 19 de febrero de este mismo
año,

el Santo Padre, consecuente con su doctrina
inaxririal, ha
beatificado a otros mártires que esperaban serlo desde hace mu­
chos años, y a cuya muerte se dieron también pretextos políti­
cos y sociales, es
decir, a 98 de las víctimas de la Revolución
francesa, con alegría
para la Iglesia universal y el consabido
escándalo para sectores
seudocristianos y
eclesiales bien
cono­
cidos.
Y algún tiempo antes, con citcunstancias similares, la lgle'
sia

Ortodoxa ha
canonizado a
más de mil cristianos muertos en
la persecución religiosa de Rusia a parrir de 1917.
La actualidad de la cuestión es evidente.
El silencio de la Jerarquía actual para los
mártires españoles
contemporáneos.
Sin embargo, algunos, inocentes o no, se preguntan aún:
«¿Pero fueron realmente mártires los de la persecución
religiosa
en

España de 1936?
¿Y otros
en los siglos
XIX y xx».
Por

desventura, tan insólitas preguntas hallan respaldo
~
el sistemático silencio con que la mayor parte de la Jerarquía
actual envuelve esta materia, como si no existieran tales márti­
res, o constituyeran pecado, o escándalo, o ellos mismos fueran
responsables de su muerte. Asombra que
la Iglesia española,
que, unánime, entonaba cantos de gloria a los recientes
márti­
res, erigiendo monumentos y altares a su memoria, dejara de
pronto -salvo contadas y valiosas excepciones-- de conmemo­
rar su sacrificio, ocultando su recuerdo a los jóvenes, a los
seminaristas, apartándolos de tan valiosa ejemplaridad,
abando,
nando

la atención debida a sus sepulturas,
lápidas y
monumentos.
¿Cómo interpretar

este silencio,
cómo justificarlo,
qué va­
loración
religiosa atribuirle? ¿ Implica

rechazo
para la doctrina
eclesiástica precedente, o simple actitud
de prudencia? Si lo
primero, debieran ofrecemos una declaración
~resa, formal e
811
Fundaci\363n Speiro

JOSE ANTONIO GARCIA NOBLEJAS
inequívoca a cargo de autoridad eclesiástica competente; si lo
segundo, debieran explicar hasta qué punto las razones huma­
nas, por poderosas que fueren, pueden hacernos olvidar la
glo­
ria de la Iglesia triunfante. El silencio o la ambigüedad nunca
pueden. ser formas
de magisterio; Los fieles necesitan claridad
e~ la

orientación de
sú.s pastores.
En

consecuencia, ignorantes de las razones de su olvido,
hemos de esforzarnos en
acÜvinarlas, a

riesgo propio, comen­
zando por pensar que no pueden existir razones sustantivas de carácter teológico, porque no es posible negar a Dios la
vene­
ración

de sus elegidos,
de sus gloriosos confesores. Las razo­
nes han de ser de orden temporal, circunstancial, humano,
y,
por

tanto, transitorias o
de oportunidad, quizá oportunistas,
acaso

inducidas por el temor a un riesgo semejante al de aque­
llos mártires. Las homilías actuales que recaban siempre
de
los · cristianos compromisos temporales, ¿por qué no .aluden tam­
bién a otros de orden superior, que en cierto momento puedan
exigir el testimonio supremo
de la fe? ¿A qué fines sirve el
silencio, a la gloria de Dios y de su Iglesia, o a la conviven­
cia con sus enemigos y con sus errores? ¿A una seguridad per­
sonal, claudicante? ¿Es tal la doctrina de Cristo?
En
definitiva, el silencio de los mártires por la Jerarquía
oc:asiona, entre

otros gravísimos perjuicios, el de
la desviación
de los creyentes hacia aquellos pastores que les ofrecen
el ne­
fasto ejemplo de faltar
a la memoria de sus santos predeceso-
/res (1).
(1) En contraste con el silencio de la Jerarquía para con los. mártires
de

la Cruzada, en Navarra se
ha dado luz verde en sentido contrario, para·
airear

los fusilados del lado nacional, labor que realizan varios sacerdotes
dirigidos por _él Padre Rector dd Seminario, señ.ot Vesperinas .. -Tales fusi­
lamientos constjtuyen un hecho histórico controvertible ·en cuanto· al nú-.
m~ ,y circunstan~ _ de las ejecuciones ( si lo fueron con sent~cia - o in­
controladas, ~te.), pero que, en ningún caso; g\Ull'®fl-reladóri. .con ~ mate--,
ria mattírial, ya que no puede hablarse en absoluto ·en la llamada . zona
nacional, de persecución' religiosa; por. el contrarió, en. ella 'se pr~dufo una
exaltación -~eral de fervor-_ y espiritualidad religiOsa.
Fundaci\363n Speiro

¿HUBO MARTIRES EN LA GUERRA DE ESPMA?
Algo importante falla en nuestra Iglesia; crisis profunda que
no ha de prosperar porque la Iglesia es consustancialmente eter­
na, pero que no hallará
sQlución oon

claudicaciones y transi­
gencias, Hace

casi un siglo· se
lamentaba el
maestro don
Mar­
celino Menéndez Pelayo de tales actitudes, cuando escribía: - «No hay estampa más triste que la de estos teólogos
mansos y conciliadores (mucho más triste cuando autorizan y
realzan su persona la mitra y
el roquete) que bajan a la arena,
cuando más empeñada arde la lid entre Cristo y
las potestades
del infierno, y en vez de ponerse resueltamente del lado
del
vexillum regis, se colocan enmedio, oon la pretensión imposible
de hacerse oír y entender de unos y otros, de sosegar los oontra­
rios bandos, de
c~sar lo

blanoo oon lo negro,
y · de llegar a una
avenencia imposible con la revolución, que, anticristiana
por su
índole,

acaba por mofarse siempre. de tales auxiliares, después de
haber
aprovechado y mal pagado sus servicios».
Criterios afirmativos autorizados.
Frente a silencios y olvidos, tenemos el gozo de contar oon
la espléndida armonía de exhortaciones
· y · .declaraciones unáni­
mes de multitud de seglares, eclesiásticos y Prelados, y
aun de
los

Sumos Poritífioes, verdadera constelación de elogios
y de
himoos
· para tantos millares

de elegidos de Dios, sacrificados en
el mayor holocausto español
.de, todos los tiempos. Es la misma
Iglesia la que nos orienta
y encamina explícitamente, sin am­
bigüedades ni
oonfusiónes, con
su más
alto magisterio, frente
al

cual
pierden todo su valor los abandonos' y silencios. "
Respecto · de

los mártires
·del· pasado ·.siglo,· concretaniente · a
los
de

1834,
encabezados por

los
frailes asesinadps en

los
oon:
ventas madrilefios, de los que luego hablaremos;,.¡.,; silenciados
oomo los·
dé 1936,. juzgó

así' el mismo
Menéndez Pelay'o:
«No éonviene; por
ún ínuelle y femenil serttimentalismo,
apartar· lá vista de aquellas abominaciones que se · quieren-· hacer
olvidar a todo trance. Más enseñanzas hay en ellas que en mu-
Fundaci\363n Speiro

¡ose ANTONIO GARCIA NOBLEJAS
chos tratados. de fi)osofía, y todo detalle es aquí fuente de ver­
da.d y clave de

enseñanza histórica ... Abrió un abismo invadea­
ble, negro y profundo, entre la España
vieja y la nueva, entre
las
víctirQas y los verdugos, y no sólo salpicó la frente de los
viles instrumentos que ejercitaron aquella
hazaña ... sino que
su­
bió más alta

y se
grabó como perpetuo y permanente estigma
en la frente de todos los partidos liberales ...
».
'{ d<:l martirologio de 1936 el testimonio escrito e impreso
es
· imp~onante, imposible

de
.. resumir
en esta conferencia. No
se
originó espontáneamente, de repente, sino que fue resultado
de. muchos años

de predicaciones sectarias, disolventes, anti­
cristianas, y precedida de inmediato por
la situación creada en
~ .a raíz de las elecciones de febrero de 1936, que hacía
presagiar la tempestad. con gravísima inquietud para las con­
ciencias religiosas, de lo que hay abundante documentación. Las
Ordenes
religiosas hubieron

de adoptar cautelas, exhortando a
la fidelidad en la fe. Valgan como muestra un par de ejemplos.
El Provincial de los Religiosos Camilos, M. R. P., Enrique
!cardo, el 25 de abril de 1936 dirigió a todos los religiosos
de su Orden en España una circular, en la que entre otros par­
ticulares decía:

«En estas
horas de angustiosa ansiedad. por las
que ,está pasando·
la Iglesia

de Dios en nuestra Patria, nos cree­
mos, en la obligación moral de dirigir a los religiosos que cons­
ti,tuyen nuestra

familia
camiliana en

España unas palabras
de ex­
hortaci611,
para sembrar en s~s corazones sentimientos de gran
confianza en la Providencia divina».
«Son

los
bechos ocurridos
desde el 16
de febrero hasta el
momento
.actual tan claros y tan elocuentes, que necio sería ne­
gar que ha ~do l!lia persecución contra la Iglesia de Dios.
Ce11tenares de

párrocos alejados de sus parroquias, centenares
de religiosos
for;,;ados a

abandonar los nidos
de sus amores -los
sru;rtos hospital_,
conventos

e iglesias asaltados·
·e incendia­
dos
.... ¿Serán cistos

hechos tan sólo
manifestación de
una exal­
tac:ión anwreligiosa? ¿O significará tal

vez
el preludio de ma­
yores, attocidades contra la Iglesia
santa de

Dios?
¿Qué nos
re­
serva
el porvenir para los que seguimos a Cristo?... Grandes
Fundaci\363n Speiro

¿HUBO MARTIRES EN LA GUERRA DE ESPAEl"A?
y pesadas son las preocupaciones que sentimos ante la situación
político,religiosa
de

nuestra Patria ... Grandes
han sido las per­
secuciones contra la Iglesia y más de una vez, humanamente
ha­
blando, parecía haber llegado el momento de su completa ruina
y, no obstante, resistió la tempestad y salió de ella con mayor
esplendor.
La palabra o promesa de Cristo no falla ... ».
«Carísimos hermanos míos: al contemplar los efectos de
la
persecución, no la deseamos; pero si Dios la permite, tengamos
la seguridad que redundará en nuestro bien ... , preparémonos
para recibir los acontecimientos infelices que pueden llegar, con
una promesa
firmísima de

adhesión a Jesucristo ...
».
Más expresiva, si cabe, es la carta en que el P. Provincial
de los Agustinos de El Escorial convocaba al Capítulo Provincial
que había de tener lugar en julio, en
la que rogaba presentarSe
de paisano
y con pasaporte seglar. Carta hermcwsima, cuyos pro­
nósticos habrían de 'ser pronto confirmados con los hechos: «Los
tiempos son malos, pero Dios sobre todo; dicen que nos van
a matar ... , no caerá esa breva. Esto está a punto de caramelo
para cualquier cosa,
para todo menos para esa paz que el egoísmo
tanto ansía; seguir la senda del Maestro es
el mejor timbre de
gloria,
y cuando El lo permite es que lo tenemos bien mereci­
do ... , todos estamos muy animados en ser
generoisos con
lo
' que el Señor nos pida,-y si es nuestra propia sangre ... ¡Ojalá!
No seremos dignos de tan señaladísima
. predilección».
Más

testimonios del martirio. Don Enrique Huidobro Pardo
en su libro
Escarmentemos, escrito a raíz de la guerra, dice: «fe­
lices los
mártires de la fe»,

añadiendo que no hubo apostasías y
nadie renegó de Cristo ante la muerte. Y Luis L6pez de Medra­
no, en su obra
986 dlas de infierno precisa: «Estos nerones mo­
dernos desconocían por completo
la ffistoria ... y la inutilidad
de perseguir a los cristianos,· a los que matan implacablemente, pero no a su fe,
la cual ha surgido cada vez con más poten­
cia»
(2).
(2) Ejemplo extraordinario en nuestra guerra de tan antigua virtud
martirial
lo fue la conversi6n o JjCCOOversidn del insigne doctot don Me~
855
Fundaci\363n Speiro

]OSE ANTONIO GARCIA NOBLEJAS
El doctor ·sanabre Sanromá, en su Martirologio de la Dióce'
sis

de Barcelona,
decía: «La historia de nuestra Patria no registra
unas jornadas más sangrientas

y de tanto furor anticristiano ... ,
un tan
crecido número

de inmolaciones de los consagrados al
servicio del culto del Señor».
Y don Antonio Montero, en su citada
Persecudón religiosa
en
España,
afirma que «los clérigos son sólo un modesto por­
centaje en la tremenda estadística de las· víctimas de
la zona
roJa, cuya abrumadora ·mayoría murió en comunión fervorosa
con la Iglesia católica». Lo que no alcanzamos a comprender es
la razón por
la que su importante obra haya dejado de reedi­
tarse cuando el propio autor explica, en relación a los hechos
martiriales que, «se trata de un problema de hecho, no zan­
jable con prejuicios, sino con datos incontestables de la
reali­
dad ... , mucho más rica en matices que todas las afirmaciones de
bulto, y
constituye, dentro
de su complejidad humana, un sobe­
rano himno a la Iglesia ... ,
las muertes raramente fueron vulgares
nuel García Morente, Catedrático de Filosofla y Decano de su Facultad
en la Universidad de Madrid en 1936, quien alejado de la Iglesia y de los
Sacramentos desde su adolescencia, se sintió tocado por la persecución .y
por el asesinato de su único yerno, el ingeniero Ernesto Bonelli Rubio, el
28 de agosto de 1936, de quien escribió -«mi yefno, sefíor Obispo, era
un
santo que, sin duda alguna, goza en este instante de la gloria ·eterna ...
Su muerte produjo eh mi alma una impresión profundís.im:a».
-El señor· García Morente consiguió escapar: al. -extranjero, de donde, se­
fíalado por la divina gracia, escribió extensa y bellfsima carta (27 de abril
de 1938) al señor Obispo de Madrid-Alcalá, .Doctor Eiio. Gatay, procla­
mando su vuelta a la fe y al seno de la Iglesia y reconciliado con ella llegó
a ·ordenarse sacerdote, realizando gran labor de apostolado en los medios
intelectuales, basta su temprana m~erte, el 7 de· diciembre de 1942. «La
fe -dejó escrito--es la visión clara e inequívoca . de la -verdadera realida&
Todo ha. sido

dispuesto por Dios_ para que
el ejercicio rle _la .. creencia sea
fácil y esponWleo en el hqmb:te. -~ara cree:tJ };,asta ql)~- Porque la reali­
dad ·de Cristo es tan Ít1lll¡e11Sa., inequívoca y transparente, ClUe no es posi­
ble desconocerla•.
Es de lamentar que también el silencio de nuestra. actual. Iglesia se
c;ierllll sob~_ tan singµlar y gloriosa conversión, _así como sobre la figura
y · 1~· ob!a 'de· Gilrdll. ·M;orer;i.te, _ unÓ dé fuS mds '. altos itit~Iect1.lal~ _ españo­
les de todos los· fiempós.
856
Fundaci\363n Speiro

¿HUBO MARTIRES EN LA GUERRA DE ESPANA?
y se dio como fenómeno masivo una eonciencia martirial. . . En
toda la historia marritial de· la Jglesia no hay un solo prece'
dente ni siquiera en las persecuciones romanas, del sacrificio san­
griento, en poco más de un semestre, de doce .obispos, cuatro
mil sacerdotes y más de dos mil religiosos (3 ).
El historiador y archivero facultarivo don Arsenio ele Izaga,
en
su
impom,.ntísimo libro Los presos de Madrid, afirma, res-­
pecto

a hechos de los que él mismo había sido tesrigo:
«tenéis
que

convenir, por lógica e ineluctable consecuencia de los
he-
.
chos,

en que al morir por lo que murieron, fueron todos márrires
de Cristo y márrires de España ... ¡No los olvidéis
nunca! Ren­
didles

en el santuario de vuestro hogar el cotidiano
tributo de
vuestro

piadoso recuerdo y de vuestras preces fervorosas, grabad
en el corazón de vuestros hijos la veneración a su memoria y es­
culpid en su inteligencia la convicción de que ellos reinan des­
pués de morir, de que ellos ganan
batallas después
de muertos».
Y subrayemos que este extraordinario libro lleva una nota
pre­
via

del censor eclesiásrico, después del «nihil obstat», que dice
así: «Me ha edificado este libro. Es todo
él una exaltación vi­
viente de nuestra fe y una gran lección moral ... Grande escuela
de fe es el dolor· y aquí da sus mejores frutos. Cristo Nuestro
Señor vino a instaurar sus valores religiosos junto a
la Cruz,
imán

levantado en medio del mundo, donde todos los héroes se
encuentran ...
» ( 4 ).
(3) Se dice que la editora BAC pt'epara nueva edición de esta obra.
Debemos felicitamos si
al hacerlo se respeta su contenido, pues motivos hay
para temer que se aproveche la nueva
edici6n para modificar hechos· y
juicios.
(4) Don Guillermo-Arsenio de lzaga y Ojenbarrena, cuya obra es de
indispensable consulta y hemos de citar con reiteración, naci6 en Ordufía
(Vw:aya), én 1885, se doctoró en Filosofía y Letras y Derecho en Sala­
manca, :ingresando en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios
y Arque6logos, desempeñando

relevantes servicios,
eql)ecialuieow en
la Real
Academia de la Historia y en el Consejo Superior de Investigaciones Cien~
tíficas.

Dej6
numerosas y excelentes publicaciones bibliográficas e hist6ri­
cas, políticas y religiosas, siempre fiel a su ideario tradicionalista. Durante
la guerra sufrió prisión en Madrid, donde murió en 1951.
857
Fundaci\363n Speiro

]OSE ANTONIO GARCIA NOBLEJAS
Declaraciones· explícitas de los Prelados contemporáneos.
El doctor don Gregario Modrego, Obispo de Barcelona y
antes de Cuenca, escribió acerca de sus
deseqs de «honrar la me­
morfa
del

Obispo
Mártir, doctor
Irurita y de los
demás sacerdo­
tes

y religiosos que· ofrendaron sus vidas en aras del amor de
Dios y por El dieron su sangre por una
misma santa

causa ... ,
aquellos hechos son patrimonio, no solamente de la actual
ge­
neración,

sino también de las futuras, que seguramente valoriza­
rán con más exactitud la grandeza y sublimidad de tan numero­
sos
sacrificios ... ,. •
En

el mismo sentido se expresaron acerca de· nuestros márti­
res los obispos españoles de aquel tiempo, y todos los posterio­
res, hasta el momento en que el humo de Satanás
comenzó a
penetrar

las grietas de la
Iglesia.
Primera

voz pastoral fue la de los obispos de Vitoria y Pam­
plona, doctores Mateo Múgica y
Marcelino Olaechea,

en su ins­
trucción conjunta de 6 de agosto de 19
36: «En

el fondo del
Movimient~ cívico-militar

de nuestro
país late, junto con el amor
de Patria en sus varios
matices, el

amor
tradicional de
nuestra
religión sacrosanta. El espectáculo que ofrece hoy nuestra re­
ligión es único
en el inundo. · Habéis hecho a Dios la ofrenda de
docenas de miles de vidas. Muchas de ellas han sucumbido ya ...
».
Siguió la del Arzobispo-Obispo de Mallorca, doctor José Mi­
ralles, el 8 de septiem!,re del mismo año, y a partir del día 14
de
este mismo mes, en que habla a los españoles Su Santidad
Pío XI, nuestros Prelados

se pronunciaban individual y sucesiva­
mente sobre
el signo de la guerra, la persecución religiosa y los
mártires.
De éstos nos ocupamos ahora.
El 15 de septiembre,· don Manuel González, Obispo de
Palencia, se

refiere en su alocución al «odio personal contra
Nuestro Señor Jesucristo ... , miles de sacerdotes, religiosos y
re­
ligiosas y católicos practicantes, muertos y llevados al martirio».
Y
el Obispo de Túy, don Antonio García: «Esta no es una lu­
cha

militar, ni política ni social, tampoco una lucha entre dos
858
Fundaci\363n Speiro

¿HUBO MARTIRES EN LA GUERRA DE ESPARA?
civilizaciones. Es la lucha de las Tinieblas contra Nuestro Señor
Jesucristo
y contra la Iglesia».
Y el día 21, el doctor Nicanor Mutiloa, Obispo de Tarazona:
«Las almas

de los héroes de la Religión
y de la Patria. . . y las
de los mártires que sacrificaron su vida sobre · los altares de su
fe, están en el cielo, al lado de Dios». Y, dos días más tarde, el
doctor Fidel
García Martínez, nos habla del «ataque impío' y
furioso
contra la Religión
y la espiritualidad». Y, en el mismo
sentido, se pronuncia, el 29
de septiembre, el Obispo de Ba­
dajoz, don José María Alcaraz. El 30 de septiembre fue el Obispo de Salamanca, doctor
En­
rique Plá y Deniel, quien dictó estas clarísimas palabras: «Las
flores del martirio han florecido
en España
en
estos· El

Santo Padre
lo ha proclamado hl mundo entero el día 14. El
largo
y glorioso martirologio español se ha enriquecido de obis­
pos,
sacerdotes, seglares, viejos,

mujeres y basta
nifios», y

citaba
los nombres de algunos sacetdotes mártires de la diócesis de
Toledo y del fusilamiento del Sagrado Corazón de Jesús en el
monumento del Cerro
. de
los· Angeles.
En el propio día habló nuevamente el Arzobispo-Obispo
de
Mallorca refiriéndose a la «revolución impla, dirigida por, Sa­
tán».

Y del 1 de octubre es la alocución del doctor don
Agustín
Parrado,

Arzobispo de
Granada, continuando
el Obispo de Avi­
la, don Santos Moro, refiriéndose a los «veintisiete
saeerdotes,
al

menos, de la di6cesis, que han
sucumbido gloriosamente, már­
tires de su fe». Y seguimos esta relación con la alocución del doc­
tor
don Remigio Gandásegui,
Arzobispo de
Valladolid, en 28 de
octubre. Y en 30 de noviembre, don Benjamín
de Arriba y Cas­
tro, Obispo de Mondoñedo, hablaba de que «España vive horas
tristes y

amargas ... , la Iglesia y sus
ministros son
víctimas de
la
más sangrienta peisecúción, cuyas nionstruosidadés recuerdan las
de Netón.
Mártires por
odio a
la Religión ... ».
El 15 de diciembre se escucharon del doctor don Tomás Mu­
ñiz Pablo, Arzobispo de Santiago, las siguientes palabras: «Los
sin-Dios y
contra'Dios buscan
a obispos,
sacerdotes,; religiosos y
católicos

para martirizarlos en mayor número y con
mayor cruel-
859
Fundaci\363n Speiro

]OSE ANTONIO GARCIA NOBLEJAS
dad que Nerón y Diocleciano». Y en 21 de diciembre, don Justo
Echeguren, Obispo de Oviedo, habló
de «nuestros mártires, y
tomamos la palabra en el sentido más amplio ...
». Y en términos
semejantes se produjo don José Alvarez Miranda, Obispo
de
León· e igualmente don Adolfo Pérez Maños, Obispo de Córdo­
ba, hablando de «los
sufrimientos espantosos y muertes crue­
les

de nuestros amados hijos ... , martirio de tantos sacerdotes ... ,
espectáculo infernal».
Algún tiempo

antes,
el 23 de noviembre, el Cardenal Pri­
mado, don
Isidro Gomá,

afirmaba que la guerra española no era,
«en lo que
tenía de

popular y nacional, nna guerra política pro­
piamente
dicha, sino una

guerra de principios, de doctrina de
nn concepto de vida ... ;
si se

suprimiera la fuerza del sentido
reli,
gioso, la· guerra quedaría enervada... Estamos profundamente
convencidos de que la sangre de millares de españoles
que_ la han
derramado por su Dios· y por su fe, cuyo grito postrero ha sido
un vítor a Cristo Rey ... Es una plegaria viva para España, que
sube al Cielo desde
la tierra que se empapó en ella y que tiene
una voz que no desoirá el Corazón de Aquel por quien murie­
ron». Y en su Carta Pastoral, de 30_ de enero
de 1937, nos dice:
«esta guerra, por parte de los enemigos de nuestro Dios, ha sido
nn sistema-
vast!simo de

sacrilegios perpetrados a sangre
fría y
que culminaron en este sacrificio satánico que si no fue mayor
en su aberración teológica, sí fue
el más simbólico y clamoroso:
el fusilamiento del Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los
Angeles», y proclama su «dolor por millares de sacerdotes
ase­
sinados

con saña inhumana por el simple
hecho de

ser represen­
tantes de Dios».
Y

cuando la guerra iba a cumplir nn año
de lucha y de mar­
tirio, en 1 de julio de 1937, coronando
tan copioso y unánime
elenco pastoralicio, se publica la conocida
Carta colectiva del
Episcopado Español, dirigida a los obispos del mnndi:, entero; la
cual, conocidas las antecitadas alocuciones y cartas individuales
de los· obispos, podemos comprender que nada
tenía de improvi•
sada

o
de ligera. En ella

explican nuestros obispos
las causas
y
razones de la Cruzada, su carácter y su espíritu. Documento ar-
860
Fundaci\363n Speiro

¿HUBO MARTIRES EN LA GUERRA DE ESPA! chiconocido y siempre discutido por los enemigos declarados o
interiores de la Iglesia, pese a que su
exposición y
argumentos
eran absolutamente irrefutables. En ella se habla de los mártires
en términos inequívocos:
«No creemos que en la historia del cristianismo y en el es­
pacio de unas semanas se haya dado explosión semejante en
to­
das

las formas de pensamiento, de voluntad y de pasión, del odio
contra Jesucristo y su Religión •sagrada. Contamos los mártires
por millares; su testimonio es una esperanza para nuestra po­
bre Patria; pero casi no hallaríamos en el martirologio romano
una forma de
martitio no
usada por el comunismo, sin
exceprnar
la crucifixión; y, en cambio, hay formas nuevas de tormento
que han consentido las sustancias y máquinas modernas. . . El amor patrio, cuando se ha sobrenaturalizado por el amor de
Nuestro Señor Jesucristo, nuestro Dios y Señor, toca
las cum­
bres de la caridad cristiana. Hemos visto una explosión de ver­
dadera caridad, que ha tenido su expresión máxima en la san­
gre de millares de españoles que la
han dado al grito de ¡ Viva
España!, ¡Viva Cristo Rey!».
«Dentro del Movimiento Nacional se
ha producido el fenó­
meno maravilloso del martirio
-de verdaderos mártires, como
ha dicho el Papa- de millares de españoles, sacerdotes, religio­
sos
y seglares; y este testimonio de sangre habrá
de condicionar
en el futuro.
Los templos ardieron porque eran casas de Dios,
y los sacerdotes fueron sacrificados porque eran ministros de Dios. De ninguno de ellos se sabe que claudicara en la hora del
martirio; por millares dieron el altísimo ejemplo de heroísmo ... ».
Cuatro Pontífices proclaman a los mártires de España.
El anterior conjunto de expresiones pastorales halló confir­
mación unánime, clarísima, rotunda, por
parte de los dos San­
tos Padres .reinantes durante aquella
guerra, y

por sus sucesores,
sin que ninguno de ellos revocara, aboliera o condicionara tal
861
Fundaci\363n Speiro

]OSE ANTONIO GARCIA NOBLBJAS
doctrina, antes bien la ratificaron y precisaron en los términos
que
a continuación
transcribimos.
Transcurridos
cast dos

meses desde
el inicio de la guerra,
conociendo ya Su Santidad Pío XI la realidad
de l.;s hechos, con­
sideró necesario calificarlos con su
altísima autoridad,
y en 14
de septiembre de 1936, hallándose aún en su residencia vera­ niega de Castelgandolfo, concedió audiencia masiva a los católi­
cos españoles refugiados
por entonces en Roma. Eran unos dos
mil,
y un tren especial los condujo desde la estación Términi.
Abarrotaban la sala de audiencias, llenos de emoción, y muchos
sin poder contener las lágrimas, ante el recuerdo de tantas muer­
tes y destrucciones. El Papa, hablando con su habitual pruden­
cia y mesura, -fid a ~u magisterio les dirigió, entre otras, las si­
guientes palabras:
«Venís a decirnos vuestro gozo por haber sido dignos,
como los primeros Apóstoles, de sufrir "pro nómine Jesu";
vuestra felicidad, ya exaltada por el primer Papa, cubier­ tos de oprobios por
el nombre de Jesús, y por ser cristia­
nos. ¿Qué
diría El

mismo, qué podemos decir Nos en
vuestra alabanza,
venerables Obi~pos y

sacerdotes, perse­
guidos e injuriados precisamente "ut ministri Cristi et dis­
pensatores mysterium. Dei?"».
«Todo esto es un esplendor de virtudes cristianas y
sacerdotales,· de heroísmos y de martirios; verdaderos
· mar­
tirios en

todo el sagrado y glorioso significado de la pa­
labra ...
» ..
Y en la festividad de San José del siguiente año, 1937, pro­
mulgó el mismo Sumo Pontífice su encíclica
~vini Redemptoris
-hoy sUenciadac por · lw mayoría de nuestros Obispos--, en la
que con referencia a las persecuciones religiosas del momento,
es···decir, principalmente

a
1"' de España, se · expresaba así:
862
«EÍ furor comunista no se ha limitado a matar Obi~pos
y

millares de sacerdotes, religiosos
y religiosas, buscan­
do
de modo
especial a

aquellas
q~~ precisamente trabaj~-
Fundaci\363n Speiro

¿HUBO MARTIRESEN LA GUERRA DE ESPAlM?
bao con mayor celo con pobres y obreros, sino que ha he­
cho un

número mayor de víctimas entre
loo seglares
de
toda clase y condición, que diariamente puede decirse, son
asesinados en masa
por el hecho de ser buenos cristianos».
Terminada la guerra el 1 de
abril de 1939, su sucesor en el
Pontificado, Su Santidad Pío XII, dirigió a los españoles un ra­
dio-mensaje, extenso y cordial, en el que hablaba de nuestros
mártires en términos similares a los su Augusto predecesor:
«Nos, con piadoso impulso, inclinamos ante todo nues­
tra frente a la santa memoria de los obispos, sacerdotes,
religiosos de uno
y otro sexo, y fieles de todas clases y
condiciones, que

en tan elevado número han sellado con
sangre su fe en Jesucristo y su amor a la Religión católica, "Majorem hac dilectionem nemo habet" ( no hay mayor
prueba de amor)».
«Reconocemos también nuestro deber de gratitud hacia
todos aquellos que han sabido sacrificarse hasta el heroís­
mo en defensa de
loo derechos

inalienables de Dios y de
la religión, ya sea en los campos de batalla, o bien, con­
sagrados a los sublimes oficios de caridad cristiana en cár­
celes y hospitales».
Y refiere el escritor católico Antonio
Pétez de

Olaguer, en
su libro,
Mi padre, un hombre de bien, las inolvidables palabras
del mismo Pío XII al
finalizar una

audiencia privada que se dig­
nó concederle. ¿Asesinaron los rojos a su padre?,
¿cuándo?, ¿en
qué

día?, ¿dónde?, ¿cree usted que mataron a su padre por ideas
políticas, o por ser un caballero cristiano ... ? Pues, siendo así,
puede usted estar seguro
cle que

su padre es un verdadero
már­
tir, y merece por mi parte una bendición especiálísima».
Un

tercer Pontífice, Su Santidad Juan XXIII, en su mensa­
je al Cardenal-Arzobispo de Tarragona, publicado en
Ecclesia,
de 31 de enero de 1959, se expresó así:
«Todavía
están recientes
los sufrimientos de los sacer­
dotes, religiosos y seglares que en esa Archidiócesis -igual
865
Fundaci\363n Speiro

]OSE ANTONIO GARCIA NOBLEJAS
que en toda la católica nación española- dieron pruebas del amor que tenían a su fe y
de la poca estima de las cosas
terrenas ... El ejemplo de ellos, como el de
los mártires
hoy

conmemorados, será la llama que avive el fervor de
esa amada
grey, en una vida constantemente piadosa ... ».
Y. respecto del actual Pontífice, Su Santidad Juan Pablo II,
hemos mencionado anteriormente su clarísima doctrina martirial
y su disposición a llevar adelante las causas de beatificación de
nuestros mártires. Acaso no transcurra mucho tiempo para
re­
cibir el gozo de resultados gloriosos, tantos años anhelados.
Determinación y clasificación de los mártires españoles.
Concretando conceptos anteriores, el teólogo autor de la im­
portante colaboración en
Iglesia-Mundo, septiembre de 1982,
antes citada, establece los siguientes grupos de mártires de nues­
tra

guerra, clasificados por sus particulares circunstancias:
l. Son mártires los Obispos, sacerdotes, religiosos, religio­
sas, seminaristas y seglares a los que se mató por su confesión
de fe.
2. Igualmente los muertos por su co;.,dición religiosa, o
como cristianos destacados o practicantes.
3. Probablemente
lo son también los detenidos, civiles o
militares, fusllados por pertenecer a sectores considerados como
católicos o de fondo religioso. 4.
Lo fueron muchos militares, con o sin graduación, que
murieron combatiendo en defensa de
la Patria y de la fe.
5. Pueden ser mártires las víctimas de bombardeos sobre
ciudades, ya

que
la guerra la hacían los enemigos con objetivos
en los que entraba el
de destrucción de la fe.
No hubo culpabilidad por parte de las víctimas ni de la Iglesia.
Es preciso salir al paso de la
habitual trampa que pretende
atribuir, justificar o

explicar
la persecución,
en relación a situa­
ciones económicas o sociales,
hablando del

reparto injusto de
864
Fundaci\363n Speiro

¿HUBO MARTIRES EN LA GUERRA DE ESPMA?
bienes, etc., y de la inclinación de la Iglesia hacia las clases que
llaman privilegiadas,

de que antes hemos hablado (pág.
5 ). A
propósito de ello ya escribió
Eugenio Montes,

antes de la gue­
rra, que es falsa la interpretación marxista
de que el hambre
origina revoluciones, pues lo cierto es lo contrario, son las re­
voluciones las que producen ruina y hambre. Ciertamente no fue el pueblo, sino minorías seudointelectua­
les, quienes inventaron, en 1834, aquello de que los frailes en­
venenaban las fuentes y quienes, en mayo
de 1931, incitaron a
la quema de conventos e Iglesias,
y en 1936 desataron todas las
barreras a la feroz persecución. Como dice Rivarol, las socieda­
des, incluso las más civilizadas, tienen pulimentada solamente
la superficie, y debajo todo es escoria. El secreto para provocar
una revolución no
exige otro

esfuerzo que el de quebrantar la
superficie. Y, en cierto librito interesantísimo, publicado en Sevilla en
1937, a propósito del proceso seguido contra
el tristemente cé­
lebre
Agapito García Atadell,
los juristas

que
lo redactaron
dicen que cuando se estudien las causas
de la revolución de
1936, habrá que
~elegar a

la categoría de cuentos para chinos las
ideas de la opresión del pueblo, de su abandono por la Iglesia
y los privilegios de ciertos sectores, porque no hubo tal cosa. «Nin­
guna razón de origen social se encontrará eo la
b~se de

esta ex­
ploxión de odio demoníaco. La revolución ... ha obedecido a un
plan frío, metódico
y perfectamente desarrollado en todos sus
detalles» Y, efectivamente, nota característica de nuestra guerra
fue la alineación de las provincias rurales y menos desarrolladas
en el lado nacional,
y la de las más · industrializadas y prósperas
del lado de la revolución, y es sabido que por igual se persiguió
a muerte a las personas e instituciones
religiosas, incluyeodo
aquellas

que, como las Hermanas de la Caridad, las Hermanitas
de los Pobres, los Hermanos de San Juan de Dios, etc., dedica­
ban su

actividad al socorro de desvalidos y menesterosos.
De otra parte, contamos ya con suficiente perspectiva histó­
rica para comprobar· cómo el silencio o
confusión de

la Jerar­
quía acerca

de nuestros mártires viene a coincidir· en
el tiempo
865
Fundaci\363n Speiro

JOSE ANTONIO GARCIA NOBLEJAS
con la crisis eclesiástica en la que se transforma la liturgia hasta
caer en interpretaciones libres y personales;
las homilías truecan
su contenido espiritual por otro· de signo temporal o social, a
veces
de clara inspiración mar:,;ista; en los colegios religioso~ se
abandonan prácticas
de piedad, sustituyendo el catecismo por so­
ciología y saología, colocando a Carlos
Man junto
a Cristo. Es
el tiempo en que Pablo VI denunció la infiltración del humo
de Satanás. Con ello
se significa
que no es
el juicio de la Igle­
sia acerca de los mártires lo que ha cambiado, sino algo más sus­
tancial, es
la Iglesia misma la que cambió, su doctrina y su clis­
ciplina, si bien es lícito pensar que cuando la nave de San Pedro
vuelva a navegar por sus propios derroteros -porque
la Igle­
sia es eterna- se reanudará su atención a los mártires, con toda
su gloria.
Finalmente,
el hecho de que la persecución religiosa careció
de aliento popular, y fue debida a consignas
y directrices de los
cerebros de la revolución, es tan evidente, que ya
había sido
previsto,

con toda su honda tragedia, por
el sabio P. Gafo, O. P.,
eminente sociólogo, quien en los primeros días de la .guerra pro­
nosticaba
el destino que habían de esperar los religiosos, compa­
ñeros suyos en la Cárcel Modelo, afirmando:
--«La elimina­
ción y el
enerminio, sin

dudar. Todavía tendrán consideración
con el

pequeño burgués, porque
esp,:ran ganarle

para su causa,
pero a nosotros nunca. Demasiado saben ellos que somos
el...
mentos inasimilables por razón de nuestra fe; su designio es
suprimimos por la acción directa. Les conozco bien, nos mata­
rán, si
pueden».
Fue el 3 de octubre cuando se cumplió en el propio Padre
Gafo aquel presagio; a medianoche se oyó en
la galería la fa­
tídica voz: -¡Gafo, en libertad!-. Salió de la celda
sin tiempo
a despedirse de nadie. Seguidamente el
ABC rojo publicaba la
noticia en los siguientes términos:
-«Muerte del
P. Gafo-.
Víctima de antigua dolencia, ha fallecido en la cárcel Modelo
el célebre sociólogo P. Gafo».
En
el Archivo de la Causa General se conserva la fotogra­
fia de

su cadáver con la cabeza acribillada a balazos.
866
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