Índice de contenidos
Número 227-228
Serie XXIII
- Textos Pontificios
- Noticias
- In memoriam
-
Estudios
-
¿Hubo mártires en la guerra de España?
-
Cristianismo deshidratado
-
La reforma penal
-
El pesimismo jurídico de Georges Ripert
-
Brañas y la democracia orgánica
-
Sobre la revolución administrativa
-
La Justicia cristiana, la «nueva creación» y el orden temporal
-
Las relaciones Iglesia-Estado
-
La purga de unos economistas: Preobrajensky y la oposición
-
- Actas
- Información bibliográfica
Autores
1984
Gonzalo Fernández de la Mora: La envidia igualitaria
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Gonzalo Fernández de la Mora: LA ENVIDIA
IGUALITARIA(*).
Con la reciente aparición de La envidia igualitaria, ,el autor
de
El crepúsculo de las ideas y Académico de Número de la Real
de
Ciencias Morales
y Políticas, Gonzalo Fernández de la Mora,
incrementa sus numerosas publicaciones, de entre las que cabe
destacar
La partitocracia, enjundiosa crítica al gobierno de los
partidos.
La presente obra, cuyo núcleo lo constituye la envidia, no se
agota en
el análisis de ese vicio, sino que en tomo a ella, unida
por estrechos lazos, gira la ideología del igualitarismo
y, frente
a ésta, la desigualdad, muerte
y vida, respectivamente, de la so
ciedad. En efecto, la obra se compone de tres partes. La primera con
siste en el estudio crítico de la envidia en diversos autores que,
a lo largo de los siglos, con mayor o menor extensión, se han
ocupado de ella. Abarca este estudio a unos setenta autores que, desde los presocráticos a los contemporáneos, salvo excepciones,
han considerado que la envidia es un sentimiento maligno y ne
fasto para el hombre
y para la sociedad (págs. 9-92).
La segunda parte (págs. 93-160) está constituida por un aná
lisis de la envidia qne se extiende a su 1:onceptualización, a su
valoración, a la envidia como factor político, a las defensas fren te a
ella o a su suJ¡,eración y extinción y: a la envidia hispana.
Señala
Fernández de la Mora que «la envidia nace
del ra
ciocinio
y no de un instinto elemental ... , no se envidia porque
el
código genético lo impone; se envidia en función de un razona
miento» (pág. 105). Ese inconfesable vicio lleva al hombre a crear
le hábitos mentales que se vuelven contra
sf mismo,
obnubilán
dole
y haciéndole perder el sentido d"' la realidad (págs. 107 y
115). El autor liga, acertadamente, la envidia a los ideólogos y
a los partidarios del igualitarismo que «se convierten en promoto
res de un sentimiento de envidia que, desde fines del siglo
XVIII,
(*)
Ed. Planeta, Barcelona, 1984, 252 págs.
1094
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBUOGRAFICA
no ha cesado de ganar en extensión e intensidad» (pág. 112).
Así, la envidia se
a:poya, hoy
sobre todo, «en la predicación
te
naz, laboriosa y sistemática de una minoría que con ese recurso
pretende conquistar
d poder o, simplemente, satisfacer su per
sonal resentimiento contra los triunfadores» (pág. 112). Gonzalo Fernández de la Mora destaca
d carácter antisocial
de la envidia y la falsedad de que -frente a la tesis igualita
ria- contribuye a que la sociedad sea más justa (pág. 119). Y
es
de destacar
algunas de las observaciones acerca de la envidia
como factor político.
Así, y
tal como
d autor indica, en un régi
men democrático los gobernados están enfrentados entre sí a
·
causa
de que «la clase política se ocupa
esforzadaq,ente en
di
dividirlos» (pág. 126) y parte de esta clase recurre al fomento de
la envidia colectiva (pág. 127)
para lograr la unión de unos
frente a otros. El
recurrir a
la envidia en lugar de a la emula
ción se debe a que
«ésta no
acentúa la división» sino que «dis
tribuye las energías a lo largo
de todo d grupo y no mueve a
la formación de facciones incompatibles» (pág. 127). Con toda claridad señala cómo la envidia colectiva es alen
tada por los partidos de
izquierda para
conseguir adeptos, a los
que se les convence de que sus males resultarán menores si dis
minuyen los bienes,
el goce y la felicidad que proporcionan, de
los demás. Y resulta plenamente acertada la unión que
el autor
advierte entre la
izquierda y
la envidia colectiva, al ser utilizada
políticamente por aquélla, fenómeno exclusivo e inherente a la
.izquierda para
quien
d «progreso» ha consistido en d cercena
miento de los mejores para ofrecer a todos
la ilusoria preten
sión igualitaria. El estímulo es nulo;
la. superación y
la emula
ción se
encuentran ausentes de dicha mentalidad, no así el de la
derecha, como
seoola Femández
de
la Mora, que le evite acu
dir al recurso de la envidia colectiva, sentimiento ampliamente
vituperado por
dla (págs. 131-133 ).
Como superación y extinción de la envidia,
d autor seiíala
la
emulación, la satisfacción de la obra bien hecha, la estimación
de lo valioso en los demás, la solidaridad y
la simpatía.
«La desigualdad creadora» constituye
la tercera parte de la
obra (págs. 161-232) y en ella
el autor se ocupa de destacar que
la desigualdad humana es una realidad incontrovertible, fuente
de
progreso y
condición necesaria de la vida social, frente a un
pernicioso y destructor ideal igualitario que,
por otra parte, re
sulta imposible generador de otras desigualdades verdaderamen
te perniciosas por antinaturales. Como dice su autor, un iguali
tarismo cuyo «objetivo no es igualarse copiando, sino rebajando
1095
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
al prójimo» «es el producto típico de la envidia» y «constituye
una corriente social que no ha cesado de crecer desde la apari
ción del marxismo y cuyo vero perfil no
se puede
captar sin
desenmascararla, porque la envidia es subrepticia, hipócrita y si
muladora» (pág. 231 ). Al desenmascarar a· la ideología igualitaria y
señalar los be
neficios y la bondad de «la desigualdad creadora», fuente de ar
monía social, Fernández de la Mora coincide con quienes, sin
fijar su atención tan marcadamente sobre la envidia, y dentro del
campo que
podríamos llamar
tradicional y contrarrevolucionario,
advirtieron el mal radical del espíritu democrático, del igualita
rismo y de la masificación que resulta de ellos, indicando como
una de sus raíces las pasiones incontroladas de los hombres. Es
la observación de Donoso Cortés al indicar que «el getmen de
las revoluciones está en los deseos sobreexcitados de la muche
dumbre por los tribunos que la explotan y benefician»; es
el «y
seréis como los ricos», el «y seréis como los nobles», el «y se
réis como los reyes», hasta el «y seréis a manera de dioses».
Por eso, Donoso escribió: «la igualdad fue siempre el pretexto
de la ambición y, como la hipocresía, de la envidia». Es la ad
vertencia de Enrique Gil y Robles, para quien el igualitarismo
radicaba en las ansias del corazón, agitado por torcidas pasio
nes y
tenía su origen en el orgullo y la soberbia. Es la acusación
de Manrras cuando indicaba que «la igualdad no puede reinar
en parte alguna y, sin embargo, su obsesión, su deseo, establecen
un
espíritu político
directamente contrario a las necesidades vi
tales de un país; el espíritu democrático,
por la envidia se se
grega, mata la artnonía civil, la cordialidad, la
paz entre
los par
ticulares».
Es la observación de Vallet de Goytisolo al señalar
como una
de las causas de masificación el moderno «dogma» de
la igualdad, que no puede sufrir sin
sentirse herido,
las diferen
cias, aniquilando oon ello las libertades y haciendo de la socie
dad un rebaño. Es, en fin, la reflexión de Eugenio Vegas: «el
origen del principio de la igualdad absoluta está en el pecado
de la envidia en que cayeron nuestros primetos padres en el
Paraíso». Se trata, pues, de una obra que merece set leída en estos
tiempos en que el igualitarismo se extiende por doquier con to
das sus desastrosas
consecuentias. Lejos
de aumentar la liber
tad, las
libertades reales
decrecen con el igualitarismo, mientras
que en
la desigualdad encuentran su natural campo de acción,
como advierte Fernández de la Mora. Tiene
raz6n Fernández de la Mora al señalar que «la histo-
1096
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
ria de las dos últimas centurias de Occidente es incomprensible
si se prescinde de
la utopía igualitaria» y que «igualdad es la
idea fuerza de los movimientos sociales
más extensos
e impe
tuosos de nuestro tiempo: el democratismo y el socialismo»
(pág. 166).
Pero, poco
antes, escribe que
lo que trata en ese
lugar es de «subrayar
la persistencia y el volumen de la pre
tensión igualitaria a lo largo de dos milenios» (pág.
16/ó), pues,
a su juicio, «la civilización occidental registra, pues, una volun
tad igualitaria que primero es religiosa, luego política y, final
mente, económica» (pág. 166). Gonzalo Fernández de
la Mora encuentra esa voluntad iguali
taria religiosa en Pablo de Tarso, «que
teoriz6 el
igualitarismo
religioso: un Dios de todos y para todos» (pág. 162) y, páginas
después,
afirma que
«tanto en Pablo como eo Rousseau, Marx
y
sus epígonos, el problema de la igualdad no se plantea fáctica mente, sino normativamente.
Se da .como vitanda la desigualdad
real,
y se afirma como deseable la igualdad» (pág. 166).
Para el
lector poco
advertido, puestas así las cosas, pudiera
parecer que el
igualitarismo, que
ciertamente es algo malo y así
se presenta eo el libro, tiene un origen
religioso, cristiano
y que
nada menos que San Pablo es su teórico, por predicar un solo
Dios verdadero. La Iglesia condena esta ideología igualitaria y
frente al igualitarismo defiende las desigualdades «que se
de
riven
de la naturaleza misma de las cosas» (Pío XII) y
afirma
que
«la desigualdad del derecho y del poder se derivan del mis
mo Autor de la naturaleza» (León XIII).
No hay, pues, una pretensión igualitaria a lo largo de dos
milenios, pues
tal pretensión no arranca de los escritos de San
Pablo, ni se registra, en ese sentido, una voluntad igualitaria
que sea religiosa salvo, quizá, en alguna herejía. Y, en el mismo
San Pablo se encuentran textos absolutamente contrarios al
igualitarismo. Fernández de la Mora, por otra parte, en un epí
grafe posterior
trata de «la desigualdad terrena» y reconoce que
la igualdad de llamamiento a la misma fe no se traduce en una
igualdad de resultados ni en la vida mundana
ni en la perdura
ble, e indica que «el igualitarismo cristiano se limita a ofrecer
a todos, sin excepción, la condición de hijos de Dios y la opor
tunidad de salvarse; pero, luego,
el libre arbitrio divino en la
adjudicación de dones y la aplicación de una justicia proporcio
nal a las conductas desemboca en el
desigualitarismo» (pág.
194 ).
Esta observación no es obstáculo
para resaltar los valiosos
aportes de esta obra, tanto en su análisis
y crítica a un sentimien
to absolutamente
negativo y corrosivo, como es
el pesar por el
1097
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
bien ajeno, como en su defensa de la desigualdad y su rechazo
de la ideologfa igualitaria. El autor
señala que
una pasi6n tan
cerebral ha
sobrevivido
casi intacta a las admoniciones morales, mientras que comenza
rla a
tambalearse con la crítica conceptual (pág. 105 ). Mucho
nos tememos que pasarán los siglos
y no habrá desaparecido una
lacra
tan universal.
ESTANISLAO CANTERO.
Giuseppe Sermonti: EL CREPUSCULO DEL
CIENTIFISMO
(*).
José Sermonti, biólogo dedicado a la Genética, autor de nu
merosas obras dentro de su especialidad, ofrece en este libro una
colección
de artículos revisados para que tengan cierta unidad.
La obra, escrita
de forma amena y accesible, expone las críticas
que, para un cultivador de ciencias experimentales, merece
el
desarrollo que éstas han tenido durante los últimos siglos. Dado
su carácter de recopilaci6n, no puede extrañarnos que este libro
ofrezca cierto aspecto de desorganización; · lo cual exige al lec
tor un esfuerzo de síntesis para ordenar un cúmulo de
observa'
dones,
llamativas por la agudeza desde el primer momento de
su lectura. De
ahí que la primera tarea que me propongo, al
presentar esta obra, sea resumir las doctrinas que me parecen
más importantes. Estas, a mi juicio, apuntan a dos asuntos prin
cipales: la interpretación del desenvolvimiento moderno de las
ciencias experimentales
y la exposición de los errores y males
que tal desarrollo ha producido. En su investigación de la historia de
la ciencia no pretende
Sermonti hallar, a la manera de Kuhn, las leyes que rigen el
desarrollo de cualquier ciencia. Su interpretación se refiere a los
hechos históticos tal como se han dado, no tal como necesatia
mente se producen. De esta manera queda abierta la posibilidad
de criticar un proceso que podía haber sido de otra manera. La ciencia experimental estuvo primero íntimamente ligada
a las necesidades más vitales del hombre
y tenía la humilde pre
tensión de
subvenir a ellas de
la mejor manera posible. As! na
cieron,
por ejemplo, las
vacunas que
acabaron con el terrible
azote de las epidemias.
( *) O!tica de la Ciencia Pura y de sus Impurezas, trad. de Graclela
;Prancini, OIKOS, Br,enos Aires,
1983.
1098
Fundaci\363n Speiro
Gonzalo Fernández de la Mora: LA ENVIDIA
IGUALITARIA(*).
Con la reciente aparición de La envidia igualitaria, ,el autor
de
El crepúsculo de las ideas y Académico de Número de la Real
de
Ciencias Morales
y Políticas, Gonzalo Fernández de la Mora,
incrementa sus numerosas publicaciones, de entre las que cabe
destacar
La partitocracia, enjundiosa crítica al gobierno de los
partidos.
La presente obra, cuyo núcleo lo constituye la envidia, no se
agota en
el análisis de ese vicio, sino que en tomo a ella, unida
por estrechos lazos, gira la ideología del igualitarismo
y, frente
a ésta, la desigualdad, muerte
y vida, respectivamente, de la so
ciedad. En efecto, la obra se compone de tres partes. La primera con
siste en el estudio crítico de la envidia en diversos autores que,
a lo largo de los siglos, con mayor o menor extensión, se han
ocupado de ella. Abarca este estudio a unos setenta autores que, desde los presocráticos a los contemporáneos, salvo excepciones,
han considerado que la envidia es un sentimiento maligno y ne
fasto para el hombre
y para la sociedad (págs. 9-92).
La segunda parte (págs. 93-160) está constituida por un aná
lisis de la envidia qne se extiende a su 1:onceptualización, a su
valoración, a la envidia como factor político, a las defensas fren te a
ella o a su suJ¡,eración y extinción y: a la envidia hispana.
Señala
Fernández de la Mora que «la envidia nace
del ra
ciocinio
y no de un instinto elemental ... , no se envidia porque
el
código genético lo impone; se envidia en función de un razona
miento» (pág. 105). Ese inconfesable vicio lleva al hombre a crear
le hábitos mentales que se vuelven contra
sf mismo,
obnubilán
dole
y haciéndole perder el sentido d"' la realidad (págs. 107 y
115). El autor liga, acertadamente, la envidia a los ideólogos y
a los partidarios del igualitarismo que «se convierten en promoto
res de un sentimiento de envidia que, desde fines del siglo
XVIII,
(*)
Ed. Planeta, Barcelona, 1984, 252 págs.
1094
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBUOGRAFICA
no ha cesado de ganar en extensión e intensidad» (pág. 112).
Así, la envidia se
a:poya, hoy
sobre todo, «en la predicación
te
naz, laboriosa y sistemática de una minoría que con ese recurso
pretende conquistar
d poder o, simplemente, satisfacer su per
sonal resentimiento contra los triunfadores» (pág. 112). Gonzalo Fernández de la Mora destaca
d carácter antisocial
de la envidia y la falsedad de que -frente a la tesis igualita
ria- contribuye a que la sociedad sea más justa (pág. 119). Y
es
de destacar
algunas de las observaciones acerca de la envidia
como factor político.
Así, y
tal como
d autor indica, en un régi
men democrático los gobernados están enfrentados entre sí a
·
causa
de que «la clase política se ocupa
esforzadaq,ente en
di
dividirlos» (pág. 126) y parte de esta clase recurre al fomento de
la envidia colectiva (pág. 127)
para lograr la unión de unos
frente a otros. El
recurrir a
la envidia en lugar de a la emula
ción se debe a que
«ésta no
acentúa la división» sino que «dis
tribuye las energías a lo largo
de todo d grupo y no mueve a
la formación de facciones incompatibles» (pág. 127). Con toda claridad señala cómo la envidia colectiva es alen
tada por los partidos de
izquierda para
conseguir adeptos, a los
que se les convence de que sus males resultarán menores si dis
minuyen los bienes,
el goce y la felicidad que proporcionan, de
los demás. Y resulta plenamente acertada la unión que
el autor
advierte entre la
izquierda y
la envidia colectiva, al ser utilizada
políticamente por aquélla, fenómeno exclusivo e inherente a la
.izquierda para
quien
d «progreso» ha consistido en d cercena
miento de los mejores para ofrecer a todos
la ilusoria preten
sión igualitaria. El estímulo es nulo;
la. superación y
la emula
ción se
encuentran ausentes de dicha mentalidad, no así el de la
derecha, como
seoola Femández
de
la Mora, que le evite acu
dir al recurso de la envidia colectiva, sentimiento ampliamente
vituperado por
dla (págs. 131-133 ).
Como superación y extinción de la envidia,
d autor seiíala
la
emulación, la satisfacción de la obra bien hecha, la estimación
de lo valioso en los demás, la solidaridad y
la simpatía.
«La desigualdad creadora» constituye
la tercera parte de la
obra (págs. 161-232) y en ella
el autor se ocupa de destacar que
la desigualdad humana es una realidad incontrovertible, fuente
de
progreso y
condición necesaria de la vida social, frente a un
pernicioso y destructor ideal igualitario que,
por otra parte, re
sulta imposible generador de otras desigualdades verdaderamen
te perniciosas por antinaturales. Como dice su autor, un iguali
tarismo cuyo «objetivo no es igualarse copiando, sino rebajando
1095
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
al prójimo» «es el producto típico de la envidia» y «constituye
una corriente social que no ha cesado de crecer desde la apari
ción del marxismo y cuyo vero perfil no
se puede
captar sin
desenmascararla, porque la envidia es subrepticia, hipócrita y si
muladora» (pág. 231 ). Al desenmascarar a· la ideología igualitaria y
señalar los be
neficios y la bondad de «la desigualdad creadora», fuente de ar
monía social, Fernández de la Mora coincide con quienes, sin
fijar su atención tan marcadamente sobre la envidia, y dentro del
campo que
podríamos llamar
tradicional y contrarrevolucionario,
advirtieron el mal radical del espíritu democrático, del igualita
rismo y de la masificación que resulta de ellos, indicando como
una de sus raíces las pasiones incontroladas de los hombres. Es
la observación de Donoso Cortés al indicar que «el getmen de
las revoluciones está en los deseos sobreexcitados de la muche
dumbre por los tribunos que la explotan y benefician»; es
el «y
seréis como los ricos», el «y seréis como los nobles», el «y se
réis como los reyes», hasta el «y seréis a manera de dioses».
Por eso, Donoso escribió: «la igualdad fue siempre el pretexto
de la ambición y, como la hipocresía, de la envidia». Es la ad
vertencia de Enrique Gil y Robles, para quien el igualitarismo
radicaba en las ansias del corazón, agitado por torcidas pasio
nes y
tenía su origen en el orgullo y la soberbia. Es la acusación
de Manrras cuando indicaba que «la igualdad no puede reinar
en parte alguna y, sin embargo, su obsesión, su deseo, establecen
un
espíritu político
directamente contrario a las necesidades vi
tales de un país; el espíritu democrático,
por la envidia se se
grega, mata la artnonía civil, la cordialidad, la
paz entre
los par
ticulares».
Es la observación de Vallet de Goytisolo al señalar
como una
de las causas de masificación el moderno «dogma» de
la igualdad, que no puede sufrir sin
sentirse herido,
las diferen
cias, aniquilando oon ello las libertades y haciendo de la socie
dad un rebaño. Es, en fin, la reflexión de Eugenio Vegas: «el
origen del principio de la igualdad absoluta está en el pecado
de la envidia en que cayeron nuestros primetos padres en el
Paraíso». Se trata, pues, de una obra que merece set leída en estos
tiempos en que el igualitarismo se extiende por doquier con to
das sus desastrosas
consecuentias. Lejos
de aumentar la liber
tad, las
libertades reales
decrecen con el igualitarismo, mientras
que en
la desigualdad encuentran su natural campo de acción,
como advierte Fernández de la Mora. Tiene
raz6n Fernández de la Mora al señalar que «la histo-
1096
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
ria de las dos últimas centurias de Occidente es incomprensible
si se prescinde de
la utopía igualitaria» y que «igualdad es la
idea fuerza de los movimientos sociales
más extensos
e impe
tuosos de nuestro tiempo: el democratismo y el socialismo»
(pág. 166).
Pero, poco
antes, escribe que
lo que trata en ese
lugar es de «subrayar
la persistencia y el volumen de la pre
tensión igualitaria a lo largo de dos milenios» (pág.
16/ó), pues,
a su juicio, «la civilización occidental registra, pues, una volun
tad igualitaria que primero es religiosa, luego política y, final
mente, económica» (pág. 166). Gonzalo Fernández de
la Mora encuentra esa voluntad iguali
taria religiosa en Pablo de Tarso, «que
teoriz6 el
igualitarismo
religioso: un Dios de todos y para todos» (pág. 162) y, páginas
después,
afirma que
«tanto en Pablo como eo Rousseau, Marx
y
sus epígonos, el problema de la igualdad no se plantea fáctica mente, sino normativamente.
Se da .como vitanda la desigualdad
real,
y se afirma como deseable la igualdad» (pág. 166).
Para el
lector poco
advertido, puestas así las cosas, pudiera
parecer que el
igualitarismo, que
ciertamente es algo malo y así
se presenta eo el libro, tiene un origen
religioso, cristiano
y que
nada menos que San Pablo es su teórico, por predicar un solo
Dios verdadero. La Iglesia condena esta ideología igualitaria y
frente al igualitarismo defiende las desigualdades «que se
de
riven
de la naturaleza misma de las cosas» (Pío XII) y
afirma
que
«la desigualdad del derecho y del poder se derivan del mis
mo Autor de la naturaleza» (León XIII).
No hay, pues, una pretensión igualitaria a lo largo de dos
milenios, pues
tal pretensión no arranca de los escritos de San
Pablo, ni se registra, en ese sentido, una voluntad igualitaria
que sea religiosa salvo, quizá, en alguna herejía. Y, en el mismo
San Pablo se encuentran textos absolutamente contrarios al
igualitarismo. Fernández de la Mora, por otra parte, en un epí
grafe posterior
trata de «la desigualdad terrena» y reconoce que
la igualdad de llamamiento a la misma fe no se traduce en una
igualdad de resultados ni en la vida mundana
ni en la perdura
ble, e indica que «el igualitarismo cristiano se limita a ofrecer
a todos, sin excepción, la condición de hijos de Dios y la opor
tunidad de salvarse; pero, luego,
el libre arbitrio divino en la
adjudicación de dones y la aplicación de una justicia proporcio
nal a las conductas desemboca en el
desigualitarismo» (pág.
194 ).
Esta observación no es obstáculo
para resaltar los valiosos
aportes de esta obra, tanto en su análisis
y crítica a un sentimien
to absolutamente
negativo y corrosivo, como es
el pesar por el
1097
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
bien ajeno, como en su defensa de la desigualdad y su rechazo
de la ideologfa igualitaria. El autor
señala que
una pasi6n tan
cerebral ha
sobrevivido
casi intacta a las admoniciones morales, mientras que comenza
rla a
tambalearse con la crítica conceptual (pág. 105 ). Mucho
nos tememos que pasarán los siglos
y no habrá desaparecido una
lacra
tan universal.
ESTANISLAO CANTERO.
Giuseppe Sermonti: EL CREPUSCULO DEL
CIENTIFISMO
(*).
José Sermonti, biólogo dedicado a la Genética, autor de nu
merosas obras dentro de su especialidad, ofrece en este libro una
colección
de artículos revisados para que tengan cierta unidad.
La obra, escrita
de forma amena y accesible, expone las críticas
que, para un cultivador de ciencias experimentales, merece
el
desarrollo que éstas han tenido durante los últimos siglos. Dado
su carácter de recopilaci6n, no puede extrañarnos que este libro
ofrezca cierto aspecto de desorganización; · lo cual exige al lec
tor un esfuerzo de síntesis para ordenar un cúmulo de
observa'
dones,
llamativas por la agudeza desde el primer momento de
su lectura. De
ahí que la primera tarea que me propongo, al
presentar esta obra, sea resumir las doctrinas que me parecen
más importantes. Estas, a mi juicio, apuntan a dos asuntos prin
cipales: la interpretación del desenvolvimiento moderno de las
ciencias experimentales
y la exposición de los errores y males
que tal desarrollo ha producido. En su investigación de la historia de
la ciencia no pretende
Sermonti hallar, a la manera de Kuhn, las leyes que rigen el
desarrollo de cualquier ciencia. Su interpretación se refiere a los
hechos históticos tal como se han dado, no tal como necesatia
mente se producen. De esta manera queda abierta la posibilidad
de criticar un proceso que podía haber sido de otra manera. La ciencia experimental estuvo primero íntimamente ligada
a las necesidades más vitales del hombre
y tenía la humilde pre
tensión de
subvenir a ellas de
la mejor manera posible. As! na
cieron,
por ejemplo, las
vacunas que
acabaron con el terrible
azote de las epidemias.
( *) O!tica de la Ciencia Pura y de sus Impurezas, trad. de Graclela
;Prancini, OIKOS, Br,enos Aires,
1983.
1098
Fundaci\363n Speiro