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Número 233-234

Serie XXIV

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Iglesia, España e Hispanidad

IGLESIA, ESPAÑA E HISPANIDAD
POR
A. L CouARTou (")
Cuando el 12 de octubre de 1492 las proas de las carabelas
españolas alcanzan el Nuevo Mundo, Cristóbal
Colón ignora
que
a sus pies se extiende .un territorio inmenso, de 40 millones
del
Km'., poblado por millones de seres humanos que hablan más
idiomas que en toda Europa
.. Este
acontecimiento, de trascen­
dencia extraordinaria, señala la entráda de España en
la historia
universal y el nacimiento de la Hispanidad. El vocablo «hispanidad», utilizado ya en el primer siglo
a. d.
J. (hispanitatem),.restaurado posteriormente por algunos
humanistas del Renacimiento, ha adquirido un sentido particu­ lar y ha
asumido un

contenido afectivo después de la utilización
realizada por el filósofo Unamuno (1909), el eclesiástico
Mon,
señor Zacarías de

Vizcatra
0933, en·
un seminario argentino)
y, sobre todo, por el pensador y político Ramiro de Maeztu en
su
famoso libro Defensa de la Hispanidad ( 1934 ). Es ·concepto
expresivo

de
la comunidad de pueblos hispánicos, afirmando su
unidad espiritual,
sin distinciones raciales, geográficas o de otra
índole; al mismo riempo
exalta la

esencia, la vitalidad y el fu­
turo de todo lo que es específicamente español, sea cual fuere
su naturaleza, dentro del dominio del pensamiento, la lengua o
las costumbres.
·(*) El autor de este artículo, doctor A. L Couártou, tiene 36 afias
de

edad, es francés de origen vasco-navarro, católico e hispanófilo,
poli~
t61ogo y jurista, Doctor d'Etat et Sciénces politiques con «Maltrise en
Ilroit», Diplomé en Sciénces:-economiques, autor .de estudios acerca de los
fundadores del derecho··internacional ·público, Vitori~ y Suárez, autor-baio
diversos pseudónimos de artículos en Le Monde, Le Spectac!é du Monde,
Histoire, Histoire pour tous, Les Ecrits de PárJs, etc.
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A. I. COUARTOU
La hispanidad es un espíritu. que trasciende las diferencias
biológicas y psicológicas, los concpetos de nación y patria. Es
una
unidad de

destino, un
. principio
espiritual que comprende
un factor religioso -el
calolicismo--y

una serie de factores
puramente humanos como
la· tradición,

la cultura, el tempera­
mente colectivo y la historia. Es
la proyección de la fisonomía
de España fuera de sus fronteras. Es•el temperamento español,
no fisiológico, sino moral e histórico, comunicando a otras ra­
zas, naciones o tierras, impregnadas para siempre del alma espa­
ñola
(1).
En el curso de cuatro viajes en 1492, 1943, 1498 y 1502,
Colón descubre sucesivamente Cuba y las Antillas, Venezuela
y
Honduras. Numerosos navegantes y exploradores se lanzan a la
aventura desde entonces, partiendo de las costas españolas. Ape­ nas pisan tierra, plantan
una cruz y

toman posesión de
lo ocupado
en

nombre de
la Reina de Castilla, pues el mérito del descubri­
miento corresponde efectivamente a Castilla
Y. no
a Aragón.
Desde 1479 reinan, por igual, en España, isabel la Católica
y Fernando
de. Aragón. Las fuerzas religiosas y pol!ticas actúan
conjuntamente
'y la Península se convierte en nación ,imperial.
Isabel es
la reina de Castilla, vasta meseta que representa el
aislamiento, la austeridad, la simplicidad primitiva. Fernando es
el rey de Aragón, del valle· del Ebro inclinado hacia el Medite­
rráneo, abierto a los vientos de Italia, a ias tentaciones de
rique­
zas

y conquistas. Isabel quiere ser ministro
de Dios en la tierra;
su visión es esencialmente religiosa y universal
y sus acciones
tienen como

único fundamento la eternidad. Fernando es un
po­
Htico, casi el modelo del Príncipe de Maquiavelo; sus fines no .
son espirituales, sino polítiCos; · no esenciales y Permanentes, sino
transitorios y circunstanciales. No quiere que España sea un es­
píritu, sino uti. Estado. Su visión es positiva y nacional. Fernan-
(1) Ramiro de Maeztu, Obra de Ramiro de Maeztu, Defensa de la
Hispanidad, Madrid, Ed. Nacional, 1974; véase asimismo: Manuel Garcfa
Morente, Idea de--la Hispanidad, Barcelona, Espasa~Calpe, 1961 y la con­
ferencia de Eduardo Adsuara, ¿Qui es la Hispanidad?, Instituto de la
Juventud, Madrid, 12 de enero de 1983.
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IGLESIA, ESPAJIIA E HISPANIDAD
do, y más tarde Carlos· V, viajan por Europa y contribuyen a
hacer de España un elemento primordial de la política europea. Isabel y sus «navegantes», por el contrario; vuelven la espalda
a Europa y abren un nuevo mundo a
la historia. ·
El

20 de septiembre de 1519,
el portugués
Magallanes, des­
de las costas españoles, alcanza el estrecho al que da su rrombre
y muere en un oscuro combate
contra los

indígenas. Su segundo,
Elcano, regresa a Sanlúcar el 6 de septiembre de
Í522 y

asume
el honor y la gloria de ser el primer capitán que ha dado la
vuelta al mundo.
·
En

menos de treinta años, españoles, portugueses y algunos
italianos descubren todas las Antillas y las islas del Golfo de
Méjico, Florida, la mayor
parte de

América Central, el Océano
Pacífico y la totalidad de América del Sur. En
1519 los

españo­
les fundan
Panamá; dos

años
más tarde
descubren Nicaragua.
En 1519 Hernán Cortés, teniendo a
sus órdenes

once naves,
cuatrocientos soldados, doscientos indios, treinta y dos caballos y once piezas de artillería, conquista Méjico. En
1512, Narváez
se

aventura en tierra firme. Cuatro supervivientes de su
expedi­
ci6n atraviesan, a pie, . los inmensós territorios ciue .separan Nue;­
va Orleans de San Francisco. Otros descubren Georgia, Colorado,
Arkansas, Missouri,
Californiac ..

En
1531; a
la cabeza de 227
hombres, Pizarra
se lanza

a la conquista del Perú. Mendoza funda
Nuestra Señora de Buenos Aires. Su segundo, Ayala, descubre Paraguay y funda Asunción. En la segunda mitad del siglo
XVI
las actividades de marinos y exploradores se dirigen hacia el Pa­
cífico. En

1570 se exploran las Filipinas y se funda Manila.
Con ellos, los españoles aportan caballos, bueyes, ovejas, cer­
dos y gallinas. Introducen el cultivo del trigo, de
la· seda, el
azúcar y la .viña. En pocos años quedan aclimatados en América
· todos los auimales y plantas de España. Tres palabras resumen, frecuentemente, la historia del esfuer­
zo creador de España en América: ambición, crueldad e ignora­
da. En realidad el acontecimiento es tan desmesurado que se
presta a una
crítica tan
injusta como incompleta. A la hora de
apreciar
el trato aplicado a los indios no se tiene bastante ~n
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A. l. COUARTOU
cuenta el hecho de que el In;iperio duró tres. siglos y fue jalonado
por una larga
. lista

de
. proezas y

gestas
extraordinarias que re­
velaron

al mundo
la extensión y el · esplendor de todo un con­
tinente. «Los hechos, examinad.os con imparcialidad -eSCribe
S. de Madariaga-, muestran que la acusación de ignorancia se
vuelve contra. el que la formula
y que los de crueldad y afán de
riquezas aparecen en sus verdaderas proporciones como caracte­ rísticas de una época en
la que los españoles pueden mostrar
orgullosos, sobre todo al
compárarlos con
sus contemporáneos de
otros países». El historiador P. Chaunu afirma por su parte:
«La leyenda
antil¡ispánica, en

su versión americana, juega ... el
papel sanitario de fijación de un abceso ..
, La

pretendida «masa­
cre» de los indios en
.el siglo XVI (por los españoles}-encubre
la
«masacre» real, de
la colonización de fronteras del siglo XIX
por los americanos); la América no ibérica. y la Europa del Nor­
te se liberan de sus crímenes señalando los de la otra
América
y

la
.otra Europa»·. El propio autor,

en una obra que contiene
una severa crítica .del Imperio Español, dice: «en el xvr
y en
el
XVII, España concibió un sistema colonial que fue un mode­
lo para otras naciones europeas, el más respetuoso de toda la
humanidad colonizada. Sobre este punto todos los historiadores contemporáneos se haUan de acuerdo» (2).
Una conclusión puede ser propuesta al cristiano. Nos
la ofre­
cen el pecado original
y la redención. Sin duda, el bien y el mal
estructuran, sin disociación,
la trama de la hista'ria, pero en
América, como
en. Europa,

se debe al cristianismo
-para utili­
zar los

mismos términos de Montesquieu- «en
el ,gobierno un
cierto derecl¡o político y en la guerra .un cierto derecho de gen­
tes que la
naturaleza humana

no sabría reconocer adecuadamen­
te»· (De !'Esprit des Lois, 1, XXIV, cap. III). Siendo hijo de
Dios,
el hombre no puede ser esclavo de otro hombre. En tér- ·
minos parecidos se expresa Rousseau, genio nefasto que, en oca-
(2) Salvador de Madariaga: L'essor et le déclin de l'Empire-espagnol
d'Amerique, París,;· Ed._ Albin Michel, 1958; Pierre -Chaunu, Histoire de
l'Amérique
latine, Parfs, PUf, 1979.
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IGLESIA, ESPANA E HISPANIDAD
siones, ofrece breves claridades: «El cristianismo ha hecho menos
sanguinarios a los gobernantes
modernos: se
constata fácilmente
comparándolos con los de la antigüedad»
(Emile, 1, IV).
Las intepretaciones simplistas,
las explicaciones monocausa­
les,
las esquematizaciones

y verdades
parciales descansan, de he­
cho,

sobre el
rechazo del

análisis del pasado en sus propios tér­
minos, conforme a su propio cuadro de referencia. No se puede, honestamente, enjuiciar con una simple ojeada una serie de mo­
tivaciones repletas de ambigüedad de la colonización
hispana y
ofrecerlas

como único ramillete: afán de ganancias, sed de oro,
plata y especies, pasión
de aventura, voluntad de poder; deseo
de
prestigio. Tampoco se puede conjugarlas con el servicio del
bien común, el idealismo religioso
y el celo misional.
Para comprender
el origen y el fundamento de la leyenda
negra de
una: conquista
inhumana y una cruel dominación, es
preciso tener en cuenta que España es en
el siglo xvr . la· poten­
cia
política, económica y militar más importante de Europa. Sus
territÓrios
abarcan Norte

y Sur de Italia, los Países Bajos, Bél­
gica, España, Portugal y partes considerables de Francia;
· toda
Centro-América

y Suramérica y la mayor parte
de los territorios
continentales y

meridionales de los actuales Estados Unidos; las
islas Filipinas, Madera, Azores, Cabo Verde, Guinea, Congo,
An­
gola, Ceylán, Borneo, Sumatra y las Malucas y tiene algunas zo­
nas mercantiles en tierras insulares y continentales de las costas
asiáticas.
Durante dos siglos España es el enemigo natural de casi
todas las naciones europeas. Y las causas materiales no son pre­
cisamente las únicas. Sánchez Albornoz, uno de los mejores
medievalistas contemporáneos, explica en una fórmula sugestiva
que «el arquetipo del español nació'
·de la

lucha entre
el Islam
y la Cristiandad»
(3). Cuando

el 24 de diciembre de 1492
Co-
(3) Se enfrentan dos tesis: Seg6n el historiador Américo de Castro
(La realidad histórica -de España, Méjico, Ed. Porrúa, 1962). el: hispano-­
cristiano es un prod~o de la simbiosis del judío, del moro y del_ cris­
tiano. Al contrario, para el medievalista Clauclio Sánchez Albornoz, el
arquetipo del espafiol no es producto del mestizaje, sino de la lucha
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A. J; COUARTOU
Ión funda en la isla Española, actualmente Santo Domingo, el
embrión del imperio «en el que el sol jamás se ocultaba» apenas
ha transcuttido un año desde la conquista de Granada, que con­
cluye la
Reconquista. España se lanza a
.la escena
universal con
una voluntad

de unidad religiosa, nacida al filo de su problema
nacional·
y prolongada, inconscientemente, a nivel internacional.
Esta
· voluntad
domina toda su política en la Península y pos­
teriormente en Europa y Ultramar. En el
ulterior, los

Reyes Católicos
y sus sucesores de la
dinastía de

Austria
insisten en

la conversión de sus nuevos súb­
ditos a la
fe católica. La unidad política y cultural no son con­
sideradas

como fines esenciales del Estado. Nadie se ocupa de
ellas. Lo esencial es la unidad de la fe.
Lá' Corona p+ótege a

la
Inquisición, expulsa · a

los moriscos
y
los, judíos, lucha contra los abundantes seguidores de Erasmo que
preparan el camino al movimiento luterano, pero al
mismo tiem­
po

protege y defiende las libertades locales de cada reino. Como
lo subrayan dos de los mejores especialistas del pensamiento
llamado·· «conservador»

o «tradicional»,
los profesores
P. Gott­
fried
y T. Molnar, en esta época, derechos, costumbres, pode-.
res
y libertades locales, aun siendo muy diversas, pueden coexis­
tir
en la misma sociedad, pues todos descansan en la común
éreencia en la divina revelación ( 4 ). En
Europa; esta

voluntad de unidad· religiosa produce los
trágicos esfuerzos de Carlos V, emperador de Alemania y
rey
de · España, en su · intento de amortiguar las herida:S producidas
entte·-el Islam y la-Cristiandad ·(España, -un enigma ··hist6rico, Barcelona,
EDHASA, 1981, 1•. edki6n en 1956).
(4) Sobre la lnquisici6n y los judíos en -España, cf. Jean Giraud
Vlnquisition medfevale, París, Taillandier1 1978 y Luis Sl.1.árez Femández,
Les Juifs espagnols au Moyen Age, Parls, Ed. Gallimard, 1983. Pueden
examinarse también tos·. brillantes e5tudios sobre el pensamiento tradicio­
nal del fil6sofo Tomás Molruir Christian Humanism, Chicago, Franciscan
Hetáld Press, 1978, y del historiador, redactor-jefe de una de las mejores
revistas , americanas de historia, Continuity, A Journal of History, Paui'
Gottfried, Conservative .Millenerians, New York, Fordham University Ptess,
1979.
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IGLESIA, ESPANA E HISPANIDAD
en la unidad europea por la Reforma y, más tarde, conduce al
agotamiento de la monarquía española.
En América, las ansias de unidad religiosa motivan el celo
y proselitismo de los conquistadores Y. se reflejap en la coloni­
zación sobre una base de igualdad racial
y en el prodigioso es­
fuerzo de la educación general
y religiosa de los indÍos.
Dos siglos de luchas no
se olvidan · fácilmente.
De
ahí nace
la leyenda de una España inquisitorial, fanática, ignorante, in­
capaz de
figurar entre

los pueblos cultivados, siempre dispuesta
a las represiones violentas, enemiga del progreso y las innova­
ciones. Cuaodo en 1914
Julián Juderías publica en Barcelona
la primera edición de
La leyenda negra anti-española no sospecha
que los graodes pueblos de Europa, y después de ellos los Es­
tados Unidos, están en vísperas de _conocer un proceso de crisi~,
de crítica profunda y de revisión de sus propios valores. Su
repentina perplejidad fue causa de la reconsideración del concep­ to de América hispana a
cargo de

una pléyade de historiadores
especialistas del tema. Sobre
las bases de Humbolt, Pereira,
André, Bayle,
· Lummis,

Hanke, Hoeffner, Walsh, Schneider,
Schalke, más de un centenar
de autores

extranjeros, además de
· los

de
la escuela indigenista, iluminan como un nuevo. amanecer
la acción hispano-cristiaoa. Jean Dumont ha facilitado un breve
resumen
de. sus trabajos en

dos capítulos de su libro
L'Eglise
au risque de

l'histoire
(5).
La Iglesia que, desde sus inicios, toma parte activa en la
colonización y gobierno del Nuevo Mundo, afirma que el único fundamento sólido del derecho de los españoles
para invadir
América

y ocupar sus territorios, es su capacidad de convertir
a los indios a
la fe cristiaoa (*). Violado con freq,encia, olvidado
a
veces, este principio permanece en pleno vigor e inspira los ac-
.
(5) Véase, ·singularmente, «L'Eglisse opresseur dés indiens d'Améri­
que», en L'Eglise au risque de l'Histoire, Limoges, Ed. ·Ardánt-Critérion,
1981.
e•) Respecto esta cuestión: cfr. el comentario de Juan. Vallet de· Goy­
tisolo, «La "Relectio de indis", del P. Francisco de Vitoria y la descolo­
nización», en Verbo, núm. 74, abril de 1%9, págs. 334-340.
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A. I. COUARTOU
tos de los responsables españoles en América durante todo el siglo
XVI. Así se explica la ausencia de todo prejuicio de color
ei;i sus relaciones con los indígenas.
Si la
monatquía española
se hubiera adaptado a
las ideas
que prevalecían en aquel entonces en una buena parte del Nor­ te de Europa, sin duda toda la población india habría sido re­
ducida a una esclavitud legal y efectiva. No obstante, contraria­
mente a lo expresado, España estableció jurídicamente la libertad
de. los indios y no permitió
la esclavitud, sino para los caníba­
les o los indígenas que practicaban sacrificios humanos o los
que se oponían por la fuerza a toda forma de educación cristia­
na. A la tesis materialista, que sostiene que los españoles sólo fueron a América movidos por sus . ansias
de riquezas

y no por
celo de predicación, la enciclopedia del sistema colonial, escrita
por el P. Solórzano Pereira,
La politica indiana, aporta un valioso
desmentido formal. Alli se pueden hallar las cartas de nobleza
del pueblo español, principalmente las instrucciones que los Re­
yes Católicos dieron a Colón: convertir a la fe católica los ha­
bitantes de las tierras descubiertas, a los que debían tratar con
amor y dulzura. Recomendaciones que renueva la bula de Ale­
jandro VI, de 4 de mayo de 1493, y que repiten constantemente
una infinidad de disposiciones y ordenanzas que todos los Reyes de España dirigen a sus Virreyes sin omitir el anuncio de san­
ciones en caso de desobediencia. «Nuestra principal
intención,.
-escribe

Isabel en su testamento «fue la de convertir los pue-
blos a nuestra santa fe
católica,., ·
Desde
el

siglo
XVI la colonización provoca fuertes críticas
y elocuentes condenas. Los primeros misioneros alertan a la opi­
nión pública y a la corona sobre los malos tratos inflingidos por
los colonos

a los indios. Personalidades eminentes combaten por
la justicia a favor de los últimos: Zumárraga, Palafox, Ruiz Mon­
toya, Moritensin_os, ·etc. Entre éstos religiosos, el más célebre,
Vitoria, fundador del derecho internacional públicq, pronuncia
en 1539 dos conferencias con el
título «Lecciones
sobre los
Indios y sobre el derecho de guerra» que tienen una extraordi­
naria difusión tanto en Europa como en el Nuevo mundo, causa-
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IGLESIA, ESPANA E HISPANIDAD
do considerable impacto. Consejero predilecto de Carlos V, será
su personal teólogo en el Concilio de Trento. Las ideas del
P. Vitoria inspirarán, más o menos directamente, el movimiento
de justicia cristiana que constituyen las seis
mil Leyes de Indias
dictadas
por los Reyes de España a_ lo largo de sus reinados» ( 6 ).
·
La

actitud de la corona, según
-la visión

de Las Casas, cuyas
exaltaciones místicas y graves denuncias son acogidas· por los
propagandistas de la Reforma, confirma el carácter sistemático
de
la política española de -protección a )os indios. No sólo no
le censuran en forma alguna, sino que monarcas y sus ministros
y consejeros estudian sus críticas y proposiciones, dictan las «Le­
yes Nuevas» teniendo en cuenta sus recomendaciones y reducen
al silencio a sus
adversarios. Sepúlveda, que se

opone a la teoría
de la

inocencia de los indios y denuncia sus vicios, sus prácticas
idolátricas
y sus sacrificios -humanos, se encuentra desautorizado
públicamente.
Merced a tan denodados defensores, la población india _ de
los países dominados por España, salvo en las Antillas, lejos de
disminuir se acrecienta. Después de una regresión general de­
bida a la guerra y las epidemias, prospera en la casi totalidad de los territorios colonizados y actualmente constituye la parte
más importante de varios países, como Perú
y Bolivia.
Numerosos

historiadores contemporáneos de la escuela «in­
digenista» afirman que la conquista fue menos
la obra de los
conquistadores que de grupos de indígenas que, deseosos de es­
capar a la tiranía, se arrojaron en brazos de los españóles. Al­
fredo Chavero ha podido escribir:
«En_ verdad

no fue un grupo
de soldados europeos
el que realizó la conquista, sino los propios
indígenas».
La pretendida «dominación
religiosa» no-

es lo que se podría
creer. Los indios, considerados menores, son declarados exentos
(6) A. l. Couartou, L':tat et la communauté internationale dans la
pensée
de Vitpria, Université de Bordeaux, 1972. Y para una introducci6n
a
la legislación social dictada por los Reyes de España para la América
Hispana,

ver
Sigfried Hillers de_ Lu()ue: La obra social de España en
Amirica. Madrid, Ed. Fondo de Estudios Sociales, 1981.
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A. I. COUARTOU
de toda Inquisición por la Corona. Los clérigos, muy pronto, se encuentran rodeados de catequistas, predicadores, chantres,
sacristanes
~todos indio-que

serán los mejores evengeliza­
dores.
En el plano económico, el historiador anglosajón Hum­
boldt testimonia que el trabajador indio de Méjico vivía
mejor
que

el campesino europeo. En materia de educación reconoce
que España gastó «mucho más dinero que cualquier otro go­
bierno de la
época». Pero

hay que reconocer que durante casi
dos siglos España es un modelo en todos los dominios de la cul­
tura y

de la sociedad civil. Su lengua es hablada o leída por
toda la
élite intelectual y política de Europa. Su riqueza literaria
y
artística es

incomparable. Una pléyade de nombres de reputa­
ción universal lo testimonia: Boscán,
Garcilaso, Fray

Luis de
León, Fray Luis de Granada, Argensola, Góngora, Espinel, Gra­ cián, Ercilla, Cervantes, Lope de Vega, Lope de Rueda, Calderón,
Tirso de Molina, Alarcón,
Santa Teresa,

San Juan de la
Cruz,
San Ignacio de Loyola, Pedro de Alcántara, Francisco Javier,
Francisco
de Borja, Juan de Avila, Alfonso Castro, Láinez, Sal­
merón, Vives, Suárez, Melcbor Cano, Morcillo,
Mariana, Mendoza,
Domingo

de Soto, Solórzano, Sepúlveda, Las Casas, Vitoria,
Greco, Ribera, Zurbarán, Velázquez, etc. (7). Después de los primeros años de la conquista, los españoles
fundan una serie de Universidades en Méjico, Mérida, Chiapas,
Guadalajara (Méjico), Santo Domingo, La Habana, Santa Fe (Co­
lombia), Lima (Perú), Santiago (Chile), Córdoba y Charcas (Bo­
livia). Todas
organizan la

enseñanza de las lenguas indígenas.
En Méjico, el primer obispo, Juan de Zumárraga, funda un co­ legio donde indígenas nobles pudieran enseñar las lenguas y
formas de vida de los indígenas a los clérigos y hermanos espa­
ñoles. Numerosos colegios y escuelas
elementales son

creados
por las Ordenes Religiosas. Los predicadores enseñan en quechua, maya y otras lenguas y en todas partes redactan gramáticas, dic­
cionarios y catecismos en _los numerosos idiomas indígenas.
(7) La obra de Bartolomé Bennassar: L'homme Espagnol, Parfs, Ha.:.
chette, · 1975, ofrece una interesante descripci6n de la vida socio-cultural
de la époéa.
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IGLESIA, ESPANA E HISPANIDAD
Más tarde la atención se centra en el estudio de la historia
y las costumbres. La lista de historiadores y especialistas del
mundo precolombino es interminable, pero todos quedan eclip­ sados por
el nombre del Padre Sahagún . que consagró toda su
existencia al estudio de la vida,
el arte y· las costumbres de los
mejicanos. Su obra monumental está escrita en lengua mejicana.
Es la
más alta

autoridad en materia de historia mejicana
y uno
de los fundadores de la escuela histórica moderna. Puede añadir­
se que parecidos trabajos se realizan en Bolivia, Chile, Peró
y
en América Central (8). En resumen, escribe Humboldt: «se puede afirmar con se­
guridad que jamás una
región salvaje

tan vasta ha sido pacifi­
cada con tanta paciencia
y tan escasa violencia y que nunca una
frontera tan inmensa e indefendible ha alcanzado
tal grado de
seguridad relativa con tan débil coste en vidas
humanas,..
Después

del irreparable desastre de la Invencible, en 1588,
la dominación española en el mar empieza a declinar. A fines del siglo
XVII el Imperio anuncia su caída. En 1714, al fin de la
guerra de Sucesión, Felipe de Anjou, sobrino de Luis XV, ob­
tiene la corona de España, pero
pi~rde Flandes,

Sicilia, Nápoles,
Menorca
y Gibraltar.
La atmósfera religiosa en la que nació la vocación de Es­
paña desaparece lentamente. La corona cesa de concentrar sus
esfuerzos en

la unidad religiosa
y emprende una política cen­
tralista,
a imagen de Francia. En un célebre discurso pronuncia­
do en
el Congreso de los Diputa Donoso Cortés declara: «Sólo existen, Señorías, dos represiones
posibles: una interior y otra exterior. Son de tal naturaleza que
cuando
el termómetro religioso se eleya, el de la represión des­
ciende
y, rec!procamente, cuando el termómetro religioso baja
(8) En un articulo fundamental publicado por la prestigiosa revista
neo-conservadora Razón Española, el profesor Manuel Ballesteros demues­
tra -que si se conocen las culturas amet-indiás o pre-hispánicas se debe,
esencialmente,
a los
testimonios de los
relatores y .. cronistas espafíoles de
Indias.
VéaSe «Lo prehispánicó y -los espafioles», en Raz6n BspaRola,
agosto-septiembre de 1984, m1m. -6.
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A. I. COUARTOU
el político, la represión política, la tiranía, suben. Es una ley
de
la humanidad, ley de la historia» (9).
Para los españoles de
la época clásica, el rey constituía la
fuente del honor y de
la autoridad, la encarnación del Estado,
pero era también el primer
servidor de l.a «respública»,
el primer
esclavo del deber, como ministro de Dios. Sólo podía ser objeto
de obediencia y reverencia en cuánto cumpliera con su deber, y
eh la

medida del mismo,
en la que debía vivir y gobernar como
rey cristiano. Enseñada por todos los teólogos
y perfectamente
conocida por el pueblo, como lo atestigua
La vida es aueño, de
Calderón,
esta doctrina

se
· muestra rápidamente incompatible.

con
el despotismo ilustrado del nieto del Rey Sol y la concepción ga­
licana del «derecho divino de los reyes».
España, por lo demás, consagra su atención a los asuntos eco­
nómicos y abandona, poco a poco,
]os políticos,

para los que
impera la pasividad. La muerte del Imperio será lenta y durará
más de un siglo. En América, las guerras de independencia, defi­
nidas generalmente como episodios de
1a lucha de la revolución
contra la reacción, son reales
y sangrientas guerras civiles que dan
lugar
al nacimento de más de veinte naciones. Por una parte, se
sublevan los hispano-americanos, criollos, aristócratas y
contra,
revolucionarios

favorables a los principios· de los siglos
XVI y XVII
contra los fermentos revolucionarios importados de España y las
ideas de superioridad peninsular y
de explotación económica ·apor­
tadas
por

los Virreyes y funcionarios de Fernando VI y Carlos III.
Del otro lado combaten, primero con España, temiendo una even­
tual «reacción», y, posteriormente, contra la «madre patria» los
hispano-americanos de ideas revolucionarias, admiradores de In­ glaterra y Francia.
El 10 de diciembre de 1898,
al terminar la última guerra im­
perial contra Estados Unidos, España liquida los últimos restos
(9) Discurso sobre la dictadura 'en el Congteso, del 4 de enero de
1849, publidldo-en Oeuvrerde Donoso Cortés, París, Lib. A. Vaton, 1862
[cfr., en castellano, en Verbo, núm. 8, págs· . .31 y sigs.J.
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IGLESIA, ESPMIA E HISPANIDAD
de su im~o. Por el tratado de París pierde Cuba, Puerto Rico,
Filipinas, Marianas, Carolinas y Palaos. Pero esta derrota
final,
sorprendentemente, parece señalar

el
punto de partida de. una
toma de conciencia general y de
reacci<,Sn saludable.
Desde

Argentina el nicagüense Rubén
Daría es
el primer
escritor célebre que pone en guardia a los pueblos hispanos de
América contra lo que
denomina «peligro

norteamericano». Des­
pués de él, gran número de destacados talentos dedican a la «ma­
dre patria» lo mejor de sus obras (Larreta, Gálvez, Capdevila,
Rodó, ... ). En España, el signo más destacado está constituido
por la aparición, a caballo del siglo, de la llamada «generación del
98», la

cual, investigando todos los dominios de la cultura,
aunque desorganizadamente, penetra en mil direcciones profun­
damente. No obstante, es de lamentar que
fas más

destacadas
figuras, representantes

del pensamiento contrarrevolucionario es­
pañol y católico del siglo pasado e inicios del actual son, fre­
cuentemente, ignorados en el ·exterior. Balmes, Donoso Cortés,
Menéndez Pelayo o V ázquez de Mella son figuras de considerable
relieve.
Entre estos autores, dominados por la preocupación de pre­
servar la comunidad nacional de una irremediable decadencia, ci­
tamos, entre los más destacados a Ganivet, Costa, Valle Inclán,
Maeztu, Unamuno, Maura, Ortega y Gasset,
Azorín, Pío Baraja,
Menéndez Pida!, d'Ors,
Américo Castro,

Pérez de Ayala,
Mara0
ñón, Araquistain, Pradera, Madariaga, García Morente ... Todos
afirman la
. necesidad

de ver
las realidades
cara a cara y
claman
por la doble revolución económica y cultural. Dos corrientes ani­
man su pensamiento:
los unos
ven la salvación de 1'spaña en su
propia substancia, en sus cualidades positivas que es preciso cul­
tivar y perfeccionar; otros en su renovación por la influencia
y
la imitación de Europa.
Los más «españolistas» ria son los menos abiertos a las ten­
dencias filosóficas que se enfrentan en Europa a inicios del actual
siglo. Ramiro de Maeztu y Whitney, hijo de padre vasco y
.de
madre

inglesa, obrero en Cuba, corresponsal de prensa en· Lon­
dres
y en Berlín, embajador en Buenos Aires y colaborador de
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A. l. COUARTOU
la revista monárquica Acción Española, se encuentra entre los
últimos. Católico,
páttidario de
uu tradicionalismo renovador, se
constituirá en paladín del espíritu de la hispanidad que, según él, «se halla amenazado, tanto por los Estados Unidos como por
los soviets». Fiel al dogma que el P.
Láinez hizo triuufar

en
Trento, escribe: «el español tiene la firme convicción de que
todo hombre puede
salvátSe, mejorar

su condición social y dis­
poner de su destino» . . . «no
existen razas,

privilegiados ni pre­
destinados».
La obra de Maeztu y de los católicos tradicionalistas influye,
indudablemente,

en los principales
doctrinarios de
Falange: José
Antonio, Ramiro Ledesma y Onésimo Redondo. En obra relativa a la historia contemporánea española (José Antonio y la Falange
Española)
el historiador

A.
lmatz muestra
cómo estos últimos
reivindicaron la herencia de
fu «generación del 98» y tomátOn
como

emblema las flechas de la
Reina Isabel

y el yugo de Fer­
nando de Aragón, reclamando, a la vez, uua posición de «eje espiritual en el muudo
hispánico» y

«uu lugar preeminente en
Europa» (10).
En el transcurso
·de los

años, las circunstancias internacionales
conducirían a Lis autoridades

españolas a sostener alternativa­
mente, y en ocasiones
simultáneamente, la

imagen de una España
«lógica», racional
y europea o la de una España «poética», mís­
tica e hispanoamericana. Pero las contingencias de la historia en
nada
afectan el

sentimiento de solidaridad de trescientos
millones
de

hombres, ni su conciencia de
constintlr uua
comunidad per­
manente, una unidad de
destino en

lo universal, a
la vez cultural
y religiosa. En 1979, después de más de cuatro siglos de devo­ ción, el misterio de Nuestra Señora de Guadalupe
hizo converger
en su
basílica mejicana

más de 20.000.000 de peregrinos, sobre­
pasando los récords de
Lourdes y Fátima.
(10) Se hallará un cuadro descriptivo de la vida· política, cultural y
socio-económica de España, desde entrado este siglo hasta nuestros días,
en la obra del polit61ogo Arnaud Imatz, José Antonio y la Falange Espa­
ñola,
París, Ed. Albatros, 1981.
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