Índice de contenidos
Número 233-234
Serie XXIV
- Textos Pontificios
- Estudios
- Actas
- Crónicas
- Información bibliográfica
Autores
1985
Reseña del Congreso Internacional sobre «Reconciliación en el pensamiento de Juan Pablo II», celebrado en Arequipa (Perú) del 11 al 13 de enero de 1985
RESEJllA DEL CONGRESO INTERNACIONAL
SOBRE "RECONCILIACION EN EL PENSAMIENTO
DE JUAN PABLO 11", CELEBRADO EN
AREQIDPA
(PERU), DEL 11
AL 13 DE ENERO DE 1985
Se trata, según señala el . comité organizador, de un esfuetzo
para continuar una línea de reflexió:tl sistemática sobre_ el mensa
je reconciliador que está en el corazón mismo del misterio cris
tiano.
Los organizadores, conferenciantes y panelistas de este con
greso, celebrado por iniciativa del Arzobispo de Arequipa
y de la
«Asociación Promotora
de Apostolado», creen que la óptica
re
conciliadora
es una clave fecunda para anunciar el evangelio
en el
presente
y futuro de América Latina.
Los principales temas abordados en el congreso se han reco
gido en la publicación Temas para una teología de la reconcilia
ci6n, que
el señor Arzobispo de Arequipa entregó al Santo Pa
dre el 2 de febrero de 1985, durante su visita a varios palses
hispano-ameticanos.
Dado el intetés
y actualidad de los temas abordados en este
congreso, seguidamente hacemos una ámplia reseña del mismo.
Ponencias, conferenciaIJ.tes y personalidades eclesiásticas asis-
tentes.
A continuación se detallan las ponencias del congreso:
l. El S/nodo sobre la reconciliaci6n: signo y propuesta, por
Mons. Josef Tomko, Secretario General del Sínodo de los Obispos.
2. El pecado original; niveles de ruptura y reconciliaci6n,
por
el Prof. Luis Fernando Figari, fundador del Sodali
tium Christianae Vitae.
3. El
Cristo reconciliador, por el Card. Alfonso López Tru
jillo.
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RESEF/A DEL CONGRESO INTERNACIONAL
4. · La comunidad reconciliadora, por Mons. Karl Joseph
Rommer,
Obispo
Auxiliar de
San Sebastián, de Río de
Janeiro.
5.
La reconciliación con Dios, por el P. Cándido Pozo, Co
misi6n Teol6gica Internacional.
6.
La reconciliación consigo mismo, por el Prof. Massimo
Serreti, Pontificia Universidad Lateranense.
7. La reconciliación con los otros, por el Prof. Fernando
Moreno, Director
de la Revista «Communio» para Amé
rica Latina.
8. La reconciliación: desafio para el presente ()' futuro de
la evangelización de la Iglesia en América Latina,
por
Mons. Antonio do Carmo Cbeuiche, Obispo Auxiliar de
Porto Alegre, Brasil.
Asistieron al congreso destacadas personalidades eclesiales de
Méjico, Colombia, Ecuador, Chile, Brasil, Italia, España
y Cen
troamérica. Este
congreso
fotm6 parte
de una serie de activida
des preparatorias a la visita del Papa a Arequipa. Unos 450
par
ticipantes han debatido los temas del congreso, de gran impor
tancia teologal; entre ellos, más de cien religiosos viajaron a
Arequipa con este motivo. Algunos de estos datos se publicaron en la prensa peruana,
donde tuvo amplio eco la pteparaci6n
y desarrollo de este acon
tecimiento.
El Comercio, de · Lima, por· ejemplo, public6 el 6 de
enero el programa completo
y la lista de los participantes.
. El Pueblo, de Arequipa, public6 el 30 de diciembre de 1984
las siguientes palabras de Mons. Fernando Vargas Ruiz, Arzo
bispo de Arequipa
y convocan te del congreso: «Ante la violencia
generalizada
y las corrientes de pensamiento que promueven la
lucha
y el enfrentamiento entre los hombres, doctrinas que nada
tienen que ver eón el Evangelio aunque tengan
la etiqueta de
cristianas. Es necesario, pues, plantear un camino nuevo, un ca
mino seguro que nos ayude a todos a vivir el amor que fue y
sigue siendo el mandamiento principal .del Señor Jesús. Esta al
ternativa es la reconciliaci6n».
Amplio eco en la prensa peruana del desarrollo del congreso.
Extractamos seguidamente de la prensa peruana algunos co
mentarios,
declaraciones e intervenciones en
el congreso de al
gunas personalidades participantes en el mismo.
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RESES/A DEL CONGRESO INTERNACIONAL
Lurs FERNANDO FrGARI, teólogo y fundador del Instituto «So
dalitium
Ou:istianae Vitae»:
«Para la Iglesia peruana el tema
del evento tiene una gran importancia. No sólo porque el Ma
gisterio
Pontificio ha
puesto de relieve
la urgencia de profundi
zar
en: la reconciliación con la última Exhortación Apostólica de
Su Santidad titulada &conciliaci6n y Penitencia, sino porque
la Iglesia en
todas partes
tiene
la responsabilidad de proclamar
a los hombres el mensaje de
la reconciliación y ser testigos de
ella como una comunidad
pertnllnente reconciliada» (El Pueblo,
de Arequipa, 11 de enero de 1985).
Cardenal ALFONSO
LóPEZ TRUJILLO,
Arzobispo de Medellín:
«La Teología de
la Reconciliación es un tema profundamente
bíblico y que ahora tiene un sentido
y u.na fuerza muy especiales,'
a partir precisamente de la Exhortación Apostólica del Papa Juan
Pablo II, que tiene el tema de
la reconciliación y la penitencia
correspondiente al último Sínodo de los Obispos en Roma. El tema de
la reconciliación se avecina muchísimo en el aspecto
bíblico al tema de la redención y al de
la liberación en Cristo,
porque
la reconciliación está hecha de la realidad del perdón.
Respecto a
la «Teología de la Liberación», ya bastante claramen
te ha hablado el documento de
la Sagrada Congregación para la
Doctrina de la Fe ... » (El Comercio, de Lima, 11 de enero de
1985).
La
«Teología de
la Reconciliación» es la alternativa a con
cepciones teológicas desviadas del pensamiento cristiano original
y el amor al prójimo (La Crónica, de Lima, 13 de enero de
1985).
Mons.
JosEF ToMKO, Secretario
General del Sínodo de los
Obispos: «La reconciliación sólo puede
realizarse cambiando
los
corazones; son
los hombres
y no
l?s estructuras
las que pecan»
(La Crónica, de Lima, 13 de enero de 1985).
VIRGILIO LEVAGGI
· VEGA, Vice-Presidente
del Congreso: «El
momento histórico que vivimos presenta como .caracterización
dramática la fragmentación existencial y la división social. Más
aún, existen ideologías que aceptan esta realidad no como un
fenómeno nefasto que puede ser superado desde sus
raíces, sino
que
buscan
exacerbarlo a
través de una lucha sistemática que
califican de "revolucionaria". Frente a las opciones que preten~ den soslayar culpablemente o agudizar el conflicto es que la Igle
sia anuncia el evangelio de
la Reconciliación».'
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RESENA DEL CONGRESO INTERNACIONAL
Mons. BisMARK CARBALLo, .Arzobispo de Managua: «En Ni
caragua una dolorosa situación
bélica ha
alejado a padres, hijos
y hermanos, dentro de una educación matetialista y atea, apoyada
por los medios de comunicación que
fomentan el
odio y la vio
lencia»
(El Comercio, de Lima, 13 de eneto de 1985).
«El misterio de la reconciliación y el sacramento de la peni
tencia volvetán a marcar el camino del reencuentro con Dios.
Tanto para Arequipa, el Perú y toda América Latina, el Congre so sobre la Reconciliación será el punto orientador hacia la solida
ridad, la justicia y
el amor» (El Pueblo, de Arequipa, 15 de
enero de 1985).
Mons.
KARL JoSEF RoMMER, Obispo Auxiliar de San Sebas
tián, de Río de Janeiro: «La unidad eclesial nace de lo más pro fundo de la .reconciliación y es paralela a la reconciliación
del
mundo.
Además,
si no hay reconciliación, siempre habrá proble
mas, tanto en lo eclesiástico como en lo comunitario»
(El Co
me~cio,
de Lima, 13 de enero de 1985).
P.
CÁNDIDO Pozo,
Miembro de la Comisión Teológica
In
ternacional de la Santa Sede: «Reconozcamos la oportunidad que
nos brinda Dios a todos para alcanzar la reconciliación en todos
los
instantes de
la vida, con plena entrega
y sin egoísmos» (El
Comercio,
de Lima, 13 de enero de 1985).
D.
MASSIM0 FERRETI,
del Instituto Juan Pablo II para la
familia de la Pontificia Universidad Lateranense, de Roma: «Cris
to. es el centro de la historia; es el Redentor del hombre con su
rostro, su pecado y su realidád. La reconciliación es una res
puesta al pecado y el hombre no puede considerar su propio yo sin pensar en Dios. El hombre que no perdona llega a la barba
rie»
(El Comercio, de Lima, 14 de enero de 1985).
Arquitecto
FEDERICO MuGGENBURG,
del Consejo Coordinador
Empresarial de México: «Debemos evitar que alguien se atreva a darnos el
· alimento
del marxismo, el veneno corrosivo de la
dialéctica marxista, ya que
es el
resumen de todos los errores
y de las blasfemias modernas. Además, rechazó el sistema de la
Iglesia popular que actualmente se introduce en un país centro
americano»
(El Comercio, de Lima, 14 de enero de 1985).
MARfA TELLERÍA SoLARI: «En
la Teología de la Liberación,
aquella que la Iglesia rechaza, se encuenira toda una visión del
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RESE/M DEL CONGRESO INTERNACIONAL
hombre, encajada ésta dentro del marco marxista. Visión del
hombre que no se
identifica con
la estructurada por
la teología
católica» (Expreso,
de. Luna, 14 de enero de 1985).
Don
FERNANDO MORENO, Director
de «Communio» para His-
·
panoamérica:
«Las
concepciones teológicas marxistas son aborre
cidas porque niegan
la trascendencia de la Iglesia; en cambio, el
cristianismo se sustenta en una doctrina revelada por Dios, ver
dadera ciencia espiritual, basada en el amor
y en la comprensión
del prójimo» (La Cr6nica, de Luna, 14 de enero de 1985).
Mons.
FERNANDO VARGAS
Rmz, Arzobispo de Arequipa:
«En
la clausura del evento, invitó a las universidades a que en forma
permanente organicen seminarios para impregnar
la Teología de
la Reconciliación con
el. fin de formar el corazón de los jóvenes,
no de odio sino de amor
y fe en Cristo. Finalmente, exhortó a
que todos trabajemos doce horas para anunciar
d evangelio
de
la reconciliación en el Señor» (El Pueblo, de Arequipa, 14 de
enero de 1985).
"Temas para una teología de la reconciliación".
En esta publicación se recogen los principales temas aborda
dos en el congreso. El señor Arzobispo
de Arequipa se. la en
tregó al Santo Padre el 2 de febrero de 1985, durante su visita
pastoral. Seguidamente extractamos el contenido de dicha publi cación.
Es una ocasión
excepcional. para
tomar una conciencia más
profunda del relieve que el terna de la reconciliación tiene para el mundo de hoy, como lo viene acentuando el Magisterio ecle
siástico reciente y muy especialmente el Magisterio de Su Santi
dad Juan Pablo II (cfr., exhortación apostólica post-sinodal
Re
conciliatio et paenitentia, n. 4 ). Es una · invitación para asumit
la
noción de reconciliación como centro de reflexiones . teológi
cas y como clave que permite una visión sumamente rica del ffiis~
terio de la salvación de Dios en Cristo (cfr., ib/d., n. 7).
Las sangrantes opresiones, marginaciones, injus#cias y angus~
tias que sufren los pueblos del 'continente latinoamericano, muy
especialmente amplios sectores· sobre los que recae con toda cru
deza
la miseria, y ante las que no es lícito permanecer pasivos,
nos
lleva a excluir radicalmente la postura de quienes permane
cen indiferentes, así como la de quienes, poseídos de una vi-
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RESEfM DEL CONGRESO INTERNACIONAL
sión conflictual, se integran en la lucha, buscando exasperar las
oposiciones, acentuar las polarizaciones en una dinámica negati
va, de muerte, que porta en su seno la promesa cierta de mayo
res opresiones e injusticias ( dr. Instrucción sobre algunos as
pectos de la
Teologia de la Liberación, XI, 7.10.11).
La reconciliación supone la
existencia de
rupturas previas,
más aún y más concretamente la existencia del misterio de ini
quidad que es el pecado, por el cual aparecen las cuatro ruptu:
ras
que
sufre el ser humano: la de la comunión con Dios, con la
propia intimidad, con los demás y con el mundo. Todo pecado,
empezando por el pecado original, nace del corazón del hom
bre, es libre expresión de su egoísmo, del anti-amor, y repercu te siempre, de alguna manera, en los demás. Todo pecado de un
cristiano hace daño a la
vida de la Iglesia que es vida de gracia,
al pecador mismo, a los demás y al mundo. Los pecados de los
que los hombres son responsables son
la causa radical de las
estructuras injustas. Ninguno de nosotros puede
considerarse inmune
de respon
sabilidad frente a esta situación de pecado del mundo, cuyas ma
nifestaciones
se perciben
en los hechos individuales que se apar
tan del plan de Dios,
as! como
en las concreciones sociales, polí
ticas, económicas, ideológicas, que responden a un dinamismo
negador de
la vida, negador del amor, a lo que el Santo Padre
ha llamado «cultura de
muerte» (dr.,
Su Santidad Juan Pablo II,
«Discurso a los jóvenes en
la Plaza de San Pedro durante el Ju
bileo de los Jóvenes», 3, 14 de abril de 1984).
El hombre no puede por sí solo salir de su situación de ca
rencia, de pecado, de enemistad. Sólo Dios puede liberarle de
esta ruptura radical. La amistad con Dios es don gratuito suyo;
una vez rota, s6lo Dios puede reconstruirla. La iniciativa es siem
pre suya: El nos amó primero. Dios determinó reconciliar con sigo a todo el universo por Cristo, pacificando por la sangre de
su cruz, lo que hay sobre la
tierra y
lo que hay en los cielos. La
reconciliación nos es dada en Cristo Jesús.
«pios amó
de
tal
manera al mundo que entregó a su Hijo Unigénito» .(Jn, 3,16),
La
Encarnación aparece en toda su grandeza cuando se la mira
sobre el trasfondo del pecado.
La venida del Hijo de Dios
al mundo haciéndose Hijo de
Mujer
. es
el comienzo de una nueva humanidad. María colabora
amorosa y activamente a la reconciliación: con
su «sí» al
de
signio de amor, María nos trajo
al Salvador y con él la recon
ciliación. Con toda justicia la podemos llamar Madre
de la
Re
conciliación. Las actitudes de humilde y fiel acompañante del
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RESERA DEL CONGRESO INTERNACIONAL
Señor, obediente a su palabra y olvidada de sí, totalmente en
tregada, son ejemplo supremo, aliento y camino para todo hom
bre que desee recibir la acción reconciliadora de Dios
y ser desde
ella agente de. reconciliación en el mundo. Para quienes peregri
nan a
la Casa del Padre, María es la Madre educadora de la fe,
es la pedagoga del Evangelio Vivo. Jesús, con sus actitudes,
obras y palabras, nos invita a su
seguimiento y a su plena adhe
rencia, a
la aceptación del divino. plan, es decir, a una constante
· tarea de reconciliación: con Dios, consigo mismo, con los hom
bres todos, incluso con los enemigos (dr.,
Mt, 5,43-48) y con
el mundo. .
Jesús, el Hijo de María, vivió su muerte como entrega de
amor por cada uno de
nosotros (dr. Gal, 2,20). En la continua
ción del misterio . de su Encarnación, en su muerte redentora,
asumida por amor y obediencia al Padre (dr. Jn, 10,18), Cristo
ha
realizado objetivamente la reconciliación de todos los hom
bres con Dios, «dando muerte en sí mismo a la enemistad»
(dr. E/, 2,16). Desde la cruz del dolor, vivida por nuestras cul
pas, señaló a María como Madre de todos, haciendo manifiesta la común
filiación y fraternidad (cfr. Jn, 19,26-27), frutos y se
ñales de
la reconciliación.
Cristo, que se entregó por nuestros pecados
y resucitó para
nuestra justificación (cfr.
Rm, 4,25), tras su ascensión a la de
recha del Padre, envió el Espíritu Santo que, con su acción so bre el corazón de cada hombre, es la
causa inmediata
de la
re
conciliación individual y social. La reconciliación no ha culmina
do. Se trata de un proceso dinámico
en_ virtud del cual la re
conciliación, merecida para todos por Cristo, pasa al corazón de
cada hombre y supone un movimiento de conversión, de cambio radical al que Dios nos llama. A ello invitaba Jesús ya en
su
predicación
inicial: «Convertíos
y creed al Evangelio» (dr. Me,
1,15). La Iglesia, receptora de la··efusión del Espíritu Santo,
tiene que continuar esta predicación.· A esta llamada de la Igle sia, cada uno de
nosotros debe
responder con su cambio de men
talidad (metanoia)
y abriendo su corazón a la ,oferta de recon
ciliación
de Dios, viviendo
.la cuádruple reconciliación en
los ni
veles de su vida, convertirse en servidor de la reconciliación.
Se trata
. de
un auténtico cambio, de una transformación radical
que afecta la propia realidad profunda, los pensamientos, los
sentimientos, la acción; una «nueva creación» (dr. 1
Cor, 5,17).
Por voluntad de Cristo,
la Iglesia tiene el ministerio de la
reconciliación. Todo hombre
nace en
lejanía de Dios por el pe
cado original. La primera reconciliación se recibe de la Iglesia
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RESERA DEL CONGRESO INTERNACIONAL
por el bautismo, el cual nos incorpora a ella. La plena incorpora
ción a
la Iglesia supone vivir en gracia, es decir, ser miembros
vivos del Cuerpo
Místico de
Cristo. Por ello, los pecados post
bautismales del cristiano, además de ser ruptura con
Dios,· re
percnten
sobre
la Iglesia y la humanidad toda. La reconciliación
con Dios encuentra un sendero concreto de realización en el sa
cramento de
la conversión, penitencia y del perdón. Se trata de
una clara
maoifestación del don reconciliativo
de Dios. La ce
lebración
de la Eucaristía es signo
eficaz de
la acción reconcilia
dora de Dios en la actualización del sacrificio de Cristo Jesús, fuente vivificadora de
la unidad (cfr. Lumen gentium, n. 11;
Puebla, n. 662), base de edificación de la comunidad.
El reconocimiento de
la verdad, el arrepentimiento de la
vida de pecado, de la ruprura y el propósito de conversión, jun
tamente con
la manifestación íntegra de los pecados, están en
el
interior del sacramento mismo de
la penitencia. Todo pecado
actual es personal
y debe imputarse a los individuos concretos
que lo cometen. Por ello, el sacramento de la penitencia tiene
un ineludible sentido
de. encuentro.
personal del pecador con
Dios. De la tierra,
de la lejanía y de la desemejanza, Dios nos
reconcilia consigo por el perdón y por la maoifestación de la
verdad, haciéndonos entrar en la comunión. Pero, al mismo tiem
po, debe subrayarse con claridad que el pecado tiene
upa reper
cusión
social y colectiva que importa mucho destacar en el pro
ceso de la culpa misma como en el de la
conversión y
en su
meta final: la reconciliación con Dios.
El interior del hombre es testigo de la fuerza desgarradora
de las rupturas
.. El
ser hunrano está escindido
y tiene dentro de
si oposiciones que son eco
.de la
fractura original, como de los
propios pecados personales. La persona se experimenta, en cier ta medida, ajena a si misma: Vive una crisis
de identidad. Pre
tendiendo
no ser lo que el plan de Dios le pide, vive en la di
mensión de la mentira existencial,
alejado de
la reconciliación
que porta la Verdad. El falso amor de si muestra al ser humano
cerrado sobre
sí mismo,
no abriéndose a
la dimensión de un .
Dios
personal que lo invita a la comunión
y parricipación, rehu
saodo abrirse fraternalmente a los demás como pide el divino
plao. El
corazón del
hombre debe ser reconciliado también con
sigo mediaote la plena acogida intetior de la dinámica de la
te
conciliación. En la manifestación de la verdad, el hijo pródigo
descubre su
propia interioridad:
«entrando en sí mismo»
(véase
Le, 15,17) y, desde esa profundidad íntima, toma conciencia de
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RESERA DEL CONGRESO INTERNACIONAL
sí, cae el manto de. la falsedad, se reconoce como es y toma im
pulso para
retorl:lar a
la comunión en la Casa del Padre.
La reconciliación del ser humano con Dios-y consigo mismo
culmina con la vuelta a la vida en caridad. Liberado el amor de
las trabas del rechazo del· amor al Padre y de la vida de falsedad,
queda clarificado
el proyecto de una comunidad de amor, de una
sociedad fraterna como se manifiesta en el plan
de Dios. ben
tro de ella, el amor a Dios es primario; la misma autenticidad
cristiana del amor a
los demás
tiene su señal distintiv.a en que
«amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos» (1
]n, 5,2).
No se puede aceptar en tal perspectiva un proyecto de relación
entre los
hombres sin una
referencia a
la relación con Dios. Sin
embargo, no puede subvalorarse nunca
la importancia -del amor
a los hermanos
-el mandamiento nuevo (dr; ]n, 13,34)-,-al
que
el mismo amor
de Dios nos impulsa_. Los alcances univer
sales y concretos de
tal amor hacen
que se tome muy en serio
la situación solidarla con todo hermano (dr.
Le, 10,36). Es vi
vir en la mentira, ilusorio, creer que se tiene · abierto el cora
zón al hermano, cuando no se pasa de hecho a la caridad activa
hacia él:
«no amemos
con palabras ni con la lengua, sino con
obras y según la verdad»
(1 Jn, 3,18). Hay que saber descubrir
en
el otrp al hermano en Cristo, Primogénito entre muchos her
manos
(dr.
Rom, 8,29; Col, 1,18), y mirar a todo hombre como
llamado a ser -al igual que nosotros- hijo. de Dios. La reve
lación de Jesús de que considerará en
el Juicio Final como he
cho a El
lo que hagamos a sus hermanos más pequeños (dr. Mt,
25,31-46), debe ser vivida del modo más real y consciente. Hay que descubrir en los otros el rostro de Cristo y la imagen de
Dios. Un mismo amor nos lleva a amar a Dios y a Cristo y a amar también a los que son hijos y hermanos suyos, .hijos del
mismo Padre y de la misma Madre, María Virgen (cfr.,
Jn, 19,
25-27;
Rm, 8,29; Col, 1,18).
Los servidores de
la reconciliación tienen que esforzarse; por
todos
los caminos, por colaborar en la construcción de un mun
do más humano, más justo, más según el plan de Dios. El ob
jetivo reside en
lo que Pablo VI calificó como liberación · inte
gral
(Exhortación Apostólica
Evangelii nuntiandi, nn. 29 y sigs.).
Nil:lgull8 de las rupturas y miserias del hombre puede ser olvi dada. Tampoco el hambre de Dios que nuestro tiempo padece
.en
un
grado dramático. Un mundo en el que Dios estuviera ausen
te sería el menos humano que podemos imaginar. El
esfuerzo
por
humanizar y reconciliar el mundo supone
el compromiso efec
tivo por mejorar y transformar las estructuras. La
enseñanza so-
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RESE1M DEL CONGRESO INTERNACIONAL
cial de la Iglesia constituye una guía segura para la conducta
cristiana en
la vida en sociedad. En esta imprescindible tarea de
edificar una sociedad fraterna no se debe olvidar la diversidad de
funciones que los clérigos, los religiosos y los laicos tienen en
la Iglesia (cfr.
Lumen gentium, n. 31). Constituye ,una tan la
mentable como paradójica resurrección de clericalismo el que los
clérigos asuman un compromiso activo e incluso el liderazgo en
campos temporales en una época que denominamos como la de
la madurez del laico. Cuando, junto con gtavísimas miserias ma
teriales, hay una inmensa indigencia espiritual, no es comprensi
ble y más aún resulta injusto, que quienes tienen específicamen
te
el ministerio y el poder de la reconciliación con Dios no
aporten a la integridad de
la liberación lo que sólo ellos pueden
aportar, entregados mientras tanto a tareas que son propias del
laico en el mundo y, con frecuencia, de la misma sociedad civil
en cuanto tal. El mismo principio, según sus propias circunstan cias, puede aplicarse a quienes están llamados a la vida religiosa.
El espíritu del sermón de la montaña es una invitación a
dar
más de lo que la justicia exige (cfr. Mt, 5,40-41; Le, 6,19-30).
El impulso de
la caridad ilimitada, que quiere hacer ingresar al
ser humano en una dimensión de amor sin limites, se plasma en
· la constante acogida a todo dinamismo reconciliador más allá de
las exigencias legales. Juan Pablo II, en la encíclica
Vives in
misericordia,
ha subrayado que el mismo ideal de un mundo
justo puede resultar ineficaz si no es movido por el amor. Por
esto, ante
la cultura de muerte que recoge la dinámica de las
rupturas, nuestro compromiso debe ser construir una civiliza
ción
del amor, guiados por la dinámica reconciliadora. «Dios es
amor»
(1' Jn, 4,8 y 16) •constituye una sublime definición de
Dios cuyos inefables alcances iluminan nuestro peregrinar. Jun to con ella, y como expresión
"lUe revela
un rico matiz, se nos
ha
revelado que «Dios es rico en misericordia» (cfr. Ef, 2,4). La
misericodia es el grado y
la intensidad de un amor que no · se
desalienta
ante la falta de correspondencia ni retrocede ante la
miseria del
otro. Cada
uno
de nosotros
debe adherirse plena
mente a Dios, viviendo en su amor (cfr.
Ef, 5,1-2), participando
de su amor, siendo misericordioso como el Padre es misericor
dioso (cfr.
Le, 6,36). El seguimiento de Cristo Jesús tiene inelu
dibles implicaciones sociales
(cfr. Puebla, n. 476). El fermento
transformador de la
dinámica de
la reconciliación constituye para
el hoinbre un horizonte
.de esperanza
y aliento.
A la reconciliación con Dios, consigo mismo, con los demás,
se suma la reconciliación del hombre con tndo lo creado. De la
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RBSE1'A DEL CONGRESO INTERNACIONAL
recta aceptación del plan de Dios surge la ordenación del mun
do al recto servicio del ser
humano. Es
por medio de
la acción de
, los
hombres reconciliados
con Dios
que el universo entero
pu<>'
de ordenarse hacia Cristo Jesús (dr. Apostolicam actuositatem,
n. 2). Jesús reconciliador nos invita a asumir sus actitudes pro
fundas de mansedumbre y humildad de corazón (dr.
Mt, 11,29),
de plena obediencia filial al plan del Padre Eterno. Por volun tad
expresa del
Señor es María quien desde su corazón nos edu
ca en Jesús (dr.
Jn, 19,26-27). Como María, «imagen ideal de
la Iglesia» (dr. Puebla, n. 285), el Pueblo de Dios tiene una
tarea reconciliadora. Esta misión, que ha sido confiada por el
mismo Señor (dr., 2
Cor, 5,18-20), claramente se extiende más
allá de
la acción sacramental. Toda tensión en el interior de la
Iglesia misma debe resolverse · por la reconciliación en la unidad
y el amor que el Señor pidió: «que os améis los unos a
los otros
como
yo os he
amado» (dr., Jn, 13,34). La crisis vivida en los
últimos
años, en la que tanto se ha recurrido a fáciles descalifi
caciones y·· etiquetismos, debe superarse cuanto antes en un es
píritu de humildad, de diálogo fraterno, pero guiado siempre por un amor a
la verdad. Es, según la verdad, que seremos libres
(dr.
Jn, 8,32). Es en torno a la verdad que se construye la uni
dad, liberándose de la mentira, las ilusiones, los errores fuente
de división. La realidad de una Iglesia reconciliadora, permanen
temente reconciliada, pasa por la conciencia de que Ella es «co
lumna y fundamento· de
la verdad» (dr., 1 Tim, 3,15). Así,
como en otros tiempos, cuando se hicieron presentes rupturas
que atentaban contra la dinámica de la reconciliación confiada
a
la Iglesia, Ella «superó la situación de discordia interna vol
viendo a
afirmar claramente,
como condición insustituible de
comunión, aquellos principios que consistían en mantener intac
ta su unidad constitutiva y permitían manifestarla en la confe sión de una sola fe, en la celebración común del culto divino
y
en la concordia fraterna de la familia de Dios» ( dr. U nitatis re
dintegratio, n. 2) (Su Santidad Pablo VI, Exhortaci6n Apost6li
ca
sobre la reconciliaci6n dentro
de la
Iglesia,
n. 3).
Es urgente que todos los fieles . del Pueblo de Dios --obis
pos,
sacerdotes, religiosos,
laicos--según
la propia condición
y
estado, tomen parte activa eó el esfuerzo de acoger y vivir la
reconciliación del Señor (dr. lb, n. 6) creando un ambiente pro
picio para que sea efectiva la reconciliación, procurando evitar que la fragilidad del ser humano y los impactos de la
confficti
vidad
del mundo afecten
la sinceridad, la caridad y la unión que
debe
primar entre
los hijos de
la Iglesia; así como debe evitarse
499
Fundaci\363n Speiro
RESE/i1A DEL CONGRESO INTERNACIONAL·
con toda caridad que la diversidad de posturas, en· 1o opinable,
se exacerbe a punto de hacer peligrat la concordia y degenerar
en división (cfr.
loe, cit.). Ante el surgimiento de opciones que
van más allá del legítimo pluralismo, es conveniente recordar
que en la Iglesia de Cristo la última palabra siempre la tiene
lá
autoridad
eclesiástica, y que el
diálogo entre
Magisterio y teólo
go debe
mantenerse siempre·
en un humilde espíritu de servicio
a la verdad. Pata todos es bueno recordar lo que hace poco
más
de
diez años
pedía el Papa Pablo VI: «Muéstrese, pues, cada
uno discípulo cada vez más dócil del Señor, el cual pone como condición para ser perdonados por el Padre (cfr.
Mt, 11,26) la
reconciliación y
la caridad mutua, condición pata ser reconocidos
como discípulos suyos» (cfr.
Jn, 13,35). Por tanto, quien se
sienta de cualquier modo implicado en este estado de división,
vuelva a escuchat la voz
que lo acosa irresistiblemente, · incluso
en
el momento mismo en que se dispone a hacer oración: «Ve
antes a reconciliarte con
-tu hermano»
(cfr.
Mt, 5,24, loe. cit.).
Estas reflexiones sólo pretenden recoger algunas pisras pata
una exigente tarea ulterior que requerirá, todavía, muchos es
fuerzos comunes
hasta elaborar una completa Teología de
la Re:
conciliación. No se trata de construir una .nueva teología secto
rial, sino de una vital aproximación al núcleo mismo del ministerio
cristiano para comprender, desde él, todos sus implicaciones con
la luz que nos ofrece la rica clave interpretativa que es la re
conciliación de la humanidad con
Dios, op_erada por El en Ctisto.
Aliento e impulso para tal cometido lo encontramos en el con
tenido de la Exhortación
Apostólica Post-Sinodal Reconciliatio
et
paenitentia de Su Santidad Juan Pablo II, de donde resal
tamos que «es legítimo hacer converger las reflexiones de todo
el misterio de Cristo en torno a su misión de reconciliador» (n. 7).
* * *
En el diatio Y a del 12 de matzo de 1985 se ha publicado
una
s!níesis del
documento del Congreso que hemos extractado.
También figura una entrevista con el cardenal
AHonso L6pez
Trujillo,
Arzobispo de
Medellín (Colombia)
y ponente del Con
greso, en la que señala que una de las propuestas en la próxima
asamblea del CELAM (Consejo Episcopal Latinoametciano) será
la de interesar a los episcopados en un trabajo sistemático sobre «teología de la reco_nciliación», afirmando que la riqueza de esta
teologíá es enorme y las perspectivas de la reconciliación
· en
la
sociedad tienen un vasto horizonte y pueden seguirse bajo
la
500
Fundaci\363n Speiro
RESERA. DEL CONGRESO INTERNA.CIONA.L
guía e inspiración de la doctrina social de la Iglesia. Añade que
esta teología de la reconciliación puede asumir los logros de una
auténtica reflexión
sobre la liberación
y rectificar las desviacio
nes en algunas de sus corrientes
y formas de tratamiento. Des
taca que más de ochocientos· participantes cualificados en el Con
greso profundizaron en el magisterio pontificio sobre la recon ciliación
y, que esta teología, «será una gran ocasión también
para
fa reconciliación en la Iglesia». En relación con un posible
diálogo con
los_ llamados
«teólogos de la liberación» dice: «Un
diálogo clarificador que tome como base la pasión por la unidad, en la obediencia
al magisterio, no sólo es deseable sino que es
una exigencia del Evangelio».
* * *
A lo largo de 1a publicación del Congreso anteriormente
extractada, nos ha parecido escuchar la voz del Buen Pastor que
conoce a sus
ovjeas y sus ovejas le conocen a EL Prepcupado
por
las ovejas descarriádas, buscando superar la crisis
y tensión
en el interior de la Iglesia en un espíritu de humildad, de diálo
go fraterno, pero guiado siempre
por un amor a
la verdad para
construir en torno
a ella
la unidad, liberándose
de. la
menrira,
las ilusiones
y los errores fuente de división. Pidamos al Señor·
y a María Madre de la Iglesia para que se supere la situación
de discordia interna, en la confesión de una sola
fe, en la cele
bración común del culto divino
y en la concordia fraterna de la
familia de
Dios. Y trabajemos todos con
fe e ilusión, según
la propia condición
y estado de cada uno, y bajo la gula e ins
piración de la doctrina social de
la Iglesia en un mejor conoci
miento
y difusión de la verdad, buscando la conversión de men
tes y corazones-, y el cambio de actitudes, para promover Una
acción solidaria, orientada a la recristianización de personas, cos
tumbres e instituciones para que pueda hacerse
realidad la
ins
tauración de un auténtico orden social cristiano, estable
y dura
dero, meta hacia la cual debemos dirigir nuestros esfuerzos.
501
Fundaci\363n Speiro
SOBRE "RECONCILIACION EN EL PENSAMIENTO
DE JUAN PABLO 11", CELEBRADO EN
AREQIDPA
(PERU), DEL 11
AL 13 DE ENERO DE 1985
Se trata, según señala el . comité organizador, de un esfuetzo
para continuar una línea de reflexió:tl sistemática sobre_ el mensa
je reconciliador que está en el corazón mismo del misterio cris
tiano.
Los organizadores, conferenciantes y panelistas de este con
greso, celebrado por iniciativa del Arzobispo de Arequipa
y de la
«Asociación Promotora
de Apostolado», creen que la óptica
re
conciliadora
es una clave fecunda para anunciar el evangelio
en el
presente
y futuro de América Latina.
Los principales temas abordados en el congreso se han reco
gido en la publicación Temas para una teología de la reconcilia
ci6n, que
el señor Arzobispo de Arequipa entregó al Santo Pa
dre el 2 de febrero de 1985, durante su visita a varios palses
hispano-ameticanos.
Dado el intetés
y actualidad de los temas abordados en este
congreso, seguidamente hacemos una ámplia reseña del mismo.
Ponencias, conferenciaIJ.tes y personalidades eclesiásticas asis-
tentes.
A continuación se detallan las ponencias del congreso:
l. El S/nodo sobre la reconciliaci6n: signo y propuesta, por
Mons. Josef Tomko, Secretario General del Sínodo de los Obispos.
2. El pecado original; niveles de ruptura y reconciliaci6n,
por
el Prof. Luis Fernando Figari, fundador del Sodali
tium Christianae Vitae.
3. El
Cristo reconciliador, por el Card. Alfonso López Tru
jillo.
489
Fundaci\363n Speiro
RESEF/A DEL CONGRESO INTERNACIONAL
4. · La comunidad reconciliadora, por Mons. Karl Joseph
Rommer,
Obispo
Auxiliar de
San Sebastián, de Río de
Janeiro.
5.
La reconciliación con Dios, por el P. Cándido Pozo, Co
misi6n Teol6gica Internacional.
6.
La reconciliación consigo mismo, por el Prof. Massimo
Serreti, Pontificia Universidad Lateranense.
7. La reconciliación con los otros, por el Prof. Fernando
Moreno, Director
de la Revista «Communio» para Amé
rica Latina.
8. La reconciliación: desafio para el presente ()' futuro de
la evangelización de la Iglesia en América Latina,
por
Mons. Antonio do Carmo Cbeuiche, Obispo Auxiliar de
Porto Alegre, Brasil.
Asistieron al congreso destacadas personalidades eclesiales de
Méjico, Colombia, Ecuador, Chile, Brasil, Italia, España
y Cen
troamérica. Este
congreso
fotm6 parte
de una serie de activida
des preparatorias a la visita del Papa a Arequipa. Unos 450
par
ticipantes han debatido los temas del congreso, de gran impor
tancia teologal; entre ellos, más de cien religiosos viajaron a
Arequipa con este motivo. Algunos de estos datos se publicaron en la prensa peruana,
donde tuvo amplio eco la pteparaci6n
y desarrollo de este acon
tecimiento.
El Comercio, de · Lima, por· ejemplo, public6 el 6 de
enero el programa completo
y la lista de los participantes.
. El Pueblo, de Arequipa, public6 el 30 de diciembre de 1984
las siguientes palabras de Mons. Fernando Vargas Ruiz, Arzo
bispo de Arequipa
y convocan te del congreso: «Ante la violencia
generalizada
y las corrientes de pensamiento que promueven la
lucha
y el enfrentamiento entre los hombres, doctrinas que nada
tienen que ver eón el Evangelio aunque tengan
la etiqueta de
cristianas. Es necesario, pues, plantear un camino nuevo, un ca
mino seguro que nos ayude a todos a vivir el amor que fue y
sigue siendo el mandamiento principal .del Señor Jesús. Esta al
ternativa es la reconciliaci6n».
Amplio eco en la prensa peruana del desarrollo del congreso.
Extractamos seguidamente de la prensa peruana algunos co
mentarios,
declaraciones e intervenciones en
el congreso de al
gunas personalidades participantes en el mismo.
490
Fundaci\363n Speiro
RESES/A DEL CONGRESO INTERNACIONAL
Lurs FERNANDO FrGARI, teólogo y fundador del Instituto «So
dalitium
Ou:istianae Vitae»:
«Para la Iglesia peruana el tema
del evento tiene una gran importancia. No sólo porque el Ma
gisterio
Pontificio ha
puesto de relieve
la urgencia de profundi
zar
en: la reconciliación con la última Exhortación Apostólica de
Su Santidad titulada &conciliaci6n y Penitencia, sino porque
la Iglesia en
todas partes
tiene
la responsabilidad de proclamar
a los hombres el mensaje de
la reconciliación y ser testigos de
ella como una comunidad
pertnllnente reconciliada» (El Pueblo,
de Arequipa, 11 de enero de 1985).
Cardenal ALFONSO
LóPEZ TRUJILLO,
Arzobispo de Medellín:
«La Teología de
la Reconciliación es un tema profundamente
bíblico y que ahora tiene un sentido
y u.na fuerza muy especiales,'
a partir precisamente de la Exhortación Apostólica del Papa Juan
Pablo II, que tiene el tema de
la reconciliación y la penitencia
correspondiente al último Sínodo de los Obispos en Roma. El tema de
la reconciliación se avecina muchísimo en el aspecto
bíblico al tema de la redención y al de
la liberación en Cristo,
porque
la reconciliación está hecha de la realidad del perdón.
Respecto a
la «Teología de la Liberación», ya bastante claramen
te ha hablado el documento de
la Sagrada Congregación para la
Doctrina de la Fe ... » (El Comercio, de Lima, 11 de enero de
1985).
La
«Teología de
la Reconciliación» es la alternativa a con
cepciones teológicas desviadas del pensamiento cristiano original
y el amor al prójimo (La Crónica, de Lima, 13 de enero de
1985).
Mons.
JosEF ToMKO, Secretario
General del Sínodo de los
Obispos: «La reconciliación sólo puede
realizarse cambiando
los
corazones; son
los hombres
y no
l?s estructuras
las que pecan»
(La Crónica, de Lima, 13 de enero de 1985).
VIRGILIO LEVAGGI
· VEGA, Vice-Presidente
del Congreso: «El
momento histórico que vivimos presenta como .caracterización
dramática la fragmentación existencial y la división social. Más
aún, existen ideologías que aceptan esta realidad no como un
fenómeno nefasto que puede ser superado desde sus
raíces, sino
que
buscan
exacerbarlo a
través de una lucha sistemática que
califican de "revolucionaria". Frente a las opciones que preten~ den soslayar culpablemente o agudizar el conflicto es que la Igle
sia anuncia el evangelio de
la Reconciliación».'
491
Fundaci\363n Speiro
RESENA DEL CONGRESO INTERNACIONAL
Mons. BisMARK CARBALLo, .Arzobispo de Managua: «En Ni
caragua una dolorosa situación
bélica ha
alejado a padres, hijos
y hermanos, dentro de una educación matetialista y atea, apoyada
por los medios de comunicación que
fomentan el
odio y la vio
lencia»
(El Comercio, de Lima, 13 de eneto de 1985).
«El misterio de la reconciliación y el sacramento de la peni
tencia volvetán a marcar el camino del reencuentro con Dios.
Tanto para Arequipa, el Perú y toda América Latina, el Congre so sobre la Reconciliación será el punto orientador hacia la solida
ridad, la justicia y
el amor» (El Pueblo, de Arequipa, 15 de
enero de 1985).
Mons.
KARL JoSEF RoMMER, Obispo Auxiliar de San Sebas
tián, de Río de Janeiro: «La unidad eclesial nace de lo más pro fundo de la .reconciliación y es paralela a la reconciliación
del
mundo.
Además,
si no hay reconciliación, siempre habrá proble
mas, tanto en lo eclesiástico como en lo comunitario»
(El Co
me~cio,
de Lima, 13 de enero de 1985).
P.
CÁNDIDO Pozo,
Miembro de la Comisión Teológica
In
ternacional de la Santa Sede: «Reconozcamos la oportunidad que
nos brinda Dios a todos para alcanzar la reconciliación en todos
los
instantes de
la vida, con plena entrega
y sin egoísmos» (El
Comercio,
de Lima, 13 de enero de 1985).
D.
MASSIM0 FERRETI,
del Instituto Juan Pablo II para la
familia de la Pontificia Universidad Lateranense, de Roma: «Cris
to. es el centro de la historia; es el Redentor del hombre con su
rostro, su pecado y su realidád. La reconciliación es una res
puesta al pecado y el hombre no puede considerar su propio yo sin pensar en Dios. El hombre que no perdona llega a la barba
rie»
(El Comercio, de Lima, 14 de enero de 1985).
Arquitecto
FEDERICO MuGGENBURG,
del Consejo Coordinador
Empresarial de México: «Debemos evitar que alguien se atreva a darnos el
· alimento
del marxismo, el veneno corrosivo de la
dialéctica marxista, ya que
es el
resumen de todos los errores
y de las blasfemias modernas. Además, rechazó el sistema de la
Iglesia popular que actualmente se introduce en un país centro
americano»
(El Comercio, de Lima, 14 de enero de 1985).
MARfA TELLERÍA SoLARI: «En
la Teología de la Liberación,
aquella que la Iglesia rechaza, se encuenira toda una visión del
492
Fundaci\363n Speiro
RESE/M DEL CONGRESO INTERNACIONAL
hombre, encajada ésta dentro del marco marxista. Visión del
hombre que no se
identifica con
la estructurada por
la teología
católica» (Expreso,
de. Luna, 14 de enero de 1985).
Don
FERNANDO MORENO, Director
de «Communio» para His-
·
panoamérica:
«Las
concepciones teológicas marxistas son aborre
cidas porque niegan
la trascendencia de la Iglesia; en cambio, el
cristianismo se sustenta en una doctrina revelada por Dios, ver
dadera ciencia espiritual, basada en el amor
y en la comprensión
del prójimo» (La Cr6nica, de Luna, 14 de enero de 1985).
Mons.
FERNANDO VARGAS
Rmz, Arzobispo de Arequipa:
«En
la clausura del evento, invitó a las universidades a que en forma
permanente organicen seminarios para impregnar
la Teología de
la Reconciliación con
el. fin de formar el corazón de los jóvenes,
no de odio sino de amor
y fe en Cristo. Finalmente, exhortó a
que todos trabajemos doce horas para anunciar
d evangelio
de
la reconciliación en el Señor» (El Pueblo, de Arequipa, 14 de
enero de 1985).
"Temas para una teología de la reconciliación".
En esta publicación se recogen los principales temas aborda
dos en el congreso. El señor Arzobispo
de Arequipa se. la en
tregó al Santo Padre el 2 de febrero de 1985, durante su visita
pastoral. Seguidamente extractamos el contenido de dicha publi cación.
Es una ocasión
excepcional. para
tomar una conciencia más
profunda del relieve que el terna de la reconciliación tiene para el mundo de hoy, como lo viene acentuando el Magisterio ecle
siástico reciente y muy especialmente el Magisterio de Su Santi
dad Juan Pablo II (cfr., exhortación apostólica post-sinodal
Re
conciliatio et paenitentia, n. 4 ). Es una · invitación para asumit
la
noción de reconciliación como centro de reflexiones . teológi
cas y como clave que permite una visión sumamente rica del ffiis~
terio de la salvación de Dios en Cristo (cfr., ib/d., n. 7).
Las sangrantes opresiones, marginaciones, injus#cias y angus~
tias que sufren los pueblos del 'continente latinoamericano, muy
especialmente amplios sectores· sobre los que recae con toda cru
deza
la miseria, y ante las que no es lícito permanecer pasivos,
nos
lleva a excluir radicalmente la postura de quienes permane
cen indiferentes, así como la de quienes, poseídos de una vi-
493
Fundaci\363n Speiro
RESEfM DEL CONGRESO INTERNACIONAL
sión conflictual, se integran en la lucha, buscando exasperar las
oposiciones, acentuar las polarizaciones en una dinámica negati
va, de muerte, que porta en su seno la promesa cierta de mayo
res opresiones e injusticias ( dr. Instrucción sobre algunos as
pectos de la
Teologia de la Liberación, XI, 7.10.11).
La reconciliación supone la
existencia de
rupturas previas,
más aún y más concretamente la existencia del misterio de ini
quidad que es el pecado, por el cual aparecen las cuatro ruptu:
ras
que
sufre el ser humano: la de la comunión con Dios, con la
propia intimidad, con los demás y con el mundo. Todo pecado,
empezando por el pecado original, nace del corazón del hom
bre, es libre expresión de su egoísmo, del anti-amor, y repercu te siempre, de alguna manera, en los demás. Todo pecado de un
cristiano hace daño a la
vida de la Iglesia que es vida de gracia,
al pecador mismo, a los demás y al mundo. Los pecados de los
que los hombres son responsables son
la causa radical de las
estructuras injustas. Ninguno de nosotros puede
considerarse inmune
de respon
sabilidad frente a esta situación de pecado del mundo, cuyas ma
nifestaciones
se perciben
en los hechos individuales que se apar
tan del plan de Dios,
as! como
en las concreciones sociales, polí
ticas, económicas, ideológicas, que responden a un dinamismo
negador de
la vida, negador del amor, a lo que el Santo Padre
ha llamado «cultura de
muerte» (dr.,
Su Santidad Juan Pablo II,
«Discurso a los jóvenes en
la Plaza de San Pedro durante el Ju
bileo de los Jóvenes», 3, 14 de abril de 1984).
El hombre no puede por sí solo salir de su situación de ca
rencia, de pecado, de enemistad. Sólo Dios puede liberarle de
esta ruptura radical. La amistad con Dios es don gratuito suyo;
una vez rota, s6lo Dios puede reconstruirla. La iniciativa es siem
pre suya: El nos amó primero. Dios determinó reconciliar con sigo a todo el universo por Cristo, pacificando por la sangre de
su cruz, lo que hay sobre la
tierra y
lo que hay en los cielos. La
reconciliación nos es dada en Cristo Jesús.
«pios amó
de
tal
manera al mundo que entregó a su Hijo Unigénito» .(Jn, 3,16),
La
Encarnación aparece en toda su grandeza cuando se la mira
sobre el trasfondo del pecado.
La venida del Hijo de Dios
al mundo haciéndose Hijo de
Mujer
. es
el comienzo de una nueva humanidad. María colabora
amorosa y activamente a la reconciliación: con
su «sí» al
de
signio de amor, María nos trajo
al Salvador y con él la recon
ciliación. Con toda justicia la podemos llamar Madre
de la
Re
conciliación. Las actitudes de humilde y fiel acompañante del
494
Fundaci\363n Speiro
RESERA DEL CONGRESO INTERNACIONAL
Señor, obediente a su palabra y olvidada de sí, totalmente en
tregada, son ejemplo supremo, aliento y camino para todo hom
bre que desee recibir la acción reconciliadora de Dios
y ser desde
ella agente de. reconciliación en el mundo. Para quienes peregri
nan a
la Casa del Padre, María es la Madre educadora de la fe,
es la pedagoga del Evangelio Vivo. Jesús, con sus actitudes,
obras y palabras, nos invita a su
seguimiento y a su plena adhe
rencia, a
la aceptación del divino. plan, es decir, a una constante
· tarea de reconciliación: con Dios, consigo mismo, con los hom
bres todos, incluso con los enemigos (dr.,
Mt, 5,43-48) y con
el mundo. .
Jesús, el Hijo de María, vivió su muerte como entrega de
amor por cada uno de
nosotros (dr. Gal, 2,20). En la continua
ción del misterio . de su Encarnación, en su muerte redentora,
asumida por amor y obediencia al Padre (dr. Jn, 10,18), Cristo
ha
realizado objetivamente la reconciliación de todos los hom
bres con Dios, «dando muerte en sí mismo a la enemistad»
(dr. E/, 2,16). Desde la cruz del dolor, vivida por nuestras cul
pas, señaló a María como Madre de todos, haciendo manifiesta la común
filiación y fraternidad (cfr. Jn, 19,26-27), frutos y se
ñales de
la reconciliación.
Cristo, que se entregó por nuestros pecados
y resucitó para
nuestra justificación (cfr.
Rm, 4,25), tras su ascensión a la de
recha del Padre, envió el Espíritu Santo que, con su acción so bre el corazón de cada hombre, es la
causa inmediata
de la
re
conciliación individual y social. La reconciliación no ha culmina
do. Se trata de un proceso dinámico
en_ virtud del cual la re
conciliación, merecida para todos por Cristo, pasa al corazón de
cada hombre y supone un movimiento de conversión, de cambio radical al que Dios nos llama. A ello invitaba Jesús ya en
su
predicación
inicial: «Convertíos
y creed al Evangelio» (dr. Me,
1,15). La Iglesia, receptora de la··efusión del Espíritu Santo,
tiene que continuar esta predicación.· A esta llamada de la Igle sia, cada uno de
nosotros debe
responder con su cambio de men
talidad (metanoia)
y abriendo su corazón a la ,oferta de recon
ciliación
de Dios, viviendo
.la cuádruple reconciliación en
los ni
veles de su vida, convertirse en servidor de la reconciliación.
Se trata
. de
un auténtico cambio, de una transformación radical
que afecta la propia realidad profunda, los pensamientos, los
sentimientos, la acción; una «nueva creación» (dr. 1
Cor, 5,17).
Por voluntad de Cristo,
la Iglesia tiene el ministerio de la
reconciliación. Todo hombre
nace en
lejanía de Dios por el pe
cado original. La primera reconciliación se recibe de la Iglesia
495
Fundaci\363n Speiro
RESERA DEL CONGRESO INTERNACIONAL
por el bautismo, el cual nos incorpora a ella. La plena incorpora
ción a
la Iglesia supone vivir en gracia, es decir, ser miembros
vivos del Cuerpo
Místico de
Cristo. Por ello, los pecados post
bautismales del cristiano, además de ser ruptura con
Dios,· re
percnten
sobre
la Iglesia y la humanidad toda. La reconciliación
con Dios encuentra un sendero concreto de realización en el sa
cramento de
la conversión, penitencia y del perdón. Se trata de
una clara
maoifestación del don reconciliativo
de Dios. La ce
lebración
de la Eucaristía es signo
eficaz de
la acción reconcilia
dora de Dios en la actualización del sacrificio de Cristo Jesús, fuente vivificadora de
la unidad (cfr. Lumen gentium, n. 11;
Puebla, n. 662), base de edificación de la comunidad.
El reconocimiento de
la verdad, el arrepentimiento de la
vida de pecado, de la ruprura y el propósito de conversión, jun
tamente con
la manifestación íntegra de los pecados, están en
el
interior del sacramento mismo de
la penitencia. Todo pecado
actual es personal
y debe imputarse a los individuos concretos
que lo cometen. Por ello, el sacramento de la penitencia tiene
un ineludible sentido
de. encuentro.
personal del pecador con
Dios. De la tierra,
de la lejanía y de la desemejanza, Dios nos
reconcilia consigo por el perdón y por la maoifestación de la
verdad, haciéndonos entrar en la comunión. Pero, al mismo tiem
po, debe subrayarse con claridad que el pecado tiene
upa reper
cusión
social y colectiva que importa mucho destacar en el pro
ceso de la culpa misma como en el de la
conversión y
en su
meta final: la reconciliación con Dios.
El interior del hombre es testigo de la fuerza desgarradora
de las rupturas
.. El
ser hunrano está escindido
y tiene dentro de
si oposiciones que son eco
.de la
fractura original, como de los
propios pecados personales. La persona se experimenta, en cier ta medida, ajena a si misma: Vive una crisis
de identidad. Pre
tendiendo
no ser lo que el plan de Dios le pide, vive en la di
mensión de la mentira existencial,
alejado de
la reconciliación
que porta la Verdad. El falso amor de si muestra al ser humano
cerrado sobre
sí mismo,
no abriéndose a
la dimensión de un .
Dios
personal que lo invita a la comunión
y parricipación, rehu
saodo abrirse fraternalmente a los demás como pide el divino
plao. El
corazón del
hombre debe ser reconciliado también con
sigo mediaote la plena acogida intetior de la dinámica de la
te
conciliación. En la manifestación de la verdad, el hijo pródigo
descubre su
propia interioridad:
«entrando en sí mismo»
(véase
Le, 15,17) y, desde esa profundidad íntima, toma conciencia de
496
Fundaci\363n Speiro
RESERA DEL CONGRESO INTERNACIONAL
sí, cae el manto de. la falsedad, se reconoce como es y toma im
pulso para
retorl:lar a
la comunión en la Casa del Padre.
La reconciliación del ser humano con Dios-y consigo mismo
culmina con la vuelta a la vida en caridad. Liberado el amor de
las trabas del rechazo del· amor al Padre y de la vida de falsedad,
queda clarificado
el proyecto de una comunidad de amor, de una
sociedad fraterna como se manifiesta en el plan
de Dios. ben
tro de ella, el amor a Dios es primario; la misma autenticidad
cristiana del amor a
los demás
tiene su señal distintiv.a en que
«amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos» (1
]n, 5,2).
No se puede aceptar en tal perspectiva un proyecto de relación
entre los
hombres sin una
referencia a
la relación con Dios. Sin
embargo, no puede subvalorarse nunca
la importancia -del amor
a los hermanos
-el mandamiento nuevo (dr; ]n, 13,34)-,-al
que
el mismo amor
de Dios nos impulsa_. Los alcances univer
sales y concretos de
tal amor hacen
que se tome muy en serio
la situación solidarla con todo hermano (dr.
Le, 10,36). Es vi
vir en la mentira, ilusorio, creer que se tiene · abierto el cora
zón al hermano, cuando no se pasa de hecho a la caridad activa
hacia él:
«no amemos
con palabras ni con la lengua, sino con
obras y según la verdad»
(1 Jn, 3,18). Hay que saber descubrir
en
el otrp al hermano en Cristo, Primogénito entre muchos her
manos
(dr.
Rom, 8,29; Col, 1,18), y mirar a todo hombre como
llamado a ser -al igual que nosotros- hijo. de Dios. La reve
lación de Jesús de que considerará en
el Juicio Final como he
cho a El
lo que hagamos a sus hermanos más pequeños (dr. Mt,
25,31-46), debe ser vivida del modo más real y consciente. Hay que descubrir en los otros el rostro de Cristo y la imagen de
Dios. Un mismo amor nos lleva a amar a Dios y a Cristo y a amar también a los que son hijos y hermanos suyos, .hijos del
mismo Padre y de la misma Madre, María Virgen (cfr.,
Jn, 19,
25-27;
Rm, 8,29; Col, 1,18).
Los servidores de
la reconciliación tienen que esforzarse; por
todos
los caminos, por colaborar en la construcción de un mun
do más humano, más justo, más según el plan de Dios. El ob
jetivo reside en
lo que Pablo VI calificó como liberación · inte
gral
(Exhortación Apostólica
Evangelii nuntiandi, nn. 29 y sigs.).
Nil:lgull8 de las rupturas y miserias del hombre puede ser olvi dada. Tampoco el hambre de Dios que nuestro tiempo padece
.en
un
grado dramático. Un mundo en el que Dios estuviera ausen
te sería el menos humano que podemos imaginar. El
esfuerzo
por
humanizar y reconciliar el mundo supone
el compromiso efec
tivo por mejorar y transformar las estructuras. La
enseñanza so-
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Fundaci\363n Speiro
RESE1M DEL CONGRESO INTERNACIONAL
cial de la Iglesia constituye una guía segura para la conducta
cristiana en
la vida en sociedad. En esta imprescindible tarea de
edificar una sociedad fraterna no se debe olvidar la diversidad de
funciones que los clérigos, los religiosos y los laicos tienen en
la Iglesia (cfr.
Lumen gentium, n. 31). Constituye ,una tan la
mentable como paradójica resurrección de clericalismo el que los
clérigos asuman un compromiso activo e incluso el liderazgo en
campos temporales en una época que denominamos como la de
la madurez del laico. Cuando, junto con gtavísimas miserias ma
teriales, hay una inmensa indigencia espiritual, no es comprensi
ble y más aún resulta injusto, que quienes tienen específicamen
te
el ministerio y el poder de la reconciliación con Dios no
aporten a la integridad de
la liberación lo que sólo ellos pueden
aportar, entregados mientras tanto a tareas que son propias del
laico en el mundo y, con frecuencia, de la misma sociedad civil
en cuanto tal. El mismo principio, según sus propias circunstan cias, puede aplicarse a quienes están llamados a la vida religiosa.
El espíritu del sermón de la montaña es una invitación a
dar
más de lo que la justicia exige (cfr. Mt, 5,40-41; Le, 6,19-30).
El impulso de
la caridad ilimitada, que quiere hacer ingresar al
ser humano en una dimensión de amor sin limites, se plasma en
· la constante acogida a todo dinamismo reconciliador más allá de
las exigencias legales. Juan Pablo II, en la encíclica
Vives in
misericordia,
ha subrayado que el mismo ideal de un mundo
justo puede resultar ineficaz si no es movido por el amor. Por
esto, ante
la cultura de muerte que recoge la dinámica de las
rupturas, nuestro compromiso debe ser construir una civiliza
ción
del amor, guiados por la dinámica reconciliadora. «Dios es
amor»
(1' Jn, 4,8 y 16) •constituye una sublime definición de
Dios cuyos inefables alcances iluminan nuestro peregrinar. Jun to con ella, y como expresión
"lUe revela
un rico matiz, se nos
ha
revelado que «Dios es rico en misericordia» (cfr. Ef, 2,4). La
misericodia es el grado y
la intensidad de un amor que no · se
desalienta
ante la falta de correspondencia ni retrocede ante la
miseria del
otro. Cada
uno
de nosotros
debe adherirse plena
mente a Dios, viviendo en su amor (cfr.
Ef, 5,1-2), participando
de su amor, siendo misericordioso como el Padre es misericor
dioso (cfr.
Le, 6,36). El seguimiento de Cristo Jesús tiene inelu
dibles implicaciones sociales
(cfr. Puebla, n. 476). El fermento
transformador de la
dinámica de
la reconciliación constituye para
el hoinbre un horizonte
.de esperanza
y aliento.
A la reconciliación con Dios, consigo mismo, con los demás,
se suma la reconciliación del hombre con tndo lo creado. De la
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RBSE1'A DEL CONGRESO INTERNACIONAL
recta aceptación del plan de Dios surge la ordenación del mun
do al recto servicio del ser
humano. Es
por medio de
la acción de
, los
hombres reconciliados
con Dios
que el universo entero
pu<>'
de ordenarse hacia Cristo Jesús (dr. Apostolicam actuositatem,
n. 2). Jesús reconciliador nos invita a asumir sus actitudes pro
fundas de mansedumbre y humildad de corazón (dr.
Mt, 11,29),
de plena obediencia filial al plan del Padre Eterno. Por volun tad
expresa del
Señor es María quien desde su corazón nos edu
ca en Jesús (dr.
Jn, 19,26-27). Como María, «imagen ideal de
la Iglesia» (dr. Puebla, n. 285), el Pueblo de Dios tiene una
tarea reconciliadora. Esta misión, que ha sido confiada por el
mismo Señor (dr., 2
Cor, 5,18-20), claramente se extiende más
allá de
la acción sacramental. Toda tensión en el interior de la
Iglesia misma debe resolverse · por la reconciliación en la unidad
y el amor que el Señor pidió: «que os améis los unos a
los otros
como
yo os he
amado» (dr., Jn, 13,34). La crisis vivida en los
últimos
años, en la que tanto se ha recurrido a fáciles descalifi
caciones y·· etiquetismos, debe superarse cuanto antes en un es
píritu de humildad, de diálogo fraterno, pero guiado siempre por un amor a
la verdad. Es, según la verdad, que seremos libres
(dr.
Jn, 8,32). Es en torno a la verdad que se construye la uni
dad, liberándose de la mentira, las ilusiones, los errores fuente
de división. La realidad de una Iglesia reconciliadora, permanen
temente reconciliada, pasa por la conciencia de que Ella es «co
lumna y fundamento· de
la verdad» (dr., 1 Tim, 3,15). Así,
como en otros tiempos, cuando se hicieron presentes rupturas
que atentaban contra la dinámica de la reconciliación confiada
a
la Iglesia, Ella «superó la situación de discordia interna vol
viendo a
afirmar claramente,
como condición insustituible de
comunión, aquellos principios que consistían en mantener intac
ta su unidad constitutiva y permitían manifestarla en la confe sión de una sola fe, en la celebración común del culto divino
y
en la concordia fraterna de la familia de Dios» ( dr. U nitatis re
dintegratio, n. 2) (Su Santidad Pablo VI, Exhortaci6n Apost6li
ca
sobre la reconciliaci6n dentro
de la
Iglesia,
n. 3).
Es urgente que todos los fieles . del Pueblo de Dios --obis
pos,
sacerdotes, religiosos,
laicos--según
la propia condición
y
estado, tomen parte activa eó el esfuerzo de acoger y vivir la
reconciliación del Señor (dr. lb, n. 6) creando un ambiente pro
picio para que sea efectiva la reconciliación, procurando evitar que la fragilidad del ser humano y los impactos de la
confficti
vidad
del mundo afecten
la sinceridad, la caridad y la unión que
debe
primar entre
los hijos de
la Iglesia; así como debe evitarse
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RESE/i1A DEL CONGRESO INTERNACIONAL·
con toda caridad que la diversidad de posturas, en· 1o opinable,
se exacerbe a punto de hacer peligrat la concordia y degenerar
en división (cfr.
loe, cit.). Ante el surgimiento de opciones que
van más allá del legítimo pluralismo, es conveniente recordar
que en la Iglesia de Cristo la última palabra siempre la tiene
lá
autoridad
eclesiástica, y que el
diálogo entre
Magisterio y teólo
go debe
mantenerse siempre·
en un humilde espíritu de servicio
a la verdad. Pata todos es bueno recordar lo que hace poco
más
de
diez años
pedía el Papa Pablo VI: «Muéstrese, pues, cada
uno discípulo cada vez más dócil del Señor, el cual pone como condición para ser perdonados por el Padre (cfr.
Mt, 11,26) la
reconciliación y
la caridad mutua, condición pata ser reconocidos
como discípulos suyos» (cfr.
Jn, 13,35). Por tanto, quien se
sienta de cualquier modo implicado en este estado de división,
vuelva a escuchat la voz
que lo acosa irresistiblemente, · incluso
en
el momento mismo en que se dispone a hacer oración: «Ve
antes a reconciliarte con
-tu hermano»
(cfr.
Mt, 5,24, loe. cit.).
Estas reflexiones sólo pretenden recoger algunas pisras pata
una exigente tarea ulterior que requerirá, todavía, muchos es
fuerzos comunes
hasta elaborar una completa Teología de
la Re:
conciliación. No se trata de construir una .nueva teología secto
rial, sino de una vital aproximación al núcleo mismo del ministerio
cristiano para comprender, desde él, todos sus implicaciones con
la luz que nos ofrece la rica clave interpretativa que es la re
conciliación de la humanidad con
Dios, op_erada por El en Ctisto.
Aliento e impulso para tal cometido lo encontramos en el con
tenido de la Exhortación
Apostólica Post-Sinodal Reconciliatio
et
paenitentia de Su Santidad Juan Pablo II, de donde resal
tamos que «es legítimo hacer converger las reflexiones de todo
el misterio de Cristo en torno a su misión de reconciliador» (n. 7).
* * *
En el diatio Y a del 12 de matzo de 1985 se ha publicado
una
s!níesis del
documento del Congreso que hemos extractado.
También figura una entrevista con el cardenal
AHonso L6pez
Trujillo,
Arzobispo de
Medellín (Colombia)
y ponente del Con
greso, en la que señala que una de las propuestas en la próxima
asamblea del CELAM (Consejo Episcopal Latinoametciano) será
la de interesar a los episcopados en un trabajo sistemático sobre «teología de la reco_nciliación», afirmando que la riqueza de esta
teologíá es enorme y las perspectivas de la reconciliación
· en
la
sociedad tienen un vasto horizonte y pueden seguirse bajo
la
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RESERA. DEL CONGRESO INTERNA.CIONA.L
guía e inspiración de la doctrina social de la Iglesia. Añade que
esta teología de la reconciliación puede asumir los logros de una
auténtica reflexión
sobre la liberación
y rectificar las desviacio
nes en algunas de sus corrientes
y formas de tratamiento. Des
taca que más de ochocientos· participantes cualificados en el Con
greso profundizaron en el magisterio pontificio sobre la recon ciliación
y, que esta teología, «será una gran ocasión también
para
fa reconciliación en la Iglesia». En relación con un posible
diálogo con
los_ llamados
«teólogos de la liberación» dice: «Un
diálogo clarificador que tome como base la pasión por la unidad, en la obediencia
al magisterio, no sólo es deseable sino que es
una exigencia del Evangelio».
* * *
A lo largo de 1a publicación del Congreso anteriormente
extractada, nos ha parecido escuchar la voz del Buen Pastor que
conoce a sus
ovjeas y sus ovejas le conocen a EL Prepcupado
por
las ovejas descarriádas, buscando superar la crisis
y tensión
en el interior de la Iglesia en un espíritu de humildad, de diálo
go fraterno, pero guiado siempre
por un amor a
la verdad para
construir en torno
a ella
la unidad, liberándose
de. la
menrira,
las ilusiones
y los errores fuente de división. Pidamos al Señor·
y a María Madre de la Iglesia para que se supere la situación
de discordia interna, en la confesión de una sola
fe, en la cele
bración común del culto divino
y en la concordia fraterna de la
familia de
Dios. Y trabajemos todos con
fe e ilusión, según
la propia condición
y estado de cada uno, y bajo la gula e ins
piración de la doctrina social de
la Iglesia en un mejor conoci
miento
y difusión de la verdad, buscando la conversión de men
tes y corazones-, y el cambio de actitudes, para promover Una
acción solidaria, orientada a la recristianización de personas, cos
tumbres e instituciones para que pueda hacerse
realidad la
ins
tauración de un auténtico orden social cristiano, estable
y dura
dero, meta hacia la cual debemos dirigir nuestros esfuerzos.
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