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Número 235-236

Serie XXIV

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Sor Cristina de la Cruz Arteaga Falguera: El carmelo de Guadalajara y sus tres azucenas

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\explícitamente el autor, sino que son deducidas por el lector
conforme se va adentrando en la lectura, que verdaderamente
resulta apasionante.
FRANcrsco JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA CrGOÑA.
Arteaga Falguera, Sor Cristina de la Cruz de: EL CARMELO
DE GUADALAJARA Y SUS TRES .AZUCENAS (*)
Cristina de Arteaga fue mujer poco común. Hija de los du­
ques del Infantado, su posición social y su inteligencia le seña­
laban un destacado puesto en la vida española. Poetisa notable,
· .doctora

en Historia, oyó la llamada de Jesús y, dejando cuanto
tenía -que era mucho-, le siguió. Atender una vocación divina es siempre un misterio psico­
lógico. Los postulados marxistas
dan una respuesta muy simple:
hombres y mujeres cambian el hambre y el arado por seguridad
y consideraciones sociales e incluso por liderazgos y jerarquías. Sor Crisrina de la Cruz es un tajante desmentido a ese falsea­
miento de la historia. Y bueno sería que alguien escribiera el inventario de todos aquellos sacerdotes, religiosos y religiosas
que en este siglo xx entregaron, de momento, muchísimo más
de lo que recibían. De lo que recibían a los ojos del mundo,
naturalmente. Muy lejos de mi propósito
restar geoerosidades

y eotregas
a las miles de almas que se dieron o se dan a Dios desde
la
pobreza. Su renuncia a cuanto ilusiona a los jóvenes de hoy sólo
puede comprenderse desde una perspectiva de
fe y de gracia.
Pero me estoy refiriendo a aquel pasaje evangélico del joven
rico que dejó triste a Jesús. Ya cumplía los mandamientos pero
no se atrevió a ser perfecto. Cristina de Arteaga, como otros
muchos, dejó todo por marchar tras el Maestro, por ser Cris­
tina de
la Cruz.
Ingresa en la orden jerónima donde se consagra a su res­
tauración. Y, en julio de 1984, acudió al definitivo encuentro
con el esposo tras una larga vida de trabajos y
realizaciones.
Hija

adoptiva y medalla de oro de Granada, académica nume­
raria de Bellas Artes de Santa Isabel de Sevilla, académica co­
rrespondiente de la Historia ... , muy poco después de su muerte
ha aparecido este libro que ahora comentamos. Tiene dos partes muy diferenciadas, aunque con un débil
nexo de unión. Y pensamos que tal vez hubieran debido ser dos
(º} Editorial de Espiritualidad, Madrid_, 1985, 127 p,lgs.
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libros. La muerte de Sor Cristina, de la que consta se proponía
ampliar la segunda parte, ha hecho que apareciera así. La primea parte (págs. 12-68), es la historia del Carmelo
de Guadalajara muy vinculado desde su origen a la familia de
Sor Cristina, pues
fue una fundación de la casa de Infantado y
en él profesaron y fueron sepultados miembros de ella. Se trata
de un trabajo histórico realzado por numerosas fotografías en
blanco
y negro y color.
Pues bien, en ese Carmelo cuya historia hemos seguido des­
de comienzos del siglo
XVII, ingresaron el 12 de octubre de 1898
la hérmana María del Pilar de San Fancisco de Borja (1877-
1936), el 2 de mayo de 1925, la hermana Teresa del Niño Je­
sús y San Juan de la Cruz (1909-1936) y el 14 de julio de 1939
la hermana María Angeles de San José (1905-1936): las tres
carmelitas
descalzas asesinadas en el trágico verano de 1936 y
cuyo proceso de beatificación está en marcha. Sor Cristina de la Cruz quiso incorporar.
a esta parte de
su libro los documentos de
la positio, pero la muerte se lo im­
pidió.
Lo que sin duda habrá perdido el libro en profundidad
histórica lo ha ganado, en
cambio, en
sencillez y lozanía.
Y re­
sultará aleccionador para todos. Tres mujeres que vivían consagradas a Dios en el ideal car­
melitano, con la alegría propia, tantas veces increíble para el
mundo, que tiene
lugar en

las casas de Santa Teresa, pero que
tenían un clara premonición de martirio, aceptado por amor a
Cristo.
Y frente a su inmenso amor, un odio desbordado a todo lo
.divino que ensangrentó las calles de Guadalajara con un crimen
gratuito y

extremadamente brutal. Que llevó directamente al
cielo a tres almas que es de esperar pronto veneremos en los
altares. Seguro estoy que esta parte es la que más habrá de intere­
sar a los lectores.
Y de ella no brota la fría enseñanza de la
historia, sino la cordial del amor
y de la gracia, la que mueve
los corazones
y los empuja a la santidad
Sor Cristina se habrá encontrado ya en el cielo con las tres
religiosas. Que ellas,
y todos y todas los que acudieron al en­
cuentro de Cristo con la palma del martirio en aquella bárbara
masacre de 19 36 consigan de Jesús que vuelva a dirigir con
amor sus ojos sobre esta España que fue la nación católica por
excelencia para que, recobrados pulso
y aliento, sea digna de su
honor
y de su historia.
FRANCISCO JosÉ F°ERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA.
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