Índice de contenidos
Número 235-236
Serie XXIV
- Textos Pontificios
-
Estudios
-
¿Qué es la Ciudad Católica?
-
Tradiciones cristianas y moral social
-
«La teología de la liberación» de Karl Marx (II)
-
Medicina personalista
-
Potestad y autoridad en la organización de la Iglesia. A propósito de una importante tesis doctoral
-
El esoterismo en el lenguaje
-
Francia socialista, ¿por qué?
-
Rigoberto López Valdivia, un pensador católico
-
El Debate, Ya y los «otros» católicos
-
- Actas
- Información bibliográfica
- Crónicas
Autores
1985
Discurso de Antonio de Urzáiz [San Fernando 1985]
pañola actual, señalando que comenzaban a observarse síntomas
de recuperación, tanto en la práctica religiosa como en nuevas
formas de presencia de los católicos «purificadas de antiguas
pe
tulancias, pt,ro depuradas también de falsos complejos».
Cerró su intervención enumerando una serie de posibles
ac·
clones
a emprender, algunas de ellas de orden muy práctico e
inmediato, e hizo una invocación final al esfuerzo concebido como
«Caridad política» y urgido por el Papa. Los tres oradores fueron muy aplaudidos y la velada se pro·
longó en agradables tertulias con el ambiente de fraternidad
ca
racterístico
de los amigos de la Ciudad Católica, esa obra que
un año más ha dado prueba de su vitalidad y a la que los
jóve
nes
debemos tanto.
Pilar CÁRDENAS.
DISCURSO DE ANTONIO DE URZAIZ
Queridos amigos:
Cuando se me propuso para que en el dia de hoy os dirigiese unas
palabras, en
esta
c,na de San Fernando, se me planteó además de ún
difícil compromiso una gran duda: ¿qué les digo a los amigos de la
Ciudad Católica que ésto~ ya no sepan?, porque si la originalidad es
casi imposible en el mundo
que-nos
rodea, pretender ser
un erudito
aquí,
ante vosotros, es
osadía incalificable par no
decir
iin sarcasmo.
Hoy es el día y este es
el momento -en que
sigo
envuelto· en
tal di
lema. Pero como el momento
ha llegado y no ttingo 6tra ópción ql/¡e
deciros
algo,
he optado por tratar de haceros
unas pequeñas
reflexiones
sobre un tema· que a
tod~ luctir no tiene nada
de original puesto que,
como dice Gabriel Alférez,
« ... es una etapa por la que todos hemos
pasado
y cuyas circun~tarrcias desaparecen
por
el mero
transcurso del
tiempo»; como
todos os habréis dado cuenta, me
estuy refirlendó a la
Juventud. De
antemano cuento, para salir
del .paso,
con
la condescendencia
de todos vosotros, ya que aunque no soy oradór de
práfesi6n, como
si"stemáticamente Se
suele d,ecir para
salir de 'estos trances, Supongo que
entre los presentes tampoco habrá ningún
oyenle de
profesión,· por ello
s6lo espero un poco de paciencia por parte de todos,
qu¡e muy
bien
po
dfa;s estar pronunciando en estos mo_mentos y desde aquf, palabras mu
cho
más dignas de ser ·escuchadas.
He
de ser
~ncero y reconocer que no es una mera casualidad el
hecho de que San Fernando sea el Patr6n de la Juventud y éste sea el
tema elegido como
!núcleo de
estas palabras. _
·
San Fernando, castellano de ·la más rancia estirpe, d~tacó por su
valor
intrépido en
la Reconquista frente a los sa"acellos, pero no se
quedó
en ser
un ejemplo
en valentfa y hombría,· t_ato no
le impidió
ser un héroe de la santidad, un modelo de. conductas y un espejo de
laa grandes
virtudes cristianas.
Educado de niño
len el
temor de Dios, ciñó tempranamente
las Co-
741
Fundaci\363n Speiro
ronas de Castilla y León, lo cual, lejos de provocarle vanidad o engrei
miento, conociendo- que toda autoridad
viene de Di~ y que gracias a
Dios reinan ·1os reyes, hizo que la 'nota más destacada de 9U vida fuese
la
humildad. Este joven,
San Fernando,
apuesto vencedor
en todas·
las
batallas de la Fe,
i/iqué contraste/11,
estaba tan lleno de humildad que
cuentan
SU9 biógrafos, que acostumbraba a sentar a su mesa a 12 pobres.
La humildad es fuente _ de las demás virtudes,· de ahi que encuentre un
ardoroso celo por mantener
la unidad religiósa en sus territorios
cris
tianos y una ;usticia que
directa y personalmente
administraba en sus
dominios
. . Fue el rey que supo siempre poner
por encima
de
~u dia
dema
real la eterna gloria
de Dios.
No quiero cansaros con
pinceladas sobr_e la vida 4e alguien sobre
el que
cualqm'era de vosotros sabrá muchas
más
cos~. Simplemente
quisiera
resaltar algunas de
1las similitudes que he encontrado entre su
vida
y la de
1~ hombres
de
Speiro.
En primer lugar, la realeza, el poder, la autoridad en el campo del
rigor intelectual al servicio del Reinado
social de
Cristo. En segundo
lugar, la humildad,
-el nadie es nada sino porque
el Padre Celestial
lo permite. El
«no tendrias
ningún poder sobre mí,
si no te -hubiera
sido dado de
lo A'lto» p1eside todas vuestras actuaciones.
La unidad
católica como
estandarte
y reducto en la defensa de los
Principios básicos
de
la Cristiandad.
El instrumento
de Dios /!n la
empresa ardua de la
Reconquisto y no
sólo de la reconquista de
la.r almas uno a
una
y de los te¡idos ·básicos
de la sociedad, sino también de la restauración de un Orden tJestruido
por la Revolución.
Entrando un poco en el tema que me había propuesto hablaros qui
riera_ haceros
reflexionar sobre
el hecho, no tanto de la juventud en sf
y su problemática, eaa tarea se la dejo a los mensajes demagógicos de
loa partidos
políticos empeñados en
comleguir el voto de un sectór im
portante de
la sociedad, sino a la juventud como etapa de formación
y
el papel que debe jugar en la Ciudad Católica. Juan Pablo 11, en la reciente Carta a los
jóvenea con · motivo
del
Año Internacional
de la Juventud que este
año /se conm'emora,
nos dice:
«La verdad es la luz de la inteligencia humana. Si desde la juven
tud
la inteligencia humana intenta
conocer la
realidad en sus
distint~
dimensiones,
esto lo hace con el fin de poseer la verdad: para vivir
la verdad ... », y esa es la Verdad que nos ofrecéis los hombres de
Speiro.
Como nos dice ]fan Ousset, la juventud es la edad de impulsos_ ge
neroso!, la juventud 'es promesa
del
por,venir, yo
diría más: en algunos
casos concretos
de hombres de
Speiro es realidad. de un tiempo présente.
Baste como muestra los
ponenttM en
los
último$ Encuentros·
de amigs
de la Ciudad
Católica. Pero,
ya no sólo es el hecho de los
jóvenes con
sagrados,
fruto de una labor callada
y silenciosa 1'f!alizada ál cabo de
los años; parémonos
.a analizar
un hecho perfectamente constatable:
el
aumento,
año
tras" año,
del número de
jóvenes a#stentes a
los Encuen
tros
antes mencionados. A los ya maduros iñtelectualmente, nos
vamos
uniendo nuevas
remes~ de
jóvenes con un
arlsia especial
de aprender;
no me quiero arrogar representaciones que no _-me
co"esponden, pero,
ya
que tengo la
o[)Qrtunidad de
decirlo,
no 1voy ha dejar pasar esta opor
tunidad,· quiero que sepáis que la juventud no tenemos
palabras para
agradecer
vuestra labor;
sois como la fuente donde saciamos nuestra sed
de principios en busca de la Verdad. No
/alfan, en nuestros dfas, quie-
742
Fundaci\363n Speiro
nes consideran a la juventud como la gen!eraci6n huérfana; yo no quie
ro contradecir esta- opini6n, pero
si puntualizar
que será huérfana de
dirigentes porque, por lo ql4e a
maestros se
rejlere, vosotros
cumplís de
forma
sobrada con
el cometido.
No
quisiera que
estas palabras
suenen a
falsa adulaci6n:
lejos de
las mismas su intenci6n. Simplemente responden al hecho de que, como
seres humanos que somos, necesitamos del calor" humanó,
del afecto
y no digamos del reconocimiento de la obra
bien hecha. Bien
es cierto,
como dice el Devocionario del Requeté,
«Ante Dios
nunca
"serás héroe
an6nimo»,
pero también
'no es
menos cierto que es
ju_Sticia reconocer
en
eata tierra las obras
bien
hechas y
ésta
es una de ellas.
El
tiempo ha transcurrido más deprisa de lo que
coh los n_ervios
de
prepa_rar
estas palabras
habia supuesto, por ello s6lo
ti!ngo tiempo para
"ljesumir
brevemente
lo que pretendía deciros:
Que si bien
es necesaria
una élite de jóvenes, no debemos descuidar
a otros sectores de Ja juventud,
que· sin estar
destinados a
ser
una ari8-
tocracia
intelectual de
la sociedad, sí pueden jugar otros papeles en las
distintas células básicas de
la misma.
'
Que
tengamos bien
prdiente que la juventud no es un fin 'en sí sino
simplemente un
tránsito hacia el mismo fin.
Y, que, /riente a
los que s6lo le
ofT'ecen una política
para jóvenes o
una labor de
las tareas
más
de8agradables, como
pegar carteles ...
, se
pamos
darle una formaci6n
al tilcance de sus posibilidades para pro
porcionarles
la.r ralees "necesarias, con
las que transcurrida
· esta estro
peada
juventud,
no
ae consideren totalmente desencantados
y perdidos
para la
Causa de Nuestro
Seños Jesucristo.
Solamente
me queda
agradeceros la atención que habéis prestado y
animaros cuando no exigiros a que
!rigáis en
esta lucha desigual, tenien
do siemnre
presente aquella
máxima de
«sólo en Dios e$tá la Victoria
y para nosotros la dicha del combate»_.
DISCURSO DE PILAR BLANCO
Queridos amigos de la Ciudad Católica:
Me ha correspondido a mí el honor de formar parte del turno de
oradores !en esta
noche, en que una vez más
nos .volvemos
a reunir
para conmemorar
la festividad de San Fernando rey¡" y si no me
equivoco, esta es la
vigésimoquinta vez en
que celebramos esta ya tra
dicional cena
homenaje
y, por ello, tiene la particularidad de cum
plirse sus bodM de plata. Hablar de la gran
figura de
San
Fernando no
resulta nada fácil,
p11.ecismente por su gran
talla
humana y
por
las innumerables virtudes
que
lo adornaron y que supo practicar
hasta el fin de sus días; sirvan
de
ejemplo su gran piedad, caridad,
prudencia y
justicia. Grande fue
también la obra que
liev6 a
cabo a lo largo de su
vida, nada
menos
que la de poner los
más s6lidos cimientos a la Reconquista y, por lo
tanto, a la rinidad de España, obra que sin embargo no pudo contem
plar
finalizada y ·que habrla que esperar dos
siglos más hasta
¡vefla con
cluir
felizmente.
Aun cuando
San Fernando
no hubiera sido elevado a los altares de
la santidad, su
enorme mirito como
reconquistador y sus indudables
743
Fundaci\363n Speiro
de recuperación, tanto en la práctica religiosa como en nuevas
formas de presencia de los católicos «purificadas de antiguas
pe
tulancias, pt,ro depuradas también de falsos complejos».
Cerró su intervención enumerando una serie de posibles
ac·
clones
a emprender, algunas de ellas de orden muy práctico e
inmediato, e hizo una invocación final al esfuerzo concebido como
«Caridad política» y urgido por el Papa. Los tres oradores fueron muy aplaudidos y la velada se pro·
longó en agradables tertulias con el ambiente de fraternidad
ca
racterístico
de los amigos de la Ciudad Católica, esa obra que
un año más ha dado prueba de su vitalidad y a la que los
jóve
nes
debemos tanto.
Pilar CÁRDENAS.
DISCURSO DE ANTONIO DE URZAIZ
Queridos amigos:
Cuando se me propuso para que en el dia de hoy os dirigiese unas
palabras, en
esta
c,na de San Fernando, se me planteó además de ún
difícil compromiso una gran duda: ¿qué les digo a los amigos de la
Ciudad Católica que ésto~ ya no sepan?, porque si la originalidad es
casi imposible en el mundo
que-nos
rodea, pretender ser
un erudito
aquí,
ante vosotros, es
osadía incalificable par no
decir
iin sarcasmo.
Hoy es el día y este es
el momento -en que
sigo
envuelto· en
tal di
lema. Pero como el momento
ha llegado y no ttingo 6tra ópción ql/¡e
deciros
algo,
he optado por tratar de haceros
unas pequeñas
reflexiones
sobre un tema· que a
tod~ luctir no tiene nada
de original puesto que,
como dice Gabriel Alférez,
« ... es una etapa por la que todos hemos
pasado
y cuyas circun~tarrcias desaparecen
por
el mero
transcurso del
tiempo»; como
todos os habréis dado cuenta, me
estuy refirlendó a la
Juventud. De
antemano cuento, para salir
del .paso,
con
la condescendencia
de todos vosotros, ya que aunque no soy oradór de
práfesi6n, como
si"stemáticamente Se
suele d,ecir para
salir de 'estos trances, Supongo que
entre los presentes tampoco habrá ningún
oyenle de
profesión,· por ello
s6lo espero un poco de paciencia por parte de todos,
qu¡e muy
bien
po
dfa;s estar pronunciando en estos mo_mentos y desde aquf, palabras mu
cho
más dignas de ser ·escuchadas.
He
de ser
~ncero y reconocer que no es una mera casualidad el
hecho de que San Fernando sea el Patr6n de la Juventud y éste sea el
tema elegido como
!núcleo de
estas palabras. _
·
San Fernando, castellano de ·la más rancia estirpe, d~tacó por su
valor
intrépido en
la Reconquista frente a los sa"acellos, pero no se
quedó
en ser
un ejemplo
en valentfa y hombría,· t_ato no
le impidió
ser un héroe de la santidad, un modelo de. conductas y un espejo de
laa grandes
virtudes cristianas.
Educado de niño
len el
temor de Dios, ciñó tempranamente
las Co-
741
Fundaci\363n Speiro
ronas de Castilla y León, lo cual, lejos de provocarle vanidad o engrei
miento, conociendo- que toda autoridad
viene de Di~ y que gracias a
Dios reinan ·1os reyes, hizo que la 'nota más destacada de 9U vida fuese
la
humildad. Este joven,
San Fernando,
apuesto vencedor
en todas·
las
batallas de la Fe,
i/iqué contraste/11,
estaba tan lleno de humildad que
cuentan
SU9 biógrafos, que acostumbraba a sentar a su mesa a 12 pobres.
La humildad es fuente _ de las demás virtudes,· de ahi que encuentre un
ardoroso celo por mantener
la unidad religiósa en sus territorios
cris
tianos y una ;usticia que
directa y personalmente
administraba en sus
dominios
. . Fue el rey que supo siempre poner
por encima
de
~u dia
dema
real la eterna gloria
de Dios.
No quiero cansaros con
pinceladas sobr_e la vida 4e alguien sobre
el que
cualqm'era de vosotros sabrá muchas
más
cos~. Simplemente
quisiera
resaltar algunas de
1las similitudes que he encontrado entre su
vida
y la de
1~ hombres
de
Speiro.
En primer lugar, la realeza, el poder, la autoridad en el campo del
rigor intelectual al servicio del Reinado
social de
Cristo. En segundo
lugar, la humildad,
-el nadie es nada sino porque
el Padre Celestial
lo permite. El
«no tendrias
ningún poder sobre mí,
si no te -hubiera
sido dado de
lo A'lto» p1eside todas vuestras actuaciones.
La unidad
católica como
estandarte
y reducto en la defensa de los
Principios básicos
de
la Cristiandad.
El instrumento
de Dios /!n la
empresa ardua de la
Reconquisto y no
sólo de la reconquista de
la.r almas uno a
una
y de los te¡idos ·básicos
de la sociedad, sino también de la restauración de un Orden tJestruido
por la Revolución.
Entrando un poco en el tema que me había propuesto hablaros qui
riera_ haceros
reflexionar sobre
el hecho, no tanto de la juventud en sf
y su problemática, eaa tarea se la dejo a los mensajes demagógicos de
loa partidos
políticos empeñados en
comleguir el voto de un sectór im
portante de
la sociedad, sino a la juventud como etapa de formación
y
el papel que debe jugar en la Ciudad Católica. Juan Pablo 11, en la reciente Carta a los
jóvenea con · motivo
del
Año Internacional
de la Juventud que este
año /se conm'emora,
nos dice:
«La verdad es la luz de la inteligencia humana. Si desde la juven
tud
la inteligencia humana intenta
conocer la
realidad en sus
distint~
dimensiones,
esto lo hace con el fin de poseer la verdad: para vivir
la verdad ... », y esa es la Verdad que nos ofrecéis los hombres de
Speiro.
Como nos dice ]fan Ousset, la juventud es la edad de impulsos_ ge
neroso!, la juventud 'es promesa
del
por,venir, yo
diría más: en algunos
casos concretos
de hombres de
Speiro es realidad. de un tiempo présente.
Baste como muestra los
ponenttM en
los
último$ Encuentros·
de amigs
de la Ciudad
Católica. Pero,
ya no sólo es el hecho de los
jóvenes con
sagrados,
fruto de una labor callada
y silenciosa 1'f!alizada ál cabo de
los años; parémonos
.a analizar
un hecho perfectamente constatable:
el
aumento,
año
tras" año,
del número de
jóvenes a#stentes a
los Encuen
tros
antes mencionados. A los ya maduros iñtelectualmente, nos
vamos
uniendo nuevas
remes~ de
jóvenes con un
arlsia especial
de aprender;
no me quiero arrogar representaciones que no _-me
co"esponden, pero,
ya
que tengo la
o[)Qrtunidad de
decirlo,
no 1voy ha dejar pasar esta opor
tunidad,· quiero que sepáis que la juventud no tenemos
palabras para
agradecer
vuestra labor;
sois como la fuente donde saciamos nuestra sed
de principios en busca de la Verdad. No
/alfan, en nuestros dfas, quie-
742
Fundaci\363n Speiro
nes consideran a la juventud como la gen!eraci6n huérfana; yo no quie
ro contradecir esta- opini6n, pero
si puntualizar
que será huérfana de
dirigentes porque, por lo ql4e a
maestros se
rejlere, vosotros
cumplís de
forma
sobrada con
el cometido.
No
quisiera que
estas palabras
suenen a
falsa adulaci6n:
lejos de
las mismas su intenci6n. Simplemente responden al hecho de que, como
seres humanos que somos, necesitamos del calor" humanó,
del afecto
y no digamos del reconocimiento de la obra
bien hecha. Bien
es cierto,
como dice el Devocionario del Requeté,
«Ante Dios
nunca
"serás héroe
an6nimo»,
pero también
'no es
menos cierto que es
ju_Sticia reconocer
en
eata tierra las obras
bien
hechas y
ésta
es una de ellas.
El
tiempo ha transcurrido más deprisa de lo que
coh los n_ervios
de
prepa_rar
estas palabras
habia supuesto, por ello s6lo
ti!ngo tiempo para
"ljesumir
brevemente
lo que pretendía deciros:
Que si bien
es necesaria
una élite de jóvenes, no debemos descuidar
a otros sectores de Ja juventud,
que· sin estar
destinados a
ser
una ari8-
tocracia
intelectual de
la sociedad, sí pueden jugar otros papeles en las
distintas células básicas de
la misma.
'
Que
tengamos bien
prdiente que la juventud no es un fin 'en sí sino
simplemente un
tránsito hacia el mismo fin.
Y, que, /riente a
los que s6lo le
ofT'ecen una política
para jóvenes o
una labor de
las tareas
más
de8agradables, como
pegar carteles ...
, se
pamos
darle una formaci6n
al tilcance de sus posibilidades para pro
porcionarles
la.r ralees "necesarias, con
las que transcurrida
· esta estro
peada
juventud,
no
ae consideren totalmente desencantados
y perdidos
para la
Causa de Nuestro
Seños Jesucristo.
Solamente
me queda
agradeceros la atención que habéis prestado y
animaros cuando no exigiros a que
!rigáis en
esta lucha desigual, tenien
do siemnre
presente aquella
máxima de
«sólo en Dios e$tá la Victoria
y para nosotros la dicha del combate»_.
DISCURSO DE PILAR BLANCO
Queridos amigos de la Ciudad Católica:
Me ha correspondido a mí el honor de formar parte del turno de
oradores !en esta
noche, en que una vez más
nos .volvemos
a reunir
para conmemorar
la festividad de San Fernando rey¡" y si no me
equivoco, esta es la
vigésimoquinta vez en
que celebramos esta ya tra
dicional cena
homenaje
y, por ello, tiene la particularidad de cum
plirse sus bodM de plata. Hablar de la gran
figura de
San
Fernando no
resulta nada fácil,
p11.ecismente por su gran
talla
humana y
por
las innumerables virtudes
que
lo adornaron y que supo practicar
hasta el fin de sus días; sirvan
de
ejemplo su gran piedad, caridad,
prudencia y
justicia. Grande fue
también la obra que
liev6 a
cabo a lo largo de su
vida, nada
menos
que la de poner los
más s6lidos cimientos a la Reconquista y, por lo
tanto, a la rinidad de España, obra que sin embargo no pudo contem
plar
finalizada y ·que habrla que esperar dos
siglos más hasta
¡vefla con
cluir
felizmente.
Aun cuando
San Fernando
no hubiera sido elevado a los altares de
la santidad, su
enorme mirito como
reconquistador y sus indudables
743
Fundaci\363n Speiro