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Número 235-236

Serie XXIV

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Discurso de Antonio de Urzáiz [San Fernando 1985]

pañola actual, señalando que comenzaban a observarse síntomas
de recuperación, tanto en la práctica religiosa como en nuevas
formas de presencia de los católicos «purificadas de antiguas
pe­
tulancias, pt,ro depuradas también de falsos complejos».
Cerró su intervención enumerando una serie de posibles
ac·
clones

a emprender, algunas de ellas de orden muy práctico e
inmediato, e hizo una invocación final al esfuerzo concebido como
«Caridad política» y urgido por el Papa. Los tres oradores fueron muy aplaudidos y la velada se pro·
longó en agradables tertulias con el ambiente de fraternidad
ca­
racterístico

de los amigos de la Ciudad Católica, esa obra que
un año más ha dado prueba de su vitalidad y a la que los
jóve­
nes

debemos tanto.
Pilar CÁRDENAS.
DISCURSO DE ANTONIO DE URZAIZ
Queridos amigos:
Cuando se me propuso para que en el dia de hoy os dirigiese unas
palabras, en

esta
c,na de San Fernando, se me planteó además de ún
difícil compromiso una gran duda: ¿qué les digo a los amigos de la
Ciudad Católica que ésto~ ya no sepan?, porque si la originalidad es
casi imposible en el mundo
que-nos

rodea, pretender ser
un erudito
aquí,
ante vosotros, es
osadía incalificable par no

decir
iin sarcasmo.
Hoy es el día y este es
el momento -en que

sigo
envuelto· en
tal di­
lema. Pero como el momento
ha llegado y no ttingo 6tra ópción ql/¡e
deciros
algo,

he optado por tratar de haceros
unas pequeñas
reflexiones
sobre un tema· que a
tod~ luctir no tiene nada

de original puesto que,
como dice Gabriel Alférez,
« ... es una etapa por la que todos hemos
pasado
y cuyas circun~tarrcias desaparecen
por
el mero
transcurso del
tiempo»; como

todos os habréis dado cuenta, me
estuy refirlendó a la
Juventud. De

antemano cuento, para salir
del .paso,
con
la condescendencia
de todos vosotros, ya que aunque no soy oradór de
práfesi6n, como
si"stemáticamente Se
suele d,ecir para

salir de 'estos trances, Supongo que
entre los presentes tampoco habrá ningún
oyenle de

profesión,· por ello
s6lo espero un poco de paciencia por parte de todos,
qu¡e muy

bien
po­
dfa;s estar pronunciando en estos mo_mentos y desde aquf, palabras mu­
cho
más dignas de ser ·escuchadas.
He

de ser
~ncero y reconocer que no es una mera casualidad el
hecho de que San Fernando sea el Patr6n de la Juventud y éste sea el
tema elegido como
!núcleo de

estas palabras. _
·
San Fernando, castellano de ·la más rancia estirpe, d~tacó por su
valor

intrépido en
la Reconquista frente a los sa"acellos, pero no se
quedó
en ser

un ejemplo
en valentfa y hombría,· t_ato no

le impidió
ser un héroe de la santidad, un modelo de. conductas y un espejo de
laa grandes

virtudes cristianas.
Educado de niño
len el

temor de Dios, ciñó tempranamente
las Co-
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Fundaci\363n Speiro

ronas de Castilla y León, lo cual, lejos de provocarle vanidad o engrei­
miento, conociendo- que toda autoridad
viene de Di~ y que gracias a
Dios reinan ·1os reyes, hizo que la 'nota más destacada de 9U vida fuese
la

humildad. Este joven,
San Fernando,

apuesto vencedor
en todas·
las
batallas de la Fe,
i/iqué contraste/11,

estaba tan lleno de humildad que
cuentan
SU9 biógrafos, que acostumbraba a sentar a su mesa a 12 pobres.
La humildad es fuente _ de las demás virtudes,· de ahi que encuentre un
ardoroso celo por mantener
la unidad religiósa en sus territorios

cris­
tianos y una ;usticia que

directa y personalmente
administraba en sus
dominios

. . Fue el rey que supo siempre poner
por encima

de
~u dia­
dema

real la eterna gloria
de Dios.
No quiero cansaros con
pinceladas sobr_e la vida 4e alguien sobre
el que
cualqm'era de vosotros sabrá muchas

más
cos~. Simplemente
quisiera

resaltar algunas de
1las similitudes que he encontrado entre su
vida
y la de
1~ hombres

de
Speiro.
En primer lugar, la realeza, el poder, la autoridad en el campo del
rigor intelectual al servicio del Reinado
social de
Cristo. En segundo
lugar, la humildad,
-el nadie es nada sino porque

el Padre Celestial
lo permite. El
«no tendrias

ningún poder sobre mí,
si no te -hubiera
sido dado de
lo A'lto» p1eside todas vuestras actuaciones.
La unidad
católica como
estandarte
y reducto en la defensa de los
Principios básicos

de
la Cristiandad.
El instrumento
de Dios /!n la
empresa ardua de la
Reconquisto y no
sólo de la reconquista de
la.r almas uno a

una
y de los te¡idos ·básicos
de la sociedad, sino también de la restauración de un Orden tJestruido
por la Revolución.
Entrando un poco en el tema que me había propuesto hablaros qui­
riera_ haceros

reflexionar sobre
el hecho, no tanto de la juventud en sf
y su problemática, eaa tarea se la dejo a los mensajes demagógicos de
loa partidos

políticos empeñados en
comleguir el voto de un sectór im­
portante de
la sociedad, sino a la juventud como etapa de formación
y

el papel que debe jugar en la Ciudad Católica. Juan Pablo 11, en la reciente Carta a los
jóvenea con · motivo

del
Año Internacional

de la Juventud que este
año /se conm'emora,

nos dice:
«La verdad es la luz de la inteligencia humana. Si desde la juven­
tud

la inteligencia humana intenta
conocer la
realidad en sus
distint~
dimensiones,

esto lo hace con el fin de poseer la verdad: para vivir
la verdad ... », y esa es la Verdad que nos ofrecéis los hombres de
Speiro.
Como nos dice ]fan Ousset, la juventud es la edad de impulsos_ ge­
neroso!, la juventud 'es promesa

del
por,venir, yo
diría más: en algunos
casos concretos

de hombres de
Speiro es realidad. de un tiempo présente.
Baste como muestra los
ponenttM en
los
último$ Encuentros·
de amigs
de la Ciudad
Católica. Pero,

ya no sólo es el hecho de los
jóvenes con­
sagrados,

fruto de una labor callada
y silenciosa 1'f!alizada ál cabo de
los años; parémonos
.a analizar

un hecho perfectamente constatable:
el
aumento,

año
tras" año,

del número de
jóvenes a#stentes a

los Encuen­
tros
antes mencionados. A los ya maduros iñtelectualmente, nos

vamos
uniendo nuevas
remes~ de

jóvenes con un
arlsia especial
de aprender;
no me quiero arrogar representaciones que no _-me
co"esponden, pero,
ya

que tengo la
o[)Qrtunidad de

decirlo,
no 1voy ha dejar pasar esta opor­
tunidad,· quiero que sepáis que la juventud no tenemos
palabras para
agradecer
vuestra labor;

sois como la fuente donde saciamos nuestra sed
de principios en busca de la Verdad. No
/alfan, en nuestros dfas, quie-
742
Fundaci\363n Speiro

nes consideran a la juventud como la gen!eraci6n huérfana; yo no quie­
ro contradecir esta- opini6n, pero
si puntualizar
que será huérfana de
dirigentes porque, por lo ql4e a
maestros se

rejlere, vosotros
cumplís de
forma

sobrada con
el cometido.
No

quisiera que
estas palabras
suenen a
falsa adulaci6n:
lejos de
las mismas su intenci6n. Simplemente responden al hecho de que, como
seres humanos que somos, necesitamos del calor" humanó,

del afecto
y no digamos del reconocimiento de la obra
bien hecha. Bien

es cierto,
como dice el Devocionario del Requeté,
«Ante Dios

nunca
"serás héroe
an6nimo»,

pero también
'no es
menos cierto que es
ju_Sticia reconocer
en
eata tierra las obras

bien
hechas y
ésta
es una de ellas.
El

tiempo ha transcurrido más deprisa de lo que
coh los n_ervios

de
prepa_rar
estas palabras

habia supuesto, por ello s6lo
ti!ngo tiempo para
"ljesumir
brevemente

lo que pretendía deciros:
Que si bien
es necesaria

una élite de jóvenes, no debemos descuidar
a otros sectores de Ja juventud,

que· sin estar
destinados a
ser
una ari8-
tocracia

intelectual de
la sociedad, sí pueden jugar otros papeles en las
distintas células básicas de
la misma.
'
Que

tengamos bien
prdiente que la juventud no es un fin 'en sí sino
simplemente un

tránsito hacia el mismo fin.
Y, que, /riente a

los que s6lo le
ofT'ecen una política

para jóvenes o
una labor de
las tareas

más
de8agradables, como

pegar carteles ...
, se­
pamos

darle una formaci6n
al tilcance de sus posibilidades para pro­
porcionarles
la.r ralees "necesarias, con

las que transcurrida
· esta estro­
peada
juventud,

no
ae consideren totalmente desencantados
y perdidos
para la

Causa de Nuestro
Seños Jesucristo.
Solamente
me queda

agradeceros la atención que habéis prestado y
animaros cuando no exigiros a que
!rigáis en

esta lucha desigual, tenien­
do siemnre
presente aquella

máxima de
«sólo en Dios e$tá la Victoria
y para nosotros la dicha del combate»_.
DISCURSO DE PILAR BLANCO
Queridos amigos de la Ciudad Católica:
Me ha correspondido a mí el honor de formar parte del turno de
oradores !en esta

noche, en que una vez más
nos .volvemos
a reunir
para conmemorar
la festividad de San Fernando rey¡" y si no me
equivoco, esta es la
vigésimoquinta vez en

que celebramos esta ya tra­
dicional cena

homenaje
y, por ello, tiene la particularidad de cum­
plirse sus bodM de plata. Hablar de la gran
figura de

San
Fernando no
resulta nada fácil,
p11.ecismente por su gran

talla
humana y

por
las innumerables virtudes
que

lo adornaron y que supo practicar
hasta el fin de sus días; sirvan
de

ejemplo su gran piedad, caridad,
prudencia y
justicia. Grande fue
también la obra que
liev6 a

cabo a lo largo de su
vida, nada
menos
que la de poner los
más s6lidos cimientos a la Reconquista y, por lo
tanto, a la rinidad de España, obra que sin embargo no pudo contem­
plar
finalizada y ·que habrla que esperar dos

siglos más hasta
¡vefla con­
cluir

felizmente.
Aun cuando

San Fernando
no hubiera sido elevado a los altares de
la santidad, su
enorme mirito como

reconquistador y sus indudables
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