Índice de contenidos
Número 235-236
Serie XXIV
- Textos Pontificios
-
Estudios
-
¿Qué es la Ciudad Católica?
-
Tradiciones cristianas y moral social
-
«La teología de la liberación» de Karl Marx (II)
-
Medicina personalista
-
Potestad y autoridad en la organización de la Iglesia. A propósito de una importante tesis doctoral
-
El esoterismo en el lenguaje
-
Francia socialista, ¿por qué?
-
Rigoberto López Valdivia, un pensador católico
-
El Debate, Ya y los «otros» católicos
-
- Actas
- Información bibliográfica
- Crónicas
Autores
1985
Discurso de Pilar Blanco [San Fernando 1985]
nea consideran a la juventud como la generaci6n huérfana; yo no quie
ro contradecir esta opinión, pero
si puntualizar que
será huérfana de
dirigentes porque, por lo
qu¡e a maestr-0s se
refiere, vosotros
cumplís de
forma
sobrada con el cometido.
No quisiera que
tist~ palabras
suenen a fal$a adulaci6n:
le¡os de
las mismas su intención. Simplemente responden al hecho de que, como
seres humanos que
somos, necesitamos del calor
humano, del afecto
y no
digamos
dél reconocimiento
de la obra
bl.en hecha.
Bien es cierto,
como dice el
Devocion(lrio del
Requeté,
«Anti Dios
nunca
lferár héroe
anónimo-»,
pero también
no es
menos cierto que es
j~tÍcia reconocer
en
esta tierra las obras bien hechas
y ésta es una de ellas.
El tiempo ha transcurrido
más deprisa
de lo que
co11, los
nervios de
prtparar estas palabras
había supuesto, por ·ello
sólo tf!ngo tiempo
para
'flesumir brevemente
lo que pretendía deciros:
Que si bien
es necesaria
una élite de
j6venes, no
debemos descuidar
a otros
sectores de la juventud, que sin estar destinados a ser u7Ul art's
tocracia
intelectual
de la sociedad,
si pueden
jugar otros papeles en
las
distintas células
básicas de la misma.
'
Que
tengamos bien
pre/rente que
la juventud no es un fin 'en sí sino
simplemtnte un
tránsito hacia el
mismo fin.
Y, que, /riente a los que sólo le ofTecen una política para jóvenes o
una labor de
las tareas más
desagradables, como pegar carteles ...
, se
pamos
darle una formaci6n
al. O/canee de sus posibilidades pára pro
porcionarles
laa raíces 1necesarias, con las que transcurrida esta estro
peada
juventud,
no
:le consideren tota/m.ente desencantados y pérdidas
para la Causa de Nuestro Señas Jesucristo.
Solamente
m!e queda
agradeceros la atención que habéis prestado
y
animaros cuando no exigiros a que ísigdis en esta lucha desigual, tenien
do siemnre presente aquella
máxima de «sólo en Dios «$,tá la Victoria
y para nosotros la dicha del combate».
DISCURSO DE PILAR BLANCO
Queridos amigos de la Ciudad Cat6lica:
Me ha correspondido a mí el
fionor de
formar parte del turno de
oradores 1en esta noche, en que una vez más nos _volvemos a reunir
para conmemorar
la festividad de San Fernando rey;· y si no me
equivoco, esta
es la vigésimo-quinta vez en
que celebramos esta ya tra
dicional cena homenaje
y, por
ello, tiene
la particularidad de cum
plirse
sus bod~ de
plata.
Hablar de la gran figura de San Fernando no resulta nada fácil.
pnecismente por su gran
talla humana y por
las innumerables virtudes
que
lo adornaron
y que supo-practicar hasta el fin de sus dtas; sirvan
de
ejemplo su gran piedad, caridad, prudencia y
justicia. ·Grdnde fue
también
la obra que
ll,ev6 a
cabo a lo largo de su
vida, nada
menos
que la de poner los más
sólidos cimientos
a la Reconquista
y, por lo
tanto, a la Unidad de España, obra que sin embargo no pudo contem
plar finalizada
y ·que habrfa que
esperar dos siglos
más hasta ¡vetla con
cluir
felizmente.
Aun cuando
San Fernando no hubiera sido elevado a los altares de
la santidad, su
enorme mlrito como
reconquistador y
sus indudables
743
Fundaci\363n Speiro
dotes como regi!nte, hubieran sido más que suficientes para lulcerle
merecedor
de todo nuestro
respeto, así _ como
de ocupar un destacadi
slmo puesto
dentro de
la historia de
España.
Como
reconquistador, San Fernando debe ser para nosotros un
mo
delo
a seguir porqiJie, por
desgracia, trtinscurridos cinco
siglos desde
que
finalizó la. tarea reconquistadora,
nosotros debemos recomenzarla,
si bien no una r~onquista territor,"al, al m,enos por ahora, si una re
conquista espiritual. Esta misión a ·la que estamos llamados no es una misión fácil, in
cluso
es pos,"ble que sea más difícil que aquella en la que se hallaba
empeñado San
Fernando, y
la razón estriba en que, a pesar dp las di
sensiones
internas existentes
en aquel
tiempa entre los cristianO's, to
dos
ellos sentían la amenaza de un enemigo común,
fácilment¡e recono
cible
incluso por
sus caracteres
éinicos. Se
trataba de una lucha
fron
tal
y
abt,!rta entre
moros y cristianos.
Hoy día,
en cambio, esta distinción no
es tan clara.
Vivimos en
Una época
de completa
conflisión en la que,
a través de un ambiente
social degradado,
y mediante los más importantes
medios de comuni
cación,
asf como en las escuelas y universidades, se declara no sólo que
Dios ha muerto, como ya
se aventuró
a proclamar
N~tzrche, $ino que
también
han muerto 'el pecado y el mal; éstos ya no existen, o mejor
dicho, sólo
es malo
aquello
qUie una mayoría de
votos
asf lo
estima,
mientras que es bueno y. ético lo que esa misma
mayoría entiende
que
debe se.rlo; claro
ejemplo de ello lo tenemos
en la
triatemente
célebre
ley
de despenalización del
aborto.
Puesto que el mal en
si como
algo objetivo ya no existe,
d,!-aquf
se deduce la idea
de la
toh!rancia, no
ya con las
persona,s sino
con todo
tipa de
ideas
y de e"ores, y así surge esa conocida t,!oría de:
«Yo no
voy a abortar ni
pienso divorciarme,
etc., pero yo no
,uy quibi para
impedir
qu, los demds lo
hagan
si creen en ello». Tolerancia que lleva
tin muchos
casos a contemplar los supuestos
más inmorales como nor
males
primero y posteriormente coma necesarios, had1endo caer _a los
propios tolerantes
en aquellas conductas que rf!probaban para
st pero
no para los demás. Desgraciadaménte muchos cristianos, por ignorancia o p0r fdlta de
una fe
firme, cden fácilmente bajo la égida de
estczy nuevas ideas,
ya
que nunca como
ahora la
manipulación y la insidia han actuddo con
tanta eficacia
para conseguir
relegar a Dios en los sótanos de
· 'nues
tras conciencias,
para
vaciar de conMnido dl catolicismo
y convertirlo
tin un
mero culto privado; y es que
es bien -sabido
que
hay una
fuerza
capaz de
oponerse a los proyectos devastadores del marxismo ateo: ésta
es
la que sur~ de la religión católica y, par ello, buscan su destrucción,
no
con una 1lucha o ataque frontal que daría lugar a una opo_sición
abierta,
sino utilizando la astucia,
descafiieinando el
catolicismo,
hacien~
do
creer a
los cat6licos
que Cristo y
I~ R~volución, o
Cristo y el
mar
xismo
ton compatibles,·
ast surgen tendencias como la de cristitinos
para iel socialismo,
o
la de la
teología de
la liberación.
Ant~ este
panorama, nuestra misión debe ser ia de recuperar
la so
ciedad para Cristo,
cdnseguir que-el Rey de_ reyes gobierne
no sólo en
nuestros corazones, sino también en nuestros hogares, oficinas, fábri
ca.r, ·empresas,
colegios, universidades,
asf como en la Carrera de San
Jerónimo, en la Moncloa y en la Zarzuela; en definitiva, en toda nues
tra vida
pablica y
privada.
Como San Fernando, no buscamos pelear por
nosotrós sinó pór
744
Fundaci\363n Speiro
Dios, y de ésto debe nace_r nuestra seguridad de obte,ner la victoria que
corone siempre nuestras
Campañas, como así suc'edi6 con
las que
llev6
a cabo tan magno rey.
Que nuestra confianza '¡en la Divina Providencia, como la que animó
a San Fernando en sus empresas y le hizo despreciar los mayores peli
gro~, nos.
haga
repetir con él aquella su
hermc;,sa frase
de
«Teman. a
los
hombres los que en los hombres.
confúm,· los
que
s6lo en
Dios eón
fían no
teman sino
a Dios».
DISCURSO DE GONZALO CUESTA
Amigos de la Ciudad Católica:
En la festividad de nllf!Stro patrono San Fernando de este año, y
como umbral del XXV aniversario de los amigos de la Ciudad Cató
lica a celebrar en 1986, estimamos
oportuno hacer
algunas
ref~idnes
sobre
nuestra tarea.
Seguiremos
~l trabajo "Qué somos y cuál es nuestra tarea", de Juan
Vallet de Goytisolo, publiéado por Speiro en 1977 (cfr. Verbo, número
151-152). Terminaremos con algunas consideraciones sobre la labor rea
lizada, y lo que nos falta por hacer.
1. CuÁL ES NUESTRA TAREA.
Nuestra tarea no es una acci6n política cdncreta. Consiste en rea
lizar una labor
auxiliar, lo
más profunda posible, para la restauración
del tejido
social y político, en
todos sus niveles, desde
la misma rai.z
y base.
1.1. Formación de unas élites.
Es preciso, para
1ello, comenzar por ld formación de unas élites que
sean
capaces de
actuar en aquellos medios
más estrechamente entreli
gados
con la naturaleza de las cosas para reconstruir, a pártir de
tíhí,
la
sociedad desde sus cimientos naturales y cristianos.
Michael de
Penfentenyo recordaba
len el
Congreso de Lausanne de
1977 que
«nada eficaz,
nada duradero se ha hecho jamás en la his
toria sin
un
pequeño número
de elementos-motores, sobre todó
cu.ánd-ó
se
trata de hacer frente a
Una crisis
de
civilizaci6n tan generalizada».
Conviene
recordar la
politica de L,enin de
formaci6n -de
lo~ cua
dros
dirigentes de
su acción, tal
como
sin solución de
continuidad si
gue haciendo el Partido con gran eficacia
en las redes
de
sus célultis, en
sus escuelas 'elementales -nacionales e internacionales-.
Añadamos que,
si para Lenin la meta consistía en la conquista del
Estado,
hoy,
después de Gramsci, cerebro creador del eurocomunismo,
~l primer
obietivo
lo constituye la sociedad civil e'n ámbito propiamen
te ideético
y cultural. Y as! estamos viendo cómo, en Europa Occiden
tal,
los marxistas van . logrando la conquista de cátedras universitarias
y de enaeñanza media, la dirección de colegios profesionales, el do
minio de medios de
difusión cultural., editoriales,
revistas, diarios, ·em
presas
cinematográR.cas, radio, televisión ...
745
Fundaci\363n Speiro
ro contradecir esta opinión, pero
si puntualizar que
será huérfana de
dirigentes porque, por lo
qu¡e a maestr-0s se
refiere, vosotros
cumplís de
forma
sobrada con el cometido.
No quisiera que
tist~ palabras
suenen a fal$a adulaci6n:
le¡os de
las mismas su intención. Simplemente responden al hecho de que, como
seres humanos que
somos, necesitamos del calor
humano, del afecto
y no
digamos
dél reconocimiento
de la obra
bl.en hecha.
Bien es cierto,
como dice el
Devocion(lrio del
Requeté,
«Anti Dios
nunca
lferár héroe
anónimo-»,
pero también
no es
menos cierto que es
j~tÍcia reconocer
en
esta tierra las obras bien hechas
y ésta es una de ellas.
El tiempo ha transcurrido
más deprisa
de lo que
co11, los
nervios de
prtparar estas palabras
había supuesto, por ·ello
sólo tf!ngo tiempo
para
'flesumir brevemente
lo que pretendía deciros:
Que si bien
es necesaria
una élite de
j6venes, no
debemos descuidar
a otros
sectores de la juventud, que sin estar destinados a ser u7Ul art's
tocracia
intelectual
de la sociedad,
si pueden
jugar otros papeles en
las
distintas células
básicas de la misma.
'
Que
tengamos bien
pre/rente que
la juventud no es un fin 'en sí sino
simplemtnte un
tránsito hacia el
mismo fin.
Y, que, /riente a los que sólo le ofTecen una política para jóvenes o
una labor de
las tareas más
desagradables, como pegar carteles ...
, se
pamos
darle una formaci6n
al. O/canee de sus posibilidades pára pro
porcionarles
laa raíces 1necesarias, con las que transcurrida esta estro
peada
juventud,
no
:le consideren tota/m.ente desencantados y pérdidas
para la Causa de Nuestro Señas Jesucristo.
Solamente
m!e queda
agradeceros la atención que habéis prestado
y
animaros cuando no exigiros a que ísigdis en esta lucha desigual, tenien
do siemnre presente aquella
máxima de «sólo en Dios «$,tá la Victoria
y para nosotros la dicha del combate».
DISCURSO DE PILAR BLANCO
Queridos amigos de la Ciudad Cat6lica:
Me ha correspondido a mí el
fionor de
formar parte del turno de
oradores 1en esta noche, en que una vez más nos _volvemos a reunir
para conmemorar
la festividad de San Fernando rey;· y si no me
equivoco, esta
es la vigésimo-quinta vez en
que celebramos esta ya tra
dicional cena homenaje
y, por
ello, tiene
la particularidad de cum
plirse
sus bod~ de
plata.
Hablar de la gran figura de San Fernando no resulta nada fácil.
pnecismente por su gran
talla humana y por
las innumerables virtudes
que
lo adornaron
y que supo-practicar hasta el fin de sus dtas; sirvan
de
ejemplo su gran piedad, caridad, prudencia y
justicia. ·Grdnde fue
también
la obra que
ll,ev6 a
cabo a lo largo de su
vida, nada
menos
que la de poner los más
sólidos cimientos
a la Reconquista
y, por lo
tanto, a la Unidad de España, obra que sin embargo no pudo contem
plar finalizada
y ·que habrfa que
esperar dos siglos
más hasta ¡vetla con
cluir
felizmente.
Aun cuando
San Fernando no hubiera sido elevado a los altares de
la santidad, su
enorme mlrito como
reconquistador y
sus indudables
743
Fundaci\363n Speiro
dotes como regi!nte, hubieran sido más que suficientes para lulcerle
merecedor
de todo nuestro
respeto, así _ como
de ocupar un destacadi
slmo puesto
dentro de
la historia de
España.
Como
reconquistador, San Fernando debe ser para nosotros un
mo
delo
a seguir porqiJie, por
desgracia, trtinscurridos cinco
siglos desde
que
finalizó la. tarea reconquistadora,
nosotros debemos recomenzarla,
si bien no una r~onquista territor,"al, al m,enos por ahora, si una re
conquista espiritual. Esta misión a ·la que estamos llamados no es una misión fácil, in
cluso
es pos,"ble que sea más difícil que aquella en la que se hallaba
empeñado San
Fernando, y
la razón estriba en que, a pesar dp las di
sensiones
internas existentes
en aquel
tiempa entre los cristianO's, to
dos
ellos sentían la amenaza de un enemigo común,
fácilment¡e recono
cible
incluso por
sus caracteres
éinicos. Se
trataba de una lucha
fron
tal
y
abt,!rta entre
moros y cristianos.
Hoy día,
en cambio, esta distinción no
es tan clara.
Vivimos en
Una época
de completa
conflisión en la que,
a través de un ambiente
social degradado,
y mediante los más importantes
medios de comuni
cación,
asf como en las escuelas y universidades, se declara no sólo que
Dios ha muerto, como ya
se aventuró
a proclamar
N~tzrche, $ino que
también
han muerto 'el pecado y el mal; éstos ya no existen, o mejor
dicho, sólo
es malo
aquello
qUie una mayoría de
votos
asf lo
estima,
mientras que es bueno y. ético lo que esa misma
mayoría entiende
que
debe se.rlo; claro
ejemplo de ello lo tenemos
en la
triatemente
célebre
ley
de despenalización del
aborto.
Puesto que el mal en
si como
algo objetivo ya no existe,
d,!-aquf
se deduce la idea
de la
toh!rancia, no
ya con las
persona,s sino
con todo
tipa de
ideas
y de e"ores, y así surge esa conocida t,!oría de:
«Yo no
voy a abortar ni
pienso divorciarme,
etc., pero yo no
,uy quibi para
impedir
qu, los demds lo
hagan
si creen en ello». Tolerancia que lleva
tin muchos
casos a contemplar los supuestos
más inmorales como nor
males
primero y posteriormente coma necesarios, had1endo caer _a los
propios tolerantes
en aquellas conductas que rf!probaban para
st pero
no para los demás. Desgraciadaménte muchos cristianos, por ignorancia o p0r fdlta de
una fe
firme, cden fácilmente bajo la égida de
estczy nuevas ideas,
ya
que nunca como
ahora la
manipulación y la insidia han actuddo con
tanta eficacia
para conseguir
relegar a Dios en los sótanos de
· 'nues
tras conciencias,
para
vaciar de conMnido dl catolicismo
y convertirlo
tin un
mero culto privado; y es que
es bien -sabido
que
hay una
fuerza
capaz de
oponerse a los proyectos devastadores del marxismo ateo: ésta
es
la que sur~ de la religión católica y, par ello, buscan su destrucción,
no
con una 1lucha o ataque frontal que daría lugar a una opo_sición
abierta,
sino utilizando la astucia,
descafiieinando el
catolicismo,
hacien~
do
creer a
los cat6licos
que Cristo y
I~ R~volución, o
Cristo y el
mar
xismo
ton compatibles,·
ast surgen tendencias como la de cristitinos
para iel socialismo,
o
la de la
teología de
la liberación.
Ant~ este
panorama, nuestra misión debe ser ia de recuperar
la so
ciedad para Cristo,
cdnseguir que-el Rey de_ reyes gobierne
no sólo en
nuestros corazones, sino también en nuestros hogares, oficinas, fábri
ca.r, ·empresas,
colegios, universidades,
asf como en la Carrera de San
Jerónimo, en la Moncloa y en la Zarzuela; en definitiva, en toda nues
tra vida
pablica y
privada.
Como San Fernando, no buscamos pelear por
nosotrós sinó pór
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Fundaci\363n Speiro
Dios, y de ésto debe nace_r nuestra seguridad de obte,ner la victoria que
corone siempre nuestras
Campañas, como así suc'edi6 con
las que
llev6
a cabo tan magno rey.
Que nuestra confianza '¡en la Divina Providencia, como la que animó
a San Fernando en sus empresas y le hizo despreciar los mayores peli
gro~, nos.
haga
repetir con él aquella su
hermc;,sa frase
de
«Teman. a
los
hombres los que en los hombres.
confúm,· los
que
s6lo en
Dios eón
fían no
teman sino
a Dios».
DISCURSO DE GONZALO CUESTA
Amigos de la Ciudad Católica:
En la festividad de nllf!Stro patrono San Fernando de este año, y
como umbral del XXV aniversario de los amigos de la Ciudad Cató
lica a celebrar en 1986, estimamos
oportuno hacer
algunas
ref~idnes
sobre
nuestra tarea.
Seguiremos
~l trabajo "Qué somos y cuál es nuestra tarea", de Juan
Vallet de Goytisolo, publiéado por Speiro en 1977 (cfr. Verbo, número
151-152). Terminaremos con algunas consideraciones sobre la labor rea
lizada, y lo que nos falta por hacer.
1. CuÁL ES NUESTRA TAREA.
Nuestra tarea no es una acci6n política cdncreta. Consiste en rea
lizar una labor
auxiliar, lo
más profunda posible, para la restauración
del tejido
social y político, en
todos sus niveles, desde
la misma rai.z
y base.
1.1. Formación de unas élites.
Es preciso, para
1ello, comenzar por ld formación de unas élites que
sean
capaces de
actuar en aquellos medios
más estrechamente entreli
gados
con la naturaleza de las cosas para reconstruir, a pártir de
tíhí,
la
sociedad desde sus cimientos naturales y cristianos.
Michael de
Penfentenyo recordaba
len el
Congreso de Lausanne de
1977 que
«nada eficaz,
nada duradero se ha hecho jamás en la his
toria sin
un
pequeño número
de elementos-motores, sobre todó
cu.ánd-ó
se
trata de hacer frente a
Una crisis
de
civilizaci6n tan generalizada».
Conviene
recordar la
politica de L,enin de
formaci6n -de
lo~ cua
dros
dirigentes de
su acción, tal
como
sin solución de
continuidad si
gue haciendo el Partido con gran eficacia
en las redes
de
sus célultis, en
sus escuelas 'elementales -nacionales e internacionales-.
Añadamos que,
si para Lenin la meta consistía en la conquista del
Estado,
hoy,
después de Gramsci, cerebro creador del eurocomunismo,
~l primer
obietivo
lo constituye la sociedad civil e'n ámbito propiamen
te ideético
y cultural. Y as! estamos viendo cómo, en Europa Occiden
tal,
los marxistas van . logrando la conquista de cátedras universitarias
y de enaeñanza media, la dirección de colegios profesionales, el do
minio de medios de
difusión cultural., editoriales,
revistas, diarios, ·em
presas
cinematográR.cas, radio, televisión ...
745
Fundaci\363n Speiro