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Número 235-236

Serie XXIV

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Discurso de Pilar Blanco [San Fernando 1985]

nea consideran a la juventud como la generaci6n huérfana; yo no quie­
ro contradecir esta opinión, pero
si puntualizar que

será huérfana de
dirigentes porque, por lo
qu¡e a maestr-0s se

refiere, vosotros
cumplís de
forma

sobrada con el cometido.
No quisiera que
tist~ palabras

suenen a fal$a adulaci6n:
le¡os de
las mismas su intención. Simplemente responden al hecho de que, como
seres humanos que
somos, necesitamos del calor
humano, del afecto
y no

digamos
dél reconocimiento
de la obra
bl.en hecha.
Bien es cierto,
como dice el
Devocion(lrio del

Requeté,
«Anti Dios
nunca
lferár héroe
anónimo-»,

pero también
no es
menos cierto que es
j~tÍcia reconocer
en
esta tierra las obras bien hechas

y ésta es una de ellas.
El tiempo ha transcurrido
más deprisa

de lo que
co11, los
nervios de
prtparar estas palabras

había supuesto, por ·ello
sólo tf!ngo tiempo

para
'flesumir brevemente

lo que pretendía deciros:
Que si bien
es necesaria

una élite de
j6venes, no
debemos descuidar
a otros
sectores de la juventud, que sin estar destinados a ser u7Ul art's­
tocracia
intelectual

de la sociedad,
si pueden
jugar otros papeles en
las
distintas células

básicas de la misma.
'
Que

tengamos bien
pre/rente que
la juventud no es un fin 'en sí sino
simplemtnte un

tránsito hacia el
mismo fin.
Y, que, /riente a los que sólo le ofTecen una política para jóvenes o
una labor de
las tareas más

desagradables, como pegar carteles ...
, se­
pamos

darle una formaci6n
al. O/canee de sus posibilidades pára pro­
porcionarles
laa raíces 1necesarias, con las que transcurrida esta estro­
peada
juventud,

no
:le consideren tota/m.ente desencantados y pérdidas
para la Causa de Nuestro Señas Jesucristo.
Solamente
m!e queda

agradeceros la atención que habéis prestado
y
animaros cuando no exigiros a que ísigdis en esta lucha desigual, tenien­
do siemnre presente aquella
máxima de «sólo en Dios «$,tá la Victoria
y para nosotros la dicha del combate».
DISCURSO DE PILAR BLANCO
Queridos amigos de la Ciudad Cat6lica:
Me ha correspondido a mí el
fionor de

formar parte del turno de
oradores 1en esta noche, en que una vez más nos _volvemos a reunir
para conmemorar
la festividad de San Fernando rey;· y si no me
equivoco, esta
es la vigésimo-quinta vez en

que celebramos esta ya tra­
dicional cena homenaje
y, por

ello, tiene
la particularidad de cum­
plirse
sus bod~ de

plata.
Hablar de la gran figura de San Fernando no resulta nada fácil.
pnecismente por su gran

talla humana y por
las innumerables virtudes
que
lo adornaron
y que supo-practicar hasta el fin de sus dtas; sirvan
de
ejemplo su gran piedad, caridad, prudencia y
justicia. ·Grdnde fue
también

la obra que
ll,ev6 a

cabo a lo largo de su
vida, nada
menos
que la de poner los más
sólidos cimientos

a la Reconquista
y, por lo
tanto, a la Unidad de España, obra que sin embargo no pudo contem­
plar finalizada
y ·que habrfa que

esperar dos siglos
más hasta ¡vetla con­
cluir

felizmente.
Aun cuando

San Fernando no hubiera sido elevado a los altares de
la santidad, su
enorme mlrito como

reconquistador y
sus indudables
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Fundaci\363n Speiro

dotes como regi!nte, hubieran sido más que suficientes para lulcerle
merecedor

de todo nuestro
respeto, así _ como

de ocupar un destacadi­
slmo puesto
dentro de

la historia de
España.
Como

reconquistador, San Fernando debe ser para nosotros un
mo­
delo

a seguir porqiJie, por
desgracia, trtinscurridos cinco

siglos desde
que
finalizó la. tarea reconquistadora,

nosotros debemos recomenzarla,
si bien no una r~onquista territor,"al, al m,enos por ahora, si una re­
conquista espiritual. Esta misión a ·la que estamos llamados no es una misión fácil, in­
cluso
es pos,"ble que sea más difícil que aquella en la que se hallaba
empeñado San

Fernando, y
la razón estriba en que, a pesar dp las di­
sensiones
internas existentes

en aquel
tiempa entre los cristianO's, to­
dos

ellos sentían la amenaza de un enemigo común,
fácilment¡e recono­
cible
incluso por

sus caracteres
éinicos. Se

trataba de una lucha
fron­
tal

y
abt,!rta entre

moros y cristianos.
Hoy día,

en cambio, esta distinción no
es tan clara.

Vivimos en
Una época

de completa
conflisión en la que,

a través de un ambiente
social degradado,
y mediante los más importantes

medios de comuni­
cación,
asf como en las escuelas y universidades, se declara no sólo que
Dios ha muerto, como ya
se aventuró
a proclamar
N~tzrche, $ino que
también
han muerto 'el pecado y el mal; éstos ya no existen, o mejor
dicho, sólo
es malo
aquello
qUie una mayoría de
votos
asf lo
estima,
mientras que es bueno y. ético lo que esa misma
mayoría entiende

que
debe se.rlo; claro

ejemplo de ello lo tenemos
en la
triatemente
célebre
ley
de despenalización del

aborto.
Puesto que el mal en
si como

algo objetivo ya no existe,
d,!-aquf
se deduce la idea

de la
toh!rancia, no

ya con las
persona,s sino

con todo
tipa de

ideas
y de e"ores, y así surge esa conocida t,!oría de:

«Yo no
voy a abortar ni
pienso divorciarme,

etc., pero yo no
,uy quibi para
impedir
qu, los demds lo

hagan
si creen en ello». Tolerancia que lleva
tin muchos

casos a contemplar los supuestos
más inmorales como nor­
males
primero y posteriormente coma necesarios, had1endo caer _a los
propios tolerantes

en aquellas conductas que rf!probaban para
st pero
no para los demás. Desgraciadaménte muchos cristianos, por ignorancia o p0r fdlta de
una fe

firme, cden fácilmente bajo la égida de
estczy nuevas ideas,

ya
que nunca como
ahora la

manipulación y la insidia han actuddo con
tanta eficacia
para conseguir

relegar a Dios en los sótanos de
· 'nues­
tras conciencias,

para
vaciar de conMnido dl catolicismo

y convertirlo
tin un

mero culto privado; y es que
es bien -sabido

que
hay una

fuerza
capaz de

oponerse a los proyectos devastadores del marxismo ateo: ésta
es
la que sur~ de la religión católica y, par ello, buscan su destrucción,
no
con una 1lucha o ataque frontal que daría lugar a una opo_sición
abierta,

sino utilizando la astucia,
descafiieinando el
catolicismo,
hacien~
do

creer a
los cat6licos
que Cristo y
I~ R~volución, o

Cristo y el
mar­
xismo

ton compatibles,·
ast surgen tendencias como la de cristitinos
para iel socialismo,
o

la de la
teología de
la liberación.
Ant~ este

panorama, nuestra misión debe ser ia de recuperar
la so­
ciedad para Cristo,
cdnseguir que-el Rey de_ reyes gobierne

no sólo en
nuestros corazones, sino también en nuestros hogares, oficinas, fábri­
ca.r, ·empresas,

colegios, universidades,
asf como en la Carrera de San
Jerónimo, en la Moncloa y en la Zarzuela; en definitiva, en toda nues­
tra vida
pablica y

privada.
Como San Fernando, no buscamos pelear por
nosotrós sinó pór
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Fundaci\363n Speiro

Dios, y de ésto debe nace_r nuestra seguridad de obte,ner la victoria que
corone siempre nuestras
Campañas, como así suc'edi6 con

las que
llev6
a cabo tan magno rey.
Que nuestra confianza '¡en la Divina Providencia, como la que animó
a San Fernando en sus empresas y le hizo despreciar los mayores peli­
gro~, nos.
haga

repetir con él aquella su
hermc;,sa frase
de
«Teman. a
los
hombres los que en los hombres.
confúm,· los

que
s6lo en
Dios eón­
fían no
teman sino

a Dios».
DISCURSO DE GONZALO CUESTA
Amigos de la Ciudad Católica:
En la festividad de nllf!Stro patrono San Fernando de este año, y
como umbral del XXV aniversario de los amigos de la Ciudad Cató­
lica a celebrar en 1986, estimamos
oportuno hacer

algunas
ref~idnes
sobre

nuestra tarea.
Seguiremos
~l trabajo "Qué somos y cuál es nuestra tarea", de Juan
Vallet de Goytisolo, publiéado por Speiro en 1977 (cfr. Verbo, número
151-152). Terminaremos con algunas consideraciones sobre la labor rea­
lizada, y lo que nos falta por hacer.
1. CuÁL ES NUESTRA TAREA.
Nuestra tarea no es una acci6n política cdncreta. Consiste en rea­
lizar una labor
auxiliar, lo
más profunda posible, para la restauración
del tejido
social y político, en

todos sus niveles, desde
la misma rai.z
y base.
1.1. Formación de unas élites.
Es preciso, para
1ello, comenzar por ld formación de unas élites que
sean
capaces de

actuar en aquellos medios
más estrechamente entreli­
gados

con la naturaleza de las cosas para reconstruir, a pártir de
tíhí,
la

sociedad desde sus cimientos naturales y cristianos.
Michael de

Penfentenyo recordaba
len el

Congreso de Lausanne de
1977 que
«nada eficaz,

nada duradero se ha hecho jamás en la his­
toria sin

un
pequeño número

de elementos-motores, sobre todó
cu.ánd-ó
se

trata de hacer frente a
Una crisis

de
civilizaci6n tan generalizada».
Conviene

recordar la
politica de L,enin de

formaci6n -de
lo~ cua­
dros

dirigentes de
su acción, tal

como
sin solución de

continuidad si­
gue haciendo el Partido con gran eficacia
en las redes

de
sus célultis, en

sus escuelas 'elementales -nacionales e internacionales-.
Añadamos que,
si para Lenin la meta consistía en la conquista del
Estado,
hoy,

después de Gramsci, cerebro creador del eurocomunismo,
~l primer

obietivo
lo constituye la sociedad civil e'n ámbito propiamen­
te ideético
y cultural. Y as! estamos viendo cómo, en Europa Occiden­
tal,
los marxistas van . logrando la conquista de cátedras universitarias
y de enaeñanza media, la dirección de colegios profesionales, el do­
minio de medios de
difusión cultural., editoriales,

revistas, diarios, ·em­
presas
cinematográR.cas, radio, televisión ...
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