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Número 245-246

Serie XXV

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La Evangelización de América, verdadera obra de liberación cristiana

LA EV ANGELIZACION DE AMERICA, VERDADERA
OBRA DE LIBERACION CRISTIANA
POR
PEDRO MIGUEL FuNEs DÍAZ
La celebración del V centenario del descubrimiento de Améri­
ca por
Cristóbal Colón y del inicio de la evangelización del
Nuevo Mundo tiene un hondo
significado cultural,
histórico y
religioso.
·
Para

abrir paso a la acción de gracias «a Dios por la
voca­
ción cristiana y católica de América Latina, y a ·cuantos fueron
instrumentos vivos
y activos de la civilización» ( 1) y para re­
novar el espíritu evangelizador que impulsó «el hecho de por
sí más grande entre los hechos humanos» (2), su Santidad Juan Pablo II inauguró el 12 de
octubre de

1984 en Santo Domingo,
Repóblica Dominicana, la gran novena de años que
la Confe..
renda del Episcopado Latinoamericano había convocado con el
nombre de Novena de la
Esperanz!l (
3 ).
Una celebración
así es de gran interés para despertar la con­
ciencia de
la identidad católica, tanto en América Latina como
de España
misma. El
reconocimiento del ser nacional propio en
una historia
y una cultura cuyo origen y fundamento es la ins-
(1) Juan Pablo JI, Alocución al CELAM, en Haití, 9 de marro de
1983. Viaje Apostólico a Ceiitroamérica. BAC popular. Madrid, 1983, pil­
gina 20~.
(2) Le6n XIII, Carta del 15 de julio de 1892 .. Citado por Juan Pa­
blo II en Discurso
al CELAM, 12 de octubre de 1984.
(3)
La idea de la Novena fue acogida por la Santa Sede con· gran
interés, demostrado en el hecho inesperado de que fuera inaugurada per­
sonalmente por Juan Pablo Il.
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PEDRO MIGUEL PUNES DIAZ
piración de la fe cat6lica, debe estar presente en las decisiones
fundamentales que en los pueblos de América Latina han de
tomarse hoy para dirigir
el rumbo del subcontinente, de tal modo
que pueda hablarse con verdad de «consolidar
la obra iniciada
y no de" realizar proyectos nuevos de naciones y civilización,
como

ha pretendido. el nacionalismo revolucionarió de
Améri­
ca»
(4).
Para

España, la reflexión
aéerca de

estos grandes hechos sig­
nifica el redescubrir los dones de
. la Providencia

divina que
constituyen sus
vínculos nacionales

más esenciales y poder dar
respuesta al llamado imperioso de su vocaci6n, expresado por
Juan Pablo II con aquella
exigencia de

«sé tú
mistrul» (5).
Tanto

para América como
para España el recuerdo vivo de la
gesta iniciada hace cinco
siglos ha
de servir para entender las
responsabilidades
de la Hispanidad en un mundo secularizado
como el nllestro.
La evangelizaci6n es de suyo . Jiberadora, pues «como núcleo
y centro de
.su Buena• Nueva,

Jesús anuncia
la salvación, ese
gran don de Dios que es liberaci6n de todo lo que oprime al
hombre, pero que es, sobre todo, liberación del pecado y del
maligno, dentro de la
alegria de

conocer a Dios y de ser
conO'
cido

por El, de verlo y
de entregarse a El» ( 6 ). La obra de la
evangelización de América es una gran
empresa de liberaci6n
cristiana.
Y a desde las razones que motivaron el apoyo de los Reyes
Católicos al proyecto de Col6n, brill6 el carácter evangelizador
de la empresa. Ante los ojos de Fray Antonio de Marchena, de
Fray Juan Pérez, de Luis de Santángel y de otros que intervi­
nieron en favor del
audaz marino

en la corte de la recién unifi­
cada· España, se
abrían ,enormes

posibilidades misioneras en Orlen-
( 4) Por ejemplo, la Constitución mexicana de 1917 es presenta!da por
el partido en el poder como «proyecto de nación». La .Constitución está
inspirada en el modelo del estado social de derecho.
(5) Juan
. Pablo
II
en el Aeropuerto de Zaragoza, 10 de octubre de
1984.
(6) Pablo VI, Exbortació_n Apostólica Bvangelii nuntiandi, núm. 9.
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LA EV ANGEUZACION DE AMERICA
te, según pensaban. Finalmente, la misma Reina Isabel se,. de­
cidió

en favor de la expedición, considerando
el bien espiritual
que
podría procurarse para muchos

hombres,
agrrulando así
a
Dios, con la expansión del domino español.
Ya iniciada por el descubrimiento
de Colón la obra a reali­
zar por España, su carácter misionero· fue explícitamente san­ cionado por la autoridad del Papa Alejandro
VÍ,. En las Bulas
del
3 y 4 de mayo de 1493 se proveyó efectivamente a la evan­
gelización, mediante el arbitraje acerca de las pretensiones de España
y Portugal sobre las tierras descubiettas y por descu­
brir.
La Autoridad Apostólica, interesada en
el. ásunto
por causa
de la expansión del Evangelio y de la
paz entre los reinos cris­
tianos, decidió sobre las. responsabilidades del sostenimiento de
las misiones, a las cuales correspondería el dominio, supuesta la aspiración legítima a
él (7).
Con
el descubrimiento del 12 de octubre de 1492 y con la
decisión
de la Sede Apostólica del 3 y 4 de mayo de 1493 se
inicio la evangelización de América. y con
ella llego la libera­
ción cristiana a esas tierras.
El capítulo de los derechos de los amerindios hubo de set
desarrollado durante
las· primeras

fases de la conquista y de la
pacificación. Debido a las repetidas actitudes de
algunos con­
quistadores,

se dieron denuncias
muy. decididas
en favor
· de
la
dignidad
de ]os americanos. El Papa Paulo III, a instancias del
obispo de Tlaxcala, Fray Julián Garcés, en la Bula
Sublimis Deus
ordenó que no se privase a los indios de su libertad ni de sus
bienes y que
.se les

atrajese a la
fe con el ejemplo (8).
No solamente a
raíz de

las denuncias, sino a causa del mismo
dinamismo de la labor evangelizadora, se «suscitó un vasto
de­
bate

teológico-jurídico, que con
Francisco de
Vitoria y su Es-
(7) No ha de-interpretarse la decisión -pontificia a la luz de teolo­
gías particuLttes, sino de la misma doctrina de los Papas que se venía
desarrollando acerca de los derechos de los infieles.
(8) Chávez Joya, Monseñor Hilarlo, Obispa de Nuevo Casas Gran­
des

México. Exhortación Pastoral.
Publicada en España en Iglesia-Mundo,
290, enero de 1985, pág. 16.
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PEDRO MIGUEL FUNES DIAZ
cuela de Salamánca analizó a fondo los aspectos éticos de la
conquista y colonización. Esto provocó la publicación de leyes
de tutela de los indios e hizo nacer los grandes principios del derecho internacional»
(9),,
La teología católica que respondió a la cuestión de Indias
fue de hecho liberadora, pues supo asumir primeramente la res­
ponsabilidad de llevar el Evangelio a las tierras descubiertas. Supo también exigir el respeto a la dignidad y libertad de los
amerindios (10). Pero en los fuodamentos de esta. liberación cristiana hubo
otro elemento doctrinal decisivo, ya no como reflexión acerca
de la justicia de la obra, sino como Verdad que libera, que lleva
a la
fe. Se trata de la Verdad de Jesucristo, Dios y Hombre
verdadero, manifestado
por. el ·amor maternal
de María, Madre
del verdadero Dios por quien se vive ( 11 ), que aplasta la ca­
beza de la serpiente. La misma Madre de Dios dio testimonio
de la misericordia divina de la que es Madre; en sus apariciones
en el Tepeyac. Por eso la Virgen de Guadalupe es «la primera
evangelizadora de
América» (12).

La predicación de los misio­
neros
y la fe de los españoles, esencialmente mariana, se unió
a ese testimonio y así la verdad, que hace libres a los hombres, enamoró los corazones de aquellos pueblos y de la nación que surgiría de
la unión

de sus sangtes con la
espa!íola.
La

obra de la Evangelización de América fue impulsada por
la doctrina que se refiere a la expansión del Reino de Dios y a
la dignidad de los hombres en Cristo. No
ha de entenderse como
fruto accidental de pretensiones no cristianas. La verdad de la
fe católica, según esa perspectiva mariana de la Hispanidad,
obró
la conversión
del continente. Esta fe, con su impulso mi-
(9) Juan Pablo II, Discurso al CELAM en Saoto Domingo.
( 10)
Bellamente ha

relatado en
verso esta época

de
la historia de
América Rafael Ramlrez Torres, S. J., eo Trilogla del Pueblo Mexicano,
Ed. Tradición, México, 1977, págs. 73-131.
(11) Nican Mopohua, · relató histórico de las apariciones de la Vir­
gen de Guadalupe. Múltiples ediciones. En España, revista Palabra, ·di­
ciembre de 1981.
(12) Juan Pablo II, citado por Monseñor Chávez Joya, ibld., pág. 18.
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LA EV ANGEUZACION DE AMERICA
sionero y civilizador, es el patrimonio riquísimo de América
Latina. Para acercanos
· a comprender. la
empresa que
se inició·
en
1492, es conveniente contemplar, siquiera sea
brevísimamente,
la

situación de los pueblos americanos antes de la era colombi­
na, en cuanto a
la condición religiosa y moral en que vivían.
Sirvan

para ello algunos ejemplos:
Es sabido que la
religión náhuatl, politeísta, poseía, un

fon­
do dual o ambivalente, es decir, dialéctico en el sentido de
oposición de contrarios, y por ello Ometéotl, el dios dual y
primordial,
origen de

los demás, podía
ser Ometecutli,
señor
de la
dualidad, un

Omecíhuatl, señora de
la dualidad.
Quetzalcóatl,
la serpiente emplumada, era también un sím­
bolo dual. Encerraba una especie de síntesis de elementos celes­
tes y telúricos, que corresponden a dos polos
contrarios.
Singularmente
llamativo

es el
afán de los aztecas de conse­
guir
víctimas humaoas

que pudieran ser ofrecidas a Huitzilo­
pochtli, su deidad solar y protectora. Las guerras llamadas flo­
ridas no perseguían tanto fines políticos cuaoto religiosos,. y se efectuabao con el objetivo de
reunir prisioneros que fueran des­
pués sacrificados mediaote la extracción del
corazón.·
Aunque

en menor cuantía, los mayas, sobre todo en el se­
gundo imperio, realizaban también sacrificios humaoos, acompa­
ñados a veces, como sucedía entre los
aztecas, de

caoibalismo
ritual. Entre los incas, puesto que el soberaoo era
~onsiderado «hijo
del

sol», es decir, de
Vir.acocha, era
dueño absóluto de todo el
territorio. También ellos conocieron los
. sacrificios

humaoos, que
practicaban en solemnidades particulares, como la muerte de un
inca, o sea de un jefe, o cuando las epidemias asolaban la región. En
· pugna

con estas cosa, los pueblos precolombinos erao
a la vez
portadores de

valores extraordinarios, fundamentalmen­
te por su misma disposición religiosa y su gran sentido de la
ley natural.
Admiraron los historiadores
espafioles · del siglo XVI las gran­
des virtudes que presidían la vida
· familiar

en los pueblos indí-
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PEDRO MIGUEL FUNES DIAZ
gelias. Notables eran también los empeños y las normas de
educación «del saber y del
corazón» de
las generaciones jóvenes.
Las
rormas del

derechó
penal protegían· de modo efectivo la mo­
ralidad pública.
En general, las graves injurias a la ley natural
que aparecían· en los cultos religiosos
estaban prohibidas
en
la
vida civil. El sentido de la jerarquía era muy acusado. La nobleza de
los gobernantes indígenas impresionó no en vano a los conquis
0
tadores. La valentía de los guerreros y su capacidad de combate
han sido referidas por todos -los cronistas y los historiadores.
El padre José de
Acosta, jesuita

misionero del siglo
XVI e his­
toriador escribió así:
<
y juzga
que con la ventaja que tienen los españoles de sus personas y caballos, y armas ofensivas y defensivas, podrán conquistar cual­
quier tierra y nación de indios, mucho se engaña... No piense
nadie que diciendo indios, ha de entenderse hombres de tron­ chos; y si no llegue y pruebe.
Atribúyase la gloria a quien se
debe que es principalmente a Dios y a su admirable disposición,
que si
Montezuma en México y el Inga en Perú, se pusieran a
resistir
.a los

españoles
la entrada, poca parte fuera Cortés, ni
Pizarro,
auoque fueron excelentes capitanes, para hacer pie a
·
tierra»
(

13 ).
La religiosidad de estos pneblos, que ha dejado pruebas se­
culares en los monumentos arqueológicos que se conservan, les
hacía capaces

de grandes sacrificios
y de emprender obras mag­
níficas sin fines utilitarios. No iluminada aún por
el Evangelio
y con las graves desViaciones mencionadas, impresionó,_ sin em~
bargo, a los misioneros por su sinceridad, Fray Bernardino de Sahagún lo dice así: «En lo que toca a la religión y cultura de
sus dioses no creo
ha habido en el mundo idólatras tan . reve­
renci0:dores de sus diose·s, ni tan a su costa, como éstos de esta
Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo
(13} Acosta, S. J., Historia Natural :v Moral de las Ifldias, citado por
José Luis Guerrero, Actas del Congreso Mariol6gico 1531-1981. Edición
de

la
Basllica de
Santa
.Maria del
Guadalupe.
México, 1982.
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LA EV ANGBUZACION DE AMBRICA
tan pesado y de tantas ceremonias le han tenido estos naturales
por

muchos
años» (14).
-Esta situación

tan constrastante era verdaderamente una es­
clavitud. Con la gracia del . Evangelio la profunda religiosidad
y los aspectos culturales nobles
serían rescatados

para la
civili­
zación cristiana, por

la labor· de la Hispanidad, cuyo trabajo
obedeció a esta
regla: «evangelizar civilizando y civilizar evan­
gelizando» (15). Esta
síntesis es

la base histórica de ya cinco siglos para la
realización de
uná «síntesis

nueva y genial
_de lo espiritual

y lo
temporal» a

-que
_ está

llamada América
Latina, según las pala­
bras del Papa Pablo VI {16). En ella los predicadores son también civilizadores: «los mi­
sioneros formaban pueblos, construían casas e iglesias, llevaban
el agua, enseñaban a cultivar
la tierra, i;itroducían nuevos cul­
tivos, distribuían animales y herramientas de trabajo, abrían
hospitales,
difundían las artes ... enseñaba .nuevos oficios. Cet­
ca de cada iglesia como préOCUpación prioritaria surgía la es­
cuela para formar a los niños» (17). Y los conquistadores, co­
lonos, profesores, gobernantes, eran también evangelizadores,. no
solamente por el testimonio público de su fe, sino porque las
mismas tareas temporales se. pretendían
bispÍrar y estru_cturar
según

la dignidad de los hombres en _Cristo. Así, «la obra de
misioneros, clérigos y seglares que trabajan en América no se
concretó únicamente a la difusión del Evangelio, sino a encar­
narlo en singulares normas de relieve jurídico
y social, adecua­
das á la naturaleza racional del hombre y a su dignidad, y en
instituciones de beneficencia
y progreso social, cuyo recuerdo y
beneficios han perdurado a través de los tiempos y de las vici­
situdes» (18).
(14) Sahagún, Fray Bernardino, Historia General de las Cosas de
Nueoa España, citado ibld., p,!g. 342.
(15) Chávez Joya, Monseñor Hilarlo. lbld., p,!g. 16.
(16)
Pablo VI. Homilí• en la Basllica de San Pedro, 3 de julio de
1964.
(17) Juan Pablo II, Discurso al CELAM eti Santo Domingo.
(18) _ Oulvez Joya, Monseñor Hilarlo. Ibld., p,!g. 16.
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PEDRO MIGUEL FUNES DIAZ
Evidentemente, para reconocer la obra de evangelizar civili­
zando
y civilizar evangelizando, es necesario aceptar la posibi­
lidad de que
la civilización humana sea estructurada según el
Evangelio y la aptitud de la evangelización de transformar a los
hombres totalmente, incluso en su esfera social. En realidad se trata de lo mismo,
bajo dos

puntos
de vista.
Lo primero es rechazado por los liberales «católicos». Lo segun­
do,

por el pensamiento protestante.
Precisamente al movimiento liberal
Le Sillon dirigió San
Pío
X las conocidas palabras: «No se edificará la ciudad de un
modo distinto a como Dios la ha edificado; no se levantará la
sociedad si
la Iglesia no pone los cimiellitos y diri~ los traba­
jos; no, la civilización no está por inventar,
ni la ciudad nueva
por construirse en las
nubes. Ha existido, existe, es la civiliza­
ción cristiana

es la ciudad católica» (19 ).
El Concilio
Vaticallo II ha profundizado en la doctrina de
la Creación, específicamente en lo que se refiere a la «autono­
mía de lo temporal» (20). Así, «las cosas creadas
y la sociedad
misma gozan de propias leyes
y valores, que el hombre ha de
descubrir, emplear
y ordenar poco a poco». Así se entiende
rectamente la exigencia de autonomía». «Pero si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios
y que los hombres pueden usarla sin referencia al
Creador, no
hay creyente alguno a quien se le escape la falsedad
envuelta en tales palabras» (21 ). Por ello, la construcción de la
sociedad humana no puede ser ajena
. al

Evangelio cuando son
cristianos los que la edifican. Acerca de
la misión de los laicos,
enseña el Concilio que
«·a ellos

corresponde iluminar y ordenar
las
. realidades

temporales a las que
· están estrechamente vincula­
dos, de tal modo que sin cesar se realicen y progresen conforme
a Cristo
y sean para gloria del Creador y del Redentor» (22).
(19) Notre Charge Apostolique, núm. 11.
(20) Wojtyla, Karol. La Renovaci6n en sus Fuentes, p,igs. 3541.
BAC,

Madrid,
1982.
(21)
Gaudium et Spes, núm. 36.
(22) Lumen Gentium, núm. 31.
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LA EV ANGEUZACION DE AMERICA
En relación con la fuerza y el alcance de la evangelización,
recordamos
la Exhortación Apostólica Evangel# nuntipndi de
Pablo VI: «Evangeliz.\,:
significa para

la Iglesia llevar la Buena
Nueva a todos los ambientes de
la humi!11Ídad y, con su influjo,
transformar desde

dentro, renovar
la misma humanidad. 'He
aquí

que hago nuevas todas las cosas'. Pero la verdad es que no
hay humanidad nueva si no hay en primer lugar hombres nue­ vos con
la novedad del bautismo y de la vida según el Evan­
gelio. La finalidad de la evangelización es por consiguiente este cambio interior y, sí hubiera que resumirlo en una palabra, lo
mejor
serla decir que

la Iglesia
evangeliza cuando,
por
la sola
fuerza divina del Mensaje que proclama, trata
de convertir al
mismo
tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres,
la actividad en
la que ellos están comprometidos, su vida y am­
biente concretos» (23 ). A propósito de los seglares dice que su
tarea primera e inmediata es «poner en
practica todas

las
po­
sibilidades cristianas y evangélicas escondidas, pero á su vez ya
presentes
y activas en las cosas del mundo. El campo propio de
su actividad evangelizadora es el mundo vasto y complejo de
la política, de lo social, de
la economía, y también de ia cultura,
de
· las

ciencias
y de las artes,, de la vida internacional, de. los
medios
de comunicación de masas, así como
otras realidades
abiertas a
la evangelización como el amor, la familia, la educa­
ción de los niños y jóvenes, el trabajo profesional, el sufrimien­ to, etc.» (24).
Para la mentalidad protestante, que
hace caminar

el espíri­
tu ( cultura) por distinto rumbo que el dominiÓ de
la naturaleza
(civilización),

no es posible interpretar la obra de evangelizar
civilizando y
civilizar evangelizando.

Es necesario
evitar la no­
ción materialista
de · civilización

para que pueda entenderse este
dinamismo.
Fue justamente en el ambiente protestante donde se generó
la llamada «leyenda negra, que marcó durante un tiempo no po-
(23) Evengelii nuntiandi, nám: -is.
(24) Ihld., núm. 70.
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PEDRO MIGUEL FUNES DIAZ
cos estudios historiográficos, concentro prevalentemente la aten­
ci6n sobre aspectos de violencia y explotaci6n. que se dieron en
la sociedad civil durante la fase ·,;ucesiva al descubrimiento. Pre­
juicios políticos, ideológicos y aun religiosos,
han querido tam­
bién
presentar s6lo

negativamente la historia de
la Iglesia en
este continente»
(25).
La
leyenda negra y una valoración de los hechos· no ilumina­
da por la fe,
han dejado un ambiente de absurdo sentimiento
de
culpa en.

algunos espafioles, que se manifiesta en un querer
desvirtuar
la empresa en sus motivos esenciales de evangeliza­
ción, en
la pérdida de la perspectiva general de la obra, con la
consiguiente trivialización de los méritos colectivos y en la falta
de reconocimiento de
la hondura de las conversiones. No se
trata de ignorar las verdaderas injusticias que se cometieron.
Tampoco
s'e trata esencialmente de hacer un balance de bene­
ficios y perjuicios.
Querrí¡ esto

decir que no se ha captado
lo
que es América Latina. Por disposición de la Providencia divi­
na, los pueblos que fueron conquistados, al convertirse a
la fe
y recibir la cultura cristiana en lengua de Castilla, no se con­
servaron como
tales pueblos,
sino que dieron lugar a
la nación
hispanoamericana, que

es heredera de ellos tanto como lo es de
Es.pafia.
El

protestantismo separó lo
espiritual de

lo temporal.
Lo
natural, afitrnó, ha perdido su sentido por el pecado. Con la
Redención no hay verdadera curación y elevación del hombre.
Tampoco puede haber Iglesia
come:, sociedad
visible. Evidente­
mente, si la actividad humana no es elevada desde
dentro· por
la gracia

que cura y eleva al hombre,
el Evangelio queda ajeno
a
la vida

civil.
fl llegado la. teplogía protestante ha separar del todo la fe
dec la historia.
La teología de la liberación marxista pretende dirigir hoy
los trabajos de
la liberación

cristiana en América Latina. En
su sentido genuino, es indiscutiblemente necesaria dicha libe-
(25) Juan Pablo 11, /bid., pág. 29.
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LA EV ANGEUZACION DE AMERICA
rae1on, también en lo que se refiere a las esclavitudes cultura­
les,

políticas
y sociales.· Pretendiendo salvar la ruptora de lo
espiritual y lo temporal de las doctrinas que la han inspirado
en buena medida, la
teología de
la
Iiberaci6n marxista s6lo · ha
conseguido invertir los términos, precisamente por la
asunción
del

marxismo. Si la
fe era ajena a la historia y lo espiritual a
lo
temporal, ahora
la fe será. sola historia y lo espiritual mera
realización·
política. La Iglesia será pueblo visible, pero
no in­
visible

Cuerpo Místico de
Crist-0 .. Si

no
haMa orden
cristiano
de
las realidades temporales, ahora la revolución política, la lucha
de clases, es el cristianismo. La ofensa inferida
al Evangelio

no
podía ser mayor, pues
se le hace instrumento dé revolución contra el orden que ha
instaurado Jesucristo; en efecto, el enemigo de
la liberación mar­
xista no

es la
injusticia, sino

el hombre creado· por
Dios a
ima­
gen suya, redimido por Jesucristo y llamado a
la comunión de
la vida divina. En una concepción así, no hay· lugar para la sín­
tesis nueva y genial que ha de llenar lo temporal de espíritu
cristiano
y ha de encamar lo espiritual adecuadamente en los
hom:bres
según sus
condiciones temporales.
·
La

liberación en sentido cristiano «es ante todo
. y
pnnCl·
palmente liberación

de la esclavitud del pecado. Su fin y su
término es

la libertad de
los hijos
de Dios, don de
la gracia.
Lógicamente reclama la liberación de múltiples esclavitudes · de
orden
cultural, económico, social y político, que, en definitiva,
derivao del pecado y constituyen taotos obstáculos que impiden a los hombres vivir
segm, su

dignidad» (26). La liberación de
esclavitodes temporales es auténticamente cristiana cuando busca a libertad de los
hijos de

Dios, don de la gracia, y se ordenan
l.as realidades temporales según las exigencias de la dignidad a
la que hemos sjdo llamados en Cristo. Entonces la civilización
se inspira en
el Evangelio. .
América

Latina ha de buscar la verdadera liberación en la
(26) Sagrada Congregaci6n para la doctrina de la f,,. lmtt"ucci6n so­
bre algunos aspectos de la teologla de la liberación. Introducción. -
Tl3
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PEDRO MIGUEL FCJNES DIAZ
«slntesis nueva y genial de lo espiritual y lo tempotal», que
está
ya en los inicios de
su· historia,

cuando recibió de Dios
. su
vocación cristiana

y católica. Cuando nos proponen liberaciones
distintas de ésta, podemos decir como
los antiguos amerindios:
«no somos un pueblo de ayer». Tenemos cinco siglos de historia
· en

los que han brillado
muy notables Jrutos de
civilización cris­
tiana.· Por

don de la misericordia, de Dios España y América
hispana encuentran en su propia historia las obras
de la liber­
tad cristiana.
Lo mejor de su pasado es la verdad que libera,
la cual se mantiene siempre viva. por presencia de la Iglesia.
Es bien sabido que el error
más grave

de
la teología de la libe­
ración

marxista es pretender .liberar al hombre atentando contra
los
fundamentos mismos de la fe, que es el inicio de la justifi­
cación del pecador (27)
y, por tanto, de la liberación verdadera.
Esta vendrá, por el
contrario, de

la fe
misma y
de su fuerza
para transformar al hombre y a todo
lo humano para gloria
de Dios. Y ya que el
término de la liberación es la libertad para ser­
vir

a todos, la liberación en América Latina será verdadera
cuando le prepare a
cumplir su misión histórica,

que, en
pala­
bras de Su Santidad Pablo VI . es dar «un novísimo testimonio
de civilización
ctistiana» que
«ilumine al mundo entero» (28).
(27) Concilio. de Trento, ses. VI, cap. 7.
(28)
)?ablo VI,
Mensaje
al Pueblo de México. Citado por Monse­
fior Chávez Joya, ibld., pág. 17.
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