Índice de contenidos
Número 245-246
Serie XXV
- Textos Pontificios
- In memoriam
-
Estudios
-
San Juan María Vianney o el poder de Dios. (En el segundo centenario de su nacimiento)
-
García Morente y el estilo de España
-
Doctrina de la Iglesia sobre libertad y liberación. A propósito de la Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre libertad cristiana y liberación
-
Las «sugerencias» del Sínodo de 1985
-
El mal menor y las elecciones
-
La «Weltrevolution» y el «Weltoktober»
-
El sectarismo, fuente de errores políticos. (Las equivocadas opciones de la Institución Libre de Enseñanza)
-
-
Monográficos
-
El derecho colectivo de los católicos a defenderse de injustas agresiones. (Introducción, selección de textos y comentarios a un libro de Joaquín Torres Asensio)
-
Ilegitimidad del gobierno del Frente Popular de 1936. (Consideraciones de un eminente liberal)
-
Una reacción de la irreductible España
-
Apuntes sobre los Movimientos Católicos juveniles en la Cataluña de 1936-1939
-
El porqué de la Victoria
-
- Actas
- Homenajes
- Crónicas
-
Información bibliográfica
-
Manuel de Santa Cruz: Apuntes y documentos para la historia del tradicionalismo español 1939-1966. Tomo XIV (1952)
-
Vicente Marrero Suárez: Picasso y el monstruo
-
Gonzalo Fernández de la Mora: La envidia igualitaria
-
Martirián Brunsó Verdaguer: El amor que siempre gana
-
Agustín Basave Fernández del Valle: Filosofía del Derecho Internacional
-
Jaime Morales Carazo: ¡Mejor que Somoza, cualquier cosa!
-
Autores
1986
Gonzalo Fernández de la Mora: La envidia igualitaria
INFORMACION BIBUOGRAFICA
surgimiento del «pathos moral de los clásicos dramas · de occi
dente, o el mal eternamente igual a sí mismo». Síntoma de salud
vital frente al cual aparece ocmo ilusoria
la utopía contempo
ránea del progreso ilimitado. Componente
éste de inspitación
apocalíptica con viejas
raíces en
el arte
hispano, como
fruto de
«una singular confluencia gótico-expresionista-barroca, entre la
influencia nórdica flamenca y
la sureña plateresca», que ha per
vivido hasta hoy a través de Goya, con cuya obra tiene
la de
Picasso relaciones innegables. «En esto
la actitud ded Picasso
~scribe Matrero-,-se asemeja mucho a la de Goya, aunque
su arte tenga otras características: moviliza el reino de los ins
tintos
y de las pesadillas en ,función del más crudo realismo, que
si tiene mucho de un mundo desacralizado, también .tiene bas
tante de
infierno inmanente
a ese mismo mundo.
Ambos pin
tores tienden a revelarse como genios con pretensiones absolu
tas en un tipo de arte con querencias tan extremadas o paroxísti
cas
que basta parecen autónomas, pero no consiguen desatarse
del ser». Un Picasso que, a pesar de· sí mismo, afirma que las
cosas son y seguirán siendo aunque el hombre se haya empeña
do destruitlas: esa es, sin duda, la-faceta simpática de sus mons-
truos. ·
J\m>ru!s GA~BRA.
Gonzalo Femández de la Mora: LA ENVIDIA
IGUALITARIA
(*)
Miemb;o de la Real Academia espaiíola de Ciencias Morales y
Políticas, antiguo director de la Escuela Diplomática, fundador
y redactor jefe
de una
de las más prestigiosas revistas
teóricas
europeas -Razón Española~, autor prolífico de numerosos
libros y artículos, Gonzalo Fernáodez de la Mora acaba de pu
blicar
La envidia igualitaria, uno de los mejores ensayos de pen
samiento político conservador de los dos últimos decenios. El
análisis en
profundidad del problema de la. envidia iguali
taria
remite;
como señala
el autor, al problema. esencial del
origen del mal. Hace casi siglo
y medio, el gran teórico español
de
la contra-revohición, Donoso Cortés, cuya obra ha influido
(*) E
págs. 1.094-1098,
ha publicado ya. una reseña de
este
importante libro de
nuestro amigo Gonzalo Fernández de la Mora, creernos de interés dar a
conocer a nuestros lectores la que sigue, aparecida en _francés en La Pensée
Catholique, núm. 219, diciembre de 1985. • ·
814
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
sobre muchos politólogos europeos, escribía en una fórmula ra
clical
y, sugestiva: «toda gran cuestión política supone y envuelve
una gran cuestión teológica». La naturaleza humana,
,¿es perver
sa,
buena o simplemente caída?
Este problema
fundamental no
ha cesado de rondar o de obsesionar . a los filósofos, tanto en
oriente como en occidente, tanto ayer como hoy. Ya en
el si
glo
IV antes de Cristo, Mencius, defensor de la tesis idealista,
polemizaba con
su contradictor Hsün: para el uno,
«la natura
leza
humana tiende hacia el bien como el agua corre hacia abajo»;
para el otro, «la naturaleza humana es el
mah, «el
hombre nace
con la envidia y el odio» y
.el arte
de una vida
feliz consiste en"
dominar las pasiones innatas. Debate eterno del que los especia
listas de las
ciencias sociales
se hacen hoy eco, aunque reactua
lizando los datos a menudo inconscientemente.
Antes de afirmar que
la envidia es un sentimiento de todo
tiempo y
lugar, Gonzalo Fernández de la Mora procede a un
erudito estudio a través de
la .historia
y de la obra de unos
sesenta autores, lo que constituye
la primera ·parte de la obra.
De
él resulta un amplio consenso sobre dos puntos: «la conclición
envidiosa de
la naturaleza humaría y la radical malignidad de
este sentimiento». Ante
el carácter· llamativamente ·restringido
de
la literatura sobre una tendencia tan universal y negativa,
el autor concluye que «la humanidad· ha reaccionado ante la en
vida con mucha
mayor ignorancia y ocultaci.ón que antes el sexo».
Pero, ¿qué es
la enviclia? Gonzalo Femández de la Mora la
define como un malestar que se siente ante una felicidad· ajena,
superior, deseada, inaccesible y no asimilada. El hombre no se
conoce· sino por comparación con los otros hombres; no se forja
una idea de sí más que en relación con otros.
De lo que resulta
forzosamente que
en· múltiples
aspectos se siente inferior a mu
chos. De aquí una envidia potencial que se convierte en
.efectiva
·cuando él
sujeto
es incapaz de superar su inferioridad o de
asimilarla. «El
qU{Jntum de inferioridad impotente, inasimilable,
que en ciertas personas es mínimo~ marginal y fugaz1 y en otras
inmenso, central y permanente, es la verdadera rázón de que la
envidia sea un fenómeno universal». En cuanto a la oscura re
lación
psicológica entre· 1a envidia
y
)a igualdad,
el autor nos la
desvela en
dos. frases
lapidarias: «La igualdad es la promesa pa
raclisíaca para los envicliosos, el remedio definitivo». «El iguali
tarisino es
el opio de los envidiosos' y los demagogos son los
incitadores interesados de su consumición masiva». Sin miedo a
exagerar el trazo, añade: .«la envidia se ha convertido en el fac
tor decisivo de las confrontaciones
políticás contemporáneas,
con
815
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
raras excepciones como la de los Estados Unidos de América
donde
la emulación ha prevalecido sobre la envidia. Si se pres
cinde del seotimieoto de eovidia, la historia
. resultaría
inexpli
cable desde la Revolución de 1789 y, sobre todo, desde el Ma
nifiesto comunista
de
1848».
Tras
un estudio sistemático de la envidia desde el doble
punto de vista histórico-literario y teórico, Gonzalo Fernández de
la Mora consagra la tercera parte de su obra a una brillante
defensa de
la desigualdad creadora. Estas páginas, claras,· den
sas y ricas eo ideas a meoudo originales, son, a nuestro juicio,
las mejores. Contieoen una crítica rigurosa e implacable de la idea igualitaria. No pudieodo resumir aquí el contenido -el
espíritu sintético
del autor
harfa el
empeño difícil y aveotura
do-, nos
haremos eco solamente de algunos aspectos más sig
nificativos.
Una sociedad no puede ser
ni absoluta y purameote jerárqui
ca,
ni absoluta o puramente igualitaria. Por su naturaleza mis
ma,
toda sociedad implica difereocias, desemejanzas y comporta
inevitablemeote relaciones igualitarias y relaciones jerárquicas eo
proporciones variables según
épocas y
lugares. Los hombres son,
en efecto, desiguales, no sólo
por sus
diferencias biológicas, físi
cas e intelectuales, sino también a causa de
las necesidades
cons
titutivas de la sociedad. No todo el mundo es
apto para
cual
quier cosa, pero además con aptitudes iguales se
da· una dife
rencia en la competencia de cada uno según su esfuerzo por
adquirir el saber y la experiencia indispensables.
. El
meosaje revolucionario de Rousseau y de
Marx, mitificado
y elevado al rango de dogma, es falso o infecundo. «En realidad
-afirma Gonzalo Fernández de la Mora- la verdad es lo con trario: la naturaleza, que es jerárquica, éngendra a todos los hom
bres desiguales, y la
socied.ad que
es homogeneizadora. trata de
hacerlos similares y de
guillotinar sus
particularidades individua
les». El autor invierte alegremente algunos de los tabús del
pensamieoto progresista, el de los ideólogos que creen encon trar en la pol!tica y la economía una verdad universal: ¿La
igualdad ante la ley? ¡Una ficción! Para que
existiera sería ne
cesario
que sólo hubiera normas generales, universales e inmu
tables.
¿La igualdad
pol!tica? Muy limitada como derecho
y
posibilidad de dar y de rect"bir el poder, no existe en absoluto
eo
el aspecto de 'la condición real de Jos ciudadanos. ¿El con
sensus mayoritario? Ya decía Pascal crudameote: «¿Por qué se
sigue a la mayoría? ¿Porque tiene
más razón?
No, porque posee
más fuerza».
¿La igualdad
de oportunidades?
Su
aplicación pro-
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
longada y sistemática conduce a una sociedad jerárquica y me
ritocrática incompatible
con la igualdad de los
salarios. ¿Laigual
dad económica. En la .medida en que acarrea una discriminación
de
oportunidades es incompatible con la igualdad ante la
ley y
en contradicción con la igualdad
política entendida
como un voto
igual a otro y
sólo~ll,11 .voto por cada ciudadan<:>.
En
definitiva,
escribe 'Gollzalo Fernández de
la Mora, «la
igualdad no existe, y todo el problema político se reduce a re
glamentar las desigualdades. sin dificultar el impulso de autorrea
lización que es lo más noble del hombre y el motor de la his
toria». El
igualifarismo es,
más que un sueño utópico, una pe
sadilla imposible. «Sólo se puede satisfacer la envidia igualitaria
de un modo transitorio y
localiz,¡do a
costa
· de la. involución
cultural y económica». Dos aforismos ponen
· final
a la obra y
resumen el
pensamiento del
autor: «La envidia igualitaria de
letérea dicta
páginas oscuras
de la historia, en tanto que
la. emu
lación jerárquica creadora escribe. en ella sus
· páginas . de
esplen
dor». En fin, «la igualdad conlleva siempre el despotismo, y la
desigualdad es
el fruto de la. libertad».
Uno de los grandes méritos
de «La envidia igualitaria» es
el de estimular al hilo de sus páginas · las reflexiones y comen
tarios .del lector. Nos limitaremos, por nuestra parte, a formular algunas observaciones e
interrqgantes que
no afectan
· ,u valor
intrínseco de la
abra.
Puede,
ante todo, ·parecer
lamentable al
historiador de las
ideas que el autor no
han juzgado útil
el apoyar más expresa
mente su análisis en los trabajos de filósofos modernos o
con,
tem]?Oráoeos
que
han abordado ya
.el problema
de la· pasión
igualitaria, ni citado los .grandes escritores contrarrevolucinatios,
conservadores-revolucionarios, liberales-elitistas y ·maquiavélicos.
Especialmente: Burke, Tocqueville, Carlyle, Spengler, Ortega
Gasset, y, sobre todo, Nicolás Berdiaev, uno de los pensadores
más incisivos de nuestra
época, cuya
obra clásica «La filosofía
·
de la desigualdad» ha sido objeto de excelentes comentarios y
desa,trollos por parte del
eslavólogo Mar.o Markovic (París,
N. E. L., 1978). Es lástima igualmente que el autor no se
haya interesado
por
la alternativa propuesta por
la Nueva Derecha europea: mo
noteísmo o politeíSmo, universalis"mo o· nOtninalismo, esencialis
mO' o.existencialismo, identidad o diferencia. Es sabido, en efecto,
que
de diez· años a esta parte el igualitarismo es el blanco prin
cipal de la Nueva Derecha europea
y de sus principales repre
sentantes: A. de
Benofat, G.
Faye,
J. Freund, A. Mohler,
817
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBUOGRAFICA
L. Rougier, etc. Brillante sintetizador de ideas, el redactor-jefe
de «Nouvelle Ecole», Alain de Benoist,
lo e,q,lica: «Nuestra ci
vilización muere hoy de un igualitarismo que parece triunfar por doquier. El ciclo igualitario toca así a su objerivo. Según el proceso clásico de desarrollo y de degradación de los ciclos,
el tema
igualitaria
ha pasado en nuestra ··cultura del estadio del mito
(igualdad ante Dios) al estadio de la ideología (igualdad ante los
hombres)
.y, más tarde, al estadio de pretensión científica (afir
mrtción del hecho igualitario); en resumen: del cristianismo a
la democracia, y de ésta al secularismo o al marxismo. El gran
reproclie que
puede hacerse al
crisrianismo es el de haber inau
gurado este
ciclo igualitario introduciendo en el pensamiento
europeo.· una antropología revolucionaria de carácter
univers:dista
y totalitario ... ». «Es preciso ser nominalista porque la esencia,
universal por definición, es
también y por lo mismo identitaria,
virtualmente totalitaria». Este proceso de igualitarismo hubiera merecido ser menciona-
. do tanto más cuanto que la visión del mundo en que se arraiga ha sido también objeto de una crítica no menos radical
de parte
de
los filósofos esencialistas. En efecto, en los más prestigiosos
representantes de la derecha tradicional generalmente cristiana
-en especial
Vintila Horia,
Tomás Molnar,
Vallet de Goytiso
lo, G. Volpe o los profesores de la Sorbona C.
Palio y C. Rous
seau-, la referencia a la esencia es, al contrario, intrínsecamente
anti-igualitaria. Establecer la esencia del hombre es proponer un
modelo perfecto
del hombre con el que cada uno puede com
pararse individualmente. Pero
nada en
la esencia implica su ne
cesaria
. actualización. «Desde que
la noción del hombre no se
refiere-a ninguna esencia --escribe Rousseau---, no existe razón
alguna para que los individuos .. no sean entre sí radicalmente
equivalentes. Dejando de verse contrastados por su grado de
participación en una
naturaleza que les ha, en hipótesis, aban-·
donado, no. podrán concebirse· unos
frente a
otros más que como
iguales: entre singularidades absolutas, inconmesurables por de
finición, ¿no será esa la única relación que permanezca?». Aun más, si la mayoría de los filósofos contemporáneos
rehúsan adop
tar Ia--nociiSn .dé esencia
es «porque contradice
el principio
iguali
tario», como lo vieron bien Rousseau, Marx y sus discípulos
actuales tal
como el «politeísta de izquierda» D. L. Miller.
(Cf.
«The new Polytheism», Hatper and
Row, 1974.). En cuanto
al Estado totalitario, Molnar señala que es ante todo un Estado
pagano en
el que la religión coincide con· el civismo.
De este debate teórico, que
algunos juzgarán
un tanto in-
818
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBUOGRAFICA .
telectualista, Gonzalo Femández de la Mora se hace, a pesar. de
todo,
un eco implícito en su
i ensayo. Parece incluso participar
de
los supuestos
de
la Nueva ]¡)erecha cuando afirma: «La igual
dad
entre los hombres. es una
vieja ilusión..
. Sus tres momentos
decisivos son el cristianismo,
· que
corresponden al
igualitariimo religioso, poli):ico y
económi
co». Pero su pensamiento permanece ambiguo en este punto.
Lejos
de extraer las últimas consecuencias de su afirmación, de
muestra al contrario, unas páginas después, el carácter aristro crático de
la doctrina de la gracia en toda la enseñanza cristiana.
«El cristianismo supone una igualdad de
llamamiento y
no una
igualdad de resultados» -escribe. «La Posición'
inigualitaria del
catolicismo
no es, en definitiva, diferente de la adoptada por las
otras grandes religiones: si el
alma es libre
e inmortal y si existe
un orden moral y un Dios justo, conviene que haya una corres
pondencia entre la conducta en el mundo y el grado de felicidad
eterna». (Existe diversidad de dones espirituales -dice
el após
tol PablC>--'-.
«A cada
uno le es dada la manifestación del espíritu
en orden al bien común ... ». «Todo esto; es el mismo y único
espíritu quien
lo opera, distribuyendo sus dones a cada uno
como quiere» (1 Co 12). Según el Concilio de Florencia, algu
nos elegidos contemplan
a Dios
con mayor perfección que otros
en función de sus méritos. De
1o que resulta que para el cre
yente que acepta estas disparidades inconmensurables,
«las. des
igualdades
del
mun_do le aparecen como futilidad despreciable».
Sin embargo, dado que la controversia sobre los
orígenes del
pensamiento
igualitario ha movilizado· recientemente. a buen nús
mero
de pensadores politiéos europeos, hubiera sido en nuestra
opinión útil y deseable
--11unque s.ólo fuera·
por razones didác
ticas e históricas- que
Gomalo Femández
de
la Mora recordase
este
acontecimiento cultural· y diera cuenta de los principales
trabajos que,
de una y otra parte, han contribuido a renovar
el debate, como por ejemplo,
«Las idées a l'endroit» de Benoist
(París, Hallier,
1979), o «Les illusions
de.J'Occident» de
Polin
y Rousseau (París, Albin Michel, 1981).
Es de lamentar, en fin, que
Gomalo Femández
de
la Mora
no
haya distinguido suficientemente el anti-igualitarismo de idea.
del anti-igualitarismo de interés, recordando que la aristocracia
del
espíritu se
caracteriza ante todo por
el equilibrio entre los
derechos que
se artibuye y los deberes que se impone. Sin
duda;'
tiene
razón al
afirmar. que
«la envidia igualitaria es
el senti
miento social reaccionario por excelencia», pero no es menos
cierto que el «egoísmo elitista» es un sentimiento social igual-
819
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INFORMACION BIBUOGRAFICA
mente reaccionario. (¿no es, entre otras cosas, ampliamente res
ponsable del dramático colapso demográfico de Europa?).
Cabe
admitir con él que el ideal igualitario no es en ábosoluto atrac
tivó ·cuando
se
traduce en proposiciones concretas. Pero habrá
que
.preguntarse si
no es perfectamente inteligible, incluso se
ductor, cuando expresa una protesta contra un poder injusto o
contra privilegios cristalizados. Se convendrá, en fin, que el fon do del problema de política
soóal no
estriba en la
situaóón
económica
de
los gobernados, sino en la
calificaóón que
merez
can las clases dominantes y en ascenso. Calificación· política,
pero
también · y
sobre
todo moral,
porque «el espíritu por sí mismo
no ennoblece». Dicho esto, cabe preguntarse si la
importanóa
de
la dimensión propiamente religiosa del problema
-espeóal
mente
la necesidad
. de
un código de valores
trascendentes--no
es
más_ fundamental
que lo que deja entrever
Gonzalo Femán
dez
de
1a Mora a partir de criterios estrictamente racionalistas
y positivos.· Como lo ha visto con justeza. uno de los más gran
des
historiadores franceses, el profesor P. Chaunu:
« Un acon
tecimiento
colosal se
ha producido
en la historia de la humani
dad:· una
civilización se hace atea ...
». «Estamos --
ocasión de vivir el
final de la convicción más antigua de la hu
manidad, a saber, que existe algo después de la muerte, y que,
por ello mismo, la vida posee un sentido». Así, y precisamente,
por volver al tema que nos preocupa, toda
la cuestión estriba
en· saber
si, en
la medida ·en que es un esfuerzo por encontrar
el modelo del .hombre en el hombre mismo, el pensamiento igualitario no está necesariamente impregnado de materialismo
y de ateísmo.
Estas
óbservaciones--más de
matices que de divergencias
no nos impiden recomendar
_a los
hispanistas la lectura del en
sayo magistral de
Gonzalo Femández
de la Mora ni de desear
que una
traducci6n de «La· envidia
igualitaria» proporcione pron
to al autor todo el amplio público que merece.
ARNAUD IMATZ.
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surgimiento del «pathos moral de los clásicos dramas · de occi
dente, o el mal eternamente igual a sí mismo». Síntoma de salud
vital frente al cual aparece ocmo ilusoria
la utopía contempo
ránea del progreso ilimitado. Componente
éste de inspitación
apocalíptica con viejas
raíces en
el arte
hispano, como
fruto de
«una singular confluencia gótico-expresionista-barroca, entre la
influencia nórdica flamenca y
la sureña plateresca», que ha per
vivido hasta hoy a través de Goya, con cuya obra tiene
la de
Picasso relaciones innegables. «En esto
la actitud ded Picasso
~scribe Matrero-,-se asemeja mucho a la de Goya, aunque
su arte tenga otras características: moviliza el reino de los ins
tintos
y de las pesadillas en ,función del más crudo realismo, que
si tiene mucho de un mundo desacralizado, también .tiene bas
tante de
infierno inmanente
a ese mismo mundo.
Ambos pin
tores tienden a revelarse como genios con pretensiones absolu
tas en un tipo de arte con querencias tan extremadas o paroxísti
cas
que basta parecen autónomas, pero no consiguen desatarse
del ser». Un Picasso que, a pesar de· sí mismo, afirma que las
cosas son y seguirán siendo aunque el hombre se haya empeña
do destruitlas: esa es, sin duda, la-faceta simpática de sus mons-
truos. ·
J\m>ru!s GA~BRA.
Gonzalo Femández de la Mora: LA ENVIDIA
IGUALITARIA
(*)
Miemb;o de la Real Academia espaiíola de Ciencias Morales y
Políticas, antiguo director de la Escuela Diplomática, fundador
y redactor jefe
de una
de las más prestigiosas revistas
teóricas
europeas -Razón Española~, autor prolífico de numerosos
libros y artículos, Gonzalo Fernáodez de la Mora acaba de pu
blicar
La envidia igualitaria, uno de los mejores ensayos de pen
samiento político conservador de los dos últimos decenios. El
análisis en
profundidad del problema de la. envidia iguali
taria
remite;
como señala
el autor, al problema. esencial del
origen del mal. Hace casi siglo
y medio, el gran teórico español
de
la contra-revohición, Donoso Cortés, cuya obra ha influido
(*) E
ha publicado ya. una reseña de
este
importante libro de
nuestro amigo Gonzalo Fernández de la Mora, creernos de interés dar a
conocer a nuestros lectores la que sigue, aparecida en _francés en La Pensée
Catholique, núm. 219, diciembre de 1985. • ·
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
sobre muchos politólogos europeos, escribía en una fórmula ra
clical
y, sugestiva: «toda gran cuestión política supone y envuelve
una gran cuestión teológica». La naturaleza humana,
,¿es perver
sa,
buena o simplemente caída?
Este problema
fundamental no
ha cesado de rondar o de obsesionar . a los filósofos, tanto en
oriente como en occidente, tanto ayer como hoy. Ya en
el si
glo
IV antes de Cristo, Mencius, defensor de la tesis idealista,
polemizaba con
su contradictor Hsün: para el uno,
«la natura
leza
humana tiende hacia el bien como el agua corre hacia abajo»;
para el otro, «la naturaleza humana es el
mah, «el
hombre nace
con la envidia y el odio» y
.el arte
de una vida
feliz consiste en"
dominar las pasiones innatas. Debate eterno del que los especia
listas de las
ciencias sociales
se hacen hoy eco, aunque reactua
lizando los datos a menudo inconscientemente.
Antes de afirmar que
la envidia es un sentimiento de todo
tiempo y
lugar, Gonzalo Fernández de la Mora procede a un
erudito estudio a través de
la .historia
y de la obra de unos
sesenta autores, lo que constituye
la primera ·parte de la obra.
De
él resulta un amplio consenso sobre dos puntos: «la conclición
envidiosa de
la naturaleza humaría y la radical malignidad de
este sentimiento». Ante
el carácter· llamativamente ·restringido
de
la literatura sobre una tendencia tan universal y negativa,
el autor concluye que «la humanidad· ha reaccionado ante la en
vida con mucha
mayor ignorancia y ocultaci.ón que antes el sexo».
Pero, ¿qué es
la enviclia? Gonzalo Femández de la Mora la
define como un malestar que se siente ante una felicidad· ajena,
superior, deseada, inaccesible y no asimilada. El hombre no se
conoce· sino por comparación con los otros hombres; no se forja
una idea de sí más que en relación con otros.
De lo que resulta
forzosamente que
en· múltiples
aspectos se siente inferior a mu
chos. De aquí una envidia potencial que se convierte en
.efectiva
·cuando él
sujeto
es incapaz de superar su inferioridad o de
asimilarla. «El
qU{Jntum de inferioridad impotente, inasimilable,
que en ciertas personas es mínimo~ marginal y fugaz1 y en otras
inmenso, central y permanente, es la verdadera rázón de que la
envidia sea un fenómeno universal». En cuanto a la oscura re
lación
psicológica entre· 1a envidia
y
)a igualdad,
el autor nos la
desvela en
dos. frases
lapidarias: «La igualdad es la promesa pa
raclisíaca para los envicliosos, el remedio definitivo». «El iguali
tarisino es
el opio de los envidiosos' y los demagogos son los
incitadores interesados de su consumición masiva». Sin miedo a
exagerar el trazo, añade: .«la envidia se ha convertido en el fac
tor decisivo de las confrontaciones
políticás contemporáneas,
con
815
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
raras excepciones como la de los Estados Unidos de América
donde
la emulación ha prevalecido sobre la envidia. Si se pres
cinde del seotimieoto de eovidia, la historia
. resultaría
inexpli
cable desde la Revolución de 1789 y, sobre todo, desde el Ma
nifiesto comunista
de
1848».
Tras
un estudio sistemático de la envidia desde el doble
punto de vista histórico-literario y teórico, Gonzalo Fernández de
la Mora consagra la tercera parte de su obra a una brillante
defensa de
la desigualdad creadora. Estas páginas, claras,· den
sas y ricas eo ideas a meoudo originales, son, a nuestro juicio,
las mejores. Contieoen una crítica rigurosa e implacable de la idea igualitaria. No pudieodo resumir aquí el contenido -el
espíritu sintético
del autor
harfa el
empeño difícil y aveotura
do-, nos
haremos eco solamente de algunos aspectos más sig
nificativos.
Una sociedad no puede ser
ni absoluta y purameote jerárqui
ca,
ni absoluta o puramente igualitaria. Por su naturaleza mis
ma,
toda sociedad implica difereocias, desemejanzas y comporta
inevitablemeote relaciones igualitarias y relaciones jerárquicas eo
proporciones variables según
épocas y
lugares. Los hombres son,
en efecto, desiguales, no sólo
por sus
diferencias biológicas, físi
cas e intelectuales, sino también a causa de
las necesidades
cons
titutivas de la sociedad. No todo el mundo es
apto para
cual
quier cosa, pero además con aptitudes iguales se
da· una dife
rencia en la competencia de cada uno según su esfuerzo por
adquirir el saber y la experiencia indispensables.
. El
meosaje revolucionario de Rousseau y de
Marx, mitificado
y elevado al rango de dogma, es falso o infecundo. «En realidad
-afirma Gonzalo Fernández de la Mora- la verdad es lo con trario: la naturaleza, que es jerárquica, éngendra a todos los hom
bres desiguales, y la
socied.ad que
es homogeneizadora. trata de
hacerlos similares y de
guillotinar sus
particularidades individua
les». El autor invierte alegremente algunos de los tabús del
pensamieoto progresista, el de los ideólogos que creen encon trar en la pol!tica y la economía una verdad universal: ¿La
igualdad ante la ley? ¡Una ficción! Para que
existiera sería ne
cesario
que sólo hubiera normas generales, universales e inmu
tables.
¿La igualdad
pol!tica? Muy limitada como derecho
y
posibilidad de dar y de rect"bir el poder, no existe en absoluto
eo
el aspecto de 'la condición real de Jos ciudadanos. ¿El con
sensus mayoritario? Ya decía Pascal crudameote: «¿Por qué se
sigue a la mayoría? ¿Porque tiene
más razón?
No, porque posee
más fuerza».
¿La igualdad
de oportunidades?
Su
aplicación pro-
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longada y sistemática conduce a una sociedad jerárquica y me
ritocrática incompatible
con la igualdad de los
salarios. ¿Laigual
dad económica. En la .medida en que acarrea una discriminación
de
oportunidades es incompatible con la igualdad ante la
ley y
en contradicción con la igualdad
política entendida
como un voto
igual a otro y
sólo~ll,11 .voto por cada ciudadan<:>.
En
definitiva,
escribe 'Gollzalo Fernández de
la Mora, «la
igualdad no existe, y todo el problema político se reduce a re
glamentar las desigualdades. sin dificultar el impulso de autorrea
lización que es lo más noble del hombre y el motor de la his
toria». El
igualifarismo es,
más que un sueño utópico, una pe
sadilla imposible. «Sólo se puede satisfacer la envidia igualitaria
de un modo transitorio y
localiz,¡do a
costa
· de la. involución
cultural y económica». Dos aforismos ponen
· final
a la obra y
resumen el
pensamiento del
autor: «La envidia igualitaria de
letérea dicta
páginas oscuras
de la historia, en tanto que
la. emu
lación jerárquica creadora escribe. en ella sus
· páginas . de
esplen
dor». En fin, «la igualdad conlleva siempre el despotismo, y la
desigualdad es
el fruto de la. libertad».
Uno de los grandes méritos
de «La envidia igualitaria» es
el de estimular al hilo de sus páginas · las reflexiones y comen
tarios .del lector. Nos limitaremos, por nuestra parte, a formular algunas observaciones e
interrqgantes que
no afectan
· ,u valor
intrínseco de la
abra.
Puede,
ante todo, ·parecer
lamentable al
historiador de las
ideas que el autor no
han juzgado útil
el apoyar más expresa
mente su análisis en los trabajos de filósofos modernos o
con,
tem]?Oráoeos
que
han abordado ya
.el problema
de la· pasión
igualitaria, ni citado los .grandes escritores contrarrevolucinatios,
conservadores-revolucionarios, liberales-elitistas y ·maquiavélicos.
Especialmente: Burke, Tocqueville, Carlyle, Spengler, Ortega
Gasset, y, sobre todo, Nicolás Berdiaev, uno de los pensadores
más incisivos de nuestra
época, cuya
obra clásica «La filosofía
·
de la desigualdad» ha sido objeto de excelentes comentarios y
desa,trollos por parte del
eslavólogo Mar.o Markovic (París,
N. E. L., 1978). Es lástima igualmente que el autor no se
haya interesado
por
la alternativa propuesta por
la Nueva Derecha europea: mo
noteísmo o politeíSmo, universalis"mo o· nOtninalismo, esencialis
mO' o.existencialismo, identidad o diferencia. Es sabido, en efecto,
que
de diez· años a esta parte el igualitarismo es el blanco prin
cipal de la Nueva Derecha europea
y de sus principales repre
sentantes: A. de
Benofat, G.
Faye,
J. Freund, A. Mohler,
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L. Rougier, etc. Brillante sintetizador de ideas, el redactor-jefe
de «Nouvelle Ecole», Alain de Benoist,
lo e,q,lica: «Nuestra ci
vilización muere hoy de un igualitarismo que parece triunfar por doquier. El ciclo igualitario toca así a su objerivo. Según el proceso clásico de desarrollo y de degradación de los ciclos,
el tema
igualitaria
ha pasado en nuestra ··cultura del estadio del mito
(igualdad ante Dios) al estadio de la ideología (igualdad ante los
hombres)
.y, más tarde, al estadio de pretensión científica (afir
mrtción del hecho igualitario); en resumen: del cristianismo a
la democracia, y de ésta al secularismo o al marxismo. El gran
reproclie que
puede hacerse al
crisrianismo es el de haber inau
gurado este
ciclo igualitario introduciendo en el pensamiento
europeo.· una antropología revolucionaria de carácter
univers:dista
y totalitario ... ». «Es preciso ser nominalista porque la esencia,
universal por definición, es
también y por lo mismo identitaria,
virtualmente totalitaria». Este proceso de igualitarismo hubiera merecido ser menciona-
. do tanto más cuanto que la visión del mundo en que se arraiga ha sido también objeto de una crítica no menos radical
de parte
de
los filósofos esencialistas. En efecto, en los más prestigiosos
representantes de la derecha tradicional generalmente cristiana
-en especial
Vintila Horia,
Tomás Molnar,
Vallet de Goytiso
lo, G. Volpe o los profesores de la Sorbona C.
Palio y C. Rous
seau-, la referencia a la esencia es, al contrario, intrínsecamente
anti-igualitaria. Establecer la esencia del hombre es proponer un
modelo perfecto
del hombre con el que cada uno puede com
pararse individualmente. Pero
nada en
la esencia implica su ne
cesaria
. actualización. «Desde que
la noción del hombre no se
refiere-a ninguna esencia --escribe Rousseau---, no existe razón
alguna para que los individuos .. no sean entre sí radicalmente
equivalentes. Dejando de verse contrastados por su grado de
participación en una
naturaleza que les ha, en hipótesis, aban-·
donado, no. podrán concebirse· unos
frente a
otros más que como
iguales: entre singularidades absolutas, inconmesurables por de
finición, ¿no será esa la única relación que permanezca?». Aun más, si la mayoría de los filósofos contemporáneos
rehúsan adop
tar Ia--nociiSn .dé esencia
es «porque contradice
el principio
iguali
tario», como lo vieron bien Rousseau, Marx y sus discípulos
actuales tal
como el «politeísta de izquierda» D. L. Miller.
(Cf.
«The new Polytheism», Hatper and
Row, 1974.). En cuanto
al Estado totalitario, Molnar señala que es ante todo un Estado
pagano en
el que la religión coincide con· el civismo.
De este debate teórico, que
algunos juzgarán
un tanto in-
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telectualista, Gonzalo Femández de la Mora se hace, a pesar. de
todo,
un eco implícito en su
i ensayo. Parece incluso participar
de
los supuestos
de
la Nueva ]¡)erecha cuando afirma: «La igual
dad
entre los hombres. es una
vieja ilusión..
. Sus tres momentos
decisivos son el cristianismo,
corresponden al
igualitariimo religioso, poli):ico y
económi
co». Pero su pensamiento permanece ambiguo en este punto.
Lejos
de extraer las últimas consecuencias de su afirmación, de
muestra al contrario, unas páginas después, el carácter aristro crático de
la doctrina de la gracia en toda la enseñanza cristiana.
«El cristianismo supone una igualdad de
llamamiento y
no una
igualdad de resultados» -escribe. «La Posición'
inigualitaria del
catolicismo
no es, en definitiva, diferente de la adoptada por las
otras grandes religiones: si el
alma es libre
e inmortal y si existe
un orden moral y un Dios justo, conviene que haya una corres
pondencia entre la conducta en el mundo y el grado de felicidad
eterna». (Existe diversidad de dones espirituales -dice
el após
tol PablC>--'-.
«A cada
uno le es dada la manifestación del espíritu
en orden al bien común ... ». «Todo esto; es el mismo y único
espíritu quien
lo opera, distribuyendo sus dones a cada uno
como quiere» (1 Co 12). Según el Concilio de Florencia, algu
nos elegidos contemplan
a Dios
con mayor perfección que otros
en función de sus méritos. De
1o que resulta que para el cre
yente que acepta estas disparidades inconmensurables,
«las. des
igualdades
del
mun_do le aparecen como futilidad despreciable».
Sin embargo, dado que la controversia sobre los
orígenes del
pensamiento
igualitario ha movilizado· recientemente. a buen nús
mero
de pensadores politiéos europeos, hubiera sido en nuestra
opinión útil y deseable
--11unque s.ólo fuera·
por razones didác
ticas e históricas- que
Gomalo Femández
de
la Mora recordase
este
acontecimiento cultural· y diera cuenta de los principales
trabajos que,
de una y otra parte, han contribuido a renovar
el debate, como por ejemplo,
«Las idées a l'endroit» de Benoist
(París, Hallier,
1979), o «Les illusions
de.J'Occident» de
Polin
y Rousseau (París, Albin Michel, 1981).
Es de lamentar, en fin, que
Gomalo Femández
de
la Mora
no
haya distinguido suficientemente el anti-igualitarismo de idea.
del anti-igualitarismo de interés, recordando que la aristocracia
del
espíritu se
caracteriza ante todo por
el equilibrio entre los
derechos que
se artibuye y los deberes que se impone. Sin
duda;'
tiene
razón al
afirmar. que
«la envidia igualitaria es
el senti
miento social reaccionario por excelencia», pero no es menos
cierto que el «egoísmo elitista» es un sentimiento social igual-
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mente reaccionario. (¿no es, entre otras cosas, ampliamente res
ponsable del dramático colapso demográfico de Europa?).
Cabe
admitir con él que el ideal igualitario no es en ábosoluto atrac
tivó ·cuando
se
traduce en proposiciones concretas. Pero habrá
que
.preguntarse si
no es perfectamente inteligible, incluso se
ductor, cuando expresa una protesta contra un poder injusto o
contra privilegios cristalizados. Se convendrá, en fin, que el fon do del problema de política
soóal no
estriba en la
situaóón
económica
de
los gobernados, sino en la
calificaóón que
merez
can las clases dominantes y en ascenso. Calificación· política,
pero
también · y
sobre
todo moral,
porque «el espíritu por sí mismo
no ennoblece». Dicho esto, cabe preguntarse si la
importanóa
de
la dimensión propiamente religiosa del problema
-espeóal
mente
la necesidad
. de
un código de valores
trascendentes--no
es
más_ fundamental
que lo que deja entrever
Gonzalo Femán
dez
de
1a Mora a partir de criterios estrictamente racionalistas
y positivos.· Como lo ha visto con justeza. uno de los más gran
des
historiadores franceses, el profesor P. Chaunu:
« Un acon
tecimiento
colosal se
ha producido
en la historia de la humani
dad:· una
civilización se hace atea ...
». «Estamos --
final de la convicción más antigua de la hu
manidad, a saber, que existe algo después de la muerte, y que,
por ello mismo, la vida posee un sentido». Así, y precisamente,
por volver al tema que nos preocupa, toda
la cuestión estriba
en· saber
si, en
la medida ·en que es un esfuerzo por encontrar
el modelo del .hombre en el hombre mismo, el pensamiento igualitario no está necesariamente impregnado de materialismo
y de ateísmo.
Estas
óbservaciones--más de
matices que de divergencias
no nos impiden recomendar
_a los
hispanistas la lectura del en
sayo magistral de
Gonzalo Femández
de la Mora ni de desear
que una
traducci6n de «La· envidia
igualitaria» proporcione pron
to al autor todo el amplio público que merece.
ARNAUD IMATZ.
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