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Número 249-250

Serie XXV

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Una historia de soldados conocidos

UNA. HISTORIA. DE SOLDA.DOS CONOCIDOS (*)
¿Otra vez una reseña de En la Primera de Navarra de Javier
Nagore? Sí. No importa, antes bien, es digno y justo insistir en la importancia de este libro, una epopeya de los Requetés de
Navarra en la Cruzada del 36._ Pero no voy a repetir lo que
escribí hace cuatro años en el número 205-206
(piígs. 660-663)
de
Verbo sobre el interés de estas memorias como «historia de
muchos soldados conocidos». Eso cuadraba con mi concepto de
la Historia, que sostengo debe ser siempre biográfica -de per­
sonas, ciudades, pueblos, instituciones- contra _esos historiado­
res de los «hechos sociales» que acaban fácilmente en sociólogos del
pársmo. Sólo me

voy a fijar en dos cosas: la primera, el in­
cremento y
ocasión de

esta segunda salida del libro, y la otra,
el significado del mismo éxito de ese libro, que ha venido a
reeditarse· a los cuatro años.
La ocasión ha sido la loable iniciativa de los «Navartos de
Madrid» por no
dejar pasar
sin recuerdo
1a Cruzada del 36. Este
de Nagore es
el primero de una serie de libros relacionados de
algún modo con aquella noble gesta de la Historia de España,
y ha sido un acierto el comenzarla con esta inauguración. Pero
esta nueva
edición del

libro de hace cuatro años se presenta me­
jorada visiblemente. El libro ha pasado, sin alterar su formato,
de 165 páginas a 288 (incluyendo el
indice onomástico).

Ya
esto da una idea de su incremento, pero hay que añadir todavía otras 20 páginas de
láminas fuera

de texto, que la
edición de
1982

no tenía. Nuevos datos y rectificaciones de información
incompleta han venido a enriquecer el contenido de este libro,
que no ha perdido
_ por

ese aumento de la minuciosa infortna­
ci6n su viveza y espontaneidad admirables. Sigue siendo el gran
·
epas

del Requeté, casi un mito, sin
merma de
su veracidad his­
tórica y exactitud de

detalles, registrados por
el autor éon in­
creíble constancia en su cuaderno de macuto, completados des­
pués con otras múltiples contribuciones personales que se hu­
bieran podido perder sin el celo
de nuestro autor.
• (·) JAVIER NAGORE, En la Primera de Navarra. Memorias de un vo­luntario. navarro
en Radio Requeté de -Campáña, Ediciones Dyrsa, Madrid,
1986, 288 p,!gs.
1377
Fundaci\363n Speiro

ALVARO D'ORS
Por otro lado, decimos, el hecho del éxito que ha exigido
la reedición. No se trata tanto de gran venta,. pues
la primera
edición fue tan sólo de 500 ejemplares no-venales, cuanto de
la vibración del entusiasmo que el
lloro despertó, no

sólo entre
los ya viejos combatientes de la
Cruzada, .sino entre

otros muchos
también que, por su edad, no pudieron participar en ella; y de
muchos muy jóvenes. Porque toda la orquestración de los ene­
migos -que no hay que olvidar que lo son- para silenciar aque­
lla gesta habrá de resultar inútil· cuando los jóvenes comprendan
que se
les ha

querido
ocriltar la

verdad.
Y esto

empieza a ocurrir
ya. Es inútil que los medios oficiales de difusión pública se
pongan al servicio de los vencidos del 39 -aunque la victoria
extranjera
del 45

les dé el marchamo falso de haber sido ellos
los vencedores, sin haber vuelto ellos a arriesgar nada-, y
que,
por ejemplo, se propaguen penosas imígenes de las Brigada•
Internacionales, en tanto se opone una obstinada negativa a
re­
cordar los tercios, banderas y tropas nacionales en su totalidad, que fueron los indiscutibles vencedores del
3~. Toda esa

desinfor­
mación sectaria tiene sus límites, rebasados los cuales,
tiene. que
fracasar

como pura mentira. La juventud no puede obedecer
borreguilmente esa propanganda oficial, y sabrá volver a las
fuentes ocultadas, entre las que encontrará libros como este de
un requeté cuya trayectoria civil intachable le acredita frente a
los falsarios: un prestigioso notario que «da fe» de los hechos.
¿Cómo resistir a esta evidencia? Poco antes del
36 ocurría algo parecido, aunque hoy, fran­
camente,
no hemos llegado todavía a ese grado de sana rebelión
de la juventud, que explica el posterior
éxito de

la sublevación
contra
el poder revolucionario mal constituido. Quiero transcri­
bir

unas palabras de
Ramiro de
Maeztu ( víctima en retaguardia,
como es sabido, de la barbarie enemiga) escritas en 1933. Se
refería Maeztu al ilustre escritor Ortega y Gasset, que soñaba
aún, aunque ya decepcionado de la nueva República, con una
España europeista y liberal.
Decía Maeztu:

«Supone
el señor
Ortega que las derechas no dan ya
más de si. .. Por lo visto,
el señor Ortega no está en relación demasiado estrecha con las
almas
'de los

estudiantes. Porque esa es una de las reservas de
las derechas. A los jóvenes de los veinte años se les da una higa
de la

democracia, el sufragio y las institu.ciones gratas al señor
Ortega, pero en cambio tienen un sentido fuerte de España, de
su tradición y de su gloria».
En efecto, esa juventud es la qqe
hieo
la

guerra contra
la democracia, o mejor, anarquía reinante
el 36. ¿Acaso pretende11 convencernos hoy de que fue .forzada
1378.
Fundaci\363n Speiro

UNA HISTORIA l)J!, SOLDADOS CONOCIDOS
a la guerra? La contradicción entre esos dos destacados intelec­
tuales de entonces -Maeztú y Ortega- perduró luego en su
'respectiva estirpe: sus respectivos vástagos .-aunque algo más
jóvenes que yo, compañeros míos de bachillerato-- acabaron, el de Maeztu, luchando voluntariamente en las
trip.cheras naciona­
les,

y el otro, fundando
El País. Pero lo que decía Maeztu del
democratismo de Ortega no era cierto, pues Ortega era sí un
liberal y republicano, pero en absoluto un demócrata. Recuerdo
que decía así Ortega en 1917:
«Lo que hoy llamamos opinión
pública y democracia no es sino en gran
parte la
purulenta se­
creciOn de esas almas rencorosas». En -efecto, es cosa sabida que
el fundamento primero de la democracia está en la envidia. Pero
seamos exactos: Ortega no era demoCTático, sino un gran pen­
sador aristocrático., aunque liberal, como también eran liberales
casi todos los aristócratas alfons.inos de su época. En
fin, si hoy, desgraciadamente, no podemos dedr todavía
lo que decía Maeztu de la juventud de hace más de medio siglo,
esto se debe a
la presión

corruptora de fuerzas ocultas
extrána­
cionales;

pero los españoles, por su propio impulso, ya habrían
llegado hoy a la misma cota, hartos ya de claudicación
.y de
mentira
ofici'\les. «Todavía

no», es
-cierto, pero

todo se
andará.
Ahí
queda ese magnífico libro de Nagore como · veraz testimo­
nio, y estímulo para recuperar la conciencia de España.
Ar.VAl 1379
Fundaci\363n Speiro