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Número 249-250

Serie XXV

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Miguel Poradowski: Karl Marx: su pensamiento y su revolución

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Miguel .Poradowski: KARL MARX: SU PENSAMIENTO
Y
SU REVOLUCION
(*)
Con motivo de conmemorarse el cincuentenraio de la encí­
cicla
Divini Redemptoris, en la cual se condenó de forma rotun­
da, y
sin paliativos de ningún tipo el marxismo-leninismo, el
padre Poradowski publicó esta obra sobre el pensamiento de
Marx y la revolución.
El padre Poradowski. presenta una
bibliografia tan
completa
para poder abordar el tema del comunismo, como muy pocos
eclesiásticos puedan hacerlo. Sus titulaciones académicas son im­
presionantes. Nada menos que tres doctorados: en Teología, en
Sociología,·
y en Derecho, lo qe pone de relieve una vida de­
dicada al estudio; pero además, como polaco, ha
podido ver
por
s! mismo la terrible realidad del universo soviético.
Su dominio del ruso
y del alemán le permite el acceso direc­
to

a las fuentes
sin traducciones, laguna inevítable en otros es­
pecialistas,
y que facilita enormemente la más rápida compren­
sión de los problemas. Los estudios sobre el comunismo que de su pluma han salido, muchos hemos tenido la suerte de leerlos
en
Verbo, donde es colaborador asiduo.
Poradowski presenta una faceta peculiar
y, desde luego, an­
titética con las necedades que leemos sobre Marx
y sobre el
marxismo
·entre tanto

comentario banal o superficial por un
'lado.
Por

otro, sus exégetas dominan casi por completo el horizonte
actual. E incluso entre sus críticos asoma, no pocas veces, el
descoilocimierito.
Pues bien, el autor demuestra un conocimiento tan profun­
do de la vida
y de la obra de Marx que podría confundir a mu­
chos de sus exégetas. Naturalmente,
y nos anticipamos a sus po­
sibles reacciones, los sofistas del materialismo histórico actual
.dirán que

s!, que conocen la vida
y obra de Marx -esto resul­
ta innegable- pero que no comprenden su filosofía.
Entonces entraríamos en
la típica· dialéctica del marxista-leni-
(*) 288 págs., Editorial Covadonga, Chile, 1986,
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nista, pero nos sald:ríamos de la realidad y de la fuerza irrefuta­
ble
de los hechos.
En
«Kad Marx, . su

pensamiento
y su revoluci6n» se. analiza
con una profundidad asombrosa la personalidad de Karl Marx,
llegando a descubrir detalles
ín.timos de la personalidad del mis­
mo.
Y de

este
·análisis resulta, lo que con palabras al uso tanto
se repite, una dismitüicación del hombre y
del filósofo. «En la
vida
familiar Marx es no menos dictatorial que en
la vida polí­
tica. Es un típico padre de familia y
marido «burgués»;
lo que
él mismo ataca, desprecia y denuncia, respecto a la vida familiar
y matrimonial, llamándolo "burgués" en
el Manifiesto comunis­
ta, lo practica, pues es un tirano. _A su esposa la trata muy du­
ramente;

a las hijas no les permite escoger libremente a sus fu­
turos esposos, es él quien los escoge
y. según

sus propios crite­
rios (exige que tengan fortunas). Tampoco asegura a sus hijas
una adecuada educación. En
la casa es la primera persona a la
cual todos tienen que servir, para lo cual todos tienen que
s.acri­
ficarse. Tiene costumbres. típic8mente "burguesas": de su espo·
sa exige que en las invitaciones impresas (para los banquetes en
casa, a veces de 50 personas), ponga su título de baronesa; co­
mía sólo

en platos de plata (salvo cuando los
empeñaba), here­
dados

por su esposa de
la antigua aristocracia escocesa de la cual
descendía; consumía una enormidad de
bebidas alcohólicas,

ante
todo de Oporto, importado de Portugal, que Engels le regalaba
por cajas. Carecía de sentimientos familiares y humanitarios:
no asistió a los funerales ni de su padre, ni de su madre, ni de
su esposa, ni de sus_ hijos, ni de sus parientes o amigos; molesto
por esperar la herencia de su madre, se quejaba cínicamente de
que ella siguiera viviendo (como consta en sus
cartas)».
Al adentrarse en

el perfil humano del sujeto, indisolublemen­
te unido a su
obra, resalta

hechos como el de que el marxismo
de
Marx -a

diferencia de los otros «marxismos», de los mar­
xistas moderados (socialistas) y radicales (comunistas)-- no es
solamente
el pensamiento, la praxis y la revolución, sino, ante
todo,
la proyecci6n de su personalidad.
Así, la
descalüicación del
Marx
:616sofo es
tremenda; «algu­
nos pretenden presentar a
Marx. como

filósofo (y todavía como
un gran filósofo). V anos esfuerzos, pues
Marx odiaba. la filosofía
y la despreciaba y no pudo soportarla, tal vez por dos razones.
En primer lugar, porque una verdadera
y auténtica filosofía exi­
ge de la persona que quiere dedicarse a ella una excepcional
ho­
nestidad

intelectual y, en segundo lugar, perseverancia y pa­
ciencia para poder pensar met6dicamente, en forma ordenada,
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clara y «fría», es decir, sin influencias de las emociones. No en
vano
Aristóteles define
la filosofía como «ciencia de la verdad».
El concepto de «Ciencia» incluye el método riguroso y eficaz,
adecuado al objeto estudiado,
y también incluye orden y disci­
plina. El concepto de verdad
supnne que

el investigador-pensador
está .convencido de la existencia de una realidad objetiva, exis­
tente independientemente del sujeto cognoscente. Nada de eso
admite
Marx. Marx. no soporta ningún orden, ninguna discipli­
na, ninguna verdad, ningún método. Marx piensa lo que se le
antoja, sin ninguna preocupación por
1a verdad-realidad ·objeti­
va, pues la
rechaza de

antemano; Marx no es un filósofo y no se
dedica a la filosofía y no le preocupa la honestidad intelectuaL
·
Con

cinismo
llama a

la
filosofía «el

onanismo mental»
y al «filó­
sofo «el hombte alienado». Sin embargo, como Marx nunca
fue
consecuente con sus propias afirmaciones, poco después también
habla de la filosofía y pretende ser filósofo, es decir, reconoce que
-según sus propias afirmaciones previas- es un alienado. Ade­
más, ironizando, se puede decir que, por conseguir el grado académico de «doctor en filosofía», es un «doctor en aliena­
ción».
No menos duro resulta el juicio de Poradowski sobre
la ac­
tividad sociológica de Marx: «Menos todavía se puede
llamar a
Marx

"sociólogo", pues nunca se peocnpó (como por ejemplo
En­
gels)

por conocer la realidad social, viviendo en el mundo de
su fantasía. Como un ejemplo ilustrativo puede servir el caso
de su fanático antisemitismo, pues sus afirmaciones respecto a los
judíos· son

completamente desvinculadas de la realidad de su
tiempo. Marx
afirma arbitrariamente

que ·todos los judíos son
usureros,
mientras . que

los estudios sociológicos demuestran que
esta
afirmación carece

de fundamento. Cuando Marx
lanza estas
afirmaciones

en su
artículo Zur Judenfrage, en 1844, más de la
mitad de los 10.000
judíos que

vivían en Baviera se dedicaban
· a

la agricultura, y de los restantes 5.000 judíos, 4.000 se dedi­
caban a trabajos de artesanía (sastres, albañiles, carpinteros, za­
pateros, etc.), y los restantes figuran en los registros como co­ merciantes o dedicados a las profesiones liberales (médicos, abo­
gados, etc.). En
París, por el

año 1808
(las estadísticas
son de
este año),
había 2.500

judíos y,
entr.e ellos,
sólo cuatro figuran
como usureros».
Las contradicciones de Matx asoman de forma implacable y
con rigor y
método a
lo largo de la obra. Poradowski, sin pa­
sión, sino con
razonamiento, habla

de la contradicción borguesa
de Marx, de sus pocos conocimientos de economía, refutando
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una de las grandes mentiras de nuestra época y, para ello, se
apoya en frases totalmente claras de Engels, quien en uno de
sus escritos
--en la carta de Engels a Fraz Mehring-dice ro­
tundamente de su amigo ya fallecido, que
Marx no
entendía
nada de economía.
Engels sí
fue un auténtico economista, pero por esa extraña
lealtad

hacia_ Marx, al que ayudó
económica e
intelectualmente,
y con su amistad cede, incluso, a la posteridad, la
paternidad de
muchas

ideas hoy consideradas
como matxistas
y no, como de-
bían
ser, engelianas. -~
Poradowski

demuestra estar sumamente preparado sobre el
tema que escribe, a diferencia de otros autores,
~e buena _fe,
pero

no al tanto
de las realidades, ni del desarrollo de la inves­
tigación como vemos en
la sustancial diferencia entre el Marx de
juventud y el
Matx clásico. La atención a los «Manuscritos de
1844», que el autor señala, refleja ese conocimiento.
Nada menos que cuatro
densos capítulos dedica

Poradowski
a la teología de la liberación de
MatX, analizando la

diferencia
entre ese Marx, de primera época, y el Marx de plenitud, en­
tendido, como debe
ser, en

el binomio
Marx-Engels.
De

especial importancia, por la refutación brillante, resulta
la
segunda parte de la obra sobre el matxismo y el cristianismo,
así como

de
la respuesta, cuya lectura debe ser obligatoria para
poder fortalecer las atgumentaciones de todo verdadero católico
con inquietud intelectual, sobre
la respuesta a «¿Fue Cristo un
verdadero revolucionario?» y que tanto afecta
a numerosos
clé­
rigos que
día a día repiten,

y actúan en base a que Cristo fue
un pre-comunista." Claro que . otra vez asoman en esto ~orno
en tantos tópicos de nuestra época- el desconocimiento más
atroz que llega, en 1986, incluso a obispos, que se conducen
como falsos pastores -como otras veces he manifestado, no sólo por soberbia, o por abrazar ideas antitéticas con
el catoli­
cismo---..:.. sino · por B.agante ignorancia.
Poradowski demuestra con su base teológica y su cultura
que Cristo es Jo contrario de un revolucionario, y por eso no
pudo ser un rebelde, sino
un constructor.

por excelencia de la
única sociedad posible perfecta, la del Reino de Dios.
Su estudio de
La .«Weltrevolution» y el «Weltoktober», y
de su doctrina, no hacen sino abundat más en la profundidad y
el rigor de la obra, y es que, además, a Poradowski no se le
puede acusat de no conocer el lenguaje de los marxistas
occi­
dentales, así como de la «langue du bois» de los nomenklaturis­
tas soviéticos.
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Por último, la reproducción de la encíclica del Papa Pío XI,
Divini Redemptoris, del 19 de marzo de 1937 -pronto se cum­
plirá el cincuenta
aniversario---,-, recoge

la indiscutible condena
de la Iglesia Católica hacia el
,marxismo-leninismo, aunque

nu­
merosos obispos, tan celosos cuando
Se produce

una visita de
Monseñor Lefebre, en advertir del grave riesgo para los fieles de
acudir
a sus

celebraciones, o en condenar a Sudáfrica o a
Chile,
per°':anez~~
mudos "':'ª.~do sacerdotes

de su diócesis hablan de
la alineae1on de. la relig1on. ·
lJna
esperanza,
única en realidad casi que podemos tener,
es la interverición divina, a través de María, que con sus men­
sajes como el de Fátima, representa la luz frente al terrible y
desolador panorama de tinieblas que nos rodea. Es decir, como
algw,os eclesiásticos,

que la revolución mar­
xista
está empeñada

en la hberación del hombre, es, como dice
el autor, o la opinión de un estúpido ignorante o la de un
vul­
gar y abominable Judas.
ANGEL MAESTRO.
Miguel Ayuso (coordinador) : LA CRUZADA QUE REHIZO
UNA PATRIA
(*)
La efemérides del cincuenta aniversario del Alzamiento Na­
cional no había de pasar inadvertida; aunque de hecho
el aluvi6n
propagandista haya sido menor de lo que presumiblemente ca­
bía esperar.

Varias publicaciones, de signo diferente, han acome­
tido la tarea
de presentar a sus lectores el balance del proceso
que culmina en la guerra de
1936-1939, así como la valoración
de sus causas y consecuencias y, en suma, el repertorio de valo­
res elementales arraigados en nuestro pueblo que salió a
la su­
perficie en ocasión tan decisiva. No podemos mencionarlas a
todas, pero
Cuenta y Raz6n, Sillar, Razón Española y, destaca­
damente también Verbo, han aportado sus re:flexiones, dedican­
do un número respetable de páginas al asunto.
Iglesia-Mundo se ha sumado también a la conmemoración,
con el importante número monográfico que comentamos, y que
ofrece la peculiariedad de no ser una simple reunión de ensayos
diversos -por más que resulten interesantes tales
misceláneas-,­
sino

que obedece a un plan trazado
y coherente.
(*). Número extraordinario y monográfico _de la revista Iglesia-Mundo,
núm. 32}-324, julio de 1986, 80 págs.
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