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Número 249-250

Serie XXV

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Miguel Ayuso Torres (coord.): La cruzada que rehízo una patria

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Por último, la reproducci6n de la eilciclica del Papa Pío XI,
Divini Redemptoris, del 19 de marzo de .1937 -pronto se cum­
plirá el cincuenta
aniversari~, recoge
la indiscutible
condena
·
de

la Iglesia Cat6lica hacia el .marxismo-leninismo, aunque nu­
merosos obispos, tan celosos
cuando se

produce una visita de
Monseñor Lefebre, en advertir del grave riesgo para los fieles de
acudir a sus celebraciones, o en condenar a Sudáfrica o a Chile,
permanezcan mudos cuando sacerdotes de su di6cesis hablan de
la alineaci6n de la religi6n. . ·
lJna
esperanza,
única en realidad casi que podemos tener,
es la intervenci6n divina, a través de María, que con sus men­
sajes como el
.de Fátima,

representa
la luz frente al terrible y
desolador panorama de tinieblas que nos rodea. Es decir, como
algul)os eclesiásticos,
que la revoluci6n mar­
. xista

está empeñada en la liberaci6n del hombre, es, como dice
el autor, o la opini6n de un estúpido ignorante. o
la de un vul­
gar y abominable Judas.
ANGEL MAESTRO.
Miguel Ayuso .(coordinador): LA CRUZADA QUE REHIZO
UNA PATRIA
(*)
La efemérides del cincuenta aniversario del Alzamiento Na­
cional

no
había de
pasar inadvertida, aunque de hecho el aluvión
propagandista haya sido menor de lo que presumiblemente ca­
bía esperar.

Varias publicaciones, de signo diferente, han acome­
tido la tarea de presentar
· a sus. lectores

el balance del proceso
que culmina en la guerra de 1936-1939, así como la valoraci6n
de sus causas
y consecuencias y, en suma, el repertorio de valo­
res elementales arraigados en nuestro pueblo que sali6 a la su­
perficie en ocasi6n tan decisiva. No podemos mencionarlas a todas, pero
Cuenta y Razón, Sillar, Razón Española y, destaca­
damefite

también
Verbo, han aportado sus reflexiones, dedican­
do un número. respetable de páginas al asunto.
Iglesia-Mundo se ha sumado también a la conmemoraci6n,
con el importante número monográfico que comentamos, y que
ofrece. la peculiariedad de no ser una simple reuni6n de ensayos
diversos -por más que resulten
interesantes tales
misceláneas­
sino que obedece a un plan trazado y coherente.
(*) _ Número exttaorcliruµ-fo y monográfico de la revista Iglesia.Mundo,
núm. 323-324, julio de 1986, 80 págs.
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Ha sido nuestro amigo y compañero en las tarea; de Verbo,
Miguel Ayuso, quien ha tomado sobre sus hombros la tarea de
dirigir y coordinar
la obra. Una obra que puede calificarse, por
tanto,
de
colectiv~ a pesar de ciertas repeticiones y desigualda­
des inevitables.
Y una obra que obedece, también con matices,
desde luego, a una inspiración común:
la del pensamiento tra­
dicional.
· En

efecto, Miguel Ayuso ha contado con los equipos intelec­
tuales más solventes-y con las personalidades más relevantes del
catolicismo político español,
asf como

con algunas aportaciones
que ha buscado fuera de nuestras fronteras. No hay más que re­
pasar la lista de colaboradores que encabeza el número: Miguel
Ayuso, José Pedro
Galvíío de Sousa,

Andrés Gambra, Estanis­
lao Cantero, Francisco José Fernández
de· 1a Cigoña, José Ma­
nuel
Martín Carmena,

Julián Gil de Sagredo,
Manuel de
Tu­
ya, O. P., José Antonio García-Noblejas, Manuel de Santa
Cruz,
Javier

Nagore,
María Luisa

Rodríguez Aisa,
Nicolás López Mar­
tfnez, Blas

Piñar, José
María Alsina,

Victorino Rodríguez, O. P.,
Francisco Canals,
Gonzalo Femández

de la Mora, Vicente
Marre­
ro,

Enrique
Díaz Araujo, Nemesio. Rodríguez

Lois, Marco Inver­
nizzi, Rafael Gambra, •Luis María Sandoval, Eulogio
Ramírez y
Alvaro

d'Ors. Nómina completísima; casi diríamos que_ apabu­
llante, y que resulta además muy cercana a nuestra revista, al
ser una buena parte colaborado.res y
todps prácticamente

amigos
de
Verbo.
Son· doce los capítulos -integradÓs por una o varias contri­
buciones- en que Ayuso ha distribuido el material: presenta­ ción;
la historia profunda; . los antecedentes; el derecho a la · re­
beldía;
la persecución religiosa; la reacción nacional y eclesial;
teología del 18 de Julio; una objeción: el clero vasco; la actitud
de los intelectuales; repercusiones en el mundo;
¿qué que(la de
todo

aquello?,
y conclusión.
I) En la presentación -que .lleva por titulo El ·sentido de
un
conflicto--
el coordinador explica las razones que le han lle­
vado

a planear el trabajo y demuestra que las distintas colabo­
raciones no son. µIconexas sino que obedecen a un ~iste¡:n.a. «La
guerra de España -comienza su artículo--, a los cincuenta años,
no se nos presenta
comQ. tema
de disertación académica, sino que
penetra hasta la juntura de nuestrá carne y de nuestro
espíritu.
Quizá

porque levanta
el gran tema filosófico-político de la con­
vivencia y su sentido. Tema que no es
en absoluto
sobrepasab)e
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
y que no cabe zanjar con reconciliaciones qne sólo lo son de
apariencia»
(pág. 5).
En

efecto, continúa, lo que se dilucidó con sangre en
los
campos

españoles no
fue una meta cuestión
de poderío, domi­
nio o explotación colonial. Fue una lucha espiritual, de ideas, entre quienes pretendían fundar la
coexistencia sobre bases es­
tales y laicas y quienes se aferraban a Ja
comunidad de base re-
ligiosa.
·
II)

A demostrar que la causa
inicial· de

la
guerra fue
el
sentimiento religioso herido, y a trabar su cohesión con las gue
0
rras civiles del siglo XIX, se dirige el capítulo segundo. Porque
para encontrar la historia profunda es preciso desbaratar muchas
veces la maraña del convencionalismo.
·
José

Pedro
Galvao de
Sousa encuentra de plena actualidad
y de palpitante vigencia los ideales
que· dieron

vida al 18 de
Julio:
«La España

castiza no
muere. Sabrá
siempre defenderse
y no perderá conciencia de su vocación histórica: la defensa, ex­
pansión y restauración de la Cristiandad»
(pág. 9).
Andrés Gambra,

por su parte, se enfrenta con una de las de-
. ficiel!cias más llamativas

en el elenco bibliográfico, hoy cuan­
tioso, sobre la historia contemporánea de España: la que se de­ tecta
«en el

modo de enfocar el sentido profundo y el trasfondo
ideológico de las discordias civiles que, durante más de cien años,
han conmovido esa etapa de nuestra historia» (pág. 10). Su ar­
tículo, titulado
Un siglo ,J.e tragedias: historia de una continui­
dad, es un modelo de síntesis rigurosa y atrayente exposición.
III) Lo& antecedentes

se refieren, como es obvio, a la
pe­
ripecia de la Segunda República. Abre el epígrafe un artículo
de Estanislao. Cantero, a nuestro entender uno de los más
im­
portantes del número, sobre Los .cat6licos y la adhesi6n a la Re­
pública:
el equivoco de

un pretendido «ralliement» español,
que
nos gustaría ver más desarrollado, y en el que con la misma pon­
deración que ausencia. de enmascaramiento, discute las tesis de
«El Debate» y Angel Herrera sobre la adhesión de los católicos
al régimen republicano. Si Cantero trata de las interioridades de los católicos durante
los años republicanos, Francisco José Fernández de la Cigoña
-en breve

aportación-
se ocupa
del laicismo violento y
ilgre­
sivo

de la legislación y
praxis del
régimen. «Que la Iglesia
vie­
ra

el cese de la persecución
--concluye--como
una bendición
de Dios sólo resultará incomprensible para aquellos que están
ciegos por los prejuicios»
(pág. 17).
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Finalmente, José Manuel Martín Carmona desarrolla la cues­
tión de
La ilegalidad de los poderes actuantes. Su exposición pre­
tende encontrar respuesta a una serie
_de interrogantes:
«La su­
blevación, ¿rompió con la legalidad ...
? Pero, ¿puede afirmarse
la legitimidad del Gobierno del Frente Popular? ¿Habían desa­
parecido las condiones mínimas
que todo

gobierio debe
rurur res­
pecto

a imparcialidad, a garantizar el orden público y a gestionar
el bien
común? ¿Podía

decirse, siquiera, que seguía habiendo
legalidad?» (pág. 18). Tras un fino análisis jurídico, esmaltado
de referencias a los hechos, de la
maco de

famosos historiadores,
concluye
---
similar a como lo hicieron los
m,rgistrados,
catedráticos,

abogados, diputados a Cortes, académicos, ex mi­
nistros y
·algún ex

presidente del Consejo, redactores de un im­
portaote
Dictamen-que no había «ni legitimidad de ejercicio,
ni
legitimidad de

origen,
ni siquiera legalidad alguna» (pág. 20).
IV)
Júlián Gil

de Sagredo
ofrece -y
es el cuarto
capítu­
lo-

un resumen de la doctrina de los grandes teólogos y juristas
de la Iglesia católica sobre el derecho a la resistencia armada
activa contra el poder ilegítimo. Eulaza, por tanto, con
el ar­
tículo de Martín Carmena

donde
_ éste

termina y desarrolla desde
un ángúlo teórico

la
justificación _moral

de dicha resistencia, ba­
sacja en

el derecho natural que posee la sociedad a su propia sub­
sistencia y, consecuentemente, a su autodefensa cuando
el poder
tiránico ataca sus mismos fundamentos (pág. 23 ). A continua­
ción analiza las tres condiciones «que requieren los inmortales
clásicos españoles para que el levantamiento armado, lícito en
principio contra el poder ilegítimo de origen o de ejercicio, sea
t
en su planteamiento y realización»: probabilidad
_ de éxito; que

el bien que se consiga sea mayor que el mal que
se produce; y moderación en el modo (págs. 24
y 25).
·-
V) Ex post facto se añaden las pruebas de la persecución
religiosa. Maouel de Tuya, O. P., sintentiza un más extenso tra­
bajo suyo sobre la
Teolog!a del martirio, del que se deduce una
conclusión apodíctica: hubo mártires auténticos
-in odium fi­
dei-
en la Guerra de -Uber_ación. Como argumento de autori--
dad

se añade un conjunto de textos que expresan
el magisterio
de la Iglesia sobre
el valor martirial _de numerosos españoles en
la Cruzada. José Antonio García-Noblejas, bien conocido por su
piadosa dedicación a estas cuestiones, con un ensayo muy
inte:
resante

de carácter descriptivo, complementa el planteamiento
t;,ológico del

P. Tuya.
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JNFORMACION BIBLIOGRAFICA
Finalmente, en lo que hace al tema de la persecución reli­
giosa, Manuel de Santa Cruz, en un artículo breve e incisivo en­
juicia
el significativo retraso que han sufrido las causas de ca­
nonización de los mártires de
la Cruzada, a la luz de vatias po­
litizaciones. Efectivamente
-como sostiene
Santa Cruz con su
agudeza característica-,
la prevención de un riesgo de futura
politización en dirección nacional, como excusa para no afrontar
la canonización de los mártires, abre un camino disimulado, pero
conocido
y eficaz,
de apoyo
.a la politización a favor de los comu­
nistas
(pág. 34 ). El texto de Manuel de Santa Cruz merece una
atenta consideración y, pese a lo que pueda parecer, no creemos
que haya sido desvirtuado por el Dictamen de noviembre de 1985 sobre las tres carmelitas descalzas asesinadas en Guadala­
jara
el 24 de julio de 1936.
VI)

La reacción nacional y eclesial,
qué duda
cabe, no es
· abarcable

en una decena de páginas. Las colaboraciones que in­
. tegran

este apartado son sólo unas calas en un mundo comple­
jo y riquísimo que, a pesar de los años transcurridos y las inves­ tigaciones innumerables que se le han dedicado, no termina de
ser agotado nunca.
Dos contribuciones -las de María Luisa Rodríguez Aisa y
Nicolás López Martínez--son

de carácter general, mientras que
las otras dos
-las de

Javier Nagore y Bias
Piñar-se
refieren
á a"Spectos concretos.
La doctora Rodríguez Aisa, efectivamente, gran conocedora
de
los intersticios de las relaciones Iglesia-Estado durante este
periodo, valora la mutua independencia y sana cooperación que
las presiden en el nuevo Estado y subraya
el mismo amor, ar­
diente y apasionado, a Dios, a su Iglesia, a España, que destacó
en ambas partes
(pág: 40).

Don
Nicolás López Martínez

evoca
la Carta Colectiva del Episcopado Español de 1937, en la que
los obispos lio pretenden exponer una
tesis doctrinal sobre las
cuestiones de orden moral y jurídico, religioso e histórico que
se
hallan envueltas

en el origen de
la guerra, sino aportar hechos
y emitir juicio sobre ellos desde la perspectiva de su función
pastoral (pág. 41). Y a en los aspectos concretos, Javier Nagore
--en una · ex­
posición
emotiva- destaca
el ejemplo admitable de Navarra,
volcada
eh defensa de Dios y España, convertida, como dijo
Bernard Fay y recuerda Miguel Ayuso en la presentación, en
capital del
espíritu. Bias

Pifiar, por su parte, insiste en el ca-
·
rácter

de Cruzada que tuvo la guerra y
lo prueba «mediante ~a
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INFORMACION BIHUOGRAFICA
personaficaci6n subjetivadora de la santidad objetiva de su causa» (pág. 44) en
la figuta de Antonio Rivera, el Angel de El Alcá­
zar, ejemplo de combatiente-santo.
VII) Dentro del bloque «Teología del 18 de julio» vienen
tres artículos. En el primero, José María Alsina muestra c6mo
se desminti6 de forma contundente que España hubiera dejado
de
s.er cat61ica,

gracias sobre todo al pueblo carlista navarto,
que tanto tuyo que ver con que el Alzamiento excediera
d,; un
simple

golpe de tim6n para restablecer
la legalidad republicana.
En el segundo, Vktorino Rodríguez, O. P., resume el veredicto
de reprobaci6n de la persecuci6n religiosa
y de justificaci6n de
la sublevaci6n que hicieron cuatro grandes .maesttos domínicos: Luis Alonso Getino, Ignacio Menéndez Raigada, Venancio Carro
y Vicente
Beltrán de

Heredia (págs. 48-50). En tercer lugar,
Francisco Canals avizora la guerra desde la perspectiva de la
Teología de la Historia. Para comprender en plenitud su carácter de Cruzada hay que tener presente
-escribe---una

dimensi6n
fundamental del problema: «Muchas de las corrientes políticas
que se han ido sucediendo en la Europa
moderna desde

los si­
glos en que a
la revoluci6n religiosa protestante siguieron las
revoluciones políticas de inspiraci6n
filos6fica anticristiana, no
son opciones políticas opinables, sistemas preferidos por
tale.s
o

cuales grupos de ciudadanos
. para

organizar
la vida común en
la sociedad política. Se ttata de sistemas globales, de concepcio­
nes del

mundo y de la vida, que en su dimensi6n política no son
sino la puesta en práctica de una
. modalidad

de inspiraci6n filo­
sófica anticristiana
y antiteística» (pág. 51). Este párrafo, cierta­
mente revelador, es una concreción al tema que nos ocupa de
la guerta de
España de lo por él mismo sostenido en un magní­
fico

artículo publicado en nuestras páginas, El
ateísmo como so­
porte ideológico de la
democracia ..
VIII) El cap!mlo ocho, el más corto, se ocupa de la pá­
gina negra que, personas de
.distintos signos
o intenciones, han
querido situar al lado de las páginas deslumbrantes de
la Cru­
zada de 1936. Se trata de las sanciones del Ejército Nacional
contra algunos sacerdotes vascos. Tema que no ha sido rehuido
-escribe J. Ulibarri-, en primer lugar, por amor a la verdad,
y en segundo, porque el no hallar mayores culpas realza aún
más el conjunto de la
Ctuzada. Ulibarri
se
refiere a
la cuestión
aprovechando
el importante material inédito, fruto de pacientes
y rigurosas investigaciones, del padre agustino y profesor de
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Universidad José Gutiérrez Alvarez. La conclusi6n es esclare­
cedora: «No fueron fusilados por ser sacerdotes, ni por actí­
vidades sacerdotales, sino por actividades políticas y aun milita­
res ajenas
al sacerdocio y difícilmente compatibles con el mismo,
realizadas en estado de guerra» (pág. 55).
IX) La actiutd de los intelectuales es objeto de dos co­
mentarios.· Gonzalo Femández de la Mora, en el primero, de­
muestra c6mo
la casi totalidad de los intelectuales huyeron de
la zona republicana para no ser asesinados; c6mo Unamuno, Ortega, Marañ6n, Azorín, Menéndez Pidal, Pérez de Ayala, Ba­
roja, García Morente y Juan Ramón Jiménez entre muchos fue­
ron
-en definitiva- solidarios de la España nacional. La con­
clusión de su brillante artículo, sin embargo, choca algo con el tono del resto del número. Dice Así: «En la guerra de España
se enfrentaron dos concepciones del mundo, las mismas que hoy
separa el tel6n de acero. Naturalmente, la genunina inteligencia
estuvo del lado de la razón y de
la libertad» (pág. 59). ¡Qué
duda
cabe que fue una guerra· de cosmovisiones!
¡ Y que la ge­
nuina

inteligencia sólo
podía optar

por la razón y
la libertad!
Lo que no nos parece igualmente correcto, en cambio, es sim·
bolizar el fundamentum dívisionis en el telón de acero. Como
si nuestra guerra no hubiese tenido igualmente profundas con­
notaciones contra
el demoliberalismo. Más exacto nos parece el
juicio de Alvaro D'Ors, en la conclusión del número, según el
cual los españoles vieron, casi sin ·enterarse, canjeada su victoria
de
La Cruzada nacional por la de una guerra mundial en la que
vencieron los que eran, en
el fondo, sus enemigos exteriores,
y de la que
ella había conseguído mantenerse apartada. Juicio
en el que se comprenden tanto
fas contradicciones
del Estado
que
s.lió de

la guerra como
el posterior movimiento reformista­
rupturista que acabó dándole muerte. Pero
· como
hechos dife­
renciados del espíritu de la
guerra.
Vicente

Marrero, en
la segunda de las colaboraciones de este
epígrafe, toma como materia de su comentario la posición, hoy
cada vez más extendida, de los que juzgan aquel enfrentamiento
como una gran frivolidad
y la actitud de la Iglesia como un
parejo error. Son los «exquisitos» que, por encima del bien y
del mal, tienen la exclusiva en
la interpretación del fen6meno
de nuestra guerra. Juilán Marías, Javier Tusell y los demás co­
faboradores del número de Cuenta y Razón sobre la guerra es-
. pañola,

son a quienes dirige Marrero su ponderada andanada.
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INFORMACION BIBUOGRAFICA
X) Las repercusiones en el mundo compreden tres contri­
buciones que apenas acotan una parte de las mismas. Quizá aquí hubiesen hecho falta más aportaciones, aunque hay que recono­
cer que las escogidas son
de gran calidad, especialmente las que
llegan de Argentina e Italia. En efecto, Enrique Díaz-Araujo, en breve espacio, consigue
una panorámica formidable sobre
la: influencia

del 18 de julio
en
la conciencia hispanoamerciana. Gran parte de los datos en
que apoya su síntesis figuran en notas a pie de página,
.que en
este

caso son tan importantes como el propio texto. Por ellas
desfilan los

testimonios de Meinvielle, Junco, Pereyra, Restrepo,
Lira o de. la Riva-Agüero
y tantos otros (págs. 62-65).
Desde Europa es Marco Invernizzi quien
pone su
punto de
mira en

la conducta de los cat6licos italianos. De su estudio se
desprende el convencimiento de que la guerra de España sigue apasionando hoy en Italia. Y en- Francia. Es posible que esta
pasi6n sea
la que haya causado la negativa del director de un
famoso bimensuel
y el silencio del de una no menos conocida
revue mensuel, según

nos ha explicado el coo.rdinador de esta
obra. Cierra esta parte un apunte de Rodríguez Lois sobre los
·
cristeros.
y la Cruzada española de 1936.
XI) Pero también
s'e hacía
preciso acercar aquellos hechos
a la situación en que España se ehcllentra cincuenta afios des~
pués. ¿Qué queda de todo aquello? .
Desde

luego, la respupesta es difícil
y s6lc;, en el distingo y
nunca en la generalizaci6n abusiva podrá encontrarse la clave.
Los tres artículos que
se dedican
a ello
prc;,porcionan induda­
bles

pautas para su consecunci6n.
Rafael Gambra brega con El Estado que naci6 de una Cru­
zada. Y, en una

síntesis magistral, pone de manifiesto, entre sus
evidentes logros, ciertas fallas no despreciables: «Razón profun­
da de esta debilidad espiritual del régimen fue que, mientras en
sus principios fundamentales o alta legislación
recibió una

inspi­
ración tradicional y cat6lica, en
la base de sus instituciones loca­
les, regionales, profesionales,
permaneció tenazmente
aferrado a
una praxis estatista o dirigista, rehuyendo los peligros de la sana
libertad cuando
la paz ambiental hubiera permitido hacerlo, lo
cual anuló en gran medida su representatividad y su verdad o
coherencia espiritual» (pág. 73 ).
Luis María Sandoval encuentra el porqué de la victoria
. en
La

victoria del orden. Sus -consecuencias
apuntan a

nuestros días:
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INFORMACION llIBLIOGRAFICA
«Hay que conocer y respetar escrupulosamente el orden natural,
incluido el
orden natural
del mundo social y político...
Debe­
mos guardamos de la tentaci6n de cierto anticlericalismo de de­
rechas, que de hecho se ha producido por
culpa de las veleida­
des políticas de algunos de nuestros obispos ...
» (pág. 75).
Con este último párrafo de Sandoval enlaza la colaboración,
dolorida, de Eulogio
Ramfrez. Bajo

el título
Victoria de la Re­
volución sobre la Revelación
describe el cambio de frente de la
Iglesia: de apoyo de la Cruzada y del régimen de confesionali­
dad
que nació
de ella, al enfeudamiento en
la democracia atea;
de querer que se cumpla entre nosotros la voluntad de Dios, a
querer que se cumpla entre nosotros la voluntad del hombre, con independencia de la voluntad o Ley de Dios (pág. 76).
XII)
. La

conclusión corre a cargo de Alvaro d'Ors. Y ha
sido un gran acierto del coordinador haberle hecho el encargo a
él. Porque su contribución -con la que se cierra el. númer0c-­
es
una joya por su síntesis, su pentración y su agudeza. Perfec­
ta de forma y fondo. Su título es
Pacifismo (al medio siglo de
nuestro 36) y, efectivamente, comienza atacando los últimos fun­
damentos
del pacifismo moderno: «La paz debe superar la gue­
rra como el silencio supera las palabras, pues guatdar silencio no
es
lo mismo que ser mundo. Y ahí está, justamente, la diferen­
cia entre el hombre pacifico, que
se' abstiene
o deja de hacer
una guerra posible, y el pacifista, que niega toda posibilidad de
ella:
el pacifista no es aquel .que sabe guardar silencio, sino el
que reduce a mudez» (pág. 78).
A continuación va desgranando ideas que merecerían un de­
sarrollo mayor. Algunas -la visión
del terrorismo

como
guerra
unilateral

(pág.
78)-han
sido objeto ya de ensayos anteriores.
Otras
~«nuestra guerra,

quizá por desgracia, fue sólo una Cru­
zada y no una verdadera
guerra civil»

(pág. 79)-, que nosotros
sepamos, todavía no. Desde estas páginas animamos al profesor
d'Ors a hacerlo, para gozo de sus lectores y difusión de
lo
verdad.
Hemos de terminar esta ya demasiado larga
resefía. La gra­
vedad de la materia, el prestigio de las firmas y la riqueza del
contenido,_ creemos que lo merecían,
Este número colectivo y extraordinario de Iglesia-Mundo, di­
rigido
y coordinado por Miguel Ayuso, es una muestra admira­
ble de

cómo
el catolicismo tradicional sabe trabajar en equipo,
sin que obsten legítimas preferencias o aun diferencias
no des­
preciables,

cuando
la ocasión lo requiere. ·
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
_ La cuidada presentación no desmerece del contenido. Algu­
nas erratas, una permuta en la colocación de las fotografías co­
rrespondientes a dos artículos y una tercera cubierta no muy
afortunada bajo
la rúbrica di, Buhardilla, apenas pueden pro­
ducir

una pequeñísima sombra, que queda desvanecida pór
la
poderosa luz que encierra el trabajo.
R BOTELLA.
Mamtel Bonilla Sauras: LOS AMIGOS DEL PSOE.
INFOR_ME -CONFIDENCIAL (*)
Manuel Bonilla Sauras, Abogado en ejercicio de Hu esca, es
uno de los mayores especialistas españoles por su rigor y serie­
dad en ese complejo mundo de la búsqueda e -investigación de
los movimientos subterráneos de la historia. En donde se habla
• tantas veces con frivolidad y con ligereza, Manuel Bonilla pro­
fundiza
y estudia, tal como vemos en esta obra.
Antes acostumbraba a añadirse en muchas
Pllblicaciones la
coletilla «esta publicación se edita en medio de grandes dificul­ tades». Pues bien, en el caso concreto de este libro esa aseve­
ración es una realidad que el autor
.me ha

confirmado,
El libr.o, escrito entre 1983 y 1984, permaneció en poder de
la Editorial Planeta durante seis meses. En este
tiempo, el

libro
fue
leído por un

miembro cualificado del
-PSOE
y la editorial,
guiendo su consejo y el del comité asesor, no lo publicó.
No es, por tanto, éste un libro por encargo editorial y con
abundante provisión de
fondos, que

permiten ciertas libertades,
pero que
en el

fondo se traducen, la mayoría de las veces, en
una
servidllmbre de

«encargo».
En este libro no se trata de una historia del PSOE, desde
sus orígenes hasta la actualidad. Ahora bien, este documento,
excepcional por su labor de seguimiento de muchas noticias e
informaciones, bastante inéditas, que pasan desapercibidas para
la gente, rebate las afirmaciones de José Mario Armero, de que
la reciente historia de España no está al alcance del pueblo
y
lo hace con un sinfín de datos, acompañado de una bibliogra­
fía selecta,

cotejada toda y en poder del autor ( 1 ). Así, pues, a
(") Editorial Arca de la Alianza Cultural, S. A., 319 págs. Madrid,
1986.
(1) Al contrariO de otros autores, el. autor posee todos los hDros ci­
tados en su bibliografía y no :«fusila»-los libros de otros investigadores.
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