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Número 251-252

Serie XXVI

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Ideología romántica y catolicismo de izquierda

IDEOLOGIA ROMANTICA Y CATOLICISMO
_DE IZQUIERDA
POR
MIGUEL AYUSO
l. Francisco Canals en la escuela tradicionalista.
Francisco Canals Vida!, catedrático de Metafísica de la
Universidad de Barcelona, quizás sea uno de los autores más
representativos al tiempo que más significativos de la escuela
tradicionalista, entendida esta voz según la acepción española
-por contraposición a la francesa_;_ acuñada por Ellas de Te­
pada, es decir, del núcleo intelectual en que ha cuajado la re­
sistencia popular al liberalismo en defensa de la sociedad cris­
tiana tradicional. Escuela concretada principalmente en el
car­
lismo desde 1883, pero que ha sido enriquecida por pensadores
en ocasiones ajenos· al legitimismo. Y -que,. tras la desaparición
de Francisco Ellas de Tejada y Eugenio Vegas Latapie, pervi'Ve
en las obras de Rafael Gambra, Alvaro D'Ors, Juan Vallet de
Goytisolo
y Francisco Canals.
La singularidad de este último en el seno del grupo viene
dada por tres factores que, combinados, desvelan
la clave de
su personalidad: el cultivo de un tomismo estrictísimo, apren­
dido en las fuentes
más prístinas y depurado de las gangas de
la neoescolástica; la dedicación a
la tarea teol6gica de altura y
al fomento de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús; y el
desarrollo de una teología de la Historia que tiene sus pre­
cedentes en los jesuitas Henri Ramiere, en
el siglo pasado, y
Ramón Orlandis, en el presente, y que resulta de aplicar .una
comprensión teológica sobrenatural a la corriente de la · historia,
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atendiendo principalmente a las leyes providenciales por las que
Dios rige
el mundo, a las tendencias e ideales de los espíritus
y las sociedades tales como aparecen en la actividad
cultural,
social y política de los últimos siglos, y

a las promesas
explicl­
t~s de Dio.s, formuladas ya en el Antiguo ya en el Nuevo Tes­
mento, y en arras hechas a los santos y autorizadas por la
Iglesia ( 1
).
Pero, Francisco Canals, además de ser un pensador original
e insobornable, tiene
el atractivo del .maestro que, no contento
con transmitir conocimientos a sus disdpulos, es capaz de com­
partir con ellos sus fruiciones más íntimas en una transferen­
cia pisocol6gica que excede de la docencia convencional. Quizá
por ello, las líneas de investigaci6n
de. sus colaboradores más
queridos tributan constantemente a sus orientaciones magiste­
riales,
desenvolviendo intuiciones o fogonazos que se encuen­
tran apuntados en sus esctitos. El caso más notable lo consti­
tuye
el libro de José María Alsina Roca, profesor titular y
estudioso de la sociología, El tradicionalismo filosófico en Es­
paña. Su génesis en la generación romántica catalana (2),. que
pone en claro, rras una aproximación documentada y sistemá­
tica, una conexi6n
. sorprendente pero no por ello menos real:
la incorporaci6n de la corriente «tradicionalista»
al pensamiento
esyañol · a través de hombres y publicaciones pertenecientes a
la . ,España liberal. Aplicando a la historia de España algunas
de las problemáticas y de los desarrollos con qµe se encaró
Canals en Cristianismo y
Revolución. Los orígenes románticos
del catolicismo de izquierdas (3), publicado en 1957 por vez
primera y que acaba de ver la luz en segunda edición. También
(1) Cfr. HENRI RAMrERE, Las esperanzas de la Iglesia, verSi6n caste­
llana, Publicaciones· Cristiandad, Barcelona, 1962.
· (2) JosÉ MARÍA AL paña. Su génesis en la generación rofnántica cantaiana, pr6logó de FRAN­
CISCO CANALS V1nAL, Prom()Ciones Publicaciones Univetsitarias, Barcelona;
1985 ..
(3) FRA;NCISC_o CAN°ALS V1DAL, Cristianismo y Revolución. Los orige­
neJ romántiCos del catolicismo Je izquierda, t.• edición~ Acervo, Barcelo-
na, 1957; 2.• edición; Speiro, Madrid, 1986. ·
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el de José María Petit Sullá, catedrático de Filosofía de la
Naturaleza,
Füosofla, polltica y religi6n en Augusto Comte ( 4 ),
que se ocupa de una ideología,· como .la positivista, tan inspi­
rada en el tradicionalismo filosófico que ha podido decirse que
es la síntesis de Saint-Simon y De Maistre, ha de considerarse
vinculado a las sugerencias del profesor Canals Vida!. Pero
ya
volveremos más adelante sobre este orden de ideas.
Il. El elemento romántico en la génesis del catolicismo li·
heral.
El libro antes mencionado, Cristianismo y Revoluci6n, con­
tiene, ciertamente, análisis muy jugosos y juicios muy certeros
sobre esa corriente del catolicismo liberal que el padre Orlan­
dis veía conducir a la pérdida de la fe. Sin embargo, una pri­
mera cuestión que aparece a nuestros ojos incoherente y
anó­
mala, en una visión superficial, es la afirmación de una línea
que, partiendo
de. Lamennais, conduce a las posiciones del ac­
tual «progresismo» e «izquierdismo cristiano». A pesar de los
títulos que Meinvielle (5) o Harvard de la Montagne ( 6) pu­
sieron a sus estudios históricos y doctrinales, el catolicismo
liberal del siglo
xrx, si bien entusiasta del ccmstitucionalismo
doctrinario, fue· sólo resignado a
la. democracia e incluso deci­
dido en el rechazo del socialismo. ¿Cómo, pues, plantear la
cuestión fundamental acerca de la existencia
de una ligazón entre
las diversas
fases y opuestas actitudes de los movimientos que
han pretendido derivar del catolicismo un contenido cultural
y político liberal, democrático, revolucionario, socializante o
progresista?
(4) JosÉ MARÍA PETIT SuLLÁ, Filosofía, polltica y religión en Augus­
to Comte, Acervo, Barcelona, 1978.
(5)
JULIO MBINVIELLE, De LAmennais a Maritain, Nuestro Tiempo,
Buenos Aires, 1945.
(6} RoBERT HAR\TARD DE LA MoN;'l'AGNE, Histoire de la Jémocratie
chretienne. De Lamennais a· Georges Bidault, Le llvre contelilporaine, Pa­
rls, 1948.
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A esta pregunta, explícitamente formulada, el profesor Ca­
nals responde -y es la tesis central del trabajo-que la uni­
dad existe. Y encuentra el carácter fundamental y común,
cualquiera que sea la fase o evolución, de la corriente investi­
gada, en
la adaptación al siglo, la conciliaci6n con lo moderno.
Lamennais fue el primero en acufiar esas fórmulas, y Pío IX
quien, para reprobarlas, las fijó con mayor nitidez en la pro­
posición ochenta del Syllabus. Sólo -escribe Canals-escla­
reciendo Ias condiciones históricas y las consecuencias ideológi·
cas de esta «intransigencia que impulsa a la adaptación», que .
es la más escueta caracterización del pensador bretón, se ex­
plica la unidad íntima de aquel movimiento, siempre oscilante
entre la izquierda
y la derecha.
Por
ello se hace preciso afrontar el estudio de Lamennais
y explicar los, a primera
vista, cambios disparatados que for­
man el cañamazo de su existencia. Las versiones, en este punto,
. divergen. Los maritainianos -y el propio Jacques Mari­
tain
(7)-, que han recurrido al tópico de que «los extremos
se tocan», trasladan toda la condena del juicio sobre el
ultra­
montanismo intransigente

y el tradicionalismo filosófico y
po­
lítico, olvidando que el anatema de Gregorio XVI recayó preci­
samente sobre
las doctrinas liberales sintetizadas en la fórmula
Dieu et Liberté. Meinvie!Ie (8), por otra parte, aun concediendo
que el
error, central naturalista inficionó el pensamiento del
escritor bretón a lo
largo de toda su vida, condicionando sus
variaciones, ha insistido en demasía en la distinción de épocas
en su trayectoria. Frente a
e!Ios -y aquí echo en falta la re­
ferencia a la valoración que Leopoldo Eulogio Palacios, sutil
y matizadamente, dejó en
el primer capítulo de El mito de la
(7) Cfr. JULIO MEINV1ELLE, Respuesta a dos cartas de Maritain al
R. P. Garrigot!-Lagrange, O. P., con el texto de las mismas, Nuestro Tiem­
po, BuenoS Aires, 1948, pág. 51.
-(8) Cír. JuLio MEINVIELLB, Correspo·ndance av?c le. R P. Garriltou­
Lagrange a propos de Lamennais et Maritain, Nuestro Tiempo, Buenos
Aires, 1947.
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Nueva Cristiandad (9)--, Canals ataca de frente el problema y,
si por un lado subraya la inexistencia de ilación objetiva entre
la doctrina llamada «ultramontana» (10) y las doctrinas del ca­
tolicismo liberal, por otro lado sí encuentra una continuidad
que
es sustancialmente ambiental. Por eso, el enfoque del · es­
.tudio no es preferentemente filosófico o teológico, sino, como
reconoce, sociológico y cultural.
Y en ese palenque se formula la tesis, que, en sus mismas
palabras, es ésta: «El elemento cultural ·y ·socialmente constitu­
tivo del catolicismo liberal,
el que explica su génesis, condiciona
su evolución sucesiva, a la vez que pone conexi6n y continuidad.
a sus más diversas y oPuestas actitudes, es el romanticismo'».
• • •
Visto así el catolicismo liberal, se despeja su-significación.
No es sólo una táctica --como se arguyó en los comienzos­
sino un espíritu nuevo, el fruto de la visión del mundo y el
modo de enfrentarse con la vida propios de la generación ro­
mántica de los «treinta» del siglo pasado.
Ello justifica que el
·autor dedique su atención a elucidar el
concepto de romanticismo. Qúe no constituye un momento de
plenitud sino de crisis. Crisis que puede explicarse por situacio­
nes sociales propicias al resentimiento colectivo.
Francisco Canals, aun sin citarlo, parece deudor en su visión
de los juicios de Menéndez Pelayo,
q¡¡e observó dos fermentos
indiscutibles en
la revuelta romántica, «la falsedad moral y la
egolatría», y que describió a Jean Jacques Rousseau como «el
patriarca de una legión de neurópatas, egoístas, melancólicos y
soberbios, inhábiles para la acción, consumidos míseramente
por su propio fuego». Parece deudor también de Vegas Lata-
(9) LEOPOLDO EuLóGIO PALACIOS, El mito de la Nueva Cristiandad,
Rialp, Madrid, 1951.
(10) Que no es; en definitiva, sino la afirmación misma del dogma
católico sobre la constitución monárquica de la Iglesia.
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pie ( 11) y de Maurras ( 12) al fundar el romanttctsmo en la
creencia de la bondad natural del hombre y en la correlativa
negación
· del pecado original y, por tanto, de la necesidad de
una Redención trascendente
y sobrenatural. Como ha escrito
recientemente Canals, volviendo sobre la cuestión: «Es
una ac­
titud de antropocentrismo que propugna la autosalvación, la
autorrealización
de la plenitud humana por las solas fuerzas .del
hombre» (
13 ). Lo que no quita para que la misma complejidad
del hecho cultural obligue
. a discernir de la «profunda desvia­
ción hacia
,un progresismo terreno y mundano», que desde en­
tonces no ha dejado de presentarse como constante tentación
para
los católicos, esfuerzos sanos reveladores de posibilidades
e iluminadores
de enteras vertientes de la vida humana.
En cualquier
caso, los influjos románticos marcan toda una
época. Llegan incluso al zar Alejandro
I de Rusia, originando
el paradójico entramado de la
Santa Alianza. Esterilizan la labor
intelectual de
los apologistas de la Restauración. Y, finalmen­
te, explican la génesis del catolocismo liberal.
· m. El sorprendente proceso.
Canals centra su análisis en
la figura de Felicité de La­
mennais, tratando de hallar en la obra sorprendente a la que cupo
el extrafío destino de ser, primero, paradigma del ultramonta­
ni,smo, y terminar, al final, fuera de la Iglesia, la clave del je­
roglffico de la época. Para ello, bucea en su psicología y en­
cuentra un rasgo dominante: el resentimiento, que bullía en su
alma, y bajo cuyo impulso enfermizo pronto convirtió en fer­
mento revolucionario una corriente que, en
su autenticidad, bro-
(11) Cfr. EUGENIO VEGAS LA.TAPIE, Romantiqismo y democracia, Cul­
tura Española, Santander, 1938.
(12) Cfr. CHARLES-MAURRAS:, Romantisme et RévolutionJ Nouvelle
Librairie Nationale, París, 1922.
(13) FR.ANcisco CAN'ALS, «Romanticismo. y Democracia vistos por Ve­
gas Latapie», en Verbo, núm. 239-240 (1985), pág. 1.114.
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taba de las más incontaminadas fuentes del espíritu cristiano
de. la vieja Francia. Si al resentiíniento que domina su carác­
ter'. sumamos la absoluta falta de unci6n sacerdotal .de su es­
tilo ---eomo perspicazmente nota Canals Vida!-, ¿habrá quien
se extrañe de que al Papa Le6n XII, tras conocerle, y estando
aún en el cénit de su fama como apologista cat6lico, le impre­
sionara
su «faz de réprobo»? (14 ).
* * *
Pleno de sugerencias está el tratamiento del «sorprendente
proceso» que lleva del catolicismo político militante, ultrarrea­
lista
:y: antiliberal, de la primera época de Lamennais, al cato­
licismo liberal. Esa evoluci6n es presentada como l6gica
y cohe­
rente, como justificada por una visi6n profunda de los hechos, por
cuantos s6lo ven en el último un giro táctico en
la defensa del
ideal ultramontano. Canals, en cambio, niega que
la l6gica pue­
da buscarse en la coherencia de las doctrinas o en la sucesi6n
de los hechos. S6lo en las condiciones del ambiente y en la psi­
cología
y la mentalidad puede alcanzarse.
En el prólogo al libro de Alsina,
ya aludido anteriormente,
amplía la perspectiva hasta nuestros días, deduciendo de la
in­
manentización de la fe religiosa, característica del tradiciona­
lismo
filosófico, una serie de actitudes conexionadas que comien­
zan en el «catolicismo»,. entendido como ideología y bandera
política, que eximía de cualquier otra opción e incluso
exigía
evitarla, y concluyen en la instrumentación marxista que sugie­
re la voz «cristianos paia el socialismo», pasando por el «cato­
licismo liberal» ( que adjetiva la opción religiosa con una
.cali­
ficación política) y la «democracia cristiana» (en la que se in­
vierte la relación, sustantivándose la opción política y
dejando
reducida a adjetivo la palabra significativa de lo religioso).
(14) Cfr. }EAN OussET, Para que El .reine, 2.• ed., Speiro, Madrid,
1972, pág. 210.
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El · origen del sorprendente proceso está en la pérdida de la
tradición escolástica en Francia. Por eso, los apologistas fran­
ceses de
la Restauración que intentaban promover la revitali­
zación católica y la defensa de la Iglesia, por ausencia de una
adecuada base teológica y metafísica,
se impregnaron de tradi­
cionalismo filosófico. Corriente
que, por polemizar con el ra­
cionalismo imperante desde hacía dos siglos, tendió a disminuir
la validez de la razón individual e introdujo una cierta
inma­
nentización naturalista de la religión. De ahí que se pueda afir­
mar que el tradicionaliSmo filosófico estuvo inmerso en una
confusión y desenfoque radicales, no sólo en Lamennais sino
en el propio Bonald: «La relación entre el orden racional hu­
mano y los constitutivos naturales
. de la sociedad, con la pre­
sencia, en la
vida. humana individual y colectiva, de una auto­
ridad
de origen trascendente y sobrenatural, anunciadora de la
palabra
tevdada, es transformada, en un proceso inexpresado de
inmanentización y naturalización de las mismas dimensiones so-
brenaturales de la religión» (15). .
Estas palabras, que Canals antepone al libro de Alsina, cons-·
tituyen una síntesis espléndida del capítulo segundo de Cris­
tianismo. y Revoluci6n. En efecto, el sistema de Bonald se mues­
tra como una reducción. de la Revelación divina . a cierta «reve­
ladón» primitiva que
habría comunicado el lenguaje al géne­
ro humano, a una tradición transmisora de la palabra humana.
Lamellllais, por su parte, tan saturado del romanticismo de la
época,
va a cimentar su sistema también en el tradicionalismo
filosófico. Y en su versión más radical. Por su antigalicanismo
rompe
con tódo legitimismci. También abandona ·la amistad de
los
i'..!trarrealistas, con los que había colaborado anteriormente.
Y resentido con la Restauración transaccionista - Bertier, comentando la
divisa de Luis XVIII, « Turión y olvi­
do», pudo decir: «Unión con los enemigos y olvido de los ami-
(15) . FRANCISCO· CANALS, Prólogo al libro de ALSINA, cit., pág. x1v.
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gos» ( 16 )--y galicana, considera finalmente aliados a todos
los enemigos de la monarquía borbónica.
Ya en 1829, el futuro heresiarca afuma: «Se tiembla ante el
liberalismo; hacedlo católico, y la sociedad renacerá». Lo que
equivale a decir: para
catollzar el liberalismo hay que liberali­
zar
el catolicismo. Después todo se reducirá a una profundiza­
ción democrática, impulsada por la pérdida de la fe
y la rup­
tura con la Iglesia.
Toda esta trágica trayectoria
-que desarrolla el capitulo
cuarto-es posible, psicológicamente, por. el romanticismo e,
ideológicamente, por el tradicionalismo filosófico, cuyo defecto
no es, pues, intransigencia y exageración rellgiosa -'pues hay
que considerar clausurados después del libro de José
Maria Al­
sina los famosos trazos con que Menéndez Pelayo, en polémica
con los integristas, estableció la tal caracterización (17)--, sino
ignorancia de
la filosofía cristiana, Si muchos discípulos de La­
mennaís, arrastrados a movimientos ·desorientadores, deforma­
dores de las causas que decían y pretendían servir, mostraron
más adelante poseer un espíritu vigorosamente arraigado y sano,
no deja de ser cierta y resultar operante
la deformación que es­
taba en el fondo del ideal lamennesiano y que iba a cuajar en
el catolicismo liberal.
Por ello, la critica, dura, que Canals hace de Bonald o de
Maistre
-sin que llegue a Donoso, como ha destacado, tam­
bién con acierto en este punto, el profesor Alsina
(18)--, es
sustancialmente exacta, aunque peque, a nuestro juicio, de uni­
lateralidad. No en vano aún perviven muchos. prejuicios en el
acercamiento a las figuras del vizconde natural de Cévennes y
del noble saboyano, y no creo que merezcan desprecio las
oh-
(16) Cfr. G. DE BERTIER DE SAUVIGNY, Le comte Ferdínand de Ber­
tier (1782-1864) et l'énigme de la Con"grégation, Les presses continentá-
les, París, 1948. -·
(17) Cfr. MARCEUN.O MENÉNDEZ PELAYO, Obras Completas, vol. X,
págs. 214-5.
(18) Cfr. JosÉ MARÍA ALSINA, op. cit., págs. 223-242.
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servaciones exonerado ras de Leopoldo Eulogio Palacios (19) y
Marce! de Corte (20), filósofos de la misma tradición intelec­
tual a
la que se adscribe Canals, respecto al autor. de la Théo­
rie du pouvoir politique et religieuse, y de Rafael Gambra (21),
en lo que hace
al autor de las Considérations sur la Francec
IV. Conclusión.
Ciertamente, el libro repetidamente mencionado de Fran­
cisco Canals,
y que estas notas 110 pretenden reseñar de modo
· convencional, sino presentar en sUs rasgos más salientes, inci­
ta al diálogo y llama a la reflexión. Son muchas las cuestiones
que
el autor sólo apunta y que quedan «colgando» en demanda
de ulteriores precisiones.
Y· son muchas las que están solamen­
te sugeridas. Tampoco es infrecuente que
las conexiones que
observa el profesor Canals estén insuficientemente descritas,
obligando
al lector -y me refiero .al lector culto, familiarizado
con la historia de la época y la de las ideas filosóficas y políti­
cas-,. a un cierto esfuerzo pata su adecuada comprensión.
· Algunas de sus aportaciones más interesantes - colateral a la tesis desarrollada
-son, por ejemplo, la penetra­
ción en el espíritu de
la Santa Alianza, que hace patentes sus
íntimas contradicciones (págs. 27-33); Li distinción, finísima,
entre
ulttarrealismo, legitimismo, política de la .Santa Alianza
y «tradicionalismo» (págs. 37-41); la disección de la ideología
(19) Cfr. LEoP-OLDO EULOGIO PALAc1os, «Bonald, o la constitución
nat\ltal de las sociedádés», en Revista· de Estudios PolitiCos, núm. 45
(1~49), págs. 55-103. También El platonismo emplrito de Loúi, de Bo­
nald, discurso de recepción én la Real Academia de Ciencias Morales y
Políticas, Madrid, 1954.
(20) Cfr. MARCBL DE CORTE, «La lilosoffa política de Bonald», eo
Arbar, núms. 71 y 72 (1951), págs. 191-211 y 34S.369.
(21) Cfr. RAFAEL GAMBRA, «La idea de comunidad en JosJ! DE Mus­
TRÍl», en Revista Internacional de Sociologla, núm. 49 (1955), págs. 57-
85, también convertido en Estudio preliminar a Consideraciones sobre
· Francia, Rialp, Madrid, 1955.
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«catolicista», de la inano de dos textos de Pío XII (páginas
41-46), etc.
También abre un cauce interesante la explicación del
!].llcio­
nalismo vasco _:_mencionada de paso en la página 121-por
la desconcertante efectividad revolucionaria de tópicos «tradi­
cionalistas» extrañamente matizados por virtud del ambiente
co­
lectivo del romanticismo.
* * *
Aunque muchos hayan tratado -subjetivamente-de ha­
cer compatible el catolicismo liberal, o su evolución democráti­
ca y socialista, con
la pertenencia a la Iglesia, objetivamente, esa
corriente
-en cuyos orígenes ha buceado Canals en su libro­
es, de hecho, la adhesión a un sistema -el libetalismo-que
supone la puesta en práctica política de una falsa filosofía.
Por
eso, el gran problema reside en que la democracia libetal -y
en su profundización socialista-es el más absoluto de los. re­
g!menes políticos, dado que tiene como soporte ideológico el
ateísmo en cuanto suplantación de Dios. Es, en definitiva, el
sistema teológico
y político anticristiano, como Canals sinteti­
za y primorosamente puso de relieve en un ensayo publicado en
Verbo (22), y como traté de mostrar en esas mismas y acogedo­
ras páginas (23).
En definitiva, acertaba V ázquez de Mella cuando, probable,
mente en tono a la vez irónico y serio, decía que «en ·gallego
demo-cracia resulta el gobierno del
demdnio». Frase que habría
hecho las delicias de
Marcel de la Bigne de Villeneuve, .gran
maestro del Derecho Político, estudioso de Blanc de Saint-Bon­
net
y autor de un inapreciable librito titulado Satán dans la Cité.
Y frase que resiste la confrontación rigurosa con los hechos.
(22) Cfr. FRANCISCO CANALS, «El ateísmo como soporte ideo16gico
de la democracia», eo Verbo, núm. 217-218 (1983), págs. 893-900.
(2.3) Cfr. MIGUEL Aroso, «El totalitarismo detno_crático», en Verbo,
núm. 219-220 (1983), págs. 1.165-1.198.
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